AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
2 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Muchos decían que Éline no servía para otra cosa que fuera estar loca, y ella se lo creyó tanto que loca acabó.
¿Quién la trajo hasta allí? No se sabe. Ella insiste en que un diablo sin cuernos, cuyo contacto abrasaba. El mismo Sol, incluso, pudo haberla llevado, porque sentía pena por la pelirroja. "Allí estarás bien", le habían dicho. Encerraron al señor Maspero en una jaula de grillos, y poco a poco se lo estaban devorando. Éline quería llorar por él, pero en aquel sitio no la dejaban. Le preguntaban "¿Por quién lloras?", y ella decía "Por el señor Maspero, en la jaula de grillos". Y si pedía ir a verlo, se lo negaban rotundamente.
Demonios, todos ellos.
La llevaron a un cuarto gris y oscuro. Ella pensó que hacía juego con sus entrañas, que eran ya cenizas. El frío de aquel cuarto goteaba de todas partes, y se derretía en forma de barro, moho y hongos. Apestaba a orina. "Cadáver" Todos allí eran parduzcos como la cetrina.
Estuvo allí mucho tiempo, suplicando por el señor Maspero. Querían llevarla a ella también a una jaula de grillos, o de hienas, más bien. Porque allí todos reían sin ton ni son. De forma desquiciada, necia, macabra, estruendosa: loca. Y Éline quería quitarles esa puta risa de la boca, arrancarles la lengua, y los labios, y los dientes, para ver si así dejaban de hacer ruido.
Luego, las gotas de locura empezaron a caer. Hacían tic tac en su cabeza. Muchas veces seguidas. "Tic, tac, tic, tac". Hacían conciertos en su cabeza. Muchas veces seguidas. "Balada triste de trompeta" Como la canción. ¿Cómo era? Ah, sí. Empezaba sin ritmo y luego acababa.
Y al tercer día, a Éline le ardían los ojos, se le apretaron las tripas, se le hizo un nudo en la garganta y apretó los dientes. Se retorció en el suelo, se contrajo, sujetándose el vientre para que no se le abriera de aversión. Dio puñetazos, gritó, se contrajo otra vez. Vomitó dos o tres veces. Allí nadie acudió. "El problema...el problema es el olor, es el frío, son los huesos, el cuerpo y el alma. El problema...sabes cuál es el problema"
Como no tenía allí al señor Maspero para que le dijera que éso estaba mal, la demente cogió la cruz de madera podrida que había el lecho y la arrojó al suelo. Los locos de la celda de al lado chillaron y graznaron como urracas, y Éline quiso arrancarles la lengua otra vez.
A la desquiciada se la llevaron a otro lugar. Uno que empezaba por I, de infierno. Era mucho más desolador que el otro, porque allí no hacía ni si quiera frío. Y la pelirroja se sentía más cerca de la Nada, justo el lugar de donde procedía. Pensaba ya la perturbada que iba a volver a la ausencia.
Pero al cabo de poco tiempo, llegó la presencia de una fuerza indómita.
¿Quién la trajo hasta allí? No se sabe. Ella insiste en que un diablo sin cuernos, cuyo contacto abrasaba. El mismo Sol, incluso, pudo haberla llevado, porque sentía pena por la pelirroja. "Allí estarás bien", le habían dicho. Encerraron al señor Maspero en una jaula de grillos, y poco a poco se lo estaban devorando. Éline quería llorar por él, pero en aquel sitio no la dejaban. Le preguntaban "¿Por quién lloras?", y ella decía "Por el señor Maspero, en la jaula de grillos". Y si pedía ir a verlo, se lo negaban rotundamente.
Demonios, todos ellos.
La llevaron a un cuarto gris y oscuro. Ella pensó que hacía juego con sus entrañas, que eran ya cenizas. El frío de aquel cuarto goteaba de todas partes, y se derretía en forma de barro, moho y hongos. Apestaba a orina. "Cadáver" Todos allí eran parduzcos como la cetrina.
Estuvo allí mucho tiempo, suplicando por el señor Maspero. Querían llevarla a ella también a una jaula de grillos, o de hienas, más bien. Porque allí todos reían sin ton ni son. De forma desquiciada, necia, macabra, estruendosa: loca. Y Éline quería quitarles esa puta risa de la boca, arrancarles la lengua, y los labios, y los dientes, para ver si así dejaban de hacer ruido.
Luego, las gotas de locura empezaron a caer. Hacían tic tac en su cabeza. Muchas veces seguidas. "Tic, tac, tic, tac". Hacían conciertos en su cabeza. Muchas veces seguidas. "Balada triste de trompeta" Como la canción. ¿Cómo era? Ah, sí. Empezaba sin ritmo y luego acababa.
Y al tercer día, a Éline le ardían los ojos, se le apretaron las tripas, se le hizo un nudo en la garganta y apretó los dientes. Se retorció en el suelo, se contrajo, sujetándose el vientre para que no se le abriera de aversión. Dio puñetazos, gritó, se contrajo otra vez. Vomitó dos o tres veces. Allí nadie acudió. "El problema...el problema es el olor, es el frío, son los huesos, el cuerpo y el alma. El problema...sabes cuál es el problema"
Como no tenía allí al señor Maspero para que le dijera que éso estaba mal, la demente cogió la cruz de madera podrida que había el lecho y la arrojó al suelo. Los locos de la celda de al lado chillaron y graznaron como urracas, y Éline quiso arrancarles la lengua otra vez.
A la desquiciada se la llevaron a otro lugar. Uno que empezaba por I, de infierno. Era mucho más desolador que el otro, porque allí no hacía ni si quiera frío. Y la pelirroja se sentía más cerca de la Nada, justo el lugar de donde procedía. Pensaba ya la perturbada que iba a volver a la ausencia.
Pero al cabo de poco tiempo, llegó la presencia de una fuerza indómita.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
La habían puesto en la celda más retirada de todas. Se escuchaban rumores de ella, pero muchos no le prestaban atención, para los doctores era una loca más, nadie especial, deseaban experimentar con ella, por eso la mantenían con vida, nada más por eso. Muchos de los dementes que entraban a ese sanatorio eran llamados brujos, hechiceros, demonios, seres oscuros que no debían pisar la tierra, por eso estaban tan alterados, pero les servían a la humanidad, le servían a la ciencia ¿Por qué? Porque eran las ratas de laboratorio, quienes servían para comprobar nuevas medicinas. Cuando su cuerpo y mente se encontraban verdaderamente dañadas, los desechaban, los llevaban a la bastilla, los proclamaban brujos, y los quemaban para purgar la tierra de esas almas malditas. Esa sociedad enferma era la causante de sus males, pero no lo aceptaban, no les convenían. Levana era una bruja, una verdadera bruja, pero ellos nunca lo sabrían. No tenían porqué.
Cuando la dejaban salir, no acudía a la sala común, no deseaba mezclarse con los demás, bien sabía que podían seguir dañándola. Se la pasaba en el jardín, abrazada a una especie de muñeca que alguien le había regalado, un enfermero quizás, quien había visto luz en sus ojos, esos ojos que no permitía ver a nadie, y en ocasiones eran expuestos para su tratamiento, su "recuperación. Cuando estaba en aquellos jardines se sentía libre, y en ocasiones deseaba convertirse en un hermoso pajarito, tener hermosas alas, y escapar de ese lugar, lamentablemente algunos sueños no se hacen realidad.
Antes de ser obligada a entrar al horrendo edificio. Cavaba un poso, dónde Eloïse, su hermosa mueca, era enterrada, la dejaba ahí, para ella aquel hueco era una especie de refugio, dónde su muñeca no podía escuchar los gritos de los internos, los gritos propios de la bruja, así su muñeca no se impregnaba de ese dolor que los internos poseían.
En aquel cuarto, se la pasaba llorando. - "Deja de llorar niña estúpida, busca la manera de sacarnos de aquí" - Aquella voz era idéntica a la del gitano, el hombre que le había hecho mucho daño tiempo atrás, el hombre que la había convertido en eso, una mujer insegura, triste, oscura, y llena de demonios en su cabeza. Levana había formado esa imagen en su cabeza, en ocasiones no sabía si era obra de su imaginación maldita, o si de verdad un demonio se encontraba dentro de ella. -"Si, llora, es lo único bien que sabes hacer"- Otra de las voces se hacía presente, no podía quedarse callada, buscaba la manera de sobresalir entre las otras. Todas las voces de su cabeza eran territoriales, y creían poder dominarla, aquello no era cierto, pues el dolor que purgaba su alma, podía ser tan fuerte que no la hacía moverse, para la mala suerte de ellas, de sus invitadas, de sus amigas las voces.
Por las noches, cuando nadie la escuchaba, bajaba las escaleras, dejaba atrás el piso de los cuartos, y se sentaba a ver por la ventana, volviendo a imaginar que era un hermoso pájaro que contaba sin parar. Sólo su imaginación le daba esperanzas, lo demás la iba hundiendo día con día.
Aquella noche, sintió una presencia, no era tan oscura como la suya, era liviana, y frente a sus ojos danzaba el aura gris y oscura de la persona que lo portaba: Una mujer. A Levana le daban miedo esos cabellos, simulaban el fuego de un infierno personificado, y muchas veces se escondía detrás de una mesa para no ser vista. Los escondites no pueden ser para siempre, aquella noche había sido descubierta, y ambas almas se miraron a los ojos, sintiendo una especie choque - ¡Vete de aquí!- Alzó la voz, era una voz amenazante, no temerosa como comúnmente empleaba, tenía miedo de ser lastimada de nuevo, aquella noche, la noche donde la luna llena de hacía presente, se hacía la cómplice del encuentro, y bañaba de luz blanca los cuerpos pequeños de ambas féminas. ¿Qué podían esperar del encuentro? Nada bueno, simplemente dolor.
Cuando la dejaban salir, no acudía a la sala común, no deseaba mezclarse con los demás, bien sabía que podían seguir dañándola. Se la pasaba en el jardín, abrazada a una especie de muñeca que alguien le había regalado, un enfermero quizás, quien había visto luz en sus ojos, esos ojos que no permitía ver a nadie, y en ocasiones eran expuestos para su tratamiento, su "recuperación. Cuando estaba en aquellos jardines se sentía libre, y en ocasiones deseaba convertirse en un hermoso pajarito, tener hermosas alas, y escapar de ese lugar, lamentablemente algunos sueños no se hacen realidad.
Antes de ser obligada a entrar al horrendo edificio. Cavaba un poso, dónde Eloïse, su hermosa mueca, era enterrada, la dejaba ahí, para ella aquel hueco era una especie de refugio, dónde su muñeca no podía escuchar los gritos de los internos, los gritos propios de la bruja, así su muñeca no se impregnaba de ese dolor que los internos poseían.
En aquel cuarto, se la pasaba llorando. - "Deja de llorar niña estúpida, busca la manera de sacarnos de aquí" - Aquella voz era idéntica a la del gitano, el hombre que le había hecho mucho daño tiempo atrás, el hombre que la había convertido en eso, una mujer insegura, triste, oscura, y llena de demonios en su cabeza. Levana había formado esa imagen en su cabeza, en ocasiones no sabía si era obra de su imaginación maldita, o si de verdad un demonio se encontraba dentro de ella. -"Si, llora, es lo único bien que sabes hacer"- Otra de las voces se hacía presente, no podía quedarse callada, buscaba la manera de sobresalir entre las otras. Todas las voces de su cabeza eran territoriales, y creían poder dominarla, aquello no era cierto, pues el dolor que purgaba su alma, podía ser tan fuerte que no la hacía moverse, para la mala suerte de ellas, de sus invitadas, de sus amigas las voces.
Por las noches, cuando nadie la escuchaba, bajaba las escaleras, dejaba atrás el piso de los cuartos, y se sentaba a ver por la ventana, volviendo a imaginar que era un hermoso pájaro que contaba sin parar. Sólo su imaginación le daba esperanzas, lo demás la iba hundiendo día con día.
Aquella noche, sintió una presencia, no era tan oscura como la suya, era liviana, y frente a sus ojos danzaba el aura gris y oscura de la persona que lo portaba: Una mujer. A Levana le daban miedo esos cabellos, simulaban el fuego de un infierno personificado, y muchas veces se escondía detrás de una mesa para no ser vista. Los escondites no pueden ser para siempre, aquella noche había sido descubierta, y ambas almas se miraron a los ojos, sintiendo una especie choque - ¡Vete de aquí!- Alzó la voz, era una voz amenazante, no temerosa como comúnmente empleaba, tenía miedo de ser lastimada de nuevo, aquella noche, la noche donde la luna llena de hacía presente, se hacía la cómplice del encuentro, y bañaba de luz blanca los cuerpos pequeños de ambas féminas. ¿Qué podían esperar del encuentro? Nada bueno, simplemente dolor.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Cuando el viento cantaba entre los barrotes una canción de pena es que era un malnacido.
Ella se lo había robado. ¿O era el viento? No, ella. Robado, robado, ¡robado! Quería sacarle los ojos, para comérselos y luego escupírselos. A la cara. La perversidad se lo había robado. Su don, lo único especial que era. ¡Miserable! Ahora Éline volvería al vacío. Esa ausencia insoportable. ¿Se creía especial, la muy furcia? ¡Pues ya no era si no arena, ceniza, basura! Y todo por culpa de ella: la perversidad. Qué elegante sonaba su nombre, pero era abstracta y nefasta.
Sin embargo, la perversidad no fue la única que la visitó esa noche.
¡Que estaba loca! Ella más. Infeliz, la infeliz más loca de todo París. Sin su locura, ¿qué era Éline? No digas tragedia, por favor. Otra vez no. Éline no tenía sentido, pero al menos sabía jugar al ajedrez. El señor Maspero le enseñó, con fichas de cartón.
Y otra vez, de nuevo, la fuerza. Indómita. Había algo en ella que Éline envidiaba. ¡Pero no! Ella era la loca, la loca Éline.
"Aquí, todos están locos, ma chérie"
Crimen. Sin crimen no hay castigo. ¿Quién era la más loca del lugar? Como la bruja con su espejo.
Fuerza. Maldita fuerza. La dejaba débil. Iluminaba más que la luz del día. Y la fuerza espetó un "vete de aquí". ¿Qué se fuera? ¿Cómo podía? No había puertas, sólo escaleras que nunca acababan. Ese lugar era la muerte pérfida. Y Éline sólo tenía a la fuerza ahora que el señor Maspero estaba encerrado en su jaula de grillos.
Éline se arrastraba, por el cielo, por el suelo. ¿Quién es la loca, eh, miserable?. Eso, eso. Maldice, insulta. Es lo que se le otorga.
Éline se arrastraba, sí, se arrastraba. Por el cielo, por el suelo. Y en su camino topó con ella. Así lo quiso el Diablo, o la Víbora. Sus colmillos aún dolían placenteramente. ¿Quién es Éline ahora, eh, desgraciada?
Y de refilón, por entre los barrotes que cantaban canciones de pena, pudo verse. Era ella misma, sólo que con otros ojos, otro pelo y otro rostro. El violeta no importaba. Nada allí era violeta. ¿Buscabas los ojos violeta, el cielo violeta? Pues no, sólo hay rojo desesperación. Y ella se vio a sí misma, pero la fuerza indómita no le pertenecía.
-¿Quién eres, fuerza indómita? -y la fuerza se notaba asustada, y amenazante. Éline se llevó un dedo a los labios-. Shh, shh...No grites o los cuervos blancos con gafas nos comerán los ojos. Ven, acércate, fuerza indómita. No quiero hacerte daño.
Ella se lo había robado. ¿O era el viento? No, ella. Robado, robado, ¡robado! Quería sacarle los ojos, para comérselos y luego escupírselos. A la cara. La perversidad se lo había robado. Su don, lo único especial que era. ¡Miserable! Ahora Éline volvería al vacío. Esa ausencia insoportable. ¿Se creía especial, la muy furcia? ¡Pues ya no era si no arena, ceniza, basura! Y todo por culpa de ella: la perversidad. Qué elegante sonaba su nombre, pero era abstracta y nefasta.
Sin embargo, la perversidad no fue la única que la visitó esa noche.
¡Que estaba loca! Ella más. Infeliz, la infeliz más loca de todo París. Sin su locura, ¿qué era Éline? No digas tragedia, por favor. Otra vez no. Éline no tenía sentido, pero al menos sabía jugar al ajedrez. El señor Maspero le enseñó, con fichas de cartón.
Y otra vez, de nuevo, la fuerza. Indómita. Había algo en ella que Éline envidiaba. ¡Pero no! Ella era la loca, la loca Éline.
"Aquí, todos están locos, ma chérie"
Crimen. Sin crimen no hay castigo. ¿Quién era la más loca del lugar? Como la bruja con su espejo.
Fuerza. Maldita fuerza. La dejaba débil. Iluminaba más que la luz del día. Y la fuerza espetó un "vete de aquí". ¿Qué se fuera? ¿Cómo podía? No había puertas, sólo escaleras que nunca acababan. Ese lugar era la muerte pérfida. Y Éline sólo tenía a la fuerza ahora que el señor Maspero estaba encerrado en su jaula de grillos.
Éline se arrastraba, por el cielo, por el suelo. ¿Quién es la loca, eh, miserable?. Eso, eso. Maldice, insulta. Es lo que se le otorga.
