El lado oscuro de la piedra (Privado)

Solo una noche querida, una noche de cascabeles y sonidos de arpa, de canticos de velas y de flautines volátiles, solo escucha la tierra, la tierra de sus pasos que corren, el miedo, las risas y esas caravanas de gitanos. Vienes conmigo esta noche, vienes a contarme un cuento y te quedas sentada en un taburete junto, sin sueños, te quedas ahí pequeña Juana, con mis recuerdos, con mis ojos, y solo llevas en la palma de la mano aquel rosario donde rezaste ser libre, pero luego te quedaste encadenada a la oscuridad, perdiste tu cabeza y sin ella no encuentras el camino, no encuentras la compañía y solo hallas la soledad. Existen esas canciones Juana, tintinean en tu cabeza y cruzas la pierna como tu ama que aparenta ser un caballero vagabundo, con un maquillaje desquebrajado en el rostro, con el cabello largo hasta los hombros y apoyado de la barbilla sobre el mango, un caballero de fina estampa, de ropajes finos y aroma a orquídeas. Ellos huelen distinto, sus corazones huelen a humo, sus ojos a rayos de sol. Mis ojos se cubren con mi sombrero de copa y espero que la función haga su acto, pero realmente busco mi propio acto de cacería.

Es el sonido de los cantantes vuela sobre las cabezas de los presentes, son danzas, de usanzas, de roñosas ropas y olores a suciedad, bailan sobre la duela y hacen trucos de magia, un conejo, dos conejos y sus ojos chillantes me miran, deseo esos ojos rojos que desesperados quieren escapar de aquellas manos que le aprietan el cuello, le jalan de las orejas. No me gustan los ojos del torturador, son apagados y sin brillo, deseo sacarlos solo para tirarlos dentro de un bote de basura, no merece el cielo y merece el infierno oscuro. Sonrió. Me agito con un aroma que pasa junto, uno de ellos, huele a esas yerbas de lavanda fresca, esos ojos iguales a un océano tormentoso, frío y lleno de poesía, pude probar su sabor en una ocasión, pero al probarlo sabes que el sabor amargo viene al final, cuando descubres que no puedes tocar su corazón sin romperlo, cuando sabes que todo aquello solo es parte de la ficción y no es permitido hablar de ello.

Aplausos.

Mi mirada se desvía y alguien se acerca, escucha Juana, los cuentos vienen esta noche y no están invitados. Ellos pueden escucharnos, pero esos aromas no los conocemos. No huelen a humo, a yerbas o a clavo, ese aroma es ponzoñoso y aromático. Después podrás jugar entre los laberintos de los jardines y enterrarte en las espinas. Su aroma es especial, lleno de fragancias de la noche, de finos ropajes que no huelen a carbón con mugre. ¿Dónde está? No lo veo de pie, ni sentado, aunque la fiesta continua se que está ahí en algún lado, los aplausos fluyen como una cascada y me apoyo de mi bastón nuevamente agarrando a la muñeca decapitada. La guardo donde nadie pueda mirarla y me quedo con aquel porte de joven caballero sobre el respaldo de la butaca de madera. La gente se empieza a poner de pie y las luces parpadean, algunas bombillas gastadas explotan y apoyada de mi bastón, me adelanto para empezar a trazar las líneas de un tablero, unos ojos y un corazón latiente, aunque aquel aroma aun sigue en esta sala presente...