AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le vieux rêve [Bast]
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Le vieux rêve [Bast]
La llegada a Paris había sido sin duda un torbellino de sonidos y cambios abismales. Había estado en el país francés años atrás y no había sido en absoluto de ese modo. Ahora, la gente iba y venía, el arte era mostrado en todas sus formas así como los radicales cambios de clases sociales que había en cada esquina. Me asombraban los olores, demasiadas cantidades, sucios y algunos especialmente modestos. Las perfumerías parecían ser la moda de la época y cada mujer iba decorada con pomposos y lustrosos vestidos que le quitaban la belleza de la femineidad que en algún momento me había enamorado perdidamente. Y era hogaño donde agradecía que aquellos deseos hayan desaparecido por completo, la decepción era bastante y aunque prefería no involucrarme con el avance de la tecnología y del estilo; sin dudas era el que menos prefería de todos, se notaba el existencialismo y la banalidad sujeta a los objetos; la espiritualidad y religión comenzaba a convertirse en un simple cartel para el dinero y el matrimonio. Pero me tocaba vivir esa época desde que había despertado de mi letargo hacia casi trecientos años. Actualmente me encontraba en aquella ciudad para cuidar de Amadeo, aquel pequeño niño que parecía haber quedado destrozado ante la ignorancia del que decía ser su ángel. Llegar desde Italia había sido un viaje corto, mas no así menos tedioso y acostumbrarme fue imposible aún con el pasar de los días y noches. Y fueron los sirvientes de la casa en la que me hospedaría por el momento los que me dieron una magnifica información. Según ellos había una plaza, en medio del centro, que siempre estaba atestada de artistas gráficos; pintores, escultores y jóvenes de acrobacias que siempre se reunían sin ningún tipo de formalidad.
Se podría decir que era penoso para un inmortal de mi edad ir a mostrar las técnicas que había aprendido durante demasiados siglos para poder contarlos. Claro que no me consideraba perfecto, no tenía aquel toque que los grandes como Leonardo habían tenido, aquella época del renacimiento que me había hecho literalmente renacer a mí también. Eran períodos de la vida que me gustaba recordar y que por lo pronto me fijaría de hacer reaparecer. Llevaba los utensilios en el maletín que pocas veces sacaba a relucir al público y el caballete con la madera en mis manos. La noche había empezado hacia no demasiado tiempo y la gente seguía paseando con cautela, observando y lanzando algunos céntimos a los pobres que intentaban ganarse la vida con las enseñanzas que habían adquirido. En principio me quedé anonado con la gran cantidad, aunque mis ojos poco lo hacían notar, pues estaban serenos e intactos como siempre. Acomodé mis cosas debajo de uno de los árboles, sobre aquel pasto húmedo debido a las lluvias. El otoño parecía ser interminable, aunque algunas veces temblores de invierno parecían pasearse por el aire. Me senté entonces en el pequeño asiento de madera y sin más comencé. Apunté las pinturas en la paleta y con un pincel fino comencé a trazar lo que parecía la forma irregular de dos ángeles abrazados. De un color claro para ir remarcando lentamente, de adentro hacia fuera. Podía notarse fácilmente que estaba utilizando las técnicas del renacimiento, los cuerpos rechonchos y los contornos difuminados. Estaba de espaldas al público, justo al costado del soporte dejando que solo mis manos taparan la pintura. Y lentamente algunas personas pasaron, miraban, curiosos como si lo que estuviese haciendo no fuese actual y en efectivo lo que no era actual era yo mismo. Pero mi rostro, por el contrario, parecía estar completamente seguro de donde estaba parado, completamente ensimismado en mí mismo y sin alterar en absoluto mi semblante amable y aun así severo. Si había algo con lo que no podía distraerme era eso, viajar en las pinceladas hasta terminar de crear un perfecto cuadro que simbolizara lo que no me era posible por mis expresiones faciales ni aun así verbales.
