AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
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¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
Hacía apenas unas horas que el barco donde me encontraba había llegado al puerto de París después de varias semanas de travesía, pero debido a mi “alergia” al sol, me había visto obligada a permanecer en el interior de la nave hasta la llegada del crepúsculo. Había ordenado a mi sirviente que dejase todo el asunto de mi instalación del hotel solucionado antes de que la noche se cerniese sobre nosotros, esperando que en ese mismo instante estuviese deshaciendo mi equipaje antes de que mis preciosos y caros vestidos se arrugasen por estar tanto tiempo metidos en baúles.
Eso sí, durante esa larga espera en el interior del navío el aburrimiento no entraba en mis planes, y me había dedicado a atemorizar al pobre marinero que se había quedado encargado de la limpieza de las bodegas. Mi madre siempre me había dicho que no se jugaba con la comida, pero escuchar los fuertes latidos de su corazón atemorizado golpeando sus arterias a un ritmo frenético, me excitaba demasiado como para de vez en cuando no darle rienda suelta a mi maldad.
Durante toda la travesía había sido una vampiresa concienzuda, alimentándome lo justo para no levantar sospechas, habiendo tenido que echar solo apenas unos cuantos cadáveres por la borda; pero ahora que sabía que en unas horas volvería a ser libre, la maldad volvía a apoderarse de mi ser. Alargué solo unos minutos más la agonía de aquel pobre infeliz, persiguiéndolo por los pasillos como una veloz sombra que lo llevaba hasta el lugar deseado, dándole caza por fin cuando creyó atisbar su salvación al lado de las escaleras. Un ligero movimiento de mi cuerpo y el suyo quedó apresado contra la pared, asustado como un conejillo, moviéndose con fuerza para tratar de soltarse de mi agarre; escena que me divertía y excitaba a partes iguales, pero fue cuando me suplicó por su vida, cuando alcancé el mayor placer de todos, tornándose mis ojos rojos y lanzándome hacia su yugular, prometiéndole una muerte rápida.
Solté su cuerpo inerte, dejándolo caer al suelo sin mayor compasión y limpiándome la sangre que podía quedar en mis labios, me dispuse a disfrutar de la larga noche que tenía por delante. Una noche de diversión y oscuridad como merecido descanso después de tantas semanas de confinamiento. Juraba que mañana por la noche comenzaría la búsqueda de mis hermanos, que según fuentes fiables, habían coincidido en París; pero esta noche, sería mía, solo mía.
¿Y qué mejor lugar para empezar una prometedora noche de desenfreno que una taberna? Pues hasta allí es hacia adonde dirigí mis pasos, eligiendo aquella que sentí más abarrotada de gente, y donde sin duda, sería más fácil pasar desapercibida si encontraba a algún humano digno de convertirse en mi postre.
Me adentré en el local escuchando el jolgorio de los clientes, percibiendo cada uno de los pensamientos que pasaban por sus mentes cuando me vieron aparecer por la puerta y avanzar hasta la barra donde tomé asiento. Un gran porcentaje de los varones de aquel lugar merecería morir por tener unas mentes tan sucias, pero ya había cenado, y solo albergaba la idea de pasar una velada tranquila junto a mi mejor compañía, el whisky escocés.
-Un whisky doble con hielo, por favor.- sugerí al tabernero que con una amable sonrisa y pensamientos no menos lascivos que el resto de sus compatriotas se acercó a mí con sonrisa ladina para servirme un trago.
Miré a mi alrededor un tanto contrariada, quizás no había sido el lugar idóneo donde ir a buscar mi postres, hasta que dí con él. Un joven humano de cabello y ojos castaños que se haya ensimismado en sus propios pensamientos; una misión encomendada que no terminaba de ver, y poco más. La cuestión es que a pesar de no haberlo visto antes, porque me acordaría si fuese el caso, su aura me recordaba a alguien; alguien cuya imagen se escapaba de entre mis recuerdos, pero que sin duda, acabaría dando con quien.
Lo observé fijamente durante unos segundos al tiempo que humedecía mis labios con el licor ya servido por el tabernero; segundos que fueron suficientes para acaparar su atención. Un par de gestos más, y quizás podría servirme como postre; un parpadeo de pestañas mientras mi mirada no se apartaba de la suya, humedecer mis labios de nuevo con mi lengua, una sonrisa inocente y…un giro de cabeza para recuperar mi posición inicial, esperando que el joven humano hubiese mordido en anzuelo.
Eso sí, durante esa larga espera en el interior del navío el aburrimiento no entraba en mis planes, y me había dedicado a atemorizar al pobre marinero que se había quedado encargado de la limpieza de las bodegas. Mi madre siempre me había dicho que no se jugaba con la comida, pero escuchar los fuertes latidos de su corazón atemorizado golpeando sus arterias a un ritmo frenético, me excitaba demasiado como para de vez en cuando no darle rienda suelta a mi maldad.
Durante toda la travesía había sido una vampiresa concienzuda, alimentándome lo justo para no levantar sospechas, habiendo tenido que echar solo apenas unos cuantos cadáveres por la borda; pero ahora que sabía que en unas horas volvería a ser libre, la maldad volvía a apoderarse de mi ser. Alargué solo unos minutos más la agonía de aquel pobre infeliz, persiguiéndolo por los pasillos como una veloz sombra que lo llevaba hasta el lugar deseado, dándole caza por fin cuando creyó atisbar su salvación al lado de las escaleras. Un ligero movimiento de mi cuerpo y el suyo quedó apresado contra la pared, asustado como un conejillo, moviéndose con fuerza para tratar de soltarse de mi agarre; escena que me divertía y excitaba a partes iguales, pero fue cuando me suplicó por su vida, cuando alcancé el mayor placer de todos, tornándose mis ojos rojos y lanzándome hacia su yugular, prometiéndole una muerte rápida.
Solté su cuerpo inerte, dejándolo caer al suelo sin mayor compasión y limpiándome la sangre que podía quedar en mis labios, me dispuse a disfrutar de la larga noche que tenía por delante. Una noche de diversión y oscuridad como merecido descanso después de tantas semanas de confinamiento. Juraba que mañana por la noche comenzaría la búsqueda de mis hermanos, que según fuentes fiables, habían coincidido en París; pero esta noche, sería mía, solo mía.
¿Y qué mejor lugar para empezar una prometedora noche de desenfreno que una taberna? Pues hasta allí es hacia adonde dirigí mis pasos, eligiendo aquella que sentí más abarrotada de gente, y donde sin duda, sería más fácil pasar desapercibida si encontraba a algún humano digno de convertirse en mi postre.
Me adentré en el local escuchando el jolgorio de los clientes, percibiendo cada uno de los pensamientos que pasaban por sus mentes cuando me vieron aparecer por la puerta y avanzar hasta la barra donde tomé asiento. Un gran porcentaje de los varones de aquel lugar merecería morir por tener unas mentes tan sucias, pero ya había cenado, y solo albergaba la idea de pasar una velada tranquila junto a mi mejor compañía, el whisky escocés.
-Un whisky doble con hielo, por favor.- sugerí al tabernero que con una amable sonrisa y pensamientos no menos lascivos que el resto de sus compatriotas se acercó a mí con sonrisa ladina para servirme un trago.
Miré a mi alrededor un tanto contrariada, quizás no había sido el lugar idóneo donde ir a buscar mi postres, hasta que dí con él. Un joven humano de cabello y ojos castaños que se haya ensimismado en sus propios pensamientos; una misión encomendada que no terminaba de ver, y poco más. La cuestión es que a pesar de no haberlo visto antes, porque me acordaría si fuese el caso, su aura me recordaba a alguien; alguien cuya imagen se escapaba de entre mis recuerdos, pero que sin duda, acabaría dando con quien.
Lo observé fijamente durante unos segundos al tiempo que humedecía mis labios con el licor ya servido por el tabernero; segundos que fueron suficientes para acaparar su atención. Un par de gestos más, y quizás podría servirme como postre; un parpadeo de pestañas mientras mi mirada no se apartaba de la suya, humedecer mis labios de nuevo con mi lengua, una sonrisa inocente y…un giro de cabeza para recuperar mi posición inicial, esperando que el joven humano hubiese mordido en anzuelo.
Última edición por Ishtar Black el Mar Oct 11, 2016 2:47 am, editado 1 vez
Ishtar Black- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
Los peces de hielo giraban rítmicos en aquel whisky doble que bailaba entre mis dedos.
La noche anterior había descubierto la existencia de esos seres que copan la noche, esos que al parecer y sin ser descubiertos mas que por unos pocos afortunados caminan entre nosotros sedientos de sangre y con una inmortal vida a sus espaldas.
Esos de los que hablan las chanzas que cantan los juglares, los que convertidos en leyendas trastocan el placido sueño de los niños para trasformarse en el azote de los padres.
Allí estaba yo, seguro de que en aquella taberna de mala muerte mas de uno de esos seres hallaría, y a su vez esperando que la vampiresa de la noche anterior hiciera su aparición estelar para empezar nuestro viaje hacia ninguna parte.
Ahora mi misión había tomado forma, y a su vez un camino insospechado, peligroso, mortal y a la vez sumamente excitante.
Llevé el vidrio a mis labios dando un profundo trago, sediento no solo de alcohol con el que beberme la noche si no de información, de nuevos datos que dieran color al lienzo que ahora, apasionado se abría en blanco frente a mis ojos, un mundo nuevo, lleno de entresijos que necesitaba descubrir de un modo u otro.
