AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
2 participantes
Página 1 de 1.
Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Vagabundear se le daba bastante bien últimamente. Cuando le faltaba la concentración necesaria para practicar con el cello como es debido, prefería salir a hacer nada; aunque su cabeza no dejara de pensar en todo lo que debía hacer, pues,finalmente, no había ido a París por puro placer. Todavía le costaba disfrutar de la ciudad y en sus paseos se perdía de casi todo lo que mereciera la pena ser admirado.
Esa mañana ni siquiera pensó en el frío atroz que hacía afuera y olvidó abrigarse; pero en realidad no le importaba. Las calles todavía no se llenaban de gente, lo que le hizo el tránsito más fácil de lo que normalmente era por aquellos rumbos. Casi parecía que esta vez podría calmarse un poco y regresar a casa para planificar sus siguientes pasos en la búsqueda de Jacques, pero no era así... algo en su interior se agitaba constantemente, una sensación de alerta que le era imposible ignorar.
Eran ya varias veces que aquél sentimiento lo asaltaba mientras paseaba sin rumbo, cuando se detenía en algún restaurante a comer algo e incluso en su propia casa mientras practicaba alguna pieza lo bastante sencilla para no hallarse demasiado abstraído. Lo peor del asunto consistía en que esos extraños estremecimientos habían comenzado tan solo unos días después de instalarse en su nuevo apartamento. Era como si alguien lo observara, pero no había podido detectar a su perseguidor y determinó que tal vez sólo se tratara de su imaginación: los delirios de su mente exacerbada por no tener todavía pista alguna sobre el pardero de su perverso y ambicioso tío.
Sin embargo, esa mañana algo más lo despertó del letargo cuasi permanente en que se había estado desenvolviendo. Percibió un ligero ruido tras de sí, a una corta -pero prudente, acotó para sí- ditancia. Luego vino un olor, igualmente sutil; pero su olfato (agudizado tras la transformación) era absolutamente capaz de seguirlo y ubicar su procedencia. No lo dudó ni un instante: por fin podría descubrir si en verdad estaba enloqueciendo o si era todo lo contrario.
Esa mañana ni siquiera pensó en el frío atroz que hacía afuera y olvidó abrigarse; pero en realidad no le importaba. Las calles todavía no se llenaban de gente, lo que le hizo el tránsito más fácil de lo que normalmente era por aquellos rumbos. Casi parecía que esta vez podría calmarse un poco y regresar a casa para planificar sus siguientes pasos en la búsqueda de Jacques, pero no era así... algo en su interior se agitaba constantemente, una sensación de alerta que le era imposible ignorar.
Eran ya varias veces que aquél sentimiento lo asaltaba mientras paseaba sin rumbo, cuando se detenía en algún restaurante a comer algo e incluso en su propia casa mientras practicaba alguna pieza lo bastante sencilla para no hallarse demasiado abstraído. Lo peor del asunto consistía en que esos extraños estremecimientos habían comenzado tan solo unos días después de instalarse en su nuevo apartamento. Era como si alguien lo observara, pero no había podido detectar a su perseguidor y determinó que tal vez sólo se tratara de su imaginación: los delirios de su mente exacerbada por no tener todavía pista alguna sobre el pardero de su perverso y ambicioso tío.
Sin embargo, esa mañana algo más lo despertó del letargo cuasi permanente en que se había estado desenvolviendo. Percibió un ligero ruido tras de sí, a una corta -pero prudente, acotó para sí- ditancia. Luego vino un olor, igualmente sutil; pero su olfato (agudizado tras la transformación) era absolutamente capaz de seguirlo y ubicar su procedencia. No lo dudó ni un instante: por fin podría descubrir si en verdad estaba enloqueciendo o si era todo lo contrario.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Alanis no era considerada ni por ella misma una de esas personas que dejaban la comodidad del hogar sin una razón meramente justificable. Pues cada ida a un sitio en particular tenía su justificación; ya fuese la atención a alguno de sus reservados clientes, el generar sus propias compras dada su extrema meticulosidad al seleccionar todo aquello que sería suyo, o simplemente el disfrutar del aire fresco en algún parque en donde su mente solía liberarse de toda la pesadez psicológica que generaba a veces el tratar con ciertas almas en pena desesperadas por expresarse. Pero por más simple que fuese la excusa del porqué salir, siempre existía una.
Sin embargo, hasta para la mente más planificadora y organizada hay momentos en que ciertos sucesos se presentan de forma tan peculiar e inesperada que el atenderlos suele desmoronar todo lo planeado anteriormente. Como sí de una ficha de domino que tras caerse bruscamente, hace que todas las demás fichas perfectamente posicionadas con detalle caigan una tras otra en una inevitable secuencia que desordena fugazmente lo previamente hecho.
Era uno de esos días para la hechicera, que desde las primeras horas de la mañana había despertado con una extraña sensación en su pecho, una que solo se generaba cuando su intuición así como alguna otra fuerza desconocida trataban de avisarle sobre algo.
Dejó ciertas actividades rutinarias de lado tratando de recordar todo aquello que su inconsciente le había transmitido en forma de sueños. Una taza de té y un par de horas sentada observando cómo transcurría el día desde un ventanal hizo que esas imágenes buscadas se hicieran más nítidas. El resultado de lo analizado se entrelazo automáticamente con la precisa encomienda que se le había asignado unos cuantos días atrás por parte de uno de sus clientes a cambio de una interesante remuneración.
Claramente Alanis no era a primera vista la persona que uno seleccionaría para ejecutar tareas relacionadas a la vigilancia o el espionaje. Sin embargo aquella dama poseía bajo la manga una habilidad espectacular que hacía de ésta un elemento ideal para dicha tarea; contar con la ayuda de aquellas almas con las que diariamente se comunicaba en sus prácticas nigrománticas y que en agradecimiento por su atención recompensaban a la dama sirviéndole en lo que la misma solicitase. Así era que aún dormida o alejada de su objetivo, la hechicera podría tener información tanto sobre el paradero y/o las acciones de quien debía vigilar.
- Debo encontrarlo hoy – pronuncio la bruja con la mirada fija sobre el cristalino ventanal frente a su persona. La porcelana de la taza en sus manos rechinó un instante al chocar contra un pequeño plato al ser abandonada; pues Alanis había encontrado la justificación precisa del porqué debía salir de la casa en ese exacto momento. Su mente se lo había dicho todo.
Se alistó fugazmente en un sobrio atuendo de tonalidad purpura, perfectamente a juego con sus guantes y sombrero. Para cuando cerró la puerta de su casa el chofer ya estaba listo para llevarla al lugar indicado. Su adinerado cliente le había asignado un transporte para facilitar aquel seguimiento del que tan atento parecía estar.
- Vuelve a la casa, llegaré por mis medios – le confirió la dama al conductor del carruaje tras que éste le ayudase a bajar del vehículo.
Lentamente el paseo había comenzado. Con su respiración serena y perfectamente sincronizada la hechicera dejo que sus piernas la llevasen a donde debía de estar. Paso tras paso una sensación de ansiedad se hacía más palpable por lo que la deducción de estar cercana a su objetivo se hizo presente. Y así fue. Los esmeraldinos orbes de la bruja se fijaron cuan punzantes agujas en las espaldas de aquel joven hombre. Sus pasos se coordinaron con los de él pese a la distancia entre ambos. Mientras la caminata continuaba, la mente de Alanis solo buscaba la forma de entablar dialogo con aquel individuo. Sabía que cuando sus miradas se cruzasen algo se le ocurriría.
Sin embargo, hasta para la mente más planificadora y organizada hay momentos en que ciertos sucesos se presentan de forma tan peculiar e inesperada que el atenderlos suele desmoronar todo lo planeado anteriormente. Como sí de una ficha de domino que tras caerse bruscamente, hace que todas las demás fichas perfectamente posicionadas con detalle caigan una tras otra en una inevitable secuencia que desordena fugazmente lo previamente hecho.
Era uno de esos días para la hechicera, que desde las primeras horas de la mañana había despertado con una extraña sensación en su pecho, una que solo se generaba cuando su intuición así como alguna otra fuerza desconocida trataban de avisarle sobre algo.
Dejó ciertas actividades rutinarias de lado tratando de recordar todo aquello que su inconsciente le había transmitido en forma de sueños. Una taza de té y un par de horas sentada observando cómo transcurría el día desde un ventanal hizo que esas imágenes buscadas se hicieran más nítidas. El resultado de lo analizado se entrelazo automáticamente con la precisa encomienda que se le había asignado unos cuantos días atrás por parte de uno de sus clientes a cambio de una interesante remuneración.
Claramente Alanis no era a primera vista la persona que uno seleccionaría para ejecutar tareas relacionadas a la vigilancia o el espionaje. Sin embargo aquella dama poseía bajo la manga una habilidad espectacular que hacía de ésta un elemento ideal para dicha tarea; contar con la ayuda de aquellas almas con las que diariamente se comunicaba en sus prácticas nigrománticas y que en agradecimiento por su atención recompensaban a la dama sirviéndole en lo que la misma solicitase. Así era que aún dormida o alejada de su objetivo, la hechicera podría tener información tanto sobre el paradero y/o las acciones de quien debía vigilar.
- Debo encontrarlo hoy – pronuncio la bruja con la mirada fija sobre el cristalino ventanal frente a su persona. La porcelana de la taza en sus manos rechinó un instante al chocar contra un pequeño plato al ser abandonada; pues Alanis había encontrado la justificación precisa del porqué debía salir de la casa en ese exacto momento. Su mente se lo había dicho todo.
Se alistó fugazmente en un sobrio atuendo de tonalidad purpura, perfectamente a juego con sus guantes y sombrero. Para cuando cerró la puerta de su casa el chofer ya estaba listo para llevarla al lugar indicado. Su adinerado cliente le había asignado un transporte para facilitar aquel seguimiento del que tan atento parecía estar.
- Vuelve a la casa, llegaré por mis medios – le confirió la dama al conductor del carruaje tras que éste le ayudase a bajar del vehículo.
Lentamente el paseo había comenzado. Con su respiración serena y perfectamente sincronizada la hechicera dejo que sus piernas la llevasen a donde debía de estar. Paso tras paso una sensación de ansiedad se hacía más palpable por lo que la deducción de estar cercana a su objetivo se hizo presente. Y así fue. Los esmeraldinos orbes de la bruja se fijaron cuan punzantes agujas en las espaldas de aquel joven hombre. Sus pasos se coordinaron con los de él pese a la distancia entre ambos. Mientras la caminata continuaba, la mente de Alanis solo buscaba la forma de entablar dialogo con aquel individuo. Sabía que cuando sus miradas se cruzasen algo se le ocurriría.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Se detuvo de golpe y se giró. Sabía que podría ver a quien quiera que lo estuviera siguiendo. Y no se equivocó: una mujer alta, delgada, de facciones que lo hubieran confundido de no ser por el atuendo innegablemente femenino. No parecía una amenaza, pero si algo había aprendido era a no fiarse de nadie, mucho menos basándose en las apariencias.
