La caza del fénix(Libre)

Cuando la noche se cierne sobre cualquier gran ciudad, la luna y las estrellas se convierten en espectadoras de excepción de los actos más macabros y deleznables. Asesinos, violadores...ninguno se siente cohibido por la oscuridad, al contrario, viven, se desenvuelven y actúan en su interior, ya que de ella son hijos y ella los vigila. Sin embargo esos monstruos no son nada comparado con los verdaderos hijos de la umbra, seres que juegan con la mortalidad, se divierten con ella y la destrozan. Vampiros, licántropos, cambiaformas...todos ellos son la verdadera amenaza; viven sin ley, sin reglas, sin sentimientos. ¿Pueden hacer lo que quieran?¿Realmente es justo que por el mero hecho de ser naturalmente superiores puedan tratar a los humanos como esclavos? Hay gente que opina que no, locos que buscan alterar el dogma que les empuja a considerarse inferiores y que buscan equilibrar una balanza que durante siglos ha estado desnivelada.

Una suave brisa acariciaba los rincones de las callejuelas que se entrecruzaban en la maravillosa ciudad de París. El otoño no estaba siendo suave, sin embargo, las regiones del norte de Francia sin duda estaban sufriendo un castigo mucho mayor, por eso, Eden Nasri, un hombre acostumbrado a residir en las zonas más frías del país no estaba demasiado incómodo con las bajas temperaturas de la capital parisina. Quizás no fuera por su adaptación natural, quizás, sólo quizás, la adrenalina de tener a su presa inmovilizada frente a él estaban haciendo que una noche helada fuera de lo más placentera para el cazador. El vampiro en cuestión se retorcía, o al menos lo intentaba, ya que las dos estacas de metal que lo tenían clavado contra la pared se lo dificultaban mucho. Lo que habitualmente era un ser temible, era ahora un ser bañado en sangre, debilitado y moribundo.

-Es curioso-Dijo el cazador-Llevo muchos años matando a seres como tú y nunca me canso de ver la debilidad que decora vuestras miradas cuando veis que estáis a punto de morir. Es una sensación extraordinaria.

-Insecto asqueroso, cuando salga de aquí te voy a descuartizar-Respondió el chupasangre con un tono entrecortado, dificultado por las horribles heridas que mellaban su cuerpo.

-Lo dudo mucho, básicamente porque llevas la última semana alimentándote de sangre envenenada. Me sorprende que no lo hayas notado, quiero decir, has debido de ir sintiéndote más débil cada día y sin embargo has seguido metiéndote veneno en tu organismo. Pensaba que erais más listos, aunque supongo que tú debes ser la excepción que confirma la regla-Profirió Eden con un tono altivo y ofensivo.

-¡¿Cómo es eso posible?!-Preguntó en inmortal enfurecido.

-Si lo piensas es simple-Dijo el cazador poniéndose de cuclillas y situando su rostro frente al de su enemigo-. Tan sólo he tenido que buscar a tus fuentes habituales de alimentación, todas ellas mujeres, invitarlas a un par o tres de copas aderezadas con un veneno de lo más exquisito y dejar que fueran a ti cómo lo hacen habitualmente. El resto es obra tuya, tampoco voy a otorgarme todo el mérito. Si fueras un elefante, estarías muerto, por lo que tienes suerte de ser un murciélago nauseabundo que tan sólo se siente débil, lento y carente de reflejos. Bueno, la suerte es relativa ya que vas a morir igualmente.

-¡Serás...!-Trató de vociferar el inmortal, el cual vio como su lengua no le respondía de manera habitual.

-Lo soy, no te preocupes, tras matar a tantos de los tuyos estás en tu derecho de llamarme lo que quieras, pero nuestro tiempo se acaba chupasangre, bueno, sobretodo el tuyo-El cazador desenvaina su espada de filo curvo y libera una respiración profunda-. Antes de que terminemos con esto, quiero hacerte una pregunta, ¿has sido feliz como vampiro?.

La confusión invadió durante un instante el gesto del vampiro, sensación que no duró más ya que el cazador decidió, mediante un tajo fulminante, que la cabeza del inmortal rodara por el suelo, terminando con su existencia. Inmediatamente Eden sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió la sangre que se había quedado aferrada al filo de su apreciada arma de plata y la volvió a envainar. El hombre miró a su victima satisfecho; le había costado mucho debilitarlo lo suficiente cómo para poder asesinarlo, pero sin duda había merecido la pena. El humano no disfrutaba matando vampiros, tampoco los odiaba, pero le gustaba darles sus merecido; si ellos podían asesinar para alimentarse, el estaba autorizado para asesinarlos y de esa manera satisfacer su búsqueda personal, que no era otra, que la verdad detrás del vampirismo. Hubo un día en el que Eden cayó en las garras de un amor que fue corrompido por uno de esos seres, y en pos de encontrar el significado a ese sufrimiento, el joven los mataba, buscando respuestas, soluciones.

Siguiendo su ritual, el cazador comenzó a dibujar en la pared un fenix, empleando la sangre de su enemigo. Eden representaba una figura alada, en concreto con cuatro miembros, dos colas y una boca cuya mandíbula estaba abierta. El dibujo era básico, pero tenía su significado, mandar un mensaje a París: "El fénix estaba en la ciudad". Mientras dibujaba el hombre notó que alguien lo estaba observando desde la salida del callejón, momento en el que la euforia se desvaneció y los nervios lo atenazaron, ¿de quién serían esos ojos indiscretos?

La intuición del cazador, una vez más, estaba equivocada puesto que no es que lo estuvieran espiando, sino que en realidad se trataba de una figura que se acercaba a la carrera. Lo que parecía ser un vampiro malherido pasó cómo una centella a su lado, lo cuál sorprendió bastante a Eden, pero no tanto cómo lo ocurrido después. Una atractiva mujer hizo su aparición, presentaba algunas heridas preocupantes y sus ropas estaban bastante ensangrentadas. En ese momento la mente del fénix comenzó a procesar la información, de alguna manera esa chica se había enfrentado al vampiro e incomprensiblemente este había salido huyendo, circunstancia que era cuando menos sorprendente. El cazador se enfundó la espada a su espalda y se acercó a la chica, la cual le instaba a perseguir al vampiro.

-Creo que me necesita más usted que ese desgraciado-Respondió el cazador-. Si la dejara aquí sola con esas heridas señorita, sin duda me costaría dormir esta noche.

Cada vez que observa a una mujer malherida, Eden recordaba todas las veces que había tenido que llevar a su madre al médico del pueblo para que la trataran de las palizas que le había propinado su padre. Desde entonces era incapaz de controlarse cada vez que veía como agredían a una mujer en su presencia. Sin embargo esa no era la única razón por la que debía quedarse, aunque fuera bajo esas circunstancias, la mujer le había visto al lado del cadáver de un vampiro, y por lo tanto podía traerle algún problema si se iba de la lengua, no porque tuviera miedo de que se supiera que era un cazador, eso le daba igual, sino porque prefería introducirse en los mentideros de París poco a poco. EL cazador se acercó hasta la bella mujer y sacó un pañuelo blanco de la parte interior de su chaleco.

-Debería detener la hemorragia de esa herida, lo haría yo mismo pero no tengo por costumbre poner mis manos sobre mujeres que no me den su permiso primero-Dijo el cazador, ofreciendo el pañuelo.

-No soy ningún hidalgo de brillante armadura, simplemente tengo los principios básicos que deberían ser patrimonio de cualquier hombre, señorita-Respondió el cazador mientras comenzaba a limpiar la sangre que brotaba desde el hombro de la chica-. Y en cuanto a lo que pueda hacer ese vampiro, es inevitable salvar a todo el mundo, por lo tanto, y siendo políticamente incorrecto, creo que prefiero asegurarme de que usted no sufra un mal mayor a salvar a cualquier otro que pueda encontrarme.

Eden esbozó una leve sonrisa mientras seguía despejando las inmediaciones de la herida, limpiando aquel espeso fluido que volvía locos a los vampiros. El cazador estaba acostumbrado a este tipo de tratamientos, no había cacería en la que normalmente no saliera herido, y por ello, se había convertido en un perfecto conocedor de la anatomía del ser humano, sobretodo la masculina. Sin embargo la contraposición a esta circunstancia era su escaso conocimiento sobre las mujeres, había tenido sus relaciones como cualquiera, pero el cazador no era ni experto en el arte de la seducción ni locuaz en el uso de la palabra como conquista. Quizás el fin sin principio de la relación con la primera mujer de la que se enamoró fuera el origen que alimentaba sus problemas a la hora de relacionarse con las mujeres.

Mientras trataba la herida de la mujer, Eden no pudo evitar la caída de su mirada lasciva hasta su sugerente escote, devolviéndola al instante hacía la herida sufriendo el consecuente vuelco de culpabilidad de su corazón. En ese momento la mujer acarició el rostro del cazador, llevando el frío de su mano al rostro de un Eden, que vio cómo los nervios por la situación se extendieron al temblor de la mano con la que trataba la herida. Después. el cazador llevó sus ojos a los intrigantes labios de su paciente y por último acabó obnubilado con los claros ojos azules de una dama que desprendía sensualidad por cada uno de los poros de su piel. Eden decidió disipar todas las ideas absurdas que habían comenzado a intoxicar sus instintos, y se limitó a terminar con el tratamiento. Por suerte la herida era más engorrosa que preocupante en sí, por lo que inmovilizando el hombro en una posición relativamente cómoda, y con el reposo necesario, en un par de días, siempre en opinión del cazador, el daño estaría subsanado. Eden terminó de realizar un improvisado cabestrillo, siempre con cuidado de no lastimar a la mujer, y dio por finiquitada la tarea.

-Así debería bastar, simplemente asegúrese de no forzar ese hombro durante un par de días y lo ocurrido quedará en su memoria como una mera anécdota-Afirmó el cazador con rotundidad.- Sin embargo no puedo evitar detenerme en el hecho de que una mujer de su belleza ha intentado asesinar a un vampiro sin preocuparse de su propia seguridad. No estoy diciendo que no fuera capaz de conseguirlo, conozco muchas mujeres que sin duda son más habilidosas en el arte de la cacería que yo mismo, pero, creo que necesito que arroje algo de luz sobre lo ocurrido.