Se podría decir que era penoso para un inmortal de mi edad ir a mostrar las técnicas que había aprendido durante demasiados siglos para poder contarlos. Claro que no me consideraba perfecto, no tenía aquel toque que los grandes como Leonardo habían tenido, aquella época del renacimiento que me había hecho literalmente renacer a mí también. Eran períodos de la vida que me gustaba recordar y que por lo pronto me fijaría de hacer reaparecer. Llevaba los utensilios en el maletín que pocas veces sacaba a relucir al público y el caballete con la madera en mis manos. La noche había empezado hacia no demasiado tiempo y la gente seguía paseando con cautela, observando y lanzando algunos céntimos a los pobres que intentaban ganarse la vida con las enseñanzas que habían adquirido. En principio me quedé anonado con la gran cantidad, aunque mis ojos poco lo hacían notar, pues estaban serenos e intactos como siempre. Acomodé mis cosas debajo de uno de los árboles, sobre aquel pasto húmedo debido a las lluvias. El otoño parecía ser interminable, aunque algunas veces temblores de invierno parecían pasearse por el aire. Me senté entonces en el pequeño asiento de madera y sin más comencé. Apunté las pinturas en la paleta y con un pincel fino comencé a trazar lo que parecía la forma irregular de dos ángeles abrazados. De un color claro para ir remarcando lentamente, de adentro hacia fuera. Podía notarse fácilmente que estaba utilizando las técnicas del renacimiento, los cuerpos rechonchos y los contornos difuminados. Estaba de espaldas al público, justo al costado del soporte dejando que solo mis manos taparan la pintura. Y lentamente algunas personas pasaron, miraban, curiosos como si lo que estuviese haciendo no fuese actual y en efectivo lo que no era actual era yo mismo. Pero mi rostro, por el contrario, parecía estar completamente seguro de donde estaba parado, completamente ensimismado en mí mismo y sin alterar en absoluto mi semblante amable y aun así severo. Si había algo con lo que no podía distraerme era eso, viajar en las pinceladas hasta terminar de crear un perfecto cuadro que simbolizara lo que no me era posible por mis expresiones faciales ni aun así verbales.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2015
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Re: Le vieux rêve [Bast]
La noche había caído suavemente, mientras yo iba saliendo del Museo de l’Ouvre. La verdad es que no es que yo sea un ciudadano cualquiera de París, porque sé que tengo mis propios secretos así como todos los demás tienen los suyos, pero realmente yo me sentía como un ente completamente extraño entre este mundo y sociedad, mi mente no divaga cosas banales, como lo que es la falta para comer en la semana, los hijos, la pareja, la familia, las amistades, los títulos nobiliarios o el amor. Yo he vivido siempre dentro de un círculo de hechiceros que me vieron nacer y que están esparcidos por todo el mundo, hasta en las más recónditas islas y ciudades que aún no han de ser conquistadas por alguna corona. Vengo de un ambiente distinto al de cualquier ciudadano de cualquier ciudad o país. Mis ojos van estudiando el comportamiento de la naturaleza y mi alrededor a cada instante, estoy lleno de preguntas que quizás aún no tienen sus respuestas, y que quizás aún no puedo hallarlas en este mundo tan terrenal, tan carnal….
…Mi espíritu está lleno de descubrimientos, sensaciones y percepciones, que no se van a encontrar en una persona común y corriente, que no se van a encontrar en lo carnal o terrenal. Mi espíritu solo se alimenta de la magia oculta de este mundo, así como también entre los mundos paralelos. La vida en esta tierra ha sido buena conmigo, porque jamás me han faltado las necesidades básicas que necesitan mi cuerpo y mi humanidad, pero aun así lo que este cuerpo lleva dentro no es más que energía, no es más que espíritu y reflexión. A veces cuando lo material, se hace carne dentro de mí mismo, visito el Museo de l’Ouvre, observo las reliquias del pasado, de lo antiguo, de lo que para muchos entrega dudas existenciales acerca de nuestro origen, del pensamiento, del arte y los sentimientos. Me dedico a observar con cautela todas esas obras que han permanecido intactas con el pasar de los años, e irónicamente visito este museo cuando tengo algunos complejos sensoriales dentro de mí, como cuando tengo desánimo y vibro lento en la tierra.
Saliendo de allí a pasos lentos, me dirigí hasta la Plaza Tertre en donde diariamente se juntan personas a compartir sus aptitudes y obras artísticas de cualquier tipo, ya sean esculturas, pinturas, canto, música o instrumentos. Y todo aquello con plena libertad, la verdad es que nunca he querido mostrar algún tipo de mis obras allí, porque aunque cualquier artista de hoy en día me diría: “-¡Tú estás loco deberías enseñar tus obras!-“… a mi realmente, no me gusta ni me interesa mostrar mi arte. Y si lo hago en la escuela, es simplemente para hacer que en mis alumnos renazca la chispa artística que todos llevamos dentro desde que nacemos, o como lo diría cualquier mortal “el don”. Así que ya que estaba en esta ronda de paseos de mascaradas tristes, decidí visitar aquel lugar…
Llegando allí pude comprobar que la multitud se había engrandecido debido a que la última vez que fui allí, no había tantos expositores como aquella nocturna, disfrazada de delirantes autores que expresan su alma con algún tipo de arte. Observé con paciencia y con mi natural mirada evaluadora de maestro, como es que algunas personas utilizaban sus técnicas y le daban vida propia a sus inspiraciones, vi también a una joven muchacha asistida por lo que podría parecer su padre o su maestro, dibujaba en acuarelas a una dama de blancas texturas de piel, desnuda en lo que parecía ser un campo sembradío alzando una mano para alcanzar una ventana lejana desde la posición de la joven protagonista. Podría ser una sencilla representación de su alma encerrada buscando una salida…. Si, al parecer eso era, su maestro le hizo retocar en sus senos y sus piernas y ella obedeció con tal delicadeza en su trazo, que me pareció un movimiento sublime.
Luego más allá debajo de un árbol, a oscuras reconocí a un ser del cual su aura me demostraba que no era de este mundo, a medida en que mis ligeros pasos avanzaban hasta su escondrijo de artista, lo vi realizando una técnica muy poco conocida por los parisienses en este tiempo, era una técnica antigua de la época del renacimiento, lo supe enseguida debido a que yo tuve que estudiar mucha historia para poder a llegar a ser maestro en la escuela, y así como muchas otras materias. Me quedé entonces, a escasos centímetros observando tal obra, que me pareció arrancada de las páginas de un diario de vida, aquello me produjo una total admiración con respecto al artista y la conexión que ejercía contra su lienzo… un vampiro al parecer entrado en edad, supuse después de ver tales trazos en su obra, y tal técnica, que tiene que ser muy bien enseñada para que un joven de su edad la emplee de esa forma. Continué observando, mientras la presión en la atmósfera a escasos pasos del artista, se me hizo más fría que de costumbre, tales ángeles difuminados en una sola unión pareció estremecerme las entrañas, mientras observaba cada paso que el hombre realizaba con su herramienta cincelada con divinidad….