Caminó pausadamente, pero sin titubear. Ella también se detuvo y parecía esperarlo. En un momento estuvieron cara a cara, separados sólo por el espacio mínimo para no sentirse demasiado invadidos. Rocamadour quiso mostrarse como el hombre que creía que era, capaz de defenderse de lo que se le pusiera enfrente, pero lo cierto fue que hubiera sido más fácil con un hombre. Ante aquella sorpresiva situación sólo le quedaba apelar a las normas convencionales.
-Bonjour, madame. ¿Puedo ayudarle en algo?- de cualquier modo, él tampoco era la quintaesencia de la caballerosidad y su brusquedad fue evidente- No soy tonto y he notado que lleva un rato siguiéndome, a menos que sea una coincidencia o un malentendido-. La mujer no parecía alterada, conservaba cierto aire parsimonioso, rodeada de un halo misterioso. También había aprendido a detectar lo que era "más que humano" y algo no terminaba de encajar... quizá su mirada penetrante, esos ojos tan verdes.
Los breves segundos que duró el silencio después de su pregunta la ansiedad de Rocamadour había ido aumentando. Temía que ella pudiera percibirlo, pues ahora casi siempre pensaba en función de lo que él podía o no notar en los demás y el miedo era algo fácil de detectar, incluso si no se era un ser medio lobo.
¿Qué podía temer? Necesitaba una respuesta... -¿Y bien?-.
Caminó pausadamente, pero sin titubear. Ella también se detuvo y parecía esperarlo. En un momento estuvieron cara a cara, separados sólo por el espacio mínimo para no sentirse demasiado invadidos. Rocamadour quiso mostrarse como el hombre que creía que era, capaz de defenderse de lo que se le pusiera enfrente, pero lo cierto fue que hubiera sido más fácil con un hombre. Ante aquella sorpresiva situación sólo le quedaba apelar a las normas convencionales.
-Bonjour, madame. ¿Puedo ayudarle en algo?- de cualquier modo, él tampoco era la quintaesencia de la caballerosidad y su brusquedad fue evidente- No soy tonto y he notado que lleva un rato siguiéndome, a menos que sea una coincidencia o un malentendido-. La mujer no parecía alterada, conservaba cierto aire parsimonioso, rodeada de un halo misterioso. También había aprendido a detectar lo que era "más que humano" y algo no terminaba de encajar... quizá su mirada penetrante, esos ojos tan verdes.
Los breves segundos que duró el silencio después de su pregunta la ansiedad de Rocamadour había ido aumentando. Temía que ella pudiera percibirlo, pues ahora casi siempre pensaba en función de lo que él podía o no notar en los demás y el miedo era algo fácil de detectar, incluso si no se era un ser medio lobo.
¿Qué podía temer? Necesitaba una respuesta... -¿Y bien?-.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
¿Había lugar alguno para la sorpresa cuando la situación otorgaba lo esperado? Claro que no, pero Alanis sabía que un leve gesto, una mueca reflejante de lo inesperado en su rostro podía alivianar el ambiente tras el punzante cuestionamiento del cauteloso caballero.
Tras la actuación, una leve sonrisa se dibujo en sus finos labios y dos marcados pasos demostraron la valentía de la hechicera ante su objetivo en vista.
- Me parece irrespetuoso responder una pregunta con otra interrogante Monsieur… - le confirió serena a la par que acomodaba delicadamente uno de los dos sedosos guantes que recubrían sus muñecas. La bruja tenía muy presente en su mente que no había lugar alguno para dar reflejo de inseguridad, pues como todo licántropo, Alanis no dudaba que éste frente a sí pudiese percibir cualquier sentimiento fuera de lo normal en ella.
Fijó con notoriedad sus esmeraldinos y particulares ojos en los de su receptor, en son de afirmar sobre el mismo aquella firmeza y seguridad externa de la dama.
-… Pero ¿Quién seguiría a un lobo por simple coincidencia? – adhirió tajantemente, sin lugar a juego alguno. La bruja tenía una característica en particular y esa era la de exhortar comentarios de máxima sinceridad cuando le era conveniente. A veces admirada por ello, a veces odiada por aquella necesidad de expresar las cosas de forma clara y precisa. Y allí lo estaba haciendo. Anulando cualquier tonta conjetura que pudiese cruzarse en el estrecho espacio entre la dama y el caballero. De todas formas la hechicera sabia que aquel preciso pie daría paso a un centenar de cuestiones que el encontrado Ettiene gustaría de aclarar. O tal vez todo lo contrario, una reacción violenta podría surgir de lo más interno de su verdadera naturaleza. Alanis dudaba en que ello sucediese, no por algo su intuición la había llevado hasta ese punto en horas de la mañana.
Tras la actuación, una leve sonrisa se dibujo en sus finos labios y dos marcados pasos demostraron la valentía de la hechicera ante su objetivo en vista.
- Me parece irrespetuoso responder una pregunta con otra interrogante Monsieur… - le confirió serena a la par que acomodaba delicadamente uno de los dos sedosos guantes que recubrían sus muñecas. La bruja tenía muy presente en su mente que no había lugar alguno para dar reflejo de inseguridad, pues como todo licántropo, Alanis no dudaba que éste frente a sí pudiese percibir cualquier sentimiento fuera de lo normal en ella.
Fijó con notoriedad sus esmeraldinos y particulares ojos en los de su receptor, en son de afirmar sobre el mismo aquella firmeza y seguridad externa de la dama.
-… Pero ¿Quién seguiría a un lobo por simple coincidencia? – adhirió tajantemente, sin lugar a juego alguno. La bruja tenía una característica en particular y esa era la de exhortar comentarios de máxima sinceridad cuando le era conveniente. A veces admirada por ello, a veces odiada por aquella necesidad de expresar las cosas de forma clara y precisa. Y allí lo estaba haciendo. Anulando cualquier tonta conjetura que pudiese cruzarse en el estrecho espacio entre la dama y el caballero. De todas formas la hechicera sabia que aquel preciso pie daría paso a un centenar de cuestiones que el encontrado Ettiene gustaría de aclarar. O tal vez todo lo contrario, una reacción violenta podría surgir de lo más interno de su verdadera naturaleza. Alanis dudaba en que ello sucediese, no por algo su intuición la había llevado hasta ese punto en horas de la mañana.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
La sorpresa que lo embargó ante tal respuesta le fue imposible de disimular; pero se sintió agraviado y tras el desconcierto vino la rabia. Apretó puños y dientes mientras miraba a la mujer, desafiante casi al punto de lanzársele encima para desgarrar su cuello, en un acto irracional que no pasaría desapercibido fácilmente a la luz de día. Tuvo que dominarse más allá de sus precarios límites para no hacerlo, pues tenía claro que era mucho más importante averiguar quién era ella, por qué lo seguía y qué quería de él. Tal vez las respuestas parecieran obvias, pero en realidad no era así, pues sabía que en París había más de qué preocuparse aparte del estúpido y ambicioso Jacques. La encaró. Huir no era opción viable y si ese halo sobrenatural que percibía en ella era real, seguramente no le sería difícil volver a dar con él tarde o temprano.
-¿Entonces debo entender que pretende darme caza, madame?- el involuntario uso de su tono sarcástico lo ponía en evidencia más que ayudarlo en su posición defensiva, pero no podía culpársele por el nerviosismo que sentía. Odiaba ser descubierto, odiaba sentirse vulnerable y estaba convencido de que si alguien era capaz de descubrirlo tan fácilmente, su vida corría más peligro del que estaba dispuesto a aceptar; entonces el rencor hacia los causantes de todo aquello afloraba, esclareciéndole -de manera casi irónica- el panorama: si esa mujer era una enviada de Jacques, tal vez pudiera usarla para encontrarlo a él. Después de todo, las cosas ya no se veían tan mal. Si el destino (o lo que fuera) le había puesto enfrente una pista, no debía desaprovechar la ocasión.
-Espero que no le importe comenzar a explicarme, o me veré obligado a ser menos amable que hasta ahora-. Sí, era una sutil amenaza, ¿pero qué más podía hacer en ese momento? Si ella se negaba a hablar, tendría que pensar en algo más efectivo; sin embargo dudaba que las cosas llegaran a tornarse violentas… o, por lo menos, eso esperaba.
-¿Entonces debo entender que pretende darme caza, madame?- el involuntario uso de su tono sarcástico lo ponía en evidencia más que ayudarlo en su posición defensiva, pero no podía culpársele por el nerviosismo que sentía. Odiaba ser descubierto, odiaba sentirse vulnerable y estaba convencido de que si alguien era capaz de descubrirlo tan fácilmente, su vida corría más peligro del que estaba dispuesto a aceptar; entonces el rencor hacia los causantes de todo aquello afloraba, esclareciéndole -de manera casi irónica- el panorama: si esa mujer era una enviada de Jacques, tal vez pudiera usarla para encontrarlo a él. Después de todo, las cosas ya no se veían tan mal. Si el destino (o lo que fuera) le había puesto enfrente una pista, no debía desaprovechar la ocasión.
-Espero que no le importe comenzar a explicarme, o me veré obligado a ser menos amable que hasta ahora-. Sí, era una sutil amenaza, ¿pero qué más podía hacer en ese momento? Si ella se negaba a hablar, tendría que pensar en algo más efectivo; sin embargo dudaba que las cosas llegaran a tornarse violentas… o, por lo menos, eso esperaba.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
El temple sereno jamás abandono el rostro de la hechicera. Sus verdosos ojos aún encastrados en la anatomía de su receptor reflejaban hacia el mismo la atención necesaria, pero no mucho más que eso. Alanis era muy consciente de que debía medir con estricta precisión cada paso a dar, cada palabra a decir y cada gesto a realizar. Después de todo si el licántropo era lo suficientemente astuto estaría atento a cualquiera de esas pequeñeces y sin duda alguna tastabillar frente a una bestia no era para nada aconsejable.
- Moniseur Ettiene, si mi objetivo fuese darle muerte podría haberlo hecho de la mano de los cientos de cazadores que existen en esta ciudad. Y créame que para mí sería mucho más fácil encomendarle a otros la tarea de insertarle una bala de plata en el pecho que hacerlo yo misma. Aunque siendo sincera, pude haberlo hecho tras las numerosas noches que le he vislumbrado dormir tan apaciblemente – informo la bruja sin perder el temple a la par que sus finos labios se encorvaban para dibujar una sonrisa en aquel pálido y andrógino rostro. A aquellas alturas era imposible e innecesario amenizar el peso de aquellos vocablos, más la intención no era esa, sino el remarcar la tranquilidad que poseía la bruja ante el peligro que representaba aquel caballero frente a sí ¿Pero que explicaba aquella seguridad tan presente y palpable en Alanis? ¿Qué le aseguraba que nada malo le sucediese? Sin dudas la dama contaba con un as bajo la manga si se presentaba dicha circunstancia. Y todo iba más allá de la protección que monsieur Jacques podía ofrecerle.
Camino unos pasos hacia adelante, perfilándose con el resonar de sus taconados zapatos en la misma dirección de la calle transitada. Extendió levemente su mano al ubicarse a escasos pasos del joven y le miro serenamente.
- ¿Sería mucho pedir que mantenga su amabilidad y le invite a dar un ameno paseo a esta anciana dama? – solicito aquella envuelta en un aura de misterio y confusión, haciéndola un ente casi inteligible.
- Prometo responder casi todas sus preguntas – añadió sonriente, sin reflejo de malicia alguna quedando de alguna manera a disposición del tajante licántropo ¿Un gesto para ganar confianza tal vez? No, pero sin duda Alanis prefería hacer las cosas de una forma mucho menos convencional.
- Moniseur Ettiene, si mi objetivo fuese darle muerte podría haberlo hecho de la mano de los cientos de cazadores que existen en esta ciudad. Y créame que para mí sería mucho más fácil encomendarle a otros la tarea de insertarle una bala de plata en el pecho que hacerlo yo misma. Aunque siendo sincera, pude haberlo hecho tras las numerosas noches que le he vislumbrado dormir tan apaciblemente – informo la bruja sin perder el temple a la par que sus finos labios se encorvaban para dibujar una sonrisa en aquel pálido y andrógino rostro. A aquellas alturas era imposible e innecesario amenizar el peso de aquellos vocablos, más la intención no era esa, sino el remarcar la tranquilidad que poseía la bruja ante el peligro que representaba aquel caballero frente a sí ¿Pero que explicaba aquella seguridad tan presente y palpable en Alanis? ¿Qué le aseguraba que nada malo le sucediese? Sin dudas la dama contaba con un as bajo la manga si se presentaba dicha circunstancia. Y todo iba más allá de la protección que monsieur Jacques podía ofrecerle.
Camino unos pasos hacia adelante, perfilándose con el resonar de sus taconados zapatos en la misma dirección de la calle transitada. Extendió levemente su mano al ubicarse a escasos pasos del joven y le miro serenamente.
- ¿Sería mucho pedir que mantenga su amabilidad y le invite a dar un ameno paseo a esta anciana dama? – solicito aquella envuelta en un aura de misterio y confusión, haciéndola un ente casi inteligible.
- Prometo responder casi todas sus preguntas – añadió sonriente, sin reflejo de malicia alguna quedando de alguna manera a disposición del tajante licántropo ¿Un gesto para ganar confianza tal vez? No, pero sin duda Alanis prefería hacer las cosas de una forma mucho menos convencional.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
-¡Maldita sea!- masculló Rocamadour cuando la mujer, además de pronunciar su verdadero nombre con toda naturalidad, reveló que lo había observado un sinfín de veces en su estado más vulnerable: durante el sueño. Entonces supo que había estado cometiendo un error tras otro y que tal vez nunca debió instalarse tan cómodamente en la capital; pero ¿qué otra cosa debió hacer? De ninguna manera le había pasado por la cabeza simplemente esconderse, resignado con lo sucedido. Se sentía torpe, arrogante, por haber dado por hecho que sólo por ser una criatura con indescriptibles habilidades bastaría para que nadie osara acercársele; el desengaño era doloroso para su estúpido ego de muchacho rico que nunca había podido superar.
Por más que intentaba ocultarlo, sus ojos destellaban con odio al mirar a la extraña; sin embargo, no podía darse el lujo de atacarla. Suspiró, acercándose a ella con recelo para aceptar la propuesta que le hacía. –De acuerdo, madame- dijo mientras la tomaba del brazo, como un gesto de cortesía excesivamente forzado -, pero por favor, deje de llamarme Étienne… Étienne fue asesinado junto con su familia hace tiempo… yo soy, simplemente Rocamadour-.
La cercanía de sus cuerpos lo crispaba más de lo que ya estaba, pero debía poner un poco de empeño en las fachadas si quería sobrevivir más allá de aquel encuentro, aunque las palabras de su interlocutora hubieran sido muy claras a ese respecto. De todos modos, ahora no sabría quién era un espía y quién no, obligándolo a ser mucho más cuidadoso. Aquella perspectiva lo entristecía, más que enojarlo. ¿Tendría que olvidarse por completo de quién era y construirse un nuevo yo? Por que Rocamadour era una máscara, pero debajo siempre estaba el viejo Étienne. Avanzaban a paso más bien lento, pero no le importaba.
No tenía ánimos de comenzar a preguntar nada; sentía como si de pronto hubieran dejado caer el peso del mundo sobre su cabeza y le costaba romper el silencio que se había instalado entre ellos. De cuando en cuando moderaba la fuerza con que apretaba el brazo de la mujer, para no lastimarla, pues tampoco sabía nada de ella y si podría resultar peligrosa… algo le decía que sí, que debía calcular hasta su último gesto, pero le costaba tanto...
Pero después de un rato se decidió. – Y dígame, madame… ¿alguien la ha enviado tras mi rastro, o su interés hacia mi persona es personal? Muero de ganas por escuchar sus explicaciones-.
Por más que intentaba ocultarlo, sus ojos destellaban con odio al mirar a la extraña; sin embargo, no podía darse el lujo de atacarla. Suspiró, acercándose a ella con recelo para aceptar la propuesta que le hacía. –De acuerdo, madame- dijo mientras la tomaba del brazo, como un gesto de cortesía excesivamente forzado -, pero por favor, deje de llamarme Étienne… Étienne fue asesinado junto con su familia hace tiempo… yo soy, simplemente Rocamadour-.
La cercanía de sus cuerpos lo crispaba más de lo que ya estaba, pero debía poner un poco de empeño en las fachadas si quería sobrevivir más allá de aquel encuentro, aunque las palabras de su interlocutora hubieran sido muy claras a ese respecto. De todos modos, ahora no sabría quién era un espía y quién no, obligándolo a ser mucho más cuidadoso. Aquella perspectiva lo entristecía, más que enojarlo. ¿Tendría que olvidarse por completo de quién era y construirse un nuevo yo? Por que Rocamadour era una máscara, pero debajo siempre estaba el viejo Étienne. Avanzaban a paso más bien lento, pero no le importaba.
No tenía ánimos de comenzar a preguntar nada; sentía como si de pronto hubieran dejado caer el peso del mundo sobre su cabeza y le costaba romper el silencio que se había instalado entre ellos. De cuando en cuando moderaba la fuerza con que apretaba el brazo de la mujer, para no lastimarla, pues tampoco sabía nada de ella y si podría resultar peligrosa… algo le decía que sí, que debía calcular hasta su último gesto, pero le costaba tanto...
Pero después de un rato se decidió. – Y dígame, madame… ¿alguien la ha enviado tras mi rastro, o su interés hacia mi persona es personal? Muero de ganas por escuchar sus explicaciones-.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Y tras el silencio, la voz de aquel muchacho resonó repentinamente en los tímpanos de la bruja, quien sonrió levemente, como si en su interior supiese que aquella mudez no iba a prolongarse por mucho tiempo. Pero pues ¿Quién no sentiría extrema curiosidad por saber algo de aquella persona que le conoce tan bien sin siquiera habérsele cruzado en la vida? Los pasos de la dama continuaron lentos, mientras sus ojos, fijos al frente, solamente parecían contemplar el paisaje matutino de la capital.
- En esta ciudad existen personas mucho más capacitadas que una simple mujer adentrada en años para cumplir con labores de espionaje ¿No lo cree? – confirió Alanis sin siquiera observar a su joven y ansioso acompañante. La dama era consciente de que aquellas respuestas ambivalentes no aclaraban absolutamente nada, sin embargo le era inevitable testear hasta que punto lo consciente, lo humano, estaba presente en aquel mancebo. Era necesario tener presente si la bestia dentro de sí estaba controlada o no. Una cuestión de seguridad para la hechicera.
- Lo que puedo asegurarle, es que ambos sabemos que usted es mucho más interesante que cualquier joven que transite estas calles. Y no hay necesidad de reiterar el porqué – adhirió, remarcando aquella última palabra. La veterana estaba poniendo lentamente sus cartas sobre la mesa. Todos y cada uno de los motivos por los que podría atar al lobo del cuello con una cadena. Advertencias que, siendo entendidas llevarían al licántropo a un estado de sumisión o todo lo contrario, a una cólera para nada recomendable en aquel espacio público.
“- ¡Oh Alanis! Una mujer tan indescifrable como inteligente -” decían aquellos que le conocían desde hace años sin tener menor idea de lo que ocultaba aquella apariencia andrógina exterior. Todo en la bruja era tan ambiguo. Cada mueca, cada acción arribaba a dos posibles opciones. Siempre una contrastante a la otra ¿Pero cuál era la que en verdad la mujer deseaba transmitir? Nadie lo sabía, pues las aclaraciones nunca eran impartidas.
Sintió un leve apretón sobre su fino y delicado brazo, mas no reflejó molestia alguna. Solamente recordó la fuerza que aquellos hombres-bestia poseían.
- Sin embargo me gustaría dejarle en claro, que frente a mí, no debe estar avergonzado por lo que ahora es y lleva consigo en lo más profundo de sus entrañas – replicó tras unos cuantos minutos de silencio, mas esta vez, los verdosos orbes de la dama se posaron sobre el rostro a su lado, en un gesto de supuesta sinceridad, pero con Alanis, nada era seguro.
- En esta ciudad existen personas mucho más capacitadas que una simple mujer adentrada en años para cumplir con labores de espionaje ¿No lo cree? – confirió Alanis sin siquiera observar a su joven y ansioso acompañante. La dama era consciente de que aquellas respuestas ambivalentes no aclaraban absolutamente nada, sin embargo le era inevitable testear hasta que punto lo consciente, lo humano, estaba presente en aquel mancebo. Era necesario tener presente si la bestia dentro de sí estaba controlada o no. Una cuestión de seguridad para la hechicera.
