Noche Azul de Gitana {Stelle Genovesse}

por **Antonio Velázquez** Miér Ene 04, 2012 4:23 pm

Desde que llegue a Paris, el único lugar donde me he encontrado con comodidad absoluta es en este sitio. Los colores, las fiestas la música del pandero y los ritmos misteriosos de cada criatura son como un veneno que intoxica y me hace sentir vivo un momento, para luego recordarme que existo entre los dos planos. Una criatura que sólo es humano en el exterior y por adentro habita un lobo hambriento por matar, justo como ya lo he hecho.

No me arrepiento de ser lo que soy, amo ser un licántropo, facilita mi trabajo, eliminando aquellos que han condenado a la especie que ahora perteneces. También le hago un favor a las demás, un vampiro no se detendría al ver un inquisidor, pero a ellos el día los detiene, a mí sólo la luna.

Sacudiendo mis pantalones negros y acomodando mi chaqueta del mismo color, lo único blanco en mi es mi camisa, me levanto para ir hacia la fogata, la noche invernal a enfría mis dedos, pero no detiene los bailes de los gitanos que celebran alrededor del fuego. Algunos ya están acostumbrados a ver un extranjero como yo, otros no.

Mi espada, en su funda falsa que hace parecerle planos, descansa en el tronco donde estaba sentado. La mayor parte de los aquí presentes, ignoran que acabo de asesinar con lo que habita en ese estuche falso. Que lo que aparenta ser planos, es en realidad un arma capaz de partir a la mitad cualquier criatura y que su filo, según mi maestro, es mágico.

A veces creo que mi arma es mágica, nunca pierde su fuerza por más que mato, como si se alimentara de las almas que acaba ¿Ser yo acaso? A falta de alma, tal vez, consumo la de aquellos que arrebato de este mundo terrenal. No hay por qué arrepentirse, es el trabajo que elegí, por lo que vivo.

Al regresar a mi a mi lugar, puedo escuchar con suavidad el rasgue de unas cuerdas de guitarra. Suaves, armónicas, parecen tocar una canción distinta a las de estas fiestas. Su tono me recuerda a mis viajes a Grecia, cuando llegue a las ruines de aquel templo en sima de un pequeño monte, creo que la ciudad se hacía llamar Atenas, no recuerdo el nombre del lugar. Pero si que la música de guitarra se escuchaba así.

Atraído por el sonido busco por el campamento de donde vendrá, con tantos ruidos en un solo lugar, incluso para mi es difícil enfocarse.

-¿Qué estoy haciendo?-me digo de repente.

Lo cierto es que no tengo por que seguir ese sonido, no necesito la compañía de la persona que lo lee, sólo a mi espada.

Me quedo detenido dándole la espalda a la fogata y a las mujeres y hombres danzando en ellas. Suspiro y trato de darme la vuelta de regreso, pero la verdad es que no puedo

por **Sarah DeWitt** Vie Ene 06, 2012 11:25 am

Mi vida se había tornado monótona y aburrida desde ya hace mucho, razón por la cual ya no me emocionaba levantarme cada mañana, sabía que era lo que haría durante el día. Fue entonces cuando decidí romper la rutina y salir a respirar aire fresco, escuché que por la noche los demás gitanos tenían preparada una fogata y unos cuantos bailes característicos ya del lugar. No lo pensé dos veces, me vestí, peiné y maquillé un poco. Era extraño pensar que en un campamento gitano los mismos gitanos no se relacionaran tan bien como se cree, por lo menos yo no.

El lugar se había llenado de música y del bullicio de las personas, incluso de olores, comida y uno que otro perfume caro perteneciente a los humanos de clase alta que vagaban por aquí experimentando el diario vivir de los gitanos, había caras conocidas y desconocidas obviamente, aunque no se distinguía con claridad debido al gentío que allí se encontraba. Avancé entre la multitud y me dirigí a la fogata, hombres y mujeres bailaban a su alrededor, siempre me había gustado bailar, hasta lo tomé como oficio en el circo, pero mis movimientos no encajaban con los de las personas que se encontraban en el lugar ahora.