Éline se arrastraba, sí, se arrastraba. Por el cielo, por el suelo. Y en su camino topó con ella. Así lo quiso el Diablo, o la Víbora. Sus colmillos aún dolían placenteramente. ¿Quién es Éline ahora, eh, desgraciada?
Y de refilón, por entre los barrotes que cantaban canciones de pena, pudo verse. Era ella misma, sólo que con otros ojos, otro pelo y otro rostro. El violeta no importaba. Nada allí era violeta. ¿Buscabas los ojos violeta, el cielo violeta? Pues no, sólo hay rojo desesperación. Y ella se vio a sí misma, pero la fuerza indómita no le pertenecía.
-¿Quién eres, fuerza indómita? -y la fuerza se notaba asustada, y amenazante. Éline se llevó un dedo a los labios-. Shh, shh...No grites o los cuervos blancos con gafas nos comerán los ojos. Ven, acércate, fuerza indómita. No quiero hacerte daño.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Aquella noche había encontrado una especie de tormento que con anterior no experimentaba, un tormento mezclado con la paz. Encontraba una división en su cabeza. Por una lado se encontraban tres demonios haciendo lo que siempre, burlándose de ella, riéndose de ella, alzando la voz para atormentarla, para no dejarla en paz, apenas y podía dormir, no, no podía hacerlo, si intentaba dormir se metía a esas pesadillas que eran más horribles que su misma realidad. En la realidad al menos sabia que estaba a la defensiva y en cualquier momento podría atacar con esos dones que le habían heredado sus padres al nacer. En sueños sin embargo, el dolor era tanto que no sabía si era mera ilusión, en sus sueños le repetían la escena, la misma que la hacía llorar, la misma que las había invitado a su cabeza, esa violación en la que se había vuelto la loca. Lo peor de esta violación es que la presenciaba desde afuera, y podía llegar a observar como sus extremidades eran desprendidas de su cuerpo. Siempre que despertaba se revisaba el cuerpo, y cuando notaba que no pasaba nada, lloraba, lloraba temerosa, no quería que esos sueños fueran visiones del futuro.
De manera extraña la cabeza estaba dividida, después de esos demonios que la atormentaban, estaban ellos, voces que parecían una especie de bálsamo, la de su hermano, la de sus tíos, la de su primo, esas voces que le decían que estaba a salvo, que todo estaba y estaría bien, que no temiera, que no se preocupara, pero siempre lo hacía, le era inevitable no poder hacerlo. Cuando esas voces luchaba, la pequeña bruja sentía que había una guerra en su interior, y que cada guerra destruía una zona de cuerpo. Era extraño, pero nadie podría entenderla sino se atrevían a pasar lo que ella, todo era raro en su mundo, y es cuando se llegaba a creer que de verdad estaba loca.
Levana odiaba el encierro, lo diana porque sabía que mientras más estuviera en ese lugar, más mal se pondría, aquellos medicamentos que le daban cada día solo arruinaban más su estado, lo notaba cada vez que se veía en el espejo, cada vez que aseaba su cuerpo, y lo notaba por que las alucinaciones y dolores eran cada vez más grande, pero lo entendía, ellos eran una especie de distracción a los problemas del mundo, y como si fueran la peor de las vestías, cuando la gente estaba aburrida se encargaba de torturarlos de manera publica, de ir acabando con el mal del pueblo, y los terminaban ahorcando.
¿Qué es la locura? Levana no lo sabía - ¡Que te largues! - Volvió a insistir, sin poder ver entre la oscuridad de ese cuarto, se puso de pie, ya no quiso ver por la ventana y se alejó otros dos pasos, su semblante agresivo apareció, es como nos damos cuenta que su locura le da miedo, y que todo aquel le da miedo. ¿Quién era el loco? Levana en ocasiones pensaba que el mundo era el que estaba loco, no ella, porque ellos se cegaban de la verdad, ellos se negaban a ver que había cosas distintas a las que ellos creían normales, porque el mundo ignoraba el dolor ajeno, si, quizás ellos eran los locos y ella la cuerda, porque se negaban a la verdad, sin embargo ella quería estar loca con ellos… ¿O ya lo estaba? Muchas preguntas que la volvían a confundir. - Deberíamos dejar que nos coman los ojos, que nos castiguen, que nos maten, así dejaríamos de sufrir. ¿No lo crees? - Sonrió de manera endemoniada, buscaba la manera de alejar a las personas de su alrededor.
Levana observaba los ojos de la mujer que tenía enfrente, un pequeño manto de luz de luna la dejó ver un poco más, y notó que también sufría como ella, que también estaba confundida como ella. La bruja observó también la energía que la mujer poseía, era normal, como la de cualquier humano, pero tenía tintes diferentes, se notaba tan perturbada como ella. - ¿Quién eres tú? - Claro que no respondería cosas antes que su intrusa.
Por extraño que pareciera, la bruja sintió tranquilidad, si la mujer quería hacerle algo, seguramente la atacaría, las voces le otorgarían la sabiduría para saber que hacer, y la fuerza para hacerlo. Se acercó, simplemente por la gran curiosidad que albergaba en su ser. - Debes estar durmiendo, ellos dicen que así debe ser, no sé que haces aquí ¿Me seguías? ¿Con quien vienes? Deja de seguirme, no quiero que nadie me siga, quiero estar sola, y si tú también estás loca alejare de mi, no quiero que me crean el doble de loca por verte conmigo - Hizo una mueca, Levana gritaba con las palabras que la dejaran en paz, y por dentro deseaba que alguien la entendiera, que sufriera su mal, que comprendiera su dolor, y que nunca la lastimara, pero ya sabía si había alguien o no de esa manera, muchos de los que estaban en ese sanatorio eran culpados de manera injusta y otros se enfermaban para ser alimentados de manera gratis. ¡Maldita sociedad! Tan contradictora.
De manera extraña la cabeza estaba dividida, después de esos demonios que la atormentaban, estaban ellos, voces que parecían una especie de bálsamo, la de su hermano, la de sus tíos, la de su primo, esas voces que le decían que estaba a salvo, que todo estaba y estaría bien, que no temiera, que no se preocupara, pero siempre lo hacía, le era inevitable no poder hacerlo. Cuando esas voces luchaba, la pequeña bruja sentía que había una guerra en su interior, y que cada guerra destruía una zona de cuerpo. Era extraño, pero nadie podría entenderla sino se atrevían a pasar lo que ella, todo era raro en su mundo, y es cuando se llegaba a creer que de verdad estaba loca.
Levana odiaba el encierro, lo diana porque sabía que mientras más estuviera en ese lugar, más mal se pondría, aquellos medicamentos que le daban cada día solo arruinaban más su estado, lo notaba cada vez que se veía en el espejo, cada vez que aseaba su cuerpo, y lo notaba por que las alucinaciones y dolores eran cada vez más grande, pero lo entendía, ellos eran una especie de distracción a los problemas del mundo, y como si fueran la peor de las vestías, cuando la gente estaba aburrida se encargaba de torturarlos de manera publica, de ir acabando con el mal del pueblo, y los terminaban ahorcando.
¿Qué es la locura? Levana no lo sabía - ¡Que te largues! - Volvió a insistir, sin poder ver entre la oscuridad de ese cuarto, se puso de pie, ya no quiso ver por la ventana y se alejó otros dos pasos, su semblante agresivo apareció, es como nos damos cuenta que su locura le da miedo, y que todo aquel le da miedo. ¿Quién era el loco? Levana en ocasiones pensaba que el mundo era el que estaba loco, no ella, porque ellos se cegaban de la verdad, ellos se negaban a ver que había cosas distintas a las que ellos creían normales, porque el mundo ignoraba el dolor ajeno, si, quizás ellos eran los locos y ella la cuerda, porque se negaban a la verdad, sin embargo ella quería estar loca con ellos… ¿O ya lo estaba? Muchas preguntas que la volvían a confundir. - Deberíamos dejar que nos coman los ojos, que nos castiguen, que nos maten, así dejaríamos de sufrir. ¿No lo crees? - Sonrió de manera endemoniada, buscaba la manera de alejar a las personas de su alrededor.
Levana observaba los ojos de la mujer que tenía enfrente, un pequeño manto de luz de luna la dejó ver un poco más, y notó que también sufría como ella, que también estaba confundida como ella. La bruja observó también la energía que la mujer poseía, era normal, como la de cualquier humano, pero tenía tintes diferentes, se notaba tan perturbada como ella. - ¿Quién eres tú? - Claro que no respondería cosas antes que su intrusa.
Por extraño que pareciera, la bruja sintió tranquilidad, si la mujer quería hacerle algo, seguramente la atacaría, las voces le otorgarían la sabiduría para saber que hacer, y la fuerza para hacerlo. Se acercó, simplemente por la gran curiosidad que albergaba en su ser. - Debes estar durmiendo, ellos dicen que así debe ser, no sé que haces aquí ¿Me seguías? ¿Con quien vienes? Deja de seguirme, no quiero que nadie me siga, quiero estar sola, y si tú también estás loca alejare de mi, no quiero que me crean el doble de loca por verte conmigo - Hizo una mueca, Levana gritaba con las palabras que la dejaran en paz, y por dentro deseaba que alguien la entendiera, que sufriera su mal, que comprendiera su dolor, y que nunca la lastimara, pero ya sabía si había alguien o no de esa manera, muchos de los que estaban en ese sanatorio eran culpados de manera injusta y otros se enfermaban para ser alimentados de manera gratis. ¡Maldita sociedad! Tan contradictora.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
A aquel lugar se lo comían los locos. Era un festín de cuervos. A veces, la demente los envidiaba. A los cuervos, no a los locos. Los locos eran escoria, basura. Como ella misma, como la fuerza que estaba al otro lado. Los locos no servían para nada "No ven, no sienten, no padecen" Son vegetales, fantasmas de sí mismos. Hasta las ratas pagarían por verlos llorar.
En cambio, los cuervos allí eran los reyes. Los reyes del absurdo. Podían entrar, salir y tocar música. Nunca supo de donde salía, el Señor Maspero le decía que de los ríos, los árboles y el cielo. Y había otra música que también salía del infierno, la música de la Víbora y la envidia, tan horrible y tan puta como ella misma. Ésa era la música prohibida, la que no se podía escuchar.
Pero Éline dudaba de que esos cuervos aberrantes tuvieran la delicadeza y el oído necesarios para escuchar la música, la del cielo. Porque la del infierno, esa seguro que sí la escuchaban. En realidad, la pelirroja dudaba de que los cuervos tuvieran si quiera oído. Sólo unas garras y unas alas tan negras como la desesperación. Desesperación Ésa era la palabra. Los cuervos querían robarle el rostro, todo lo que ella era. Querían que dejara de tener la piel blanca y el cabello rojo. ¡Imbéciles! ¡Creídos! ¡Ojalá se muriesen todos!
Sí. Ojalá muriesen todos los cuervos y así quedarían ella y la fuerza indómita. Y el Señor Maspero. No podía olvidarse de su ruiseñor. Oh, ¡pobre Señor Maspero! Encerrado en esa jaula. Quizá hasta ya había muerto, y de él sólo quedaban las tripas. No. No, no, no. Él se lo dijo una vez. "Sólo moriré si tu mueres, Éline" Y ella... Ella aún estaba viva, ¿verdad?
Sí, debía estarlo, pues sólo en vida te puede doler tanto el alma.
Y quizá la fuerza indómita tenía razón.
-Sí. Es posible. Si les dejáramos a los cuervos, nos matarían y todo acabaría. Pero a mí me da miedo, porque no sé lo que hay después. A veces pensaba que había un Dios, pero creo que no existe. Que es todo una mentira para que no tengamos miedo. Pero yo quiero tener miedo. El miedo es prudente y sabio. ¿Tú acaso no tienes miedo? -pero, ¿cómo iba a tenerlo? Su compañera era la fuerza indómita. Éline podía notar el calor que emanaba de ella. Sólo estaba confusa, como todos los que aquí estaban encerrados.
-Sé que duelen -murmuró Éline a la fuerza-. Las voces. Duelen. A mí me las espanta el Señor Maspero, pero a tí te duelen.
La pelirroja se enderezó, y se puso de rodillas contra la pared, para sentir más de cerca a su fuerza. Tan sólo una delgada línea de barrotes de hierro las separaban, como una cascada de metal. Si la atravesara, Éline podría ahogarse, dejar de respirar. Y moriría, y el Señor Maspero con ella. ¿Podría cargar tal peso en su conciencia?
-No puedes hacerlas desaparecer. Son insidiosas y sucias. Tan sucias que te piden hacer cosas horribles -Éline escupió al suelo, con desprecio y asco (¿Por ella misma o por las voces?)-. Pero lejos de aquí se van, ¿sabes? Al final se van. Aunque una también tiene que irse para éso. Y la fuerza no se puede ir, no. -concluyó, refiriéndose a su compañera en tercera persona.
Se hizo una pausa en la que las cadenas que ataban a la pelirroja se movieron con un tintineo. La llamaban "peligrosa", y por eso le ponían esas cosas que le roían la piel hasta el hueso.
¿Qué quién era? Éline era incapaz de acordarse. Era el Señor Maspero quien se lo decía, pero sin él, se le perdió el nombre entre los recuerdos. Como aquella vez en la que se lo robó un cisne, y después la Víbora.
-No... no me acuerdo -murmuró como si estuviera sorprendida-. Me llaman de muchas maneras. Loca, puta, enferma, demente... Pero no sé cual es el correcto. ¿Y la fuerza tiene algún nombre?
Dormir. Dormir sólo era como morir. O al menos eso le decía el Señor Maspero. Que dormir no servía de nada. Que durmiera cuando estuviera enterrada. A Éline no le gustaba dormir, porque era cuando venían los monstruos a por ella. Y se despertaba sudando y gritando, y a la pelirroja no le gustaba gritar porque pensaba que de gritar tanto la voz se le iría para siempre.
-No me gusta dormir -contestó la pelirroja-. Se duerme por la noche, y por la noche hay demasiadas quimeras. Tú las puedes espantar. Con esa energía salvaje que tienes -ante la acusación de su compañera, la pelirroja se apresuró a aclararlo-Shhh...¡No, no! ¡Yo no te he seguido! ¡Te he sentido! Es esa energía que tienes, se huele por todos sitios. ¿Nunca la has utilizado? Con ella podrías matar a los cuervos, y saldríamos de aquí. Para seguir sufriendo.
En cambio, los cuervos allí eran los reyes. Los reyes del absurdo. Podían entrar, salir y tocar música. Nunca supo de donde salía, el Señor Maspero le decía que de los ríos, los árboles y el cielo. Y había otra música que también salía del infierno, la música de la Víbora y la envidia, tan horrible y tan puta como ella misma. Ésa era la música prohibida, la que no se podía escuchar.
Pero Éline dudaba de que esos cuervos aberrantes tuvieran la delicadeza y el oído necesarios para escuchar la música, la del cielo. Porque la del infierno, esa seguro que sí la escuchaban. En realidad, la pelirroja dudaba de que los cuervos tuvieran si quiera oído. Sólo unas garras y unas alas tan negras como la desesperación. Desesperación Ésa era la palabra. Los cuervos querían robarle el rostro, todo lo que ella era. Querían que dejara de tener la piel blanca y el cabello rojo. ¡Imbéciles! ¡Creídos! ¡Ojalá se muriesen todos!
Sí. Ojalá muriesen todos los cuervos y así quedarían ella y la fuerza indómita. Y el Señor Maspero. No podía olvidarse de su ruiseñor. Oh, ¡pobre Señor Maspero! Encerrado en esa jaula. Quizá hasta ya había muerto, y de él sólo quedaban las tripas. No. No, no, no. Él se lo dijo una vez. "Sólo moriré si tu mueres, Éline" Y ella... Ella aún estaba viva, ¿verdad?
Sí, debía estarlo, pues sólo en vida te puede doler tanto el alma.
Y quizá la fuerza indómita tenía razón.
-Sí. Es posible. Si les dejáramos a los cuervos, nos matarían y todo acabaría. Pero a mí me da miedo, porque no sé lo que hay después. A veces pensaba que había un Dios, pero creo que no existe. Que es todo una mentira para que no tengamos miedo. Pero yo quiero tener miedo. El miedo es prudente y sabio. ¿Tú acaso no tienes miedo? -pero, ¿cómo iba a tenerlo? Su compañera era la fuerza indómita. Éline podía notar el calor que emanaba de ella. Sólo estaba confusa, como todos los que aquí estaban encerrados.
-Sé que duelen -murmuró Éline a la fuerza-. Las voces. Duelen. A mí me las espanta el Señor Maspero, pero a tí te duelen.
La pelirroja se enderezó, y se puso de rodillas contra la pared, para sentir más de cerca a su fuerza. Tan sólo una delgada línea de barrotes de hierro las separaban, como una cascada de metal. Si la atravesara, Éline podría ahogarse, dejar de respirar. Y moriría, y el Señor Maspero con ella. ¿Podría cargar tal peso en su conciencia?
-No puedes hacerlas desaparecer. Son insidiosas y sucias. Tan sucias que te piden hacer cosas horribles -Éline escupió al suelo, con desprecio y asco (¿Por ella misma o por las voces?)-. Pero lejos de aquí se van, ¿sabes? Al final se van. Aunque una también tiene que irse para éso. Y la fuerza no se puede ir, no. -concluyó, refiriéndose a su compañera en tercera persona.
