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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Malkea Ruokh Dom Ene 01, 2012 4:28 pm

Un paso. Las silenciosas siluetas se deslizaban por entre las sombras. Un suspiro. El vaho en el aire se hizo presente antes de desvanecerse. Un ruido. El murciélago esquivó su cabeza y perdió su vuelo hacia las copas de los árboles.

Tres de la madrugada; esa era la hora que había fijado al este de París, en un lugar sembrado por bosques no tan profundos como antiguos, pero que debían garantizar la suficiente privacidad y seguridad como para la reunión que estaba por llevarse a cabo. Sus intenciones, buenas o contrarias, se declaraban en pos de una tregua con el destino, con quien tantos desacuerdos había compartido desde que poseía consciencia, y, por lo tanto, su mirada no resultaba tan altanera como cauta, todavía guardando ese cariz de distancia y reserva. El ruido de sus pisadas, las de los dos varones y las de Anna, se aventuraba mitigado por la precaución que parecían llevar, como si siguieran el rastro de un fantasma o pretendieran evitar que un invisible persecutor diese con ellos. Lejos de aquellas elucubraciones, sólo perpetuaban una forma de actuar que ella tenía aprehendida y que el aquitano adquiría en ocasiones.

El ambiente era frío, bastante, algo que se reflejaba en la capa de pelo de la mujer y en el abrigo del muchacho moreno, demasiado fino para la opinión de algunos, pero correcto para su agrado a las bajas temperaturas. Tanto era así, que la nieve que había caído los días anteriores aún permanecía pendiendo de las ramas de los abetos e inundando el suelo, donde las pisadas que pudieran delatarlos quedaban marcadas. Aunque Aurélien lo considerara hasta innecesario, la checa, más metódica, se encargaba de que sus huellas desaparecieran dos segundos después de que su peso quedara marcado en el blanco.

No era la primera vez que veía a esas personas, aunque tenía que reconocer que no había tenido el menor trato con ellas anteriormente, pues era Kapralev la que hacía nexo de unión entre el resto del grupo y él, que tan reacio a relacionarse se había visto. En la primera reunión no habían llegado a grandes términos, fue un encuentro corto en el que apenas dio tiempo a conocer a todos, tan sólo habían podido establecer los puntos básicos del tiempo que ”compartirían” juntos, como había descrito Anna la situación, palabras que no terminaron de convencer al chico. Ni siquiera recordaba la mayoría de sus nombres, tan sólo una Romilda; el resto le resultaba demasiado extraño como para aprenderlos de una sentada. Físicamente le sonaba la superioridad femenina, reduciendo a tres los representantes masculinos, si su memoria no le jugaba una mala pasada, siendo algo más de la media docena el total de los allí reunidos. Aquello debía ser suficiente para su cometido, pues, según entendía, su destino difícilmente podría ser conquistado con un gran ejército, sino por un reducido de virtuosos de aquellas dotes, ocultas entre los mitos para la mayoría y descubierta para los ojos de unos pocos privilegiados, como eran ellos. Tras su marcha todos habían tenido el cometido de buscar cualquier información lo suficientemente confiable para ser considerada como una pista acerca del paradero de la fortaleza, sus señores o la forma de infiltrarse en ella, aunque el aquitano dudaba de que todos hubiesen podido lograr dicha tarea, pues la realidad se confundía demasiado con el mito en aquel caso.

Al fin llegaron. La caminata les había llevado alrededor de una media hora internándose en la fronda, pero terminaron encontrando el mismo escenario que habían abandonado dos semanas antes. Una vieja ermita, no demasiado grande, abandonada y con el techo semiderruido debía de volverles a servir de refugio. Era sencilla, con líneas y elementos que evidenciaban su estilo gótico, algo que el nigromante nunca hubiera podido adivinar debido a su ignorancia en un tema en el que estaba poco interesado en aprender. Un camino, sólo evidenciado por un pequeño desnivel bajo la nieve y por el hallarse libre de las lápidas del cementerio que precedía a la construcción, les guió hacia las viejas puertas de roble, maltratadas por el paso del tiempo y que amenazaban con desmembrarse en cualquier momento; aun así, la checa posó su mano enguantada sobre la rugosa superficie, dándoles vía libre.

El interior era agobiante. En su momento el lugar debió de haber sido espacioso y ampliamente luminoso, como sugerían las altas columnas, pero los años no habían tenido clemencia y el entramado había cedido en alguno de sus puntos, dejando que el techo se precipitase al suelo, no sólo posibilitando a los fenómenos meteorológicos infiltrarse en el interior, sino, además, cubriendo gran parte del suelo de escombros que se ocultaban bajo el nevazo. Los sortearon, dejando atrás sillares de piedra, los restos de los bancos y las esculturas destrozadas, para terminar llegando a su destino, en la intercesión entre los dos pequeños brazos de la planta. Era allí, en el transepto, donde se emplazaba el altar, como era costumbre antiguamente, labrado en una arenisca que también se había desgastado. Los dos hechiceros, entonces, comenzaron a buscar entre los escombros los cirios que habían escondido tras la última reunión. Una vez emplazados para iluminar el lúgubre interior, sobretodo en la oscuridad de la noche, precedieron a encenderlos con unas sencillas palabras.

- ¿Tardarán mucho? – inquirió el francés a la eslava frunciendo su entrecejo, como si ella pudiera contestar aquella pregunta. Ella le respondió sólo con un mantener de miradas, pues él tampoco esperaba algo más. Terminados esos casi inexistentes instantes, él se acercó al muchacho rubio y le dedicó una expresión más serena, no tan irritada como la anterior. Aquel, el cambiaformas, tenía la capacidad de calmarlo con su mera presencia, pues era uno de los pocos con los que podía sentirse cómodo. Quizás el motivo de esto fuese su inocencia, que tanto podía fascinarle a él y que despertaba sentimientos que él creía muertos en el pasado. Sentándose en el suelo, apoyando la espalda en una nervada columna, le invitó a imitarle y a apoyarse contra él. Ahora sólo quedaba esperar.






INFORMACIÓN
• Bienvenidos a esta nueva trama que espero que sea interesante para todos nosotros, entretenida y provechosa para nuestros personajes. Os agradezco vuestra participación, aunque quiero remarcar algo: aunque haya sido yo quien haya iniciado esto, no quiero ser el que lleve todo, el ”master” de la partida, sino que quiero que todos aportemos algo para que sea más activa y motivante. Abriré un tema, igual al que donde os inscribisteis, pero en otra sección y ahí será donde podremos dialogar of-rol, aparte de CB, mps o cualquier otro método, para ver las salidas de la trama y su posible progreso.

• En lo relativo a este tema, habrá siete participantes (Adda Vinográdova, Aitziber D'Lemoine, Ankhiara – Cannette, Badou, Delbaeth E. Formorians, Romilda Hetfield y yo), más el PNJ de Anna, que lo manejaré yo. Amelhíon no estará presente pues on-rol aún no tiene conocimiento acerca del grupo, sino que se unirá más adelante, para dar algo más de actividad a la trama. Somos muchos para que el tema sea activo y extenso, así que, en mi opinión, debiera no haber demasiadas contestaciones, lo justo para definir la línea que seguiríamos. Mi idea es que, a partir de aquí, se ponga ”sobre la mesa” la información reunida y se formen varios grupos que, independientes, irán a cumplir ”misiones” (en una de ella se ”reclutará” a Amelhíon). Yo tengo alguna idea, pero si tenéis otras, son más que bienvenidas, pues creo que lo mejor es que, como ya he dicho antes, todos demos forma a la trama y no sea yo el que haga el camino que todos seguiremos. La idea es que el orden de posteo sea por llegada, es decir, cuando alguien tenga escrita la primera respuesta la envía y en la segunda ronda se guardará ese orden de posteo. Si alguien considera que no tiene nada que aportar, puede comunicarse con el resto del grupo o con la siguiente persona en la lista para que sea él quien escriba, saltando su turno en ese momento. Daremos como margen hasta el jueves 12 de Enero para escribir la primera contestación de cada uno. Si pasado ese tiempo no todos han contestado, se iniciará igualmente la segunda ronda (si alguien escribe después, llegaría tarde a la reunión, pero también es válido).

