El juego de las apariencias. [Janacek Lindqvist]

Ya era de día... o al menos eso pudo notar el bulto envuelto en mantas, removido por la cantidad de luz que se abrió paso en la escena tras un fuerte tirón de las cortinas.
- ¡Alyss, ya es la hora de prepararte!- exclamó una voz con bastante emoción. Seguramente, la mujer que hablaba no sería otra que Camille, su tía.
La chica profirió una queja y se tapó aun mejor entre las sábanas que intentaban arrebatarle a la fuerza, pero después de un largo rato de lucha, a la pelirroja ya no le quedaba más remedio que terminar por posar sus pies en el helado suelo de baldosas granates. Miró inexpresiva el ir y venir de la anfitriona, sin escuchar demasiado a las advertencias sobre cómo debía comportarse cuando empezara la fiesta.
- Aun quedan siete horas... - dijo la chica con pesadez mientras se encaminaba con una mueca hacia el vestido que su tía le había dejado colgado. Al menos no le disgustaría llevar ese color verde óxido que había escogido hacía unos días.- Siete horas- repitió cuando la mujer siguió sus consejos con el ceño fruncido, pasando de los comentarios de la joven. Ella suspiró y miró hacia la puerta al tiempo que ésta se abría para asomar la imagen de Giselle, su prima, que sonreía como si fuera su cumpleaños. En el fondo, Alyss sabía que era la única que no le hacía ni pizca de gracia presentarse en sociedad y dar por ententido que necesitaba a un hombre.
- Cualquiera diría que hoy tienes un funeral - dijo la intrusa, entrando en la habitación con su vestido nuevo, color azul ultramar.
- Y no se equivocaría, hoy muere mi dignidad - contestó Alyss torciendo el gesto. Camille la miró exasperada y se dedicó a pasearse con una lista de invitados en sus manos mientras las jóvenes conversaban como una imagen de contrastada elegancia por parte de Giselle y una despreocupada actitud de la señorita Heart, que aun estaba en camisón y se sentaba en el sillón junto al vestido. - Veo que después de todo no es tan duro para tí... estás espléndida - aunque dudo de que ese peinado no haya tomado menos de dos horas- añadió la chica en su mente mientras examinaba con una sonrisa la pasarela que daba su prima.
- ¿Verdad? - coincidió la de azul con suficiencia. Aquel día era importante, Giselle sabía que las primeras impresiones podían ser lo más importante en aquel mundo y que su madre tenía razón en el fondo, aunque su prima no se lo tomara en serio. La apariencia lo era todo, pero Alyss... no aparentaba. Era tan natural que se desbordaba de lo que le intentaran inculcar, las casillas y los estándares de comportamiento podría aceptarlos, pero no respetarlos y seguirlos.
- Será mejor que te prepares, te ayudaré con el peinado si lo deseas.. - dijo Giselle mientras Alyss se comenzaba a incorporar sin prisa, desenganchando el vestido de su percha.
- No hace falta, no creo que me haga un peinado como el tuyo, no me duraría.
La prima puso cara de póker y se limitó a reir después de unos segundos.
- Sí, creo que mejor dejarlo. Cualquiera diría que podrías arruinarlo cayendo a una fuente como el otro día.. - comentó recordando la imagen de la pelirroja en el portal, chorreando agua al volver del paseo en el parque. Alyss se encogió de hombros, agradeciendo que su tía no se hubiera enterado del tema (y que se hubiera ido de la habitación), y comenzó a vestirse. Giselle se retiró y unos momentos después vinieron sirvientas a ajustar el corsé por petición de Camille.
La señorita Heart tuvo que dar una señal a las sirvientas para que no la ahogaran, creyendo que no duraría demasiado en un baile con esa presión en el cuerpo. Una vez colocado el vestido, se enfrentó al espejo a colocar sus cabellos en una insinuación de recogido de lado, dejando varios cabellos largos y sueltos. Miró su imagen con distracción antes de llevar su mano hacia el habitual perfume de vainilla.
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La fiesta había comenzado como se esperaba, por supuesto que sería en la gran mansión que la família de Camille poseía. Adornada con millares de velas en las salas principales y el recibidor, los invitados no cesaban de entrar en aquella esplendorosa residencia. Seguramente, los asistentes iban de muy alto rango a mediano y por supuesto, los que más frecuentaban las fiestas darían que hablar en las siguientes reuniones. Camille eso lo sabía muy bien, por eso debía ser todo perfecto, tanto la música, el ambiente, los invitados... y lo más importante, su hija y su sobrina. Al pensar en la última, un escalofrío le recorrió la espalda, tensándose.
- Camille, querida.. ¿Te encuentras bien? - dijo una de sus amigas, tendiéndole un vaso de limonada. La anfitriona sonrió y bebió un largo trago.
- Perfectamente. Justo ahora tendrían que bajar... Así que si me disculpas, iré al pie de la escalera para ir presentándolas- contestó sonriendo vagamente mientras se alejaba de la zona de madres y se aproximaba a una de las dos escaleras que coronaban el gran salón de baile.
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- Venga Alyss, ¡Debemos bajar!- Giselle fue empujando a su aterrada prima por el pasillo.- Deja de comportarte como una niña, llegaremos tarde como sigas resistiéndote.- se quejó, encarando la expresión de enfado y miedo de Alyss cuando la chica se giró hacia ella.
- ¿Cuántas veces tengo que decir que yo NO quiero casarme?- Alyss parecía que entraba en pánico por momentos. No estaba acostumbrada a estar con tanta gente y menos cuando... iba a ser el centro de atención.
Giselle pasó de la chica, abriendo las puertas que daban a las dos escaleras. La pelirroja se habría quedado paralizada frente a los miles de ojos que la observaban de no ser que su prima la tomara del brazo con una sonrisa y bajara con tranquilidad hacia el salón.