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The Sweetest Curse [Marishka Marquand] (+18) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Jue Ene 12, 2012 4:12 am

The Sweetest Curse by Baroness on Grooveshark
«Curse with me,
profane and discreet.
Make her move,
cross veins and chamomile.»
-Baroness, "The Sweetest Curse"

Era capaz de vestir la noche escarlata si ese era su propósito, de incendiar la ciudad entera como si quisiera purificarla, aunque nada de pureza había en él. Más bien un sacerdote herético que difunde la palabra del señor del Infierno; él lo conocía, llevaba por nombre Mikhail, y él, el tercero de los Argeneau, un alfil posicionado para arrancar cabezas, tan sólo le dieran la orden.

Era capaz de maldecir la noche, de por sí ya maldita. Sus movimientos eran los de un caballero de alta sociedad, sus instintos los de una bestia hambrienta en insaciable. Antes de llegar al lugar de la reunión, se alimentó de una mujer que deambulaba sola, le gustaba extraer cada gota hasta la última de sus víctimas. Fue fácil acercarse con esa fachada que tan bien le salía, un lobo con piel de cordero perfectamente estudiado.

Luego de dejarla tirada sobre la húmeda y fría calle, siguió su camino hasta ese sitio, Se llevaba a cabo una reunión, una a la que ninguno de los dos estaba invitado, desde luego, pero con ese encanto de los suyos les sería más que fácil acceder. Así sucedió, se plantó frente al hombre que recibía las invitaciones, fingió haber perdido la suya, pero con su sólo porte y la seguridad que tenía para hablar, logró que lo dejara pasar. Pobre tonto, pensó, los humanos eran tan fáciles de manipular que ya no era divertido.

Se desenvolvió un rato por entre los invitados hasta que tomó un lugar estratégico para poder ver la puerta de entrada. La conocía, era lista, tampoco debía de tener problemas para engañar al hombre de la entrada, y si los tenía, se iba a sentir profundamente decepcionado de su creación.

Una copa de vino en la mano y sonrisa altanera pero encantadora, esa era su semblante para recibirla, de vez en cuando algunas doncellas del lugar se le acercaban, y aunque le parecía que el aroma era atrayente, se había alimentado bien antes y no hacía falta dar un espectáculo, no hasta que llegara ella, al menos.

Marishka, tan joven y con tanto brío, le divertía sin duda, y le encantaba, no más que el resto de las mujeres. Sin embargo, ella era diferente, ella era parte de él, por su sangre maldita corría la suya también. Y como hijo pródigo, regresaba esa noche.

Aguardó paciente, aunque la paciencia no era algo que lo caracterizara, esta vez valía la pena, y entonces estuvo ahí, entrando sin problemas como supuso, hermosa y radiante, marmórea y maldita. Un guiño de ella hacía sucumbir a cualquiera de los hombres, por eso la había escogido, por eso se había apiadado de ella. Así, incluso a la distancia, su aroma era como ningún otro.

-Marishka –dijo para sí-, dulce Marishka –sonrió con semblante sombrío y se irguió en toda su estatura para recibirla.


Última edición por Lucian Argeneau el Vie Mayo 25, 2012 5:13 pm, editado 3 veces
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Mensaje por Marishka Marquand Jue Ene 12, 2012 4:53 am

El hermoso color azul de sus ojos resaltaban bajo el reflejo de la luz de la luna. Iniciando la noche, había saciado la necesidad de sangre que su cuerpo le había pedido. Ella nunca se quedaba mucho tiempo sin beber la cálida sangre de un humano, un placer muy grande es sentir aquel liquido vital recorrer sus labios, su cuerpo. Sangre francesa, de las mejores que había conocido en el mundo, sin embargo ninguna como la de él, su creador. Habían pasado ya dos años desde que se había ido de ese lugar. No podía decir que extrañaba su vida ahí, pues el conocer otros lugares y hacerse de una gran fortuna fue algo provechoso, sin embargo todos regresamos a nuestras raíces, al menos donde había adquirido su vida como inmortal.

Lo cierto es que una parte importante de ella se había quedado ahí, necesitaba ver a su hermano, torturar un poco a su cuñada, que de buena fuente se había enterado era ahora una cazadora. ¿Iría por ella? Seguramente la luz del sol pondría fin a su inmoralidad, antes de que una humana utilizada y dolida pudiera tocarle un pelo. Pero pensar en ello era bastante divertido. Marishka no era una joven que se la pasará escribiendo misivas para dejar en claro su paradero, de hecho no hacía de ningún tipo de ellas, pero daba a que volvía y necesitaba verlo fuera de todas las vistas conocidas, se había tomado la molestia de hacer una para "el" vampiro. Lugar, hora, día, todo estaba claramente en aquel pedazo de papel.

Simplemente estaba esperando la hora para poder adentrarse al lugar, inquieta estaba por aspirar ese aroma, volver a probar esa sangre, jugar a ser personas de sociedad aunque solo estuviera rodeada de comida, lo podría soportar solo por esa noche, solo por ese reencuentro. Entrar a la fiesta no fue problema, una vestido bastante elegante, una sonrisa burlesca y jugar con la mente del caballero era algo que no le costaba mucho trabajo. Incluso se tomó el tiempo para poder leer la lista de invitados que se reunirían en aquel lugar, todos los nombres eran bastante interesante, quizás una cacería de fortuna no le caería nada mal. Pero no, esa noche solo tenía permitido seguir un aroma.

No puedes negar lo evidente. Aparte de ser hermosa, Marishka podía especial empeño para encantar y hacer sentir orgulloso a Lucian. Incluso el color de sus labios era más llamativo y tentador, ese rojo carmín que podía ser bien comparado con el color de la sangre. Pudo comprobar su afecto al entrar al salón principal, robar las miradas de los caballeros, y percibir la envidia escurrir por los ojos de aquellas humanas. Su paso firme se interrumpió hasta llegar frente aquel hombre, a la única compañía que deseaba en toda Paris. Su sonrisa se amplió hasta quedar frente a él - Es placentero volver a escuchar mi nombre proviniendo de tus labios, Lucian - La música se había detenido, solo el sonido sensual de la voz de la vampira se había captado en aquel salón. Una de sus manos se estiro sosteniendo la nuca de su ahora acompañante, jaló de él al mismo tiempo que el peso de su cuerpo se recargo en la punta de sus pies. Los labios de la joven tomaron de manera demandante los ajenos, dejando rastro del color carmín de sus labios en ellos, mordisqueo y jaló el labio inferior de Lucian cuando empezó a separarse, lo soltó haciendo ahora una burlona reverencia.

La música volvió a resonar en aquel salón, las personas comenzaron a levantarse de sus aburridos asientos para seguir el ritmo de esta. La joven descansó su mano en el brazo del caballero que tenía enfrente, sin embargo no le pidió una pieza de baile - ¿Deseas seguir aquí o prefieres acompañarme a los jardines? - Si, Marishka deseaba saber como había estado este tiempo, que había de nuevo o diferente en su vida, que acontecimientos importantes marchaban en Paris, o quizás solo quería disfrutar de un encuentro, no lo sabía, su aroma la embriagaba, era único, tan único como el de ella, quizás podían ser casi el mismo si tomamos e cuenta la sangre que la había hecho lo que era. Jaló con suavidad el brazo de Lucian, salir de aquel lugar era lo indicado, no estaba dispuesta a ver la diversión de los humanos, eso le fastidiaba, para ella lo único divertido relacionado con ellos era la tortura que podía proporcionarles.


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Mensaje por Invitado Jue Feb 02, 2012 9:38 pm

Su figura se deslizó por el salón, sutil y terrible, como un ángel de la muerte que anuncia el final de los tiempo, meciendo incienso y con tres pares de alas. Lucian estaba cautivado y fascinado, siguiéndola con la mirada hasta que la tuvo en frente, y una vez ahí, ese segundo pareció tardar un millón de años en terminar. Eternidad en medio de la misma eternidad. Sonrió satisfecho, comprendió que no, no había errado, había elegido bien, su única neófita era una creación señera, no necesitaba más.

Quiso tomarla de la mano y posar un beso en ella, seguir el protocolo y la actuación dado el escenario, pero ella se adelantó y cuando adivinó cuáles eran sus intenciones sus labios ya estaban juntos, sonrió en medio del beso encantado. Correspondió de inmediato, posando sus manos sobre la dulce cintura de Marishka, supo, porque no se necesitaba ser un genio para adivinarlo, que eran el motivo de atención de toda la concurrencia. Mejor aún.

-Marishka –dijo riendo cuando se separaron-, siempre te gustaron las entradas llamativas –bromeó y miró sobre su hombro al resto de los invitados. Tontos, una panda de tontos-. Lo mismo digo, escuchar mi nombre proferido de tus labios… -dejó la frase inconclusa, en cambio, acentuó aquella sonrisa, el perfecto remate para la línea que no terminó.

-Vayamos pues –dijo haciendo un ademán con la mano que la invitaba a salir-, creo que tenemos mucho de qué hablar –había sido relativamente poco el tiempo que habían pasado separados, sobre todo si se tomaba en cuenta su naturaleza y su inmortalidad, pero por ello mismo, sabía que la existencia de un vampiro era mucho más interesante que la de un simple mortal.

Antes de poder continuar, ella, demandante (y eso era lo que tanto le gustaba, no podía negarlo), lo llevaba ya hacía los jardines del lugar. Tan sólo cruzó la puerta que daba al vergel, sintió la fría noche sobre aún más fría piel. Hizo que la mano de Marishka se deslizara de su brazo hasta su mano, la tomó y la jaló hasta donde había un fuente de mármol, un blanco que podía hacerle competencia al propio tono de sus pieles.