-Increíble…usted debió de tener a un Gran Maestro de Artes, enseñándole..- pronuncié con la voz serena y neutral que me caracterizaba cuando algo me atraía en demasía…
-…Si me permite decirle, hasta parece una pintura sacada de un libro ilustrado de la antigüedad…- acoté dándole mis graves elogios, cosa que no se las ganaba cualquiera.
Observé al oscuro ser frente a mis ojos, de aura pálida, serena y tranquila. Sus ojos se veían cautivados ante sus propias destrezas sobre aquel lienzo, aunque más que eso pareciese que se viese más atrapado por las figuras de aquellos dos ángeles abrazados, cómo si el ser, dentro de su corazón muerto sintiera un ligero roce de calidez, como si fuese él quien estuviera abrazando al otro ángel… Supuse entonces que se trataba de un trabajo mucho más personal de cualquiera de los que estaban en la plaza exhibiéndose, a aquel ser le interesaría poco que lo elogiaran, o que le dieran un franco por aquella obra, más bien…. Creo que se estaba comunicando con su obra, y con un tercero a través de ésta. Aquella pureza de la virtud artística que el vampiro demostró, y que dudo que alguien más pudiera darse cuenta de esas percepciones, me hizo estremecer el espíritu y la energía que llevo dentro se ecualizó perfectamente logrando un equilibrio y una paz enorme dentro mío… Entonces me quedé sin más palabras, y callé mientras contemplaba las destrezas de un verdadero artista, sobre una obra del alma pura que quizás traía consigo escondidas a través de sus años…
…Mi espíritu está lleno de descubrimientos, sensaciones y percepciones, que no se van a encontrar en una persona común y corriente, que no se van a encontrar en lo carnal o terrenal. Mi espíritu solo se alimenta de la magia oculta de este mundo, así como también entre los mundos paralelos. La vida en esta tierra ha sido buena conmigo, porque jamás me han faltado las necesidades básicas que necesitan mi cuerpo y mi humanidad, pero aun así lo que este cuerpo lleva dentro no es más que energía, no es más que espíritu y reflexión. A veces cuando lo material, se hace carne dentro de mí mismo, visito el Museo de l’Ouvre, observo las reliquias del pasado, de lo antiguo, de lo que para muchos entrega dudas existenciales acerca de nuestro origen, del pensamiento, del arte y los sentimientos. Me dedico a observar con cautela todas esas obras que han permanecido intactas con el pasar de los años, e irónicamente visito este museo cuando tengo algunos complejos sensoriales dentro de mí, como cuando tengo desánimo y vibro lento en la tierra.
Saliendo de allí a pasos lentos, me dirigí hasta la Plaza Tertre en donde diariamente se juntan personas a compartir sus aptitudes y obras artísticas de cualquier tipo, ya sean esculturas, pinturas, canto, música o instrumentos. Y todo aquello con plena libertad, la verdad es que nunca he querido mostrar algún tipo de mis obras allí, porque aunque cualquier artista de hoy en día me diría: “-¡Tú estás loco deberías enseñar tus obras!-“… a mi realmente, no me gusta ni me interesa mostrar mi arte. Y si lo hago en la escuela, es simplemente para hacer que en mis alumnos renazca la chispa artística que todos llevamos dentro desde que nacemos, o como lo diría cualquier mortal “el don”. Así que ya que estaba en esta ronda de paseos de mascaradas tristes, decidí visitar aquel lugar…
Llegando allí pude comprobar que la multitud se había engrandecido debido a que la última vez que fui allí, no había tantos expositores como aquella nocturna, disfrazada de delirantes autores que expresan su alma con algún tipo de arte. Observé con paciencia y con mi natural mirada evaluadora de maestro, como es que algunas personas utilizaban sus técnicas y le daban vida propia a sus inspiraciones, vi también a una joven muchacha asistida por lo que podría parecer su padre o su maestro, dibujaba en acuarelas a una dama de blancas texturas de piel, desnuda en lo que parecía ser un campo sembradío alzando una mano para alcanzar una ventana lejana desde la posición de la joven protagonista. Podría ser una sencilla representación de su alma encerrada buscando una salida…. Si, al parecer eso era, su maestro le hizo retocar en sus senos y sus piernas y ella obedeció con tal delicadeza en su trazo, que me pareció un movimiento sublime.