Se hizo una pausa en la que las cadenas que ataban a la pelirroja se movieron con un tintineo. La llamaban "peligrosa", y por eso le ponían esas cosas que le roían la piel hasta el hueso.
¿Qué quién era? Éline era incapaz de acordarse. Era el Señor Maspero quien se lo decía, pero sin él, se le perdió el nombre entre los recuerdos. Como aquella vez en la que se lo robó un cisne, y después la Víbora.
-No... no me acuerdo -murmuró como si estuviera sorprendida-. Me llaman de muchas maneras. Loca, puta, enferma, demente... Pero no sé cual es el correcto. ¿Y la fuerza tiene algún nombre?
Dormir. Dormir sólo era como morir. O al menos eso le decía el Señor Maspero. Que dormir no servía de nada. Que durmiera cuando estuviera enterrada. A Éline no le gustaba dormir, porque era cuando venían los monstruos a por ella. Y se despertaba sudando y gritando, y a la pelirroja no le gustaba gritar porque pensaba que de gritar tanto la voz se le iría para siempre.
-No me gusta dormir -contestó la pelirroja-. Se duerme por la noche, y por la noche hay demasiadas quimeras. Tú las puedes espantar. Con esa energía salvaje que tienes -ante la acusación de su compañera, la pelirroja se apresuró a aclararlo-Shhh...¡No, no! ¡Yo no te he seguido! ¡Te he sentido! Es esa energía que tienes, se huele por todos sitios. ¿Nunca la has utilizado? Con ella podrías matar a los cuervos, y saldríamos de aquí. Para seguir sufriendo.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
La voz que emanaba de los labios pálidos de la pelirroja la hizo erizarse, incluso perder por unos momentos las ganas de respirar, aquello era verdaderamente extraño, se sentía acogida, abrazada, protegida, aquello era nuevo, no había conocido a alguien anteriormente que sus ojos le transmitieran dolor, miedo, y al mismo tiempo seguridad, estabilidad. Levana había olvidado respirar, y sus pulmones se habían inflado tanto que su pecho le dolió por completo, el shock de verse reflejada en esos ojos fue bastante duro para ella, pero el frío de la noche, y la necesidad de su figura por volver a sacar y adentrar el aire a su ser con calma y de manera correcta la trajo a la realidad. Su piel estaba erizada, incluso sus pezones se endurecieron, lo cual era verdaderamente extraño, nuevo, su cuerpo no reaccionaba nunca de esa forma, no desde aquella noche dónde la tomaron con brusquedad, no desde la vez que la violaron sin piedad hasta creer que se había muerto. ¡No! Ella no podía morir, debía tener una misión, alguna especie de misión, ella no podía seguir ahí simplemente por suerte, la suerte no existía, eso era para los débiles, pero ella era débil, quizás no tenía un propósito, quizás simplemente era débil.
Aquello era desconocido, y por desconocido le daba miedo, siempre tenía miedo, de no tenerlo seguramente sería una tonta, y ella no era tonta. ¿O si? Sino era tonta debía marcharse de ese lugar cuanto antes, las voces le decían que algo malo estaba por pasar, algo que no podían adivinar pero que podrían hacerle daño, quiso avisarla a la chica para que se fueran juntas, pero si la metía en esto seguramente tendrían problemas, no quería meter en problemas a la pelirroja, no cuando le había mostrado ser simpatizante con su dolor, con sus creencias, con miedos y otros males que nadie más podría entender, quizás solo ellas, aunque habían un par de ojos en los que se había atrevido a reflejarse, y deseaba saber que pasaba al respecto, los ojos de un hombre, de un rubio con mal humor, un chico que llamaba su atención pero que, por el mismo interés, la joven deseaba alejarse. Movió su cabeza con fuerza dejando de divagar, centrándose en su compañera.
- ¿Cómo sabes que duelen? ¿A ti también te hablan? Ellas me dicen que sólo me atormentan a mi ¿Existen muchas? ¿Quién es el señor Mospero? - Y observó la manera tan incomoda en que se había puesto por decir mal el nombre - Digo, Maspero, Maspero, lo siento, nunca había escuchado ese nombre - Confesó en un susurró, de hecho nunca había conocidos muchos nombres, todos los había suprimido tiempo atrás, desde que la habían violado había decidido borrar todo rastro de su mente, bloquear lo que le recordara los "Días oscuros" como ella los llamaba, aunque se había quedado sumergida en los días oscuros, y quizás nunca volvería a salir de ellos, ya se había acostumbrado. Sonrió de manera espontánea. ¿De verdad se había acostumbrado? No, no lo creía, no se acostumbraría a ser atacada de esa manera, ni ser nombrada, como ella se acababa de auto-nombrar. Suspiró mordiéndose el labio inferior.
- No creo que seas puta, entonces todo el mundo es así, porqué a mi también me dicen así, ¿No es gracioso? Ni siquiera te conozco y nos dicen el mismo apodo, no había escuchado a nadie más ser llamada puta, yo soy la puta según los cuervos. ¿Todas somos putas? ¿Qué es ser puta? - Frunció el ceño sin poder entender en realidad que querían decir esas palabras, pero por la maldad en los ojos que se lo decían llegaba a la conclusión de que era algo verdaderamente malo, ella era mala, todos le recordaban que lo era, una mala persona que debía morir, y las voces deseaban matarla pro al mismo tiempo deseaban que viviera para seguir torturándola, era todo tan contradictorio, o quizás ellos eran los contradictorios y no ella.
- Me llamo Levana, o bueno ese recuerdo que era mi nombre, pero ya no me gusta, me gustaría llamarme de otra manera, quizás si me llamara de otra manera ellas me dejarían de molestar, quizás podría olvidar lo que paso. Mi nombre me recuerda lo que fue, lo que me hicieron, y que estoy maldita, ¿No te da miedo? Es decir ¿No te da miedo hablar con una maldita? Lo estoy, deberías tener cuidado, todos deberían tenerlo, yo lo tengo, a veces hago cosas tan malas que me veo hacerlas como si lo presenciara, soy mala. - Ella se lo había creído mucho tiempo atrás, de verdad creía que era mala, y que su mundo se caería en cualquier momento, ella no creía en Dios, su Dios la había abandonado.
Miró hacía arriba, miró hacía un lado, y luego hacía otro, pero no, no había nada que pudiera jalarlas hacía otra nueva oscuridad, ellas eran libres de moverse - ¿Quieres salir? Quiero ver la luna, ella me habla y las espanta, a las voces, y en ocasiones me puedo dormir en paz, te lo recomiendo, es divertido - Soltó una risa, de manera extraña ya esta sintiéndose cómoda con la joven pelirroja, le gustaban sus cabellos rojos como el fuego, a ella le gustaba el fuego.
Aquello era desconocido, y por desconocido le daba miedo, siempre tenía miedo, de no tenerlo seguramente sería una tonta, y ella no era tonta. ¿O si? Sino era tonta debía marcharse de ese lugar cuanto antes, las voces le decían que algo malo estaba por pasar, algo que no podían adivinar pero que podrían hacerle daño, quiso avisarla a la chica para que se fueran juntas, pero si la metía en esto seguramente tendrían problemas, no quería meter en problemas a la pelirroja, no cuando le había mostrado ser simpatizante con su dolor, con sus creencias, con miedos y otros males que nadie más podría entender, quizás solo ellas, aunque habían un par de ojos en los que se había atrevido a reflejarse, y deseaba saber que pasaba al respecto, los ojos de un hombre, de un rubio con mal humor, un chico que llamaba su atención pero que, por el mismo interés, la joven deseaba alejarse. Movió su cabeza con fuerza dejando de divagar, centrándose en su compañera.
- ¿Cómo sabes que duelen? ¿A ti también te hablan? Ellas me dicen que sólo me atormentan a mi ¿Existen muchas? ¿Quién es el señor Mospero? - Y observó la manera tan incomoda en que se había puesto por decir mal el nombre - Digo, Maspero, Maspero, lo siento, nunca había escuchado ese nombre - Confesó en un susurró, de hecho nunca había conocidos muchos nombres, todos los había suprimido tiempo atrás, desde que la habían violado había decidido borrar todo rastro de su mente, bloquear lo que le recordara los "Días oscuros" como ella los llamaba, aunque se había quedado sumergida en los días oscuros, y quizás nunca volvería a salir de ellos, ya se había acostumbrado. Sonrió de manera espontánea. ¿De verdad se había acostumbrado? No, no lo creía, no se acostumbraría a ser atacada de esa manera, ni ser nombrada, como ella se acababa de auto-nombrar. Suspiró mordiéndose el labio inferior.
- No creo que seas puta, entonces todo el mundo es así, porqué a mi también me dicen así, ¿No es gracioso? Ni siquiera te conozco y nos dicen el mismo apodo, no había escuchado a nadie más ser llamada puta, yo soy la puta según los cuervos. ¿Todas somos putas? ¿Qué es ser puta? - Frunció el ceño sin poder entender en realidad que querían decir esas palabras, pero por la maldad en los ojos que se lo decían llegaba a la conclusión de que era algo verdaderamente malo, ella era mala, todos le recordaban que lo era, una mala persona que debía morir, y las voces deseaban matarla pro al mismo tiempo deseaban que viviera para seguir torturándola, era todo tan contradictorio, o quizás ellos eran los contradictorios y no ella.
- Me llamo Levana, o bueno ese recuerdo que era mi nombre, pero ya no me gusta, me gustaría llamarme de otra manera, quizás si me llamara de otra manera ellas me dejarían de molestar, quizás podría olvidar lo que paso. Mi nombre me recuerda lo que fue, lo que me hicieron, y que estoy maldita, ¿No te da miedo? Es decir ¿No te da miedo hablar con una maldita? Lo estoy, deberías tener cuidado, todos deberían tenerlo, yo lo tengo, a veces hago cosas tan malas que me veo hacerlas como si lo presenciara, soy mala. - Ella se lo había creído mucho tiempo atrás, de verdad creía que era mala, y que su mundo se caería en cualquier momento, ella no creía en Dios, su Dios la había abandonado.
Miró hacía arriba, miró hacía un lado, y luego hacía otro, pero no, no había nada que pudiera jalarlas hacía otra nueva oscuridad, ellas eran libres de moverse - ¿Quieres salir? Quiero ver la luna, ella me habla y las espanta, a las voces, y en ocasiones me puedo dormir en paz, te lo recomiendo, es divertido - Soltó una risa, de manera extraña ya esta sintiéndose cómoda con la joven pelirroja, le gustaban sus cabellos rojos como el fuego, a ella le gustaba el fuego.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
La crueldad, la desdicha y la desgracia, ¡que alguien les diese paso! ¡que entrasen a roer lo que quedaba de ellas dos! Era el momento. Allí. En esa jaula donde estaban encerradas las dos leonas. Por locas y putas. Por tener garras. O eso decían los cuervos; que tenían garras. Pero, ¿qué garras podían tener ellas dos?. Si tenían las uñas rotas y el rugido ahogado de tanta pena.
"Es propio de la Naturaleza humana temer a lo que no entienden", le dije el Señor Maspero hace años. ¡Siglos!... Y pensar en cuánta razón llevaba un ruiseñor imaginario; era para volverse locos.
Y había algo que no ocurría en demasiadas ocasiones. No a ella, al menos. Pues con seres como Éline no podía haber cabida ninguna para la empatía. ¡Pero mira por dónde! Quisieron los hados juntarlas a las dos; la fuerza y la debilidad, para dar un salvoconducto a tanto sin sentido.
-Sé que duelen porque es el miedo -contestó la pelirroja. Siempre con acertijos, sin saber si realmente ella sabía de lo que hablaba-. El miedo de un corazón roto, con espinas que también duelen. Las voces nos hablan a todos porque todos tenemos miedo. Y eso está bien... Está bien. Sólo hay que saber qué voces son las correctas. Eso es lo difícil. Nosotras no lo sabemos porque estamos locas.
Éline se encogió de hombros, resignada a esa verdad de por vida. Pues todo el mundo sabía que la pelirroja era una paria, un espíritu errante, un destino mal avenido, una fábula. Algo etéreo, frágil e irracional, que tenía dos vidas: la comedia y el drama.
-Existen tantas como te puedas imaginar -continuó, con un tono soñador tan fingido como veraz-. Hay una para cada uno de nosotros. Creo que la llaman "conciencia". Pero nosotras, al estar enfermas, tenemos muchas que nos confunden, y entonces es como no tener ninguna. No tenemos conciencia y por eso estamos aquí encerradas.
La pelirroja se apresuró a acercarse más a los barrotes que las separaban y trató de deslizar las manos a través de ellos para palpar a la Fuerza, para comprobar que era real. Para verla más de cerca y llorar juntas por su inocencia arrebatada. "Alcánzala, alcánzala". Como en el sueño, ese que tuvo de un hombre con rostro de lobo y que vivía en las catacumbas parisinas y que la devoraba hasta matarla. Pero sus brazos no podrían llegar hasta su compañera, pues estaban encadenados.
-El Señor Maspero es mi consejero. Él me dice qué debo y qué no debo hacer. Es el único que entiende este mundo de locos y me lo explica. Es un ruiseñor, y tiene el plumaje más bonito que he visto en mi vida -repuso con admiración en su voz-. Ahora creo que se lo están comiendo los grillos.
Bajó la vista recordando a su guía y compañero. Ahora en aquella jaula soez. Éline sólo esperaba que no estuviera encadenado como ella. No había cosa más triste en este mundo que un pájaro encadenado.
-Levana es un bonito nombre. Tienes que tener cuidado para que no te lo roben. A los cuervos y a los cisnes les gusta robar nombres. También a las serpientes, pero a ellas no les gusta estos lugares -alzó la vista, observando el techo de mugre y goteras-. De todas formas, yo tengo un nombre más bonito aún para tí. Ven, acércate -le instó. Éline se acercó a los barrotes lo más que las cadenas le dejaron. Sus labios estaban tan cerca de los oídos de su compañera que Éline pudo sentir en ellos el suave tacto de la piel de Levana, y un escalofrío recorrió su espalda-. No tengo miedo de tí. Estamos las dos condenadas. Entre maldita y maldita no hay miedos ni secretos. Fuerza indómita -le susurró, sus labios contra el lóbulo de su compañera-. Ese es el nombre que te doy.
Cuando se separó de los barrotes, el aire rancio de la Muerte se coló por los sumideros, inundándo los pulmones de la pelirroja de pestilencia y asco, que sólo fue solventado por la risa de la Fuerza.
-La luna, sí. A veces espanta las voces, es cierto. Pero también trae peligros. Serpientes y víboras. Creo que hasta las echo de menos. Tú podrías liberarnos, ¡tienes el poder! ¡sácanos de aquí!. Si tienes miedo, yo te ayudaré, porque yo también lo tengo y entre las dos lo espantaremos.-Éline rio con ella. ¿Qué era su risa? Ya le sonaba extraña.
"Es propio de la Naturaleza humana temer a lo que no entienden", le dije el Señor Maspero hace años. ¡Siglos!... Y pensar en cuánta razón llevaba un ruiseñor imaginario; era para volverse locos.
Y había algo que no ocurría en demasiadas ocasiones. No a ella, al menos. Pues con seres como Éline no podía haber cabida ninguna para la empatía. ¡Pero mira por dónde! Quisieron los hados juntarlas a las dos; la fuerza y la debilidad, para dar un salvoconducto a tanto sin sentido.
-Sé que duelen porque es el miedo -contestó la pelirroja. Siempre con acertijos, sin saber si realmente ella sabía de lo que hablaba-. El miedo de un corazón roto, con espinas que también duelen. Las voces nos hablan a todos porque todos tenemos miedo. Y eso está bien... Está bien. Sólo hay que saber qué voces son las correctas. Eso es lo difícil. Nosotras no lo sabemos porque estamos locas.
Éline se encogió de hombros, resignada a esa verdad de por vida. Pues todo el mundo sabía que la pelirroja era una paria, un espíritu errante, un destino mal avenido, una fábula. Algo etéreo, frágil e irracional, que tenía dos vidas: la comedia y el drama.
-Existen tantas como te puedas imaginar -continuó, con un tono soñador tan fingido como veraz-. Hay una para cada uno de nosotros. Creo que la llaman "conciencia". Pero nosotras, al estar enfermas, tenemos muchas que nos confunden, y entonces es como no tener ninguna. No tenemos conciencia y por eso estamos aquí encerradas.
La pelirroja se apresuró a acercarse más a los barrotes que las separaban y trató de deslizar las manos a través de ellos para palpar a la Fuerza, para comprobar que era real. Para verla más de cerca y llorar juntas por su inocencia arrebatada. "Alcánzala, alcánzala". Como en el sueño, ese que tuvo de un hombre con rostro de lobo y que vivía en las catacumbas parisinas y que la devoraba hasta matarla. Pero sus brazos no podrían llegar hasta su compañera, pues estaban encadenados.
-El Señor Maspero es mi consejero. Él me dice qué debo y qué no debo hacer. Es el único que entiende este mundo de locos y me lo explica. Es un ruiseñor, y tiene el plumaje más bonito que he visto en mi vida -repuso con admiración en su voz-. Ahora creo que se lo están comiendo los grillos.
Bajó la vista recordando a su guía y compañero. Ahora en aquella jaula soez. Éline sólo esperaba que no estuviera encadenado como ella. No había cosa más triste en este mundo que un pájaro encadenado.
