AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas? {Lorraine Von Fanel} +18
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¿Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas? {Lorraine Von Fanel} +18
"...And the sex and the drugs and the complications." - Placebo
Conservatorio Ascarlani 17:56
París, Francia.
Mi estimada damisela nocturna:
Si creyera en los dioses podría agradecer en estos instantes por crear a una re-encarnación en cuerpo mortal. Quizás la compararía con afrodita o incluso a la gran temida Perséfone y sus historias de inframundo y demás, pero no malgastaré estos minutos en adornar su belleza sabiendo usted misma que tiene el poder de detener el tiempo si es necesario con un simple taconeo; o destilar el aroma más sexual y penetrante que emana del fino cuello que su cabello cubre celosamente y que me abstiene de desearlo como yo quisiera. Un pequeño paseo sobre el, tan solo un poco de su olor natural y quizás podría perder el conocimiento o... ¿Usted lo perdería?
Su cuerpo fue diseñado para pecar y me temo que soy una enferma que se deja llevar por la pecaminosidad de sus curvas perfectas. Un accidente de colinas seria menos peligroso que acariciar su hermosa silueta con mis suaves y gelidas manos, pero aun mas peligroso es, tener mis dedos sobre su cuerpo y evitar estremecer sus adentros y desbordar sus deseos ocultos. Los miedos y las reglas han surgido para romperse; y no sabe como me encantaria desgarrarla lentamente con sus movimientos y mi cuerpo musical. Tomelo como una proposicion indecente o como quiera, la estare esperando despues de la hora crepuscular en mi oficina del conservatorio. Espero su curiosidad gatuna se apodere de su mente delirante y se deje llevar por mis deseos incesantes.
Sara Ascarlani.
Si creyera en los dioses podría agradecer en estos instantes por crear a una re-encarnación en cuerpo mortal. Quizás la compararía con afrodita o incluso a la gran temida Perséfone y sus historias de inframundo y demás, pero no malgastaré estos minutos en adornar su belleza sabiendo usted misma que tiene el poder de detener el tiempo si es necesario con un simple taconeo; o destilar el aroma más sexual y penetrante que emana del fino cuello que su cabello cubre celosamente y que me abstiene de desearlo como yo quisiera. Un pequeño paseo sobre el, tan solo un poco de su olor natural y quizás podría perder el conocimiento o... ¿Usted lo perdería?
Su cuerpo fue diseñado para pecar y me temo que soy una enferma que se deja llevar por la pecaminosidad de sus curvas perfectas. Un accidente de colinas seria menos peligroso que acariciar su hermosa silueta con mis suaves y gelidas manos, pero aun mas peligroso es, tener mis dedos sobre su cuerpo y evitar estremecer sus adentros y desbordar sus deseos ocultos. Los miedos y las reglas han surgido para romperse; y no sabe como me encantaria desgarrarla lentamente con sus movimientos y mi cuerpo musical. Tomelo como una proposicion indecente o como quiera, la estare esperando despues de la hora crepuscular en mi oficina del conservatorio. Espero su curiosidad gatuna se apodere de su mente delirante y se deje llevar por mis deseos incesantes.
Sara Ascarlani.
Espero con ansias mi fatídica muerte.
Esas muertes que me hacen despertar en el límite de sabores y sensaciones infernales.
La sensación de ahogo y el descontrol de mis manos.
Su sexo en mis labios y su alma cantando a gritos ahogados junto a los Nibelungos.
Esas muertes que me hacen despertar en el límite de sabores y sensaciones infernales.
La sensación de ahogo y el descontrol de mis manos.
Su sexo en mis labios y su alma cantando a gritos ahogados junto a los Nibelungos.
