AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Vals de la noche {Balthazar Ducreaux}
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Vals de la noche {Balthazar Ducreaux}
- ¿Negro? ¡Oh, vamos! Parece que iré a un funeral..-Protesté mientras observaba a Audrey frente a mí.- ¿Qué os parece crema? .-Dije a la vez que sacaba aquel largo vestido y lo colocaba por encima de mi cuerpo a modo de prueba, aún sin vestirlo se veía más elegante y apropiado para la ocasión.- Os veréis radiante, joven Valentine.-La voz tranquila de Audrey hizo que sonriera, desde que yo apenas tenía unos cuantos años ella había ocupado el lugar de Travis, mi madre. Ella solía pasarse el día brindándome de su compañía, aconsejándome incluso corrigiéndome mis fallos. Sin que yo hubiese dicho nada al respecto, Audrey se acercó a mí para tomar el vestido que luciría en la cena de esa noche.- Si seguís manoseándolo no podréis vestirlo.-En este caso su voz sonó algo más severa, no me estaba regañando, pero sí dejó ver que debía hacerle caso.- Tenéis razón... ¿Me ayudaríais a escoger mis joyas? Me gustaría dar una buena impresión de la Familia.-Mi voz se quebró un poco, me preocupaba el que dirían o el qué pensarían de mí al ir yo en representación de la Familia. Me senté con suavidad sobre el butacón, llevé mis manos hasta los laterales y acomodé mi bata de color perla, impidiendo que esta quedase atrapada bajo mi. Detrás de mí se colocó Audrey, tomó del tocador el cepillo del cabello y empezó a peinar con sumo cuidado mi larga melena dorada mientras hablaba y me observaba através del espejo del tocador.- No debéis preocuparos, pequeña. Sabéis cómo comportaros en ese tipo de eventos, es más... Nadie tendrá por qué pensar nada sobre vos.-Sobre el mueble dejó el cepillo a la vez que apoyaba sus finos dedos sobre mis hombros, con aquel simple gesto consiguió que me tranquilizase algo más.- Os lo agradezco, Audrey...-Suspiré con pesadez, debía confesar que aquel tipo de eventos me llegaban a agobiar ligeramente.
- Veamos, ¿Qué os parece esta?.- Sobre mi cuello había colocado una pieza sencilla pero realmente hermosa. Era una gargantilla de oro blanco con pequeñas piedras preciosas incrustadas, emparejado a ello también llevaba unos pendientes largos, eran de oro blanco con unas lágrimas de diamante que colgaban de forma delicada.- Sabia elección, elegante pero discreto. Llamaréis la atención de muchos... No solo por vuestra belleza, si no también por la elegancia que portáis.-Me giré un poco hacia ella y sonreí de forma despreocupada. Y es que debía disfrutar de aquello, no tenía por qué salir nada mal, al contrario. Mi mirada se posó sobre las cristaleras de mi ventanal, el día empezaba a caer y la noche anunciaba su llegada.-Será mejor que comience a vestirme... No me gustaría llegar tarde.-Me levanté con calma, en mi camino al vestidor empecé a desprenderme de toda mi ropa de dormir. Audrey ya estaba esperándome para ayudarme a ponerme mi largo y elegante vestido de noche. Era un vestido de color crema con adornos en tonos dorados y algunos detalles en pedrería que lo hacian más 'formal' si es que aquello podía ser, pues todos mis vestidos eran de alta costura y por lo cual eran realmente elegantes. Una vez sobre mi cuerpo se acomodó perfectamente, estaba diseñado para cada forma de mi cuerpo, haciéndolas aún más atractivas y con ello más femeninas.
-¡Valentine! ¡El carruaje os espera!.-Gritó desde la parte baja Audrey. Me miré frente al espejo, observando mi reflejo en él, lo últimos retoques y estaba lista. Tomé mi chal y bajé con sumo cuidado cada uno de los escalones, desde abajo podía ver la mirada espectante y de aprobación de mi nana. Al pasar junto a ella sonreí, parándome apenas unos instantes.- Deseadme suerte.-Susurré. Pero ella negó con lentitud mientras me acomodaba mis cabellos rubios.- No la necesitaréis. Pasadlo bien, pequeña.-Eso fue lo único que ella me dijo. Posó sus labios sobre mi frente a modo de bendición y me indicó que debía irme.