-¿Dónde estuviste metida? –le preguntó estirando su brazo y dando pasos hacía atrás hasta que agarrarse de las manos fue imposible. Esa pregunta, ella podía regresársela también. Le gustaba dejar el manto protector de Mikhail por largas temporadas, aunque siempre regresando, ahí, al lado de su hermano, como parte de su corte, como el tenorio de su mujer, y como el verdugo ejecutor, ahí era su lugar.

La miró por largos segundos para luego dirigir la vista al interior del lugar, donde la fiesta se seguía llevando a cabo, donde todos eran ignorantes que en medio de ellos, dos amos de la noche tendían su sayo de destrucción, si se lo proponían, claro. Estaba orgulloso de su creación, en poco tiempo había demostrado tener más madera de vampiro que muchos que llevaban a cuestas aquel estigma.
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Mensaje por Marishka Marquand Jue Feb 09, 2012 10:03 am

No pudo evitar relamer sus labios después de aquel beso inocente. Para ella eso había sido, solo un beso inocente, pues en su mente se guardaba de manera recelosa todas aquellas fantasías y deseos que tenía para con Lucian. ¿Entradas llamativas? Para nada. - No te equivoques, no se trata de una entrada, se trata de mi, deben verme… - Le guiñó el ojo con sensualidad. No tenía muchas horas que había consumido sangre. No quería distraerse para nada, necesitaba su total atención en Lucian, y lo necesitaba por que también lo había extrañado, aunque eso nunca lo aceptaría. El ambiente no era malo, los olores bastante evidentes, una mezcla de sangre "fina" con sangre "sucia", podías notarlo por la manera en que los ricos estaban aferrados en mezclar su deliciosa esencia con perfumes, y como aquellos, los desafortunados, solo podían oler de manera natural. Por eso quizás las peores desgracias les ocurrían, porque al no tener con que mezclar su sangre, aquellos vampiros sedientos e inoportunos como ella, eran llamados, incluso seducidos para tomar de esa esencia.

Con elegancia y rapidez, dejó caer su cuerpo en aquel borde de la fuente, se inclinó un poco para estirar la mano y alcanzar el agua cristalina que brotaba de la punta de la misma. Su pregunta la hizo sonreír, se había ido para poder escapar de Mikhail. No lo odiaba, había aprendido a querer, de alguna manera, a ese vampiro, pero a pesar de ser ahora una princesa de hielo, aun recuerda eso… El pasado. Con Lucian era diferente, a Lucian lo amaba por ser su creador, por ver potencial en ella, por darle una segunda oportunidad de vivir. No podría reprocharle nada, no solo fue su creador, también era su maestro. ¿A donde había ido? - El mundo es muy pequeño cuando te das cuenta que tienes la eternidad de por medio, por eso he buscado como distraerme en cada destino por días… - Sonrío al recordar lo que había hecho en dos años.

El agua que jugaba en sus manos le daba un toque brillante bastante atrayente, todo ella era un arma de doble filo. Podría en un segundo hacer el rostro de inocencia, incluso más puro que un niño pequeño para así, poder conseguir que un alma la tomará en brazos, y llevará dentro de su hogar, esas son las grandes ventajas de ser una joven hermosa. Pero en un tronar de dedos, en una milésima de segundo, podrías ver a la verdadera Marishka, a aquella vampiro hermosa, intocable, envidiada, indomable.

- ¿Crees que estaba dispuesta a vivir de lastima? ¿De limosna? - Soltó una risa burlona. Ella no estaba dispuesta a una vida de mediocridad, ella necesitaba vestirse como la mejor de las reinas, necesitaba las mejores propiedades, ser poderosa en varios lados, confundir a las personas, sembrar miedo en otros lugares. Ella era un estuche de monerías, sabía encantar en un lado y aterrorizar en otro. - Al salir de la mansión donde vives, primero no sabía que hacer pero comencé a caminar hasta encontrar un grupo de hombres que clamaban saber mi nombre, se los di antes de beber de ellos y tomar uno de sus carruajes… Nunca había conducido uno, fue gracioso pero no debo hacer ese tipo de cosas, son una dama de sociedad - Torció su sonrisa. - Así que llegué a un pueblo donde un hombre bastante rico, dejo su mirada puesta en mi, solo en mi, supe que era momento de aprovechar, me metí con él, nos casamos al poco tiempo, eso de encantar humano es demasiado fácil, ya casados, lo maté, nadie sospecharía de la inocente Marishka, todas sus propiedades y fortunas ahora son mías - Fingió tristeza por aquella perdida, tenía buena sangre, pero ya empezaba a saber amarga, la edad incluso se inmiscuye en eso de las esencias, y a Marishka solo le gusta la fresca, la joven.

Sacó la mano del agua, rápidamente se colocó, al lado del vampiro - Tengo tanta fortuna ahora, propiedades, tres matrimonios fallidos, pues todos terminan muertos, así que necesitaba un viaje a mis tierras para recuperarme de tales males - Fingió inocencia recargando su espalda en una mesita de mármol, su cabello se movió por el aire, giró ru rostro para verlo, había adoptado una pose cómoda, así que no era probable moverla pronto - ¿Que hiciste tu en mi ausencia? ¿Cuantas muertes más? ¿Algo interesante? - Observó el gran ventanal donde podías ver a varias personas estudiarlos, quizás ya sabría con que se alimentarían después.

Relamió sus labios, su mirada fue viajando con lentitud hasta encontrarse con la figura varonil que tenía enfrente. Lucian era un pecado. El deseo que cualquier mujer quisiera alcanzar. Había pasado noches espantosas con él, algunas gloriosas, placenteras. ¿De ahora en adelante como sería? Siguió proclamando aquella figura cerca de su cuerpo en silencio, sin embargo esperaría, le gustaba esa fuerza, esa agresividad de él, tan característica. Le gustaba su fuerza, su brutalidad, sus manos, sus labios. De su pecho salió una especie de rugido intentando calmar aquellos deseos de volver a besar al vampiro. Era su reencuentro, los primeros minutos, debía comportarse, ¿O no? Daba igual, a la noche no se le niega nada, solo se deja llevar con ella, se deja seducir por la sombras, y entonces lo demás, se dejaría al deseo de ambos.


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Mensaje por Invitado Sáb Feb 18, 2012 4:54 pm

Desde siempre esa mujer había tenido esa forma de desenvolverse, pero fue como si en el momento de su transformación todo aquello se potenciara. Lucian la eligió, por sobre todas las cosas, porque su belleza iba a significar un arma a futuro, y porque era inteligente, además, en un acto de debilidad que no iba a confesar en voz alta, por compasión. No entendía la necedad y necesidad de Mikhail de hacerse de una consorte, ¿para qué, en todo caso?, Xrisí y él se encargaban de burlarse del rey de su clan en su cara, aunque luego la culpa menguara. Transformó a Marishka no para hacerla su mujer (que lo había sido, durante algunas noches), sino para que propagara el miedo como el fuego se propaga en pastizales secos, sabía que ella era capaz de hacerlo, y hacerlo bien sobre todo.

-Esa mansión no es mía, es de Mikhail –interrumpió el relato de su interlocutora, quería que aquello quedara claro, pero luego la dejó seguir hablando.

A cada palabra su sonrisa se acentuaba más, luchando por controlar la risa que parecía ascender por su garganta, confirmando las razones por las que la había elegido a ella por sobre todas las mujeres que alguna vez osaron amarlo, que alguna vez, al enterarse de lo que era, le rogaban ser transformadas. Eran ambiciosas, sí, pero su ambición no tenía dirección ni razón de ser, era diferente con Marishka, quedaba claro al escuchar lo mucho que había hecho en tan sólo un par de años.

La observó ahí sentada y se mantuvo de pie un rato más, le gustaba la sensación de superioridad que eso le brindaba, pero aunque esa mujer, el demonio mismo, parecía doblegar a cualquiera, también sabía que ella sólo se doblegaba ante él y el poder que eso le hacía sentir era indescriptible. Poder, ese era el único motivo que realmente importaba, o que importó al menos en ese momento.

-Veo que no perdiste el tiempo –soltó riendo y sentándose a su lado-, toda una viuda negra –dijo satisfecho, había aprendido bien, después de todo, había aprendido de los mejores, de él, desde luego, y de Mikhail, a quien él también admiraba de manera silenciosa. Claro.

Soltó un largo suspiro y estiró las piernas de forma desfachatada, era correcto y educado cuando tenía que serlo, cuando le convenía serlo, con Marishka no tenía por qué ser así, se conocían bajo otro contexto y a otro nivel, y deslizó su brazo por la espalda ajena, aunque no la tocó, sólo lo descansó ahí.

-¿Qué hice yo? –preguntó mirando al interior del salón donde la reunión continuaba llevándose a cabo, muchas fuentes de sangre, aunque estaba recién alimentado y Marishka era digna de toda su atención como para estar pensando en eso-, lo usual –inclinó la cabeza a un lado, como si hubiera querido recargarla en el hombro de su acompañante pero no haciéndolo-, sigues siendo la única –le dijo, nadie más había sido mordido por él y luego alimentado de su sangre, sólo ella-, dejé a mi hermano, acabo de regresar, y al saber que estabas aquí, fue inevitable querer verte –su mano que antes estuvo inocentemente atrás de su espalda ahora bajaba y se instalaba en su cintura, la rodeaba y la atrajo hacia él. Era suya, aunque ella no quisiera, aunque el mundo no quisiera.

