Paseo… [Privado]

Ese día más que cualquier otro ansiaba salir a leer fuera. Y no era por el libro que acababa de conseguir, aquello sólo le servía ahora de pretexto pues quería observar a aquel jóven en el que sus ojos claros se habían fijado. Pero no quiso parecer apresurada, no cuando sabía que los ojos de su padre le vigilaban. Ante todo no quería que descubriese la froma en la que ella lo miraba, porque eso podía ocasionar más de un problema. Conociendo a su padre, trataría de deshacerse de él si sabía que ella tenía más que un simple interés. Por ahora no se había preocupado po´r llevar a cabo algo así porque creía que era solo por parte del muchacho.

Ellere salió tranquilamente, acompañada como siempre y se sentó a leer calmadamente, pero su mirada por momentos se situaba en aquel buen mozo que hacía su trabajo Buscaba disimular el rubor que se había apoderado de sus mejillas al verle sin camisa fingiendo prestar atención a su lectura, cuando en realidad su concentración ya no podía con aquellas letras impresas en el papel. No importaba lo interesante que fuera, porque a veces creía sentir la mirada sobre ella y no podía más seguir leyendo con calma.

Antes algo como eso lo haría en la biblioteca o en alguna de la estancia de la casa, pero siendo el caso que lo que quería era verle había tomado aquello como un hábito, esperando que él le hbablase en algún instante. Había ocurrido un par de veces, pero ella no estaba conforme con solo cruzar un par de palabras. Cuando le vio acercarse, su mirada se escondió entre las páginas y sintió el palpitar de su corazón acelerarse. Al escuchar su voz aquello sólo se hizo peor. Temía que todo aquello se reflejara en su rostro. Una hermosa flor fue lo que vio y le sonrió con una expresión casi radiante en su blanco rostro.

-Se lo agradezco, caballero - Habría dicho más pero su pregunta le tomó desprevenida y al escuchar el tono de su voz cerca de su oído de aquella manera le había hecho sonrojar aún más -Si me pregunta a mí iría en cualquier momento para poder disfrutar su compañía- Su voz había sido casi un murmullo, producto de los nervios que ahora le invadían. Se giró para ver a su nana que al parecer ya se había puesto de acuerdo con él con la mirada y un segundo después sintió aquel tirón que le obligaba a ponerse de pie. La sonrisa de felicidad que se mostró en su rostro era sin duda una que muy pocas veces se había visto en alla, pero casi nunca podía estar cerca de él sin causar sospechas. Este sin duda alguna era un día que le traía más que una sorpresa que le hacía sentir agradecida.

Matarle, si, probablemente su padre sería capaz de eso, pero la chica ignoraba qué tan lejos aquel hombre que le había dado la vida podía llegar. Desconocía las facetas más oscuras de los actos que había cometido, así que le sonrío como si el mundo fuese perfecto -No te preocupes... No tiene por qué saberlo – realmente no quería escuchar la voz de su progenitor diciéndole todo aquello de nuevo. Y eso que no había visto la expresión de embelesamiento de Ellere al observar al joven como lo hacía ahora. Aquel sonrojo latente en sus mejillas simplemente no desaparecería y cuando le vio acercarse sintió que el corazón se le detenía. Para su mala suerte aquellos labios terminaron posándose en su mejilla. Por todos los cielos, quería saber que se sentía besar sus labios, pero no era capaz de hacerlo ella o de pedirlo siquiera. Agachó la mirada avergonzada de sus propios pensamientos. Él ya la había conquistado, con solo unas cuantas palabras la había enamorado. Tan solo la primera vez que le saludó se había dado cuenta de que algo se había movido en ella.
Tomó su mano sonriéndole con dulzura ante su invitación –Eso me encantaría… Eiri … –Dudo en hablarle con aquella familiaridad, pero había tenido ese impulso y no podía seguir reprimiéndolo. Quería ver si pronunciar su nombre hacía alguna diferencia. Era de locos, lo sabía. Pero tenía aquella ilusión grabada en todos los sentidos. Aun cuando su padre estuviese en contra su corazón ya había elegido.
El tacto con sus manos le provocaba aquella sensación reconfortante, como si nada pudiese pasarle mientras él la sostuviera –Vamos a algún sitio en especial… o solo caminaremos tu y yo en estos senderos? Claro que no me importa nada, mientras pueda disfrutar de tu compañía –Por Dios, ¿cómo es que se había atrevido a decir algo como eso? Le había ayudado que no estuviese directamente a sus ojos sino al camino que seguían. El sonido del agua, tenue y claro le calmaba. No sabía que le pasaba ese día, tal vez simplemente el estar esperando verle le había causado aquella impaciencia extraña de haberle querido tener cerca. Por suerte esta oportunidad había nacido –Dime algo sobre ti… Tu habrás escuchado de mi aburrida vida en esta casa, pero yo no he podido ir preguntando por ahí sobre la tuya… M-me gustaría saber un poco más de ser posible–Aquello último había sido un murmullo apagado. Tal vez era mucho pedir, no estaba segura.