Luego más allá debajo de un árbol, a oscuras reconocí a un ser del cual su aura me demostraba que no era de este mundo, a medida en que mis ligeros pasos avanzaban hasta su escondrijo de artista, lo vi realizando una técnica muy poco conocida por los parisienses en este tiempo, era una técnica antigua de la época del renacimiento, lo supe enseguida debido a que yo tuve que estudiar mucha historia para poder a llegar a ser maestro en la escuela, y así como muchas otras materias. Me quedé entonces, a escasos centímetros observando tal obra, que me pareció arrancada de las páginas de un diario de vida, aquello me produjo una total admiración con respecto al artista y la conexión que ejercía contra su lienzo… un vampiro al parecer entrado en edad, supuse después de ver tales trazos en su obra, y tal técnica, que tiene que ser muy bien enseñada para que un joven de su edad la emplee de esa forma. Continué observando, mientras la presión en la atmósfera a escasos pasos del artista, se me hizo más fría que de costumbre, tales ángeles difuminados en una sola unión pareció estremecerme las entrañas, mientras observaba cada paso que el hombre realizaba con su herramienta cincelada con divinidad….
-Increíble…usted debió de tener a un Gran Maestro de Artes, enseñándole..- pronuncié con la voz serena y neutral que me caracterizaba cuando algo me atraía en demasía…
-…Si me permite decirle, hasta parece una pintura sacada de un libro ilustrado de la antigüedad…- acoté dándole mis graves elogios, cosa que no se las ganaba cualquiera.
Observé al oscuro ser frente a mis ojos, de aura pálida, serena y tranquila. Sus ojos se veían cautivados ante sus propias destrezas sobre aquel lienzo, aunque más que eso pareciese que se viese más atrapado por las figuras de aquellos dos ángeles abrazados, cómo si el ser, dentro de su corazón muerto sintiera un ligero roce de calidez, como si fuese él quien estuviera abrazando al otro ángel… Supuse entonces que se trataba de un trabajo mucho más personal de cualquiera de los que estaban en la plaza exhibiéndose, a aquel ser le interesaría poco que lo elogiaran, o que le dieran un franco por aquella obra, más bien…. Creo que se estaba comunicando con su obra, y con un tercero a través de ésta. Aquella pureza de la virtud artística que el vampiro demostró, y que dudo que alguien más pudiera darse cuenta de esas percepciones, me hizo estremecer el espíritu y la energía que llevo dentro se ecualizó perfectamente logrando un equilibrio y una paz enorme dentro mío… Entonces me quedé sin más palabras, y callé mientras contemplaba las destrezas de un verdadero artista, sobre una obra del alma pura que quizás traía consigo escondidas a través de sus años…
Erikson Draven- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2015
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Re: Le vieux rêve [Bast]
Mi rostro calmo y centrado se vio vagamente alterado ante unas palabras que venían de aquellos que rara vez se quedaban un poco más de tiempo observando como la escultura de mis dedos se movía, refinando el pincel desde el centro hacía los bordes, dando la sombra y la luz casi al mismo tiempo. Y fue en ese entonces cuando dejé salir una sonrisa a dientes cerrados; pura y completamente curiosa con respecto a lo que inquiría el muchacho de cabellos castaño largos. No pude reconocer demasiado su aura, ya que se mezclaba con la de los demás humanos que estaban allí, en evidencia no era normal, casi tenía la seguridad que me enfrentaba a una persona de la magia. Claro que eso no levantaba ninguna amenaza para mi ser; no me consideraba alguien estrictamente poderoso, pero podía ser rápido, lo suficiente como para no tener que preocuparme por banalidades como tales. Así que sin más, asentí, recordando al “Maestre” que en algún momento había tenido. Fueron muchísimos los años en el renacimiento donde tuve que esforzarme para poder realmente realizar la técnica adecuada, pues nada tenía ella que ver con las de los siglos anteriores. Era nueva y destrozaba por completo todos los parámetros establecidos en la prehistoria. — Agradezco sus palabras, es más que bienvenido a mirar y criticar si así lo deseara. ¿Conoce la técnica que estoy implementando acaso? — Pregunté con sinceridad, mientras me enfocaba en pintar los pequeños bordes de los ojos de los ángeles. Con un pincel sumamente fino y duro, remarcaba las partes que consideraba importantes y era con una brocha limpia que le daba las iluminaciones correctas. Siempre cuidando que se notara aquella perfección en los músculos, remarcando por completo los cabellos abullonados. Después de todo era italiano y cada pizca me recordaba a la sintonía de la verdad de los hombres.
