AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
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En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
“—¿Qué estás haciendo?
—Estoy quemándome a mí mismo.
—¿Quemándote a ti mismo?, ¿por qué?, ¿por qué lo haces?
—Practico para el infierno.
—¿Por qué estás tan seguro de que irás al infierno?
—A causa de lo que hice. Debido a lo que voy a hacer...”
—Estoy quemándome a mí mismo.
—¿Quemándote a ti mismo?, ¿por qué?, ¿por qué lo haces?
—Practico para el infierno.
—¿Por qué estás tan seguro de que irás al infierno?
—A causa de lo que hice. Debido a lo que voy a hacer...”
Era una noche jodidamente fría, igual que la anterior y la anterior y la anterior a esa, y la anterior a la anterior, pero Callum apenas tiritaba, apenas se notaba que el frío le calaba hasta los huesos y la razón era simplemente que aquellas bajas temperaturas siempre habían sido de su agrado. Era cierto que no recordaba haber sido testigo de temperaturas como aquellas, parecían tan drásticas, o quizás se debía al hecho de haber permanecido encerrado durante cuatro años, privado de vivir a la intemperie. Pero estaba a gusto de ese modo, sabía que lo peor que podría pasarle era morir de hipotermia y ciertamente, morir no encabezaba su lista de grandes temores, algo casi imposible para alguien que ha intentado suicidarse en varias ocasiones. Y el frío de aquella magnitud le hacía sentir como si estuviese en un gran congelador, como si los demás estuvieran ahí dentro con él, como si se tratara de simples cadáveres intentando ser conservados hasta el momento en que decidieran hacer algo con sus restos. Tal vez así era, tal vez todos aquellos seres humanos que caminaban de aquí a allá por las calles de esa ciudad ya estaban muertos y tal vez simplemente era que no se habían dado cuenta. La idea le encantó a Callum, ese tipo de ideas relacionadas con la muerte lograban fascinarlo, probablemente a cualquiera le parecería horrible que pensara cosas como esas, pero para él eran tan normales, tan cotidianas, tan...de él.
Caminaba con ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón y la vista clavada al frente, parecía como si estuviese muy atento a todas las cosas a su alrededor, como si intentase memorizarlas, pero la verdad es que poca era la atención que les ponía, su mente estaba dispersa, hundida en la nada misma, copulando con esas constantes ideas tontas y algunas terribles que siempre, siempre le pasaban por la cabeza. Sus pies estaban desnudos y la razón era que le encantaba estar descalzo, le hacia sentir libre y él amaba esa sensación, pero sus pies sufrían las consecuencias y podía verse a simple vista al notar como se herían con cada paso que daba, cada vez que las pequeñas rocas que había en su trayecto se le incrustaban, rasgándole la piel, enrojeciéndola. Callum parecía no inmutarse de aquel dolor que sus pies proveían, parecía tan absorto, tan ajeno a ello, tanto que resultaba tétrico continuar su camino; cualquiera que le mirase comprobaría esa teoría de que definitivamente tenía toda la intención de coger una hipotermia, tal vez era su nuevo intento de suicidio, uno más agradable que todos los anteriores, por cierto…
Pero entonces escuchó.
Un llanto, uno fuerte, uno que de hecho resultaría conmovedor para cualquiera que escuchase. Se detuvo por algún momento, ladeando su cabeza en la búsqueda de agudizar su oído y supo que iba en dirección correcta. Siguió caminando con la intención de llegar hasta su destino, hasta que estuvo en medio de un montón de escombros, esos que él mismo había provocado al iniciar el incedio que había consumido el hospital psiquiátrico en donde había permanecido esos largos años. El asesino regresaba al lugar de los hechos y no sentía culpa alguna de presenciar el sitio que había sido el último para muchos de los que habían muerto en el siniestro. Se irguió con cautela y al girar su rostro pudo darse cuenta de la chica que yacía a tan sólo unos cuantos metros de distancia. Probablemente la joven no le había visto ni le había escuchado acercarse, tal vez en parte porque la noche era buena alidada para pasar desapercibido, tal como lo hacían los gatos.
Callum la observó doblegarse de aquel modo mientras lloraba, parecía tan triste, tan desesperada, tan…encantadora. Los cabellos castaños le cubrían el rostro, hecho que no le permitía conocer la cara de la mujer, pero una cosa sí sabía: era una desconocida y ya de base eso significaba que era su enemiga, tendría que hacerle daño antes de que ella se lo hiciera a él, tendría que ser cruel antes de que ella lo fuese con él, tendría que ser el el victimario y no la víctima, así era como funcionaba su mecanismo de defensa. Decidió dejar a la vista su crueldad, esa que ya formaba parte de él, se acercó lo suficiente para que ella lograra escucharle y verle.
— Yo ya me habría suicidado. — Dijo de manera automática y sin pensárselo mucho, como si aquello que le decía (o proponía) a la chica fuese lo más normal del mundo. Desvío la mirada de ella y la dirigió una vez más al frente, casi ignorando la presencia de la joven. Nuevamente dejó destilar un poco de veneno. — Sería preferible matarme antes de terminar lloriqueando y convertirme en alguien tan débil como tú. — Su voz era tan firme y gélida como el frío de la noche y la brisa húmeda azotaba los cabellos de ambos jóvenes, como si de látigos se tratase. Volvió a girar su cabeza para observarle y ver su reacción cuando le preguntara aquello. — Pero eres tan débil que ni siquiera eso te atreves a hacer, ¿cierto? ¿Quieres que te haga el favor?, puedo matarte en este instante si lo deseas, tengo una navaja de afeitar en mi bolsillo. — Le mantuvo la mirada y el semblante en su rostro era totalmente inexpresivo, no había culpa o tristeza o miedo o alegría, no había nada.
— La verdad es que no suelo hacerle favores a nadie, no suelo ser compasivo, pero tú me das lástima. Puedo matarte sin problemas, sólo tendría que colocar la hoja de la navaja en tu cuello y ejercer presión hasta rebanarla. Morirías casi al instante, luego de desangrarte por completo, claro. Además, resultaría tan poético ver estos escombros cubiertos de rojo y a su vez ver tu cuerpo cubierto de cenizas, seguramente tu cadáver se vería hermoso a la luz de la luna. — Finalizó con una media sonrisa, una que le hacía ver todavía más tétrico. En definitiva, Callum Norringthon daba miedo. Ni siquiera daba importancia al ver como la chica seguía sollozando, de hecho, estaba disfrutándolo…
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 07/12/2011
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
Yo, como el archidemonio,
llevaba un infierno en mis entrañas;
y, no encontrando a nadie que me comprendiera,
quería arrancar los árboles, sembrar el caos
y la destrucción a mi alrededor,
y sentarme después a disfrutar de los destrozos.
- Mary Shelley
llevaba un infierno en mis entrañas;
y, no encontrando a nadie que me comprendiera,
quería arrancar los árboles, sembrar el caos
y la destrucción a mi alrededor,
y sentarme después a disfrutar de los destrozos.
- Mary Shelley
La infancia que había tenido la joven los primeros 10 años de su vida había sido totalmente tranquila. Con una madre platicaba con ella por horas, donde el padre llegaba con dinero, comida, dando un abrazo cálido a sus hijos, y una beso lleno de amor a su esposa. Una de las tantas noches en donde se reunían para leerles un cuento antes de dormir, toco la historia en donde un rey, ¿O no era un rey? Recuerdos de ese tiempo se han perdido con el tiempo, por eso no puedo contarte con exactitud. Era un rey que todo lo que tocaba se convertía en oro. Aquella historia se había quedado en la memoria de la castaña, tanto que incluso ella se sentía ese rey, pero no, no convertía todo en oro, al contrario, todo lo que estaba a su alrededor se desmoronaba, personas, situaciones, incluso ella misma sabía como destruirse, pero en ocasiones existen fuerzas más grandes que te mantienen con vida, que te dan esperanza para poder seguir en pie, y no arrancarte la vida. ¿Muerte? Es algo que ella no puede temer, es con algo que ha vivido por siempre, el ángel de la muerte diariamente la abraza, incluso se ha vuelto su amigo, la seduce pero suele ser más fuerte, incluso suele contarle que se sienta la vida sabiendo que en un paso en falso puede llevarla con él. Es todo raro, pero Levana ha aprendido a vivir con ello. Pocas personas eran las que entendían su condición. Un ultraje, golpes, voces, temores, escondites, incluso muertes. Era su manera de poder seguir adelante. Recordando cosas que había pasado, temiendo por lo que pudiera venir, imaginando que podría ser peor en su vida, pero lo peor ya había pasado ¿O no?
Una niña pequeña, quizás tendría unos 9 años, fue la que hizo que la castaña no se sintiera sola por primera vez en su vida, la niña padecía problemas de depresión grabe, algo totalmente raro para su edad, según los doctores decían que demonios la seguían, el mismo papa la había ido a visitar, sin embargo la bruja sabia la verdad, la muerte misma se lo había dicho, la pequeña no tenía nada, simplemente tenía miedo de volver a casa, de volver a ser golpeada, a los niños le salen bien las actuaciones por eso le creía lo mal que estaba. La pequeña siempre traía una muñeca, bastante bien cuidada, con los cabellos iguales a los de la bruja, la muñeca que se encontraba a su lado, en los escombros, sin cabello, sin ojos, solo con la ropita rota, y bastante empolvada. ¿Se abría muerto en el incendio? "Todo lo que tocas se pudre Levana". La primera voz de la noche se asomaba para hacer más difícil la situación. Llevó una de sus manos a su cabeza frotando su sien con cuidado - Cállate - Indicó de manera firme mientras su voz se perdía en el eco de los escombros. "Busca Levana, busca entre los escombros, quizás encuentres las cenizas de su cuerpo quemado" Otra voz, con un tono burlo apareció "Cómete sus cenizas Levana, hazla parte de ti". La ultima de las voces que había conocido hasta le fecha se hizo presente, dejando una sensación de terror en el pecho de la chica, sintiendo como poco a poco le costaba trabajo comenzar a respirar con tranquilidad.
De un momento a otro, las manos de la chica comenzaron a lanzar pedazos de block de manera desesperada contra las paredes, no descansaría hasta encontrar a la pequeña, pero sabía que cuerpos habían quedado debajo de todo, lo sabia porque las autoridades no habían hecho nada, y también por que el olor a putrefacción reinaba en aquel lugar. Poco fue lo que duró moviendo pedazos de pared cuando la carita de la pequeña se asomaba sin vida. El golpe del olor hizo que se dejara caer de sentón en el piso. Las tres voces al mismo tiempo soltaron una carcajada demoniaca en su cabeza, la joven esta vez dio pequeños golpes contra su cabeza, suplicando que el silencio reinara su interior. Pero eso no era posible, Levana había olvidado como era llorar hasta ese día, las lagrimas comenzaron a limpiar su rostro empolvado. Sus sollozos eran fuertes, nadie podría escucharla, o bueno al menos eso creía hasta que lo vio, a él, al demonio mismo haber destruido la vida de tantos inocentes dentro de aquel lugar. Levana escuchó sus palabras con suma atención. Se limpió el rostro con las mangas de su vestido antes de ponerse de pie - Fuiste tu… ¿Y regresas aquí como si nada? - La rabia inundó el cuerpo de la bruja, por primera vez quiso utilizar sus habilidades para lastimar a alguien, así como este la había lastimado. - No necesito la lastima de alguien que siente lastima por si mismo - Espetó con rabia, sin embargo el miedo de tener frente a ella al causante de tan horrible desastre se notaba, primero que nada por la manera en que su voz había salido, temblorosa, débil, casi agonizante, y también por los pasos que había dado hacía atrás, por ultimo su postura, como preparada para querer salir corriendo si algo malo pasaba.
¿Ayudarla a morir? Cosa más absurda, él mismo la había ayudado a salir, bueno si se puede decir ayudar antes de quemar todo. - ¿No dejaste salir a nadie más? - Preguntó con un aire esperanzador, quizás su desesperación o alucinaciones habían hecho que viera a la pequeña en alguien más, pero la esperanza aunque moría a lo ultimo, para ella nunca había existido. - No necesito a nadie para morir, puedo hacerlo sola… ¿Quieres ver? Préstame esa navaja y podrás deleitarte al verme morir - Levana no bromeaba en esas cosas, incluso le parecían graciosas, ¿a donde iría si moría? No podría terminar muchos ciclos, necesitaba poner fin a sus miedos antes de llevarlos a su muerte. Con una fuerza que ni ella misma sabia de donde había sacado, dio pasos hacía enfrente - Dámela, puedo hacerlo sola, tu lastima sale sobrando, ¿por qué no intentas matarte? Le harías el favor a muchos - Muchos, se refería con vivos y muertos. Muertos se refería a aquellas almas que habían muerto en el incendio y quien sabe, quizás habían más que había ocasionado antes. Vivos, aquellas próximas personas que podían toparse en su camino. Levana no quería morir aun, necesita aprender a confiar en las personas, había tanto que quería hacer por ejemplo, aprender a esquiar en la nieve, algo tonto pero que sin duda la llenaba de curiosidad, salir de la burbuja de refugios, poder sentirse alguien normal, pero si era su momento de morir no dejaría que "él" lo hiciera, prefería darse dolor propio, arrancarse la respiración sola, y así poder haber hecho algo bueno por ella misma. Poco había el tiempo en que ambas miradas de habían cruzado, ella no podía permitir que el mirara sus ojos, que descifrara su alma por medio de ellos, un alma rota, marchita, podrida.
Una niña pequeña, quizás tendría unos 9 años, fue la que hizo que la castaña no se sintiera sola por primera vez en su vida, la niña padecía problemas de depresión grabe, algo totalmente raro para su edad, según los doctores decían que demonios la seguían, el mismo papa la había ido a visitar, sin embargo la bruja sabia la verdad, la muerte misma se lo había dicho, la pequeña no tenía nada, simplemente tenía miedo de volver a casa, de volver a ser golpeada, a los niños le salen bien las actuaciones por eso le creía lo mal que estaba. La pequeña siempre traía una muñeca, bastante bien cuidada, con los cabellos iguales a los de la bruja, la muñeca que se encontraba a su lado, en los escombros, sin cabello, sin ojos, solo con la ropita rota, y bastante empolvada. ¿Se abría muerto en el incendio? "Todo lo que tocas se pudre Levana". La primera voz de la noche se asomaba para hacer más difícil la situación. Llevó una de sus manos a su cabeza frotando su sien con cuidado - Cállate - Indicó de manera firme mientras su voz se perdía en el eco de los escombros. "Busca Levana, busca entre los escombros, quizás encuentres las cenizas de su cuerpo quemado" Otra voz, con un tono burlo apareció "Cómete sus cenizas Levana, hazla parte de ti". La ultima de las voces que había conocido hasta le fecha se hizo presente, dejando una sensación de terror en el pecho de la chica, sintiendo como poco a poco le costaba trabajo comenzar a respirar con tranquilidad.
De un momento a otro, las manos de la chica comenzaron a lanzar pedazos de block de manera desesperada contra las paredes, no descansaría hasta encontrar a la pequeña, pero sabía que cuerpos habían quedado debajo de todo, lo sabia porque las autoridades no habían hecho nada, y también por que el olor a putrefacción reinaba en aquel lugar. Poco fue lo que duró moviendo pedazos de pared cuando la carita de la pequeña se asomaba sin vida. El golpe del olor hizo que se dejara caer de sentón en el piso. Las tres voces al mismo tiempo soltaron una carcajada demoniaca en su cabeza, la joven esta vez dio pequeños golpes contra su cabeza, suplicando que el silencio reinara su interior. Pero eso no era posible, Levana había olvidado como era llorar hasta ese día, las lagrimas comenzaron a limpiar su rostro empolvado. Sus sollozos eran fuertes, nadie podría escucharla, o bueno al menos eso creía hasta que lo vio, a él, al demonio mismo haber destruido la vida de tantos inocentes dentro de aquel lugar. Levana escuchó sus palabras con suma atención. Se limpió el rostro con las mangas de su vestido antes de ponerse de pie - Fuiste tu… ¿Y regresas aquí como si nada? - La rabia inundó el cuerpo de la bruja, por primera vez quiso utilizar sus habilidades para lastimar a alguien, así como este la había lastimado. - No necesito la lastima de alguien que siente lastima por si mismo - Espetó con rabia, sin embargo el miedo de tener frente a ella al causante de tan horrible desastre se notaba, primero que nada por la manera en que su voz había salido, temblorosa, débil, casi agonizante, y también por los pasos que había dado hacía atrás, por ultimo su postura, como preparada para querer salir corriendo si algo malo pasaba.
¿Ayudarla a morir? Cosa más absurda, él mismo la había ayudado a salir, bueno si se puede decir ayudar antes de quemar todo. - ¿No dejaste salir a nadie más? - Preguntó con un aire esperanzador, quizás su desesperación o alucinaciones habían hecho que viera a la pequeña en alguien más, pero la esperanza aunque moría a lo ultimo, para ella nunca había existido. - No necesito a nadie para morir, puedo hacerlo sola… ¿Quieres ver? Préstame esa navaja y podrás deleitarte al verme morir - Levana no bromeaba en esas cosas, incluso le parecían graciosas, ¿a donde iría si moría? No podría terminar muchos ciclos, necesitaba poner fin a sus miedos antes de llevarlos a su muerte. Con una fuerza que ni ella misma sabia de donde había sacado, dio pasos hacía enfrente - Dámela, puedo hacerlo sola, tu lastima sale sobrando, ¿por qué no intentas matarte? Le harías el favor a muchos - Muchos, se refería con vivos y muertos. Muertos se refería a aquellas almas que habían muerto en el incendio y quien sabe, quizás habían más que había ocasionado antes. Vivos, aquellas próximas personas que podían toparse en su camino. Levana no quería morir aun, necesita aprender a confiar en las personas, había tanto que quería hacer por ejemplo, aprender a esquiar en la nieve, algo tonto pero que sin duda la llenaba de curiosidad, salir de la burbuja de refugios, poder sentirse alguien normal, pero si era su momento de morir no dejaría que "él" lo hiciera, prefería darse dolor propio, arrancarse la respiración sola, y así poder haber hecho algo bueno por ella misma. Poco había el tiempo en que ambas miradas de habían cruzado, ella no podía permitir que el mirara sus ojos, que descifrara su alma por medio de ellos, un alma rota, marchita, podrida.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
[...] pero le pasó lo que a mí, se separó, fue demasiado lejos en la soledad
y supo -tuvo que saber- que de allí no se vuelve.
-Alejandra Pizarnik.
y supo -tuvo que saber- que de allí no se vuelve.
-Alejandra Pizarnik.
La reconoció y cuando lo hizo sonrío. Ladeó la cabeza y la estudió, tal y como había hecho en el hospital durante su encierro. Durante su estancia en ese deplorable lugar la comunicación o convivencia con los demás internos había sido casi nula, la mayoría de ellos había permanecido encerrados en sus habitaciones, entre ellos Callum; pero había episodios en los que se apiadaban un poco de los enfermos y los dejaban tomar un poco de aire en las jardineras, en los patios que la mayoría de las veces estaban desiertos y que se llenaban de personas cuando los “locos” salían a despejarse. Justo allí es donde Callum había visto a Levana, siempre sentada en una banca, apartada del resto, con la cabeza gacha y los cabellos revueltos sobre el rostro o bien viendo al cielo, pero siempre ausente y perdida en sus pensamientos, mismos que en ocasiones eran naturales y en otras inducidos por los medicamentos que los doctores usaban para mantenerlos drogados y tranquilos. Levana había llamado su atención y eso era extraño, Callum jamás se interesaba en nadie, para él toda la gente a su alrededor eran montones de masas grises y amorfas, carentes de voz o de pensamientos propios; así era como se empeñaba en verlos, cada uno sin personalidad alguna y por ende, poco interesantes, al menos para él. Pero ella era distinta, de alguna u otra manera se había visto en sus ojos, usándolos como espejo, reconociendo una pequeña parte de sí mismo en ellos. Y eso sí que era extraño…todo en él lo era.
Supo que ella también lo había reconocido, pero no sintió vergüenza o culpa por ello, de que estuviese acusándolo abiertamente de la muerte de las personas que habían perecido en el supuesto accidente. ¿Era un asesino?, nunca se lo había planteado de ese modo, Callum siempre había sido poco reflexivo, al menos en sus acciones, él siempre había actuado bajo impulsos, espontáneamente y después de sus actos era que les daba un significado o justificación, pero eso no garantizaba que lo que él dijera respecto a estos fuese algo coherente o aceptable. Y justo ahora se veía como el salvador de todas esas personas, las había castigado y liberado, ambas cosas a la vez.
— Sientes lástima por todos los que murieron, ¿no es así? Lo veo en tu cara de mosca muerta. — Desvió sus ojos castaños y los enfocó esta vez en el montón de escombros que se abrían paso ante él, los contempló con aparente orgullo, estando conciente de que todo ese destraste era su creación. — Me alegro de que estén muertos. — Musitó, con la mirada completamente fija en un punto en el cual desde su posición suponía que era donde había estado la habitación que había sido la suya durante cuatro largos años. Recordó los rostros de esos enfermeros y médicos a los que tanto había detestado durante ese tiempo, que le habían hecho la vida imposible y que se habían dedicado solamente a dañarlo y a intentar encontrar la manera de deshacerse de él en cuanto tuvieran la oportunidad. Así era la realidad de Callum, su versión de las cosas, una claramente errónea y paranoica; así era su enfermedad. Se los imaginó a todos muertos y achicharrados, hechos cenizas. Cuando reaccionó volvió a mirar a Levana. — No seas idiota, ellos sienten lástima de nosotros, seguimos vivos, en este mundo de porquería. — Su rostro se deformó en un gesto de completo asco, tan obvio que incluso arrugó la nariz como si repentinamente el lugar hubiese desprendido un olor putrefacto y desagradable, más de lo que ya naturalmente olía. Jaló saliva con fuerza y la acumuló en su garganta, luego la arrojó, escupiéndola allí, justo ante sus pies. Luego de eso su semblante tranquilo regresó.
Volvió a mirar a la joven y se dirigió hasta donde ella estaba con pasos lentos, la escuchó con atención decir todo lo que había dicho, mismas cosas que a sus oídos eran sólo tonterías y más de la misma mierda que ya estaba incluso acostumbrado a escuchar, mismas cosas que lo aburrían. Se interesó sólo cuando esta terminó la última frase y sus ojos inexpresivos analizaron a la joven una vez más, una de sus cejas se elevó un poco cuando Levana le pidió la navaja. No la creía capaz, pero sin duda sería interesante ver si hablaba en serio.
