AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Candy from a stranger [Marishka Marquand]
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Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Ya había tenido que atravesar ese 'mundo mágico', de todas maneras. En el lugar que llamaba a cualquier opción deplorable, por supuesto. Una feria, un parque de atracciones, diversiones, lo que fuera. Desde luego, a la mente de Fausto acudían muchos otros rincones cuando se mencionaban todas esas palabras seguidas y apunto estuvo de esbozar una sonrisa macabra al remontar rápidamente con el pensamiento de que incluso un establecimiento dedicado al bienestar y pasatiempo del prójimo como lo era Luna Park podía servir igualmente para retorcidas intenciones de todo tipo. Como las que lo habían llevado a parar allí.
Las carcajadas de los niños, abultadas por el traqueteo de la alegre maquinaria portadora de sueños, románticos e infantiles. Eso era lo que llevaba a Fausto a tener que añadir una mueca de asco a la pétrea imperturbabilidad de sus expresiones. No porque odiara a los niños, pues para él representaban ese lienzo en blanco, apetitoso y emblemático para sus cacerías de saberes y enseñanzas. Lo que detestaba era que se los tratara de premiar con la vacía simpleza de algo que únicamente alimentaría su ingenuidad, como todo lo que se vendía en esa especie de Carnivàle de luces y colores. Y unas risas ajadas de una felicidad que había provocado un poco de caramelo en la cara o la noria más vertiginosa del mundo echaban por tierra cualquier acopio de dignidad futura y madura. En resumidas cuentas: útil y digna. Se pondría a repartir justicia divina entre el deleznable patetismo de tanto padre ignorante de no ser porque no le importaba, ni le merecía la pena, ni mucho menos había llegado hasta ese sitio para eso.
El cambiaformas que perseguía acababa de entremezclarse entre la feliz muchedumbre, ajena al peligro que podían padecer al primer movimiento en falso que dieran cualquiera de los dos, cazador y presa. Ni siquiera le habían pagado tanto por aquella en cuestión ('tanto' para lo que Fausto solía cobrar, lo cual no quería decir que la suma de dinero hubiera sido poco cuantiosa, sino más bien al contrario. Un puto rockefeller hasta para eso, si es que daban ganas de matarlo a él y no al animalejo). No obstante, ya se sabía... Prestigio, debía mantenerse y si podía ser realizando su trabajo de la forma más letal y contundente posible, mejor. Fausto caminaba apacible y alerta a través del resto de transeúntes, no tenía ninguna prisa y aunque no guardaba reparos en actuar como le pareciese apropiado a pesar de la cantidad de personas inocentes, le convenía ser discreto. El cambiaformas ni siquiera reaccionaba con un mínimo de inteligencia y Fausto habría enlistado el trabajo antes de que uno de los criajos que rondaban por ahí se acabara la manzana caramelizada que le habían comprado.
Y, en efecto, la estúpida criatura actuó sin inteligencia, pero del modo por el que Fausto temía que no fuera a finalizar su pedido tan rápido: debido a la desesperación de la cacería, la criatura inició la transformación de su cuerpo en mitad del gentío, arrollando a varias personas a su paso y llamando irremediablemente la atención de unos cuantos. Fausto negó con la cabeza y enseñó los dientes, avanzando con una decisión mucho menos prudente hacia el inepto ser. Sacó del interior de su chaqueta uno de los bastones que usaba en el Kalaripayatu y lo arrojó al otro extremo donde se estaba llevando a cabo el incidente para desviar la atención de las personas y, de paso, provocar que muchas se alejaran de allí para ayudar a un vendedor ambulante al que, con el impacto del arma, se le habían roto unas cuantas cestas de frutas. La forma del animal que adoptaba aquella presa era la de un gorila, y con un cuerpo medio peludo y mastodonte, el cambiaformas continuó corriendo por el parque hasta introducirse en la atracción más oscura del lugar, que daba al pequeño riachuelo que había junto a la feria.
Fausto le siguió, con la ayuda de los enormes y elevados saltos propios de su arte marcial indio y cuando el gorila se había amarrado a los inicios del metal de una noria que había cerca, una sombra apareció del otro lado, súbita e irreal, como una estrella fugaz que se quedaba quieta sólo para que pudieras desestabilizarte ante la sorpresa. El cambiaformas se congeló por unos instantes, confuso ante la visión, y Fausto lo aprovechó para impulsarse desde el techo de un puesto de caramelos y llegar a tiempo de extraer su sable y ensuciarlo de la carne cercenada que atravesó el aire tras degollarle de una sola estocada. La cabeza del ser sobrenatural se reunió con el agua más pronto incluso que el resto de su cuerpo a medio transformar, mitad humano, mitad gorila. Por lo que, para beneficio de Fausto, la evidencia de lo que acababa de ocurrir continuó pasando inadvertida frente a los visitantes de Luna Park.
El alemán permaneció aferrado a los metales de la noria y contemplando su tarea recién despachada hundiéndose en el riachuelo. Aun así, las agitaciones de la noche no parecían querer abandonarle. Todavía faltaba averiguar qué o quién había sido el encargado de asombrar a la infeliz víctima y sin moverse más que para alzar su altanera mirada hacia arriba, se dispuso a vislumbrar los primeros resquicios de lo que parecía una muchacha... Una muchacha lejos de formar parte de la boba inocencia de aquel condenado parque de diversiones.
Las carcajadas de los niños, abultadas por el traqueteo de la alegre maquinaria portadora de sueños, románticos e infantiles. Eso era lo que llevaba a Fausto a tener que añadir una mueca de asco a la pétrea imperturbabilidad de sus expresiones. No porque odiara a los niños, pues para él representaban ese lienzo en blanco, apetitoso y emblemático para sus cacerías de saberes y enseñanzas. Lo que detestaba era que se los tratara de premiar con la vacía simpleza de algo que únicamente alimentaría su ingenuidad, como todo lo que se vendía en esa especie de Carnivàle de luces y colores. Y unas risas ajadas de una felicidad que había provocado un poco de caramelo en la cara o la noria más vertiginosa del mundo echaban por tierra cualquier acopio de dignidad futura y madura. En resumidas cuentas: útil y digna. Se pondría a repartir justicia divina entre el deleznable patetismo de tanto padre ignorante de no ser porque no le importaba, ni le merecía la pena, ni mucho menos había llegado hasta ese sitio para eso.
El cambiaformas que perseguía acababa de entremezclarse entre la feliz muchedumbre, ajena al peligro que podían padecer al primer movimiento en falso que dieran cualquiera de los dos, cazador y presa. Ni siquiera le habían pagado tanto por aquella en cuestión ('tanto' para lo que Fausto solía cobrar, lo cual no quería decir que la suma de dinero hubiera sido poco cuantiosa, sino más bien al contrario. Un puto rockefeller hasta para eso, si es que daban ganas de matarlo a él y no al animalejo). No obstante, ya se sabía... Prestigio, debía mantenerse y si podía ser realizando su trabajo de la forma más letal y contundente posible, mejor. Fausto caminaba apacible y alerta a través del resto de transeúntes, no tenía ninguna prisa y aunque no guardaba reparos en actuar como le pareciese apropiado a pesar de la cantidad de personas inocentes, le convenía ser discreto. El cambiaformas ni siquiera reaccionaba con un mínimo de inteligencia y Fausto habría enlistado el trabajo antes de que uno de los criajos que rondaban por ahí se acabara la manzana caramelizada que le habían comprado.
Y, en efecto, la estúpida criatura actuó sin inteligencia, pero del modo por el que Fausto temía que no fuera a finalizar su pedido tan rápido: debido a la desesperación de la cacería, la criatura inició la transformación de su cuerpo en mitad del gentío, arrollando a varias personas a su paso y llamando irremediablemente la atención de unos cuantos. Fausto negó con la cabeza y enseñó los dientes, avanzando con una decisión mucho menos prudente hacia el inepto ser. Sacó del interior de su chaqueta uno de los bastones que usaba en el Kalaripayatu y lo arrojó al otro extremo donde se estaba llevando a cabo el incidente para desviar la atención de las personas y, de paso, provocar que muchas se alejaran de allí para ayudar a un vendedor ambulante al que, con el impacto del arma, se le habían roto unas cuantas cestas de frutas. La forma del animal que adoptaba aquella presa era la de un gorila, y con un cuerpo medio peludo y mastodonte, el cambiaformas continuó corriendo por el parque hasta introducirse en la atracción más oscura del lugar, que daba al pequeño riachuelo que había junto a la feria.
Fausto le siguió, con la ayuda de los enormes y elevados saltos propios de su arte marcial indio y cuando el gorila se había amarrado a los inicios del metal de una noria que había cerca, una sombra apareció del otro lado, súbita e irreal, como una estrella fugaz que se quedaba quieta sólo para que pudieras desestabilizarte ante la sorpresa. El cambiaformas se congeló por unos instantes, confuso ante la visión, y Fausto lo aprovechó para impulsarse desde el techo de un puesto de caramelos y llegar a tiempo de extraer su sable y ensuciarlo de la carne cercenada que atravesó el aire tras degollarle de una sola estocada. La cabeza del ser sobrenatural se reunió con el agua más pronto incluso que el resto de su cuerpo a medio transformar, mitad humano, mitad gorila. Por lo que, para beneficio de Fausto, la evidencia de lo que acababa de ocurrir continuó pasando inadvertida frente a los visitantes de Luna Park.
El alemán permaneció aferrado a los metales de la noria y contemplando su tarea recién despachada hundiéndose en el riachuelo. Aun así, las agitaciones de la noche no parecían querer abandonarle. Todavía faltaba averiguar qué o quién había sido el encargado de asombrar a la infeliz víctima y sin moverse más que para alzar su altanera mirada hacia arriba, se dispuso a vislumbrar los primeros resquicios de lo que parecía una muchacha... Una muchacha lejos de formar parte de la boba inocencia de aquel condenado parque de diversiones.
Fausto- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2011
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
En ocasiones, viajar como sino existiera un mañana por mucho tiempo, suele ser bastante aburrido, más aburrido cuando tu deseo de sed, venganza, deseo e incluso amor, esta en un lugar especifico del mundo: Paris. Nadie va a poder entenderla en realidad, nadie sabrá porque a pesar del daño recibido Marishka suele volver y ser fiel con aquellos que le quitaron su inocencia, convirtiéndola en el monstruo que muchos odian, y que ella ama, pues lo cierto es que aprendió a amar su inmortalidad, a amar la manera en que puede atemorizar a los demás, como ella fue atemorizada, y arrancar vidas como si su vida poco a poco fuera saldada al jugar con sus presas.
Si tenía que verlos entonces tenía que estar completamente satisfecha hablando de sangre claro, necesitaba fuerza, mostrar lo bien que ha estado durante todo ese tiempo, por eso Marishka tenía que hacer su estada triunfal en Paris como si de la reina misma se tratara, solo que de diferente manera. Causar un poco de caos en la noche nunca estaba mal, menos en lugares demasiado concurridos, hay que sembrar un poco de misterio, un poco de miedo antes de dar el verdadero golpe a las personas. ¿Um lugar? El parque de diversiones de Paris suele ser bastante recorrido, un lugar bastante peligroso para los simples humanos pero un hermoso bufete para los seres de la noche, quienes dispuestos están a pasar la noche mezclados con aquella comida con tal de tomar la esencia más exquisita para cada uno de ellos. Por eso la joven caminaba con aquellos movimientos letales y característicos en la muchedumbre, haciendo que las miradas se posaran sobre su diminuto y bien formado cuerpo, sonriendo de manera mordaz haciendo que más de uno e incluso una quisieran acercarse a preguntar su nombre, pero así no eran las cosas, ella era quien escogía, nadie más que ella.
Su envidiable figura se poso frente a un joven bastante más alto que ella y sin duda "más fuerte", el joven la miro con asombro y en el rostro de la chica se asomó una sonrisa burlesca. Se dio la vuelta como si horas hubieran platicando, camino a sabiendas que el joven la seguiría. Como si una chica interesada se tratara, volteaba a verlo de manera ocasional, regalando guiños de ojo, y mostrando como mordía su labio de una manera un tanto sugerente. Marishka se dirigía a una carpa solitaria, según dicen cuando esta en funcionamiento, la carpa esta llena de colores, pueden encontrar show's de baile, de comedia, e incluso presentaciones de músicos no tan reconocidos, pero aquella tarde en especial se encontraba cerrado, ¿por qué? Espera a leer y sabrás.
Entraron por un pequeño pasillo, entre su desesperación por tocarla, tomo a Marishka del hombro plantándole un beso insistente, la joven lo correspondió, solo por disfrutar del aroma del caballero, justo como lo imaginaba, delicioso, pero la joven tenía otros planes para él. Entrelazó sus dedos con los ajenos y lo jaló hasta un escenario oscuro, solo se podían ver siluetas de personas sentadas, pero estás no hacían ruido alguno. Una silla en medio del escenario se encontraba, ahí lo sentó, vendó sus ojos, amarro con cadenas su cuerpo a la silla, y entonces encendió las luces, las personas que estaban en aquel lugar solo se trataba de hombres. Jóvenes, de cabellos negros, con alto atractivo físico, muy parecidos a Tariq, su hermano, o a Lucian, su transformador, el único diferente era el rubio del escenario. El rostro de los jóvenes era placer indescriptible para la chica, ojos suplicantes, movimientos rudos para intentar escapar de las sillas que lo capturaba, uno que otro ya en el suelo por tanto forcejeo, para ella era tan divertido.
Y entonces cuando estaba a punto de morder al chico para debilitarlo, un sonido captó su atención, buscando con rapidez la procedencia, la escena extasió a la joven morocha, una criatura de la noche siendo degollada con maestría por un simple humano - Interesante - Musitó con emoción. El cazador se había quedado en ese lugar mientras que Marishka no hacía ni el mínimo movimiento para esconderse, en realidad quería ser vista, quería llamar su atención, quería un nuevo y peligroso trofeo. Pero primero tenía que hacer que notara que era una vampira, a falta de luz, falta de buena vista para los humanos. La joven le sonrió e invitó a seguirla, tuvo que apagar rápidamente las velas del lugar dejando solo una para darle un efecto tenebroso al entrar. Marihska usó parte de sus habilidades para avanzar rápidamente hasta la barra de licores esperando a que entrara al hombre - Bienvenido seas cazador - Pronunció con emoción, como si hubiera encontrado la diversión más grande de su vida - Serás el acto principal, pero acomodare, siéntete cómodo, necesitas un lugar para admirar a mis actores - Sonrió de manera mordaz, lo cierto era que la sangre que ahora deseaba solo era la de él.
Si tenía que verlos entonces tenía que estar completamente satisfecha hablando de sangre claro, necesitaba fuerza, mostrar lo bien que ha estado durante todo ese tiempo, por eso Marishka tenía que hacer su estada triunfal en Paris como si de la reina misma se tratara, solo que de diferente manera. Causar un poco de caos en la noche nunca estaba mal, menos en lugares demasiado concurridos, hay que sembrar un poco de misterio, un poco de miedo antes de dar el verdadero golpe a las personas. ¿Um lugar? El parque de diversiones de Paris suele ser bastante recorrido, un lugar bastante peligroso para los simples humanos pero un hermoso bufete para los seres de la noche, quienes dispuestos están a pasar la noche mezclados con aquella comida con tal de tomar la esencia más exquisita para cada uno de ellos. Por eso la joven caminaba con aquellos movimientos letales y característicos en la muchedumbre, haciendo que las miradas se posaran sobre su diminuto y bien formado cuerpo, sonriendo de manera mordaz haciendo que más de uno e incluso una quisieran acercarse a preguntar su nombre, pero así no eran las cosas, ella era quien escogía, nadie más que ella.
Su envidiable figura se poso frente a un joven bastante más alto que ella y sin duda "más fuerte", el joven la miro con asombro y en el rostro de la chica se asomó una sonrisa burlesca. Se dio la vuelta como si horas hubieran platicando, camino a sabiendas que el joven la seguiría. Como si una chica interesada se tratara, volteaba a verlo de manera ocasional, regalando guiños de ojo, y mostrando como mordía su labio de una manera un tanto sugerente. Marishka se dirigía a una carpa solitaria, según dicen cuando esta en funcionamiento, la carpa esta llena de colores, pueden encontrar show's de baile, de comedia, e incluso presentaciones de músicos no tan reconocidos, pero aquella tarde en especial se encontraba cerrado, ¿por qué? Espera a leer y sabrás.
Entraron por un pequeño pasillo, entre su desesperación por tocarla, tomo a Marishka del hombro plantándole un beso insistente, la joven lo correspondió, solo por disfrutar del aroma del caballero, justo como lo imaginaba, delicioso, pero la joven tenía otros planes para él. Entrelazó sus dedos con los ajenos y lo jaló hasta un escenario oscuro, solo se podían ver siluetas de personas sentadas, pero estás no hacían ruido alguno. Una silla en medio del escenario se encontraba, ahí lo sentó, vendó sus ojos, amarro con cadenas su cuerpo a la silla, y entonces encendió las luces, las personas que estaban en aquel lugar solo se trataba de hombres. Jóvenes, de cabellos negros, con alto atractivo físico, muy parecidos a Tariq, su hermano, o a Lucian, su transformador, el único diferente era el rubio del escenario. El rostro de los jóvenes era placer indescriptible para la chica, ojos suplicantes, movimientos rudos para intentar escapar de las sillas que lo capturaba, uno que otro ya en el suelo por tanto forcejeo, para ella era tan divertido.
Y entonces cuando estaba a punto de morder al chico para debilitarlo, un sonido captó su atención, buscando con rapidez la procedencia, la escena extasió a la joven morocha, una criatura de la noche siendo degollada con maestría por un simple humano - Interesante - Musitó con emoción. El cazador se había quedado en ese lugar mientras que Marishka no hacía ni el mínimo movimiento para esconderse, en realidad quería ser vista, quería llamar su atención, quería un nuevo y peligroso trofeo. Pero primero tenía que hacer que notara que era una vampira, a falta de luz, falta de buena vista para los humanos. La joven le sonrió e invitó a seguirla, tuvo que apagar rápidamente las velas del lugar dejando solo una para darle un efecto tenebroso al entrar. Marihska usó parte de sus habilidades para avanzar rápidamente hasta la barra de licores esperando a que entrara al hombre - Bienvenido seas cazador - Pronunció con emoción, como si hubiera encontrado la diversión más grande de su vida - Serás el acto principal, pero acomodare, siéntete cómodo, necesitas un lugar para admirar a mis actores - Sonrió de manera mordaz, lo cierto era que la sangre que ahora deseaba solo era la de él.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Fausto contempló reposadamente los movimientos con los que la vampiresa precisaba su espectáculo y seguidamente no pudo más que esbozar una psicótica sonrisa: la noche acababa de cobrar otro matriz, más distinto y, desde luego, más apetitoso. Ya no consistía en regresar a meditar a su vivienda tras la simple y, a veces, hasta aburrida monotonía de ejecutar su trabajo. Ahora todo apuntaba a que iba a seguir alimentando la locura iniciada años atrás, la respuesta existencial a continuar siempre a la deriva que un día fue tan pretenciosa de creer que lo desbancaría del trono que se había estado procurando desde pequeño. Si Mefistófeles supiera a cuantos de los suyos había matado por su simpática ocurrencia... seguramente no le importaría, si aquella escoria andante sin freno en su narcisismo continuaba siendo el mismo de siempre. Pero a la muchacha inmortal de aquellos instantes sí que debería importarle, si es que acababa siendo tan inteligente como poderosa la intención de derramar su sangre inmortal, mucho más interesante que la del estúpido cambia-formas de antes.
La siguió, haciendo caso de la sedienta insinuación que había en su mirada muerta y mientras recorría la senda con la misma rapidez que había sido habitual en él desde la persecución llevada a cabo por el parque, puso a trabajar su mente en el instantáneo análisis con el que repasaba a su próxima presa. Otra vampiresa aparentemente joven... ¿Es que acaso los vampiros convertidores no tenían otra cosa que hacer que ir detrás de una falda recién salida de su cuna? Y atractiva, hermosa, apetecible, pero eso no era lo que le interesaba, mucho menos como cazador ni mejor hablar de su condición de ejecutor de la vida eterna. También estaba acostumbrado a que los chupa-sangres pensaran siempre con la entrepierna en lugar de con el estómago a la hora de seleccionar a sus convertidos. Por lo pronto, el dato más beneficioso que extrajo del primer vistazo fue que la muchacha parecía muy segura de sí misma (cosa tampoco novedosa en su larga experiencia con la pretenciosidad de los no-muertos) y que, además de todo, debía de aprovecharse de sus atributos físicos para divertirse a costa de explotar la faceta asesina de su naturaleza.
Muy acogedor, cachorra. Empieza por ser una buena anfitriona antes de decidirte a llenar todo esto de invitados.
Y de vez en cuando, a Fausto le estimulaba vérselas con criaturas de carácter ligeramente sociópota. Era como discutir con la comida acerca de los placeres de sus características antes de acabar engulléndola.
O espero que, al menos, seas mejor como maestra de ceremonias.
El cazador cruzó el interior de la carpa con tranquilidad y decidió caminar primero entre los humanos presos en sus sillas, pobres infelices y pusilánimes en su desgracia como víctima de una hermosa criatura de los infiernos como aquella chica, importándoles a Fausto tan poco que hasta hubiera optado por no dirigirles ni un vistazo, si no fuera porque en su trabajo, todo el terreno debía ser minuciosamente analizado, más todavía si se hallaba en mitad de una cacería. Cuando llegó hasta la barra de licores donde más cerca se encontraba la vampiresa, intercambió con ésta otra sonrisa de exigente entretenimiento que, entre todo aquel escenario de demente crueldad, se percibió incluso cómplice.
Entonces ¿Acabo de interrumpir tu cena o te disponías a hacer algo más interesante con todos estos preparativos?
La siguió, haciendo caso de la sedienta insinuación que había en su mirada muerta y mientras recorría la senda con la misma rapidez que había sido habitual en él desde la persecución llevada a cabo por el parque, puso a trabajar su mente en el instantáneo análisis con el que repasaba a su próxima presa. Otra vampiresa aparentemente joven... ¿Es que acaso los vampiros convertidores no tenían otra cosa que hacer que ir detrás de una falda recién salida de su cuna? Y atractiva, hermosa, apetecible, pero eso no era lo que le interesaba, mucho menos como cazador ni mejor hablar de su condición de ejecutor de la vida eterna. También estaba acostumbrado a que los chupa-sangres pensaran siempre con la entrepierna en lugar de con el estómago a la hora de seleccionar a sus convertidos. Por lo pronto, el dato más beneficioso que extrajo del primer vistazo fue que la muchacha parecía muy segura de sí misma (cosa tampoco novedosa en su larga experiencia con la pretenciosidad de los no-muertos) y que, además de todo, debía de aprovecharse de sus atributos físicos para divertirse a costa de explotar la faceta asesina de su naturaleza.
Muy acogedor, cachorra. Empieza por ser una buena anfitriona antes de decidirte a llenar todo esto de invitados.
Y de vez en cuando, a Fausto le estimulaba vérselas con criaturas de carácter ligeramente sociópota. Era como discutir con la comida acerca de los placeres de sus características antes de acabar engulléndola.
O espero que, al menos, seas mejor como maestra de ceremonias.