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Última edición por Sara Ascarlani el Miér Mar 06, 2013 2:01 am, editado 2 veces
Sara Ascarlani- Vampiro/Realeza
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Re: ¿Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas? {Lorraine Von Fanel} +18
Y si poseerte es un pecado, entonces abrazaré las llamas del infierno por ti…
El viento se enmaraña en sus cabellos despeinándolos y dándoles vida como si de una medusa se tratara; en la lejanía su mirada se pierde tras esas gigantescas sombras danzarinas de los árboles. El vestido con esa desgraciada tela semitransparente, ondea a la par en la que sus piernas se mueven para danzar con la luna enfermizamente hechicera escuchando la dulce melodía de un réquiem. Su cuerpo gira con gracilidad, su sonrisa es absorbida por una mueca perene e indescriptible, su ritual ha sido irrumpido por su fiel sirviente –Madame, una nota ha llegado para usted, del conservatorio- La ceja derecha de la fémina se arquea, no le sorprende recibir semejante escrito, siendo honestos lo esperaba… Con impaciencia se sienta sobre una silla justo allí, a las afueras de su balcón. Y la llama de las velas se apaga cuando el viento sopla más fuerte, pero no necesita de su luz para poder descifrar la perfecta caligrafía con la cual esa carta se ha escrito, le basta sólo el reflejo de los rayos plateados de la luna en el papel que sostienen sus huesudas, aceitunadas y tersas manos. Devora las palabras cual doncella enamorada concibe las letras de su poeta siendo la musa aquella que lo lee. Muerde su labio inferior y se pone de pie; participa descalza en un recorrido que sus pensamientos inconscientes trazan en su cabeza, una gota carmín se derrama sobre el amarillento papel y este lo absorbe con famélica ansiedad… -Sara Ascarlani- Le susurra al viento con un suspiro escondido detrás de su mirada verdosa. ¿Cuántas veces había presenciado ella misma un evento en el conservatorio donde era precisamente Sara a quién observaba tras el telón y no a nadie más? Von Fanel era presa de una pasión irrevocable cada que pronunciaban ese nombre…
Desliza la hoja por su cuerpo imaginando que son sus dedos quienes la tocan, embriagándose con el recuerdo que tenía de su perfume ese que, con el tiempo, se torna cada vez más adictivo. Traza una fina línea en medio de sus pechos, baja hasta su ombligo y retira el papel de allí antes de consumirse en el fuego que se desentraña en su ser. Levanta la mirada, su cómplice nocturno (Dimitri), comprende lo que sus labios callan, nadie la conoce mejor que él y no lo haría jamás otro ser que sólo pase por su cama sin preguntarse quién es Ágatha realmente. No es necesario vestir con propiedad. Los caballos han sido preparados para cualquier momento en el que quiera despedirse esta noche de su soledad ¿Curiosidad? No, no es eso lo que toca a su puerta cuando vuelve a releer esas líneas escritas con tanta desenfrenada pasión, tampoco podría llamarse locura o instinto de lascivia. Lorraine entiende que aquella mujer despierta en ella algo que jamás podría describir con palabras simples o esas que en manos de cualquier enfermizo poeta adornaría con su dialecto de palabras rebuscadas. ¿Un carruaje? No, se monta en el caballo y galopa en la obscuridad de su “imperio”. En las calles solitarias, se escucha el trote del garañón pero nadie se atreve a asomar la cabeza para descubrir de quién o qué se trata. Como un augurio de mala fama, las nubes ocultan detrás el perfil de la luna, invocando a la penumbra y escondiendo su sonrisa famélica. La delicada seda de su vestido blanco, se desgarra con las espinas de un rosal que ha sido abandonado a las afueras del mítico conservatorio… Abre la rendija la cual rechina como un felino apedreado por un par de infantes desconsiderados. Su cabeza se gira en dirección a esa ráfaga de viento que ha pronunciado su nombre, puede sentirlo… es un estigma dentro de ella y escucha su voz a cada instante –Ascarlani-
Los pasillos, los muros, cada habitación, hasta lo más recóndito, tienen en sus entrañas inscrito ese maldito nombre… El crujir de la madera bajo sus desnudos pies anuncia la llegada del muerto, sonríe… ya casi llega. Estira su mano para halar la perilla y entrar de una vez por todas a su donde su pecado se encuentra, pero rápidamente la contrae. Von Fanel, esa mujer que desgastaría su maldad en una venganza, se siente reprimida por el nerviosismo que se apodera de ella, el vértigo y/o la incertidumbre de no entender lo que pasará. Está hipnotizada por la profunda mirada de una dama. Recuerda el réquiem con el que danzaba minutos atrás, describir a Sara es como intentar ponerle un color a cada cuerda del violín; siempre impredecible, encontrando que las curvas de su cuerpo son como las notas del mismo instrumento, complicadas y extasiantes. Inspira profundamente, como si el oxígeno le pudiese regresar la vida que le fue arrebatada, como si el aire que transcurre en sus pulmones pudiese devolver a su cuerpo el calor que perdió tras la muerte, como si ella… ¿Pudiese sentir? Entonces, las puertas se abren de par en par, dejando un estruendo tras la acción. La morena clava su mirada en el sillón en medio de aquella habitación, espera encontrarla, espera… ¿Qué es lo que espera? –No- Responde a la cuestión inscrita en la carta. Esa viperina sonrisa se extiende aún más de lo permitido mientras sus orbes bajan al suelo para después observarla felinamente –Perder el conocimiento ante usted es sacrilegio. Parecerá mentira, pero en ninguna de sus presentaciones lo he hecho Madame- Su voz es firme, sabe lo que dice y no tiene miedo a expresarlo aunque lo rescatable de su alma se condene a una infinidad de tormentos, allí en donde Hades reina y la obscuridad es sólo un atavío más para la tierra. –Entiendo que, esta carta ha sido escrita con deseo, lujuria y pasión. Sensaciones bastante entrañables para alguien como nosotras- Se aproxima hasta ella y posa sus manos sensualmente sobre el escritorio –Dígame que es una mentira y la condenaré por alterar mis mórbidos pensamientos para con usted-