— ¿Así lo cree? Me halagas, hace tiempo en realidad que no me dedico a esta forma de plasmar el óleo. Es anticuada, el rococó está más de moda, pero aún no me he puesto en sintonía con el estilo. — Acepté con paz, en tanto me volteaba. De repente me había encasillado en hablar más de la cuenta, lo cual era realmente extraño para mi persona. Ya casi todos los que habían estado mirando antes se habían ido y noté que era porque la noche había caído lo suficiente como para que muchos terminaran por irse a sus casas. Sonreí entonces al ser que estaba observando curioso, éste me recordaba a algún tipo de felino escurridizo y temerario. Como si tuviese el aura de quien no quiere que se le acerquen más de la cuenta. Claro que yo no era de esa forma y no perturbaría demasiado sus barreras, prefería la soledad física y el acompañamiento en el tiempo y espacio. Las conversaciones siempre me agradaban, a no ser que éstas se vuelvan inquisidoras hacía mi persona y entonces mi reacción se volvía reacia y cauta. Mas era esa una conversación de lo más magnifica para mí. Los parisienses no parecían demasiado interesados en el arte, más si en los bienes y materiales que pudiesen distinguirlos de los demás. Me levanté entonces, dejando con lentitud el pincel sobre la comisura del caballete y me dediqué unos segundos a observar el exterior del muchacho. — Oh, ya veo. Mi primer habla con alguien de la ciudad resulta ser un joven de curiosa vitalidad en la sangre, me da gusto. ¿Añora terminar de ver el óleo pintar? — Consulté tan refinadamente como siempre, para saber si sería mejor terminar aquel retrato de mis sentimientos antes de buscar entablar alguna clase de charla con el joven brujo. Por mi parte estaba más que dispuesto a hacerlo. Cada uno de los lienzos que trazaba, aunque ahora resultaban ser incontables, eran un pedazo de mi alma y de mis sentires del momento. Esa era la única forma de realmente expresarlos, siempre eran castos; aunque dentro se podía reflejar el mal y el dolor, justo en las partes violentadas en negros azabaches o claros de luz cubiertos por sombras rojas, buscando matar toda aquella pureza que por años había insistido en hacer crecer. Era el fondo del renacimiento el que me marcaba en su totalidad, pues se trataba de paisajes de la naturaleza, donde podía desenvolver el daño o prejuicio y el bien que estaban apresados en mi interior. Fue entonces cuando escuché el rechinar de los demás muchachos que habían formado la velada de la noche, éstos comenzaban a acomodarse. — Parece que no es muy segura la ciudad de noche. ¿Sabe por qué? — Con los orbes claros y confundidos me vi pestañeando ante los movimientos bruscos en la lejanía que no terminaban por afectarme.
— ¿Así lo cree? Me halagas, hace tiempo en realidad que no me dedico a esta forma de plasmar el óleo. Es anticuada, el rococó está más de moda, pero aún no me he puesto en sintonía con el estilo. — Acepté con paz, en tanto me volteaba. De repente me había encasillado en hablar más de la cuenta, lo cual era realmente extraño para mi persona. Ya casi todos los que habían estado mirando antes se habían ido y noté que era porque la noche había caído lo suficiente como para que muchos terminaran por irse a sus casas. Sonreí entonces al ser que estaba observando curioso, éste me recordaba a algún tipo de felino escurridizo y temerario. Como si tuviese el aura de quien no quiere que se le acerquen más de la cuenta. Claro que yo no era de esa forma y no perturbaría demasiado sus barreras, prefería la soledad física y el acompañamiento en el tiempo y espacio. Las conversaciones siempre me agradaban, a no ser que éstas se vuelvan inquisidoras hacía mi persona y entonces mi reacción se volvía reacia y cauta. Mas era esa una conversación de lo más magnifica para mí. Los parisienses no parecían demasiado interesados en el arte, más si en los bienes y materiales que pudiesen distinguirlos de los demás. Me levanté entonces, dejando con lentitud el pincel sobre la comisura del caballete y me dediqué unos segundos a observar el exterior del muchacho. — Oh, ya veo. Mi primer habla con alguien de la ciudad resulta ser un joven de curiosa vitalidad en la sangre, me da gusto. ¿Añora terminar de ver el óleo pintar? — Consulté tan refinadamente como siempre, para saber si sería mejor terminar aquel retrato de mis sentimientos antes de buscar entablar alguna clase de charla con el joven brujo. Por mi parte estaba más que dispuesto a hacerlo. Cada uno de los lienzos que trazaba, aunque ahora resultaban ser incontables, eran un pedazo de mi alma y de mis sentires del momento. Esa era la única forma de realmente expresarlos, siempre eran castos; aunque dentro se podía reflejar el mal y el dolor, justo en las partes violentadas en negros azabaches o claros de luz cubiertos por sombras rojas, buscando matar toda aquella pureza que por años había insistido en hacer crecer. Era el fondo del renacimiento el que me marcaba en su totalidad, pues se trataba de paisajes de la naturaleza, donde podía desenvolver el daño o prejuicio y el bien que estaban apresados en mi interior. Fue entonces cuando escuché el rechinar de los demás muchachos que habían formado la velada de la noche, éstos comenzaban a acomodarse. — Parece que no es muy segura la ciudad de noche. ¿Sabe por qué? — Con los orbes claros y confundidos me vi pestañeando ante los movimientos bruscos en la lejanía que no terminaban por afectarme.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/04/2015
Edad : 35
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Re: Le vieux rêve [Bast]
No podía negarme a mí mismo, aunque lo tomara todo de una forma tan tranquila, que seres como éstos eran bastante peligro para un ser humano… ¿Pero acaso…yo era un Humano?… De pronto la mente se me vio nublada, y una mezcla de emociones intrínsecas se despertaron en mi ser… Los delirios y los colores de la naturaleza, que veía en esos momentos, las palabras del vampiro, su aura, mis percepciones, mis sentidos, mi vibración …se vieron un poco desequilibradas tras realizarme aquella pregunta… ¿Acaso yo era humano?... ¿Qué es ser humano? ... ¿Es sufrir, es amar, es estar triste, es avanzar?... Nada de esas cosas parecía tener algo en común con mi forma de ver esta vida puramente terrenal. Mi espíritu estaba tan lejos de aquí que mí alrededor comenzaba a deformarse, de nuevo aquella enfermedad… la enfermedad de las realidades cruzadas, que más que nada eran un proceso tan natural y estigmático en mí que de pronto…
-Disculpe yo… lamento haber interrumpido su concentración, pero debo decirle joven artista que… Sí, conozco esa técnica…no en su totalidad en este preciso momento, pues usted implementa a su vez un toque único e irrepetible en su obra, que no tiene definición…- dije con mi voz neutral, casi como hipnotizado después de ese quiebre total de realidades místicas que desbordaban mi cuerpo material, y en menor grado a mis sentidos.
