¤Sonrisas sigilosas¤ -Privado-

por **Darío Ciancimino** Vie Ago 22, 2014 1:20 am

" El que nace para ser
ahorcado nunca morirá ahogado."

Thomas Fuller

Los rayos del atardecer filtraban las cortinas decorativas que cubrían ese par de ventanas de la habitación, tornándola de esos típicos colores del crepúsculo, aquella era una de las que había acondicionado en la mansión Rosatto para el, ya que su compañera sentimental no se sentía cómoda aún compartiendo a su lado, la eufonía de la música clásica le acompañaba mientras se relajaba tomando un vaso de whisky. El sonido del liquido mientras llenaba aquel vaso hacia resonar los hielos chocando entre sí, recargándose más en su sofá dejó la botella encima del escritorio, un suspiro libre mientras levanta el vaso de alcohol le permite ver el líquido, seguido de esto volvió a beber colocando el mismo luego encima de dicho escritorio para prepararse y salir de allí.

La suerte está definida como: “El encadenamiento de sucesos considerado fortuito o casual”, y de alguna forma, los acontecimientos de ese día fácilmente podía ser clasificado como favorables o no, para cualquier persona, incluso para Darío quien se dirigía a tratar de concluir algo que en su inicio había quedado inconcluso; saliendo de la mansión se dirige caminando como acostumbraba siempre al sitio donde se vería con ella, donde le había citado la joven que le tenía así de distraído… Llegando notó como la luz que iluminaba desde el techo con una lámpara moderna, hacia relucir con brillo difuminado aquella entrada, que invitaba a pasar a todo aquel que la viera. Entrando al mismo logra divisar todo lo que acontecía en su interior –No entiendo porque este sitio, será qué pensaba que le haría daño al verle? Que temor el suyo!- Renegó dejando salir un suspiro con su sonrisa típica.

Buscando un lugar donde sentarse logra ver a una meretriz intentando seducir a un empresario mientras este ni corto ni perezoso le manoseaba sin parar, caminando hacia ella logra colocarse a su lado -Il sesso uccide, ¿Ti va di morire felice?- Susurrando al oído ajeno de la pelirroja, mientras deslizaba su mano derecha entre las caderas ajenas y con una sonrisa ladina finalizaba en acento italiano. Aquella pelirroja solo mostró una sonrisa pícara, ante la propuesta indecente que le hacia Darío, aunque solo la miraba como un juguete más de la noche, le daba igual lo que aquella chica respondiera. Retiro su mano de ella y lanzo un par de monedas al suelo dándole la espalda –Recoge tu dignidad allí!- Exclamo caminando hacia una mesa vacía. Ya sentado observo la barra de bebidas, una barra moderna en tono negro y blanco, con luces que iluminaban la variedad de botellas que reposaban, deseaba ir pero su cita llegaría de inmediato y no quería estarse cambiando de sitio al estar ya sentado en esa barra.

-Señorita podría traerme la carta por favor-

Sonríe con picardía llamando a una de las mesoneras del lugar.

-De inmediato señor!-

Replica afirmativamente la joven yendo a buscar lo solicitado para entregárselo.

Entregándole el menú de una vez solo le solicitó un Blue Monday como trago, mientras esperaba por su bebida, giró en su banca para observar a la señorita que se encontraba tocando en el piano, Había comenzado a tocar la primera pieza de una sonata realmente excepcional, sonriendo ante tan divina composición se dedico a escucharle mientras esperaba a la joven que le acompañaría. Cuando su trago estuvo listo, la mesonera le coloca la copa cerca de él, y probando la bebida sonríe, era justamente lo que necesitaba, ese sabor seco y suave, pero a la vez atractivo. Repentinamente siente como alguien se aproxima hacia él, sabía que era ella, sin dejar de sonreír se voltea observándole.

