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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Sáb Ene 07, 2012 7:52 pm

Vieux Souvenirs - Recuerdos- 41


Hoy estoy totalmente asfixiada con asco, siento que todo lo que he vivido ha sido solo una parte de la verdadera naturaleza a la cuál mi familia no me deja salir, estoy encerrada… harta de este mundo injusto que tortura almas inocentes que no merecen sufrir tantas penas, Es el miedo el mayor enemigo de mis iguales, quienes se esconden de sus opresores, personas abusivas de su poder político y el gran amor de un pueblo francés que no quiere ver la verdadera naturaleza de sus opresores.

Mi madre me ha dicho que debo mantenerme al margen de todo, que necesito hacerlo por mi padre ya que podría salir gravemente perjudicado por mis comentarios ilícitos hacia los Reyes de Francia, más omito sus ordenes por debajo de cuerda.

¡Dios, acaso te olvidas de tu pueblo!... ¡Acaso tienes preferencias por los más ricos!... Es que te has olvidado de quienes realmente merecen tu amor…



Maldigo a quienes tienen mansiones de oro, quienes no saben que es trabajar sol a sol porque desde que nacieron ya tenían un titulo pagano pegado en la frente. Les odio con toda mi alma y si de mi dependiera los echaría al rio más sucio para que se untaran de su propia mugre y todo aquel que una ves les idolatro, viesen que no son más que seres humanos, que como yo y como todo mi pueblo, en tierra se abran de convertir una ves se enciendan en las llamas ardientes del infierno.

Mi mente es tan retorcida…

Hoy me han permitido salir sola de la casa, es por ello que iré de casería, como cuando vivíamos en Venece- Francia, mi madre me ha confeccionado unos hermosos guantes de cuero, cafés oscuros y me ha obsequiado unos nuevos pantalones para esta ocasión, aunque sé que en el fondo ella no me quiere ver más vestida de esta manera, pero no puedo sentirme mejor que de esta forma; no puedo dejar de pensar que me veo ridículo con vestidos y estando solo en mis pensamientos, es cuando puedo creer lo que deseo. No tengo culpa de que mi corazón haya sido menos “delicado” y haya resultado más “salvaje” de lo que debería.

Tratarme de “Ella” solo ese seudónimo me llega a ofender y lo ridículo es que no debería ser de esa manera, lo normal es que simplemente lo aceptara, porque soy mujer, nací mujer y no hay nada que pueda cambiarlo, a menos de que creyera en la re-encarnación y decidirá terminar con mi vida para así tener una esperanza de que al volver a la vida, tuviese irónicamente el sexo al cuál estoy convencida debí haber nacido, pero luego pienso que con más ironía amo mis partes más intimas, entonces me confundo y me convenzo de que no tengo un sexo definido, soy el avance a un nuevo genero que va en el medio de estos dos últimos.

Mientras me perdí en mis pensamientos por un par de segundos, mi madre cruzo por mi vista algo exaltada, era mi hermano quien había pedido la mano de una jovencita de 17 años, casi mi misma edad, por lo que me erice sutilmente y Salí rápidamente de la sala hacia la puerta trasera de la casa, tomando mi escopeta y un par de anzuelos en caso de que no funcionara la caza.


La tarde estaba totalmente nublada como si de una tormenta torrencial se tratase, las aves no podían divisarse, por lo que el muchacho salió de casa con algo para evitar mojarse en caso de que una tormenta atacara las calles parisinas, su madre apenas corrió a su lecho para besar con bondadoso amor a su hija con lo que Léa devolvió su afecto con un beso al aire toscamente.

Mientras caminaba por los callejones aún con la mirada perdida, pudo escuchar grandes gritos, de la plaza central muy seguramente causados por la conmoción de ese día, por lo que cambio de camino y fue a un pequeño mercado que había quince minutos al este, pero su paso fue interrumpido por un pequeño quien le imploraba por un trozo de pan, sus ojos se veían totalmente nublados por el llanto como si de no comer en ese mismo instante fuese a caer muerto en el suelo, por lo que el muchacho sintió una agonía pocas veces experimentada y le otorgo con la bondad más desinteresada lo que minutos antes su madre había empacado dentro de una bolsa de tela, su sonrisa se mostro agradecida, porque esto le permitía ver lo generoso que era su padre al no dejar que viese escenas como estas, pero también sintió un terrible dolor al saber que vivía encerrado en mentiras mundanas y superfluas.

-Tomad lo que necesitéis, yo no merezco nada pero vosotros lo merecéis más que yo- Acaricio el dorso del pequeño, mirándole correr a la lejanía. - Adios -

De nuevo la soledad inmutable le celaba como un amante egoísta, más aquel le era grato y bendecido por su corazón que solo deseaba ayudar a quien lo necesitase.

Al Llegar al mercado…

¡Un grito Desgarrador! Se escucho a lo lejos, su rostro se giro velozmente hacia el originario del sonido. Una voz femenina y joven imploraba socorro y entonces su impulso le ordeno que corriera a su auxilio, pero su mente le murmuro que divisara el origen del problema y no fuese tan impulsivo como para correr hacia un sendero oscuro y rocoso, por lo que se acercó con sigiloso afán. Una mujer era atacada por dos hombres, altos, uno de piel oscura y el otro tal ves de origen Asiático, descaradamente le quitaban las pertenecías a la Madamoiselle, mientras ella gritaba afónicamente entre las manos de uno de ellos quien le sostenía.

-¡Dejadla par de escorias putrefactas! – No había más que hacer, el muchacho ya había decidido pelear aunque muriese en el intento, era eso o huir como cobarde y un corazón tan terco no conoce palabras como esas.
Corrió directo hacia los dos hombres, abalanzándose sobre ellos, la escopeta cayo lejos de sus manos, mientras la mujer aturdida salió corriendo del lugar, uno de ellos se paro súbitamente y sostuvo al chiquillo de ambos brazos, mientras el otro se ponía de pie, aunque su intento fue en vano, porque Léa le dio una fuerte patada, haciendo caer de espaldas y provocándole heridas en el rostro, apenas el otro le apretó con tanta fuerza que si no fuese porque desde pequeño aprendió a tragarse su dolor, hubiese gritado e implorado por su vida.