- Lo que puedo asegurarle, es que ambos sabemos que usted es mucho más interesante que cualquier joven que transite estas calles. Y no hay necesidad de reiterar el porqué – adhirió, remarcando aquella última palabra. La veterana estaba poniendo lentamente sus cartas sobre la mesa. Todos y cada uno de los motivos por los que podría atar al lobo del cuello con una cadena. Advertencias que, siendo entendidas llevarían al licántropo a un estado de sumisión o todo lo contrario, a una cólera para nada recomendable en aquel espacio público.
“- ¡Oh Alanis! Una mujer tan indescifrable como inteligente -” decían aquellos que le conocían desde hace años sin tener menor idea de lo que ocultaba aquella apariencia andrógina exterior. Todo en la bruja era tan ambiguo. Cada mueca, cada acción arribaba a dos posibles opciones. Siempre una contrastante a la otra ¿Pero cuál era la que en verdad la mujer deseaba transmitir? Nadie lo sabía, pues las aclaraciones nunca eran impartidas.
Sintió un leve apretón sobre su fino y delicado brazo, mas no reflejó molestia alguna. Solamente recordó la fuerza que aquellos hombres-bestia poseían.
- Sin embargo me gustaría dejarle en claro, que frente a mí, no debe estar avergonzado por lo que ahora es y lleva consigo en lo más profundo de sus entrañas – replicó tras unos cuantos minutos de silencio, mas esta vez, los verdosos orbes de la dama se posaron sobre el rostro a su lado, en un gesto de supuesta sinceridad, pero con Alanis, nada era seguro.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Tenía la sensación de que la mujer buscaba exasperarlo, pero ser conciente ello no le ayudaba a contrarrestar la molestia que lo invadía. Odiaba que tratara de confundirlo con esas imprecisas respuestas, pues quedaba claro que estaba logrando hacerle perder los estribos, pero sabía que debía controlarse. “No voy a darle el gusto de verme acorralado”, pensó.
Se detuvo un instante, cansado de caminar sin rumbo, reflexionando sobre qué hacer a continuación y creyó que lo mejor sería ir a un sitio donde ninguno de los dos tuviera oportunidad de hacer algo estúpido. Cerca de allí había un concurrido café donde él no se atrevería a tornarse violento y ella tampoco, o al menos eso esperaba. –Vayamos a beber algo antes de continuar con esto, madame- dijo mientras la guiaba sutilmente, casi con verdadera amabilidad, pero con firmeza y sin esperar por una respuesta; aunque con aquella actitud se revelara su propósito de tomar el control de la situación.
Unos momentos más tarde -tras cruzar el umbral del establecimiento y elegir un lugar lo suficientemente privado-, el nervioso licántropo retiraba la silla para que la mujer tomara asiento, y luego él hizo lo propio al otro extremo de la mesa. Al verse libre de su contacto respiró más tranquilo, exhalando un aire que no sabía que estaba conteniendo, pero evitó mirarla por un rato más.
Cuando el camarero se acercó, ordenó un café cargado y solamente entonces levantó el rostro, clavando sus ojos castaños en los intensamente verdes de la inquietante desconocida. La distancia que los separaba le infundía seguridad, por lo que no dudó más en tomar la palabra. –No siento vergüenza de lo que soy, no es mi culpa, pero he aprendido a ser prudente respecto a ese asunto, madame. Usted entiende ¿no es así?… y sin duda, antes de hablarle con toda franqueza o creer lo que tenga que decirme, preferiría saber el nombre de quien, al parecer, sabe tanto de mí-. Hizo una pausa cuando el hombre trajo la orden, esperó a que se marchara y luego dio un largo sorbo a la bebida caliente. –Considérelo una retribución por inmiscuirse en mi vida de forma tan desconsiderada- le dedicó un intento de sonrisa más bien hostil, envalentonado por saberse rodeado de gente. Con su tono áspero pretendía sonar seguro de sí mismo, esconder que moría de curiosidad y que temblaba interiormente debido a la ansiedad que le provocaba la idea de salir de la incertidumbre: saber cualquier cosa que pudiera aclararle un poco el panorama. Bebió otro trago del amargo líquido. –Después puede comenzar a contarme qué espera, qué pretende. Ya han sido suficientes enigmas-.
Se detuvo un instante, cansado de caminar sin rumbo, reflexionando sobre qué hacer a continuación y creyó que lo mejor sería ir a un sitio donde ninguno de los dos tuviera oportunidad de hacer algo estúpido. Cerca de allí había un concurrido café donde él no se atrevería a tornarse violento y ella tampoco, o al menos eso esperaba. –Vayamos a beber algo antes de continuar con esto, madame- dijo mientras la guiaba sutilmente, casi con verdadera amabilidad, pero con firmeza y sin esperar por una respuesta; aunque con aquella actitud se revelara su propósito de tomar el control de la situación.
Unos momentos más tarde -tras cruzar el umbral del establecimiento y elegir un lugar lo suficientemente privado-, el nervioso licántropo retiraba la silla para que la mujer tomara asiento, y luego él hizo lo propio al otro extremo de la mesa. Al verse libre de su contacto respiró más tranquilo, exhalando un aire que no sabía que estaba conteniendo, pero evitó mirarla por un rato más.
Cuando el camarero se acercó, ordenó un café cargado y solamente entonces levantó el rostro, clavando sus ojos castaños en los intensamente verdes de la inquietante desconocida. La distancia que los separaba le infundía seguridad, por lo que no dudó más en tomar la palabra. –No siento vergüenza de lo que soy, no es mi culpa, pero he aprendido a ser prudente respecto a ese asunto, madame. Usted entiende ¿no es así?… y sin duda, antes de hablarle con toda franqueza o creer lo que tenga que decirme, preferiría saber el nombre de quien, al parecer, sabe tanto de mí-. Hizo una pausa cuando el hombre trajo la orden, esperó a que se marchara y luego dio un largo sorbo a la bebida caliente. –Considérelo una retribución por inmiscuirse en mi vida de forma tan desconsiderada- le dedicó un intento de sonrisa más bien hostil, envalentonado por saberse rodeado de gente. Con su tono áspero pretendía sonar seguro de sí mismo, esconder que moría de curiosidad y que temblaba interiormente debido a la ansiedad que le provocaba la idea de salir de la incertidumbre: saber cualquier cosa que pudiera aclararle un poco el panorama. Bebió otro trago del amargo líquido. –Después puede comenzar a contarme qué espera, qué pretende. Ya han sido suficientes enigmas-.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Sin cuestionamiento o gesto alguno siquiera, la bruja siguió gustosa y sumisamente cada uno de los pasos del licántropo, creyendo de esa forma, haría que el mismo recuperase un poco de aquella arrebatada confianza en si mismo por parte de numeroso enigmas que la hechicera provocaba.
Silenciosa se adentro junto con caballero al café, observando fugazmente en su avance el panorama dentro del cálido establecimiento. Tras liberar el brazo ajeno que cordialmente le acompañaba, tomo asiento, agradeciendo con un leve gesto de su cabeza aquel educado detalle pese a la tensa situación, que paradójicamente, no se veía reflejada en el semblante de ninguno de aquellos dos individuos. Tan iguales y diferentes al mismo tiempo.
Tras la aparición del camarero y la conferida orden del lobo, un simple gesto de negación avisaba que la dama no deseaba nada, salvo el alejamiento del empleado del café, quien ante los ojos de la bruja solamente se vislumbraba como un estorbo, un mero interruptor en el avance de su dialogo con el centro de su atención.
Una leve sonrisa se dibujo en el arrugado rostro de la veterana al momento en que aquellos ojos pardos hicieron contacto directo con los suyos, dando paso a una simple acción por parte de la hechicera; posar ambas manos abiertas sobre la lustrada mesa ante sí, separando con una notoria extensión de sus dedos, cada una de aquellas finas y alargadas extremidades con respecto a la otra.
Inoportunamente tras la peculiar acción, el impertinente camarero reapareció con la humeante bebida anteriormente solicitada por el joven Etiene. Sin tiempo alguno a consultar si era necesario algo más, una extraña sensación pareció invadir la mente de aquel joven mozo que sin permiso alguno se retiro sin más, dejando finalmente a solas a la mujer con su acompañante, a quien observaba fijamente, sin parpadeo siquiera.
Aquellos masculinos vocablos parecían ser despojados al mismo aire, pues su receptora no reflejaba sensación de atención alguna, manteniéndose estática en su posicionar, con aquellos esmeraldinos orbes sujetos a un punto especifico e inamovible que parecía transportar a la hechicera hacia otro plano, completamente diferente al en que yacía físicamente.
- ¿Desconsideración? – promovió secamente, liberando aquellas palabras desde lo mas profundo de sus entrañas, como si las mismas se hubiesen cargado de un molesto sentimiento en su recorrido hasta los finos labios de la mujer, quien frunció su boca, proyectando así la negatividad que aquel comentario le había generado.
- Si no tuviera deferencia hacia su persona, ni siquiera estaría tomándome la molestia de intercambiar palabras con usted ¡Insolente! – exhorto la bruja cuando todas y cada una de sus diez uñas se afirmaron sobre la mesa, despojando una extraña sensación, palpable en el mismo aire. Densa y confusa. Tolerable pero molesta. Así se sentía.
Mas lo curioso, lo inexplicable sucedió unos momentos después de aquellas intoxicadas palabras, cuando una capa de injustificable oscuridad azotó cada recoveco del establecimiento donde la bruja y el licántropo yacían, tiñendo cada rincón, cada objeto, cada persona allí presente de un profundo color negro, proyectante de un nuevo panorama en torno a aquellas dos únicas personas; el mismo e insondable vacío, donde nada se vislumbraba, donde nada se oía.
- Mi nombre es Alanis, y soy aquella de la cual su vida depende ahora. Por lo tanto recomendaría su atención, más que su exigencia – profirió estática, solamente dándole movimiento a sus labios, mismos que impartían un eco en cada palabra proferida, resonante una y otra vez en aquel recóndito y desconocido espacio, que obligaba atención sobre aquellas dos figuras presentes.