-Te sientas?- Levantándose de su asiento toma la silla y le coloca hacia atrás para permitir que la joven se siente en la misma, sin dejar de verle y sonreír

por **Elene Rossato** Jue Ago 28, 2014 10:40 pm

La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre.
Friedrich Nietzsche

Cerró los ojos sin saber qué hacer. La noche caía y sabía claramente que su llegada a Paris estaba tan pronta que, los pocos días fuera de su aposento le habían quedado cortos para despejarse de todo el infierno que en la mansión la cual por tantos años sus padres con trabajo construyeron a ahora se dirigía bajo el mando de un vampiro del conocía poco o nada. Dejó salir un suspiro y se apoyó un poco más en el cristal del carruaje, a veces el empedrado de la carretera era malcriado y le hacía sentir mal. Quería solo llegar a su casa, darse un enorme y largo baño bajo las velas aromáticas de vainilla que tanto adoraba y la espuma rosa que había comprado en Marseille y dejarse hundir en aquel mar que aunque por más que nadase no podría llegar a ninguna otra orilla que no fuera donde estaría su futuro esposo. Había pactado bajo su palabra que volvería y se verían para dar a conocer a París de manera más tranquila su relación de unos pocos días. Aunque en el consorcio parisino no estaba acostumbrado tener noviazgos de larga duración que culminaran en matrimonio lo de ella había nacido un día y muerto al otro.

Por alguna razón tanto como a él y ella les convenía guardar la apariencia aunque la sociedad siempre encontraría carne para cortar y comerla. Por supuesto que querrían aparentar. Todo esto se vería normal si todo hubiera sido arreglado, que de cierto modo lo era pero esperarlo de una huérfana sin familia era algo difícil de creer y pese a la edad que iba avanzando, en la mente de Elene no se figuraba casarse sin amor y justamente eso era lo que pasaba. Los aires de molestia y renuencia, de pelea por su libertad se habían borrado, solo quedaba una gastada sonrisa de resignación ante lo inevitable. Tenía que aprender a someterse al yugo de un marido que jamás pidió y que por obra del destino estaba condenada a compartir, ahora sí se sentía parte entera de la aristocracia, vendida por su familia y desposada por un desconocido sobrenatural. Enderezó la espalda un poco aunque la carga era más interina que cualquier cosa, no podría romper las cadenas por más que quisiera además de que había llorado lo suficiente como para mostrarse débil, sería un cajón vacío delante de cualquiera porque no le llenaba de sabor la amargura de aquel contrato.

Había desquitado sus penas como mejor sabía hacer, comprar compulsivamente hasta que se daba cuenta que ya o había ni un espacio vacío para guardar más. Y no es que estuviera subestimando a Darío, incluso no se dirigían ni la palabra cuando ambos congeniaban en el mismo espacio físico, a veces creía que sólo hacía por fastidiarle la existencia, después perdió el interés por descubrirlo. Recordó el pacto que había hecho antes de irse con él a lo que accedió siendo su persona el primero de ser visto por ella pero claro no podía quedarse con la espina así que había pedido cenar en uno de los restaurantes más llamativos del centro de la ciudad, uno que sin duda ayudaría a lo que ambos necesitaban. El cochero abrió la ventanilla comunicándole que ya habían ingresado a París y soltó un poco de aire mirándose el vestido amarillo pálido y dejando que una de las criadas le retocara el maquillaje cosa que no entendía, no quería que le viera apetecible pero como mujer no podía bajarse si hacerle saber que era alguien que merecía de su presencia, esas cosas que inculcan en cualquier sociedad sometida a los pantalones de un hombre.

—¿Bien?- alzó la ceja terminándose de arreglar el cabello y la moza aplaudió con revuelo —Va a dejarlo con la boca abierta, mademoiselle- sonrió la mujer emocionada y ella solo se limitó a una sonrisa de lado justo cuando se detuvo el cochero y dio un respiro más profundos que los anteriores, por alguna razón su corazón comenzó a acelerarse como si fuese emoción. ¿Eso era emoción? Imposible. Se negó a la idea caminando hasta la puerta, solo había pasado una semana.