-¡Maldita Puta! ¡¡Te voy a matar!- Digo el hombre de rasgos Asiáticos, girándolo hacia él para verle la cara a lo que el muchacho le escupió y este con gran ira le golpeo contra la pared creándole una herida sangrante en la cabeza.

-Maldita Puta Tu madre Bastardo, aunque Ni madre debes tener, a ti te pario fue un monstruo- Digo bajamente por el dolor ocasionado.

En ese mismo instante el otro hombre se puso de pie y tomo el arma, apuntándole en la cabeza al chico, más este no demostró tener miedo, las manos de los dos hombres se resbalaban asquerosamente por su cuerpo, a lo que Léa cerro los ojos con fuerza, apretó los dientes como si quisiese comérselos y tomo de entre sus bolsillos la garra de la caña y la clavo en la mejilla del moreno, quien le soltó sin inmutarse ni un momento.

-¡Eres una Puta y mil veces puta!- Le golpeo el otro hombre, rompiéndole una costilla, mientras Léa caía inconsciente en el suelo, seguro de que había muerto como Valiente.
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Mensaje por Gianella Massone Sáb Ene 14, 2012 1:25 pm

Aquella manzana mordida voló por unos segundos y luego regresó a la mano femenina que le cobijaba. Esa había sido su única entretención desde hace un buen rato, después de aquella pelea que le había valido como humilde recompensa la fruta que jugaba con la gravedad y con su mano. El resto de las “ganancias” habían ido para sus protegidos de la Corte por decisión propia de la pelinegra, que ahora miraba sentada en las alturas el trajín de los participantes del mercado, aunque su mente estaba enfocada en otra cosa completamente diferente. ¿Qué sería de… ella?

Llevó la manzana a la boca, y los colmillos no alcanzaron a dar el segundo mordisco, ya que un grito llegó a los sentidos licántropos y le obligaron a moverse por las techumbres que rodeaban el área, siendo informada de los acontecimientos gracias a esas habilidades que siempre había odiado pero que al final del día terminaba agradeciendo a regañadientes, o más bien asumiéndolas como útiles para sus cometidos empapados de caridad. De hecho, de no ser por la gran agilidad que le otorgaba el ser una Maldecida no hubiera podido perder a sus persecutores tras el robo, y tampoco hubiera tenido la velocidad y la precisión en sus saltos para llegar en el momento justo en que el hombre moreno se disponía a rematar a alguien inmóvil en el suelo con una escopeta.

Y la manzana fue la que desarmó al hombre, haciendo que se tomara la mano.

- Los verdaderas putas son las que están a dos calles de aquí. Aunque creo que ustedes no están dentro de esa categoría. Al menos ellas intentan ganarse la vida con esfuerzo. Ah, y no asaltan ni atacan a gente indefensa. – Se escuchó con una mezcla de sarcasmo y seriedad en el lugar. Los hombres se alertaron y empezaron a mirar a los costados, pidiendo en desafiantes gritos que apareciese su nuevo combatiente, quien cumplió sus deseos apareciendo justo detrás del moreno. – Ustedes son peor que eso…- Un susurro tan cortante como los colmillos de la italiana se hizo escuchar, volteándose el de la herida en la mejilla. Gravísimo error.

El asiático vio volar a su camarada por el uppercut derecho realizado, y lo vio estrellarse violentamente contra el suelo sin reaccionar. Sus ojos estaban blancos, y la mejilla antes clavada estaba desencajada. – Escorias…- dijo Gianella en un gruñido, abriendo lentamente los ojos azules antes cerrados durante la maniobra que había dejado a su puño derecho temblando no sólo por la fuerza del golpe, sino que también por la rabia interior que había reflejado en éste. – Se atreven a atacar a personas indefensas e inconscientes…eso jamás…jamás se los voy a perdonar…

El color amarillo se apoderó de sus ojos, y los caninos crecieron ante la mirada del asiático que intentaba ocultar su miedo, poniéndose en guardia para pelear. Gianella hubiera sonreído, pero estaba preocupada en demasía de quien todavía emanaba sangre de su cabeza – No tengo tiempo que perder contigo...¡¡LÁRGATE!! ¡¡Y NO REGRESES!! - gritó a todo pulmón en un auténtico rugido. El pobre y asustado sobreviviente cargó a su amigo y escapó lo más rápido que pudo, jurando venganza en balbuceos que hasta un niño haría más creíbles.

Sin embargo, aquel penoso espectáculo fue reemplazado antes de que empezara por los sentidos de la loba, que ya estaba rompiéndose parte de su pantalón para hacer una improvisada venda para la malograda cabeza del... ¿o de la joven? Eso daba igual, quizás luego lo sabría, pero lo primordial era asegurarse de que siguiera viva. Revisó sus heridas y sintió las fracturas, gruñendo un poco por no haber llegado antes para evitarlas. Suspiró y apretó bien la venda para intentar parar la hemorragia, ya que si movía a la víctima de inmediato quizás las cosas podrían empeorar, y eso obviamente no era lo que quería.- Oye, ¿puedes oírme? – dijo cogiendo una de las muñecas para tomar el pulso, aliviándose internamente de que estuviera con vida aún a pesar de lo que se había tardado contra los atacantes – Ya estás a salvo…todo estará bien…
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Mensaje por Invitado Mar Ene 31, 2012 1:32 pm

La muerte… Aquel ser egoísta… Lleno de avaricia y hambre por la sangre ajena rondaba por aquel callejón como si desde un principio supiese el terrible final del muchacho parisino de mirada fruncida.


Mientras Léa se encontraba moribundo en el suelo, pudo contemplarle por primera vez en su vida más no fue como siempre lo había imaginado; No sobrepasaba los 1,20 cm de estatura, apenas podía verse sus pies descalzos, eran muy brillantes como el oro pero parecían estar cubiertos de petróleo, olía a petróleo, su cabello era largo hasta llegar al suelo y poseía dos colores y texturas diferentes; por un lado, era negro como la noche, pero por el otro era tan blanco que apenas se alcanza a divisar, parecía no tener ojos y las manos eran solo un saco de huesos colgantes.