Fue entonces, absorto como estaba en mis propias ideas cuando los ojos de una mujer me encontraron, una y otra vez, acariciaban mis sentidos empujándome a acompañar su solitario trago.
Gire la cabeza hacia la puerta un par de veces en busca de esa inmortal que necesitaba para emprender el camino hacia la oscuridad, mas al no hallarla no se me antojo mala idea ir haciendo tiempo con aquella bella dama que ahora, apartando sus ojos de los míos fingía su desinterés por mi.
Acorté la distancia que nos separaba, para ahora si sentarme a su lado con una picara sonrisa instalada en mis labios
-Podría decirle que me he fijado en vos y por ende vos haceros la sorprendida. Después podéis bajar un par de veces las pestañas mientras yo bebo entre risas de este vaso que se vacía raudo entre mis labios.
Podemos perder toda la noche fingiendo unas formas que no tenemos e ignorando la necesidad que ambos tenemos de buscar un callejón oscuro y dar rienda suelta a lo que nuestros cuerpos hambrientos del otro nos piden, pero estoy seguro de que ninguno tiene tiempo que perder ¿cierto?
Los ojos de la dama se hundieron en los míos, con ese brillo que mi cautivadora sinceridad despertaba, vale que nunca fui demasiado bueno paras esto de cortejar y mucho menos con una copa de mas, una mujer bonita y una taberna sombría.
Ahora ella decidiría si eran reales o no mis palabras o por ende prefería esperar a otro que le adulara los oídos mas no su entrepierna.
La noche anterior había descubierto la existencia de esos seres que copan la noche, esos que al parecer y sin ser descubiertos mas que por unos pocos afortunados caminan entre nosotros sedientos de sangre y con una inmortal vida a sus espaldas.
Esos de los que hablan las chanzas que cantan los juglares, los que convertidos en leyendas trastocan el placido sueño de los niños para trasformarse en el azote de los padres.
Allí estaba yo, seguro de que en aquella taberna de mala muerte mas de uno de esos seres hallaría, y a su vez esperando que la vampiresa de la noche anterior hiciera su aparición estelar para empezar nuestro viaje hacia ninguna parte.
Ahora mi misión había tomado forma, y a su vez un camino insospechado, peligroso, mortal y a la vez sumamente excitante.
Llevé el vidrio a mis labios dando un profundo trago, sediento no solo de alcohol con el que beberme la noche si no de información, de nuevos datos que dieran color al lienzo que ahora, apasionado se abría en blanco frente a mis ojos, un mundo nuevo, lleno de entresijos que necesitaba descubrir de un modo u otro.
Fue entonces, absorto como estaba en mis propias ideas cuando los ojos de una mujer me encontraron, una y otra vez, acariciaban mis sentidos empujándome a acompañar su solitario trago.
Gire la cabeza hacia la puerta un par de veces en busca de esa inmortal que necesitaba para emprender el camino hacia la oscuridad, mas al no hallarla no se me antojo mala idea ir haciendo tiempo con aquella bella dama que ahora, apartando sus ojos de los míos fingía su desinterés por mi.
Acorté la distancia que nos separaba, para ahora si sentarme a su lado con una picara sonrisa instalada en mis labios
-Podría decirle que me he fijado en vos y por ende vos haceros la sorprendida. Después podéis bajar un par de veces las pestañas mientras yo bebo entre risas de este vaso que se vacía raudo entre mis labios.
Podemos perder toda la noche fingiendo unas formas que no tenemos e ignorando la necesidad que ambos tenemos de buscar un callejón oscuro y dar rienda suelta a lo que nuestros cuerpos hambrientos del otro nos piden, pero estoy seguro de que ninguno tiene tiempo que perder ¿cierto?
Los ojos de la dama se hundieron en los míos, con ese brillo que mi cautivadora sinceridad despertaba, vale que nunca fui demasiado bueno paras esto de cortejar y mucho menos con una copa de mas, una mujer bonita y una taberna sombría.
Ahora ella decidiría si eran reales o no mis palabras o por ende prefería esperar a otro que le adulara los oídos mas no su entrepierna.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
Sonreí de medio lado, aún de espaldas al muchacho, cuando sentí su intensa y desconcertante aura moverse hacia mí, proclamándome vencedora por haber llamado su atención y haber sido capaz de conseguir mi postre en tan poco tiempo. Rodeé el borde del vaso con mi dedo indice, cerrando los ojos y sintiendo el ritmo de los latidos de ese atolondrado corazón que aquella noche sería mío, saboreando el momento donde por unos segundos me sentía la presa en lugar de la cazadora.
El haber percibido ese fugaz de pensamiento acerca de una inmortal a la que esperaba, me había confundido durante un segundo, pero sabiendo que no había podido evitar el impulso de acercarse a mí, me prometí que yo misma sería quien le enseñase el camino sumido en la más profunda oscuridad si eso es lo que deseaba. Si de la oscuridad se hablaba, yo era la gobernante de ese reino. No me preocupaba que fuese cazador, de hecho no había indicio alguno en su mente de serlo; si de así fuese el odio al pensar en la vampiresa hubiese sido palpable, y dicho sentimiento no había tenido lugar.
Me giré sorprendida con una dulce sonrisa dibujada en mis labios cuando aquel joven se situó junto a mí, más no pude evitar soltar un jadeo cuando escuché de su boca lo mismo que yo estaba pensando, ¿sería también capaz de leer los pensamientos? Bebí un nuevo trago de mi copa, enarcando una ceja mientras observaba al humano que tenía delante, un humano que desde luego me apetecía saborear, y en más de un sentido. Pero volviendo a desobedecer a mi madre, jugaría un rato con la comida antes de hincarle el diente.
- Lamento comunicarle caballero que tengo todo el tiempo del mundo, y que si algo he aprendido es que las prisas nunca son buenas. Déjeme invitarle a una copa, y veremos si nuestros hambrientos cuerpos quieren lo mismo, o si por el contrario, es solo su deseo el que le nubla la mente.- contesté con picardía sin poder evitar dejar de mirar aquellos envolventes ojos castaños que no se acordaban por mí presencia; claro que tampoco sabía quiera era yo, lo que hacía el juego mucho más divertido.
- Permítame que me presente, mi nombre es Ishtar Black, y acabo de llegar a París en búsqueda de mis hermanos.- susurré acercando mi mano a modo de saludo.- Y vos, a parte de un joven optimista, ¿sois?
De nuevo esa mirada que clavada en la mía pasaba por mi mente como un antiguo recuerdo; alguien que había sido lo suficientemente importante en mi vida como para recordarlo, pero también lejano como para que su imagen no abrasase mi cabeza con la presencia de aquel joven que sin duda escondía en su bien formado cuerpo más de una sorpresa.
El haber percibido ese fugaz de pensamiento acerca de una inmortal a la que esperaba, me había confundido durante un segundo, pero sabiendo que no había podido evitar el impulso de acercarse a mí, me prometí que yo misma sería quien le enseñase el camino sumido en la más profunda oscuridad si eso es lo que deseaba. Si de la oscuridad se hablaba, yo era la gobernante de ese reino. No me preocupaba que fuese cazador, de hecho no había indicio alguno en su mente de serlo; si de así fuese el odio al pensar en la vampiresa hubiese sido palpable, y dicho sentimiento no había tenido lugar.
Me giré sorprendida con una dulce sonrisa dibujada en mis labios cuando aquel joven se situó junto a mí, más no pude evitar soltar un jadeo cuando escuché de su boca lo mismo que yo estaba pensando, ¿sería también capaz de leer los pensamientos? Bebí un nuevo trago de mi copa, enarcando una ceja mientras observaba al humano que tenía delante, un humano que desde luego me apetecía saborear, y en más de un sentido. Pero volviendo a desobedecer a mi madre, jugaría un rato con la comida antes de hincarle el diente.
- Lamento comunicarle caballero que tengo todo el tiempo del mundo, y que si algo he aprendido es que las prisas nunca son buenas. Déjeme invitarle a una copa, y veremos si nuestros hambrientos cuerpos quieren lo mismo, o si por el contrario, es solo su deseo el que le nubla la mente.- contesté con picardía sin poder evitar dejar de mirar aquellos envolventes ojos castaños que no se acordaban por mí presencia; claro que tampoco sabía quiera era yo, lo que hacía el juego mucho más divertido.
- Permítame que me presente, mi nombre es Ishtar Black, y acabo de llegar a París en búsqueda de mis hermanos.- susurré acercando mi mano a modo de saludo.- Y vos, a parte de un joven optimista, ¿sois?
De nuevo esa mirada que clavada en la mía pasaba por mi mente como un antiguo recuerdo; alguien que había sido lo suficientemente importante en mi vida como para recordarlo, pero también lejano como para que su imagen no abrasase mi cabeza con la presencia de aquel joven que sin duda escondía en su bien formado cuerpo más de una sorpresa.
Ishtar Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
La dama parecía estar ansiosa por jugar, mas aquel juego lejos de aburrirme acaparaba parte de mi atención, el resultado seria le mismo, con una copa o dos mas en nuestro cuerpo. No era un experto en mujeres, pero sabia cuando unos ojos se hundían en mi cuerpo y esa dama parecía querer devorarme por dentro.
