AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
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¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Paris, zona residencial. 21:16 p.m. Viento abundante.
Después de media hora de decidir si hacer una pequeña visita al escritor que había publicado aquella petición en el Times de Francia, ya estaba de camino. Decidió intentar pasar desapercibida, por lo que se vistió con un vestido de raso negro que la haría invisible a los ojos de los humanos, debido a la oscuridad total de aquel día. Tenía curiosidad por saber cuales eran exactamente las intenciones de el hombre cuando pedía una historia interesante. Ella le daría una historia interesante. Decidida avanzó por las calles que la llevarían directa al estudio donde sabía que conversarían. Se preguntaba si sabía de la existencia de seres como ella o era un completo ignorante del mundo que lo rodeaba. Sea como fuere, ella le contaría su historia para dejarlo anonadado con los fantasmas de su pasado. Nunca antes había pensado en contárselo a nadie que no fuera de su círculo, por no decir que jamás se había planteado contárselo a la ligera a un humano que pidiese una historia interesante para escribir ya sea libro, artículo o documental.
Avanzó con parsimonia y movimientos gráciles hacia el porticón de la residencia donde debía ir. Un vigilante la miró a través de una rejilla y la dejó pasar con una mirada de sospecha, a lo que Celeste sonrió para demostrar que él no la intimidaba lo más mínimo. Echó una mirada al reloj de muñeca que llevaba, justo faltaban cuatro minutos para la hora acordada. Subió las escaleras hasta el segundo piso, y buscó la puerta correcta. Alzó la mano y picó suavemente dos veces para luego apartarse a la vista de la mirilla. Puede que el hombre se sorprendiese al ver allí a una joven de aspecto de ángel y se hiciera muchas preguntas, pero Celeste sería paciente hasta sorprenderlo por su gran conocimiento y su historia deplorable. Miró una última vez su reloj antes de escuchar como se descorría un cerrojo y una llave penetraba en la cerradura. Observó como el pomo dorado de la puerta se giraba lentamente, como expectante, y finalmente dirigió una tranquila mirada hacia la puerta, viendo como se abría con lentitud cerimoniosa.
Avanzó con parsimonia y movimientos gráciles hacia el porticón de la residencia donde debía ir. Un vigilante la miró a través de una rejilla y la dejó pasar con una mirada de sospecha, a lo que Celeste sonrió para demostrar que él no la intimidaba lo más mínimo. Echó una mirada al reloj de muñeca que llevaba, justo faltaban cuatro minutos para la hora acordada. Subió las escaleras hasta el segundo piso, y buscó la puerta correcta. Alzó la mano y picó suavemente dos veces para luego apartarse a la vista de la mirilla. Puede que el hombre se sorprendiese al ver allí a una joven de aspecto de ángel y se hiciera muchas preguntas, pero Celeste sería paciente hasta sorprenderlo por su gran conocimiento y su historia deplorable. Miró una última vez su reloj antes de escuchar como se descorría un cerrojo y una llave penetraba en la cerradura. Observó como el pomo dorado de la puerta se giraba lentamente, como expectante, y finalmente dirigió una tranquila mirada hacia la puerta, viendo como se abría con lentitud cerimoniosa.
Celeste K. Giovanni- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/02/2011
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Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Benjamin estaba nervioso y no dejaba de ir de un lado de la habitación a otro, sin dejar de mover las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta. Cuando se cansaba de andar se sentaba, sacaba la pipa, la limpiaba y la guardaba. Volvía a comprobar que todo estaba en su sitio y seguía andando de un lado a otro. Se llevaba la mano por la cabeza y se acariciaba el poco pelo que le quedaba en la cabeza. Luego suspiraba y volvía a sentarse.
Todavía no estaba seguro de si aquello había sido una buena idea. Al fin y al cabo, ¿y si no aparecía nadie? ¿Y si se intentaban aprovechar de él? Había dado a entender que daría alguna recompensa monetaria, pero el dinero no le sobraba y no quería malgastarlo. Todavía sentado miró fijamente las octavillas blancas, la pluma estilográfica y las cargas de tinta, todo listo para empezar a escribir.
La noche en el exterior era cerrada y las nubes ocultaban la luna y a las estrellas, dándole a todo un toque muy oscuro y deprimente. En el fondo le alegraba, eso siempre le había inspirado a la hora de escribir.
Benjamín volvió a ponerse en pie y abrió la ventana para asomar la cabeza al exterior. Hacía un poco de frío, pero no le desagradaba la sensación. No sabía bien por qué, pero se había relajado un poco, así que se sentó en el poyete de la ventana, sacó la pipa, la cargó y se la llevó a la boca. Pero antes de poder encenderla oyó que alguien llamaba a la puerta. Se giró sorprendido, mientras el pulso se le volvía a acelerar. Dios. Al final alguien había aparecido. Alguien había leído su anuncio y había acudido a la cita. Se puso en pie, cerró la ventana, guardó la pipa y comprobó que todo estaba en su lugar.