— ¿Crees que le tengo miedo a la muerte? – En su voz podía distinguirse un poco de ironía y hasta recriminación. Levantó uno de sus brazos, el cual giró dejando a la vista de Levana los varios cortes que había en su muñeca. Cualquiera que los viera se daría cuenta de lo que significaban, no era necesario dar una idiota explicación a lo que era completamente obvio. — Sorpresa. Ya lo he intentado. – Anunció mientras contemplaba los cortes que él mismo se había hecho, acariciando uno de ellos con la yema de los dedos de su otra mano, como si cada cicatriz tuviese vida propia y una historia que contar. Sonrío. — Alguien no me quiere muerto todavía, por eso no morí. Lo intenté tres veces, ¿qué crees que significa eso? — Preguntó a la joven volviendo a mirarla, pero no esperó por una respuesta. — Creo que tengo una misión, ¿quieres saber de que se trata? — En sus ojos apareció un brillo peculiar que bien podía ser catalogado como… ¿entusiasmo? Era ese mismo brillo que aparecía cada vez que estaba por decir una mentira, más mentiras. Mentir era su pan de cada día.
Se dejó caer de rodillas sobre los escombros, con el rostro tétricamente entusiasmado y en espera de ver lo mismo en el de ella, tal vez un poco de asombro, un poco de duda y de ganas de que él le contara su secreto. Pero no ocurrió. La chica continuó mirándole sin inmutarse ni un poco de lo que él acababa de decirle, como si fuera sorda, aunque la verdad es que había escuchado todo muy bien, se le notaba en la cara de angustia que había puesto ante aquellas palabras. Callum echó la cabeza hacia atrás, con un gesto que denotaba que estaba un poco desilusionado y resignado a que no obtendría lo que deseaba ver en ella y si no lo obtenía, entonces optaría por otra cosa. Su rostro volvió a adoptar un gesto de desprecio, se puso de pie y empezó a andar entre los escombros, pateando pedazos de concreto, provocando un ruido que hacia eco en el lugar convertido en ruinas.
— ¿Qué demonios te importa quién más logró salir? — Preguntó con voz ligeramente rabiosa, retomando el tema anterior. — A ellos nunca les importó tenerte encerrada como a un maldito perro rabioso, dándote de comer esa mierda asquerosa y completamente repugnante, llamándote enferma, puta loca. ¿Eso eres?, ¿una puta loca?, ¿te gustaba que te llamaran así?, ¿eh?, ¡responde! — Le exigió, pero en realidad no buscaba oír una respuesta, a Callum no le importaba lo que la gente tenía para decir. — Así era como te llamaban, lo recuerdo. Siempre me pregunté a cuantos te cogiste para que te llamaran de ese modo. “La puta loca”. — Citó dejando escapar una risa burlona. — ¿De verdad eres una puta?, ¿a cuántos te tiraste? — Se acercó a ella, demasiado, regalándole una mirada retadora. — ¿te gustó?, ¿lo harías también conmigo? — La llenaba de preguntas y propuestas indecorosas, pero la verdad es que poco significado tenían para él, su único fin era hacerla sentir incómoda, molestarla, JODERLA. Dejó escapar una risa al ver la cara de espanto que aparecía en el rostro de la muchacha. Cambió de tema.
— Estoy seguro que piensas que te dejé salir esa noche para salvar tu vida. — Su mano derecha se movió, hundiéndose en uno de los bolsillos de su pantalón y cuando volvió a estar a la vista, traía consigo lo que había asegurado que tenía: la navaja de afeitar. El metal estaba frío al tacto a causa de las bajas temperaturas. — No te equivoques, tu vida ya está maldita, como la mía, como la del resto. No te salvé la vida, simplemente te he dado la posibilidad de tener una más digna, de decidir como morir. Y veo que ya has tomado la decisión. — Alzó la navaja ante ella y se la ofreció.
— Adelante, estoy ansioso. — Nuevamente la retaba.
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
Aquel rostro se movió con suavidad para contemplar aquellos pedazos de pared, podía ver el negro que permanecía en los escombros a causa del fuego que había destrozado el lugar. Ni siquiera la lluvia de días atrás, había sido capaz de borrar aquel mal recuerdo. Sus manos presionaron con fuerza su cabeza. las voces no dejaban de reír juntas dentro de su cabeza, era como una canción tenebrosa, de esas que se tocan en los funerales. De pronto, no escuchó la voz del joven, solo era ella, sus voces y una sombra negra con algo parecido a unas ¿alas? lo entendía a la perfección, lo único que podía reinar en ese lugar era dolor, pena, angustia, caos, muerte, pero nada de tranquilidad. Las lagrimas habían parado por un largo momento. Su cuerpo estaba tan cómodo, incluso sin importar como los escombros se clavaban en sus piernas que no quería hacer el mínimo esfuerzo de moverse. Ladeo el rostro, la sombra negra se movió por el cuarto, su mirada siguió aquella silueta que se posó detrás del rubio, después de unos segundos lo abrazó, dejando ver como todo se volvía humo negro que entraba en el cuerpo del chico. ¿Que era eso? Una llamada de atención, ya no habría ángel de la muerte en las sombras que siguiera su camino para molestarla, ahora el pequeño que estaba frente a ella, representaba su nueva maldición, una que podía causar dolor a su cuerpo, uno que podía tocar y saber que sus pesadillas se habían vuelto realidad. Los ojos del rubio se habían vuelto negros de un momento a otros. El cuerpo de Levana se hecho hacía atrás llevando sus manos hacía enfrente como intentando impedir poder ver más la figura que tenía enfrente. Se podía notar lo desesperada que estaba, pues sus manos temblaban. Odiaba mucho el hecho de hacer su debilidad siempre tan evidente, de no poder disimular lo frágil que era, pero a pesar de la tristeza que tenía, seguía sumida en esa tranquilidad insana, ya que no se encontraba con el hombre más bueno o cuerdo del planeta. Eso hasta el más distraído podía percibirlo.
Levana soltó un sollozo bastante perturbador. ¿Puta loca? Nadie podría llamarla de esa manera, nadie después de lo que había pasado. Volteó a ver su cuerpo con atención, solo por un pequeño momento pues sus ojos se cerraron de golpe, sus recuerdos aparecieron como si de nueva cuenta estuviera viviendo aquella noche. Tan pequeña, tan débil. Un par de manos tocaron sus hombros con fuerza, presionando con el pulgar para dejarle dolor. El siguiente par de manos, tomaban sus brazos, otros sus piernas, una cachetada sonora la hizo perder por un momento la razón, y su cuerpo ya se encontraba desnudo contra el frío suelo, aquellos hombres tocaban con fuerza su cuerpo, le dolía, a ella le dolían los roces de las pieles, y entonces sin decir más aquel hombre entro con fuerza en su ser, arrancando un grito agudo de sus labios. Suplicas, lagrimas, gritos, todo lo que podía salir de su cuerpo para ser rescatada era articulado con fuerza, sin embargo todo era inútil, cuando por fin saciaron aquellos hombres de uno a uno su sed de ella, golpes fueron propinados a su cuerpo, ni siquiera era capaz de respirar tranquila. ¿Cómo llegó a casa? Nunca lo supo en realidad, solo el ardor de las hiervas al ser curada la hacía reaccionar de sus largas jordanas de sueño.
Sus ojos se abrieron de golpe. - No me digas así - Susurró volteando a ver a todos lados, sintiendo como la imagen de enfrente se distorsionaba a cada instante. Su cabeza se movía y con fuerza se frenaba volteando a ver a su acompañante. Dio un manotazo fuerte para arrebatarle la navaja que tenía en la mano, la apretó con fuerza en su palma haciendo que pronto la sangre escurriera, y cayera al suelo. Las gotas resonaban con fuerza debido al lugar, se hacían más presentes gracias al eco - !Cállate, tu no sabes nada de mi! - Alzó la voz con desesperación. De la nada se giro de costado, su mano ensangrentada mancho su cara al volver a hacer presión - Dile que se calle, dile que se calle - Le imploró a aquella voz intentando hacer que cerrará la boca de Callum por un momento, pero eso no pasaba. De pronto su respiración volvió a la normalidad, se giró a verlo con una sonrisa mordaz en los labios, pero algo había de diferente, los ojos de Levana no mostraban ese brillo aterrador que siempre tenía, ahora su mirada era opaca, triste, incluso endemoniada, era su cuerpo pero ¿en realidad era su alma la que estaba dirigiendo?
En un abrir y cerrar de ojos la joven choco sus manos contra el pecho del intruso, hizo que su cuerpo golpeara contra la pared, se podía ver la rabia en su rostro. Clavo sus uñas e incluso la navaja al sostenerla en el brazo derecho del muchacho, lo azoto varias veces. ¿De donde había sacado tanta fuerza? No lo sabía, quizás la adrenalina mezclada con el enojo, el dolor del recuerdo, la tristeza por aquella muerte, todo era una mezcla perfecta para hacer que ella reaccionara de una manera distinta a la que era. Uno de los pasos que había dado hizo que su pierna se doblara, se dio cuenta que estaba por caer y jaló con ella al joven de tal manera que ambos chocaron de costado en el suelo, pero muchos golpes ya había sufrido en su vida, uno más no podría detenerla, por eso rápidamente se levantó, una de sus piernas atravesó el cuerpo del joven por encima, ambas rodillas raspaban el piso, ¿el vestido? No importaba mucho el realidad, ¿quería ver lo puta que podía ser? Entonces bienvenido sea. Una de sus manos golpeó con fuerza el rostro del joven, la otra aun con la navaja en mano le hizo un corte en su mejilla no tan profundo como hubiese querido. Nada le importaba en ese momento, los golpes se hicieron continuos, unos tras otro - No sabes nada de mi, no sabes nada, no te atrevas a dirigirte a mi - Grito con fuerza, sin dejar de golpearlo, las manos de Callum comenzaron a interponerse, pero a ella no le importaba, seguía dolida por sus palabras, pero la rabia no podía seguir todo el tiempo, y las lagrimas comenzaron a salir de nuevo por su rostro, nublando su vista. Levana ya no podía respirar, el arranque de adrenalina se le había ido del cuerpo. - No me vuelvas a decir así - Suplico sin poder dejar de llorar. - Ellos fueron, yo no hice nada - Dejó el último golpe en el brazo de chico.
Se sostuvo de sus manos, claro de manera forzada pues el enojo de Callum se veía claramente debió al arranque que ella había tenido. Se bajo de él, gateando por el lugar, esperando a que no le hiciera nada, se quedo en medio de unos escombros que se sostenían apenas, jalando sus piernas y abrazándose, dejando caer por fin la navaja. Contempló sus manos, estaban ensangrentadas, llenas de rasguños, de cortabas, de moretones. Ella odiaba a las personas, por ese tipo de cosas, era muy fácil juzgar o repetir lo que dicen las malas lenguas antes de averiguar, arrepentida estaba de haberse despegado aquella tarde de su caballo, no era una persona, pero al menos ese animal no la juzgaba y siempre la protegía. Volteó a ver al chico, sus ojos aun estaban bañados en lagrimas, las voces se habían callado, estaban complacidas por tener un "aliado" que pudiera molestarla fuera de su propio cuerpo. Intentó limpiar sus manos en el vestido empolvado, se levantó del suelo despegando ahora la mirada de él. La creencia de no dejar ver a los demás sus ojos aquella noche se había roto por completo, eso no le hacía gracia alguna…
Levana soltó un sollozo bastante perturbador. ¿Puta loca? Nadie podría llamarla de esa manera, nadie después de lo que había pasado. Volteó a ver su cuerpo con atención, solo por un pequeño momento pues sus ojos se cerraron de golpe, sus recuerdos aparecieron como si de nueva cuenta estuviera viviendo aquella noche. Tan pequeña, tan débil. Un par de manos tocaron sus hombros con fuerza, presionando con el pulgar para dejarle dolor. El siguiente par de manos, tomaban sus brazos, otros sus piernas, una cachetada sonora la hizo perder por un momento la razón, y su cuerpo ya se encontraba desnudo contra el frío suelo, aquellos hombres tocaban con fuerza su cuerpo, le dolía, a ella le dolían los roces de las pieles, y entonces sin decir más aquel hombre entro con fuerza en su ser, arrancando un grito agudo de sus labios. Suplicas, lagrimas, gritos, todo lo que podía salir de su cuerpo para ser rescatada era articulado con fuerza, sin embargo todo era inútil, cuando por fin saciaron aquellos hombres de uno a uno su sed de ella, golpes fueron propinados a su cuerpo, ni siquiera era capaz de respirar tranquila. ¿Cómo llegó a casa? Nunca lo supo en realidad, solo el ardor de las hiervas al ser curada la hacía reaccionar de sus largas jordanas de sueño.
Sus ojos se abrieron de golpe. - No me digas así - Susurró volteando a ver a todos lados, sintiendo como la imagen de enfrente se distorsionaba a cada instante. Su cabeza se movía y con fuerza se frenaba volteando a ver a su acompañante. Dio un manotazo fuerte para arrebatarle la navaja que tenía en la mano, la apretó con fuerza en su palma haciendo que pronto la sangre escurriera, y cayera al suelo. Las gotas resonaban con fuerza debido al lugar, se hacían más presentes gracias al eco - !Cállate, tu no sabes nada de mi! - Alzó la voz con desesperación. De la nada se giro de costado, su mano ensangrentada mancho su cara al volver a hacer presión - Dile que se calle, dile que se calle - Le imploró a aquella voz intentando hacer que cerrará la boca de Callum por un momento, pero eso no pasaba. De pronto su respiración volvió a la normalidad, se giró a verlo con una sonrisa mordaz en los labios, pero algo había de diferente, los ojos de Levana no mostraban ese brillo aterrador que siempre tenía, ahora su mirada era opaca, triste, incluso endemoniada, era su cuerpo pero ¿en realidad era su alma la que estaba dirigiendo?
En un abrir y cerrar de ojos la joven choco sus manos contra el pecho del intruso, hizo que su cuerpo golpeara contra la pared, se podía ver la rabia en su rostro. Clavo sus uñas e incluso la navaja al sostenerla en el brazo derecho del muchacho, lo azoto varias veces. ¿De donde había sacado tanta fuerza? No lo sabía, quizás la adrenalina mezclada con el enojo, el dolor del recuerdo, la tristeza por aquella muerte, todo era una mezcla perfecta para hacer que ella reaccionara de una manera distinta a la que era. Uno de los pasos que había dado hizo que su pierna se doblara, se dio cuenta que estaba por caer y jaló con ella al joven de tal manera que ambos chocaron de costado en el suelo, pero muchos golpes ya había sufrido en su vida, uno más no podría detenerla, por eso rápidamente se levantó, una de sus piernas atravesó el cuerpo del joven por encima, ambas rodillas raspaban el piso, ¿el vestido? No importaba mucho el realidad, ¿quería ver lo puta que podía ser? Entonces bienvenido sea. Una de sus manos golpeó con fuerza el rostro del joven, la otra aun con la navaja en mano le hizo un corte en su mejilla no tan profundo como hubiese querido. Nada le importaba en ese momento, los golpes se hicieron continuos, unos tras otro - No sabes nada de mi, no sabes nada, no te atrevas a dirigirte a mi - Grito con fuerza, sin dejar de golpearlo, las manos de Callum comenzaron a interponerse, pero a ella no le importaba, seguía dolida por sus palabras, pero la rabia no podía seguir todo el tiempo, y las lagrimas comenzaron a salir de nuevo por su rostro, nublando su vista. Levana ya no podía respirar, el arranque de adrenalina se le había ido del cuerpo. - No me vuelvas a decir así - Suplico sin poder dejar de llorar. - Ellos fueron, yo no hice nada - Dejó el último golpe en el brazo de chico.
Se sostuvo de sus manos, claro de manera forzada pues el enojo de Callum se veía claramente debió al arranque que ella había tenido. Se bajo de él, gateando por el lugar, esperando a que no le hiciera nada, se quedo en medio de unos escombros que se sostenían apenas, jalando sus piernas y abrazándose, dejando caer por fin la navaja. Contempló sus manos, estaban ensangrentadas, llenas de rasguños, de cortabas, de moretones. Ella odiaba a las personas, por ese tipo de cosas, era muy fácil juzgar o repetir lo que dicen las malas lenguas antes de averiguar, arrepentida estaba de haberse despegado aquella tarde de su caballo, no era una persona, pero al menos ese animal no la juzgaba y siempre la protegía. Volteó a ver al chico, sus ojos aun estaban bañados en lagrimas, las voces se habían callado, estaban complacidas por tener un "aliado" que pudiera molestarla fuera de su propio cuerpo. Intentó limpiar sus manos en el vestido empolvado, se levantó del suelo despegando ahora la mirada de él. La creencia de no dejar ver a los demás sus ojos aquella noche se había roto por completo, eso no le hacía gracia alguna…
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
“Soy así, contradictorio, todo el tiempo. Cuando te diga que no te tolero, estaré diciéndote que te necesito; cuando te diga que te odio, estaré dándote mi confesión de amor más sincera y desesperada, rogando para que no te vayas.”
Callum observó a la muchacha y con ojos expectantes esperó impaciente el momento para convertirse en el principal y único observador de un suicidio; le entusiasmaba porque nunca antes había visto uno, nunca había visto la sangre ajena correr a tan escasos centímetros, manchar la piel del individuo cobarde; nunca había gozado la muerte de alguien más como le hubiese gustado que alguien gozara la suya propia. Para Callum una muerte era algo tan íntimo, tan excitante y quizás tan placentero como habría sido para un vouyerista el ver a una pareja en pleno acto sexual; una muerte era algo irrepetible, nadie moría dos veces. En su boca se mantuvo dibujaba una sonrisa tenue, incluso cuando Levana sufrió aquel repentino ataque de ansiedad o al menos eso era lo que a los ojos del muchacho parecía; era como ver a una loca, viendo a todos lados, con la mirada a veces enfocada en él, luego al cielo, a la derecha, a la izquierda y sus manos, temblaban sin control a la vez que sus lágrimas insistentes corrían por sus mejillas. Callum amplió su sonrisa al ver como lograba hacer que Levana compartiera con el sentimiento de la rabia y se deleito con sus gritos, con la manera tan desgarradora en la que no le pedía, le exigía que se callara la boca y dejara de llamarla de ese modo tan despectivo como le habían llamado en el sanatorio mental. Pero en lugar de hacer caso a sus suplicas y exigencias, Callum empezó a reír una vez más, aunque no por mucho tiempo; calló cuando Levana se acercó a él y lo abrazó, en esos momentos la sonrisa de Callum se desvaneció y su boca se transformó en una línea recta a causa de la confusión que aquel gesto le provocaba.
El cuerpo del muchacho se puso rígido y sus ojos castaños se clavaron en el rostro de Levana que seguía siendo el de una completa loca. Él no estaba acostumbrado a que la gente lo abrazara, de hecho, no recordaba haber recibido un abrazo en toda su vida y el que lo hubiese hecho una extraña y en esa situación le parecía algo completamente fuera de si…pero extrañamente no le había molestado del todo, porque permaneció quieto hasta que ella lo soltó por decisión propia quitándole la navaja de las manos. Callum no pudo evitar mirar completamente absorto como Levana le pedía a alguien más que el se callara, no lo entendía, no sabía a quien le hablaba pero la notaba tan convencida de que alguien más estaba allí presente que no podía evitar girar su rostro para ver si lograba ver lo que ella parecía estar viendo. Con los ojos aún entrecerrados por la extrañeza y su incapacidad para ver lo que ella sí podiía, el cuerpo de Callum se estrelló contra la pared cuando ella se abalanzó sobre él, amenazándolo con la navaja en mano; pero ni siquiera el golpe que se dio en la cabeza o que ella estuviera amenazándolo con clavarle la navaja en cualquier momento lograron hacer que su sonrisa se desvaneciera. A Callum le gustaba esa Levana: rabiosa, capaz de todo, la prefería por encima de esa otra Levana triste, débil, inofensiva y completamente vulnerable. Segundos más tarde ambos jóvenes estaban en el piso, ella encima de él, ambos revolcándose entre los escombros como si de dos locos se tratase y ciertamente así era, ambos carecían de lucidez.
El sonido seco de una bofetada hizo eco en el sitio, una tan fuerte que provocó que el rostro de Callum que no dejó de sonreír en ningún momento, se volteara hacia un lado. Dos bofetadas, tres bofetadas, Levana estaba tan enojada que no dejaba de golpearlo y él no dejaba de recibir cada golpe como si se tratara de una caricia, de un beso. La navaja voló junto con la mano de la muchacha y le rajó la mejilla al rubio que lanzó un leve quejido ante el dolor que la herida le provocó; la sangre empezó a manar a través de la carne abierta, manchándole la pálida piel, recordándole que a pesar de que la mayoría del tiempo pareciera lo contrario, seguía estando vivo. Ya sin sonreír, Callum se mantuvo quieto y permaneció recostado mientras Levana empezaba a llorar una vez más, quiso pedirle que lo golpeara otra vez si eso la hacía sentir mejor, pero fue incapaz de hablar. No estaba molesto con ella, ni contento, no sentía nada porque ya no había rabia en los ojos de la muchacha, ni insultos, sólo su sangre que seguía recorriendo su cara, cayendo, mezclándose con las cenizas. A Callum no le molestaba que ella estuviera aún encima de él, de hecho, el sentir su calor, su peso encima le hacía sentir algo raro, como si una serie de ondas eléctricas le recorrieran debilmente el cuerpo, unas que le provocaban el extraño y repentino impulso de querer tocarla, de sentirla todavía más cerca de lo que ya estaba. Por suerte Levana se puso de pie y se alejó de él pero Callum permaneció ahí, recostado, mirando al cielo mientras decidía qué hacer. Nunca antes había sentido tanta simpatía por una persona, ni se había sentido tan identificado con nadie, no sabía que debía hacer, no tenía idea de lo que ella ver en de él. La rabia volvió a su cuerpo que hasta entonces había estado inerte y la rabia se debía ni más ni menos a ese nuevo sentimiento que ella estaba desatando en su interior; no sabía cómo llamarle, pero era incorporó hasta quedar sentado, gateó un par de centímetros sobre los escombros y finalmente se puso de pie; avanzó con rapidez hasta donde Levana se encontraba y esta vez fue él quien la empujó con fuerza hasta la pared, provocando que se pegara en la cabeza. Colocó su mano sobre su cuello y presionó lo suficiente como para hacerle daño y lograr hacerle creer que la estrangularía en cualquier momento si no hacía nada por defenderse.
— Te equivocas, yo sé todo acerca de ti. — La mano siguió presionando el delgado cuello de Levana, haciendo que la piel se tornara roja. — Sé todo lo que necesito saber. Que eres una estúpida muy débil, que cada noche lloras y deseas desaparecer del mundo porque que en el fondo, muy en el fondo te maldices ser como eres, no ser “normal” y no ser como todos. Desearías ser como todos, ¿no es así?, como el resto de la gente. A mí me da asco el resto de la gente. Tú también me das asco por desear ser como ellos. — Con la mano libre tomó un poco de su propia sangre que seguía en su mejilla y luego la untó en la mejilla de ella.