-Levana es un bonito nombre. Tienes que tener cuidado para que no te lo roben. A los cuervos y a los cisnes les gusta robar nombres. También a las serpientes, pero a ellas no les gusta estos lugares -alzó la vista, observando el techo de mugre y goteras-. De todas formas, yo tengo un nombre más bonito aún para tí. Ven, acércate -le instó. Éline se acercó a los barrotes lo más que las cadenas le dejaron. Sus labios estaban tan cerca de los oídos de su compañera que Éline pudo sentir en ellos el suave tacto de la piel de Levana, y un escalofrío recorrió su espalda-. No tengo miedo de tí. Estamos las dos condenadas. Entre maldita y maldita no hay miedos ni secretos. Fuerza indómita -le susurró, sus labios contra el lóbulo de su compañera-. Ese es el nombre que te doy.
Cuando se separó de los barrotes, el aire rancio de la Muerte se coló por los sumideros, inundándo los pulmones de la pelirroja de pestilencia y asco, que sólo fue solventado por la risa de la Fuerza.
-La luna, sí. A veces espanta las voces, es cierto. Pero también trae peligros. Serpientes y víboras. Creo que hasta las echo de menos. Tú podrías liberarnos, ¡tienes el poder! ¡sácanos de aquí!. Si tienes miedo, yo te ayudaré, porque yo también lo tengo y entre las dos lo espantaremos.-Éline rio con ella. ¿Qué era su risa? Ya le sonaba extraña.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Todo se volvió confuso, no existía ni siquiera claridad en la mirada pues en ocasiones miraba de manera borrosa, y en otras sus palabras se movían, era como escribir una oración en un papel y cambiarlas. Ella tenía muy claro que no era alguien normal, que había dejado de serlo desde hace mucho tiempo, que desde su violación no iba a ser la Levana tan sonriente como antes, se sentía una intrusa en un mundo normal, una extraña en un mundo claro, oscuridad en luz, ella se sentía eso, pero sobretodo lo peor de lo peor. ¿De verdad lo era? La pelirroja le estaba haciendo creer que de verdad no era lo peor, la pelirroja le dejaba en claro que en el mundo habían más como ellas, que no estaban solas, y de estarlo al menos se tenían. Le era inevitable sonreír de manera torpe, no estaba acostumbrada a estirar los labios para deleitar a los demás con su hermosa sonrisa, porque en realidad si lo era, demasiado hermosa. Tanto como lo era su nueva conocida, la joven que ahora le hablaba sonriendo también.
El frío de la noche azotaba de manera cruda el cuerpo de ambas mujeres, pero Levana ya se había acostumbrado a estar fría, quizás eran las voces, los demonios, o los espíritus que estaba a su alrededor, no lo sabía, de igual forma el frío de esa noche la hizo sentir incomoda, era como si ambos demonios (los suyos y los de ella) estuvieran danzando a su alrededor con el afán de molestarlas, de hacerlas rabiar, o enfermar. La bruja siempre había creído que incluso el aire la quería dejar sin poder respirar, todo y cada una de las cosas de su vida algo tenían que tener de malo que querían hacerle daño. Se acercó a ella, dejando a un lado sus temores, quedándose simplemente con la buena energía que sentía de la mujer que estaba plantada frente a ella. Ladeó el rostro para poder observarla con atención, le gustaba observar para poder saber que paso dar conforme pasaba el tiempo con una compañía, y no es que siempre tuviera compañía.
- ¿Por qué tus manos están encerradas en metales como las puertas? ¿Qué te hace especial para tenerlas? - Hizo una mueca, estiró las manos, y se dedico a tocar con cuidado las esposas, notó que sus muñecas tenían heridas y eso le puso de un humor insoportable, pero sus voces estaban tranquilas, calladas, no decían nada porque no deseaban molestar o interrumpir el encuentro, ellas saben que si las cosas salían mal podrían manipularla de una manera más elevada, que no volvería a confiar en nadie, y con eso no podría existir la cura y la liberación en ella. - ¿En que salón te las han puesto? ¿Lo sabes? - La miró de manera curiosa, sus manos se enredaron en su brazo derecho, y la jaló con suavidad por los pasillos. - Esas cosas no deben ir en tu cuerpo, no deben, y no van a estar ¿Entendiste? - La miró con molestia, sin entender como se permitía hacer eso.
- Los cuernos creen que siempre tienen todo bajo control, pero la realidad es otra, he notado que son demasiado torpes, que esconden llaves, fósforos y muchas cosas más en lugares obvios, o simplemente altos, donde creen no podremos buscar, quizás si me dices el lugar dónde te las coloran podamos quitártelas, es más podemos hacer un trato - Suspiró, mirando hacía adelante, hacía los lados, y en ocasiones hacía enfrente, ella siempre sentía que la seguían, y escuchaba pasos, los cuales podían ser provocados por su paranoia, o simplemente era de alguien que estaba por alcanzarlas. Apresuró el paso con al afán de no ser encontradas.
- Ven - Jaló con brusquedad, encontraron una camilla a medio pasillo, e hizo que se agachara sin que golpeara contra su cabeza, ambas se hicieron una bolita en aquella zona, y Levana jaló con fuerza la cobija blanca que estaba sobre le camilla, haciendo que las cubriera si alguien pasaba. Efectivamente, al poco tiempo unos zapatos negros, gruesos, que se arrastraban pasaron frente a ellas. Levana cubrió la boca de la pelirroja y también la suya para no crear ningún tipo de sonido, de ser descubiertas recibirían grandes castigos, algunas veces, dependiendo de la gravedad de las infracciones podían ocasiones golpes contra aquellos cuerpos frágiles.
- Aprendí a escuchar por detrás de las paredes - Sonrió de forma maligna, sin importar ver el poder que tenía, por primera vez se sentía fuerte. - ¿Entonces recuerdas dónde era? - Chasqueó la lengua, y aspiró - El trato será, todas las noches yo te quitaré eso que tienes en el cuerpo, y cuando vayamos a dormir te las pondré, para que no se den cuenta de lo que hacemos ¿Lo crees justo? - La solté, y la ayudó a salir de su escondite para emprender el camino a la liberación del cuerpo de la pelirroja.
El frío de la noche azotaba de manera cruda el cuerpo de ambas mujeres, pero Levana ya se había acostumbrado a estar fría, quizás eran las voces, los demonios, o los espíritus que estaba a su alrededor, no lo sabía, de igual forma el frío de esa noche la hizo sentir incomoda, era como si ambos demonios (los suyos y los de ella) estuvieran danzando a su alrededor con el afán de molestarlas, de hacerlas rabiar, o enfermar. La bruja siempre había creído que incluso el aire la quería dejar sin poder respirar, todo y cada una de las cosas de su vida algo tenían que tener de malo que querían hacerle daño. Se acercó a ella, dejando a un lado sus temores, quedándose simplemente con la buena energía que sentía de la mujer que estaba plantada frente a ella. Ladeó el rostro para poder observarla con atención, le gustaba observar para poder saber que paso dar conforme pasaba el tiempo con una compañía, y no es que siempre tuviera compañía.
- ¿Por qué tus manos están encerradas en metales como las puertas? ¿Qué te hace especial para tenerlas? - Hizo una mueca, estiró las manos, y se dedico a tocar con cuidado las esposas, notó que sus muñecas tenían heridas y eso le puso de un humor insoportable, pero sus voces estaban tranquilas, calladas, no decían nada porque no deseaban molestar o interrumpir el encuentro, ellas saben que si las cosas salían mal podrían manipularla de una manera más elevada, que no volvería a confiar en nadie, y con eso no podría existir la cura y la liberación en ella. - ¿En que salón te las han puesto? ¿Lo sabes? - La miró de manera curiosa, sus manos se enredaron en su brazo derecho, y la jaló con suavidad por los pasillos. - Esas cosas no deben ir en tu cuerpo, no deben, y no van a estar ¿Entendiste? - La miró con molestia, sin entender como se permitía hacer eso.
- Los cuernos creen que siempre tienen todo bajo control, pero la realidad es otra, he notado que son demasiado torpes, que esconden llaves, fósforos y muchas cosas más en lugares obvios, o simplemente altos, donde creen no podremos buscar, quizás si me dices el lugar dónde te las coloran podamos quitártelas, es más podemos hacer un trato - Suspiró, mirando hacía adelante, hacía los lados, y en ocasiones hacía enfrente, ella siempre sentía que la seguían, y escuchaba pasos, los cuales podían ser provocados por su paranoia, o simplemente era de alguien que estaba por alcanzarlas. Apresuró el paso con al afán de no ser encontradas.
- Ven - Jaló con brusquedad, encontraron una camilla a medio pasillo, e hizo que se agachara sin que golpeara contra su cabeza, ambas se hicieron una bolita en aquella zona, y Levana jaló con fuerza la cobija blanca que estaba sobre le camilla, haciendo que las cubriera si alguien pasaba. Efectivamente, al poco tiempo unos zapatos negros, gruesos, que se arrastraban pasaron frente a ellas. Levana cubrió la boca de la pelirroja y también la suya para no crear ningún tipo de sonido, de ser descubiertas recibirían grandes castigos, algunas veces, dependiendo de la gravedad de las infracciones podían ocasiones golpes contra aquellos cuerpos frágiles.
- Aprendí a escuchar por detrás de las paredes - Sonrió de forma maligna, sin importar ver el poder que tenía, por primera vez se sentía fuerte. - ¿Entonces recuerdas dónde era? - Chasqueó la lengua, y aspiró - El trato será, todas las noches yo te quitaré eso que tienes en el cuerpo, y cuando vayamos a dormir te las pondré, para que no se den cuenta de lo que hacemos ¿Lo crees justo? - La solté, y la ayudó a salir de su escondite para emprender el camino a la liberación del cuerpo de la pelirroja.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Escucha la canción. Escúchala. ¿De qué trata? Sólo de maldades. No, maldades no. Pesares. De un pesar largo y eterno, que ahora era más largo y eterno aún porque eran dos. Y como un dedo en la yaga, el pesar la hacía recordar que ya no tenía pesares por los que autocompadecerse, porque hasta eso le habían quitado. ”Señor Maspero, ¿tengo sentido?” Espera, que no lo diga; la respuesta está clara, y eso un “no” consonante, como las rimas, aquéllas que hacen los poetas, pero sólo los de gran talento. Éline no conocía a ningún poeta, pero le gustaría, sólo para poder escupirle a la cara sus “no” consonantes y sus palabras mal labradas que hablaban de cosas que ellos creían comprender.
-No lo sé. Dicen que debo llevarlos porque hago daño a la gente -”Daño”. Esa palabra una y otra vez. Éline hacía daño a otros, como aquel cuervo al que le quiso arrancar la lengua para que dejase de decir blasfemias, pero Éline también hacía daño a Éline. En el momento en que los cuervos le pusieron los grilletes la pelirroja pensó que estaba bien. ”Está bien. Está bien. Ya no haré más daño” Pero no fue hasta que la Fuerza lo dijo cuando se dio cuenta de la verdad de sus palabras. ”¿Qué te hace especial para tenerlas?”. Nada. No había nada. ”Esas cosas no deben ir en tu cuerpo. No deben y no van a estar”. ¿Era convicción en la voz de la Fuerza lo que Éline escuchaba? Ah, ¡y el señor Maspero que pensaba que no existía la decencia en los seres mortales mas que en los animales! Era fuerza lo que salía de su voz. Entereza tal vez. Una entereza esmirriada y consumida por la pusilanimidad que caracterizaba a ambas féminas que parecían ser una sola.
”¿Recuerdas dónde era?”
Sí. Una vez en un sueño. Vacío. Frío. Colmillos. Serpiente. Y sangre. Mucha sangre. ”No. No era eso” Difícilmente se podría sacar Éline de la cabeza aquella vez. La vez primera en la que alguien le puso grilletes, aunque no fuesen de metal. Eran otros grilletes que ataban el alma, no las manos. Eran ésos los que la demente quería quitarse. Pero ésos... ¡Ah, ésos no iban a desaparecer nunca!
-Era... Era en una sala con una cruz y mucha luz. Tanta que a veces me quemaba los ojos. Me tenían atada a una silla. Y un cuervo le estaba contando cosas a otros cuervos. Le decía que estaba loca, y que era peligrosa porque había atacado a uno de ellos. Pero él se lo merecía, Fuerza Indómita -Éline miró a su compañera con la vista fija, y por una vez, por una sola vez, pareció más cuerda que nunca-Se lo merecía. Tenía que arrancarle esa lengua de víbora, porque decía blasfemias. Los cuervos lo sabían. ¡Sabían que lo que su hermano cuervo decía era una falsa mentira! Y aún así me encerraron, porque les gusta ver cómo nos morimos, y así poder analizarlo todo con sus ojos pequeños y sucios -sus labios temblaron de rabia, y sus ojos dejaron resbalar lágrimas de frustración, que se mezclaron con la suciedad que cubría sus mejillas-Me crees, ¿verdad?
Se imaginó por un momento que estaba en un circo. Un circo de vanidades, superficialidad y mugre. Ella era la acróbata, que se lanzaba al vacío con la esperanza de que sus alas estuviesen rotas y así caer, caer, y caer siempre. Pero lo que no sabía es que la Fuerza Indómita también formaba parte de aquel circo, y no serían las alas inexistentes si no ella la que la privarían de caer, y caer, y caer más.
-¿Por qué haces todo esto, Fuerza Indómita? ¿Por qué me salvas?
¿Y si la joven pelirroja no quería ser salvada? ¿y si la joven pelirroja no quería quitarse sus grilletes? ”Los de metal. Los de metal, sí. Pero que no me quite los grilletes del alma. Porque ésos son míos y los quiero. Porque sin ellos no soy nada más que una pobre miserable”
-Te dejo que me quites los grilletes de metal. Pero no los otros. Los otros déjamelos.
-No lo sé. Dicen que debo llevarlos porque hago daño a la gente -”Daño”. Esa palabra una y otra vez. Éline hacía daño a otros, como aquel cuervo al que le quiso arrancar la lengua para que dejase de decir blasfemias, pero Éline también hacía daño a Éline. En el momento en que los cuervos le pusieron los grilletes la pelirroja pensó que estaba bien. ”Está bien. Está bien. Ya no haré más daño” Pero no fue hasta que la Fuerza lo dijo cuando se dio cuenta de la verdad de sus palabras. ”¿Qué te hace especial para tenerlas?”. Nada. No había nada. ”Esas cosas no deben ir en tu cuerpo. No deben y no van a estar”. ¿Era convicción en la voz de la Fuerza lo que Éline escuchaba? Ah, ¡y el señor Maspero que pensaba que no existía la decencia en los seres mortales mas que en los animales! Era fuerza lo que salía de su voz. Entereza tal vez. Una entereza esmirriada y consumida por la pusilanimidad que caracterizaba a ambas féminas que parecían ser una sola.
”¿Recuerdas dónde era?”
Sí. Una vez en un sueño. Vacío. Frío. Colmillos. Serpiente. Y sangre. Mucha sangre. ”No. No era eso” Difícilmente se podría sacar Éline de la cabeza aquella vez. La vez primera en la que alguien le puso grilletes, aunque no fuesen de metal. Eran otros grilletes que ataban el alma, no las manos. Eran ésos los que la demente quería quitarse. Pero ésos... ¡Ah, ésos no iban a desaparecer nunca!
-Era... Era en una sala con una cruz y mucha luz. Tanta que a veces me quemaba los ojos. Me tenían atada a una silla. Y un cuervo le estaba contando cosas a otros cuervos. Le decía que estaba loca, y que era peligrosa porque había atacado a uno de ellos. Pero él se lo merecía, Fuerza Indómita -Éline miró a su compañera con la vista fija, y por una vez, por una sola vez, pareció más cuerda que nunca-Se lo merecía. Tenía que arrancarle esa lengua de víbora, porque decía blasfemias. Los cuervos lo sabían. ¡Sabían que lo que su hermano cuervo decía era una falsa mentira! Y aún así me encerraron, porque les gusta ver cómo nos morimos, y así poder analizarlo todo con sus ojos pequeños y sucios -sus labios temblaron de rabia, y sus ojos dejaron resbalar lágrimas de frustración, que se mezclaron con la suciedad que cubría sus mejillas-Me crees, ¿verdad?
Se imaginó por un momento que estaba en un circo. Un circo de vanidades, superficialidad y mugre. Ella era la acróbata, que se lanzaba al vacío con la esperanza de que sus alas estuviesen rotas y así caer, caer, y caer siempre. Pero lo que no sabía es que la Fuerza Indómita también formaba parte de aquel circo, y no serían las alas inexistentes si no ella la que la privarían de caer, y caer, y caer más.
-¿Por qué haces todo esto, Fuerza Indómita? ¿Por qué me salvas?
¿Y si la joven pelirroja no quería ser salvada? ¿y si la joven pelirroja no quería quitarse sus grilletes? ”Los de metal. Los de metal, sí. Pero que no me quite los grilletes del alma. Porque ésos son míos y los quiero. Porque sin ellos no soy nada más que una pobre miserable”
-Te dejo que me quites los grilletes de metal. Pero no los otros. Los otros déjamelos.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Se sentía una especie de niña, de esas que hacen travesuras a obscuras para no ser descubierta, no quería que su secreto fuera rebelado, que los "cuervos", como los llamaba Eline, salieran, las descubrieran, y comenzaran a separarlas, no, ella no quería que las separaran, la castaña se sentía extremadamente segura con su nueva amiga, se sentía entendida, y parte de un mundo no tan raro, para ella su rareza era normalidad, una normalidad que nadie entendería, y que poco le interesaba los demás se llegaran a acercar, de cierta manera, estando con Eline, pensaba que en realidad su locura y encierro lo eran tan malos, que quizás podrían descubrir cosas de verdad fascinantes en medio de esas cuatro paredes. Se quedaría disfrutando de la confusión de lo insano, porque incluso los cuervos carecían de cordura al estar entre "locos.