Caminó con largas zancadas hasta la entrada, respiró profundamente un par de veces y abrió la puerta. Le sorprendió ver a una bonita joven, casi una niña, en el descansillo. Benjamin alzó una ceja, no era aquello lo que había esperado, pero no lo dejó traslucir. En lugar de eso sonrió amablemente y se apartó de la puerta, dejándola pasar.
-Buenas noches señorita-dijo el escritor-. Por favor, entre, afuera hace frío. Me llamo Benjamin Griezzman y soy escritor. Imagino que estáis aquí por el anuncio del periódico.
Todavía no estaba seguro de si aquello había sido una buena idea. Al fin y al cabo, ¿y si no aparecía nadie? ¿Y si se intentaban aprovechar de él? Había dado a entender que daría alguna recompensa monetaria, pero el dinero no le sobraba y no quería malgastarlo. Todavía sentado miró fijamente las octavillas blancas, la pluma estilográfica y las cargas de tinta, todo listo para empezar a escribir.
La noche en el exterior era cerrada y las nubes ocultaban la luna y a las estrellas, dándole a todo un toque muy oscuro y deprimente. En el fondo le alegraba, eso siempre le había inspirado a la hora de escribir.
Benjamín volvió a ponerse en pie y abrió la ventana para asomar la cabeza al exterior. Hacía un poco de frío, pero no le desagradaba la sensación. No sabía bien por qué, pero se había relajado un poco, así que se sentó en el poyete de la ventana, sacó la pipa, la cargó y se la llevó a la boca. Pero antes de poder encenderla oyó que alguien llamaba a la puerta. Se giró sorprendido, mientras el pulso se le volvía a acelerar. Dios. Al final alguien había aparecido. Alguien había leído su anuncio y había acudido a la cita. Se puso en pie, cerró la ventana, guardó la pipa y comprobó que todo estaba en su lugar.
Caminó con largas zancadas hasta la entrada, respiró profundamente un par de veces y abrió la puerta. Le sorprendió ver a una bonita joven, casi una niña, en el descansillo. Benjamin alzó una ceja, no era aquello lo que había esperado, pero no lo dejó traslucir. En lugar de eso sonrió amablemente y se apartó de la puerta, dejándola pasar.
-Buenas noches señorita-dijo el escritor-. Por favor, entre, afuera hace frío. Me llamo Benjamin Griezzman y soy escritor. Imagino que estáis aquí por el anuncio del periódico.
Benjamin Griezmann- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/12/2011
Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Un hombre alto y apuesto fue quien le abrió la puerta, parecía haber estado mucho tiempo esperando y olía a humo de pipa. Observó la expresión de su rostro, aparentaba no estar sorprendido por su aspecto, pero a Celeste no le engañó su expresión facial y miró sus ojos, quizás extrañeza ante su apariencia. Sonrió mostrando todos los dientes, estos eran normales, ya que no estaba hambrienta, su sed había sido saciada hacía dos horas. El hombre se presentó, Benjamin al parecer. Celeste se quedó en el umbral de la puerta, a que la dejase pasar. —Esto puede ser tanto beneficioso como equívoco— susurró tan bajo que no sabía si el hombre la había escuchado. Avanzó cuando él la invitó a pasar, decidió ser cordial al ver su aspecto honorable.
—Efectivamente, vengo por el anuncio— respondió mientras lo miraba y echaba un vistazo a su alrededor, definitivamente aquello tenía el aspecto de un departamento de escritor, sonrió para sus adentros —. Yo soy Celeste Giovanni— le tendió la mano con cortesía —pero tutéeme, por favor, no me gustan los formalismos innecesarios.— se encogió de hombros. Pensó en sus posibilidades. La primera era quedarse a preguntar de que era lo que buscaba exactamente e irse. La segunda era preguntar y aportar su historia. Le gustó más ésta última.
—¿Podríamos sentarnos en algún lugar y hablar sobre lo que espera conseguir?— preguntó como decisión final —. Si lo que busca es algo ficticio, no encontrará nada en mí— hizo una pausa para recalcar sus palabras —, pero si por el contrario busca una historia verídica, con acción y terror en grandes cantidades, soy la persona indicada.
Por un momento, esperó realmente poder ayudar a aquel tipo, ser de utilidad para algo. Entonces pensó en su historia y se le ensombreció la mirada momentáneamente y los ojos se le tornaron ligeramente rojos. Al notar esto, bajó la mirada, con la esperanza de que Benjamin no se hubiese percatado de aquella pérdida de control por nimia que fuese.
