Protección & Sonrisas [JONATHAN]

por **Nadine la Roselle** Jue Ene 12, 2012 3:34 am

El trabajo me había dejado realmente cansada aquel día pero no quería irme a casa, necesitaba salir, dejar de sentirme encarcelada entre cuatro paredes. Tras asearme y ponerme uno de mis vestidos más hermosos, granate con amplia falda y escote marcado pero no excesivo, y peinarme de forma informal, con mi melena rubia cubriendo mi espalda, me di un toque de color a las mejillas y algo de maquillaje que hizo resaltar mis ojos por encima de todo. Salí así a la calle dejando que mis pies fueran los que decidieran mi destino. Compré un cucurucho de garrapiñadas que fui disgustando durante el paseo, disfrutando del dulzor que estas dejaban en mi boca.

Cuando al fin alcé mi mirada me encontré con el gran portón de forja de la entrada del Jardín Botánico y con una sonrisa dulce en mis labios me adentré sin duda alguna en mis pasos. Nunca lo había visitado en horas inadecuadas y se me antojaba experimentar aquella delicia de lugar sin gente a mi alrededor y tan solo iluminado por las pocas farolas que habían sido colocadas estratégicamente en aquel rincón de belleza parisino.

El paquete ya vacía de dulces fue depositado en una de las papeleras del lugar, dejándome las manos demasiado libres, por lo que me senté en un banco de madera algo aislado, cerca de lo que parecía un riachuelo que pasaba por debajo de un pequeño puentecito de madera, y saqué uno de mis cigarros. Lo coloqué como siempre en la boquilla dispuesta a encenderlo cuando recordé que me había dejado las cerillas en el tocador de la habitación. Suspiré con pesadez y me quedé mirando la nada, tan solo respirando de esa soledad que a menudo necesitaba.

Me tensé cuando escuché un sonido a mi lado y giré la cara con rápidez, quedando ante mi un hombre, llevé la mano a mi pecho acelerado por el susto y le sonreí con toda la amabilidad que el momento permitía -Me ha dado un susto de muerte caballero-Admití con cierto rubor en las mejillas.

por **James Mayer Rothschild** Sáb Ene 14, 2012 1:43 am

La noche era tranquila, bastante pues la luna iluminaba con melancolía las calle de parís, la tranquilidad era evidente un ligero viento que soplaba con calma traía consigo al antiguo castillo un delicioso aroma a flores exóticas, provenientes del mas delicioso jardín, era tiempo para que al nuevo residente del castillo saliera a conocer las ser caninas, como habitante de la noche aquel que viví para ella, salió a dar un paseo pues aquel delicioso aroma le llamo la atención.

El camino fue reconfortante lleno de hermosa vegetación que adornaba el andador de hacia la entrada hacia la gran ciudad, con cada paso venia la admiración pues ante los ojos de aquel que avisto grandes ciudades esta cautivo mas su mirada, pues era basta alegre de noche, como misteriosa, ciudad de grandes misterios pero hermosa por ellos, pensaba mientras que aquel aroma lo trajo hacia una enorme entrada hacia el jardín, era ya entrada la noche por lo cual se encontraba con su gran portón cerrado, pero no hay en pedimento alguno para que el entrara, pues se tomo la libertad de entrar, pues era mas que evidente que su deseo por contemplar tan bellas y delicadas flores.

Pasando por la gran entrada adornada con un gran portón siguió hacia las más extrañas y delicadas flores, aquellas que solo florecen por los rayos cautivadores de la luna, perdido en su pensamiento, admirando la belleza de tan rara flor sintió la presencia de alguien mas en jardín, tomo una de aquellas flores blancas como la luna y se dirigió hasta donde se encontraba aquella persona, caminando hacia ella noto que era un joven de cabellos rubios tan bellos como los rayos del sol, extraño ver a alguien con tan bella presencia a esas horas, se acercó lo suficiente para llamar la atención de tan bella dama.

-disculpe por asustarla, no era esa mi intención de asustar a tan bella flor de la noche, le pido me disculpe soy Jonathan Rhys Meyers y como prueba de mi arrepentimiento tome esta bella flor, que como usted es bella, pero misteriosa.

por **Nadine la Roselle** Sáb Ene 14, 2012 4:24 pm

Ya de pie, estiré una mano hacia el hombre cuando noté que sus intenciones no habían sido en absoluto mal intencionadas. Asentí al escuchar su nombre y le sonreí para presentarme -Nadine la Roselle, un placer conocerle caballero- cuando se inclinó para recoger mis dedos y depositar un beso suave en el dorso de mi mano no pude evitar un escalofrío por el frío que cubría su piel como si de escarcha se tratara. No era una sensación desconocida para mí, pues había compartido lecho con más de uno como él, más de un vampiro. Eran inconfundibles, no solo por su piel gélida y perfecta, como si de estatuas de mármol se trataran; sino por su belleza. Cada uno tenía un toque elegante en el porte y unos rasgos armoniosos que hacían suspirar a los mortales de pura envidia y deseo. Expulsé cada uno de mis pensamientos sobre el tema de mi mente para poder centrarme en las presentaciones y en el hombre que tendía gentilmente una preciosa flor hacia mi, que recogí con una de mis manos -Muchas gracias, pero no era necesario- el hecho de estar sola con él sin saber realmente que estaba buscando para haber llegado a mi lado me hacían estar inquieta, algo que camuflé con una sonrisa dulce llevando la flor sobre mis labios y acercándola a la nariz, aspirando así su aroma embriagador.

Me fijé con más detenimiento en su rostro, dejando mis ojos color miel posados en los suyos pudiendo casi perderme en ellos, de un azul perfecto que como su piel, eran deliciosamente fríos. A pesar de toda esa apariencia de dureza me pareció entrever algo de calidez en su sonrisa al darse cuenta de que le estaba “examinando”. Mis mejillas se tiñeron de un tono rojizo por la vergüenza de ese momento en el que había sido descubierta. -Disculpe si se ha sentido ofendido por mi mirada. Hacía mucho tiempo que no me encontraba con un… con alguien como usted- no me gustaba etiquetar a las personas, asi que llamarle vampiro, aunque lo fuera, me parecía estar fuera de lugar.

Miré a ambos lados y subí por simple acto reflejo, mi abrigo de nuevo hasta cubrir perfectamente mi cuello aislándolo del fío y por qué no de sus posibles hambrientos colmillos. No había nadie, estábamos solos por lo que educadamente sugerí un paseo hacía la salida del Jardín Botánico. Realmente la escasa luz y la nocturnidad hacían que las flores apenas desplegaran sus encantos ante nosotros. Coloqué mi brazo sobre el suyo cuando este me le ofreció para caminar juntos hacia un destino todavía incierto.

“¿Sería otro cliente más? Esperaba que no, el cansancio se dejaba notar en mi cuerpo. ¿Sería un futuro amigo? Nada me gustaría más que poder contar con un hombre que me viera como algo que no fuera placer, por muy utópico que pudiera sonar para una cortesana. ¿O acaso sería su cena de aquella noche? Nada estaba escrito y todo se vería en el transcurrir de la noche” Todo pasaba fugazmente por mi mente a medida que mis pasos se acompasaban con los de Jonathan, ignorante por completo de lo que poblaba la mente de él.

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