Le vio de reojo por un instante, le gustaba su perfil y su cabello, bueno, no solo eso pero su vista se fijo en aquel par de detalles en ese instante.

Se sorprendió cuando él la alzo en brazos y se sintió avergonzada, pero porque él le gustaba demasiado y no podía controlar sus nervios. Y en aquel momento en el que dijo aquello que le hizo sentir entre nubes, lo que deseo fueron sus labios, por todos los cielos, pero los había deseado, sin embargo, no podía pedirlo en voz alta, no podía pedir un beso por miedo a lo que pudiera desatarse con eso. Apenas había prestado atención al lugar al que se dirigían hasta que él anunció que habían llegado. Un tinte de asombro se asomó por sus suaves facciones. Dio algunos pasos, observando embelesada aquel hermoso sitio –Es… es simplemente perfecto – le dirigió una radiante sonrisa, como la de un niño pequeño que ha encontrado algo fascinante que no esperaba.

Había entrado en aquel pequeño espacio y le parecía un mundo aparte, uno en el que ahora solo estaban ellos dos y eso lo hacía aún más perfecto a sus ojos, nadie podía verles allí, nadie podía reclamarle el observarle, el sonrojarse cuando le vio quitarse la camisa o el no poder apartar su mirada de él. No solía ver a los hombre por ahí con el torso desnudo, sobre todo porque todo lo que conocía era aquella casa y los lugares a los que le llevaban, había sido como una prisionera cuyos movimientos habían sido decididos por sus padres. Y rara vez se había opuesto a algo que ellos dijesen… Hasta que vio a Eiri la primera vez y la primera vez que sintió su corazón palpitar con rapidez tan solo con una mirada suya. Fue ese el primer momento en que albergó una esperanza y un deseo propio. Simple, sin ambicionar demasiado al principio.

De un momento a otro, hacía cosas para que él la viese, para ser el centro de su atención, sin saber si lo hacía bien o no, a veces había visto en él asomar una sonrisa, y ella se había sentido tonta y con pena, pero por esa expresión en su rostro no le importaría volver a repetirlo. Ahora le escuchaba atentamente, pues eran pocas las ocasiones en las que podía dirigirle más que un simple saludo pero una sombra de tristeza se reflejó en sus ojos al escuchar aquello –Lo siento… no quería hacerte recordar eso.. Quien hizo eso realmente debe ser una persona horrible… - Dijo sin saber que por sus venas corría la sangre del culpable.

Bajo la mirada al escuchar su comentario, pero no pudo evitar decir algo al respecto –Lo que diga mi padre, por favor, no lo tomes en cuenta…- Decía aquello porque sus palabras le hacían sentir esa angustia invadiéndole el pecho. Se levantó, acercándose a él, Sus manos se aferraron a las telas del vestido. Nunca en su vida había sentido aquello, y en su desesperación y el no encontrar algo que pudiese decir, se acercó en un movimiento rápido dejando un suave beso sobre sus labios. Lo había hecho sin pensar y al darse cuenta, sus mejillas se tiñeron de carmesí. Quiso decirle algo pero sus labios temblaron, en ese instante al verle le había dado la impresión de que iba a alejarse y no había podido más que hacer eso. Bajó la mirada, sin saber qué pensaría él de aquello, ¿cambiaría eso la imagen que tenía de ella? Pero sentía que no podía soportarlo. Se le había hecho un nudo en la garganta de solo pensarlo. Hizo acopio de todo lo que tenía, todo el valor y la fuerza de la que era capaz para decir una simple frase, mal elaborada y con todo el miedo invadiéndole por dentro.