Seguro esperaba por su muerte, más el joven no podría hacer nada, estaba débil y el desangre empezaba a hacerle una mala jugada, sus manos temblaban producto de la hipotermia, su boca se tornaba cada vez más lívida y aunque no lo demostrara el dolor le ocasionaba una enorme perturbación interna.

¡Golpes! ¡Y más Golpes! Eran propinados por aquellos bastardos que carecían de toda hombría, realmente era una escena triste que ocasionaría a cualquier espectador la peor de las culpas.
Sus ojos encarnizados llenos de placer ante la agonía del muchacho era repulsivo.

Después de haber perdido toda esperanza una pequeña luz logro alumbrar aquel sendero rocoso logrando devolverle algo de vida. Los hombres se giraron y lucharon, más su adversario parecía ser un experto en el arte del combate, aunque no pudo ver nada ya que se había dignado a entregar su alma a aquel espíritu sombrío, los gritos, suplicas y al final promesas de venganza fueron el buffet más placentero jamás apreciado por sus oídos.

Casi de inmediato sintió una voz fémina dirigiéndose hacia él y aunque no era muy claro todo lo que escuchaba, pudo interpretar muy bien lo que trataba de expresarle la muchacha de cabellos lacios y mirada gentil y no era para menos en ese momento el dolor invadía su cuerpo maltratado.
Debajo de todos esos ropajes habían enormes hematomas del ancho de un puño, sus labios aunque no sangraban dejaban mucho que desear con aquel aspecto pálido, pero la peor parte era su cráneo que aunque no se había alcanzado a fracturar lo suficiente, perdía gran cantidad de sangre o por lo menos la suficiente para permanecer inconsciente por largo tiempo, más no creamos que él joven estaba apunto de morir porque de lo contrario ¿ Que sentido tendría todo esto?.

Pasaron pocos segundos antes de que pudiese pronunciar una pequeña pero sincera frase ¨Gracias Por Todo¨ le miro fijamente a los ojos,sintiendo el tacto de sus manos por debajo de su nuca y casi pudo sentir como sus músculos se contraían tal ves y muy seguramente producto de las sensaciones causadas por los golpes y alucinaciones porque casi de inmediato pudo percibir de nuevo aquel ser que momentos antes esperaba que Léa muriese producto de un paro cardíaco o aún peor por la herida mortífera de la bala; más dejemos todo aquello atras porque no ser por la repentina salvación, ni siquiera hubiese tenido fuerzas para ponerse lentamente de pie.

Con un poco de esfuerzo se apoyo sin preguntar en los hombros de la susodicha, para internar ponerse de pie, aunque solo logro levantar un poco el torso para quedar finalmente sentado con las piernas aún recostadas sobre el duro pavimento; La escena... verse de esa manera le hizo sentir tanta impotencia que por un momento juro que se pudo ver una pequeña lagrima caer por su mejilla, más era una persona fuerte. Minutos más tarde aún sentada y en silencio sin mirar de nuevo a la nada con gran esfuerzo logro ponerse de pie aunque un leve calambre recorrió sus piernas que casi se doblegan ante la despiadada gravedad. -Malditas- Murmuro por lo bajo apoyando casi de inmediato una de sus manos contra la pared mientras la otra se dirigía desenfrenada sobre la herida sangrante. Apenas palpando aquel liquido carmesí.Chisto. Se giro mirándole con media sonrisa en el rostro - Gracias de nuevo... ha salvado mi vida; no tengo como agradarse que se haya arriesgado de esa manera por un simple mortal que se encontraba casi moribundo- Era tan sincero, no podía haber mentira alguna y el que se opusiera era un conspirador de aquellos vándalos o tal ves el propio destino egoísta que había perdido una apuesta con su gran sabiduría.

- Mi Nombre es Léa Beausoleil, En...canta-da de conocerle- ¡ Porque tenia que ser siempre tan idílico aun en las peores circunstancias! aunque por un corto hilo de tiempo estuvo a punto de referirse como "él" pero no le conocía, no sabia quién era, más desde ese instante etaria siempre agradecido a la mujer que salvo su vida. Aunque eso no fue lo que llamo su atención; después de mirarla con disimulo noto algo peculiar en sus ropas o tal ves ¿seria en la manera como peleaba? no parecía ser la típica chica parisina, con vestidos de tamaños innecesarios, tampoco llevaba el cabello peinado delicadamente, más eso debió agradarle más porque por primera ves en su vida veía a alguien que tal ves compartía gustos parecidos. - De donde es usted- Era una pregunta u una afirmación, como si no dudara de sus origines parisinos, más nada podía ser incierto en estas circunstancias.
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Mensaje por Gianella Massone Sáb Feb 11, 2012 7:55 am

Aquella persona no se veía nada bien a primera vista, y no era sólo por la cantidad de sangre que emanaba de su cabeza manchando cabellos y ropas, sino que también por aquellas heridas que pudo palpar durante su primera "revisión". Por su aroma la identificó como par te de la raza humana, y eso le hizo hacer una mueca. No tenía regeneración como ella, lo que le hubiera ahorrado más de una complicación, pero le iba a ayudar de todas formas: fuera humana o fuera licántropo, no era propio de la italiana dejar morir a alguien indefenso. No si ella podía hacer algo al respecto.

- No hables - le respondió quizás de forma un poco seca cuando le agradeció, pero era por su bien. No debía gastar su aliento en chácharas que más adelante podría realizar cuando estuviere completamente curada, o al menos no en peligro de muerte como ahora. Le ajustó bien la tela rodeando su cabeza para hacer frente a esa auténtica cascada de sangre que caía de los cabellos rubios, y la mantuvo allí quieta, como debía estarlo. Sin embargo, la víctima tenía otros planes en mente, y ante la incredulidad (y molestia, claro) de Gianella intentó levantarse, pero sólo había quedado sentada. - No puedes moverte como estás ahora, es peligroso. - le regañó y como si hubiera sido una respuesta, vio una lágrima correr solitaria y juguetona por una de las mejillas. Ahora sentía lástima, y controló ese sentimiento con una mordida en el labio inferior. No había tiempo para eso.