En su mente, la hechicera pudo denotar que el mancebo frente a sus ojos podría ser un objeto de provecho más allá de la misión que tenia encomendada. La bruja tenia presente que podría engañar al tío del joven a su antojo, excusándose en el simple hecho de que el mismo era imposible de localizar. Sin embargo existían muchos beneficios de los que la veterana podría hacerse utilizando a Ettiene como intermediario. Esa era la razón por la que buscaba captar su atención y temor por completo tras aquella ilusión impartida. Una basta experiencia en proyectar visualmente lo que en realidad no existía daba a Alanis aquella ventaja de adentrarse más en los sentimientos de sus destinatarios, impartiendo en los mismos un palpable miedo a lo desconocido, mismo que obligaba a aquellos a entregar una particular fidelidad y obediencia hacia la mujer en son de no buscar ignoradas consecuencias.
- Solo una promesa de fidelidad y acatamiento hacia mis pedidos le brindaran la luz que seguramente su mente solicita en estos momentos, para buscar una salida que solamente yo conozco – impartió quien solamente esperaba una sincera aceptación a su pedido. Curiosamente la bruja creía en la palabra de la gente, pues hasta aquel entonces nadie se había atrevido a engañarle. Esperaba que el hombre-bestia no fuera la excepción.
Un ahogante e incómodo silencio en aquel oscuro e ilusorio espacio se presento tras el callar de aquella que sin descanso alguno se mantenía petrificada, con sus brillantes ojos verdes puestos en el que pasaría ha convertirse en su próxima pieza clave para alcanzar cometidos personales.
Silenciosa se adentro junto con caballero al café, observando fugazmente en su avance el panorama dentro del cálido establecimiento. Tras liberar el brazo ajeno que cordialmente le acompañaba, tomo asiento, agradeciendo con un leve gesto de su cabeza aquel educado detalle pese a la tensa situación, que paradójicamente, no se veía reflejada en el semblante de ninguno de aquellos dos individuos. Tan iguales y diferentes al mismo tiempo.
Tras la aparición del camarero y la conferida orden del lobo, un simple gesto de negación avisaba que la dama no deseaba nada, salvo el alejamiento del empleado del café, quien ante los ojos de la bruja solamente se vislumbraba como un estorbo, un mero interruptor en el avance de su dialogo con el centro de su atención.
Una leve sonrisa se dibujo en el arrugado rostro de la veterana al momento en que aquellos ojos pardos hicieron contacto directo con los suyos, dando paso a una simple acción por parte de la hechicera; posar ambas manos abiertas sobre la lustrada mesa ante sí, separando con una notoria extensión de sus dedos, cada una de aquellas finas y alargadas extremidades con respecto a la otra.
Inoportunamente tras la peculiar acción, el impertinente camarero reapareció con la humeante bebida anteriormente solicitada por el joven Etiene. Sin tiempo alguno a consultar si era necesario algo más, una extraña sensación pareció invadir la mente de aquel joven mozo que sin permiso alguno se retiro sin más, dejando finalmente a solas a la mujer con su acompañante, a quien observaba fijamente, sin parpadeo siquiera.
Aquellos masculinos vocablos parecían ser despojados al mismo aire, pues su receptora no reflejaba sensación de atención alguna, manteniéndose estática en su posicionar, con aquellos esmeraldinos orbes sujetos a un punto especifico e inamovible que parecía transportar a la hechicera hacia otro plano, completamente diferente al en que yacía físicamente.
- ¿Desconsideración? – promovió secamente, liberando aquellas palabras desde lo mas profundo de sus entrañas, como si las mismas se hubiesen cargado de un molesto sentimiento en su recorrido hasta los finos labios de la mujer, quien frunció su boca, proyectando así la negatividad que aquel comentario le había generado.
- Si no tuviera deferencia hacia su persona, ni siquiera estaría tomándome la molestia de intercambiar palabras con usted ¡Insolente! – exhorto la bruja cuando todas y cada una de sus diez uñas se afirmaron sobre la mesa, despojando una extraña sensación, palpable en el mismo aire. Densa y confusa. Tolerable pero molesta. Así se sentía.
Mas lo curioso, lo inexplicable sucedió unos momentos después de aquellas intoxicadas palabras, cuando una capa de injustificable oscuridad azotó cada recoveco del establecimiento donde la bruja y el licántropo yacían, tiñendo cada rincón, cada objeto, cada persona allí presente de un profundo color negro, proyectante de un nuevo panorama en torno a aquellas dos únicas personas; el mismo e insondable vacío, donde nada se vislumbraba, donde nada se oía.
- Mi nombre es Alanis, y soy aquella de la cual su vida depende ahora. Por lo tanto recomendaría su atención, más que su exigencia – profirió estática, solamente dándole movimiento a sus labios, mismos que impartían un eco en cada palabra proferida, resonante una y otra vez en aquel recóndito y desconocido espacio, que obligaba atención sobre aquellas dos figuras presentes.
En su mente, la hechicera pudo denotar que el mancebo frente a sus ojos podría ser un objeto de provecho más allá de la misión que tenia encomendada. La bruja tenia presente que podría engañar al tío del joven a su antojo, excusándose en el simple hecho de que el mismo era imposible de localizar. Sin embargo existían muchos beneficios de los que la veterana podría hacerse utilizando a Ettiene como intermediario. Esa era la razón por la que buscaba captar su atención y temor por completo tras aquella ilusión impartida. Una basta experiencia en proyectar visualmente lo que en realidad no existía daba a Alanis aquella ventaja de adentrarse más en los sentimientos de sus destinatarios, impartiendo en los mismos un palpable miedo a lo desconocido, mismo que obligaba a aquellos a entregar una particular fidelidad y obediencia hacia la mujer en son de no buscar ignoradas consecuencias.
- Solo una promesa de fidelidad y acatamiento hacia mis pedidos le brindaran la luz que seguramente su mente solicita en estos momentos, para buscar una salida que solamente yo conozco – impartió quien solamente esperaba una sincera aceptación a su pedido. Curiosamente la bruja creía en la palabra de la gente, pues hasta aquel entonces nadie se había atrevido a engañarle. Esperaba que el hombre-bestia no fuera la excepción.
Un ahogante e incómodo silencio en aquel oscuro e ilusorio espacio se presento tras el callar de aquella que sin descanso alguno se mantenía petrificada, con sus brillantes ojos verdes puestos en el que pasaría ha convertirse en su próxima pieza clave para alcanzar cometidos personales.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Todo lo que sucedió a continuación fue confuso y generó en Rocamadour la sensación de peligro inminente.
Oscuridad, silencio.
Era como si, por algún medio mágico, alguien los hubiera colocado bajo una burbuja ahumada, aislándolos del resto del mundo. El joven temió estar alucinando, pero recordó que llevaba varios días sin ceder a la tentación de perder el sentido fumando adormidera, por lo que descartó aquella posibilidad y decidió actuar como si no le importase lo que estaba pasando.
-Alanis- dijo pugnando por controlar un temblor que presentía en su voz, y suavizando su tono pues no le habìa agradado la forma en que ella lo llamó insolente- comprenda mi indignación. No resulta grato saberse acechado; mucho menos sin conocer los motivos-. Aunque el licántropo llegó a imaginar quién podría estar detrás de todo aquello, el hecho de que una mujer como ella fuera la elegida para espiarlo era desconcertante, pues si en realidad era Jacques, no entendía por qué no volvía a valerse se una criatura como la que había provocado su desgracia. Por esa razón sentía la necesidad de seguir escuchándola, a pesar de que era claro que ella buscaba colocarlo en una posición de desventaja.
Cuando volvió a hablar, lo hizo ligeramente exaltado, pero ¿cómo no hacerlo en aquellas circunstancias? –Explíqueme por qué mi vida depende de usted, ¿acaso es una amenaza? ¿O cómo debo interpretar esas palabras? ¿A qué se refiere con que debo someterme a su voluntad? Déjeme aclararle que no me agradan las amenazas...- para sus adentros pensó que quizá morir no fuera del todo malo, pero algo lo apartaba de ese afán y se abstuvo de verbalizar aquella idea. Respiró pausadamente para tranquilizarse y poder hablar como si no deseara arrancarle los ojos a esa mujer. –Ya tiene mi atención; pero no puedo prometerle ninguna clase de obediencia, ni mucho menos sumisión, si no sé nada todavía sobre sus intenciones. Es cierto que deseo saber, así que ponga sus cartas sobre la mesa antes de pedirme cualquier cosa, si es tan amable-.
Hacía rato que el café se había terminado, pero Rocamadour no dejaba de jugar con la taza, denotado con ello (inconcientemente) su nerviosismo. Sin detener sus movimientos, la miró directamente a los ojos, sintiéndose profundamente inquieto por el envolvente silencio que persistía a su alrededor, como una bruma espesa. Tenía miedo, pero no podía darse el lujo de demostrarlo, y mucho menos frente a esa extraña que parecía tan fuerte a pesar de su endeble físico… por que él sabía muy bien que las apariencias engañan.
Oscuridad, silencio.
Era como si, por algún medio mágico, alguien los hubiera colocado bajo una burbuja ahumada, aislándolos del resto del mundo. El joven temió estar alucinando, pero recordó que llevaba varios días sin ceder a la tentación de perder el sentido fumando adormidera, por lo que descartó aquella posibilidad y decidió actuar como si no le importase lo que estaba pasando.
-Alanis- dijo pugnando por controlar un temblor que presentía en su voz, y suavizando su tono pues no le habìa agradado la forma en que ella lo llamó insolente- comprenda mi indignación. No resulta grato saberse acechado; mucho menos sin conocer los motivos-. Aunque el licántropo llegó a imaginar quién podría estar detrás de todo aquello, el hecho de que una mujer como ella fuera la elegida para espiarlo era desconcertante, pues si en realidad era Jacques, no entendía por qué no volvía a valerse se una criatura como la que había provocado su desgracia. Por esa razón sentía la necesidad de seguir escuchándola, a pesar de que era claro que ella buscaba colocarlo en una posición de desventaja.
Cuando volvió a hablar, lo hizo ligeramente exaltado, pero ¿cómo no hacerlo en aquellas circunstancias? –Explíqueme por qué mi vida depende de usted, ¿acaso es una amenaza? ¿O cómo debo interpretar esas palabras? ¿A qué se refiere con que debo someterme a su voluntad? Déjeme aclararle que no me agradan las amenazas...- para sus adentros pensó que quizá morir no fuera del todo malo, pero algo lo apartaba de ese afán y se abstuvo de verbalizar aquella idea. Respiró pausadamente para tranquilizarse y poder hablar como si no deseara arrancarle los ojos a esa mujer. –Ya tiene mi atención; pero no puedo prometerle ninguna clase de obediencia, ni mucho menos sumisión, si no sé nada todavía sobre sus intenciones. Es cierto que deseo saber, así que ponga sus cartas sobre la mesa antes de pedirme cualquier cosa, si es tan amable-.
