AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bruma y barro (Felipe de Castilla y Mendoza / Antoline S. Beethoven)
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Bruma y barro (Felipe de Castilla y Mendoza / Antoline S. Beethoven)
Era tarde, no de noche, pero tarde. El cielo seguía celeste y aún no había rastro de estrellas o luna, pero sí, era tarde. Una sensación derivada del frío y, más aún, del presente nerviosismo, que en ocasiones se acercaba a la desesperación, aunque guardándose de la histeria.
Se encontraban en los Pirineos, ese alto conjunto montañoso, frontera inhóspita entre dos naciones y tierra lejos de civilizar; o al menos esa era la impresión del momento. No sabían en qué punto exacto de ellos, Felipe podía adivinar que ya en territorio francés, pero no tenía la certeza de que hubieran logrado abandonar el español o de que no se hubieran desviado hasta Andorra. La desventura les había alcanzado haría alrededor de dos horas, semanas después de dejar Madrid en dirección norte y después de desviarse en Tudela del camino a la Alta Navarra, cambiándolo por el de Cataluña, a razón del bandolerismo que se había hecho con las tierras aquitanas. El eje trasero del carruaje había comenzado a crujir una vez cruzado el Segre, iniciando la verdadera cuesta hacia arriba, al norte de la Sierra del Cadí. Resistió más de lo que el hijo de rey hubiera pensado en un principio, pero menos de lo que el cochero le había asegurado, cediendo en el camino que se adentraba en el Rosellón, lejos de indicación alguna de a qué distancia estaban de cualquier punto. Tras intentar en vano sustituirlo, habían tomado la decisión de continuar el trayecto a caballo, uniéndose a las maneras de la escolta, repartiéndose entre ellos los importantes documentos y el equipaje que portaban.
La niebla era densa, dificultando aún más la visibilidad en aquellas últimas horas vespertinas y haciendo más peligroso los estrechos y húmedos caminos en los que los barrancos, el barro y el musgo ya representaban un gran riesgo. Por suerte, con los últimos restos de luz diurna habían conseguido superar en altura al banco de nubes, un blanco lago que ahora se extendía hacia el infinito y entre el que sobresalían varias islas. La más alta de todas ellas parecía ser el pico Carlit, según dijo uno de los soldados, lo cual les permitía una mínima referencia, por mucho que a él le dijese poco. Luego, volvieron a descender. El desastre no fue suficiente para ese sino que se mostraba desventuradamente caprichoso, pues la senda se estrechó aún más, haciendo difícil el tránsito de un único jinete y retrasando la marcha. Y eso tuvo consecuencias. En una de los giros a los que se debían de enfrentar, el caballo del recién reconocido príncipe pisó en falso y trastabilló ante la sorpresa, luego horror, de la comitiva. Antes de que nadie, pudiera reaccionar, montura y montador se precipitaron barranco abajo, desapareciendo entre la maleza, los árboles y la bruma que inundaba todo. Tras el silencio fruto del susto y la impotencia, los gritos llamando para obtener respuesta que nunca llegó.
Se encontraban en los Pirineos, ese alto conjunto montañoso, frontera inhóspita entre dos naciones y tierra lejos de civilizar; o al menos esa era la impresión del momento. No sabían en qué punto exacto de ellos, Felipe podía adivinar que ya en territorio francés, pero no tenía la certeza de que hubieran logrado abandonar el español o de que no se hubieran desviado hasta Andorra. La desventura les había alcanzado haría alrededor de dos horas, semanas después de dejar Madrid en dirección norte y después de desviarse en Tudela del camino a la Alta Navarra, cambiándolo por el de Cataluña, a razón del bandolerismo que se había hecho con las tierras aquitanas. El eje trasero del carruaje había comenzado a crujir una vez cruzado el Segre, iniciando la verdadera cuesta hacia arriba, al norte de la Sierra del Cadí. Resistió más de lo que el hijo de rey hubiera pensado en un principio, pero menos de lo que el cochero le había asegurado, cediendo en el camino que se adentraba en el Rosellón, lejos de indicación alguna de a qué distancia estaban de cualquier punto. Tras intentar en vano sustituirlo, habían tomado la decisión de continuar el trayecto a caballo, uniéndose a las maneras de la escolta, repartiéndose entre ellos los importantes documentos y el equipaje que portaban.