La tomó de la mano, y comenzaron a andar mientras su pelirroja amiga le iba dando la descripción. Levana no recordaba muchos lugares, la mayor parte del tiempo se la pasaba encerrada en un cuarto lleno de almohadas blancas, donde ella corría intentando golpear alguna parte de la pared para escapar, y una que otra vez había ido a una sala de estudios, donde por cierto, las cosas no eran para nada suaves, o dulces, por esa razón no recordaba muy bien a donde ir. Se quedó pensativa por unos momentos, dejando volar su imaginación. ¿Algún lugar con una cruz? ¿Dónde podría ser? No, no recordaba. Entonces se miró en el espejo de un pasillo al que pasaron con sumo cuidado, y el recuerdo le vino a la mente, su salvación, la respuesta a las penurias.
- Shttt - Se acercó, estirando una de sus manos, la yema de sus dedos le borraron el liquido cristalino que iba corriendo por sus mejillas. La pena de su amiga se había convertido en su pena, cuando limpió sus lagrimas sus manos después se deslizaron hasta sus hombros, dándole un apretón, después volvió a deslizar las manos hasta tomar las ajenas - Yo te creo, todo lo que me digas lo voy a creer, todo lo que salga de tus labios serán una verdad absoluta para mi, porque eres mi amiga desde hoy, porque te necesito tanto como me necesitas, y porque no pienso dejarte sola ¿Entendiste? No temas, ellos son los locos, ellos se engañan - Le sonrió, y después la abrazó con fuerza, quizás estaba más loca que una cabra y por eso le seguía todo aquello que decía, por eso la creía.
- Quizás lo hago porque no te creo mala persona, no creo que en este mundo existan malas personas, solo la vida misma nos pone la situaciones para actuar de esa manera - Se encogió de hombros. Levana en realidad no parecía loca, muchas veces en realidad sólo avanzaba con perturbaciones en la cabeza, con el miedo de volver a pasar aquella situación cuando pequeña, cargaba dolores, y también voces, demonios que se habían callado al estar cerca de Eline, pero estaba segura volverían. Porque nada para ella podía ser completamente bueno, ni lejos de esas parlanchinas.
- Me gusta como me llamas, no soy una puta, ni una loca, ni una zorra, me gusta más así, pero no quiero que nadie me diga así, sólo tú, porque tú eres especial - Le sonrió de forma amplia y siguió - Hemos hecho un trato, solo las de tus manos - hizo caso omiso a aquello último que dijo, intentando que no se sintiera incomoda con sus preguntas, sino quería que se adentrara en algo tan privado, ella no lo haría, cuidaba muchísimo la privacidad, porque también le gustaba la suya, la que en realidad no sabia que tenía.
Levana corría el riesgo grande se que, al liberar a Éline, la atacará, pero no tenía miedo, se sentía cómoda. Cuando llegaron al lugar que la pelirroja le indicó, no hubo mucho problema en encontrar las llaves, pues había una gran vitrina con todas ellas colgadas a lo largo. Se acercó sacando varias de ellas, o al menos las que creía que estaban a la medida de los metales. Después de varios intentos pudo lograrlo. Las manos de su amiga estaban liberadas de la tortura, y Levana simplemente sonrió.
La tomó de la mano, y comenzaron a andar mientras su pelirroja amiga le iba dando la descripción. Levana no recordaba muchos lugares, la mayor parte del tiempo se la pasaba encerrada en un cuarto lleno de almohadas blancas, donde ella corría intentando golpear alguna parte de la pared para escapar, y una que otra vez había ido a una sala de estudios, donde por cierto, las cosas no eran para nada suaves, o dulces, por esa razón no recordaba muy bien a donde ir. Se quedó pensativa por unos momentos, dejando volar su imaginación. ¿Algún lugar con una cruz? ¿Dónde podría ser? No, no recordaba. Entonces se miró en el espejo de un pasillo al que pasaron con sumo cuidado, y el recuerdo le vino a la mente, su salvación, la respuesta a las penurias.
- Shttt - Se acercó, estirando una de sus manos, la yema de sus dedos le borraron el liquido cristalino que iba corriendo por sus mejillas. La pena de su amiga se había convertido en su pena, cuando limpió sus lagrimas sus manos después se deslizaron hasta sus hombros, dándole un apretón, después volvió a deslizar las manos hasta tomar las ajenas - Yo te creo, todo lo que me digas lo voy a creer, todo lo que salga de tus labios serán una verdad absoluta para mi, porque eres mi amiga desde hoy, porque te necesito tanto como me necesitas, y porque no pienso dejarte sola ¿Entendiste? No temas, ellos son los locos, ellos se engañan - Le sonrió, y después la abrazó con fuerza, quizás estaba más loca que una cabra y por eso le seguía todo aquello que decía, por eso la creía.
- Quizás lo hago porque no te creo mala persona, no creo que en este mundo existan malas personas, solo la vida misma nos pone la situaciones para actuar de esa manera - Se encogió de hombros. Levana en realidad no parecía loca, muchas veces en realidad sólo avanzaba con perturbaciones en la cabeza, con el miedo de volver a pasar aquella situación cuando pequeña, cargaba dolores, y también voces, demonios que se habían callado al estar cerca de Eline, pero estaba segura volverían. Porque nada para ella podía ser completamente bueno, ni lejos de esas parlanchinas.
- Me gusta como me llamas, no soy una puta, ni una loca, ni una zorra, me gusta más así, pero no quiero que nadie me diga así, sólo tú, porque tú eres especial - Le sonrió de forma amplia y siguió - Hemos hecho un trato, solo las de tus manos - hizo caso omiso a aquello último que dijo, intentando que no se sintiera incomoda con sus preguntas, sino quería que se adentrara en algo tan privado, ella no lo haría, cuidaba muchísimo la privacidad, porque también le gustaba la suya, la que en realidad no sabia que tenía.
Levana corría el riesgo grande se que, al liberar a Éline, la atacará, pero no tenía miedo, se sentía cómoda. Cuando llegaron al lugar que la pelirroja le indicó, no hubo mucho problema en encontrar las llaves, pues había una gran vitrina con todas ellas colgadas a lo largo. Se acercó sacando varias de ellas, o al menos las que creía que estaban a la medida de los metales. Después de varios intentos pudo lograrlo. Las manos de su amiga estaban liberadas de la tortura, y Levana simplemente sonrió.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
”Quizás lo hago porque no te creo mala persona” La respuesta de ella parecía tan verdadera, que de tan franca le parecía irreal. Como irreal debía ser aquella situación; ilusoria, falaz, falsa. ¿Cuánta veces le habían dicho los cuervos esas cosas? Desde que llegó allí. ¿Y cómo había llegado la demente a aquel lugar privado de toda desventura que ella podía merecer? Ah, qué importaba. Allí estaba y allí iba a quedarse. Con los cuervos. Podría escupir, patalear, gritar todo lo que su voz marchita le dejase, o podía no hacer nada de eso si sus fuerzas no se lo permitían. Pero, muda o sigilosa, triste o callada, el hecho verídico que no se podía ignorar era que Éline estaba allí; estaba allí, en compañía de cuervos, por más que ella prefiriese la de los lobos, aunque todavía no loo supiera.
”No creo que en este mundo existan malas personas”, había dicho la Fuerza. ”¿Dice la verdad, señor Maspero? ¿Es cierto que no existen las malas personas?”. Pero el señor Maspero no le pudo contestar a tal duda, porque estaba todavía en su jaula de grillos, devorado ya por ellos, tal vez. Un pinchazo hizo que su corazón parase de latir unos segundos al pensar en su hermoso ruiseñor imaginario, que por serlo, precisamente, era el más hermoso de todos. ¿Tendría entonces ella que responder a esa pregunta por sí sola? ”No puedo. No puedo hacerlo yo sola, necesito al señor Maspero” ¿O sí podía? Si pensaba en la Víbora, ¿a qué conclusión llegaría?
-No. Hay personas malas, Fuerza Indómita. Yo las he visto. Algunas de ellas no son personas de por sí, están hechizadas. Parecen ángeles pero no lo son. Son la más pérfida raza de toda la Tierra. Y creo que de alguna manera soy suya, ¿sabes? De ellos, de esa raza pérfida. Estoy marcada por uno de ellos y por eso Dios ya no me quiere más.
Los pasillos del psiquiátrico eran oscuros y claros a la vez. Eran tristes, como triste estaba el alma de Éline, y sobrios. No había más luz que la que salía de las lámparas de queroseno, y la pelirroja sentía que se ahogaba en ellos. Tan estrechos, tan desagradables. Echaba de menos el aire pútrido
del Circo de los Gitanos. ¡Ah, el circo! Cómo lo extrañaba. Porque allí nadie nunca la miraba, ni le hablaba, ni le escupía. Era como si no existiera. Y así le hubiera gustado a la demente estar; sin existir. Sin existir durante una década, o puede que más, con la esperanza de que cuando volviese al mundo, éste fuera un lugar mejor. Donde ya no existiesen ni Víboras, ni cuervos, ni pequeñas arañas que tejían en su cerebro una tela cada vez más gruesa e impermeable de locura y enajenación.
De pronto, Éline empezó a temblar cuando sus muñecas se liberaron de la prisión del hierro. Su respiración empezó a hacerse entrecortada. ¿Qué sería de ella ahora? Sin sus grilletes, ¿era en verdad Éline, o se había convertido en otra persona? Se sentía desnuda, de repente, y por un momento pensó en pedirle a su amiga que se los volviese a poner.
La pelirroja clavó la mirada en su Fuerza Indómita. Los labios secos de la demente temblaron al igual que sus muñecas cuando se llevó una mano para acariciarlas. La herida era de un rojo fuerte, y todavía le escocía. Pero era... ahora era libre. Libre, en parte, para ir a buscar al señor Maspero.
-Lo que has hecho por mí, Fuerza Indómita... Es extraño. Me siento...medio entera. Medio entera... -volvió a murmuar, esta vez para ella misma. Se hallaba tan libre, tan nueva, tan dueña de sí misma que tenía miedo. Tanta autonomía la abrumaba. [i]”Maspero. Señor Maspero, ¿dónde estás? ¡Le necesito! No sé que hacer”[i]-Fuerza Indómita, necesito encontrar a mi amigo. El señor Maspero. Necesito preguntarle muchas cosas. Sin él... Sin él los grilletes volverán a aparecer -sujetó las manos de su compañera con las suyas-¿Me ayudarás? -inquirió, con la esperanza tiñendo su voz decaída.
”No creo que en este mundo existan malas personas”, había dicho la Fuerza. ”¿Dice la verdad, señor Maspero? ¿Es cierto que no existen las malas personas?”. Pero el señor Maspero no le pudo contestar a tal duda, porque estaba todavía en su jaula de grillos, devorado ya por ellos, tal vez. Un pinchazo hizo que su corazón parase de latir unos segundos al pensar en su hermoso ruiseñor imaginario, que por serlo, precisamente, era el más hermoso de todos. ¿Tendría entonces ella que responder a esa pregunta por sí sola? ”No puedo. No puedo hacerlo yo sola, necesito al señor Maspero” ¿O sí podía? Si pensaba en la Víbora, ¿a qué conclusión llegaría?
-No. Hay personas malas, Fuerza Indómita. Yo las he visto. Algunas de ellas no son personas de por sí, están hechizadas. Parecen ángeles pero no lo son. Son la más pérfida raza de toda la Tierra. Y creo que de alguna manera soy suya, ¿sabes? De ellos, de esa raza pérfida. Estoy marcada por uno de ellos y por eso Dios ya no me quiere más.
Los pasillos del psiquiátrico eran oscuros y claros a la vez. Eran tristes, como triste estaba el alma de Éline, y sobrios. No había más luz que la que salía de las lámparas de queroseno, y la pelirroja sentía que se ahogaba en ellos. Tan estrechos, tan desagradables. Echaba de menos el aire pútrido
del Circo de los Gitanos. ¡Ah, el circo! Cómo lo extrañaba. Porque allí nadie nunca la miraba, ni le hablaba, ni le escupía. Era como si no existiera. Y así le hubiera gustado a la demente estar; sin existir. Sin existir durante una década, o puede que más, con la esperanza de que cuando volviese al mundo, éste fuera un lugar mejor. Donde ya no existiesen ni Víboras, ni cuervos, ni pequeñas arañas que tejían en su cerebro una tela cada vez más gruesa e impermeable de locura y enajenación.
De pronto, Éline empezó a temblar cuando sus muñecas se liberaron de la prisión del hierro. Su respiración empezó a hacerse entrecortada. ¿Qué sería de ella ahora? Sin sus grilletes, ¿era en verdad Éline, o se había convertido en otra persona? Se sentía desnuda, de repente, y por un momento pensó en pedirle a su amiga que se los volviese a poner.
La pelirroja clavó la mirada en su Fuerza Indómita. Los labios secos de la demente temblaron al igual que sus muñecas cuando se llevó una mano para acariciarlas. La herida era de un rojo fuerte, y todavía le escocía. Pero era... ahora era libre. Libre, en parte, para ir a buscar al señor Maspero.
-Lo que has hecho por mí, Fuerza Indómita... Es extraño. Me siento...medio entera. Medio entera... -volvió a murmuar, esta vez para ella misma. Se hallaba tan libre, tan nueva, tan dueña de sí misma que tenía miedo. Tanta autonomía la abrumaba. [i]”Maspero. Señor Maspero, ¿dónde estás? ¡Le necesito! No sé que hacer”[i]-Fuerza Indómita, necesito encontrar a mi amigo. El señor Maspero. Necesito preguntarle muchas cosas. Sin él... Sin él los grilletes volverán a aparecer -sujetó las manos de su compañera con las suyas-¿Me ayudarás? -inquirió, con la esperanza tiñendo su voz decaída.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Levana dejó que su amiga, la mujer de cabellos de fuego, quien le recordaba al sol, disfrutara de la libertad que ahora poseía, se dedicó a examinar por completo el lugar, pasaba su mirada de un lado a otro, encontraba demasiado peculiar ver tantas llaves oxidadas, muchas de ellas incluso estaban rotas, otras estaban en una pequeña cesta vieja, metió la mano, hasta el fondo de la misma, removiéndolas, disfrutando de la sensación de aquellas frías llaves bajo sus dedos, hasta que varios bichos raros comenzaron a sellar de la cesta, y ella retiró la mano con rapidez, evitando que le picaran, suficientes heridas tenía en el cuerpo, además, algunas de las enfermeras del lugar hacían visitas sorpresas, las bañaban y revisaban todo su cuerpo, todo con tal de conocer si había alguna señal de querer escapar, o de dañar el lugar, todo eso por no invertir demasiado en el sanatorio.
La bruja sabía que pocas veces le invertían al sanatorio, que todo el dinero iba destinado a otro tipo de cosas, o actividades ilícitas, algunos de los enfermeros y doctores hacían a puestas, o se pagaban entre ellos mismos para poder follar con alguna que otra hermosa interna. Todo aquello era un juego cruel, pero pocos lo conocían, Levaba había tenido la fortuna de ver todas los rituales que hacían aquellos malditos para poder alcanzar su placer, y para su buena suerte lograba aplicar la manera correcta para evitarlo. Se empezó a reír de forma desquiciada, segura de que nadie la escucharía, el lugar en el que se encontraban estaba muy lejos, por lo que existan pocas probabilidades de ser descubiertas. Y aunque las descubrieran, poco le importaba.
- ¿Qué te parece si nos llevamos algunas llaves? podemos probarlas en algunas zonas, y así tendríamos algo con que poder escapar. Quiero poder tener libertad en medio de la jaula, quiero ser como un ave que vuela limita en su jaula ¡Quiero volar! ¡Volemos, si! ¡Vamos a volar como aves! - Repitió abriendo sus alas, ignorando por completo todo el temor que su amiga en ese momento estaba experimentando. Carraspeó, giró sobre su propio eje, como si estuviera a punto de bailar. Se sentía animada, sin razón alguna, o quizás por que sus voces no la estaban molestando, pero en uno de sus giros captó a Éline, quien se veía muchísimo más contrariada y perdida. Muchísimo más que hace unos momentos, y eso ya era demasiado por aceptar. Se quedó quieta entonces, observándola, incluso ya escuchándola.
- ¿Es extraño? Si, la libertad es extraña, supongo que cuando salgamos de aquí también sentiré lo mismo, pero me sentiré tranquila porque podré hacer conmigo lo que quiera, nadie me vigilará, ni verá mi cuerpo desnudo, nadie me dará medicamentos, nadie me dirá si estoy loca, o si soy una puta - Comentó animada, y se acercó, para poder tomarle las manos, entre sus dedos se encontraban los grilletes que había liberado de las muñecas. - No tengas miedo, jamás haré algo que te haga sentir mal, o que te lastime - Le sonrió de forma amplia. y siguió escuchando con atención a su amiga, quien no dejaba de hablar de un amigo. ¡Ella quería tener un amigo también!