• Como expuse en el rol, la idea es empezar directamente en la segunda reunión, pues creo que la primera sería poco provechosa; así, cada uno tendría que haber buscado información durante dos semanas sobre Kizeth para compartirla en este momento. Lo ideal sería que dicha información tuviera relación con alguno de los personajes (el nuestro u otro miembro de la trama) para que sea más vinculante. Por ejemplo, yo pondré algo relacionado con el Conde de Polignac, el padre de Étienne para los que sepan acerca de la historia de Aurélien. También es posible que alguien no haya encontrado ninguna información, o también puede ser que lo que se encuentre sean datos falsos, aunque no se sepa aún, ya que, al fin y al cabo, investigamos sobre una leyenda. Había pensado que Kizeth podría tener tres ”señores de la fortaleza”, cada uno con un poder principal diferente, aunque esto es totalmente rebatible.

• Creo que no queda más que decir, así que, espero ansioso leer vuestras respuestas. Cualquier duda, sugerencia, queja, modificación, etc. será bien recibida ¡Un fuerte saludo!
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Miér Ene 04, 2012 4:07 pm

¿Qué horas eran? Comenzaba las doce en un reloj de pared de aquel pequeño departamento que había alquilado para descansar unas horas antes de la reunión, había dejado un suspiro, sus ojos estaban ligeros, esa era la intención en al ver quedado más de ocho horas postrada en una cama con apenas un batón blanco, sus ojos se mantenían entre el reloj y la pequeña ventaba, la noche estaba blanca, sin estrellas y muy fría. En su mente detallo cuando le debería tardar llegar al punto de encuentro.

-más o menos una hora- murmuro mirando aquel camino hacia los bosques que se notaba en las afueras del hotel-Venga pues- dijo levantándose de un saltico de la cama. Se estiro alzando las manos hasta por encima de su cabeza.

De forma rápida busco en una pequeña maleta que había llevado un traje de colores oscuros, tenía un color achocolatada con contrastes beige, su corsé llevaba un escote provocativo que dejaba ver un poco de carne en su cuello y sus pequeños bustos, la falta de de un color chocolate, amplia pero cómoda, se podía ver como se movía con su cuerpo, encontró unas botas del mismo color, con una cinta morada colgando de ellas, cubrió su cuerpo con una capa negra que tenia capucha. Al salir de la habitación, pago lo que debía en la recepción y ordeno a uno de los empleados llevar la maleta a su mansión, si necesitaría algo todo estaba en su pequeño bolso de cuero. Compro un fuerte caballo, en donde guardo su pertenencia, que no era muy grande pero había cosas que podría importar, así había comenzado su travesía.

Ya había pasado una hora desde su punto de partida, el caballo que había comprado, era excelente, había llegado antes de lo esperado, lo detuvo con las riendas esperando un punto de referencia, primero debía ubicarse en el espacio y tiempo, el frio de la noche era más de lo que había imaginado, se estremeció por el contacto de un viento helado que pasaba por aquel lugar, podía ver hasta el aliento de su corcel, un blanco y helado aliento. Noto un indicio en una de las ramas de un gran piso, piso el talón al caballo para que se apresurara.

Sus pies pisaron aquella blancura que cubria todo, dejo a su caballo en un árbol, pero antes sujeto su bolso de cuero y unos guantes para proteger sus manos, su bolso se lo puso en el hombro entre cruzado, decidió irse caminando hasta el punto de encuentro, ya todos debían estar ya en aquel lugar, la hora estaba pautada y no pensaba que serian tan idiotas para llegar unos minutos tarde, bueno ella no lo era. Como habia sospechado, habia llegado mas temprano, debían estar por llegar los demás, se quedo en un troco sentada, protegida con su capa negra.

Recordaba la reunión pasada, hubiera querido que todo acabara en esa reunión, pero todos tenían mentalidades diferentes, claro inteligentes pero diferentes, tenía la esperanza de que en esta podrían atar los cabos sueltos. Le interesaba su grupo de “compañeros” eran buenos brujos, estaba interesada en absorber todos sus conocimientos, tenía varios conocidos de su especie, aun así no reconoció ninguno en la reunión anterior eso la decepciono mucho, habría querido invitar a Cassidy pero apenas era una niña y si le sucedía algo su madre de seguro la mataba, ya se imaginaba sin una gota de sangre si le pasaba algo a la jovencita, mejor era quedarse en silencio, quieta, hasta que debiera aportar algo.

Unos ruidos llamaron la atención de la bruja, apenas estaba a unos pasos de la ermita abandonada, la había revisado, pero como no había nadie se había retirado a un lugar mas cálido y sin tanta humedad como aquella, muy pronto tono luz en aquel lugar, se levanto apresurarse a ir hacia el lugar, pero antes recordó buscar a su caballo y dejarlo más cerca, dejo una caminada entre arboles hasta llegar a él, le sujeto de las riendas caminando hacia el lugar de reunir, el animal se molesto por el lugar, pero Ait lo tranquilizo rápidamente dejándolo cerca de la casa.

Toco la puerta de roble, con un extraño miedo de verla caer, cuando sintió que su presencia era ya notable, abrió la puerta dejando que su capucha llena de cristales de hielo se bajara hasta los hombros, entro del todo, sonriendo a los presentes.-Buenos Días- sonrió la joven francesa dedicándole una sonrisa a los presentes. Entro al lugar, notando que eran cuatro personas que estaban en el lugar. Acomodo su capa limpiando un poco la nieve que había caído en ella, el lugar comenzaba a calentarla para su gusto, pues odiaba el frio como no tenían idea.

-Veo que somos cinco en total- dijo sin interés mientras se acomodaba en un rincón con una dulce sonrisa dedicada a los demás.



Última edición por Aitziber D’ Lemoine el Miér Ene 11, 2012 8:13 am, editado 1 vez
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Mensaje por Romilda Hetfield Jue Ene 05, 2012 4:12 pm

El tiempo pasaba bastante lento para la joven bruja. Aún estar a cargo de la cena familiar no conseguía que acelerara el tiempo. Hoy debía preparar la comida, puesto que la señora de la familia que muy amablemente la había hospedado en su hogar desde hacía ya dos años, no se sentía del todo bien como para hacer la tarea. Era comprensible, puesto que era una persona mayor que había trabajado en deberes hogareños toda su vida. Y Romilda no podría negarse a ayudarla esta vez y todas las veces que necesitara su ayuda. A pesar de no poseer un talento culinario asombroso, conseguía preparar comidas buenas y satisfactorias. Esta noche, por el frío, había decidido preparar una sopa en un gran caldero. En el agua hirviente había arrojado verduras cortadas y trozos de carne, reconfortándose de que el vapor caliente le calentaba las manos. Cocinar le recordaba a su madre cuando preparaba brebajes y pociones. Por eso le gustaba. Por eso no le molestaba.

Durante la cena con el matrimonio y sus nietas, la chica se había comportado algo nerviosa, puesto que no quería hacer lo que en un par de horas necesitaría llevar a cabo. Debía irse a escondidas de la casa con el caballo de la familia adoptiva. No había de otra forma, el punto de la reunión quedaba algo lejos de allí. Por eso, el tiempo le pareció eterno mientras todos comían. Al terminar la comida, debió recoger la mesa, lavar y secar la vajilla de todos y guardarla en su lugar. Al rato todos estaban en sus habitaciones, ya metidos en sus camas, por lo que ella tuvo todo mucho más facilitado en su tarea de escaparse en la noche.