La luz era perfecta y claro, el ambiente también así que pidió al mesero que le llevase hasta donde estaba su cita y él inmediatamente hizo perfectamente su trabajo. Se detuvo a saludar a una que otra personalidad conocida justo cuando le divisó y tragó un poco viendo cómo se colocaba de pie a lo que mordió su lengua por dentro y se acercó a su rostro a abrazarle con algo de afecto fingido y besó su mejilla con una gran sonrisa. —Por supuesto que sí tomaré asiento, querido- sentándose le vio el rostro y noto esa personalidad que llamaría la atención de cualquiera —¿Cómo has estado?- alzó la ceja y miró la copa de bebida —No podría faltar- ironizó un poco para sí misma pues detestaba el olor a alcohol y se fijó completamente en él, radiaba cierto aire de victoria que le ponía mal. —Quisiera un vaso con agua. Estoy exhausta- miró a una mujer con ropa barata mirarle de mala manera que se sentía ofendida y ladeó el rostro —En otros tiempos había un poco más de respeto por la clase- le señaló a él con la vista —Me mira como si quisiera lanzarse encima de mí.- miró los ojos del vampiro y esa amplia sonrisa que le parecía algo extraña como si le fuese a revelar alguna diablura.

por **Darío Ciancimino** Dom Ago 31, 2014 9:11 pm

" Nos vemos a nosotros mismos como seres reales
pero quizá somos nuestros propios
y engañosos espejismo."

Alessa Dolina

La felicidad que sentía por su llegada era algo que no podía ocultar, pero si adornar con su típica sonrisa endemoniada; escuchando todo lo que le decía sobre la joven mujer que le observaba, no hace más que rodar sus ojos, quizás por envidia pensaba él –No es fácil ser la pareja de un hombre tan pretendido y de tan suprema elegancia como yo- Luego de que su acompañante tomase asiento, se sitúa al frente suyo sentándose y llamando a una de las camareras con un chasquido de dedo, espera a que se aproximase para pedirle dos vasos de agua con premura. Observando la mirada extrañada de la joven no hace más que sonreír como siempre y le responde –Esta vez intentaré hacer que estés lo más confortable posible, por lo general sueles frecuentar lugares menos concurridos para comer, ¿Será que le tienes un poco de miedo a tu prometido?-

En menos de un minuto regresa la misma camarera trayéndoles los vasos con agua, colocando uno al frente de Elene y otro al frente suyo. -¿Desean algo más?- Pregunta viéndole a ambos –Descuida, ya te llamaremos cuando realmente deseemos ordenar- Responde Darío sin inmutarse, no hacía más que observar los ojos de su acompañante. La joven trabajadora se retira dejándoles solos y una sonrisa se dibuja en el rostro del vampiro mientras negaba con la cabeza –Deja de observarle de una vez, no caigas en su juego ni en sus provocaciones- Indicó haciendo referencia a la mujer que desde un inicio había dicho que le observaba de mala manera.

Terminando de beberse el vaso de alcohol que tenía lo hace a un lado y susurrándole despacio dice –Es el ultimo, descuida!– Sin dejar de verle se acomoda en su asiento, el parloteo a su alrededor le causaba cierta molestia, en realidad deseaba estar con ella en un sitio mucho más tranquilo que ese, pero su insistencia en que se vieran en un lugar completamente concurrido le llevo a aceptarlo, ello y su deseo de cumplirle y hacerle sentirse agradable a su lado; sin importar la malicia de Darío y su imagen de prepotente y creído que se había forjado en el, últimamente ha podido ser moldeado al gusto de la joven tanto así que cada petición que esta le hacía a pesar de ser discutida por él un par de veces siempre terminaba concediéndole todo lo que ella deseaba.