Yo me movía a un compás más lento, a lo lejos escuche la suave melodía de una guitarra, seguramente el autor de la música tocaba para sí mismo ya que era apenas audible. Sonreí, ahora ya sabía a dónde dirigirme, sin embargo no pude localizar al misterioso guitarrista por ninguna parte. Derrotada me encaminé de nuevo hacia la fogata, seguramente allí estaría más animado y quizá podría bailar un poco, claro, a mi estilo.

Al llegar a dicho lugar se encontraba lleno de espectadores, busque un lugar entre los gitanos que bailaban esperando no desentonar con su baile. Comencé lentamente a mover la cadera, cerré los ojos y me concentré en la música, estaba relajada, en mi propio lugar feliz.

Llevaba puesta una falda violeta que llegaba hasta poco bajo de la rodilla, de donde colgaban pequeñas medallitas de plata (Esa falda es lo más caro que poseía). Una blusa rosa que dejaba ver mis hombros y mi cuello iba adornado de un pequeño medallón de oro que había heredado de mi padre al nacer. Típicas prendas de una gitana. Abrí los ojos y contemplé con curiosidad mí alrededor, seguía la misma cantidad de gente, incluso más. Pude distinguir también un hombre con una larga funda a sus espaldas, por alguna razón llamó toda mi atención de inmediato, me recordó a mí misma hace un rato, él se veía confundido pero a la vez tranquilo, en calma. Sostuve con discreción la mirada en el sujeto esperando que no me atrapara viéndolo mientras seguía moviéndome al ritmo de la música.

por **Antonio Velázquez** Miér Ene 18, 2012 9:06 am

Me quedo parado, pensando en mi dirección. Puedo alejarme del lugar y enfrentarme a algunos cazadores, inquisidores o seguir mi camino, irme de esta ciudad y volver a vivir entre los bosques. Últimamente sólo he podido vivir para matar. En algún punto me perdí en la oscuridad, sólo existo para matar a aquellos que merecen morir, esos que deben de caer bajo el filo de mi espada y sufrir.

Un aroma entra en mi olfato, de esos que no se pueden evitar, como si este me acariciara la mejilla y mi susurrara que busque su dulce origen.
Entre los gitanos bailarines, se ha unido una joven. De unos ojos azules que enamoran y falda que se mueve al ritmo de su propia música, diferenciado del de los demás.

Cruzo mi mirada con la de ella por un segundo. He escuchado que la mayoría de los gitanos lo son por escapar de su pasado, porque nunca tuvieron un hogar o simple y sencillamente, nunca quisieron tenerlo. Ladrones y estafadores, videntes y oportunistas. Muchos de las palabras que escucho cuando se refieren a ellos.
Todos tienen su propia historia y de repente me siento envuelto en ellas.

Me acerco a los bailarines, tratando de que mi mirada n ose clave demasiado en la joven. No creo en el destino y menos en algo que me ate a alguien, la única manera que conozco de vivir es la de estar solo.
¿Entonces que tiene esta muchacha? No puedo evitar mirarle, como si necesitara de ello.

-Parece que no puedo evitar mirarte-habla como si le hablara a ella, pero de seguro no me escucha entre el canto y la música.

Sus movimientos, tampoco ayudan a que se concentre en el alrededor, como si el sonido la envolviera. La música de mi tierra solía tener ese efecto en mí y en mi pueblo. Otro parecido entre nosotros y los gitanos.

¿Por qué no puedo dejar de mirarla?

por **Sarah DeWitt** Sáb Ene 21, 2012 10:27 pm

Y sucedió lo que estaba evitando, nuestros ojos se encontraron en una fracción de segundo. Aparté la mirada tratando de concentrarme un poco más en mis movimientos. Desde que tengo memoria había amado bailar, era lo más hermoso que tenía en mi vida, lo que llenaba al hacerlo. Así me mantuve unos segundos, inmersa completamente en mis pensamientos y en lo que sentía cuando me movía. Unos minutos después abrí de nuevo los ojos y busque con la mirada a aquel hombre de nuevo, pero ya no se encontraba en el mismo lugar donde lo había visto anteriormente.

Mis ojos recorrieron los rostros de todas las personas de mi alrededor, hasta que encontraron uno familiar, por supuesto que se trataba de él. Ahora se encontraba mucho más cerca, me puse un poco nerviosa, no tenía idea del por qué ya que yo me encontraba acostumbrada a que las personas me observaran, era algo a lo que tenía que enfrentarme a diario, y no me importaba.

Traté de concentrarme en otra cosa, pero la presencia de ese extraño me intrigaba y era como si mis ojos fueran un magneto hacia la dirección donde se encontraba él. Vi de nuevo su vestimenta casi completamente negra a excepción de la camisa que era blanca. Llevaba algo extraño en su espalda, era largo y gris, no lograba distinguir que era.

Me detuve en seco y me quede paralizada. Estaba pensando acercarme a él, pero con que pretexto? No había nada que me ayudara a crear una excusa para hablarme y saciarme de la duda cuando lo veía. Que era lo que tenía que me llamaba tanto la atención? Lo voltee a ver y de nuevo nuestras miradas se encontraron. Era definitivo. Tenía que hacer algo para poder acercarme o sería mejor regresar a mi campamento, ir a dormir y olvidarme de todo lo que había sucedido hoy…?

No lo creo, si esto está sucediendo debe de tener una explicación, tal vez no con lógica, pero la debe de tener. Pensé en toparme con él “ Por accidente “ era lo único que se me ocurría y tenía que actuar rápido. Avance los pocos metros que nos separaban y de repente algo salió mal, el medallón que llevaba puesto se resbaló de mi cuello y cayó al suelo, justo sobre el zapato de aquel hombre. Me agaché inmediatamente, recogí el collar y me sonroje (Algo que me molestaba que sucediera.) , me puse de pié. Lo siento Monsieur… Bajé la mirada un poco avergonzada.

por **Antonio Velázquez** Miér Feb 01, 2012 12:36 pm

No debería de estar aquí, no soy un ser social y menos cuando tengo que hablar de mi, no es fácil contar que soy un mercenario, un asesino que tiene sus manos y su espada manchadas en sangre de cazadores y de seres de villanía absoluta, que no les interesa hacer otra cosa que no sea matar a inocentes, pero no soy tan diferentes, esos cazadores e inquisidores con los que acabo, tienen familias, hijos, esposas y yo los dejo huérfanos y viudas. No me hace sentir bien cuando pienso en eso, por eso evito pensarlo.

Doy un paso hacia atrás, con la intención completa de darme la vuelta y retirarme, de nuevo a la oscuridad del bosque a desaparecerme del lugar y no tener que enfrentarme a la muchacha que se ha acercado a mi bailando. Esto es cómico, nunca pensé estar huyendo de una mujer. Siempre creí que escaparía cuando el Papa Borgia me tendría sometido sin espada y fuerzas, creo que es el único ser que considero suficientemente fuerte para acabar con un lobo, pues tiene un ejército de su lado.

Todo pasa rápido, las vueltas el baile y la caída, puedo ver el reflejo del fuego en un medallón y este caer en mi zapato, antes que yo pudiera recogerlo, la joven lo toma y me mira de cerca por fin.

Una hermosa gitana. Es lo único que puedo llegar a pensar cuando la tengo frente a mí, no es algo que pasa comúnmente. Siempre miro con seriedad, ignoro la belleza del sexo femenino, a menos que mi lujuria animal me domine con alguna mujer de burdel, el cual procuro no frecuentar demasiado, no es bueno un licántropo ardiendo.

-No tienes de que preocuparte- se lo digo en mi francés que se nota no ser mi primera lengua.

Pronto noto que tampoco es de ella, pues aunque delicado, puede notarse un acento distinto en trasfondo.

Alrededor, como si la música se hubiera detenido, parece transcurrir en cámara lenta, con el fuego chispeando suavemente en los leños y las figuras volviéndose de luz alrededor de él. Los aplausos y los ánimos parecer ser sordos ante el suceso del encuentro de la gitana y el lobo.

Trato de ver el objeto que cayó hace unos momentos, pero ella lo sostiene entre sus dedos. Comúnmente los gitanos llevan consigo ropa que han robado de la gente, pero las joyas son raras, la mayoría de las veces son objetos de su pasado, así como el collar que yo llevo oculto bajo la camisa.

-Estas muy lejos de tu casa ¿Verdad?-le digo con un poco de seriedad, procurando mantener el semblante de siempre, aunque es difícil ante esos ojos.

por **Sarah DeWitt** Lun Feb 06, 2012 9:58 pm

Sentí como un leve rubor apareció de repente en mis mejillas, odiaba DETESTABA que eso me sucediera, era como tener todos mis pensamientos y sentimientos escritos en mi frente expuestos a todo el que me veía. Su pronunciación del Francés no era propia del idioma, escucharlo en cierta parte me recordaba a mí. Cuando acababa de llegar a París a penas si podía decir correctamente “Bonjour!” mi lengua materna no era nada parecía al Francés, me tomé unos segundos para pensar y recordar la manera correcta de hablarle a un hombre, la mayoría de mis conocidos eran chicas, mis compañeras gitanas. Como dije, no estaba acostumbrada a hablar con hombres y no sabía como comportarme. Pero por lo menos él no se había molestado, lo dijo. De igual manera, lo siento.

No sé si es buena o mala costumbre pero toda mi vida había acostumbrado que al hablarle a las personas lo hacía viéndolas a los ojos, pero por lo que veía a él le incomodaba y en este caso también a mí, así que parte la mirada lo más disimuladamente que pude.

Afirme lentamente con la cabeza a lo que él me dijo. Lo estaba, además de eso me encontraba sola en el mundo, bueno, prácticamente sola, estoy segura que mi madre, mi padre y mis hermanos me dan por muerta y ni siquiera se preocupan por buscarme. Extrañaba Grecia, mucho, París no era nada parecido a aquel hermoso lugar donde yo había nacido. Pero de igual manera no me arrepentía de haber huido, ahora era libre y ‘literalmente’ feliz.Lo estoy. Dije con un hilo de voz, mis palabras no se distinguieron entre duda o afirmación.

Luego no sabía que hacer... Si quedarme allí de pie o irme de una vez por todas. Finalmente me decidí por esperar a escuchar lo que decía el hombre aunque me pareció buena idea presentarme, 25 segundos de valentía pensé. Mi nombre es Stelle Genovesse, me encantaría saber su nombre Monsieur. Para mi desgracia, siempre fui alguien extremadamente curiosa. Mientras esperaba su respuesta estire mi collar y trate de ponerlo en mi cuello de nuevo, tarea que me pareció imposible a menos de tener un espejo a mis espaldas. Me dí por vencida fácilmente y volví a encerrarlo en el puño de mi mano.

Observe nuestro alrededor, la vida de las demás personas continuaba normalmente, era como si nosotros solo fuéramos una gota de agua en un inmenso mar. Y en verdad así era.

por **Antonio Velázquez** Jue Feb 23, 2012 12:09 pm

Debo de admitir que con el paso del tiempo, he llegado a pensar, que las gitanas son mi debilidad, me encontrado con ellas muchas veces, algunas las he llamado mis amantes. Nunca superaron a mi esposa, nunca me preocupe por ellas, algunas las deje morir ante los ataques de los demás. Nunca tuve corazón para defender a aquellos que lo merecían y aun no lo tengo.

-Mi nombre es Makoto

Le digo recuperando mi semblante, ese que llevo con seriedad y firmeza, tratando de ocultar ese pensamiento de las gitanas. Lo ultimo que necesito es inmiscuirme con alguna mujer en medio de esta fiesta.

La guitarra que escuche hace unos minutos se ha silenciado, de seguro el músico se canso de que le quitaran la atención aquellos que bailan.
Busco la guitarra por su aroma, hasta que un anciano, de unos 60años, camina a mi lado, con la guitarra en su mano, hasta depositarla cerca de mí, recargada en la pared de una de las viviendas de los gitanos.

-Tal vez podrías haber elegido otra forma de escapar que estar entre aquellos que siempre están escapando ¿No lo crees?

Le digo mientras mi mirada pasa de sus bellos ojos a la guitarra, que ya estoy pensando en tomar.
Mi atención esta entre la chica y el instrumento, separándome de las miradas curiosas que hay de la gente.

Los gitanos están acostumbrados a mi presencia, pero yo no convivo mucho con ellos, es la primera vez que me ven hablar por tanto tiempo con una chica como ella.

-Debes de seguir tu baile de seguro ¿No es así?

Se escapa un tono de tristeza entre mis palabras, mientras le sonrío y me dirijo a la guitarra. Le dedico una sonrisa mientras le doy la espalda. Desaparezco del escenario, con el hormigueo y deseo de que la joven me siga.

off: Perdon por tardar!

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