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas? {Lorraine Von Fanel} +18
La espera se hacía tediosa e intensa. Cada minuto parecían eternidades y las gotas de incertidumbre embestían los pocos nervios de Sara. La ansiedad era notoria en su cuerpo, ella solo estaba sentada allí, en su silla, esperando la entrada de aquella damisela nocturna que había protagonizado sus últimos episodios de insomnio y noches húmedas delirantes. Su propio cuerpo no era suficiente, necesitaba sentir dentro de ella todo su ser y asimismo, necesitaba desgarrar su cuerpo lentamente, dejar su huella, los rasguños que tanto había fantaseado y contorneado sobre su gélida espalda. Quizás ante este encuentro, podría estar convocando a los mismos espectros infernales que tanto le atormentan, los lazos sexuales de una mujer como Ágatha Lorraine eran de temer, se decía que es el infierno puro, una combinación malévola de impudicia, sensualidad, música y delirio. La tentación perfecta e inevitable para una mujer como Sara Ascarlani. Su respiración entrecortaba de solo imaginarla en sus garras, su piel a lo lejos era tan hipnotizante que parecía vivir sugestionada, como si le llamase a gemidos heridos que la tocase y la hiciese suya, un delirio constante que quiere acabar a como dé lugar.
La hora espectral se acercaba, no había rastro de Lorraine y los pálpitos del reloj de pared retumbaban la oficina confidente de acordes y otros gemidos ahogados. Su vestido se ondeaba ligeramente al son de sus piernas que se contoneaban sobre el sillón de cuero que daba hacia el gran ventanal que levemente lo cubrían cortinas de seda vino tinto. Su vestido era como el néctar carmesí de una inocente virgen, denso y delicioso; de fácil acceso y de gran elegancia. Su aroma impregnaba el lugar, un hedor maldito e incitante que al abrir el portón de su oficina, sabía que caería en sus brazos, o por lo menos, mientras la recibía. Alguno de sus instintos cualquiera le avisó su llegado, sus pupilas dilataron y sus caninos se asomaron levemente sobre sus carnosos labios mientras esbozaba una ligera sonrisa. –Von Fanel- Musitó expectante en escuchar su tan esperada llegada.
El portazo retumbó en todo el conservatorio, por fin había llegado su dama nocturna, Sara no disimuló su sonrisa de satisfacción y al escuchar su particular manera de saludar, ella inmediatamente se dio la vuelta y posó sus esmerilados ojos sobre los suyos. De belleza mortal y jadeo perfecto se concentró en sus sentidos y en su sensual lenguaje corporal. Llevó uno de sus dedos hacia sus labios y los paseó mientras ella despotricaba sarcásticamente las intenciones inocentes de su sutil nota y entonces se levantó lentamente y taconeó firmemente hasta que sus rostros se encontraron en medio de la precaria luz que iluminaban las velas desgastadas. Una de sus manos profanó los cabellos azabaches de la vampiresa y los recorría con aire curioso, se acercó un poco más y luego la observó detenidamente. -Si le digo que es una vil mentira, ¿podría fingir tal ira asesina como para amordazarme sin piedad? O… ¿Tiene alguna otra forma de condena para mí?- Musitó casi en susurros, algo risueña sin dejar su porte dominante. –La he llamado aquí mi querida Lorraine porque me he cansado de tocarla en mis pensamientos divagantes, todos me dejan en la cumbre de la gloria y no me dejan arrastrarla al infierno que nos consumiría totalmente. Deseo dejar de fantasear con sus maldiciones y quiero que ellos se apoderen de mi cuerpo; que me maldigan sin temor alguno.- Desciende su mano que se paseaba sobre su cabello, lo descansa en su perfecta silueta y la acerca un poco más a ella –Veo que usted está casi tan ansiosa como yo y sé muy bien que el fuego que corre por sus venas, está anhelando exorbitantemente ser liberado para saciar todo su deseo de calcinarnos mutuamente- Exclamó.
La hora espectral se acercaba, no había rastro de Lorraine y los pálpitos del reloj de pared retumbaban la oficina confidente de acordes y otros gemidos ahogados. Su vestido se ondeaba ligeramente al son de sus piernas que se contoneaban sobre el sillón de cuero que daba hacia el gran ventanal que levemente lo cubrían cortinas de seda vino tinto. Su vestido era como el néctar carmesí de una inocente virgen, denso y delicioso; de fácil acceso y de gran elegancia. Su aroma impregnaba el lugar, un hedor maldito e incitante que al abrir el portón de su oficina, sabía que caería en sus brazos, o por lo menos, mientras la recibía. Alguno de sus instintos cualquiera le avisó su llegado, sus pupilas dilataron y sus caninos se asomaron levemente sobre sus carnosos labios mientras esbozaba una ligera sonrisa. –Von Fanel- Musitó expectante en escuchar su tan esperada llegada.