Él le había dado la inmortalidad, tenía ese derecho por antonomasia.
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Mensaje por Marishka Marquand Miér Feb 22, 2012 9:24 pm

Ambas manos se deslizaron por la "fría" fuente. Las colocó en el borde para así poder recargarse. Sus piernas cruzadas, su figura recargada en aquellas manos, su cabello colgando a un lado, sus labios y ojos resaltaban gracias a la luz de la luna. Parecía la figura de una estatua perfecta, hermosa. Incluso en aquellas actuaciones frente a la realeza, queriendo fingir inocencia, sus movimientos eran tan sensuales, tan letales que más de uno había caído a sus redes.

Se encogió de hombros unos segundos, sonrió de manera burlesca volteando su rostro hacía Lucian. - ¿Viuda negra? Me gusta - En todo este tiempo, lo único que le habían dicho era: Pobre pequeña, tan joven y viuda, la hermosa viuda… La inocente se ha quedado sola de por vida ¿Estaban acaso locos? Marishka nunca estaría sola, siempre le sobraría compañía. ¿Amor? "Malditos humanos que todo quieren relacionar con el amor." Se dijo para si misma, reprochando aquella debilidad que esas criaturas siempre tenían.

Poder, era lo único que importa, poder, placer, dinero. Lo vano es más interesante, el amor es para los débiles, el dinero y el poder para aquellos que vienen a triunfar, como ella. Mordió su propio labio inferior al sentir la mano de Lucian en su cintura, se dejó deslizar, como si se tratara de una pequeña pluma volando a causa del viento, le encantaban aquellas manos grandes, fuertes y masculinas. Le hacían recordar las veces que habían desnudado su cuerpo, habían recorrido cada rincón de su ser, y sobre todo, que habían logrado arrancar gemidos y gritos llenos de placer. Amantes como él, no, no habían en cualquier esquina, solo novatos intentando creerse el rey de la cama.

Se acercó de manera peligrosa al rostro de su ahora acompañante, pero no lo besó, simplemente lamió la comisura de esos labios. Se deslizó hasta aquel mentón dejando una linea y volvió a su postura inicial - Hace tiempo no cazamos juntos, deberíamos hacer que Paris tiemble, que recuerde nuestros nombres, es nuestra bienvenida Lucian, y esa fiesta se ve demasiado aburrida… ¿O quieres hacer algo antes? - Arqueó una de sus cejas volviendo a observar hacía la "fiesta", la ventaja de ser un vampiro son aquellas habilidades que podía tener. Un ejemplo, el alcanzar a ver a distancias grandes. Para Marishka los humanos eran tan patéticos, y ver aquellos rostros de aburrimiento bajaban el deseo de tomar su sangre, para ella debían sonreír, llenarse de energía, así la sangre tendría un mejor sabor.

La mano de la chica se deslizó hasta colocarse encima de la pierna de su acompañante. Poco a poco acaricio esa con delicadeza, apenas de manera perceptible para cualquier humano. Con uno de sus dedos empezó a trazar diferentes figuras sobre la tela. - ¿Aún sigue Mikhail con la perra de Xsirí? - Sonrió recordando aquella vampiro mosca muerta, desde siempre la había odiado, por aquel rostro de mojigata que tenía, y porque sabía que no le quedaba para nada.


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Mensaje por Invitado Vie Mar 09, 2012 6:20 pm

Desde siempre, aunque los periodos de tiempo que habían compartido juntos eran cortos en comparación a la inmortalidad que ahora ambos ostentaban, su relación se había basado en esa especie de juego de seducción. Cada uno hacía y deshacía con su cuerpo y sus compañeros de cama lo que se les venía en gana, pero al final, se sabían pertenecientes el uno al otro de un modo retorcido. Lucian jamás la reclamaría suya como Mikhail reclamaba a Xrisí, sólo lo sabía, más que por haberle dado el don del vampirismo, porque así se habían dado las cosas. Si ella hubiese querido, tras su transformación lo hubiese sacado de su vida, o él también. Hace años había conocido cerca de Sofía a una mujer, un demonio también, vampiro de milenios de edad, que le había contado cómo se había burlado de su creador.

Sintió como ella cedía ante su tacto, conocía ese cuerpo, aunque comenzaba a extrañarlo, tanto como extrañaba el del resto de sus amantes. La sintió acercarse y sólo tuvo a bien cerrar los ojos, dejarla hacer con él lo que quisiera. Estaba jugando con fuego, provocándolo nada más, por eso le gustaba Marishka, por eso Marishka era su única creación.

-Deberíamos, sí –dijo aun teniéndola cerca-, pero esta gente –se refería a la concurrencia de la fiesta-, ninguna me parece suficientemente digna –se acababa de alimentar, tal vez por eso ninguna llamaba poderosamente su atención, aunque no era un vampiro que se alimentara sólo cuando tenía hambre, lo hacía por diversión también. Era un vampiro al que le gustaba ser lo que era, esa era la verdad.

Luego ella tocaba una fibra sensible en él, una de las poquísimas que tenía, Xrisí. No supo si lo había hecho con alevosía y ventaja pero no lo dudaba, Marishka era una manipuladora nata, alguien que sabía meter los dedos en la herida indicada. Rio, simplemente rio y luego suspiró largamente.

-Aún siguen juntos –asintió. Se preguntó qué era en verdad lo que los mantenía unidos cuando él se encargaba de humillarla cuanto podía y ella no era una blanca paloma precisamente, vaya que si lo sabía él. Su papel en esa relación no era el de mediador, era el de oportunista, pues se aprovechaba de cuando aquella farsa se tambaleaba para sacar algo de provecho, aunque eso sólo fuese acostarse con Xrisí.

Se puso de pie rompiendo el contacto y la miró divertido ofreciéndole una mano como si la invitara a abailar.

-Dime, ¿haz encontrado a uno mejor que yo? –en la cama, se refería, debía mantener el estándar de orgullo que si acompañante había mellado un poco con la pregunta sobre su hermano y su cuñada-, no dudo que más de un ingenuo haya caído gracias a tus encantos –rio socarronamente, dejando atrás el tema que evidentemente no quería tocar.
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Mensaje por Marishka Marquand Mar Mar 20, 2012 11:51 am

Y entonces se dio cuenta, Marishka no era tonta, nunca lo había sido, quizás como humana pudo haber sido frágil, bastante vulnerable, pero nunca había sido tonta. Aquel largo suspiro le dejó en claro que el tema de la "perra" como llama a Xsirí, ponía en una situación bastante incomoda a Lucian, cosa que la decepcionaba, aunque nunca se lo diría. Rodó los ojos, incluso volteó su vista, no pensaba prestar atención a esa pequeña "debilidad". En vez de poner una mueca en su rostro, simplemente sonrió como si le hubieran dado la más grata de las noticias.

Estiró su mano con delicadeza hasta tocar la del vampiro, un contacto sin duda bastante frío para cualquier humano, agradable para ella. Se deslizó hasta poder estar cerca de él, pero no de esa cercanía que se forma por un abrazo fraternal, Marsihka no era para nada de esa manera con él, necesitaba sentirlo cerca porque le excitaba si presencia, sabía bien tocarla, sabía bien besarla, sabía bien volverla suya.

La chica se quedo pensativa, su pecho se pegó por completo al del apuesto caballero, sonrió moviendo su cuerpo contra él, restregando su perfección en ña figura masculina, sonriendo con coquetería, mordisqueando su propio labio inferior, su mano libre se colocó en el pecho ajeno, con su dedo indice trazó varias figuras observando como la tela se arrugaba. - ¿De verdad quieres inflar tu ego al saber? ¿O deseas que te lo destroce? - Deseaba jugar, y es que no le interesaba ponerlo celoso, los celos son debilidades que nos hacen perder cualquier batalla, simplemente necesitaba sentir el cuerpo del vampiro sobre el suyo, que la reclamara como suya, y que la luna fuera cómplice de sus deseos más grandes.


Su cuerpo descansó todo su peso en las puntas de los pies. Su sonrisa burlesca no desaparecía de su rostro, se estiró tanto que pudo apenas alcanzar el oído de su creador. Su lengua, salió hasta acariciar el lóbulo de esa oreja, mordisqueó con sus colmillos la piel fuel y firme del vampiro - ¿Si te digo que alguien te destronó harás lo que sea para volver a tomar el mando? - Succionó con cuidado aquella zona, sus labios se deslizaron con suavidad por la mejilla y luego hasta el cuello ajeno, ahí simplemente dio un beso casto, se separó buscando la mirada de Lucian, una mirada endemoniada pero encantadora.

Los jardines de las grandes mansiones, de los castillos siempre suelen contar historias entretenidas, historias sobre lo que ocurre en una fiesta, historias sobre personas desaparecidas, historias sobre amores, historias sobre desgracias, pero este jardín, esta noche, encerrara un reencuentro, uno fuera de lo común, donde quizás el sonido de un gemido se vuelva la única canción de la noche, o los gritos suplicantes de aquellos que ahora se divertían, todo dependía de las ganas y el ánimo de aquellos amantes que ahora compartían una noche tranquila.


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Mensaje por Invitado Miér Abr 04, 2012 1:12 am

Una lucha constante, un combate que por la fiereza con la que se ejecutaba, parecía a matar. Sólo uno que erigiría victorioso danzando sobre la tumba ajena, sólo uno se alzaría con la victoria asida entre las manos como un lábaro maltrecho y destrozado. Una guerra eterna, sin soldados, sin campo de batalla, sólo a base de miradas y palabras y besos y caricias y golpes de indiferencia cuando los ameritaban, que no todo podía ser una pasión tan desmedida y desbordada, también debía haber mella a lo que les restaba de corazón, que aunque fuese poco, debía doler más. Esa era la dinámica de aquella relación que se planteaba en cortedades, en encuentros cada determinado tiempo (tiempo no marcado en ningún calendario), que no era amor, era lo contrario a eso, y no era odio tampoco, era una batalla constante, una pelea consciente en ambos. Incluso Lucian a veces fingía perder, sólo para verla a ella ganar aunque en realidad nadie ganaba ni nadie perdí, no era el fin de todo aquel ejercicio.