— Debiste haberme matado cuando podías. Debiste haberte matado cuando podías. Ahora no dejaré que hagas ninguna de las dos cosas, especialmente la segunda. No ahora que sé cuanto te hace sufrir estar viva y ser parte de este mundo, ser como eres. Esas...cosas que te hablaban. ¿Quiénes eran? — Esperó por una respuesta pero no la obtuvo, en lugar de ello fueron lágrimas las que salían de la muchacha, lágrimas que parecían tener una fuente inagotable que probablemente era el dolor que la carcomía por dentro.
— Te hice una pregunta. — Volvió a insistir y presionó más su cuello, provocando que Levana empezara a toser y quisiera zafarse de él; seguía llorando aunque ahora con dificultad. — ¡Deja de llorar! — Y al darse cuenta de que realmente estaba haciéndole daño, la liberó. — Y no vuelvas a abrazarme como lo has hecho. — Le sentenció señalándola con su dedo índice manchado de sangre, se lo exigio sin poder ser capaz de admitir que ese abrazo le había encantado, que lo había hecho sentir bien, como nunca nadie había podido. — No vuelvas a tocarme. No me gusta que la gente me toque, ¿escuchaste? Me-da-asco. Tú me das asco. — Repitió separando cada silaba, contradiciendo sus propias palabras ya que era él mismo quien estaba tocándole la frente con el dedo mientras le sentenciaba.
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
Todo había sido demasiado rápido, los insultos, el abrazo, los golpes, la sangre, las lagrimas, la rabia, el miedo, la fragilidad. Todo había sido tan rápido que la bruja sentía ahogarse. A las únicas personas que podía tolerar por más de 10 minutos, eran sus tíos y su primo, y solo los soportaba porque a pesar de saber su historia no la habían visto con ojos burlones, mucho menos la habían juzgado, simplemente le habían dado cariño, ese que hace mucho tiempo no había sentido, y que extrañaba de su hermano. Estar frente al rubio le causaba molestia, enfado, y ahora miedo. La joven había perdido la vista por unos momentos a causa del golpe, sintió como su cabeza punzaba, y como algo puntiagudo se estaba queriendo encajar en la cabeza. Un sollozo claro de dolor se escapo de sus labios. Apenas pudo tomar aire cuando las manos del muchacho presionaban su delgado cuello, Levana sintió ese momento, el momento en el que la muerte acechaba como cazadora al rededor de su cuerpo. De cierta manera ya se habían vuelto socias, amigas, o como quisieras llamarle. Ni siquiera sabía como le perdonaba la vida, quizás la muerte no era tan silenciosa como la mayoría de las personas lo pensaban, quizás era más perturbadora de lo que dejaba ver. Quizás estaba disfrutando demasiado del dolor, y las perturbaciones que Levana tenía dentro. La muerte la veía ahí, incrustada contra la pared, suplicando por paz, por tranquilidad, por soledad, y simplemente le sonreía, encantada del rostro de pánico de la bruja, encantada por el cuerpo tembloroso, encantada porque solo un movimiento bastaba para llevarse a la chica consigo. ¿Lo haría? Tal parecía que no, que Callum era el dueño del destino de la joven, parecía que este decidía si la muerte ganaba o perdía. La tos de la castaña empezó a retumbar por aquel salón, su cuerpo comenzó a retorcerse, su rostro estaba demasiado rojo, sus uñas se clavaban en la piel juvenil intentando causar dolor para que se le soltara, ni siquiera lo escuchaba con claridad, ya ni siquiera recordaba porque había ido a ese lugar.
Y el eco de otro golpe fuerte se hizo presente, el cuerpo de la chica había caído al suelo sin miramientos, los huesos de sus rodillas comenzaron a temblar, pequeños escombros se incrustaron en las palmas de su mano también, todo le dolía menos el alma marchita que tenía adentro. Soltó una risa bastante burlona, era bastante raro verla de esa manera, Levana lloraba y reía al mismo tiempo, tenía rabia, vergüenza, dolor, y deseos de salir de ahí. Su mirada estaba puesta en sus manos, con suavidad comenzó a quitar cada pequeña piedra que tenía en las palmas. - No sabes nada - Susurró con cierto tartamudeo en cada palabra, con un tono de voz grave, diferente al que había empleado con anterioridad. Si Callum quería saber a quien le hablaba la chica entonces tenía que verlo con sus propios ojos, escucharlo, incluso sentir como la temperatura de ella había cambiado de manera brusca, tanto que parecía estar en medio de una nevada. - No sabes quienes somos - Sus labios se volvieron a mover. La bruja había abandonado todo control de su cuerpo, si quería darle miedo a ella, era mejor pensarlo dos veces. Se puso de pie, su mano se movió con fuerza asestando un golpe a la muñeca de Callum, la que tocaba su frente - ¿Quién es el que tiene miedo? ¿Quién es el que desea ser cómo los demás? No confundas, ¿Quién es más débil? Nosotros la protegemos - ¿Cuál era el verdadero nombre de aquellas voces? Nadie lo sabía, incluso Levana los desconocida, lo que sí sabía era la fuerza que tenían, y los modos en que podían adentrarse a la mente del muchacho, y así lo hicieron. Aquellas voces viajaron del cuerpo frágil de la chica hasta la mente retorcida del rubio, haciendo que Levana volviera a caer bastante débil, soltó un quejido fuerte, no entendía que pasaba, nunca antes había sentido un desprendimiento de aquellas voces de su cuerpo, se había acostumbrado a ellas, y de cierta manera les haba tomado afecto. - Vuelvan aquí, ¡Déjenlo en paz! - Su voz se alzó tanto como podía por la falta de fuerza, pero ellas no volverían hasta hacerle entender al humano que de cierta manera, ella era la protegida.
Como era de esperarse, aquel número considerable de voces empezaron a gritar dentro de la cabeza del rubio. La joven no sabía que hacer, lo único que sabía era lo perturbadoras que podían ser. Lo miró con cierto terror, seguramente después de eso la acusaría de bruja, de demoniaca, de maldita, y aunque de cierta manera tendría razón, no quería ser vista ante la sociedad Parisina, mucho menos señalada. A pesar del miedo que le tenía a todas las personas en general, Levana no tenía pensado morir, sabía que había algo que debía hacer antes de que eso pasara. ¿Qué? Aun estaba por descubrirlo, no pretendía morir en los escombros de un sanatorio calcino, mucho menos frente a una persona como la que tenía enfrente, pero sobre todo, no estaría en su conciencia la muerte de alguien más. Quizás se podría mover entre brujería oscura, pero ella no era una mala persona, nunca lo había sido, y no empezaría de esta manera. Sus cabellos se movieron contra su rostro, se había levantado de manera abrupta, ¿de dónde había tomado fuerza? No lo sabía, pero no dejaría que alguien más temiera o sufriera su condena. Se acercó a Callum, ni siquiera podía verle el rostro, o los ojos, sin pensarlo, dio una cachetada a la mejilla rasgada del muchacho - Déjenlo en paz - Volvió a susurrar irritada, bastante molesta por la situación en la que se encontraba. Necesitaba paz, ¿por qué era tan difícil que encontrará la paz?
Quizás las voces se habían ido. No lo sabía, pero deseaba que así fuera. Sus dedos soltaron con suavidad al rubio, dio varios pasos hasta que su cuerpo se topó con la pared llena de cenizas. Le miro a lo lejos - Lo siento - Susurró mirando sus pies. ¿En realidad lo sentía? No, en realidad no. Pues le habían dado una lección al rubio, una lección que pocas veces imparte, que pocas veces las voces imponen, pero que era necesaria. Sus ojos buscaron la mirada de su acompañante - La que decide cuando muero, soy yo, ni tú, ni nadie más puede hacer algo al respecto, así son las cosas - Se encogió de hombros - No volveré a tocarte… pero más vale que nunca vuelvas a acercarte a mi o no respondo - La fragilidad se había hecho a un lado desde que le había dicho "puta loca". - Nunca había sentido tanto placer al escuchar la palabra asco… Porque eso quiero provocarte, porque así no podrás tocarme, así no podrás hacer nada de lo que ellos me hicieron ¡NO TE ME ACERQUES SI ME VES POR LA CALLE! ¡¿ENTENDISTE?! - Levana no podía ser tan fuerte mucho tiempo, ella se sentía rota a cada paso que daba. ¿De verdad el rubio sentía asco por ella? Varias punzadas habían recorrido su cuerpo al recordar la forma en que lo decía, ¿le había dolido eso? Lamentablemente así era, le había dolido ¿Por qué? No lo sabía en realidad.
En el rostro de la bruja se plasmó una mueca bastante notoria, no era un semblante de enojo, le dolía tener que llegar a este tipo de situaciones, le dolía no poder llegar a sentir algún tipo de simpatía por alguna persona, o que la persona quisiera permanecer a su lado sin necesidad de juzgar, gritar o llegar a golpes. Observó con detenimiento el lugar, recordando que había dejado caer la navaja, rápidamente la encontró con la visa, se agacho para poder tomarla y rápidamente la puso en la dirección del chico, bastante claro era que se encontraba a la defensiva. Volvió a agacharse tomando un trozo de escombro, ya tenía otra cosa más para defenderse, por extraña razón, le daba más miedo el Callum silencioso que el que acababa de ahorcarle. Siguió observando el lugar, sin dejar de verle de reojo, buscando una puerta o algún pasillo para poder salir. - No te acerques - Volvió a repetir, pero esta vez una de las voces la hizo callar, la intento tranquilizar. ¿El rubio volvería a atacarle? Su cuerpo se quedó inmóvil, enganchada se encontraba de la mirada ajena, quiso sonreír, pero se limito… Simplemente esperó por su reacción.
Y el eco de otro golpe fuerte se hizo presente, el cuerpo de la chica había caído al suelo sin miramientos, los huesos de sus rodillas comenzaron a temblar, pequeños escombros se incrustaron en las palmas de su mano también, todo le dolía menos el alma marchita que tenía adentro. Soltó una risa bastante burlona, era bastante raro verla de esa manera, Levana lloraba y reía al mismo tiempo, tenía rabia, vergüenza, dolor, y deseos de salir de ahí. Su mirada estaba puesta en sus manos, con suavidad comenzó a quitar cada pequeña piedra que tenía en las palmas. - No sabes nada - Susurró con cierto tartamudeo en cada palabra, con un tono de voz grave, diferente al que había empleado con anterioridad. Si Callum quería saber a quien le hablaba la chica entonces tenía que verlo con sus propios ojos, escucharlo, incluso sentir como la temperatura de ella había cambiado de manera brusca, tanto que parecía estar en medio de una nevada. - No sabes quienes somos - Sus labios se volvieron a mover. La bruja había abandonado todo control de su cuerpo, si quería darle miedo a ella, era mejor pensarlo dos veces. Se puso de pie, su mano se movió con fuerza asestando un golpe a la muñeca de Callum, la que tocaba su frente - ¿Quién es el que tiene miedo? ¿Quién es el que desea ser cómo los demás? No confundas, ¿Quién es más débil? Nosotros la protegemos - ¿Cuál era el verdadero nombre de aquellas voces? Nadie lo sabía, incluso Levana los desconocida, lo que sí sabía era la fuerza que tenían, y los modos en que podían adentrarse a la mente del muchacho, y así lo hicieron. Aquellas voces viajaron del cuerpo frágil de la chica hasta la mente retorcida del rubio, haciendo que Levana volviera a caer bastante débil, soltó un quejido fuerte, no entendía que pasaba, nunca antes había sentido un desprendimiento de aquellas voces de su cuerpo, se había acostumbrado a ellas, y de cierta manera les haba tomado afecto. - Vuelvan aquí, ¡Déjenlo en paz! - Su voz se alzó tanto como podía por la falta de fuerza, pero ellas no volverían hasta hacerle entender al humano que de cierta manera, ella era la protegida.
Como era de esperarse, aquel número considerable de voces empezaron a gritar dentro de la cabeza del rubio. La joven no sabía que hacer, lo único que sabía era lo perturbadoras que podían ser. Lo miró con cierto terror, seguramente después de eso la acusaría de bruja, de demoniaca, de maldita, y aunque de cierta manera tendría razón, no quería ser vista ante la sociedad Parisina, mucho menos señalada. A pesar del miedo que le tenía a todas las personas en general, Levana no tenía pensado morir, sabía que había algo que debía hacer antes de que eso pasara. ¿Qué? Aun estaba por descubrirlo, no pretendía morir en los escombros de un sanatorio calcino, mucho menos frente a una persona como la que tenía enfrente, pero sobre todo, no estaría en su conciencia la muerte de alguien más. Quizás se podría mover entre brujería oscura, pero ella no era una mala persona, nunca lo había sido, y no empezaría de esta manera. Sus cabellos se movieron contra su rostro, se había levantado de manera abrupta, ¿de dónde había tomado fuerza? No lo sabía, pero no dejaría que alguien más temiera o sufriera su condena. Se acercó a Callum, ni siquiera podía verle el rostro, o los ojos, sin pensarlo, dio una cachetada a la mejilla rasgada del muchacho - Déjenlo en paz - Volvió a susurrar irritada, bastante molesta por la situación en la que se encontraba. Necesitaba paz, ¿por qué era tan difícil que encontrará la paz?
Quizás las voces se habían ido. No lo sabía, pero deseaba que así fuera. Sus dedos soltaron con suavidad al rubio, dio varios pasos hasta que su cuerpo se topó con la pared llena de cenizas. Le miro a lo lejos - Lo siento - Susurró mirando sus pies. ¿En realidad lo sentía? No, en realidad no. Pues le habían dado una lección al rubio, una lección que pocas veces imparte, que pocas veces las voces imponen, pero que era necesaria. Sus ojos buscaron la mirada de su acompañante - La que decide cuando muero, soy yo, ni tú, ni nadie más puede hacer algo al respecto, así son las cosas - Se encogió de hombros - No volveré a tocarte… pero más vale que nunca vuelvas a acercarte a mi o no respondo - La fragilidad se había hecho a un lado desde que le había dicho "puta loca". - Nunca había sentido tanto placer al escuchar la palabra asco… Porque eso quiero provocarte, porque así no podrás tocarme, así no podrás hacer nada de lo que ellos me hicieron ¡NO TE ME ACERQUES SI ME VES POR LA CALLE! ¡¿ENTENDISTE?! - Levana no podía ser tan fuerte mucho tiempo, ella se sentía rota a cada paso que daba. ¿De verdad el rubio sentía asco por ella? Varias punzadas habían recorrido su cuerpo al recordar la forma en que lo decía, ¿le había dolido eso? Lamentablemente así era, le había dolido ¿Por qué? No lo sabía en realidad.
En el rostro de la bruja se plasmó una mueca bastante notoria, no era un semblante de enojo, le dolía tener que llegar a este tipo de situaciones, le dolía no poder llegar a sentir algún tipo de simpatía por alguna persona, o que la persona quisiera permanecer a su lado sin necesidad de juzgar, gritar o llegar a golpes. Observó con detenimiento el lugar, recordando que había dejado caer la navaja, rápidamente la encontró con la visa, se agacho para poder tomarla y rápidamente la puso en la dirección del chico, bastante claro era que se encontraba a la defensiva. Volvió a agacharse tomando un trozo de escombro, ya tenía otra cosa más para defenderse, por extraña razón, le daba más miedo el Callum silencioso que el que acababa de ahorcarle. Siguió observando el lugar, sin dejar de verle de reojo, buscando una puerta o algún pasillo para poder salir. - No te acerques - Volvió a repetir, pero esta vez una de las voces la hizo callar, la intento tranquilizar. ¿El rubio volvería a atacarle? Su cuerpo se quedó inmóvil, enganchada se encontraba de la mirada ajena, quiso sonreír, pero se limito… Simplemente esperó por su reacción.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
"Todo sería mejor si estuvieses aquí, en la oscuridad conmigo,
mientras se pudren nuestros cuerpos reposados en miseria.
Pero te vas, intentas escapar de mí y mis demonios internos me lo recuerdan a cada instante.
Quisiera acabar contigo de un solo golpe; una bala; lo que sea..."
mientras se pudren nuestros cuerpos reposados en miseria.
Pero te vas, intentas escapar de mí y mis demonios internos me lo recuerdan a cada instante.
Quisiera acabar contigo de un solo golpe; una bala; lo que sea..."
Callum permaneció de pie, mirando a Levana fijamente, casi sin parpadear, como si pensara que si lo hacía perdería algún detalle y ella saldría huyendo. En el fondo no tenía ningún inconveniente en salir detrás de ella para alcanzarle si se le ocurría tal cosa, pero de todos modos no dejaría que lo hiciera. Cuando ella cayó de rodillas sobre los escombros, la miró desde lo alto, movió un poco la cabeza hacia un lado cuando la vio hacerse ovillo sobre aquel muladar en el que se había convertido la clínica mental que hacia no mucho les había abierto las puertas a ambos. Callum no le tenía miedo, en absoluto, no hasta que la muchacha empezó a actuar extraño y logró ponerlo nervioso. La miró con extrañeza cuando alzó la vista y lo miró nuevamente, pero los ojos de Levana ya no parecían los mismos de hacia algunos instantes, estaban completamente oscuros, casi tan negros como esa noche pero tan faltos de esa paz que la negrura poseía. En los ojos de Levana podía apreciarse algo maligno, algo que hacía que el cuerpo de Callum se estremeciera obligándolo a retroceder dos pasos sin apartarle la vista. El muchacho parpadeó en varias ocasiones de manera casi compulsiva y se debía a la sencilla necesidad de querer corroborar que aquello que veía y escuchaba era real y no una de sus visiones, esas que a menudo parecían tan reales, de las que él estaba tan convencido siempre. Pasó saliva cuando escuchó a Levana hablar de aquella manera, había dejado atrás la voz dulce de niña que poseía y en su lugar podía escucharse una voz grave y perversa. La joven abandonó también sus movimientos inseguros y se movió con soltura y precisión, similar a una pantera que acecha a su presa. Pronto esa voz empezó a mutar, ya no sólo era una sino varias: voces de hombre, de mujer y una que era irreconocible, no era de ese mundo. Callum retrocedió nuevamente y se sobresaltó cuando sintió que había llegado hasta la pared contraria de aquel lugar.
Callum soltó un grito ahogado cuando sintió que algo raro pasaba en su cabeza y esta vez fue él quien cayó al piso de rodillas sin poder impedirlo. El dolor en el cráneo lo obligó a llevarse las manos hasta la cabeza y presionarla con fuerza como si de verdad con ello pudiese lograr sacar lo que había dentro. Pero, ¿qué era lo que había dentro?, se movía, era como tener varios torbellinos dentro de la mente; aquello, fuera lo que fuera estaba matándolo, estaba logrando volverlo loco…más loco. Cayó al piso de espaldas y se arrastró por entre los escombros mientras gritaba tan fuerte que habría dejado sordo a cualquiera, pero no a Levana. Callum escuchó voces dentro de su cabeza que le dijeron mil cosas, algunas le decían que la matara, otras decían que quien debía morir era él, otras simplemente reían, se carcajeaban, se burlaban de él recordándole lo débil que realmente era. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos cuando la desesperación y el terror se apoderaron de su cuerpo, en ese momento no había rastro de ese Callum agresivo y mordaz, no, era alguien completamente distinto, inofensivo, indefenso, era un niño. Cuando estuvo a punto de suplicar que detuviera aquello las voces desaparecieron. Callum se mantuvo en el suelo de escombros, temeroso de abrir los ojos y encontrarse con algo peor que lo que ya había visto y escuchado en su cabeza. Cuando se incorporó hasta quedar sentado, su respiración seguía siendo irregular, completamente amorfa, y los cabellos rubios estaban pegados a su frente sudorosa, todo él estaba empapado en sudor, un sudor frío.
Escuchó a Levana hablar pero seguía tan aturdido por lo que acababa de pasarle que le costaba descifrar con exactitud lo que ella decía; sus ojos estaban clavados en los labios de la muchacha, intentaba leerlos y sólo así pudo saber que lo amenazaba, que lo sentenciaba a morir si se le acercaba mientras volvía a coger del piso la navaja. La muchacha echó a correr cuando encontró la salida del sitio y Callum se quedó mirando confundido, hasta que finalmente, cuando se recuperó del sobresalto, entendió que ella estaba escapando y que si no la seguía no volvería a verla, o al menos le sería difícil encontrarla. Se puso de pie de un brinco y corrió tras de ella, sus piernas largas y el gran talento que siempre había tenido en las carreras le permitieron alcanzarla rápidamente a pesar de que le llevaba un buen tramo de ventaja. La atrapó del cabello y la obligó a detenerse cuando el dolor la doblegó. Callum se dejó caer encima de ella cuando la hizo caer al piso, esta vez en medio de un campo de tierra completamente desierto y oscuro.
— ¿Cómo hiciste eso? — Le exigió saber mientras la sostenía de ambas muñecas con fuerza; la navaja había caído a un metro de distancia de donde se encontraban. — Dime cómo lo has hecho. — Volvió a insistir acercando más su rostro al de ella, posicionando mejor su cuerpo sobre el de la muchacha que no dejaba de luchar para zafarse. Levana no daba la menor intención de confesar su secreto, pero Callum lo sabía, estaba seguro.
— ¡Eres una bruja, una maldita bruja! — En los ojos del rubio había un brillo de excitación, en el fondo no le disgustaba en absoluto haber conocido el secreto que ella tenía, todo lo contrario, lo llenaba de fascinación. — Si no me dices como lo has hecho voy a acusarte, hay muchos tipos por ahí afuera que me darían mucho dinero por tu cabeza, tú lo sabes, te matarían en segundos, ellos no se toman la molestia en averiguar si es verdad o no lo que dice la gente y si lo hicieran tienen mi testimonio, de que eres una bruja, les diré lo que me has hecho. — Luego de lanzar su amenaza esperó, esperó a que ella fuera quien tuviera miedo, pero fue inútil, la muchacha parecía no escuchar o ignorar sus palabras; o tal vez sencillamente era que poco le importaba morir, igual que a él.
— ¡Eres una egoísta! — Le escupió en la cara con aparente rabia, incapaz de contener la frustración que le provocaba no poder obtener lo que quería de ella. — ¡Eres una puta loca muy egoísta! — Volvió a repetir haciendo caso omiso a la amenaza que Levana le había hecho respecto a ese apodo, ignorando lo que ella había dicho de matarlo si volvía a acercársele y ciertamente estaba cerca, demasiado cerca de ella.
