Fuori Dal Mondo -Varg-

Una noche más para teñir de sangre, un momento más para arrancar vidas que no tenían razón de ser, un paso más hacia el Ocaso de los Dioses. Un paso a la vez, uno por uno con desesperante calma. Así debía ser, lo entendía a la perfección, su capacidad de paciencia era como la de ningún otro inmortal.

A veces, estando en esa ciudad, relativamente nueva para él (era lo más ecuatorial que había estado, casi siempre se deslizaba por el congelado norte) se sentía como en un bufet, no sabía que lugar atacar, incluso se, considerando todo lo que era, se podría decir que se emocionaba al tener tal abanico de posibilidades. Había ya matado a decenas de hombres en pestilentes tabernas, profanado conventos e iglesias, matado amantes jóvenes, mujeres maduras y solas, cazadores y a algunos de esos ridículos inquisidores que servían a un falso dios.

Una noche atrás, noche de luna llena, incluso se enfrentó con un Sverddan (hombre lobo), una batalla que le resultó más satisfactoria que aquellas que había llevado a cabo con mortales, aunque terminó agarrando de las fauces al lobo y separándolas tanto que el cráneo se partió en dos, luego bebió su sangre. La sangre de licántropo le sabía como a un brebaje extraño, pero no la despreciaba.

Esa noche sus pasos lo condujeron a uno de esos sitios que enorgullecían tanto a la raza humana, el teatro de París era imponente y hermoso, absurdo pensó él y parecía que nadie le tenía miedo porque ingresó al sitio como si ingresara por una de las 540 puertas del Valhala. Sus pisadas retumbaron por los vacíos pasillos y observó con aquellas orbes azul como el color de lo último que has de ver, por una puerta entreabierta a una mujer maquillándose, supuso que actriz de aquel lugar.

Abrió con la mano sin hacer ruido, pero al dar la primera pisada ella se giró sobresaltada y lo miró altanera por su forma zarrapastrosa de vestir.

-No qué quieres, la basura la sacan los viernes –dijo arrugando la nariz y dando el último toque de rubor a sus mejillas. Último, eso era, el último que daría en su vida. Varg rió a penas, quedo, casi imperceptible, tomaba como reto matarla sin hacer ruido.

Usando su velocidad se acercó a ella sin que pudiera hacer nada, le tapó la boca, pero su enorme mano parecía cubrir todo su rostro y desenfundó su hacha.

-Vengo sacar la basura, ¿cómo adivinaste? –le preguntó al oído mientras la sometía por la espalda-, ustedes mortales son la escoria que debe ser limpiada –tan sólo Tomhet tocó el cuello de aquella mujer, su cabeza se fue hacía atrás, degollada a la mitad, por la presión de las arterias la sangre salió disparada y el vampiro bebió para luego dejar que el resto manchara aquel inmaculado cuarto.

Se limpió con la manga de su ropa y caminó de nuevo como si nadie fuese capaz de detenerlo, aunque él mismo lo hizo al ver una figura más allá, recargada en un pilar. No iba a despreciar otra presa fácil. Una vez que estuvo a una distancia prudente carraspeó para llamar la atención de aquella mujer.