Y siguiendo la pauta de su convivencia, la sintió acercarse a él, posó una mano en su cintura aunque no movió un músculo más, dejándola a ella recorrerlo brevemente, cuerpo contra cuerpo y voluntad contra voluntad. Rio roncamente ante sus palabras, sin abrir la boca y cerrando a su vez los ojos.

-Vamos Marishka, no me hagas reír –le dijo abriendo los ojos nuevamente, mirándola ligeramente hacia abajo por la diferencia de estaturas, muy cerca de él, tanto como podían estarlo-, sabes que eso de que alguien pudiera destronarme es una mala broma, una que ni tú te crees –habló con seguridad, su voz exudaba confianza, quizá demasiada pero no podía hacer nada al respecto; esa era su voz ante el mundo, tal vez sólo se suavizaba al acatar una orden de Mikhail, y tal vez sólo se encendía más de la cuenta al cuestionarle sus planes, aunque al final terminaba ejecutándolos.

Echó la cabeza hacia atrás al sentir su lengua rijosa sobre el cartílago de su oreja, sonrió de lado y quiso recargarse en algo pero se dio cuenta que no tenía nada a sus espaldas y tuvo que mantener el equilibrio, disfrutando el roce lascivo. En un movimiento rápido la tomó por las muñecas, giró con ella y se alejó para mirarla con algo parecido a un gesto desafiante.

-Si me enterara que alguien ha resultado mejor –dijo soltándola finalmente de golpe, se acercó y hundió el rostro en la curvatura de su cuello, se deleitó con el vivido recuerdo del sabor de aquella sangre, que ahora se combinaba con la propia, olió y dejó los labios cerca de la yugular –primero me encargaría de mandar a ese pobre diablo al infierno –se alejó un palmo para poder mirarla a los ojos –y luego me encargaría de hacerte entender que como yo no tendrás a otro –de nuevo aquel tono impertinentemente seguro, de quien se sabe poseedor de las cualidades de las que alardea.

Finalmente acortó la distancia una vez más y la besó en el cuello ascendiendo por lo largo de éste hasta llegar a la mandíbula, luego mejilla y finalmente labios. Antes de besarla rio cerca de su piel.

-Al final regresas a mi, siempre lo harás –habló muy bajo y muy quedo. La besó con anhelo y vehemencia. Era suya, al menos por esa noche. Ambos ganaban y ambos perdían como siempre, podía parecer que tiraban a matar, pero sólo lanzaban ataques para herirse, nunca para arrebatarse la vida. Herir era parte del juego, y no herir sobre la piel, eso se lo dejaban a los mortales.
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Mensaje por Marishka Marquand Lun Abr 23, 2012 11:03 pm

Aquel que descarte las sensaciones en los vampiros está demasiado equivocado. Por extraña razón, el cuerpo muerto de estos seres muy sentir de maneras más intensas y profundas que cualquier ser humano común y corriente, quizás por esos sus acciones suelen ser con mayor empeño, o sus relaciones lazos intensos que no se desprenden, o en el ámbito sexual, un orgasmo puede ser demasiado largo, y el placer incomparable. Hay muchas preguntas que no tienen aun respuestas, pero de lo que si estamos seguros, es estás criaturas, al disfrutar su condición y eternidad, aprovechan cada segundo de su ahora "existencia" al máximo. Pocos son aquellos que resaltan entre los demás, y entre esos pocos está pareja es temida, y sobre todo recordada entre los suyos.

No solo trataban de sembrar temor en los demás, también respeto. La joven quizás tenía poco tiempo en aquella forma de "vida" pero era el suficiente para poder hacer de las suyas, pues había aprendido del mejor: Su creador. Quizás podía ser bastante orgullosa, pero no podía negar tal hecho. Nunca negaría su procedencia pues estaba orgullosa de ella.

Sus labios se movían de la misma manera contra los ajenos. El sabor que desprendía aquel vampiro la hacía perder la poca cordura que tenía en esos momentos. Marishka, siempre regresaba porque sabía lo que era bueno. Lucian era su mejor objeto, el mayor de los trofeos, y no es que se le comparara con alguna cosa tan superficial, pero era una manera de decir que era la gloria que pocos alcanzan, que pocos saborean, y la única en poder volver sin remordimientos con él. Se sentía tan libre a su lado y al mismo tiempo tan suya, pero sabía que no tenía que rendirle cuentas, y también que tanto él como ella ponían las condiciones.

Las heridas que se dejaban en cada encuentro, no era más que solo un pequeño recordatorio. Uno que dejaba en claro que sin importar nada, pertenecían al otro. Una extraña relación, de hecho bastante retorcida que nadie podría saber, solo ellos dos.

Separó sus labios para permitir a aquella lengua volver a pisar sus territorios, pero pronto la propia hizo lo mismo, recorriendo con detalle la boca de Lucian. Sus colmillos no tardaron en alargarse más, el placer que su cuerpo sentía por aquel beso no se comparaba con nada, quizás con un poco de sangre fresca, quizás. De entre sus labios salió un jadeo ligero, muy suave, pero sin importar lo suave que estuviera sabia el podía escucharle. Dejaba en claro que deseaba más de él, y como siempre no se conformaría con un simple beso cualquiera.

La mano de la vampiresa se deslizó por el pecho y abdomen del vampiro. Era tan pequeña y delgada que se adentró por el borde del pantalón. Esa mujer nunca se andaba con rodeos, y llegaba rápidamente hasta donde quería, sin importar lugar, o quien estuviera presente. Sintió la virilidad de Lucian, no estaba aun a todo su esplendor, y agradecía eso, pues de sentir el endurecimiento del caballero por simples besos sentiría que estaría perdiendo aquel poder en su hombría, le agradaba notar como estaba al control de su cuerpo, y como duraba más que cualquier otro. Sin pensarlo dos veces, dio un masaje con cierto salvajismo a la zona que deseaba estimular más - Tú cuerpo debe extrañar tenerme - Indicó al sentir como la fuerza del vampiro se hacía presente en aquella zona. le mordió con fuerza el labio inferior, una gota de sangre había salido del labio de Lucian, solo una bastaba para excitar en desmedida a la chica, solo una gota para comenzar con una guerra insana que acabaría con un deseo inmenso de volver a tener otro encuentro.


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Mensaje por Invitado Sáb Mayo 05, 2012 11:31 am

El vampiro disfrutó de la cercanía, la había extrañado, de nada le valía mentirse, eso no significaba que lo iba andar pregonando como si fuese el más enamorado de los hombres. Desde que se impuso a sí mismo, como deseo tirano, no volver a ser débil, descartó toda posibilidad de amar, un sentimiento tan guiñapo y humano sólo lo distraería de su meta, cualquiera que ésta fuese. Recién Mikhail le otorgó la inmortalidad, se sintió invencible y salió a azorar al mundo, no a conquistarlo, sólo a derribarlo, y en una de esas vesanias conoció a una mujer, quizá era porque su humanidad no tenía mucho tiempo de haberlo abandonado, pero sintió atracción por una mujer, quizá hasta estuviera enamorado de ella, prefirió arrancar el problema de raíz y matarla, no quería estorbos… de aquella vez sólo ha sentido una atracción similar por Marishka, y por su cuñada, se entendía, pero Xrisí era un caso especial.

A Marishka no la mató, le concedió un destino peor, el de la no muerte, pero se alegraba ver que había elegido bien, que aunque tuviera poco en esa condición, había sabido aprovecharlo hasta entonces. Estaba orgulloso de su creación, no iba a mentirse, tanto era así, que era la única hasta la fecha y no pensaba cambiar ese hecho.

Se besaron con arrojo, cómo más se iban a besar ellos dos. Cada vez que sus cuerpos se juntaban y se enredaban, parecía una lucha cuerpo a cuerpo. Su relación era destructiva, pero ahí radicaba su mayor atractivo, de otro modo Lucian hubiese perdido el interés desde hace mucho. Él no necesitaba una mujer que lo atormentara, para eso ya tenía a su cuñada; lo que él necesitaba era alguien que lo retara, que significara una cúspide perínclita, cerca, pero nunca conquistada. Marishka era terreno inhóspito, imposible de domar, en donde puedes morir si no vas con guía. Ni siquiera Severus era experto en aquel territorio, pero le gustaba descubrirlo de a poco, en cada uno de sus encuentros, incluso en cada una de sus ausencias.

Echó los brazos hacía atrás para dejarla hacer su trabajo, no se esperaba otra cosa viniendo de esas mujer. Tácita y sin rodeos, franca, siempre obteniendo lo que quería. Soltó un quejido cuando sintió sus caricias y otro más cuando la mano se introdujo en el pantalón y la tomó por los hombros. La sangre, su propia sangre, aunque corría por las venas de ella también, se combinó con el sabor del beso, de ella.

-Marishka, ¿qué pretendes? –ni él mismo se creyó la falsa inocencia en su voz, cuando la mano de su neófita alcanzó su miembro, se inclinó hacia adelante y atrapó su cuello, devorándolo con devoción, se quejó contra su piel y su cadera hizo un movimiento involuntario, pero dos podían jugar ese juego. Sus manos bajaron por su espalda y se instalaron en su trasero, la atrajo hacía sí mismo juntando sus cuerpos más, que ella pudiera sentir el efecto que tenía sobre él-. ¿Aquí? ¿Así nada más? –se separó un poco y le dijo con mirada perspicaz.