El cazador cruzó el interior de la carpa con tranquilidad y decidió caminar primero entre los humanos presos en sus sillas, pobres infelices y pusilánimes en su desgracia como víctima de una hermosa criatura de los infiernos como aquella chica, importándoles a Fausto tan poco que hasta hubiera optado por no dirigirles ni un vistazo, si no fuera porque en su trabajo, todo el terreno debía ser minuciosamente analizado, más todavía si se hallaba en mitad de una cacería. Cuando llegó hasta la barra de licores donde más cerca se encontraba la vampiresa, intercambió con ésta otra sonrisa de exigente entretenimiento que, entre todo aquel escenario de demente crueldad, se percibió incluso cómplice.
Entonces ¿Acabo de interrumpir tu cena o te disponías a hacer algo más interesante con todos estos preparativos?
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Una de sus cejas se arqueo ligeramente al ver la tranquilidad con que el humano le hablaba. Aquello podía ser una noche interesante. ¿Alguna vez has deseado matar a alguien y sin embargo no puedes? A ella desde su transformación le había pasado eso con su hermano, le parecía interesante vigilarlo, hacerlo sufrir un poco, alejar a los demás vampiros de él para que se volviera viejo, y nadie quisiera transformarlo, era bastante raro, incluso tonto, ya que la muerte es el peor que le puede pasar a las personas, o al menos eso dicen los humanos, pero para ella lo peor que podía pasar es la tortura diaria, así como lo hicieron con ella cuando humana. Sin duda alguna el humano que tenía enfrente podía figurar a ser algo de ese tipo, ¿por qué si apenas unas miradas e intercambio de palabras había? El potencial no se mide por ver toda una vida a un ser humano Más bien se ve por la primera impresión que nos dejan.
Muchos cazadores han intentado atraparla, muchos de ellos incluso han rasguñado su cuerpo con armas, pero ninguno tiene potencial para seguir con vida, por eso había saboreado la sangre de cada uno de esos "vengadores", aunque no se tratara de la más buena. Ahora podía decir, que le gustaría inventar una especie de juego entre el gato y el ratón. Claro que podía dejar al caballero pensar que era el gato. Solo para darle un poco de superioridad y que pudiera creerse digno. Porque sino eres digno, no puedes ni siquiera mirarla o terminaras con el cuello roto y otras partes más del cuerpo.
Observó a su alrededor, miraba cada uno de los rostros de los humanos que estaban frente a ella. Todos tenían ese porte de fanfarronería, su cabello oscuro, ese perfil casi cincelado por los dioses. labios gruesos, de alta estatura. Todos ellos idénticos a Tariq, o más bien parecidos, porque a pesar del oído/amor que podía tener a su hermano, bastante evidente era que para ella era único, especial y que nadie podía llegar a sus talones, a pesar de ser humano, y es que su misma sangre corría por su cuerpo. ¿Entonces para que traer tantos hombres con esas similitudes? Fácil, una manera de desahogo era precisamente esa, mirar a Tariq en aquellos hombres, en aquellos ojos, en aquella figura, y así sentir como en cada uno de ellos mataba parte de él. Absurdo si, pero nadie dijo que su mente fuera la más cuerda de todas, además que todos tenemos patrones que tendemos a seguir, y para Marishka, ese era su patrón, su deseo, su talón de Aquiles, su hermano.
Ella nunca puede quedarse sintiendo esa sensación de ardor en la garganta, ese deseo ferviente por arrancar la vida de alguien para beber su sangre. Siempre se encuentra satisfecha, pues no se permite flaquear para nada, digamos que lo de ahora, era su recibimiento a Paris. - ¿Cachorra? ¿Crees que tus palabras pueden alterarme cazador? En realidad, comienzas a excitarme - Le guiño un ojo al verlo caminar, le gustaba el juego, sentir que pudiera darle guerra, pero también estaba curiosa, ella siempre lo era, necesitaba entender un poco más sobre el pensamiento humano, sus movimientos, sus actitudes, todo. Y era cierto, ella lo había sido, una hermosa humana envidiada por su belleza por cualquier señorita que se cruzara a su lado, sin embargo poco había aprendido de esa vida, pues la mayor parte del tiempo fue esclavizada. - Una buena función no puede ser catalogada así solo por la cantidad de espectadores, más bien por la pasión que se le aplica al realizarla. ¿Para que quieres esto repleto si podemos divertimos juntos con todos ellos? - Su sonrisa burlesca había aparecido con descaro en aquellos labios. Sentada aun se encontraba, sus formas delicadas y sensuales comenzaron a moverse para poder mirarlo e frente, al sentirlo tan cerca. Los vampiros se dejan llevar tanto por sus instintos y sus pasiones, peca demasiado aquel que se dice ser completamente racional, cuando sabemos que, primero que nada el beber sangre es parte de un deseo ferviente.
Dio un suave salto hasta caer de nuevo en el suelo empolvado, caminó demasiado cerca de aquel individuo, tanto que podía sentir de golpe aquel delicioso aroma - Que bien hueles - Susurró detrás de él, caminando para alejarse, observando los rostros confundidos de aquellos humanos que aunque algunos se veían mortificados, otros parecían comenzar a disfrutar de la escena. Llegó a la segunda fila, donde el rubio se encontraba. Se agacho para poder pasar la punta de su nariz a lo largo del cuello - Este huele demasiado bien - Indicó. Su lengua salió saludando a todos los presentes, y entonces lamió el largo del cuello sin dejar de ver al cazador que la acompañaba. Pronto sus colmillos aparecieron, pero esta vez no enterró sus dientes en la piel pálida del joven, solo hizo un rasguño pequeño, que permitió pudiera derramar una gota de sangre para probar de la esencia. - Nada mal, pero estoy satisfecha, solo vine a divertirme, a jugar con cada uno de ellos. ¡PARIS, HERMOSA PARIS, DEBÍA RECIBIRME DE MANERA DIGNA! - Su tono de voz subió tanto que incluso retumbo en aquella carpa, y el eco poco a poco fue apagando sus palabras.
Se cruzó de brazos sin al ver al humano estudiarla - Hasta el humano más preparado puede caer, ¿Quieres ver como lo haces? Incluso vas a disfrutarlo - Mordió con descaro y sugerencia su labio inferior - Dame la bienvenida cazador, pero no con esos jueguitos de armas. ¿Acaso quieres perder a tu mejor juego tan rápido? Intercambiemos direcciones. ¡Acechemonos! Déjate llevar esta noche… ¿Acaso te niegas a ser tocada por la misma hija del diablo? Las quemaduras suelen arder pero se vuelven adictivas… ¿No lo crees? - Era verdad, no tenía intenciones de pelear con aquel hombre, en realidad deseaba divertirse. Estaba disfrutando la entrada triunfal a la ciudad, debía mínimo no decepcionarse de la noche, de los humanos. No se consideraba invencible, sabía que era fuerte, poderosa, pero era realista, y si ella podía estar en desventaja, el también. Quien sabe, las cosas podrían ser interesantes, divertidas, no comunes y monótonas como cualquier cazador contra una criatura de la noche, eso ya se lo sabía de memoria, y comenzaba a cansarle.
Muchos cazadores han intentado atraparla, muchos de ellos incluso han rasguñado su cuerpo con armas, pero ninguno tiene potencial para seguir con vida, por eso había saboreado la sangre de cada uno de esos "vengadores", aunque no se tratara de la más buena. Ahora podía decir, que le gustaría inventar una especie de juego entre el gato y el ratón. Claro que podía dejar al caballero pensar que era el gato. Solo para darle un poco de superioridad y que pudiera creerse digno. Porque sino eres digno, no puedes ni siquiera mirarla o terminaras con el cuello roto y otras partes más del cuerpo.
Observó a su alrededor, miraba cada uno de los rostros de los humanos que estaban frente a ella. Todos tenían ese porte de fanfarronería, su cabello oscuro, ese perfil casi cincelado por los dioses. labios gruesos, de alta estatura. Todos ellos idénticos a Tariq, o más bien parecidos, porque a pesar del oído/amor que podía tener a su hermano, bastante evidente era que para ella era único, especial y que nadie podía llegar a sus talones, a pesar de ser humano, y es que su misma sangre corría por su cuerpo. ¿Entonces para que traer tantos hombres con esas similitudes? Fácil, una manera de desahogo era precisamente esa, mirar a Tariq en aquellos hombres, en aquellos ojos, en aquella figura, y así sentir como en cada uno de ellos mataba parte de él. Absurdo si, pero nadie dijo que su mente fuera la más cuerda de todas, además que todos tenemos patrones que tendemos a seguir, y para Marishka, ese era su patrón, su deseo, su talón de Aquiles, su hermano.
Ella nunca puede quedarse sintiendo esa sensación de ardor en la garganta, ese deseo ferviente por arrancar la vida de alguien para beber su sangre. Siempre se encuentra satisfecha, pues no se permite flaquear para nada, digamos que lo de ahora, era su recibimiento a Paris. - ¿Cachorra? ¿Crees que tus palabras pueden alterarme cazador? En realidad, comienzas a excitarme - Le guiño un ojo al verlo caminar, le gustaba el juego, sentir que pudiera darle guerra, pero también estaba curiosa, ella siempre lo era, necesitaba entender un poco más sobre el pensamiento humano, sus movimientos, sus actitudes, todo. Y era cierto, ella lo había sido, una hermosa humana envidiada por su belleza por cualquier señorita que se cruzara a su lado, sin embargo poco había aprendido de esa vida, pues la mayor parte del tiempo fue esclavizada. - Una buena función no puede ser catalogada así solo por la cantidad de espectadores, más bien por la pasión que se le aplica al realizarla. ¿Para que quieres esto repleto si podemos divertimos juntos con todos ellos? - Su sonrisa burlesca había aparecido con descaro en aquellos labios. Sentada aun se encontraba, sus formas delicadas y sensuales comenzaron a moverse para poder mirarlo e frente, al sentirlo tan cerca. Los vampiros se dejan llevar tanto por sus instintos y sus pasiones, peca demasiado aquel que se dice ser completamente racional, cuando sabemos que, primero que nada el beber sangre es parte de un deseo ferviente.
Dio un suave salto hasta caer de nuevo en el suelo empolvado, caminó demasiado cerca de aquel individuo, tanto que podía sentir de golpe aquel delicioso aroma - Que bien hueles - Susurró detrás de él, caminando para alejarse, observando los rostros confundidos de aquellos humanos que aunque algunos se veían mortificados, otros parecían comenzar a disfrutar de la escena. Llegó a la segunda fila, donde el rubio se encontraba. Se agacho para poder pasar la punta de su nariz a lo largo del cuello - Este huele demasiado bien - Indicó. Su lengua salió saludando a todos los presentes, y entonces lamió el largo del cuello sin dejar de ver al cazador que la acompañaba. Pronto sus colmillos aparecieron, pero esta vez no enterró sus dientes en la piel pálida del joven, solo hizo un rasguño pequeño, que permitió pudiera derramar una gota de sangre para probar de la esencia. - Nada mal, pero estoy satisfecha, solo vine a divertirme, a jugar con cada uno de ellos. ¡PARIS, HERMOSA PARIS, DEBÍA RECIBIRME DE MANERA DIGNA! - Su tono de voz subió tanto que incluso retumbo en aquella carpa, y el eco poco a poco fue apagando sus palabras.
Se cruzó de brazos sin al ver al humano estudiarla - Hasta el humano más preparado puede caer, ¿Quieres ver como lo haces? Incluso vas a disfrutarlo - Mordió con descaro y sugerencia su labio inferior - Dame la bienvenida cazador, pero no con esos jueguitos de armas. ¿Acaso quieres perder a tu mejor juego tan rápido? Intercambiemos direcciones. ¡Acechemonos! Déjate llevar esta noche… ¿Acaso te niegas a ser tocada por la misma hija del diablo? Las quemaduras suelen arder pero se vuelven adictivas… ¿No lo crees? - Era verdad, no tenía intenciones de pelear con aquel hombre, en realidad deseaba divertirse. Estaba disfrutando la entrada triunfal a la ciudad, debía mínimo no decepcionarse de la noche, de los humanos. No se consideraba invencible, sabía que era fuerte, poderosa, pero era realista, y si ella podía estar en desventaja, el también. Quien sabe, las cosas podrían ser interesantes, divertidas, no comunes y monótonas como cualquier cazador contra una criatura de la noche, eso ya se lo sabía de memoria, y comenzaba a cansarle.
- Spoiler:
- Espero te guste, no quería que fuera el típico tema, cazador-ser de la noche, quería darle un aire nuevo. Saludos y disculpa la tardanza.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/12/2011
Edad : 34
Localización : Depende de la noche.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Vampiros.
Todos iguales, todos creían ser especiales. Culpaban a la capacidad de ahuyentar la vejez, a la mortalidad, a la propia muerte, sin finuras ni más jueces que los ojos cernidos de Fausto que captaban más que cualquier maquinaria preparada. Ese aspecto inmortal se les subía hasta la cabeza misma, les carcomía ese cerebro que sí que envejecía, lejano a la prepotencia de sus logros y su naturaleza. De ahí que la perspectiva de su situación, de su falso dominio hiciera de ellos una burda parodia de algo que no existía, pero sólo porque no tenían idea de cómo emplearlo. Y aquel tipo de perspectivas, en realidad, no mostraban absolutamente nada. Eran como el punto ciego desde el cual unos cuantos ilusos creían verlo todo, cuando en realidad no veían nada.
Sí, cachorra –incidió, porque su usual apelativo para las féminas pipiolas nada tenía que ver con lo que ellas pensaran o no al respecto (ni el bautizo más apropiado de una perspicacia como la suya lograban apreciarle a esas alturas)-, ya he comprobado antes que algunos de vosotros necesitáis poco más que alguien en busca de sangre para no quedaros atrás… Orgullo de raza, supongo, claro que mis métodos son menos primitivos que hacer uso de los dientes.
Atrapados en su propia ignorancia… y ridículamente felices hasta que llegaba el momento de conocer a su verdugo alemán de ojos azules y corazón congelado.
Yo no vengo a divertirme, ni mucho menos necesito público. Si no me equivoco, eres tú la que ha organizado todo este numerito. ¿O es sólo para solidarizarte con el ambiente? No creo que el espectáculo que viva en tu mente sea apto para los niños que corretean allí fuera… En realidad, dudo que lo sea siquiera para los que tienes aquí dentro.
No era su motivo principal para haberse legado a sí mismo la misión de limpiar a esas criaturas del mundo, pero el desperdicio que algunos de esos murciélagos hacían del don de la vida eterna le provocaba tal repulsión en el alma… que su cuerpo ardía todavía con más placer a la hora de ensartarles la cabeza con su sable y ver cómo ese liquidillo rojo que tanto veneraban se esparcía entre sus vísceras para pintarrajearlos sobre el lienzo de su condena.
Y ve haciéndote a la idea de que mis palabras serán lo más doloroso que habrá probado tu carne. Y no precisamente porque lo que decida aplicarte con mi fuerza vaya a dejarte ilesa.
Sin embargo, no estaba menospreciando todavía a la vampiresa que acababa de caer en su punto de mira, y si era lo bastante lista lo sabría. Igual que ocurría con aquellas personas tan graciosas que se relacionaban términos como la investigación o el análisis, uno de los pasos básicos en aquel tipo de situaciones residía en no fiarse absolutamente de nadie, ni siquiera del niñato más aparentemente enclenque del parque. Que supiera con absoluta precisión que él era superior a las víctimas que morían entre sus dedos estaba muy bien, pero todavía no le otorgaba el don de predecir el futuro. Y Fausto mismo se había pasado toda su vida especializándose en el conocimiento como para ser lo suficientemente consciente de que la mente superaba con creces al físico… y a diferencia de éste, hacía que un cerebro privilegiado pudiera restar tanto dentro de la cabeza de un profesor de teología como de la de una jovencita bebedora de sangre. Con eso no quería decir que pensara que aquella chiquilla fuera una superdotada, Fausto sabía, como quien sabe de qué color es el cielo, que ella no poseía un ingenio tan destacado ni sofisticado como el suyo, pues lo demostraba con la elección de sus vocablos, con su forma de hablar y con el tipo de voz que desprendía, que se dejaba llevar por el estímulo de la sed y la diversión a su alrededor. Y aquellos atributos ni tan sólo parecían propios de alguien que llevara mucho tiempo siendo una criatura de la noche. Pero todo eso tampoco significaba que no pudiera llegar a ser mínimamente inteligente ni enteramente capaz. A veces, las cosas se hallaban en el momento oportuno y el instante ideal, por eso Fausto era alguien tan invencible, porque no descartaba absolutamente nada y a su propia manera, incluso con aquel ego tan cebado a rastras, tampoco discriminaba. De ahí que incluso conseguir pisotear estúpidos de cerebro de mosquito fuera toda una proeza, pero que a él le importase un bledo porque su orgullo elitista no les concedía valor alguno.
Fausto no mancillaba su interés con la mediocridad.
Entonces, ella empezó a gritar de aquel modo tan exaltado y demente. Y no sólo fue el repentino volumen de su voz lo que hizo que la atención de Fausto se volcase más detenidamente sobre la vampiresa, sino también la desenfrenada presuntuosidad con la que ésta parecía querer disponerlo todo a su antojo, con un acopio de locura que brillaba por su carisma.
No estaba mal para empezar.
Qué ímpetu –comentó con parsimonia, y terminó sonriendo de medio lado cuando ya dejó de tenerla tras su espalda y haciendo comentarios sobre cómo olía-. Y si el humano más preparado puede caer es precisamente porque lo puede todo. Así que, ¿de verdad consideras que estás hablando con algo de propiedad? –negó suavemente con la cabeza al tiempo que observaba lo que hacía con los jóvenes atrapados y carentes de ningún tipo de ayuda, mucho menos de la suya- Todos estos fantoches… morenos, de rasgos faciales similares y derrotados por la misma seducción que sienten hacia tus instintos. Puedes abstenerte de explicarme las patologías que te llevan a coleccionarlos, pero declararte la hija del Diablo y pretender que yo te dé exclusividad, como si andase entregando mis horas al primero que se me pasa por delante y esto fuera otra atracción más de este mísero parque… Ni siquiera serviría como broma de mal gusto –con aquello último, esa vez fue Fausto el que comenzó a acercarse a la jovenzuela y en tanto hablaba, extrajo del interior de su largo abrigo uno de sus bastones y lo lanzó hacia arriba sin dejar de mirarla a los ojos ni de aproximársele. Logró abrir un agujero sobre la carpa y los chorros de agua que se acumulaban allí arriba debido a los días de lluvia descendieron rápidamente y cayeron en forma de cascada sobre el chico que ella había llegado a morder y que quedó justo en mitad del cazador y la presa (quién fuera quién, poco importaba)- Si tan digna te crees de blasfemar en presencia de alguien que vive entre llamas desde mucho antes de que a ti te mordieran, de que 'te aceche' o te suponga una especie de presa diferente... primero tendrás que demostrarlo.
Tal y como la ley de la gravedad solía disponer, el bastón ya no pudo subir más y empezó a caer, siguiendo la misma senda por la que había ascendido, y cual toque final de espectáculo de circo y deteniéndose del todo a pocos centímetros de la muchacha, Fausto alzó la mano tranquilamente y ni tan sólo tuvo que mover la mirada, en todo momento cernida sobre la chupa-sangre, a la hora de abrir el puño y recoger su arma al vuelo.
Y haz el favor de no dejarte embargar por toda esa masa ilusa de pretenciosidad que desprendes: mi mejor juego sólo he tenido que emplearlo pocas veces. Y si a ti te llega el momento, niña, no sabrás cuál es hasta que vomites tu último no-aliento bajo mis dedos.
Todos iguales, todos creían ser especiales. Culpaban a la capacidad de ahuyentar la vejez, a la mortalidad, a la propia muerte, sin finuras ni más jueces que los ojos cernidos de Fausto que captaban más que cualquier maquinaria preparada. Ese aspecto inmortal se les subía hasta la cabeza misma, les carcomía ese cerebro que sí que envejecía, lejano a la prepotencia de sus logros y su naturaleza. De ahí que la perspectiva de su situación, de su falso dominio hiciera de ellos una burda parodia de algo que no existía, pero sólo porque no tenían idea de cómo emplearlo. Y aquel tipo de perspectivas, en realidad, no mostraban absolutamente nada. Eran como el punto ciego desde el cual unos cuantos ilusos creían verlo todo, cuando en realidad no veían nada.
Sí, cachorra –incidió, porque su usual apelativo para las féminas pipiolas nada tenía que ver con lo que ellas pensaran o no al respecto (ni el bautizo más apropiado de una perspicacia como la suya lograban apreciarle a esas alturas)-, ya he comprobado antes que algunos de vosotros necesitáis poco más que alguien en busca de sangre para no quedaros atrás… Orgullo de raza, supongo, claro que mis métodos son menos primitivos que hacer uso de los dientes.
Atrapados en su propia ignorancia… y ridículamente felices hasta que llegaba el momento de conocer a su verdugo alemán de ojos azules y corazón congelado.
Yo no vengo a divertirme, ni mucho menos necesito público. Si no me equivoco, eres tú la que ha organizado todo este numerito. ¿O es sólo para solidarizarte con el ambiente? No creo que el espectáculo que viva en tu mente sea apto para los niños que corretean allí fuera… En realidad, dudo que lo sea siquiera para los que tienes aquí dentro.
No era su motivo principal para haberse legado a sí mismo la misión de limpiar a esas criaturas del mundo, pero el desperdicio que algunos de esos murciélagos hacían del don de la vida eterna le provocaba tal repulsión en el alma… que su cuerpo ardía todavía con más placer a la hora de ensartarles la cabeza con su sable y ver cómo ese liquidillo rojo que tanto veneraban se esparcía entre sus vísceras para pintarrajearlos sobre el lienzo de su condena.
Y ve haciéndote a la idea de que mis palabras serán lo más doloroso que habrá probado tu carne. Y no precisamente porque lo que decida aplicarte con mi fuerza vaya a dejarte ilesa.
Sin embargo, no estaba menospreciando todavía a la vampiresa que acababa de caer en su punto de mira, y si era lo bastante lista lo sabría. Igual que ocurría con aquellas personas tan graciosas que se relacionaban términos como la investigación o el análisis, uno de los pasos básicos en aquel tipo de situaciones residía en no fiarse absolutamente de nadie, ni siquiera del niñato más aparentemente enclenque del parque. Que supiera con absoluta precisión que él era superior a las víctimas que morían entre sus dedos estaba muy bien, pero todavía no le otorgaba el don de predecir el futuro. Y Fausto mismo se había pasado toda su vida especializándose en el conocimiento como para ser lo suficientemente consciente de que la mente superaba con creces al físico… y a diferencia de éste, hacía que un cerebro privilegiado pudiera restar tanto dentro de la cabeza de un profesor de teología como de la de una jovencita bebedora de sangre. Con eso no quería decir que pensara que aquella chiquilla fuera una superdotada, Fausto sabía, como quien sabe de qué color es el cielo, que ella no poseía un ingenio tan destacado ni sofisticado como el suyo, pues lo demostraba con la elección de sus vocablos, con su forma de hablar y con el tipo de voz que desprendía, que se dejaba llevar por el estímulo de la sed y la diversión a su alrededor. Y aquellos atributos ni tan sólo parecían propios de alguien que llevara mucho tiempo siendo una criatura de la noche. Pero todo eso tampoco significaba que no pudiera llegar a ser mínimamente inteligente ni enteramente capaz. A veces, las cosas se hallaban en el momento oportuno y el instante ideal, por eso Fausto era alguien tan invencible, porque no descartaba absolutamente nada y a su propia manera, incluso con aquel ego tan cebado a rastras, tampoco discriminaba. De ahí que incluso conseguir pisotear estúpidos de cerebro de mosquito fuera toda una proeza, pero que a él le importase un bledo porque su orgullo elitista no les concedía valor alguno.