Observé nuevamente al vampiro, que esbozó en algún momento de nuestra conversación una sonrisa que logré recordar, y que parecía ahora estar incrustada en su rostro por lo cual me hizo esbozar una media sonrisa también, contra toda voluntad. El vampiro tenía una esencia propia que se percibía en el ambiente, en la atmósfera fría de muerte, y que todo este tipo de seres traen como un yugo. He sabido de algunos que la disfrutan, pero también he sabido de otros que han sabido odiarla…. Y los recuerdos de mi antiguo amigo licántropo Lucius volvieron carcomiéndome la piel, poniendo los vellos de mi cuerpo de punta. Una sensación completamente ilusoria, lo sabía, pero tan real como su recuerdo… ¿Cuándo dejaría de ver aquél licántropo de mis letargos profundos en cualquiera de estos Seres Sobrenaturales?... y este vampiro… -No pude terminar de pensar, cuando me acordé de que estaba en frente de aquél hombre-.
-Puede llamarme Bast… Soy profesor de Artes Visuales, aquí en la Escuela de París… mucho gusto, Siempre es grato ver que este tipo de técnicas, aunque para algunos pueden ser arcaicas, para mí son la esencia misma de la historia de todas las pinturas. Y aún mejor si se pueden encontrar desarrollándose en una parte esencial de la ciudad, en dónde todos puedan enterarse de la magia del arte, 'signore.'- intenté decir lo último en la lengua materna del ser oscuro, pues cuando aquél me dirigió la palabra pude disuadir el acento italiano que aún traía incrustado en sus labios, aun cuando hablaba claramente el francés.
Me detuve a mirar nuevamente los trazos detallistas que el vampiro empleó mientras expresaba sus palabras conmigo, hablaba de una forma muy particular como anteriormente dije, el sutil detalle de su acento italiano, pero a su vez había otra cosa… una amabilidad escondida, y aguardando siempre cierta distancia con respecto a mi presencia, mi voz y mi existencia… Algo que me alivió de sobremanera, porque si había algo que no soportaba entre los seres, cualesquiera que sean, era el afán de sobrepasar los límites de la propia privacidad y espacio-tiempo de tu propio ser persona. Al menos yo intentaba siempre no entrometerme en el camino de las otras almas, vivas o muertas. El bullicio se acrecentaba en el aire. Prontamente aquel lugar donde los expositores y sus almas se trasladaban a través de las artes, comenzaba a dejar el lugar… quedando así nada más una ligera aureola de energía que había rodeado la plaza hace unas horas atrás….
-La ciudad palpita de obscuros secretos, joven. Y los parisienses a medida que va pasando este tiempo, se van dando cuenta de alguna de sus atrocidades, de a poco…pero encaminados hacia allá al fin.- contesté al ser oscuro a medida que me sentaba frente a él en una banca cercana, observándole a él y luego a sus ojos clarificados, llenos de gracia y muerte a su vez. Una de las combinaciones más difíciles de encontrar entre los seres que habitan este plano terrenal. En cuanto a lo espiritual, cabe decir de que no hay duda de que así mismo como la esencia de este Vampiro, existen mil y un millón más de espíritus invisibles a la vista de los seres humanos.
Algunos los ven, otros los escuchan pero siempre se presentan de distinta forma, sin alterar el curso de la vida natural de un ser tan ordinario como yo… más era una dulce ironía que yo tenía el poder de percibir esos espíritus rondando vagamente por la tierra, gracias a los antiguos estudios y otros dones, obviamente ejercitados previamente… Aquél vampiro frente a mí, me hizo divagar aquella parte espiritual tan desarrollada en mí en el momento en que veía cada trazo y movimiento de su pincel sobre aquél lienzo…
-Siga usted, mientras haya un ser aquí deleitándose con este arte suyo… tan arcaico y a la vez tan valioso, aun en mis pupilas de profesor…me gustaría aprender y experimentar su técnica… aunque ya contemplándole con atención comienzo a percibirla.- finalicé con apenas una expresión en mi rostro, pero si... una media sonrisa, no hacía daño a nadie...
-Disculpe yo… lamento haber interrumpido su concentración, pero debo decirle joven artista que… Sí, conozco esa técnica…no en su totalidad en este preciso momento, pues usted implementa a su vez un toque único e irrepetible en su obra, que no tiene definición…- dije con mi voz neutral, casi como hipnotizado después de ese quiebre total de realidades místicas que desbordaban mi cuerpo material, y en menor grado a mis sentidos.