- Yo también quiero ser amiga del señor Maspero ¿Puedo serlo? Cuando yo tenga un amigo te prometo que también será tu amigo, porque nunca te dejaría sola sin amigos - Le dijo sin dejar de sonreír, ella estaba sintiendo una especie de felicidad extraña, la estaba disfrutando tanto que no quería romper la burbuja - Dejaré estás horribles cosas aquí, con la llave, así que cuando volvamos podremos hacerlo con rapidez, volvértelo a poner, sin retrasarnos - Aclaró, dejó las cosas como dijo, y tomó un manojo de llaves, de muchos tamaños, colores y sabores (si es que lo podía probar). - Quizás esto nos ayude - Le dijo con voz fuerte, y la tomó con la mano libre para poder salir del lugar.
- ¿Dónde podemos empezar a buscar? El lugar es muy grande, además ¿has escuchado los gritos que existen en la noche, creo que el dueño del lugar está loco, lo he visto tomar un liquido blanco, se parece al de la sangre, pero no creo que sea sangre, porque a nadie le gusta la sangre ¿Verdad? - Se empezó a reír, Levana había visto al loco directo del hospital, un vampiro que quizás estaba peor de loco que ellas, un hombre que disfrutaba de la sangre maldita de los dementes. De el hablaba, su nombre era Gilles, solo se dejaba ver en las noches, y eso lo hacía pasar desapercibido, sin que lo conocieran demasiado. - ¿A dónde quieres ir? Empecemos de una vez, ahora que no nos han descubierto - Suspiró, y se aferró a la mano de su amiga, para comenzar a andar.
La bruja sabía que pocas veces le invertían al sanatorio, que todo el dinero iba destinado a otro tipo de cosas, o actividades ilícitas, algunos de los enfermeros y doctores hacían a puestas, o se pagaban entre ellos mismos para poder follar con alguna que otra hermosa interna. Todo aquello era un juego cruel, pero pocos lo conocían, Levaba había tenido la fortuna de ver todas los rituales que hacían aquellos malditos para poder alcanzar su placer, y para su buena suerte lograba aplicar la manera correcta para evitarlo. Se empezó a reír de forma desquiciada, segura de que nadie la escucharía, el lugar en el que se encontraban estaba muy lejos, por lo que existan pocas probabilidades de ser descubiertas. Y aunque las descubrieran, poco le importaba.
- ¿Qué te parece si nos llevamos algunas llaves? podemos probarlas en algunas zonas, y así tendríamos algo con que poder escapar. Quiero poder tener libertad en medio de la jaula, quiero ser como un ave que vuela limita en su jaula ¡Quiero volar! ¡Volemos, si! ¡Vamos a volar como aves! - Repitió abriendo sus alas, ignorando por completo todo el temor que su amiga en ese momento estaba experimentando. Carraspeó, giró sobre su propio eje, como si estuviera a punto de bailar. Se sentía animada, sin razón alguna, o quizás por que sus voces no la estaban molestando, pero en uno de sus giros captó a Éline, quien se veía muchísimo más contrariada y perdida. Muchísimo más que hace unos momentos, y eso ya era demasiado por aceptar. Se quedó quieta entonces, observándola, incluso ya escuchándola.
- ¿Es extraño? Si, la libertad es extraña, supongo que cuando salgamos de aquí también sentiré lo mismo, pero me sentiré tranquila porque podré hacer conmigo lo que quiera, nadie me vigilará, ni verá mi cuerpo desnudo, nadie me dará medicamentos, nadie me dirá si estoy loca, o si soy una puta - Comentó animada, y se acercó, para poder tomarle las manos, entre sus dedos se encontraban los grilletes que había liberado de las muñecas. - No tengas miedo, jamás haré algo que te haga sentir mal, o que te lastime - Le sonrió de forma amplia. y siguió escuchando con atención a su amiga, quien no dejaba de hablar de un amigo. ¡Ella quería tener un amigo también!
- Yo también quiero ser amiga del señor Maspero ¿Puedo serlo? Cuando yo tenga un amigo te prometo que también será tu amigo, porque nunca te dejaría sola sin amigos - Le dijo sin dejar de sonreír, ella estaba sintiendo una especie de felicidad extraña, la estaba disfrutando tanto que no quería romper la burbuja - Dejaré estás horribles cosas aquí, con la llave, así que cuando volvamos podremos hacerlo con rapidez, volvértelo a poner, sin retrasarnos - Aclaró, dejó las cosas como dijo, y tomó un manojo de llaves, de muchos tamaños, colores y sabores (si es que lo podía probar). - Quizás esto nos ayude - Le dijo con voz fuerte, y la tomó con la mano libre para poder salir del lugar.
- ¿Dónde podemos empezar a buscar? El lugar es muy grande, además ¿has escuchado los gritos que existen en la noche, creo que el dueño del lugar está loco, lo he visto tomar un liquido blanco, se parece al de la sangre, pero no creo que sea sangre, porque a nadie le gusta la sangre ¿Verdad? - Se empezó a reír, Levana había visto al loco directo del hospital, un vampiro que quizás estaba peor de loco que ellas, un hombre que disfrutaba de la sangre maldita de los dementes. De el hablaba, su nombre era Gilles, solo se dejaba ver en las noches, y eso lo hacía pasar desapercibido, sin que lo conocieran demasiado. - ¿A dónde quieres ir? Empecemos de una vez, ahora que no nos han descubierto - Suspiró, y se aferró a la mano de su amiga, para comenzar a andar.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
”La libertad es extraña” Lo era, en verdad, al menos para la joven pelirroja. Éline nunca había tenido tal cosa. Se la había imaginado, la había dibujado, hasta cantado, a veces, en sueños. El señor Maspero se lo había susurrado al oído. ”La libertad era un filo muy, muy, muy puntiagudo. Era fría, también. Dolía un poco. Era un río de agua escarlata cayendo hacia las alcantarillas”. Éso era la libertad para Éline. Le tenía miedo, oh sí. ¿Qué ser humano que comprendiese verdaderamente el significado de la palabra no lo tendría? Por eso es mejor estar atados. ”¿No es así, Éline? ¿Quieres estar atada con una correa al cuello, y cuando los otros tiren para una dirección, tú los seguirás como la zorrita faldera que eres?” Esas palabras eran de la Víbora. No sabía por qué las tenía en su mente ahora. Y todo lo que decía la Víbora era malo, despreciable, rastrero y vil.
Por primera vez. Por primera vez Éline sonrió a su acompañante. Pensaba que le iba a doler la mandíbula al hacerlo. O que si lo hacía alguien vendría por detrás y le haría unas bonitas cicatrices en sus esqueléticas mejillas. Pero no pasó nada de eso. Estando con su Fuerza Indómita nadie podría venir a hacerle unas bonitas cicatrices. ”Oh, sí. Preciosas serían, de eso no cabe duda” ¿Qué era éso? Si el señor Maspero hubiera estado allí se lo hubiera susurrado al oído, pero a falta de nuestro narrador alado tendrá que ser este trovador cuentista quien se lo tenga que aclarar. Confianza. Sí. Confianza. A menudo la gente suele utilizar esa palabra a la ligera, sin pararse a pensar lo que verdaderamente significaba. De hecho, creo que si todos nos parásemos a pensar un poco mejor el significado de cada una de las palabras que pronunciamos cada día, el mundo sería un lugar mejor. ”Somos lo que hablamos”. Pero no he venido aquí a entrar en asuntos tales, si no para seguir relatando la tragicomedia en la que se había convertido la vida de la demente, la loca, la enferma Éline. Muchos apelativos. Demasiados, para tan poca cosa.
-¿Lo harías? ¿aún incluso si ellos te hiciesen daño a tí? -no lo entendía. No lo entendía porque nunca nadie le había dicho una cosa parecida. O al menos que su memoria atrofiada y enferma llegase a recordar. La habían apaleado como a un perro cuando creía que le iban a dar agua, le habían escupido a la cara cuando Éline pensaba que la iban a ayudar a ponerse en pie, habían jugado con su cuerpecillo raquítico cuando esperaba que se apiadasen de la infeliz. Habían hecho todo eso con ella y luego la habían tirado a la basura. ¿Cómo, entonces, iba a esperar ya nada de nadie? Y la pelirroja, la tonta pobre ingenua pelirroja, seguía cayendo una y otra y otra vez en la misma jodida mentira. Y cada vez más hondo, y cada vez más oscuro era el agujero. Y más dolorosa la caída.
-Nadie ve al señor Maspero. Sólo yo. ¿Sabes? Ellos dicen que no existen. Ellos, los cuervos. Pero ellos no lo ven porque le tienen envidia, porque los ruiseñores son más hermosos que los cuervos, y saben cantar, y tienen plumas de colores, y las de ellos son negras. Negras y deformes. Por eso lo han encerrado, en una jaula de grillos.
”Sangre”. Aquella palabra le erizaba el vello, le paraba el corazón, le hacía gritar de agonía. ”Los demonios están en todos sitios” ”¿Y Dios? Dios también está en todos sitios. Es lo que dicen” ¡Já! ¡Dios! Ahora rezaba por Dios. Pobre criatura. ”A Dios le gusta observar desde arriba, pero nunca bajaba. Está demasiado cómodo en su trono de oro y hierro.”
¿Que a dónde le gustaría ir? Que pregunta más peligrosa la que había hecho su Fuerza Indómita. Y no por la pregunta en sí, si no por lo que la respuesta implicaba. ¿Acaso había para Éline otro sitio que no fuera este mismo, en el que estaba desarrollándose los acontecimientos tan triviales como podían ser la vida y penurias de una miserable cualquiera? Si a la pelirroja le daban la posibilidad de imaginar, imaginaría muchas cosas. Todas ellas claras, soleadas y eternas. Pero como sólo podía imaginar lo que le habían impuesto, y como sólo podía aferrarse a una realidad macabra que ella se había confeccionado con tela de araña, como Éline sólo tenía a Éline, nunca se había podido dar el lujo de soñar más allá de un mundo poblado por mantícoras y duendes.
Hasta ahora.
Con la Fuerza Indómita con ella, ¿por qué no podía crear lo que quisiera? Si ya le había dicho, que ella nunca dejaría que le ocurriese nada.
-Quiero ir... -meditó unos instantes, se humedeció los labios-Al mar y a la montaña, a la fantasía y a la realidad, al día y a la noche, al Cielo y al Infierno, a todos sitios y a ninguna parte. ¿No sería perfecto? Pero antes, antes de todo eso... Tenemos que ir a esa jaula de grillos, y sacar al señor Maspero de allí -agarró a su compañera de la mano, y con seguridad y paso firme, como si siguiera una estrella fugaz verdosa, empezó a andar.
Por primera vez. Por primera vez Éline sonrió a su acompañante. Pensaba que le iba a doler la mandíbula al hacerlo. O que si lo hacía alguien vendría por detrás y le haría unas bonitas cicatrices en sus esqueléticas mejillas. Pero no pasó nada de eso. Estando con su Fuerza Indómita nadie podría venir a hacerle unas bonitas cicatrices. ”Oh, sí. Preciosas serían, de eso no cabe duda” ¿Qué era éso? Si el señor Maspero hubiera estado allí se lo hubiera susurrado al oído, pero a falta de nuestro narrador alado tendrá que ser este trovador cuentista quien se lo tenga que aclarar. Confianza. Sí. Confianza. A menudo la gente suele utilizar esa palabra a la ligera, sin pararse a pensar lo que verdaderamente significaba. De hecho, creo que si todos nos parásemos a pensar un poco mejor el significado de cada una de las palabras que pronunciamos cada día, el mundo sería un lugar mejor. ”Somos lo que hablamos”. Pero no he venido aquí a entrar en asuntos tales, si no para seguir relatando la tragicomedia en la que se había convertido la vida de la demente, la loca, la enferma Éline. Muchos apelativos. Demasiados, para tan poca cosa.
-¿Lo harías? ¿aún incluso si ellos te hiciesen daño a tí? -no lo entendía. No lo entendía porque nunca nadie le había dicho una cosa parecida. O al menos que su memoria atrofiada y enferma llegase a recordar. La habían apaleado como a un perro cuando creía que le iban a dar agua, le habían escupido a la cara cuando Éline pensaba que la iban a ayudar a ponerse en pie, habían jugado con su cuerpecillo raquítico cuando esperaba que se apiadasen de la infeliz. Habían hecho todo eso con ella y luego la habían tirado a la basura. ¿Cómo, entonces, iba a esperar ya nada de nadie? Y la pelirroja, la tonta pobre ingenua pelirroja, seguía cayendo una y otra y otra vez en la misma jodida mentira. Y cada vez más hondo, y cada vez más oscuro era el agujero. Y más dolorosa la caída.
-Nadie ve al señor Maspero. Sólo yo. ¿Sabes? Ellos dicen que no existen. Ellos, los cuervos. Pero ellos no lo ven porque le tienen envidia, porque los ruiseñores son más hermosos que los cuervos, y saben cantar, y tienen plumas de colores, y las de ellos son negras. Negras y deformes. Por eso lo han encerrado, en una jaula de grillos.
”Sangre”. Aquella palabra le erizaba el vello, le paraba el corazón, le hacía gritar de agonía. ”Los demonios están en todos sitios” ”¿Y Dios? Dios también está en todos sitios. Es lo que dicen” ¡Já! ¡Dios! Ahora rezaba por Dios. Pobre criatura. ”A Dios le gusta observar desde arriba, pero nunca bajaba. Está demasiado cómodo en su trono de oro y hierro.”
¿Que a dónde le gustaría ir? Que pregunta más peligrosa la que había hecho su Fuerza Indómita. Y no por la pregunta en sí, si no por lo que la respuesta implicaba. ¿Acaso había para Éline otro sitio que no fuera este mismo, en el que estaba desarrollándose los acontecimientos tan triviales como podían ser la vida y penurias de una miserable cualquiera? Si a la pelirroja le daban la posibilidad de imaginar, imaginaría muchas cosas. Todas ellas claras, soleadas y eternas. Pero como sólo podía imaginar lo que le habían impuesto, y como sólo podía aferrarse a una realidad macabra que ella se había confeccionado con tela de araña, como Éline sólo tenía a Éline, nunca se había podido dar el lujo de soñar más allá de un mundo poblado por mantícoras y duendes.
Hasta ahora.
Con la Fuerza Indómita con ella, ¿por qué no podía crear lo que quisiera? Si ya le había dicho, que ella nunca dejaría que le ocurriese nada.
-Quiero ir... -meditó unos instantes, se humedeció los labios-Al mar y a la montaña, a la fantasía y a la realidad, al día y a la noche, al Cielo y al Infierno, a todos sitios y a ninguna parte. ¿No sería perfecto? Pero antes, antes de todo eso... Tenemos que ir a esa jaula de grillos, y sacar al señor Maspero de allí -agarró a su compañera de la mano, y con seguridad y paso firme, como si siguiera una estrella fugaz verdosa, empezó a andar.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
A Levana no le molestaban los silencios, de hecho los creía muy apropiados, al menos entre personas o criaturas que pudiera tocar. Gracias a ellos se podían analizar las situaciones vividas momentos atrás, se podía pensar que era lo siguiente que se podía hacer mientras avanzaba la velada, la compañía, pero Éline, su nueva amiga la pelirroja, le ponía los pelos de punta cuando no le compartía alguna palabra, y es que la castaña deseaba a toda costa poder descifrar o conocer que había dentro de su cabeza, o de su corazón. ¿Por qué se regia su nueva amiga? Estaba muy segura que de la cordura no, al igual que ella, o al menos era privilegiada de la cordura entre su demencia, entre el mundo de los locos. Incluso sus voces se mantenían en silencio para poder captar y apreciar los pensamientos ajenos, pero ella decidió castigarlos a todos con la tranquilidad. Vaya grosería.
La castaña se caracterizaba por ser una joven muy confiada pese a todo lo malo que había vivido, incluso entre danzas que iban y venían a su alrededor y en su mente gracias a los demonios que se habían adentrado en su cabeza. Eso sin duda era un punto muy malo después de tanta desgracia, ya no se trataba de ingenuidad, ahora era más bien llamado estupidez, porque cualquiera al verla, con aquella belleza extraña, con esa mente inocente y al mismo tiempo atrofiada buscaría la manera de poder obtener más que ella, arrancarle las prendas del cuerpo, llevarla al éxtasis o al dolor completo debido a lo bien que podía prestarse el engañarla, su ingenuidad, confianza y locura serían sus más grandes tormentos, pero también podrían ser su salvación.
Se comenzó a sentir verdaderamente frustrada, necesitaba escuchar sus pensamientos, adentrarse en su mente, o escuchar su voz, lo que fuera con tal de que las voces no volvieran a su cabeza y la comenzaran a molestar con insistencia, escuchar a esas chillonas era un verdadero reto, la hacía sentir mal e incomoda, pero a veces no le quedaba más remedio, y debía aguantar de forma aguerrida lo que ellas dijeran o mandaran pues le prometían volver a ver a su hermano, y cobrar venganza por todo ese dolor que tiempo atrás un hombre le había hecho. Ella nunca sintió simpatía por la sangre o las cosas desastrosas, pero al menos sabía que matar a alguien así valía la pena, porque el mundo se purgaría por completo de tales males, o al menos eso creía.