Volvió a sentirla moverse, y lo primero que pensó fue en frenarla, pero no estaba segura de qué tanto soportaría un poco de presión con fuerza licantrópica...quizás se rompería otros huesos y adornaría su cuerpo con más hematomas, y peores de los que tenía. La mujer (o el hombre, aún no le reconocía bien) se incorporó sin mirarle, por lo que pensó que era una (o un) malagradecida/o. - ¡Espera! - elevó un poco la voz y casi no alcanza a reaccionar para detener la segura caída de su cuerpo por ese calambre, pero no le pasó nada.- "O es resistente, o es idiota..."- pensó la Loba Milanesa, quien se aguantó darle un golpe a quien hablaba y se presentaba como si se hubieran visto en la calle por primera vez tras chocar sus hombros.- "Parece que es idiota" - concluyó.

- No me servirá de nada tener tus agradecimientos si te mueres desangra..da. -Sí, supuso que era mujer, pero no se iba a preocupar de eso. Realmente tenía una sola prioridad, y le frustraba que no le hicieran caso. - Después tendremos tiempo para charlar, cuando no estés en peligro. - le regañó y la cogió en brazos contra su voluntad. - Ni intentes escapar, porque no te voy a hacer más que llevarte a un lugar en donde pueda curarte. Aunque si quieres que te deje caer en el aire dímelo, yo ya no me hago responsable - resopló irónica y malhumorada por la terquedad ajena y se elevó en un par de saltos a una de las techumbres, dirigiéndose en una travesía rápida hacia una zona alejada del centro de París, en donde sabía que conseguiría todo lo que necesitaba: la Corte de los Milagros.

La puerta de aquella casucha se abrió y un grupo de niños de distintas edades ingresó con el estruendo habitual de esas situaciones. Una señora de unos cincuenta años y de aspecto humilde se acercó a Gianella con rapidez al ver a la persona herida y le pidió que la llevara a una de las habitaciones, dejándola recostada con cuidado. Apenas había una lámpara y una mesita de noche, pero era más que suficiente para lo que iban a hacer. La italiana se recostó en la pared inmediatamente colindante con la ventana y miró inquisitiva a la...¿mujer? - Ella va a terminar de salvar tu vida, - dijo refiriéndose a quien había ido por vendas, agua y medicinas de sus tiempos de enfermera - así que te recomendaría que aproveches de descansar aquí. - Le siguió mirando, y recordó algo que quizás le permitiría mantener a aquella terca persona quieta - Ah, y me llamo Gianella Massone. Provengo de Milán, Italia.
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Mensaje por Invitado Sáb Feb 18, 2012 4:25 pm

“Dolor… ahora solo siento eso… como si mi cuerpo ardiera con una furia infinita e inmediatamente me abrazara en un frio acogedor. Así es, perpetuo, apacible, incoloro, lleno de matices oscuros, he de sentirme cansado, pero más que ello, es la angustia la que parece apropiarse de mí, más mi mente lucha, es terca y soberbia”

Léa apenas reacciono cuando la mujer trato de llevarla a un lugar seguro, donde pudiese curarle, fue por esa misma razón que no se opuso, jamás lo haría, no era su naturaleza y aunque la herida ya habia parado de emanar cantidades considerables de aquel liquido carmesí, no podia sentir demasiado. Solo observaba las ropas de la mujer, con una sonrisa prolongada más no exagerada, es más; podría decir que apenas se podía notar recorrer las finas curvas de sus labios.

-Merci Madamoiselle- Susurro, para terminar cerrando los ojos, no quiso seguir hablando al notar la molestia de la mujer, no temía a que le dejase caer, sabia con una plenitud absurda que ella no le dejaría morir, no después de lo que habia hecho para salvarle, fue por esa misma razón que dejo atrás todos esos aires de terquedad para simplemente concentrarse en sentir la brisa que reposaba sobre su rostro y golpeaba suavemente cada parte de él.

“Mamá… a veces parece que no me quisiera… Porque simplemente no me echa y se olvida de mí, Seria con toda seguridad menos doloroso; tal ves asi no tendría tanta agonía en mi corazón… y seguramente no tendría que tratar de agradarle todo el tiempo. Pero no le culpo; solo yo cargo con ese peso. Con esa miserable cruz…” Recordó las palabras que alguna vez digo siendo tan solo una niña. Aquellas que le quemaron la garganta mientras las pronunciaba, porque amar duele… siempre lo supo y por esa misma razón se volvió cerrada.

DOS HORAS MAS TARDE

Despertó y su mirada se vio casi de inmediato cautivada por el techado del lugar mientras escuchaba el suave sonido de su corazón que parecía dar pequeños choques con los huesos, más aún así era apacible, cautivante y aquel lugar parecía tan… ¿calmado? Más no prestaría atención a ello, poco después una de sus manos se desplazo hasta su cabeza para palpar una venda que le rodeaba por completo.

-Maldita sea- Murmuro para sentarse en la cama, mientras una pequeña entraba a la habitación en compañía de una mujer de edad. Las observo con una forzosa pero sincera sonrisa, mientras pensaba en cuales serian sus siguientes palabras.

La mujer se acerco hasta él, tocando suavemente su mejilla probablemente para cerciorarse de emitir cualquier sospecha de fiebre o quiebre en la tensión, luego le sonrió de una manera en la cual poco se acostumbraba a ser tratado, el silencio cobro vida en el recinto, ninguna voz más que la del aire curioso era escuchada, mientras la encantadora pero celosa luz se escabullía de entre los rincones para alumbrar con ladinos besos sus rostros.

-Estarás bien pequeña, Gianella te ha traído y hemos podido salvarte a tiempo- Confirmo con voz maternal, pero seguidamente se retiro. Más no quedo solo, aún había una pequeña niña de tal ves cinco y seis años que parecía danzar en el aire con un encanto poco común, sus cabellos eran tan negros como el carbón y su mirada tan inocente.

sus miradas se encontraron en un segundo y por un momento sintió desasosiego, tal vez estas condiciones no eran las más apropiadas. Tendría que huir, salir de allí hacia su casa, seguramente su madre estaría preocupada, pero luego al pensar en lo que le deparaba junto a su padre desistió de la idea.
Luego recordó las palabras de Gianella. Así era su nombre y ni siquiera era Francesa, más le había salvado por lo que estaría agradecido eternamente a su merced, más cuando la busco con la mirada no le encontró, por lo que imagino que se había marchado por eso mismo se puso de pie, más noto que llevaba una camisa que no le pertenecía, la suya se encontraba a un lado puesta en un pequeño tronco, con sus demás pertenencias. Se sonrojo cuando al bajar un poco más la vista noto que no llevaba su pantalón, más no se encontró desnudo, pero la idea de pensar que le habían visto sin ropa le atormento casi de inmediato.