Fausto no mancillaba su interés con la mediocridad.
Entonces, ella empezó a gritar de aquel modo tan exaltado y demente. Y no sólo fue el repentino volumen de su voz lo que hizo que la atención de Fausto se volcase más detenidamente sobre la vampiresa, sino también la desenfrenada presuntuosidad con la que ésta parecía querer disponerlo todo a su antojo, con un acopio de locura que brillaba por su carisma.
No estaba mal para empezar.
Qué ímpetu –comentó con parsimonia, y terminó sonriendo de medio lado cuando ya dejó de tenerla tras su espalda y haciendo comentarios sobre cómo olía-. Y si el humano más preparado puede caer es precisamente porque lo puede todo. Así que, ¿de verdad consideras que estás hablando con algo de propiedad? –negó suavemente con la cabeza al tiempo que observaba lo que hacía con los jóvenes atrapados y carentes de ningún tipo de ayuda, mucho menos de la suya- Todos estos fantoches… morenos, de rasgos faciales similares y derrotados por la misma seducción que sienten hacia tus instintos. Puedes abstenerte de explicarme las patologías que te llevan a coleccionarlos, pero declararte la hija del Diablo y pretender que yo te dé exclusividad, como si andase entregando mis horas al primero que se me pasa por delante y esto fuera otra atracción más de este mísero parque… Ni siquiera serviría como broma de mal gusto –con aquello último, esa vez fue Fausto el que comenzó a acercarse a la jovenzuela y en tanto hablaba, extrajo del interior de su largo abrigo uno de sus bastones y lo lanzó hacia arriba sin dejar de mirarla a los ojos ni de aproximársele. Logró abrir un agujero sobre la carpa y los chorros de agua que se acumulaban allí arriba debido a los días de lluvia descendieron rápidamente y cayeron en forma de cascada sobre el chico que ella había llegado a morder y que quedó justo en mitad del cazador y la presa (quién fuera quién, poco importaba)- Si tan digna te crees de blasfemar en presencia de alguien que vive entre llamas desde mucho antes de que a ti te mordieran, de que 'te aceche' o te suponga una especie de presa diferente... primero tendrás que demostrarlo.
Tal y como la ley de la gravedad solía disponer, el bastón ya no pudo subir más y empezó a caer, siguiendo la misma senda por la que había ascendido, y cual toque final de espectáculo de circo y deteniéndose del todo a pocos centímetros de la muchacha, Fausto alzó la mano tranquilamente y ni tan sólo tuvo que mover la mirada, en todo momento cernida sobre la chupa-sangre, a la hora de abrir el puño y recoger su arma al vuelo.
Y haz el favor de no dejarte embargar por toda esa masa ilusa de pretenciosidad que desprendes: mi mejor juego sólo he tenido que emplearlo pocas veces. Y si a ti te llega el momento, niña, no sabrás cuál es hasta que vomites tu último no-aliento bajo mis dedos.
Fausto- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2011
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Bastante grande era la decepción que la vampiro reflejaba en su rostro. Todos los cazadores eran iguales, creyendo que podían matar a cuanto criatura de la noche se les topaba enfrente, creyendo que cada uno de ellos es único, inquebrantable, invencible, de verdad empezaba a aborrecer a esos humanos, empezaba a creer que eran verdaderamente aburridos, el que todos estuvieran cortados con la misma tijera le hacía pensar que ninguno valía la pena. Ni siquiera el rostro endurecido que tenía frente a ella. Marishka sabía que como ella, habían otro cientos de vampiros creyendo dar miedo a los demás, pero ella no era lo que buscaba, el miedo suele acabarse, porque todos aprenden que deben vencerlo.
Empecemos con un ejemplo tonto. Cuando un pequeño no quiere dormir, los padres siempre recurrirán a esa mentira sobre un monstruo denominado "el coco", para que durmieran en el momento indicado, empezamos porque el nombre es bastante ridículo, y continuemos con que un verdadero monstruo no se encontraría bajo una cama, sino que, buscaría algo verdaderamente interesante para hacer justicia a su especie, los pequeños irán creciendo y conforme su conocimiento se va haciendo más amplio es cuando vencen esos miedos absurdos que les forman, o se van formando. El miedo es tan efímero en cualquier edad, en cualquier caso, que no era necesario infringirlo, Marishka buscaba poder, dominio, pero sobre todo respeto, esa palabra era la clave, porque incluso entre los seres de su misma especie, quien tuviera el respeto era el el venerado, el aplaudido y el que sobresalía, Fausto no lo notaba, y no se detendría a explicarlo, estaba simplemente teniendo un momento de diversión fuera de su monotonía eterna, cosa que él nunca entendería.
Su sonrisa se amplió un poco más al captar aquellos movimientos, y el agua que ahora caía llevando una brisa suave y relajan hasta su envidiable figura - Buenos movimientos - Asintió sin dejar de sonreír. - Pero no es algo que no haya visto antes - Repuso con total burla. Negó varias veces, dio suaves pasos hacía atrás, como danzando con alguna excelente pareja de baile. Su cuerpo por fin llego a chocar contra aquella tarima, y de un solo movimiento se alzó para sentarse en aquel hermoso y tétrico escenario. La vida es una obra de arte al cual puedes darle los colores necesarios, los cantos necesarios, la obra necesaria y los actores que deberán protagonizarla, en ese caso, Marishka y Fausto.
La joven lo sabía bien, las palabras pueden ser más dañinas que cualquier golpe, que cualquier marca física, claro dependiendo de las situaciones. Quien hubiera pasado por las situaciones que ella, quizás en este momento estaría muerto, pero Marishka había sido fuerte, en ocasiones podrían llamarle indestructible, y la vida que ahora tenía, esa inmortalidad debía de ser un premio por la tortura que se le dio, por el arrancarle toda esencia buena y pura. El diablo la había abrazado demasiado tiempo, le había enterrado sus colmillos, la había tocado, le había hecho a su antojo, todo lo que tenía ahora era de su habilidad para sobrevivir, y nadie, iba a quitárselo, nadie tendría permitido entrar a su zona de comodidad, ni siquiera un cazador frustrado. - Marcas del cuerpo, marcas que han dejado recuerdos, recuerdos que forman tú futuro, un futuro que determina el dominio que tendrás en este mundo - Susurró ensimismada. - No hay palabra alguna que ahora pueda causarme daño, ni siquiera dolor alguno… Lo que algún día fue, no volverá a ser - Su rostro se endureció recordando aquella noche donde de su hogar fue privada, sus ropas despojadas, y su virginidad arrancada, como se había vuelto de princesa a muñeca de trapo desechable, Marishka ahora adoraba ese recuerdo de manera demoniaca, de manera enfermiza.
La joven negó varias veces, bastante convencida de las cosas. - No busco su aprobación respecto a mis palabras coloquiales o rebuscadas, mucho menos busco que apruebe mis actos… Si tan bueno es en su rama debería saber que es mi naturaleza causar dolor, beber sangre humana, ¿Acaso no se castiga por comer animales? ¿Que es de diferente entonces mi raza a la tuya? - Su sonrisa burlona permanecía en aquellos labios apetitosos y magnéticos, Marishka no podía ser subestimada, mucho menos de conocimiento, de modales, de nada, porque a pesar de la poca edad de la chica, su sed de conocimiento desde temprana edad no se quebrantaría, era tan poderosa como su deseo por la sangre, la diferencia radicaba en la edad quizás, pero eso no le impedía haber viajado lo suficiente, o incluso abusado formando aquella fortuna y legado que tenía. Sabia usar su belleza a su antojo, sabía usar su fuerza, su sed y su deseo carnal para obtener lo que se le pusiera enfrente - El arte de la cacería es algo que tenemos en común, la atracción entre cualquier otro individuo también - Su mano se alegró mostrando los rostros extasiados de los prisioneros al verlo - Véalos, note como desean ser un poco de lo que usted, como desean estar en su lugar, sin la necesidad de parecer cualquier humano cobarde - Ladeó el rostro dejando que su cabello cayera de manera sensual, en forma de cascada - Desean ser como yo, con el mundo bajo mis pies, con la fuerza y sobre todo sabiendo que una inmortalidad nos espera… Al final del día, cuando la noche llega, lo único seguro que tienen es la muerte… Sin importar el momento en el que llegué, ¿qué de malo hay que nosotros se las arranquemos a nuestro ritmo? ¿Acaso no es absurdo? - Quizás podría hacerle cierto daño físico, ambos tener una batalla digna aquella noche, pero antes que eso, Marishka deseaba saber más, tener más oportunidades de un punto de vista no solo suyo, recordar que fue humana en algún momento no muy lejano, le daba ventajas para poder dominarles, atacarles, alimentarse y destruirles.
La joven se sentía cómoda, se le notaba por sus movimientos tan frescos, por su hablar, por aquella sed de conocimiento hacía el cazador. Poco a poco se fue inclinando hasta recostarse de manera sensual y elegante en aquella tarima. Despreocupada de un ataque a simple vista, la realidad es que, siempre estaba lista para uno. Su sonrisa mordaz fue dirigida al cazador, se relamió los labios por unos momentos y después enfoco la mirada en aquellos rostros llenos de incertidumbre y miedo. ¿Así se veía ella cuando aun era humana?
Empecemos con un ejemplo tonto. Cuando un pequeño no quiere dormir, los padres siempre recurrirán a esa mentira sobre un monstruo denominado "el coco", para que durmieran en el momento indicado, empezamos porque el nombre es bastante ridículo, y continuemos con que un verdadero monstruo no se encontraría bajo una cama, sino que, buscaría algo verdaderamente interesante para hacer justicia a su especie, los pequeños irán creciendo y conforme su conocimiento se va haciendo más amplio es cuando vencen esos miedos absurdos que les forman, o se van formando. El miedo es tan efímero en cualquier edad, en cualquier caso, que no era necesario infringirlo, Marishka buscaba poder, dominio, pero sobre todo respeto, esa palabra era la clave, porque incluso entre los seres de su misma especie, quien tuviera el respeto era el el venerado, el aplaudido y el que sobresalía, Fausto no lo notaba, y no se detendría a explicarlo, estaba simplemente teniendo un momento de diversión fuera de su monotonía eterna, cosa que él nunca entendería.
Su sonrisa se amplió un poco más al captar aquellos movimientos, y el agua que ahora caía llevando una brisa suave y relajan hasta su envidiable figura - Buenos movimientos - Asintió sin dejar de sonreír. - Pero no es algo que no haya visto antes - Repuso con total burla. Negó varias veces, dio suaves pasos hacía atrás, como danzando con alguna excelente pareja de baile. Su cuerpo por fin llego a chocar contra aquella tarima, y de un solo movimiento se alzó para sentarse en aquel hermoso y tétrico escenario. La vida es una obra de arte al cual puedes darle los colores necesarios, los cantos necesarios, la obra necesaria y los actores que deberán protagonizarla, en ese caso, Marishka y Fausto.
La joven lo sabía bien, las palabras pueden ser más dañinas que cualquier golpe, que cualquier marca física, claro dependiendo de las situaciones. Quien hubiera pasado por las situaciones que ella, quizás en este momento estaría muerto, pero Marishka había sido fuerte, en ocasiones podrían llamarle indestructible, y la vida que ahora tenía, esa inmortalidad debía de ser un premio por la tortura que se le dio, por el arrancarle toda esencia buena y pura. El diablo la había abrazado demasiado tiempo, le había enterrado sus colmillos, la había tocado, le había hecho a su antojo, todo lo que tenía ahora era de su habilidad para sobrevivir, y nadie, iba a quitárselo, nadie tendría permitido entrar a su zona de comodidad, ni siquiera un cazador frustrado. - Marcas del cuerpo, marcas que han dejado recuerdos, recuerdos que forman tú futuro, un futuro que determina el dominio que tendrás en este mundo - Susurró ensimismada. - No hay palabra alguna que ahora pueda causarme daño, ni siquiera dolor alguno… Lo que algún día fue, no volverá a ser - Su rostro se endureció recordando aquella noche donde de su hogar fue privada, sus ropas despojadas, y su virginidad arrancada, como se había vuelto de princesa a muñeca de trapo desechable, Marishka ahora adoraba ese recuerdo de manera demoniaca, de manera enfermiza.
La joven negó varias veces, bastante convencida de las cosas. - No busco su aprobación respecto a mis palabras coloquiales o rebuscadas, mucho menos busco que apruebe mis actos… Si tan bueno es en su rama debería saber que es mi naturaleza causar dolor, beber sangre humana, ¿Acaso no se castiga por comer animales? ¿Que es de diferente entonces mi raza a la tuya? - Su sonrisa burlona permanecía en aquellos labios apetitosos y magnéticos, Marishka no podía ser subestimada, mucho menos de conocimiento, de modales, de nada, porque a pesar de la poca edad de la chica, su sed de conocimiento desde temprana edad no se quebrantaría, era tan poderosa como su deseo por la sangre, la diferencia radicaba en la edad quizás, pero eso no le impedía haber viajado lo suficiente, o incluso abusado formando aquella fortuna y legado que tenía. Sabia usar su belleza a su antojo, sabía usar su fuerza, su sed y su deseo carnal para obtener lo que se le pusiera enfrente - El arte de la cacería es algo que tenemos en común, la atracción entre cualquier otro individuo también - Su mano se alegró mostrando los rostros extasiados de los prisioneros al verlo - Véalos, note como desean ser un poco de lo que usted, como desean estar en su lugar, sin la necesidad de parecer cualquier humano cobarde - Ladeó el rostro dejando que su cabello cayera de manera sensual, en forma de cascada - Desean ser como yo, con el mundo bajo mis pies, con la fuerza y sobre todo sabiendo que una inmortalidad nos espera… Al final del día, cuando la noche llega, lo único seguro que tienen es la muerte… Sin importar el momento en el que llegué, ¿qué de malo hay que nosotros se las arranquemos a nuestro ritmo? ¿Acaso no es absurdo? - Quizás podría hacerle cierto daño físico, ambos tener una batalla digna aquella noche, pero antes que eso, Marishka deseaba saber más, tener más oportunidades de un punto de vista no solo suyo, recordar que fue humana en algún momento no muy lejano, le daba ventajas para poder dominarles, atacarles, alimentarse y destruirles.
La joven se sentía cómoda, se le notaba por sus movimientos tan frescos, por su hablar, por aquella sed de conocimiento hacía el cazador. Poco a poco se fue inclinando hasta recostarse de manera sensual y elegante en aquella tarima. Despreocupada de un ataque a simple vista, la realidad es que, siempre estaba lista para uno. Su sonrisa mordaz fue dirigida al cazador, se relamió los labios por unos momentos y después enfoco la mirada en aquellos rostros llenos de incertidumbre y miedo. ¿Así se veía ella cuando aun era humana?
- Spoiler:
Lamento el retrazo y sino es muy bueno u_U
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
El cazador se llevó una mano a una de sus mangas, ajustándosela de un modo más conciso mientras su análisis de la situación no flaqueaba un ápice. Así era él, la eterna estaca que se mantendría a flote de las arenas movedizas del desierto o las olas del mar bravo de Bering, no importaba qué vendaval o cambio en el clima padeciera su entorno, Fausto era tan inmune que podría sobrevivir a cualquier catástrofe venidera que invadiera la tierra, él sólo pertenecía a sí mismo y estaba acostumbrado a poderlo todo. Si los demás albergaban una idea equivocada en sus insignificantes cabecitas, no era problema suyo. El único problema para Fausto era que al final del día no hubiera aprendido nada, y eso no le había ocurrido jamás en sus treinta y ocho años de edad, tampoco le iba a ocurrir ahora. Ni siquiera el ser viviente más pusilánime de la existencia podía conseguir eso en él, que alguien fuera inútil no significaba que la mente de Fausto no sacara partido hasta de una mísera experiencia provocada por esa otra persona.
Afuera se continuaban escuchando los sonidos de la gente reunida, los gritos infantiles que se divertían a costa de cultivar su mente de cosas inservibles como la inocencia y la diversión, atraída por asuntos vacíos que únicamente desaprovechaban el magnífico poderío de una mente infantil, moldeable y dispuesta a convertirse en poder absoluto. Como había ocurrido con él.
Fausto miró tranquilamente hacia un costado, pendiente de cada movimiento que se aproximaba o se alejaba de aquella carpa en la que el festival de carne y sangre menos puro de los alrededores se libraba sin pudor alguno entre él y la vampiresa. Como si una de sus habilidades del alemán fuera la de mirar a través de los objetos y sus ojos lo presenciaran todo, cual espíritu inminente que siempre estaría ahí para juzgarlo todo.
Buenos movimientos, pero no es algo que no haya visto antes.
Eso es culpa de la suciedad que llevas en los ojos, no te confundas.
El alemán chistó, guardándose el acto reflejo de negar lentamente con la cabeza frente a la actitud que le presentaba aquella muchacha, sin duda porque eso le daba ventaja. No una ventaja que el profesor de teología necesitara, pero cuando todos los sentidos de aquel hombre estaban centrados en una sola cosa, esa sola cosa debía temer por lo que Fausto tuviera en mente para ella. No se trataría de algo a lo que todo el mundo estuviese preparado.
¿Acaso tú piensas que pretendo iniciar una conversación racial? Ni me importa ‘tu raza’ ni me importa ‘la mía’, esa clase de distinciones son ordinarias y te puedes imaginar lo que me interesa a mí la ordinariez, ¿verdad, cachorra? –inició, escupiendo una serie de chistidos directamente por la boca. Se guardó el bastón nuevamente en el interior de su abrigo, a la vez que seguía dando rienda suelta a sus andares y rodeaba el espacio cercano a la mordaz vampiresa, que continuaba mostrándole aquella sonrisa de seguridad apoyada en la tarima, absolutamente despreocupada de la presencia del cazador. Peor para ella- La inutilidad puede hallarse en cualquier cuerpo, no importa si éste logra mantenerse erguido durante toda la eternidad o perece sólo con atravesarlo. La perfección también llega a encontrarse en ambas opciones, la perfección es igual de abstracta que las mentes, y como tal, reside más allá de la mundanidad de la carne, las mentes son atemporales y abstractas, no precisan de límites tan soporíferos como el sexo, la edad, el rango o 'la raza'.
Sus botas resonaron en torno a la carpa, en compañía de los arrumacos fantasmagóricos de viento nocturno que mecían aquel espacio, y sus ojos fueron desde los muchachos hacia la vampiresa, y de la vampiresa, a lo que había al otro lado de la carpa, curiosamente alerta.
Ni mucho menos la moral de ‘tus actos’, ¿crees también que busco excusa al dolor o a la muerte? ¿Que quiero arrebatarte la no-vida porque me parece injusto que te alimentes de humanos? –Fausto se paró finalmente cara a cara frente a la chica, sin ningún tipo de temor a que tuviera la baza perfecta para morderle el cuello. Los reflejos de Fausto no habían descansado nunca en su existencia, mucho menos iban a hacerlo entonces- Podría aniquilar a cualquiera de los de ‘mi raza’ que tienes aquí retenidos, y no experimentaría emoción alguna. Pero yo no hago nada sin motivo, eso sería más despreciable que ese hecho de asesinar que resaltas -Sus labios se ensancharon, en tanto el azul de sus ojos se desbordaba sobre la claridad de los de ella… Abusivos, perturbadores, dispuestos-. Ah, cuánto te falta por aprender de mí, con o sin pulso en esa preciosa figura tuya.
El hombre no lo expresaba con palabras textuales, no lo necesitaba, era ella quien debía ser lo bastante resuelta como para adivinarlo en su mirada y sus gestos y sus vocablos: aquella chiquilla decía cosas interesantes, se notaba que no había dado con una moradora de la noche estúpida ni aburrida, su conversación llegaba a atraerlo y a hacerla digna de contar con su atención, pues eso era lo que él estaba dedicándole en aquellos instantes. Veía potencial en su perfil. Y se disponía a confirmarlo.
No careces de interés, pequeña, sólo de formas de demostrármelo –habló, todavía a un palmo de su rostro, y desde ahí giró lentamente los orbes hacia la pequeña puerta de la carpa. En efecto, escuchaba cómo alguien se aproximaba, y con la intención de entrar y descubrirles ahí. Sin duda, debía de haberse corrido la alarma de la desaparición de tantos muchachos y aunque tanto Fausto como la vampiresa unidos habrían sido capaces de acabar con todo aquel que se decidiera a frenarles, al cazador seguía sin convenirle llamar la atención-. Da gracias de que esté dispuesto a comprobarlo.
Se movió finalmente, rozando su mejilla contra la de la mujer, y agarró a uno de sus prisioneros de la parte de la camisa cercana al pescuezo.
Me temo que sólo podremos transportar a unos pocos, tendrás que dejar tu ritual completo para otra ocasión –anunció, previniendo que la gente de fuera, responsables del parque de atracciones, aún debían de necesitar diez minutos más para llegar hasta la carpa-. Vamos a darles esquinazo –y con el muchacho agarrado y de un ágil salto, se posicionó encima de la tarima donde continuaba ella-. ¿Podrás seguirme? –susurró, desafiante, nuevamente cerca de su cara, y de otro salto, salió también de la carpa y se posicionó sobre otra superficie y luego sobre otra. Y así sucesivamente, elevándose en la noche, se dispuso a esperar a que la vampiresa lo siguiera y que con aquella agilidad propia de las aves, la de él movida por su arte marcial y la de ella por su especie sobrenatural, trasladaran la apoteosis de su encuentro a cualquier espacio y tiempo.
Afuera se continuaban escuchando los sonidos de la gente reunida, los gritos infantiles que se divertían a costa de cultivar su mente de cosas inservibles como la inocencia y la diversión, atraída por asuntos vacíos que únicamente desaprovechaban el magnífico poderío de una mente infantil, moldeable y dispuesta a convertirse en poder absoluto. Como había ocurrido con él.
Fausto miró tranquilamente hacia un costado, pendiente de cada movimiento que se aproximaba o se alejaba de aquella carpa en la que el festival de carne y sangre menos puro de los alrededores se libraba sin pudor alguno entre él y la vampiresa. Como si una de sus habilidades del alemán fuera la de mirar a través de los objetos y sus ojos lo presenciaran todo, cual espíritu inminente que siempre estaría ahí para juzgarlo todo.
Buenos movimientos, pero no es algo que no haya visto antes.
Eso es culpa de la suciedad que llevas en los ojos, no te confundas.
El alemán chistó, guardándose el acto reflejo de negar lentamente con la cabeza frente a la actitud que le presentaba aquella muchacha, sin duda porque eso le daba ventaja. No una ventaja que el profesor de teología necesitara, pero cuando todos los sentidos de aquel hombre estaban centrados en una sola cosa, esa sola cosa debía temer por lo que Fausto tuviera en mente para ella. No se trataría de algo a lo que todo el mundo estuviese preparado.
¿Acaso tú piensas que pretendo iniciar una conversación racial? Ni me importa ‘tu raza’ ni me importa ‘la mía’, esa clase de distinciones son ordinarias y te puedes imaginar lo que me interesa a mí la ordinariez, ¿verdad, cachorra? –inició, escupiendo una serie de chistidos directamente por la boca. Se guardó el bastón nuevamente en el interior de su abrigo, a la vez que seguía dando rienda suelta a sus andares y rodeaba el espacio cercano a la mordaz vampiresa, que continuaba mostrándole aquella sonrisa de seguridad apoyada en la tarima, absolutamente despreocupada de la presencia del cazador. Peor para ella- La inutilidad puede hallarse en cualquier cuerpo, no importa si éste logra mantenerse erguido durante toda la eternidad o perece sólo con atravesarlo. La perfección también llega a encontrarse en ambas opciones, la perfección es igual de abstracta que las mentes, y como tal, reside más allá de la mundanidad de la carne, las mentes son atemporales y abstractas, no precisan de límites tan soporíferos como el sexo, la edad, el rango o 'la raza'.