Tomó un bolso de tela, para cargarla con algunas verduras y frutas para alimentar a su caballo luego del viaje. Se lo cruzó por el pecho y alumbrándose con una vela fue al pequeño establo donde descansaba el animal. Como a la bruja le gustaba bastante cabalgar, ya estaba amigada con él, por lo tanto no hizo ningún escándalo al verla en la oscuridad. Tomó las riendas del animal, llevándolo a unos cuantos metros de la casa. Al estar lejos, se montó en él y comenzó a galopar. La noche estaba muy fría, y el viaje era bastante largo. Por momentos se detenía para calentarse las manos y darle frutas al animal.

Y entonces, llegó. El lugar daba un aspecto siniestro y deshabitado, lo cual era verdadero. La suciedad de la humedad desprendía un olor desagradable que ya se sentía desde afuera. Ató las riendas del caballo en un árbol cercano y le dejó alimento para un rato. Se quitó el bolso y frotándose las manos caminó hasta la casa. Entró, temiendo haber llegado tarde, pero en verdad estaba bien en horario. Se encontró con que ya había cinco personas presentes, de las cuales no estaba segura de sus nombres.


- Buenas noches a todos.
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Mensaje por Delbaeth E. Formorians Vie Ene 06, 2012 10:47 pm


Curioso, solía mantenerse ajeno a todo aquello que concerniese la vida en sociedad, le asqueaban sinceramente los formalismos de la alta Socialité parisina, desde las mentiras en que se envolvían para esconderse de la inquisición y los prejuicios sociales, hasta los lujos en que alardeaban vivir bajo la estigmatizada frase que el dinero lo podía todo. No, no era así, el dinero no era suficiente para alcanzar el conocimiento, quizás esa fuese la mayor de las riquezas a las que un hombre sabio podía acceder. Pero aquella noche, sus planes comenzaban con una velada en el centro de París, el centro de la hipocresía, en compañía de una gran amiga, que en último momento cambio los planes y envió a aquella jovenzuela.

¿Divertirse? No cree haberlo hecho, más bien fue algo tedioso en su comienzo, ella tan recatada y él tan asqueado por los formalismos. La velada iba mal, muy mal a decir verdad, la mente del joven brujo estaba lejos de la opera y de consentir los caprichos de la mujercita que había manchado su camisa, estaba lejos en aquella ya lejana reunión con otros seres como él, con quienes había adquirido un nuevo desafío, la búsqueda de una antigua ciudadela, que en antaño se conoció como “Ciudad de los Sabios” y que en la actualidad se reducía tan solo a un mito, un mito tan lejano y abstracto que la mente de los humanos comunes y corrientes no eran capaces de comprender el verdadero significado que se escondía tras aquel mito.

Para su fortuna y beneplácito, minutos antes que la función acabase apareció ante sí un viejo espíritu errante que solía seguirle los pasos, se trataba del fantasma de la familia, como su padre le dijo alguna vez quien le informaba sobre todo aquello que fuese del interés de Formorians. Un alma bastante entrometida a ojos del brujo, pero cuya información era certera, aquella noche sería la segunda reunión de aquel grupo, que como él, buscarían información verídica o al menos concreta de la dichosa ciudad ahora reducida a un mito.

Dejo a la dama en su carruaje, con evidente enfado por las niñerías de ella, y se retiro a su residencia, primero que todo quitarse el traje de etiqueta y reemplazarlo por ropajes más cómodos. Pantalón de montar y una camisa ligera, en el interior de su residencia la chimenea era un aislante perfecto para el frio de aquella noche, conde la escarcha cubría las calles y congelaba los alientos. Vestido así se paseo por su residencia, buscando aquel trozo de pergamino con aquella inscripción alquímica, descalzo hasta que finalmente el reloj anuncio las 2 de la madrugada, tenía una hora para llegar al lugar de encuentro. Se puso las botas de montar y una gruesa gabardina, era, como el solía llamarla, su gabardina de excursión, ajada y viejas, que no denotaban su nivel social y menos aun su identidad.

Un revolver en el cinto, unos frascos ocultos entre sus ropas y el pergamino, nada más necesitaba para ir a aquel encuentro, ah sí, una petaca de wisky para el frío traicionero de la noche. Su sombrero, bufanda y guantes, así bordeando los bosques de Paris, evitando ser visto o llamar la atención emprendió la caminata nocturna hasta el este de la ciudad, a la que fuere alguna vez un lugar de culto, una capilla familiar, ahora abandonada al impetuoso tiempo. Un rata cruzo en sendero, lo robo una sonrisa de Delbaeth, en el preciso instante en que ingresaba al lugar, unos pocos ya habían llegado, no podía asegurar que fuesen todos, pues no les reconocía del todo, la penumbra no era la adecuada para ver el rostro de nadie. Solo uno, el hombre que convocaba a la reunión y su acompañante, algo así como su asistente, Anna, quien fuere la primera en venir a verme, o más bien en entregarme una nota en el mercado hace poco menos de un mes.

- Bonsoir, messieurs et dames présents - saludo en perfecto francés cerrando tras de si la puerta medio caer. Sus pisadas firmes, pero no estruendosas le guiaron hasta una antigua viga que podría caer en cualquier momento cerca de lo que fuera una imagen del a Virgen María, rio para sí, al tiempo que encendía un cigarrillo y repasaba con la vista a cada uno de los allí reunidos.

Dos mujeres, una de cabellos rojizos y rasgos fríos, a quien estaba seguro de haberse encontrado antes en el mercado, Romilda , recordaba que se llamaba. La otra de rasgos orientales a quien vio en alguna ocasión en el teatro se apellidaba D’ Lemoine. La tercera mujer era Anna, pero no contabilizo, daba por sentado que estaría allí. Varones dos más aparte de él mismo, el joven que no superaba los veintitantos años y que era la mente tras esta búsqueda, al otro, no logro reconocerle.

Como señal de su impaciencia saco el reloj y vislumbro la hora, ya eran 3 de la madrugada con 5 minutos, odiaba la impuntualidad, pero era algo a lo que trataba de acostumbrarse, guardo el reloj en el interior de su chaqueta, junto al pergamino con símbolos alquímicos y un mapa, que hace más de diez años consiguió en uno de sus largos viajes en búsqueda del sagrado conocimiento de la magia, y así perfeccionar lo que hubiere aprendido de sus padres ya muertos - ¿Cuánto más esperaremos? - inquirió cerrando los ojos un minuto, aquel sitio estaba cargado de almas errantes que intentaban comunicarse con los vivos cuan molesto podía ser aquello para él, en especial a aquellas horas, la hora de los muertos.

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Mensaje por Ankhiara - Cannette Miér Ene 11, 2012 2:40 am

Otra discusión entre ellas, pero esta vez no fue Ankhiara quien la inició, por el contrario la actitud de Cannette resulta ser una sorpresa para la bruja. Azota los libros contra el suelo, tira las veladoras y grita cada vez más fuerte. No puede concentrarse en si misma, no entiende lo que está escrito en los pergaminos pero no es eso lo que preocupa a su hermana. Sí, la niña inocente con la que arribó a Paris ha cambiado en las últimas semanas. Sale por las noches y regresa apestando a veneno ¿En dónde es que se mete? Intenta comprender su silencio pero le es imposible. Cannette siempre ha sido más inteligente que ella y ha bloqueado cualquier contacto con su hermana. No pensó que esto pudiese ocurrir después de un año compartiendo la vida juntas en esa mansión con ese hombre… ¡Pero ha sido él desde un principio! Ankhiara resultó enamorada del Conde Ralph y su hermana jamás aceptó este hecho por la simple naturaleza del hombre. Mientras Ankhiara se revolcaba en la cama con el vampiro Cannette buscaba la forma de romper el lazo que las mantenía unidas a él. Y lo encontró.