-No- golpeo su rostro con la mano, arrastrándola de inmediato hasta la nuca, tomando una onda bocanada de aire. Pero se sentó en la cama nuevamente, observando el suelo, mientras sus cabellos caían sobre las mejillas, tapando la vergüenza que le invadía.
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Mensaje por Gianella Massone Jue Feb 23, 2012 2:59 pm

Aquella niña que no paraba de bailar frente a la cama había sido rescatada por Gianella hace ocho meses. Había sido abandonada por sus padres y vagaba por las calles en búsqueda de algún refugio, o si tenía suerte, conseguir algo de comer. Poco a poco perdía las esperanzas y los deseos de seguir adelante, echando por la borda su sueño de ser bailarina en el Teatro al tiempo que su polvoriento rostro caía al suelo en las afueras de la ciudad, quedando totalmente a merced del despiadado frío reinante en la época invernal. Creyó no volver a despertar, pero lo hizo en la comodidad de un sofá, con ropas nuevas y una manta cubriéndola, además de un ambiente lleno de calidez y cariño liderado por aquella mujer de avanzada edad y la mujer loba que habían estado esperando atentas aquel momento en que la niña preguntase qué había sucedido.

Así mismo estaban la niña y la licántropa, que hace nada había vuelto de un "paseo" consiguiendo una bolsa llena de panes y frutas que la ex enfermera no tardó en convertir en una deliciosa comida para los niños, quienes estaban en su mayoría en aquel comedor disfrutando de la generosidad de la italiana. La ojiazul ahora estaba apoyada de brazos cruzados en una de las paredes de la habitación de la "huésped", analizándole con lo poco que sabía de ella. No emitió palabra alguna, ya que la infante fue la que se le adelantó - ¿Te sientes bien? Puedes quedarte todo lo que quieras aquí, así seríamos amigas. - comentó con su sonrisa de dientes de leche - Gianella nos trae comida y juguetes y nos protege de la gente mala. ¡Es perfecta! - Rió y tras eso la voz de la enfermera y cocinera se escuchó por el pasillo, llamando a la jovencita a comer. El aroma a sopa de pollo recién hecha inundó cada habitación, y una vez que llegó al olfato de las tres féminas fue la más pequeña la que salió corriendo con un "adiós" de por medio, gritando ansiosa y feliz al igual que el grupo de niños al que le tocaba comer en ese "turno".

Y así fue como la habitación volvió a someterse al silencio de sus residentes temporales, aunque éste se rebelara a causa de la italiana.- Jeanne me dijo que te ofreciera sopa, aún queda mucha, aunque también hay pan y frutas si quieres algo más frío. - comentó mirándole sin importarle su aparente postura avergonzada.- Estando aquí, estás bajo nuestro cuidado...y a salvo. Pero no te detendré si quieres que te rompan la cabeza otra vez. - dijo y se acomodó un mechón que le dificultaba la vista azulada, dándole a entender que sería mejor que descansase esa noche y luego desapareciera si así lo deseare, dándole la confianza de que si se quedaba allí nada iba a sucederle. No si estaba ella ahí.

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Mensaje por Invitado Miér Mar 14, 2012 10:41 pm

Miro a la niña marcharse corriendo hacia el corredor, sonrío por solo un segundo tapando todo el tiempo su rostro con sus cabellos más no pudo evitar levantar tan solo un poco la vista para observar a La joven frente a él.

Su respiración se calmo solo un poco... pero aún asi sus manos sudaban con una lentitud desesperante, como si no pudiese parar aquella reacción inconsciente que le hacia sentir una vergüenza más que obvia. Maldita seria su suerte por no saber contenerse, sus ojos se cerraron por un segundo, se abrazo a si mismo, se dio calma y respiro lentamente para que sus pulmones obstruidos pudiesen darle la fuerza que se había cortado bruscamente en un instante y le había dejado mudo.

-Gracias, estaría bien un poco de sopa... y disculpa las molestias- Se puso de pie, caminando lentamente hasta su pantalón, allí tomo sus cigarros que estaban escondidos entre un pañuelo. Siempre hacia lo mismo para evitar que su madre los encontrara, jamás sospecharía, aunque alguna ves le vio fumando, pero era inevitable poder cambiar ese temperamento rebelde de Léa, era inevitable cambiar aquel corazón.

De nuevo observo a la joven, con el ceño fruncido, labios secos y un encanto irónico, así era él, con aire de "Niño Malo".

- Iré a hacer algo y vuelvo- Elevo uno de los cigarros para dejarlo a la vista, pero inmediatamente lo coloco tras una de sus orejas, mientras llevaba otro a su boca y con un movimiento rápido se ponía sus botas de pescar, que llevaba puestas horas antes, una de las ventanas que daba hacia la parte trasera de la casa le ilumino el rostro como si de una revelación se tratase, apenas tenia la camisa puesta pero eso no fue impedimento para evitar salir. Sonrió ladino apenas moviendo un lado del labio, se trepo como un vil acosador por el ventanal, con una pierna apoyada en el ventanal y la otra ya colgando en el aire, se sumergió entre sus fantasías donde era "Él pistolero".