Sus botas resonaron en torno a la carpa, en compañía de los arrumacos fantasmagóricos de viento nocturno que mecían aquel espacio, y sus ojos fueron desde los muchachos hacia la vampiresa, y de la vampiresa, a lo que había al otro lado de la carpa, curiosamente alerta.
Ni mucho menos la moral de ‘tus actos’, ¿crees también que busco excusa al dolor o a la muerte? ¿Que quiero arrebatarte la no-vida porque me parece injusto que te alimentes de humanos? –Fausto se paró finalmente cara a cara frente a la chica, sin ningún tipo de temor a que tuviera la baza perfecta para morderle el cuello. Los reflejos de Fausto no habían descansado nunca en su existencia, mucho menos iban a hacerlo entonces- Podría aniquilar a cualquiera de los de ‘mi raza’ que tienes aquí retenidos, y no experimentaría emoción alguna. Pero yo no hago nada sin motivo, eso sería más despreciable que ese hecho de asesinar que resaltas -Sus labios se ensancharon, en tanto el azul de sus ojos se desbordaba sobre la claridad de los de ella… Abusivos, perturbadores, dispuestos-. Ah, cuánto te falta por aprender de mí, con o sin pulso en esa preciosa figura tuya.
El hombre no lo expresaba con palabras textuales, no lo necesitaba, era ella quien debía ser lo bastante resuelta como para adivinarlo en su mirada y sus gestos y sus vocablos: aquella chiquilla decía cosas interesantes, se notaba que no había dado con una moradora de la noche estúpida ni aburrida, su conversación llegaba a atraerlo y a hacerla digna de contar con su atención, pues eso era lo que él estaba dedicándole en aquellos instantes. Veía potencial en su perfil. Y se disponía a confirmarlo.
No careces de interés, pequeña, sólo de formas de demostrármelo –habló, todavía a un palmo de su rostro, y desde ahí giró lentamente los orbes hacia la pequeña puerta de la carpa. En efecto, escuchaba cómo alguien se aproximaba, y con la intención de entrar y descubrirles ahí. Sin duda, debía de haberse corrido la alarma de la desaparición de tantos muchachos y aunque tanto Fausto como la vampiresa unidos habrían sido capaces de acabar con todo aquel que se decidiera a frenarles, al cazador seguía sin convenirle llamar la atención-. Da gracias de que esté dispuesto a comprobarlo.
Se movió finalmente, rozando su mejilla contra la de la mujer, y agarró a uno de sus prisioneros de la parte de la camisa cercana al pescuezo.
Me temo que sólo podremos transportar a unos pocos, tendrás que dejar tu ritual completo para otra ocasión –anunció, previniendo que la gente de fuera, responsables del parque de atracciones, aún debían de necesitar diez minutos más para llegar hasta la carpa-. Vamos a darles esquinazo –y con el muchacho agarrado y de un ágil salto, se posicionó encima de la tarima donde continuaba ella-. ¿Podrás seguirme? –susurró, desafiante, nuevamente cerca de su cara, y de otro salto, salió también de la carpa y se posicionó sobre otra superficie y luego sobre otra. Y así sucesivamente, elevándose en la noche, se dispuso a esperar a que la vampiresa lo siguiera y que con aquella agilidad propia de las aves, la de él movida por su arte marcial y la de ella por su especie sobrenatural, trasladaran la apoteosis de su encuentro a cualquier espacio y tiempo.
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- Aquí estoy, preciosa Patagonia
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Ella tiene el mundo bajo sus pies, evidente es, no sólo por aquella naturaleza venenosa y mordaz, más bien por la belleza otorgada al nacer, por la inteligencia que se estaciona dentro de su mente irracional, ella es así, impulsiva pero analítica al mismo tiempo, cuando el peligro no llegará prefiere dejarse llevar por esos impulsos naturales que posee. Es como ese rey que puede marchitar todo a su paso, o incluso volver oro, pues su presencia vuelve el peor de los escenarios el más envidiable. La realidad la golpea como un huracán a la naturaleza pacifica, no debió haber subestimado a ese hombre que se pavonea por aires supremos, pues de su boca salen palabras que ante cualquier ser humano son confusas para ella es una especie de poesía. Cada encuentro que ha tenido, no todos pero si la mayor parte de ellos, viene relacionado con la banalidad y los limites del pensamiento humano, y el llamado cazador la impresiona, la hipnotiza y le borra esa sonrisa cómplice y burlesca que siempre ha poseído, pero no se inmuta, no se mueve, no suspira o parpadea de forma innecesaria como otras veces hace para dramatizar. Se queda tranquila dejando que el poco viento de la carpa la azote. Una especie de estatua digna para halagar, adorar, y cuidar, eso parecía. Humanos tontos como los que yacían en medio del lugar caían ante tales embrujos naturales, y por eso se alimentaba con naturalidad, pero eso también le esta demasiado a la diversión de su condición. Ella desea presas que le den batalla, que le hicieran más amena la eternidad que viene con ella, por eso busca encuentros como estos, por eso ejerce presión para lograr marcar algo digno en un calendario que debe estar ya extinto, porque el tiempo ya no lo mismo para aquellos que viven eternamente. Escucha, medita, sonríe, y lo mira para no perder el encanto del encuentro, de las palabras y de las posibles acciones.
- No hables como si fueras quien para poder darme lecciones de vida, no insistas en darme a entender tú pensamiento que no me interesa, para ti puede ser correcto, para mi erróneo, no me harás cambiar de parecer, y por lo visto aplica de la misma manera contigo - Se mueve de aquella posición. Se sienta y deja que sus largas y bien torneadas piernas cuelguen por el aire, dando un mejor espectáculo. Marishka odia esos vestidos pomposos, como el que trae sobre su cuerpo en ese momento, se siente incomoda porque ella no oculta lo que hay debajo de las telas, aquellos de su condición lo saben, lo erótico, la desnudez, la exposición del cuerpo, es incluso una naturaleza extraña que no debe ser domada solo por principios humanos. Estira las manos y arranca parte de la tela, dejando que el corsé se ciña a su cuerpo, y sus piernas sean apenas cubiertas por su nueva falta practica y cómoda. - No vine, y no esperé a que ingresaras por una puerta a decir estupideces, pero vamos, no soy tonta, me gusta aprender, y se aprende de estos encuentros y de palabras absurdas como las tuyas, y por eso escucharé - Dio un saltó a esa tarima, ese hombre tenía "algo", ese algo que puede dejar embriagada a cualquiera y a ella curiosa, y eso era buena señal, nadie satisfacía esa sed de saber.
- Deseaba tanto poder escuchar a un par más suplicar y unirse a la fiesta, no entiendo porqué debemos ser nosotros los que tienen que irse de aquí ¿Acaso debemos doblegarnos ante la incredulidad inferior humana - Sonríe de forma cínica - Oh, no quería menospreciar tanto a los tuyos, pero dado a que estás empeñado en mostrarte diferente, deseo dar el beneficio de la duda, viene bien de vez en cuando que alguno de ustedes me calle la boca, y no sólo en el sexo - Complacida por ese acercamiento, por ese roce, pero sobre todo por lo interesante que se pone la noche, sede ante sus deseos, dejando que todo aquello que puede estar fuera y al rededor se desaparezca para seguir siendo cómplice del encuentro de dos mentes no sólo poderosas, también del atrayente imán de peligro que ambos pueden mostrar y de lo que pueden ser capaces de realizar. Ella siempre incitando a lo diferente. A ceder que la noche comienza a nacer.
Caminó entre aquellos hombres tan suyos, porque ahora eran de ella, desde que la habían visto con morbo y deseo propio de la carne de un hombre. Estudiaba quien de ellos podría ser un buen cantidad para llevarse, ella no le importaba el tiempo de análisis, y no es que fuera a tardarse mucho en realidad, pero si aquellos humanos llegaban tendría que aniquilarlos uno por uno para no hacer más grande el drama. Se paró entre dos hombres de cabello oscuro, los más parecidos a Lucian y a Tariq - su creador y su hermano consecutivamente - y antes de lo esperado ya los tenía entre las manos, arrastrando tales figuras, y luego elevándolos a cada salto que ejercía sobre plataformas que la llevaban a la salida del lugar.
Marishka sintió como el aire ahora estaba delineando el contorno de su figura, sabía que aquel faldón desgarrado que había dejado en medio del lugar alarmaría un poco más a los humanos tontos, creyendo que también podría ser un secuestro, o una violación por parte de un criminal inexistente. Ella no lo era, más bien se sentía como un verdugo porque esa era su tarea, concediendo quien podía ser su alimento y quien no merecía tal pena. Estaba asqueada un poco. 8
- ¿Y cual se supone que puede ser un escenario mejor que éste? Estoy ansiosa por conocer cazador, seguro sabes tratar bien a tus invitados. - Recordó la caricia retadora que le había proporcionado, incluso el olor de su piel mezclada con su sangre perfecta. Ella se estaba excitando, demasiado en realidad, la idea del conocimiento, del cuerpo, de la vitae, y de su sexo apuesto la ponía aún más. ¿Hasta dónde serían ellos dos capaces de llegar? Marishka podría hacer todo, ella no temía a nada, pero se preguntaba si el hombre que estaba frente a ella se tomaba limitaciones, aquello sería lamentable. - Vamos apresura el paso que estoy impaciente, que estoy deseosa de más palabras vacías, de más roces - Confesó, aunque claro, las palabras a esas alturas ya no le parecían vacías, sino llamativas y embriagantes.
- No hables como si fueras quien para poder darme lecciones de vida, no insistas en darme a entender tú pensamiento que no me interesa, para ti puede ser correcto, para mi erróneo, no me harás cambiar de parecer, y por lo visto aplica de la misma manera contigo - Se mueve de aquella posición. Se sienta y deja que sus largas y bien torneadas piernas cuelguen por el aire, dando un mejor espectáculo. Marishka odia esos vestidos pomposos, como el que trae sobre su cuerpo en ese momento, se siente incomoda porque ella no oculta lo que hay debajo de las telas, aquellos de su condición lo saben, lo erótico, la desnudez, la exposición del cuerpo, es incluso una naturaleza extraña que no debe ser domada solo por principios humanos. Estira las manos y arranca parte de la tela, dejando que el corsé se ciña a su cuerpo, y sus piernas sean apenas cubiertas por su nueva falta practica y cómoda. - No vine, y no esperé a que ingresaras por una puerta a decir estupideces, pero vamos, no soy tonta, me gusta aprender, y se aprende de estos encuentros y de palabras absurdas como las tuyas, y por eso escucharé - Dio un saltó a esa tarima, ese hombre tenía "algo", ese algo que puede dejar embriagada a cualquiera y a ella curiosa, y eso era buena señal, nadie satisfacía esa sed de saber.
- Deseaba tanto poder escuchar a un par más suplicar y unirse a la fiesta, no entiendo porqué debemos ser nosotros los que tienen que irse de aquí ¿Acaso debemos doblegarnos ante la incredulidad inferior humana - Sonríe de forma cínica - Oh, no quería menospreciar tanto a los tuyos, pero dado a que estás empeñado en mostrarte diferente, deseo dar el beneficio de la duda, viene bien de vez en cuando que alguno de ustedes me calle la boca, y no sólo en el sexo - Complacida por ese acercamiento, por ese roce, pero sobre todo por lo interesante que se pone la noche, sede ante sus deseos, dejando que todo aquello que puede estar fuera y al rededor se desaparezca para seguir siendo cómplice del encuentro de dos mentes no sólo poderosas, también del atrayente imán de peligro que ambos pueden mostrar y de lo que pueden ser capaces de realizar. Ella siempre incitando a lo diferente. A ceder que la noche comienza a nacer.
Caminó entre aquellos hombres tan suyos, porque ahora eran de ella, desde que la habían visto con morbo y deseo propio de la carne de un hombre. Estudiaba quien de ellos podría ser un buen cantidad para llevarse, ella no le importaba el tiempo de análisis, y no es que fuera a tardarse mucho en realidad, pero si aquellos humanos llegaban tendría que aniquilarlos uno por uno para no hacer más grande el drama. Se paró entre dos hombres de cabello oscuro, los más parecidos a Lucian y a Tariq - su creador y su hermano consecutivamente - y antes de lo esperado ya los tenía entre las manos, arrastrando tales figuras, y luego elevándolos a cada salto que ejercía sobre plataformas que la llevaban a la salida del lugar.
Marishka sintió como el aire ahora estaba delineando el contorno de su figura, sabía que aquel faldón desgarrado que había dejado en medio del lugar alarmaría un poco más a los humanos tontos, creyendo que también podría ser un secuestro, o una violación por parte de un criminal inexistente. Ella no lo era, más bien se sentía como un verdugo porque esa era su tarea, concediendo quien podía ser su alimento y quien no merecía tal pena. Estaba asqueada un poco. 8
- ¿Y cual se supone que puede ser un escenario mejor que éste? Estoy ansiosa por conocer cazador, seguro sabes tratar bien a tus invitados. - Recordó la caricia retadora que le había proporcionado, incluso el olor de su piel mezclada con su sangre perfecta. Ella se estaba excitando, demasiado en realidad, la idea del conocimiento, del cuerpo, de la vitae, y de su sexo apuesto la ponía aún más. ¿Hasta dónde serían ellos dos capaces de llegar? Marishka podría hacer todo, ella no temía a nada, pero se preguntaba si el hombre que estaba frente a ella se tomaba limitaciones, aquello sería lamentable. - Vamos apresura el paso que estoy impaciente, que estoy deseosa de más palabras vacías, de más roces - Confesó, aunque claro, las palabras a esas alturas ya no le parecían vacías, sino llamativas y embriagantes.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
La noche se estampaba a golpes entre las posibles cavidades cercanas que reunía aquel parque de atracciones. Fausto y la vampira saltaban de un lado a otro, haciendo gala de su agilidad física que el entrenamiento de cazador y las habilidades de la no-muerte les proporcionaban. Afortunadamente para el resto de civiles que circulaban por la zona, el lugar ya estaba ennegrecido por la implícita presencia de la noche que conseguía, así, camuflar gran parte de la esencia siniestra que el encuentro de aquellas dos bestias había provocado, y que con su persistencia en continuar absorbiendo conocimiento del otro, esparcían por donde pisaran.
Las atracciones se hacían presentes en todo momento, con su inminente iluminación artificial, como si ahora trataran de sobrevivir pobremente a un peligro que sólo esas insignificantes lucecitas habían descubierto, y el ruido ensordecedor del jolgorio grupal que transmitían sus clientes, una vez más, ayudaba a que la misión furtiva de Fausto y su nueva presa pasara todavía más desapercibida.
El viento surcaba el rostro de Fausto, despejando sus rasgos tranquilos, pero seguros, y otorgándole, con la ayuda del contraluz, una intensidad al brillo maquiavélico de su mirada que, de todas maneras, no necesitaba a la hora de intimidar, mucho menos cuando estaba dando aquellos saltos inhumanos con su mortalidad intacta. El peso del muchacho que transportaba, en sus manos parecía ser más una pluma que otro saco de carne y huesos para alimentar a una chupa-sangres y mientras no perdía de vista a dicha mujer ni un solo instante, la capa de su abrigo oscuro ascendía y descendía, hipnótico y atemporal, hasta que lo único que podía distinguir a Fausto en aquel manto de frío y oscuridad era el azul de sus pupilas.
Definitivamente, las únicas atracciones del parque que romperían en innovación y sadismo las presenciarían sólo esos tres pobres desgraciados que llevaban consigo. Qué irónico, lo mejor que podría sacarse de aquel estúpido amasijo de risas y chocolate sería una especie de suerte para el resto de personas que no eran ellos. Ignorantes, pero supervivientes.
Finalmente se dejaron caer justo en el epicentro de la noria, en el sitio donde la rueda giraba y giraba y que por la altura de las cabinas, demasiado arriba como para que las personas pudieran fijarse en ellos, no se les veía, contando además con la enorme sombra que oscurecía esa parte y que los hacía más invisibles. No obstante, también era una posición peligrosa, pues debían estar continuamente caminando hacia delante o hacia atrás para que las incesantes vueltas del suelo que pisaban no les hicieran caer en picado y abrirse la crisma. El cráneo del joven que Fausto transportaba chocó contra uno de los barrotes al acomodarse allí, y un hilillo de sangre en su frente inauguró aquella nueva llegada. Al alemán no le importaba lo más mínimo, en lo único que llevaba cuidado era en sí mismo y aparte, le encantaba ver cómo los vampiros reaccionaban ante la presencia de su bebida favorita en escena. Sonrió de lado y todavía sin soltar a la víctima, en un abrir y cerrar de ojos, tenía el rostro contra la nuca de la chica, instándola a no moverse en los minutos suficientes para mantener el equilibrio mientras la noria retaba cada vez más a la gravedad.
Si te atreves a catalogar mis palabras de vacías, o te encantan las insolencias gratuitas o directamente eres idiota, lo que indicaría que estoy perdiendo mi tiempo –afirmó y la rodeó poco a poco hasta terminar a un lado, con el cuerpo cercano a un punto entre su oreja y su mandíbula- y lo que menos soporto, además de malgastarlo, es que se lo quede gente estúpida.
El silbido del metal en el aire predijo la salida de su sable, que Fausto colocó de manera inversa de tal forma que usó el mango del arma, lo que no cortaba, para elevar el mentón de la joven y seguir hablándole con los labios debajo de su garganta.
Tranquilízate, chiquilla, aquí la única sangre que vas a probar, tendrá que ser la de tus devotos –murmuró y moviendo sólo el brazo, encajó el cuerpo del chico entre dos barrotes para que se sostuviera por propio pie, dejándolo también a merced de que si ninguno de los dos lo liberaba, terminaría cayendo de cabeza al pavimento-. Para que esto empiece a merecer la pena, primero de todo tendrás que tragarte ese orgullo de ciegos, igual que te tragas todos esos fluidos en el sexo y en la comida.
Aquella cachorra podía encajar perfectamente en el perfil de alumna de Fausto, por muy rebelde que fuera, en ella veía toda una serie de aptitudes que aunque distaran de las suyas, podría analizarlas y sacarles provecho y reorientarlas hacia la perfección. Lástima que fuera una vampira, eso ya le obligaba a morir entre sus manos para dar sentido a su objetivo en la vida.
Las atracciones se hacían presentes en todo momento, con su inminente iluminación artificial, como si ahora trataran de sobrevivir pobremente a un peligro que sólo esas insignificantes lucecitas habían descubierto, y el ruido ensordecedor del jolgorio grupal que transmitían sus clientes, una vez más, ayudaba a que la misión furtiva de Fausto y su nueva presa pasara todavía más desapercibida.
El viento surcaba el rostro de Fausto, despejando sus rasgos tranquilos, pero seguros, y otorgándole, con la ayuda del contraluz, una intensidad al brillo maquiavélico de su mirada que, de todas maneras, no necesitaba a la hora de intimidar, mucho menos cuando estaba dando aquellos saltos inhumanos con su mortalidad intacta. El peso del muchacho que transportaba, en sus manos parecía ser más una pluma que otro saco de carne y huesos para alimentar a una chupa-sangres y mientras no perdía de vista a dicha mujer ni un solo instante, la capa de su abrigo oscuro ascendía y descendía, hipnótico y atemporal, hasta que lo único que podía distinguir a Fausto en aquel manto de frío y oscuridad era el azul de sus pupilas.
Definitivamente, las únicas atracciones del parque que romperían en innovación y sadismo las presenciarían sólo esos tres pobres desgraciados que llevaban consigo. Qué irónico, lo mejor que podría sacarse de aquel estúpido amasijo de risas y chocolate sería una especie de suerte para el resto de personas que no eran ellos. Ignorantes, pero supervivientes.
Finalmente se dejaron caer justo en el epicentro de la noria, en el sitio donde la rueda giraba y giraba y que por la altura de las cabinas, demasiado arriba como para que las personas pudieran fijarse en ellos, no se les veía, contando además con la enorme sombra que oscurecía esa parte y que los hacía más invisibles. No obstante, también era una posición peligrosa, pues debían estar continuamente caminando hacia delante o hacia atrás para que las incesantes vueltas del suelo que pisaban no les hicieran caer en picado y abrirse la crisma. El cráneo del joven que Fausto transportaba chocó contra uno de los barrotes al acomodarse allí, y un hilillo de sangre en su frente inauguró aquella nueva llegada. Al alemán no le importaba lo más mínimo, en lo único que llevaba cuidado era en sí mismo y aparte, le encantaba ver cómo los vampiros reaccionaban ante la presencia de su bebida favorita en escena. Sonrió de lado y todavía sin soltar a la víctima, en un abrir y cerrar de ojos, tenía el rostro contra la nuca de la chica, instándola a no moverse en los minutos suficientes para mantener el equilibrio mientras la noria retaba cada vez más a la gravedad.
Si te atreves a catalogar mis palabras de vacías, o te encantan las insolencias gratuitas o directamente eres idiota, lo que indicaría que estoy perdiendo mi tiempo –afirmó y la rodeó poco a poco hasta terminar a un lado, con el cuerpo cercano a un punto entre su oreja y su mandíbula- y lo que menos soporto, además de malgastarlo, es que se lo quede gente estúpida.
El silbido del metal en el aire predijo la salida de su sable, que Fausto colocó de manera inversa de tal forma que usó el mango del arma, lo que no cortaba, para elevar el mentón de la joven y seguir hablándole con los labios debajo de su garganta.
Tranquilízate, chiquilla, aquí la única sangre que vas a probar, tendrá que ser la de tus devotos –murmuró y moviendo sólo el brazo, encajó el cuerpo del chico entre dos barrotes para que se sostuviera por propio pie, dejándolo también a merced de que si ninguno de los dos lo liberaba, terminaría cayendo de cabeza al pavimento-. Para que esto empiece a merecer la pena, primero de todo tendrás que tragarte ese orgullo de ciegos, igual que te tragas todos esos fluidos en el sexo y en la comida.
Aquella cachorra podía encajar perfectamente en el perfil de alumna de Fausto, por muy rebelde que fuera, en ella veía toda una serie de aptitudes que aunque distaran de las suyas, podría analizarlas y sacarles provecho y reorientarlas hacia la perfección. Lástima que fuera una vampira, eso ya le obligaba a morir entre sus manos para dar sentido a su objetivo en la vida.
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
La vampiresa avanzaba, detrás del cazador con suma tranquilidad, con una habilidad enfermiza, con una destreza muy especial, aquello era como estar gateando, demasiado sencillo, los esfuerzos físicos no le eran problema alguno, de hecho si diminuta figura también el ayudaba demasiado a, para suerte de ella, avanzar incluso distancias más largas, y adentrarse por lugares muy reducidos, ella aprovechaba cien por ciento su habilidad sobrehumana. La amaba, aunque tuviera estragos amargos de su inicio como vampiro. Había dejado ella todo dolor, toda penuria, toda ira, sólo para enfocarse en lo que era, gracias a ello podría "vivir" toda la eternidad, todo aquello que quisiera, haciéndose de poder, de dinero, de propiedades, de amantes. Todos la conocerían, temblarían al verla pasar, le importaba poco si tuviera que delatar a su especie, tampoco le importaba si los humanos, esas criaturas insignificantes, quisieran levantarse contra los de su misma condición. Su ambición quizás la llevaría demasiado lejos, o quizás la destruiría, pero mientras eso pasaba, lo único que le quedaba era disfrutar, y así lo haría. Incluso estaba disfrutando los movimientos tan "lentos" a su forma de ver del cazador, aunque la vampiresa sin duda alguna estaba asombrada, un humano demasiado bien entrenado, demasiado inteligente, aquel hombre debía llegar a ser inmortal, debía adentrarse a ese mundo, que para ella, sólo unos pocos merecían. Fue entonces cuando una idea descabellada le cruzo por la cabeza, y quizás la llegaría a implementar, con o sin el permiso del implicado, estaba demasiado ansiosa por muchas cosas, incluso para sentenciar al cazador.