El camino desde la finca hasta el palacio de los Ducreaux no se hizo nada largo, al contrario se volvió lo suficientemente corto como para conseguir en mí un efecto de nerviosismo. Cuando el carruaje se paró, me asomé entre las cortinas del carruaje y observé el lugar, era realmente grande y el palacio se veía hermoso. Me aparté un poco para dejar que el cochero abriese la puerta, observé como él extendía su mano hacia mí ofreciéndome su ayuda, la cual acepté sin protestas. Bajé con cuidado de no destrozar mi peinado ni tampoco ensuciar mi largo vestido, una vez abajo acomodé mis ropas con las manos y cubrí mis hombros con aquella tela que me servía de abrigo en aquella noche fría.- Merci, messie -Susurré. Con calma me dirigí hasta el interior del lugar, por las afueras ya se podían ver algunas parejas o grupos de caballeros que hablaban animadamente entre ellos. Al pasar junto a ellos saludé educadamente, pero no por ello me paré. Algunos de ellos giraron la cabeza hacia mí, observándome curiosos, se preguntaban el por qué de mi llegada sola y no con más miembros de la familia o pareja.
El salón de baile estaba totalmene decorado, de fondo se escuchaba la música de la orquesta que estaba colocada al fondo. Mi mirada se posó sobre los allí presentes, pero rápido cambió para dejarse posar sobre los que bailaban en el salón. Detrás de mí sentí la voz cálida de un hombre, me giré con calma y mostré una leve sonrisa.- ¿Puedo ayudaos en algo, monsieur?.-Pregunté de forma educada, el hombre me mostró su mano invitándome a bailar la siguiente pieza.- ¿Me concederíais el siguiente baile, madame?.-Su voz parecía tranquila y su mirada cálida. Con cuidado asentí a sus palabras.- Será todo un placer, monsieur.-Apoyé mi mano sobre la de él, mis finos dedos se deslizaron por su palma, él me guió por la gran escalinata hasta quedar en la misma pista.- ¿Podría saber el nombre de tan bella dama?.-No pude evitar reír al escuchar la pregunta de él.- Ianna Valentine, podéis decirme Valentine. ¿Y vos?.-Me giré apenas un poco hacia él, para observar aquellos ojos oscuros que se veían fundidos con los míos que eran como grandes mares.- Marcus.-No dijo nada más, tiró con suavidad de mi cuerpo invitándome a seguirle.
Con cuidado tomó mi cintura y mi mano, empezando a dirigirme al son de la música. En ese mismo instante todo a mi alrededor desapareció, tan solo estabamos él y yo. Solía pasarme cada vez que bailaba, era como si mi mente viajase a otro lugar.- Sois una gran bailarina, madame.- Al sentir su voz volví a la realidad, mostrándole una sonrisa.- Gracias, monsieur. Vos también lo hacéis bien.-Fueron mis únicas palabras.
Cuando la canción dejó de sonar hice una suave reverencia, antes de volver a uno de los laterales, escapando de las miradas de las damas y caballeros.
- Veamos, ¿Qué os parece esta?.- Sobre mi cuello había colocado una pieza sencilla pero realmente hermosa. Era una gargantilla de oro blanco con pequeñas piedras preciosas incrustadas, emparejado a ello también llevaba unos pendientes largos, eran de oro blanco con unas lágrimas de diamante que colgaban de forma delicada.- Sabia elección, elegante pero discreto. Llamaréis la atención de muchos... No solo por vuestra belleza, si no también por la elegancia que portáis.-Me giré un poco hacia ella y sonreí de forma despreocupada. Y es que debía disfrutar de aquello, no tenía por qué salir nada mal, al contrario. Mi mirada se posó sobre las cristaleras de mi ventanal, el día empezaba a caer y la noche anunciaba su llegada.-Será mejor que comience a vestirme... No me gustaría llegar tarde.-Me levanté con calma, en mi camino al vestidor empecé a desprenderme de toda mi ropa de dormir. Audrey ya estaba esperándome para ayudarme a ponerme mi largo y elegante vestido de noche. Era un vestido de color crema con adornos en tonos dorados y algunos detalles en pedrería que lo hacian más 'formal' si es que aquello podía ser, pues todos mis vestidos eran de alta costura y por lo cual eran realmente elegantes. Una vez sobre mi cuerpo se acomodó perfectamente, estaba diseñado para cada forma de mi cuerpo, haciéndolas aún más atractivas y con ello más femeninas.