No esperó respuesta y tomó el control, se separó, obligándola a sacar la mano del pantalón, miró a un lado, donde la reunión se seguía llevando a cabo, esos mortales ignorantes de lo que en el jardín sucedía. Sin pedir permiso la empujó con brusquedad para que quedara tendida en la hierba y la miró desde la altura y le sonrió triunfal, se comenzó a desabotonar el pantalón.

-Sí, sí Marishka –le dijo mirándola con cierta burla, pero deseo también-, te extrañé, pero ahora veamos cuánto me extrañaste tú a mí –y sin más, con el pantalón desabrochado pero aún en sus piernas, se tendió junto a ella y deslizó la mano por debajo de la falda de su vestido y tocó por encima de la ropa interior-. Umh –hizo gesto de estar pensando –parece que me extrañaste mucho y que deseas esto tanto como yo –afirmó sintiendo la humedad de Marishka.


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Mensaje por Marishka Marquand Dom Mayo 13, 2012 6:08 pm

Arqueó una de sus cejas al escucharlo. Quiso soltar una risita burlona pero prefirió morder su labio y guardar su ponzoña. ¿De verdad importaba el lugar? ¿De cuando aquí a Lucian le importaban esos detalles? Se sintió confundida, quizás el haberlo abandonado tanto tiempo había hecho mal. La joven le gruño cuando apartó su mano del pantalón, y le miró con furia, odiaba que interrumpieran las cosas que hacía, y más si se trataba de un acto sexual… con él. - ¿Que deseas? ¿Que te ponga flores en la cama? ¿Qué te lleve a Versalles? ¿Que me revuelque en tú cama? Tú cama esta llena de olores asquerosos que no pretendo tolerar, deja esos detalles para los humanos, ¿O me dirás que estás buscando lo que aun queda de tu humanidad? - No pudo guardar mucho silencio, ella no era de las mujeres que se guardara su veneno, por más que quisiera hacerlo, no podía, esa no era ella, ni empezaría a hacerlo. - Tómame aquí si lo deseas, sino dejémonos de tonterías - Lo miro desafiante. No puso residencia y se dejó caer en la hierba.

Le miró relamiéndose los labios, mordisqueándose con fuerza el inferior, haciendo que una gota de la sangre cálida que aun corría por su cuerpo saliera a la vista. Le gustaba tanto ese sabor metálico, le parecía tan dulce y agrio al mismo tiempo. - Ven aquí - Le invitó al observar como se retiraba el pantalón. Llevó ambas manos por encima de cabeza, pegándolas a la hierba. Le gustaba aquel espectáculo. No se trataba de un Lucian que estaba cediendo a los deseos que ambos tenían, se trataba simplemente de él. Observar su rostro endurecido, sus expresiones filosas, su mirada desafiante, su esplendor era como ninguno otro, no sólo era un guerrero, era un vampiro, de los pocos que llevaban en alto aquella condición, su creador, y alguien con quien compartía ambiciones, alguien a quien le debía fidelidad.

Marishka le cumplía ciertos caprichos aunque él no lo supiera, aunque no se diera cuenta, era una manera de agradecerle el don que le había dado. No estaba dispuesta a darle las gracias, la joven había tomado ese carácter de él, y nada se podía hacer al respecto. Le sonrió encantada al sentirlo a su lado, estaba a punto de ladear su cuerpo para verlo a la perfección, le frenó el sentir sus dedos cálido - para ella obviamente- avanzar por sus piernas. Separó con cuidado las mismas dejándole el camino libre. Ni siquiera había tocado abajo de la tela, y la joven respingo al sentir la presión de sus dedos.

Miró al cielo, la luna les hacía el favor de iluminar de manera tenue el lugar. Dejó que tocara su intimidad, sonreía con malicia, y dejaba que creyera tenía el control. De manera suave giró su rostro para atrapar la mirada de vampiro - Extrañaba revolcarme contigo, no a ti - Sus palabras sólo eran una burla, le gustaba picotearlo, hacer que el enojo, y que su enojo lo desquitara en ella cuando se revolcaban. - ¿Quieres que te endulce el oído con palabras que subirán tu ego? - Bajó la mano, dando un manotazo para que retirara la misma de ese lugar. La vampiresa se impulso, volvió a aprisionarlo, está vez contra la hierba.

Sus manos viajaron por los botones de aquella camisa. -¿Qué deseas? ¿Delicadeza? - Negó repetidas veces rompiendo los primeros dos botones de su camisa a la fuerza - ¿O me deseas como siempre? - Se inclinó hacía adelante. Llegando hasta el rostro de Lucian, se dedico a detallarlo, aspiró su aroma, y sonrió, aquel caballero nunca cambiaría, y quizás eso será lo mejor de todo, que sabía por donde atacarlo. Mostró aquella sonrisa perfecta, sus perfectos caninos se mostraron aun más largos - Deseo más de ti… - Susurró contra sus labios. Mordisqueó su mentón, fue recorriendo su rostro hasta su cuello, lamiéndolo, saboreando su escénica. Sus colmillos se clavaron, no de manera profunda, sólo hizo un pequeño corte, dejando que brotara sangre de él - Delicioso - Y sus labios se pegaron a esa zona de su piel, succionando con fuerza. ¿Pedir permiso? Ni a él se lo pedía.

Se enfocó a beber de él. Su cuerpo se erizó, movió su cadera para poder estar ambos sexos a la altura. Estás mismas las movió repetidas veces, dejando que la calidez de su intimidad, que su humedad la sintiera por completo. Sintió la erección del vampiro, una bastante dura, bastante exquisita. - Lucian, demuestra lo que me extrañaste - Separó sus labios unos segundos, mostrando como el rojizo de la sangre que había probado adornaba sus dientes, sus labios, y ahora unas gotas caían por su mentón. Sus ojos se habían vuelto tan negros como la noche, Marishka no ocultaba su naturaleza, la presumía como el mejor de los regalos, y ahí en ese momento, lo estaba dejando en claro.


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Mensaje por Invitado Vie Mayo 25, 2012 6:09 pm

Todo ese rato, su expresión de insolencia y jactancia no se apartó de él un segundo. Sabía que junto a esa mujer era imposible ganar, pero él nunca perdía; lo dicho, ambos ganaban, ambos perdían, no importaba en realidad, esa era una dinámica aprendida en los años de convivencia, refinada durante las ausencias. Rio ante cada uno de sus comentarios, una risa sonora, clara, venida desde la boca del estómago, una risa sincera por más malvada que sonara. Esa era la única verdad de Lucian, su franca perversidad y vileza.

-Sabes que todas esas tonterías humanas no me gustan –la tocó un dedo en la punta de la nariz, como si le explicara a una niña pequeña. Recargaba la cabeza en una mano y eso a su vez en un codo sobre la hierba. Sin duda no se arrepentía de haberla citado, de haberla buscado (aunque él era el Sire y debió ser a la inversa, qué se le iba a hacer, esa mujer tenía ese efecto en él, sólo ella.) De nuevo aquella risa socarrona escapó de su boca al escucharla, si dentro del Palacio no se hubiese estado llevando a cabo aquella reunión, seguro su risa hubiese llamado más la atención, pero los mortales en su tertulia estaban demasiado distraídos como para percatarse que un par de verdaderos demonios se estaban revolcando en los jardines de ese lugar.

-A mí, conmigo… da igual, soy yo y nadie más el causante de esto –y al decir «esto» podía referirse a cualquier cosa, a la inmortalidad concedida, o a la noche que ambos estaban dispuestos a marcar como suya, ahí sobre la hierba y bajo la mustia luna. Retiró la mano cuando ella lo golpeó y esa risa de antes se convirtió en un gesto retorcido y autosuficiente, tomó con firmeza la muñeca de Marishka-. No seas tonta, me conoces y sabes que eso no me… -hizo una pausa para buscar una palabra adecuada –estimula –concluyó con un eufemismo acartonado, pero esa era la idea, así quería Severus que sonara. No le gustaba que se hiciera la que no lo conocía, porque era todo lo contrario, quería en cambio que lo complaciera, porque así debía ser, porque él era el creador y ella la creación, ella le debía más a él que viceversa. Marishka debía rendirle pleitesía a él, adivinar sus pensamientos, adelantarse a sus deseos, estar dispuesta a cualquiera que fuese su santa voluntad por atroz que fuera.

-La delicadeza no va con nosotros –dijo una vez que tuvo la espalda pegada al pasto, la miró así, espléndida –sabes lo que me gusta, y yo mejor que nadie sé lo que te gusta –petulante como siempre, pero tenía un derecho innegable e irrevocable sobre ella, sabía que en el fondo, Marishka estaba consciente de eso, pero le gustaba jugar a que no estaba enterada. La observó y cuando sintió el filo latente de sus colmillos cerca de la piel de su cuello, cerró los ojos, luego ese ardor insignificante vino a él, tensó la espalda, se quejó con suavidad y sintió el hilo de sangre brotar. A penas se recuperaba de aquella sensación de placer, cuando ella se acomodaba sobre él para que su erección tocara su intimidad, otra vez se quejó, pero más sonoramente y abrió los ojos, verla así, con la boca manchada de sangre, con el camino carmesí en su barbilla, siendo la magnífica vampiresa que era, todo aumento su deseo.