—Efectivamente, vengo por el anuncio— respondió mientras lo miraba y echaba un vistazo a su alrededor, definitivamente aquello tenía el aspecto de un departamento de escritor, sonrió para sus adentros —. Yo soy Celeste Giovanni— le tendió la mano con cortesía —pero tutéeme, por favor, no me gustan los formalismos innecesarios.— se encogió de hombros. Pensó en sus posibilidades. La primera era quedarse a preguntar de que era lo que buscaba exactamente e irse. La segunda era preguntar y aportar su historia. Le gustó más ésta última.
—¿Podríamos sentarnos en algún lugar y hablar sobre lo que espera conseguir?— preguntó como decisión final —. Si lo que busca es algo ficticio, no encontrará nada en mí— hizo una pausa para recalcar sus palabras —, pero si por el contrario busca una historia verídica, con acción y terror en grandes cantidades, soy la persona indicada.
Por un momento, esperó realmente poder ayudar a aquel tipo, ser de utilidad para algo. Entonces pensó en su historia y se le ensombreció la mirada momentáneamente y los ojos se le tornaron ligeramente rojos. Al notar esto, bajó la mirada, con la esperanza de que Benjamin no se hubiese percatado de aquella pérdida de control por nimia que fuese.
Celeste K. Giovanni- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/02/2011
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Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Lo primero que le sorprendió, casi de forma inmediata, fue su tono de voz. Más que lo que dijo (que ya de por sí era inquietante) fue la forma en cómo lo dijo. A pesar de que no aparentaba tener más una veintena de años se mostraba segura de sí misma, convencida de lo que estaba haciendo. Parecía mucho más adulta de lo que aparentaba. Y aquello no era algo a lo que Benjamin estuviera demasiado acostumbrado.
-Claro Celeste, será un placer-respondió con una sonrisa. Todavía podía sentir el tacto de su mano cuando le había devuelto el apretón; esa suave y lisa, aunque también fría-. Pero por favor, pase y póngase cómoda…-el funcionario la llevó al interior de su apartamento. Éste constaba de dos habitaciones: en primer lugar un pequeño salón que hacía las veces de despacho; había estanterías con bastantes libros, algunos mapas y cuadros colgando de las paredes, un escritorio con un par de sillas y una pequeña mesita para atender a las visitas. El dormitorio estaba en la habitación adyacente, pero la puerta estaba cerrada en aquél momento.
Benjamin la invitó a tomar asiento junto a la mesita de las visitas, aunque él todavía se mantuvo un rato en pie.
-¿Desea tomar algo mientras hablamos?-preguntó, algo más calmado. Todavía estaba barruntando qué habría querido decir con aquello de una historia terrorífica. Estaba deseando conseguir más información, pero tenía que ser paciente e ir paso a paso. Si Celeste aceptaba el ofrecimiento le serviría lo que pidiera (solía tener la despensa bien surtida) y se llenaría un vaso con vino para sí mismo. Aquello le ayudaría a terminar de calmar los nervios. Unos nervios que le habían impedido oír aquél susurro y ver aquél destello rojo en los ojos de su invitada.
El escritor por fin se sentó frente a la muchacha, al otro lado de la mesita. La habitación estaba bien iluminada no sólo por la hoguera, también había unas cuantas velas encendidas y una linterna de gas. Benjamin se quedó un rato observándola con curiosidad, mientras bebía el vino de la copa. No como un hombre haría normalmente con una mujer, sino del mismo modo que un pintor observa el paisaje que se dispone a plasmar en el lienzo.
-Busco eso mismo que decís-dijo por fin, inclinándose un poco sobre el asiento-. Quiero escribir una gran historia, algo que haga a los lectores estremecerse. Pero a la vez que pueda ser real, que sientan que es posible. Que rían y lloren con los avatares del protagonista…-su voz se fue animando conforme iba hablando-. Quiero que se metan en la historia, que no puedan dejar de leer hasta terminar la historia. Quiero que se hagan uno con el protagonista, que lo consideren alguien a quién amar u odiar. Quiero que ocurra todo eso. Pero no soy capaz de dar con esa historia, con algo que me inspire y que me permita narrarlo. Por eso…-se detuvo y se volvió a recostar contra el asiento, dándose cuenta de que se había emocionado demasiado-. Por eso decidí poner ese mensaje en el periódico-Benjamin sonrió a Celeste-. Y por eso, supongo, estáis aquí. Así que, por favor, hablad. Contadme vuestra historia.