-¿Me lo darás o no?- Se escucha la vocecilla de Ankhiara romper el silencio y la distancia que comenzaba a separarlas. Arquea una ceja esperando la respuesta de su hermana, su vista se mantiene en los manuscritos que ella guarda en la mano. Su color amarillento y lo borroso de algunas letras demuestran la antigüedad de las hojas, pero no importaba mucho la edad que tenían si no el contenido. Una antigua leyenda, un viejo mito que nadie se había atrevido a desenterrar hasta que fue ella quien lo encontró abandonado en alguna ciudad perdida.
-¿Para qué lo quieres? Es sólo una estúpida leyenda- Responde la pelirroja.
-No te hagas la idiota Canny, sabes que es todo lo que quiero-
-¿Y el conde?-
-Bien, él ya tiene con quien compartir la vida eterna ¿No? Prefiero el poder- Con una sonrisa tajante en los labios se aproximó hasta su hermana para arrebatar de sus manos los pergaminos.
-Entonces ya no tenemos nada que hacer aquí- La miró suplicante durante unos segundos. Esperaba que ella dijese que sí, poder empacar las maletas y largarse de esa mansión lo antes posible. Pero Ankhiara no le respondió y sólo dio media vuelta para salir por la puerta. Todo cambió desde esa noche, la obsesión de Ankhiara la condujo a un laberinto sin salida del cual no podría escaparse hasta encontrar la respuesta. A su vez, Cannette enfrentó sus demonios cuando fue el conde quien solicitó los servicios de su hermana y esta no se encontraba en la mansión. “Indispuesta” había dicho Cannette, pero el conde no aceptó la excusa barata y fue a ella quien utilizó para saciar su hambre “Como tú lo prefieras, puede ser agradable o no… pero se hará lo que yo ordene” Esas fueron sus palabras y así fue que su bondad se desvaneció.

Kizeth era el mito inscrito en esas hojas y con el paso del tiempo se volvió en la única razón a perseguir de Ankhiara. Tras varias semanas trabajando en lo mismo sin obtener resultados satisfactorios, el demonio le condujo hasta el grupo al que ahora se dirige a toda prisa atravesando los árboles, las ramas, las alimañas escondidas en la maleza y sus espinas. Camina descalza porque nunca le ha gustado usar zapatos, un pedazo de tela cubriendo sus piernas con un nudo en la cintura, una camisa del conde y un abrigo cualesquiera. A su espalda un pequeño bolso que contenía varios frascos etiquetados con diferentes plantas, algunas eran medicinales y de las demás se trataba de venenos. También, allí mismo portaba una pequeña libreta con algunos hechizos escritos con su puño y letra, alrededor de las líneas más marcadas se encontraban finas frases a manera de notas. Por supuesto no podía faltar entre sus menjurjes un muñeco de Vudú por si encuentra alguna ánima errante que atrapar, quién sabe… puede ser de bastante utilidad un objeto como ese.

Sus manos se dedican a apartar de su camino las ramas y cualquier otra cosa que se le atraviese en su camino. El frío le cala en los huesos pero eso no impide que continúe con su trayecto. Puede ver el vapor expiarse de sus labios y escucha a lo lejos el sonido de la noche. El ulular de los búhos, el chiflido de las lechuzas y el estridente chirrido de las ratas. No le teme a la noche, tampoco a quienes se esconde en ella, por eso camina despreocupada si el destino la desea muerta, ocurrirá sin importar lo mucho que se cuide. La obscuridad del bosque no le permite ver más allá de la palma de sus manos y en varias ocasiones se llega a tropezar desparramándose en el suelo, llenando sus ropas de suciedad. Hojas secas encuentran como lugar de hospedaje la enredadera de sus cabellos y adornan su cabeza con crueldad. Tras varios minutos de caminar y perderse en la nada, llegó a las ruinas de su destino.

Valentía no es una palabra que le describa, pero sí lo es la imprudencia que suele confundirse con la primera. Así pues, sin pensarlo o meditarlo antes, salta las piedras que presumen haber formado parte de la belleza del santuario, pero ahora sólo no es más que una estoica pila de nada. Se aventura, doblando el cuerpo donde es necesario, agachando la cabeza y esquivando alimañas. El olor fétido comienza a marearla, se tambalea sobre sus pies, sonríe idiota y se sostiene de un mohoso muro. Se concentra, agudiza lo que puede sus sentidos logrando percibir los murmullos de gente allí reunida ¡Bien, son los suyos! Sigue los murmullos esperando que no fuese demasiado tarde, aparece como alma endemoniada detrás de los reunidos. - Bunã seara – Dice poniéndose completamente cómoda. Se retira el bolso de la espalda y comienza a explorarlo para asegurarse de traer consigo los pergaminos que aún no descifra del todo. No tiene la más mínima idea de lo que quieran decir, pero el hecho de que varias personas estén allí reunidas, significa que no está loca y que muy probablemente la leyenda sea real. - ¿Falta alguien más? – Pregunta con nota impaciente – Esto – Saca las hojas amarillentas y las muestra – es todo lo que pude encontrar y aún no lo entiendo – Frunce el ceño mordiéndose los labios. Estaba nerviosa y los fantasmas que observaba pasear como viles sombras siniestras no le ayudaban a relajarse.
Ankhiara - Cannette
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La instauración de una senda [Kizeth] Empty Re: La instauración de una senda [Kizeth]

Mensaje por Invitado Miér Ene 11, 2012 10:55 pm

"El mito es la parte oculta de cada historia,
la parte sepultada, la región que todavía está sin explorar
porque todavía no hay palabras que nos permitan llegar allí...
El mito se alimenta del silencio tanto como de las palabras"

El olor a humedad aumentaba mientras leía aquel párrafo del papel rasgado que tan solo unos segundos atrás se hubo desprendido de uno de los pergaminos escondidos en la parte secreta de su casa, su casa, un antiguo hotel importante y famoso en el que se atendía a millones de personas y que en su efecto fue abandonado por la locura de un asesino, con el pequeño pedazo de trozo que yacía en su mano parecía ser una entrada a pensar que aquel pergamino tenia algo de distinto, que las construcciones antiguas, traían historia pero mas aun ayuda. Lo observó de forma preocupada por que aquel pequeño pedazo de papel solo señalaba en cuestión un nombre “Kizeth” y un escalofrío que invadió todo su cuerpo invitándola a notar la presencia de espíritus a su alrededor, extrañamente se sintió en un mundo en el que la historia y el mito se unen y unen fuerzas para llegar a un solo lugar, protección.
Dedico su mirada aun mas en aquel pergamino enrollado, barroso, lleno de moho, pequeño, como si en realidad no fuera poseedor de información real si no de algún tipo de broma, aunque bien sabia adda que no podía ser una broma desde el momento en que lo toco, si pudo notar lo rasgado del papel, como si hubiera sido cortado y su mayor parte estuviera lejos de si, ¿será?.

Mademoiselle no puede estar aquí, es peligroso… - se adentra hablando una de sus criadas al notar que una puerta secreta en la habitación de su ama se hallaba entreabierta - ¿Qué será esto? Madame Vinográdova permítame cargar con aquel pedazo de papel, usted podría ensucia…. -la criada intento tomarlo mas no pudo – me, me dolió… al tocar aquel papel enrollado me dolió…- habla su criada, en tono de queja señala retrocediendo, aquella mujer no había podido tomar el pergamino, ni siquiera veía el moho, barro ni las letritas en el pedazo pequeño desprendido de la forma en que Adda lo hacía.

Al salir de aquel escondite, que seguramente visitaría mas a menudo por la cantidad de “papeles” sueltos en aquel lugar, no dudo en pedir el papel a su mas fiel servidor y la pluma para comenzar a escribir.

Anna… encontré este pergamino, lo mande a retratar para usted y pueda verlo junto con este pedazo de papel que apenas tome el pergamino se le vio aquel nombre tan extraño, dos veces me he topado con esta historia, una de cuando era pequeña y mi madre solía contármela de tal forma que creyera que es imposible y la segunda ha sido ahora, con usted…
Pd: ¿recuerda que le mencione que sus historias pueden ser muy fantasiosas y eso no le traerá bienes? Me equivoque… y le creo ¿Qué es lo siguiente?


