AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuando no hay ni un alma
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Cuando no hay ni un alma
Aquella tarde en el teatro, una famosa y reputada compañía estrenaba la adaptación a la opera de "La divina comedia de Dante". No se había reparado en gastos, sobre todo por los actores y actrices de renombre, que querían que todo estuviese a su altura.
Era también un evento ideal para que las clases altas y la aristocracia se pavonearan con sus mejores ajuares y adquisiciones, todo era opulencia y rivalidad...pero..¿donde quedaba el amor por el arte y la cultura?
La rusa era consciente de aquello. Si ella hubiese podido habría acudido a tal magno evento, pero el precio de las entradas estaba fuera de su alcance económico.
Por eso mismo y porque se moría de ganas de bailar un rato, se espero a que terminara la obra. esta vez la mujer iba vestida de manera bastante sencilla y austera, cargando en el hombro una bolsa de cuero donde guardaba su vestido y las zapatillas reglamentarias.
Observo con curiosidad como aquellas personas que salían del teatro, comentando su impresión sobre la obra ¡¡cuan superficiales eran!!. Ludimila no era muy leída, pero ella como artista sabia cuando de verdad apreciaban tu trabajo por amor a la cultura.
Aprovecho una distracción del portero y un tumulto que se formaba alrededor de una actriz que había decidido salir a saludar y entro al teatro, con naturalidad. Quizá no había sido buena idea entrar con un vestido así, ya que Ludimila podía ser confundida perfectamente con una mujer de clase baja o algo peor, pero no había tiempo de arrepentirse y se escurrió entre los bastidores, buscando un lugar oscuro para cambiarse de ropa. Una vez eso, se movió entre las cortinas del escenario, mirando previamente si había alguien, después de haber comprobado que no había nadie, salio a escena con sorprendente gracia y agilidad, levantando una pierna hasta mantenerla completamente estirada hacia arriba, a continuación, dio un salto en el aire y aterrizo sobre la punta de su pie, girando 180 grados sobre su eje mientras alzaba los brazos. Ludimila lo sentía de verdad incluso sin tener música, solamente debía imaginárselo y dejarse llevar. Bailar era su vida y moriría si hiciese falta por cumplir su sueño.
Era también un evento ideal para que las clases altas y la aristocracia se pavonearan con sus mejores ajuares y adquisiciones, todo era opulencia y rivalidad...pero..¿donde quedaba el amor por el arte y la cultura?
La rusa era consciente de aquello. Si ella hubiese podido habría acudido a tal magno evento, pero el precio de las entradas estaba fuera de su alcance económico.
Por eso mismo y porque se moría de ganas de bailar un rato, se espero a que terminara la obra. esta vez la mujer iba vestida de manera bastante sencilla y austera, cargando en el hombro una bolsa de cuero donde guardaba su vestido y las zapatillas reglamentarias.
Observo con curiosidad como aquellas personas que salían del teatro, comentando su impresión sobre la obra ¡¡cuan superficiales eran!!. Ludimila no era muy leída, pero ella como artista sabia cuando de verdad apreciaban tu trabajo por amor a la cultura.
Aprovecho una distracción del portero y un tumulto que se formaba alrededor de una actriz que había decidido salir a saludar y entro al teatro, con naturalidad. Quizá no había sido buena idea entrar con un vestido así, ya que Ludimila podía ser confundida perfectamente con una mujer de clase baja o algo peor, pero no había tiempo de arrepentirse y se escurrió entre los bastidores, buscando un lugar oscuro para cambiarse de ropa. Una vez eso, se movió entre las cortinas del escenario, mirando previamente si había alguien, después de haber comprobado que no había nadie, salio a escena con sorprendente gracia y agilidad, levantando una pierna hasta mantenerla completamente estirada hacia arriba, a continuación, dio un salto en el aire y aterrizo sobre la punta de su pie, girando 180 grados sobre su eje mientras alzaba los brazos. Ludimila lo sentía de verdad incluso sin tener música, solamente debía imaginárselo y dejarse llevar. Bailar era su vida y moriría si hiciese falta por cumplir su sueño.
Ludimila- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/07/2011
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Re: Cuando no hay ni un alma
Infierno, purgatorio y paraíso, donde Florencia pariese los retales de Dante Alighieri cagando historia en obras literarias de generaciones y generaciones varias, allí estaría Fausto para demostrarle que su mierda era más olorosa, colosal e infecta.
'Me quedé para ver a aquella gente, y vi algo que temería contar sin más pruebas, a no ser porque la conciencia, buena compañera del hombre, me defiende al sentirse pura.'
En los años que llevaba engullendo ópera, nunca adivinaba del todo si el relato de aquella en cuestión llamaba a sus gustos o no, mas ni él mismo se atrevería a tacharla de mediocre, por lo menos tenía eso a su favor La comedia divina. Eso y las numerosas críticas que la veneraban por encima del arte italiano. Y si algo estaba cumpliendo para asemejarse a dicho arte, pensaba el cazador alemán, sin duda era la eterna trayectoria que ahora se reproducía cinco siglos más tarde de su gestación ante las narices de otros espectadores.
'Y la verdad es que vi, y aún parece que lo veo, andar un tronco sin cabeza igual que andaban los demás del triste grupo, llevaba la cabeza cogida por los cabellos, colgando de la mano a modo de linterna; y ella nos miraba y decía:...'
Toda una lástima que ya no ansiara la inmortalidad, Fausto tendría algo que envidarle. Claro que, de todos modos, la eternidad se trataba de un tema que seguía taladrándole la mente en sus distintas formas evolucionadas y ninguna de ellas dejaba tan de lado el martirio existencial como para jactarse frente a una obra que llevaba decenios y decenios representándose. Pero Fausto lo hacía, fuese como fuese y aunque el ego le viniera grande (que oh, no le venía, cabía perfectamente en ese chaleco impecable y a través de los bordes ondeantes de su abrigo negro).
'¡Ay de mí!'
Ay de Fausto.
El teatro se vaciaba, habiendo acabado ya la función, y su cuerpo permanecía inmóvil en su asiento, dueño indispensable de sí mismo y con un beneficio superior a la hora de contemplar el desalojamiento de cientos de pedacitos de carne que sólo se habían sentado a contemplar un festival de conocimientos del que eran completamente ajenos y a mover su pellejo, sin comprender más allá de sus orejas espolvoreadas con el tocino mediocre de la sociedad intelectual. Si algo conseguía darle arcadas por sobre su indiferencia al decidirse a acudir a esos establecimientos era tener que toparse con el recuerdo de su madre en cada cuerpucho fofo que atisbaba o estridente risotada femenina y pre-senil que escuchaba. Mas aquellos cuervos superficiales hasta en su ignorancia tardaban lo mismo en abandonar los recovecos de la escena del crimen que en entender lo que en ésta se había gestado, por lo que en menos de una hora, Fausto se descubrió solo al completo, gozando de una excelente vista analítica desde el palco personal en el cual todavía se encontraba.
No llevaba ni quince minutos con la merienda de aquella reflexiva oportunidad cuando el escenario acunó una visión más, independiente de las que había ofrecido la obra representada. Una bailarina aislada, portadora de una apariencia de clase inferior a la suya que no le impedía ser todo lo grácil que cabría esperar de su condición supuestamente artística. Podría pertenecer al reparto de aquella noche y que se hubiera rezagado por voluntad propia para practicar en soledad. No obstante, lo más probable era que se tratara más bien de una polizona a bordo, pues sus ropajes no concordaban con ninguno de los vistos hasta entonces ni mucho menos después de la función, cuando las interpretaciones de mendigos y desgraciados volvían a ocultarse tras los actores de alta alcurnia de siempre. De repente ligeramente intrigado, Fausto se recostó mejor contra su asiento y observó más atentamente la danza solitaria de la joven desconocida.
Una mísera palomita con plena destreza en sus temblores después de unas horas de aves rapaces en toda su magnificencia era lo que le parecía aquel espectáculo personal e inconscientemente expuesto al juicio exigente de sus pupilas azules. No le alteraba lo más mínimo, al menos no por aquel entonces, y la danza poco a poco empezó a perder su interés. Podría haberse levantado y haberse largado sin decir nada, pero él se había hecho con la inspiradora soledad del lugar primero y, pensándolo mejor, no había nada como irse a meditar en la madrugada con la despreocupada superioridad que inspiraban sus críticas. Y por otra parte, tenía algo que ensalzar respecto a esa pequeña mariposa que se había colado en el teatro, pues el hecho de que ésta fuera capaz de ejecutar sus pasos con sólo la armonía de su imaginación, lejana a la realidad segura de unos instrumentos musicales, le otorgaba cierta credibilidad, mayor de la que podrían alardear muchas de las actuaciones que se habían presenciado en ese mismo lugar hacía unos instantes.
Se incorporó de su respaldo y con la cabeza ladeada, sin dejar de analizar a la bailarina, propinó tres palmadas con sendas manos, quebrando el, hasta entonces, apelmazado silencio del lugar para perturbar el inocente baile femenino y relamerse por encima de su asombrada reacción.