El portazo retumbó en todo el conservatorio, por fin había llegado su dama nocturna, Sara no disimuló su sonrisa de satisfacción y al escuchar su particular manera de saludar, ella inmediatamente se dio la vuelta y posó sus esmerilados ojos sobre los suyos. De belleza mortal y jadeo perfecto se concentró en sus sentidos y en su sensual lenguaje corporal. Llevó uno de sus dedos hacia sus labios y los paseó mientras ella despotricaba sarcásticamente las intenciones inocentes de su sutil nota y entonces se levantó lentamente y taconeó firmemente hasta que sus rostros se encontraron en medio de la precaria luz que iluminaban las velas desgastadas. Una de sus manos profanó los cabellos azabaches de la vampiresa y los recorría con aire curioso, se acercó un poco más y luego la observó detenidamente. -Si le digo que es una vil mentira, ¿podría fingir tal ira asesina como para amordazarme sin piedad? O… ¿Tiene alguna otra forma de condena para mí?- Musitó casi en susurros, algo risueña sin dejar su porte dominante. –La he llamado aquí mi querida Lorraine porque me he cansado de tocarla en mis pensamientos divagantes, todos me dejan en la cumbre de la gloria y no me dejan arrastrarla al infierno que nos consumiría totalmente. Deseo dejar de fantasear con sus maldiciones y quiero que ellos se apoderen de mi cuerpo; que me maldigan sin temor alguno.- Desciende su mano que se paseaba sobre su cabello, lo descansa en su perfecta silueta y la acerca un poco más a ella –Veo que usted está casi tan ansiosa como yo y sé muy bien que el fuego que corre por sus venas, está anhelando exorbitantemente ser liberado para saciar todo su deseo de calcinarnos mutuamente- Exclamó.
Sara Ascarlani- Vampiro/Realeza
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Re: ¿Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas? {Lorraine Von Fanel} +18
“Habitual fragilidad que vistes de seda mis impúdicos deseos”
Verle desfilar por la habitación con sus pasos firmes, con esas sombrías intenciones anidadas en la obscuridad de sus pupilas, sin ningún temor, sin ninguna risa; el sendero al iniferno se abría lentamente frente a ella, con el demonio como anfitrión disfrazado de la perfecta silueta femenina y, por si fuese poco, la nota grácil de su voz era como escuchar el cántico de Safo en una lira a la mismísima afrodita. Como si de una espesa niebla se tratase, la fragancia que despide su cuerpo atiborra los sentidos de Von Fanel, quien es devorada insidiosamente por el arte impúdico que se desviste en la profundidad de sus pensamientos. Una imagen dice más que mil palabras, completamente cierto… contradictoriamente falso. Ella puede ser descrita en una infinidad de versos y ser comparada con metáforas paradójicas, pero ninguna de ellas le haría frente al extraordinario reflejo en los orbes verdosos de Lorraine. Se deja acechar cual cordero en la llanura, sin traicionar a sus instintos que proclaman ávidos un solo roce de su piel con la suya. Pero abalanzarse sobre ella para mutilar esos labios con los caninos, absorber el cuerpo con sus manos, destilar su pasión en su cáliz… es un pensamiento absurdo, tienen una maldita eternidad por delante y la tortura de la espera hace cada vez más incitante el momento de la entrega.
Uno a uno, los cabellos que Sara acaricia con sus finas manos, exclaman con insensatez el dolor que sufren al desprenderse de ellos ese gélido tacto de su piel. La locura se compone de tortuosas voces susurrantes, son los demonios que quieren poseerle solo para hacer de la mujer frente a ella, suya y de nadie más. Respira profundamente, encuentra el veneno en el vaho de su boca, las palabras son lo de menos y si no calla ahora mismo… Una mano profana se coloca en su esbelta silueta, ruge su pecho, se estremecen sus sentidos al sentirla tan cerca. Sus pupilas son una llama alimentada por el impúdico deseo oculto en sus entrañas. Observa como sus labios profetizan semejantes confesiones. Es la muerte lenta de una bruja atrapada en el fuego de una hoguera, con el humo negro esparciéndose sobre la humanidad y marcando con su sombra colérica la venganza de la momia en aquel altar de leña; ¡Jodidamente insoportable!. Paciencia no es una virtud que describe a los muertos, menos cuando han sido sentenciados a una eternidad en las lejanías de la vida, sobreviviendo apenas con el tacto idílico de un encuentro escabroso bajo la luz de la pálida luna o un cielo nocturno sin estrellas. Y el vacío en su pecho protagoniza cada noche de desvelo, sin saciarse… ¿Sería ella el sol abrazador que calcinará su desolada existencia? La sonrisa de la fémina se extiende sin poder ser impedida por la prudencia de su razón. Su lengua, esa que ponzoñosa se pasea por la fina comisura de sus labios, ansia con desmesura profanar las fauces de Madame Ascarlani. Sí, Lorraine es consumida por el mismo fervor que a su cómplice aborda.