Grande había sido la sorpresa recibir un mensaje de Anna, observando y releyendo una vez mas asintió concentrada en no perderse palabra, ¿una reunión? Ya habían mantenido una por lo que leía a medida que pasaba las hojas de aquel mensaje que no era menor, no es una broma seguridad y vida si no eterna, lo suficiente para hartarse y decir no mas…
Pero eso no era lo único en lo que podía pensar, estaba su seguridad, la seguridad de sus pares. Cada día les veía siendo asesinados, cada día los herejes y adoradores del ”demonio” eran condenados de forma que hacían hervir la sangre de la mujer que a pesar de ser una condesa no dejaba de pensar que ella podría estar en su lugar, se había fijado la fecha para una reunión, Adda llevaría el pergamino aunque no supiera realmente como abrirlo, en realidad no lo sabia, voces susurraban pero era difícil, casi imposible concentrarse en ellas, sentía demasiadas, mas aun la suya propia golpeando interiormente para ser la única escuchada y realmente así lo era.
Las horas pasaban y el nerviosismo comenzó a aumentar en su cuerpo haciéndole experimentar sensaciones nuevas, difíciles de definir, bien podría llamársele mezcolanza, con nervios, miedo, risa, temor… la hora estaba fijada Anna sabia que Adda iría, pero no seria la primera en llegar, si es complicado para una dama salir a altas horas de la noche, para adda lo era aun mas, siendo condesa no se podía permitir el lujo de salir a la hora que se le ocurriera, caeria en malos pensamientos y no estaba dispuesta a correr ese riesgo, tuvo que esperar mas de lo debido mientras esperaba que la hora y la noche fuera suficiente para cubrirla en su manto de invisibilidad…
-Es hora...- susurró mientras observaba las calles vacías, las luces apagadas, ni un alma fuera de los susurros que oía al tomar aquel pergamino a medida que se preparaba a salir, su criada fiel a sus creencias y en apoyo a su ama ayudo a cubrirla de abrigos, guantes para sus manos frías que a pesar de la chimenea estar encendida y dar calor sus manos, mezcladas con un nudo en su estomago, no recibían con agrado la noticia de lo que sucedería aquella noche.

El camino se hizo largo a medida que su mente intentaba distraerse no consiguiéndolo pero sin darse cuenta que realmente aquellos susurros intentaban ayudarle, ahora su mente se concentraba en algunas preguntas ¿Qué haría al llegar? ¿Entregaría el pergamino así como así? ¿Tendrían que todos abrirlo unánimemente? ¿Qué había en el contenido de aquel pergamino cerrado con magia… nunca estuvo tanto tiempo reunida con un grupo de brujos sin temor a ser descubiertos, y esa era la cuestión, no lo serian, lo supo al llegar a aquel lugar, era impresionante el peso que existía de magia en aquel punto de reunión que al caminar se hacia aun mas pesado, sintió un ligero sentir al escuchar su voz interior controlarse para llevarle al interior donde se podían hallar voces, volteo a mirar, su criada, aun le seguía con el pergamino en su mano y preocupada de cada reaccionar de su ama.

¿Falta alguien más? …. "– una voz impaciente se oía a lo lejos, suave como el terciopelo y a su vez llena de sentimientos… – "Esto" – al asomarse al grupo Adda sin detenerse a saludar o mirar a alguien dirigió su vista hacia el pergamino que la joven desconocida enseñaba, quizás del doble tamaño que del suyo pero con un parecido inigualable, al terminar de escuchar hablar a la joven adda la observo… – "es todo lo que pude encontrar y aún no lo entiendo"– a lo que Adda alzo la voz de forma que pudiera escucharse - creo que esto podría hacerle entender… - su criada le entrego el pergamino con el papel pequeño y depositandolo junto al pergamino que la joven anterior había dejado en mostrario, habló- yo no puedo abrirlo… ahí tenemos dos problemas… - a lo lejos observo a Anna e inclino su rostro en saludo encontrándose luego con la mirada del brujo a su lado para luego alzarla y esperar la opinión de los demás, no por poca experiencia Adda no había podido abrir aquel pergamino, sabia que Anna tampoco ¿quizas si todos juntos...?

La noche seria larga, la comunión... se vería con el tiempo, quien sabe que quizás aquellas dos pistas sean suficientes para unirlos a pesar de las diferencias notorias que veía a medida que sus ojos se depositaban en cada personaje a su alrededor.

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Mensaje por Invitado Sáb Ene 14, 2012 9:37 pm

Llego a su olfato el aroma del invierno, peculiar, no podría describirlo con totalidad, el aroma de la tierra mojada bajo sus pies, sobre esos zapatos rotos que se empeñaba en llevar, mejor aun, se quedo contemplando la nieve que se tambaleaba en la copa de los árboles, como todo cachorrillo curioso, distrayéndose con facilidad del verdadero objetivo de la reunión que se efectuaba en esos momentos, pero para él todo era nuevo, cada aroma, cada susurro y cada gesto que veía en esas personas, metió las manos a los bolsillos de sus pantaloncillos, jugando con sus talones balanceándose de atrás adelante, estaba inquieto, por saber lo que esas personas hacían, pero tampoco podía hablar mucho o estar de preguntón, por esa ocasión sus dudas se disipaban como el vapor que desprendía al abrir los labios. Habían estado caminando pero aun así su curiosidad se la reservaba ese panorama era demasiado sombrío, iba hombro a hombro del brujo, aquel mismo que había conocido en las calles, al cual había tratado con demasiada familiaridad y cariño por este tiempo.

Y en ese lapso lo había visto diferente, enfermo, más pálido, ni siquiera el cachorro sabía como describir lo frágil que eran las personas a su alrededor, incluso se había ofrecido a acompañarle, por una simple razón, se había prometido ‘Cuidar de esa persona’, aunque este le había repetido que no necesitaba, Badou le tenia tal cariño que le acompañaría a donde fuera y daría su vida por él, aunque eso sonase extraño, o a barata promesa de un niñato enamorado. Y ahí estaba, dentro de un misterio, con varias personas que buscaban un fin, que por más que le explicaran, no entendía del todo.

Mientras caminaba se sumergía en el panorama, en el paisaje, en silencio deleitándose con el sonido de los pasos ajenos y a veces de los propios, se había quedado absorto en la mirada de un pajarillo negro, ¿Cuervo?, quien sabe, a veces sus pasos eran más lentos, e intentaba correr entre la nieve, deseaba acercarse a esa persona y abrazarle como antes, encimarse pero ahora eso no era un juego, corrió donde él y aquella mujer que les acompañaba dedicándoles miradas alternas, mientras tanto observaba lo que acontecía a su alrededor, quiso preguntar sin embargo calmaba su cuestionario para después, hizo una mueca al escuchar la voz ajena, al ver a cada persona presentarse a su alrededor, parpadeando para olfatearles y asegurarse de cualquier sentimientos extraño.

Cuando de repente se vio interrumpido por esa mirada azul cielo que le encantaba contemplar de cerca como las aguas de los lagos donde solía reflejarse al intentar tomar un baño, le sonrío como si nunca lo hubiese hecho y sin dudarlo le siguió, se sentó junto a él primero, recargando su cabeza en el hombro del brujo, llevando con temor su mano a espalda del otro, para agarrarle con fuerza, su peculiar aroma le hizo cerrar los ojos por un momento y concentrarse solamente en él, se sentía agradable estar de esa manera, quizá abrazarle por completo cruzaba en su cabeza pero ahora había mucha gente y seguro el otro le retaría para que dejara sus actos ‘infantiles’, entre abrió los labios con titubeo, deshaciendo el nudo de su garganta que le impedía pronunciar palabra alguna – ¿A dónde vamos? – Con un timbre ronco y apenas audible pronuncio esas palabras, abriendo lentamente los parpados y encontrarse con todos, por alguna razón se sentía intimidado.