Hacía rato que el café se había terminado, pero Rocamadour no dejaba de jugar con la taza, denotado con ello (inconcientemente) su nerviosismo. Sin detener sus movimientos, la miró directamente a los ojos, sintiéndose profundamente inquieto por el envolvente silencio que persistía a su alrededor, como una bruma espesa. Tenía miedo, pero no podía darse el lujo de demostrarlo, y mucho menos frente a esa extraña que parecía tan fuerte a pesar de su endeble físico… por que él sabía muy bien que las apariencias engañan.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
El dedo índice de la mano derecha de la hechicera no detenía ni por un instante siquiera el sistemático golpeteo que sutil pero inquietantemente generaba sobre la madera de aquella mesa, único objeto aparte de la taza del licántropo que se podía vislumbrar en aquel penumbroso y alejado paisaje negruzco que se proyectaba a los ojos ajenos y que, con el pasar del tiempo comenzaba a tornarse denso, agobiante, como si el mismo aire que envolvía a los dos presentes hubiese disminuido en suministros, haciendo del respirar una tarea algo mas compleja, menos involuntaria de alcanzar.
- Joven, la amenaza tiene la facultad de dar a entender algo y yo no estoy haciendo eso. Yo lo estoy asegurando, pero veo que los detalles son fundamentales para su atrofiada comprensión - el semblante de la bruja mantenía aquella lividez macabra, sobre todo porque la seriedad de sus vocablos parecían reafirmarse por el inalterable rostro de la misma.
Alanis nunca solía revelar sus habilidades si su cometido era solamente el juego, Y claramente sus intenciones para con el caballero, iban por un terreno mucho más adusto.
- Una jauría de cazadores le perseguirá, su adorado pariente buscara darle muerte a toda costa. Y sí aún se mantiene con vida, es solamente porque yo lo quise así, Étienne – remarcó el verdadero nombre del muchacho solamente para recordarle que ella era quien se encontraba en una posición ventajosa y por ende, haría las cosas a su manera, a su pleno antojo.
Aquel constante golpeteo sobre la mesa cesó y un incomodo silencio invadió aquella interminable profundidad que abrazaba el ambiente ¿Acaso era necesario ahondar en otros terrenos cuando la más palpable realidad había sido revelada? Alanis sentía tener en la palma de su mano una vida ajena y estaba en todo lo cierto. Una leve acción de su parte y le licántropo dejaría de existir, bajo su accionar o el de aquellos que le buscaban para asegurar la inmensurable riqueza de la que su tío deseaba hacerse.
- Quiero que la acción de salvarle el pellejo tenga su recompensa. Y esa deuda solamente será saldada con la entera e incuestionable disposición de sus servicios a mi voluntad - no existía ninguna clase de adorno, de rodeo para todo lo que la nigromante explicaba. Su esmeraldina mirada comenzaba a perder en la oscuridad propia de sus pupilas, que lentamente comenzaban a dilatarse inexplicablemente, ahogando aquel humano mirar por uno lleno de vacío, similar al escenario donde yacía junto a su compañía.
Luctuosa realidad sin escape.
Aquella humanidad blanquecina, pálida de por si, se torno más desvaída que de costumbre, dejando a vista todas y cada una de las venas que enramadas recorrían el severo rostro de la anciana, sumergida en un singular y tenebroso estado que hubiese escalofriado a más de un espectador. Pero en ese instante solo los orbes del lobo le vislumbraban y ella era totalmente consciente de ello. Su manifestación estaba completamente dirigida a él.
- Ante un rechazo, ahorraré el tiempo de unos cuantos y seré yo misma la que le de muerte. Aquí y ahora - la sentencia estaba transmitida. Clara e inalterable, como la de otro juicio más.
El golpeteó de aquel dedo se hizo presente nuevamente, pero en esta oportunidad, cada vez que la yema del mismo chocaba contra el lustre de la mesa, el resonar de dicha acción retumbaba en todo el espacio, adentrándose a la fuerza en el oído, demarcando un compás, un recordatorio del transcurrir del tiempo y de la necesidad de tomar decisiones. Para bien o mal.
Los ojos ébano de Alanis se mantenían incrustados cuan estacas sobre el rostro de Rocamadour. Sin titubeo, sin proyección emocional alguna, salvo por aquella inquietante pesadumbre que su frágil anatomía emanaba incansablemente.
Paradójicamente, la hechicera podía percibir en su mente como el café continuaba su ajetreo cotidiano, ajeno al ilusorio mundo que la dama había creado habilidosamente para aprisionar y someter al objeto de su interés. Evito sonreír para no desviar todo aquel ambiente generado.
Esperaba la sincera capitulación del lobo mientras, aquel audible tic-toc advertía de una paciencia cada vez más cercana a su fin.
- Joven, la amenaza tiene la facultad de dar a entender algo y yo no estoy haciendo eso. Yo lo estoy asegurando, pero veo que los detalles son fundamentales para su atrofiada comprensión - el semblante de la bruja mantenía aquella lividez macabra, sobre todo porque la seriedad de sus vocablos parecían reafirmarse por el inalterable rostro de la misma.
Alanis nunca solía revelar sus habilidades si su cometido era solamente el juego, Y claramente sus intenciones para con el caballero, iban por un terreno mucho más adusto.
- Una jauría de cazadores le perseguirá, su adorado pariente buscara darle muerte a toda costa. Y sí aún se mantiene con vida, es solamente porque yo lo quise así, Étienne – remarcó el verdadero nombre del muchacho solamente para recordarle que ella era quien se encontraba en una posición ventajosa y por ende, haría las cosas a su manera, a su pleno antojo.
Aquel constante golpeteo sobre la mesa cesó y un incomodo silencio invadió aquella interminable profundidad que abrazaba el ambiente ¿Acaso era necesario ahondar en otros terrenos cuando la más palpable realidad había sido revelada? Alanis sentía tener en la palma de su mano una vida ajena y estaba en todo lo cierto. Una leve acción de su parte y le licántropo dejaría de existir, bajo su accionar o el de aquellos que le buscaban para asegurar la inmensurable riqueza de la que su tío deseaba hacerse.
- Quiero que la acción de salvarle el pellejo tenga su recompensa. Y esa deuda solamente será saldada con la entera e incuestionable disposición de sus servicios a mi voluntad - no existía ninguna clase de adorno, de rodeo para todo lo que la nigromante explicaba. Su esmeraldina mirada comenzaba a perder en la oscuridad propia de sus pupilas, que lentamente comenzaban a dilatarse inexplicablemente, ahogando aquel humano mirar por uno lleno de vacío, similar al escenario donde yacía junto a su compañía.
Luctuosa realidad sin escape.
Aquella humanidad blanquecina, pálida de por si, se torno más desvaída que de costumbre, dejando a vista todas y cada una de las venas que enramadas recorrían el severo rostro de la anciana, sumergida en un singular y tenebroso estado que hubiese escalofriado a más de un espectador. Pero en ese instante solo los orbes del lobo le vislumbraban y ella era totalmente consciente de ello. Su manifestación estaba completamente dirigida a él.
- Ante un rechazo, ahorraré el tiempo de unos cuantos y seré yo misma la que le de muerte. Aquí y ahora - la sentencia estaba transmitida. Clara e inalterable, como la de otro juicio más.
El golpeteó de aquel dedo se hizo presente nuevamente, pero en esta oportunidad, cada vez que la yema del mismo chocaba contra el lustre de la mesa, el resonar de dicha acción retumbaba en todo el espacio, adentrándose a la fuerza en el oído, demarcando un compás, un recordatorio del transcurrir del tiempo y de la necesidad de tomar decisiones. Para bien o mal.
Los ojos ébano de Alanis se mantenían incrustados cuan estacas sobre el rostro de Rocamadour. Sin titubeo, sin proyección emocional alguna, salvo por aquella inquietante pesadumbre que su frágil anatomía emanaba incansablemente.
Paradójicamente, la hechicera podía percibir en su mente como el café continuaba su ajetreo cotidiano, ajeno al ilusorio mundo que la dama había creado habilidosamente para aprisionar y someter al objeto de su interés. Evito sonreír para no desviar todo aquel ambiente generado.
Esperaba la sincera capitulación del lobo mientras, aquel audible tic-toc advertía de una paciencia cada vez más cercana a su fin.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
El joven licántropo había aprendido a no asumir nada como cierto hasta contar con toda la información disponible, pues así era menos propenso a interpretar erróneamente las palabras de quien le hablara. Era una forma de mostrarse cauteloso sin parecer demasiado suspicaz y sí un tanto ingenuo. Apariencias, siempre apariencias.
Aunque en aquel momento parecía estar exasperando a la mujer con sus insistentes preguntas, pues pudo ver cómo poco a poco el semblante pálido se transformaba en una máscara aterradora de mirada fría cuyo objetivo seguramente era terminar de intimidarlo por si sus palabras no habían bastado.
Rocamadour se removió inquieto en la silla. No conseguía sentirse indiferente ante aquella extraña demostración de poder por parte de Alanis, un poder que lo subyugaba y apartaba de su mente la amenaza que antes había sido Jacques, sustituyéndola por una mayor: la incertidumbre. Ella había revelado lo que deseaba de él, pero aún no lo hacía partícipe de sus motivos, si acaso pensaba hacerlo en algún momento. Todo parecía configurarse de modo que él sólo fungiera como una pieza insignificante a la que no dudaría en sacrificar si era necesario. Una nueva oleada de cólera lo invadió, instándolo a negar su participación en el oscuro pacto que le proponía la extraña.
Sin embargo, la turbia atmósfera le resultaba cada vez más opresiva y se sentía incapaz de levantarse, como si más que una sensación, las tinieblas fueran una cárcel real. El golpeteo de los dedos de Alanis sobre la mesa, entremezclándose con los ahogados sonidos del exterior, aumentaba su angustia y confusión; pero se negaba a reconocer que estaba acorralado. Quiso gritar un no contundente, pero sus labios se abrieron en vano, su voz se desvaneció antes de poder escucharse. ¿Qué era todo aquello?
Su mente no encontraba la claridad, temía estarse convirtiendo en un cobarde… pues no podía dejar de pensar en lo mucho que apreciaba su vida -aunque tantas veces hubiera demostrado lo contrario- y en que no estaba dispuesto a renunciar a ella sin luchar, aun si ello significaba someterse por un tiempo a los ignotos deseos de esa mujer.