-Claro Celeste, será un placer-respondió con una sonrisa. Todavía podía sentir el tacto de su mano cuando le había devuelto el apretón; esa suave y lisa, aunque también fría-. Pero por favor, pase y póngase cómoda…-el funcionario la llevó al interior de su apartamento. Éste constaba de dos habitaciones: en primer lugar un pequeño salón que hacía las veces de despacho; había estanterías con bastantes libros, algunos mapas y cuadros colgando de las paredes, un escritorio con un par de sillas y una pequeña mesita para atender a las visitas. El dormitorio estaba en la habitación adyacente, pero la puerta estaba cerrada en aquél momento.
Benjamin la invitó a tomar asiento junto a la mesita de las visitas, aunque él todavía se mantuvo un rato en pie.
-¿Desea tomar algo mientras hablamos?-preguntó, algo más calmado. Todavía estaba barruntando qué habría querido decir con aquello de una historia terrorífica. Estaba deseando conseguir más información, pero tenía que ser paciente e ir paso a paso. Si Celeste aceptaba el ofrecimiento le serviría lo que pidiera (solía tener la despensa bien surtida) y se llenaría un vaso con vino para sí mismo. Aquello le ayudaría a terminar de calmar los nervios. Unos nervios que le habían impedido oír aquél susurro y ver aquél destello rojo en los ojos de su invitada.
El escritor por fin se sentó frente a la muchacha, al otro lado de la mesita. La habitación estaba bien iluminada no sólo por la hoguera, también había unas cuantas velas encendidas y una linterna de gas. Benjamin se quedó un rato observándola con curiosidad, mientras bebía el vino de la copa. No como un hombre haría normalmente con una mujer, sino del mismo modo que un pintor observa el paisaje que se dispone a plasmar en el lienzo.
-Busco eso mismo que decís-dijo por fin, inclinándose un poco sobre el asiento-. Quiero escribir una gran historia, algo que haga a los lectores estremecerse. Pero a la vez que pueda ser real, que sientan que es posible. Que rían y lloren con los avatares del protagonista…-su voz se fue animando conforme iba hablando-. Quiero que se metan en la historia, que no puedan dejar de leer hasta terminar la historia. Quiero que se hagan uno con el protagonista, que lo consideren alguien a quién amar u odiar. Quiero que ocurra todo eso. Pero no soy capaz de dar con esa historia, con algo que me inspire y que me permita narrarlo. Por eso…-se detuvo y se volvió a recostar contra el asiento, dándose cuenta de que se había emocionado demasiado-. Por eso decidí poner ese mensaje en el periódico-Benjamin sonrió a Celeste-. Y por eso, supongo, estáis aquí. Así que, por favor, hablad. Contadme vuestra historia.
Benjamin Griezmann- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/12/2011
Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Se adentraron en el apartamento, era pequeño, pero el espacio estaba bien distribuido. No dedicó mucho tiempo a observar con detalle su alrededor. Recordó momentáneamente su última víctima, ya hacía dos semanas, lo había matado sin querer, se había descontrolado debido a dos días enteros sin probar bocado; solo esperaba no hacer lo mismo en ese momento, sabía que apenas hacía dos horas que se había alimentado, pero quizás recordar los momentos más duros de su vida haría que se enfureciese y el hambre aflorara.
Tomó asiento junto a una pequeña mesa y le extrañó ver que el hombre no se sentaba junto a ella. Toda su duda se disipó al ver que Benjamin le ofrecía algo. Hacía tanto tiempo que no entraba en una casa sin forzar al dueño a ser invitada que no recordaba todos los formalismos que esto conllevaba. Pensó en declinar el ofrecimiento, pero al segundo se retractó, si el hambre regresaba, prefería tener un vaso de vino al que poder apretar, antes que hacerlo con un cuello humano. —Me gustaría un vino oscuro, cualquiera me vale, si no le importa, gracias.
Cruzó las piernas y suspiró mientras cerraba los ojos y reflexionaba sobre lo que iba o no a contarle sobre su vida. No pronunciaría las palabras clave "vampiro" ni "transformación", intentaría explicarlo todo de manera más misteriosa y que a partir de eso y sus movimientos, él sacase sus propias conclusiones y apuntase lo que quisiera. La tenue lámpara de aceite y las velas que los iluminaba creaban un tétrico aspecto perfecto para ambientar su historia. Tenía el planteamiento perfecto.
—Me sorprende su atrevimiento, Benjamin— repuso con una sonrisa ladina —, cualquiera podría haber respondido al anuncio. Algún asesino quizás. Puede que yo lo sea, incluso, ¿no cree?— soltó un carcajada que duró apenas dos segundos y regresó su expresión de desdés habitual. —Pero sin embargo io sono qui... con una storia che si adatta la sua descrizione— se encogió de hombros y lo miró con fijeza.