-Poco sabe de la vida si hace esa afirmación señora mía, las prisas pueden ser a veces las mejores consejeras, pues en ocasiones lo que se deja para mañana nunca se alcanza.
En ocasiones una milésima de segundo es lo que marca la vida de la muerte, esa que necesitas para interponer tu acero para salvar tu vida de una estocada. A veces las prisas si son buenas, y otras la calma todo lo apaga.
Mas aceptaré esa copa, porque nada pierdo por hacerlo.
Aparté mi mirada de sus ojos para hundirlos en los del posadero que bajo la vista hasta mis dedos cuando estos golpearon sendas veces el borde de cristal para pedir lo mismo, pero doble.
No tarde en ser servido, un whisky doble con el que daría por zanjado el cupo de alcohol que por hoy aceptaría mi cuerpo, me gustaba el riesgo pero no era un incauto y ya había bebido mas que suficiente para saber que necesitaría mis sentidos aleta para encontrarme con mi guía.
Relamí mis labios antes de posarlos en el vidrio para dar un suave trago.
La mano de mi interlocutora se extendió hacia mi para hacer las presentaciones, esas que nos orillaban a una larga conversación, llenas de presente futuro y pasado.
-Encantado -dije acariciando lentamente su mano al juntarla con la mía -yo soy un desconocido que quizás le diga su nombre si nuestros cuerpos se llaman lo suficiente.
Su desconcierto era evidente, creo que esa respuesta no la esperaba, ella una mujer que parecía acostumbrada a controlar la situación ,la depredadora que había observado paciente su presa y que creía que yo, fiel cordero caería en todas y cada una de sus tretas.
Su piel estaba helada, fue por eso que lo supe, ella, no era una human, como muchos de los allí presentes su condición sobrenatural se fundía frente a mis ojos.
Nunca me consideré un estúpido, aunque ella por ende pensaba que lo era, quizás su idea era llevarme al callejón trasero para devorarme mas no precisamente como yo esperaba que lo hiciera.
Sonreí de medio lado aun con su piel tocando la mía.
-Señorita Black ¿a que quiere jugar ahora?
-Poco sabe de la vida si hace esa afirmación señora mía, las prisas pueden ser a veces las mejores consejeras, pues en ocasiones lo que se deja para mañana nunca se alcanza.
En ocasiones una milésima de segundo es lo que marca la vida de la muerte, esa que necesitas para interponer tu acero para salvar tu vida de una estocada. A veces las prisas si son buenas, y otras la calma todo lo apaga.
Mas aceptaré esa copa, porque nada pierdo por hacerlo.
Aparté mi mirada de sus ojos para hundirlos en los del posadero que bajo la vista hasta mis dedos cuando estos golpearon sendas veces el borde de cristal para pedir lo mismo, pero doble.
No tarde en ser servido, un whisky doble con el que daría por zanjado el cupo de alcohol que por hoy aceptaría mi cuerpo, me gustaba el riesgo pero no era un incauto y ya había bebido mas que suficiente para saber que necesitaría mis sentidos aleta para encontrarme con mi guía.
Relamí mis labios antes de posarlos en el vidrio para dar un suave trago.
La mano de mi interlocutora se extendió hacia mi para hacer las presentaciones, esas que nos orillaban a una larga conversación, llenas de presente futuro y pasado.
-Encantado -dije acariciando lentamente su mano al juntarla con la mía -yo soy un desconocido que quizás le diga su nombre si nuestros cuerpos se llaman lo suficiente.
Su desconcierto era evidente, creo que esa respuesta no la esperaba, ella una mujer que parecía acostumbrada a controlar la situación ,la depredadora que había observado paciente su presa y que creía que yo, fiel cordero caería en todas y cada una de sus tretas.
Su piel estaba helada, fue por eso que lo supe, ella, no era una human, como muchos de los allí presentes su condición sobrenatural se fundía frente a mis ojos.
Nunca me consideré un estúpido, aunque ella por ende pensaba que lo era, quizás su idea era llevarme al callejón trasero para devorarme mas no precisamente como yo esperaba que lo hiciera.
Sonreí de medio lado aun con su piel tocando la mía.
-Señorita Black ¿a que quiere jugar ahora?
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Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
No pude evitar sonreír divertida ante la seguridad del muchacho que rebatía mis palabras como si de un maestro de escuela se tratase, como si pudiese a estas alturas de mi eterna existencia darme una lección con lo que había aprendido en su corta vida; una experiencia que comparada con la mía era efímera e insignificante. Un joven guerrero que al parecer se creía diestro en las armas por seguir con vida, quizás porque nuestros caminos no se habían cruzado antes.
He de reconocer que me atraía esa seguridad en sí mismo que portaba; esa, que lejos de obedecer a mis palabras como un corderito, daba la vuelta a todo lo que yo proponía, esa que me retaba en todo momento, convirtiéndolo ya no sólo en un dulce postre, sino en un juego de lo más excitante.
-Tomemos pues el camino de en medio, sin prisa pero sin pausa. No todo se limita a los extremos, señor “desconocido que me dirá su nombre si nuestros cuerpos se llaman los suficiente”.- contesté tras dar un trago a mi bebida y observar como sutilmente él pedía la suya al tabernero.- Aunque si eso llegase ocurrir, ¿Acaso importarían nuestros nombres?
En el momento en que nuestras manos entraron en contacto su mente comenzó a formase la idea de lo que yo era, un peligro inminente para su vida, el fin de su existencia si así lo decidía, pero que sin embargo no parecía sentirse intimidado por mi naturaleza. Un muchacho valiente, sin duda, estúpido, pero valiente.
-No hay tantos “sobrenaturales” como se piensa en esta taberna, la mayoría son humanos; con descuidadas medidas de higiene, eso sí, pero humanos al fin y al cabo.- sonreí con picardía decidiendo que era absurdo seguir hablando como si ambos no supiésemos quien era el otro.- Más no debe preocuparse, joven desconocido, mi intención de llevarle al callejón de atrás no es solo la que imagina.
Escudriñé su mirada en busca de alguna reacción, algo que me indicase que estaba asustado, que me tenía miedo; pero en sus preciosos ojos castaños solo pude observar la fuerza y entereza de un hombre forjado con los años, quizás demasiado maduro para su edad. Deslicé mi lengua sobre mis húmedos labios mojados por el licor, esperando su próximo pensamiento; ese que me daría ventaja sobre él.
-La vida es un juego en si, ¿no le parece? – contesté mordiéndome el labio mientras retiraba mi mano lentamente, evitando cualquier contacto entre nosotros.- Prefiero que sea vos quien elija el juego, no sea que lo que yo proponga no lo vaya a entender.
He de reconocer que me atraía esa seguridad en sí mismo que portaba; esa, que lejos de obedecer a mis palabras como un corderito, daba la vuelta a todo lo que yo proponía, esa que me retaba en todo momento, convirtiéndolo ya no sólo en un dulce postre, sino en un juego de lo más excitante.
-Tomemos pues el camino de en medio, sin prisa pero sin pausa. No todo se limita a los extremos, señor “desconocido que me dirá su nombre si nuestros cuerpos se llaman los suficiente”.- contesté tras dar un trago a mi bebida y observar como sutilmente él pedía la suya al tabernero.- Aunque si eso llegase ocurrir, ¿Acaso importarían nuestros nombres?
En el momento en que nuestras manos entraron en contacto su mente comenzó a formase la idea de lo que yo era, un peligro inminente para su vida, el fin de su existencia si así lo decidía, pero que sin embargo no parecía sentirse intimidado por mi naturaleza. Un muchacho valiente, sin duda, estúpido, pero valiente.
-No hay tantos “sobrenaturales” como se piensa en esta taberna, la mayoría son humanos; con descuidadas medidas de higiene, eso sí, pero humanos al fin y al cabo.- sonreí con picardía decidiendo que era absurdo seguir hablando como si ambos no supiésemos quien era el otro.- Más no debe preocuparse, joven desconocido, mi intención de llevarle al callejón de atrás no es solo la que imagina.
Escudriñé su mirada en busca de alguna reacción, algo que me indicase que estaba asustado, que me tenía miedo; pero en sus preciosos ojos castaños solo pude observar la fuerza y entereza de un hombre forjado con los años, quizás demasiado maduro para su edad. Deslicé mi lengua sobre mis húmedos labios mojados por el licor, esperando su próximo pensamiento; ese que me daría ventaja sobre él.
-La vida es un juego en si, ¿no le parece? – contesté mordiéndome el labio mientras retiraba mi mano lentamente, evitando cualquier contacto entre nosotros.- Prefiero que sea vos quien elija el juego, no sea que lo que yo proponga no lo vaya a entender.
Ishtar Black- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
Las cartas quedaron sobre la mesa, sus ojos hundidos en los míos mostraban sus cuatro ases complacida, como si esta partida la hubiera ganado, como si el poder leer mis pensamientos pudiera darle ventaja sobre mi.
Puede que yo no tuviera poderes, mas allá de los ojos observadores que me acompañaban en cada pelea, acostumbrado a anticiparme al enemigo, a luchar como un demonio en el mismísimo infierno.
Puede que ella creyera que yo solo era un muchacho mas, un humano como cualquier otro, uno de esos con los que podía permitirse el lujo de jugar, quizás no sabia que en mi nada era normal.