Para que haga esto porque de verdad lo considere digno... -aclaró, refiriéndose a su escueto aplauso- Van a tener que sangrarte las uñas más de la cuenta.
'Me quedé para ver a aquella gente, y vi algo que temería contar sin más pruebas, a no ser porque la conciencia, buena compañera del hombre, me defiende al sentirse pura.'
En los años que llevaba engullendo ópera, nunca adivinaba del todo si el relato de aquella en cuestión llamaba a sus gustos o no, mas ni él mismo se atrevería a tacharla de mediocre, por lo menos tenía eso a su favor La comedia divina. Eso y las numerosas críticas que la veneraban por encima del arte italiano. Y si algo estaba cumpliendo para asemejarse a dicho arte, pensaba el cazador alemán, sin duda era la eterna trayectoria que ahora se reproducía cinco siglos más tarde de su gestación ante las narices de otros espectadores.
'Y la verdad es que vi, y aún parece que lo veo, andar un tronco sin cabeza igual que andaban los demás del triste grupo, llevaba la cabeza cogida por los cabellos, colgando de la mano a modo de linterna; y ella nos miraba y decía:...'
Toda una lástima que ya no ansiara la inmortalidad, Fausto tendría algo que envidarle. Claro que, de todos modos, la eternidad se trataba de un tema que seguía taladrándole la mente en sus distintas formas evolucionadas y ninguna de ellas dejaba tan de lado el martirio existencial como para jactarse frente a una obra que llevaba decenios y decenios representándose. Pero Fausto lo hacía, fuese como fuese y aunque el ego le viniera grande (que oh, no le venía, cabía perfectamente en ese chaleco impecable y a través de los bordes ondeantes de su abrigo negro).
'¡Ay de mí!'
Ay de Fausto.
El teatro se vaciaba, habiendo acabado ya la función, y su cuerpo permanecía inmóvil en su asiento, dueño indispensable de sí mismo y con un beneficio superior a la hora de contemplar el desalojamiento de cientos de pedacitos de carne que sólo se habían sentado a contemplar un festival de conocimientos del que eran completamente ajenos y a mover su pellejo, sin comprender más allá de sus orejas espolvoreadas con el tocino mediocre de la sociedad intelectual. Si algo conseguía darle arcadas por sobre su indiferencia al decidirse a acudir a esos establecimientos era tener que toparse con el recuerdo de su madre en cada cuerpucho fofo que atisbaba o estridente risotada femenina y pre-senil que escuchaba. Mas aquellos cuervos superficiales hasta en su ignorancia tardaban lo mismo en abandonar los recovecos de la escena del crimen que en entender lo que en ésta se había gestado, por lo que en menos de una hora, Fausto se descubrió solo al completo, gozando de una excelente vista analítica desde el palco personal en el cual todavía se encontraba.
No llevaba ni quince minutos con la merienda de aquella reflexiva oportunidad cuando el escenario acunó una visión más, independiente de las que había ofrecido la obra representada. Una bailarina aislada, portadora de una apariencia de clase inferior a la suya que no le impedía ser todo lo grácil que cabría esperar de su condición supuestamente artística. Podría pertenecer al reparto de aquella noche y que se hubiera rezagado por voluntad propia para practicar en soledad. No obstante, lo más probable era que se tratara más bien de una polizona a bordo, pues sus ropajes no concordaban con ninguno de los vistos hasta entonces ni mucho menos después de la función, cuando las interpretaciones de mendigos y desgraciados volvían a ocultarse tras los actores de alta alcurnia de siempre. De repente ligeramente intrigado, Fausto se recostó mejor contra su asiento y observó más atentamente la danza solitaria de la joven desconocida.
Una mísera palomita con plena destreza en sus temblores después de unas horas de aves rapaces en toda su magnificencia era lo que le parecía aquel espectáculo personal e inconscientemente expuesto al juicio exigente de sus pupilas azules. No le alteraba lo más mínimo, al menos no por aquel entonces, y la danza poco a poco empezó a perder su interés. Podría haberse levantado y haberse largado sin decir nada, pero él se había hecho con la inspiradora soledad del lugar primero y, pensándolo mejor, no había nada como irse a meditar en la madrugada con la despreocupada superioridad que inspiraban sus críticas. Y por otra parte, tenía algo que ensalzar respecto a esa pequeña mariposa que se había colado en el teatro, pues el hecho de que ésta fuera capaz de ejecutar sus pasos con sólo la armonía de su imaginación, lejana a la realidad segura de unos instrumentos musicales, le otorgaba cierta credibilidad, mayor de la que podrían alardear muchas de las actuaciones que se habían presenciado en ese mismo lugar hacía unos instantes.
Se incorporó de su respaldo y con la cabeza ladeada, sin dejar de analizar a la bailarina, propinó tres palmadas con sendas manos, quebrando el, hasta entonces, apelmazado silencio del lugar para perturbar el inocente baile femenino y relamerse por encima de su asombrada reacción.
Para que haga esto porque de verdad lo considere digno... -aclaró, refiriéndose a su escueto aplauso- Van a tener que sangrarte las uñas más de la cuenta.
Última edición por Fausto el Miér Feb 22, 2012 1:06 pm, editado 1 vez
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Cuando no hay ni un alma
Ella estaba tan concentrada, tales eran sus deseos de bailar sobre un escenario que, no había advertido una presencia que se encontraba antes que en ella en el lugar.
En su mente afloraron miles de recuerdos, parecía que era ayer, cuando aquella niña pura y traviesa se colaba en la clase de ballet sin ninguna vergüenza e intentaba ejecutar todo lo que había observado en aquellas clases.
No había temor de ningún tipo, ni siquiera a una humillación publica ¡¡que maravilloso ser un infante!! que nada te importa, ni te viene ni te va, pero al parecer Ludimila había conservado aquella desvergüenza y muchas veces había optado por la intrusión pura y dura y solo la gracilidad de sus movimientos le habían librado de un punta-pie, aunque no siempre acababa todo bien......
Plas, Plas, Plas.
Secas, contundentes y cortantes sonaron aquellas palmadas, el corazón le dio un vuelco y parándose de golpe busco de manera nerviosa de donde provenía aquel arrogante sonido. Si, arrogante era como sonaba, había cumplido su cometido, perturbar su danza.
Al principio creyó que era el conserje que quería echarla con ponzoñosa crueldad pero no, se trataba de un espectador que había renunciado a salir de la sala.
Podía verlo bien, un hombre soberbio, altivo y pulcramente vestido. Ludimila reconoció su mirada, aquella que daba a entender que el tenia el control de la situación, la joven se sobrecogió levemente ante tal presencia.
¿Hasta que le sangrasen las uñas? Pensó varias veces en aquella sentencia, pero solo le venia a la mente esa desagradable imagen, torció el gesto y llevo sus manos al tu-tu, estrujando las puntas de aquel, la verdad es que se sentía un poco vulnerable en esa extraña situación.
-señor...-se atrevió a decir, un poco confusa-...¿me decir que tengo que hacer mejor?- arqueo una ceja, tal vez ya empezaba a entender y le molestaba...dios que vergüenza para ella misma que habia sido descubierta en su ejercicio secreto.
Aunque, si aquel hombre opinaba sobre su ejercicio es que tal vez se trataba de un empresario....
-¿acaso usted ser dueño de compañía?- sus ojos violetas se iluminaron levemente, invadidos por la inocente ilusión de una joven que deseaba hacerse un hueco en el duro mundo del artisteo.
En su mente afloraron miles de recuerdos, parecía que era ayer, cuando aquella niña pura y traviesa se colaba en la clase de ballet sin ninguna vergüenza e intentaba ejecutar todo lo que había observado en aquellas clases.
No había temor de ningún tipo, ni siquiera a una humillación publica ¡¡que maravilloso ser un infante!! que nada te importa, ni te viene ni te va, pero al parecer Ludimila había conservado aquella desvergüenza y muchas veces había optado por la intrusión pura y dura y solo la gracilidad de sus movimientos le habían librado de un punta-pie, aunque no siempre acababa todo bien......
Plas, Plas, Plas.
Secas, contundentes y cortantes sonaron aquellas palmadas, el corazón le dio un vuelco y parándose de golpe busco de manera nerviosa de donde provenía aquel arrogante sonido. Si, arrogante era como sonaba, había cumplido su cometido, perturbar su danza.
Al principio creyó que era el conserje que quería echarla con ponzoñosa crueldad pero no, se trataba de un espectador que había renunciado a salir de la sala.
Podía verlo bien, un hombre soberbio, altivo y pulcramente vestido. Ludimila reconoció su mirada, aquella que daba a entender que el tenia el control de la situación, la joven se sobrecogió levemente ante tal presencia.
¿Hasta que le sangrasen las uñas? Pensó varias veces en aquella sentencia, pero solo le venia a la mente esa desagradable imagen, torció el gesto y llevo sus manos al tu-tu, estrujando las puntas de aquel, la verdad es que se sentía un poco vulnerable en esa extraña situación.
-señor...-se atrevió a decir, un poco confusa-...¿me decir que tengo que hacer mejor?- arqueo una ceja, tal vez ya empezaba a entender y le molestaba...dios que vergüenza para ella misma que habia sido descubierta en su ejercicio secreto.