Entonces clava sus ojos como estacas en los de ella, su sonrisa de medio lado denota la retorcida intención con la cual la mira. –¡Calla ya, Ascarlani!- Ordena. Con sigilosa rapidez ataca. Suave, lentamente, llevando a cabo una ceremonia en la que cada gesto parece destinado a otorgarle mayor interés y atractivo, besa sus labios… está hambrienta y saciará su necesidad en ella. Las hábiles manos de la morena, envidiosas de ella, se posicionan detrás de su nuca para atraerla con fuerza y evitar que retroceda. La aferra de sus cabellos con fiereza, mientras en lo húmedo de sus fauces la guerra se desata. Los colmillos se desenfundan, un rasguño… ¡Un maldito rasguño en su boca y la sangre es derramada! El veneno se confunde entre la saliva de Lorraine y la de Sara, no hay más opción que tragarla y degustarla como manjar mandado a crear exclusivamente para ella, con todas esas enardecidas excentricidades que la fémina se carga. Enreda sus dedos entre los cabellos de la vampiresa. Logra accesar hasta sus oídos en donde deposita caricias con la yema y en el lóbulo de los mismos. Sin soltarla hace girar sus cuerpos hasta que Sara queda de espalda contra la pared, la empotra. Esos brazos que pareciesen tentáculos, se posicionan en su diminuta cintura, deslizándose sobre la curva de esta. Le invade una dosis de codicia, placer, deslumbramiento, al ganar territorio surgiendo los pechos, blancos y turgentes, que sus desesperadas manos palpan en ávida caricia…
Una necesidad idiota de beber, crece en la condesa tanto como el ardor que le hace estremecer ante aquel rose pasional y concienzudo. Su pecho ruge, se desprende repentinamente de ella, un puño se crispa y estampa contra la fina madera del muro, justo al lado de su cabeza. La mira fijamente con sus pupilas teñidas de negro. Su rostro inescrutable esconde el coraje que siente ante la presencia de un arma dominante como lo es Sara. Hunde el rostro en el arco de su cuello, susurra palabras envidiables hasta por los mismos dioses, una Oda a la sangre que será derrochada por su mentón y sacrificada en el suelo. Sin ningún reparo, abre su boca tan grande como puede y clava en sus hombros los caninos. Con su mano izquierda toma la barbilla de Sara para obligarla, en un solo movimiento, verla a los ojos mientras bebe de ella la esencia de la muerte. La suelta, de sus labios escurre el líquido púrpura que robó y sonríe… Ladea la cabeza, su mirada es demencial y sus designios reparan en la obscenidad. El vestido le estorba, el suyo también. Los desgarra con impaciencia. La pálida y torneada pierna de Sara se asoma entre los despojos de la prenda que le ataviaban. Dulce y jodido delirio infernal que muestra con insidiosa altanería el camino al edén, a su cáliz, al olimpo… Lorraine enloquece, se acuclilla ante ella pasando su mano con lentitud sobre su pie, el dorso de su pantorrilla, pierna y descansa con inquietud en su vientre. Arremeten sus labios contra los suyos por segunda ocasión, pero esta vez el beso es más agresivo y famélico que el anterior, restriega su cuerpo contra el de Sara y poco a poco desanuda los listones de su corsé…
Uno a uno, los cabellos que Sara acaricia con sus finas manos, exclaman con insensatez el dolor que sufren al desprenderse de ellos ese gélido tacto de su piel. La locura se compone de tortuosas voces susurrantes, son los demonios que quieren poseerle solo para hacer de la mujer frente a ella, suya y de nadie más. Respira profundamente, encuentra el veneno en el vaho de su boca, las palabras son lo de menos y si no calla ahora mismo… Una mano profana se coloca en su esbelta silueta, ruge su pecho, se estremecen sus sentidos al sentirla tan cerca. Sus pupilas son una llama alimentada por el impúdico deseo oculto en sus entrañas. Observa como sus labios profetizan semejantes confesiones. Es la muerte lenta de una bruja atrapada en el fuego de una hoguera, con el humo negro esparciéndose sobre la humanidad y marcando con su sombra colérica la venganza de la momia en aquel altar de leña; ¡Jodidamente insoportable!. Paciencia no es una virtud que describe a los muertos, menos cuando han sido sentenciados a una eternidad en las lejanías de la vida, sobreviviendo apenas con el tacto idílico de un encuentro escabroso bajo la luz de la pálida luna o un cielo nocturno sin estrellas. Y el vacío en su pecho protagoniza cada noche de desvelo, sin saciarse… ¿Sería ella el sol abrazador que calcinará su desolada existencia? La sonrisa de la fémina se extiende sin poder ser impedida por la prudencia de su razón. Su lengua, esa que ponzoñosa se pasea por la fina comisura de sus labios, ansia con desmesura profanar las fauces de Madame Ascarlani. Sí, Lorraine es consumida por el mismo fervor que a su cómplice aborda.