Aprendí a sujetar una espada antes que a hablar, y por el mismo Odin que en la lengua no me quedaba atrás..
Siempre en primera linea estaba mas que acostumbrado a las sorpresas, a improvisar frente a cada estratagema. El miedo, no era lo que guiaba mis pasos en ninguna de mis gestas, puede que ella viniera de la noche, mas yo estaba forjado con el sudor de la espada entre mis manos.
Sangre derramada ensuciaban en demasía mis manos, quizás tanta como la que esa bestia de ojso azules y arrebatadora mirada, hubiera tomado.
Quería jugar, mas demasiado pronto había enseñado sus cartas para hacerlo, ese juego lo tenia ganado ,al menos si no me sorprendía con un movimiento de inesperado.
Sonreí de medio lado dejándome acunar por sus palabras, esas que prometían que no solo mi sangre había llamado su atención ,que devorarme en el callejón trasero no era su única opción.
-Acaso cree que no percibo como sus ojos me miran, que no veo como su pupila se dilata y como sus labios se entreabren al ver como los míos se apoderan del vidrio cargado de whisky.
Se que deseáis mucho mas que mi sangre -acerqué mis labios a su oído rozándolo muy despacito -deseáis abriros de piernas, que entre tan fuerte en vuestro interior que estas se estremezcan, deseáis que mis labios recorran vuestra piel, muriendo en vuestra boca una y otra vez.
Deseáis hundir vuestras uñas en mi espalda y gemir mi nombre tantas veces que os lo aprendáis de memoria para depues correros contra mi polla -arrastré aquella última palabra haciendo una lenta pausa -y después es cuando queréis comerme, desangrarme y pasar a otra cosa.
Sonreí de medio lado volviendo a mi posición mientras ahora yo posaba sobre la mesa mi escalera de color.
Quizás yo no supiera leer la mente, pero había clavado sus intenciones como el mejor de los adivinos presente.
-Una pena, pues no tengo claro si ser devorado por la viuda negra es la mejor apuesta para este juego.
Nunca me gusto ser el macho que tras el coito se queda y alimenta a la hembra, yo soy mas bien de irme a mi casa antes de que el sol aparezca.
Llevé mis labios a la copa para darle un buen trago, los ojos esmeralda que durante el día me habían acompañado parecían reflejarse en el fondo de ese Whisky advirtiéndome que tuviera cuidado.
Puede que yo no tuviera poderes, mas allá de los ojos observadores que me acompañaban en cada pelea, acostumbrado a anticiparme al enemigo, a luchar como un demonio en el mismísimo infierno.
Puede que ella creyera que yo solo era un muchacho mas, un humano como cualquier otro, uno de esos con los que podía permitirse el lujo de jugar, quizás no sabia que en mi nada era normal.
Aprendí a sujetar una espada antes que a hablar, y por el mismo Odin que en la lengua no me quedaba atrás..
Siempre en primera linea estaba mas que acostumbrado a las sorpresas, a improvisar frente a cada estratagema. El miedo, no era lo que guiaba mis pasos en ninguna de mis gestas, puede que ella viniera de la noche, mas yo estaba forjado con el sudor de la espada entre mis manos.
Sangre derramada ensuciaban en demasía mis manos, quizás tanta como la que esa bestia de ojso azules y arrebatadora mirada, hubiera tomado.
Quería jugar, mas demasiado pronto había enseñado sus cartas para hacerlo, ese juego lo tenia ganado ,al menos si no me sorprendía con un movimiento de inesperado.
Sonreí de medio lado dejándome acunar por sus palabras, esas que prometían que no solo mi sangre había llamado su atención ,que devorarme en el callejón trasero no era su única opción.
-Acaso cree que no percibo como sus ojos me miran, que no veo como su pupila se dilata y como sus labios se entreabren al ver como los míos se apoderan del vidrio cargado de whisky.
Se que deseáis mucho mas que mi sangre -acerqué mis labios a su oído rozándolo muy despacito -deseáis abriros de piernas, que entre tan fuerte en vuestro interior que estas se estremezcan, deseáis que mis labios recorran vuestra piel, muriendo en vuestra boca una y otra vez.
Deseáis hundir vuestras uñas en mi espalda y gemir mi nombre tantas veces que os lo aprendáis de memoria para depues correros contra mi polla -arrastré aquella última palabra haciendo una lenta pausa -y después es cuando queréis comerme, desangrarme y pasar a otra cosa.
Sonreí de medio lado volviendo a mi posición mientras ahora yo posaba sobre la mesa mi escalera de color.
Quizás yo no supiera leer la mente, pero había clavado sus intenciones como el mejor de los adivinos presente.
-Una pena, pues no tengo claro si ser devorado por la viuda negra es la mejor apuesta para este juego.
Nunca me gusto ser el macho que tras el coito se queda y alimenta a la hembra, yo soy mas bien de irme a mi casa antes de que el sol aparezca.
Llevé mis labios a la copa para darle un buen trago, los ojos esmeralda que durante el día me habían acompañado parecían reflejarse en el fondo de ese Whisky advirtiéndome que tuviera cuidado.
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Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
Lejos de parecer asustado, cada una de mis palabras parecían llevarlo a un punto en el que el muchacho se sentía más seguro de sí mismo, donde los recuerdos más importantes de su vida pasaban por su mente como si de diapositivas se tratase, proporcionándome la información necesaria para percatarme de que ese joven no merecía morir por el capricho de mi sed de sangre, aunque ¿alguno se merecía morir?, me pregunté para después contestarme a mí misma; desde luego, solo eran simples humanos, una raza inferior cuyo único fin era alimentarnos como los seres superiores que éramos.
Sin embargo no era un joven común, prácticamente único en su especie, y no solo por el hecho de estar retándome en un juego en el que ambos queríamos proclamarnos vencedores, sino por hacerme dudar por un momento si realmente podría ganarle aquella mano en la que ambos tratábamos de marcarnos el farol más elocuente. Era un guerrero, un joven y orgulloso guerrero que había sobrevivido a más guerras de las que debería por su corta edad; un joven al que le habían encargado una extraña misión, y que sin duda, valía su peso en oro. ¿A quién me recordaba ese joven humano? Lo tenía en la punta de la lengua, y odiaba no conseguir dar con el nombre, o al menos el rostro de ése a quien tanto se parecía.
Nuestras miradas no se desviaron ni un ápice, retándonos a cada segundo que pasaba, midiéndonos como dos ajedrecistas que están a punto de comenzar una importante partida sobre un tablero. Me mordí el labio con lascivia cuando aquellas palabras que describían cada uno de mis pensamientos salían de su boca como si de un adivino se tratase; jadeé con pesadez al sentir el roce de su aliento junto a mi oído cuando confesó lo que mi persona deseaba hacer con él esa noche, al tiempo que mis colmillos se agitaron al sentir su yugular tan cerca, al poder saborear su olor tan próxima a mi boca. Sin duda el señor “desconocido” era valiente, muy valiente. Su proximidad había sido peligrosa, aunque contaba con el comodín de que no lo atacaría en público, que como bien decía, mi modus operandi era el de acabar con su vida en un callejón tras obtener lo que deseaba.
-¿Quién le dice a vos que cada uno de mis gestos, esos por lo que cree saber lo que deseo, no están más que ensayados para conseguir aquello que me propongo?.- contesté todavía un poco contrariada por el hecho de que aquel pequeño ser hubiese podido desenmascararme tan pronto. Sentir que podía perder ese juego no me gustaba lo más mínimo.- ¿Qué es lo que le da tanto miedo, mi señor? ¿El hecho de probar lo que se siente estando con una inmortal y que le guste demasiado?
Esta vez fui yo quien se acercó al muchacho que con la copa en la mano permanecía sentado en su taburete a menos de un metro de mí, observando con atención cual sería mi próximo movimiento, mi jaque mate a su rey. Acerqué mis labios a su cuello, deslizando estos con lentitud y de forma ascendente hasta su oído; arañando su piel con mis colmillos, pero sin dañarle lo más mínimo, buscando solo el tacto de su piel erizada por mi aliento golpeando su cuello.
-Siempre podemos hacer una apuesta y comprobar así quien tiene razón de los dos. Si tan seguro estáis de que en dicho callejón acabaré gritando su nombre entre lujuriosos jadeos al tiempo que me embestís una y otra vez contra la pared, podréis marcharos después de dicho encuentro sano y salvo a casa antes del amanecer.- susurré junto a su oído, mordiendo con cuidado de no lastimarle el lóbulo de su oreja.- Si por el contrario, no rendís en nuestro encuentro de forma satisfactoria, me convertiré en vuestra viuda negra esta noche, aunque si os sirve de consuelo, en este caso tampoco moriréis. Es vos un espécimen lo suficientemente poco común como para mantenerlo con vida.
Sonreí triunfal por mi reto, por ese que de aceptarlo sin duda pasaríamos un buen rato, pues de una forma u otra, no estaba en mis pensamientos hacerle daño a aquel humano que había sido capaz de hablarme como si de un igual se tratase. Recorrí mientras me retiraba el filo de su quijada, trazando el camino dibujado por el hueso de su mandíbula hasta llegar a la comisura de sus labios, donde con casi imperceptible beso terminé mis caricias, volviendo de nuevo a sentarme en mi taburete y obsequiando con un poco de distancia a ese pobre corazón que al parecer mi acercamiento le había alterado más de lo que el joven guerrero estaría dispuesto a admitir.