Empezaría explicando quien era ella... después harían un viaje a las profundidades más oscuras de su pasado. —Soy italiana, de Florencia, un lugar precioso a mis ojos, ¿sabe? Debería visitarlo... quizás yo también regrese algún día—. Recordó su hogar, aquella casa de dimensiones gigantescas... y su familia. De repente todo se volvió de color y estaba en su hogar, solo que a su lado tenía a Benjamin, un escritos curioso y estaba contando su historia en vez de vivirla. Pensó en utilizar alguno de sus trucos para plasmar las imágenes de su cerebro en el de él, se sorprendería pero sería todo menos confuso. Puede que lo hiciera más tarde.
Tomó asiento junto a una pequeña mesa y le extrañó ver que el hombre no se sentaba junto a ella. Toda su duda se disipó al ver que Benjamin le ofrecía algo. Hacía tanto tiempo que no entraba en una casa sin forzar al dueño a ser invitada que no recordaba todos los formalismos que esto conllevaba. Pensó en declinar el ofrecimiento, pero al segundo se retractó, si el hambre regresaba, prefería tener un vaso de vino al que poder apretar, antes que hacerlo con un cuello humano. —Me gustaría un vino oscuro, cualquiera me vale, si no le importa, gracias.
Cruzó las piernas y suspiró mientras cerraba los ojos y reflexionaba sobre lo que iba o no a contarle sobre su vida. No pronunciaría las palabras clave "vampiro" ni "transformación", intentaría explicarlo todo de manera más misteriosa y que a partir de eso y sus movimientos, él sacase sus propias conclusiones y apuntase lo que quisiera. La tenue lámpara de aceite y las velas que los iluminaba creaban un tétrico aspecto perfecto para ambientar su historia. Tenía el planteamiento perfecto.
—Me sorprende su atrevimiento, Benjamin— repuso con una sonrisa ladina —, cualquiera podría haber respondido al anuncio. Algún asesino quizás. Puede que yo lo sea, incluso, ¿no cree?— soltó un carcajada que duró apenas dos segundos y regresó su expresión de desdés habitual. —Pero sin embargo io sono qui... con una storia che si adatta la sua descrizione— se encogió de hombros y lo miró con fijeza.
Empezaría explicando quien era ella... después harían un viaje a las profundidades más oscuras de su pasado. —Soy italiana, de Florencia, un lugar precioso a mis ojos, ¿sabe? Debería visitarlo... quizás yo también regrese algún día—. Recordó su hogar, aquella casa de dimensiones gigantescas... y su familia. De repente todo se volvió de color y estaba en su hogar, solo que a su lado tenía a Benjamin, un escritos curioso y estaba contando su historia en vez de vivirla. Pensó en utilizar alguno de sus trucos para plasmar las imágenes de su cerebro en el de él, se sorprendería pero sería todo menos confuso. Puede que lo hiciera más tarde.
Celeste K. Giovanni- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
El escritor intentó ocultar la sorpresa cuando la oyó hablar de que ella misma podría ser una asesina. Giró el rostro, un poco incómodo y se obligó a sonreír.
-¿Usted una asesina?-dijo después de beber otro sorbo a la copa que tenía en la mano-. Sería una pena que una damisela como usted manchara sus graciosas manos con la sangre de otros hombres-sonrió de nuevo, ésta vez de forma más sincera y amigable-. Pero correré el riesgo. Eso sí, espero que la historia valga la pena.
Aunque intentaba que no se notara, Benjamin se sentía cada vez más incómodo ante la presencia de Celeste y la forma que tenía de hablar y de mirarla. ¿Por qué aunque fuera tan joven parecía tan mayor y peligrosa? Puede que tuviera razón al decir que ella podría ser una asesina. Pero a pesar de eso no podía dejar de oír lo que tenía que decirle. Le prestaba atención y bebía de todas sus palabras, incluso cuando empezó a hablar en italiano; no le importaba, quería oír todo lo que tuviera que decirle.
-Será un placer visitar Florencia. Y sería un honor para mí que me acompañara y me mostrarais la ciudad-dijo, tratando de mostrarse todo lo amable que pudiera. Fue a ponerse más cómodo en su asiento, pero entonces se dio cuenta de algo y se puso en pie-. Ruego que me perdonéis Celeste, esperad un instante, os lo ruego…
Dicho aquello fue hasta su escritorio, cogió las cuartillas en blanco, la pluma y la tinta. Volvió junto a Celeste y lo dejó todo en la mesita. Tras comprobar que la pluma escribía bien alzó el rostro y miró a su interlocutora.