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Mensaje por Malkea Ruokh Dom Ene 15, 2012 1:25 am

Si la esperanza, en algún momento, había llegado a batallar, de forma efectiva, el avance irremediable de la enfermedad, en la conquista de aquella región que configuraba su pecho, resultaría ser una realidad que el aquitano jamás llegaría a aceptar hasta que dicha ilusión se hubiera convertido en un hecho. Demasiadas veces le habían defraudado, los otros, él mismo y, sobretodo, la vida y su sino en general; permitirse confiar de nuevo en aquellos, exponerse a la decepción, se le asemejaba una inconcebible temeridad y, por lo tanto, no estaba dispuesto a correr dicho riesgo. Sin embargo, no podía evadir los estragos a los que aquel mal que le corroía le exponía. La tos, seca y violenta, y el consiguiente dolor en el pecho eran las principales consecuencias físicas, aparte de aquel desmayo que terminó en el dictamen del doctor que él hubiera rehusado llamar de haber estado despierto. Sin embargo, lo peor para el muchacho era el ser consciente de que su muerte se acercaba irremediablemente y a pasos agigantados. A pesar de haber vivido con ella por largos años, siendo su inseparable compañera desde hacía cuatro, de pronto le aterraba y le producía un irremediablemente desasosiego que le golpeaba precisamente en una de las etapas bajas de su vida, por mucho que luchara por mostrarse fuerte e irreductible para los demás. Sin embargo, lejos de paralizarle, le había lanzado a un irracional y descontrolado desenfreno, le producía un frenesí caótico que, de no ser porque Anna hubiera podido manejarlo, hubiera acabado con su existencia, en una paradoja que le condujese a quitarse la vida antes de que se la arrebatasen. Así, gracias a la checa, esa incoherente actividad se había canalizado en una lucha por su propia supervivencia que mucho tenía de delirio y poco de base ostensible. Lo cierto era que aquel grupo nunca se hubiera formado de no ser por esa catástrofe, ya que a raíz de aquello, Anna había sugerido esa opción con pocas posibilidades de éxito; pese a esas escasas expectativas, él aceptó en su desesperación y en su confianza en la mujer.

En aquellos instantes que precedían a la paulatina llegada de los demás participantes, su brazo rodeó la espalda del rubio para instalarse en su cintura y su cabeza se recostó suavemente sobre la del otro, correspondiendo la aceptación de éste, aunque sus rasgos no transmitieran ternura o cariño, sino más bien un ligero enfado o desconfianza; la realidad era que esas expresiones rara vez le abandonaban. No dijo nada pues, parco en palabras, tampoco tenía nada que decir y abrir la boca en vano le parecía una estupidez y una inepta manera de gastar energías. Pronto, uno a uno, comenzaron a arribar, cuatro mujeres y un varón más; así los ocho miembros de la reunión terminaban de presentarse.

Los demás saludaban, pero él callaba, arisco, semioculto en la penumbra, dejando que fuese Anna la que hablase por ambos, pues continuaba con su política del necesario silencio. Disimuladamente se recreaba con el aroma del cambiaformas, que curiosamente le resultaba almizcleño, pero se negaba fervientemente a exponer sus sentimientos, haciendo que su vista se perdiese en el infinito aún con el entrecejo parcialmente fruncido. Su abstracción sólo se rompió cuando la penúltima en llegar habló, de manera no tan segura como cabría de esperar; lo que llamó su atención fueron los pliegos, viejos por su aspecto, que debió dejar sobre el altar, pues él los perdió de vista desde su posición. La que faltaba, llegó oportunamente en ese preciso instante, presentando un papel semejante pero que, aparentemente, no podía abrir. Aparte de aquel inicio de conversación, una nueva surgió a su lado, callada y tímida, apenas perceptible:


- A ningún lado –
contestó a Badou en un susurro que no estaba pensado para que los demás lo escucharan -; aún no – no era momento para dar explicaciones más largas y concisas; explicar todo aquello llevaría demasiadas palabras y no tenía el tiempo ni la intimidad necesarias.

- Pues tenemos que buscar alguna solución a ellos –
la voz de Anna, algo grave y segura, se extendió dando forma a los pensamientos que seguramente inundaban los intelectos de todos los presentes -. ¿De qué trata el escrito, Ankhiara? ¿Y qué has intentado, Adda? – pronunció las dos preguntas, intentando dar salida al entuerto, al tiempo que se acercaba al monolito de piedra donde reposaban aquellos elementos para observarlo. No era la más alta del lugar, por descontado, más bien era levemente menuda y algo escuálida, pero su presencia era palpable, imponiendo un aura que conminaba a respetar un poderío que, sin duda, poseía; no en vano había confiado en ella el aquitano, y no en vano ella lo había escogido a él, provocando un encuentro en el cementerio judío de Praga, preparación de la que él jamás había tenido constancia. Sus ojos se desviaron a los de Aurélien, conminándole a levantarse y a abandonar al perro para cuando comenzase a hablar. Sin embargo, aunque se pusiera en pie, su mano en la cintura del otro pretendió ser firme, invitando a aquel a acompañarle, aunque no forzándole y, por lo tanto, no tan fuerte el abrazo como para obligarle -. Nosotros sabemos dónde podemos encontrar información, pero no tenemos aún lo que se necesita.

- Es un manuscrito –
continuó el muchacho, cuyos rasgos quedaron acentuados por la tintineante luz que proyectaban las llamas de las velas -. Se encuentra en Montluçon, Auvernia, en la residencia del Conde de Polignac – expuso, sin hacer mención que él había vivido varios años en el lugar y por eso tenía constancia de su localización. Había olvidado por completo aquel ”cuento para niños”, como él lo había menospreciado en su momento, y sólo lo había recordado cierta noche tras una de las pesadillas que frecuentemente le acosaban -. Yo sé su localización allí, pero parece ser que está protegido. Iría yo solo, pero alguien debe distraer al Conde – y alguien que no fuese él, obviamente. El motivo de aquello era, precisamente, que le reconocería, y no podía permitirse el lujo de ser apresado por el padre de aquel a quien asesinó. Sí, aquel noble era el progenitor de Étienne y aquella la casa de la que había huido tras despertar del trance en el que había acabado con la vida del auverno. El pasado parecía reacio a querer abandonarle, pero, a esas alturas, él no se dejaba amedrentar. Después de aquellas palabras, se reclinó hacia atrás. Difícilmente podría aportar algo nuevo a los demás asuntos, pues Anna era más ducha que él en esos temas y prefería abrazar su frecuente forma de actuar, más prudente y medida.
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Mensaje por Aitziber D’ Lemoine Lun Ene 16, 2012 8:25 pm

Las personas había terminado de llegar, la bruja comenzaba a agitarse por el silencio que sentenciaba el lugar, después de ella había llegado una joven de cabellos rojizos que saludo educadamente para guardar también silencio, giro su cuerpo para apoyarlo en una de las mugrientas paredes del lugar muy pronto había llegado un joven que pregunto lo que ya en unos minutos la bruja estaba pensado, pero prefería quedarse calladita, no sabía porque, pero su silencio era sagrado para ella, después sus ojos se encontraron con un integrante mas, otra pelirroja muy interesante, pues parecía ya nerviosa por estar en aquel lugar. Aitziber sonrió acercándose más al círculo que comenzaba a hacerse, miro de reojo las hojas amarillentas que había traído la joven recién llegada, la verdad que ella había investigado también y lo poco que había encontrado no le satisfacía ni para contarlo. Sus ojos se posaron a la joven que comenzaba a hablar, sonrió inspeccionando con la mirada aquel pergamino que tenía en la mano-Tal vez sirva…- murmuro acercándose un poco más curiosa-pero algo no cuadra- murmuro para sí misma.