Cogí mi copa de nuevo, acariciando con mis labios el frío cristal antes de dar un suave trago al licor que ésta contenía. Nuestras miradas de nuevo se cruzaron, se retaron; las miradas de dos jugadores natos que no estaban acostumbrados a perder y que habían dado con la horma de su zapato.
Sin embargo no era un joven común, prácticamente único en su especie, y no solo por el hecho de estar retándome en un juego en el que ambos queríamos proclamarnos vencedores, sino por hacerme dudar por un momento si realmente podría ganarle aquella mano en la que ambos tratábamos de marcarnos el farol más elocuente. Era un guerrero, un joven y orgulloso guerrero que había sobrevivido a más guerras de las que debería por su corta edad; un joven al que le habían encargado una extraña misión, y que sin duda, valía su peso en oro. ¿A quién me recordaba ese joven humano? Lo tenía en la punta de la lengua, y odiaba no conseguir dar con el nombre, o al menos el rostro de ése a quien tanto se parecía.
Nuestras miradas no se desviaron ni un ápice, retándonos a cada segundo que pasaba, midiéndonos como dos ajedrecistas que están a punto de comenzar una importante partida sobre un tablero. Me mordí el labio con lascivia cuando aquellas palabras que describían cada uno de mis pensamientos salían de su boca como si de un adivino se tratase; jadeé con pesadez al sentir el roce de su aliento junto a mi oído cuando confesó lo que mi persona deseaba hacer con él esa noche, al tiempo que mis colmillos se agitaron al sentir su yugular tan cerca, al poder saborear su olor tan próxima a mi boca. Sin duda el señor “desconocido” era valiente, muy valiente. Su proximidad había sido peligrosa, aunque contaba con el comodín de que no lo atacaría en público, que como bien decía, mi modus operandi era el de acabar con su vida en un callejón tras obtener lo que deseaba.
-¿Quién le dice a vos que cada uno de mis gestos, esos por lo que cree saber lo que deseo, no están más que ensayados para conseguir aquello que me propongo?.- contesté todavía un poco contrariada por el hecho de que aquel pequeño ser hubiese podido desenmascararme tan pronto. Sentir que podía perder ese juego no me gustaba lo más mínimo.- ¿Qué es lo que le da tanto miedo, mi señor? ¿El hecho de probar lo que se siente estando con una inmortal y que le guste demasiado?
Esta vez fui yo quien se acercó al muchacho que con la copa en la mano permanecía sentado en su taburete a menos de un metro de mí, observando con atención cual sería mi próximo movimiento, mi jaque mate a su rey. Acerqué mis labios a su cuello, deslizando estos con lentitud y de forma ascendente hasta su oído; arañando su piel con mis colmillos, pero sin dañarle lo más mínimo, buscando solo el tacto de su piel erizada por mi aliento golpeando su cuello.
-Siempre podemos hacer una apuesta y comprobar así quien tiene razón de los dos. Si tan seguro estáis de que en dicho callejón acabaré gritando su nombre entre lujuriosos jadeos al tiempo que me embestís una y otra vez contra la pared, podréis marcharos después de dicho encuentro sano y salvo a casa antes del amanecer.- susurré junto a su oído, mordiendo con cuidado de no lastimarle el lóbulo de su oreja.- Si por el contrario, no rendís en nuestro encuentro de forma satisfactoria, me convertiré en vuestra viuda negra esta noche, aunque si os sirve de consuelo, en este caso tampoco moriréis. Es vos un espécimen lo suficientemente poco común como para mantenerlo con vida.
Sonreí triunfal por mi reto, por ese que de aceptarlo sin duda pasaríamos un buen rato, pues de una forma u otra, no estaba en mis pensamientos hacerle daño a aquel humano que había sido capaz de hablarme como si de un igual se tratase. Recorrí mientras me retiraba el filo de su quijada, trazando el camino dibujado por el hueso de su mandíbula hasta llegar a la comisura de sus labios, donde con casi imperceptible beso terminé mis caricias, volviendo de nuevo a sentarme en mi taburete y obsequiando con un poco de distancia a ese pobre corazón que al parecer mi acercamiento le había alterado más de lo que el joven guerrero estaría dispuesto a admitir.
Cogí mi copa de nuevo, acariciando con mis labios el frío cristal antes de dar un suave trago al licor que ésta contenía. Nuestras miradas de nuevo se cruzaron, se retaron; las miradas de dos jugadores natos que no estaban acostumbrados a perder y que habían dado con la horma de su zapato.
Ishtar Black- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
El segundo asalto se aproximaba, aquella mujer cargaba con ahincó sus mordaces palabras aun ligeramente contrariada por mi elocuencia, algo que no pudo mas que acrecentar mi ego, ya subido desde casa.
Sonreí de medio lado hundiendo mis ojos en los ajenos, esos que ahora trataban de fingir que mi acierto había sido mas bien una pose ensayada por el depredador mas certero.
-Mi señora, no creo, sé, que me desea, la verdad es que lo hace de tal modo que le molesta reconocerlo.
Reconocer que este pobre mortal que a su lado se sienta, le quiebra la voluntad de tal modo que le asusta.
A diferencia de vos, yo no os tengo ningún miedo, no temo vuestra naturaleza, no temo el callejón oscuro y mucho menos colarme entre tus piernas.
Ahí venia su siguiente movimiento, ese que ella creía pondría en jaque a mi rey. Se alzó moviendo las caderas ardientes como el ron y sin dilación posó su boca contra mi cuello arrastrándola lentamente contra mi piel.
Su aliento golpeaba imperioso y necesitado mi cuerpo, demostrándome aun mas la inmediatez de su necesidad.
Sonreí de medio lado dejándome acunar por sus palabras dejándome hacer por sus labios.
Recorrido tortuoso que admito me excito, palabras que impactaban furiosas contra mi mandíbula, esa que se esmeraba en delinear con sus colmillos mostrándome el peligro al que me atenía de aceptar.
Pero como todo, hasta la bestia mas peligrosa tiene un punto débil. Deslicé mi mano por una de sus piernas, sintiendo sus contorneados músculos y su suave piel, quedando así mi hazaña oculta por su falda.
Sus ojos me miraron esta vez confundidos por mi atrevimiento, nueva sonrisa ladina en mi rostro al sentir como contra mi boca escapaba un jadeo.
Acaricié su fría entrepierna con mis dedos, esos que la abrasaban, que erizaban su piel contra ellos. Mis ojos se hundieron con decisión en los suyos, ambos depredadores mirándonos de frente.
La tonalidad roja la delataba estaba excitada.
No podía negarlo ,era una mujer muy hermosa, su cuerpo parecía cincelado por la misma Freya y su boca hubiera podido alimentar a todo un ejercito infundiéndoles ganas de continuar muriendo por ella sin pensarlo.
Hice a un lado sus braguitas, para acariciar su sexo muy despacio, su boca se entreabrió frente a la mía emitiendo un sonido ronco.
-shhhhh -susurré pidiéndole silencio antes de llevar con mi otra mano el vidrio que contenía whisky a mis labios.
Hundí mis dedos sin clemencia, estaba empapada, y ahí estaba el punto débil de la bestia, yo, un misero humano que había osado desafiarla.
Jadeó contra mi boca de nuevo, ansiando que la acallara con mi lengua, mas no lo hice, me mantuve ahí, mirándola fijamente mientras sacudía mis dedos tortuosamente en su interior, demostrándole, que no todo es lo que parece y que de ir a ese callejón ,mi nombre no solo hubiera sido gritado si no, vitoreado por los mismos dioses.
Mis dedos iban cada vez tomando mas fuerza en su interior, podía sentir como le temblaban las piernas y como los apretaba, estaba al borde del abismo, yo lo sabia ella lo sabia y ahí me detuve.
Sentí sus imperiosas ganas de matarme en ese preciso instante de obligarme a continuar, mas no lo hizo.
Volvió a su punto de partida mientras nuestros cuerpos parecían mas que decididos a no descansar, una parte de mi deseaba aceptar esa apuesta, esa de la que ya conocía el resultado, mi nombre seria gritado tan alto y tantas veces que hasta Odin en Asgar lo escucharía.
Mas algo me anclo a la silla, ella, esa maldita mirada esmeralda que desde que la conocí me había robado no solo la razón si no algo mucho mas peligroso. El corazón.
No teníamos nada, nada había entre nosotros dos y posiblemente ella estuviera haciendo eso mismo con otro en un callejón ¿entonces? ¿por que permanecía ahí quieto, cuando lo que tenia frente a mis ojos me apetecía?¿cuando de sobra sabia que sus piernas se abrirían para mi?
-No me gusta follarme a los muertos -así, tajante salieron mis palabras, una mentira que sabia que descubriría, pues en realidad mi virilidad estaba dura, ansiaba meterme entre sus piernas, la deseaba, es solo que...no podía.
Honor, maldita palabra de cinco letras.
Sonreí de medio lado hundiendo mis ojos en los ajenos, esos que ahora trataban de fingir que mi acierto había sido mas bien una pose ensayada por el depredador mas certero.
-Mi señora, no creo, sé, que me desea, la verdad es que lo hace de tal modo que le molesta reconocerlo.
Reconocer que este pobre mortal que a su lado se sienta, le quiebra la voluntad de tal modo que le asusta.