-¡ Vendrás?- Murmuro con cierta euforia reprimida, Pero antes de saltar, se dirigió de nuevo hacia Gianella posándose por su espalda, sus manos se resbalaron por su cintura y sin usar la fuerza la llevo hacia el ventanal. ¿Huir? eso parecía, tal ves porque no estaba acostumbrado a estar rodeado de tantas personas, porque sentir las miradas ajenas le intimidaban y porque sin una razón aparente no quería marcharse solo.

la soltó, no pretendía obligarla a ir, pero en realidad esperaba que lo hiciera, la observo mejor y como era de esperarse encontró que tenia una mirada fascinante, pero ladeo la cabeza ante la idea, pasando su mano por el rostro, arrastrando con el acto algunos cabellos hasta sus labios, resoplo, aun con el tabaco entre los dientes. con la vista en alto. Su típica pose desabrida.
-Ven... Por favor, prometo que luego volveremos a cenar algo... -murmuro cerca a su oído, pero inmediatamente bajo la mirada para evitar seguir con sus delirios si de verle directo continuaba.

El frió se sentía desde la habitación. Siempre fue de esa manera, la oscuridad era superpuesta por su amante; la que golpeaba con fuerza el tejado de madera y recorría cada rincón de la casa hasta treparse por los rincones más deshabitados de la misma.

Salto, no lo penso más y se quedo allí, inmutable. Observándole, a expectativa de sus actos. Con la intensión de bajarla si era necesario, más espero, sentándose en la tierra, con las piernas estiradas, pero un tanto elevadas, el cigarro ya encendido y el humo que escapaba por su nariz.
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Mensaje por Gianella Massone Vie Mar 23, 2012 1:43 pm

La licántropa permaneció callada como si de una estatua se tratase. Parecía estar escuchando las conversaciones que se multiplicaban en la mesa y analizando cada una de ellas, como si estuviera buscando información para hacer un interrogatorio. También parecía disfrutar de los olores que se mezclaban por toda la casa, y escuchar cada sonido del exterior a modo de vigilancia. Pero estaba inmutable. Impenetrable. Extrañamente callada.

Negó con la cabeza ante su disculpa y le vio vestirse, confirmando que su cuerpo era el de una fémina a pesar de la actitud varonil que veía tan similar en su persona, pero que no gastaba tiempo, dinero y pulmones en fumar. Había escuchado siempre que el cigarro servía para relajar, para desestresar; pero para ella el mejor desestresante era el sonido de los huesos romperse por sus puñetazos mientras gritaba. Gratuito y saludable.

¿Quería salir? ¿Con qué cara? Y más bien...¿con qué cuerpo? No es que estuviera menospreciando el brillante trabajo de Jeanne que había dejado a la chica prácticamente rearmada después de todas esas heridas, ¿pero no se estaba sobreexigiendo? Por eso fue que no saltó entusiasmada tras ella, ni tampoco le miró muy bien cuando la llevó al ventanal y luego le habló al oído; ni mucho menos cuando ya estaba fuera, dejando que su sistema respiratorio se desgastara mortalmente con cada calada.

- ¿Qué harás? - preguntó inquisitiva desde la ventana, apoyándose un poco en ella sin saltar, cruzándose de brazos- Supongo que estás consciente de que tu cuerpo no está recuperado al cien por ciento. - Dijo recordándole que ella no era ningún lycan ni cambiaformas que tuviera habilidades de curación acelerada. Supuso que lo sabía perfectamente, simplemente era una rebelde y terca como ella.

Y por eso sonrió.


Última edición por Gianella Massone el Miér Abr 18, 2012 11:58 am, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Dom Abr 08, 2012 9:54 pm

Noto como le miraba desde un principio, con aquel gesto sombrío y fruncido, como si le disgustara sus actos, como si realmente se preocupara por ella... Sonrió ladina, bajando la mirada hacia la tierra, contemplando su textura, tratando de contar cada grano en vano -Tocio audible- Una mano fue a parar a su pecho casi desnudo, mientras sostenía la colilla ya desgastada de aquel tabaco. Pero sus ojos de nuevo quedaron enganchados en los ajenos; fijos, penetrantes, sin demostrarle ningún tipo de debilidad. Aunque en realidad, el dolor le arrullaba como en las noches las cuales duraba horas sin poder dormir y solo el ruido que solían formar las ramas y el borde del ventanal de su cuarto lograban calmar aquella ansiedad perpetua que le dificultaba engañar.

El aire se tornaba por cada segundo más gélido; golpeando con suavidad los rostros, deslizándose descaradamente por sus ropas, sus labios... Sus cabellos donde parecía hacer una danza erótica que formaba figuras onduladas cuál olas de mar y al final golpeaban con fuerza algo que no se puede palpar, que no se puede tocar... pero es un regalo maravilloso que suele permanecer fiel hasta que se decide lo contrario. Un ruido particular llamaba su atención, por ello no hablo en el instante el cuál Gianella lo hizo, se permacio en silencio. Un "Tic Tac" seguido de chillidos metálicos, lograban hacerle entrar en una especie de desequilibrio mental extremo. Ladeo el rostro un par de veces, sin obtener respuestas. -Indignación-.

-No... No te diré si no vienes conmigo. Yo puedo ser muy terca si así lo deseo y se que por tu rostro -Hizo una mueca -No estas muy contenta de que te lleve la contraria, hasta puedo adivinar, que crees que estoy mal de la cabeza y que debería devolverme.A comer, dormir e irme cuando pueda.- Mando la mano directo a su bolsillo sacando otro cigarro, prendiéndolo, mientras sus manos temblaban por la piel congelaba, rojiza ante las células muertas, reseca.-Si quieres venir... Ven. Si te quieres quedar. Es tú decisión, pero seria un verdadera lastima que decidieras el encierro. - Hizo aros de Humos, antes de botar lo que quedaba por la nariz- Pude morir, pero no lo hice, No moriré ahora, Lo se... - Susurro, no porque lo dudara, si no, porque no quería sonar engreída, más claramente se podía notar su seguridad.

Se acerco de nuevo hasta el ventanal, limpiado su mano izquierda con el costado del pantalón, ofreciéndole su mano, aunque era más que lógico que no podría alcanzarla y que ella tampoco estaba en las condiciones para trepar hasta ella y bajarla. Pero si tenía que entrar lo haría, podría ir por la puerta trasera y aparecer gusto tras su espalda, Tomarla por las caderas y tirarla al vació segura de que no le pasaría nada. Pero... ¿Eso seria obligarla?. Si...¡Eso seria obligarla!. Muy considerado de su parte hacer ese comentario. Hacerle entrar en razón... Pero era en vano desperdiciar de esa manera su saliva; Léa, Ese niño era terco, ciego e inconsciente, tal ves debió notarlo desde el primer momento cuando le vio moribundo en el suelo, casi al borde de la muerte, agonizante; Agobiado por la muerte que nunca llego.