-Espero que no os importe que tome algunas notas-se disculpó en un tono amable-. Así evitaré olvidar los detalles…
-¿Usted una asesina?-dijo después de beber otro sorbo a la copa que tenía en la mano-. Sería una pena que una damisela como usted manchara sus graciosas manos con la sangre de otros hombres-sonrió de nuevo, ésta vez de forma más sincera y amigable-. Pero correré el riesgo. Eso sí, espero que la historia valga la pena.
Aunque intentaba que no se notara, Benjamin se sentía cada vez más incómodo ante la presencia de Celeste y la forma que tenía de hablar y de mirarla. ¿Por qué aunque fuera tan joven parecía tan mayor y peligrosa? Puede que tuviera razón al decir que ella podría ser una asesina. Pero a pesar de eso no podía dejar de oír lo que tenía que decirle. Le prestaba atención y bebía de todas sus palabras, incluso cuando empezó a hablar en italiano; no le importaba, quería oír todo lo que tuviera que decirle.
-Será un placer visitar Florencia. Y sería un honor para mí que me acompañara y me mostrarais la ciudad-dijo, tratando de mostrarse todo lo amable que pudiera. Fue a ponerse más cómodo en su asiento, pero entonces se dio cuenta de algo y se puso en pie-. Ruego que me perdonéis Celeste, esperad un instante, os lo ruego…
Dicho aquello fue hasta su escritorio, cogió las cuartillas en blanco, la pluma y la tinta. Volvió junto a Celeste y lo dejó todo en la mesita. Tras comprobar que la pluma escribía bien alzó el rostro y miró a su interlocutora.
-Espero que no os importe que tome algunas notas-se disculpó en un tono amable-. Así evitaré olvidar los detalles…
Benjamin Griezmann- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/12/2011
Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Ante la respuesta de Benjamin sobre su posible doble personalidad como asesina, se limitó a sonreír y no dar respuesta. Esperó a que él tomara el bloc de notas y apuntara, claro, lo que ella le fuera explicando. No sabía cuanto duraría aproximadamente su "pequeña entrevista", pero lo tendría todo bien siempre y cuando acabase antes de que amaneciera y no se abrasara en el intento de salir. Estiró los brazos, entumecidos por la falta de movimiento, y se acomodó por segunda vez en el asiento. Quería asegurarse de no omitir ningún detalle sin profundizar demasiado.
—Mi familia está muerta, toda, es algo con lo que he estado viviendo desde hace muchos años. Me acostumbré pronto a este hecho, quizás debería sentirme mal— apoyó la barbilla en sus manos, pensativa —. Bueno, el caso es que mi familia siempre fue muy correcta, vengo de una buena estirpe cercana a la realeza y se me exigía mucho. Yo era una auténtica niña mimada— resopló —, y eso no me gustaba para nada, sobretodo teniendo en cuenta de que mi hermana, sí, tengo una hermana, su nombre es Thais— sonrió, perfectamente consciente de su cambio de pasada a presente entre los verbos —, ella es muy correcta, llega ha ser un tanto insoportable, pero a ella nunca la quisieron. Creo que sentí lástima, y fue por eso por lo que cambié para mal. Me molestaban sus esfuerzos por llamar la atención de nuestros padres y aun así, ella nunca conseguía nada.
Recordó todo lo que había hecho su hermana por ella, siempre la había protegido y ocultado de sus padres cuando lo necesitaba, a pesar de ser menor que Celeste. Ambas niñas rubias, pequeñas ante un piano, tocando graciosas melodías que improvisaban sobre la marcha. Thais era la única que aportaba una pizca de color a su vida. Hasta que desapareció.
—Tenía dieciséis años cuando pasó. Conocí a un chico de mi edad, Theodore, un auténtico rebelde, siempre estaba metido en problemas—. Nunca lo había visto haciendo algo bueno por alguien, pensó de repente, algo de lo que no se había dado cuenta hasta ahora. —Él, bueno, me enamoró, y de algún modo me convenció para que fuera... mala, muy mala. Empecé robando comida en la parada de Misstres Jenkinson— soltó una carcajada —, la cosa fue a peor...
—Mi familia está muerta, toda, es algo con lo que he estado viviendo desde hace muchos años. Me acostumbré pronto a este hecho, quizás debería sentirme mal— apoyó la barbilla en sus manos, pensativa —. Bueno, el caso es que mi familia siempre fue muy correcta, vengo de una buena estirpe cercana a la realeza y se me exigía mucho. Yo era una auténtica niña mimada— resopló —, y eso no me gustaba para nada, sobretodo teniendo en cuenta de que mi hermana, sí, tengo una hermana, su nombre es Thais— sonrió, perfectamente consciente de su cambio de pasada a presente entre los verbos —, ella es muy correcta, llega ha ser un tanto insoportable, pero a ella nunca la quisieron. Creo que sentí lástima, y fue por eso por lo que cambié para mal. Me molestaban sus esfuerzos por llamar la atención de nuestros padres y aun así, ella nunca conseguía nada.