Observé nuevamente al vampiro, que esbozó en algún momento de nuestra conversación una sonrisa que logré recordar, y que parecía ahora estar incrustada en su rostro por lo cual me hizo esbozar una media sonrisa también, contra toda voluntad. El vampiro tenía una esencia propia que se percibía en el ambiente, en la atmósfera fría de muerte, y que todo este tipo de seres traen como un yugo. He sabido de algunos que la disfrutan, pero también he sabido de otros que han sabido odiarla…. Y los recuerdos de mi antiguo amigo licántropo Lucius volvieron carcomiéndome la piel, poniendo los vellos de mi cuerpo de punta. Una sensación completamente ilusoria, lo sabía, pero tan real como su recuerdo… ¿Cuándo dejaría de ver aquél licántropo de mis letargos profundos en cualquiera de estos Seres Sobrenaturales?... y este vampiro… -No pude terminar de pensar, cuando me acordé de que estaba en frente de aquél hombre-.
-Puede llamarme Bast… Soy profesor de Artes Visuales, aquí en la Escuela de París… mucho gusto, Siempre es grato ver que este tipo de técnicas, aunque para algunos pueden ser arcaicas, para mí son la esencia misma de la historia de todas las pinturas. Y aún mejor si se pueden encontrar desarrollándose en una parte esencial de la ciudad, en dónde todos puedan enterarse de la magia del arte, 'signore.'- intenté decir lo último en la lengua materna del ser oscuro, pues cuando aquél me dirigió la palabra pude disuadir el acento italiano que aún traía incrustado en sus labios, aun cuando hablaba claramente el francés.
Me detuve a mirar nuevamente los trazos detallistas que el vampiro empleó mientras expresaba sus palabras conmigo, hablaba de una forma muy particular como anteriormente dije, el sutil detalle de su acento italiano, pero a su vez había otra cosa… una amabilidad escondida, y aguardando siempre cierta distancia con respecto a mi presencia, mi voz y mi existencia… Algo que me alivió de sobremanera, porque si había algo que no soportaba entre los seres, cualesquiera que sean, era el afán de sobrepasar los límites de la propia privacidad y espacio-tiempo de tu propio ser persona. Al menos yo intentaba siempre no entrometerme en el camino de las otras almas, vivas o muertas. El bullicio se acrecentaba en el aire. Prontamente aquel lugar donde los expositores y sus almas se trasladaban a través de las artes, comenzaba a dejar el lugar… quedando así nada más una ligera aureola de energía que había rodeado la plaza hace unas horas atrás….
-La ciudad palpita de obscuros secretos, joven. Y los parisienses a medida que va pasando este tiempo, se van dando cuenta de alguna de sus atrocidades, de a poco…pero encaminados hacia allá al fin.- contesté al ser oscuro a medida que me sentaba frente a él en una banca cercana, observándole a él y luego a sus ojos clarificados, llenos de gracia y muerte a su vez. Una de las combinaciones más difíciles de encontrar entre los seres que habitan este plano terrenal. En cuanto a lo espiritual, cabe decir de que no hay duda de que así mismo como la esencia de este Vampiro, existen mil y un millón más de espíritus invisibles a la vista de los seres humanos.
Algunos los ven, otros los escuchan pero siempre se presentan de distinta forma, sin alterar el curso de la vida natural de un ser tan ordinario como yo… más era una dulce ironía que yo tenía el poder de percibir esos espíritus rondando vagamente por la tierra, gracias a los antiguos estudios y otros dones, obviamente ejercitados previamente… Aquél vampiro frente a mí, me hizo divagar aquella parte espiritual tan desarrollada en mí en el momento en que veía cada trazo y movimiento de su pincel sobre aquél lienzo…
-Siga usted, mientras haya un ser aquí deleitándose con este arte suyo… tan arcaico y a la vez tan valioso, aun en mis pupilas de profesor…me gustaría aprender y experimentar su técnica… aunque ya contemplándole con atención comienzo a percibirla.- finalicé con apenas una expresión en mi rostro, pero si... una media sonrisa, no hacía daño a nadie...
Erikson Draven- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2015
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Re: Le vieux rêve [Bast]
Si había algo que no podía dejar de admirar era a los humanos deseosos por el aprendizaje, con la mirada del hambre a saber. Aquel muchacho estaba repleto de esos sentidos tan extravagantes y centrífugos en su aura. Como un remolino que iba en diversos sentidos y formas. Me parecía enteramente adorable y aunque en mi rostro no lo dejaba notar demasiado, era bastante evidente que había logrado captar mi atención para escucharlo con plenitud. Por supuesto, había dejado de pintar cuando la conversación se había notado más extensa, no es como si no pudiese concentrarme en dos cosas al mismo tiempo, mas en ese caso tenía el deseo de enfocarme por completo en solo una de las dos partes. Fuese la pintura o fuese el joven hechicero que parecía vibrar con una frecuencia única. Mis manos estaban posadas sobre mis rodillas con la vista serena hacía él. Me di cuenta entonces que él estaba nadando en diferentes clases de pensamientos, parecían ser profundos y algo irreparables y me pregunté entonces si habría sido por la culpa de mi piel que lo había sometido en esa aglomeración de raciocinios o si sería por mi extravagancia vampírica que probablemente el menor hubiese notado. Era la primera vez en mucho tiempo que me sentía inevitablemente expuesto ante un ser vivo y curiosamente no había temor o aura amenazante que me fuese a intimidar. — ¿Artes visuales? ¿De qué se trata ese tipo de enseñanzas? No me he inmiscuido demasiado en las nuevas formalidades, lo lamento. Oh, sí, ha discernido bien, soy italiano, acabo de llegar a la ciudad hace no más de unos pocos días. Supongo que ya que me ha dicho su nombre… El mío es Venance, Venance Carpaccio. —