- Basta, cazador, no te hagas el interesante, si buen debes saber que mis palabras son un juego, la tentación para hacerte enfurecer, ¿Palabras vacías? Creo que eso te afecta mucho más que incluso sacarte los intestinos ¿No es así? Lo veo, eres un intelectual, de esos que disfrutan de vencer con la palabra, y el conocimiento, aunque claro, te ha de ser un bonos especial la actividad física ¿Te calienta acaso matarnos? Porqué, de ser así, puedo dejar que intentes acabarme, quisiera verte más duro… - Le burló, mientras se mordisqueaba el labio inferior, con mucha fuerza, denotando bastante lascivia - Debo reconocerte, aunque me cueste hacerlo, que tus habilidades me sorprenden bastante, al ser un humano claro, no había visto a uno como tu, con tu calibre. ¿Alguna vez has considerado pasarte a éste lado? Sería muy interesante verte sediento, y con gusto te daría de mi liquido… - Le guiñó un ojo, pero cuando quiso avanzar, su olor la hizo sentir ligeramente vulnerable, pero no por eso titubeo. Se mantuvo tranquila, serena, es más, incluso la muy descarada siguió mostrando su sonrisa insinuante. Para ella no había retos que pudiera seguir adelante, por eso no le temía.
La sangre la hizo flaquear de verdad, a pesar de haber consumido, necesitaba un poco más, siempre estaba deseosa de probar el liquido de cualquiera, aunque no de cualquiera se atrevía a beber. La vampiresa volteó su rostro hasta el joven, y sintió un gran impulso de caerle encima para desangrarlo, su parte irracional estaba actuando sobre ella, por eso tuvo que detenerse, tenía que controlarse, no darle armas al cazador para verla tan vulnerable, no podría darle más pistas de su comportamiento, o de sus movimientos, pues de hace rato lo había notado estudiándola. Cerró los ojos, y se limitó en aspirar de forma muy profunda, haciendo que sus caninos se desplegaran un poco más, incluso saliendo de sus labios, su rostro se había distorsionado, el deseo ya no era carnal, sino la sed se volvía su control total. Ella sabia que el hombre lo había hecho a propósito. "Basta, Marishka, no te comportes como una estúpida humana" Se dijo en la cabeza repetidas veces.
- ¿Acaso los humanos no se dan cuenta de lo mucho que corren peligro? - Volvió a abrir su ojos, mostrando el negro azabache de su mirada, dejándolo ver la oscuridad de su interior. El hoyo negro que no la dejaría nunca. - No me has matado, porque sabes lo valiosa que soy, y que tú tiempo no es perdido si lo inviertes conmigo - Ensanchó la sonrisa, dejándole ver su perfecta dentadura blanca y afilada. - No te acerques demasiado, humano, no lo hagas que estoy tentada, demasiado a beber de ti en medio de todo este circo humano - Le susurró, el calor del hombre la hizo temblar por la necesidad de sangre, por las ganas de callar sus deseos. - Aléjate de una vez por todas, que no tengo ganas de destrozarte la garganta, no ahora, que parece la noche bastante entretenida - Confesó, y clavó sus manos en lo primero que encontró para no perder el equilibrio.
- ¿Acaso no me he tragado el orgullo ya? Te he admitido cosas que nunca había hecho con nadie, ni siquiera con mi creador, ¿acaso crees que la vivo de orgullos? Eso para mi sale sobrando, cuando la eternidad está a la puerta de la esquina, sabes que todo llegará al olvido, que cuando menos lo espere, nadie sabrá lo que hice, o dije… Por que todos terminaran muertos, así como tú, terminaras entre la tierra, con los gusanos destrozando tu cuerpo en putrefacción - Respingó, y se le encendieron los ojos, con un brillo especial, con emoción, y con un placer grande, pues aquello estaba segura lo vería - ¿De verdad nunca has considerado volverte uno de los míos? Incluso podría ahorrarte la búsqueda y te haría el favor ¿Qué dices? - Le miró con seriedad.
Marishka alargó su mano cual serpiente intentando cazar a su presa. La colocó en el pecho del caballero, haciéndole ir hacia atrás, pero sus dedos se enredaron en la tela que llevaba puesta, pues no lo iba a dejar caer, o arriesgar, nada de eso. Lo miraba de forma directa a los ojos, bastante entretenida, tenía unas ganas tremendas de encajarle los colmillos pero se mantuvo serena, ahora sólo faltaba que Fausto reaccionara, pues él mantenía aún aquella herramienta en su garganta.
- Basta, cazador, no te hagas el interesante, si buen debes saber que mis palabras son un juego, la tentación para hacerte enfurecer, ¿Palabras vacías? Creo que eso te afecta mucho más que incluso sacarte los intestinos ¿No es así? Lo veo, eres un intelectual, de esos que disfrutan de vencer con la palabra, y el conocimiento, aunque claro, te ha de ser un bonos especial la actividad física ¿Te calienta acaso matarnos? Porqué, de ser así, puedo dejar que intentes acabarme, quisiera verte más duro… - Le burló, mientras se mordisqueaba el labio inferior, con mucha fuerza, denotando bastante lascivia - Debo reconocerte, aunque me cueste hacerlo, que tus habilidades me sorprenden bastante, al ser un humano claro, no había visto a uno como tu, con tu calibre. ¿Alguna vez has considerado pasarte a éste lado? Sería muy interesante verte sediento, y con gusto te daría de mi liquido… - Le guiñó un ojo, pero cuando quiso avanzar, su olor la hizo sentir ligeramente vulnerable, pero no por eso titubeo. Se mantuvo tranquila, serena, es más, incluso la muy descarada siguió mostrando su sonrisa insinuante. Para ella no había retos que pudiera seguir adelante, por eso no le temía.
La sangre la hizo flaquear de verdad, a pesar de haber consumido, necesitaba un poco más, siempre estaba deseosa de probar el liquido de cualquiera, aunque no de cualquiera se atrevía a beber. La vampiresa volteó su rostro hasta el joven, y sintió un gran impulso de caerle encima para desangrarlo, su parte irracional estaba actuando sobre ella, por eso tuvo que detenerse, tenía que controlarse, no darle armas al cazador para verla tan vulnerable, no podría darle más pistas de su comportamiento, o de sus movimientos, pues de hace rato lo había notado estudiándola. Cerró los ojos, y se limitó en aspirar de forma muy profunda, haciendo que sus caninos se desplegaran un poco más, incluso saliendo de sus labios, su rostro se había distorsionado, el deseo ya no era carnal, sino la sed se volvía su control total. Ella sabia que el hombre lo había hecho a propósito. "Basta, Marishka, no te comportes como una estúpida humana" Se dijo en la cabeza repetidas veces.
- ¿Acaso los humanos no se dan cuenta de lo mucho que corren peligro? - Volvió a abrir su ojos, mostrando el negro azabache de su mirada, dejándolo ver la oscuridad de su interior. El hoyo negro que no la dejaría nunca. - No me has matado, porque sabes lo valiosa que soy, y que tú tiempo no es perdido si lo inviertes conmigo - Ensanchó la sonrisa, dejándole ver su perfecta dentadura blanca y afilada. - No te acerques demasiado, humano, no lo hagas que estoy tentada, demasiado a beber de ti en medio de todo este circo humano - Le susurró, el calor del hombre la hizo temblar por la necesidad de sangre, por las ganas de callar sus deseos. - Aléjate de una vez por todas, que no tengo ganas de destrozarte la garganta, no ahora, que parece la noche bastante entretenida - Confesó, y clavó sus manos en lo primero que encontró para no perder el equilibrio.
- ¿Acaso no me he tragado el orgullo ya? Te he admitido cosas que nunca había hecho con nadie, ni siquiera con mi creador, ¿acaso crees que la vivo de orgullos? Eso para mi sale sobrando, cuando la eternidad está a la puerta de la esquina, sabes que todo llegará al olvido, que cuando menos lo espere, nadie sabrá lo que hice, o dije… Por que todos terminaran muertos, así como tú, terminaras entre la tierra, con los gusanos destrozando tu cuerpo en putrefacción - Respingó, y se le encendieron los ojos, con un brillo especial, con emoción, y con un placer grande, pues aquello estaba segura lo vería - ¿De verdad nunca has considerado volverte uno de los míos? Incluso podría ahorrarte la búsqueda y te haría el favor ¿Qué dices? - Le miró con seriedad.
Marishka alargó su mano cual serpiente intentando cazar a su presa. La colocó en el pecho del caballero, haciéndole ir hacia atrás, pero sus dedos se enredaron en la tela que llevaba puesta, pues no lo iba a dejar caer, o arriesgar, nada de eso. Lo miraba de forma directa a los ojos, bastante entretenida, tenía unas ganas tremendas de encajarle los colmillos pero se mantuvo serena, ahora sólo faltaba que Fausto reaccionara, pues él mantenía aún aquella herramienta en su garganta.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Fausto estaba harto de lidiar con egos, en ocasiones, más pretenciosos incluso que el suyo propio, y lo normal era que los soportara, de poco podían sorprenderle precisamente a él. No obstante, cada vez que un chupasangres le hostigaba con prepotencias, el efecto se resentía más, podía llegar incluso a irritarle, dependiendo de la situación en concreto y si el morador de la noche era insoportable de por sí, entonces la atmósfera se volvía insufrible para todo ser andante que corriera la mala fortuna de toparse con ella.
Lo que intentaran demostrar no le importaba lo más mínimo, le importaría si el espécimen en cuestión se tratase de alguien interesante, con o sin naturaleza sobrenatural, pero para que el cazador asignara a su atareada mente la misión de cuestionarse por qué un ser hacía esto o decía lo otro se necesitaba demasiado, y todo original, expectante, nuevo. No había nada de nuevo en las insolencias de una vampira joven, ni en el hecho de que le replicara como una alumna caprichosa. No había decidido matarla de inmediato por todo eso, así que todo eso estaba de más, no quería que le sorprendiera igual que pudiera sorprenderle que después de la luna, saliera el sol. De lo contrario, tarde o temprano él mismo se encargaría de arrojarla a las brasas del amanecer.
Si no vas a decir algo productivo, acalla esa lengua de serpiente –reprochó y desviando su atención hacia el cuello de la muchacha, se adelantó otro paso y de esa manera, más zonas de su cuerpo, sobre todo las oscuras ventiscas que movían su abrigo, incidieron sobre el de ella, acorralándola más contra él y contra su arma-. Tan pronto sueltas algo con sentido como te apetece revolcarte en la vulgaridad de tu ignorancia. Si pusieras todo el empeño que empleas en tus burdas cacerías de niñatos, podrías aspirar a la inteligencia más pura que mueve el mundo, incluso sin que tú te des cuenta (sobre todo sin que tú te des cuenta) –el mango del sable resbaló lentamente por la yugular de la vampira, cada vez más caliente debido a la insistencia del contacto-. Esas 'palabras vacías' son también palabras textuales tuyas, pero entiendo que alguien tan preocupado por olisquear carne fresca no se acuerde ni de lo que ha dicho instantes atrás. No sabes hablar con propiedad, nadie te lo ha enseñado. Una suerte que me hayas encontrado, ¿verdad? –negó con la cabeza y ni siquiera la miró a los ojos, entonces, distraído en contemplar la peligrosa altura de su entorno, junto a los mequetrefes de sus víctimas que en breves momentos se extinguirían con la mullida rapidez de una vela apagada en la arena- 'Mataros', cachorra, es un cometido vertiginosamente más complejo y supremo que ese acto que tan estúpida te vuelve como el sexo. Curioso, ¿no decías antes también que todo esto ya lo habías visto antes? ¿Ahora resulta que soy de un calibre excepcional? Te felicito, veo que unas horas a mi lado han conseguido algo de efecto en tu mollera. Créeme que me doy por satisfecho –se inclinó para hablarle con la boca más cerca de su rostro- pero si quieres verme 'duro', mucho me temo que te faltan años.
Acto seguido, en lugar de soltar una enorme carcajada, como hubiera sido su acto reflejo ante la última ocurrencia que tuvo su acompañante, volvió a moverse rápido y agarró a la fémina de sendos hombros para inmovilizarla, al mismo tiempo que la sostenía y arrastraba consigo al dar un paso atrás y otro y otro más, librándolos de acabar con los brazos arrollados por los engranajes de la noria que partieron en dos la columna de uno de los muchachos, y empezaron a aplastar poco a poco los dedos de la mano de su compañero.
Fausto y la vampira quedaron mucho más arriba, a salvo, pero perfectamente conscientes de lo ocurrido y con una privilegiada visión ante el sangriento espectáculo, que amenazaba con aproximarse también a ellos mientras se cebaba con la inocente carnaza de quienes habían estado presas del choque entre aquel par de dementes. El alemán apegó toda la espalda de la mujer contra su pecho, apresándola por los brazos con una fuerza tan desmedida como la de cualquier siervo de Lucifer, y pasó a susurrarle al oído con una voz tan grave y sensorial como siempre, pero empleando un arrojo verdaderamente escalofriante, digno de representar una furia titánica como la de Fausto.
¿Quién te has creído que eres tú para considerarte capaz de hacerme una proposición semejante? ¿Volverme 'uno de los tuyos'? ¿Y qué más? ¿No has tenido bastante diversión por esta noche? –dijo, en un tono de voz que reflejaría enfado de no ser porque lo consideraba tan absurdo e indigno que antes que cualquier otra emoción, le producía risa- Para mí resulta tan degradante pertenecer al mundo de los humanos como pertenecer al de tus murciélagos parlantes, incluso cuando sabría aprovechar muchísimo mejor el don de la inmortalidad que cualquiera 'de los tuyos'. ¿Cuántos años llevas tú convertida? Salta a la vista por tu carácter e ideas que no más que mi propia mortalidad y aunque eso sería lo de menos, vuelve todavía más chistoso tu atrevimiento. ¿Crees que si se me hubiera pasado por la cabeza hacerme vampiro recurriría a alguien tan inexperto como tú? –le rodeó el cuello con toda la mano, presionando en un punto clave que le había enseñado su arte marcial para paralizar determinadas zonas del cuerpo sólo con un movimiento de dedos- No sé si vives de orgullos, pero si es así deberías preocuparte por la tremenda estupidez que se te ha ocurrido plantear, porque tal vez la eternidad deje de sobrarte a partir de hoy mismo y en lo único que la hayas aprovechado sea en conocerme. No, no te he matado porque sí, me pareces lo suficientemente valiosa como para emplear mis segundos y minutos, ¿te calienta a ti que lo confiese? Pero no olvides que te conozco, os conozco, además de ser capaz de matarte, podría decidir hacerlo por razones mucho menos convencionales que el resto de cazadores que hayas conocido antes, porque no soy una persona normal, no me rijo por una motivación normal. El peor error que puedes cometer ahora es agotar mi paciencia cuando ya he decidido otorgártela.
Conforme iba hablando, el centro de la noria seguía girando y aproximándose a los miembros lentamente descuartizados de los muchachos que en aquella posición, el teólogo y la inmortal estaban obligados a contemplar, como si fuera una danza excéntrica de peces saltando en el agua a la luz de la luna, entre vísceras y huesos. Fausto agarró de nuevo el sable de forma que el filo volvía a presentarse amenazante y lo colocó suavemente entre la mejilla y la garganta de la mujer, incidiendo con muy poca profundidad, bastante insignificante para los de su raza pero lo suficiente como para que de ahí comenzara a brotar una sangre mucho menos apetitosa que la que latía en sus venas humanas.
Lo que intentaran demostrar no le importaba lo más mínimo, le importaría si el espécimen en cuestión se tratase de alguien interesante, con o sin naturaleza sobrenatural, pero para que el cazador asignara a su atareada mente la misión de cuestionarse por qué un ser hacía esto o decía lo otro se necesitaba demasiado, y todo original, expectante, nuevo. No había nada de nuevo en las insolencias de una vampira joven, ni en el hecho de que le replicara como una alumna caprichosa. No había decidido matarla de inmediato por todo eso, así que todo eso estaba de más, no quería que le sorprendiera igual que pudiera sorprenderle que después de la luna, saliera el sol. De lo contrario, tarde o temprano él mismo se encargaría de arrojarla a las brasas del amanecer.
Si no vas a decir algo productivo, acalla esa lengua de serpiente –reprochó y desviando su atención hacia el cuello de la muchacha, se adelantó otro paso y de esa manera, más zonas de su cuerpo, sobre todo las oscuras ventiscas que movían su abrigo, incidieron sobre el de ella, acorralándola más contra él y contra su arma-. Tan pronto sueltas algo con sentido como te apetece revolcarte en la vulgaridad de tu ignorancia. Si pusieras todo el empeño que empleas en tus burdas cacerías de niñatos, podrías aspirar a la inteligencia más pura que mueve el mundo, incluso sin que tú te des cuenta (sobre todo sin que tú te des cuenta) –el mango del sable resbaló lentamente por la yugular de la vampira, cada vez más caliente debido a la insistencia del contacto-. Esas 'palabras vacías' son también palabras textuales tuyas, pero entiendo que alguien tan preocupado por olisquear carne fresca no se acuerde ni de lo que ha dicho instantes atrás. No sabes hablar con propiedad, nadie te lo ha enseñado. Una suerte que me hayas encontrado, ¿verdad? –negó con la cabeza y ni siquiera la miró a los ojos, entonces, distraído en contemplar la peligrosa altura de su entorno, junto a los mequetrefes de sus víctimas que en breves momentos se extinguirían con la mullida rapidez de una vela apagada en la arena- 'Mataros', cachorra, es un cometido vertiginosamente más complejo y supremo que ese acto que tan estúpida te vuelve como el sexo. Curioso, ¿no decías antes también que todo esto ya lo habías visto antes? ¿Ahora resulta que soy de un calibre excepcional? Te felicito, veo que unas horas a mi lado han conseguido algo de efecto en tu mollera. Créeme que me doy por satisfecho –se inclinó para hablarle con la boca más cerca de su rostro- pero si quieres verme 'duro', mucho me temo que te faltan años.
Acto seguido, en lugar de soltar una enorme carcajada, como hubiera sido su acto reflejo ante la última ocurrencia que tuvo su acompañante, volvió a moverse rápido y agarró a la fémina de sendos hombros para inmovilizarla, al mismo tiempo que la sostenía y arrastraba consigo al dar un paso atrás y otro y otro más, librándolos de acabar con los brazos arrollados por los engranajes de la noria que partieron en dos la columna de uno de los muchachos, y empezaron a aplastar poco a poco los dedos de la mano de su compañero.
Fausto y la vampira quedaron mucho más arriba, a salvo, pero perfectamente conscientes de lo ocurrido y con una privilegiada visión ante el sangriento espectáculo, que amenazaba con aproximarse también a ellos mientras se cebaba con la inocente carnaza de quienes habían estado presas del choque entre aquel par de dementes. El alemán apegó toda la espalda de la mujer contra su pecho, apresándola por los brazos con una fuerza tan desmedida como la de cualquier siervo de Lucifer, y pasó a susurrarle al oído con una voz tan grave y sensorial como siempre, pero empleando un arrojo verdaderamente escalofriante, digno de representar una furia titánica como la de Fausto.
¿Quién te has creído que eres tú para considerarte capaz de hacerme una proposición semejante? ¿Volverme 'uno de los tuyos'? ¿Y qué más? ¿No has tenido bastante diversión por esta noche? –dijo, en un tono de voz que reflejaría enfado de no ser porque lo consideraba tan absurdo e indigno que antes que cualquier otra emoción, le producía risa- Para mí resulta tan degradante pertenecer al mundo de los humanos como pertenecer al de tus murciélagos parlantes, incluso cuando sabría aprovechar muchísimo mejor el don de la inmortalidad que cualquiera 'de los tuyos'. ¿Cuántos años llevas tú convertida? Salta a la vista por tu carácter e ideas que no más que mi propia mortalidad y aunque eso sería lo de menos, vuelve todavía más chistoso tu atrevimiento. ¿Crees que si se me hubiera pasado por la cabeza hacerme vampiro recurriría a alguien tan inexperto como tú? –le rodeó el cuello con toda la mano, presionando en un punto clave que le había enseñado su arte marcial para paralizar determinadas zonas del cuerpo sólo con un movimiento de dedos- No sé si vives de orgullos, pero si es así deberías preocuparte por la tremenda estupidez que se te ha ocurrido plantear, porque tal vez la eternidad deje de sobrarte a partir de hoy mismo y en lo único que la hayas aprovechado sea en conocerme. No, no te he matado porque sí, me pareces lo suficientemente valiosa como para emplear mis segundos y minutos, ¿te calienta a ti que lo confiese? Pero no olvides que te conozco, os conozco, además de ser capaz de matarte, podría decidir hacerlo por razones mucho menos convencionales que el resto de cazadores que hayas conocido antes, porque no soy una persona normal, no me rijo por una motivación normal. El peor error que puedes cometer ahora es agotar mi paciencia cuando ya he decidido otorgártela.
Conforme iba hablando, el centro de la noria seguía girando y aproximándose a los miembros lentamente descuartizados de los muchachos que en aquella posición, el teólogo y la inmortal estaban obligados a contemplar, como si fuera una danza excéntrica de peces saltando en el agua a la luz de la luna, entre vísceras y huesos. Fausto agarró de nuevo el sable de forma que el filo volvía a presentarse amenazante y lo colocó suavemente entre la mejilla y la garganta de la mujer, incidiendo con muy poca profundidad, bastante insignificante para los de su raza pero lo suficiente como para que de ahí comenzara a brotar una sangre mucho menos apetitosa que la que latía en sus venas humanas.
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Por más joven que es el vampiro, una cosa siempre va a tener en común con el de más años, no se trata precisamente de la sangre, o de las ganas de aplastar la cabeza de cualquiera que se le ponga encima, tampoco de que por el día deben esconderse y por las noches salir a la luz, aquello es natural, aquello es evidente y algo que simplemente no pueden evitar, pero de lo que se habla en ese momento, es sobre la humanidad, que un cazador humano se crea lo suficientemente fuerte y habilidoso como para alejar o destruir a un vampiro. Ella lo entiende, que pueden tener la destreza, el entrenamiento y la capacidad, pero en ocasiones los vampiros con un simple movimiento de mano pueden arrancar su cabeza, sacarles los intestinos, y mucho más, que ellos se crean demasiado pensantes podría pasarse un poco, porque si algo reconoce la vampiresa, es que existen muchos humanos que desarrollan esa habilidad como si la trajeran desde el nacimiento, sin ni siquiera hablar. Una cosa era cierta, por más que su pensamiento había cambiado, aún recuerda que no hace poco era una simple humana, y que como tal, debían tener cierto respeto ¿De verdad debían tenerlo? Probablemente si, o quizás no, son muchas cosas que la hacen pensar, eso es un punto a su favor, aunque no se trataba de ganar puntos, no era aquello una competencia o estupideces de esas.