Aunque, si aquel hombre opinaba sobre su ejercicio es que tal vez se trataba de un empresario....
-¿acaso usted ser dueño de compañía?- sus ojos violetas se iluminaron levemente, invadidos por la inocente ilusión de una joven que deseaba hacerse un hueco en el duro mundo del artisteo.
- Spoiler:
- P.D: ¡¡eres un gran roler!! espero estar a su altura u.u !! saludos =)
Ludimila- Humano Clase Media
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Re: Cuando no hay ni un alma
'Insignificante', como una gacela en las garras sombrías del averno aleatorio que agitaba la existencia. Con gusto y el rugido de lo innegable en su estómago, acostumbrado a los delicatessen que seleccionaba su propia certeza, pudo comprobar la forma en que aquella muchachita de aspiraciones danzarinas reaccionaba ante la ráfaga implacable de sus palabras. Empezaba a encontrarle una satisfacción de más a la soledad esplendorosa del teatro, pues el eco sentenciador de cada rincón ayudaba a que la imposición del contenido de lo que decía se equiparase a la manera en la que se dejaba escuchar al mundo... ¿O era más bien a la inversa? En su caso, daba exactamente igual, porque el resultado llevaba a lo mismo: el impacto inescrutable de su persona. Y era una verdadera lástima que no tuviera ante sí a una entidad más digna que aquella personita para sobrecoger bajo el efecto de reverberación del que disponía, pero por otra parte, aunque le favoreciera, tampoco lo necesitaba y las mentes simples se enquistaban mejor en la contundencia sobreactuada de aquel tipo de situaciones... Por lo que para la chiquilla era suficiente.
Todavía sin apartar su atención de la figura femenina, se recostó nuevamente sobre el respaldo de su asiento al tiempo que arrastraba ligeramente las patas de la silla con motivos dorados más cara de todo el teatro y contemplaba el escenario a sus pies más cómodamente. Ahá. Acento ruso, como la disposición de sus rasgos faciales había predispuesto y un patético manejo del francés. 'Adorable' en un contexto que desatendiera al profesor de teología completamente del concepto que tenía del resto de seres en general y le convirtiera en otra persona, ¿por qué no? Algunos poseían ese don inservible para acumular suspiros sólo con la simpática actuación de sus gestos o formas de hablar. A Fausto, a veces, le parecían graciosos (en el sentido plenamente estúpido de la palabra) y, otras, sencillamente no había novedad: deseos de muerte súbita que, sin duda, deberían propinarles otros, porque él no manchaba su tiempo con desperdicios tan deplorables.
Sin embargo, el hecho de que la mujercita le preguntara por sus errores provocó que acabara perteneciendo al primer grupo de todos, al excusable, al menos hasta que Fausto lo dispusiera, como siempre. A pesar de que le estimularan, estaba harto de batallas campantes de egos y, sobre todo, de burda ceguera ante la propia ignorancia. Aunque fuera lo mínimo para los de su condición e incluso si provenía de un ladrillo más en una pared que ni siquiera podía sostenerse, el querer ser conocedor de los errores propios frente al sinfín de oportunidades que se ofrecían al responder a una dura crítica, merecía algo de consideración inicial...
En cualquier campo que abarques, lo único que importa es no alejarte de tu propia certeza de poder. Tus movimientos no son mediocres, no les falta brío, pero están demasiado ocupados sintiendo para sí mismos -respondió, y dejó vacía la pregunta de si era o no dueño de la compañía para alargar su inquietud sufrida-. Preocúpate por desgarrar y acallar a todos con ellos en lugar de esperar a que te sean reconocidos. Dicen que en el alma reside todo, mas si queremos que ésta perdure, hay que hacer que duela.
Todavía sin apartar su atención de la figura femenina, se recostó nuevamente sobre el respaldo de su asiento al tiempo que arrastraba ligeramente las patas de la silla con motivos dorados más cara de todo el teatro y contemplaba el escenario a sus pies más cómodamente. Ahá. Acento ruso, como la disposición de sus rasgos faciales había predispuesto y un patético manejo del francés. 'Adorable' en un contexto que desatendiera al profesor de teología completamente del concepto que tenía del resto de seres en general y le convirtiera en otra persona, ¿por qué no? Algunos poseían ese don inservible para acumular suspiros sólo con la simpática actuación de sus gestos o formas de hablar. A Fausto, a veces, le parecían graciosos (en el sentido plenamente estúpido de la palabra) y, otras, sencillamente no había novedad: deseos de muerte súbita que, sin duda, deberían propinarles otros, porque él no manchaba su tiempo con desperdicios tan deplorables.
Sin embargo, el hecho de que la mujercita le preguntara por sus errores provocó que acabara perteneciendo al primer grupo de todos, al excusable, al menos hasta que Fausto lo dispusiera, como siempre. A pesar de que le estimularan, estaba harto de batallas campantes de egos y, sobre todo, de burda ceguera ante la propia ignorancia. Aunque fuera lo mínimo para los de su condición e incluso si provenía de un ladrillo más en una pared que ni siquiera podía sostenerse, el querer ser conocedor de los errores propios frente al sinfín de oportunidades que se ofrecían al responder a una dura crítica, merecía algo de consideración inicial...
En cualquier campo que abarques, lo único que importa es no alejarte de tu propia certeza de poder. Tus movimientos no son mediocres, no les falta brío, pero están demasiado ocupados sintiendo para sí mismos -respondió, y dejó vacía la pregunta de si era o no dueño de la compañía para alargar su inquietud sufrida-. Preocúpate por desgarrar y acallar a todos con ellos en lugar de esperar a que te sean reconocidos. Dicen que en el alma reside todo, mas si queremos que ésta perdure, hay que hacer que duela.
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Cuando no hay ni un alma
Escucho atentamente aquellas palabras y las repitió en su mente una y otra vez hasta que la joven pudo entender su significado...ese dolor del que hablaba aquel hombre tal vez era igual al sacrificio.
Ladeo la mirada y sonrió para si misma.....sabia de lo que estaba hablando.
¿Por qué apareció esa sonrisa en su rostro? Tal vez porque aquellas palabras habían despertado recuerdos enterrados en lo más profundo de su alma, recuerdos que temía haber perdido, pero que salían a flote con solo una referencia.
Y es que Ludimila parecía tener ese don innato de la danza, su tutora se había encargado de confirmarselo...pero el talento no lo es todo, hay que casarse con el señor esfuerzo para llegar a la perfección y ese matrimonio conlleva dolor y sacrificio...pero la recompensa es deliciosa, ¿acaso para un artista los aplausos no lo son todo? Eso es lo que anhelaba, reconocimiento y tal vez tenia ante sus narices un gran reto que superar. Y desde el principio la joven paso horas y horas bailando, repitiendo pasos hasta que en sus pies le hubieran salido callos y hasta que no había conseguido dominar a la perfección un paso no había parado.
-Esta bien...-respondió la joven solamente, volviendo a mirar a aquel inesperado juez.
No sabia que era....más le intrigaba el porque se había quedado completamente solo en el teatro...desde luego se trataría de una persona extraña.
Desde un principio ella había bailado por puro placer y obviamente se colaba muchas noches en el teatro para disfrutar simplemente de sus movimientos, pero la rusa era capaz de más si se lo proponía..solo tenia que imaginarse que se presentaba a una audición o que estaba representando una obra y todo el publico la esperaba ansioso.
Si...no solo era cuestión de disfrutar con tu trabajo.. también había que complacer a los espectadores. Ludimila relajo su cuerpo y miro hacia arriba, colocándose en el centro del escenario....
Por lo que había podido entender...no le había desagradado del todo su pequeño baile, más el hombre que estaba entre las butacas parecía ser un ser exigente y meticuloso y seguramente buscara algo más. Realmente no le había pedido otra demostración, pero Ludimila segura de si misma estaba dispuesta a demostrarle de lo que era capaz, quisiera o no. Bien sabia que a todos no podía gustar, pero esta vez la joven se tomo como un reto llevarse el sincero aplauso de ese intrigante hombre.
Emitió un suspiro, antes de ponerse a bailar...¿que mejor forma de inspirarse que pensar en su adorada patria? Los poderosos coros de los cosacos llegaban a su cabeza, el poder de sus voces, el orgullo con el que cantaban y bailaban, le daban una fuerza potencial y arrebatadora, Ludimila empezó con un giro sobre su pie, rotando 180 grados sobre si misma, para después avanzar por el teatro de manera frágil y graciosa, de vez en cuando daba saltos que la hacían elevarse en el aire, abriendo sus piernas con gracia, alzando sus brazos como si quisieran arañar el cielo, tocando el suelo y flexionando de manera asombrosa aquel cuerpo que de un momento a otro parecía que se iba a romper.
Quizás la característica de aquella bailarina era aprenderse los pasos de manera perfecta para después darles un toque salvaje y pasional, se podía notar en la expresión de su rostro, una dulce y hermosa bestia se reflejaba en ella, en los desgarradores pasos, a veces sensuales pero sin llegar a ser obscenos y en aquellas escalofriantes contorsiones....