A diferencia de vos, yo no os tengo ningún miedo, no temo vuestra naturaleza, no temo el callejón oscuro y mucho menos colarme entre tus piernas.
Ahí venia su siguiente movimiento, ese que ella creía pondría en jaque a mi rey. Se alzó moviendo las caderas ardientes como el ron y sin dilación posó su boca contra mi cuello arrastrándola lentamente contra mi piel.
Su aliento golpeaba imperioso y necesitado mi cuerpo, demostrándome aun mas la inmediatez de su necesidad.
Sonreí de medio lado dejándome acunar por sus palabras dejándome hacer por sus labios.
Recorrido tortuoso que admito me excito, palabras que impactaban furiosas contra mi mandíbula, esa que se esmeraba en delinear con sus colmillos mostrándome el peligro al que me atenía de aceptar.
Pero como todo, hasta la bestia mas peligrosa tiene un punto débil. Deslicé mi mano por una de sus piernas, sintiendo sus contorneados músculos y su suave piel, quedando así mi hazaña oculta por su falda.
Sus ojos me miraron esta vez confundidos por mi atrevimiento, nueva sonrisa ladina en mi rostro al sentir como contra mi boca escapaba un jadeo.
Acaricié su fría entrepierna con mis dedos, esos que la abrasaban, que erizaban su piel contra ellos. Mis ojos se hundieron con decisión en los suyos, ambos depredadores mirándonos de frente.
La tonalidad roja la delataba estaba excitada.
No podía negarlo ,era una mujer muy hermosa, su cuerpo parecía cincelado por la misma Freya y su boca hubiera podido alimentar a todo un ejercito infundiéndoles ganas de continuar muriendo por ella sin pensarlo.
Hice a un lado sus braguitas, para acariciar su sexo muy despacio, su boca se entreabrió frente a la mía emitiendo un sonido ronco.
-shhhhh -susurré pidiéndole silencio antes de llevar con mi otra mano el vidrio que contenía whisky a mis labios.
Hundí mis dedos sin clemencia, estaba empapada, y ahí estaba el punto débil de la bestia, yo, un misero humano que había osado desafiarla.
Jadeó contra mi boca de nuevo, ansiando que la acallara con mi lengua, mas no lo hice, me mantuve ahí, mirándola fijamente mientras sacudía mis dedos tortuosamente en su interior, demostrándole, que no todo es lo que parece y que de ir a ese callejón ,mi nombre no solo hubiera sido gritado si no, vitoreado por los mismos dioses.
Mis dedos iban cada vez tomando mas fuerza en su interior, podía sentir como le temblaban las piernas y como los apretaba, estaba al borde del abismo, yo lo sabia ella lo sabia y ahí me detuve.
Sentí sus imperiosas ganas de matarme en ese preciso instante de obligarme a continuar, mas no lo hizo.
Volvió a su punto de partida mientras nuestros cuerpos parecían mas que decididos a no descansar, una parte de mi deseaba aceptar esa apuesta, esa de la que ya conocía el resultado, mi nombre seria gritado tan alto y tantas veces que hasta Odin en Asgar lo escucharía.
Mas algo me anclo a la silla, ella, esa maldita mirada esmeralda que desde que la conocí me había robado no solo la razón si no algo mucho mas peligroso. El corazón.
No teníamos nada, nada había entre nosotros dos y posiblemente ella estuviera haciendo eso mismo con otro en un callejón ¿entonces? ¿por que permanecía ahí quieto, cuando lo que tenia frente a mis ojos me apetecía?¿cuando de sobra sabia que sus piernas se abrirían para mi?
-No me gusta follarme a los muertos -así, tajante salieron mis palabras, una mentira que sabia que descubriría, pues en realidad mi virilidad estaba dura, ansiaba meterme entre sus piernas, la deseaba, es solo que...no podía.
Honor, maldita palabra de cinco letras.
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Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
Sus caricias por la parte interior de mis muslos me dejaron totalmente desconcertada; no solo por el simple hecho de que aquel humano cometiese la osadía de tocarme por una zona tan íntima de mi anatomía, sino porque en esos momentos no era capaz de impedírselo. Deseaba terminar con el juego, deseaba llevármelo al callejón y dar rienda suelta a esa lujuria que me abrasaba por dentro como un volcán en erupción.
Sus dedos recorrieron cada parte de mi sexo, acariciando lentamente el exterior,deleitándose con el roce de mi piel desnuda al echar a una lado mi ropa interior; incitándome a un juego donde sin lugar a dudas él podría proclamarse vencedor. Continuó con aquellas caricias que enrojecían mis ojos y humedecían mi cuerpo, introduciendo sus dedos con descaro en mi vagina, mientras lo único que era capaz de dejar salir de mis labios era un ronco jadeo provocado por sus majestuosos movimientos que aumentaban al ritmo de mis gemidos ahogados.
Acerqué mi boca a la suya, esperando ser tomada de ese modo, anhelando hacer prisioneros unos labios que se resistían a claudicar ante mis deseos. Cada vez me era más difícil calmar mis gemidos, esos que descubrirían ante los demás el placer que entre mis piernas se estaba realizando; las paredes de mi interior vibraban contra sus dedos, y cuando pensé que estaría a punto de alcanzar el preludio de lo que continuaría después de en oscuro callejón, apartó su mano de mi cuerpo, dibujándose en su rostro una sonrisa triunfal; una sonrisa que le proclamaba como dueño y señor de mi voluntad en esos momentos.
Hubiese gritado de impotencia en aquel mismo instante, le habría hecho retorcerse de dolor si no fuese porque me atraía lo suficiente como para mantenerlo con vida, más lo que acababa de hacer aquel insignificante humano no tenía perdón, y acabaría pagándomelo de una forma u otra.
Escuché sus palabras de rechazo, palabras que no eran ciertas, pues el abultamiento en su entrepierna, además del aumento de su ritmo cardíaco me decían que estaba tan excitado como yo, que deseaba hacerme suya en ese callejón, pero que era el recuerdo de una mujer el que lo mantenía reticente a aceptar mi propuesta.
- Por fin estamos de acuerdo en algo, señor desconocido, a mí tampoco me gusta follarme a los muertos.- susurré antes de recuperar la compostura y tomar la copa de whisky entre mis manos, buscando esa intensa mirada que me orillaba a compartir lecho con aquel humano.
Fue una afirmación que lo dejó desconcertado, más pronto dos hombres toscos que se hallaban sentados en una mesa cercana a la barra, se levantaron dominados por mis pensamientos, esos que les hacían andar inconscientemente, esos que les ordenaban matar a aquel chico de ojos pardos que se encontraba frente a mí; y que por supuesto, yo no permitiría que le pasase nada, pero el juego sería divertido. Así que rompiendo una silla y cogiendo dos maderos a modo de bate se encaminaron hacía el joven muchacho para enseñarle como no se debe trata a una inmortal egocéntrica y caprichosa.
Una sonrisa de medio lado se dibujó en mi rostro cuando el joven clavó su mirada en la mía, cargada de rabia, haciéndome saber que entendía en que consistía ahora mi juego. Se puso en pie sin más dilación, y no dudó ni un instante en plantarles cara a dos atacantes que probablemente lo doblarían en tamaño. Sin duda aquel muchacho iba gustándome más por momentos.
Sus dedos recorrieron cada parte de mi sexo, acariciando lentamente el exterior,deleitándose con el roce de mi piel desnuda al echar a una lado mi ropa interior; incitándome a un juego donde sin lugar a dudas él podría proclamarse vencedor. Continuó con aquellas caricias que enrojecían mis ojos y humedecían mi cuerpo, introduciendo sus dedos con descaro en mi vagina, mientras lo único que era capaz de dejar salir de mis labios era un ronco jadeo provocado por sus majestuosos movimientos que aumentaban al ritmo de mis gemidos ahogados.
Acerqué mi boca a la suya, esperando ser tomada de ese modo, anhelando hacer prisioneros unos labios que se resistían a claudicar ante mis deseos. Cada vez me era más difícil calmar mis gemidos, esos que descubrirían ante los demás el placer que entre mis piernas se estaba realizando; las paredes de mi interior vibraban contra sus dedos, y cuando pensé que estaría a punto de alcanzar el preludio de lo que continuaría después de en oscuro callejón, apartó su mano de mi cuerpo, dibujándose en su rostro una sonrisa triunfal; una sonrisa que le proclamaba como dueño y señor de mi voluntad en esos momentos.
Hubiese gritado de impotencia en aquel mismo instante, le habría hecho retorcerse de dolor si no fuese porque me atraía lo suficiente como para mantenerlo con vida, más lo que acababa de hacer aquel insignificante humano no tenía perdón, y acabaría pagándomelo de una forma u otra.
Escuché sus palabras de rechazo, palabras que no eran ciertas, pues el abultamiento en su entrepierna, además del aumento de su ritmo cardíaco me decían que estaba tan excitado como yo, que deseaba hacerme suya en ese callejón, pero que era el recuerdo de una mujer el que lo mantenía reticente a aceptar mi propuesta.
- Por fin estamos de acuerdo en algo, señor desconocido, a mí tampoco me gusta follarme a los muertos.- susurré antes de recuperar la compostura y tomar la copa de whisky entre mis manos, buscando esa intensa mirada que me orillaba a compartir lecho con aquel humano.
