Música sonora dentro de un escondrijo [Antuan Velachi]

por **Ginebra Le Boursier** Jue Dic 22, 2011 11:17 am

Lejos de probar su gran habilidad con la pintura de nuevo. Prefirió experimentar algo nuevo un instrumento que en su vida nunca había tenido el gusto de tocar, el violín. Después de un largo tiempo de romper los oídos de su querida Rossella fue a tocar a otro lado, donde ningún peregrino podía oírla.
Sucio, pedregoso y lleno de muertos, solo los difuntos escucharían su melodía infernal. Importunaría la poca calma que lograban tener en este tipo de lugares; abandonados por sus seres amados, entre la tierra siendo comidos lentamente por gusanos y esperando que el tiempo haga decaer sus huesos en polvo. ¿Era el destino de los mortales? Ese solitario destino ha de ser, después de todo. No son tan diferentes los humanos e inmortales.

Sus últimas memorias no le daban recuerdos gratos y tampoco la blancura de un lugar pacifico sin guerra ni sangre. Todos han de tener un pasado que ocultar y también su rostro, sus facciones son la convivencia de sus emociones dentro de este.

-Descansen en paz, mis queridos hermanos que se han ido antes que nosotros- recito dejando en un momento de calma su violín. Se sentía en el pacifismo de la soledad, o eso sentía ella embelesada por la calma y el silencio. Podía oírse el crujir de los ataúdes dentro de la tierra aun con carencia del sonido.

por **Antuan Velachi** Jue Dic 22, 2011 12:08 pm

Ya hace casi 3 meses que estaba en aquella cuidad, y había tenido oportunidad de recorrerla casi completa. Había aprendido los callejones más oscuros, y los rincones más apartados de la cuidad, había visitado los antros más bajos y los burdeles de más clase, y había visitado los barrios más pobres y asistido a fiestas en el mismísimo palacio real. Curiosamente, y a pesar de la naturaleza de mis recorridos, aun no había ido a conocer el cementerio. ¿Que podría encontrar en el?, ¿Un vampiro en el cementerio acaso?, demasiado cliché, demasiado tipo para ser real, no encontraría muertos vivientes en el cementerio, ni brujos haciendo algún ritual mágico, solo encontraría muertos y ya. A pesar de eso, me obligue a mi mismo a ir al cementerio, no podía dejar un solo rincón de la cuidad con investigar, eso podría ser critico llegado el momento.

Apenas llevaba unos minutos en el lugar, cuando una aguda tonada llego a mis oídos.

- ¿Es en serio?, ¿Un violín en el cementerio? - Susurre para mi mismo. No se me escapaba la ironía de que en el único lugar donde había decidido no investigar hasta ahora, era donde primero había encontrado algo raro en París. Bueno, el segundo, si contamos mi encuentro con la vampiresa loca de la otra noche, Jacqueline.

Dirigí hacia el origen de la música, con movimientos casi felinos, en absoluto silenció, y solo entre las sombras que proyectaban los mausoleos de roca que se alzaban desde el suelo. Camine contra el viento, era un costumbre, los cambiaformas y vampiros tienen un olfato realmente fino y no me gusta que me sientan antes que yo a ellos. Finalmente, vi entre dos lapidas a la responsable de la música, ya había dejado de tocar (por suerte para mis oídos, pues era pésima) y estaba allí, hablándole a la nada. Era una chica de silueta frágil, no pude ver sus rasgos desde aquella distancia, pero estaba sola, y no estaba bañada en sangre, así que aparentemente no estaba haciendo nada malo.

Salí de las sombras al comprobar que estaba sola, aplaudí con fuerza mientras camina hacía ella con paso tranquilo.

- Estoy seguro que con un par de años más de practica, sera usted la siguiente Giuseppe Tartini - Dije, una vez llegue al lado de la chica.

por **Ginebra Le Boursier** Jue Dic 22, 2011 2:40 pm

No pudo evitar voltear hacia una dirección puesto que se oía algunos sonidos de las hojas quebrarse al no ver nada volvió a la mirada anterior, perdida y vana. Tenía una fobia tan grande por el fallo y una obsesión con la perfección. Si no la satisfacían las tonadas musicales comenzaba por cantar. Sin embargo al segundo verso fue interrumpida por una melodiosa y susurrante voz masculina.

-Disculpe mi osadía, ojala no haya dañado sus oídos con melodías tan torpes y desafinadas- se excuso de el asunto volteando a ver sus ojos, el no la veía con claridad. Ella a él, si y de una manera clara como si la luna fuese el sol de los inmortales. Ya había hecho una presentación muy larga, no le quedaba de otra que hacerlo de nuevo. –Soy Ginebra le Boursier, no creo que las etiquetas existan pero soy la condesa de España. ¿Me diría su nombre caballero? Tengo en claro que usted un cazador y yo una vil presa- Con movimientos rápidos y veloces de un segundo o dos, apareció a un lado del hombre como si lo asechara pero con una curiosidad muy llamativa y centellante.
Al parecer su curiosidad no lo veía como un peligro nato y llamando a la puerta, su perfume llegaba a sus aletas nasales como un olor dulce y alentador. Perfume natural de un cuerpo, parecía como si la atrajera no por curiosidad. Un olor muy influyente y sin ningún tampón como el perfume parisino.

-Es un gusto mi señor, pero dígame ¿Qué es lo que le ha traído aquí? Tal vez sea la estruendosa de un violín asiendo a los muertos lamentarse de su estadía aquí- De detuvo enfrente, observándolo de frente. Sus facciones eran muy aniñadas y poco justas para un cazador, no se imaginaba ese dulce rostro manchado por la satisfacción y deseo de sangre por la caza de mi raza.

-Disculpe pero no me interesa ser la siguiente Giuseppe Tartini, solo quiero ser yo misma. Además que no creo en absoluto en el cielo o el infierno. Muchas gracias por el cumplido-

por **Antuan Velachi** Sáb Dic 24, 2011 8:08 am

La chica no parecía especialmente sorprendida con mi aparición, aquello solo pudo sugerirme que había escuchado alguno de mis movimientos al acercarme, y yo estaba totalmente seguro que no existía humano en esta tierra capaz de escucharme cuando me movía en silencio, aunque claro, alguno no humanos si podrían.

- oh, claro que no, es su musica manjar para los angeles - Dije en tono ironico. Escuche su siguiente comentario, y comprendi de inmediato el alcance de sus palabras, la chica había descubierto mi identidad, aun cuando yo no había dejado ver que pudiese delatarme, ¿ Habría olido el olor a sangre de vampiro que cargaba mi cabello?. La chica casi desapareció para aparecer luego a mi lado, por suerte mis entrenados ojos fueron capaces de seguir el curso como un manchon de colores, y no fue sorpresa para mi escuchar su voz a mi costado.

- Yo no estaría tan seguro de quien es la presa aquí - Dije, con una sonrisa divertida en mi rostro - Confío en mis habilidades, pero la sorpresa es siempre un factor que prefiero que este a mi favor.

Tras aquello, me gire y quede de frente a la chica, con una sonrisa tranquila, mis ojos fijos en los suyos , una mirada profunda, penetrante. Por primera vez en la noche pude ver los detalles de sus rasgos, tenia un rostro angelical, una mirada tranquila y amena, y unos labios rosas que daban aun toque infantil a sus rasgos, nadie pensaría que era en realidad un ser hecho para cazar.

- Velachi, Antuan Velachi - Dije, mientras tome su mano y sin esperar su aprobación, lleve mis labios hasta un par de centímetros de su piel, sin llegar a tocarla - Espero no estar para servirle - Agregue, en tono ironice, sin preocuparme si ella había captado la burla en aquella ultima frase.

- He venido aquí en busca de algo de diversión - Deje su mano libre, y me mantuve donde estaba, sabía que aquella distancia es peligrosa, yo podía tener más entrenamiento en combate, pero sabía que no podía moverme más rápido que un vampiro, y si ella decidía atacarme de improviso, a esa distancia difícilmente podría hacer algo al respecto -Y debo agregar que la noche no me a decepcionado - Mi tono sonó afilado, quizás algo peligroso, tenia un tinte de amenaza en el, sin llegar a ser una declaración de guerra abiertamente.

por **Ginebra Le Boursier** Sáb Dic 24, 2011 1:19 pm

-o un manjar para los sordos- atrevió a decir desapareciendo para sentarse después en una lapida. Mucho respeto por los muertos tenia, pero no por sus tumbas a las cuales pocas personas visitaban. Hechas de piedra y cayendo en pedazos. La mejor honra de un difunto es mantener su memoria aun vigente. –Ah que decepción, ¿acaso es que todos los cazadores son iguales? Trayendo sus cuchillos bajo la manga y un látigo de ironía por lengua además de un sadismo innato- tomo un racimo de hiedra venenosa proveniente de la tumba unos segundos para luego arrojarla hacia atrás.

-¿La mente es algo muy hermoso no? De ella provienen los pensamientos, ilusiones e imaginación.- dejo eso a la intriga, teniendo en cuenta cual era su intención con ese comentario. -¿El factor sorpresa me dice? He visto a muchos cazadores en hora de batalla y el factor sorpresa siempre es el mismo. Parece un cliché- cruzo las piernas dirigiendo su mirada hacia la luna, aun podía seguir creyendo que sería capaz de verla durante horas y horas, un orbe platino con energía propia. Una joya que el cielo solo es capaz de tener para que nosotros los muertos podamos admirarla.

-Tienes un nombre muy singular, Antuan. Es algo que nunca había oído- dijo sintiendo un poco del calor humano, adoraba ese calor. Su sangre siempre era tibia y reconfortante en los más fríos inviernos. En fin y al cabo la sangre siempre será el catalizador de un vampiro, muchos dicen que el amor es capaz de derretir el hielo no es algo que yo que probado. –Tranquilo cariño entiendo tu burla, deja de intentar ser asertivo he visto personas más agresivas que tu siendo amables- sugirió en un tono bastante amable ignorando sus comentarios llenos de burla y agresividad. Cogió un poco de hiedra venenosa sin darse cuenta y lo puso en sus manos. –Si te ha gustado tanto, quédate con un recuerdo de este bello cementerio-

-En realidad tu agresividad no cuadra con el inocente rostro que tienes- La hiedra al contacto con la piel de los humanos tendría una especie de reacción negativa, algo desconcertante para ella. Solo ve a esa planta una de las más bellas. Solo intentaba divertirse un poco con la seguridad del joven. Le encantaban esos ojos suyos que tenia, muy azules. No recordaba como era el cielo despertino ¿Sería tan azul?.

por **Antuan Velachi** Dom Dic 25, 2011 9:24 pm

Mantuve una sonrisa tranquila en todo momento, siguiendo con la mirada los movimientos de la vampiresa.

- Temo que se equivoca con los míos, señorita le Boursier, temo que mis compañeros de oficio no comparten conmigo la delicadeza necesaria para apreciar una buena ironía, la mayoría prefiere insultar frontalmente - Fije mis ojos en los de la criatura, y le dedique una sonrisa divertida, no parecía asustado, ni siquiera alerta, a pesar de ser un inquisidor de pie frente a una criatura de la noche.

- Sin duda es hermosa, pero es peligrosa en igual medida, ¿No lo cree usted? - Estire mi mano y alcance el violín, levantándolo hacia mi hombro - La misma mente humana que a dado a luz las obras más complejas y hermosas de nuestra historia, es la que a engendrado en sus entrañas los mayores horrores, y visualizado los más horribles crímenes.

Me gire, y alce mi vista a la luna, no le di importancia a lo peligroso de la situación, le di la espalda a la chica, aun sin saber nada de ella, bueno, nada salvo que era un vampiro. Aquello no me perturbo en lo más minimo, no por falta de inteligencia, estaba del todo cociente que en aquella posición la chica podría matarme antes de que tuviese oportunidad de tomar la daga de mi bota, o algun virote del carcaj de mi cinto, pero aquella idea no me preocupaba, la persepctiva de morir jamas había sido algo a lo que le temiera, por el contrario, era algo que disfrutaba manteniendo realmente cerca de mi, como la rata que disfruta paseando frente a los bigotes del gato mientras este duerme.

- Y respecto a mi, solo tiene usted razón en lo angelical de mi rostro - Dije, mientras depositaba el violín en mi hombro, e inclinaba la cabeza sobre el - No soy sádico, ni mucho menos agresivo, no disfruto de comenzar una pelea, aunque siempre prefiero ser quien las termine - Alce el arco y lo deposite sobre las cuerdas, de inmediato, una suave melodía comenzó a manar del instrumento. El arco comenzó a danzar con destreza sobre las cuerdas, las notas comenzaron a fundirse en una única melodía que se disperso por los alrededores. Los sonidos comenzaron a tejerse a si mismos, hasta formar la inconfundible sinfonía de Amadeus Mozart, Jupiter.

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