Recordó todo lo que había hecho su hermana por ella, siempre la había protegido y ocultado de sus padres cuando lo necesitaba, a pesar de ser menor que Celeste. Ambas niñas rubias, pequeñas ante un piano, tocando graciosas melodías que improvisaban sobre la marcha. Thais era la única que aportaba una pizca de color a su vida. Hasta que desapareció.
—Tenía dieciséis años cuando pasó. Conocí a un chico de mi edad, Theodore, un auténtico rebelde, siempre estaba metido en problemas—. Nunca lo había visto haciendo algo bueno por alguien, pensó de repente, algo de lo que no se había dado cuenta hasta ahora. —Él, bueno, me enamoró, y de algún modo me convenció para que fuera... mala, muy mala. Empecé robando comida en la parada de Misstres Jenkinson— soltó una carcajada —, la cosa fue a peor...
Celeste K. Giovanni- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Off: perdón el retraso, pero es que son fechas muy malas xD
Benjamin se iba bebiendo las palabras de Celeste, absorto en la historia le narraba. De vez en cuando anotaba algún detalle o un dato concreto para que no se le pasara, pero en general prestaba toda su atención a las frases que salían de los labios de la chica. Benjamin pensó que le hubiera gustado conocer también a Thais y ver si eran tan diferentes entre ambas. O haber tenido ocasión de verlas de pequeña jugar juntas, seguro de que la escena habría sido conmovedora.
Benjamin no pudo evitar sonreír de una manera un tanto cínica al oír hablar de Theodore, como si ya hubiera oído antes aquello. Ah, el amor siempre era el inicio de las mejores historias y estaba seguro de que podría sacar jugo de aquello. Dejó la pluma sobre las hojas garabateadas y alzó el rostro para mirar a su entrevistada directamente a los ojos, con una mezcla de curiosidad, fascinación y… no sabría cómo explicarlo, pero había cierto rechazo en su mirada. A pesar de eso tornó su sonrisa en una más cálida y amable (también sincera).
-No soy quién para juzgaros…-dijo el escritor en un tono agradable-. Así que no temáis en contarme toda la historia, si así lo deseáis-alargó la mano, cogió la copa de vino y la observó unos segundos antes de llevársela a la boca y darle un pequeño sorbo-. Decidme, ¿cómo era Theodore? Habéis dicho que siempre estaba metido en problemas, que era un rebelde… ¿de qué tipo? ¿Era acaso algún confabulador? ¿Estaba metido en temas políticos?-quiso saber-. ¿Os incitó a ayudarle?
Hechas las preguntas Benjamin se volvió a recostar contra su asiento, mientras observaba a Celeste, atento a lo que continuara contándole. Tenía más preguntas, muchas más preguntas que hacerle, pero no quería atosigarla. Ya tendría tiempo de volver atrás y hacerle hablar sobre Thais, su vida en Italia y su familia. Pero de momento lo que más le interesaba era saber cosas sobre el tal Theodore.
Benjamin se iba bebiendo las palabras de Celeste, absorto en la historia le narraba. De vez en cuando anotaba algún detalle o un dato concreto para que no se le pasara, pero en general prestaba toda su atención a las frases que salían de los labios de la chica. Benjamin pensó que le hubiera gustado conocer también a Thais y ver si eran tan diferentes entre ambas. O haber tenido ocasión de verlas de pequeña jugar juntas, seguro de que la escena habría sido conmovedora.
Benjamin no pudo evitar sonreír de una manera un tanto cínica al oír hablar de Theodore, como si ya hubiera oído antes aquello. Ah, el amor siempre era el inicio de las mejores historias y estaba seguro de que podría sacar jugo de aquello. Dejó la pluma sobre las hojas garabateadas y alzó el rostro para mirar a su entrevistada directamente a los ojos, con una mezcla de curiosidad, fascinación y… no sabría cómo explicarlo, pero había cierto rechazo en su mirada. A pesar de eso tornó su sonrisa en una más cálida y amable (también sincera).
-No soy quién para juzgaros…-dijo el escritor en un tono agradable-. Así que no temáis en contarme toda la historia, si así lo deseáis-alargó la mano, cogió la copa de vino y la observó unos segundos antes de llevársela a la boca y darle un pequeño sorbo-. Decidme, ¿cómo era Theodore? Habéis dicho que siempre estaba metido en problemas, que era un rebelde… ¿de qué tipo? ¿Era acaso algún confabulador? ¿Estaba metido en temas políticos?-quiso saber-. ¿Os incitó a ayudarle?