Y así había comenzado la reunión, con incógnitas más que con repuestas, pero todo se decidiría en ese lugar, la voz de el joven que parecía algo alejado retumbo en el lugar, se veía que era un brujo poderoso y nada peculiar, eso le gusto y cuando comenzó a hablar le atrajo sus palabras y en lo que formulaba. Aitziber sonrió, el frio del lugar se había ido, se sentía más libre, caliente entre sus ropajes chocolates y así que más libre de hablar, aclaro su garganta mientras se quedaba detenidamente pensativa, eligiendo las palabras para aportar algo útil.

-Hagamos una obra de Teatro- sugirió divertida-Eso es lo que necesitamos…- acaricio sus manos cubiertas por los guantes-Usted no puede ser visto, así que no participara, pero estoy seguro que es el más adecuado para conseguir lo que necesitamos, aun así no puede ir solo, - inquirió haciendo una leve seña con su mano-así que al menos uno debe acompañarlo mientras los otros distraen al Conde- se quedo pensativa mirando el pergamino que estaba presente en ese lugar-Ahora… el pergamino… puede que todos podamos lograr abrirlo, pero conociendo ese tipo de cosas, puede que… no se…solamente se pueda abrir con un encantamiento especial – sugirió –o también por un ritual… tantas posibilidades, aunque estoy segura que la respuesta la encontraremos en la mansión-sonrió a los presentes, la verdad es que todos se veían más mayores que ella pero tranquilamente manejaba las palabras y se movía con tranquilidad entre ellos.

Debía formular algo más, si llegaban así como si nada, el conde podría sospechar de algo, debía ser discreto y algo simple pero eficaz, tal vez aprovechar alguna fiesta o cena, tal vez invitación especial que el conde diera a alguno de los presentes, pero el problema era que podría durar mucho tiempo. No solo ellos estaban nerviosos o agitados, los fantasmas que estaban cerca dejaban saber que andaban agitados, tal vez no habían visto tantos brujos en un mismo lugar o simplemente deseaban mostrarse, captar la atención, pero en ese momento ella no les prestaba atención, aunque pensándolo bien podrían ser de gran ayuda, ellos salían y entraban de donde quisieran, podrían ayudar en su misión, pero solamente se daría después de que todos quedaran de acuerdo con algo, quería mover a la gente, sentir movimiento, discusiones, todos aquellos sentimientos que un ser humano podría mostrar en casos así, por suerte comenzaba el movimiento, si no lo hacia se volvería loca.

El sonido de la naturaleza era tan hermoso que se perdía por momentos en aquella sublime orquesta, los animales aun deberían dormir en aquellas horas cuando se habían reunido ¿Cuándo faltaba para el amanecer? ¿Cuándo faltaba para que la vida volviera a nacer? ¿Cuánto faltaba para obtener una repuesta a todas las preguntas planteadas?

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Mensaje por Romilda Hetfield Mar Ene 17, 2012 12:42 pm

El lugar frío y poco acogedor, ya no estaba vacío. Ni siquiera lo había estado cuando la muchacha había llegado, pero ahora el espacio estaba completo, todos habían llegado para reunirse y exponer sus investigaciones. Romilda, quien no supo por dónde y cómo buscar, puesto que vivir con aquella familia tutora la cual no sabía nada de su verdad como bruja, le impedía relacionarse con su secreto y comenzar la búsqueda o al menos tener algo con lo cual poder ayudar. Sin embargo, luego de ver esos conflictos respecto al pergamino, su mente se activó y recordó épocas en donde sus hermanos mayores habían estado muy inmersos en el estudio de la brujería, puesto que a diferencia de Romilda y su hermana, no habían adquirido los poderes naturales.
Ellos limpiaban el polvo de los viejos libros pertenecientes a generaciones de brujos, y estudiaban todo el tiempo. Porque les encantaba, se sentían fascinados por las cosas que podían crear a partir de la hechicería, realizando pociones y brebajes. Y muchas veces sentaban a su hermana más pequeña sobre sus piernas y le leían. Le transmitieron el encanto por ese mundo, y así aprendió muchas cosas. Pero lo importante ahora era lo que había recordado. Tal vez no era el caso de aquel pergamino, pero lo importante era saberlo.

- Para lograr abrir un pergamino de este tipo, es necesario ir al lugar donde se creó. - habló de pronto, sin contenerse, no quería olvidar lo que había traído desde su preconciente, ya que su mente había brillado repentinamente y le había traído un recuerdo del pasado, uno muy importante. - No ha sido el lugar donde lo hallaron, puesto que no se abrió allí tampoco. - calló al terminar, haciendo una pausa puesto que recordaba algo más. Sí, otra posibilidad, otra forma de abrir algo cerrado, otro dato que sus hermanos le habían revelado en sus horas de estudio de viejos libros sucios. - O quien posea un linaje de sangre cercano al autor de dicho escrito, es quien tenga más posibilidades de abrirlo. Propongo que todos lo intentemos. - sugirió ella, pero supo que si no lo decía, alguien más lo haría, porque era lo más razonable.

Puso su mirada en el pergamino, y miró al resto, pensando que tal vez alguno de ellos podría ser quien abriría ese documento y sabrían lo que escondía en su interior. Podría ser cualquiera de allí, o tal vez no era ninguno. No eran muchos y por supuesto que no eran todos los brujos existentes. Pero no podrían ir brujo por brujo que no perteneciera a ese círculo cerrado y secreto. Romilda, de curiosidad inmensa, no aguantaba la espera, pero se mantenía quieta y en silencio, disimulando su naturaleza.
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Mensaje por Delbaeth E. Formorians Dom Ene 22, 2012 8:36 pm

Poco a poco los convocados comenzaron a llegar, no eran más de diez personas en aquel lugar, siete para ser exactos, en su mayoría mujeres, brujos y aprendices de aquel antiguo arte. Delbaeth les observaba en silencio, su misión allí comenzó como una simple curiosidad ante la invitación de Anna, pero cuando comprendió de que se trataba su interés cambio radicalmente. Desde niño sus padres le hablaron de magia, le inculcaron lo necesario para que se uniese al consejo de los Minoicos, al que se incorporo un año antes que sus padres fuesen asesinados por inquisición, don dieciséis años, se manejaba con destreza en la magia y se empapo de todo el conocimiento posible en Agharta.

Casi trece años al servicio de aquella avanzada civilización, le habían enseñado que los cuentos infantiles no eran más que un modo sutil de ocultar la verdad, pues los adultos no eran capaces de ver la simpleza de las cosas y se negaban a creer en la magia. Eso ocurrió con ciudades como Atlántida, Agharta y la misma fortaleza de Kizeth, todas pérdidas en la memoria colectiva de los hombres, pero tan latente en los conocimientos de los más sabios brujos que cada cierto tiempo alguien se alzaba en su búsqueda.

Por fortuna la renombrada Atlántida opaco por siglos la existencia de otra gran civilización, aquella que se ocultaba bajo tierra donde la memoria de los hombres no llegaba. Pero eso no significaba que estuviese a salvo de la ambición humana, la idílica ciudad de sobrenaturales era considerada por muchos un trofeo de guerra, para otros una leyenda. Para mí, una realidad latente que debía proteger de inescrupulosos, de aquellos que pudiesen caer en la tentación del poder, la magia y el conocimiento, no son ni buenos ni malos, todo depende el fin que se les dé. Ahora, estaba ante un grupo de desconocidos, que intentaban llegar a una de las mayores fortalezas de magia, Kizeth, considerada en las leyendas una ciudad hermana de la bien custodiada Agharta. Ahora mi curiosidad era un deber, pues era en aquella fortaleza de sabios magos donde se encontraba el libro de los atlantes, escrito por el mismo Sanat Kumara y que escondía en un lenguaje cifrado y antiguo, memorias de los orígenes de la ciudad de los sobrenaturales.

Las mujeres eran diestras o al menos tenían buenos contactos, una había conseguido un pergamino sellado con magia milenaria, un secreto de sangre que solo el verdadero linaje puede abrir, aquel lo consiguió la mujer que hace unas semanas intentase contactar al minoico, y otra de ellas de actitud muy peculiar entregaba un mensaje cifrado el que, si las suposiciones de Formorians eran ciertas estaban en un lenguaje perdido, un lenguaje que él mismo aprendiese con dificultad en una de sus tantas temporadas en las bibliotecas subterráneas.