Apretó la taza vacía entre sus manos con tanta fuerza que terminó quebrándola; las blancas esquirlas se clavaban en su carne, abriéndola y dejando manar su sangre por unos instantes antes de comenzar a cerrarse nuevamente. Cerró los ojos un instante, resignado, y asintió silenciosamente con la cabeza antes de pronunciar su condena. De pronto su voz pareció libre, como si una extraña fuerza la hubiera encadenado para no permitirle negarse. –De acuerdo, haré lo que me pide. Tiene mi lealtad y agradecimiento por no delatarme con Jacques, señora- dijo mientras pensaba que tal vez cuando supiera lo que ella tramaba, estaría a su alcance el arma más terrible con la que se libraría de ese nuevo yugo: el conocimiento.
Aunque en aquel momento parecía estar exasperando a la mujer con sus insistentes preguntas, pues pudo ver cómo poco a poco el semblante pálido se transformaba en una máscara aterradora de mirada fría cuyo objetivo seguramente era terminar de intimidarlo por si sus palabras no habían bastado.
Rocamadour se removió inquieto en la silla. No conseguía sentirse indiferente ante aquella extraña demostración de poder por parte de Alanis, un poder que lo subyugaba y apartaba de su mente la amenaza que antes había sido Jacques, sustituyéndola por una mayor: la incertidumbre. Ella había revelado lo que deseaba de él, pero aún no lo hacía partícipe de sus motivos, si acaso pensaba hacerlo en algún momento. Todo parecía configurarse de modo que él sólo fungiera como una pieza insignificante a la que no dudaría en sacrificar si era necesario. Una nueva oleada de cólera lo invadió, instándolo a negar su participación en el oscuro pacto que le proponía la extraña.
Sin embargo, la turbia atmósfera le resultaba cada vez más opresiva y se sentía incapaz de levantarse, como si más que una sensación, las tinieblas fueran una cárcel real. El golpeteo de los dedos de Alanis sobre la mesa, entremezclándose con los ahogados sonidos del exterior, aumentaba su angustia y confusión; pero se negaba a reconocer que estaba acorralado. Quiso gritar un no contundente, pero sus labios se abrieron en vano, su voz se desvaneció antes de poder escucharse. ¿Qué era todo aquello?
Su mente no encontraba la claridad, temía estarse convirtiendo en un cobarde… pues no podía dejar de pensar en lo mucho que apreciaba su vida -aunque tantas veces hubiera demostrado lo contrario- y en que no estaba dispuesto a renunciar a ella sin luchar, aun si ello significaba someterse por un tiempo a los ignotos deseos de esa mujer.
Apretó la taza vacía entre sus manos con tanta fuerza que terminó quebrándola; las blancas esquirlas se clavaban en su carne, abriéndola y dejando manar su sangre por unos instantes antes de comenzar a cerrarse nuevamente. Cerró los ojos un instante, resignado, y asintió silenciosamente con la cabeza antes de pronunciar su condena. De pronto su voz pareció libre, como si una extraña fuerza la hubiera encadenado para no permitirle negarse. –De acuerdo, haré lo que me pide. Tiene mi lealtad y agradecimiento por no delatarme con Jacques, señora- dijo mientras pensaba que tal vez cuando supiera lo que ella tramaba, estaría a su alcance el arma más terrible con la que se libraría de ese nuevo yugo: el conocimiento.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
Finalmente los oídos de la bruja se hicieron con las palabras que impacientemente esperaba. Aquellos vocablos parecieron resonar en su cabeza en forma de una exquisita y victoriosa melodía que remarcaba su triunfo en aquella singular trifulca en donde las armas utilizadas en el enfrentamiento eran muy distantes a las de una guerra cualquiera.
La realidad también dictaba que en aquel momento Alanis había sabido aprovecharse de sus artilugios sobre una victima totalmente vulnerable y desprotegida. Metafóricamente, la veterana había apuntado con un arma de fuego al que ni siquiera contaba con una daga sin filo para intentar defenderse. Pero lo que importaba ahora era que su finalidad para con el muchacho había sido alcanzada sin mucho esfuerzo, del que necesitaba sin dudas para introducirlo a la segunda parte de aquel pacto del que sería imposible rehuir.
Aquella serie de golpes en la mesa cesó bruscamente y por unos momentos el silencio se hizo en el oscuro escenario mientras aquellos profundos ocelos lentamente volvían su tono típico, uno esmeraldino que se posaba en las manos del licántropo haciéndose con el detalle de aquel pequeño sangrado ajeno, producto de la resignación y la impotencia. La bruja sonrió de lado al creer que el muchacho había asumido sin contento alguno aquel sometimiento del que ahora se veía aprisionado.
Cuando podría pensarse que el espectáculo llegaba a su culminación y finalmente los designios a llevar a cabo serían entregados un inesperado suceso invadió aquel momento que parecía hacerse eterno, distando cada vez más de su esperado término.
A espaldas de la anciana, nacieron dos esferas oscuras que no tardaron en desintegrarse en forma de humo, de una sombría y confusa neblina que lentamente iba tomando formas curvas al compas de una musicalidad que solo pareciese estar presente en la esencia de aquella enigmática bruma opaca y difusa.
Lentamente, la silente danza en movimiento dio las amorfas figuras un contorno semitransparente, así también un par de ocelos completamente vacíos que expresaban no más que la propia nada, como si cualquier vestigio de vida y luz no existiese en aquellos seres desde tiempos incontables.
Paulatino al transcurso del tiempo, rostros severos y de facciones masculinas terminaron por confeccionarse en totalidad.
Eran los que muchos no creerían; dos espíritus.
Uno mucho más joven en apariencia que el otro. Ambos portadores de ropas antiguas, posiblemente relacionadas con a la época medieval. Camisas blancas, abrigos reforzados, bombachas oscuras y botas de cuero. Los dos de cabellera larga y espesa, uno sujetándola con un moño a la altura de la nuca y el otro con la melena suelta, misma que moría precisamente centímetros antes de tocar sus anchos hombros.
Si el joven Etienne no era consciente de la existencia de aquellos seres, de aquellas almas capaces de tornarse completamente perceptibles al sentido de la vista gracias a habilidades y/o artes mágicas tales como la nigromancia - en la cual Alanis se había hecho toda una experta con el pasar de sus numerosos años - ahora se hacia con dos intimidantes especímenes firmemente posicionados detrás de la hechicera que no reflejaba inmutación alguna ante dichas comparecencias.
¿A que se debía ese peculiar arribo que ni siquiera fue solicitado por los finos labios de la mujer?
Todo en el mundo de la hechicera tenía un porqué y la nota excepcional no se daría en aquella ocasión.
- Finalmente hablando el mismo idioma, le informo que próximamente le haré con una encomienda de la cual necesito resolución cuanto antes - una nueva explicación a medias por parte de una Alanis que lo que menos intención tenía era de revelar sus intenciones para con el licántropo de un solo tirón. La bruja debía tener al lobo amarrado de tal forma que éste jamás pudiese hacerse con las herramientas necesarias para escapar de su nueva y astuta dueña.
- Pierre y Arsène se encargaran de guiarte hasta mi residencia en el momento indicado en el que le estaré esperando para darle los detalles pertinentes al asunto - aquel desglosamiento de datos se iba dando tan lentamente como el desvanecimiento de aquella atmosfera lúgubre y oscura. Acompañando las palabras de la meticulosa dama, los místicos entes se posicionaban cada uno a los lados de donde se encontraba situado el atento y resignado Etienne.
- Y tenga muy en presente que ambos también le custodiaran, creyendo no es pertinente ni necesario explicarle como accionarían éstos ante el incumplimiento de su palabra, Rocamadour - el alzamiento de dos claras y angulosas cejas parecía querer remarcar tanto la advertencia sutilmente expuesta, como el pronunciamiento del nombre que el licántropo había solicitado para referirse a su persona.
El rechinar de las patas de madera contra el suelo actuó como total disipador de todo aquel escenario ilusorio creado por aquella mujer adentrada en años que lentamente abandonaba su comodo asiento, manteniendo sus verdosos ojos en los pardos de su acompañante. De uno de los ocultos bolsillos de su sobria falda tomó un par de francos y los depositó sobre la mesa frente a sí.
Borgette no creía en la necesidad de agregar alguna palabra más, pues para ella todo estaba más que dicho… Más que claro. Su piel volvió a la blancura típica cuan pergamino, sus gestos perdieron aquella anterior severidad y todo parecía haber sido exactamente como en el momento en que había arribado al acogedor negocio.
Finalmente, con un gesto de su cabeza saludó al joven y sin más partió, como si aquel muchacho se hubiese tornado un completo desconocido para ella desde que sus pies cruzaron el umbral de salida del café. Sin embargo la realidad era completamente diferente. La hechicera tenia presente que no trascurría mucho tiempo para que sus ojos se volviesen a hacer con la presencia del licántropo, pues estaba completamente segura en que el muchacho era lo suficientemente inteligente como para no sentenciar su vida al eterno e incansable tormento que le seria proferido por aquellos dos etéreos vigilantes si no cumplía con aquello que sus palabras habían manifestado.
La realidad también dictaba que en aquel momento Alanis había sabido aprovecharse de sus artilugios sobre una victima totalmente vulnerable y desprotegida. Metafóricamente, la veterana había apuntado con un arma de fuego al que ni siquiera contaba con una daga sin filo para intentar defenderse. Pero lo que importaba ahora era que su finalidad para con el muchacho había sido alcanzada sin mucho esfuerzo, del que necesitaba sin dudas para introducirlo a la segunda parte de aquel pacto del que sería imposible rehuir.
Aquella serie de golpes en la mesa cesó bruscamente y por unos momentos el silencio se hizo en el oscuro escenario mientras aquellos profundos ocelos lentamente volvían su tono típico, uno esmeraldino que se posaba en las manos del licántropo haciéndose con el detalle de aquel pequeño sangrado ajeno, producto de la resignación y la impotencia. La bruja sonrió de lado al creer que el muchacho había asumido sin contento alguno aquel sometimiento del que ahora se veía aprisionado.
Cuando podría pensarse que el espectáculo llegaba a su culminación y finalmente los designios a llevar a cabo serían entregados un inesperado suceso invadió aquel momento que parecía hacerse eterno, distando cada vez más de su esperado término.
A espaldas de la anciana, nacieron dos esferas oscuras que no tardaron en desintegrarse en forma de humo, de una sombría y confusa neblina que lentamente iba tomando formas curvas al compas de una musicalidad que solo pareciese estar presente en la esencia de aquella enigmática bruma opaca y difusa.
Lentamente, la silente danza en movimiento dio las amorfas figuras un contorno semitransparente, así también un par de ocelos completamente vacíos que expresaban no más que la propia nada, como si cualquier vestigio de vida y luz no existiese en aquellos seres desde tiempos incontables.
