Couleurs [Benjamin Griezmann]

Su misión, su razón de estar en París era una y sólo una, salir de aquel estancamiento creativo que no lo había dejado avanzar en su Londres natal. Había estado escribiendo, porque lo hacía diario aunque no estuviera “tocado por la musa”, era un hábito, solía decir que un escritor debía ser una criatura de hábitos, sobre todo ese, el de sentarse frente a la hoja en blanco y comenzar a llenarla con palabras. Sin embargo, de todo eso que había logrado plasmar no podía rescatar gran cosa.

Cada vez que se sentía así, uno de sus métodos favoritos y que más disfrutaba era acudir a alguna biblioteca, y la parisina era enorme y emocionante, ya había estado una vez ahí con anterioridad, pero no había alcanzado a leer gran cosa, no es como si le hicieran falta libros, tenía de sobra, pero no podía compara su colección con lo que la Biblioteca de París albergaba.

«Siempre alguien ya lo ha dicho antes y mejor que yo» solía decir a menudo, pues no se sentía descubridor de ningún tipo de hilo negro, sólo hacía lo que le gustaba, sólo emulaba a sus héroes, sólo usaba lo que sabía para decir con la palabra escrita qué demonios pasaba por su cabeza, y cuando no podía más, acudía a esos que ya lo dijeron antes y de un modo mejor. Leer a otros le ayudaba no sólo a distraer su mente, sino a inspirarse de cierto modo.

Por eso aquel día, después de su riguroso desayuno en el café ubicado en la misma calle donde vivía, encaminó sus pasos a la Biblioteca, sólo lo acompañaba su periódico, el cual ya había leído durante el desayuno.

Al ingresar al viejo edificio el aroma a cuero, papel, tinta y madera barnizada (de los libreros) le llenó los sentidos, tuvo que tomarse un momento para recomponerse y finalmente ingresar. Deambuló por los pasillos largo rato, no sabía qué leer, incluso, durante un momento, vagó por los libros de consulta, sobre todo aquello relacionados con aquella ciencia cuyo lenguaje él entendía, las Matemáticas, sacó un libro de Pitágoras y lo hojeó, pero lo regresó a su lugar, caminó de vuelta al área de Literatura y sonrió de lado ante la idea que se cruzó por su mente.

Fue directo al área de autores ingleses contemporáneos, primero decidió buscar y ver cuántos de sus colegas y amigos que había dejado en Londres estaban ahí representados por sus obras; no se sorprendió en ver a más de uno, y finalmente rio descaradamente al irse a buscar, al recorrer los estantes en orden alfabético hasta llegar a la H.

Era un pequeño desliz de ego, uno que no era común en él, y estaba simplemente motivado por la curiosidad. ¿Tendrían sus libros ahí?, al ver las pastas sabría qué tan consultados eran, seguramente estaban como nuevos, pensó.