-He estado bien, han sucedido uno que otros problemas con los negocios de tu familia, pero los he podido resolver todos en su cabalidad- Tomando un sorbo de agua cierra los ojos tragando con un poco de dificultad, hacía ya mucho tiempo que no tomaba algo más que solo el alcohol que estaba acostumbrado a beber –Está un poco fría- Musitó mientras colocaba de regreso el vaso en la mesa. –Parece ser que la noticia de que ahora soy yo quien se encarga de la administración de los negocios del viejo Rossat… Digo, de tus negocios, han causado revuelo en tus competidores, y en los viejos enemigos de tu tío- Sonrío mientras negaba con la cabeza –Pero descuida, así como todo ese revuelo empezó a crear problemas, los mismos se fueron mitigando hasta desaparecer por completo-

Acomodando un poco su traje le mira dubitativo –Pensé que durarías mucho más en tu viaje, tenía pensado organizar algo para tu regreso, pero me tomaste de imprevisto- Llamando a la mesera le pide que le traiga lo que había ordenado en un comienzo, observando la mirada atónita de Elene solo se limito a sonreír levantando sus hombros –Es lo menos que podía hacer ante la sorpresa de tu llegada-

-Aquí tiene joven dama-

Acercándose la mesera a ellos le coloca al frente de la joven un plato con un pequeño pastel y un hermoso arreglo de flores a su lado –Espero que le guste señorita, su prometido lo preparo el día de ayer aquí en nuestras instalaciones y nos pidió que se lo guardáramos para entregárselo a su llegada-

Observando espera su reacción, era la primera vez que hacía algo así por alguien y no deseaba terminar mal, su figura autoritaria, y prepotente se venía hacia abajo con cada uno de los cambios que había adoptado por el querer hacerle sentir mejor, pero sin embargo, siempre trataba de ocultar esto con uno que otro comentario sacado de lugar –No es mucho, pero si hubieses avisado responsablemente con anticipación que regresabas antes de lo esperado hubiera sido mejor- Terminando de tomarse el vaso de agua voltea hacia un lado a la espera de su respuesta.

por **Elene Rossato** Lun Sep 08, 2014 12:21 pm

Miró con cuidado su alrededor, el lugar estaba demasiado lleno y quizás como había dejado de asistir por una semana a los eventos que realizaban sus amigos logró alarmar a la concurrencia con su repentina desaparición lo que los ojos de muchos estaban encima de ambos. No gustaba de ser el centro de atención tanto tiempo. Las mujeres gustan de atención siempre pero eran como dagas que se clavaban en su espalda, seguro estarían hablando de ambos, justo lo que quería ¿no? Que todos conocieran a su perfecto prometido con el ego del tamaño de la torre Eiffel. Cerró los ojos sintiéndose mareada por el viaje y detuvo su cabeza sonriendo un poco a su comentario, sí que era un ególatra. Se evitó rodar los ojos porque ya se había repetido cientos de veces en el carruaje que no iba a discutir, hoy sería una hermosa muñeca de sala, callada, educada y obediente a su amante. Sonriendo por cortesía asintió a sus palabras con cierto fuego en la boca de su estómago. ¿Quién merecía a quién? Trato de fingir una vez más felicidad, era su única oportunidad de que todos se dieran cuenta que era una mujer común y corriente con un hombre al que amaba desde hace menos de dos meses y no era sarcasmo.

—Y no se te olvide añadir lo modesto que eres, Darío- miró sus ojos algo desafiante y negó —Gracias por considerarme- pensó dentro de sí misma que si realmente quería hacerle ver cómoda no le estuviera obligando a consumar ese contrato —Realmente estoy cansada, han sido muchas horas de camino, hubiese preferido un baño y la cama- abrió los ojos con sorpresa, no era que se lo imaginaba con él o que eso era lo que quería entender a dar por lo que bajó la vista hacia el mantel escondiendo algún tipo de rubor en sus mejillas y exhaló. —Sabes las razones por las que estamos aquí- un fuerte golpe azotó su pecho —Me agrada este lugar, solo que no hoy. No me veo como debería- recordó las palabras de la empleada ‘’Va a dejarlo con la boca abierta’’ y frunció el ceño —Debemos lucir felices ¿recuerdas?- miró a la camarera que se acercaba a pedir su orden y un nudo se le hizo en la garganta, no se acostumbraba y menos con los ojos de la trabajadora del sexo puñaleándole en repetidas ocasiones ¿cuál era su problema?

