The Stranger

Stranger es de esas personas con un talento natural para crearse enemigos, y no por que resulte un ser hostil, si no porque jamás da la posibilidad a un trato con él. Es distante, tímido y extremadamente desconfiado ¿pero que se podría esperar de alguien que se desconoce incluso a sí mismo? Sus recuerdos son totalmente nulos. No recuerda nada acerca de su pasado, ni reconoce ningún rostro que ve por la calle, así es que eso causa algunas inseguridades en él.

Aun así, si alguien logra abrirse camino hasta su interior, encontrara entonces a alguien amable, amistoso e incluso afectuoso. De carácter generalmente tranquilo, no le gustan las discusiones, pero cuando se ve involucrado en una su personalidad cambia significativamente llegando a ser un ser bastante violento y belicoso, especialmente si ve atacado alguno de sus intereses, ya sean personas o otros menesteres.

Si bien no lograba recordar nada, ni tan siquiera su nombre, tampoco lograba explicarse como había llegado a aquel cuarto en el que despertó tendido sobre una cama y carente de ropa. Pero ahora, arrinconado en una esquina únicamente cubierto por una maltrecha sabana comenzaba a comprender al menos la razón por la que la puerta había sido atrancada y la venta despojada de cortinas.

El sol de los primeros rayos del alba despedía a la oscuridad de la noche haciendo que toda la habitación se iluminara y que él sintiese una desagradable quemazón en lugares de su cuerpo, que de ser descubiertos, ardían como si la luz fuese fuego. Sin embargo, logro persistir en aquella esquina sombría, aguardando a que la oscuridad volviese a apoderase de la ciudad, con lo que tuvo muchas horas para pensar, pero por más que se preguntaba cómo, cuándo o quien, lo único que hallaba eran lagunas en su mente, o tal vez mejor dicho, un inmenso mar. No lograba recordar el nombre al que respondía, ni su edad, ni quien era él, ni quien le había encerrado en aquel lugar, ni tampoco su apetito, o más bien, su sed.

Cuando cayó la noche y por fin pudo accionarse, ahora ya no sentía ningún tipo de entumecimiento, solo una ingente necesidad de algo que su cuerpo pedía con gran premura. Así es que, sin llegar a comprender como, o de donde había sacada semejante fuerza, su enajenada personalidad de aquel momento destrozo la puerta de madera y los cerrojos de hierro. Fue entonces cuando descubrió que se encontraba en una mansión absolutamente deshabitada, con cada uno de los enormes ventanales abierto e igualmente que en el cuarto, sin cortinas. Definitivamente, quien quiera que lo hubiese llevado allí lo quería muerto.

Camino por la nieve sin ningún tipo de vestimenta que le evitase el frio, pero era curioso, no titiritaba, no sentía nada, de su boca ni tan siquiera salía aquel humo tan característico de los días de frio. Tampoco sabía a dónde iba exactamente, pero un extraño ruido, como si fuese un latido le guiaba a través del bosque hasta que, al llegar a un claro dio con una pequeña cabaña. Aporreo sutilmente la puerta y fue recibido por una impresionada joven. Ella se encontraba sola, más no era la única que viva en aquella casa, su padre había salido a cazar y ella aguardaba su inminente regreso. Sin embargo, lo que la joven no sabía era que aquel hombre jamás volvería, él mismo lo había dejado en un lecho de nieve mientras las últimas gotas de sangre que aun quedaban en su cuerpo teñían de carmesí su blancura. ¿Qué le sucedía? ¿Por que actuaba de aquel modo? ¿Había sido siempre semejante bestia?

Aquella muchacha logro aclarar algunas de sus dudas cuando, tras haberle ofrecido algo de ropa que se puso de inmediato, le pregunto acerca de las extrañas marcas de su cuello y abdomen. Evidentemente, ya había visto que en su bajo vientre estaba herido, pero tras limpiar la sangre seca pudo comprobar que la lesión se trata en realidad de unas iniciales que debían haber sido grabadas en su piel con algún tipo de arma blanca a una gran profundidad. Sin embargo, cuando paso la mano sobre su cuello, noto que esta otra herida era muy distinta, de hecho, las palabras que la joven había utilizado para definirla fueron “marcas de mordiscos”.

Ahora comprendía. No sabía cómo, ni quién, pero al menos entendía lo que pudo haberle pasado y en lo que se había convertido.

Invento una absurda escusa al respecto que la ingenua joven creyó, y después, tras fingir no tener apetito para evitar tomar la cena que la muchacha le ofrecía, ambos se fueron a dormir a sus respectivos cuartos, aun que en el transcurso de la noche ella buscase compartir lecho con él, lo que termino por condenarla.

A la mañana siguiente, cuando el resto de aldeanos localizo el cuerpo del padre y a la muchacha casi moribunda las bocas de todos se llenaron con una única palabra, vampiro. Pero para entonces, él ya se encontraba a muchísimos kilómetros con un único objetivo en mente, matar a quien le había convertido en aquello.