Y allí, mientras le gritaba y con aquella cercanía, nuevamente empezó a experimentar esa extraño sensación que había sentido antes, esa necesidad de querer sentirla más cerca. Sin dejar de sujetarla se acercó a ella sin pensarlo demasiado y se dejó llevar por ese extraño sentimiento que lo había poseído, más tarde Callum creería que era un demonio el que se había apoderado de él y lo había hecho actuar como estaba haciéndolo, pero en ese momento no pensó en nada, ni en demonios ni en infiernos, o en muerte. La estaba besando. No era un beso tierno o romántico; era un beso nacido en lo más hondo y recóndito de la esencia animal que posee un ser humano; un beso nacido de un impulso; un beso mezquino. Soltó sus manos tan sólo para posicionarlas esta vez sobre su cuerpo, el cual comenzó a acariciar sin darse cuenta de que estaba forzándola. Palpó su cuello, sus senos, su cintura y aumentando la intensidad de los besos finalmente bajó hasta sus piernas, levantó su vestido y tocó su entrepierna. ¿Qué diablos estaba haciendo? Callum fue preso de un sentimiento que nunca antes había experimentado; se olvidó de todo, se olvidó incluso del supuesto asco que le provocaba tocar o ser tocado por otras personas. Cuando la muchacha intentó resistirse él la ignoró; hacer aquello se sentía demasiado bien como para querer abandonarlo, demasiado bien como para poder resistirse.
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
Lamentablemente la vida de Levana siempre había sido así. De niña siempre había creído que estaba protegida, no sólo sus padres le brindaban protección, también su hermano, y por un tiempo creyó que ese gitano también la cuidaba como si se tratará de su familia. Cuando crees que en tú vida sólo reina la felicidad y las bendiciones de un Dios que en realidad siempre te abandona, las caídas suelen ser más dolorosas, incluso mortales. Las burbujas que te protegen de todo mal explotan, y el liquido que se derrama en ellas suelen ser cristales que se incrustan provocándote el peor de los dolores. Nunca había sido entrenada para soportar dolores, tampoco para defenderse de manera física, el verbo aunque dolía, nunca lo tomaba en cuenta, es cierto que las palabras forman heridas más grandes, e incluso heridas que son para siempre, pero al estar siempre en ese estado tan deplorable, la bruja no les ponía atención, simplemente las palabras pasaban frente a ella como si solo fuera una brisa acariciando su rostro. Horas antes a ese encuentro, la joven había encontrado una especie de paz. Desde aquella noche donde su cuerpo fue ultrajado y profanado, hasta haber llegado a París, había encontrado la fuerza para confiar en las personas, no sólo en sus tíos también en dos hombres (irónico que fueran hombres). El primero de ellos había sido un amante de los caballero como ella, compartían esos gusto y al poco tiempo pudo tener confianza en él. El segundo era un brujo como ella, aunque la locura de ese hombre era diferente, era sana. Gracias a ellos volvía a formar su burbuja, y gracias ahora a Callum la volvía a romper.
El golpe la había aturdido demasiado. Tuvo que abrir y cerrar la boca varias veces para frenar las punzadas que el golpe le ocasionaron. Incluso había sentido como una piedra había querido perforar su cráneo, no es que fuera muy grande, pero cuando todo lo demás es polvo, y una pequeña bolita puntiaguda resalta, sientes que es el peor de los males. Aquella zona de su cuerpo si había presentado daños, Levana sentía como un liquido caliente se regaba por la zona baja de su cabeza, como su cuero cabelludo se abrazaba a esa sensación. "¿Acaso no te das cuenta?", quiso gritarle aquella pregunta, pero simplemente se quedó en su pensamiento, no podía hablar, algo pasaba que no podía. - No… - La pequeña e insignificante negativa apenas había salido, incluso ella que la había pronunciado no la pudo distinguir. Movió sus manos con fuerza intentando desviar las manos de Callum, sus piernas reaccionaron y comenzó a patalear, su cuerpo comenzó a moverse con fuerza. Se retorcía como si un ataque epiléptico estuviera teniendo. Las cosas no se quedaron ahí, a Callum no le basto lastimarla, gritarle, o hacer que por dentro sintiera el peor de los dolores. El rubio tomó sus labios de manera frívola, de manera dolorosa. Levana quiso frenar aquello, quiso que sus labios no se abrieran pero aquello era imposible, la fuerza que él ejercía en ella era demasiado. Estaba a punto de darle las gracias al sentir que la soltaba, no imaginó lo que él estaba por hacer. Sintió su cuerpo ser estrujado, y sus ojos se abrieron casi dilatándose al sentir esa mano en su interior. Como pudo movió su lengua dentro de la boca de Callum, la atrajo hasta la propia boca y mordió con fuerza la misma, sintió el sabor amargo de aquella sangre pero no le importo. - No me hagas esto… - Repitió entre sollozos cuando pudo safari su boca de la ajena - Te lo suplico. - Apenas podía decir un par de palabras en una misma oración, el terror la invadía. - Llévame con ellos, deja que me maten - La bruja prefería morir de una vez por todas a volver a pasar una situación como antes, no lo soportaría, lo sabía - No me hagas lo que ellos me hicieron… - Fue inevitable, su desesperación la hizo hablar demás. - ¡NO LO HAGAS! - En ves de seguir pataleando, en vez de seguir suplicando Levana se quedó completamente quieta, sus ojos claros tomaron un tinte oscuro.
Las lagrimas comenzaron a brotar de los ojos de Levana, su rostro ladeado formó un pequeño charco gracias a las lagrimas, sorpresivamente este se unió a la linea de sangre que había avanzado por el suelo. Ella no decía nada, parecía tranquila, de una tranquilidad enfermiza. Mientras Callum seguía ultrajando su cuerpo la bruja se perdió en la oscuridad de su interior, no podía ver nada simplemente sentía como el dolor invadía su cuerpo, le costaba incluso respirar, le costaba pensar. Ahí en esa oscuridad sus sombras se hicieron presentes, tomaron forma humana pero no podía ver sus caras. Sólo una la del gitano. La manera en que sus burlas retumbaban en su cabeza fue torturador. La sorpresa de Levana es que no querían que cayera, el contrarió querían que se levantara, aun no tenía permitido morir, aun no era el momento. Cualquier persona pensaría que aquel gitano tenía una conexión fuerte con ella, por algo en especifico aun se metía en su mente, aun se hacía pasar por uno de sus demonios, y aunque deseaba encontrarla no podía, algo pasaba con Levana que borraba imágenes claves que la harían ser encontrada. No dijo nada, solo sintió como su cuerpo se llenaba de fuerza. Según algunos expertos en la brujería, en magia oscura, y en espiritismo, los demonios al apoderarse de los cuerpos tienden a duplicar la fuerza del ser humano, Levana no sólo tenía un demonio adentro, sobre sus hombros siempre había cargado con 7, por eso su sufrimiento era tan grande.
Aquel par de ojos negros parpadeo repetidas veces. Su rostro se movió hasta poder captar la mirada del rubio. Levana cerró su puño, enfocó toda su fuerza en su mano, y sin pensarlo dos veces le dio un buen golpe en la mandíbula. De no haber sido impulsada por sus demonios personales, seguramente habría dejado que la tomara como suya y luego ella misma se hubiera arrancado la vida. El rostro de Callum se volteó por la fuerza y velocidad que había tomado la bruja al darle el golpe, de nuevo no era ella. Levana no haría algo así, ni siquiera en el peor de los enojos sería capaz de lastimar a alguien, ni siquiera en la peor de las tristezas. Aprovechó la falta de concentración del rubio para llevar sus manos a su pecho y empujarlo hacía atrás. Todo estaba tan oscuro, aquel cuarto ni siquiera dejaba pasar el manto grisáceo de la luna. La ventaja que tenía el cuerpo de la chica es quien la estaba controlando. Se deslizó con cuidado por aquel cuarto, buscó la navaja y la tomó con fuerza entre la palma de su mano. Los demonios dominan la oscuridad, los humanos no. La castaña sabía en donde se ubicaba, sabía la posición defensiva en la que estaba, pero era un simple humano, un simple y miedoso humano que no podría vencerla, ella, ellos, le habían advertido, no quiso entender así que más valía se atuviera a las consecuencias.
Tomó impulso, se fue contra él, ahora su cuerpo pesaba el doble, una de sus rodillas estaba recargada en el piso para no perder el impulso, la otra le aplastaba una de las costillas, llevó una de sus manos al cuello del chico, no se tentó para hacer el corte que iba de un lado al otro en aquella zona. Sintió como la sangre comenzaba a brotar pues sus dedos se llenaron de la validez de su sangre. La mezcla de voces se hizo presente - ¿Quién estará maldito entonces? ¿A quién colgarán? - La pregunta se repitió en forma de eco, de manera fuerte, incluso perturban. Cuando el rubio se quiso mover, la castaña enterró su rodilla con más fuerza. Alzo sus manos, y cortó su propia muñeca haciendo que brotara una gran cantidad de sangre de esa zona. Tiró la navaja bastante lejos, y con la otra de sus manos hizo que Callum abriera con fuerza su boca dejando que un hilo de sangre cayera directamente en ella. Dejó que la cerrara, le tapo la boca, y con la mano herida, sin importar que manchara más el rostro del chico, tapo su nariz con fuerza para hacer que la falta de aire hiciera que tragara todo lo que había - ¿Ahora quien está maldito Callum? - Era cierto, nunca había dicho su nombre, los demonios de Levana habían averiguado por su cuenta al entrar a su cabeza. El cuerpo de la chica empezó a temblar, la fuerza se desvaneció, sus ojos volvieron a la normalidad, cayó a un lado inconsciente, de nuevo con esa tranquilidad perturbadora de hace unos momentos, la única diferencia es que ahora era ella la que controlaba su cuerpo, se empezaría a desangrar en poco tiempo, y si llegaba a abrir los ojos seguramente le dolería, no solo el cuerpo, no solo el corte, también la situación en la que estaba. Estaba vez las voces la habían dejado ser espectadora en su interior. Espectadora de la tortura de Callum, y aunque ella no había escuchado su nombre, toda la vida cargaría con el terror de los ojos del rubio.
El golpe la había aturdido demasiado. Tuvo que abrir y cerrar la boca varias veces para frenar las punzadas que el golpe le ocasionaron. Incluso había sentido como una piedra había querido perforar su cráneo, no es que fuera muy grande, pero cuando todo lo demás es polvo, y una pequeña bolita puntiaguda resalta, sientes que es el peor de los males. Aquella zona de su cuerpo si había presentado daños, Levana sentía como un liquido caliente se regaba por la zona baja de su cabeza, como su cuero cabelludo se abrazaba a esa sensación. "¿Acaso no te das cuenta?", quiso gritarle aquella pregunta, pero simplemente se quedó en su pensamiento, no podía hablar, algo pasaba que no podía. - No… - La pequeña e insignificante negativa apenas había salido, incluso ella que la había pronunciado no la pudo distinguir. Movió sus manos con fuerza intentando desviar las manos de Callum, sus piernas reaccionaron y comenzó a patalear, su cuerpo comenzó a moverse con fuerza. Se retorcía como si un ataque epiléptico estuviera teniendo. Las cosas no se quedaron ahí, a Callum no le basto lastimarla, gritarle, o hacer que por dentro sintiera el peor de los dolores. El rubio tomó sus labios de manera frívola, de manera dolorosa. Levana quiso frenar aquello, quiso que sus labios no se abrieran pero aquello era imposible, la fuerza que él ejercía en ella era demasiado. Estaba a punto de darle las gracias al sentir que la soltaba, no imaginó lo que él estaba por hacer. Sintió su cuerpo ser estrujado, y sus ojos se abrieron casi dilatándose al sentir esa mano en su interior. Como pudo movió su lengua dentro de la boca de Callum, la atrajo hasta la propia boca y mordió con fuerza la misma, sintió el sabor amargo de aquella sangre pero no le importo. - No me hagas esto… - Repitió entre sollozos cuando pudo safari su boca de la ajena - Te lo suplico. - Apenas podía decir un par de palabras en una misma oración, el terror la invadía. - Llévame con ellos, deja que me maten - La bruja prefería morir de una vez por todas a volver a pasar una situación como antes, no lo soportaría, lo sabía - No me hagas lo que ellos me hicieron… - Fue inevitable, su desesperación la hizo hablar demás. - ¡NO LO HAGAS! - En ves de seguir pataleando, en vez de seguir suplicando Levana se quedó completamente quieta, sus ojos claros tomaron un tinte oscuro.
Las lagrimas comenzaron a brotar de los ojos de Levana, su rostro ladeado formó un pequeño charco gracias a las lagrimas, sorpresivamente este se unió a la linea de sangre que había avanzado por el suelo. Ella no decía nada, parecía tranquila, de una tranquilidad enfermiza. Mientras Callum seguía ultrajando su cuerpo la bruja se perdió en la oscuridad de su interior, no podía ver nada simplemente sentía como el dolor invadía su cuerpo, le costaba incluso respirar, le costaba pensar. Ahí en esa oscuridad sus sombras se hicieron presentes, tomaron forma humana pero no podía ver sus caras. Sólo una la del gitano. La manera en que sus burlas retumbaban en su cabeza fue torturador. La sorpresa de Levana es que no querían que cayera, el contrarió querían que se levantara, aun no tenía permitido morir, aun no era el momento. Cualquier persona pensaría que aquel gitano tenía una conexión fuerte con ella, por algo en especifico aun se metía en su mente, aun se hacía pasar por uno de sus demonios, y aunque deseaba encontrarla no podía, algo pasaba con Levana que borraba imágenes claves que la harían ser encontrada. No dijo nada, solo sintió como su cuerpo se llenaba de fuerza. Según algunos expertos en la brujería, en magia oscura, y en espiritismo, los demonios al apoderarse de los cuerpos tienden a duplicar la fuerza del ser humano, Levana no sólo tenía un demonio adentro, sobre sus hombros siempre había cargado con 7, por eso su sufrimiento era tan grande.
Aquel par de ojos negros parpadeo repetidas veces. Su rostro se movió hasta poder captar la mirada del rubio. Levana cerró su puño, enfocó toda su fuerza en su mano, y sin pensarlo dos veces le dio un buen golpe en la mandíbula. De no haber sido impulsada por sus demonios personales, seguramente habría dejado que la tomara como suya y luego ella misma se hubiera arrancado la vida. El rostro de Callum se volteó por la fuerza y velocidad que había tomado la bruja al darle el golpe, de nuevo no era ella. Levana no haría algo así, ni siquiera en el peor de los enojos sería capaz de lastimar a alguien, ni siquiera en la peor de las tristezas. Aprovechó la falta de concentración del rubio para llevar sus manos a su pecho y empujarlo hacía atrás. Todo estaba tan oscuro, aquel cuarto ni siquiera dejaba pasar el manto grisáceo de la luna. La ventaja que tenía el cuerpo de la chica es quien la estaba controlando. Se deslizó con cuidado por aquel cuarto, buscó la navaja y la tomó con fuerza entre la palma de su mano. Los demonios dominan la oscuridad, los humanos no. La castaña sabía en donde se ubicaba, sabía la posición defensiva en la que estaba, pero era un simple humano, un simple y miedoso humano que no podría vencerla, ella, ellos, le habían advertido, no quiso entender así que más valía se atuviera a las consecuencias.
Tomó impulso, se fue contra él, ahora su cuerpo pesaba el doble, una de sus rodillas estaba recargada en el piso para no perder el impulso, la otra le aplastaba una de las costillas, llevó una de sus manos al cuello del chico, no se tentó para hacer el corte que iba de un lado al otro en aquella zona. Sintió como la sangre comenzaba a brotar pues sus dedos se llenaron de la validez de su sangre. La mezcla de voces se hizo presente - ¿Quién estará maldito entonces? ¿A quién colgarán? - La pregunta se repitió en forma de eco, de manera fuerte, incluso perturban. Cuando el rubio se quiso mover, la castaña enterró su rodilla con más fuerza. Alzo sus manos, y cortó su propia muñeca haciendo que brotara una gran cantidad de sangre de esa zona. Tiró la navaja bastante lejos, y con la otra de sus manos hizo que Callum abriera con fuerza su boca dejando que un hilo de sangre cayera directamente en ella. Dejó que la cerrara, le tapo la boca, y con la mano herida, sin importar que manchara más el rostro del chico, tapo su nariz con fuerza para hacer que la falta de aire hiciera que tragara todo lo que había - ¿Ahora quien está maldito Callum? - Era cierto, nunca había dicho su nombre, los demonios de Levana habían averiguado por su cuenta al entrar a su cabeza. El cuerpo de la chica empezó a temblar, la fuerza se desvaneció, sus ojos volvieron a la normalidad, cayó a un lado inconsciente, de nuevo con esa tranquilidad perturbadora de hace unos momentos, la única diferencia es que ahora era ella la que controlaba su cuerpo, se empezaría a desangrar en poco tiempo, y si llegaba a abrir los ojos seguramente le dolería, no solo el cuerpo, no solo el corte, también la situación en la que estaba. Estaba vez las voces la habían dejado ser espectadora en su interior. Espectadora de la tortura de Callum, y aunque ella no había escuchado su nombre, toda la vida cargaría con el terror de los ojos del rubio.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
I'm worn, tired of my mind
I'm worn out, thinking of why
I'm always so unsure
-‘Threads’, Portishead.
Callum logró escuchar perfectamente las negaciones que Levana hacía, las súplicas e incluso sentir las lágrimas que corrían por su rostro, mojando el suyo. Pero no le importó. Siguió en su cometido, ese, cualquiera que este fuese, porque ni él lo sabía; ignoraba por completo lo que quería y estaba haciendo, actuaba por mero impulso, como un animalito lo habría hecho. Callum nunca antes había experimentado el placer que otro cuerpo podía brindarle, especialmente el femenino, estaba ajeno a todas esas cosas porque en su mente sólo abundaba el dolor y el sufrimiento, los deseos de venganza, la maldad y sus constantes delirios. Tan ajeno estaba a cosas como el amor o los placeres carnales que casi podía decirse que había vivido su vida siendo alguien asexual, poco le importaba el sexo de aquel que se cruzara en su camino, para él todos eran iguales: masas amorfas de color gris que le amenazaban, que él debía aniquilar. Pero por alguna extraña razón Levana era diferente. Ella no era una masa amorfa y gris, ella tenía forma, ella tenía color, mucho color. Ella le atraía, le gustaba.
Un dolor punzante lo obligó a alejarse de la joven, se separó de golpe echándose hacia atrás mientras chillaba de dolor y la sangre comenzaba a manar de su boca. La observó adoptar una posición extraña que indicaba que lo atacaría de un momento a otro, pero Callum no pensaba poner resistencia, pues en el fondo sabía que se lo merecía. El primer golpe llegó a su rostro, uno tan fuerte que era increíble pensar que una muchacha de apariencia tan debilucha hubiera sido la autora de tal acto. El rostro de Callum se ladeó con fuerza, sintió como los huesos de su cara crujían por el impacto y comenzó a llorar de dolor, pero no de dolor físico, era otro tipo de dolor. La lengua le ardía por la mordida, el rostro lo tenía rojo y punzante por el puñetazo, pero más le dolía el corazón, ese que se había estrujado innumerables veces y a pesar de eso seguía vivo, lamentablemente vivo.
Callum se quedó inmóvil, como un muerto, lo único que daba indicio de que seguía viviendo era su pecho que se movía al compás de los berreos en los que se había convertido su llanto. Era conmovedor verlo de aquel modo, era tan sólo un niño perdido y herido, tan sólo un joven al que habían hecho demasiado daño. Las lágrimas de Callum seguían cayendo cuando Levana se le acercó para obligarlo a beber de la sangre que manaba de su muñeca; él ni siquiera se resistió, ya no tenía fuerzas para seguir montando ese teatrito del joven maligno con ansias de hacer daño a todo aquel que se le plantara enfrente, estaba exhausto de fingir. Estaba harto de sí mismo.
La vio caer frente a él desmayada y sólo entonces sus sentidos lo alertaron. Esperó algunos minutos para ver si ella despertaba y mientras lo hizo no dejó de llorar. Él sabía que Levana no era una mala persona y pese a que su mente estaba muy perturbada, también sabía que ella había sufrido como él, por diferentes cosas quizás, pero el sufrimiento lo compartían. Esa había sido la razón por la cual Callum no había permitido que muriera en el siniestro que él había provocado días antes, para él Levana había sido la única persona que merecía seguir viviendo. Lo que no entendía es porque ella se ensañaba tanto con él, sin detenerse a pensar en que él se había ensañado con ella. Callum tenía una tendencia nata por hacerse la víctima –aunque en realidad lo era, era una víctima-, y esta no seria la excepción.
— ¿Por qué haces esto? ¿Por qué tú? — Preguntó con voz débil y nostálgica. La camiseta la tenía muy sucia, con tierra, sangre y lágrimas, propias y ajenas. — ¡¿Por qué?! — Gritó con más fuerza esta vez, exigiendo una respuesta. — ¡¿Por qué a mí?! Yo nunca quise hacerte daño. ¡Yo quería protegerte! ¡Yo te saqué de este maldito manicomio, te dejé libre! Yo... — Bajó la cabeza e intentó tomar aire, la manera tan intensa en la que estaba llorando había logrado dejarlo sin aliento. Sentía la boca seca, amarga, como si hubiese tragado un veneno. Con dificultad pasó saliva para poder seguir hablando. — Eres igual a todos, a todos esos que me han hecho daño. ¡Eres igual a todos! — Gritó con rabia en la voz, pero sus ojos eran tristes, muy tristes. Volvió a berrear al recordar como había perdido a su familia en un abrir y cerrar de ojos en aquel accidente, al recordar como su hermana, Chelsey se había deshecho de él y de su hermano, ese que más tarde le había dado la espalda. Recordó también a esos que se habían atrevido a proclamarse sus padres adoptivos, cada uno de los maltratos, físicos y emocionales, que recibió de parte suya, la manera en la que rieron a sus costillas y lo llamaron con apodos ofensivos; la forma en la que decidieron darle la espalda, la forma en la que lo abandonaron como a un perro. Callum lloró lágrimas amargas, las más amargas de toda su vida. Y hacía tanto que no lloraba… — Eres igual… — Susurró más para sí mismo que para ella, convencido de que había sido un error depositar en ella un poco de esperanza. Se sentía rechazado, igual como lo habían rechazado toda su vida, todo el mundo.
Alzó la vista y sus melancólicos ojos rojos volvieron a encontrarse con los de la muchacha que parecía débil a causa de la pérdida de sangre. Los dos estaban cubiertos de sangre, ese líquido que a Callum tanto le gustaba y que ahora sencillamente ignoraba. Nada le importaba ya.
— Ojalá te pudras como el resto. Eso es lo que se merecen. — Fueron sus últimas palabras para ella y eran sinceras. Y así como de la ira había pasado al llanto, nuevamente el llanto daba paso a la ira. Sin abandonar la tristeza, los ojos de Callum adoptaron un semblante de odio mezclado con dolor, su pecho de movió con más fuerza, su voz fue más segura y audible y sus movimientos más enérgicos. El Callum de siempre había vuelto.
— ¡Lárgate, no quiero verte más! — Del piso tomó pedazos de escombro y se los lanzó con rabia, uno tras otro. Nuevamente ponía en práctica su ya natural y conocido mecanismo de defensa. — ¡Que te largues! — Se arrastró por entre las ruinas del lugar sin dejar de lanzarle cosas a Levana. Seguía llorando.