Del primer pergamino, era casi seguro nadie allí conseguiría abrirlo, al menos que realmente una de ellas fuese descendiente del linaje de su creador, lo que era improbable según los cálculos del silencioso mago. Aunque sentía cierta reticencia a que cualquiera pisase la Fortaleza de Kizeth, algo en el interior de él, y el constante rondar de espíritus que le entregaban el mismo mensaje, entendía que aquel que llegase a la mitológica fortaleza, sería digno de ello, pues su sabiduría sería la apropiada. Así que tras largos minutos de silencio entre las sombras, se incorporo y dio tres o cuatro pasos firmes hasta llegar al monolito donde reposaban ambos pergaminos

- Con vuestro permiso- se limito a decir mientras tomaba el mensaje cifrado, dejando sobre la mesa el pergamino que el mismo portaba, prestando evidente atención a los bordes rasgados de cada uno, el tenía la otra mitad del primero - Mademoiselle Ankhiara, ¿A quién le arrebato él pergamino?- Poca sutileza en las palabras masculinas, pero él sabía bien que no eran métodos legales los que se utilizaban en estos casos, menos aun si el propietario original del pergamino muriese siglos atrás en un intento de defenderlo de ojos ambiciosos. Si, aquello se conto un viejo mago en norte de Rusia y le entrego a Delbaeth lo que quedaba del manuscrito, confiando en que estaría en buenas manos.

- Está escrito en al menso tres lenguas, y el que usted trajo está incompleto, he aquí la otra mitad- unió ambas piezas con ojo crítico, sin esforzarse en alzar la vista para ver a los presentes - Si se fijan bien, hay runas celtas de los Tuatha Dé Danann, pocos conocen este lenguaje, solo los antiguos druidas en su mayoría muertos sin entregar su legado- explico como quien dictase cátedra de aquello, bueno en su momento él fue aprendiz y debió aprender aquello - Pero entre medio, podréis ver símbolos alquímicos- prosiguió con su examen clínico de la caligrafía y los fonemas - También puedo ver un tercer idioma, algo arcaico y rudimentario, supongo que perteneciente a los escitas… Será algo difícil de descifrar, pero con los conocimientos de todos, y algo de ayuda extra podremos sacar algo en limpio- Culmino para luego enfocarse al pergamino sellado.

Curioso lo miro, analizando sus detalles con las palabras de la joven de cabellos rojos rondando, él lugar donde fuese creado o el linaje de su creador, sería bastante difícil que el azar les hubiere puesto a un descendiente entre ellos o los llevase al lugar de creación - Mmm Mademoiselle Romilda, puede que tengas razón, pero… mm nada perdemos con intentar- se contuvo, ya había hablado demasiado sobre el manuscrito, no deseaba despertar sospechas o enfrentarse a preguntas curiosas.

- ¿Voluntarios?- Inquirió mirando a los presentes, buscando en los ojos de cada uno el vestigio, aquel rastro de magia que solo los ancestros dejan en sus herederos. Si estaban allí algún merito debían de tener, no bastaba con esconderse de la inquisición, sino sentir la magia corriendo por sus venas. -Ya sabemos que Mademoiselle Vinográdova no puede, pero alguno de los presentes será hijo de brujos ¿No?-insistió omitiendo su propio linaje, a veces era mejor hacerse el desentido.

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La instauración de una senda [Kizeth] Empty Re: La instauración de una senda [Kizeth]

Mensaje por Ankhiara - Cannette Miér Feb 01, 2012 8:45 pm

La reunión había dado comienzo y cada uno de los presentes mostraba ciertos conocimientos que ella no poseía, sin embargo, eso no significó en lo absoluto que fuese una novata adentrándose a un mundo desconocido. Es cierto que las apariencias engañan y que mejor que una mirada inocente ataviada por la sonrisa infantil de una mujer como lo es la pelirroja… Su fragilidad aparente es la máscara perfecta para ocultar la devastación que sólo ella podía ocasionar. Es bastante mencionar que podría sacrificar a su hermana a cambio de lo que más desea y es por ello que se encontraba dentro de esas ruinas. Escuchó con delicada atención a los presentes, en algunas ocasiones sonrió descaradamente ante lo que decían. No había nada nuevo a excepción de la ubicación del otro pergamino. La idea que la joven con mirada felina y cabellos acentuados por el fuego como los propios, no es una desfachatez, a decir verdad podría funcionar si se le muestra al Conde la obra perfecta. No obstante, no pueden arriesgarse todos a presentarse en el escenario y dejar participar a dos personas en la acción, seria bastante peligroso en caso de ser descubiertos. Pero es sólo una idea y entre tanto individuo participando por un bien común, seguro saldría algo mucho más premeditado que la estructura de un plan.

Con una sonrisa altanera, calma su nerviosismo al ser brutalmente cuestionada por uno de ellos. ¿A quién le importa de dónde sacó el pergamino? No irían tras sus cabezas si es a lo que se refería aquel hombre, pero no importa la poca cortesía con la que fue tratada. Es evidente que no a todos se les da eso de la educación, además ¿Quién es ella realmente para juzgar? Desvía la mirada hasta él negando con la cabeza. No se expresó de la forma adecuada, tal parece que han malinterpretado su incomprensión para con el pergamino. Aspira profundamente, permitiendo que el hedor a humedad le calara en los pulmones, olvidando las voces que murmuran cerca de ella cosas atroces sobre cadáveres y venganza. –Runas celtas, lo sé, así como también conozco que el idioma ha fallecido junto a los grandes Druidas, pero no es imposible de descifrar… además no son los símbolos los que me preocupan- Su sonrisa se extiende. Ella conoce a los Celtas, porque desciende de ellos, su abuela, su abuelo… es de ellos de quienes heredó la magia y durante siglos habían estado ocultando el legado de su familia hasta que la catástrofe les atropelló. Aún así, Ankhiara y Cannette encontraron la respuesta a muchas de sus dudas, precisamente en Irlanda, cuna de los antiguos Celtas en donde la magia no es sólo un pasatiempo para la vida, si no que es la vida. –Es una magia muy antigua y bastante poderosa, que no cualquiera puede retener en la palma de su mano. Estos pergaminos no nos dirán en dónde se encuentra, son tan sólo simples pistas de un gigantesco rompecabezas. Estoy segura que esto- Señala los pergaminos que encajan a la perfección –no es otra cosa que un enigma, un acertijo…-

Toma ambas piezas y las junta delante de sus ojos, sí… Las letras se entrelazan para formar oraciones poco comunes dentro de un lenguaje conocido. Algunas podrían no tener coherencia alguna, pero la magia no comprende una lógica aparente. –Sí, he estudiado estos pergaminos desde que los encontramos y no… No se los arrebaté a nadie- Fulmina con la mirada al hombre que le había acusado minutos atrás. Estar allí no significa que puede confiar plenamente en ellos, es por eso que guarda celosamente el más preciado de sus secretos –En las ruinas de un complejo de tumbas. “Uaimh na Greine”- Frunce el ceño memorizando algo que había olvidado con el paso del tiempo –La cueva del sol… Si no me equivoco- Por supuesto que no lo hacía, pero continuaría con la jugada hasta que fuese necesario –Este sitio era el hogar de los hijos de Dana- Mira fijamente al hombre nuevamente –Tú sabes lo que significa- Dice con toda seguridad, si tenía el conocimiento suficiente para asegurar lo que había dicho anteriormente, entonces al menos sabía un poco de ello. –No creo que intentándolo todos se pueda abrir ese pergamino, si fue sellado como lo han dicho, sólo la misma sangre podría hacerlo… Así que, ¿de dónde o a quién le pertenecía ese papelito?- Cuestiona a la rubia, dejando de lado la epifanía que tuvo para con la cultura Celta.
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