A diferencia de todos los humanos, a diferencia incluso de muchos mortales, Fausto no podía ser englobado con todos los demás, no se podía porque se trataba de un hombre pensante, de un hombre que sabía controlar no sólo el cuerpo propio, sino también el ajeno, dejando una rabia inmensa en el de su oponente, Marishka no tenía intensiones de matarlo, mucho menos de convertirlo, pero mientras había palabras que van saliendo de la boca de cazador, ella podía ir recolectando información, mientras más actuaba aquel hombre, más sabría y estudiaba sus movimientos, sintiendo así como el conocimiento iba manando y ella se volvía la mejor alumna, si, porque estaba tomando clases de un humano que la estimulaba en el ámbito corporal y pensante, no se trataba simplemente de un encuentro caprichoso como los que comúnmente eran para beber, para quitar riquezas o simplemente para follar, ahí había algo más ¿Quién lo negaba? Nadie podía hacerlo, quien se atreviera ella lo mataría sin pensarlo y en menos de cinco segundos.
Lo que si debía aceptar, algo que le hacía querer salirse de sus casillas por completo, es la forma en que le hablaba, era bastante claro que el cazador la veía como una rata cualquiera, y ella jamás se sentiría así, era parte de su naturaleza, pero más de ella que se había forjado de la "realeza de los vampiros", que su ego estuviera grande, alto, y que al querer alguien pisotearlo, su fiera salvaje salía a relucir, pero perder la cabeza en momentos como esos simplemente la ponía en desventaja, le daba armas a él para poder acabar con ella de un dos por tres, porque no ¡Humano pero jamás subestimaría a Fausto! El era el único que podía sentirse con el ego al igual que ella, porque se lo estaba permitiendo, porque cabezas como esas merecían pasar de ese lado, al de la inmortalidad, poco se conocían quizás por eso ella no comprendía del porque de sus acciones, claro, aparte del evidente obvio a los sobrenaturales. El tiempo diría que pasaría con esos dos, porque no se resumía a un simple encuentro superficial, de eso estaba más que segura.
- No puedes emplear conocimiento pleno en un acto que es sencillo, mis hobbies son esos, hobbies, simples que no tienen demasiada ciencia, mis patrones son míos, no tienes porque meterte, no sé que pretendes con eso, es patético que critiques tanto lo que hago o no con mis escenas y espectáculos, es parte del arte, de las interpretaciones que les das a las cosas vampiro, para mi es repetir algo que siempre desee y que en su momento hice, matar a alguien, un vampiro que se sentía demasiado poderoso pasando sobre mi, y termine por callarle la boca. Si tan estúpido lo crees ¿qué haces conmigo? ¿Eso no te rebaja? - Niega, Marishka comprende en ese momento que ninguno iba a ceder, es por eso que guarda silencio, le otorga el triunfo porque la situación se vuelve interesante. Si los dos no tuvieran interés ya se habrían manchado.
El olor de aquellos cuerpos hizo que las reacciones, los instintos de la vampiro salieran a relucir, ella, quien buscaba poder controlarse la mayor parte del tiempo esta vez estaba cayendo en aquello que era demasiado fácil de poder sobre llevar, el olor la invadía, tanto que no se dio cuenta cuando el cazador le rasgo el rostro. Mantenía sus ojos cerrados, no respiró, no está vez porque no tenía esa necesidad ya, pero cuando volvió a verle a los ojos el negro azabache estaba presente, la sed se albergo en su garganta, movió sus manos esta vez enterrándose en el tronco del árbol, no podía creer que estuviera comportando como una neófita aunque prácticamente lo era, lo vio con odio, con rencor, con desprecio pero no avanzó ni un pelo, se quedó ahí, observándolo con detenimiento.
- ¿Lo disfrutas no es así? Disfrutas que este comenzando a perder la razón, ese sería otro motivo para terminar con mi eternidad, pero no lo haré, me voy a controlar, porque la mente es más poderosa que el deseo de beber ese liquido carmín - Está vez no se aguantó las ganas de oler el ambiente, poro el contrario llenó sus pulmones con la vitalidad en forma de olor, le miró relamiéndose los labios, estiró su lengua para poder saborear su propia sangre, esa que era una mezcla de sus presas y la suya en putrefacción, sus papilas ya estaban un poco más contentas y relajadas por esa acción - ¿Y qué sigue cazador? - Preguntó con una sonrisa muy triunfal, sin quitarle los ojos de encima.
A diferencia de todos los humanos, a diferencia incluso de muchos mortales, Fausto no podía ser englobado con todos los demás, no se podía porque se trataba de un hombre pensante, de un hombre que sabía controlar no sólo el cuerpo propio, sino también el ajeno, dejando una rabia inmensa en el de su oponente, Marishka no tenía intensiones de matarlo, mucho menos de convertirlo, pero mientras había palabras que van saliendo de la boca de cazador, ella podía ir recolectando información, mientras más actuaba aquel hombre, más sabría y estudiaba sus movimientos, sintiendo así como el conocimiento iba manando y ella se volvía la mejor alumna, si, porque estaba tomando clases de un humano que la estimulaba en el ámbito corporal y pensante, no se trataba simplemente de un encuentro caprichoso como los que comúnmente eran para beber, para quitar riquezas o simplemente para follar, ahí había algo más ¿Quién lo negaba? Nadie podía hacerlo, quien se atreviera ella lo mataría sin pensarlo y en menos de cinco segundos.
Lo que si debía aceptar, algo que le hacía querer salirse de sus casillas por completo, es la forma en que le hablaba, era bastante claro que el cazador la veía como una rata cualquiera, y ella jamás se sentiría así, era parte de su naturaleza, pero más de ella que se había forjado de la "realeza de los vampiros", que su ego estuviera grande, alto, y que al querer alguien pisotearlo, su fiera salvaje salía a relucir, pero perder la cabeza en momentos como esos simplemente la ponía en desventaja, le daba armas a él para poder acabar con ella de un dos por tres, porque no ¡Humano pero jamás subestimaría a Fausto! El era el único que podía sentirse con el ego al igual que ella, porque se lo estaba permitiendo, porque cabezas como esas merecían pasar de ese lado, al de la inmortalidad, poco se conocían quizás por eso ella no comprendía del porque de sus acciones, claro, aparte del evidente obvio a los sobrenaturales. El tiempo diría que pasaría con esos dos, porque no se resumía a un simple encuentro superficial, de eso estaba más que segura.
- No puedes emplear conocimiento pleno en un acto que es sencillo, mis hobbies son esos, hobbies, simples que no tienen demasiada ciencia, mis patrones son míos, no tienes porque meterte, no sé que pretendes con eso, es patético que critiques tanto lo que hago o no con mis escenas y espectáculos, es parte del arte, de las interpretaciones que les das a las cosas vampiro, para mi es repetir algo que siempre desee y que en su momento hice, matar a alguien, un vampiro que se sentía demasiado poderoso pasando sobre mi, y termine por callarle la boca. Si tan estúpido lo crees ¿qué haces conmigo? ¿Eso no te rebaja? - Niega, Marishka comprende en ese momento que ninguno iba a ceder, es por eso que guarda silencio, le otorga el triunfo porque la situación se vuelve interesante. Si los dos no tuvieran interés ya se habrían manchado.
El olor de aquellos cuerpos hizo que las reacciones, los instintos de la vampiro salieran a relucir, ella, quien buscaba poder controlarse la mayor parte del tiempo esta vez estaba cayendo en aquello que era demasiado fácil de poder sobre llevar, el olor la invadía, tanto que no se dio cuenta cuando el cazador le rasgo el rostro. Mantenía sus ojos cerrados, no respiró, no está vez porque no tenía esa necesidad ya, pero cuando volvió a verle a los ojos el negro azabache estaba presente, la sed se albergo en su garganta, movió sus manos esta vez enterrándose en el tronco del árbol, no podía creer que estuviera comportando como una neófita aunque prácticamente lo era, lo vio con odio, con rencor, con desprecio pero no avanzó ni un pelo, se quedó ahí, observándolo con detenimiento.
- ¿Lo disfrutas no es así? Disfrutas que este comenzando a perder la razón, ese sería otro motivo para terminar con mi eternidad, pero no lo haré, me voy a controlar, porque la mente es más poderosa que el deseo de beber ese liquido carmín - Está vez no se aguantó las ganas de oler el ambiente, poro el contrario llenó sus pulmones con la vitalidad en forma de olor, le miró relamiéndose los labios, estiró su lengua para poder saborear su propia sangre, esa que era una mezcla de sus presas y la suya en putrefacción, sus papilas ya estaban un poco más contentas y relajadas por esa acción - ¿Y qué sigue cazador? - Preguntó con una sonrisa muy triunfal, sin quitarle los ojos de encima.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Su enorme abrigo, en ocasiones como aquéllas, parecía más una capa, pero poco tenía que añadir a toda su poderosísima imagen, a la imagen que transmitía su apariencia, su mirada, sus palabras. Pues únicamente aquéllos que, aunque pocos, fueran dignos de conocerle, también lo serían de descubrir qué había al otro lado de su oscura vestimenta y de sus ojos translúcidos. Fausto volvió a obligar a la muchacha a que siguiera contemplando los, ahora, cadáveres, triturados poco a poco por la muerte que se encontraba entre los engranajes de una atracción de feria. Muriendo de semejante manera en semejante parque, con el imperturbable manto de las risas de los niños todavía de fondo. El ejemplo más incuestionable de cómo de tétrica podía ser la infantilidad, uniendo toda clase de conceptos siniestros y cruentos, como ése que ahora acababa con la vida de dos inocentes, como ése que vivía en el interior de las dos criaturas que los contemplaban, una humana y la otra vampira.
Lástima que el cazador no hubiera nacido para impartir más justicia que la suya propia, porque entonces aquel par de jovencitos no habría tenido que morir por nada. O bueno, quizá eso no era del todo cierto. Habían muerto por algo: por entrar en alguna clase de patrón físico (dudaba que psicológico, dada la enorme y enfermiza similitud que había entre los rostros y los cuerpos de aquella sucesión de cabritos que antes habían coleccionado en la carpa) con el que la desfigurada patología de aquella mujer estuviera obsesionada. Saciar la psicosis absoluta con la que perfilar ese secuestro y esa necesidad hasta no dejarlo sólo en una simple anécdota para las mentes vulnerables de su alrededor.
Por descontado que Fausto no sentía la causa de ver morir a esa gente como la suya, no había causa más suya que él mismo y lo que llevaba experimentando desde su más tierna infancia, ergo, en lo que a él mismo respectaba, no habría sido necesario que ésos murieran en aquellas circunstancias tan atroces. No le inspiraban compasión, pero tampoco aversión. Le representaban la más pura indiferencia, fantoches de mediocre intelecto e, incluso, inocencia directa. Quitando los casos de encargos como cazador, el único motivo que tenía para matar (obviando que se hablara de Mefistófeles y de sus congéneres vampíricos) se daría en la defensa propia y con un rival digno. Lo que estaba haciendo en aquellos instantes no era asesinar, sino permitir que otros murieran sin mover un solo dedo para impedirlo. Y el objetivo que buscaba al ser testigo de todo aquel carnaval de sangre y locura era dejarse arrollar por las consecuencias que le habían sido brindadas por culpa de su encuentro con esa moradora de la noche. O gracias a su encuentro con esa moradora de la noche, porque si el alemán todavía permanecía allí, era sólo porque de verdad ella se le hacía lo suficientemente interesante, quizá hasta divertida. Entretenida, a fin de cuentas; un entretenimiento singular y con mucho de lo que exprimir en una noche que había estado a punto de ser cualquiera.
No, cachorra, no me rebaja… En todo caso, dice mucho de mí que tenga tan buen ojo para distinguir cuándo uno de los interminables chupasangres que pululan la tierra merece mi atención. Si esos 'hobbies', que tú dices, no fueran mínimamente retorcidos, no seguiría aquí mismo dispuesto a presenciarlos, ni me molestaría en darles un toque personal –le respondió con una parsimonia tan irritante como magnética y sin aflojar la firmeza con la que tenía agarrada a la inmortal, mientras ni ella ni él se movían del sitio y la noria cada vez los aproximaba más y más hacia los cuerpos desmembrados del par de víctimas-. En cualquier caso, siéntete halagada. No te estoy despreciando, estoy asegurándome de lo que hago, sé perfectamente que ya te habrás dado cuenta de lo exquisito que puedo llegar a ser con mis decisiones y lo que tolero y lo que no durante su ejecución. Prefiero dejar morir a cualquier ser vivo que se me cruce por delante antes que desperdiciar mi tiempo con algo o alguien que no lo merezca, ya te lo he dicho. Llegados a este punto, no voy a mentirte –volvió a apresarle el mentón con dos dedos y dirigió su mirada al frente para que continuara mirando los últimos bocados que se daba la implacable maquinaria con aquellos restos humanos-. Siempre voy a estar queriendo que los demás demuestren lo que valen. Dicho esto, te acabo de obsequiar con la mejor advertencia de todas, mi consejo es que no la dejes escapar.
Rió en silencio cuando la chica replicó que si estaba disfrutando con provocarla de aquella manera, y aprovechó los últimos metros que les quedaban antes de acabar arrollados por lo mismo que había estado troceando a esos dos chicos, para observar cómo la sangre recorría las pocas extremidades (hombros, manos, tobillos…) que no habían caído al vacío, ensimismado ahora él en uno de sus pasatiempos, uno tan sádico y enfermizo como el que había comprobado de la vampiresa. Tal vez ésa era otra razón por la que todavía no la había matado y seguía pendiente de su existencia, porque le resultaban curiosos de ver los 'hobbies' con tintes macabros. No por nada el propio Fausto sabía lo que era tenerlos.
Cuando por fin apenas les quedaba un centímetro para compartir el destino de los cadáveres, el cazador dio la señal y ambos volvieron a dar esos saltos inhumanos, esquivando momentáneamente a la muerte y trasladando toda su aura por donde pisaban. Llegaron entonces los primeros gritos de la gente del suelo que se acababa de encontrar con algunos miembros destrozados o con el reguero de sangre que caía desde el centro de aquella elevada atracción. Fausto sonrió de medio lado, valiéndose de que los claroscuros de la noche seguían camuflándoles en el gélido anonimato y fueron saltando de una cabina de la noria a otra cabina, y otra, y otra, hasta detenerse justo encima de una en la que había un niño con su madre. Ante ellos, dos figuras sin rostro de la noche, pero que desprendían una sensación fría y monstruosa, la madre lanzó un chillido que debió de desgarrarla por dentro. Sin embargo, el niño, de unos cinco años, no se inmutó lo más mínimo y se les quedó mirando fijamente, con una pureza que rayaba la fascinación.
Lo que le sigue, vampira, es esto. ¿Lo ves? De qué manera cuando se es más pequeño, sin apenas influencia de los estratos sociales que el mundo se construye generación tras generación con tanta ignorancia, es más fácil valorar lo que otros ya no pueden –le indicó, en tanto se estaban unos minutos más allí encima, ignorando la histeria de la mujer y fijándose en el comportamiento del infante-. Antes que representar la inocencia, los niños representan la pureza, de ahí que puedan ser puramente buenos o puramente malos… Pero tú y yo hace mucho que dejamos de ser niños, por eso, alcanzar la pureza de la perfección tiene tanto mérito, te lo puedo asegurar porque la llevo persiguiendo desde que tengo uso de razón. Así que si tú hace poco que has llegado al mundo de los muertos, casi eres como una niña, puede que no la más indicada para convertirme, pero sí para dejarte enseñar por mí. Para no dejar de sorprenderme, a mí y a este patético mundo. Porque es tu obligación, como recién nacida de la noche. Y yo estoy dispuesto a acompañarte, sino en todas, al menos en ésta.
Lástima que el cazador no hubiera nacido para impartir más justicia que la suya propia, porque entonces aquel par de jovencitos no habría tenido que morir por nada. O bueno, quizá eso no era del todo cierto. Habían muerto por algo: por entrar en alguna clase de patrón físico (dudaba que psicológico, dada la enorme y enfermiza similitud que había entre los rostros y los cuerpos de aquella sucesión de cabritos que antes habían coleccionado en la carpa) con el que la desfigurada patología de aquella mujer estuviera obsesionada. Saciar la psicosis absoluta con la que perfilar ese secuestro y esa necesidad hasta no dejarlo sólo en una simple anécdota para las mentes vulnerables de su alrededor.
Por descontado que Fausto no sentía la causa de ver morir a esa gente como la suya, no había causa más suya que él mismo y lo que llevaba experimentando desde su más tierna infancia, ergo, en lo que a él mismo respectaba, no habría sido necesario que ésos murieran en aquellas circunstancias tan atroces. No le inspiraban compasión, pero tampoco aversión. Le representaban la más pura indiferencia, fantoches de mediocre intelecto e, incluso, inocencia directa. Quitando los casos de encargos como cazador, el único motivo que tenía para matar (obviando que se hablara de Mefistófeles y de sus congéneres vampíricos) se daría en la defensa propia y con un rival digno. Lo que estaba haciendo en aquellos instantes no era asesinar, sino permitir que otros murieran sin mover un solo dedo para impedirlo. Y el objetivo que buscaba al ser testigo de todo aquel carnaval de sangre y locura era dejarse arrollar por las consecuencias que le habían sido brindadas por culpa de su encuentro con esa moradora de la noche. O gracias a su encuentro con esa moradora de la noche, porque si el alemán todavía permanecía allí, era sólo porque de verdad ella se le hacía lo suficientemente interesante, quizá hasta divertida. Entretenida, a fin de cuentas; un entretenimiento singular y con mucho de lo que exprimir en una noche que había estado a punto de ser cualquiera.
No, cachorra, no me rebaja… En todo caso, dice mucho de mí que tenga tan buen ojo para distinguir cuándo uno de los interminables chupasangres que pululan la tierra merece mi atención. Si esos 'hobbies', que tú dices, no fueran mínimamente retorcidos, no seguiría aquí mismo dispuesto a presenciarlos, ni me molestaría en darles un toque personal –le respondió con una parsimonia tan irritante como magnética y sin aflojar la firmeza con la que tenía agarrada a la inmortal, mientras ni ella ni él se movían del sitio y la noria cada vez los aproximaba más y más hacia los cuerpos desmembrados del par de víctimas-. En cualquier caso, siéntete halagada. No te estoy despreciando, estoy asegurándome de lo que hago, sé perfectamente que ya te habrás dado cuenta de lo exquisito que puedo llegar a ser con mis decisiones y lo que tolero y lo que no durante su ejecución. Prefiero dejar morir a cualquier ser vivo que se me cruce por delante antes que desperdiciar mi tiempo con algo o alguien que no lo merezca, ya te lo he dicho. Llegados a este punto, no voy a mentirte –volvió a apresarle el mentón con dos dedos y dirigió su mirada al frente para que continuara mirando los últimos bocados que se daba la implacable maquinaria con aquellos restos humanos-. Siempre voy a estar queriendo que los demás demuestren lo que valen. Dicho esto, te acabo de obsequiar con la mejor advertencia de todas, mi consejo es que no la dejes escapar.
Rió en silencio cuando la chica replicó que si estaba disfrutando con provocarla de aquella manera, y aprovechó los últimos metros que les quedaban antes de acabar arrollados por lo mismo que había estado troceando a esos dos chicos, para observar cómo la sangre recorría las pocas extremidades (hombros, manos, tobillos…) que no habían caído al vacío, ensimismado ahora él en uno de sus pasatiempos, uno tan sádico y enfermizo como el que había comprobado de la vampiresa. Tal vez ésa era otra razón por la que todavía no la había matado y seguía pendiente de su existencia, porque le resultaban curiosos de ver los 'hobbies' con tintes macabros. No por nada el propio Fausto sabía lo que era tenerlos.
Cuando por fin apenas les quedaba un centímetro para compartir el destino de los cadáveres, el cazador dio la señal y ambos volvieron a dar esos saltos inhumanos, esquivando momentáneamente a la muerte y trasladando toda su aura por donde pisaban. Llegaron entonces los primeros gritos de la gente del suelo que se acababa de encontrar con algunos miembros destrozados o con el reguero de sangre que caía desde el centro de aquella elevada atracción. Fausto sonrió de medio lado, valiéndose de que los claroscuros de la noche seguían camuflándoles en el gélido anonimato y fueron saltando de una cabina de la noria a otra cabina, y otra, y otra, hasta detenerse justo encima de una en la que había un niño con su madre. Ante ellos, dos figuras sin rostro de la noche, pero que desprendían una sensación fría y monstruosa, la madre lanzó un chillido que debió de desgarrarla por dentro. Sin embargo, el niño, de unos cinco años, no se inmutó lo más mínimo y se les quedó mirando fijamente, con una pureza que rayaba la fascinación.
Lo que le sigue, vampira, es esto. ¿Lo ves? De qué manera cuando se es más pequeño, sin apenas influencia de los estratos sociales que el mundo se construye generación tras generación con tanta ignorancia, es más fácil valorar lo que otros ya no pueden –le indicó, en tanto se estaban unos minutos más allí encima, ignorando la histeria de la mujer y fijándose en el comportamiento del infante-. Antes que representar la inocencia, los niños representan la pureza, de ahí que puedan ser puramente buenos o puramente malos… Pero tú y yo hace mucho que dejamos de ser niños, por eso, alcanzar la pureza de la perfección tiene tanto mérito, te lo puedo asegurar porque la llevo persiguiendo desde que tengo uso de razón. Así que si tú hace poco que has llegado al mundo de los muertos, casi eres como una niña, puede que no la más indicada para convertirme, pero sí para dejarte enseñar por mí. Para no dejar de sorprenderme, a mí y a este patético mundo. Porque es tu obligación, como recién nacida de la noche. Y yo estoy dispuesto a acompañarte, sino en todas, al menos en ésta.
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
No puede escuchar lo que no quiere. Es fácil y sencillo eso, no se detiene a ver más que lo que quiere, por que su realidad es única. No le interesa lo que ven los otros ojos, si eso quiere decir que le van a privar la inmortalidad, no le importa, no es que le tenga miedo a la muerte, así era. Desde hace mucho tiempo le dejó de importar lo inevitable, incluso teniendo una inmortalidad encima, sabe que todo tiene un fin, los ciclos lo tienen ¿Por qué ellos no? No es que sea pesimista, pero aún tiene latente lo vivido en su tiempo humano, que no es un tiempo muy lejano, por supuesto. Le aburre estar ahí, le aburren los sermones que no tienen sentido para ella. A ella no le agrada esos que se creen intelectuales, o que todo lo saben, porque nadie sabe todo, la realidad puede ser muy distinta en cada lugar, en cada mente, se percibe todo distinto sin importar nada; aburrida miraba los cuerpos deshacerse, volverse nada. La sangre llamaba su atención, su garganta quería comenzar a quemar, pero solo picaba, era lo bueno de haberse alimentado desde antes.
Marishka se encontraba perdida en el aburrimiento cuando los saltos se hicieron presentes, el cazador, sin importar su raza inferior (al menos ante los ojos de ella), tenía un buen entrenamiento físico, eso se lo aplaudía, pero de todas formas ella también ponía fuerza, flexional las piernas para alzarse un poco más entre las carpas y alguno que otro estante bien puesto. Su peso no era demasiado, por lo que no llamaban tanto la atención, y bueno él tenía maestría en sus movimientos, nada se desaíra bajo ellos, solo aquellos cuerpos que habían dejado atrás. Mirando al hombre se dedicó a estudiar sus gestos, aunque eran muy pocos, pues apenas y se captaba algo de él. Era seguro, el titubeo no existía. Le recordaba tanto a su creador en ese aspecto, pero no en todo lo demás. Fausto se trataba de un hombre letrado, experimentado, pero su creador sin duda superaba todo eso. De igual manera ninguno haría por ella, así que prefirió no pensar estupideces. Un momento. ¿Desde cuando su razón era más que sus impulsos? Aquello estaba mal.