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
"¿Lo vez? Es sencillo hacer que te odien, es sencillo hacer que se alejen" Una de sus voces, la más divertida por lo que acontecía, hablaba para la bruja, burlándose de lo que pasaba. "Estás maldita, recuerda eso, MAL-DI-TA, nadie podrá acercarse a ti, morirás sola" Aquello le dolía, Levana sabía que esas últimas palabras eran ciertas. Nadie podría vivir con el peso de una persona como ella, nadie se atrevería a permanecer más de una hora a su lado. Cualquier criatura que estuviera a su lado percibiría la energía tan pesada y negativa que portaba, y de querer estar cerca de ella, aquellos demonios que portaba dentro de su cabeza, se encargarían de alejarlos, de asustarlos o incluso matarlos. Ella había tomado fuerza de quien sabe donde, para poder hacer que dejaran de lastimarlo. En los ojos del rubio podía verse, se daba cuenta que no eran diferentes, como si tuviera una especie de espejo frente a ella, quiso abrazarlo con fuerza, decirle que ella no le había hecho daño, quiso pedirle perdón, y llorar a su lado, sin soltarlo. Le dolían las lagrimas que él estaba dejando salir por ese par de hermosos ojos, porque para ella lo eran, unos enormes ojos que había deseado ver y descubrir, por que los ojos son las llaves del alma, y si ella podía obtener sus llaves, se quedaría dentro de ese mundo, aunque no lo llegara a aceptar en voz alta. - "Resuelve esto sola, no estaremos aquí un buen rato, y si mueres, ten por seguro que tú alma será una de nosotras, así que decide, resolver esto y vivir, o morir y condenarte más de lo que estás"- Sintió un vació en su interior. Su cuerpo se sintió completamente ligero, el peso de sus demonios sorpresivamente se había esfumado, no había nadie que los pudiera perturbar, ella estaría indefensa, frágil y vulnerable frente a él. ¿Podría salir del embrollo?
Abrió los ojos topándose con una realidad espantosa. Estiró su mano (esa en la que aún brotaba la sangre), el frío de la noche, y la perdida de ese liquido vital, empezaba a hacer estragos en su cuerpo. Primero sintió escalofríos, ligeros mareos, y su mirada se nublaba. Después la mano que tenía en el aire, en dirección a su acompañante comenzó a temblar. Carraspeó para poder aclarar su garganta - No fui yo - Susurró de manera muy poco audible. - Lo lamento - La sed comenzó a invadir su garganta, su boca, y sus labios, aquella parte de su cuerpo tenía restos de la sangre de Callum debido a la mordida - De verdad, no fui yo - Esta vez, el tono de su voz salió un poco más alta, pero sólo un poco. Él podría escucharla. Los ojos de Levana comenzaron a cristalizarse, el liquido transparente escurrió por sus mejillas hasta el suelo, mezclándose con las pocas gotas de sangre que había en esa zona. No podía levantarse, necesitaba la ayuda de alguien, pero nadie podría llegar a rescatarla, las mismas voces la habían dejado. No había más. El veneno que Callum soltaba en oraciones, era más doloroso que lo que había estado a punto de hacerle minutos antes. Aquello le confundía, no entendía porque sentía una gran necesidad de que él la viera como alguien digno de su presencia, era tan extraño, tanto como ella. - Callum… - Musitó, recordando el nombre que sus inquilinos mentales habían pronunciado con sus propios labios para referirse a él, pidiendo su atención, deseando que se callara para poder explicarle, pero no todo lo que quieres se puede volver realidad, pues aquel hombrecillo no la escucharía, la rabia se lo impediría.
Levana sintió el primer golpe en uno de sus brazos, se le habían enterrado pequeños pedazos de concreto. Cerró sus ojos arrugando al mismo tiempo su rostro, dejando notar una mueca de dolor en su expresión - Detente - Pidió, pero su voz no fue escuchada, el sonido de los escombros al chocar contra el suelo, y contra ella eran mucho más fuertes. Era lo último que le faltaba, ser corrida de un lugar abandonado, ser golpeada por pedazos de pared que habían cubierto su encierro meses atrás. Su rostro se baño en lagrimas, por el dolor, y por el arrepentimiento que sentía al no haber tenido la fuerza para manejar a sus demonios, bien sabía que aunque la manejaran, ella podía detener todo lo que hicieran, ella era el titiritero de su propio títere, nadie podría mover sus cuerdas, sólo si ella se los permitía, y habían sido tantos años que permitió ser movida por alguien más, en su defensa, que no había notado lo poderosa que podía ser y así, evitar este tipo de situaciones. Recargó ambas manos en el suelo empolvado, su muñeca le dolió tanto que soltó otro berrido. Estaba por ponerse de pie cuando dos golpes en la cabeza la hicieron caer de nuevo contra el suelo, por unos instantes todo se había convertido en un escenario negro, ahora otro liquido manchaba su rostro, el color rojo de su sangre le hacía compañía a las transparencias de las lagrimas. Le dolía demasiado, todo le dolía.
Bien dicen que cuando estás ya en la parte más baja del pozo, no hay de otra, sólo puedes volver a salir, y eso le estaba pasando en ese momento, se puso de pie como pudo. Y caminó al fondo de aquel cuarto intentando que los trozos de escombro no le pegaran - No te quiero dejar aquí, no quiero dejarte sólo - Quizás en cualquier otro momento de su vida habría salido corriendo, buscando un escondite, esperando a que la tormenta pasará y el sol le volviera a brillar, pero no deseaba salir huyendo, esta vez no, simplemente quería permanecer en un lado, sentirse parte de algo… De alguien. - Tú lo empezaste Callum, me tocaste, como ellos lo hicieron - Tosió, su cuerpo le indicaba que no podría soportar más daño del que tenía, aquello había sido suficiente por esa noche - Yo no quería que ellas te hicieran daño, yo no quería que lloraras - Sus palabras comenzaban a dejar de entenderse, la respiración se le agitaba, la perdida de sangre estaba alterándola demasiado, de seguir así, perdería el conocimiento en cualquier momento - Deténte por favor, no me lastimes - Le suplicó, y por poco se ponía de rodillas para alzar el dramatismo, e intentar que le dejará de arrojar escombros - No… No soy igual a todos, pero necesito protegerme de todos, de esos que me hicieron daño, de esos que te hicieron daño - El peso de sus manos las hizo bajar de golpe, chocando con las piernas y su vestido - Perdón - Nunca le había pedido perdón a alguien, nunca había perdonado a alguien, era la primera vez que pronunciaba esa palabra con sinceridad, con el peso que requería pronunciarla, y sin embargo no le había sentado mal, al contrario. No sólo estaba pidiendo perdón por ella, aunque ella no hubiera sido la verdadera autora del daño recibido minutos antes, también le pedía perdón por todos aquellos que lo habían lastimado, sin ni siquiera saber aún su historia, pues sentía ese necesidad de hacerlo.
Se quedaron en silencio por unos momentos. Levana tuvo que llevarse las manos al rostro para evitar que otro pedazo de escombro llegara a su rostro pintado de rojo carmesí. Se dio cuenta que de verdad no la había perdonar, y que por más que le explicara y dijera, no le creería nada. Volvió a soltar lagrimas de dolor. Observó a su alrededor, y para su buena suerte, estaba la puerta del cuarto a su lado. Avanzó a paso lento, sin dejar de observar a Callum a los ojos, pidiéndole de nuevo perdón con la mirada. Fueron cuatro pasos exactos los que realizó para poder salir de ese lugar, y cuando por fin se alejó de aquel pequeño cuarto, dejó que el llanto la invadiera de verdad. Lloró con fuerza, como si de su vida dependiera de ello, y no volteo para nada, era mejor dejar esa escena atrás, y seguir adelante, como si no hubiera pasado nada.
El sueño comenzó a invadirla, la joven lo asociaba con la perdida de sangre. Había avanzado quizás unos diez minutos, el sanatorio se había quedado atrás. ¿A dónde podría ir a esas horas de la noche? Ningún lugar era correcto, si pasaba por las calles parisinas en ese estado, simplemente la mandarían a la bastilla por actos imprudentes en vía publica, o por sospecha de asesinato, de ir a los establos alertaría a los caballos, y sus tíos se despertarían, y su casa del bosque se encontraba del otro lado de esa zona. Recordó que cerca de ese lugar, adentrándose al bosque, encontraría el cause del río, tendría fuerza para poder llegar ahí, limpiar su rostro, su vestido, y romper la tela del mismo para cubrir la herida de la muñeca. Pocos fueron los minutos que tuvo que avanzar, para su buena suerte, el río estaba demasiado cerca. Quizás en ese lugar arrojaban los cuerpos de los pacientes torturados en el sanatorio, y que mágicamente no volvían. Llegó a la orilla, y se dejó caer de rodillas contra la tierra mojada. sus manos se empezaron a limpiar cuando el agua fría choco contra ellas. Se frotó las mismas, y también se mojo el rostro. Avanzó de rodillas hasta que su cintura llego a cubrirse, aquello era demasiado frío, pero no le importaba, al menos la hacía sentir algo diferente, y la distraía de pensar en Callum, que extrañamente, no podía arrancárselo de la cabeza. Se sentó dentro del agua y notó como la sangre de su muñeca ya había dejado de salir, cosa que le pareció demasiado rara, pues su cuerpo era como el de cualquier humano, aunque quizás esas voces tenían algo que ver, por más que la amenazaran, no la deseaban muerta, les servia. Por fin se sumergió toda en el río, intentando limpiar las heridas del alma, quizás el agua le ayudaría a borrar las de aquella noche, pues estaban recién hechas. Salió del agua y no tardó en dejarse caer en las raíces de un árbol, se sentó, y acomodó para poder descansar, con la poca fuerza que le quedaba arrancó un pedazo de su vestido ensangrentado y cubrió la herida de la muñeca. Cuando terminó, miró a la luna suspirando de manera profunda. - Yo no quería hacerle daño, sé que lo sabes, tú eres la única que lo sabe… -
Abrió los ojos topándose con una realidad espantosa. Estiró su mano (esa en la que aún brotaba la sangre), el frío de la noche, y la perdida de ese liquido vital, empezaba a hacer estragos en su cuerpo. Primero sintió escalofríos, ligeros mareos, y su mirada se nublaba. Después la mano que tenía en el aire, en dirección a su acompañante comenzó a temblar. Carraspeó para poder aclarar su garganta - No fui yo - Susurró de manera muy poco audible. - Lo lamento - La sed comenzó a invadir su garganta, su boca, y sus labios, aquella parte de su cuerpo tenía restos de la sangre de Callum debido a la mordida - De verdad, no fui yo - Esta vez, el tono de su voz salió un poco más alta, pero sólo un poco. Él podría escucharla. Los ojos de Levana comenzaron a cristalizarse, el liquido transparente escurrió por sus mejillas hasta el suelo, mezclándose con las pocas gotas de sangre que había en esa zona. No podía levantarse, necesitaba la ayuda de alguien, pero nadie podría llegar a rescatarla, las mismas voces la habían dejado. No había más. El veneno que Callum soltaba en oraciones, era más doloroso que lo que había estado a punto de hacerle minutos antes. Aquello le confundía, no entendía porque sentía una gran necesidad de que él la viera como alguien digno de su presencia, era tan extraño, tanto como ella. - Callum… - Musitó, recordando el nombre que sus inquilinos mentales habían pronunciado con sus propios labios para referirse a él, pidiendo su atención, deseando que se callara para poder explicarle, pero no todo lo que quieres se puede volver realidad, pues aquel hombrecillo no la escucharía, la rabia se lo impediría.
Levana sintió el primer golpe en uno de sus brazos, se le habían enterrado pequeños pedazos de concreto. Cerró sus ojos arrugando al mismo tiempo su rostro, dejando notar una mueca de dolor en su expresión - Detente - Pidió, pero su voz no fue escuchada, el sonido de los escombros al chocar contra el suelo, y contra ella eran mucho más fuertes. Era lo último que le faltaba, ser corrida de un lugar abandonado, ser golpeada por pedazos de pared que habían cubierto su encierro meses atrás. Su rostro se baño en lagrimas, por el dolor, y por el arrepentimiento que sentía al no haber tenido la fuerza para manejar a sus demonios, bien sabía que aunque la manejaran, ella podía detener todo lo que hicieran, ella era el titiritero de su propio títere, nadie podría mover sus cuerdas, sólo si ella se los permitía, y habían sido tantos años que permitió ser movida por alguien más, en su defensa, que no había notado lo poderosa que podía ser y así, evitar este tipo de situaciones. Recargó ambas manos en el suelo empolvado, su muñeca le dolió tanto que soltó otro berrido. Estaba por ponerse de pie cuando dos golpes en la cabeza la hicieron caer de nuevo contra el suelo, por unos instantes todo se había convertido en un escenario negro, ahora otro liquido manchaba su rostro, el color rojo de su sangre le hacía compañía a las transparencias de las lagrimas. Le dolía demasiado, todo le dolía.
Bien dicen que cuando estás ya en la parte más baja del pozo, no hay de otra, sólo puedes volver a salir, y eso le estaba pasando en ese momento, se puso de pie como pudo. Y caminó al fondo de aquel cuarto intentando que los trozos de escombro no le pegaran - No te quiero dejar aquí, no quiero dejarte sólo - Quizás en cualquier otro momento de su vida habría salido corriendo, buscando un escondite, esperando a que la tormenta pasará y el sol le volviera a brillar, pero no deseaba salir huyendo, esta vez no, simplemente quería permanecer en un lado, sentirse parte de algo… De alguien. - Tú lo empezaste Callum, me tocaste, como ellos lo hicieron - Tosió, su cuerpo le indicaba que no podría soportar más daño del que tenía, aquello había sido suficiente por esa noche - Yo no quería que ellas te hicieran daño, yo no quería que lloraras - Sus palabras comenzaban a dejar de entenderse, la respiración se le agitaba, la perdida de sangre estaba alterándola demasiado, de seguir así, perdería el conocimiento en cualquier momento - Deténte por favor, no me lastimes - Le suplicó, y por poco se ponía de rodillas para alzar el dramatismo, e intentar que le dejará de arrojar escombros - No… No soy igual a todos, pero necesito protegerme de todos, de esos que me hicieron daño, de esos que te hicieron daño - El peso de sus manos las hizo bajar de golpe, chocando con las piernas y su vestido - Perdón - Nunca le había pedido perdón a alguien, nunca había perdonado a alguien, era la primera vez que pronunciaba esa palabra con sinceridad, con el peso que requería pronunciarla, y sin embargo no le había sentado mal, al contrario. No sólo estaba pidiendo perdón por ella, aunque ella no hubiera sido la verdadera autora del daño recibido minutos antes, también le pedía perdón por todos aquellos que lo habían lastimado, sin ni siquiera saber aún su historia, pues sentía ese necesidad de hacerlo.
Se quedaron en silencio por unos momentos. Levana tuvo que llevarse las manos al rostro para evitar que otro pedazo de escombro llegara a su rostro pintado de rojo carmesí. Se dio cuenta que de verdad no la había perdonar, y que por más que le explicara y dijera, no le creería nada. Volvió a soltar lagrimas de dolor. Observó a su alrededor, y para su buena suerte, estaba la puerta del cuarto a su lado. Avanzó a paso lento, sin dejar de observar a Callum a los ojos, pidiéndole de nuevo perdón con la mirada. Fueron cuatro pasos exactos los que realizó para poder salir de ese lugar, y cuando por fin se alejó de aquel pequeño cuarto, dejó que el llanto la invadiera de verdad. Lloró con fuerza, como si de su vida dependiera de ello, y no volteo para nada, era mejor dejar esa escena atrás, y seguir adelante, como si no hubiera pasado nada.
El sueño comenzó a invadirla, la joven lo asociaba con la perdida de sangre. Había avanzado quizás unos diez minutos, el sanatorio se había quedado atrás. ¿A dónde podría ir a esas horas de la noche? Ningún lugar era correcto, si pasaba por las calles parisinas en ese estado, simplemente la mandarían a la bastilla por actos imprudentes en vía publica, o por sospecha de asesinato, de ir a los establos alertaría a los caballos, y sus tíos se despertarían, y su casa del bosque se encontraba del otro lado de esa zona. Recordó que cerca de ese lugar, adentrándose al bosque, encontraría el cause del río, tendría fuerza para poder llegar ahí, limpiar su rostro, su vestido, y romper la tela del mismo para cubrir la herida de la muñeca. Pocos fueron los minutos que tuvo que avanzar, para su buena suerte, el río estaba demasiado cerca. Quizás en ese lugar arrojaban los cuerpos de los pacientes torturados en el sanatorio, y que mágicamente no volvían. Llegó a la orilla, y se dejó caer de rodillas contra la tierra mojada. sus manos se empezaron a limpiar cuando el agua fría choco contra ellas. Se frotó las mismas, y también se mojo el rostro. Avanzó de rodillas hasta que su cintura llego a cubrirse, aquello era demasiado frío, pero no le importaba, al menos la hacía sentir algo diferente, y la distraía de pensar en Callum, que extrañamente, no podía arrancárselo de la cabeza. Se sentó dentro del agua y notó como la sangre de su muñeca ya había dejado de salir, cosa que le pareció demasiado rara, pues su cuerpo era como el de cualquier humano, aunque quizás esas voces tenían algo que ver, por más que la amenazaran, no la deseaban muerta, les servia. Por fin se sumergió toda en el río, intentando limpiar las heridas del alma, quizás el agua le ayudaría a borrar las de aquella noche, pues estaban recién hechas. Salió del agua y no tardó en dejarse caer en las raíces de un árbol, se sentó, y acomodó para poder descansar, con la poca fuerza que le quedaba arrancó un pedazo de su vestido ensangrentado y cubrió la herida de la muñeca. Cuando terminó, miró a la luna suspirando de manera profunda. - Yo no quería hacerle daño, sé que lo sabes, tú eres la única que lo sabe… -
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
— ¡He dicho que te largues! — Gritó por última vez, arrojando con fuerza un pedazo grande de concreto que fue a estrellarse contra uno de los brazos de Levana. A Callum no le conmovió haberla herido, provocar que su sangre brotara y ser el causante de que su llanto se intensificara; era su venganza, por rechazarlo, por herirlo, por haber traicionado su confianza cuando ingenuamente había creído que ella sería diferente a todos esos a los que tanto detestaba. La escuchó decir algunas palabras sueltas, disculparse, palabras que aseguraban que él también le importaba, pero no le creyó una sola palabra; la desconfianza que tenía por todo el mundo había vuelto. Ella ya no le parecía tan interesante, ni tan parecida a él, en ese instante era su enemiga.
La observó alejarse del lugar sin tener la mínima intención de detenerla. La vio hasta que se la lejanía le impidió visualizar la figura femenina y pese a que le había exigido que le dejara, pese a que ya no confiaba en ella; sintió deseos de volver a verla. Callum miró a su alrededor y de pronto le aterró verse tan solo como siempre había estado. Se sintió vulnerable en medio de esas ruinas, con todos esos trozos de concreto y todas esas cenizas bajo las cuales reposaban restos de esos que habían perecido gracias a su vil acto. Sintió terror al imaginar que alguno de ellos emergería de las cenizas y le exigirían una explicación, una que no tendría porque sencillamente no existía alguna. Se sobresaltó al escuchar un ruido que él mismo había provocado con sus pies y se echó hacia atrás como quien está aterrorizado, topando contra la pared. En ese instante deseó que Levana regresara.
— ¿Levana…? — Murmuró con visible turbación en la voz. Nadie respondió, nadie regresó. — ¡Levana, vuelve, Levana! — Gritó con todas sus fuerzas hasta que le ardió la garganta, tosió en repetidas ocasiones y las lágrimas aparecieron de nuevo en su rostro. Callum lloró su soledad, su enfermedad, su tristeza; en ese sitio se sintió tan miserable como no se había sentido en mucho tiempo. Presa del miedo, le pareció escuchar cosas, juró haber visto que una sombra se movía y se puso de pie de un brinco, incapaz de poder permanecer en ese sitio por más tiempo.
Salió corriendo como alma que lleva el diablo, lo hizo sin descanso, siguiendo el camino por el que Levana le había abandonado. Corrió hasta que las piernas comenzaron a dolerle y la respiración le faltaba. Se detuvo para recuperar el aliento y miró a todos lados, pero no había rastro de Levana. Se sintió triste al imaginar que tal vez no volvería a verla. ¡No! Alzó su rostro con la boca entreabierta decidió qué camino seguir. Siguió corriendo hasta que la encontró. A lo lejos distinguió una figura al pie de un árbol. Era ella, tenía que ser ella. Ya no corrió, caminó lentamente hacia ella, sin importarle si ella querría tenerlo cerca o no.
Cuando estuvo al pie del árbol, se sentó a su lado sin decir nada. Ya no había lágrimas en su rostro, ni había señales de que estuviera molesto; estaba tranquilo. La miró de reojo, su cabello aún escurría agua y su ropa estaba totalmente empapada.
— ¿Quién te ha hecho daño? — Preguntó, claramente refiriéndose a eso que ella misma había dicho antes cuando había intentado darle explicaciones en las ruinas del sanatorio; lo preguntó cuando en realidad lo que deseaba decirle es que pescaría un resfriado si seguía vistiendo esas ropas. No le dio oportunidad de responder. — ¿Es esa tu casa? — Volvió a preguntar, con los ojos castaños clavados en una residencia que no se encontraba demasiado lejos del sitio donde permanecían sentados. Callum sonrió de lado, lo hizo tenuemente, sin llegar a mostrar la dentadura. Le gustaba la compañía de Levana, extrañamente dejaba de sentirse solo o asustado estando a su lado. — ¿Me la muestras, Levana? Tu casa. — Empezaba a acostumbrarse a pronunciar su nombre en voz alta, le gustaba cómo sonaba, ya le era familiar.
Callum actuaba como si nada hubiese ocurrido, ignorando todas esas heridas, toda esa sangre que tenía Levana encima y que él había provocado. Tomó uno de los brazos de la joven y alzó con cuidado para no herirla, una vez que lo tuvo a la altura de su rostro, comenzó a besarlo con delicadeza. Besó con ternura cada una de sus heridas y lamió su sangre hasta dejarle el brazo limpio. Por ese instante se olvidó del supuesto asco que le daba tocar a otros y ser tocado, ignoró si a Levana le molestaría, no le importaba. Esa era su forma de enmendar lo que había hecho, su forma de decir “perdón”.
La observó alejarse del lugar sin tener la mínima intención de detenerla. La vio hasta que se la lejanía le impidió visualizar la figura femenina y pese a que le había exigido que le dejara, pese a que ya no confiaba en ella; sintió deseos de volver a verla. Callum miró a su alrededor y de pronto le aterró verse tan solo como siempre había estado. Se sintió vulnerable en medio de esas ruinas, con todos esos trozos de concreto y todas esas cenizas bajo las cuales reposaban restos de esos que habían perecido gracias a su vil acto. Sintió terror al imaginar que alguno de ellos emergería de las cenizas y le exigirían una explicación, una que no tendría porque sencillamente no existía alguna. Se sobresaltó al escuchar un ruido que él mismo había provocado con sus pies y se echó hacia atrás como quien está aterrorizado, topando contra la pared. En ese instante deseó que Levana regresara.
