La inmortalidad siempre tiene un dejo amargo

por **Aurelia Sila** Lun Nov 28, 2011 1:56 am

Cuando leía las memorias de algún romano notable no podía sino pensar que, además de su legado tangible (las obras, los templos contruidos, las guerras ganadas), esa era la mejor forma de dejar constancia de su paso por el mundo. Entonces no sabía que la verdadera inmortalidad existía- entendida más bien como una forma de inmunidad al tiempo- y que yo, ni más ni menos, una noble romana (casi) como cualquier otra, sin grandes sueños de grandeza, terminaría mereciéndola. Ahora no puedo evitar pensar en el significado que tiene llevar un registro de mi existencia...

Cada día por sí solo es efímero y probablemente dentro de 200 años no signifique nada, pero la tentación de escribir sobre mí misma es demasiado grande. Obedece al simple hecho de que conozco mi imagen a la perfección, cada centímetro de piel pálida, cada gesto, cada movimiento lo he visto a lo largo de mi vida (?) reflejado en los espejos y en los ojos de otros, pero por más nítido que sea el reflejo, hay una parte que no se adivina en él, que sólo se puede intuir y de la cual los mortales están más concientes que la mayoría de nosotros: la mente, el alma o lo que sea que hace que no sólo seamos cadáveres ambulantes, eso que nos lleva a buscar afecto y compañía, y a seguir buscando respuestas aunque sepamos que no las encontraremos.

Tal vez cuando lea estas líneas sepa entender mejor lo que soy o tal vez sólo sirva como una patética justificación de mis incesantes elucubraciones... ahora no importa realmente, a lo largo de los siglos la soledad ha sido lo único constante que he conocido y por eso ahora siento esta terrible y (sí, lo admito) vanidosa curiosidad por mí misma.

Como vida ejemplar sería un fracaso, sabiendo cómo subsisto y otros detalles insignificantes al respecto, además de que no soy tan necia como para dejar que cualquiera se entere de mis más locas ideas o mis más profundos sentimientos.

Ya veré después en qué para todo este experimento.

por **Aurelia Sila** Dom Dic 11, 2011 2:19 am

Otra noche, otra página.

Desperté de mi oscuro sueño con la persistente imagen de mi primer esposo en la cabeza, tan nítida como si hubiera estado durmiendo a mi lado, como si fuera lo último que vi la noche anterior, antes de correr a refugiarme del sol. Hacía tanto que no lo recordaba... era sólo una sombra más perteneciente al pasado. Pero eso no importa, todas esas evocaciones son vanas, una forma terriblemente sentimental de perder el tiempo. En realidad, lo que importa ahora es que he caído en la cuenta de que ya casi perdí la cuenta de los años (¿siglos, eones?) que no tengo un compañero...

Uno debería poder bastarse así mismo, pero casi nunca ocurre de ese modo. Incluso convertidos en esto, tenemos la terquedad de buscar calidez en otros seres... casi podría decir que somos como los reptiles, pero en realidad (yo y los de mi especie, por supuesto) somos peores... Pero ahora no me siento con ánimos de profundizar en esas cuestiones, rara vez lo estoy. Es solo que intuyo que estoy entrando en una especie de celo. Ansío encontrar ( o que me encuentren) a alguien que no corra despavorido al descubrir el tacto helado de mis dedos cuando acaricie su rostro. Aunque creo que por ahora es demasiado pedir...quizá sea preciso refugiarme en el calor de la matanza...¿qué más?

Oh, querido esposo mío...¿qué pensarías de tu dulce y perfecta Aurelia si pudieras verla ahora? Pero no importa lo mucho que te extrañe, lo mejor -siempre- es no invocar a los muertos...

por **Aurelia Sila** Sáb Ene 21, 2012 11:35 pm

A mi modo de ver, la muerte no tienen nada de poético; el hecho se reduce a la conclusión de las funciones orgánicas de un ser vivo. Quizá para mí debería significar algo distinto, pero no es así. No soy diferente al lobo que asesina para alimentarse; es sencillo: cada uno de nosotros (me refiero a todos los que habitamos el mundo, sin importar qué seamos) formamos parte de una concatenación de sucesos más grande que mantiene al mundo funcionando; pero eso no es poesía, es simple inercia.

Sólo para los que la muerte representa el fin de todo, ésta puede encerrar alguna belleza; pero creo que es más una atracción por el misterio y la esperanza de que haya algo más después lo que se torna en una obsesión: el deseo que todo ser tiene de perdurar... No obstante, rara vez la constatación de eso que buscan les parece reconfortante y retroceden aterrorizados ante lo que ellos (pobres seres efímeros) consideran antinatural: no están preparados para el concepto de eternidad. Pero ¿quién lo está?

Volviendo a mi planteamiento inicial, yo no encuentro belleza en el asesinato (aunque cometa uno cada noche)... lo que me parece hermoso es la vida, sostener a la víctima palpitante entre mis brazos, escuchar sus jadeos desesperados, sentir el calor de su sangre en mi lengua: cuando todo termina, el cadáver no es sino un cascarón vacío, carente de encanto, de intelecto, de la chispa (sea lo que sea) que lo animaba: poco menos que una pila de basura. Y todavía no puedo encontrar belleza alguna en la basura.

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