La niebla era densa, dificultando aún más la visibilidad en aquellas últimas horas vespertinas y haciendo más peligroso los estrechos y húmedos caminos en los que los barrancos, el barro y el musgo ya representaban un gran riesgo. Por suerte, con los últimos restos de luz diurna habían conseguido superar en altura al banco de nubes, un blanco lago que ahora se extendía hacia el infinito y entre el que sobresalían varias islas. La más alta de todas ellas parecía ser el pico Carlit, según dijo uno de los soldados, lo cual les permitía una mínima referencia, por mucho que a él le dijese poco. Luego, volvieron a descender. El desastre no fue suficiente para ese sino que se mostraba desventuradamente caprichoso, pues la senda se estrechó aún más, haciendo difícil el tránsito de un único jinete y retrasando la marcha. Y eso tuvo consecuencias. En una de los giros a los que se debían de enfrentar, el caballo del recién reconocido príncipe pisó en falso y trastabilló ante la sorpresa, luego horror, de la comitiva. Antes de que nadie, pudiera reaccionar, montura y montador se precipitaron barranco abajo, desapareciendo entre la maleza, los árboles y la bruma que inundaba todo. Tras el silencio fruto del susto y la impotencia, los gritos llamando para obtener respuesta que nunca llegó.
Mucho después del ocaso, sin saber en qué momento exacto, Felipe despertó entre helechos, con la cara llena de barro y el traje hecho jirones. No recordó al instante lo acaecido, sino que lo primero y único en lo que pensó fue en el fuerte dolor de cabeza del que era víctima, achaque al que se sumaba el malestar general del cuerpo. Abrió los ojos lentamente, volviendo a tener conocimiento de lo ocurrido, aunque sin ser del todo consciente, y, con evidente esfuerzo, logró enervarse hasta sentarse. Apenas veía algo, no por indisposición sino por ser de noche cerrada, pero una luna casi llena se filtraba entre la neblina, pudiendo percatarse de que estaba en medio de una gran nada, hecho que avivó su abatimiento. Sin embargo, intentó no dejar que su moral minara, por lo que, tras un tiempo indefinido recuperando fuerzas, logró alcanzar una rama que serviría las veces de bastón y ponerse en pie para comenzar a caminar. Tenía hambre y estaba claro que necesitaba que un físico le echara un vistazo y, para eso, antes debía de encontrar ayuda.
Última edición por Felipe de Mendoza el Vie Ene 04, 2013 4:14 am, editado 1 vez
Felipe de Castilla- Licántropo/Realeza
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Re: Bruma y barro (Felipe de Castilla y Mendoza / Antoline S. Beethoven)
Las cosas monotorias nunca me han gustado en mi vida, siempre he sido un hombre que cambia cada día, que hace cosas diferentes y no se queda estacado en el mismo recorrido de su camino pero estos días no han sido nada grato. Llega la mañana y lo primero que veo es un pilar de papeles encima de mi escritorio. Cada vez que lo miro mi ceño se frunce tanto hasta doler y no tengo que negarme ni tampoco enojarme y me siento en mi silla y me pongo a revisar cada uno de ellos se me llega la noche cuando por fin puedo salir pero me niego, diciéndome: No, no tengo tiempo, necesito terminar esto si no…y con un bufido sigo con mi trabajo así he pasado las ultimas dos semanas papeles, papeles y mas papeles.
Nadie me había dicho que ser Duque tendría que estar aquí encerrado como un animal domado haciendo eso, si eso me lo hubieran dicho años atrás me hubiera reído de esto y no se lo hubiera creído nunca, pero ahora estoy aquí encerrado en mis cuatro paredes de mi despacho sin poder salir divertirme como solía…aunque podría…no, no y no debo de terminar me falta ya poco necesito hacer correcciones, leer y leer esos documentos que me los encargaron a mi, por una razón lo hicieron ¿Verdad?
Me había recargado en el respaldo de mi silla, frunciendo el ceño por unas notas que no entendía la verdad, suspire dejando la hoja sobre mi escritorio y mirando por la ventana el sol todavía se encontraba en lo alto, necesitaba salir un rato que el aire me pegara en mi pálido, frio y blanco rostro-Saldré…Saldré un rato solamente-Susurre, nadie me iba…bueno solo mi nana me iba a escuchar decir eso, pero no importaba y como si la hubiera llamado llego hasta mi despacho mirando que tenia el ceño fruncido-Que…-No puedo ni hablar cuando escucho como me reñía como niño pequeño, que porque me iba a ir si tenia papeles, bla, bla, y mas bla, rodee los ojos solamente cruzando mis piernas y esperando a que terminar-Voy a salir, he estado postrado en la silla casi tres semanas…déjame descansar…-Dije tajantemente frunciendo mi ceño me levante y golpee el escritorio pero mire que no eso la asusto-Saldré ni tu no nadie podrá evitarlo…-Y sin decir más pase a su lado y salí de mi despacho, pero me detuvo un momento-Soy un Vampiro…que necesita descansar y distraerse…-Mire que volteo un poco-Pero sobre todo eres el Duque de Italia, tienes una enorme responsabilidad Sebasthian…-Moví un poco la cabeza-Sí pero ya casi termino en la mañana lo hago rápido-Le dedique una sonrisa y me aleje de ella subiendo las escaleras.