–Yo… creo que me he enamorado de ti… así que por favor…- No pudo seguir, la voz se le había quebrado. Si ya había hecho algo inapropiado, entonces era mejor hacerlo a gran escala, si él la rechazaba, entonces se sentiría perdida, pero sabría que al menos sus palabras habrían llegado a él. No se atrevió a alzar la mirada para ver la de él. Seguían sus manos crispadas sobre la tela de aquel vestido que había sido mandado a hacer hace poco para ella, pero que no podía importarle menos en ese instante. El ‘creo’ estaba de más, pero estaba tan nerviosa que solo había podido decirlo así. ¿Y si lo hacía sentir mal diciendo eso? Tal vez se molestaría… Sus pensamientos se detuvieron un instante después al notar que él se movía. Levantó el rostro, más por un reflejo que por querer hacerlo. Todo este tiempo observándole en silencio, para que en aquel momento soltase todo sin miramientos…

Entrelazó su mano con la de él observando cómo se veían de esa manera. Escuchó sus palabras atentamente aunque no podía verle. Él tenía razón y ella no quería meterlo en problemas por haber salido con él, no importaba si había sido muy poco el tiempo o si no habían ido muy lejos, para ella eso era casi un sueño.

Sus palabras, sentía algo extraño al escucharlas pero era incapaz de decir el qué era, porque desconocía los motivos o los pensamientos que a él le acongojaban. Era incapaz de verlo y mucho más le era imposible imaginar lo que se encontraba en el trasfondo de una historia que se entremezclaba con la suya por la sangre que corría en sus venas. Ella solo sabía algo con certeza, que lo que sentía por él era real, ni siquiera se había dado cuenta, solo había sucedido, el mirarle, sonrojarse con solo un gesto suyo, no importaba lo despistada que pudiera ser, que el palpitar de su corazón se incrementara solo con una de sus miradas le había dejado clara la razón. Era eso mismo lo que le había hecho contestar y decir lo que su corazón quería, aún sabiendo lo complicado que sería.

Pero no era por eso que podía sentir temor, probablemente ni se daba cuenta, pero el cambio radical en su vida sin duda le desconcertaría y la paciencia que él pudiese tener con ella era el punto clave de aquella travesía. Se le había educado bien para ser lo que debía ser, pero eso ella no lo sabía. Se le había mantenido alejada de muchas cosas, su padre tenía miedos que ella no comprendía y probablemente el mayor de ellos era que descubriera la clase de hombre que era. Dentro de esa mansión ella era incapaz de saberlo, podía notar a veces cosas extrañas, pero así como era les daba una explicación que no se acercaba ni por asomo a la realidad.

Así que era incapaz de saber porque el tono de las palabras de Eiri cuando mencionaba a su padre tenían ese ligero tinte que era incapaz de discernir. Por ahora aquella felicidad que le embargaba le hizo no pensar en nada más que en eso, en ese tenue sueño que albergaba y que incluí a la persona con la que caminaba en ese justo momento. Era cierto, su padre generalmente llegaba por esas horas y era mejor que le encontrara en casa o tendría que escuchar sus palabras en alguna especie de sermón acerca de algo que ya le había escuchado decir tantas veces.

El verle así le dejo por un momento sin saber qué pensar ¿Estaba hablando en serio? Su mirada le dijo que si. Asintió mientras el seguía hablándole mientras su mente intentaba concentrarse en lo que le pedía.

Cuando empezó a caminar sintió que el corazón se le iba a salir del pecho por la fuerza con la que palpitaba. En su rostro se notaba auel nerviosismo y se giró a verle antes de seguir su camino.

Tranquila, Ellere, nadie lo notará Eso se repitió mientras veía que sus pasos le acercaban a la mansión. Las manos le temblaban mientras sostenía el vestido que traía puesto, sus manos se cerraban sobre las telas y se habría olvidado de respirar de no ser porque su cuerpo lo hacía de manera automática.