—No me compares- murmuró rápidamente —Ni siquiera puedo voltear a verle porque me causa esgrima- alzó la ceja enderezándose en el asiento y tomando de su mano en un impulso que ni ella misma creyó, no le consideraba competencia suficiente, ella sabía lo que valía y una distancia abismal estaba entre ambas. Separó su mano de la ajena justo cuando se dio cuenta pero agradeció algo sorprendida aunque poco creía que fuese capaz de dejar de tomar alcohol, tenía un concepto de él que costaría sacarlo de su cabeza por un buen tiempo, él amaba las bebidas así como el mismo para su sorpresa él había pedido una vaso con agua también y estaba bebiendo como si fuera aquel líquido ámbar con hielo. Apreció aquel gesto y sonrió con más naturalidad, se olvidó con del plan de fingir. Alzando ambas cejas le miró —Creo que te caerá mal- señaló con la vista el vaso con agua y ocultó con su mano la sonrisa que fue borrada casi al instante. —¿Problemas?- escuchó con atención todo lo que tenía que decirle y asintió algo intranquila, son cosas que ella debería de estar resolviendo pero ni siquiera tenía idea de cómo —Lo siento mucho- su cara de aflicción era poco —Sé que tienes capacidad para destrozarlos a todos- hablaba en el ámbito empresarial, aunque por su condición también podría hacerlo con sus vidas ¿Cuáles serían los límites del vampiro?

Se quedó un rato perdida en sus pensamientos y cómo había terminado cayendo en todo esto cuando la voz de la mesera le hizo volver a la mesa y se quedó observándole a ella y luego a él. —¿Una sorpresa?- sonrió con cierta extrañez plasmada en su cara. Su corazón estaba algo acelerado y notó el hermoso y pequeño postre de vainilla y caramelo, sonrió de lado pero fueron las flores las que le dejaron algo corta de respiración. —Darío…- susurró tomándolas entre sus dedos oliéndolas unos segundos perdiéndose en su perfume —Son hermosas- admiró el suave color de esas rosas blancas —No tenías que molestarte- colocó en su regazo las flores y le miró fijamente cuando observó un vestido azul chillante detrás de la figura de él y levantó la vista hasta el rostro de quien se acercó, frunció el ceño al ver la sonrisa de la cortesana que abrazaba al vampiro susurrándole algo al oído mientras su vista estaba fijamente en ella. Una especie de rabia comenzó a nacerle en las entrañas ¿cómo se atrevía? Golpeó con cierta molestia la mesa mirando a su alrededor y luego a ella —¡Quita tus manos de encima!- gritó con molestia apartando la silla colocándose de pie. —Si lo que deseas es dinero…- miró el rostro de él y se sintió avergonzada por su actitud tomando asiento de nuevo cortó un trozo del pastelillo y se lo llevó a la boca cruzándose de brazos sin querer oír ni una sola palabra cuando en el plato un destello brillante parecía robar su atención pero parecía no darse cuenta de él.

por **Darío Ciancimino** Sáb Sep 20, 2014 5:04 pm

" Los que sueñan de día son conscientes
de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche."

Edgar Allan Poe

Era de adivinarse que serían el centro de atención en el lugar por cualquier razón que fuese, Darío se caracterizaba por hacerse notar a donde llegara inclusive sin quererlo así, eso era por la parte de vampiro, pero Elene, se sabe que ella y su cuantiosa fortuna era envidiada por muchos, todo el mundo le conocía por sus negocios, y quienes no, pues sabían de el apellido Rossato por la fama que le había forjado su tío. Esta condición era lo que le hacía preguntarse a Darío el porqué del lugar para reunirse, aún seguía justificándola como temor hacia él, tal vez pensaría que tras su regreso le haría algo que le dañaría, fuese cual fuera la razón él no quería adivinarla ni entrar dentro de su mente para descubrirla. Sonríe al escucharle afirmar que él sabía cuál era la razón por la cual estaban allí. –No la sé, pero puedo imaginarla- Mirándole un poco cansada solo deseaba que todo lo que había preparado para ella pudiera terminarse y así con ello poder regresar a la mansión, ya que el al igual que la joven también se encontraba un poco cansado, llevaba varias semanas sin dormir, aunque no lo aparentaba en el rostro.

