(The Night the Sky Cried) Tears of Fire [Aleyah S. Loumis]

por Invitado Lun Dic 19, 2011 5:21 pm

«They called us fierce marauders,
warp riders and guns for hire
before the sky cried tears of fire.»

- The Sword, "(The Night the Sky Cried) Tears of Fire"

No era un hombre que soliera perder los estribos, no, al contrario, solía ser bastante paciente y sosegado la mayoría del tiempo, sabía que cada cosa llegaba en su momento, que cada pieza embonaba en su lugar cuando tenía que hacerlo; que todo caía por su propio peso. Además, llevaba escasos días en la capital francesa, no podía esperar ya tener resultados o información.

Lo que lo tenía verdaderamente intranquilo era de quién se trataba, aquel vampiro, entre más prolongara su captura, más mella era capaz de hacer en la gente y en los lugares, aún recordaba durante su juventud cómo la gente de Bulgaria le temía, incluso dándole características más allá de las de un simple vampiro. Que si provocaba temblores con sus pisadas, que con una mano era capaz de cubrir el cielo, puras tonterías, aunque entendía el porqué de todo eso; un ser tan despiadado como ese vampiro infundía un temor más allá de cualquier medida, la gente veía sus baños de sangre y por supuesto que le atribuía poderes como el de matar a todos con un dedo. Exageraciones, pero justificadas.

Esa noche había ido a una taberna de mala muerte en donde según le habían dicho, encontraría a un informante, alguien que había visto al vampiro en persona y cómo mataba, resultó que se trataba de otro ser de la noche, no menos sanguinario, pero no tan imponente, según las descripciones del ebrio.

No estaba de buenas, eso era seguro, así que decidió dar una vuelta hasta de regresar al hotel, Reza había salido también a buscar otro rastro de pistas, esperaba que ella hubiese corrido con mayor suerte. Aquella caminata lo ayudaría a tranquilizarse y ordenar sus ideas.

No contaba con los sentidos agudizados de vampiros y licántropos, eso era obvio, pero años de entrenamiento lo habían curtido para detectar movimiento a su lado, y la experiencia le había ayudado a diferenciar entre un animal, un humano o un ser maldito. Ese sonido que escuchó en definitiva correspondía a los terceros.

Detuvo su marcha y se llevó la mano al interior del saco, donde obviamente llevaba un arma, jamás salía sin algo que lo ayudara a defenderse. Sonrió de lado, al menos desquitaría su frustración con otro ser estigmatizado, por nimio que pareciera en su cruzada por cazar un mal mayor. A final de cuentas ese era su lance, exterminarlos a todos, ninguno merecía quedar con vida, ninguno o con los años acumularían poder y ya nadie podría detenerlos, lo había visto en su patria, como una de ello mermaba al país como la peste bubónica.

-Sé qué estás cerca –murmuró, más para sí mismo que otra cosa, empuñando el mando del arma, pero sin sacarla aún de su escondite.

por Invitado Mar Dic 20, 2011 12:41 pm

Aquella noche estaba siendo muy tranquila, ni papa, ni yo debíamos alimentarnos porque lo habíamos hecho la noche anterior. Pero yo me mostraba inquieta quería salir, por eso papa me dijo que no me preocupara por él y que saliera. Sabía que tarde o temprano el acabaría saliendo también, nuestro único escondite era la noche, cuando podíamos salir de casa sin miedo a ser quemados por el sol y quedar reducidos a cenizas. Por eso primero me fui a las afueras de Paris, corriendo por los bosques que rodeaban la capital y al final yéndome a caminar por las calles. Por supuesto, había salido con mi capa y esta mantenía oculto mi cuerpo y mi rostro.

Había varia gente por la calle, aun no entendía como a la gente le podía gustar tanto estar por la calle en horas tan tardías además sabiendo que podían acabar siendo atacados. A veces no había quien entendiera a los humanos, pero cuando estaba pasando por al lado de unos hombres les escuche hablar sobre un hombre que buscaba información sobre un ser sobrenatural, un vampiro como yo. Esos hombres deberían saber nuestra existencia y más les valía no irse de la lengua o morirían en mis manos. Pero les deje ir y me centre en el olor que había encontrado en ellos. Los vampiros teníamos un buen olfato y además del olor de ellos dos había otro que había podido seguir entre los miles de olores de Paris.

Aquella noche seria divertida al fin y al cabo, me daba la sensación de que me iba a encontrar con un cazador pero poco me importaba eso. Seguro que el hombre me querría matar pero llevaba 100 años viva (contando los años de humana) y nunca me habían cogido. Papa me había enseñado bien en los artes de la guerra y de la pelea, una suerte que mi padre tuviese 500 años. Al fin, después de seguir el olor durante unos minutos entre en los callejones.

Y después de caminar un poco por los callejones, encontré a ese hombre. Me quede tras una esquina esperando el momento para hablarle o en caso contrario para decirle algo que le asustase. Pero él ya sabía que estaba allí, le escuche aquel murmullo y la verdad es que me sorprendí de eso. Pero salí de allí mirándole con una sonrisa torcida.

-Vaya, vaya... eres mucho más listo de lo que pensaba.

por Invitado Vie Ene 06, 2012 3:42 am

Aunque parecía estoico y calmado, todo él estaba alerta, y su posición no cambió en absoluto en cuanto vio a la figura, no se sorprendió, aunque iba cubierta, supo de qué se trataba, ya lo había dilucidado antes, tan sólo observarla supo que era mujer, y que había perdido su humanidad joven, todo eso sin necesidad de verle el rostro.