- Quieres ir a todos lados, y al mismo tiempo no quieres ir a ningún lado. ¿no es contradictorio? Quizás podemos representar todos esos lados que quieres, hacer dibujos de todos esos sitios, la verdad no tengo idea de lo que es la realidad, o la fantasía, no tengo idea si existe un cielo ¿no lo has pensado? quizás el infierno pueda ser lo que nosotros vivimos y no lo que dice la iglesia, aquí nos torturar, y las voces resuenan, hay verdugos, hay custodios, si, seguramente aquí es el infierno y nosotras creemos que todavía puede haber algo peor, nada hay peor sólo nuestro día de hoy - concluyó avanzando con cuidado con la pelirroja, le gustaba mucho su compañía pero le hacía pensar de más.
- Ellos te dicen que no existe porque ellos no quieren ver muchas cosas, por ejemplo, que el dueño del lugar está loco ¡LOCO MUY LOCO! - Alzó la voz sin importar que fueran descubiertas, esa era la verdad, a ella no le importaba ser castigada de más, estaba segura que pronto escaparía de ahí y podría cobrar venganza, y tener una vida llena de paz ¿se podría? Mientras avanzaban una fugaz imagen de un chico rubio se le vino a la mente, se dio cuenta que su presencia le gustaba, pero jamás había hecho mención a eso, quizás era un invento de su cabeza como Éline con su pajarito, a fin de cuentas las locas podían justificar su perdida relacionada con la imaginación, ¡QUE CONVENIENTE!
Los siguientes minutos opto por guardar silencio por voluntad propia. No necesita decir más, se quedó hundida recordando rubios cabellos, mirada de terror, pensamientos inciertos, muertes, dolores y amor. ¿Qué era el amor? Levana deseaba descubrir el amor, pero no de la forma que le habían enseñado en casa. Miró de un lado a otro avanzando con tranquilidad, no tenía muchas ganas ya de moverse, el tema de los sentimientos siempre le bajaba el animo, la esperanzas y las ganas de estar cerca de alguien, pero a esas alturas ya había hecho una promesa, ladeó el rostro para poder ver a Éline, y le dedicó la sonrisa más sincera que pudo mostrar en ese momento, le quería decir que todo estaba bien, y que podría hacer mucho por su ahora nueva amiga.
La castaña se caracterizaba por ser una joven muy confiada pese a todo lo malo que había vivido, incluso entre danzas que iban y venían a su alrededor y en su mente gracias a los demonios que se habían adentrado en su cabeza. Eso sin duda era un punto muy malo después de tanta desgracia, ya no se trataba de ingenuidad, ahora era más bien llamado estupidez, porque cualquiera al verla, con aquella belleza extraña, con esa mente inocente y al mismo tiempo atrofiada buscaría la manera de poder obtener más que ella, arrancarle las prendas del cuerpo, llevarla al éxtasis o al dolor completo debido a lo bien que podía prestarse el engañarla, su ingenuidad, confianza y locura serían sus más grandes tormentos, pero también podrían ser su salvación.
Se comenzó a sentir verdaderamente frustrada, necesitaba escuchar sus pensamientos, adentrarse en su mente, o escuchar su voz, lo que fuera con tal de que las voces no volvieran a su cabeza y la comenzaran a molestar con insistencia, escuchar a esas chillonas era un verdadero reto, la hacía sentir mal e incomoda, pero a veces no le quedaba más remedio, y debía aguantar de forma aguerrida lo que ellas dijeran o mandaran pues le prometían volver a ver a su hermano, y cobrar venganza por todo ese dolor que tiempo atrás un hombre le había hecho. Ella nunca sintió simpatía por la sangre o las cosas desastrosas, pero al menos sabía que matar a alguien así valía la pena, porque el mundo se purgaría por completo de tales males, o al menos eso creía.
- Quieres ir a todos lados, y al mismo tiempo no quieres ir a ningún lado. ¿no es contradictorio? Quizás podemos representar todos esos lados que quieres, hacer dibujos de todos esos sitios, la verdad no tengo idea de lo que es la realidad, o la fantasía, no tengo idea si existe un cielo ¿no lo has pensado? quizás el infierno pueda ser lo que nosotros vivimos y no lo que dice la iglesia, aquí nos torturar, y las voces resuenan, hay verdugos, hay custodios, si, seguramente aquí es el infierno y nosotras creemos que todavía puede haber algo peor, nada hay peor sólo nuestro día de hoy - concluyó avanzando con cuidado con la pelirroja, le gustaba mucho su compañía pero le hacía pensar de más.
- Ellos te dicen que no existe porque ellos no quieren ver muchas cosas, por ejemplo, que el dueño del lugar está loco ¡LOCO MUY LOCO! - Alzó la voz sin importar que fueran descubiertas, esa era la verdad, a ella no le importaba ser castigada de más, estaba segura que pronto escaparía de ahí y podría cobrar venganza, y tener una vida llena de paz ¿se podría? Mientras avanzaban una fugaz imagen de un chico rubio se le vino a la mente, se dio cuenta que su presencia le gustaba, pero jamás había hecho mención a eso, quizás era un invento de su cabeza como Éline con su pajarito, a fin de cuentas las locas podían justificar su perdida relacionada con la imaginación, ¡QUE CONVENIENTE!
Los siguientes minutos opto por guardar silencio por voluntad propia. No necesita decir más, se quedó hundida recordando rubios cabellos, mirada de terror, pensamientos inciertos, muertes, dolores y amor. ¿Qué era el amor? Levana deseaba descubrir el amor, pero no de la forma que le habían enseñado en casa. Miró de un lado a otro avanzando con tranquilidad, no tenía muchas ganas ya de moverse, el tema de los sentimientos siempre le bajaba el animo, la esperanzas y las ganas de estar cerca de alguien, pero a esas alturas ya había hecho una promesa, ladeó el rostro para poder ver a Éline, y le dedicó la sonrisa más sincera que pudo mostrar en ese momento, le quería decir que todo estaba bien, y que podría hacer mucho por su ahora nueva amiga.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
La contradicción era el bosque, era la nieve, era la lluvia, el río, la mar de los marineros, el bosque y su silencio. La contradicción era Todo, era el Mundo, y por tanto, contradicción era Éline también. Paradoja perdida. Flotaba sin tener un sitio donde quedarse. Era triste, era hipnótico, era ¡un sinsentido! Aburrido. Éline y Levana estaban mal hechas. Errores. Eso eran. Errores. Nadie quiere un error. Todo tenía que ser perfecto e idéntico. Productos de una fábrica de necedades absurdas. A alguien le gustaba así, y era por ello por lo que una mota de polvo de un color o una medida que no fuera la que ese alguien había dictaminado representaba una amenaza, un peligro. Eran diferentes. No estaban... bien. Y, ¿quién era ese alguien que decía lo que estaba bien o mal? Ah, he ahí uno de los dilemas de la Humanidad. ¿Dios? ¿Era Dios? Hubo un tiempo, una época remota, donde Dios había sido lo único que la pelirroja necesitaba. La convicción ingenua y estúpida de que había algo o alguien arriba. Un plan. ¡Un plan! ¿Qué plan era aquel entonces? ¿Qué finalidad era la de la pelirroja encerrada en aquella mazmorra de basiliscos y cuervos con anteojos? ¡Já! Me río yo de ese plan. No. Volvemos a lo de siempre; Éline y Levana eran paradojas. Sí. Una buena palabra para definirlas. Hasta a Éline le gustaba cómo sonaba.
-Claro que lo es. Es la mayor contrariedad de todas. Pero es lo que somos, ¿no lo entiendes, Fuerza Indómita? Somos... absurdas. Somos disparates. No funcionamos bien. No funcionamos como ellos quieren, y nos traen aquí. Sólo hago, digo y actúo como se espera de nosotras.
La Fuerza calló y por un momento Éline pensaba que no estaba allí. Que se había marchado. A otro cielo, a otra vida. La pelirroja también lo hacía. Con los ojos vendados y las manos atadas, sólo tenía una forma de marcharse. Nada era lo que parecía en la mente distorsionada de la pelirroja. Ella veía Gorgonas donde los demás veían serafines, nadaba entre Escila y Caribdis, soñaba con Cancerbero y sus puertas.
Pero no eran ni Odiseos ni Jasones los que tensaban arcos y desenfundaban espadas en la mente de Levana. Éline olía otras cosas. Identificables. Ineludibles.
-Huelo lo que piensas, Fuerza Indómita. Añoranza, creo que se llama así. Si quieres contármelo, yo podría arrancarlo. Para que no duela más, o un poco menos. Tú tienes poder, podrías sacarlo de ahí dentro, ¿sabes?
-Claro que lo es. Es la mayor contrariedad de todas. Pero es lo que somos, ¿no lo entiendes, Fuerza Indómita? Somos... absurdas. Somos disparates. No funcionamos bien. No funcionamos como ellos quieren, y nos traen aquí. Sólo hago, digo y actúo como se espera de nosotras.
La Fuerza calló y por un momento Éline pensaba que no estaba allí. Que se había marchado. A otro cielo, a otra vida. La pelirroja también lo hacía. Con los ojos vendados y las manos atadas, sólo tenía una forma de marcharse. Nada era lo que parecía en la mente distorsionada de la pelirroja. Ella veía Gorgonas donde los demás veían serafines, nadaba entre Escila y Caribdis, soñaba con Cancerbero y sus puertas.
Pero no eran ni Odiseos ni Jasones los que tensaban arcos y desenfundaban espadas en la mente de Levana. Éline olía otras cosas. Identificables. Ineludibles.
-Huelo lo que piensas, Fuerza Indómita. Añoranza, creo que se llama así. Si quieres contármelo, yo podría arrancarlo. Para que no duela más, o un poco menos. Tú tienes poder, podrías sacarlo de ahí dentro, ¿sabes?
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Cierra los ojos con fuerza, después los vuelve abrir, así lo hace repetidas veces para acostumbrarse a la falta de luz de aquellos nuevos rumbos, las mujeres siguen su camino, pero ella no sabe cual es el camino, el amigo de la pelirroja puede estar en muchos lados, pero ella no sabe por donde buscar, no entiende si está bien esa dirección o deben de tomar otro. ¿Acaso no se estarán tardando demás? ¿cuanto faltaría para que ambas supieran el paradero? Quizás ese mismo día no lo encontrarían, pero como aquello sería su encierro, como aquello sería su nueva vida, entonces el tiempo no importaba, tardaran lo que tardaran llegarían, no había más. No hay caminos correctos para las locas, simplemente hay caminos, sin más.
La joven se quedaba en silencio sin saber que poder contestar, para ella no existe lo malo de lo bueno, solo los prejuicios de los locos cuervos, si, eso era lo que menos importaba, quizás ellos eran más locos que ellas, ¿qué era la locura? de nuevo la duda le arrancaba la tranquilidad del corazón, del alma, se siente mal porque quiere saberse menos loca, se siente mal porque quiere saberse bien y en paz, se siente mal porque como ella dice, desea sacar los recuerdos más malditos de su alma, pero no puede, sabe que no hay posibilidad alguna de que eso ocurra, su alma está maldita, y maldiciones como esas no se salen de un momento a otro, por el contrario, se arraigan cada vez más, y más. ¡Malditas por siempre, eso serán hasta el final de los días!
- ¿Como se puede arrancar un recuerdo? ¿Cómo se puede arrancar las ganas de quitarte la piel por el maldito coraje, y el dolor que has sentido? No lo sé, solo he contado una vez mi historia, no por eso el dolor se fue, mucho menos las imágenes, ni lo que fue, yo no quiero volver a tener esas imágenes, pero ¿De verdad crees que diciéndote todo eso podré vivir en paz? - Levana se llevó una mano a la frente, si alguien le garantizaba aquello, estaba segura que lo contaría desde que se despierta hasta que anochece, pues así no tendrá demasiado dolor, porque quizás con eso llegue a sentir que nunca ocurrió. Tan difícil es aquello, tan fácil es escucharlo, de igual forma quizás la esperanza de olvidarlo algún día no se borre.
- Dime una cosa, ¿Qué has pensado hacer si llegamos a salir de aquí? ¿Qué es lo que deseas? ¿Acaso quieres vivir siempre entre estás paredes? Yo no, buscaré una escapatoria, escuché que un chico rubio ha trazado el plan perfecto para salir de aquí, pero quizás no funcione, de todas maneras me arriesgaré ¿Quieres venir conmigo? Puede ser muy divertido ¿No lo crees? Si, debe serlo - Ella sonríe pensando en no tener que ver a nadie de aquellos llamados locos, pero sobre todo, está feliz porque cree volver a ver a su caballo, a sus tíos que seguramente la estuvieron esperando y que la están buscando preocupados ¿Pero qué sería de su amiga? Ella quiere saber, ella necesita saber.
La joven se quedaba en silencio sin saber que poder contestar, para ella no existe lo malo de lo bueno, solo los prejuicios de los locos cuervos, si, eso era lo que menos importaba, quizás ellos eran más locos que ellas, ¿qué era la locura? de nuevo la duda le arrancaba la tranquilidad del corazón, del alma, se siente mal porque quiere saberse menos loca, se siente mal porque quiere saberse bien y en paz, se siente mal porque como ella dice, desea sacar los recuerdos más malditos de su alma, pero no puede, sabe que no hay posibilidad alguna de que eso ocurra, su alma está maldita, y maldiciones como esas no se salen de un momento a otro, por el contrario, se arraigan cada vez más, y más. ¡Malditas por siempre, eso serán hasta el final de los días!
- ¿Como se puede arrancar un recuerdo? ¿Cómo se puede arrancar las ganas de quitarte la piel por el maldito coraje, y el dolor que has sentido? No lo sé, solo he contado una vez mi historia, no por eso el dolor se fue, mucho menos las imágenes, ni lo que fue, yo no quiero volver a tener esas imágenes, pero ¿De verdad crees que diciéndote todo eso podré vivir en paz? - Levana se llevó una mano a la frente, si alguien le garantizaba aquello, estaba segura que lo contaría desde que se despierta hasta que anochece, pues así no tendrá demasiado dolor, porque quizás con eso llegue a sentir que nunca ocurrió. Tan difícil es aquello, tan fácil es escucharlo, de igual forma quizás la esperanza de olvidarlo algún día no se borre.
- Dime una cosa, ¿Qué has pensado hacer si llegamos a salir de aquí? ¿Qué es lo que deseas? ¿Acaso quieres vivir siempre entre estás paredes? Yo no, buscaré una escapatoria, escuché que un chico rubio ha trazado el plan perfecto para salir de aquí, pero quizás no funcione, de todas maneras me arriesgaré ¿Quieres venir conmigo? Puede ser muy divertido ¿No lo crees? Si, debe serlo - Ella sonríe pensando en no tener que ver a nadie de aquellos llamados locos, pero sobre todo, está feliz porque cree volver a ver a su caballo, a sus tíos que seguramente la estuvieron esperando y que la están buscando preocupados ¿Pero qué sería de su amiga? Ella quiere saber, ella necesita saber.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Leí una vez en un libro que los locos son los renglones torcidos de Dios. No. No era un libro. Era más bien una oda, una elegía a aquellas faltas ortográficas cometidas por un ser Todopoderoso y Omnipresente. Muchas veces me he preguntado cómo es posible que Él, con toda su presabida magnificencia, fuese capaz de cometer tales erratas en una Obra, por lo demás, perfecta en toda su grandilocuencia. Tal duda me reconcomía el alma y me producía una desazón sinsentido y absurda, como absurdos eran esos defectos -fallos- de la Creación, hasta que aventuré que era posible que todas aquellas anomalías podrían ser intencionadas, cometidas adrede para la realización de un cometido que se escapa de mi mísero entendimiento humano. ”Dios escribe recto con renglones torcidos”, rezaba el libro. No entendí bien esa frase sentenciosa hasta que las ví a ambas -esas dos faltas gravísimas en un Ensayo del Mundo Perfecto- compartir su error.
-No hay manera de arrancar los recuerdos, pero podemos disfrazarlos, Fuerza Indómita. Ese es mi truco, ¿sabes? Nunca se lo he contado a los Cuervos porque ellos no entenderían. Quieren entenderlo, algunos. A otros les da igual. Tú y yo somos anomalías de Dios. No existe borrador para eliminar nuestro defecto fatal, pero sí podemos retocarlo, como se hace con un cuadro mal pintado -miró a su amiga. Era bella, bellísima. La pelirroja se sorprendió pensando que era esa locura rara la que la hacía así de magnética. A todos ellos. Los locos. Los renglones torcidos. Eran especiales, distintos. Comprendió entonces la pelirroja, a su forma morbosa y enfermiza, que no quería sanar jamás. Porque si lo hacía, no sería bella nunca más. Ni tampoco la Fuerza-En realidad... -y la pelirroja estaba a punto de hacer la confesión a la que sus esquizofrénicos pensamientos la habían llevado. Una confesión que no había hecho a nadie más que a su Fuerza Indómita-No quiero dejar de ser un error.
La sensación que experimenté cuando esas palabras fueron traídas a mis oídos por cierto pajarillo con bombín y levita cayó sobre mí como la tormenta que se avecina a lo lejos, en los páramos. Sus palabras eran su sentencia de muerte; la resignación de quedarse loca porque no le quedaba nada más que eso. De haber estado el Señor Maspero presente cuando pronunció tal blasfemia hubiera muerto de pena. Dios había torcido el renglón más de la cuenta y la Víbora se llevó a Éline para siempre.