Fue una afirmación que lo dejó desconcertado, más pronto dos hombres toscos que se hallaban sentados en una mesa cercana a la barra, se levantaron dominados por mis pensamientos, esos que les hacían andar inconscientemente, esos que les ordenaban matar a aquel chico de ojos pardos que se encontraba frente a mí; y que por supuesto, yo no permitiría que le pasase nada, pero el juego sería divertido. Así que rompiendo una silla y cogiendo dos maderos a modo de bate se encaminaron hacía el joven muchacho para enseñarle como no se debe trata a una inmortal egocéntrica y caprichosa.
Una sonrisa de medio lado se dibujó en mi rostro cuando el joven clavó su mirada en la mía, cargada de rabia, haciéndome saber que entendía en que consistía ahora mi juego. Se puso en pie sin más dilación, y no dudó ni un instante en plantarles cara a dos atacantes que probablemente lo doblarían en tamaño. Sin duda aquel muchacho iba gustándome más por momentos.
Ishtar Black- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
Podia leer la rabia en sus ojos, esos milenarios que cargaban con una vida a las espaldas y a los que posiblemente jamas nadie hubiera osado a desafiar como hoy lo había hecho yo.
Una sonrisa de medio lado fue mi respuesta cuando la muy zorra hizo alzarse a dos desgraciados que manipulados por sus artes sobrenaturales, veían a mi a su enemigo a derribar.
Me puse en pie acariciando con los dedos el mango de mis cuchillos, que furiosos sobresalían de mi cinto al apartar de ellos el chaleco.
-Tiene muy mal perder -susurré consciente de que esa mujer era capaz de oírme, aunque se lo dijera desde el mismísimo infierno -¿esta segura de que quiere que la humille un poco mas?
Su mezquina sonrisa era toda una declaración de intenciones, esperaba que esos hombres me dieran una lección, posiblemente que me dejaran medio muerto en ese mismo callejón donde ella minutos antes deseaba que la tomara.
Ahora sabia cuan alto hubiera jadeado mi nombre, pues su rabia era equiparable a ese deseo que dibujaban sus ojos al verme, ese que los enrojecía cuando mis músculos se tensaron para esquivar el primer golpe.
Los puños del siguiente hombre con cara de pepino se cerraron para asestarme un derechazo que esquive con una rapida voltereta hacia atrás subiendome osbre la recia mesa de atrás.
Tome una de las botellas y se la estampe en la cabeza dejandolo no solo aturdido si no sangrando.
-Necesita una silla -bromeé tomando una del respaldo para con ella golpear la espalda del segundo que venia con un cuchillo entre sus manos.
De un salto volví al suelo, mirando desafiante a sendos hombres que se tambaleaban frente a mis ojos, mas la dama, no parecía contenta con su juego y animaba a la fiesta dos mas, que desprevenido, me alcanzaron por la espalda tomándome por los brazos en un afán de inmovilizarme.
-Los idiotas viene de dos en dos -bromeé mientras alzaba los pies para empujar a uno que se me acercaba, aprovechando mi desventaja, aun sujeto por las dos bestias pardas a mis espaldas.
-Me permiten, siento su aliento en mi nuca y me da asco.
Forcejeé pero el agarre de esos hombres que me doblaban en tamaño era importante. Hundí mis ojos en los de la Vampiresa, que disfrutaba de lo lindo con la escena.
-Ordenales que me suelten -rugí mientras estos parecencia decididos y obedientes a acercarme a ella.
Sonreí de medio lado cuando quede frente a ella, podía sentir su aliento contra mis labios como si susurrase una delicada frase.
-tu, pequeño humano.
Mordí mi labio inferior dándole en el preciso momento una patada al taburete, desestabilizadola y haciéndola caer de bruces al suelo.
Se alzo furiosa y yo enfrente mi mirada parda la suya que encolerizada me tomaba por el cuello atrapándome entre sus garras.
-shhhhh -susurré esta llamando demasiado la atención ,no querrá que todos descubran su condición ¿verdad? La inquisición se esconde en todos lados madam -musité con una sonrisa ladina.
Los hombres me habían soltado al esta perder la concentración y algo aturdidos volvían a su mesa a seguir con la consumición.
Una sonrisa de medio lado fue mi respuesta cuando la muy zorra hizo alzarse a dos desgraciados que manipulados por sus artes sobrenaturales, veían a mi a su enemigo a derribar.
Me puse en pie acariciando con los dedos el mango de mis cuchillos, que furiosos sobresalían de mi cinto al apartar de ellos el chaleco.
-Tiene muy mal perder -susurré consciente de que esa mujer era capaz de oírme, aunque se lo dijera desde el mismísimo infierno -¿esta segura de que quiere que la humille un poco mas?
Su mezquina sonrisa era toda una declaración de intenciones, esperaba que esos hombres me dieran una lección, posiblemente que me dejaran medio muerto en ese mismo callejón donde ella minutos antes deseaba que la tomara.
Ahora sabia cuan alto hubiera jadeado mi nombre, pues su rabia era equiparable a ese deseo que dibujaban sus ojos al verme, ese que los enrojecía cuando mis músculos se tensaron para esquivar el primer golpe.
Los puños del siguiente hombre con cara de pepino se cerraron para asestarme un derechazo que esquive con una rapida voltereta hacia atrás subiendome osbre la recia mesa de atrás.
Tome una de las botellas y se la estampe en la cabeza dejandolo no solo aturdido si no sangrando.
-Necesita una silla -bromeé tomando una del respaldo para con ella golpear la espalda del segundo que venia con un cuchillo entre sus manos.
De un salto volví al suelo, mirando desafiante a sendos hombres que se tambaleaban frente a mis ojos, mas la dama, no parecía contenta con su juego y animaba a la fiesta dos mas, que desprevenido, me alcanzaron por la espalda tomándome por los brazos en un afán de inmovilizarme.
-Los idiotas viene de dos en dos -bromeé mientras alzaba los pies para empujar a uno que se me acercaba, aprovechando mi desventaja, aun sujeto por las dos bestias pardas a mis espaldas.
-Me permiten, siento su aliento en mi nuca y me da asco.
Forcejeé pero el agarre de esos hombres que me doblaban en tamaño era importante. Hundí mis ojos en los de la Vampiresa, que disfrutaba de lo lindo con la escena.
-Ordenales que me suelten -rugí mientras estos parecencia decididos y obedientes a acercarme a ella.
Sonreí de medio lado cuando quede frente a ella, podía sentir su aliento contra mis labios como si susurrase una delicada frase.
-tu, pequeño humano.
Mordí mi labio inferior dándole en el preciso momento una patada al taburete, desestabilizadola y haciéndola caer de bruces al suelo.
Se alzo furiosa y yo enfrente mi mirada parda la suya que encolerizada me tomaba por el cuello atrapándome entre sus garras.
-shhhhh -susurré esta llamando demasiado la atención ,no querrá que todos descubran su condición ¿verdad? La inquisición se esconde en todos lados madam -musité con una sonrisa ladina.
Los hombres me habían soltado al esta perder la concentración y algo aturdidos volvían a su mesa a seguir con la consumición.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: ¿Tienes miedo a la oscuridad? Pues deberías (Privado)[+18]
El espectáculo que me estaba regalando aquel pobre humano luchando contra dos moles que bien podrían haber supuesto la muerte para cualquier otro joven de su tamaño, era digna de un circo romano donde los diestros gladiadores luchaban hasta la muerte para salvar su vida y tal vez conseguir su ansiada libertad. Una libertad que sin duda aquel joven de ojos pardos se hubiese ganado en su primer combate, pues resultaba tremendamente embriagador verle moverse de esa forma casi felina, controlando cada uno de sus movimientos esquivos, adelantándose a cada uno de los planes de ataque de aquellos dos cenutrios que había escogido por ser fuertes, pero que me estaban demostrando tener poco cerebro.
Seguía bebiendo de mi copa mientras me deleitaba con aquella manera de luchar que me resultaba tan familiar, ese empuje y osadía en la batalla que me recordaban a alguien pasado pero que no lograba visualizar con claridad en mi mente. Casi agradecí que acabara con aquellos dos hombres que había elegido para enseñarle modales, pues habían dejado mucho que desear y yo no tenía ganas de mancharme los colmillos con su sangre. Más en puesto de finalizar el juego, controlé a otros dos corpulentos varones, que con el mismo objetivo que los primeros, parecían ser más hábiles en cumplir mi deseo. Un deseo caprichoso que consistía en hacerle saber a ese pequeño humano que estaba a mi merced; que lo que yo quería, lo tenía, y en caso contrario, lo hacía desaparecer de la faz de la tierra.
Hubiese sido más fácil controlar su mente, hacerle pensar que deseaba complacerme por encima de cualquier cosa, pero no hubiese sido tan divertido como verlo forcejear contra aquellos hombres que lo acercaban a mí, que me lo entregaban como ofrenda para que yo hiciese lo que desease con él. Sus ojos se clavaron en los míos, fruto del odio y la rabia que sentía hacia mi persona; ese odio que me hacía crecer por pura maldad. Nuestros rostros se hallaban a poco centímetros del ajeno, y cuando esperaba escuchar como claudicaba por su arrogancia, el muy desgraciado le propinó una patada al taburete donde me hallaba sentada, haciéndome trastabillar y caerme de bruces sobre el suelo de la taberna.