Darío a pesar de ser un individuo ajeno a las costumbres de la sociedad procuraba mantener su apariencia a como diera lugar, ahora era la imagen encargada de los negocios de la familia de los Rossato, o bien de la familia Rossato, porque Elene era la única que quedaba de ellos. Pero ahora que pronto se unirían en matrimonio vendría formando parte de ese apellido, de esa familia también, esa condicionante aunada al hecho de ser quien manejaba todos sus negocios requería que mantuviese una apariencia lucida y no tan sombría como estaba acostumbrado a siempre tenerla.

Escuchando como replicaba a todo lo que este le decía acerca que no cayera en los juegos y provocaciones de la mujer se limita a tomar de su vaso con agua –No hace falta entrar en tu mente para saber que la tienes en la mente en estos momentos- Colocando nuevamente su vaso en la mesa suelta una ligera risa y mira hacia un costado para luego proseguir –No me caerá mal el agua, descuida- Tomando otro sorbo con más naturalidad –¿Ves?- Sonríe notando luego la seriedad y la aflicción con la que afirmaba el hecho de que podía destrozarlos a todos en cuanto a lo empresarial –Tienes razón, descuida, aunque no solo en lo empresarial suelo ser así- Guiñando un ojo sonríe.

Parte de los preparativos ya se encontraban en la mesa, y con ello la cara de sorpresa de la joven se agregaba como plus a ello, Darío sonrío al verle, no era para más, esperaba felicidad en su prometida con lo que hacía, estaba decidido a hacer que ya no le viese de mala manera, sabía que el hecho de irrumpir a su vida de esa forma le había afectado emocionalmente de manera negativa, y esto no es lo que había querido buscar con ello. Toda la situación tenía su origen en aquella primera noche en la cual se habían visto, desde ese instante la joven había resultado de enorme interés para él. Lo del contrato firmado con el viejo Rossato había llegado como anillo al dedo para Darío, sabía que podía aprovecharlo, pero todo indicaba que lo había hecho de la mala manera.

Sonríe viéndole, cuando de repente siente como unos brazos ajenos le rodean en su cuello, volteando su mirada se daba cuenta de la presencia de la meretriz de hace un momento quien susurrándole al oído que pagaría por el momento bochornoso que le hizo pasar al momento de su llegada creaba descontrol en el sitio, y al parecer no estaba equivocada, porque de manera inmediata como por inercia Elene manifiesta su molestia y termina haciéndose notar por todos con los reclamos que le hacía a la joven cortesana, mientras que esta solo sonreía y se retiraba del lugar como si nada hubiese sucedido.

Observando la cara de su prometida notaba cierta vergüenza en su rostro, este no sabía si sonreír al notar que realmente la joven sentía que Darío le pertenecía sentimentalmente, o sentir rabia y molestia con la cortesana. Sabía que no podía hacer nada en contra de ella porque se encontraban en un lugar público, pero de algo si estaba seguro, esta sería su próxima víctima, hacía muchos años que Darío no probaba sangre humana, pero cuando se trataba de una venganza, el restaba importancia a lo que fuese. Tras el momento logra percatarse del destello del anillo que se encontraba en el plato de pastelillo que se comía Elene, negando con la cabeza se lleva una mano a su rostro negando para sí mismo, había dicho que lo quería dentro de la copa de champagne que le servirían a ella, por esa razón era que había preparado todo lo comestible, incluyendo el pequeño pastel para ella. –Elene- Dijo intentando detenerle un momento dirigiendo su vista hacia su plato y luego hacia un costado para que ella lo viera sin que supiera que este le estaba guiando a ello.