Entonces clava sus ojos como estacas en los de ella, su sonrisa de medio lado denota la retorcida intención con la cual la mira. –¡Calla ya, Ascarlani!- Ordena. Con sigilosa rapidez ataca. Suave, lentamente, llevando a cabo una ceremonia en la que cada gesto parece destinado a otorgarle mayor interés y atractivo, besa sus labios… está hambrienta y saciará su necesidad en ella. Las hábiles manos de la morena, envidiosas de ella, se posicionan detrás de su nuca para atraerla con fuerza y evitar que retroceda. La aferra de sus cabellos con fiereza, mientras en lo húmedo de sus fauces la guerra se desata. Los colmillos se desenfundan, un rasguño… ¡Un maldito rasguño en su boca y la sangre es derramada! El veneno se confunde entre la saliva de Lorraine y la de Sara, no hay más opción que tragarla y degustarla como manjar mandado a crear exclusivamente para ella, con todas esas enardecidas excentricidades que la fémina se carga. Enreda sus dedos entre los cabellos de la vampiresa. Logra accesar hasta sus oídos en donde deposita caricias con la yema y en el lóbulo de los mismos. Sin soltarla hace girar sus cuerpos hasta que Sara queda de espalda contra la pared, la empotra. Esos brazos que pareciesen tentáculos, se posicionan en su diminuta cintura, deslizándose sobre la curva de esta. Le invade una dosis de codicia, placer, deslumbramiento, al ganar territorio surgiendo los pechos, blancos y turgentes, que sus desesperadas manos palpan en ávida caricia…
Una necesidad idiota de beber, crece en la condesa tanto como el ardor que le hace estremecer ante aquel rose pasional y concienzudo. Su pecho ruge, se desprende repentinamente de ella, un puño se crispa y estampa contra la fina madera del muro, justo al lado de su cabeza. La mira fijamente con sus pupilas teñidas de negro. Su rostro inescrutable esconde el coraje que siente ante la presencia de un arma dominante como lo es Sara. Hunde el rostro en el arco de su cuello, susurra palabras envidiables hasta por los mismos dioses, una Oda a la sangre que será derrochada por su mentón y sacrificada en el suelo. Sin ningún reparo, abre su boca tan grande como puede y clava en sus hombros los caninos. Con su mano izquierda toma la barbilla de Sara para obligarla, en un solo movimiento, verla a los ojos mientras bebe de ella la esencia de la muerte. La suelta, de sus labios escurre el líquido púrpura que robó y sonríe… Ladea la cabeza, su mirada es demencial y sus designios reparan en la obscenidad. El vestido le estorba, el suyo también. Los desgarra con impaciencia. La pálida y torneada pierna de Sara se asoma entre los despojos de la prenda que le ataviaban. Dulce y jodido delirio infernal que muestra con insidiosa altanería el camino al edén, a su cáliz, al olimpo… Lorraine enloquece, se acuclilla ante ella pasando su mano con lentitud sobre su pie, el dorso de su pantorrilla, pierna y descansa con inquietud en su vientre. Arremeten sus labios contra los suyos por segunda ocasión, pero esta vez el beso es más agresivo y famélico que el anterior, restriega su cuerpo contra el de Sara y poco a poco desanuda los listones de su corsé…
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas? {Lorraine Von Fanel} +18
Impaciencia. ¿Cuantos orgasmos en su nombre? ¿Cuantos fluidos desgastados en sábanas blancas cuando pudieron ser bebidas por sus gélidos labios? Delirio. Eso era Sara. Maldición. Eso era Von Fanel y su maldita demencia. La vampiresa no había terminado de taconear los pisos marmolados de la oficina cuando su cuerpo se entregaba con vehemencia al de Ascarlani, quien la esperaba ávidamente. La sostuvo en sus brazos y se dejó devorar los labios, sus vestimentas, y dejó recorrer a la pequeña gatita, su objeto sexual. La divertía, y le hacía creer que era su presa fácil. La estudiaba, la disfrutaba. El silencio espectral que se apoderaba del momento, fue profanado por el sonoro gemido que emanó de los gélidos labios de Ascarlani, cuando la infeliz clavó sus caninos sobre su cuello. Desde ese momento ella supo que la velada iba a ser eterna. Deliraba, Sara contoneaba sus caderas al son de los besos que Von Fanel le daba, relamía sus labios y observaba como se saciaba de ella, alucinaba con imágenes de las dos en el momento culminante, en el límite de sus existencias, como si fuese posible morir nuevamente. Se mutilaban, se tomaban y se consumían de una jodida y única vez. La juguetona gatita, resultó ser toda una pantera.
