Un placer conocerle, Nadine. {Nadine la Roselle} +18

por **Sara Ascarlani** Lun Ene 16, 2012 2:20 am

La pasión por su música, su verdadero amor la había alejado de sus pecaminosos pasatiempos nocturnos, al dejar su instrumento esperándola ansiosa por volver a sentir sus delicados dedos sobre sus cuerdas, Sara se va en búsqueda de musas cotidianas y pasajeras y así podría alimentar un poco más de su imaginación, su libido, lo que la mantiene –viva- en estas pocas eternidades que concurren lenta y dolorosamente. Las viejas noches de burdel. Ah, como las extrañaba, los acordes incitantes, las danzas sensuales y los olores inquietantes de las bellas diosas que protagonizaban e iluminaban el epicentro del lugar. –Un olor exquisito- Musitó en sus propios pensamientos divagantes. La música parecía mitigarse al escuchar su intenso y dominante taconeo entrar al tan afamado burdel, su delicado pero muy llamativo vestido robó las miradas de algunos marginales embriagados en su whiskey de mala muerte y francos despilfarrados y una que otra cortesana que anteriormente había compartido una velada con la vampiresa.

Negro azabache y sus ojos esmerilados contrastaban el ínfimo vestido de largo corte y profundo escote, sus cabellos caían sobre sus delicados hombros y apenas dejaban ver su gélido cuello, pocas veces marcado por los colmillos de alguna vampiresa clandestina, lo adornaba un ligero collar de esmeraldas. –Perfecto para la ocasión.-No necesitaba presentarse, tenía su propio lugar apartado de la muchedumbre. Una de las cortesanas la acompañó a su mesa y sin decir una sola palabra, le dejó una copa de vino tinto. –Grazie mille-, dijo observándola detenidamente mientras se daba la vuelta y contoneaba sus caderas hasta que la perdió de vista. Era hora del espectáculo nocturno, balanceaba su copa con aquella ansiedad de pequeña niña esperando su nuevo juguete. La noche pintaba perfecta, helada, contrastante ante los calores de una posible velada incesante, tan solo tendría que encontrar a la musa perfecta que le haga entonar melodías malditas en su mente mientras sus manos crean magia.

por **Nadine la Roselle** Lun Ene 16, 2012 5:30 am

La noche se presentaba tranquila, no había recibido peticiones de ninguno de mis clientes habituales para visitarme en casa, ni para ir a las suyas. Pensé en quedarme en casa disfrutando de un cigarro y la silenciosa soledad que me envolvía cada noche a solas. Retiré la cortina gruesa de la ventana para mirar el exterior, las calles ruidosas e iluminadas, me invitaban a desechar de mi mente la idea de meterme en la cama. Tras darme un baño de espuma y dejar unas gotas de perfume en mi escote, abrí las puertas del armario para escoger tanto la ropa interior como el vestido. Evité ponerme sujetador, sustituyéndolo por un vestido de raso de color negro, con encaje en el escote, haciendo una perfecta transparencia sobre mi pecho; hizo este las veces de ropa interior acompañado de ligero del mismo color que sujetaba las medias hasta medio muslo y una braguita así mismo de encaje. El vestido sin embargo iba cargado de color, decidiéndome por el color rojo que nunca me fallaba. El vestido, con el corsé ceñido en la cintura, afinaba mi figura y elevaba mi pecho en la medida justa. El maquillaje se basaba en un color del mismo color del vestido decorando mis labios, haciéndoles más sensuales aún, las mejillas con un ligero rubor y los ojos con la línea de kohl, creando el efecto para que pareciesen más grandes y llamativos.

Me puse un par nuevo de guantes nuevos, negros, y el abrigo de piel antes de salir por la puerta de mi casa, haciendo sonar los tacones hacia el burdel. Hacía tiempo que no iba por allí y nunca sabía que me esperaba en alguno de sus recovecos, quizás una copa, un cliente… Me sentía curiosa y demasiado pícara esa noche para perderme la posible diversión. Cuando llegué a mi destino, aspiré el aroma a alcohol, tabaco y sexo que llenaba siempre el lugar. Sonreí al dejar mi abrigo a uno de los hombres de seguridad del burdel -Súbelo a la habitación que uso siempre, por favor- y caminé hasta la barra para valorar la situación con una copa de champagne entre los dedos. Cada vez que ocupaba una de las habitaciones del burdel, requería la misma, espaciosa llena de pequeñas lámparas que hacían de aquella una con un encanto especial. La cama con doseles de madera de los que colgaban cortinas claras, dejando a la elección de cada uno dejarlas de decoración o jugar con ellas al soltaras sobre la cama.

Apoyé un codo en la barra mirando cada rostro del salón bajo del burdel, respondí algunas sonrisas y evité otras hábilmente, me detuve al notar una mirada especial, de un verde intenso y unos labios en los que se había dibujado una sonrisa difícil de evitar. Alcé mi copa en su dirección y la llevé a mi boca para dar un sutil trago. Al ver en ella el mismo gesto, avancé sola hasta quedar delante de lo que ella había tomado como su lugar, alejado de la mayoría de las miradas.

-¿La importa que la acompañe?- hablé de forma suave, casi susurrante en una petición que esperaba no denegase, era sumamente hermosa, con un cutis perfecto y un pelo que enmarcaba a la perfección su rostro armonioso, acompañado de un cuerpo no menos bonito.

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