Se preguntó qué llevaba a alguien tan joven a tomar un camino tan terrible, chasqueó la lengua, conocía incluso jóvenes, casi niños, que padecían de la misma condición, era lamentable, pero no importaba, estaban malditos y su misión en el mundo era limpiar las calles de esa basura.

-Te sorprenderías –sonrió de lado y empuñó el arma en el interior de su saco, una pistola avancarga siempre cargada con balas de plata. Guardó su posición estudiando los movimientos de su nueva compañía-, no deberías rondar estas calles sola, están llenas de cazadores –ironizó con el hecho de que la recomendación casi siempre era para los mortales, pues esos sórdidos callejones también resultaban llenos de seres sobre naturales.

Con ello dejaba en claro que él sabía y estaba seguro que ella era un vampiro. Perfecto, pensó, desquitaría su frustración por la nula información que había obtenido hasta la fecha respecto a su principal búsqueda en París. Cada día le desagradaba más su estancia en esa ciudad y ansiaba regresar a su natal Sofía, pero qué más le quedaba que aguantar, y sabía ser paciente.

Arrastró un pie sobre el empedrado, lo que provocó un sonido similar al de una lija sobre una superficie, todo para poder apoyarse bien por si ella decidía atacarlo, él no poseía la velocidad que esos seres malditos sí, le parecía hasta cierto punto injusto que después de todo, de condenar su vida y todo, recibieran esos dones, pero por otro lado, eso sólo lo hacía más divertido, un reto que debía vencer.

-¿Y bien? –preguntó mirándola fijamente-, vamos, no tengas miedo –habló con sorna –déjame ver tu rostro –quería verlo antes de matarla, no quería matar a un vampiro anónimo. No esperaba desde luego que ella obedeciera, pero de eso se trataba, de un estira y afloja para que al final, sólo uno resultara vencedor.

Él estaba consciente de sus habilidades, no es que antes alguna de sus presas no le hubiese provocado alguna herida o golpe de consideración, pero había logrado salir avante, no tenia por qué ser diferente aquella noche.

por Invitado Dom Ene 15, 2012 5:16 pm

Con solo verle sabía que iba armado sobre todo por la mano que llevaba dentro del saco, además podía sentir como los músculos del brazo se le tensaban. Era vampiresa y sentía esas cosas, no me quite la capucha de mi cabeza. Nunca me la quitaba hasta que no estaba bien segura y con él sabía que no estaría segura. Pero aquella noche tenía ganas de divertirme, además Iskandar sabía bien que yo sabía cuidarme como yo sabía que él también sabía cuidarse. Al escucharle aconsejarme, no pude evitar que una media sonrisa de superioridad saliese de mis labios.

-¿Se cree que tengo miedo a los cazadores?

Dije con aquella sonrisa aun en mis labios, la verdad es que desde que me había casado con Iskandar vivía muy feliz pero nunca venia mal un poco de pelea. Pero yo siempre estudiaba bien a mi enemigo antes de atacar, escuche perfectamente el sonido de su bota al arrastrar el pie. Le miraba con atención mientras que la sombra de mi capucha me escondía el rostro. Me pedía enseñarle mi rostro. ¿Por qué no hacerlo? Sería divertido, mi rostro aun enseñaba la juventud que tenía cuando mi padre me convirtió. Me quite la capucha del rostro y le mire con una sonrisa de superioridad en mi rostro.

-¿Sorprendido por mi juventud eterna?

por Invitado Jue Feb 02, 2012 9:40 pm

Por un momento, lo único que se escuchó a lo largo y ancho de esas calles abandonadas de la mano de Dios fue el viento soplar con fuerza y un perro ladrando en la lejanía, aullando lastimero. Emil no separó los ojos de la mujer, conocía demasiado bien a esas criaturas, despreciables como eran, algunos incluso atacaban por la espalda, aunque debía admitirlo, en el pasado había tenido contendientes leales y dignos.

-No –fue claro, aquella sencilla palabra de dos letras salió firme, sin ningún aspaviento que denotara miedo, y es que no lo tenía, cada vez que se enfrentaba a un ser como ella, o cualquier otro de los que reinaban la noches, lo que sentía, más bien, era la adrenalina arder. Lo tenía en la sangre, esa era la verdad, los Wenkoff habían nacido para esa tarea-. No –repitió –no creo que nos temas, aunque deberías –sonrió de lado ante sus propias palabras –ustedes suelen ser muy soberbios, nos subestiman, pero eso es una ventaja para los que nos dedicamos a esta causa, la de acabar con la escoria como tú –conforme sus palabras fueron saliendo de su boca, éstas se fueron tornando más duras y amargas.

Cuando notó que de hecho le mostraría su rostro, aguardó y se quedó muy atento. Por su voz adivinaba que era joven, pero al verla, no pensó que así de joven, y hermosa también. Negó con la cabeza.

-Más bien estoy decepcionado, niña –era una niña en apariencia comparada con él, no le interesaba cuántos siglos tenía a cuestas. Chasqueó con la lengua –no sé qué lleva a una mujer como tú tomar este camino tan despreciable, pero ahora tú estás de ese lado, y yo de este –lados enemigos y su deber era no otro, que matarla.

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