Mientras subía las escaleras, estaba pensando en porque me había enviado aquellos papeles desde Italia, eran peligro que unos papeles sumamente importantes vinieras asi…mejor me hubieran llamado para ir no me afectaba ir a Italia, pero bueno eso ya había pasado los papeles llegaron a salvado pero ahora yo los iré a llevar exclusivamente hasta Italia no quiero que pase cosas, he escuchado mucho que en estos tiempos suelen asaltar, robar y esos papeles son mas importantes que mi miserable vida.
Espero que cuando llegue a mi recamara el agua este lista, necesito un baño, ropa y sobre todo calle. Así, camine, cuando llegue a la plata alta de mi casa, parecía que estaba arrastrando mis pies por el suelo. Empuje la puerta solo un poco observando que se abría y entre al interior de este, cerré la puerta tras mi espalda y caí al suelo, con mis brazos extendidos a cada lado y mis piernas un poco abiertas, era un pose muy impropia de un Duque pero nadie me miraba o eso creía yo. De repente escuche un ruido provenir de la bañera, alce un poco mi cabeza y mire que una de los sirvientes estaba arreglando la tina, fruncí el ceño levantándome rápidamente y yendo hacia donde se encontraba. Me recargue en el marco y la mira-¿Listo?-Pregunte mirando que ella daba un pequeño salto del susto, sonríe por eso y ella solamente asintió-Entonces….vete…-Mire que casi corría y después el sonido de la puerta cerrarse y yo me dispuse a quitarme la ropa, cuando lo hice camine hasta la tina sumergiéndome en esta y simplemente relajándome.
Las horas habían pasado tan rápido, cuando termine de tomar mi baño me cambie, y salí de casa antes de que me castigaran como un niño malcriado que no hace caso, ya soy mayor para que me traten como tal ¿No? Soy un hombre, soy una persona con razonamientos, que se puede valer por el solo no necesito una nana que este pegado a mi y yo a sus faldas. Antes de que me enoje mas me relaje y empecé a caminar por las frías, obscuras calles, pero me aburrían ya, mirar a personas, hoy no tenia ganas de matar, succionar sangre, raro en mi, pero hoy quiero ser “humano” aunque se por una noche, cambiar esto, cambiar cada noche que salgo. Tampoco el bosque me llama la atención, ir a un lugar lejano, fuera de aquí, un lugar donde me llamara la atención, pero cual seria ese lugar, deje que mis pies me guiaran a no se donde, tampoco me interesaba…pero de repente mire unas montañas a lo lejos donde el sol estaba oculto o eso nos hacia pensar, sabiendo que nuestro querido sol estaba al otro lado del mundo: Camino fijo, las montañas de nuestro querida parís.
Nadie me había dicho que ser Duque tendría que estar aquí encerrado como un animal domado haciendo eso, si eso me lo hubieran dicho años atrás me hubiera reído de esto y no se lo hubiera creído nunca, pero ahora estoy aquí encerrado en mis cuatro paredes de mi despacho sin poder salir divertirme como solía…aunque podría…no, no y no debo de terminar me falta ya poco necesito hacer correcciones, leer y leer esos documentos que me los encargaron a mi, por una razón lo hicieron ¿Verdad?
Me había recargado en el respaldo de mi silla, frunciendo el ceño por unas notas que no entendía la verdad, suspire dejando la hoja sobre mi escritorio y mirando por la ventana el sol todavía se encontraba en lo alto, necesitaba salir un rato que el aire me pegara en mi pálido, frio y blanco rostro-Saldré…Saldré un rato solamente-Susurre, nadie me iba…bueno solo mi nana me iba a escuchar decir eso, pero no importaba y como si la hubiera llamado llego hasta mi despacho mirando que tenia el ceño fruncido-Que…-No puedo ni hablar cuando escucho como me reñía como niño pequeño, que porque me iba a ir si tenia papeles, bla, bla, y mas bla, rodee los ojos solamente cruzando mis piernas y esperando a que terminar-Voy a salir, he estado postrado en la silla casi tres semanas…déjame descansar…-Dije tajantemente frunciendo mi ceño me levante y golpee el escritorio pero mire que no eso la asusto-Saldré ni tu no nadie podrá evitarlo…-Y sin decir más pase a su lado y salí de mi despacho, pero me detuvo un momento-Soy un Vampiro…que necesita descansar y distraerse…-Mire que volteo un poco-Pero sobre todo eres el Duque de Italia, tienes una enorme responsabilidad Sebasthian…-Moví un poco la cabeza-Sí pero ya casi termino en la mañana lo hago rápido-Le dedique una sonrisa y me aleje de ella subiendo las escaleras.