-No, no te equivoques –la tomó de ambas muñecas como si intentara dominarla –aquí quien demuestra quién extrañó al otro eres tú –habló con firmeza, clavando su mirada en aquella mujer –basta de juegos Marishka –la soltó y la tomó de la cintura, violentamente la obligó a pegar más su cuerpo contra su erección, aún con ropa de por medio –estos no somos nosotros, la seducción no es algo que debamos practicar, me provocas querer follarte y yo a ti, no hay nada más entre ambos, no peques de romántica, esa no eres tú, si lo fueras no te desearía como lo hago –diciendo aquello tomó la parte superior del vestido y lo rompió sin pedir permiso, dejando el pecho de la vampiresa al descubierto, deleitándose con lo que veía.
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Mensaje por Marishka Marquand Vie Jun 01, 2012 3:35 am

Aquello era cierto, Marishka le debía esa condición, y por lo tanto le debía respeto, lealtad, y muchas otras cosas que siempre pasaba por alto, era parte de ella, lo había aprendido de los mejores, y por más que le gustara estar con él, no le demostraba que de verdad disfrutaba complaciéndole. Su carácter insoportable la frenaba en demostraciones que, para ella, salían sobrando, además su creador no era tanto, sabía bien como se manejaba, y que a su manera, pero al final le daba todo aquello que le pedía, no podía quejarse, ni él, ni ella.

Se reí de aquellas palabras, no es que estuviera seduciendo al vampiro que tenía enfrente, eso había pasado hace mucho tiempo, pero le gustaba jugar con sus formas, con su cuerpo, con la manera en que ocasionaba que la mirara, y también que la tomará gracias a ese insinuante juego de miradas. Marishka no de cejaba llevar por sentimientos ridículos, eso lo había dejado en su vida humana, incluso cuando humana, por más buena y bien portada que fuera, nunca había demostrado un gran "amor" hacía quienes la rodeaban, quizás desde siempre había sabido que su destino terminaría así. Su hermano, quien la había vendido, había sido quien le había dado el mejor de los regalos, un regalo que codiciaba, y qué ella por mera venganza se buscaría la manera en que no obtuviera. Lucian y Tariq tenían facciones parecidas, el cabello del mismo color, y esa soberbia que pocos podían mantener, quizás eso también le excitaba, saber que en algún punto podría hacer que su hermano cayera en sus redes, y estuviera bajo ella, a punto entregarse al deseo sexual.

Siguió el silencio, estaba demás las palabras, y de hecho aquellas "lecciones" que le estaba dando Lucian le comenzaban a aburrir - shttt - Le colocó el dedo indice entre sus labios fríos. El sabor de su sangre ahora recorría su cuerpo, la piel delicada y letal de la joven se erizó, sintiendo la descarga de placer adueñarse de sus sentidos, ya no había un color claro en sus ojos, ni una mirada con falsa inocencia, ella dejaba ver su naturaleza salvaje, el color negro del deseo de sangre y placer en sus ojos, sus movimientos bruscos y letales, y su cuerpo perfecto para ser tomado.

Ambas manos destruyeron lo que quedaba de la ropa innecesaria que portaba el vampiro - A veces demasiado adorno hace que pierda las ganas de desnudarte - Y era cierto, no estaba como para quitar todas las prendas de manera delicada, cuando su cuerpo le pedía ser invadido por él, solo bastaba bajar su bragueta, dejar que su miembro se asomará, y hacer que él se lo enterrará sin preguntar mucho, sin preguntar nada. Quiso entonces que las manos masculinas de Lucian se enterraran en su piel, que la tomara como suya. Con esa brusquedad y fuerza que sólo él sabia manejar en ella. Había tenido demasiado amantes, muchos de ellos aburridos hombres que querían hacerle el amor, de manera lenta y suave, y otros como él vampiro de enfrente que sabían como tratarla, lo que le gustaba. Quizás por eso también volvía con él, para saciar ese deseo animal que guardaba por temporadas para acrecentar su fortuna.

- Dejemos las tonterías entonces - Susurró de manera fría. Con la ayuda de sus rodillas levantó su cadera. Sus manos quitaron con velocidad vampiresa su pantalón, y mostraron la virilidad completamente erecta de su creador. Le sonrió relamiéndose los labios - No sé que es lo que se me antoja más, si tenerlo dentro de mi, o saborearlo dentro de la boca - Su sonrisa lasciva, cómplice y endemoniada se mostró. Sin embargo, no espero a que contestara. Tomó con una de sus manos la erección del vampiro, sosteniéndola con fuerza, ejerciendo cierta presión. Aquella palpitación de su corazón muerto, aquella que ya había olvidado, se depositó en su intimidad, deseando absorber aquel falo en su interior. Su cuerpo bajó, se enterró ella misma el miembro erecto del vampiro. Soltó un pequeño gemido cerrando los ojos, sus manos subieron a la altura de la cabeza del hombre que tenía bajo su cuerpo, se inclinó hacía el frente, y con su lengua, siguió disfrutando de los restos de sangre que había dejado en su cuello.


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The Sweetest Curse [Marishka Marquand] (+18) Empty Re: The Sweetest Curse [Marishka Marquand] (+18)

Mensaje por Invitado Sáb Ago 18, 2012 2:34 am

Seguía observando con suma calma, conocía los movimientos de Marishka, cómo se desenvolvía, con otras personas, en la vida, pero en el acto sexual por sobre todas las cosas. Pocas eran as amantes que merecían tan atención, muchas ni siquiera tenían el privilegio de pasar otra noche con él, algunas más, cuya sangre le pareciera inevitablemente tentadora, acababan sus días bajo su yugo, era el precio que pagaban por acostarse con él. Le parecía un pago justo.

Pero Marishka era distinta, no sólo por ser su creación, sino porque era interesante y Lucian apreciaba ese tipo de características en los individuos, era quizá por eso mismo que le había otorgado el regalo de la inmortalidad, porque de algún modo valía la pena que un ser como ella siguiera por ahí trascendiendo su propio tiempo. Lucian, a diferencia de su hermano, era un demonio que quemaba aldeas enteras sin ningún propósito, Mikhail tenía el poder como meta, Lucian simplemente era un inicuo ejecutor de maldad, así, sin motivaciones y de cierta forma eso era peor y Marishka le pareció así, una antorcha que arde eterna y que incendia todo a su paso porque esa es su naturaleza, no porque se lo propusiera.

Y esa misma antorcha prendía fuego a la noche esa velada. Estaba complacido, sí, satisfecho de haberla elegido a ella y no a otra. Hermosa era, inteligente también, pero la letalidad era una virtud –era una virtud para Lucian- más difícil de encontrar y pudo conjuntar las tres características en ella. Esa misma mujer que jugaba a someterlo por un rato, sabiendo de ante mano que si lo estaba consiguiendo era porque él se estaba dejando. Era con la única que se atrevía a doblar las manos, un poco, lo suficiente nada más, al grado de no replicar cuando fue callado, optó por sonreír mejor. Una sonrisa de lado que dejaba entrever esa maldad que lo caracterizaba sin caer en el cliché. Severus podía ser tachado de malo, lo era, pero su tridimensionalidad iba más allá, poseía debilidades que él ocultaba muy bien, dudaba a veces, se equivocaba otras tantas; era un vampiro, sí, pero también tenía que transitar por este mundo y eso lo convertía en alguien vulnerable, como a todos.

Rio quedo ante las palabras y sintió luego el frío de la noche golpear su ahora piel expuesta, más fría aun, sus manos se deslizaban por la tez ajena, delineaba con rudeza, no iba a ser tierno con alguien que no buscaba eso y porque simplemente él no lo era. Alzó el mentón para responder a su pregunta cuando ella decidió actuar sin esperar por una respuesta, quería sentirla con su boca pero Marishka en cambio simplemente tomó su erección y se empaló sola, iba a replicar pero al sentir su humedad todo eso perdió sentido. Empujó la cadera hacia adelante como reflejo y se quejó con suavidad. Rio.

-¡Marishka! –Pronunció el nombre con sarcasmo, con autarquía –Marishka –suavizó el tono pero no la expresión en su rostro y comenzó a moverse queriendo llegar más profundo dentro de ella –no vas a negarme que no lo deseabas, tu cuerpo habla por ti, estás… estás tan húmeda –y eso lo volvió loco. La tomó de la cintura para aumentar el ritmo con violencia, para hacerla elevarse, salir de ella y volver a introducirse con más fuerza, no le importó ir demasiado rápido, eso no sería lo único que harían esa noche.

Recibió su lengua de igual forma, lamió su yugular, luego la mandíbula y los labios mientras no dejaba de moverse y hacer que ella se moviera también. Le gustaba tener el control en la cama y él llevaba el ritmo, marcaba el compás de las embestidas, quería hacerla gritar su nombre. No una, ni dos veces, sino cuantas veces soportaran sus cuerpos que poco conocían de cansancio, o… hasta que el sol apremiara.
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Mensaje por Marishka Marquand Dom Ago 26, 2012 12:37 am

- Me liberas, me transportas, el deseo corre, y quiero volverme la mejor perra con la que te hayas metido - Seductora era la voz que salía de los labios de la vampiresa, no podía restarle el tartamudeo, no por el cansancio del ejercicio físico que empleaba, lo que producía ese salto de palabras era la velocidad sumada con la fuerza que empleaban en cada embestida. Amantes podían pasar e fila por su cama, bestias que deseaban llevarla al placer nunca antes conocido, pero si de algo estaba segura la castaña, es que ninguno podría ser como él, su creador, el vampiro que había hecho la peor de las atrocidades con ella, y que sin embargo, le demostraba un cariño retorcido, una lealtad enfermiza, un deseo sobrenatural.

