AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¡Que llueva el ron! [ Priv. Benjamin Griezmann]
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¡Que llueva el ron! [ Priv. Benjamin Griezmann]
El día había transcurrido con gran rapidez, aunque bien cierto era que a Portia no le había salido ningún "trabajito" durante toda la mañana y toda la tarde. Quizás a la noche tendría más suerte, pero tras callejear un poco por París, aquella ciudad tan hermosa, recordó casi aterrada un nimio detalle: no había probado nada de alcohol en dos días ¿¡Dos días!? ¿Acaso se había vuelto monja, o qué? Decidió rápidamente solucionar aquel pequeño tema. No, no se le había pasado por la cabeza que probablemente acabaría borracha de nuevo y que era más que probable que tuviese que arreglar algún asuntillo por la noche, por todo eso de las criaturas de las tinieblas, y blablabla. Se dirigía rápidamente a la taberna del lugar, notando a cada paso su garganta más y más seca, como si hubiese andado durante días por el desierto y no hubiese tenido al alcance ni un mísero trago de agua. Era perfectamente consciente de que actuar así no era propio de una señorita, pero ¿qué mas daba? Las semanas de caza con su padre ya le mostraron que no sería jamás una señorita cualquiera. O bueno, ni siquiera una señorita, casi estaba destinada a ser un hombre en el cuerpo de una mujer.
Por fin llegó a la puerta de la taberna, la cual abrió sin delicadeza alguna y, tras echar un rápido vistazo a los asientos libres (y al descubrir que no había ninguno) se dirigió emocionada a la barra. Nada daba a entender qué quería realmente aquella mujer, pues, aunque sus ropajes eran bastante sencillos y Portia vestía pantalones, el simple hecho de llevar el pelo recogido junto el aroma de un suave perfume, hacían que cualquier acto que fuese a llevar a cabo aquella mujer (por cómo era ella) fuese absolutamente impensable para cualquiera de los presentes. Pero así era ella -¡Buenos días y gratas noches!- saludó enérgicamente al camarero, llevándose el dedo índice y en corazón al cuello y dando allí dos golpecitos -Le haría usted un gran favor a esta damisela si le sirviera ron, caballero- dijo con una amplia sonrisa mientras se sacaba unas cuantas monedas del bolsillo y las dejaba ordenadamente en la barra. Ignoró por completo las miradas curiosas y algunas asqueadas de los presentes, y cuando el camarero quedó perplejo ante la cazadora, Portia se vio obligada a hacer un gesto con la mano que daba a entender un "ale, ale, ve".
No tardó mucho en ser servida, siendo primero apoyado frente a ella un basto vaso de vidrio, para después ser rellenado con una botella que albergaba el líquido marronáceo que quería en su interior -Gracias, sai- dijo Portia aún sonriendo, pero al ver que el camarero iba a retirar la botella de su lado, la cazadora llevó con delicadeza una de sus manos a la ajena y ahí la posó, acariciando con cuidado dicha piel mientras miraba con sensualidad a los ojos del camarero -Es más cómodo para ambos si la deja aquí, sai- dijo en un murmullo perfectamente audible, para después dejar de tocar la mano del varón y esperar a que se apartara. Y así lo hizo, dejando a la fémina "sola" en la barra junto a su preciado ron. Se llevó el vaso con alcohol a los labios con delicadeza, pero una vez llegados a aquel punto, introdujo el alcohol en su boca con una rapidez alarmante. Y a aquella velocidad era a la que la joven Portia llenaba el vaso y volvía a vaciarlo, hasta que el vidrio chocó por quinta vez contra la madera. Cierto rubor se hacía ya notable en las mejillas de Portia, quien, de pie frente a la barra y con cada mano sujetando el vaso y la botella, había comenzado a reírse con una suave risilla, casi inaudible pero que a los demás se le podría antojar traviesa -¡Bestia animosa cuantificada!- soltó, de repente, solo Dios sabiendo a qué se refería.
Por fin llegó a la puerta de la taberna, la cual abrió sin delicadeza alguna y, tras echar un rápido vistazo a los asientos libres (y al descubrir que no había ninguno) se dirigió emocionada a la barra. Nada daba a entender qué quería realmente aquella mujer, pues, aunque sus ropajes eran bastante sencillos y Portia vestía pantalones, el simple hecho de llevar el pelo recogido junto el aroma de un suave perfume, hacían que cualquier acto que fuese a llevar a cabo aquella mujer (por cómo era ella) fuese absolutamente impensable para cualquiera de los presentes. Pero así era ella -¡Buenos días y gratas noches!- saludó enérgicamente al camarero, llevándose el dedo índice y en corazón al cuello y dando allí dos golpecitos -Le haría usted un gran favor a esta damisela si le sirviera ron, caballero- dijo con una amplia sonrisa mientras se sacaba unas cuantas monedas del bolsillo y las dejaba ordenadamente en la barra. Ignoró por completo las miradas curiosas y algunas asqueadas de los presentes, y cuando el camarero quedó perplejo ante la cazadora, Portia se vio obligada a hacer un gesto con la mano que daba a entender un "ale, ale, ve".
No tardó mucho en ser servida, siendo primero apoyado frente a ella un basto vaso de vidrio, para después ser rellenado con una botella que albergaba el líquido marronáceo que quería en su interior -Gracias, sai- dijo Portia aún sonriendo, pero al ver que el camarero iba a retirar la botella de su lado, la cazadora llevó con delicadeza una de sus manos a la ajena y ahí la posó, acariciando con cuidado dicha piel mientras miraba con sensualidad a los ojos del camarero -Es más cómodo para ambos si la deja aquí, sai- dijo en un murmullo perfectamente audible, para después dejar de tocar la mano del varón y esperar a que se apartara. Y así lo hizo, dejando a la fémina "sola" en la barra junto a su preciado ron. Se llevó el vaso con alcohol a los labios con delicadeza, pero una vez llegados a aquel punto, introdujo el alcohol en su boca con una rapidez alarmante. Y a aquella velocidad era a la que la joven Portia llenaba el vaso y volvía a vaciarlo, hasta que el vidrio chocó por quinta vez contra la madera. Cierto rubor se hacía ya notable en las mejillas de Portia, quien, de pie frente a la barra y con cada mano sujetando el vaso y la botella, había comenzado a reírse con una suave risilla, casi inaudible pero que a los demás se le podría antojar traviesa -¡Bestia animosa cuantificada!- soltó, de repente, solo Dios sabiendo a qué se refería.
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/12/2011
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Re: ¡Que llueva el ron! [ Priv. Benjamin Griezmann]
No era la mejor taberna de París, pero al menos era razonablemente barata. Y después de los últimos excesos que había llevado a cabo aquella última semana lo mejor era ahorrarle más esfuerzos a su ya mermada bolsa. Estaba sentado a la mesa con algunos compañeros del trabajo, comentando los pormenores de de las últimas órdenes dadas desde el ayuntamiento y el ministerio, pero Benjamin no le prestaba demasiada atención a la conversación. Bastante tenía con trabajar en durante el día atento a todo aquello como para hacerlo también con una copa de vino de por medio.
En lugar de eso paseaba la vista por los demás clientes, tratando de desentrañar alguna historia para sus relatos o de encontrar algo que le llamara la atención. Viejos y jóvenes; pobres o no muy pobres; damiselas que se hacían pasar por putas o las que lo mostraban abiertamente… Incluso hubiera jurado reconocer al sacerdote del barrio, pero sin el alzacuello y la toga era difícil de asegurar.
Cuando la puerta de la taberna se abrió y entró una mujer ésta llamó poderosamente la atención de Benjamin. No sólo por sus andares y gestos, sino también por esos pequeños detalles como vestir con ropa de hombre. El escritor sonrió ante aquella estampa y le prestó toda su atención, dejando todavía más de lado la conversación que mantenían sus compañeros. Vio como llegaba a la barra, cómo exigía ron (y convencía al tabernero para que dejara la botella junto a ella) y cómo empezaba a darle buenos tientos al vaso, vaciándolo de un trago cada vez. Imitándola, Benjamin empezó a beber también de su copa, aunque a un ritmo bastante más lento y saboreándolo.
Cuando se quiso dar cuenta vio que sus acompañantes se preparaban para marcharse, pero el escritor les despidió con un gesto; él se quedaría otra poco más. El grupo se despidió de él y se marcharon, dejándolo a él en la soledad de la mesa, todavía observando de forma nada discreta a la mujer. Hasta que ésta lanzó un grito a nadie en particular, que sirvió un poco de señal para Benjamin. Se puso en pie con la copa de vino en la mano y se acercó a ella, con una sonrisa amigable pintada en el rostro.
-Buenas noches tenga usted señorita-dijo al llegar a su lado-. Confío en que no le moleste que me siente a su lado-continuó mientras dejaba sus posaderas sobre un taburete cercano y sacaba su pipa del interior de la chaqueta para empezar a prepararla-. He visto a viejos y robustos marineros caer con menos alcohol en la sangre. Tengo que admitir que no había presenciado nada igual-terminó diciendo sin dejar de sonreír-. Y que estoy impresionado.
En lugar de eso paseaba la vista por los demás clientes, tratando de desentrañar alguna historia para sus relatos o de encontrar algo que le llamara la atención. Viejos y jóvenes; pobres o no muy pobres; damiselas que se hacían pasar por putas o las que lo mostraban abiertamente… Incluso hubiera jurado reconocer al sacerdote del barrio, pero sin el alzacuello y la toga era difícil de asegurar.
Cuando la puerta de la taberna se abrió y entró una mujer ésta llamó poderosamente la atención de Benjamin. No sólo por sus andares y gestos, sino también por esos pequeños detalles como vestir con ropa de hombre. El escritor sonrió ante aquella estampa y le prestó toda su atención, dejando todavía más de lado la conversación que mantenían sus compañeros. Vio como llegaba a la barra, cómo exigía ron (y convencía al tabernero para que dejara la botella junto a ella) y cómo empezaba a darle buenos tientos al vaso, vaciándolo de un trago cada vez. Imitándola, Benjamin empezó a beber también de su copa, aunque a un ritmo bastante más lento y saboreándolo.
Cuando se quiso dar cuenta vio que sus acompañantes se preparaban para marcharse, pero el escritor les despidió con un gesto; él se quedaría otra poco más. El grupo se despidió de él y se marcharon, dejándolo a él en la soledad de la mesa, todavía observando de forma nada discreta a la mujer. Hasta que ésta lanzó un grito a nadie en particular, que sirvió un poco de señal para Benjamin. Se puso en pie con la copa de vino en la mano y se acercó a ella, con una sonrisa amigable pintada en el rostro.
-Buenas noches tenga usted señorita-dijo al llegar a su lado-. Confío en que no le moleste que me siente a su lado-continuó mientras dejaba sus posaderas sobre un taburete cercano y sacaba su pipa del interior de la chaqueta para empezar a prepararla-. He visto a viejos y robustos marineros caer con menos alcohol en la sangre. Tengo que admitir que no había presenciado nada igual-terminó diciendo sin dejar de sonreír-. Y que estoy impresionado.
Benjamin Griezmann- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/12/2011
Re: ¡Que llueva el ron! [ Priv. Benjamin Griezmann]
La garganta de la fémina se encontraba algo caliente e irritada, pero eso no le impedía seguir llevando el vaso a la boca como si no hubiera mañana, como si de agua se tratara el día más caluroso del todo el verano. No dejaba de tener gracia, pues realmente no le encontraba el por qué al beber como una bestia delante de tanta gente. Se encogió de hombros para sí misma tras haber gritado lo último, algo que claramente había hecho que unos cuantos de los presentes volvieran la cabeza para observar quién osaba aguarles la noche. ¡Que se fueran al infierno! Ella tenía todo el derecho del mundo a estar allí, disfrutando de una buena bebida que realmente no se podía permitir con la única compañía de sus recuerdos. Pero eso poco pareció durar; pronto notó la presencia de un varón a su lado, acercándose a ella, algo curioso dado que en su estado lo normal era que no se hubiese enterado ni de quién le hablaba.
No se volvió hacia él hasta que no le dirigió la palabra, aún con los dedos rodeando casi con ansiedad el vaso vacío que descansaba en la madera de la barra, y le ofreció una de las más amplias sonrisas que había pintado jamás en su rostro. Era uno de los efectos del alcohol, sinduda, pues si bien Portia siempre se mostraba agradable y alegre, no era normal (en realidad en nadie) sonreír de ese modo a un desconocido, pues casi parecía que se trataba de un viejo amigo de toda la vida. Además, la sonrisa que portaba el varón hacía que la propia no se desvaneciera y quedasen los blancos dientes de la cazadora al descubierto -Y largos días para su siembra, caballero, siéntese donde guste- dijo con un suave tono de voz, para después soltar una risilla que no se molestó en ocultar. Sus ojos, aunque no lo pudieran parecer, analizaban como podían el lenguaje corporal de su -esperaba- compañero de bebida. "Vino y pipa...hmm...interesante" pensó, sin quitarle el ojo de encima.
Las próximas palabras del desconocido no hacían más que divertir a la cazadora, pues su capaz de ingerir alcohol la conocía de sobra. Por eso mismo, no le sorprendía en absoluto impresionar a un caballero con costumbres de buena cuna -¿Marineros, dice?- comenzó, volviéndose por completo hacia su acompañante, con el vaso en mano y señalándolo con un dedo de dicha mano -Esos viejos lobos de mar solo piensan en Jesús Hombre cuando meten licor por sus gargantas- posó el vaso en la barra, para estar más cómoda -Así no me extraña que sus estómagos rechacen semejante placer- terminó, sonriendo ladinamente -Pero agradezco sus alabanzas, sai, aunque temo que su nombre me es desconocido- dijo, para a continuación llevar su mano hacia el hombre -Portia Bellefleur, para servirle- terminó con una amplia sonrisa. De nuevo, un gesto solo propio de Portia: ir a estrechar la mano cuando debiera hacer una ligera reverencia, aunque la verdad era que se había acostumbrado a adquirir el saludo propio de los negocios -¿Gusta de acompañarme con una bebida de hombres?- preguntó finalmente alcanzando la botella aún llena de ron, mostrando que repudiaba en cierta manera el vino.
No se volvió hacia él hasta que no le dirigió la palabra, aún con los dedos rodeando casi con ansiedad el vaso vacío que descansaba en la madera de la barra, y le ofreció una de las más amplias sonrisas que había pintado jamás en su rostro. Era uno de los efectos del alcohol, sinduda, pues si bien Portia siempre se mostraba agradable y alegre, no era normal (en realidad en nadie) sonreír de ese modo a un desconocido, pues casi parecía que se trataba de un viejo amigo de toda la vida. Además, la sonrisa que portaba el varón hacía que la propia no se desvaneciera y quedasen los blancos dientes de la cazadora al descubierto -Y largos días para su siembra, caballero, siéntese donde guste- dijo con un suave tono de voz, para después soltar una risilla que no se molestó en ocultar. Sus ojos, aunque no lo pudieran parecer, analizaban como podían el lenguaje corporal de su -esperaba- compañero de bebida. "Vino y pipa...hmm...interesante" pensó, sin quitarle el ojo de encima.
Las próximas palabras del desconocido no hacían más que divertir a la cazadora, pues su capaz de ingerir alcohol la conocía de sobra. Por eso mismo, no le sorprendía en absoluto impresionar a un caballero con costumbres de buena cuna -¿Marineros, dice?- comenzó, volviéndose por completo hacia su acompañante, con el vaso en mano y señalándolo con un dedo de dicha mano -Esos viejos lobos de mar solo piensan en Jesús Hombre cuando meten licor por sus gargantas- posó el vaso en la barra, para estar más cómoda -Así no me extraña que sus estómagos rechacen semejante placer- terminó, sonriendo ladinamente -Pero agradezco sus alabanzas, sai, aunque temo que su nombre me es desconocido- dijo, para a continuación llevar su mano hacia el hombre -Portia Bellefleur, para servirle- terminó con una amplia sonrisa. De nuevo, un gesto solo propio de Portia: ir a estrechar la mano cuando debiera hacer una ligera reverencia, aunque la verdad era que se había acostumbrado a adquirir el saludo propio de los negocios -¿Gusta de acompañarme con una bebida de hombres?- preguntó finalmente alcanzando la botella aún llena de ron, mostrando que repudiaba en cierta manera el vino.
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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Re: ¡Que llueva el ron! [ Priv. Benjamin Griezmann]
A Benjamin le divertía aquella mujer. Le divertía sus gritos y voces. Cómo movía el cuello o decía frases incoherentes a causa del alcohol que recorría en aquél momento su cuerpo. Le divertía que vistiera como un hombre y hablara como cualquier viejo soldado o marinero. En conjunto, le divertía toda ella. Y sólo por eso ya había merecido la pena acercarse a la barra del bar y dirigirle la palabra.
Terminó por fin de preparar la pipa, se la llevó a la boca y la encendió con una cerilla. Dio un par de bocanadas a la boca de la pipa y por fin el humo empezó a salir de la cazoleta poco a poco, flotando perezoso sobre su cabeza. Le gustaba el sabor del tabaco y cómo bajaba por la garganta y los pulmones. Exhaló el humo mientras sonreía al oír todo lo que la tal Portia Bellefleur tenía que decirle. La mitad no tenía demasiado sentido, pero no por ello era menos divertido. Tanto que acabó riendo casi a carcajadas.
-Sin duda. Pequeños debiluchos que no pueden compararse con su bravura-respondió Benjamin antes de terminar lo que quedaba de vino de un solo trago, en parte animado por las chanzas de la mujer. Luego se giró para devolverle el apretón de manos con fuerza y vehemencia, decidido a seguirle el juego y a ver dónde acababa todo aquello. El gesto le había sorprendido, y mucho, pero no por ello iba a ser un maleducado y no devolvérselo, al fin y al cabo aquella mujer seguramente podría partirle por la mitad como a una ramita. Y no iba a ser él quién la hiciera enfadar-. Mis padres tuvieron por bien llamarme Benjamin Griezmann, pero llámeme como gustéis señorita Bellefleur-respondió. Cuando retiró la mano la flexionó al sentirla ligeramente dolorida.
Cuando oyó aquello último el escritor dio otra calada a su pipa y dejó salir el humo en forma de círculo, meditando una buena respuesta que darle. Al final no se le ocurrió nada demasiado ingenioso y se limitó a decir al simple:
-Claro, póngame un poco de bebida para hombres de verdad-respondió sin perder, eso sí, la sonrisa. Poco a poco se le iba pegando la forma de hablar y actuar de Portia-. ¡La vida son dos días y hay que disfrutarla!, ¿no?
Terminó por fin de preparar la pipa, se la llevó a la boca y la encendió con una cerilla. Dio un par de bocanadas a la boca de la pipa y por fin el humo empezó a salir de la cazoleta poco a poco, flotando perezoso sobre su cabeza. Le gustaba el sabor del tabaco y cómo bajaba por la garganta y los pulmones. Exhaló el humo mientras sonreía al oír todo lo que la tal Portia Bellefleur tenía que decirle. La mitad no tenía demasiado sentido, pero no por ello era menos divertido. Tanto que acabó riendo casi a carcajadas.
-Sin duda. Pequeños debiluchos que no pueden compararse con su bravura-respondió Benjamin antes de terminar lo que quedaba de vino de un solo trago, en parte animado por las chanzas de la mujer. Luego se giró para devolverle el apretón de manos con fuerza y vehemencia, decidido a seguirle el juego y a ver dónde acababa todo aquello. El gesto le había sorprendido, y mucho, pero no por ello iba a ser un maleducado y no devolvérselo, al fin y al cabo aquella mujer seguramente podría partirle por la mitad como a una ramita. Y no iba a ser él quién la hiciera enfadar-. Mis padres tuvieron por bien llamarme Benjamin Griezmann, pero llámeme como gustéis señorita Bellefleur-respondió. Cuando retiró la mano la flexionó al sentirla ligeramente dolorida.
Cuando oyó aquello último el escritor dio otra calada a su pipa y dejó salir el humo en forma de círculo, meditando una buena respuesta que darle. Al final no se le ocurrió nada demasiado ingenioso y se limitó a decir al simple:
-Claro, póngame un poco de bebida para hombres de verdad-respondió sin perder, eso sí, la sonrisa. Poco a poco se le iba pegando la forma de hablar y actuar de Portia-. ¡La vida son dos días y hay que disfrutarla!, ¿no?
Benjamin Griezmann- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/12/2011
Re: ¡Que llueva el ron! [ Priv. Benjamin Griezmann]
Las palabras de la fémina salían de su boca como si toda su vida hubiese dedicado a hablar sobre el tema, además de que la embriaguez no había afectado a su capacidad del habla. Quizás sí en el equilibrio (mas el apoyo que le ofrecía la barra le evitaban pasar la vergüenza de caerse), pero su voz seguía teniendo una tonalidad alegre e incluso algo inocente, pero pudiera ser que no hubiera nada más que se encontrara más lejos de la realidad que aquella impresión. Salvo la de alegre. Portia siempre se mostraba de ese modo, bien con alcohol o bien sin él. Así que agradecía la presencia del que más tarde se presentó como Benjamin, un tipo porlo menos agradable a simple vista -[colorroyalblue]¡Ea, veo que me ha entendido![/color]- contestó con una amplia sonrisa cuando Benjamin le dio la razón respecto a los marineros y su aguante con el alcohol ¿Y esa fama de bebedores? Una vez ella sola fue capaz de tumbar a cinco hombres que decían ser capaces de beberse todo tipo de licor. Aquella noche, el bar tuvo que cerrar antes de tiempo y los viejos lobos de mar durmieron en la calle, inconscientes, mientras Poetia volvía a casa dando tumbos y prefiriendo no pensar en el día siguiente.
Tras el apretón de manos a continuación de un nuevo vaso de vino vacío Portia pasó por alto varios gestos de extrañeza, así como también uno de dolor. Si hubiera estado sobria, habría pedido perdón de la manera más peculiar del munco, pero por desgracia o por fortuna...no era así -Encantada, Benjamin- empezó la cazadora, haciendo una ligera reverencia con la cabeza -Puedes tutearme, si a bien tienes- poco le importaban a la señorita Bellefleur los formalismos en aquel momento, aunque debía ser sincera: ni en aquel momento, ni nunca ¿no lo mostraban acaso su forma de hablar, su vestimenta y sus saludos? Esperó ansiosa a que el varón aceptara ser su compañero de bebidas aquella noche, con una exagerada expresión de impaciencia, la cual acabó dando paso a la alegría y al triunfo al escuchar una respuesta afirmativa. Dio un golpe en la barra con la palma de la mano, haciendo de ese modo que el vaso que se encontrasba a su lado temblara un tanto -¡Vaya que sí!- exclamó, para después buscar con la mirada al camarero, ahora entretenido hablando con unas bellas cortesanas. Sí, definitivamente había gran diferencia entre ellas, pero nada en el mundo haría que la autoestima de Portia cayera -¡Garçon!- vociferó, a modo de burla, pues más que claro estaba que el camarero no se trataba de ningún muchacho -¡Deja de garlar con damas de pútridos genitales!- más de una persona, además de las prostitutas y el propio camarero, dirigieron la mirada hacia la mujer, algunas divertidas y otras de odio, como las pudieran ser las de las cortesanas.
Aún pareciendo una mujer de los bajos fondos y maleducada, el camarero pareció tener de repente unas ganas increíbles de atenderla, y poco tardó en acercarse a su posición. Portia carraspeó antes de hablar, intentando volver su tono algo más relajado y educado -Me va a poner usted una botella de whisky, ¿sí?- de nuevo, una sonrisa. Así fue como su bebida fue servida, además de otro par de vasos, en menos tiempo del que cabía esperar -Gracias, caballero- murmuró al mismo tiempo que posaba otras tantas monedas en la barra, monedas en las que quedaba incluída la propina. Portia sirvió el licro en ambos vasos, y cogió uno de ellos para ofrecérselo a su acompañante, que curiosamente seguía allí -Ahí tienes- esperó a que Benjamin agarrase el vaso para hacer ella lo propio con el suyo, acercarlo muy lentamente a los vasos e, increíblemente, dándole un pequeño sorbo. Sí, así sería al principio pues, dentro de lo que cabía, a Portia no lo agradaba mezclar licores -Bien, bien, Benjamin, hijodealguien...¿qué te ha traído hasta esta atractiva mujer?- dijo, casi seria -¿Acaso disfrutas acosando mujeres?- sonrió de lado, señalando con dedo acusador a Benjamin, con la mano que sujetaba el (por ahora) vaso lleno, manteniendo como punto de apoyo el codo de dicho brazo.
Tras el apretón de manos a continuación de un nuevo vaso de vino vacío Portia pasó por alto varios gestos de extrañeza, así como también uno de dolor. Si hubiera estado sobria, habría pedido perdón de la manera más peculiar del munco, pero por desgracia o por fortuna...no era así -Encantada, Benjamin- empezó la cazadora, haciendo una ligera reverencia con la cabeza -Puedes tutearme, si a bien tienes- poco le importaban a la señorita Bellefleur los formalismos en aquel momento, aunque debía ser sincera: ni en aquel momento, ni nunca ¿no lo mostraban acaso su forma de hablar, su vestimenta y sus saludos? Esperó ansiosa a que el varón aceptara ser su compañero de bebidas aquella noche, con una exagerada expresión de impaciencia, la cual acabó dando paso a la alegría y al triunfo al escuchar una respuesta afirmativa. Dio un golpe en la barra con la palma de la mano, haciendo de ese modo que el vaso que se encontrasba a su lado temblara un tanto -¡Vaya que sí!- exclamó, para después buscar con la mirada al camarero, ahora entretenido hablando con unas bellas cortesanas. Sí, definitivamente había gran diferencia entre ellas, pero nada en el mundo haría que la autoestima de Portia cayera -¡Garçon!- vociferó, a modo de burla, pues más que claro estaba que el camarero no se trataba de ningún muchacho -¡Deja de garlar con damas de pútridos genitales!- más de una persona, además de las prostitutas y el propio camarero, dirigieron la mirada hacia la mujer, algunas divertidas y otras de odio, como las pudieran ser las de las cortesanas.
Aún pareciendo una mujer de los bajos fondos y maleducada, el camarero pareció tener de repente unas ganas increíbles de atenderla, y poco tardó en acercarse a su posición. Portia carraspeó antes de hablar, intentando volver su tono algo más relajado y educado -Me va a poner usted una botella de whisky, ¿sí?- de nuevo, una sonrisa. Así fue como su bebida fue servida, además de otro par de vasos, en menos tiempo del que cabía esperar -Gracias, caballero- murmuró al mismo tiempo que posaba otras tantas monedas en la barra, monedas en las que quedaba incluída la propina. Portia sirvió el licro en ambos vasos, y cogió uno de ellos para ofrecérselo a su acompañante, que curiosamente seguía allí -Ahí tienes- esperó a que Benjamin agarrase el vaso para hacer ella lo propio con el suyo, acercarlo muy lentamente a los vasos e, increíblemente, dándole un pequeño sorbo. Sí, así sería al principio pues, dentro de lo que cabía, a Portia no lo agradaba mezclar licores -Bien, bien, Benjamin, hijodealguien...¿qué te ha traído hasta esta atractiva mujer?- dijo, casi seria -¿Acaso disfrutas acosando mujeres?- sonrió de lado, señalando con dedo acusador a Benjamin, con la mano que sujetaba el (por ahora) vaso lleno, manteniendo como punto de apoyo el codo de dicho brazo.
Portia Bellefleur- Cazador Clase Media
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