-Si no vienes conmigo... Moriré perdida entre la selva -Exagero -o tal vez... Me encuentren de nuevo aquellos hombres y traten de sacarme aquellos gritos que no pudieron... - Inconscientemente le estaba tentando a ir con ella. Sonrió cantarina, tomo una caja de ladrillos y la puso junto a la ventana del primer piso, para subirse y aunque casi cae mareada, supo disimularlo muy bien. - Gianella, sabes... Nadie en mi vida se había preocupado de esa manera, no alguien, desconocido... Ven conmigo al rió, necesito salir de aquí, me siento asfixiada en el encierro... Todos me miran, se que no lo hacen por mal... pero. - Se asomo, tomando la esquina del piso -Estar en un lugar, donde me sienta libre, es lo que necesito ahora, en este preciso instante y tú me inspiras ¨Confianza¨; Tampoco quiero ir sola... Ven o quédate. Solo te dire - apretó la mandíbula, mientras sus cabellos caían por la espalda -No te rogare más.
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Mensaje por Gianella Massone Jue Abr 19, 2012 11:57 am

El silencio de la licántropa fue suficiente respuesta durante toda esa auténtica súplica que llevaba a cabo la joven desde abajo. ¿Por qué le tendía la mano? Seguro pensaba que era una humana común, ya que no había revelado su condición explícitamente a sus ojos. O quizás sí lo sabía y era un acto de caballerosidad esperable de ella, por cierto. De todas formas le daba igual aquello, no necesitaba aquellos gestos; ella no era una "señorita delicada", y no necesitaba dejarlo en claro. Las evidencias estaban a la vista de todos.

El viento sopló otra vez, deshaciendo el silencio por medio del movimiento de las hojas que danzaban a su compás. Ella podía escuchar lo que sucedía en la sala de estar con Jeanne y los niños, pero no era algo que estuviera bajo su total atención en ese momento: los había reemplazado por aquella terca chica. El viento volvió a soplar, pero de forma más candente desde los pulmones de la hija de la luna en forma de suspiro, y le respondió con un tono que podía interpretarse de desgana, desgana por tener que hablar, por tener que explicar algo que podría haberse zanjado por la vía fácil - Todos estamos mal de la cabeza, niña. - Empezó quizás demasiado cortante, sobretodo con ese apelativo al no recordar su nombre de inmediato, o sinceramente sin querer llamarla por aquel - Algunos peor que otros. - Sentía la brisa golpear su espalda, pero su temperatura corporal normal era tan alta que ni siquiera alcanzó para un escalofrío - No me quedaría encerrada sabiendo que la persona que estaba hace tres horas moribunda está dando vueltas por allí en soledad esperando que algún desalmado le rompa la cabeza contra la pared. Y no malinterpretes las cosas - adelantó de inmediato, frenando todo posible pensamiento proveniente del corazón y no de la cabeza de su interlocutora - Mi deber es salvar a la gente, sí. Y tengo que asegurarme de que esa gente quede bien, es como "hacer un buen servicio a la comunidad", ¿entiendes? No voy a dejar que Jeanne te atienda dos veces en cinco horas por irresponsable - Ahí se volteó y la miró con rabia, penetrando en su mirada llena de tabaco con una llena de instinto protector- Jeanne se sacrifica demasiado por todos como para tener que andar tratando a berrinchudas como tú - Y siguió atacándola con todo lo que salía de su áspera lengua y sus filosos colmillos. Alguien tenía que frenarla antes de que incluso ella no alcanzase a salvarla - La terquedad tiene un límite, niña. Tienes que saber cuándo parar, y ese momento es cuando tu vida está en riesgo. ¡Eres joven, mírate! - dijo severa, con un tono de voz cada vez más alto, sintiendo cada vez más coraje ante la impulsividad desmedida que estaba ante sus ojos - ¿Tienes toda una vida por delante y la quieres echar por la borda por querer ir a quizás que cosa al río?--

El viento se detuvo bruscamente, y Gianella también. Su mano derecha se fue a su frente y posó los dedos allí. Respiró profundo, manteniendo los ojos cerrados para que no viera que estaban prontos al cambio de color y de actitud que se veía a medida que los minutos anteriores habían transcurrido - "Cálmate...mantén la calma..." - se decía a sí misma, asegurándose de inhalar y exhalar con tal lentitud que parecía estar caminando en una cuerda floja, y esa metáfora no era tan descabellada cuando se trataba de la cuerda floja de su cordura, la que le provocaba de un segundo a otro estar desgarrando y decapitando sin piedad. Escuchó algunas palabras de ella, preguntándole qué pasaba, pero estaba demasiado concentrada en detenerse; en frenarse a tiempo - No vas a ir sola - dijo aún con la mano en su cabeza que estaba un poco más inclinada que lo normal - Y no dejaré que hagas ninguna estupidez. No voy a cargar tu cadáver a inspirarle lástima a Jeanne para que me perdone por no cuidarte, ¿Te quedó claro, Léa? - terminó diciendo con una pierna apoyada en el borde de la ventana abierta, impulsándose para caer en el suelo con la facilidad de quien baja un escalón. Esas eran de las pocas cosas que le gustaban de la licantropía. Se cruzó de brazos y le miró inquisitiva, pero al mismo tiempo atenta en demasía - Mientras más pronto vayamos, más pronto terminamos. - Dijo y se silenció otra vez. También lo hizo su instinto.
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Mensaje por Invitado Lun Jun 04, 2012 5:35 pm

Cada palabra suya le cruzo como una navaja que corta la carne sin ningún tipo de piedad. Sus ojos fruncidos terminaron inexpresivos en un par de segundos:su mirada agachada, sus labios apretados contra los dientes y apenas con las manos aferradas al pantalón. Verle era comparable con un niño que acaba de ser reprendido.