No dio tiempo si quiera, estaba tan fastidiada que se separó de él tomando una distancia prudente. Mientras la señora que gritaba sin parar llamaba la atención, ella se situaba en una esquina apartada pero ligeramente cercana al cazador. No le gusta que la toque, no de una forma que no es sexual, como tanto le parece. El contacto le pone de malas porque sigue trayéndole momentos donde era simplemente una humana frágil. Molesta le mira de reojo, presta atención a la mujer que no dejaba de gritar como una maldita desesperada. En realidad a ella le desespera pero el hecho de estar cerca de alguien que le encanta llamar la atención y es excesivamente ruidoso. Para ella no hay nada mejor que el silencio, la obscuridad que llama al misterio, y que el mismo trae situaciones interesantes, criaturas que dominan, claro como las de la noche, como ella. Sigue escuchando y observando a la mujer, pero dada las palabras del hombre observa también al niño. Puede escuchar el palpitar de su corazón, también la forma en que la sangre corre por sus venas, sus pulsaciones, tan pequeño y tan delicioso, eso es lo que le encanta del pequeño, la sangre sin rastros. No le importa la inocencia, ni lo perfecto que puede ser o la sarta de tonterías que el cazador dice.
- La ignorancia tendrá sus desventajas también, la detestas de cierta manera, ¿no que eres un hombre intelectual? ¿Para que analizas algo que sin duda no te atrae? No basta con verlo en alguien más, es mejor arruinarla, arrebatarla, he ahí lo interesante, muchas maneras de arruinar eso mismo que ni puedes tener, que detestas y al mismo tiempo te llama - Se burla pero no lo hace ver, más bien solo sonríe de medio lado, ella se encuentra sumamente fastidiada. - Los niños no mantienen pureza, no al menos quienes nacen en cuna de oro, a ellos les sacan la malicia desde pequeños, estoy segura lo ve, humano, la forma en que maltratan a sus sirvientes, la manera en que menosprecian a los otros chicos que no tienen el poder, ni el dinero - Vuelve a saltar hacía el frente - ¿La dejo viva, o la mato? - Muestra una gran sonrisa, eso si que le daría un buen humor, a Marishka le encanta ser la ejecutora, mostrar la acción, nada de estupideces de charla. Al menos para ella así era, las palabras salen sobrando, las palabras se la lleva el viento, siempre lo hacían. Las palabras del cazador se quedarían en su mente si, porque su nueva condición le daba el privilegio, pero no las tomaría en cuenta, aunque si, algo le llama la atención. ¿Aprender? ¿Qué podría mostrarle él? La curiosidad gana y por eso no se marcha, por eso sigue.
- ¿Que deseas enseñarme, humano? - Eso lo pregunta con tranquilidad, está dispuesta a escuchar porque él le quiere enseñar, eso es curioso, la idea le parece extraña, pero no por eso menos interesante o importante, si se llega a un acuerdo, entonces puede resultar algo fantástico. Marishka no desprecia a todos los humanos, desprecia a su hermano, a su esposa, a su hijo, desprecia a todo aquel que se parezca a él, a los malditos que abusan de las mujeres, desprecia a todo aquel que le quiere destruir la vida, humillar, pisotear, pero la enseñanza no tiene nada que ver con eso. La enseñanza sin importar que daba muchas ventajas. Le admite por una razón, el detener a pensar más que los demás, el poder ver lo que otros no. - ¿Por qué deseas hacerlo? - Su caminar sensual y erótico había vuelto, resonaban sus pasos y por esa razón volvía al lado del oscuro cazador. - ¿Qué ganas? Me confundes, me intimidas - Reconoce por primera vez. Marishka salta, pero hacía una ventaja, después salta hasta llegar a tierra firme, ella no se irá huyendo, se ira con normalidad, lo voltea a ver hacía arriba - Vamos, muéstrame un poco de eso que quieres enseñarme - Le invitó.
Marishka se encontraba perdida en el aburrimiento cuando los saltos se hicieron presentes, el cazador, sin importar su raza inferior (al menos ante los ojos de ella), tenía un buen entrenamiento físico, eso se lo aplaudía, pero de todas formas ella también ponía fuerza, flexional las piernas para alzarse un poco más entre las carpas y alguno que otro estante bien puesto. Su peso no era demasiado, por lo que no llamaban tanto la atención, y bueno él tenía maestría en sus movimientos, nada se desaíra bajo ellos, solo aquellos cuerpos que habían dejado atrás. Mirando al hombre se dedicó a estudiar sus gestos, aunque eran muy pocos, pues apenas y se captaba algo de él. Era seguro, el titubeo no existía. Le recordaba tanto a su creador en ese aspecto, pero no en todo lo demás. Fausto se trataba de un hombre letrado, experimentado, pero su creador sin duda superaba todo eso. De igual manera ninguno haría por ella, así que prefirió no pensar estupideces. Un momento. ¿Desde cuando su razón era más que sus impulsos? Aquello estaba mal.
No dio tiempo si quiera, estaba tan fastidiada que se separó de él tomando una distancia prudente. Mientras la señora que gritaba sin parar llamaba la atención, ella se situaba en una esquina apartada pero ligeramente cercana al cazador. No le gusta que la toque, no de una forma que no es sexual, como tanto le parece. El contacto le pone de malas porque sigue trayéndole momentos donde era simplemente una humana frágil. Molesta le mira de reojo, presta atención a la mujer que no dejaba de gritar como una maldita desesperada. En realidad a ella le desespera pero el hecho de estar cerca de alguien que le encanta llamar la atención y es excesivamente ruidoso. Para ella no hay nada mejor que el silencio, la obscuridad que llama al misterio, y que el mismo trae situaciones interesantes, criaturas que dominan, claro como las de la noche, como ella. Sigue escuchando y observando a la mujer, pero dada las palabras del hombre observa también al niño. Puede escuchar el palpitar de su corazón, también la forma en que la sangre corre por sus venas, sus pulsaciones, tan pequeño y tan delicioso, eso es lo que le encanta del pequeño, la sangre sin rastros. No le importa la inocencia, ni lo perfecto que puede ser o la sarta de tonterías que el cazador dice.
- La ignorancia tendrá sus desventajas también, la detestas de cierta manera, ¿no que eres un hombre intelectual? ¿Para que analizas algo que sin duda no te atrae? No basta con verlo en alguien más, es mejor arruinarla, arrebatarla, he ahí lo interesante, muchas maneras de arruinar eso mismo que ni puedes tener, que detestas y al mismo tiempo te llama - Se burla pero no lo hace ver, más bien solo sonríe de medio lado, ella se encuentra sumamente fastidiada. - Los niños no mantienen pureza, no al menos quienes nacen en cuna de oro, a ellos les sacan la malicia desde pequeños, estoy segura lo ve, humano, la forma en que maltratan a sus sirvientes, la manera en que menosprecian a los otros chicos que no tienen el poder, ni el dinero - Vuelve a saltar hacía el frente - ¿La dejo viva, o la mato? - Muestra una gran sonrisa, eso si que le daría un buen humor, a Marishka le encanta ser la ejecutora, mostrar la acción, nada de estupideces de charla. Al menos para ella así era, las palabras salen sobrando, las palabras se la lleva el viento, siempre lo hacían. Las palabras del cazador se quedarían en su mente si, porque su nueva condición le daba el privilegio, pero no las tomaría en cuenta, aunque si, algo le llama la atención. ¿Aprender? ¿Qué podría mostrarle él? La curiosidad gana y por eso no se marcha, por eso sigue.
- ¿Que deseas enseñarme, humano? - Eso lo pregunta con tranquilidad, está dispuesta a escuchar porque él le quiere enseñar, eso es curioso, la idea le parece extraña, pero no por eso menos interesante o importante, si se llega a un acuerdo, entonces puede resultar algo fantástico. Marishka no desprecia a todos los humanos, desprecia a su hermano, a su esposa, a su hijo, desprecia a todo aquel que se parezca a él, a los malditos que abusan de las mujeres, desprecia a todo aquel que le quiere destruir la vida, humillar, pisotear, pero la enseñanza no tiene nada que ver con eso. La enseñanza sin importar que daba muchas ventajas. Le admite por una razón, el detener a pensar más que los demás, el poder ver lo que otros no. - ¿Por qué deseas hacerlo? - Su caminar sensual y erótico había vuelto, resonaban sus pasos y por esa razón volvía al lado del oscuro cazador. - ¿Qué ganas? Me confundes, me intimidas - Reconoce por primera vez. Marishka salta, pero hacía una ventaja, después salta hasta llegar a tierra firme, ella no se irá huyendo, se ira con normalidad, lo voltea a ver hacía arriba - Vamos, muéstrame un poco de eso que quieres enseñarme - Le invitó.
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- Lamento si es malo, si es corto u.ú intenté hacer lo mejor. Fausto confundió a Marishka D:
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Con ella no había manera, definitivamente. Sabía que esa chiquilla no tenía remedio y sólo hacía unas horas que la conocía. Porque bueno, debían de haber transcurrido ya unas pocas horas, el tiempo se volvía más liviano que la pluma de un pájaro abatido cuando lo invertía en esperar algo de los demás, cuando su intuición exigía el pago por sus horas de servicio, fueran finalmente acertadas o no (y la opción negativa era muy inusual en el caso de Fausto). La paciencia formaba parte del organismo de un cazador y también de un profesor, de un maestro, así que a él no le había sorprendido en absoluto tener que emplearla tanto, era consciente de que el mundo no estaba hecho de su misma pasta, o de lo contrario, la historia de la humanidad habría sido mucho más afortunada de lo que patéticamente era. Sólo que ya llevaba un rato preguntándose si el objetivo de esa noche en cuestión merecía la pena. ¿Definitivamente estaba todo perdido y debía poner punto y final a aquella cacería?
Estás negando lo más obvio de la existencia, mortal o inmortal, todos podemos nacer y morir en ella y una parte importante de cómo termina siendo alguien empieza a definirse desde su más tierna infancia. Curioso que tú, que llevas tan poco tiempo como vampira, presentes problemas para comprender eso –replicó, a la vez que chistaba con reprobación y paseaba lentamente su mirada del niño a la muchacha. Ella en ningún momento le había dicho cuándo la mordieron para convertirla a la vida de la noche, pero Fausto ya lo había supuesto casi desde el principio y dado que no dejaba de darlo por hecho y la chica tampoco lo había desmentido, ni siquiera le quedaba el beneficio de la duda-. La pureza es el estado absoluto de algo, no importa si bueno o malo, por mucho que nos hayan hecho creer que debe ser necesariamente lo primero. Un niño con la sangre de su madre correteando por su boca puede ser lo más puro que haya visto la faz de la Tierra –afirmó, y tras esa última frase, sus ojos se volvieron a detener finalmente sobre los del pequeño-. Lástima que el momento para serlo dure tan poco, más tarde nunca podemos llegar a igualar esa pureza… -concluyó, en un tono de voz escalofriantemente firme para lo ausente que su rostro parecía estar de repente- Dime, insensata, ¿todavía nos queda tiempo para ti? Ahora que casi acabas de entrar en tu mundo de murciélagos... ¿Eres puramente sádica? ¿Puramente lasciva? ¿Puramente incorregible?
Dicho eso, propinó una patada seca a la ventana de la cabina y la histeria de la madre alcanzó unos niveles que se quedaron a mitad camino de la locura, tan descontrolada que ni siquiera protegió a su hijo de la estampida de cristales. Tampoco hizo mucha falta porque inesperadamente para el par de víctimas, el sonido del golpe fue lo más peligroso, y cuando todo se calmó, Fausto se aproximó a ellos y le ofreció uno de los cristales rotos al niño, quien aceptó entre sus dedos lo que aún no podía entender que era una posible arma. Acto seguido, el alemán se alejó de allí, sin más, sin ningún tipo de interés por que una vampira pusiera fin o no a la vida de una persona que le era completamente indiferente. El tema tampoco trataba de eso, aunque en fin, qué se podía esperar de una sed tan voraz y tan ciega como la que continuaba desprendiendo su acompañante. En todos los sentidos.
¿Que qué deseo enseñarte? ¿Pero acaso no lo estoy demostrando ya desde que nos hemos encontrado? –Una vez ambos estuvieron en tierra firme de nuevo, replicó y negó con la cabeza en chistidos de condescendencia, mientras daba unas lentas pisadas alrededor de aquella moradora de la noche- ¿Cuántas personas conoces que pretendan hacerte reflexionar? ¿Acaso no te das cuenta de que todo esto es conocimiento? ¿Cuántos cazadores conoces que se molesten en evaluar a su presa como algo más que una criatura sobrenatural menos? Y créeme, no estás tratando precisamente con uno pacífico, necesitarías muchas más eternidades para asimilar la cantidad de congéneres tuyos que he llegado a matar… ¿Y que a ti aún no haya intentando aniquilarte de verdad no te da qué pensar? –insistió, y se detuvo a unos escasos centímetros de su cuerpo nada más rozarle la mejilla con la nariz- ¿Así que tengo que creer que me he equivocado contigo? ¿Es eso, cachorrilla?
La observó fijamente sin mover ni un solo músculo, y su abrigo oscuro fue prácticamente lo único en torno a los dos que seguía moviéndose por culpa de las ráfagas del viento que no cesaba en su tesón por agonizar la noche. Claro que desde que habían huido de la carpa, la agonía de la noche corría a cargo de las miles de personas de aquel parque de atracciones a las que acababan de alterar. Un grupo de jóvenes secuestrados que no recordarían nada de la perturbadora amazona que les tuvo retenidos, dos de ellos arrollados y despedazados por una noria y una madre y su hijo que habían visto 'volar' a dos figuras sin identidad aparentemente humana… Todo su alrededor podía actuar en contra de ellos en cualquier momento y eso lo volvía aún más emocionante, pues también les hacía momentáneamente iguales al tener que escabullirse de lo mismo.
La verdad que estás consiguiendo que ni yo mismo sepa con seguridad qué gano con esto… Pero da la impresión de que aún me queda algo de aguante contigo, así que eso debe de significar que, sea lo que sea, tendrá algún tipo de valor –suspiró y después de lamerse los labios con la punta de la lengua, inclinó la cabeza para añadir sus últimas palabras sobre el cuello de la vampira-. Dime, si accedo a saciar un poco de tu impertinente libido que tan distraída parece tenerte, ¿te esforzarás por estar más receptiva a las lecciones?
Estás negando lo más obvio de la existencia, mortal o inmortal, todos podemos nacer y morir en ella y una parte importante de cómo termina siendo alguien empieza a definirse desde su más tierna infancia. Curioso que tú, que llevas tan poco tiempo como vampira, presentes problemas para comprender eso –replicó, a la vez que chistaba con reprobación y paseaba lentamente su mirada del niño a la muchacha. Ella en ningún momento le había dicho cuándo la mordieron para convertirla a la vida de la noche, pero Fausto ya lo había supuesto casi desde el principio y dado que no dejaba de darlo por hecho y la chica tampoco lo había desmentido, ni siquiera le quedaba el beneficio de la duda-. La pureza es el estado absoluto de algo, no importa si bueno o malo, por mucho que nos hayan hecho creer que debe ser necesariamente lo primero. Un niño con la sangre de su madre correteando por su boca puede ser lo más puro que haya visto la faz de la Tierra –afirmó, y tras esa última frase, sus ojos se volvieron a detener finalmente sobre los del pequeño-. Lástima que el momento para serlo dure tan poco, más tarde nunca podemos llegar a igualar esa pureza… -concluyó, en un tono de voz escalofriantemente firme para lo ausente que su rostro parecía estar de repente- Dime, insensata, ¿todavía nos queda tiempo para ti? Ahora que casi acabas de entrar en tu mundo de murciélagos... ¿Eres puramente sádica? ¿Puramente lasciva? ¿Puramente incorregible?
Dicho eso, propinó una patada seca a la ventana de la cabina y la histeria de la madre alcanzó unos niveles que se quedaron a mitad camino de la locura, tan descontrolada que ni siquiera protegió a su hijo de la estampida de cristales. Tampoco hizo mucha falta porque inesperadamente para el par de víctimas, el sonido del golpe fue lo más peligroso, y cuando todo se calmó, Fausto se aproximó a ellos y le ofreció uno de los cristales rotos al niño, quien aceptó entre sus dedos lo que aún no podía entender que era una posible arma. Acto seguido, el alemán se alejó de allí, sin más, sin ningún tipo de interés por que una vampira pusiera fin o no a la vida de una persona que le era completamente indiferente. El tema tampoco trataba de eso, aunque en fin, qué se podía esperar de una sed tan voraz y tan ciega como la que continuaba desprendiendo su acompañante. En todos los sentidos.
¿Que qué deseo enseñarte? ¿Pero acaso no lo estoy demostrando ya desde que nos hemos encontrado? –Una vez ambos estuvieron en tierra firme de nuevo, replicó y negó con la cabeza en chistidos de condescendencia, mientras daba unas lentas pisadas alrededor de aquella moradora de la noche- ¿Cuántas personas conoces que pretendan hacerte reflexionar? ¿Acaso no te das cuenta de que todo esto es conocimiento? ¿Cuántos cazadores conoces que se molesten en evaluar a su presa como algo más que una criatura sobrenatural menos? Y créeme, no estás tratando precisamente con uno pacífico, necesitarías muchas más eternidades para asimilar la cantidad de congéneres tuyos que he llegado a matar… ¿Y que a ti aún no haya intentando aniquilarte de verdad no te da qué pensar? –insistió, y se detuvo a unos escasos centímetros de su cuerpo nada más rozarle la mejilla con la nariz- ¿Así que tengo que creer que me he equivocado contigo? ¿Es eso, cachorrilla?
La observó fijamente sin mover ni un solo músculo, y su abrigo oscuro fue prácticamente lo único en torno a los dos que seguía moviéndose por culpa de las ráfagas del viento que no cesaba en su tesón por agonizar la noche. Claro que desde que habían huido de la carpa, la agonía de la noche corría a cargo de las miles de personas de aquel parque de atracciones a las que acababan de alterar. Un grupo de jóvenes secuestrados que no recordarían nada de la perturbadora amazona que les tuvo retenidos, dos de ellos arrollados y despedazados por una noria y una madre y su hijo que habían visto 'volar' a dos figuras sin identidad aparentemente humana… Todo su alrededor podía actuar en contra de ellos en cualquier momento y eso lo volvía aún más emocionante, pues también les hacía momentáneamente iguales al tener que escabullirse de lo mismo.
La verdad que estás consiguiendo que ni yo mismo sepa con seguridad qué gano con esto… Pero da la impresión de que aún me queda algo de aguante contigo, así que eso debe de significar que, sea lo que sea, tendrá algún tipo de valor –suspiró y después de lamerse los labios con la punta de la lengua, inclinó la cabeza para añadir sus últimas palabras sobre el cuello de la vampira-. Dime, si accedo a saciar un poco de tu impertinente libido que tan distraída parece tenerte, ¿te esforzarás por estar más receptiva a las lecciones?
- Nota:
- Sé que sobra decirlo, pero MIL PERDONES POR LA HORRIBLE TARDANZA. No tengo perdón de Dios, espero que por lo menos te guste la respuesta para compensarte mínimamente por la persona tan asquerosa que soy T_T
Fausto- Cazador Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Algo que debía reconocerle al cazador era su temperamento. Estaba de más decir que su naturaleza sabia la inquietaba, no porque ella no lo fuera, sino porque desde su transformación, ninguna criatura, humana o sobrenatural, sobretodo la última con años encima, le habían mostrado conocimiento, le habían exigido lecciones, aprender, comprender y aplicar. Cuando era humana, su naturaleza curiosa y vivaz le habían exigido aprender, leer, instruirse. Su brillo natural le ayudaba en demasía para poder sobresalir en el tema intelectual, cuando apenas había aprendido a caminar ya sabía leer. Tenía una mente privilegiada, así como tuvo una memoria fotográfica impresionante. Incluso algunos varones se molestaban por su gran intelecto, les intimidaba que una joven, una mujer para ser exactos, sobresaliera de esa manera. ¡Era una humillación! Al estar encerrada apenas y podía pensar, todo se había resumido a tener miedo, a entregarse, a poder comprender y aplicar las lecciones del placer. El sexo era su vida, su arma de sobre vivencia, y también por poco su empuje a la muerte. Quizás él no comprendía. Ella tenía una cantidad inmensa de conocimiento en su interior, de esas que podría repartir y regalar, pero que había escondido en defensa propia, porque la vida le había enseñado que el instinto y la fuerza era el triunfo.
Sin embargo le fastidiaba mucho que la subestimara. Que creyera era un trozo de carne que necesitaba sólo cosas básicas, que sólo le importaba el sexo o alimentarse. Ella había podido sobrevivir a la dominación de vampiros, de un gran clan. Había sobrevivido del caos interno por tantas violaciones, se las había arreglado para convencer a un vampiro (mismo que la había violado) de convertirla en lo que era él, además se había hecho de riquezas, de tantas que ni siquiera ella imaginaba. Había viajado, había dominado, e incluso de había alimentado a su antojo. Había tanto de ella en tan solo tres años de su transformación. ¿Por qué la subestimaba? Lo odiaba por eso, y por esa razón más se cegaba y hacía todo a través de impulsos, de su naturaleza explosiva. Quiso arrancarle la cabeza en ese momento, quizá beberse toda su sangre, quiso arrancarle incluso los intestinos, pero se quedó quieta, se quedó controlada, buscaba de su tranquilidad y su paciencia, porque debía reconocer que ese momento estaba siendo la mejor prueba de esos últimos puntos o “virtudes” que no tenía demasiado.
— Y entonces la duda le entró al maestro, duda que no debería permitirse con una criatura sobrenatural, porque cuando la duda aparece los puntos débiles asoman, y es cuando la perdición del cazador aparece — Canturreó con tranquilidad mientras daba la espalda a la madre y al hijo. Se le había quitado la sed, no estaba dispuesta a distraerse con sangre, debía atesorar un encuentro que ellos mismos parecía estaban deseando tener hace mucho. Lo que estaban teniendo en ese momento iba fuera de lo común, porque ni siquiera los cazadores con alta fuerza, con tanto poder como los inquisidores, se ponían de esa manera. La vampiresa se colocó a la par, ambos miraban frente a ellos. El caos era evidente, era alarmante, y para ella embriagador. El miedo estaba logrando que muchos humanos desprendieran olores más que deliciosos, le gustaba ese estimulante de fondo. Le abría el apetito pero también le daba la paz para avanzar. Se sentía caminando sobre cráneos que estaba destrozando en su andar.
— Alguien cómo tú debería comprender que cada segundo, incluso el desperdiciado tiene un valor, un aprendizaje, una enseñanza — Negó repetidas veces. — Me estás enseñando lo que enseguida se te olvida ¿Es así, cazador? — Se permitió burlarse en ese momento, demostrarle que no sólo él llevaba el control de la situación. Ella podía intervenir tanto como le diera la gana, le gustaba jugar, divertirse, burlarse, de eso no había duda alguna, pero cuando las cosas se ponían serias o pesadas ella podía intervenir.
— No puedes encerrarme en una sola definición, me gusta el sadismo pero tengo mis limites, lo mismo me ocurre con el placer, con el poder, con el conocimiento, pero todo lo aplico en su debido momento. La sed que a nosotros nos da no es cómo el hambre que puedes controlar, si eres un buen cazador deberías saberlo — Resopló para darle un poco más de dramatismo a la situación. Era una actriz, había comprado el teatro de la ciudad ¿por qué no darle un poco de emoción teatral al encuentro? Era parte de sus especialidades, así había adquirido demasiadas fortunas, por eso y por su cuerpo delicioso, sumado claro, a esa cara inocente — Te estoy demostrando en este momento lo bien que puedo enfocarme, así que deberías considerar alimentarme, hueles tan bien que te dejaría adentrarte a mi mente para beber de ti, pero así como la tuya, mi mente también puede resultar un gran laberinto — Se encogió de hombros y le jaló por un pasillo distinto. En cualquier momento podrían encontrarlos, esos que identificarían su condición “extraña”, y ambos necesitaban un poco más del otro. No era tiempo de despedirse, mucho menos de interrumpir los sucesos con terceros.
Sin embargo le fastidiaba mucho que la subestimara. Que creyera era un trozo de carne que necesitaba sólo cosas básicas, que sólo le importaba el sexo o alimentarse. Ella había podido sobrevivir a la dominación de vampiros, de un gran clan. Había sobrevivido del caos interno por tantas violaciones, se las había arreglado para convencer a un vampiro (mismo que la había violado) de convertirla en lo que era él, además se había hecho de riquezas, de tantas que ni siquiera ella imaginaba. Había viajado, había dominado, e incluso de había alimentado a su antojo. Había tanto de ella en tan solo tres años de su transformación. ¿Por qué la subestimaba? Lo odiaba por eso, y por esa razón más se cegaba y hacía todo a través de impulsos, de su naturaleza explosiva. Quiso arrancarle la cabeza en ese momento, quizá beberse toda su sangre, quiso arrancarle incluso los intestinos, pero se quedó quieta, se quedó controlada, buscaba de su tranquilidad y su paciencia, porque debía reconocer que ese momento estaba siendo la mejor prueba de esos últimos puntos o “virtudes” que no tenía demasiado.
— Y entonces la duda le entró al maestro, duda que no debería permitirse con una criatura sobrenatural, porque cuando la duda aparece los puntos débiles asoman, y es cuando la perdición del cazador aparece — Canturreó con tranquilidad mientras daba la espalda a la madre y al hijo. Se le había quitado la sed, no estaba dispuesta a distraerse con sangre, debía atesorar un encuentro que ellos mismos parecía estaban deseando tener hace mucho. Lo que estaban teniendo en ese momento iba fuera de lo común, porque ni siquiera los cazadores con alta fuerza, con tanto poder como los inquisidores, se ponían de esa manera. La vampiresa se colocó a la par, ambos miraban frente a ellos. El caos era evidente, era alarmante, y para ella embriagador. El miedo estaba logrando que muchos humanos desprendieran olores más que deliciosos, le gustaba ese estimulante de fondo. Le abría el apetito pero también le daba la paz para avanzar. Se sentía caminando sobre cráneos que estaba destrozando en su andar.
— Alguien cómo tú debería comprender que cada segundo, incluso el desperdiciado tiene un valor, un aprendizaje, una enseñanza — Negó repetidas veces. — Me estás enseñando lo que enseguida se te olvida ¿Es así, cazador? — Se permitió burlarse en ese momento, demostrarle que no sólo él llevaba el control de la situación. Ella podía intervenir tanto como le diera la gana, le gustaba jugar, divertirse, burlarse, de eso no había duda alguna, pero cuando las cosas se ponían serias o pesadas ella podía intervenir.
— No puedes encerrarme en una sola definición, me gusta el sadismo pero tengo mis limites, lo mismo me ocurre con el placer, con el poder, con el conocimiento, pero todo lo aplico en su debido momento. La sed que a nosotros nos da no es cómo el hambre que puedes controlar, si eres un buen cazador deberías saberlo — Resopló para darle un poco más de dramatismo a la situación. Era una actriz, había comprado el teatro de la ciudad ¿por qué no darle un poco de emoción teatral al encuentro? Era parte de sus especialidades, así había adquirido demasiadas fortunas, por eso y por su cuerpo delicioso, sumado claro, a esa cara inocente — Te estoy demostrando en este momento lo bien que puedo enfocarme, así que deberías considerar alimentarme, hueles tan bien que te dejaría adentrarte a mi mente para beber de ti, pero así como la tuya, mi mente también puede resultar un gran laberinto — Se encogió de hombros y le jaló por un pasillo distinto. En cualquier momento podrían encontrarlos, esos que identificarían su condición “extraña”, y ambos necesitaban un poco más del otro. No era tiempo de despedirse, mucho menos de interrumpir los sucesos con terceros.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Burlas y desdenes, habían acabado ya el primer plato de su encuentro, y a simple vista, el segundo no parecía ir a diferenciarse demasiado. Sin embargo, había algo de distinto, por mucho que la lucha de egos continuara en pie por ambas partes: empezaban a acostumbrarse al otro. A fundirse con sus movimientos, sus respuestas, sus provocaciones, en el campo intelectual e, incluso, en el físico. Ninguno de los dos había dado aún rienda suelta a su naturaleza, vampira y cazador permanecían quietos en una noche sin tregua que, no obstante, habían elegido para las excepciones. Por lo menos, así era el caso de Fausto, pues lo normal en él habría sido liquidar a su presa, ciertamente no rechazaba conversar con moradores de la noche, siempre que fueran lo suficientemente interesantes, pero su misión final siempre sería eliminarnos de la faz de la tierra. Salvo algunas pocas, poquísimas excepciones… donde la individualidad de su objetivo sobresalía tanto que le llevaba a la conclusión de que estaría mejor vivo que muerto. De que su inmortalidad aportaría lo suficiente al mundo y sus constantes destinos, y que si, al final, no era digno de esa eternidad (aunque Fausto jamás se equivocara en sus juicios, mucho menos en ésos), él no sería el encargado de eliminarla. Al menos, no todavía.
¿Iba a ser aquella muchacha descarada, entonces, digna de aquella eventualidad en los designios del teólogo?
Precisamente –incidió en sus palabras, con la misma diversión que había ido desarrollándose desde su encuentro-. ¿Acaso tildas al tiempo que estoy invirtiendo en ti de 'desaprovechado'? Mejor no rices más el rizo, y menos si mis conclusiones te parecen retorcidas de por sí –replicó, tentado de cruzarse de brazos y suspirar, como un profesor que está olvidándose de ser paciente, pero con una teatralidad que más bien, recordaba a un actor en el escenario de su propia casa. Igual que ella-. Mis dudas ni siquiera son reales, y cuando lo son, les permito muy poco tiempo en escena, no en vano 'un hombre como yo' lleva tanto tiempo interceptando ataques por sorpresa con la punta de sus mejores sables.
El caos que les rodeaba hacía rato que se había convertido en la seña de identidad de aquella representación y de sus intérpretes, magníficamente inusuales para cualquier alma perdida que hubiera tenido la desgracia (o la suerte) de visitar el inofensivo parque aquella noche de mentes trastornadas y charlas intelectuales. Aquel panorama resultaba, como poco, estimulante, la discreción habitual en sus cacerías estaba siendo alterado a favor de una posible alumna a la que instruir, lo quisiera ella o no. No siempre tenía la oportunidad de presenciar la rebeldía en aquellos a los que impartía conocimiento, acostumbrado a que incluso los más sensibles a la hora de soportar su severidad y su estricta pedagogía sucumbieran en halagos, sumisión o ambas cosas. Fausto podía con todo y precisamente por eso, le gustaba que pretendieran ponérselo difícil, pues él mismo había sido un ejemplo perfecto de insolencia para gentes y situaciones de cualquier tipo. Que su compañera nocturna todavía permaneciera allí junto a él, a pesar de cuán ácidas fueran las contestaciones del hombre, significaba la superación de la primera prueba.
La pureza no está limitada a una sola definición, pequeña. Al contrario, mientras perdura, puede llegar a poblarlo todo, por eso está tan codiciada y por eso resulta tan fascinante –explicó, al tiempo que la seguía y ambos entraban en uno de los laberintos del reciento de atracciones, que casi parecía haber sido creado para retorcer todavía más sus intenciones-. No me importa cuándo decidas mostrar tus cualidades, siempre que sean igual de auténticas que tu llegada a la inmortalidad –afirmó, y permitió que lo agarrara del brazo al tiempo que caminaban, y al cruzar una de tantas esquinas, se detuvo para hablarle por encima de sus largos cabellos-. En tu caso, es así de reciente, ¿verdad? Porque puedo olerlo desde aquí…
Juventud y senectud, se las conocía de sobras y había tratado con ambas a lo largo de su existencia. No tenía preferencias, pero le gustaba analizar cuál se adecuaba a cada uno de sus objetivos, porque a fin de cuentas formaban parte de sus atributos, en cierta manera, ni mejor ni peor, simplemente estaban presentes. La frescura de su cuerpo femenino, de sus réplicas y su desfachatez, dispuesta a demostrarle que tenía el control de la mitad de lo que allí aconteciera. Fausto finalmente detuvo a la chica para estampar ese mismo cuerpo contra una de las paredes más oscuras, con agresividad, pero no una agresividad depredadora propia de su empleo, sino otra muy distinta. Otra que había sido allí prometida, y a no ser que fuera parte de sus tantas estratagemas, Fausto nunca faltaba a una promesa. De hecho, hacía mucho tiempo que no probaba la mordedura de un vampiro, que no experimentaba el masoquismo de sus venas palpitantes siendo absorbidas por esos seres que habían dejado de existir para continuar vivos por siempre. Y aunque nunca, jamás cruzaría la línea para convertirse en uno de ellos, le gustaba ver cómo las heridas sangraban y aquélla era una oportunidad de oro.
Si finalmente voy a dejar que te alimentes de mí, quiero saber cuál es el nombre de la afortunada –dictaminó, con una mano apoyada sobre la pared a pocos centímetros de la cabeza de la chica y con la otra, desabrochándose poco a poco su largo abrigo-. Ni siquiera nos hemos presentado formalmente aún, qué contrariedad… -Continuó eliminando botones de la ecuación para dejar abierto el abrigo, todavía sin retirárselo del cuerpo, y se agachó un poco más sobre ella para que hubiera menos espacio entre ambos- No abuses demasiado, cachorra, y elige bien la zona que deseas. Al primer movimiento traicionero, sabes que la única sangre que habrá para beber será la tuya.
¿Iba a ser aquella muchacha descarada, entonces, digna de aquella eventualidad en los designios del teólogo?
Precisamente –incidió en sus palabras, con la misma diversión que había ido desarrollándose desde su encuentro-. ¿Acaso tildas al tiempo que estoy invirtiendo en ti de 'desaprovechado'? Mejor no rices más el rizo, y menos si mis conclusiones te parecen retorcidas de por sí –replicó, tentado de cruzarse de brazos y suspirar, como un profesor que está olvidándose de ser paciente, pero con una teatralidad que más bien, recordaba a un actor en el escenario de su propia casa. Igual que ella-. Mis dudas ni siquiera son reales, y cuando lo son, les permito muy poco tiempo en escena, no en vano 'un hombre como yo' lleva tanto tiempo interceptando ataques por sorpresa con la punta de sus mejores sables.
El caos que les rodeaba hacía rato que se había convertido en la seña de identidad de aquella representación y de sus intérpretes, magníficamente inusuales para cualquier alma perdida que hubiera tenido la desgracia (o la suerte) de visitar el inofensivo parque aquella noche de mentes trastornadas y charlas intelectuales. Aquel panorama resultaba, como poco, estimulante, la discreción habitual en sus cacerías estaba siendo alterado a favor de una posible alumna a la que instruir, lo quisiera ella o no. No siempre tenía la oportunidad de presenciar la rebeldía en aquellos a los que impartía conocimiento, acostumbrado a que incluso los más sensibles a la hora de soportar su severidad y su estricta pedagogía sucumbieran en halagos, sumisión o ambas cosas. Fausto podía con todo y precisamente por eso, le gustaba que pretendieran ponérselo difícil, pues él mismo había sido un ejemplo perfecto de insolencia para gentes y situaciones de cualquier tipo. Que su compañera nocturna todavía permaneciera allí junto a él, a pesar de cuán ácidas fueran las contestaciones del hombre, significaba la superación de la primera prueba.
La pureza no está limitada a una sola definición, pequeña. Al contrario, mientras perdura, puede llegar a poblarlo todo, por eso está tan codiciada y por eso resulta tan fascinante –explicó, al tiempo que la seguía y ambos entraban en uno de los laberintos del reciento de atracciones, que casi parecía haber sido creado para retorcer todavía más sus intenciones-. No me importa cuándo decidas mostrar tus cualidades, siempre que sean igual de auténticas que tu llegada a la inmortalidad –afirmó, y permitió que lo agarrara del brazo al tiempo que caminaban, y al cruzar una de tantas esquinas, se detuvo para hablarle por encima de sus largos cabellos-. En tu caso, es así de reciente, ¿verdad? Porque puedo olerlo desde aquí…
Juventud y senectud, se las conocía de sobras y había tratado con ambas a lo largo de su existencia. No tenía preferencias, pero le gustaba analizar cuál se adecuaba a cada uno de sus objetivos, porque a fin de cuentas formaban parte de sus atributos, en cierta manera, ni mejor ni peor, simplemente estaban presentes. La frescura de su cuerpo femenino, de sus réplicas y su desfachatez, dispuesta a demostrarle que tenía el control de la mitad de lo que allí aconteciera. Fausto finalmente detuvo a la chica para estampar ese mismo cuerpo contra una de las paredes más oscuras, con agresividad, pero no una agresividad depredadora propia de su empleo, sino otra muy distinta. Otra que había sido allí prometida, y a no ser que fuera parte de sus tantas estratagemas, Fausto nunca faltaba a una promesa. De hecho, hacía mucho tiempo que no probaba la mordedura de un vampiro, que no experimentaba el masoquismo de sus venas palpitantes siendo absorbidas por esos seres que habían dejado de existir para continuar vivos por siempre. Y aunque nunca, jamás cruzaría la línea para convertirse en uno de ellos, le gustaba ver cómo las heridas sangraban y aquélla era una oportunidad de oro.
Si finalmente voy a dejar que te alimentes de mí, quiero saber cuál es el nombre de la afortunada –dictaminó, con una mano apoyada sobre la pared a pocos centímetros de la cabeza de la chica y con la otra, desabrochándose poco a poco su largo abrigo-. Ni siquiera nos hemos presentado formalmente aún, qué contrariedad… -Continuó eliminando botones de la ecuación para dejar abierto el abrigo, todavía sin retirárselo del cuerpo, y se agachó un poco más sobre ella para que hubiera menos espacio entre ambos- No abuses demasiado, cachorra, y elige bien la zona que deseas. Al primer movimiento traicionero, sabes que la única sangre que habrá para beber será la tuya.
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Re: Candy from a stranger [Marishka Marquand]
Y entonces toda la noche se resumía a eso: la unión. No es que fuera una mundana cómo el de un beso, o el de los aparatos reproductivos; para nada. Se trataba de algo más allá de lo normal. Cuando un vampiro escogía a una presa para alimentarse, siempre se dejaba guiar por su aroma. Mismo que le indicaba si su sabor sería de un buen agrado, si el humano estaba en buen estado de salud. Nunca era nada demasiado profundo, sólo era alimentación y ya. Sin embargo aquella noche todo tenía un tinte distinto. Hubo un encuentro, una posible cacería, un espectáculo, mismo que fue interrumpido, quizás amenazas, descubrimientos, y al final un voto de confianza, porque de eso se trataba todo cuando un humano dejaba que alguien incrustada sus colmillos en su cuello. Claramente la inmortal sabía que él no dejaría que cualquiera bebiera de su persona, aquel detalle le infló el pecho, mismo que parecía incrementar su grado de soberbia, y no es que se necesitara demasiado para que la joven llegara a eso, pero reconocía cuando podía ser un cumplido completo. Porque en ese momento lo parecía.
Si se veía de otro ángulo, aquella escena podría parecer un encuentro romántico. Dos amantes en medio de la nada, en un lugar oscuro, escondido, completamente privado. La mujer encerrada bajo los brazos de su caballero. Las miradas chocando a cada momento, y además, ese acercamiento que parecía perfecto y al mismo tiempo cargado de tensión. A Marishka le gustaba actuar, y se sintió tan contenta como identificada con ese escena. Le gustaba que los demás vieran algo muy distinto a la realidad. Sus comisuras se movían mostrando la sonrisa de satisfacción que dejaba entre ver. Sus ojos se notaban ardientes, su garganta empezaba a fastidiarle, pero el autocontrol que poseía resultaba admirable. Poco tiempo llevaba desde su conversión, y aunque corto, y su personalidad caprichosa, bien sabía cuando contenerse era la mejor arma para triunfar. Se relamió los labios de sólo pensar que la sangre del Teólogo llegaría a sus fauces, incluso el deseo sexual en ella apareció. ¿Para que mentir? Era una enferma, y nunca se privaba del placer que podría llegar a obtener.
— Deberías relajar un poco los hombros — Estiró una de sus manos pasándolo por la parte derecha de la que hablaba. — Ya confías un poco en mi, por eso me dejarás tomar de tu sangre, así que relájate, sino el mancillar tu piel será doloroso, y no lo disfrutarás para nada — Chasqueó la lengua, se comportaba cómo si de verdad se preocupara por el bienestar ajeno — Me llamo Marishka, y tan cómo lo dijiste tengo poco tiempo siendo una vampiresa, escasos años que para nosotros podrían ser segundos, o minutos, pero eso ya lo sabes — Sonrió observando los detalles del hombre; los botones, la tela fina, la parte de su piel que se estaba mostrando. — Hueles tan bien que sería un desperdicio matarte, y te ves tan bien que acabar con tu vida no me llevaría a nada, por el contrario, además tú mente no puede simplemente apagarse — Lo estaba elogiando, y no se arrepentía al hacerlo, a fin de cuentas él estaba dejando que ella se alimentara.
La joven tomó las manos ajenas, mismas que colocó sobre su estrecha cintura. Después sus dedos se enredaron en las telas cercanas a su cuello, incluso las movió para dejarle un poco más de camino. Su lengua viperina apareció, dejando un camino húmedo desde su hombro hasta su oreja. Si la piel sabía bien, entonces la sangre le sabría mejor. La emoción de la vampiresa se incrementaba. Atrevida, cómo siempre, se pegó a él, dejando que sus pechos fueran identificados por la carne del hombre. Tomó con una mano sus cabellos, y lo jaló hacía un lado para exponer aquella curvatura que a cada instante parecía palpitar con más rapidez. La vampiresa podía sentir la calidez de la vitalidad. Separó los labios dejando asomar los colmillos, y pocos segundos después los incrustó en la piel, la sangre empezó a emerger, poco a poco sus papilas gustativas danzaron por el deliciosos sabor. Concentrada succionó los viene primeros segundos, y los últimos diez simplemente dejó que la sangre fluyera con naturalidad. El tiempo en esos instantes resultaban más lento. Su lengua volvió a aparecer, y su saliva dejó un pequeño rastro en las marcas, eso ayudaría a que cerrara con prontitud.
— Debo admitir, que tienes un sabor interesante, único, ¿a qué se deberá? — Los ojos de la criatura habían vuelto a tomar el color claro de su nacimiento. Su piel parecía tersa, y todo en ella resultaba vivo. Siempre ocurría eso después de beber sangre. — ¿Cuántos encuentros tendremos igual de interesantes cómo este? — Porque la fuerza de ambos no podía ser resumida, y abrazada por una noche. Necesitaban más, lo requerían, y de no hacerlo, sería la estupidez más grande que pudieran llegar a cometer.
Si se veía de otro ángulo, aquella escena podría parecer un encuentro romántico. Dos amantes en medio de la nada, en un lugar oscuro, escondido, completamente privado. La mujer encerrada bajo los brazos de su caballero. Las miradas chocando a cada momento, y además, ese acercamiento que parecía perfecto y al mismo tiempo cargado de tensión. A Marishka le gustaba actuar, y se sintió tan contenta como identificada con ese escena. Le gustaba que los demás vieran algo muy distinto a la realidad. Sus comisuras se movían mostrando la sonrisa de satisfacción que dejaba entre ver. Sus ojos se notaban ardientes, su garganta empezaba a fastidiarle, pero el autocontrol que poseía resultaba admirable. Poco tiempo llevaba desde su conversión, y aunque corto, y su personalidad caprichosa, bien sabía cuando contenerse era la mejor arma para triunfar. Se relamió los labios de sólo pensar que la sangre del Teólogo llegaría a sus fauces, incluso el deseo sexual en ella apareció. ¿Para que mentir? Era una enferma, y nunca se privaba del placer que podría llegar a obtener.
— Deberías relajar un poco los hombros — Estiró una de sus manos pasándolo por la parte derecha de la que hablaba. — Ya confías un poco en mi, por eso me dejarás tomar de tu sangre, así que relájate, sino el mancillar tu piel será doloroso, y no lo disfrutarás para nada — Chasqueó la lengua, se comportaba cómo si de verdad se preocupara por el bienestar ajeno — Me llamo Marishka, y tan cómo lo dijiste tengo poco tiempo siendo una vampiresa, escasos años que para nosotros podrían ser segundos, o minutos, pero eso ya lo sabes — Sonrió observando los detalles del hombre; los botones, la tela fina, la parte de su piel que se estaba mostrando. — Hueles tan bien que sería un desperdicio matarte, y te ves tan bien que acabar con tu vida no me llevaría a nada, por el contrario, además tú mente no puede simplemente apagarse — Lo estaba elogiando, y no se arrepentía al hacerlo, a fin de cuentas él estaba dejando que ella se alimentara.
La joven tomó las manos ajenas, mismas que colocó sobre su estrecha cintura. Después sus dedos se enredaron en las telas cercanas a su cuello, incluso las movió para dejarle un poco más de camino. Su lengua viperina apareció, dejando un camino húmedo desde su hombro hasta su oreja. Si la piel sabía bien, entonces la sangre le sabría mejor. La emoción de la vampiresa se incrementaba. Atrevida, cómo siempre, se pegó a él, dejando que sus pechos fueran identificados por la carne del hombre. Tomó con una mano sus cabellos, y lo jaló hacía un lado para exponer aquella curvatura que a cada instante parecía palpitar con más rapidez. La vampiresa podía sentir la calidez de la vitalidad. Separó los labios dejando asomar los colmillos, y pocos segundos después los incrustó en la piel, la sangre empezó a emerger, poco a poco sus papilas gustativas danzaron por el deliciosos sabor. Concentrada succionó los viene primeros segundos, y los últimos diez simplemente dejó que la sangre fluyera con naturalidad. El tiempo en esos instantes resultaban más lento. Su lengua volvió a aparecer, y su saliva dejó un pequeño rastro en las marcas, eso ayudaría a que cerrara con prontitud.
— Debo admitir, que tienes un sabor interesante, único, ¿a qué se deberá? — Los ojos de la criatura habían vuelto a tomar el color claro de su nacimiento. Su piel parecía tersa, y todo en ella resultaba vivo. Siempre ocurría eso después de beber sangre. — ¿Cuántos encuentros tendremos igual de interesantes cómo este? — Porque la fuerza de ambos no podía ser resumida, y abrazada por una noche. Necesitaban más, lo requerían, y de no hacerlo, sería la estupidez más grande que pudieran llegar a cometer.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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