”¿Qué es lo que deseas?” La pregunta se la hizo la pelirroja otra vez en su cabeza pero no contestó ni formuló respuesta alguna,en cambio, escuchó a su amiga la Fuerza. Ella se iba. Quería irse. ”Y vivir, y luchar, y sentir, y soñar”
-El exterior me da miedo porque las aguas están llenas de serpientes marinas, en los bosques te muerden las víboras y en el cielo vuelan las gárgolas. Pero si me dejas ir contigo, Fuerza Indómita, podremos cazar a las serpientes de agua, les arrancaremos los colmillos a las víboras y las gárgolas se convertirán en piedra incluso durante el día. Sería perfecto, maravilloso, ¡magnífico! ¡No nos esconderemos más! -la pelirroja rió, ríó con euforia. No era una risa desquiciada, si no sincera, real. Era una felicidad auténtica en una aventura novelesca y quimérica-¿Y quién será el muchacho de pelo rubio? ¡Apolo! ¡Aquiles! ¿O acaso San Miguel, con sus alas emplumadas y su lanza del Destino que viene a matar cuervos y víboras?
-No hay manera de arrancar los recuerdos, pero podemos disfrazarlos, Fuerza Indómita. Ese es mi truco, ¿sabes? Nunca se lo he contado a los Cuervos porque ellos no entenderían. Quieren entenderlo, algunos. A otros les da igual. Tú y yo somos anomalías de Dios. No existe borrador para eliminar nuestro defecto fatal, pero sí podemos retocarlo, como se hace con un cuadro mal pintado -miró a su amiga. Era bella, bellísima. La pelirroja se sorprendió pensando que era esa locura rara la que la hacía así de magnética. A todos ellos. Los locos. Los renglones torcidos. Eran especiales, distintos. Comprendió entonces la pelirroja, a su forma morbosa y enfermiza, que no quería sanar jamás. Porque si lo hacía, no sería bella nunca más. Ni tampoco la Fuerza-En realidad... -y la pelirroja estaba a punto de hacer la confesión a la que sus esquizofrénicos pensamientos la habían llevado. Una confesión que no había hecho a nadie más que a su Fuerza Indómita-No quiero dejar de ser un error.
La sensación que experimenté cuando esas palabras fueron traídas a mis oídos por cierto pajarillo con bombín y levita cayó sobre mí como la tormenta que se avecina a lo lejos, en los páramos. Sus palabras eran su sentencia de muerte; la resignación de quedarse loca porque no le quedaba nada más que eso. De haber estado el Señor Maspero presente cuando pronunció tal blasfemia hubiera muerto de pena. Dios había torcido el renglón más de la cuenta y la Víbora se llevó a Éline para siempre.
”¿Qué es lo que deseas?” La pregunta se la hizo la pelirroja otra vez en su cabeza pero no contestó ni formuló respuesta alguna,en cambio, escuchó a su amiga la Fuerza. Ella se iba. Quería irse. ”Y vivir, y luchar, y sentir, y soñar”
-El exterior me da miedo porque las aguas están llenas de serpientes marinas, en los bosques te muerden las víboras y en el cielo vuelan las gárgolas. Pero si me dejas ir contigo, Fuerza Indómita, podremos cazar a las serpientes de agua, les arrancaremos los colmillos a las víboras y las gárgolas se convertirán en piedra incluso durante el día. Sería perfecto, maravilloso, ¡magnífico! ¡No nos esconderemos más! -la pelirroja rió, ríó con euforia. No era una risa desquiciada, si no sincera, real. Era una felicidad auténtica en una aventura novelesca y quimérica-¿Y quién será el muchacho de pelo rubio? ¡Apolo! ¡Aquiles! ¿O acaso San Miguel, con sus alas emplumadas y su lanza del Destino que viene a matar cuervos y víboras?
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
La confusión le llegó de golpe, como si le hubiesen lanzado un balde de agua congelada, su cuerpo tembló inevitablemente, y su piel se erizó, fue como reaccionar en medio de una tormenta, esconder las velas para que no se rompieran, era confuso y a la vez claro, pero ella jamás lo había pensado, porque creía que no tendría cura, ya se habían creído todas las palabras que le dijeron los doctores y aquellos cuervos de los que tanto hablaba su amiga, pero pensarlo un poco no estaba mal, o al menos eso creía, lo malo era cuando se sentía tan alterada como en ese instante. Entonces ¿se podía curar? ¿qué tan bueno o malo sería para ella volverse alguien "normal? ¿podría lograrlo? Las preguntas empezaron a azotarle la mente, no le gustaba sentirse sin respuestas inmediatas porque la volvían más loca de lo que ya estaba.
Lo malo de tocarse un tema de interés era la gran cantidad de interés que se podía despertar de un momento a otro, pero también la ilusión. Ese era el verdadero problema, ilusionarse estaba mal, muchas veces las cosas salen al revés y el dolor de la derrota no era lo malo, sino más bien él de una ilusión que se haciendo añicos y se clavaba cual pedazos de cristal en la piel, pero el dolor iba creciendo si todo se quebraba en el alma, en el corazón. Si, locos pero aún con sentimientos, dementes pero aún con amor para repartir, pero más con la necesidad de recibir. Silencios malditos se hacían presentes cuando las preguntas volvían a aparecer, y ella quiso llorar.
- Entonces no dejes de serlo, un error, suena extraño ¿no lo crees? O bueno, lo que se puede decir extraño, distinto, diferente ¡Loco! - Alzó las manos para darle un poco más de dramatismo a la última palabra que intercambio con ella - No querer dejar de ser un error, entonces siempre serás mi error, porque así me gustas, y porque siempre te voy a querer así - Inevitablemente le abrazó, porque sabia que Éline podía quererla entonces para siempre loca, y que ella jamás la juzgaría o le diría una puta loca, porque entonces las dos lo serían, era un cuadro perfecto, alguien que la entendía en medio de tristezas y soledades, en medio de oscuridad que para ellas era luz.
- Tenemos que aprender a salir al mundo, porque sino salimos entonces nunca podrás estar de vuelta con el señor Maspero sin que nadie te diga nada, debes de pensarlo, si nos quedamos aquí muchas cosas no podremos hacer, no me gusta estar siempre aquí, error o no, tenemos derecho a salir, porque quizás fuera existan locos que nos quieran - Se encogió de hombros, quizás los había, pero probablemente no, aunque de nada les servia pensar en las posibilidades sino salían a comprobarlas o descartarlas, estaba teniendo ahora dolor de cabeza, pensar demasiado no era una buena costumbre, a veces simplemente pensar estaba demás. - ¿A dónde vamos ahora? - Le miró a los ojos, prefería seguir buscando a implantarse más preguntas que seguramente se quedarían ahí al menos hasta el mes siguiente.
Lo malo de tocarse un tema de interés era la gran cantidad de interés que se podía despertar de un momento a otro, pero también la ilusión. Ese era el verdadero problema, ilusionarse estaba mal, muchas veces las cosas salen al revés y el dolor de la derrota no era lo malo, sino más bien él de una ilusión que se haciendo añicos y se clavaba cual pedazos de cristal en la piel, pero el dolor iba creciendo si todo se quebraba en el alma, en el corazón. Si, locos pero aún con sentimientos, dementes pero aún con amor para repartir, pero más con la necesidad de recibir. Silencios malditos se hacían presentes cuando las preguntas volvían a aparecer, y ella quiso llorar.
- Entonces no dejes de serlo, un error, suena extraño ¿no lo crees? O bueno, lo que se puede decir extraño, distinto, diferente ¡Loco! - Alzó las manos para darle un poco más de dramatismo a la última palabra que intercambio con ella - No querer dejar de ser un error, entonces siempre serás mi error, porque así me gustas, y porque siempre te voy a querer así - Inevitablemente le abrazó, porque sabia que Éline podía quererla entonces para siempre loca, y que ella jamás la juzgaría o le diría una puta loca, porque entonces las dos lo serían, era un cuadro perfecto, alguien que la entendía en medio de tristezas y soledades, en medio de oscuridad que para ellas era luz.
- Tenemos que aprender a salir al mundo, porque sino salimos entonces nunca podrás estar de vuelta con el señor Maspero sin que nadie te diga nada, debes de pensarlo, si nos quedamos aquí muchas cosas no podremos hacer, no me gusta estar siempre aquí, error o no, tenemos derecho a salir, porque quizás fuera existan locos que nos quieran - Se encogió de hombros, quizás los había, pero probablemente no, aunque de nada les servia pensar en las posibilidades sino salían a comprobarlas o descartarlas, estaba teniendo ahora dolor de cabeza, pensar demasiado no era una buena costumbre, a veces simplemente pensar estaba demás. - ¿A dónde vamos ahora? - Le miró a los ojos, prefería seguir buscando a implantarse más preguntas que seguramente se quedarían ahí al menos hasta el mes siguiente.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
El contacto de piel con piel. Un simple abrazo. Temerario acto que había fusionado dos seres dispares, raros en todo lo que ellas eran. Y aún así, a pesar de ser cada una la más difíciles de las criaturas, había un conexión establecida por ese gesto tan vago, que Éline sintió ganas de llorar. ¿Qué era éso que le revolvía las entrañas? No era tristeza, ésa la conocía, siempre tan pujante e irreverente. Tampoco era rabia, ni cólera. La pelirroja no acertaba a identificar eso tan insólito y excepcional. Si el señor Maspero hubiera estado con ella, le hubiera gorjeado al oído que lo que estaba experimentado era la satisfacción de verse aceptada con su locura. Tal cual era. Tal cual la habían obligado a ser.
Una gota. Y otra gota. Y otra gota. Miles de gotas caían pusilánimes por los pasillos del ese castillo oscuro, de esa fortaleza dragonada, donde los cuervos eran los señores máximos. Un leve tintineo de una melodía desfasada. Un triángulo marcaba el aviso en la mente astillada de la pelirroja. Aviso. Peligro. Ante la pregunta de su amiga, Éline no dio respuesta. ¿Acaso la había escuchado? Se llevó un dedo a los labios. Hipnotizada, se dejaba llevar por esa música que la ponía sobre aviso. Era un funeral. La delicadeza siniestra de un Shubert exuberante en su trabajo.
-Vienen -la frase cayó como una sentencia, y enrareció el ambiente-Los cuervos. Vienen.
Tembló, y quiso arrancarse los dientes para que no castañearan con esa fuerza. Llegaban a la recta final de su escapada fantasiosa por las tierras de la Fiel Maldad. Los oía. ¿Era su cabeza? No. Estaban ahí. Piaban con ese vigor con el que la demente deseaba separarse de su alma cuando dolía.
-Están ahí, Ferdinard. Las he oído.
En el pasillo clarioscuro, las dos figuras inconfundibles, esmirriadas y deformes de los cuervos, se abrían paso hacia las dos pacientes fugadas. Prisioneras fugitivas de un infierno de cristal.
El contacto del hierro con su piel erizó el pelo de la pelirroja. ”Mis alas. Me las han cortado. Mis alas” Lágrimas de desesperación fluyeron de sus cristalinos ojos. Clavó la vista en su Fuerza, suplicándole con la mirada que saliera de allí antes de que los cuervos la agarrasen con sus garras de metal y le arrancasen las alas a ella también.
Una gota. Y otra gota. Y otra gota. Miles de gotas caían pusilánimes por los pasillos del ese castillo oscuro, de esa fortaleza dragonada, donde los cuervos eran los señores máximos. Un leve tintineo de una melodía desfasada. Un triángulo marcaba el aviso en la mente astillada de la pelirroja. Aviso. Peligro. Ante la pregunta de su amiga, Éline no dio respuesta. ¿Acaso la había escuchado? Se llevó un dedo a los labios. Hipnotizada, se dejaba llevar por esa música que la ponía sobre aviso. Era un funeral. La delicadeza siniestra de un Shubert exuberante en su trabajo.
-Vienen -la frase cayó como una sentencia, y enrareció el ambiente-Los cuervos. Vienen.
Tembló, y quiso arrancarse los dientes para que no castañearan con esa fuerza. Llegaban a la recta final de su escapada fantasiosa por las tierras de la Fiel Maldad. Los oía. ¿Era su cabeza? No. Estaban ahí. Piaban con ese vigor con el que la demente deseaba separarse de su alma cuando dolía.
-Están ahí, Ferdinard. Las he oído.
En el pasillo clarioscuro, las dos figuras inconfundibles, esmirriadas y deformes de los cuervos, se abrían paso hacia las dos pacientes fugadas. Prisioneras fugitivas de un infierno de cristal.
El contacto del hierro con su piel erizó el pelo de la pelirroja. ”Mis alas. Me las han cortado. Mis alas” Lágrimas de desesperación fluyeron de sus cristalinos ojos. Clavó la vista en su Fuerza, suplicándole con la mirada que saliera de allí antes de que los cuervos la agarrasen con sus garras de metal y le arrancasen las alas a ella también.
Éline Rimbaud- Fantasma
- Mensajes : 467
Fecha de inscripción : 16/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De lo que dicen los leones (Levana Maréchal~Flashback)
Silenciosa como ella sola, avanzaba por todo aquel lugar, no soltaba las manos de la pelirroja, porque de hacerlo sabia terminaría por perderse, no solamente en el lugar, sino también de su interior. Ella representaba su parte serena, pero también esa parte cuerda, ¿por qué? No es que su amiga fuera débil o frágil, pero al menos acompañadas de esa forma, ella podía sentirse fuerte, y sentir tanto peso encima, como cuidar a esa chico, le daba la certeza que no estaría mal. Todo era contradictorio, pero ella lo relacionaba y se sentía así, y ante eso no hay quien le pudiera decir nada. Mueve su cabeza de un lado a otro porque está maravillada, por más tiempo que tenga en aquella loquería, no conoce todos los lugares, en los que están pueden ser como lugares distintos. Como si estuviera en una zorra que no recuerda. Era similar a la libertad.
Escuchar pasos no es una buena señal, porque alguien debía estar despierto, y no era algún enfermo, porque los conocía a todos y en cuanto tomaban las pastillas quedaban pegados casi en automático contra sus camas, sólo conocía a un par que mentía con respecto a sus pastillas, pero ellos no exploraban esos terrenos sino los exteriores en busca de pistas necesarias para poder salir. Para poder sacarla también, hacerse de contactos entre los locos tenía sus ventajas, más si se hacían de su confianza, pues quedaba en evidencia que bien librada de cualquier tontería que hicieran quedaría. Callum por ejemplo, la había salvado entre sus reproches de muchos castigos.
- No nos van a ver - Le tomó de la mano para salir corriendo hacía la otra habitación. Aunque con paso moderado cada que sus pies hacían más ruido, pudo divisar las sobras, pero como ninguna llevaba velas en las manos, pues no las reconocerían. Cuando estuvieron a punto de ser vistas, Levana la jaló con fuerza hacía abajo para que ambas cayeran al suelo, pero no buscaba que ninguna se lastimase. Comenzó a gatear, pecho tierra cual hombre en la milicia - Vamos, por aquí - Y se pegó en una de las paredes del pasillo sin dejar de avanzar, los hombres pasaron de largo, ni siquiera las notaron, eso le pareció sorprendente ¿Eran tan idiotas? Tal parecía que si.
- Creo que debemos volver a los cuartos, y venir cada día a investigar hasta encontrarlo - Se refería al amigo de su amiga, claro.
Escuchar pasos no es una buena señal, porque alguien debía estar despierto, y no era algún enfermo, porque los conocía a todos y en cuanto tomaban las pastillas quedaban pegados casi en automático contra sus camas, sólo conocía a un par que mentía con respecto a sus pastillas, pero ellos no exploraban esos terrenos sino los exteriores en busca de pistas necesarias para poder salir. Para poder sacarla también, hacerse de contactos entre los locos tenía sus ventajas, más si se hacían de su confianza, pues quedaba en evidencia que bien librada de cualquier tontería que hicieran quedaría. Callum por ejemplo, la había salvado entre sus reproches de muchos castigos.
- No nos van a ver - Le tomó de la mano para salir corriendo hacía la otra habitación. Aunque con paso moderado cada que sus pies hacían más ruido, pudo divisar las sobras, pero como ninguna llevaba velas en las manos, pues no las reconocerían. Cuando estuvieron a punto de ser vistas, Levana la jaló con fuerza hacía abajo para que ambas cayeran al suelo, pero no buscaba que ninguna se lastimase. Comenzó a gatear, pecho tierra cual hombre en la milicia - Vamos, por aquí - Y se pegó en una de las paredes del pasillo sin dejar de avanzar, los hombres pasaron de largo, ni siquiera las notaron, eso le pareció sorprendente ¿Eran tan idiotas? Tal parecía que si.
- Creo que debemos volver a los cuartos, y venir cada día a investigar hasta encontrarlo - Se refería al amigo de su amiga, claro.
Levana Maréchal- Mensajes : 147
Fecha de inscripción : 29/07/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Levana Maréchal
» Todo lo que conlleva la noche (Levana)
» Frente una mansión dorada, custodiada por dos leones de hierro forjado en sus puertas, y con las letras de su nombre grabado ..Ruslana del Mar
» En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
» El zorro entre leones | Libre
» Todo lo que conlleva la noche (Levana)
» Frente una mansión dorada, custodiada por dos leones de hierro forjado en sus puertas, y con las letras de su nombre grabado ..Ruslana del Mar
» En los desconocidos siempre recordamos. {Levana Maréchal}
» El zorro entre leones | Libre
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour