Una rosa en la nieve ( Privado- Dinorah E. Diermissen)

por Invitado Miér Nov 30, 2011 2:11 pm

El rojo de las sillas anunciaba espectante el cambio de las funciones, miré hacia todos los ángulos pero aquella fina mujer de cabellos fueguinos todavía no había aparecido,¿ Acaso mi sueño de brujo había sido érroneo?. Fruncí el ceño, aquello de quedarme en el tiempo, donde mis dones no funcionaban lograba ponerme nervioso, no sólo porque ya eracostumbre presentarme como capitán y jefe brujo sino que con mis habilidades había venido a éste mundo por lo que me iría del mundo terrenal con mis dones. Era un capricho que desde pequeño tenía y ahora no era el momento para perderlo.

Recordaba el sueño a la perfección, casi se podía decir que lo había vivido de verdad, todo era realidad salvo el hecho de que estaba horizontalmente en mi lecho dentro del barco que me vio crecer llamado Reina del mar.

" Ésta vez no estaba en el mar, era raro, pero me encontraba en un lugar de árboles empinados, cubiertos por la fina capa de la nieve que había caído la noche anterior, mi capa azul se había vuelto de frío blanco que reflejaba la luz de la luna. De pronto una bella doncella, de piel aterciopelada, labios carmesí, cabello encendido con la llama sagrada de las leyendas gitanas, aquella joven eterna sería mi compañera.
Me veía rodeado de los árboles más diversos, danzando en compañía de aquella mujer que yo tanto amaba."

Rompiendo las enemistades que en éstos tiempos asechaban a Vladimyro y a mí fui hacia su campamento, fue él el que me contó que aquella jovencita de mis sueños no sólo existía sino que me recomendó que viniera al teatro para así toparme con ella pero al parecer al viejo zíngaro la videncia se le había caido a los pies por lo que supuse en que luego de ésta "misión" fallida iría al campamento, le desataría un dominio de las ánimas, llamaría a la lamia y le daría un susto que jamás olvidaría. Todo eso por jugar con mis visiones, mis pensamientos, mis emociones.

Llevaba mi bastón que estaba hechizado para cualquier emergencia, mi sombrero negro y mi capa azul, era de noche y la mayoría de la gente lucía sus mejores galas, nadie iba a sospechar de un viejo capitán, vestido de negro y azul, en el teatro principal a altas horas de la noche.

Sin entenderlo, sin pensar en que podría ser verdad, vi a aquella criatura de mis sueños pasearse por los pasillos del viejo teatro. Miré mi rostro en un espejo, mis ojos tenía la nube característica de un jefe brujo que hasta las diez de la noche estuvo trabajando para mejorar la situación a sus conocidos. Giré hacia dar con ella, sólo pude atinar a sonreír.

- Buenas noches Madame...- dije mientras hacía una reverencia " humana", sin batir mi capa, sin sacarme el sombrero.

por **Dinorah E. Diermissen** Miér Nov 30, 2011 4:22 pm

París, la enigmática taciturna y romántica ciudad de Francia,
quién hubiese sabido que terminaría huyendo de mi pasado en esta ciudad
rebosante de oscuros y lujuriosos seres míticos y sobrenaturales, ciudad
que guardaba profundos e interesantes secretos entre sus paredes y
calles atiborradas de gente dulce y amable pero también hipócritas y
rencorosas, a todas horas del día y de la noche paseaban desconociendo
del mal que en las profundidades de la ignorancia de los mortales se
escondían, pacientes y solitarios esperando la hora para salir a la luz
de la luna llena como era mi caso.

Al fin llegó mi dulce y despiadada
compañera, La Noche, me esperaba fuera de mi casa con los brazos
abiertos deseando que me aventurara a pasear por los callejones que ella
cubría con su cuerpo oscuro y frío en busca de algún tipo de diversión o
simplemente alguna que otra distracción que ella me guardaba en
silencio. Después de un largo descanso en mi cama forrada con seda
blanca me vestí con uno de los más finos vestidos que se encontraban en
el gigantesco closet de madera de Roble, salí de mi casa no sin antes
colocarme la gargantilla de plata italiana con incrustaciones de rubíes
que había heredado de mi madre.

Me dirigí al Teatro y sonreí con placer, un placer culposo que me
causaba el efluvio de tantos humanos atrapados en un solo lugar, aromas
dulces que se colaban por mis fosas nasales y terminaban en mis
inservibles pulmones que hacían mas de dos siglos habían dejado de
funcionar gracias al capricho del amor, sonreí un poco más dejando
apenas entrever la punta de mis finos pero peligrosamente potentes
colmillos mientras me paseaba por los pasillos de aquel teatro
sobrecargado con adornos y lamparas de cristal que centelleaban en lo
alto del techo cuidadosamente limpiado por las del servicio, seguí en mi
caminata disfrutando de esa fiesta de olores que tantos mortales
presentes me brindaban sin darse cuenta hasta que de repente un hombre,
mayor y elegantemente vestido con una capa me sonrió mientras me miraba a
los ojos, por un segundo me quedé viéndolo solo para rememorar su
rostro observando con detenimiento sus pupilas, pupilas que dejaban ver
una sabiduría y conocimientos que ninguna otra persona quizá nunca
sabría

Gutten nacht -murmuré correspondiendo a su cálida sonrisa mientras levantaba un poco
mi vestido y flexionaba ligeramente mis rodillas en una casual y algo
informal reverencia.

por Invitado Jue Dic 01, 2011 9:40 am

Aquellos sueños premonitorios siempre me habían parecido algo sin fundamentos, no comprendía porque podía soñar de aquella forma y que las acciones del sueño pasasen en la realidad logrando envolverme en una suave tela de preguntas, dudas, aspiraciones y sobre todo de la magia que hacía décadas que pensé que había perdido.

Miré incómodo a las personas que caminaban cerca nuestro, quería estar a solas con aquella joven alemana por su saludo, quería comprobar si mi sueño era premonitorio o no, además de querer sin tener filtro alguno buscar de forma feroz al gitano Vladimyro y pedirle explicaciones que jamás comprendería ya que con seguridad serían farsas.

La joven de tez pálida, cabello rojizo, ojos encantadores y fríos, como el mismo mar al saludarme provocó que un escalofrío recorriera desde mi nuca hasta mi último chakra.

- ¿ Está perdida, señorita?.- pregunto poniendo mis brazos en la espalda tapados por mi capa.- Es algo raro ver a una joven señorita sola en un teatro.- mi voz era sedosa, dulce, nada quedaba del capitán de mar que llevaba a gritos pelados a su tripulación y como resultado se quedaba sin voz.

A lo lejos pude ver como Vladimyro espiaba la situación, su rostro reflejaba la certeza. Otra vez me había ganado, ¿ suerte de gitano?, quizá, pero si mi sueño contaba la verdad estaba más que seguro que moriría feliz. Un hombre que había pasado su vida en un barco, escapando de los amores del pasado y de sus obligaciones de aprendíz brujo para luego volver como todo un jefe y capitán de sesenta años pensaba más en cúando partiría que la vida que no tuvo. Algo en mí decía que aquellos pensamientos y esas sensaciones se disiparían por obra de aquella joven.

por **Dinorah E. Diermissen** Jue Dic 01, 2011 11:39 am

Había algo extraño, podía sentirlo en lo más profundo del alma pero curiosamente no era malo, mas bien todo lo contrario... Sentía que los ojos de aquel desconocido podrían traspasar más allá de mi cuerpo y de mi alma, si es que esta aún existía en algún lugar de mi cuerpo, no me espantaba en lo más minimo pero si me cautivaba me atrapaba y podía sentirlo, podía sentir que una fuerza más grande que mi voluntad o cualquier otra cosa me arropaba ante la presencia del hombre y pensé en irme, pero no lo hice.

Hacía tanto tiempo que no sentía algo así, tan poderoso y casi incontrolable, algo sobrenatural que me arrastraba al más profundo de los mares sin yo poderme sujetar de algo sólido para evitar caer en la sensacion que en ese instante experimentaba, la gente caminaba a nuestro alrededor ignorantes de lo que en ese momento ocurría en mi interior, ignorantes de las sensaciones que mi acompañante causaba misteriosamente en mi al fijar sus ojos en los míos, sensaciones que provocaba con su dulce y cálida sonrisa, más cálida que lo que yo nunca fui siquiera siendo humana.

No, la verdad es que no estoy perdida, solo paseaba por el lugar a ver que obra atrapaba mi atención, pero al parecer he encontrado algo más interesante que un montón de personas sobreactuando en un escenario iluminado en exceso -reí un poco y negué suavemente llevando una de mis manos hacia la gargantilla rozando el rubí colgando con la punta de los dedos- Lo siento... Usted debe ser un admirador de esta clase de presentaciones, sino no estuviese aquí ¿o me equivoco?

Mis ojos seguían fijos en los de él, sin pestañear ni flaquear en la mirada en ningún instante tratando de indentificar que era lo que ese hombre desprendía que tanto me atrapaba y me hacía sentir las ganas, la necesidad de saber quién es y de donde vino.

por Invitado Jue Dic 15, 2011 4:14 pm

Del mismo modo que el cantar de las sirenas atraían a los marineros desde tiempo inmemorables aquella dama atraía mi alma, mente y corazón. Luego de tantos amores que no pudieron ser, esos ojos inmortales formaban mi centro de todo.

Un brujo enamorado es quizá el arma mejor y peor guardada, mejor porque puede ascender a un cargo más ya que sus dones se agudizan peor porque comienza a actuar su corazón dejando en un profundo sueño a la razón.

De infinita belleza, rompiendo la barrera de lo perfecto e impefecto, allí estaba aquella dama que aún no conocía su nombre, pero de algo estaba seguro aquel viejo corazón mío, esa joven era una rosa tan roja como mi misma sangre en la nieve blanquecina de nuestras almas.

Miré con fascinación sus gestos de realeza, sentí la melodía más conmovedora producida por sus labios. Sonreí, era algo que me salía innato en una situación como ésta.

Negué con la cabeza, no podía tratarla como una niña, era toda una mujer... la mujer de mis sueños premonitorios.

- Mi querida doncella no soy admirador de éstos tipos de obras.- Acaricié como un niño nervioso los límites de mi capa.- Es increíble, como la casual se convierte en causal...¿ no cree?.- pregunté tratando de no parecer un joven enamorado, claro que, en mi caso era un viejo capitán, brujo además, enamorado de una joven tan hermosa como ninguna otra.

Fruncí el ceño.- Al parecer ninguna obra llama mi atención.- dije mirando el cartel y mirando el rostro de la anónima dama.- Capitán Amelhíon Do Crucerois, para servirle.- hice una reverencia nueva, ésta vez batiendo la capa, sin ser como un murciélago, sólo un brujo que poseía su protocolo.

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