— ¿Levana…? — Murmuró con visible turbación en la voz. Nadie respondió, nadie regresó. — ¡Levana, vuelve, Levana! — Gritó con todas sus fuerzas hasta que le ardió la garganta, tosió en repetidas ocasiones y las lágrimas aparecieron de nuevo en su rostro. Callum lloró su soledad, su enfermedad, su tristeza; en ese sitio se sintió tan miserable como no se había sentido en mucho tiempo. Presa del miedo, le pareció escuchar cosas, juró haber visto que una sombra se movía y se puso de pie de un brinco, incapaz de poder permanecer en ese sitio por más tiempo.
Salió corriendo como alma que lleva el diablo, lo hizo sin descanso, siguiendo el camino por el que Levana le había abandonado. Corrió hasta que las piernas comenzaron a dolerle y la respiración le faltaba. Se detuvo para recuperar el aliento y miró a todos lados, pero no había rastro de Levana. Se sintió triste al imaginar que tal vez no volvería a verla. ¡No! Alzó su rostro con la boca entreabierta decidió qué camino seguir. Siguió corriendo hasta que la encontró. A lo lejos distinguió una figura al pie de un árbol. Era ella, tenía que ser ella. Ya no corrió, caminó lentamente hacia ella, sin importarle si ella querría tenerlo cerca o no.
Cuando estuvo al pie del árbol, se sentó a su lado sin decir nada. Ya no había lágrimas en su rostro, ni había señales de que estuviera molesto; estaba tranquilo. La miró de reojo, su cabello aún escurría agua y su ropa estaba totalmente empapada.
— ¿Quién te ha hecho daño? — Preguntó, claramente refiriéndose a eso que ella misma había dicho antes cuando había intentado darle explicaciones en las ruinas del sanatorio; lo preguntó cuando en realidad lo que deseaba decirle es que pescaría un resfriado si seguía vistiendo esas ropas. No le dio oportunidad de responder. — ¿Es esa tu casa? — Volvió a preguntar, con los ojos castaños clavados en una residencia que no se encontraba demasiado lejos del sitio donde permanecían sentados. Callum sonrió de lado, lo hizo tenuemente, sin llegar a mostrar la dentadura. Le gustaba la compañía de Levana, extrañamente dejaba de sentirse solo o asustado estando a su lado. — ¿Me la muestras, Levana? Tu casa. — Empezaba a acostumbrarse a pronunciar su nombre en voz alta, le gustaba cómo sonaba, ya le era familiar.
Callum actuaba como si nada hubiese ocurrido, ignorando todas esas heridas, toda esa sangre que tenía Levana encima y que él había provocado. Tomó uno de los brazos de la joven y alzó con cuidado para no herirla, una vez que lo tuvo a la altura de su rostro, comenzó a besarlo con delicadeza. Besó con ternura cada una de sus heridas y lamió su sangre hasta dejarle el brazo limpio. Por ese instante se olvidó del supuesto asco que le daba tocar a otros y ser tocado, ignoró si a Levana le molestaría, no le importaba. Esa era su forma de enmendar lo que había hecho, su forma de decir “perdón”.
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
El viento soplaba con fuerza contra su figura, estaba interrumpiendo el paso de ese elemento natural, pero no le importaba. ¿Acaso el viento también la podía odiar por interrumpir su cause normal? No, aquello sería excesivo, el viento la querría, por eso se adentraba por sus fosas nasales e hinchaba sus pulmones para dejarla respirar con calma. En ese momento pequeños detalles como ese la llenaban de nuevo de dudas, estaba segura que no merecía vivir, el encuentro con Callum se lo había confirmado. ¿Quién sería capaz de entender a una loca cómo ella? Lo había dañado, ella lo había dañado a él, se dejó llevar por las voces, las dejó hacer a su antojo, lo lastimaron, lo lastimó. Se encontraba demasiado confundida, lloraba al recordar aquellos ojos tristes, también lo hacía por no haberle correspondido cuando debía, deseaba regresar el tiempo, enmendar lo que había hecho, pero estaba segura que de poder hacerlo las cosas habrían tenido la misma conclusión, así era ella, siempre a la defensiva, siempre temiendo volver a sentir aquel dolor, con el horror de volver a sentir manos invadir su cuerpo, con el terror de volver a sentirse profanada, hurgada. Desde aquella noche su vida había cambiado, tendría la maldición de la soledad, de no poder tener amigos, o sonrisas amplias para dedicar a los desconocidos y conocidos. Su maldición no sólo radicaba en eso, también consistía en que ningún hombre, por mucho que lo desease podría amarle, estaría sola por el resto de sus días en la tierra, y estaba segura que de existir otra vida, la maldición la seguiría, atormentando su existencia, y lo que quedaba de su alma. Lo odiaba por reafirmarle su realidad. Lo odiaba por haberla lastimado, y no precisamente el físico, sino su corazón, porqué aunque estuviera maldita aún sentía.
Se perdió en el tiempo, en el espacio, se perdió de esa realidad cruel con la que cargaba en su espalda. Observaba sombras negras bajo la luz de la luna que danzaban frente a ella. Todas mostraban en el lugar del rostro una sonrisa demoniaca, pero no sentía miedo, se había acostumbrado a ellas, y a esa burla constante que le regalaban y que por supuesto no pedía. Las sombras dejaron de bailar, todas se agruparon observando un punto fijo, a lado de la muchacha quien no prestó importancia alguna simplemente siguió en sus pensamientos hasta que escuchó esa voz, la que le había ordenado con odio que se largara de su lado. No pudo evitar girarse, y cuando se sentó a su lado llevó ambas manos al rostro buscando protegerse. Para su sorpresa no había de que protegerse. Abrió los labios formando una perfecta "O", se notaba su sorpresa - No me dañes - Susurró después de la pregunta. En su rostro otra mueca se formó, dejando en clara la consternación que le daba la reacción del rubio. Bajó la mirada, observó a las sombras, se notaban tan sorprendidas como ella, sentadas en hilera observando a ambos muchachos. -"¿Cómo es posible que haya vuelto después de tanto daño?"- Una de ellas preguntó en voz alta, pero claro, el joven no podría escucharlas. -"¿Qué hace él ahí? Córrelo, te está engañando, al final te matará"- Y todas y cada una de las voces comenzaron a protestar, negó repetidas veces, tomó una gran bocana de aire, y con una fuerza que no conocía en su interior pudo hacer que desaparecieran, que se esfumaran dejándolos en paz.
Le era inevitable no sorprenderse de las maneras de ser tan distintas de Callum, no se parecía al chico que la había atacado con escombros en los restos del sanatorio. En un abrir y cerrar de ojos tenía sus dedos sujetando su brazo, y aunque estuvo a punto de moverlo con brusquedad se quedó tranquila. No quiso intercambiar palabra alguna, prefirió que el muchacho terminara, que él solito diera la señal, no quería cometer otros errores, el hecho de sentirlo tan cerca, enmendando su error, la hizo sentir segura. De manera inevitable su mano libre se estiró, y sus dedos acariciaron de manera intima su mejilla. La bruja le sonrió como si de verdad no hubiesen tenido un mal momento minutos atrás, se mordisqueó por un momento el labio inferior, y después de mucho meditar si era correcto o no intercambiar palabras, decidió que era lo correcto, no podía atacarlo siempre, o él a ella, a fin de cuentas eran dos jóvenes que habían sufrido de la peor manera en aquella vida. En las anteriores, si es que había, no lo sabían. - Lo lamento tanto… - De verdad estaba arrepentida, la chica sufría su dolor y también él que el rubio cargaba en sus hombros - No fui yo… Fueron ellas, las que escuchaste, a mi me molestan siempre, no lo niego, las deje hacerlo porque tenía miedo a que me hicieras lo mismo que ellos. - Aun no le aclaraba quienes eran ellos.
Se puso de pie sin dejar de verlo, avanzó apenas unos cuantos pasos, al notar que no la seguía, se giró - ¿Quieres ver la casa? - Le sonreía de manera tenue, era bastante evidente que deseaba confiar en él con todo su corazón, pero la desconfianza siempre se albergaría dentro de su cuerpo, quizás el tiempo le permita llegar a confiar por completo, o quizás esa noche terminaría muerta gracias a él, todo podía pasar pero no deseaba ser más esa tortuga que se escondía en su caparazón. La chica había admirado a las aves pues estás abrían sus alas y andaban de un lugar a otro siendo libres. Esa noche sería un ave en cada movimiento y paso que daba, por eso cuando Callum emprendió el camino con ella, sintió sus brazos abrirse y así poder volar por primera vez. - Nunca le digas a nadie de mi casa, de mi escondite, no se los digas por favor, aunque me odies, aunque quieras verme muerta, te suplico que no lo hagas, no quiero que me encuentren, no podría soportar otro daño de esa manera, podría arrodillarme frente a ti si lo deseas para guardar mi secreto - La bruja no había entendido como Callum había sido capaz de ver su casa. Se había encargado de esconderla en medio del bosque, en medio de arboles que no dejaban ni siquiera la entrada de un rayo de sol, entre enredaderas, ramas, yerba mala, entre la oscuridad absoluta y también entre hechizos y otras maldiciones. Aquello le había sorprendido, aunque sin duda debía ser alguna especie de señal. La casa quería ser descubierta por él, se había desnudado permitiéndole entrar como si se tratara del hombre más santo, pero aquel refugio no se equivocaba, y ante aquella señal no podría negarse. Callum Norringthon era el invitado especial a la casa, y la alfombra roja se había desenrollado para dejar que la pisara.
Habían pasado todo el largo del bosque, de los encantamientos hasta poder pararse frente a la puerta de su casa. Callum parecía tranquilo, como si no hubiera sentido alguna especie de tirón o dolor al caminar sobre hierbas extrañas. La chica quiso preguntarle porqué, pero prefería llevar la fiesta en paz por el momento. Estiró la mano, giró la perilla, y empujó la puerta con fuerza, quizás no se venía lo impresionante de aquella estructura, sin embargo era enorme, una mansión escondida, un tesoro perdido, la estructura solitaria que sólo podía ser habitada por ella, y que ahora dejaba que él fuera parte de ella - Bienvenido - Se limitó a decir, dejando que entrara primero que ella, después de lo acontecido en el sanatorio, las reglas de protocolo no importaban, ellos no eran personas normales, no necesitaban de eso.
La chimenea permanecía encendida, ella no la apagaba por más riesgoso que eso fuera. Caminó unos pasos hasta colocarse en medio de la sala, se dejó caer en uno de los sillones, dejó que él rubio hiciera y viera a su antojo, no le daba miedo perder lo material, lo único que le daba miedo era volver a ser violada. - Está es mi casa… ¿Necesitas una guía por toda ella? - Ni siquiera levantó el rostro, había cerrado los ojos, se sentía cansada, y su cuerpo le dolía por obvias razones, además que el fuego le hacía sentir una especie de confort diferente, las prendas aún escurrían agua, pero su cuerpo comenzaba a entrar en calor. - A mi me hicieron daño hace mucho tiempo - Su voz era baja, pero dado que lo único que se escuchaba era la madera arder, estaba segura que podría escucharle sin problema - Apenas tenía quince años Callum, y estaba bastante entusiasmada con las celebraciones gitanas, ellos son tan diferentes al resto de las personas, pero no iguales a lo que soy ahorita - Sus manos se colocaron en su pecho, luego sus palmas se unieron y comenzó a frotar - Conocí a un gitano que me daba lecciones sobre esos bailes y otro tipo de cosas, él día en que cumplía quince años me prometió la mejor de las fiestas, la inolvidable y yo le creí - La piel de Levana se erizó, recordó aquellas manos en su piel, recordó el miedo que había sentido, y dos lagrimas escaparon por su rostro, daba gracias a la madre naturaleza que él no la estaba viendo - Me llevo a un lugar, me pusieron sobre una mesa… Y entre varios hombres me besaron, me quitaron la ropa y… - La bruja no pudo continuar, se hizo una pequeña bolita en el sillón, colocándose de medio lado, abrazando sus piernas con fuerza, llorando en silencio, no necesitaba decir nada, estaba segura que Callum podría interpretar lo que seguía, que no era necesario continuar la frase. ¿Por qué tenía que llorar siempre? Quiso un abrazo, deseó con todas sus fuerzas que Callum la abrazará y que le diera que todo estaba y estaría bien.
Se perdió en el tiempo, en el espacio, se perdió de esa realidad cruel con la que cargaba en su espalda. Observaba sombras negras bajo la luz de la luna que danzaban frente a ella. Todas mostraban en el lugar del rostro una sonrisa demoniaca, pero no sentía miedo, se había acostumbrado a ellas, y a esa burla constante que le regalaban y que por supuesto no pedía. Las sombras dejaron de bailar, todas se agruparon observando un punto fijo, a lado de la muchacha quien no prestó importancia alguna simplemente siguió en sus pensamientos hasta que escuchó esa voz, la que le había ordenado con odio que se largara de su lado. No pudo evitar girarse, y cuando se sentó a su lado llevó ambas manos al rostro buscando protegerse. Para su sorpresa no había de que protegerse. Abrió los labios formando una perfecta "O", se notaba su sorpresa - No me dañes - Susurró después de la pregunta. En su rostro otra mueca se formó, dejando en clara la consternación que le daba la reacción del rubio. Bajó la mirada, observó a las sombras, se notaban tan sorprendidas como ella, sentadas en hilera observando a ambos muchachos. -"¿Cómo es posible que haya vuelto después de tanto daño?"- Una de ellas preguntó en voz alta, pero claro, el joven no podría escucharlas. -"¿Qué hace él ahí? Córrelo, te está engañando, al final te matará"- Y todas y cada una de las voces comenzaron a protestar, negó repetidas veces, tomó una gran bocana de aire, y con una fuerza que no conocía en su interior pudo hacer que desaparecieran, que se esfumaran dejándolos en paz.
Le era inevitable no sorprenderse de las maneras de ser tan distintas de Callum, no se parecía al chico que la había atacado con escombros en los restos del sanatorio. En un abrir y cerrar de ojos tenía sus dedos sujetando su brazo, y aunque estuvo a punto de moverlo con brusquedad se quedó tranquila. No quiso intercambiar palabra alguna, prefirió que el muchacho terminara, que él solito diera la señal, no quería cometer otros errores, el hecho de sentirlo tan cerca, enmendando su error, la hizo sentir segura. De manera inevitable su mano libre se estiró, y sus dedos acariciaron de manera intima su mejilla. La bruja le sonrió como si de verdad no hubiesen tenido un mal momento minutos atrás, se mordisqueó por un momento el labio inferior, y después de mucho meditar si era correcto o no intercambiar palabras, decidió que era lo correcto, no podía atacarlo siempre, o él a ella, a fin de cuentas eran dos jóvenes que habían sufrido de la peor manera en aquella vida. En las anteriores, si es que había, no lo sabían. - Lo lamento tanto… - De verdad estaba arrepentida, la chica sufría su dolor y también él que el rubio cargaba en sus hombros - No fui yo… Fueron ellas, las que escuchaste, a mi me molestan siempre, no lo niego, las deje hacerlo porque tenía miedo a que me hicieras lo mismo que ellos. - Aun no le aclaraba quienes eran ellos.
Se puso de pie sin dejar de verlo, avanzó apenas unos cuantos pasos, al notar que no la seguía, se giró - ¿Quieres ver la casa? - Le sonreía de manera tenue, era bastante evidente que deseaba confiar en él con todo su corazón, pero la desconfianza siempre se albergaría dentro de su cuerpo, quizás el tiempo le permita llegar a confiar por completo, o quizás esa noche terminaría muerta gracias a él, todo podía pasar pero no deseaba ser más esa tortuga que se escondía en su caparazón. La chica había admirado a las aves pues estás abrían sus alas y andaban de un lugar a otro siendo libres. Esa noche sería un ave en cada movimiento y paso que daba, por eso cuando Callum emprendió el camino con ella, sintió sus brazos abrirse y así poder volar por primera vez. - Nunca le digas a nadie de mi casa, de mi escondite, no se los digas por favor, aunque me odies, aunque quieras verme muerta, te suplico que no lo hagas, no quiero que me encuentren, no podría soportar otro daño de esa manera, podría arrodillarme frente a ti si lo deseas para guardar mi secreto - La bruja no había entendido como Callum había sido capaz de ver su casa. Se había encargado de esconderla en medio del bosque, en medio de arboles que no dejaban ni siquiera la entrada de un rayo de sol, entre enredaderas, ramas, yerba mala, entre la oscuridad absoluta y también entre hechizos y otras maldiciones. Aquello le había sorprendido, aunque sin duda debía ser alguna especie de señal. La casa quería ser descubierta por él, se había desnudado permitiéndole entrar como si se tratara del hombre más santo, pero aquel refugio no se equivocaba, y ante aquella señal no podría negarse. Callum Norringthon era el invitado especial a la casa, y la alfombra roja se había desenrollado para dejar que la pisara.
Habían pasado todo el largo del bosque, de los encantamientos hasta poder pararse frente a la puerta de su casa. Callum parecía tranquilo, como si no hubiera sentido alguna especie de tirón o dolor al caminar sobre hierbas extrañas. La chica quiso preguntarle porqué, pero prefería llevar la fiesta en paz por el momento. Estiró la mano, giró la perilla, y empujó la puerta con fuerza, quizás no se venía lo impresionante de aquella estructura, sin embargo era enorme, una mansión escondida, un tesoro perdido, la estructura solitaria que sólo podía ser habitada por ella, y que ahora dejaba que él fuera parte de ella - Bienvenido - Se limitó a decir, dejando que entrara primero que ella, después de lo acontecido en el sanatorio, las reglas de protocolo no importaban, ellos no eran personas normales, no necesitaban de eso.
La chimenea permanecía encendida, ella no la apagaba por más riesgoso que eso fuera. Caminó unos pasos hasta colocarse en medio de la sala, se dejó caer en uno de los sillones, dejó que él rubio hiciera y viera a su antojo, no le daba miedo perder lo material, lo único que le daba miedo era volver a ser violada. - Está es mi casa… ¿Necesitas una guía por toda ella? - Ni siquiera levantó el rostro, había cerrado los ojos, se sentía cansada, y su cuerpo le dolía por obvias razones, además que el fuego le hacía sentir una especie de confort diferente, las prendas aún escurrían agua, pero su cuerpo comenzaba a entrar en calor. - A mi me hicieron daño hace mucho tiempo - Su voz era baja, pero dado que lo único que se escuchaba era la madera arder, estaba segura que podría escucharle sin problema - Apenas tenía quince años Callum, y estaba bastante entusiasmada con las celebraciones gitanas, ellos son tan diferentes al resto de las personas, pero no iguales a lo que soy ahorita - Sus manos se colocaron en su pecho, luego sus palmas se unieron y comenzó a frotar - Conocí a un gitano que me daba lecciones sobre esos bailes y otro tipo de cosas, él día en que cumplía quince años me prometió la mejor de las fiestas, la inolvidable y yo le creí - La piel de Levana se erizó, recordó aquellas manos en su piel, recordó el miedo que había sentido, y dos lagrimas escaparon por su rostro, daba gracias a la madre naturaleza que él no la estaba viendo - Me llevo a un lugar, me pusieron sobre una mesa… Y entre varios hombres me besaron, me quitaron la ropa y… - La bruja no pudo continuar, se hizo una pequeña bolita en el sillón, colocándose de medio lado, abrazando sus piernas con fuerza, llorando en silencio, no necesitaba decir nada, estaba segura que Callum podría interpretar lo que seguía, que no era necesario continuar la frase. ¿Por qué tenía que llorar siempre? Quiso un abrazo, deseó con todas sus fuerzas que Callum la abrazará y que le diera que todo estaba y estaría bien.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
"El miedo es el dolor que surge de la anticipación de un mal."
-Aristóteles
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A Callum le gustó que Levana no tuviera el impulso de alejarse de él, que lo dejara tocarla como estaba haciendo, mientras limpiaba las heridas con su propia lengua, un acto poco higiénico pero muy propio de él, similar a todas las inesperadas cosas que siempre llevaba a cabo y que su perturbada mente le ordenaba que hiciese. Callum había empezado a bajar la guardia frente a la que había considerado su enemiga, aunque tal hecho tampoco podía significar que nunca más volvería a despotricar contra ella, que no la heriría o que el portaría debidamente y dejaría de lado todas sus descabelladas ideas. Debía tomarse en cuenta que Callum no estaba bien de la cabeza, que hasta hace poco había estado recluido en un sanatorio mental y, que además de todo, durante su reclusión en ese lugar que ahora habían dejado atrás y que él mismo había reducido a cenizas sin la menor culpa, no habría mostrado signos de mejoría, sino todo lo contrario. No importaba cuan arrepentido o aparentemente amable se mostrara con Levana o con cualquiera, Callum nunca sería alguien de fiar, nunca completamente; con él debían estar siempre alerta y a la espera de uno de sus episodios, esperar lo peor.
El muchacho mostró una de sus más amplias y sinceras sonrisas cuando su nueva –y única- amiga no se negó ante la petición que él había hecho. Conocería su casa, ella se la mostraría entera y le pedía guardar el secreto. ¿De verdad Levana podía confiar en alguien que acababa de confesarle ser el causante de la muerte de más de una docena de personas, en alguien que había intentado que ella se suicidara, alentándola, ofreciéndole una navaja? ¿Quién de los dos debía ser juzgado como el más demente? Probablemente estaban a la par, los hechos hablaban por sí solos.
Cuando llegaron a la casa de Levana, Callum se mostró visiblemente sorprendido. Con la boca entreabierta se dedicó a recorrer con su mirada cada rincón de la vivienda, empezando por las ventanas, las enredaderas que cubrían los cristales y finalmente la puerta que se encargó de abrir la muchacha, invitándolo a adentrarse a su hogar. Callum avanzó con pasos lentos pero decididos, y se atrasó en el recorrido de la residencia por detenerse innumerables veces a observar con detenimiento los pequeños detalles que nadie más sería capaz de notar. Se puso en cuclillas y con su dedo palpó una esquina detrás de la gruesa puerta, alzando con la yema de esta un poco del polvo que allí se acumulaba, alzándolo hasta su rostro y sonriendo como si se tratase de un gran descubrimiento. Más tarde se puso de pie y exploró con curioso sentimiento el cielo de la casa, encontrando en ella más de dos telarañas que fueron causa de una nueva sonrisa. Y finalmente, encontró lo que terminaría por maravillarlo: la chimenea. Le pareció que era la chimenea más bonita que había visto jamás, con ladrillos rojos alrededor, todo ese hollín en el interior, ¡y ese olor! Callum amaba el olor que desprendia la leña queada.
