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AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Por favor, aleja mi soledad [Antoline S. Beethoven]
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Por favor, aleja mi soledad [Antoline S. Beethoven]
por Henriette Blois Miér Feb 08, 2012 9:19 pm
El día pasaba bastante tranquilo en comparación a las tan ajetreadas jornadas que había tenido recientemente, la noche apenas iba comenzando pero se notaba que iba a ser una noche floja, para esas horas, mínimo estaría en busca de mi “presa” en el ya saturado burdel, pero hoy apenas y habían unos cuantos clientes que no me habían interesado lo suficiente para abordarlos, camine alrededor del vestíbulo, me acerque a la barra, subí a las habitaciones y nada.
Volví al vestíbulo esperando encontrar un poco más de movimiento pero fue inútil, me estaba desesperando y lo peor, cada hombre que entraba era acechado por todas las ahí presentes, y mi poco entusiasmo me mantenía alejada de ellos, y no lograba nada; de esta forma no conseguiría ni un cliente o me dejaría llevar por el primero y terminaría insatisfecha, así que decidí poner manos a la obra, mis ropas eran impecables, mi corsé mostraba detalladamente cada una de mis curvas y mi falda corta dejaba entrever mis torneadas piernas; así que por primera vez en mucho tiempo dejaría que alguien se acercará para ver si me servía, me acerqué a la barra, coqueteando con cada uno de mis movimientos –Un whisky, mon chér- le guiñe el ojo a mi querido cantinero y en un instante recibí mi copa, cuando trabajaba trataba de no tomar alcohol, tal vez solo vio, pero si notaba que mi melancolía quería aparecer trataba de nublarla con el delicioso elixir, hasta llegar el punto de reunirme con el absynthe, para mí el mejor remedio; así que un día como este, merecía un poco más de alcohol.
Tomé mi copa y me acerqué a un diván solitario pero muy bien ubicado, moje mis labios con el whisky, y me recosté en el sugerentemente, esperando a algún caballero, pasión o simple platica, no importaba, por el momento solo quería compañía.
Volví al vestíbulo esperando encontrar un poco más de movimiento pero fue inútil, me estaba desesperando y lo peor, cada hombre que entraba era acechado por todas las ahí presentes, y mi poco entusiasmo me mantenía alejada de ellos, y no lograba nada; de esta forma no conseguiría ni un cliente o me dejaría llevar por el primero y terminaría insatisfecha, así que decidí poner manos a la obra, mis ropas eran impecables, mi corsé mostraba detalladamente cada una de mis curvas y mi falda corta dejaba entrever mis torneadas piernas; así que por primera vez en mucho tiempo dejaría que alguien se acercará para ver si me servía, me acerqué a la barra, coqueteando con cada uno de mis movimientos –Un whisky, mon chér- le guiñe el ojo a mi querido cantinero y en un instante recibí mi copa, cuando trabajaba trataba de no tomar alcohol, tal vez solo vio, pero si notaba que mi melancolía quería aparecer trataba de nublarla con el delicioso elixir, hasta llegar el punto de reunirme con el absynthe, para mí el mejor remedio; así que un día como este, merecía un poco más de alcohol.
Tomé mi copa y me acerqué a un diván solitario pero muy bien ubicado, moje mis labios con el whisky, y me recosté en el sugerentemente, esperando a algún caballero, pasión o simple platica, no importaba, por el momento solo quería compañía.
Henriette Blois- Prostituta Clase Baja
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