-¡Valentine! ¡El carruaje os espera!.-Gritó desde la parte baja Audrey. Me miré frente al espejo, observando mi reflejo en él, lo últimos retoques y estaba lista. Tomé mi chal y bajé con sumo cuidado cada uno de los escalones, desde abajo podía ver la mirada espectante y de aprobación de mi nana. Al pasar junto a ella sonreí, parándome apenas unos instantes.- Deseadme suerte.-Susurré. Pero ella negó con lentitud mientras me acomodaba mis cabellos rubios.- No la necesitaréis. Pasadlo bien, pequeña.-Eso fue lo único que ella me dijo. Posó sus labios sobre mi frente a modo de bendición y me indicó que debía irme.
El camino desde la finca hasta el palacio de los Ducreaux no se hizo nada largo, al contrario se volvió lo suficientemente corto como para conseguir en mí un efecto de nerviosismo. Cuando el carruaje se paró, me asomé entre las cortinas del carruaje y observé el lugar, era realmente grande y el palacio se veía hermoso. Me aparté un poco para dejar que el cochero abriese la puerta, observé como él extendía su mano hacia mí ofreciéndome su ayuda, la cual acepté sin protestas. Bajé con cuidado de no destrozar mi peinado ni tampoco ensuciar mi largo vestido, una vez abajo acomodé mis ropas con las manos y cubrí mis hombros con aquella tela que me servía de abrigo en aquella noche fría.- Merci, messie -Susurré. Con calma me dirigí hasta el interior del lugar, por las afueras ya se podían ver algunas parejas o grupos de caballeros que hablaban animadamente entre ellos. Al pasar junto a ellos saludé educadamente, pero no por ello me paré. Algunos de ellos giraron la cabeza hacia mí, observándome curiosos, se preguntaban el por qué de mi llegada sola y no con más miembros de la familia o pareja.
El salón de baile estaba totalmene decorado, de fondo se escuchaba la música de la orquesta que estaba colocada al fondo. Mi mirada se posó sobre los allí presentes, pero rápido cambió para dejarse posar sobre los que bailaban en el salón. Detrás de mí sentí la voz cálida de un hombre, me giré con calma y mostré una leve sonrisa.- ¿Puedo ayudaos en algo, monsieur?.-Pregunté de forma educada, el hombre me mostró su mano invitándome a bailar la siguiente pieza.- ¿Me concederíais el siguiente baile, madame?.-Su voz parecía tranquila y su mirada cálida. Con cuidado asentí a sus palabras.- Será todo un placer, monsieur.-Apoyé mi mano sobre la de él, mis finos dedos se deslizaron por su palma, él me guió por la gran escalinata hasta quedar en la misma pista.- ¿Podría saber el nombre de tan bella dama?.-No pude evitar reír al escuchar la pregunta de él.- Ianna Valentine, podéis decirme Valentine. ¿Y vos?.-Me giré apenas un poco hacia él, para observar aquellos ojos oscuros que se veían fundidos con los míos que eran como grandes mares.- Marcus.-No dijo nada más, tiró con suavidad de mi cuerpo invitándome a seguirle.
Con cuidado tomó mi cintura y mi mano, empezando a dirigirme al son de la música. En ese mismo instante todo a mi alrededor desapareció, tan solo estabamos él y yo. Solía pasarme cada vez que bailaba, era como si mi mente viajase a otro lugar.- Sois una gran bailarina, madame.- Al sentir su voz volví a la realidad, mostrándole una sonrisa.- Gracias, monsieur. Vos también lo hacéis bien.-Fueron mis únicas palabras.
Cuando la canción dejó de sonar hice una suave reverencia, antes de volver a uno de los laterales, escapando de las miradas de las damas y caballeros.
Ira Von Carstein- Humano Clase Alta
- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 08/11/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Vals de la noche {Balthazar Ducreaux}
Mi mirada se fijaba en como el sol iba perdiendo fuerza y la noche se abría paso atraves de los ventanales de la casa, en pocas horas sabría que la estancia se llenaría de gente y bien para hacer la pequeña recepción que habíamos organizado para aparentar lo mas normal que podíamos ser, no eran mis verdaderos padres pero yo los hacia como si porque habían estado conmigo mucho tiempo y podían pasar como personas de clase alta. De vez en cuanto organizábamos estos eventos para no levantar sospechas y ser presentado como hijos de ellos. Apenas aun no se venia en el horizonte algún carruaje. Pero nada mas salir de mis aposentos pude ver como todo estaba casi listo, estaban ultimando los últimos detalles y los que eran mis padres estaban al final de pasillo observándome con una sonrisa. Me acerque a ellos besando el dorso de la mano de mi “madre” y una sonrisa a mi “padre” con una reverencia con la cabeza. Estaba realmente preparado pero en parte no tenia muchas ganas de hacer la recepción, me resultaba bastante pesado algunos de los que solían presentarse con su cara de nunca he hecho nada malo cuando bien sabia que era de los típicos hipócritas y tenia que sonreírles algunas de las batallas que ni la mitad era real. Me dirigí hacia las escaleras comenzando a bajar lentamente escalón a escalón como si no fueran a acabar nunca.
Poco a poco la gente fue apareciendo y yo me encontraba al fondo de la estancia saludando a algunos pocos que se acercaban para saludarme con más de una reverencia. Ya luego se quedaban a mí alrededor charlando de algún tema que les interesaba a ellos y yo solo me dedicaba a sonreír y escuchar algún concepto que otro. No tenia nada que me pudiera interesar por ello era uno de los motivos que lo de las recepciones que organizaba era demasiado aburrida o soberana para algunos. Muchas de las veces la mirada se me iba para lo que resultaba ser la oscuridad de la noche que se podían ver con tranquilidad por los ventanales que reflejaban la luna llena entre ellos. Daba lugar a la sinceridad y la única compañía que nunca te podría fallar resultaba ser la noche.- Con vuestro permiso.- Realizando una ligera reverencia me aparte del resto acercándome hasta lo que era las ventanas cercanas a una puerta que daba hacia el jardín. Primero revise la estancia de cada uno de los presentes para pensar en huir no podría ir lejos porque tenia que hacer acto de presencia pero no me molestaba mas que fuera unos instantes saborear un aroma que no fuera tantos perfumes y sangre latente en cada uno de sus corazones.
Estaba muy cerca de lo que consideraba mi libertad, aquella puerta de cristales a cuadros, estaba abierta para que consiguiera entrar fresco dentro de lo que era el baile. Pero todos preferían estar unos con otros, sentí una presión en mi brazo como si me retuviera y así fue era una joven de cabellos rojizos y una sonrisa dibujada con amplitud.- Disculpe... ¿Desea algo madeimoselle?- Pregunte con cortesía para saber que era lo que necesitaba o quería de mi *Simplemente haceros compañía y me encantáis Monsieur* No daba crédito a lo que escuchaba, retire con suavidad mi brazo de entre los suyos –Prefiero ahora mismo la soledad, disculpadme.- Pose mi mano a la altura bajo mi pecho para inclinarme.- Buena noche señorita.- me di la vuelta saliendo por fin de aquella sala encontrándome en las escalinatas dobles a ambos lados de un centro. Comencé a bajar por una dejando que mi mano se arrastrase por el barandal de mármol hasta el final quedándome allí parado escuchando miles de sonidos que nos regalaba la naturaleza.
Una vez que ya pisaba la tierra me apoye en lo que era bajo el descanso superior de las escaleras donde sabia que nadie me podría encontrar y yo estaría a salvo de cualquier intromisión pero a pesar de llevar poco rato comencé a andar observando la arboleda desde un gran mirador que había antes de terminar por bajar a la otra parte del jardín donde se podía visualizar mi semental por allí danzando, solía dejarlo por las noches suelto ya que yo solía salir demasiado a estar con él y leer bajo algún árbol. Mientras hacia eso mi caballo se quedaba a mi lado como si pudiera entender lo que yo decía, había sido mi compañía en mucho tiempo y nunca me había fallado era de los pocos que se mantenían a mi lado. Elevé mi mano dejándola apoyada en el barandal de mármol superior al jardín.
Poco a poco la gente fue apareciendo y yo me encontraba al fondo de la estancia saludando a algunos pocos que se acercaban para saludarme con más de una reverencia. Ya luego se quedaban a mí alrededor charlando de algún tema que les interesaba a ellos y yo solo me dedicaba a sonreír y escuchar algún concepto que otro. No tenia nada que me pudiera interesar por ello era uno de los motivos que lo de las recepciones que organizaba era demasiado aburrida o soberana para algunos. Muchas de las veces la mirada se me iba para lo que resultaba ser la oscuridad de la noche que se podían ver con tranquilidad por los ventanales que reflejaban la luna llena entre ellos. Daba lugar a la sinceridad y la única compañía que nunca te podría fallar resultaba ser la noche.- Con vuestro permiso.- Realizando una ligera reverencia me aparte del resto acercándome hasta lo que era las ventanas cercanas a una puerta que daba hacia el jardín. Primero revise la estancia de cada uno de los presentes para pensar en huir no podría ir lejos porque tenia que hacer acto de presencia pero no me molestaba mas que fuera unos instantes saborear un aroma que no fuera tantos perfumes y sangre latente en cada uno de sus corazones.
Estaba muy cerca de lo que consideraba mi libertad, aquella puerta de cristales a cuadros, estaba abierta para que consiguiera entrar fresco dentro de lo que era el baile. Pero todos preferían estar unos con otros, sentí una presión en mi brazo como si me retuviera y así fue era una joven de cabellos rojizos y una sonrisa dibujada con amplitud.- Disculpe... ¿Desea algo madeimoselle?- Pregunte con cortesía para saber que era lo que necesitaba o quería de mi *Simplemente haceros compañía y me encantáis Monsieur* No daba crédito a lo que escuchaba, retire con suavidad mi brazo de entre los suyos –Prefiero ahora mismo la soledad, disculpadme.- Pose mi mano a la altura bajo mi pecho para inclinarme.- Buena noche señorita.- me di la vuelta saliendo por fin de aquella sala encontrándome en las escalinatas dobles a ambos lados de un centro. Comencé a bajar por una dejando que mi mano se arrastrase por el barandal de mármol hasta el final quedándome allí parado escuchando miles de sonidos que nos regalaba la naturaleza.
Una vez que ya pisaba la tierra me apoye en lo que era bajo el descanso superior de las escaleras donde sabia que nadie me podría encontrar y yo estaría a salvo de cualquier intromisión pero a pesar de llevar poco rato comencé a andar observando la arboleda desde un gran mirador que había antes de terminar por bajar a la otra parte del jardín donde se podía visualizar mi semental por allí danzando, solía dejarlo por las noches suelto ya que yo solía salir demasiado a estar con él y leer bajo algún árbol. Mientras hacia eso mi caballo se quedaba a mi lado como si pudiera entender lo que yo decía, había sido mi compañía en mucho tiempo y nunca me había fallado era de los pocos que se mantenían a mi lado. Elevé mi mano dejándola apoyada en el barandal de mármol superior al jardín.
Balthazar Ducreaux- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 79
Fecha de inscripción : 18/03/2011
Edad : 35
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