Una vez que sus pies tocaron el suelo de mármol, se movió con más prisa y casi corrió a la habitación, cerrando las puertas tras entrar, se recargó en la puerta viendo la habitación. ¿Qué necesitaba? ¿Qué era lo que debía llevarse? No tenía tiempo, cogió el beliz que se encontraba en el armario y empezó a meter ropa y algunas otras cosas.

No se estaba fijando demasiado, estaba temblando, el nerviosismo era demasiado. Escuchó los golpes en la puerta y dio un salto. Escuchó la voz de su nana, se acercó a la puerta, haciéndole un pedido, más tarde no recordaría ni qué había sido, solo lo hacía para alejarla el tiempo suficiente. Se sintió culpable. Cerró la maleta como pudo y casi salió arrastrándola. Justo cuando iba en los pasillos, evitando chocar con cualquier persona, pensé que aquel vestido era un lío, le dificultaba moverse libremente, aún así, salió tratando de que nadie le viese.

Quería correr, pero las piernas le temblaban y apenas caminaba con la velocidad suficiente, no supo cómo lo hizo, cuando se vio lo suficientemente lejos las piernas finalmente le fallaron y se dejó caer al suelo, intentando calmar los latidos de su corazón. Había llevado las manos a su pecho, la culpabilidad y demás le invadían, pero no podía evitarlo, si tenía que elegir, ya lo estaba haciendo.

Al verle sus nervios empezaron a esfumarse lentamente, le abrazó cerrando los ojos con fuerza. No tenía nada que disculparle - No hay nada que perdonar, solo abrázame ¿esta bien? - Quería esa calma que le infundaban. Tenía miedo, pero no solo era eso. Se sentía culpable de abandonar a sus padres de esa manera y no sentir arrepentimiento. Dejó que le cargara y y cuando preguntó aquello se separó de golpe de su cuerpo -No, ya estoy bien... Puedes bajarme si quieres, caminaré - Le dedicó una radiante sonrisa. A esas alturas estaba tranquila, no estaba pensando ya en nada de lo que momentos antes le agobiaba.

Lo amaba y creía que eso sería suficiente para enfrentar cualquier cosa. Los problemas que se suscitarían con quello no los imaginaba, no podía saberlo. Lo único que sabía bien era l que había decidido y que no le importaba dejar atrás esa casa. Quería estar con él, su corazón latía con fuerza mientras el le sujetaba. Apenas y había podido hablar con él contadas veces y sin embargo estaba dispuesta a entregarle su vida de ser necesario. Esos eran sus pensamientos, la fuerza de éstos no tenía comparaión, porque lo que sentía iba más allá de su propia comprensión. desde el primer día que le había visto se había sentido atraída a él, envuelta en algo que desconocía, y ahora solo anhelaba verle, abrazarle y refugiarse en él. Besó una de sus mejillas, con las suyas sonrojadas a más no poder, no por el sofocamiento de antes, sino porque estaba allí con un panorama abriéndose solo para ellos, n sabía loq ue sucedería, solo que lo amaba con locura, que haría lo que fuera porque aquel brillo en sus ojos cuando la veía a ella no desapareciera.

El sentir aquellas miradas sobre ellos le hizo sentir que el corazón iba a detenérsele en el pecho. Su voz le hizo verle y le sonrió dulcemente -Si, más de la que estoy acostumbrada a ver- contestó con aquel tono acostumbrado en su voz. No supo descifrar aquellas miradas o los murmullos que lanzaban al verlos, por eso solo había podido aferrarse a él con más fuerza, aunque ella no poseía mucha al hacerlo.

Dejó de mirarle hasta que escuhó su nombre, alzando su rostro expectante sabiendo que le diría algo después de llamarle por su nombre y en su rostro se formó inmediatamente aquel rubor por aquellas palabras, la sonrisa apenaday la mirada huidiza al sentir los nervios tan soo por escuchar sus palabras, haciendole sentir aquella felicidad al verle pronunciarlas y luego aquel beso, que le hizo cerrar los ojos, solo sintiéndole sobre sus labios, sin atinar más que a quedarse quieta con auella sensación elecrtrizante recorriéndole el cuerpo. Abre los ojos despacio cuando siente que aquellos labios ya no están sobre los suyos.