Sus rodillas estaba perfectamente colocadas en pasto, y las piedras del jardín, algunas se incrustaban en su piel pero eso no le importaba, ignoraba ese detalle incomodo, pues doloroso ya no era, se dejaba llevar por el movimiento de sus caderas, disfruta el sonido de su intimidad envolviendo la virilidad de su creador. Sus ojos se mantenían abiertos, disfrutaban de la imagen que tenían enfrente, de los gestos delatando la complacencia del acto sexual. Parecían dos animales dejándose llevar por sus instintos, y es que el deseo que había guardado la vampiresa por su "amo" por tanto tiempo, estaba explotando en ese momento, lo alargaría tanto como fuese necesario. Ese movimiento insistente de sus caderas incrementaba conforme su intimidad escurría la mezcla de los jugos íntimos de los amantes, la joven abría los labios mostrando sus caninos, dejando en claro lo perdida que ahora se sentía por el placer, ¿Temor por ser vistos? Quien los viera sentiría envidia de ese sexo, y después pasaría a mejor vida.

- Oh Lucian… Lucian… - Susurró repetidas veces. Su figura se había inclinado hasta dejar sus pechos sobre el ajeno. La lengua encantada delineaba la mandíbula de la bestia, dejaba un camino invisible de saliva fría, el tiempo se había congelado dejando a los amantes danzar bajo la música de la luna. Decidió que sus caninos serían los guías. Con el filo de la punta, rasgaba parte de la piel, dejando que la sangre caliente de algún desgraciado, saliera a la luz, y ella disfrutara del sabor, mezclando un deseo con el hambre.

- ¿Qué más podré hacer contigo, Lucian? - Sus caninos por fin encontraron de nueva cuenta la curvatura de su cuello, sin pedir permiso se adentraron en la piel pálida y comenzaron a succionar de ella. El cuerpo de Lucian comenzaba a mancharse, y ella se retiró para limpiar con sugerencia aquellas zonas. - Quiero que me agotes - ¿Acaso era posible? ¿Los vampiros podían ser tal cansancio? Marishka había creído que eso era posible con anterioridad al sentir el miembro erecto clavarse en su intimidad, ahora estaba dispuesta por correr riesgos, por doblegarse ante su dios personal de la lujuria. ¿Pecado capital? ¿Acaso eso le importaba? ¡Claro que no! Ella no creía ni en dios, y en ese tipo de tonterías, si hubiese existido no la abría abandonado en la fragilidad de su humanidad, pero quizás la había olvidado para darle la oportunidad de volverse una diosa terrenal, era adorada, temida, proclamada.

El orgasmo estaba amenazando el cuerpo de la vampiresa, pero no, no estaba dispuesta a llegar al clímax con tanta rapidez, necesitaba tiempo, pero sobretodo necesitaba complacerlo a él. Marishka se excitaba al ver las reacciones de Lucian, le encantaba llevarlo al borde del abismo, hacer que sintiera el riesgo, que gritara su nombre, cortarle las alas, y cuando estaba por chocar contra el suelo espinoso, lo volvía a elevar; sintió su cuerpo temblar, y cuando espasmos se asomaron a su veinte y a su intimidad, frenó el vaivén, bajo de su cuerpo, sintió como sus fluidos corrieron por sus piernas, y sonrió de forma mezquina. No dijo más, con las piernas a un lado comenzó a repartir besos por el abdomen descubierto del vampiro. Sonreí bajando poco a poco, se detuvo en el vientre, formando una especie de culebra, sus ojos habían tornado a un negro azabache. Cuando la tensión se hizo más grande la vampiresa lengüeteó la punta del miembro erecto de Lucian, lo saboreo relamiéndose los labios. Su dedo indice se colocó sobre la boca ajena acallándolo, y sin pedir permiso (como siempre) se metió la punta para comenzar a succionar con fuerza.


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Mensaje por Invitado Jue Sep 27, 2012 1:00 am

El ritmo cada vez se hacía más frenético, quizá demasiado, eso significaba que el orgasmo para ambos estaba a punto de llegar y el vampiro quería prolongar ese momento, pero tampoco se sentía capaz de detenerse. Escucharla proferir su nombre fue uno de sus hitos, adoraba cuando sus amantes pronunciaban su nombre con ese deseo y ese ligero tono de súplica, de que se detuviera porque era demasiado, pero que no parara, que no deseaban que se detuviera.

Cuando ella se inclinó y sintió sus pechos contra su piel, estiró una mano y se adueñó de uno de sus glúteos, la otra mano se afianzó más a su cadera para seguir marcando el ritmo, apretó sus dedos contra la marmórea piel de Marishka, quería dejarla marcada, que sus amantes venideros supiera que eran pasajeros, que podía disfrutar de ella porque él, su verdadero dueño, así se los permitía, pero que al final, esa mujer le pertenecía. Aunque la realidad era que tanto Marishka como Lucian eran libres, no podían ser atados y si el uno regresaba con el otro era porque ese era su santo capricho, su deseo, porque ellos se movían bajo los estándares de lo que les venía en gana; eso hablaba más de su relación, no había lazo real (excepto el de sire-neófita) que los uniera, y sin embargo, siempre se rencontraban como si el destino así se los dictaminara, eso claro, si él creyera en tales cosas. La dejó morderlo, le gustó de hecho, la dejó dejar esas marcas sobre él, que ella derramara un poco de su propia sangre.

Siguió aumentando el ritmo sintiéndola cada vez más húmeda, eso provocaba que cada vez pudiera ir más adentro y con más facilidad, se quejaba entre dientes, quería poder verla, mantener los ojos abiertos pero era imposible con todo el placer que estaba recibiendo, pero entonces… ella se detuvo y la miró desconcertado, se quejó pero antes de que pudiera decir algo, ella salía de él, un bufido mayor se escapó de sus labios. Hacer ruido o no era irrelevante, es más, quería ser descubierto, enseñarles a esos mortales cómo es que se hacían las cosas, pero ahora lo único que le importaba era el por qué se había detenido. La observó atento, seguro algo tramaba, sus palabras lo confirmaron y cuando su boca comenzó a delinear aquel camino, intuyó qué era lo que traía entre manos.

Tan pronto sintió el contacto de la lengua ajena en su miembro erecto un súbito suspiro se escapó de su boca y enredó sus dedos en la cabellera castaña de Marishka, rio mientras era complacido, mientras ella devoraba su hombría, mientras disfrutaba de esa otra humedad, la de su boca, jaló el cabello con brusquedad pero no lo suficiente como para obligarla a dejar de hacer lo que estaba haciendo.

-No Marishka –pudo decir -¿qué voy a hacer yo contigo? –sonrió de lado mientras la observaba introducir su virilidad una y otra vez a esa boca perfecta suya-, ¿agotarte? Me gusta el reto… -dijo pero ya no pudo seguir hablando, el gozo era cada vez mayor, su mano se aferró más al cabello y ahora la obligaba a ir más adentro cada vez, a que abandonara menos el contacto con su glande-. Así Marishka, sigue así, no te detengas –esta vez habló conducido por el deleite, la lascivia, el deseo de terminar en aquella boca experta, que parecía conocer exactamente qué era lo que le gustaba, qué era lo que lo volvía más loco. Apretó los ojos, siguió repitiendo que no se detuviera, su voz cada vez más fuerte y menos cuidada hasta que sintió que era inevitable. Cuando el orgasmo se hizo inminente, llevó la cabeza de su amante hacia abajo, para que no tuviera oportunidad de apartarse, para poder terminar dentro.
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Mensaje por Marishka Marquand Mar Oct 16, 2012 4:20 pm

Existe un lazo, uno que nadie se ha atrevido a romper, y que seguramente nadie lo haría, él único que ella verdaderamente respetaba, y no precisamente al pie de la letra. Ella, entre sus caprichos, rendía culto, respeto y pleitesía a ese vampiro, ese hombre, amante o como quisieran llamarle que la había creado. Lucian Arganeau podía ser el más letal, el mujeriego, el imbécil o incluso el mejor actor como caballero, quien sea que fuera ella lo respetaba, y no sólo frente a frente, también cuando estaban lejos, es algo tan difícil de explicar, como difícil que ellos lo vivían. Ella sabía que, de no ser por él, su lastima, o quizás lo que haya visto en su ella, no estuviera ahí, disfrutando del placer de la carne, del deseo eterno, y del sabor de aquel glande. Ella, la que siempre tenía la pose de soberbia, la que nadie podía alcanzar, ahora estaba inclinada, de rodillas ante él, y no haciendo una común alabanza, una diferente, única, la forma cómplice del creador con su cría. Ahí no existía aquel amor incondicional de un padre a una hija, ahí existía el deseo enfermo del poder, la pasión, pero sobretodo la vida eterna.

La voz ronca y grave del vampiro la encendió un poco más, le gustaba que le hablara en el sexo, le gustan escuchar no sólo a base de gemidos, o de la erección de su cuerpo, cuando le hablaba, cuando él ordenaba Marishka simplemente lo hacía, sin chistar, sin ni siquiera esperar a que él, su amante, volviera a repetir cada letra, cada sílaba. No todo se trataba de cazar, o de seguir ordenes para incrementar las ganancias de sus bolsillos. En el sexo, aunque le ordenara, también le gustaba dar la iniciativa, cómo en ese momento en que ella succionaba su miembro con maestría. Su lengua se enreda a cada lado de aquella circunferencia. Sus dientes estaban posesionados de manera firme en la punta del falo, ejercían una presión especial, buscaban que la piel del miembro se estirara por completo para que disfrutara al cien. Si, ella buscaba complacer al hombre, a su creador, y aunque por lo regular siempre buscaba ser complacida, aquí lo hacía con esmero, y a cambio le daban la complacencia que siempre le era otorgada.