— Es perfecta... — Comentó estirando ambas manos hacia el fuego, con un peculiar brillo en sus ojos, similar a un niño que está extasiado ante un nuevo descubrimiento; parecía que nunca antes había visto una igual. Definir la obsesión que Callum tenía por las chimeneas no era algo realmente difícil de comprender, todo se reducía a su fascinación que tenía hacia el fuego. Esa era una de las cosas más incomprensibles en la personalidad del muchacho, porque lejos de repeler y sentir una enfermiza aversión al elemento que había sido el causante de la muerte de sus padres y que por poco había arrasado con él y sus hermanos, lo adoraba. Se quedó de pie, mirando como las brasas consumían la leña en el interior, aspirando el aroma que desprendía y disfrutando del calor que proveía a sus huesos fríos a causa de las bajas temperaturas en el exterior. Escuchó a Levana hablar a sus espaldas, rogándole mantener en secreto la ubicación de su casa. Callum frunció el ceño y rápidamente avanzó hacia ella, la tomó de las manos, esperando que ella no lo rechazara y las besó para intentar calmar su preocupación mientras la miraba a los ojos.
— ¡No, no! — Exclamó desesperado, con una expresión de angustia y meneando la cabeza en repetidas ocasiones. — Tranquila, Levana, no voy a contarle a nadie. No voy a matarte, no quiero verte muerta. ¡No quiero que supliques! — Alzó la voz considerablemente para lograr captar la atención de la mortificada muchacha y, cuando al fin logró que ella se callara, volvió a tomar la palabra, utilizando esta vez un tono de voz más tranquilo y casi acogedor. — Escúchame, no tienes que tener miedo de mí, no voy a lastimarte. — Pero él no era consciente de todo el mal que era capaz de ocasionar, no era nadie para hacer tales promesas que no sería capaz de cumplir mientras no encontrara una cura para sus males.
Cuando Levana se tranquilizó, tomó asiento en uno de los sofás de su salita y Callum se arrodilló junto a ella sin soltar sus manos. Nunca antes había deseado tanto el contacto físico con otra persona, le gustaba, le gustaba como se sentía, ese calor que ella desprendía. ¿Se sentiría ella igual de a gusto? No se lo preguntó, lo dio por hecho. Pero el agradable momento duró tan poco…
El ceño del muchacho volvió a arrugarse cuando ella comenzó a relatar la horrible vivencia, y alejó sus manos de golpe, como si ella acabara de confesarle que padecía de un mal incurable que además era contagioso. Callum se apartó de inmediato, arrastrándose sobre la alfombra, y, desde el otro extremo de la sala observó a la atormentada muchacha que estaba abriéndole su corazón. Con su cabeza negó en reiteradas ocasiones, incapaz de aceptar lo que escuchaba.
— ¡Cállate, cállate! ¡No quiero escucharlo! ¡No quiero escucharlo, ¿entendiste? ¡NO QUIERO! — Comenzó a gritar como un el loco que era, tan fuerte que retumbó en toda la casa. Su respiración se aceleró al grado de que el corazón le latía con mucha fuerza y sentía una gran presión sobre el pecho, como si estuviera a punto de sufrir un colapso o un ataque, como si estuviera a punto de morir de la angustia que enterarse de la violación de Levana le provocaba. La miró con odio pero el odio no era para ella, era para esos hombres que la habían herido. Las lágrimas comenzaron a caer nuevamente por su rostro, y cuando comprendió que lo que menos se merecía ella de él era el despreciarla o culparla, volvió gateando hasta donde ella se encontraba.
— Lo siento, Levana, yo no… Lo siento… — Murmuró una y otra vez, pero ya no se atrevió a tocar sus manos, ni ninguna otra parte de su cuerpo. Comprendió entonces por que ella se había mostrado tan desesperada y herida cuando él la había tocado en el bosque y se golpeó a sí mismo en la cabeza por la estupidez que había hecho, por el acto tan cobarde que había llevado a cabo. — Perdóname, Levana, yo no lo sabía, yo no… — Volvió a llorar, pero en cuestión de segundos, su tristeza de transformó en rabia.
— Levana, tenemos que matarlos. — Habló con determinación, decidido a llevar a cabo lo que decía, con esa mirada homicida que dejaba más que claro que sus palabras no eran una broma. Ya había matado antes, hacerlo nuevamente no sería un problema. — ¡Tenemos que matarlos, ellos merecen morir! Yo puedo hacerlo, los mataré. Sólo tienes que decirme quiénes son y dónde encontrarlos y les mataré a todos, a cada uno te ellos. Lo haré por ti. — Tomó sus manos, pero notó como ella ya no parecía corresponderle igual que hacia unos minutos, como parecía temer ante sus palabras, ante sus desquiciadas y crueles peticiones. A Callum se le partió el alma ver como, en el fondo, ella seguía sintiendo miedo de él, como ella no lo apoyaba. Se alejó un poco, para darle espacio y para evitarle el disgusto de tener que seguir siendo tocada por el muchacho al que tal vez aún despreciaba por haber intentado sobrepasarse con ella.
— Yo también te hice daño. ¿Tienes miedo de mí, Levana? — Preguntó, siendo incapaz de desvanecer o disimular un poco el dolor que pensar esa posibilidad de ser despreciado por ella le proveía. Las lágrimas siguieron brotando, pero más lentamente. — ¿Me odias por haber matado a toda esa gente del sanatorio? Ellos eran crueles, contigo y conmigo. ¡Merecían morir! — Sintió el impulso de tomarla de los hombros y sacudirla para hacerla entrar en razón, pero su impotencia era tanto en esos momentos que se sintió incapaz, sin fuerzas para ello. — ¿Te duele, no es así? Lo que ellos te hicieron. Yo voy a liberarte de ese dolor, no sentirás más dolor cuando les haya matado, lo prometo. — Cada vez que miraba la expresión de dolor y sufrimiento en la cara de Levana, sentía que la sangre le hervía. Definitivamente, las cosas no podían quedarse así; les mataría, a cada uno de ellos, les cortaría las manos, con su consentimiento o sin él.
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
Cuando la bruja miraba a los ojos podía existir muchas ventajas para la otra persona. La principal es que no les tendría miedo. El temer no era para nada bueno, porque la hacía repelar a todo aquel que se le acercara, ponerse a la defensiva, y querer eliminarlos cómo fuera de su vista, no, no es que fuera a lastimar o asesinar, pero si corría para ocultarse. Contadas eran las personas que le habían visto el color marrón de sus ojos, quizás sólo su tía, y su primo, sin descontar a Alchemilla, pero ella estaba más loca incluso que ella, y por eso no le daba miedo. Cuando sus orbes se centraban en una mirada ajena, no sólo se trataba de confianza, también de curiosidad, de poder verse a los ojos, intentar encontrar algo diferente de lo que le hubieran dicho los demás. Ella se negaba a creer que era una "zorra", así la habían llamado más de una vez en el sanatorio mental, siempre buscaba no encontrar eso que tanto insistían en hacerle creer que era, pero daba la casualidad que al investigar en otros ojos, siempre veía lo mismo, eso que tanto le decían. Con Callum era completamente distinto, había conocido la mirada del chico por pura necesidad, por obligación, lo que era extraño es que en él no veía absolutamente nada, sólo oscuridad, de esa profunda que sólo puede compararse con la noche a mitad de un bosque. No había reflejo de su figura, ni siquiera había brillo por su propia alma, quizás si estaba demasiado perturbado después de todo, o quizás a él lo controlaban también demonios como a ella misma, tendría que investigar a fondo, buscar la manera de curarlo, haciéndolo con él quizás tenía una esperanza ella, todo podría pasar, aunque sus esperanzas estaban casi muertas, el rubio le había todo lazos a causa del incendio que había provocado, no debía confiar en él, al menos no aún.
La castaña por fin había abierto su corazón, había contado algo que jamás antes le había mencionado a alguien, dejó que su dolor se expresara por medio de palabras que quizás no se asemejaban a lo que había dentro de ella, pero que por alguna extraña razón necesitaba compartir. Cuando el muchacho le gritó, tomó una pose completamente a la defensiva. Sus piernas las abrazaba con fuerza, como si estuviera haciéndose un pequeño capullo que la protegiera, en su mente cruzó, que si el muchacho quemaba también su casa, ella estaría a salvo de esa forma, quizás las llamas no le tocarían ni un pelo, y podría escapar del incendio. Ella no quería morir, no al menos hasta regresar a casa sintiéndose segura, dentro de ella existía la gran esperanza de volver y que todo se hubiera congelado, que sus padres no estuvieran muertos, ni tampoco su hermano. Su ingenua mente le indicaba que quizás ni siquiera el gitano que la violó existiría al volver, por eso y algunos detalles más, seguir con vida era importante, ella tendría que hacer sacrificios, cargar con ese dolor, con la suciedad que sentía, y la desgracia que podía seguir proporcionando. Debía vivir para curarse, para liberar su cabeza de voces malignas que la obligaban a hacer cosas, y a veces a descansar poco. Recordar a su amiga la bruja la hizo sentir escalofríos, ella siempre le rogaba que no mirara a Callum, le imploraba que nunca se le acercara, pero al no tenerla cerca, había roto las promesas, y se había arriesgado a conocer a un joven que quizás se volvería su verdugo. Todo podía pasar, pero creía que si, él que estaba gritándole era su perdición.
- ¡No te acerques! - Le gritó con mucha rabia, pero con más dolor al escucharle pedir perdón. - Me gritaste, me viste con… ¿asco? Si, yo vi asco en tú mirada, y ellos también, me lo dicen, me lo están susurrando, no quiero que me tengas asco, mucho menos lastima, no te acerques, no quiero, ¡no! - Repitió una y otra vez. Cerró los ojos, ella creyó que quizás si los cerraba con demasiada fuerza, al abrirlos él no estaría más, quizás era un producto de su imaginación. Siempre había querido tener la valentía que el mostraba dentro de las paredes del sanatorio mental, pero ahora simplemente no lo quería ver más. ¡Lo odiaba! Si, lo odiaba por verle con lastima y repulsión. En el fondo siempre quiso que él le hablara, y ahora que lo hacía buscaba que se largara. ¿No era demasiado contradictorio?
- No quiero matar a nadie - Terminó susurrando, sus manos habían caído a cada lado, parecía agotada, cómo si el pequeño encontró le hubiera drenado todas sus energías - Cuando alguien muere, por más malo que sea, mucha gente sufre a su alrededor, ellos no merecen sufrir, porque el dolor es muy cruel, te consume por dentro, hace que queramos morir, así como yo quiero hacerlo todos los días… Me quiero morir, y al mismo tiempo no quiero morir ¿no es absurdo? Si, quizás lo es, pero soy absurda - Estiró las piernas, y lo volteó a ver sonriendo ampliamente. - No mates por mi Callum, no lo hagas, mejor intenta sonreír como lo haz hecho hasta ahora, porque tú sonrisa me gusta, me quita el miedo - Confesó, sin dobles intenciones ni nada, simplemente por que la sonrisa del chico la hacía sentir segura, y aunque él fuera su tormento, también aquel gesto de felicidad en su rostro, la hacía sentir llena de una extraña calma. Se puso de pie, intentando disimular un poco que deseaba mantener distancia con él. Verle llorar no le gustaba, menos por su culpa, en su cabeza muchas cosas daban vueltas, por ejemplo, el buscar la manera de no hacerle llorar, pero ella tampoco buscaba mentirle, debía de decirle la verdad. ¿Eso hacen los amigos después de todo no? Aunque en realidad no sabía si ellos podrían llamarse así, amigos. "No tienes amigos Levana, nunca los tuviste, ni siquiera Alchemilla, ella te necesita para que le ayudes a buscar a sus hermanos" ¿La voz era de esas que la perseguían, o era su propia imaginación? Quizás ya no había gran diferencia.
- Si… te tengo mucho miedo - Dijo en un susurro, pero estaba segura que él podría escucharla con claridad. No es que hubiera mucha gente, además eran altas horas de la noche en medio del bosque, si los grillos se escuchaban, sus murmullos también. - Te tengo miedo porqué no sé si me vas a gritar de nuevo, porque no quiero que intentes hacer eso, tengo miedo por que estás llorando… Y no quiero que llores, tengo miedo de que llores, porque cuando lloras se mezclan demasiados sentimientos, y yo no merezco tus sentimientos… Tengo miedo de que me sonrías, aunque me gusta mucho cuando lo haces, porque no quiero depender de esa sonrisa, porque tengo miedo a que un día no vuelvas más. - Terminó de decir. Era cierto, ella no quería acostumbrarse a Callum, ambos eran absolutamente inestables, un día él podría estar, al otro no, un día ella podría abrazarlo, y al otro querer matarlo, ella dependía de voces que nunca la dejarían, ¿acaso él entendería esa parte maldita suya? - Tengo miedo de quererte, Callum, cuando lo hice me violaron… - Terminó por decir, haciendo que sus pasos la alejaran de nuevo. - ¡No te acerques! - Le pidió, con un tono de voz alto. Ser sincera le había costado trabajo, pero las reacciones que él pudiera tener le empezaban a dar pavor. El era como una especie de demonio, cuando ella lo veía, también podía sentir el calor de las llamas, esas que quemaron todo el sanatorio mental.
- No me odies, no lo hagas tú por favor - Le pidió, intentando que el tema de la venganza, las muertes y todo eso no estuviera por salir de nuevo - ¿Quieres comer? ¿Quieres dormir? Dime que quieres, yo puedo dártelo, sólo pídemelo, pero no me vayas a dejar sola Callum, no está noche… ¡Quédate conmigo! ¡Es más, te doy mi cama, si, puedes dormir en mi cama mientras yo me quedó en el sillón, déjame verte, necesito verte, ellas se callan cuando estás frente a mi, no quieren decirme nada, te tienen miedo, y me tranquilizas, no me dejes está noche, yo te necesito conmigo, no dejes que invadan mi mente - Comentó con desesperación, y fue entonces cuando dejó alado su temor por él, porque uno más grande ahora se albergaba en su pecho. Se acercó, colocándose de rodillas frente a él. Estiró las manos y le tomó las mejillas. Si bien a Levana le daba miedo el contacto físico, aquello sería romper por completo con lo que comúnmente aire - ¿Puedo secar tus lagrimas como tú secaste mis heridas? - Le pidió en un susurro, pero ni siquiera esperó respuesta, acercó su boca al rostro masculino, y su lengua, temerosa de tocar algo de él apenas se asomaba, le lamió las lagrimas, disfrutando de lo salado que desprendían. - No debes de llorar, no lo hagas por mi, porque me sentiré doblemente desgraciada - Se separó, dedicándole apenas una sonrisa, pero era sincera.
- Ven conmigo, Callum, quiero que veas dónde podrás dormir si quieres permanecer unos días en casa - Le tomó de las manos, jalándolo con un poco de fuerza, ella era torpe, no media sus movimientos pues la mayoría del tiempo solo los utilizaba para ella misma, nunca para tocar a alguien más. Lo hizo caminar casi a rastras, haciendo que también subiera las escaleras de la gran casona del bosque, de vez en cuando lo volteaba a ver, le gusta ver la curiosidad en sus ojos, Callum era como un pequeño en ocasiones, o quizás así lo veía ella, pero le gustaba que fuera así, le daba esperanzas de poder tener una sana convivencia. En el segundo piso, se podía notar un largo pasillo dónde se encontraban puertas entre distancia, y al fondo estaba una puerta más grande. Lo encaminó hasta el cuarto que estaba junto a esa puerta inmensa, no tardó demasiado tiempo en abrirla. Un cuarto limpió, con algunos muebles, y una enorme cama se hizo visible, aunque de forma muy tenue, gracias a la luz de la luna que se colaba entre pequeños espacios de la ventana, las enredaderas no dejaban ver demasiado, pero dado que podían acostumbrar su visibilidad a la carencia de luz, seguramente él podría ver - Aquí podrás quedarte él tiempo que quieras, ese lugar será tuyo, absolutamente tuyo, incluso sino quieres que entre lo aceptaré - Comentó con una sonrisa tranquila, girándose para verle porque aun le daba la espalda, y porque tampoco lo había soltado - No te vayas… No hoy Callum, déjame dormir una noche tranquila, sin voces, y muchas horas - Comentó entre risas nerviosas, sintió la cercanía del rubio agradable.
La castaña por fin había abierto su corazón, había contado algo que jamás antes le había mencionado a alguien, dejó que su dolor se expresara por medio de palabras que quizás no se asemejaban a lo que había dentro de ella, pero que por alguna extraña razón necesitaba compartir. Cuando el muchacho le gritó, tomó una pose completamente a la defensiva. Sus piernas las abrazaba con fuerza, como si estuviera haciéndose un pequeño capullo que la protegiera, en su mente cruzó, que si el muchacho quemaba también su casa, ella estaría a salvo de esa forma, quizás las llamas no le tocarían ni un pelo, y podría escapar del incendio. Ella no quería morir, no al menos hasta regresar a casa sintiéndose segura, dentro de ella existía la gran esperanza de volver y que todo se hubiera congelado, que sus padres no estuvieran muertos, ni tampoco su hermano. Su ingenua mente le indicaba que quizás ni siquiera el gitano que la violó existiría al volver, por eso y algunos detalles más, seguir con vida era importante, ella tendría que hacer sacrificios, cargar con ese dolor, con la suciedad que sentía, y la desgracia que podía seguir proporcionando. Debía vivir para curarse, para liberar su cabeza de voces malignas que la obligaban a hacer cosas, y a veces a descansar poco. Recordar a su amiga la bruja la hizo sentir escalofríos, ella siempre le rogaba que no mirara a Callum, le imploraba que nunca se le acercara, pero al no tenerla cerca, había roto las promesas, y se había arriesgado a conocer a un joven que quizás se volvería su verdugo. Todo podía pasar, pero creía que si, él que estaba gritándole era su perdición.
- ¡No te acerques! - Le gritó con mucha rabia, pero con más dolor al escucharle pedir perdón. - Me gritaste, me viste con… ¿asco? Si, yo vi asco en tú mirada, y ellos también, me lo dicen, me lo están susurrando, no quiero que me tengas asco, mucho menos lastima, no te acerques, no quiero, ¡no! - Repitió una y otra vez. Cerró los ojos, ella creyó que quizás si los cerraba con demasiada fuerza, al abrirlos él no estaría más, quizás era un producto de su imaginación. Siempre había querido tener la valentía que el mostraba dentro de las paredes del sanatorio mental, pero ahora simplemente no lo quería ver más. ¡Lo odiaba! Si, lo odiaba por verle con lastima y repulsión. En el fondo siempre quiso que él le hablara, y ahora que lo hacía buscaba que se largara. ¿No era demasiado contradictorio?
- No quiero matar a nadie - Terminó susurrando, sus manos habían caído a cada lado, parecía agotada, cómo si el pequeño encontró le hubiera drenado todas sus energías - Cuando alguien muere, por más malo que sea, mucha gente sufre a su alrededor, ellos no merecen sufrir, porque el dolor es muy cruel, te consume por dentro, hace que queramos morir, así como yo quiero hacerlo todos los días… Me quiero morir, y al mismo tiempo no quiero morir ¿no es absurdo? Si, quizás lo es, pero soy absurda - Estiró las piernas, y lo volteó a ver sonriendo ampliamente. - No mates por mi Callum, no lo hagas, mejor intenta sonreír como lo haz hecho hasta ahora, porque tú sonrisa me gusta, me quita el miedo - Confesó, sin dobles intenciones ni nada, simplemente por que la sonrisa del chico la hacía sentir segura, y aunque él fuera su tormento, también aquel gesto de felicidad en su rostro, la hacía sentir llena de una extraña calma. Se puso de pie, intentando disimular un poco que deseaba mantener distancia con él. Verle llorar no le gustaba, menos por su culpa, en su cabeza muchas cosas daban vueltas, por ejemplo, el buscar la manera de no hacerle llorar, pero ella tampoco buscaba mentirle, debía de decirle la verdad. ¿Eso hacen los amigos después de todo no? Aunque en realidad no sabía si ellos podrían llamarse así, amigos. "No tienes amigos Levana, nunca los tuviste, ni siquiera Alchemilla, ella te necesita para que le ayudes a buscar a sus hermanos" ¿La voz era de esas que la perseguían, o era su propia imaginación? Quizás ya no había gran diferencia.
- Si… te tengo mucho miedo - Dijo en un susurro, pero estaba segura que él podría escucharla con claridad. No es que hubiera mucha gente, además eran altas horas de la noche en medio del bosque, si los grillos se escuchaban, sus murmullos también. - Te tengo miedo porqué no sé si me vas a gritar de nuevo, porque no quiero que intentes hacer eso, tengo miedo por que estás llorando… Y no quiero que llores, tengo miedo de que llores, porque cuando lloras se mezclan demasiados sentimientos, y yo no merezco tus sentimientos… Tengo miedo de que me sonrías, aunque me gusta mucho cuando lo haces, porque no quiero depender de esa sonrisa, porque tengo miedo a que un día no vuelvas más. - Terminó de decir. Era cierto, ella no quería acostumbrarse a Callum, ambos eran absolutamente inestables, un día él podría estar, al otro no, un día ella podría abrazarlo, y al otro querer matarlo, ella dependía de voces que nunca la dejarían, ¿acaso él entendería esa parte maldita suya? - Tengo miedo de quererte, Callum, cuando lo hice me violaron… - Terminó por decir, haciendo que sus pasos la alejaran de nuevo. - ¡No te acerques! - Le pidió, con un tono de voz alto. Ser sincera le había costado trabajo, pero las reacciones que él pudiera tener le empezaban a dar pavor. El era como una especie de demonio, cuando ella lo veía, también podía sentir el calor de las llamas, esas que quemaron todo el sanatorio mental.
- No me odies, no lo hagas tú por favor - Le pidió, intentando que el tema de la venganza, las muertes y todo eso no estuviera por salir de nuevo - ¿Quieres comer? ¿Quieres dormir? Dime que quieres, yo puedo dártelo, sólo pídemelo, pero no me vayas a dejar sola Callum, no está noche… ¡Quédate conmigo! ¡Es más, te doy mi cama, si, puedes dormir en mi cama mientras yo me quedó en el sillón, déjame verte, necesito verte, ellas se callan cuando estás frente a mi, no quieren decirme nada, te tienen miedo, y me tranquilizas, no me dejes está noche, yo te necesito conmigo, no dejes que invadan mi mente - Comentó con desesperación, y fue entonces cuando dejó alado su temor por él, porque uno más grande ahora se albergaba en su pecho. Se acercó, colocándose de rodillas frente a él. Estiró las manos y le tomó las mejillas. Si bien a Levana le daba miedo el contacto físico, aquello sería romper por completo con lo que comúnmente aire - ¿Puedo secar tus lagrimas como tú secaste mis heridas? - Le pidió en un susurro, pero ni siquiera esperó respuesta, acercó su boca al rostro masculino, y su lengua, temerosa de tocar algo de él apenas se asomaba, le lamió las lagrimas, disfrutando de lo salado que desprendían. - No debes de llorar, no lo hagas por mi, porque me sentiré doblemente desgraciada - Se separó, dedicándole apenas una sonrisa, pero era sincera.