Hechas las preguntas Benjamin se volvió a recostar contra su asiento, mientras observaba a Celeste, atento a lo que continuara contándole. Tenía más preguntas, muchas más preguntas que hacerle, pero no quería atosigarla. Ya tendría tiempo de volver atrás y hacerle hablar sobre Thais, su vida en Italia y su familia. Pero de momento lo que más le interesaba era saber cosas sobre el tal Theodore.
Benjamin Griezmann- Humano Clase Media
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 16/12/2011
Re: ¿Querías historia? Yo te daré la mía [Privado]
Se llevó un dedo a la sien, en un gesto pensativo, mientras se devanaba los sesos en busca de información sobre Theodore; algo que revelara de manera clara y concisa su personalidad fría y calculadora. ¿Se había metido en política? Indudablemente. ¿Negocios turbios? Definitivamente sí.
—Theo era, es, bueno, un ser abominable. Su astucia siempre destacó por encima de la de los demás, eso fue lo que me llamó la atención de él. Yo era joven e ingenua, no sabía que clase de hombre era. Respecto a sus problemas... él tenía muchos; más incluso de los que usted y yo podamos imaginar—. Hizo una breve pausa, para sacar un retrato oculto en uno de los amplios dobladillos de la gran falda. El cuadro era muy antiguo, despedazado ligeramente por los bordes debido al roce de la tela contra él. Estaba pintado en tonos oscuros y ocres. Aparecía un hombre alto, de cabello castaño y barba de tres días, vestido con ropa noble y formal. Al lado una mujercita de dieciséis años de edad, rubia y alta, aunque mucho más baja que su acompañante. Llevaba un vestido acampanado y pomposo, muy barroco. Ambos sonreían, aunque el hombre parecía tener algo más parecido a una mueca extraña. Se la enseñó a Benjamin —. Somos él y yo, poco después de conocernos, es un retrato pintado por mi hermana, es muy buena en esto.
Cambió los tiempos verbales deliberadamente, esperando aunque solo fuera, una pequeña y ligera sospecha de por qué Celeste parecía "confundir" tanto el era con el es, mientras se refería a Theo y Thais. El periodista y/o escritor parecía interesado en los detalles, así que dejó el retrato sobre la mesa, para darle tiempo a cogerlo y observarlo todo el rato que quisiese. La ropa se veía más antigua que la de ese año, algo bastante notable; igual que el estado de el dibujo. Aguardó a más preguntas, se sentía cómoda respondiendo a cuestiones precisas para dar respuestas directas.
—Theo era, es, bueno, un ser abominable. Su astucia siempre destacó por encima de la de los demás, eso fue lo que me llamó la atención de él. Yo era joven e ingenua, no sabía que clase de hombre era. Respecto a sus problemas... él tenía muchos; más incluso de los que usted y yo podamos imaginar—. Hizo una breve pausa, para sacar un retrato oculto en uno de los amplios dobladillos de la gran falda. El cuadro era muy antiguo, despedazado ligeramente por los bordes debido al roce de la tela contra él. Estaba pintado en tonos oscuros y ocres. Aparecía un hombre alto, de cabello castaño y barba de tres días, vestido con ropa noble y formal. Al lado una mujercita de dieciséis años de edad, rubia y alta, aunque mucho más baja que su acompañante. Llevaba un vestido acampanado y pomposo, muy barroco. Ambos sonreían, aunque el hombre parecía tener algo más parecido a una mueca extraña. Se la enseñó a Benjamin —. Somos él y yo, poco después de conocernos, es un retrato pintado por mi hermana, es muy buena en esto.
Cambió los tiempos verbales deliberadamente, esperando aunque solo fuera, una pequeña y ligera sospecha de por qué Celeste parecía "confundir" tanto el era con el es, mientras se refería a Theo y Thais. El periodista y/o escritor parecía interesado en los detalles, así que dejó el retrato sobre la mesa, para darle tiempo a cogerlo y observarlo todo el rato que quisiese. La ropa se veía más antigua que la de ese año, algo bastante notable; igual que el estado de el dibujo. Aguardó a más preguntas, se sentía cómoda respondiendo a cuestiones precisas para dar respuestas directas.
- Spoiler:
- Perdónperdónperdón por todo el retraso, he andado de exámenes y un poco estresada, pero espero poder adelantar durante estas semanas y pasar un poco de tiempo aquí.
Celeste K. Giovanni- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 155
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