Y era difícil de comprender, ya que la muchacha parecía una figurilla de cristal con la que se debía tener cuidado.
Y volvió a girar, pero esta vez como una desquiciada peonza, o tal vez como un tornado que pretendía derribar todo aquello que se interpusiera en su camino, después desencadeno ese movimiento en una voltereta que a su vez evoluciono en la figura de un puente y así volver a incorporarse, pegando los brazos en su pecho y adoptando una pose grácil.
Su pecho se contraía buscando aire y algunos gotas de sudor perlaban su frente, además de que algunos mechones de pelo invadían su rostro, busco con la mirada al "juez" clavando sus ojos violáceos sobre los suyos.
Si, a veces era así de atrevida e insolente.
Ladeo la mirada y sonrió para si misma.....sabia de lo que estaba hablando.
¿Por qué apareció esa sonrisa en su rostro? Tal vez porque aquellas palabras habían despertado recuerdos enterrados en lo más profundo de su alma, recuerdos que temía haber perdido, pero que salían a flote con solo una referencia.
Y es que Ludimila parecía tener ese don innato de la danza, su tutora se había encargado de confirmarselo...pero el talento no lo es todo, hay que casarse con el señor esfuerzo para llegar a la perfección y ese matrimonio conlleva dolor y sacrificio...pero la recompensa es deliciosa, ¿acaso para un artista los aplausos no lo son todo? Eso es lo que anhelaba, reconocimiento y tal vez tenia ante sus narices un gran reto que superar. Y desde el principio la joven paso horas y horas bailando, repitiendo pasos hasta que en sus pies le hubieran salido callos y hasta que no había conseguido dominar a la perfección un paso no había parado.
-Esta bien...-respondió la joven solamente, volviendo a mirar a aquel inesperado juez.
No sabia que era....más le intrigaba el porque se había quedado completamente solo en el teatro...desde luego se trataría de una persona extraña.
Desde un principio ella había bailado por puro placer y obviamente se colaba muchas noches en el teatro para disfrutar simplemente de sus movimientos, pero la rusa era capaz de más si se lo proponía..solo tenia que imaginarse que se presentaba a una audición o que estaba representando una obra y todo el publico la esperaba ansioso.
Si...no solo era cuestión de disfrutar con tu trabajo.. también había que complacer a los espectadores. Ludimila relajo su cuerpo y miro hacia arriba, colocándose en el centro del escenario....
Por lo que había podido entender...no le había desagradado del todo su pequeño baile, más el hombre que estaba entre las butacas parecía ser un ser exigente y meticuloso y seguramente buscara algo más. Realmente no le había pedido otra demostración, pero Ludimila segura de si misma estaba dispuesta a demostrarle de lo que era capaz, quisiera o no. Bien sabia que a todos no podía gustar, pero esta vez la joven se tomo como un reto llevarse el sincero aplauso de ese intrigante hombre.
Emitió un suspiro, antes de ponerse a bailar...¿que mejor forma de inspirarse que pensar en su adorada patria? Los poderosos coros de los cosacos llegaban a su cabeza, el poder de sus voces, el orgullo con el que cantaban y bailaban, le daban una fuerza potencial y arrebatadora, Ludimila empezó con un giro sobre su pie, rotando 180 grados sobre si misma, para después avanzar por el teatro de manera frágil y graciosa, de vez en cuando daba saltos que la hacían elevarse en el aire, abriendo sus piernas con gracia, alzando sus brazos como si quisieran arañar el cielo, tocando el suelo y flexionando de manera asombrosa aquel cuerpo que de un momento a otro parecía que se iba a romper.
Quizás la característica de aquella bailarina era aprenderse los pasos de manera perfecta para después darles un toque salvaje y pasional, se podía notar en la expresión de su rostro, una dulce y hermosa bestia se reflejaba en ella, en los desgarradores pasos, a veces sensuales pero sin llegar a ser obscenos y en aquellas escalofriantes contorsiones....
Y era difícil de comprender, ya que la muchacha parecía una figurilla de cristal con la que se debía tener cuidado.
Y volvió a girar, pero esta vez como una desquiciada peonza, o tal vez como un tornado que pretendía derribar todo aquello que se interpusiera en su camino, después desencadeno ese movimiento en una voltereta que a su vez evoluciono en la figura de un puente y así volver a incorporarse, pegando los brazos en su pecho y adoptando una pose grácil.
Su pecho se contraía buscando aire y algunos gotas de sudor perlaban su frente, además de que algunos mechones de pelo invadían su rostro, busco con la mirada al "juez" clavando sus ojos violáceos sobre los suyos.
Si, a veces era así de atrevida e insolente.
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Re: Cuando no hay ni un alma
Y para propulsar la rueca de unas condiciones anteriormente insulsas y desmerecidas, la muchachita le sorprendió. No únicamente preguntando por su opinión, sino acatando sus 'consejos'. Las descripciones del mundo del profesor alemán se hallaban repletas de expresiones como 'no se hizo la miel para la boca del asno', de modo que aunque estuviera en su deber como seres pululantes de inferioridad, raro era que supieran aprovecharse de una indicación suprema. No obstante, aquella chica acababa de ponerse a ello.
Bien sabía que las norias de la inspiración, de lo que impulsaba a cada uno, guardaban un conjunto abrumador de orígenes que, posiblemente, nada tuvieran que ver con las palabras que le había arrojado, pero esta verdad universal se olvidaba, a veces, de que Fausto sabía y podía. No le culpaba al pobrecito, bastante tenía ya con cargar el peso contrariamente abusivo de almas intrascendentes y volátiles. Como la de aquella persona que se retorcía artísticamente bajo su analítica mirada... Claro que, de tanto en tanto, se llegaba a extraer un considerable desasosiego de eternidad hasta del guijarro más aparentemente inútil del camino. No aceptaría alumnos a su... ¿cobijo?, de no ser así. Y lo de aquellos creativos instantes con la bailarina se remontaba lejos de sus indicaciones y, no obstante, estaba comenzando a crear cuerpo, forma y cierto deje prometedor de satisfacción.
Encantador... -pensó, al tiempo que dirigía una de sus manos a su mejilla y reposaba el codo sobre el apoya-brazos de su silla, solazándose más en aquella interpretación exclusiva.
¿Estaría pensando en su lugar de origen? ¿En sus recuerdos lejanos? ¿En todo ese súcubo sentimental por el que querría pisar los más elevados escenarios? Seguía percibiendo apego al mundo real, ése que imposibilitaba cualquier drenaje implacable con el que dejar a todos los espectadores muertos en sus asientos, mas como había dicho, sí... Había una notable mejora en lo que destilaba la desesperación de su danza que habían desatado las exigencias de Fausto. Eso era suficiente para seguir torturando y empezar -poco a poco- a indagar.
Se relamió paulatinamente a medida que las últimas espirales giratorias del baile de la joven sentenciaban la desfachatada algidez de su baile y cuando la criaturita se atrevió a cruzarle los jadeos de su mirada destrozada por el esfuerzo, Fausto dejó de apoyar la cara en su mano y adelantó el torso para dar só-lo-u-na-pal-ma-da. En recuerdo dictatorial de lo que representaba que no obtuviera su aplauso completo, pero otorgándole el beneficio de una duda momentáneamente complacida, que podría llegar a sumarse a otra y a otra y a otra... hasta verse convertida en una obra victoriosa de su creación.
Mejor -fue sencillamente su primer comentario-. Percibo todavía demasiado apego, pero al menos pareces lo suficientemente dispuesta... Por el momento.
De nuevo, quedó recostado sobre su butaca y se recreó unos instantes más en la esclava delicia que estaba suponiendo el silencio para dejar vagar los resquicios de su atareada mente por los entresijos de aquella sala.
¿Y si te dijera ahora que soy el dueño de la compañía, cambiaría en algo la motivación de cuanto acabo de ver? -inquirió, negando la cabeza con algo de desidia-. ¿Es todo sudor puro e independiente o únicamente necesitas que conozcan tu nombre en el escenario y no tu supuesta devoción en el arte?
Bien sabía que las norias de la inspiración, de lo que impulsaba a cada uno, guardaban un conjunto abrumador de orígenes que, posiblemente, nada tuvieran que ver con las palabras que le había arrojado, pero esta verdad universal se olvidaba, a veces, de que Fausto sabía y podía. No le culpaba al pobrecito, bastante tenía ya con cargar el peso contrariamente abusivo de almas intrascendentes y volátiles. Como la de aquella persona que se retorcía artísticamente bajo su analítica mirada... Claro que, de tanto en tanto, se llegaba a extraer un considerable desasosiego de eternidad hasta del guijarro más aparentemente inútil del camino. No aceptaría alumnos a su... ¿cobijo?, de no ser así. Y lo de aquellos creativos instantes con la bailarina se remontaba lejos de sus indicaciones y, no obstante, estaba comenzando a crear cuerpo, forma y cierto deje prometedor de satisfacción.
Encantador... -pensó, al tiempo que dirigía una de sus manos a su mejilla y reposaba el codo sobre el apoya-brazos de su silla, solazándose más en aquella interpretación exclusiva.
¿Estaría pensando en su lugar de origen? ¿En sus recuerdos lejanos? ¿En todo ese súcubo sentimental por el que querría pisar los más elevados escenarios? Seguía percibiendo apego al mundo real, ése que imposibilitaba cualquier drenaje implacable con el que dejar a todos los espectadores muertos en sus asientos, mas como había dicho, sí... Había una notable mejora en lo que destilaba la desesperación de su danza que habían desatado las exigencias de Fausto. Eso era suficiente para seguir torturando y empezar -poco a poco- a indagar.
Se relamió paulatinamente a medida que las últimas espirales giratorias del baile de la joven sentenciaban la desfachatada algidez de su baile y cuando la criaturita se atrevió a cruzarle los jadeos de su mirada destrozada por el esfuerzo, Fausto dejó de apoyar la cara en su mano y adelantó el torso para dar só-lo-u-na-pal-ma-da. En recuerdo dictatorial de lo que representaba que no obtuviera su aplauso completo, pero otorgándole el beneficio de una duda momentáneamente complacida, que podría llegar a sumarse a otra y a otra y a otra... hasta verse convertida en una obra victoriosa de su creación.
Mejor -fue sencillamente su primer comentario-. Percibo todavía demasiado apego, pero al menos pareces lo suficientemente dispuesta... Por el momento.
De nuevo, quedó recostado sobre su butaca y se recreó unos instantes más en la esclava delicia que estaba suponiendo el silencio para dejar vagar los resquicios de su atareada mente por los entresijos de aquella sala.
¿Y si te dijera ahora que soy el dueño de la compañía, cambiaría en algo la motivación de cuanto acabo de ver? -inquirió, negando la cabeza con algo de desidia-. ¿Es todo sudor puro e independiente o únicamente necesitas que conozcan tu nombre en el escenario y no tu supuesta devoción en el arte?
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Re: Cuando no hay ni un alma
La joven dio un respingo al escuchar esa sola palmada, capaz de hacerla volver al mundo real.
Parpadeo un poco desorientada y se froto los ojos.
¿que aun habia apego? ¿a que se referia? Tal vez....¿cuando evocaba a su patria?
-No se si usted entender esto-se atrevio a decir la muchacha-pero pensar en mi lugar de nacimiento dar fuerza y valor-suspiro, manteniendose serena.
Apenas llevaba tiempo allá en Paris, puede que dos semanas, y aun sentia la herida abierta. Era una decisión que habia tomado por ella misma, si queria evolucionar, crecer...debia abrirse a nuevos horizontes, aprender a ser totalmente independiente. Y un pais extranjero era idea para superar esa misión.
Oh Paris, una ciudad donde el arte y la cultura florecian por cualquier esquina, artistas, bohemios, intelectuales....un atentico paraiso para una persona de las caracteristicas de Ludimila. A pesar de las dificultades, se sentia integrada, se sentia libre....
-...pero...poder tener razón-sentencio al final la rusa, bajando un poco la mirada, pensativa. Más...¿debia de dejar de evocar a San Petersburgo cuando bailaba?¿y quien le decia que ese señor tenia razón? ¡¡Ni siquiera sabia quien era ni a lo que se dedicaba!!!Aunque por su aspecto parecia tener experiencia y mucha astucia, Ludimila estaba un poco confundida, al oir sus ultimas palabras, arrugo los labios en señal de disgusto.
-no-contesto firme-para mi ser prueba, sea dueño o no-inflo su pecho orgullosa-yo querer gustarle aunque ser lo ultimo que haga, si conseguir eso, es que ser buena en esto-acto seguido movio ligeramente sus hombros, rotandolos con cuidado, la joven se estaba preparando para todo lo que llegase-baile ser mi vida señor.
Y era verdad, al menos eso queria la rusa demostrar en cada uno de sus movimientos, queria expresar lo que ella sentia al publico. Ella habia sacrificado su vida a eso. Ahora mismo podria estar sirviendo en aquella casa de aristocratas, con un techo y comida caliente garantizada, pero ella lo dejo sin dudar, salto al vacio, a la incierta vida de la farandula. Habia pasado horas y horas aprendiendo, perfeccionando la tecnica e incluso añadiendo elementos propios de su naturaleza.
-Para fama, lo más facil es ir con todos ¿no creer?-la joven arqueo una ceja...ciertamente ella paso una vez por el aro...pero era tan niña y tan ingenua que no pudo escapar de ese destino-pero.....yo estar pensando...porque perder su tiempo con mi.
Parpadeo un poco desorientada y se froto los ojos.
¿que aun habia apego? ¿a que se referia? Tal vez....¿cuando evocaba a su patria?
-No se si usted entender esto-se atrevio a decir la muchacha-pero pensar en mi lugar de nacimiento dar fuerza y valor-suspiro, manteniendose serena.
Apenas llevaba tiempo allá en Paris, puede que dos semanas, y aun sentia la herida abierta. Era una decisión que habia tomado por ella misma, si queria evolucionar, crecer...debia abrirse a nuevos horizontes, aprender a ser totalmente independiente. Y un pais extranjero era idea para superar esa misión.
Oh Paris, una ciudad donde el arte y la cultura florecian por cualquier esquina, artistas, bohemios, intelectuales....un atentico paraiso para una persona de las caracteristicas de Ludimila. A pesar de las dificultades, se sentia integrada, se sentia libre....
-...pero...poder tener razón-sentencio al final la rusa, bajando un poco la mirada, pensativa. Más...¿debia de dejar de evocar a San Petersburgo cuando bailaba?¿y quien le decia que ese señor tenia razón? ¡¡Ni siquiera sabia quien era ni a lo que se dedicaba!!!Aunque por su aspecto parecia tener experiencia y mucha astucia, Ludimila estaba un poco confundida, al oir sus ultimas palabras, arrugo los labios en señal de disgusto.
-no-contesto firme-para mi ser prueba, sea dueño o no-inflo su pecho orgullosa-yo querer gustarle aunque ser lo ultimo que haga, si conseguir eso, es que ser buena en esto-acto seguido movio ligeramente sus hombros, rotandolos con cuidado, la joven se estaba preparando para todo lo que llegase-baile ser mi vida señor.
Y era verdad, al menos eso queria la rusa demostrar en cada uno de sus movimientos, queria expresar lo que ella sentia al publico. Ella habia sacrificado su vida a eso. Ahora mismo podria estar sirviendo en aquella casa de aristocratas, con un techo y comida caliente garantizada, pero ella lo dejo sin dudar, salto al vacio, a la incierta vida de la farandula. Habia pasado horas y horas aprendiendo, perfeccionando la tecnica e incluso añadiendo elementos propios de su naturaleza.
-Para fama, lo más facil es ir con todos ¿no creer?-la joven arqueo una ceja...ciertamente ella paso una vez por el aro...pero era tan niña y tan ingenua que no pudo escapar de ese destino-pero.....yo estar pensando...porque perder su tiempo con mi.
Ludimila- Humano Clase Media
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Re: Cuando no hay ni un alma
Nuevamente, Fausto negó lentamente con la cabeza, casi más para sí mismo, siempre en el interior de su propia majestuosidad. La hiperbolizada altura de su porte que le dotaba aquella infraestructura aún no le dejaba indiferente, incluso si continuaba sin serle de urgente necesidad, muchísimo menos frente a una diminuta bailarina que escupía fuego de sus sandalias ofendidas. Aquella especie de reivindicación aunque no le sorprendiese (¿qué devoto del arte en su mayor decadencia no afirmaba que le tenía atado de pies y manos?), le divertía. Tanto y de forma tan curiosa, que cuando la muchacha mencionó lo que ya había supuesto respecto a su motivación para tocar el suelo con la punta de las uñas, el chistido habitual se difuminó en una sonrisa burlona, pero peligrosamente considerada.
Si aquella mariposilla supiese tan sólo dónde empezaba a meterse… Ni el símbolo más revitalizante de su patria ni los arrumacos más melosos de su madre comenzaría a ser un bálsamo suficiente.
Lugar de nacimiento, claro ¿Por qué no? Aunque para empezar, deberías compaginar tus clases de ballet con las de francés. El manejo de una idioma tan cuna del arte y la cultura es más que crucial para merecerte el respeto también al otro lado de donde tus pies se marchitan -replicó y se acarició una de las solapas de su abrigo para alejar el polvo que empezaba a revolotear por su palco.
Primera señal externa de que ya llevaba demasiado tiempo ahí metido.
Sin embargo, el detalle que lograba sobresalir de aquella reflexión que tendría que estar girando en torno a él mismo se centraba especialmente en que la criaja tenía razón sobre una cosa: aún seguía prestándole atención, ligeramente pendiente de lo que llegaría a salir de todo aquel encuentro. Aspecto que aún continuaba siendo sorprendente, ya que ni siquiera los indicios de su conclusión podían anteponerse a toda una obra de magnanimidad como La divina comedia y, aun así, aquella improvisada reunión tenía algo de distinto para bien y era que no se la esperaba. Lo de antes podría haber sido un intento de ensalzar una obra maestra, por supuesto, pero lo de esos precisos instantes podría llegar a suponer la delicada promesa de algo mucho mejor… porque Fausto habría puesto su huella.
Y no es que pueda tener razón... –añadió, declinando la valía de su disposición a analizar lo que ella acababa de decirle- es que, además, la tengo. Conmigo no existe incertidumbre, pequeña ilusa, de eso ya hay en abundancia como para tener que otorgarle un valor tan inconmensurable como mi tiempo –aseveró y negó con la cabeza, de nuevo, aunque aquella vez de un modo mucho más notorio y regodeado-. Del que, ya que te atreves a hacer mención… ¿Te interesaría saber por qué empleo contigo? Pues eso ya es un hecho, algo que sólo manejo yo y me incumbe a mí, pero a partir de ahora, ganártelo dependerá únicamente de ti misma ¿Vas a hacer como el resto de míseros palominos? ¿Confirmarme que más que un empleo, ha sido un desperdicio? -retó y esparció las partículas sucias del aire entre sus dos dedos- Tú dirás.
Y tras aquello, se puso en pie de una vez por todas, sin previo aviso ni dar tiempo a la bailarina para rebatir nada, mientras volteaba tranquilamente y desaparecía por la salida de su palco, calculando mentalmente y con una lacónica sonrisa en el rostro, cuántos jadeos acumularía ella al echarse una carrera desde el escenario hasta los pasillos que lo conducirían definitivamente fuera de todo el teatro.
Si aquella mariposilla supiese tan sólo dónde empezaba a meterse… Ni el símbolo más revitalizante de su patria ni los arrumacos más melosos de su madre comenzaría a ser un bálsamo suficiente.
Lugar de nacimiento, claro ¿Por qué no? Aunque para empezar, deberías compaginar tus clases de ballet con las de francés. El manejo de una idioma tan cuna del arte y la cultura es más que crucial para merecerte el respeto también al otro lado de donde tus pies se marchitan -replicó y se acarició una de las solapas de su abrigo para alejar el polvo que empezaba a revolotear por su palco.
Primera señal externa de que ya llevaba demasiado tiempo ahí metido.
Sin embargo, el detalle que lograba sobresalir de aquella reflexión que tendría que estar girando en torno a él mismo se centraba especialmente en que la criaja tenía razón sobre una cosa: aún seguía prestándole atención, ligeramente pendiente de lo que llegaría a salir de todo aquel encuentro. Aspecto que aún continuaba siendo sorprendente, ya que ni siquiera los indicios de su conclusión podían anteponerse a toda una obra de magnanimidad como La divina comedia y, aun así, aquella improvisada reunión tenía algo de distinto para bien y era que no se la esperaba. Lo de antes podría haber sido un intento de ensalzar una obra maestra, por supuesto, pero lo de esos precisos instantes podría llegar a suponer la delicada promesa de algo mucho mejor… porque Fausto habría puesto su huella.
Y no es que pueda tener razón... –añadió, declinando la valía de su disposición a analizar lo que ella acababa de decirle- es que, además, la tengo. Conmigo no existe incertidumbre, pequeña ilusa, de eso ya hay en abundancia como para tener que otorgarle un valor tan inconmensurable como mi tiempo –aseveró y negó con la cabeza, de nuevo, aunque aquella vez de un modo mucho más notorio y regodeado-. Del que, ya que te atreves a hacer mención… ¿Te interesaría saber por qué empleo contigo? Pues eso ya es un hecho, algo que sólo manejo yo y me incumbe a mí, pero a partir de ahora, ganártelo dependerá únicamente de ti misma ¿Vas a hacer como el resto de míseros palominos? ¿Confirmarme que más que un empleo, ha sido un desperdicio? -retó y esparció las partículas sucias del aire entre sus dos dedos- Tú dirás.
Y tras aquello, se puso en pie de una vez por todas, sin previo aviso ni dar tiempo a la bailarina para rebatir nada, mientras volteaba tranquilamente y desaparecía por la salida de su palco, calculando mentalmente y con una lacónica sonrisa en el rostro, cuántos jadeos acumularía ella al echarse una carrera desde el escenario hasta los pasillos que lo conducirían definitivamente fuera de todo el teatro.
Última edición por Fausto el Jue Mar 01, 2012 10:13 pm, editado 1 vez
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Cuando no hay ni un alma
La joven rusa fruncio el ceño, habia ciertas palabras que no llegaba a comprender...
-Ah..eso es cierto-confeso Ludimila- pero hablar con franceses ser buena practica-rebatio inocentemente.
Más en su interior sentia algo de desasosiego al mirar a ese hombre..pero ¿por qué? Quiza su manera de hablar, el tono que utilizaba, sus gestos...todo aquello era un alarde de superioridad. Además, hablaba de una manera demasiado "exquisita" para ella, que aun tenia unos pocos problemas que al menos se iban solucionando con el paso del tiempo.
Pero, a pesar de todo, consideraba que..aunque fuera muy hiriente podia aprender de todo aquello ya que el hombre por su aspecto, habia vivido más que ella.
Y más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Una vez más, aquel hombre hizo uno de sus peculiares gestos, provocando que la bailarina se pusiera más nerviosa, en aquellos instantes se sentia como un animal presa de un objeto de estudio.
¡Desde luego se lo tenia muy creido! Ludimila se cruzo de brazos mientras lo escuchaba hablar, tal vez toda esa egolatria se la achacaba a su comoda posición economica..¡al final y al cabo todos eran iguales! Arqueo una ceja disgustada, si ella hubiera sido un varon no hubiera dudado en estrellarle un puñetazo en la cara.
Más su pequeño momento de furia desaparecio para ser sustituido por una creciente curiosidad. Con esas palabras él no habia hecho más que echar leña al fuego, aquel fuego propio de su juventud, ni mas ni menos Ludimila era poseedora de una curiosidad terrible y ahora lo unico que queria saber es el " porque" ese señor habia "desperdiciado" su tiempo en ella.
Y es que tal vez si que le habia gustado, Ludimila albergaba esa opción, más no se atrevia a manifestarla...bueno, la verdad es que ni tiempo le habria dado si la joven hubiera reunido el valor necesario, ya que el misterioso caballero se habia levantado de su asiento y ya iba por mitad del pasillo.
Esta se mordio los labios, por unos segundos se quedo parada pero es que...¡¡la curiosidad era superior!! exclamo algo en ruso, seguramente un "dios santo" y cogiendo carrerilla bajo del escenario con la agilidad de un felino.
Lo que ahora pasaba por su alocada cabeza es que debia hacer para poder descubrir aquel secreto que ahora le quemaba por dentro.
-¡No! ¡Mi vida es bailar! ¡lo juro!-jadeo la joven, si algo no iba a tolerar es que dudaran de su amor por el baile-¡esperar por favor!
De unas cuantas zancadas de sus piernas largas y agiles pudo alcanzarlo sin problemas, una vez detras suyo con cierta seguridad, le dio un toquecito en el hombro.
-Señor, por favor, decir porqué-suplico esta con el corazón oprimido por todo aquel misterio que envolvía a la situación.
P.D: demonios, esto esta MUY interesante
-Ah..eso es cierto-confeso Ludimila- pero hablar con franceses ser buena practica-rebatio inocentemente.
Más en su interior sentia algo de desasosiego al mirar a ese hombre..pero ¿por qué? Quiza su manera de hablar, el tono que utilizaba, sus gestos...todo aquello era un alarde de superioridad. Además, hablaba de una manera demasiado "exquisita" para ella, que aun tenia unos pocos problemas que al menos se iban solucionando con el paso del tiempo.
Pero, a pesar de todo, consideraba que..aunque fuera muy hiriente podia aprender de todo aquello ya que el hombre por su aspecto, habia vivido más que ella.
Y más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Una vez más, aquel hombre hizo uno de sus peculiares gestos, provocando que la bailarina se pusiera más nerviosa, en aquellos instantes se sentia como un animal presa de un objeto de estudio.
¡Desde luego se lo tenia muy creido! Ludimila se cruzo de brazos mientras lo escuchaba hablar, tal vez toda esa egolatria se la achacaba a su comoda posición economica..¡al final y al cabo todos eran iguales! Arqueo una ceja disgustada, si ella hubiera sido un varon no hubiera dudado en estrellarle un puñetazo en la cara.
Más su pequeño momento de furia desaparecio para ser sustituido por una creciente curiosidad. Con esas palabras él no habia hecho más que echar leña al fuego, aquel fuego propio de su juventud, ni mas ni menos Ludimila era poseedora de una curiosidad terrible y ahora lo unico que queria saber es el " porque" ese señor habia "desperdiciado" su tiempo en ella.
Y es que tal vez si que le habia gustado, Ludimila albergaba esa opción, más no se atrevia a manifestarla...bueno, la verdad es que ni tiempo le habria dado si la joven hubiera reunido el valor necesario, ya que el misterioso caballero se habia levantado de su asiento y ya iba por mitad del pasillo.
Esta se mordio los labios, por unos segundos se quedo parada pero es que...¡¡la curiosidad era superior!! exclamo algo en ruso, seguramente un "dios santo" y cogiendo carrerilla bajo del escenario con la agilidad de un felino.
Lo que ahora pasaba por su alocada cabeza es que debia hacer para poder descubrir aquel secreto que ahora le quemaba por dentro.
-¡No! ¡Mi vida es bailar! ¡lo juro!-jadeo la joven, si algo no iba a tolerar es que dudaran de su amor por el baile-¡esperar por favor!
De unas cuantas zancadas de sus piernas largas y agiles pudo alcanzarlo sin problemas, una vez detras suyo con cierta seguridad, le dio un toquecito en el hombro.
-Señor, por favor, decir porqué-suplico esta con el corazón oprimido por todo aquel misterio que envolvía a la situación.
P.D: demonios, esto esta MUY interesante
Ludimila- Humano Clase Media
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Re: Cuando no hay ni un alma
{Main Theme, Dark Of The Sun}
Fausto lanzó una suspirante sonrisa todavía más alargada cuando escuchó sus pasos cada vez más próximos a la reposadamente incesante caminata del hombre y notó –predijo- el toque en el hombro seguido de la inocente pregunta. Lo que la volvía incluso más boba que lo que sugeriría a simple vista estar perdiendo sus minutos y segundos en comprobar lo que aquella mariposilla era capaz de hacer frente a su intelecto y su apariencia milenaria. Tampoco esperaba menos, ni a simple vista de lo que una insignificante muchacha le sugeriría ni por lo que había desentramado en la charla. Pues si algo le había permitido aquel curioso encuentro hasta entonces, se resumía a dar una oportunidad a la prometedora bailarina por encima de la mediocre persona.
Se detuvo casi en el acto, dando una perturbadora muestra de reflejos que no auguraba un comportamiento normal ni mucho menos considerado. Poco a poco, se fue dando la vuelta hasta quedar cara a ella, por vez primera desde que habían llegado a ojos del otro.
Aunque ya no tenían a su alrededor la jerárquica disposición del abrumador teatro, por desgracia de la joven, se demostraba que para Fausto no era ni meramente necesaria, porque no sólo su altura la superaba con creces, sino que la oscuridad abusadora de su rostro resultaba incluso más potente a la hora de colarse por los recovecos de su figura.
Y si se quedara únicamente en cómo sus pupilas azules discernían la valía de sus piernas o el movimiento agitado de su pecho después de bailar y correr, aún tendría tiempo de pensar una huída, pero la mirada de Fausto se clavaba también en el alma precisamente porque la suya estaba más desgarrada que ninguna otra. Y aun así, ni aquella jovencita ni ningún otro ser, humano o sobrenatural, mayor o menor, conocería jamás un desgarro tan escalofriantemente poderoso.
¿Decirte? –repitió y su carcajada se llevó todo el oxígeno del espacio hasta alimentar el brillo arrasador de sus pupilas- No hablaba en literalidades insulsas, yo ya he dicho suficiente, pequeña, incluso demasiado. Ahora lo que te toca a ti es aplicarlo y a raíz de eso, demostrarme que he hecho bien en cruzar siquiera dos palabras contigo. Para empezar y si has decidido ser sabia y confiar en mi juicio, apañándotelas para volver a verme, o mejor: a que yo vuelva a encontrarte. ¿Qué ideas se te ocurren, al respecto? Si el baile es tu vida, entonces en consecuencia deberás estar dispuesta a todo para vivirla.
Una ráfaga ondeó en torno a ellos debido al aire que escupió la puerta que tenían a varios metros, cuando uno de los tramoyistas que danzaba ajeno a todo, la abrió para marcharse del edificio y el cabello de la muchacha se movió hacia atrás mientras que el largo abrigo de Fausto fue hacia delante. Así, bajo aquella extraña serenidad, en aquel cuadro tan fantasmagórico como real, Fausto preguntó, sorprendiendo a la chica cuando lo hizo en ruso:
¿Cuál es tu nombre?
Última edición por Fausto el Mar Jul 10, 2012 10:53 pm, editado 1 vez
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Cuando no hay ni un alma
¿Como podría describirse esa sensación? No lo sabia, pero la figura de aquel hombre se le antojaba terrorífica e imponente ¡qué alto era! Además, aquel tono oscuro acrecentaba ese aspecto intimidante, Ludimila se revolvió en su interior, sentía la necesidad de salir corriendo despavorida, pero aquella mirada atenazadora fue capaz de mantenerla en su sitio, incluso la joven creyó que se le acababa el aliento.
Una corriente de aire sacudió sus figuras violentamente, los cabellos azabache de la joven, siguieron el alterado compás del aire, inconscientemente, esta dio dos pasos hacia atrás.
¿Pero como iba a hacer eso?....
-Yo ser fácil de encontrar-dijo esta, algo confusa, aun tenia el corazón en un puño-juro que sus palabras no ser en vano- Ludimila recupero algo de fuerza en su actitud, no iba a acobardarse ahora-yo siempre estar donde la música esta, ahí estar....
Más la joven enmudeció cuando este se comunico con ella en su idioma natal, parpadeo varias veces, antes de responder.....
-Me llamo Ludimila....-respondió esta, en su idioma, no iba a perder la oportunidad de poder expresarse sin ninguna dificultad y sin sentirse tonta-Ludimila Petrova-llevo sus brazos detras de la espalda, adoptando una pose rigida, levantando la cabeza y observando al hombre que tenia delante suyo-Me ha sorprendido usted....¿señor...?-arqueo una ceja, esperando una respuesta.
Lanzo un leve suspiro, ahora se sentía más segura, el caso es que, todo lo que suponía aquel hombre era todo un misterio, si, para ella ahora mismo estaba formado de una materia extraña y a la vez perturbadora ¿que vuelva a encontrarla? Aquella pregunta le rondaba por la cabeza una y otra vez.
-Bien, ahora que puedo expresarme con claridad, le diré que, no descansare hasta complacerle-hizo una pausa, humedeciéndose la boca-es tan extraño, pero para mi esto supone un gran reto...si consigo gustarle de verdad... supondrá tantas cosas...-la joven parecía más estar pensando en voz alta que comunicándose con su interlocutor, hizo un movimiento brusco, volviendo su mirada otra vez al caballero, sus ojos violetas, ahora afianzados, llenos de fuerza y tal vez de la misma fiereza que esta manifestaba a la hora de bailar-Le demostrare que no soy una cualquiera, no por algo estoy aquí.
Y Tal vez aquel hombre supiese mucho pero...¿sabia lo que era bailar? Pasarse horas, apoyada en una barra, repitiendo el mismo paso hasta el hastío, levantarse pronto, llevar una estricta dieta e incluso aguantarse las malas miradas de los demás. Eso era algo que él nunca sabría, el sacrificio que debe hacer un artista para transmitir la belleza del arte al mundo....
Una corriente de aire sacudió sus figuras violentamente, los cabellos azabache de la joven, siguieron el alterado compás del aire, inconscientemente, esta dio dos pasos hacia atrás.
¿Pero como iba a hacer eso?....
-Yo ser fácil de encontrar-dijo esta, algo confusa, aun tenia el corazón en un puño-juro que sus palabras no ser en vano- Ludimila recupero algo de fuerza en su actitud, no iba a acobardarse ahora-yo siempre estar donde la música esta, ahí estar....
Más la joven enmudeció cuando este se comunico con ella en su idioma natal, parpadeo varias veces, antes de responder.....
-Me llamo Ludimila....-respondió esta, en su idioma, no iba a perder la oportunidad de poder expresarse sin ninguna dificultad y sin sentirse tonta-Ludimila Petrova-llevo sus brazos detras de la espalda, adoptando una pose rigida, levantando la cabeza y observando al hombre que tenia delante suyo-Me ha sorprendido usted....¿señor...?-arqueo una ceja, esperando una respuesta.
Lanzo un leve suspiro, ahora se sentía más segura, el caso es que, todo lo que suponía aquel hombre era todo un misterio, si, para ella ahora mismo estaba formado de una materia extraña y a la vez perturbadora ¿que vuelva a encontrarla? Aquella pregunta le rondaba por la cabeza una y otra vez.
-Bien, ahora que puedo expresarme con claridad, le diré que, no descansare hasta complacerle-hizo una pausa, humedeciéndose la boca-es tan extraño, pero para mi esto supone un gran reto...si consigo gustarle de verdad... supondrá tantas cosas...-la joven parecía más estar pensando en voz alta que comunicándose con su interlocutor, hizo un movimiento brusco, volviendo su mirada otra vez al caballero, sus ojos violetas, ahora afianzados, llenos de fuerza y tal vez de la misma fiereza que esta manifestaba a la hora de bailar-Le demostrare que no soy una cualquiera, no por algo estoy aquí.
Y Tal vez aquel hombre supiese mucho pero...¿sabia lo que era bailar? Pasarse horas, apoyada en una barra, repitiendo el mismo paso hasta el hastío, levantarse pronto, llevar una estricta dieta e incluso aguantarse las malas miradas de los demás. Eso era algo que él nunca sabría, el sacrificio que debe hacer un artista para transmitir la belleza del arte al mundo....
Ludimila- Humano Clase Media
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Re: Cuando no hay ni un alma
Por supuesto que no lo sabría, no lo experimentaría, mejor dicho. La belleza que aportaba Fausto al mundo era absolutamente incomprendida, y más todavía para las gentes candorosas y de cometidos tan puros. Siempre se decía (y con una gran razón que Fausto no se encargaría de rebatir) que el arte nunca nace de la felicidad, que los artistas padecen dolor, físico y mental, para alzarse sobre el mundo y tocar un poco del cielo con la punta de los dedos. Por eso, era del todo hipócrita rehuir la sangre fría que se encontraba en criaturas como el profesor de teología, capaces de todo por sus logros, sin excepciones, ni límites morales ni de estratos sociales. Único en su esencia, sin importar lo que hubieran etiquetado los demás antes de que llegara él para juzgarles.
Puede que Fausto no se pasara todas esas horas dando vueltas en torno a sí mismo o transportando el peso de todo su cuerpo sobre sus propios pies danzarines, pero no era ajeno a nada que pudiera extraer lo más aprovechable de cualquier tipo de ser, humano o sobrenatural. Por no hablar de que el ballet tampoco escapaba a su sed de conocimientos, ya que ésta abarcaba más ámbitos de los que sería inicialmente lógico asociar a una cabeza que todavía le faltaba tiempo para alcanzar la tercera edad.
Él nunca había necesitado crecer para aprenderlo todo.
Parece que me has entendido mal –dijo con firmeza y continuó contemplándola en su reposada certeza-, que consigas que yo, quien a cada momento estoy en un sitio distinto y en una mente diferente, te encuentre a ti demostrará muchas más aptitudes por tu parte que si sucede al contrario. Como tú misma has dicho, eso sería mucho más sencillo. Por tanto, carente de absoluto mérito, ¿no crees, cachorra?
El hombre echó la cabeza ligeramente hacia atrás y contempló de reojo la puerta del teatro que tenía detrás, por la que ambos deberían partir en algún momento. Dando a entender con ello que aquel encuentro había finalizado por ahora, y que poco más tenía que añadir a las ansias de la bailarina, claramente desesperadas por hallar las respuestas al enigma que formaba aquella figura oscura que se había detenido a criticar sus pasos.
Ludimila –asintió, y su sonrisa encajó de un modo más arrollador en el apoteósico lienzo que formaba su rostro-. Tu nombre de por sí ya implica gentileza y gracia, demasiado adecuado para lo que pretendes hacer con tu existencia –pasaron unos segundos hasta que se decidiera a responderle ahora él con un contundente:- Fausto.
Escuchó tranquilamente lo que la recién nombrada tenía que decirle y a continuación, se inclinó un poco sobre ella para hablarle de más cerca, y sobre todo para que no pudiera perderse detalle de lo que su lenguaje no verbal decía. No quería más excusas.
¿No por algo estás aquí? –inquirió, repitiendo las últimas palabras de Ludimila y añadió para concluir con sorna: ‘Recuerda que “estás aquí” porque te has colado’.
Aquello fue lo último que le dijo en ruso. A partir de entonces, únicamente usaría la lengua natal de Ludimila para conversar con ella cuando ésta demostrara que la merecía. El francés continuaba siendo primordial y no debía caberle duda alguna de que no por conocer la suya, Fausto iba a ponerle las cosas fáciles, ni siquiera con eso.
Se irguió de nuevo, tras dejar pasar unos segundos en los que ella pudiese comentar algo más, si era su deseo, y acto seguido, dio media vuelta para proseguir con su camino y salir finalmente del teatro.
Puede que Fausto no se pasara todas esas horas dando vueltas en torno a sí mismo o transportando el peso de todo su cuerpo sobre sus propios pies danzarines, pero no era ajeno a nada que pudiera extraer lo más aprovechable de cualquier tipo de ser, humano o sobrenatural. Por no hablar de que el ballet tampoco escapaba a su sed de conocimientos, ya que ésta abarcaba más ámbitos de los que sería inicialmente lógico asociar a una cabeza que todavía le faltaba tiempo para alcanzar la tercera edad.
Él nunca había necesitado crecer para aprenderlo todo.
Parece que me has entendido mal –dijo con firmeza y continuó contemplándola en su reposada certeza-, que consigas que yo, quien a cada momento estoy en un sitio distinto y en una mente diferente, te encuentre a ti demostrará muchas más aptitudes por tu parte que si sucede al contrario. Como tú misma has dicho, eso sería mucho más sencillo. Por tanto, carente de absoluto mérito, ¿no crees, cachorra?
El hombre echó la cabeza ligeramente hacia atrás y contempló de reojo la puerta del teatro que tenía detrás, por la que ambos deberían partir en algún momento. Dando a entender con ello que aquel encuentro había finalizado por ahora, y que poco más tenía que añadir a las ansias de la bailarina, claramente desesperadas por hallar las respuestas al enigma que formaba aquella figura oscura que se había detenido a criticar sus pasos.
Ludimila –asintió, y su sonrisa encajó de un modo más arrollador en el apoteósico lienzo que formaba su rostro-. Tu nombre de por sí ya implica gentileza y gracia, demasiado adecuado para lo que pretendes hacer con tu existencia –pasaron unos segundos hasta que se decidiera a responderle ahora él con un contundente:- Fausto.
Escuchó tranquilamente lo que la recién nombrada tenía que decirle y a continuación, se inclinó un poco sobre ella para hablarle de más cerca, y sobre todo para que no pudiera perderse detalle de lo que su lenguaje no verbal decía. No quería más excusas.
¿No por algo estás aquí? –inquirió, repitiendo las últimas palabras de Ludimila y añadió para concluir con sorna: ‘Recuerda que “estás aquí” porque te has colado’.
Aquello fue lo último que le dijo en ruso. A partir de entonces, únicamente usaría la lengua natal de Ludimila para conversar con ella cuando ésta demostrara que la merecía. El francés continuaba siendo primordial y no debía caberle duda alguna de que no por conocer la suya, Fausto iba a ponerle las cosas fáciles, ni siquiera con eso.
Se irguió de nuevo, tras dejar pasar unos segundos en los que ella pudiese comentar algo más, si era su deseo, y acto seguido, dio media vuelta para proseguir con su camino y salir finalmente del teatro.
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Cuando no hay ni un alma
Simplemente se ruborizo. Fausto tenia razón, se había colado como una vulgar rata en el teatro, pero seguía considerando que la escena y ella estaban hechas la una para la otra, que encajaban perfectamente y que podía brillar con luz propia.
No obstante aquello todavía le quedaba grande y aquel hombre se había encargado de recordarselo sin ningún reparo, pero aun así, Ludimila no se acobardó, todo lo contrario, tal era su amor por la danza que, los sucesos amargos del pasado apenas ya eran un recuerdo y los acontecimientos del futuro los consideraba ya como un reto que podía superar sin problemas.
A pesar que en esos instantes estaba experimentando la más pura y total vergüenza ( como un niño al que habían llamado la atención) solo pudo sonreír como respuesta, una sonrisa nerviosa y con cierta picardia, pero indudablemente natural. Después se quedo estática, observando como Fausto se alejaba para abandonar el teatro...
-¡Nos veremos! ¡Yo jurar!-chillo esta sin ningún reparo en francés.Para nada expresaba enfado o resentimiento, ni siquiera una declaración de venganza. Era un grito cargado de energía, ella estada manándole un desafío, pero viniendo de ella, era de lo más simpático y sin acritud.
Acto seguido se dio media vuelta, con los ánimos renovados y corrió hasta el escenario, escondiéndose entre el telón para poder cambiarse. Juró que pronto no tendría que colarse en el teatro de noche, que pronto hablaría un francés exquisito y que todos le besarían la mano, pero por encima de todo, que se convertiría en la mejor bailarina de la historia y que aquel caballero le diera el reconocimiento que tanto ansiaba.
TEMA TERMINADO
No obstante aquello todavía le quedaba grande y aquel hombre se había encargado de recordarselo sin ningún reparo, pero aun así, Ludimila no se acobardó, todo lo contrario, tal era su amor por la danza que, los sucesos amargos del pasado apenas ya eran un recuerdo y los acontecimientos del futuro los consideraba ya como un reto que podía superar sin problemas.
A pesar que en esos instantes estaba experimentando la más pura y total vergüenza ( como un niño al que habían llamado la atención) solo pudo sonreír como respuesta, una sonrisa nerviosa y con cierta picardia, pero indudablemente natural. Después se quedo estática, observando como Fausto se alejaba para abandonar el teatro...
-¡Nos veremos! ¡Yo jurar!-chillo esta sin ningún reparo en francés.Para nada expresaba enfado o resentimiento, ni siquiera una declaración de venganza. Era un grito cargado de energía, ella estada manándole un desafío, pero viniendo de ella, era de lo más simpático y sin acritud.
Acto seguido se dio media vuelta, con los ánimos renovados y corrió hasta el escenario, escondiéndose entre el telón para poder cambiarse. Juró que pronto no tendría que colarse en el teatro de noche, que pronto hablaría un francés exquisito y que todos le besarían la mano, pero por encima de todo, que se convertiría en la mejor bailarina de la historia y que aquel caballero le diera el reconocimiento que tanto ansiaba.
TEMA TERMINADO
Ludimila- Humano Clase Media
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