La necesidad de seguir jugando con su cordura, de enloquecerla y de despertar esa bestia que se escondía tras esos penetrantes ojos de ébano, arremetía a Ascarlani a perder la noción del precario control que le quedaba. Sus gélidas manos persiguieron el rastro de Von Fanel que se contoneaba con esa insistencia de sentir el contacto de la piel. Desgarró su corsé con afán y se lanzó hacia a ella tomándola del cuello con fuerza. Profanó su boca y devoró sus labios con ese salvajismo que solo podía emanar de su cuerpo. -Maldita seas, Ágatha- Le susurró al oído. Descendió lentamente sobre el contorno de su silueta, y la dibujó con su lengua dejando el rastro de la sangre derramada de sus labios. Descansó en sus pechos, clavó sus garras sobre su espalda y la empotró sobre el escritorio que tenía cerca. Se embriagó en sus senos, y sus manos tocaban la sonata más compleja en cada centímetro del cuerpo de Von Fanel.
Ascarlani, inmersa en el deseo, y poseída por el infierno de su sexo, enloquecía a cada tacto del cuerpo de Ágatha ahora mojada en el néctar carmesí que brotaba de su cuello. Descendió lentamente hacia su abdomen. Jugaba con su lengua, la provocaba, descendía hacia el preludio de los mares infernales, la muerte personificada en su sexo, y se desviaba a sus piernas que ya tenían el vestigio de su humedad. Basta de juegos y provocaciones indecorosas, la quería para ella, ahora, o de inmediato. Elevó su rostro y la observo con sus esmerilados ojos penetrantes y anhelantes de su sangre, su sudor, sus fluidos. Le sonrió como una demente, se relamía frente a ella. La tomó del cuello, y la acostó de espaldas sobre su escritorio -Dejemos de jugar- Musitaba entre jadeos. Se colocó encima de ella y amarró sus manos con unas cuerdas viejas de su violoncello, entonces jaló con fuerza su cabello dejando al descubierto su tan apetitoso cuello, y entonces clavó sus afilados colmillos sobre él, desgarró su piel y se embriagó del espeso licor tan deseado por sus labios.
La necesidad de seguir jugando con su cordura, de enloquecerla y de despertar esa bestia que se escondía tras esos penetrantes ojos de ébano, arremetía a Ascarlani a perder la noción del precario control que le quedaba. Sus gélidas manos persiguieron el rastro de Von Fanel que se contoneaba con esa insistencia de sentir el contacto de la piel. Desgarró su corsé con afán y se lanzó hacia a ella tomándola del cuello con fuerza. Profanó su boca y devoró sus labios con ese salvajismo que solo podía emanar de su cuerpo. -Maldita seas, Ágatha- Le susurró al oído. Descendió lentamente sobre el contorno de su silueta, y la dibujó con su lengua dejando el rastro de la sangre derramada de sus labios. Descansó en sus pechos, clavó sus garras sobre su espalda y la empotró sobre el escritorio que tenía cerca. Se embriagó en sus senos, y sus manos tocaban la sonata más compleja en cada centímetro del cuerpo de Von Fanel.
Ascarlani, inmersa en el deseo, y poseída por el infierno de su sexo, enloquecía a cada tacto del cuerpo de Ágatha ahora mojada en el néctar carmesí que brotaba de su cuello. Descendió lentamente hacia su abdomen. Jugaba con su lengua, la provocaba, descendía hacia el preludio de los mares infernales, la muerte personificada en su sexo, y se desviaba a sus piernas que ya tenían el vestigio de su humedad. Basta de juegos y provocaciones indecorosas, la quería para ella, ahora, o de inmediato. Elevó su rostro y la observo con sus esmerilados ojos penetrantes y anhelantes de su sangre, su sudor, sus fluidos. Le sonrió como una demente, se relamía frente a ella. La tomó del cuello, y la acostó de espaldas sobre su escritorio -Dejemos de jugar- Musitaba entre jadeos. Se colocó encima de ella y amarró sus manos con unas cuerdas viejas de su violoncello, entonces jaló con fuerza su cabello dejando al descubierto su tan apetitoso cuello, y entonces clavó sus afilados colmillos sobre él, desgarró su piel y se embriagó del espeso licor tan deseado por sus labios.
Sara Ascarlani- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/06/2010
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Re: ¿Me dejarás dormir al amanecer entre tus piernas? {Lorraine Von Fanel} +18
La sinfonía resuena en su cabeza y es el chillar de los violines, lo que anuncia el estruendo fatalista de una posesión carnal. El deseo se esgrime frente a ella entre fúnebres notas del réquiem sexual; es su cuerpo el laberinto de las tablaturas, es su sexo el clímax de la sádica sonata. No puede verle a los ojos sin sentirse corriente, humillada, embalsamada con el deseo impertinente de su mirada. El corsé cede a su mano, como el papel se vuelve frágil en la humedad del agua. Su sonrisa se abre paso entre sus labios y se pierde en las ardientes caricias de sus manos. Puede sentir como la toca con la delicadeza del músico, sus dedos se mueven a través de su cuerpo, flotando en cada zona erógena de su piel. Es como el pianista que hunde las teclas de su piano con el cuidado y la pericia del amor a la música. Suspira jadeante. Susurra el nombre Ascarlani en su mente. Y su cuerpo se pega al escritorio como una muñeca de trapo se somete ante su titiritera. Lorraine, lejos de soñar con su libertad, adquiere la perspectiva de la cárcel de cristal, una de la que no quiere escapar, una en donde la obscuridad no puede penetrar y sólo es esquivada por la fulminante nota que grita el placer con cada estallido de sus entrañas. Se muerde el labio inferior anticipándose a los pensamientos de la vampiresa mientras esta ata sus muñecas. Admira su destreza, las cuerdas del violonchelo expresan más sobre la mujer de lo que pudiera desear.
Las líneas rojas de su sangre, crean un camino insipiente sobre su piel. Las curvas son traicioneras y rodean el contorno de sus pechos. Salpica parte de su valle y ve la corriente púrpura por debajo de su barbilla. Arquea la espalda estremeciéndose por el calor de los incisivos en su cuello. Abre las piernas, rodea las caderas ajenas con siniestra destreza, sube las manos –aún atadas- por encima de su cabeza y las pasa por detrás de la nuca de Sara. Así, sus muñecas quedan pegadas al cuello de su amante. Se muerde el labio inferior entrecerrando los ojos y deslizando su cuerpo hacia abajo, moviendo su cabeza para abrir el paso a su arteria. Sus piernas se cerraron en el contorno de Sara. La atrajo a su interior con ferocidad, reclamo, deseo. Sin embargo, lejos de ser una súplica, era una tenue advertencia. Completamente ignorada por el hambre de la vampiresa, Lorraine la deja alimentarse como lo hace un bebé de su madre. Acaricia los cabellos de su nuca con la libertad mermada de las ataduras. No obstante, después de varios segundos creando círculos, la jala del cabello obligándole a retroceder de su cuello. La observa desde su ángulo y levanta la cabeza para poseer sus labios, prueba de ellos la mezcla de sangre con su saliva. Es intoxicarte, como el veneno, pero jodidamente adictiva como las drogas. –Uhmm- Su aliento choca contra la comisura de las fauces ajenas.
En sus labios, se forma esa sonrisa siniestra llena de sombrías intenciones. Se aferra fuertemente a ella y hace girar sus cuerpos. Caen al suelo, Lorraine por encima de Sara. Postrada sobre ella, como una gata agazapada en una rama, dobla la espalda hacia atrás bajando con lentitud. Sus pechos se pegan contra los de Sara, duros, redondos, perfectos. Se restriega contra ella una y otra vez. No puede tocarla con las manos pues aún no ha roto las cuerdas, ni desea hacerlo. Se inclina hacia atrás para pegar su barbilla contra el cuello de la –por ahora- inmovilizada vampiresa. Desenfunda los colmillos y pasa la punta de estos por encima de la piel, no rompe, no desgarra, sólo estimula bajo una pesada caricia antinatural. Desliza la lengua por la curvatura de sus pechos, la punta se abre paso hasta uno de los pezones y delinea la aureola con el filo de un colmillo. Al notarlo rosado por el estimulo, succiona y pasando su húmeda lengua por el mismo camino a manera de bálsamo. Mordisquea a la par en que su pelvis baja justo entre las piernas de la vampiresa y rosa su intimidad con la propia. El cabello de Lorraine cae completamente despeinado por ambos arcos de su cuerpo, llegando hasta la piel desnuda de Ascarlani. Terminando su trabajo en uno de sus pechos, besa y mordisquea el valle entre ambos hasta pasarse al otro con el mismo hambre. Sus caderas comienzan a moverse subiendo y bajando, siguiendo el ritmo inconsciente de su lujuria.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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