- Lo siento... No me di cuenta de lo egoísta que puedo llegar a ser en ocasiones... o lo manipulador de mis palabras...- Sonrió forzosamente. Porque en realidad se sentía apenada. Esa actitud madura y salvaje de Gianella le extasiaba en desmedida, por lo que simplemente ignoro su mirada, contemplando la nada; en realidad temía sonrojarse avergonzada.
Tomo los cigarros que quedaban en su bolsillo, dejándolos caer aun lado de su cuerpo y mientras estos se esparcían por la inmaculada tierra salvaje; Dio dos pasos al frente para besar la mejilla ajena y en silencio adentrarse de nuevo hacia la casa de Jeanne.

Tuvo que pisotear su orgullo para pensar no solo en ella.

Camino velozmente hacia la cama, pero antes de dejarse caer sobre el blando colchón; se quedo quieta; llevándose las manos hacia el cuello, que terminaron seguidamente en sus cabellos. ¡Halandolo ferozmente! Al haber huido como cobarde. ¿ Acaso era un crimen dar un gesto de agradecimiento?. No. El problema era pensar en lo ofendida que pudo haberse sentido por acciones inmaduras de la humana. Respiro hondo... tuvo que hacerlo para llenar sus pulmones y que estos enviaran el suficiente oxigeno a sus músculos, como para devolverse y dar la cara.

Cuando volvió a reaccionar ya estaba de nuevo parada frente a la puerta - Un ruido grave, sonó- cuando dio un golpe a su pecho con la palmada, porque sin razón aparente su corazón acelerado le robaba la sangre necesaria para actuar. Cerro los ojos con fuerza, ladeando fuertemente la cabeza, murmurando por lo bajo palabras sin sentido. Tratando de encontrar la disculpa perfecta, pero perdía el tiempo, ni siquiera podía notar los colores que le embriagaban el alma. Confundida estaba ya, por los constantes mareos a los que era sometida por la gracia de la burla.

- Gianella...- murmuro - Se que estas furiosa conmigo y que crees que soy una inmadura que no piensa en la gente... No puedo llevarte la contraria, ni mucho menos decirte que te equivocas, pero no soy "del todo" aquellas palabras que dijiste - Tomo la mano ajena, dando un suave beso en la piel. No le observo mientras actuaba arrepentida y ante su silencio, apretó su mano un par de segundos, dejándola libre de nuevo- Me ire a dormir; descansare esta noche y mañana me iré de aquí. Solo espero no haberte ocasionado grandes ataques de migraña y si soy sincera... - se mordió el labio- Eres encantadora Ma Cherie. Una belleza particular... - confeso ladina- Solo quería ir al rió para estar a solas contigo. No se - levanto los hombros, mientras sus manos tomaban parte de la camisa- Creo que me parecía interesante ver alguien parecido a mí. Pero no tuve en cuenta mi estado o quizás ni siquiera me importo... Perdón. Me iré a dormir - Susurro entre pequeñas risas, pasando por su lado, para adentrarse a la casa- Duerme bien...
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Mensaje por Gianella Massone Jue Jun 14, 2012 11:24 pm

Los segundos siguieron corriendo y la voz fiera hizo lo suyo, guardándose bajo las cadenas de la mesura. La vio y le escuchó disculparse luchando contra sus propias reacciones, parecía que no solían regañarla en casa, si es que tenía, y si es que tenía alguien a su cargo. Egoísta, manipuladora, típico de una niña berrinchuda. ¿Ella era uno de esos? Lo parecía, pero Gianella tenía la desconfianza grabadísima en su cabeza. Los cigarros cayeron como una consecuencia secundaria de la intervención de la loba milanesa pero los ojos azules seguían punzantes cual línea en el semblante ajeno que disfrazaba su frustración con un beso en la mejilla el cual obtuvo respuesta neutra, o más bien no hubo respuesta. Ni bien le pasó para volver a ingresar se volteó levemente a ver de reojo los cabellos halados y los músculos tensos por la bronca. Como era su costumbre no hizo nada al respecto, parecía tener todo calculado. Escuchó el golpe de la palma contra la ropa y el pecho y sonrió ínfimamente aprovechando los ojos cerrados de la otra, de la que volvía con ella insatisfecha por las palabras antes dichas, volviendo a la carga.

No fueron pocas de esas palabras las que dieron vuelva por su cabeza mientras recorría las calles de París acompañada de su capucha cuando Léa había caído presa del sueño, acompañada de la fría noche parisina. Y cuando regresó a la casa por la madrugada, el sutil ruido de la puerta cerrarse fue sucedido por el contraste de la luz al aparecer de golpe. La estaban esperando.

- Jeanne...es tarde, deberías estar durmiendo.
- Mientras no estén todos en casa, no podré dormir tranquila.
- Lo siento...
- ¿Por qué saliste tan temprano, Gianella? ¿Qué sucedió?
- Nada en especial...-Trató de continuar con su explicación, pero la mujer ya le había puesto una mano en el hombro, apretando la zona.
- Es por ella, ¿cierto? -Susurró en plan cómplice y mirando de reojo a la habitación. Eso dejó de piedra a Gianella, sonriendo luego con los ojos cerrados.
- Astuta como un zorro, Jeanne...
- Y tú protectora como un lobo; -Sonrió- anda, ve a descansar, yo me encargo de esto.- Le respondió cogiendo las bolsas contra su voluntad para dejarlas en la cocina.

Gianella le quedó mirando. A pesar de su edad y su condición, no podía hacer nada por detenerla. Esa tenacidad y sacrificio eran los que hacían que fuera una persona tan apreciada para ella, quizás tanto o más que la que había dejado en Auvernia. - Gracias, Jeanne.- susurró mientras se dirigía a la habitación, apoyándose en la pared frontar a la cama para contemplar y vigilar a la humana con una propuesta en mente; pero las semanas sin dormir terminaron por dejarla sentada en el suelo y la cabeza gacha descansando sobre una de sus rodillas, dejando la otra extendida en el piso. De haber podido dormir más horas, aquella tarea que adelantó se habría realizado por la tarde. Pero tenía planes recónditos, muy bien escondidos entre la coraza de piedra que albergaba su corazón rebosante de justicia.
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