- Ven conmigo, Callum, quiero que veas dónde podrás dormir si quieres permanecer unos días en casa - Le tomó de las manos, jalándolo con un poco de fuerza, ella era torpe, no media sus movimientos pues la mayoría del tiempo solo los utilizaba para ella misma, nunca para tocar a alguien más. Lo hizo caminar casi a rastras, haciendo que también subiera las escaleras de la gran casona del bosque, de vez en cuando lo volteaba a ver, le gusta ver la curiosidad en sus ojos, Callum era como un pequeño en ocasiones, o quizás así lo veía ella, pero le gustaba que fuera así, le daba esperanzas de poder tener una sana convivencia. En el segundo piso, se podía notar un largo pasillo dónde se encontraban puertas entre distancia, y al fondo estaba una puerta más grande. Lo encaminó hasta el cuarto que estaba junto a esa puerta inmensa, no tardó demasiado tiempo en abrirla. Un cuarto limpió, con algunos muebles, y una enorme cama se hizo visible, aunque de forma muy tenue, gracias a la luz de la luna que se colaba entre pequeños espacios de la ventana, las enredaderas no dejaban ver demasiado, pero dado que podían acostumbrar su visibilidad a la carencia de luz, seguramente él podría ver - Aquí podrás quedarte él tiempo que quieras, ese lugar será tuyo, absolutamente tuyo, incluso sino quieres que entre lo aceptaré - Comentó con una sonrisa tranquila, girándose para verle porque aun le daba la espalda, y porque tampoco lo había soltado - No te vayas… No hoy Callum, déjame dormir una noche tranquila, sin voces, y muchas horas - Comentó entre risas nerviosas, sintió la cercanía del rubio agradable.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
Callum se tranquilizó, algo que en otra situación, en compañía de otras personas, no hubiera sido posible, pero era con Levana con la que se encontraba, y ese era el poder que ella poseía, el de calmarlo, sedar sus angustias por un momento, mermar todo impulso psicópata que este tuviera, en el que pudieran resultar heridos cualquiera de los dos.
Escucharla hablar de aquel modo sobre la muerte y el miedo, logró tocarle un poco el frío corazón que poseía, y se dio cuenta de que a pesar de que Levana y él parecían tener tantas cosas en común, eran al mismo tiempo tan distintos entre sí. Ella era sensible, ella amaba, ella sonreía, ella se atrevía a vivir; él no tenía nada dentro, ni siquiera alma. Él era como un pozo negro sin fondo con aguas turbias. Él ya estaba muerto, pero empezaba a gustarle la idea de que ella era capaz de revivirlo.
Quiso acercarse, pero cuando lo intentó fue ella la que comenzó a gritar, a pedirle que la dejara en paz. Se sintió herido. No importaba lo mucho que presumiera de ser un ser insensible que lo odiaba todo y a todos, seguía siendo un simple muchacho de dieciséis años, un humano con sentimientos, aunque estos estuvieran corrompidos por la enfermedad que tenía en su cabeza. No le gustaba ser rechazado porque irremediablemente se remontaba a esos años en los que sus padres adoptivos lo habían tratado peor que a un perro, humillándolo sin decoro alguno, y eso lo lastimaba profundamente y lo llenaba de ira.
—No, no… —susurró esta vez, abandonando por completo la idea de seguir gritando. No volvería a alzar la voz en presencia de Levana, no ahora que sabía lo mucho que a ella le molestaba, lo triste que la ponía, la desdicha que esto le provocaba—. No tengas miedo, no voy a irme… No voy a hacerte daño. No voy a tocarte si tú no quieres, no voy a mirarte si no quieres que lo haga. Haré lo que sea, pero no tengas miedo de mí… —sus palabras eran casi un ruego.
No se atrevió a acercarse, pero esperó a que ella lo hiciera, y cuando al fin Levana perdió un poco el temor que él le hacía sentir por momentos y se acercó a él, Callum aprovechó para hacerle la mayor demostración de cariño que había hecho en toda su vida: la abrazó. No fue un abrazo duradero, pero fue una prueba de que si se esforzaba lo suficiente, él también era capaz de calmar sus demonios internos por un momento y comportarse.
La siguió a través de la casa y sonrió cuando ella le mostró la que podía ser su habitación si él decidía quedarse. Era un cuarto amplio con todas las comodidades de las que nunca había gozado. Tenía una cama grande y que lucía acogedora, no como el incómodo y sucio catre en el que había tenido que dormir durante los años que había pasado en el sanatorio mental. Tendría comida de verdad, compañía grata, tendría todo a su lado.
—¿De verdad quieres que me quede? —preguntó sorprendido, sin poder creer lo que ella le proponía.
Era demasiado generoso para ser verdad. Le parecía increíble que una persona a la que prácticamente acababa de conocer, estuviera ofreciéndole un hogar, uno de verdad, y sin nada a cambio. ¿O era que ella deseaba recibir algo? No. Debía sentirse tan sola como él, debía sufrir mucho en esa situación como para querer un poco de compañía.
Escucharla hablar de aquel modo sobre la muerte y el miedo, logró tocarle un poco el frío corazón que poseía, y se dio cuenta de que a pesar de que Levana y él parecían tener tantas cosas en común, eran al mismo tiempo tan distintos entre sí. Ella era sensible, ella amaba, ella sonreía, ella se atrevía a vivir; él no tenía nada dentro, ni siquiera alma. Él era como un pozo negro sin fondo con aguas turbias. Él ya estaba muerto, pero empezaba a gustarle la idea de que ella era capaz de revivirlo.
Quiso acercarse, pero cuando lo intentó fue ella la que comenzó a gritar, a pedirle que la dejara en paz. Se sintió herido. No importaba lo mucho que presumiera de ser un ser insensible que lo odiaba todo y a todos, seguía siendo un simple muchacho de dieciséis años, un humano con sentimientos, aunque estos estuvieran corrompidos por la enfermedad que tenía en su cabeza. No le gustaba ser rechazado porque irremediablemente se remontaba a esos años en los que sus padres adoptivos lo habían tratado peor que a un perro, humillándolo sin decoro alguno, y eso lo lastimaba profundamente y lo llenaba de ira.
—No, no… —susurró esta vez, abandonando por completo la idea de seguir gritando. No volvería a alzar la voz en presencia de Levana, no ahora que sabía lo mucho que a ella le molestaba, lo triste que la ponía, la desdicha que esto le provocaba—. No tengas miedo, no voy a irme… No voy a hacerte daño. No voy a tocarte si tú no quieres, no voy a mirarte si no quieres que lo haga. Haré lo que sea, pero no tengas miedo de mí… —sus palabras eran casi un ruego.
No se atrevió a acercarse, pero esperó a que ella lo hiciera, y cuando al fin Levana perdió un poco el temor que él le hacía sentir por momentos y se acercó a él, Callum aprovechó para hacerle la mayor demostración de cariño que había hecho en toda su vida: la abrazó. No fue un abrazo duradero, pero fue una prueba de que si se esforzaba lo suficiente, él también era capaz de calmar sus demonios internos por un momento y comportarse.
La siguió a través de la casa y sonrió cuando ella le mostró la que podía ser su habitación si él decidía quedarse. Era un cuarto amplio con todas las comodidades de las que nunca había gozado. Tenía una cama grande y que lucía acogedora, no como el incómodo y sucio catre en el que había tenido que dormir durante los años que había pasado en el sanatorio mental. Tendría comida de verdad, compañía grata, tendría todo a su lado.
—¿De verdad quieres que me quede? —preguntó sorprendido, sin poder creer lo que ella le proponía.
Era demasiado generoso para ser verdad. Le parecía increíble que una persona a la que prácticamente acababa de conocer, estuviera ofreciéndole un hogar, uno de verdad, y sin nada a cambio. ¿O era que ella deseaba recibir algo? No. Debía sentirse tan sola como él, debía sufrir mucho en esa situación como para querer un poco de compañía.
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
- ¡Estás más loca que una cabra! ¿Lo prefieres a él que a nosotras? ¡Él no te quiere! ¡Te va a utilizar! ¡Te va a tocar dormida! Te gritaremos y no nos vas a escuchar, porque él te domina - La más grave de las voces empezó a resonar en aquella cabeza con pensamientos perturbados. Por un momento no entendió como es que habían vuelto, si el rubio la apoyaba para alejarlas, eliminarlas, pero comprendió que le tenían miedo, que deseaban alejarlo. Aquella voz necesitaba que lo desechara.
- Vamos querida, no le permitas quedarse, córrelo, la casa no es segura con él - La segunda voz era sin duda una conocida, la había escuchado los primeros quince años de su vida, según la bruja se trataba de la mujer que más la amaba, aunque en la actualidad ya lo dudaba, pues su madre la había entregado a manos de ese gitano.
Las voces intentaban llegarle por el lado sentimental, pero doloroso, sin embargo no la escuchó. Se llevó las manos a la cabeza, se presionó las sienes, y entonces comenzó a tararear una canción de cuna que conocía gracias a su primo. Ignoró solo por unos minutos a Callum, y se hundió en el dolor, pues reconoció que jamás la dejarían sola; después de unos minutos, el silencio volvió a reinar, quizás ya no tenían fuerza para seguir atosigándola; caminó con tranquilidad, dejando la presión de sus manos a un lado, pues las dejó caer como si sus amigas las voces ya no le molestaran, aunque dentro de su cabeza gritaban de nuevo infinidad de cosas, encima no sólo era una, sino todas a la vez, eso le impedía entender, y mejor las ignoraba por completo. Ya se había acostumbrado a eso; sus pasos resonaban en la nueva habitación de Callum, observaba cada detalle, de hecho se sentía nueva en ese lugar, pues no había entrado en alguna otra ocasión. Aunque sonara descabellado, el hecho de no haber invadido ese espacio antes le hacía más del rubio que de ella. Se giró para verlo, se acercó de nuevo, y entonces el abrazo ajeno la hicieron suspirar, acomodarse por unos momentos entre aquellos brazos, sonrió de forma amplia, pero tan breve como el abrazo lo había sido. La felicidad se le esfumaba siempre muy rápido, tanto o más que el agua entre los dedos.
- No te tengo miedo - Dijo por fin para poder eliminar el silencio y la incomodidad que el mismo acarreaba. - Me gusta tenerte cerca, de hecho me hace sentir segura y libre, es como estar en una jaula pero no querer salir de ella - Los labios de Levana seguían mostrando una tenue sonrisa - Quiero que te quedes, hoy, quizás también mañana, o una semana, un mes, un año, el tiempo que sea, pero hoy no te vayas, por favor, hoy te quiero aquí - Pedir algo así no era para nada algo fácil para ella, si todos supieran lo mucho que le cuesta y le duele saberse tan expuesta, comprenderían la gravedad del momento, la importancia de la situación, el valor que ya le había otorgado al joven - ¿Podrías hacerme de dormir? - Sus mejillas adquirieron un tono rosáceo extraño, el calor le invadía el pecho pero también iba de un lado a otro por su cuerpo. - Quiero que me abraces para dormir ¿podrías hacerlo por mi? - Sentía que la respuesta sería un no, pero de nada le costaba intentarlo.
Le tomó ambas manos con suavidad, casi lo arrastró para perder de vista el cuarto del chico, se encargó de llevarlo por el pasillo y adentrarse con él a su propia alcoba, ya en ese lugar le empujó con cierta brusquedad las manos, cerró la puerta detrás de ellos por temor a que alguien se colara, aunque eso era imposible. Se apresuró de forma torpe a la cama, incluso estuvo a punto de tropezarse pero pronto retomó el equilibrio. Jaló las sabanas con mucha fuerza hasta dejar el colchón con unas pocas, volvió a mirarlo pero no dijo nada, al menos no lo hizo en un par de minutos.
- ¿Me abrazaras para dormir? - Volvió a preguntar un tanto dudosa, incluso se sentó al pie de la cama. - No tienes que hacerlo sino quieres - Se apresuró a decir nerviosa - Callum… ¿Por qué te agrado? No lo entiendo, no termino por entenderlo… Casi me quemas, casi me matas, te lastimé… ¿Estás pensando hacer algo más? Porque quiero prepararme, ya no quiero sufrir, menos si es contigo… por ti ¡No quiero sufrir! ¿Lo has entendido? - Ya no había dulzura, tampoco vulnerabilidad, se mostraba segura, seria, incluso amenazante.
- Vamos querida, no le permitas quedarse, córrelo, la casa no es segura con él - La segunda voz era sin duda una conocida, la había escuchado los primeros quince años de su vida, según la bruja se trataba de la mujer que más la amaba, aunque en la actualidad ya lo dudaba, pues su madre la había entregado a manos de ese gitano.
Las voces intentaban llegarle por el lado sentimental, pero doloroso, sin embargo no la escuchó. Se llevó las manos a la cabeza, se presionó las sienes, y entonces comenzó a tararear una canción de cuna que conocía gracias a su primo. Ignoró solo por unos minutos a Callum, y se hundió en el dolor, pues reconoció que jamás la dejarían sola; después de unos minutos, el silencio volvió a reinar, quizás ya no tenían fuerza para seguir atosigándola; caminó con tranquilidad, dejando la presión de sus manos a un lado, pues las dejó caer como si sus amigas las voces ya no le molestaran, aunque dentro de su cabeza gritaban de nuevo infinidad de cosas, encima no sólo era una, sino todas a la vez, eso le impedía entender, y mejor las ignoraba por completo. Ya se había acostumbrado a eso; sus pasos resonaban en la nueva habitación de Callum, observaba cada detalle, de hecho se sentía nueva en ese lugar, pues no había entrado en alguna otra ocasión. Aunque sonara descabellado, el hecho de no haber invadido ese espacio antes le hacía más del rubio que de ella. Se giró para verlo, se acercó de nuevo, y entonces el abrazo ajeno la hicieron suspirar, acomodarse por unos momentos entre aquellos brazos, sonrió de forma amplia, pero tan breve como el abrazo lo había sido. La felicidad se le esfumaba siempre muy rápido, tanto o más que el agua entre los dedos.
- No te tengo miedo - Dijo por fin para poder eliminar el silencio y la incomodidad que el mismo acarreaba. - Me gusta tenerte cerca, de hecho me hace sentir segura y libre, es como estar en una jaula pero no querer salir de ella - Los labios de Levana seguían mostrando una tenue sonrisa - Quiero que te quedes, hoy, quizás también mañana, o una semana, un mes, un año, el tiempo que sea, pero hoy no te vayas, por favor, hoy te quiero aquí - Pedir algo así no era para nada algo fácil para ella, si todos supieran lo mucho que le cuesta y le duele saberse tan expuesta, comprenderían la gravedad del momento, la importancia de la situación, el valor que ya le había otorgado al joven - ¿Podrías hacerme de dormir? - Sus mejillas adquirieron un tono rosáceo extraño, el calor le invadía el pecho pero también iba de un lado a otro por su cuerpo. - Quiero que me abraces para dormir ¿podrías hacerlo por mi? - Sentía que la respuesta sería un no, pero de nada le costaba intentarlo.
Le tomó ambas manos con suavidad, casi lo arrastró para perder de vista el cuarto del chico, se encargó de llevarlo por el pasillo y adentrarse con él a su propia alcoba, ya en ese lugar le empujó con cierta brusquedad las manos, cerró la puerta detrás de ellos por temor a que alguien se colara, aunque eso era imposible. Se apresuró de forma torpe a la cama, incluso estuvo a punto de tropezarse pero pronto retomó el equilibrio. Jaló las sabanas con mucha fuerza hasta dejar el colchón con unas pocas, volvió a mirarlo pero no dijo nada, al menos no lo hizo en un par de minutos.
- ¿Me abrazaras para dormir? - Volvió a preguntar un tanto dudosa, incluso se sentó al pie de la cama. - No tienes que hacerlo sino quieres - Se apresuró a decir nerviosa - Callum… ¿Por qué te agrado? No lo entiendo, no termino por entenderlo… Casi me quemas, casi me matas, te lastimé… ¿Estás pensando hacer algo más? Porque quiero prepararme, ya no quiero sufrir, menos si es contigo… por ti ¡No quiero sufrir! ¿Lo has entendido? - Ya no había dulzura, tampoco vulnerabilidad, se mostraba segura, seria, incluso amenazante.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
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Re: En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
Dejó que la muchacha lo guiara a través de la casa y, después de cruzar un largo pasillo a trompicones, finalmente llegaron a una habitación. Era la alcoba más limpia que Callum había visto en toda su vida, todo estaba tan debidamente ordenado que por un momento dudó en entrar. Sentía que él era demasiado sucio para estar allí y no deseaba perturbar el ambiente tan pulcro que la muchacha seguramente se esmeraba en conseguir, por eso se quedó de pie junto a la puerta con una expresión de inseguridad. Ella, por su parte, pareció no notar esto en su acompañante y cerró la puerta una vez que ambos estuvieron adentro. Lo tomó de la mano y Callum se sobresaltó ante el tibio contacto de la piel ajena. Fue conducido esta vez hasta la cama situada en el centro de la habitación. Levana se recostó, acomodándose de lado, con la espalda flexionada, formando así una especie de ovillo. A la mente de Callum llegó la imagen de una niña pequeña y vulnerable al verla de ese modo. Se mostró nuevamente dudoso cuando pensó en acompañarle, pero finalmente lo hizo. Se quitó los zapatos sucios y gastados y con cuidado se metió debajo de las sábanas. Al inicio, procuró no acercarse demasiado a la muchacha porque creía que eso podía molestarle o hacerla sentir incómoda, sobre todo después de lo ocurrido hacía unas horas en el sanatorio mental, pero cuando escuchó de la viva voz de Levana la inesperada petición que ésta le hacía, decidió que tenía que hacer el intento, después de todo ella se lo había ganado a pulso.
—Lo haré… —murmuró dudoso cuando ella insistió en que la abrazara.
Movió su cuerpo y poco a poco se acercó a ella hasta que la espalda de la jovencita quedó pegada a su abdomen y pecho, luego alzó su brazo derecho y lentamente lo movió rodeando la cintura de la muchacha, hasta formar un abrazo. Muchas cosas cruzaron por su mente en ese instante. Era una extraña pero agradable sensación que nunca antes había experimentado. Conforme pasaron los minutos, el abrazo fue tomando fuerza, hasta convertirse en uno más seguro, y pronto sintió que ya nada podía separarlos, que no se había equivocado al pensar que él y Levana tenían cosas en común, porque podía sentirlo en su interior, esa conexión que se hacía presente a través de la cercanía.
—Nadie me había pedido antes que le haga compañía o que le abrace… —contestó—, por eso me agradas, porque eres diferente a todos, y a mí me gusta lo diferente —le aseguró, siendo tan sincero como nunca antes había logrado ser con una persona.
Por un momento, el propio Callum se desconoció. Aquellas palabras y el tono tan tranquilo, casi afectuoso, con el que las pronunciaba no eran propias del muchacho hostil que la gente estaba acostumbrada a tratar. Parecía otro, uno mucho más dócil, alguien renacido de las cenizas, quizá de las mismas que él mismo había provocado en ese incendio donde tanta gente había muerto. Anteriormente, él había asegurado que no sentía culpa por el daño que había hecho, y en realidad así era, sus padecimientos mentales no se lo permitían, pero en el fondo sabía que había estado mal, que había sido un acto macabro de su parte, quizá el peor de todos.
—No quiero herirte, Levana, pero no significa que no lo haré. Tengo esta… “cosa” en mi cabeza, malos pensamientos, ¿sabes? No lo controlo, como tú a tus voces. Al menos sabrás que si eso llega a pasar será contra mi voluntad. Sólo tienes que prometer que cortarás mi garganta antes que permitir que te hiera, porque jamás me lo perdonaría…
Y hablaba en serio. A la mañana siguiente, el mismo Callum entregaría la navaja de afeitar que siempre llevaba consigo en el bolsillo de su pantalón, ya fuera para defenderse o simplemente para infundir miedo en quien se lo permitiera, y se la daría para hacer constar la sinceridad de sus palabras.
—Pero ahora duerme, Levana, debes estar muy cansada, yo también lo estoy. Duerme tranquila, que no dejaré que nadie ni nada te lastime…
—Lo haré… —murmuró dudoso cuando ella insistió en que la abrazara.
Movió su cuerpo y poco a poco se acercó a ella hasta que la espalda de la jovencita quedó pegada a su abdomen y pecho, luego alzó su brazo derecho y lentamente lo movió rodeando la cintura de la muchacha, hasta formar un abrazo. Muchas cosas cruzaron por su mente en ese instante. Era una extraña pero agradable sensación que nunca antes había experimentado. Conforme pasaron los minutos, el abrazo fue tomando fuerza, hasta convertirse en uno más seguro, y pronto sintió que ya nada podía separarlos, que no se había equivocado al pensar que él y Levana tenían cosas en común, porque podía sentirlo en su interior, esa conexión que se hacía presente a través de la cercanía.
—Nadie me había pedido antes que le haga compañía o que le abrace… —contestó—, por eso me agradas, porque eres diferente a todos, y a mí me gusta lo diferente —le aseguró, siendo tan sincero como nunca antes había logrado ser con una persona.
Por un momento, el propio Callum se desconoció. Aquellas palabras y el tono tan tranquilo, casi afectuoso, con el que las pronunciaba no eran propias del muchacho hostil que la gente estaba acostumbrada a tratar. Parecía otro, uno mucho más dócil, alguien renacido de las cenizas, quizá de las mismas que él mismo había provocado en ese incendio donde tanta gente había muerto. Anteriormente, él había asegurado que no sentía culpa por el daño que había hecho, y en realidad así era, sus padecimientos mentales no se lo permitían, pero en el fondo sabía que había estado mal, que había sido un acto macabro de su parte, quizá el peor de todos.
—No quiero herirte, Levana, pero no significa que no lo haré. Tengo esta… “cosa” en mi cabeza, malos pensamientos, ¿sabes? No lo controlo, como tú a tus voces. Al menos sabrás que si eso llega a pasar será contra mi voluntad. Sólo tienes que prometer que cortarás mi garganta antes que permitir que te hiera, porque jamás me lo perdonaría…
Y hablaba en serio. A la mañana siguiente, el mismo Callum entregaría la navaja de afeitar que siempre llevaba consigo en el bolsillo de su pantalón, ya fuera para defenderse o simplemente para infundir miedo en quien se lo permitiera, y se la daría para hacer constar la sinceridad de sus palabras.
—Pero ahora duerme, Levana, debes estar muy cansada, yo también lo estoy. Duerme tranquila, que no dejaré que nadie ni nada te lastime…
Callum Norrington- Humano Clase Baja
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