Con una velocidad sobre humana y la rabia abrasándome por dentro por aquel desafortunado gesto del humano, me levanté del pavimento y cogí a aquel insignificante ser por el cuello, mientras los dos hombres confundidos regresaban a sus asientos, y el resto de clientes fijaba su mirada en nosotros.
-Debería saber que antes de que cualquier miembro de la inquisición tenga el más mínimo pensamiento de cual es mi naturaleza, acabaría muerto en su asiento; en segundo lugar, que cuando salga por esa puerta, cada uno de los aquí presentes creerá haber visto lo que yo les ordene que piensen, y por último, que si quisiese verle muerto, ya lo estaría. Así que haga el favor de no tentar más a la suerte, pues mi paciencia y mi buen humor se esfuman al ritmo que las palabras salen por su boca.- susurré junto a sus labios dejando claro que quien tenía el control de la situación era yo, clavando mis ojos enrojecidos en los suyos, que todavía parecían retarme con la mirada.
Todavía no entendía porque no lo había matado, porque le permitía continuar con vida después de haberme faltado al respeto de esa forma, más había algo en él que me impedía a ejecutarlo cual gorrino en navidad. Apreté un poco más mi agarre, imaginando como sería escuchar crugir su débil cuello, paladeando el sabor de su sangre que sin duda me había ganado aquella noche; fue entonces cuando con la afilada uña y antes de retirar mi mano de su cuello, le hice un corte con la misma.
Con una sonrisa de medio lado, y pensando cual sería mi próximo movimiento en aquel juego cuyo final esperaba que fuese en el callejón de atrás, succioné el dedo donde portaba su sangre con lujuria, y entonces lo vi.
Un sin fin de recuerdos agolparon mi mente, pero esta vez con el rostro del hombre que llevaba toda la noche recordándome a aquel humano rebelde, Erlend Cannif. Una picara sonrisa se dibujó en mis labios al recordar tantos hechos pasados, tantos encuentros a lo largo de los siglos donde de una forma u otra siempre terminábamos de la misma manera, con nuestros cuerpos pegados y jadeando al unísono.
-Cannif tenías que ser.- susurré divertida frente a una mirada confusa ante mis palabras. Pude leer en su mente que no sabía de qué le estaba hablando, ni como había descubierto su apellido si no lo había mencionado ni pensado en ningún momento. Vaya, vaya...ahora la balanza se ponía de mi lado.- Me temo joven humano que por la amistad que me une a su "familiar" debo dejarle con vida, y que este juego ha finalizado. Tiene suerte de que él y yo seamos viejos conocidos, pues su final no era otro que servirme de postre en un oscuro callejón.
Le di la espalda y me acerqué hasta la barra para pagar mi consumición y la del joven antes de tomar mi abrigo y encaminarme hacia la puerta.
-Un último consejo.- apunté buscando su mirada y percatándome de que había sido una estúpida antes por no haberme dado cuenta de quien era cuando sus ojos eran idénticos a los de Erlend.- La próxima vez que se encuentre con un inmortal milenario, ahórrese sus suspicaces comentarios, o acabará muerto. No nos gusta que nos contradigan y créame si le digo que podría haber terminado con usted desde que se sentó en el taburete al empezar la noche. Buenas noches, joven Cannif.
Y dando por zanjado el asunto con aquel muchacho que había conseguido sacarme de mis casillas, me aventuré hacia el exterior de aquella taberna que había sido una primera toma de contacto con la sociedad parisina. Los recuerdos de Erlend volvieron a mi mente; un inmortal al que llevaba siglos sin ver, y que sin embargo solía aparecer en mis pensamientos. Sin duda aquel joven guerrero era descendiente suyo, pues tenía el mismo carácter y fuerza que él, las mismas formas de cabrearme, y la misma tenacidad para permitirle seguir con vida.
Negué con la cabeza melancólica por todo el tiempo que llevaba sin ver al vampiro con que el que tanto había compartido, y encaminé mis pasos hacia el hotel donde iba a alojarme.
Seguía bebiendo de mi copa mientras me deleitaba con aquella manera de luchar que me resultaba tan familiar, ese empuje y osadía en la batalla que me recordaban a alguien pasado pero que no lograba visualizar con claridad en mi mente. Casi agradecí que acabara con aquellos dos hombres que había elegido para enseñarle modales, pues habían dejado mucho que desear y yo no tenía ganas de mancharme los colmillos con su sangre. Más en puesto de finalizar el juego, controlé a otros dos corpulentos varones, que con el mismo objetivo que los primeros, parecían ser más hábiles en cumplir mi deseo. Un deseo caprichoso que consistía en hacerle saber a ese pequeño humano que estaba a mi merced; que lo que yo quería, lo tenía, y en caso contrario, lo hacía desaparecer de la faz de la tierra.
Hubiese sido más fácil controlar su mente, hacerle pensar que deseaba complacerme por encima de cualquier cosa, pero no hubiese sido tan divertido como verlo forcejear contra aquellos hombres que lo acercaban a mí, que me lo entregaban como ofrenda para que yo hiciese lo que desease con él. Sus ojos se clavaron en los míos, fruto del odio y la rabia que sentía hacia mi persona; ese odio que me hacía crecer por pura maldad. Nuestros rostros se hallaban a poco centímetros del ajeno, y cuando esperaba escuchar como claudicaba por su arrogancia, el muy desgraciado le propinó una patada al taburete donde me hallaba sentada, haciéndome trastabillar y caerme de bruces sobre el suelo de la taberna.
Con una velocidad sobre humana y la rabia abrasándome por dentro por aquel desafortunado gesto del humano, me levanté del pavimento y cogí a aquel insignificante ser por el cuello, mientras los dos hombres confundidos regresaban a sus asientos, y el resto de clientes fijaba su mirada en nosotros.
-Debería saber que antes de que cualquier miembro de la inquisición tenga el más mínimo pensamiento de cual es mi naturaleza, acabaría muerto en su asiento; en segundo lugar, que cuando salga por esa puerta, cada uno de los aquí presentes creerá haber visto lo que yo les ordene que piensen, y por último, que si quisiese verle muerto, ya lo estaría. Así que haga el favor de no tentar más a la suerte, pues mi paciencia y mi buen humor se esfuman al ritmo que las palabras salen por su boca.- susurré junto a sus labios dejando claro que quien tenía el control de la situación era yo, clavando mis ojos enrojecidos en los suyos, que todavía parecían retarme con la mirada.
Todavía no entendía porque no lo había matado, porque le permitía continuar con vida después de haberme faltado al respeto de esa forma, más había algo en él que me impedía a ejecutarlo cual gorrino en navidad. Apreté un poco más mi agarre, imaginando como sería escuchar crugir su débil cuello, paladeando el sabor de su sangre que sin duda me había ganado aquella noche; fue entonces cuando con la afilada uña y antes de retirar mi mano de su cuello, le hice un corte con la misma.
Con una sonrisa de medio lado, y pensando cual sería mi próximo movimiento en aquel juego cuyo final esperaba que fuese en el callejón de atrás, succioné el dedo donde portaba su sangre con lujuria, y entonces lo vi.
Un sin fin de recuerdos agolparon mi mente, pero esta vez con el rostro del hombre que llevaba toda la noche recordándome a aquel humano rebelde, Erlend Cannif. Una picara sonrisa se dibujó en mis labios al recordar tantos hechos pasados, tantos encuentros a lo largo de los siglos donde de una forma u otra siempre terminábamos de la misma manera, con nuestros cuerpos pegados y jadeando al unísono.
-Cannif tenías que ser.- susurré divertida frente a una mirada confusa ante mis palabras. Pude leer en su mente que no sabía de qué le estaba hablando, ni como había descubierto su apellido si no lo había mencionado ni pensado en ningún momento. Vaya, vaya...ahora la balanza se ponía de mi lado.- Me temo joven humano que por la amistad que me une a su "familiar" debo dejarle con vida, y que este juego ha finalizado. Tiene suerte de que él y yo seamos viejos conocidos, pues su final no era otro que servirme de postre en un oscuro callejón.
Le di la espalda y me acerqué hasta la barra para pagar mi consumición y la del joven antes de tomar mi abrigo y encaminarme hacia la puerta.
-Un último consejo.- apunté buscando su mirada y percatándome de que había sido una estúpida antes por no haberme dado cuenta de quien era cuando sus ojos eran idénticos a los de Erlend.- La próxima vez que se encuentre con un inmortal milenario, ahórrese sus suspicaces comentarios, o acabará muerto. No nos gusta que nos contradigan y créame si le digo que podría haber terminado con usted desde que se sentó en el taburete al empezar la noche. Buenas noches, joven Cannif.
Y dando por zanjado el asunto con aquel muchacho que había conseguido sacarme de mis casillas, me aventuré hacia el exterior de aquella taberna que había sido una primera toma de contacto con la sociedad parisina. Los recuerdos de Erlend volvieron a mi mente; un inmortal al que llevaba siglos sin ver, y que sin embargo solía aparecer en mis pensamientos. Sin duda aquel joven guerrero era descendiente suyo, pues tenía el mismo carácter y fuerza que él, las mismas formas de cabrearme, y la misma tenacidad para permitirle seguir con vida.
Negué con la cabeza melancólica por todo el tiempo que llevaba sin ver al vampiro con que el que tanto había compartido, y encaminé mis pasos hacia el hotel donde iba a alojarme.
Ishtar Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
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