por **Elene Rossato** Vie Oct 31, 2014 11:18 am

Escuchaba atentamente a Darío tratando siempre de guardar la compostura. Sinceramente la mujer no le dejaba tener tranquilidad, era como una espina hundida debajo de su piel a leguas se notaba lo que quería y claro no iba a permitir tal falta de respeto. Sentándose aún más derecha en la silla respiró lentamente oyendo quizás algo que él pudiera decirle en su ausencia pero al parecer él o no era muy conversador o no quería preocuparla, en su mente solo pasaba una y otra vez como recordatorio que debía de verse feliz pero su fachada cansada era algo que no podía manejar, había sido una locura el viaje en cuanto a tiempo y todo por el afán de no quedar mal con él porque ese había sido el trato verse ese día con esa hora. – Me puedes mantener informada, querido– la última palabra le retumbaba en los oídos sintiéndose algo extraña por la naturalidad con la que salía de su boca – También me interesa lo que suceda contigo, no quiero ser solo una muñeca de sala que solo sirva para observarse– tensó la mandíbula
frotándose un poco los ojos con cuidado de no echar a perder el maquillaje.

El comentario que no solo en lo empresarial era así le hizo desvariar un poco. Sintió que el agua se le quedaba atravesada en la garganta. Conocía poco del poder de la raza vampírica pero por las experiencias que había tenido y lo que había bastado para concluir que en manos equivocadas tantas habilidades sobrehumanas podían ser destructivas no solo para el acreedor sino también para el entorno, ya se había llevado varios tragos amargos pero no por ello dejaba de sonreír, las cicatrices son solo eso, un recordatorio del pasado que se tiene que aprender a asimilar más no olvidar aunque no podía negar que se sentía protegida. Ya no era una huérfana ahora contaba con alguien que pese a las condiciones consideraba un sentimiento invaluable. – Quisiera comentarte algo– tratando de suavizar la conversación desviándola hacia otro sitio. – Tu sabes que la fortuna de mi familia no será para siempre– cruzó los brazos en su regazo – Hay un negocio en el cual me interesaría invertir. Después de todo sabes que de eso se trata el crecimiento de esta. Teniendo acciones en empresas que valgan la pena y hace poco me encontré con una que sé que podría ser muy provechosa, lo sé porque el rubro es la textilería y como mujer me trae una buena corazonada– recordó la visita que hizo a la fábrica.

Iba a entrar en detalle cuando justo fue sorprendida por la cortesana que fue persuadida por Darío. Un fuego le nacía en la boca del estómago y con voz fina musitó esas palabras que sonaban molestas, claro que lo estaba, después de todo tenía que fingir bien su papel o no era del todo fingido. Aunque fuera de lo más normal que los hombres de esa ciudad tuvieran a su esposa legítima y más de alguna amante ella no quería pertenecer a ese circo. Cortando una rodaja corta del postre cubierto de chocolate blanco se llevó la cuchara a la boca y se quedó pensativa repitiendo el acto en varias ocasiones. Eran bocados chicos que apenas y le llenaba en paladar cuando finalmente se decidió a verlo al escuchar su nombre con pena notó su sonrisa y como un pequeño destelló robó primero su atención a lo que frunció el ceño y con la cucharilla de plata sacó cuidadosamente el diamante que la dejó sin aliento.

–Darío… – musitó con sorpresa de nuevo viéndole a él algo extrañada tomando con la mano el aro plateado con los dedos, perfectamente pulido y brillante ni parecido salido de un postre para ella ¿Qué significaba? Su garganta se resecó y remojó sus labios levantando la joya con dos dedos dejándola frente a sus ojos. – Es hermoso– acotó casi sin aliento y sus ojos se fundieron en los de él – ¿Por qué un anillo?–sonriendo algo despistada y lo guardó en la palma de su mano extendiéndoselo a él. Puesto que si era lo que creía, un compromiso formalizado debía ser él quien le colocara la piedra preciosa en su dedo anular. Justo en ese momento se sintió como una prometida de verdad y que no había ningún teatro entre ambos, olvidó que era en su contra, que no quería ni una pizca al vampiro, olvidó incluso que mariposas revoloteaban en su estómago y su palpitar estaba acelerado tal los libros describirían como amor.

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