Paulatino al transcurso del tiempo, rostros severos y de facciones masculinas terminaron por confeccionarse en totalidad.
Eran los que muchos no creerían; dos espíritus.
Uno mucho más joven en apariencia que el otro. Ambos portadores de ropas antiguas, posiblemente relacionadas con a la época medieval. Camisas blancas, abrigos reforzados, bombachas oscuras y botas de cuero. Los dos de cabellera larga y espesa, uno sujetándola con un moño a la altura de la nuca y el otro con la melena suelta, misma que moría precisamente centímetros antes de tocar sus anchos hombros.
Si el joven Etienne no era consciente de la existencia de aquellos seres, de aquellas almas capaces de tornarse completamente perceptibles al sentido de la vista gracias a habilidades y/o artes mágicas tales como la nigromancia - en la cual Alanis se había hecho toda una experta con el pasar de sus numerosos años - ahora se hacia con dos intimidantes especímenes firmemente posicionados detrás de la hechicera que no reflejaba inmutación alguna ante dichas comparecencias.
¿A que se debía ese peculiar arribo que ni siquiera fue solicitado por los finos labios de la mujer?
Todo en el mundo de la hechicera tenía un porqué y la nota excepcional no se daría en aquella ocasión.
- Finalmente hablando el mismo idioma, le informo que próximamente le haré con una encomienda de la cual necesito resolución cuanto antes - una nueva explicación a medias por parte de una Alanis que lo que menos intención tenía era de revelar sus intenciones para con el licántropo de un solo tirón. La bruja debía tener al lobo amarrado de tal forma que éste jamás pudiese hacerse con las herramientas necesarias para escapar de su nueva y astuta dueña.
- Pierre y Arsène se encargaran de guiarte hasta mi residencia en el momento indicado en el que le estaré esperando para darle los detalles pertinentes al asunto - aquel desglosamiento de datos se iba dando tan lentamente como el desvanecimiento de aquella atmosfera lúgubre y oscura. Acompañando las palabras de la meticulosa dama, los místicos entes se posicionaban cada uno a los lados de donde se encontraba situado el atento y resignado Etienne.
- Y tenga muy en presente que ambos también le custodiaran, creyendo no es pertinente ni necesario explicarle como accionarían éstos ante el incumplimiento de su palabra, Rocamadour - el alzamiento de dos claras y angulosas cejas parecía querer remarcar tanto la advertencia sutilmente expuesta, como el pronunciamiento del nombre que el licántropo había solicitado para referirse a su persona.
El rechinar de las patas de madera contra el suelo actuó como total disipador de todo aquel escenario ilusorio creado por aquella mujer adentrada en años que lentamente abandonaba su comodo asiento, manteniendo sus verdosos ojos en los pardos de su acompañante. De uno de los ocultos bolsillos de su sobria falda tomó un par de francos y los depositó sobre la mesa frente a sí.
Borgette no creía en la necesidad de agregar alguna palabra más, pues para ella todo estaba más que dicho… Más que claro. Su piel volvió a la blancura típica cuan pergamino, sus gestos perdieron aquella anterior severidad y todo parecía haber sido exactamente como en el momento en que había arribado al acogedor negocio.
Finalmente, con un gesto de su cabeza saludó al joven y sin más partió, como si aquel muchacho se hubiese tornado un completo desconocido para ella desde que sus pies cruzaron el umbral de salida del café. Sin embargo la realidad era completamente diferente. La hechicera tenia presente que no trascurría mucho tiempo para que sus ojos se volviesen a hacer con la presencia del licántropo, pues estaba completamente segura en que el muchacho era lo suficientemente inteligente como para no sentenciar su vida al eterno e incansable tormento que le seria proferido por aquellos dos etéreos vigilantes si no cumplía con aquello que sus palabras habían manifestado.
Alanis Borgette- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 110
Fecha de inscripción : 10/11/2010
Re: Si el instinto te avisa, no deberías ignorarlo.
De todo lo extraño que había visto hasta ese momento de su vida, aquel par de figuras fantasmales no era lo más atemorizante, sino el hecho de que al parecer respondían a la voluntad de Alanis.
Ni siquiera necesitó decir nada, pues supuso que su expresión – mezcla de estupefacción y horror- había sido ya bastante elocuente; la mujer había conseguido de él las palabras de sumisión que quería, pero ahora sin más le notificaba que sería vigilado por aquellos seres – si acaso era la palabra correcta para nombrarlos-, a los que miró fijamente escrutando su aspecto, sus expresiones huecas que sólo los hacían lucir más amenazadores, como si ellos también conocieran sus secretos (y tal vez así fuera, después de todo).
Asintió en silencio sin dar mucha importancia a los nombres que la mujer atribuía a los observadores y se preguntó si en verdad podrían hacerle algún daño físico aun siendo él lo que era; pero no quiso arriesgarse a averiguarlo y prefirió cumplir con su palabra acatando las indicciones de Alanis.
La atmósfera recobró su densidad habitual y poco a poco Rocamadour pudo ver otra vez el movimiento de la gente a su alrededor, pero la tranquilidad no regresó, no había señal alguna de que fuera a hacerlo. La certeza de saberse en las garras de un ser cuyas habilidades podían ser más letales que las suyas (y menos predecibles) no le agradó ni le ayudó a asimilar lo que se le venía encima.
Quiso tragar saliva, pero su boca estaba tan seca que sentía la lengua adherida al paladar y la garganta áspera, lo que le impedía emitir cualquier sonido que mantuviera la fachada de afabilidad obligada; aunque eso no apreció importarle a su interlocutora, quien se dispuso a marchar sin mayor ceremonia, incluso dándose el lujo de pagar lo que el joven había bebido. Otra vez la humillación se adueñaba de su espíritu y se sintió incapaz de expresar su indignación.
La figura de la mujer se deslizó entre las mesas con tal indiferencia que nadie hubiera creído que aquella conversación hubiera sido tan relevante como para marcar el destino de aquel hombre taciturno que recién se había quedado solo.
La mente de Rocamadour regresó a de pronto al entorno mundano del café; miró la mesa, los restos de la taza que había quebrado y a continuación sus manos, que ya no mostraban rastro alguno de las heridas; la única evidencia del “accidente” eran unas diminutas gotas de sangre sobre el mantel blanco. Apretó los puños. Ya no le quedaba nada que hacer en ese lugar.
Sacó otro par de monedas y las dejó en la mesa junto a las de Alanis. Se levantó y salió lo más rápido que pudo, sin mirar a nadie. Las calles ya estaban repletas de gente, el aire era mucho menos frío que cuando había salido de casa, el sol ya iluminaba de lleno; pero nada de eso importaba ya. Sus preocupaciones eran otras, sus temores habían mudado y estaba más perdido que antes.
Arrastró los pies de vuelta a su solitaria morada, lleno de cansancio y angustia. A pesar de todo no sentía curiosidad por lo que la mujer le fuera a pedir y lo único que lo inquietaba era volver a ver a Pierre y Arsene invadiendo su intimidad; aunque sabía que eso no sería lo peor de todo… que aquello era sólo el comienzo de la pesadilla.
Ni siquiera necesitó decir nada, pues supuso que su expresión – mezcla de estupefacción y horror- había sido ya bastante elocuente; la mujer había conseguido de él las palabras de sumisión que quería, pero ahora sin más le notificaba que sería vigilado por aquellos seres – si acaso era la palabra correcta para nombrarlos-, a los que miró fijamente escrutando su aspecto, sus expresiones huecas que sólo los hacían lucir más amenazadores, como si ellos también conocieran sus secretos (y tal vez así fuera, después de todo).
Asintió en silencio sin dar mucha importancia a los nombres que la mujer atribuía a los observadores y se preguntó si en verdad podrían hacerle algún daño físico aun siendo él lo que era; pero no quiso arriesgarse a averiguarlo y prefirió cumplir con su palabra acatando las indicciones de Alanis.
La atmósfera recobró su densidad habitual y poco a poco Rocamadour pudo ver otra vez el movimiento de la gente a su alrededor, pero la tranquilidad no regresó, no había señal alguna de que fuera a hacerlo. La certeza de saberse en las garras de un ser cuyas habilidades podían ser más letales que las suyas (y menos predecibles) no le agradó ni le ayudó a asimilar lo que se le venía encima.
Quiso tragar saliva, pero su boca estaba tan seca que sentía la lengua adherida al paladar y la garganta áspera, lo que le impedía emitir cualquier sonido que mantuviera la fachada de afabilidad obligada; aunque eso no apreció importarle a su interlocutora, quien se dispuso a marchar sin mayor ceremonia, incluso dándose el lujo de pagar lo que el joven había bebido. Otra vez la humillación se adueñaba de su espíritu y se sintió incapaz de expresar su indignación.
La figura de la mujer se deslizó entre las mesas con tal indiferencia que nadie hubiera creído que aquella conversación hubiera sido tan relevante como para marcar el destino de aquel hombre taciturno que recién se había quedado solo.
La mente de Rocamadour regresó a de pronto al entorno mundano del café; miró la mesa, los restos de la taza que había quebrado y a continuación sus manos, que ya no mostraban rastro alguno de las heridas; la única evidencia del “accidente” eran unas diminutas gotas de sangre sobre el mantel blanco. Apretó los puños. Ya no le quedaba nada que hacer en ese lugar.
Sacó otro par de monedas y las dejó en la mesa junto a las de Alanis. Se levantó y salió lo más rápido que pudo, sin mirar a nadie. Las calles ya estaban repletas de gente, el aire era mucho menos frío que cuando había salido de casa, el sol ya iluminaba de lleno; pero nada de eso importaba ya. Sus preocupaciones eran otras, sus temores habían mudado y estaba más perdido que antes.
Arrastró los pies de vuelta a su solitaria morada, lleno de cansancio y angustia. A pesar de todo no sentía curiosidad por lo que la mujer le fuera a pedir y lo único que lo inquietaba era volver a ver a Pierre y Arsene invadiendo su intimidad; aunque sabía que eso no sería lo peor de todo… que aquello era sólo el comienzo de la pesadilla.
Rocamadour- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 101
Fecha de inscripción : 16/01/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» No deberías cruzar la linde de lo ajeno {Privado}
» Instinto Natural
» ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
» Es el instinto animal, que se libera // Maike Gottshalk [+18]
» El instinto llama {Privado}
» Instinto Natural
» ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
» Es el instinto animal, que se libera // Maike Gottshalk [+18]
» El instinto llama {Privado}
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour