Éxodo [Raxa Kerola]

El sol se había puesto hacía apenas una hora cuando un carruaje negro tirado por cuatro caballos de diferentes tonalidades entró en la capital francesa sin llamar la atención. Las cortinillas mantenían el anonimato del pasajero, Anthony, quien se removía incómodo en el interior. Eran demasiadas horas de viaje desde Tolouse y el hambre empezaba a tener un papel de relevancia en la mente del inmortal, necesitaba del elixir de la vida antes que nada para mantener el control de la Bestia interior. Por eso le comunicó al conductor un cambio de ruta, en vez de a su mansión, su destino eran las calles del centro de París donde cabía esperar una mayor afluencia de gente y como consecuencia más víctimas potenciales.

Mientras el carruaje recorría las calles rumbo al centro de la urbe, Tony pensaba en la partida de su ciudad natal. Hacía varios días ya que otros carruajes habían traido sus posesiones para instalarse en una lujosa mansión en la capital así que su único equipaje era un maletín con ciertos documentos de propiedad de la vivienda y dinero. Su mente no dejaba de vagar por los numerosos interrogantes que le planteaba su futuro incierto, era un desconocido en París y primero debía de aprender a moverse con seguridad en su nuevo hogar. Era por eso por lo que era reticente a alimentarse aquella primera noche sin saber apenas nada de la nueva ciudad pero la necesidad le impulsaba a ello. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando una voz del cochero hizo detenerse a los caballos.

Tony abrió la portezuela del carruaje y aspiro el aroma de la noche parisina al tiempo que salía del que había sido su "prisión" durante el camino. Dió unas últimas instrucciones al cochero sobre donde tenía que dejar la maleta con ropa que llevaba en el interior y en cuanto vió el coche doblar una esquina se fijó en el lugar en el que se hallaba. Un calle empedrada e iluminada por lámparas de gas fue su primera visión de París. Los comercios seguían abiertos pues aunque el sol se había puesto no dejaba de ser temprano para dar por finalizada la jornada laboral. Numerosos transeúntes daban vida a la calle con un murmullo de fondo que agradó al inmortal, olores de perfumes, fruta, estiercol de caballo inundaron el olfato de Tony.

La apariencia del vampiro era notablemente discreta aunque en los detalles se encontraba la naturaleza de su posición social. Vestía un traje negro sin adornos ni florituras hecho a medida y encima de este portaba una gabardina del mismo color que le llegaba hasta las rodillas, la manufactura de las prendas hacía ver a los ojos expertos que debían de costar una pequeña fortuna. El único componente de lujo visible a primer vistazo era una anillo de oro en la mano derecha, que sostenía un maletín de cuero marrón. Ningún sombrero ocultaba el pelo del noble que iba repeinado hacia atrás.

Con una sonrisa echó a andar sin rumbo fijo, en busca de una presa con la que saciar esa sed que nunca se llegaba a apagar del todo. Un particular aroma llamó su atención... embriagador y femenino que inmediatamente hizo que el inmortal se fijara en su dueña. Una mujer rubia de elaborada vestimenta que paseaba sola y viendo los comercios que las calles ofrecían. Una presa perfecta de mente frívola y débil a la que el Anthony por medios telépatas no le costó influenciar para que tornara sus pasos hacia callejuelas con menos bullicio de gente. En una particularmente oscura, el inmortal que seguía los pasos de la dama la interceptó y sonriendo al tiempo que mostraba sus colmillos dijo:

- Disculpe milady, necesito algo de usted.

La dama no gritó, la fascinación ejercida por el sobrenatural y la "voz interior" que le decía que no pasaba nada proveniente de las facultades de vampiro fueron suficientes para que la humana se quedara en un estado de estupor...