Una especie de risa ahogada se escapó de entre sus labios, su rostro se echó ligeramente hacía atrás, buscando que sus ojos al abrirse pudieran captar las expresiones llenas de placer de Lucian. Sin duda para ella aquello era una obra maestra que no se podía comparar con nada. Las expresiones perfectas se movían simplemente con cada gemido que daba, cada gemido era un movimiento distinto no sólo en su expresión facial, también en su cuerpo, pues aquel temblor tan humano, y al mismo tiempo tan sobrenatural dejaba en claro lo buena que estaba haciendo con el sexo oral que estaba ofreciendo al inmortal. Las manos de la vampiresa estaban colocadas con firmeza en las piernas del sexo opuesto. Sus uñas incluso se habían enterrado en la carne, pero estaba segura aquello no infringía dolor agonizante. La ventaja de tener sexo con los vampiros era esa, no tenía que controlar su deseo y fuerza natural.

- Uhmm - Sintió como aquella corriente de liquido blanquecino, y caliente, comenzó a correr por su garganta. Aquello era espeso, un poco salado, caliente, pero no le molestaba, no le parecía asqueroso, al contrario, le gustaba, y se sentía extremadamente poderosa al haber logrado que Lucian, Su Lucian hubiese terminado de esa manera tan explosiva en su boca. Su cabeza no dejaba de moverse, y no lo haría incluso con ese liquido en su boca, lo haría cuando por fin terminara de descargarse en ella, pues la esencia que del hombre salía, toda ella se había vuelto una vitalidad, una fuerza que necesitaba cada determinado tiempo para seguir su camino. Eso era, por eso volvía, para sentir el poder dentro del poder que ejercían en ella.

- Que delicioso sabes vampiro, juraba tener siempre el recuerdo de tu sabor en mi interior, en mi mejoría, pero siempre pasa lo mismo, mis recuerdos no hacen justicia a lo que eres - Se relame los labios con descaro frente a él. Se muerde el labio inferior, y luego, como si existiera una pizca de inocencia en su interior, le da un beso casto en la punta del miembro. Vuelve a gatear con la ayuda de sus rodillas y sus manos, llega hasta que su cabeza está a la altura de la ajena, y sin pedir permiso, presiona su boca con la de él, tomando lo que era suyo, dándole un beso obsesivo, posesivo y enfermo.


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Mensaje por Invitado Sáb Nov 03, 2012 11:06 pm

A veces, en sus momentos de debilidad que eran más de los que le gustaba admitir, se preguntaba y se respondía en un ejercicio fútil, lacerante y cíclico, qué lo había conducido a transformar a esa mujer, evidentemente vio algo que en ninguna otra mortal había visto, algo realmente poderoso e incuestionable, como el poder que un imán ejerce sobre el metal, que no se puede combatir, y Lucian, en su momento, no hizo nada por combatirlo, pudo más la extraña fascinación que el sentido común, ese era él, se conducía por las vísceras y no el cerebro, era un perro encadenado que sólo aguardaba que le soltaran un poco las ataduras para soltar una mordida, así que, con ese precedente, ese fue su actuar en cuanto la conoció, le vio potencial… no, le pareció una vampiresa digna incluso antes de obtener la inmortalidad, sólo le faltaba ese pequeño salto a la no-vida para estar completa, y él la había empujado por el acantilado escabroso que era el vampirismo, la mató para dejarla vivir por siempre.

Y cuando yacía en el lecho con ella todo aquello se potenciaba, se exacerbaba como quien atiza el fuego, demostraba con sus encantos y su letalidad (¿no era éste, después de todo, parte de sus encantos?) que su obra había sido fructífera y acertada, y que si se atrevía a convertir a alguien más a posteriori, corría el riesgo de que su nueva creación no le llegara ni a los talones a esta obra perfecta. Las segundas partes nunca fueron buenas, y aquí mejor no se arriesgaba a comprobar o desmentir ese dicho, si sus planes no cambiaban, Marishka Marquand se quedaría como la única de sus neófitas. Le gustaba que así fuera, porque su poder devastador y su aplomo seductor valían por toda una legión de vampiros.

Rio roncamente al verla y posteriormente escucharla, la tomó del mentón para que le dejara ver mejor ese rostro magnífico que, si se lo proponía, podía fingir la más pura de las inocencias sin que el pobre diablo que se creyera ese cuento supiera el alcance de su letalidad, le sonrió, esa sonrisa molesta y autosuficiente, de galán y de verdugo a partes iguales y recibió el beso, se saboreó a si mismo en la boca ajena, la idea por sí sola no era nada seductora, pero completando el contexto, recordando lo que tan sólo unos segundos atrás había sucedido, lo empoderaba como un cetro a un rey.

-Muy bien, muy bien –la felicitó con condescendencia acariciando su cabello-, te has portado bien –comenzó a moverse, la tomó de los hombros y la separó, la apartó de encima de su cuerpo y se arrodilló-. Date la vuelta –ordenó sin mucha sutileza, como se había propuesto en cuanto aquel baile había comenzado -el de sus cuerpos desnudos, no el que se llevaba a cabo dentro del salón-, aquello no sería rápido, le haría el amor (¡vaya expresión viniendo de ellos dos!) de todos los modos que se le vinieran en gana a él, la agotaría, lo había retado ¿no? Se acercó a ella, no aguardó a que acatara su orden, la rodeó con sus brazos y la hizo girarse, con una mano tomó uno de sus pechos, acarició con el dedo índice y pulgar su pezón erecto y el otro brazo lo colocó en su vientre, sus labios se acercaron a su oído –ponte en cuatro –le dijo y luego lamió su lóbulo, fue claro, cada sílaba la pronunció con claridad pasmosa. Una vez que la tuvo en la posición solicitada la tomó por el cuello, y con la otra mano separó sus glúteos-, quiero sentir tu dolor –su voz era parecida a la del demonio que jura atormentarte por la eternidad y rio con descaro –sé que te gusta, Marishka, así que no te resistas preciosa.
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Mensaje por Marishka Marquand Mar Nov 20, 2012 2:49 pm

A esas alturas los pensamientos de Marishka se habían esfumado, sólo existía el deseo ferviente de beber la sangre de su creador, en su cuerpo sólo albergaba la pasión irracional del sexo, pues se exigía, y ambos se tomaban sin pedir permiso, el recato se hace a un lado, el instinto animal de los vampiros sale a la luz. No existen mayores seres que alcen el nombre de esa raza, que alcen su cuello, y miren sobre el hombro incluso a aquellos que se creen tocados por el demonio en esa condición. Ellos, los Arganeau y sus creaciones, son la parte alta en la escala en la jerarquía impuesta en esos tiempos. Los que conocen a todo tipo de criaturas los respetan, pues sus nombres son arrastrados por las voces temerosas de los que saben su lugar. Por esa razón no piensa, simplemente se deja llevar, sabiendo que la fiesta, el bosque, y el mundo están bajo sus manos y pies. Con pocos movimientos serían capaces de tener todo a su alcance, si viven de la noche es sólo para disfrutar aún más del terror ajeno, y hacer las cosas cómo son, dignas de criaturas de la noche.

El vaivén frenético se había impuesto por ella, lo hacía a su modo, a su comodidad, y a la forma en que su intimidad se guiara por el pronto orgasmo, pero con él no podía ser egoísta, sus movimientos eran tan entregados, rápidos e incluso rudos para hacerlo sentir hasta lo más profundo de su cuerpo muerto. Buscaba que la piel delgada del falo se estirara tanto que el le pidiera separarse. Todo podía ser extremista con él. Pasar del blanco al negro, o lo daba todo, o no le daba nada, no podía existir un arco iris donde sólo existía la oscuridad de la noche. No hay mucho que pensarle, no existe la ciencia, lo claro (irónicamente hablando, pues sólo existe la oscuridad para ellos) no necesita muchas palabras, sólo disfrutar de lo que se acontece, del momento. Quizás por lo mucho que disfrutaba la interrupción la hizo gruñir, las interrupciones la ponían de mal humor, incluso si era él, su creador, odiaba demasiado le quitaran lo suyo, o esos momentos.

No tenía ganas de darse la vuelta, lo único que quería era seguir montada en él, pero dado que también se trataba de una guerra de poder, su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos ya estaba cómo él lo había ordenado. Marishka debía aceptar que aquello que le pedía Lucian, muy pocas veces lo había hecho, incluso las podía contar, no es que fuera su pose favorita, en ocasiones sentía un dolor insoportable recorrerle el cuerpo, pero pronto lo canalizaba gracias a su nueva condición, aprendía a disfrutarlo y llegaba a culminar la noche con bien, esperaba que de verdad en está ocasión fuera así. Sus manos se encontraban soportando su peso, pero no lo sentía, cosas más pesadas había cargado. Miró hacía el frente, suspiró, y luego se rió un poco, estaba entendiendo su juego, él iba a atacar, él se había tomado muy enserio sus palabras. Su cuerpo se relajó un poco más, pero las cosas también serían a su manera.

- El creador está dispuesto a romper a su creación - Soltó una risa frívola. No sólo había puesto su figura en cuatro, sus glúteos y sus caderas le dejaban ver las perfectas curvas de su cuerpo. Sus trasero formaba un corazón perfecto, ella era una tentación, su cuerpo podía derretir a cualquiera, y él… Ambos sabían lo que tenían enfrente, por eso disfrutaban, cedían, y aprovechaban a cada instante. - Que de tú falo provenga el dolor inicial, y que de mi cuerpo comience el placer eterno, todo gracias a nuestra unión - Sentenció. En realidad parecía que la noche estaba por comenzar, que no habían tenido antes un previo a eso que estaba dispuesta a hacer.

El cuerpo de Marishka se inclinó. Su pecho tocó el frío del pasto, el pezón escondido entre la mano de Lucian sintió la presión al estirarse, al alejarse. Lo estaba esperando, el momento justo en que la unión volvería a ocurrir. Su cadera se movió en un vaivén de nueva cuenta. Sólo era una invitación, aunque no se necesitara de alguna.


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