Aclaré con soltura, ignorando el hecho de decir qué clase de trabajo hacía, la verdad era que explicar la existencia del instituto pupilo en Venecia era complicado y fuera de rutina. Las clases de pintura, de música e historia solían ser dadas desde mi boca, pero solo en casos especiales, en donde podía contar las cosas incluso en primera persona, para así transmitir los conocimientos más profundos y verdaderos. Aunque claro, ¿para qué explicar algo tan banal como eso a un maestro de la época que sin duda sabía más que yo del arte de regalar ingenio? — ¿Secretos? Me han dicho que el ambiente ha sido cada vez más complicado para los seres diferentes. ¿Ha conocido de cerca esas atrocidades? — Consulté a medida que lo observaba volver a sentarse y al mismo tiempo era mi pincel el cual se levantaba para seguir trazos cortos y simples, sin dedicarme aún a los detalles de aquella zona en concreta. Parecía enfocar mi atención en lustrar los colores de la pintura para luego ir lentamente dando retoques de sombras que hacían la turgencia de las piernas angelicales, regordetas y pálidas, con frutos de perfecta perspectiva, acorde con los tamaños explicados. Y le sonreí con esa misma calma de siempre, en realidad parecía ser una ilusión de sonrisa, pues mi rostro marfilado difícilmente cambiaba de expresión, no era algo en propósito, más bien el pasar de los años había convertido la piel el cerámica dura y sin importar las grandes cantidades de sangre ingeridas comenzaba el testimonio de las estatuas vivientes. Sin embargo estaba lejos de eso, aún había tiempo hasta que mis extremidades se detuvieran. — Parece realmente joven para ser un profesor en la escuela. Supongo que las cosas han ido cambiando; la última vez que pisé estas tierras la guerra estaba matando la tierra, la gente moría de hambre o de enfermedades y solo los más ancianos dejaban pasar sabidurías. No estoy seguro cuándo fue. — Aclaré a medida que el sonido de unos carruajes se escuchaba desde las lejanías, parecía que alguien patrullaba la noche. No contaba con la menor idea de qué es lo que pudiera ser, pero tampoco le di demasiada importancia hasta el momento. — ¿Hay muchos como usted por esta zona? Me encantaría conocer las nuevas edificaciones, aunque no estoy seguro de si estarán abiertas en las horas de mi despertar. — El sonido se iba acercando y me pareció prudente mirar hacia la zona, consultándole así con los ojos si tenía idea de qué se podía tratar. Era demasiado barullo para la noche, incluso si era en la ciudad Parisina.
Aclaré con soltura, ignorando el hecho de decir qué clase de trabajo hacía, la verdad era que explicar la existencia del instituto pupilo en Venecia era complicado y fuera de rutina. Las clases de pintura, de música e historia solían ser dadas desde mi boca, pero solo en casos especiales, en donde podía contar las cosas incluso en primera persona, para así transmitir los conocimientos más profundos y verdaderos. Aunque claro, ¿para qué explicar algo tan banal como eso a un maestro de la época que sin duda sabía más que yo del arte de regalar ingenio? — ¿Secretos? Me han dicho que el ambiente ha sido cada vez más complicado para los seres diferentes. ¿Ha conocido de cerca esas atrocidades? — Consulté a medida que lo observaba volver a sentarse y al mismo tiempo era mi pincel el cual se levantaba para seguir trazos cortos y simples, sin dedicarme aún a los detalles de aquella zona en concreta. Parecía enfocar mi atención en lustrar los colores de la pintura para luego ir lentamente dando retoques de sombras que hacían la turgencia de las piernas angelicales, regordetas y pálidas, con frutos de perfecta perspectiva, acorde con los tamaños explicados. Y le sonreí con esa misma calma de siempre, en realidad parecía ser una ilusión de sonrisa, pues mi rostro marfilado difícilmente cambiaba de expresión, no era algo en propósito, más bien el pasar de los años había convertido la piel el cerámica dura y sin importar las grandes cantidades de sangre ingeridas comenzaba el testimonio de las estatuas vivientes. Sin embargo estaba lejos de eso, aún había tiempo hasta que mis extremidades se detuvieran. — Parece realmente joven para ser un profesor en la escuela. Supongo que las cosas han ido cambiando; la última vez que pisé estas tierras la guerra estaba matando la tierra, la gente moría de hambre o de enfermedades y solo los más ancianos dejaban pasar sabidurías. No estoy seguro cuándo fue. — Aclaré a medida que el sonido de unos carruajes se escuchaba desde las lejanías, parecía que alguien patrullaba la noche. No contaba con la menor idea de qué es lo que pudiera ser, pero tampoco le di demasiada importancia hasta el momento. — ¿Hay muchos como usted por esta zona? Me encantaría conocer las nuevas edificaciones, aunque no estoy seguro de si estarán abiertas en las horas de mi despertar. — El sonido se iba acercando y me pareció prudente mirar hacia la zona, consultándole así con los ojos si tenía idea de qué se podía tratar. Era demasiado barullo para la noche, incluso si era en la ciudad Parisina.
Venance Carpaccio- Vampiro Clase Alta
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