Y un sonrojo aún más evidente se apodera de su rostro al encontrarse con aquella mirada, lo que le hace apartar la suya, mientras se acerca y le abraza -Yo también me siento feliz de estar aquí contigo- murmuró despacio mientras sonreía sin que él pudiese verle al estar así contra su pecho. Quería decirle que lo amaba, tal como él lo había hecho, porque era cierto, pero le costaba de algún modo pronunciar esas palabras, se le quedaban en la garganta y no lograba pronunciarlas. No quería que el se hiciera una idea equivocada al ver que no podía decirlas con la facilidad que había visto en él un momento atrás.

Se sentía un poco abrumada, por eso se aferraba a él con esa fuerza, hacía unas horas, había sido una de las pocas veces que salía sola con él, aquel beso y ahora, sentía que iba a dejar de respirar, que su corazón realmente se detendría. ya se había sonrojado bastante con las primeras dos frases y ahora que le cargaba y le había dicho eso no podía verle más que con sorpresa, pero lo que le hizo que su mente se fuera más alla fue lo siguiente que dijo, ella ni siquiera había podido pensar en todas esas cosas.

Sintió un poco de miedo al intentar imaginarse todo eso, pero sabía que quería estar con él, que tener un hijo sería una verdadera bendición si estaba a su lado, aún cuando estuviese nerviosa al solo pensarlo, aunque ni siquiera supiera cómo proceder para llegar a todo ello que el quería. Tomó aire como pudo -Si... quiero casarme contigo...- Su voz era baja y suave y le abrazó con delicadeza.

Su rostro estaba completamente afectado por sus palabras, quería estar con el, eso era en lo que podía pensar. Que sucedería después? No sabía, pero tener una familia con él era una hermosa idea para ella, por ahora era él con todo lo que podía soñar y en lo que junto a él pudiese aspirar. Se mantuvo así por lo nerviosa que estaba al saber que estaba allí, en esa casa y que ahora podía ser parte de su vida como el de la suya. Estaba pedidamente enamorada y no estaba pensando demasiado en lo que haría su familia en cuanto se enterasen que no estaba en casa.

No es que supiese lo que él estaba pensando y aquel beso que intentó responder con total torpeza, porque al sentir sus labios casi se había paralizado, qué decir cuando empezó a tocarle con sus manos. No pudo impedir que separara sus piernas, pero estaba toda aquella tela de por medio, pero había sentido como se acomodaba de aquella manera y aún así se sentía extraño, tenerlo besándole de esa forma, la sensación de aquellos labios, el sonrojo y el calor en su rostro, estaba nerviosa, demasiado, por lo que estaba haciendo, sin pensar si haría más tan solo sintiendo por primera vez caricias como esas sobre ella.

Él le mantuvo cerca, incapaz de escapar de sus brazos, no tenía la fuerza ni sabía que hacer, solo quedarse quieta en ese instante, tratando de no hacer algo inapropiado. Le vio interponiendo sus manos temblorosas al sentir las ajenas en sus pechos. Desvió la mirada respirando agitadamente. Ese cosquilleo cuando le tocaba, la inquietud que le provocaban sus labios le hacían removerse entre aquellos brazos -¿Eiri?- estaba confundida y ante lo incierto que era aquello un ligero temor se notaba en su voz.

Su mirada también se posó sobre él cuando sus manos delgadas acariciaron su rostro para hacer que le mirara, no sabía qué decirle ni qué hacer, pero pensó que al verle las palabras vendrían a ella, pero no sucedió así. La inhabilidad se notaba en cada movimiento, apenas sus manos se movían suavemente para aferrarse a los hombros ajenos -¿Qué haces?- Preguntó casi tartamudeando, bajando la mirada, no es que no tuviese idea, solo que su mente no terminaba de comprenderlo. Juntó las piernas oprimiendo con ese movimiento la que intentaba mantenerlas separadas.