Mientras subía las escaleras, estaba pensando en porque me había enviado aquellos papeles desde Italia, eran peligro que unos papeles sumamente importantes vinieras asi…mejor me hubieran llamado para ir no me afectaba ir a Italia, pero bueno eso ya había pasado los papeles llegaron a salvado pero ahora yo los iré a llevar exclusivamente hasta Italia no quiero que pase cosas, he escuchado mucho que en estos tiempos suelen asaltar, robar y esos papeles son mas importantes que mi miserable vida.
Espero que cuando llegue a mi recamara el agua este lista, necesito un baño, ropa y sobre todo calle. Así, camine, cuando llegue a la plata alta de mi casa, parecía que estaba arrastrando mis pies por el suelo. Empuje la puerta solo un poco observando que se abría y entre al interior de este, cerré la puerta tras mi espalda y caí al suelo, con mis brazos extendidos a cada lado y mis piernas un poco abiertas, era un pose muy impropia de un Duque pero nadie me miraba o eso creía yo. De repente escuche un ruido provenir de la bañera, alce un poco mi cabeza y mire que una de los sirvientes estaba arreglando la tina, fruncí el ceño levantándome rápidamente y yendo hacia donde se encontraba. Me recargue en el marco y la mira-¿Listo?-Pregunte mirando que ella daba un pequeño salto del susto, sonríe por eso y ella solamente asintió-Entonces….vete…-Mire que casi corría y después el sonido de la puerta cerrarse y yo me dispuse a quitarme la ropa, cuando lo hice camine hasta la tina sumergiéndome en esta y simplemente relajándome.
Las horas habían pasado tan rápido, cuando termine de tomar mi baño me cambie, y salí de casa antes de que me castigaran como un niño malcriado que no hace caso, ya soy mayor para que me traten como tal ¿No? Soy un hombre, soy una persona con razonamientos, que se puede valer por el solo no necesito una nana que este pegado a mi y yo a sus faldas. Antes de que me enoje mas me relaje y empecé a caminar por las frías, obscuras calles, pero me aburrían ya, mirar a personas, hoy no tenia ganas de matar, succionar sangre, raro en mi, pero hoy quiero ser “humano” aunque se por una noche, cambiar esto, cambiar cada noche que salgo. Tampoco el bosque me llama la atención, ir a un lugar lejano, fuera de aquí, un lugar donde me llamara la atención, pero cual seria ese lugar, deje que mis pies me guiaran a no se donde, tampoco me interesaba…pero de repente mire unas montañas a lo lejos donde el sol estaba oculto o eso nos hacia pensar, sabiendo que nuestro querido sol estaba al otro lado del mundo: Camino fijo, las montañas de nuestro querida parís.
Ahmet Arlovskaya- Vampiro Clase Alta
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Re: Bruma y barro (Felipe de Castilla y Mendoza / Antoline S. Beethoven)
Se encontraba bastante adolorido a causa de la fuerte caída que debía de haber sufrido y la cual no recordaba, lo más probable que debido a una contusión en el cráneo que le hubiera provocado inconsciencia. Eso le preocupaba, pues no sabía si podría tener alguna consecuencia a mayores; no había estudiado medicina, de hecho nunca había tenido grandes inclinaciones por la biología, y eso le condicionaba negativamente ahora.
Aferrándose a su abrigo, intentaba huir de las bajas temperaturas propias de las altas latitudes y caminaba por entre la maleza de torpe manera. No era por falta de práctica, sin embargo, pues en su tierra natal acostumbraba a perderse por los alrededores de la villa. El problema que tenía era un tobillo, concretamente el izquierdo, que amenazaba con haber sufrido un esguince o, al menos, encontrarse torcido. Por lo tanto, su única ayuda era ese improvisado bastón, una rama que no lograba paliar lo tortuoso del camino y el irregular terreno, arrancándole muecas y quejidos de dolor de vez en cuando.
Debía llegar a alguna localidad donde poder pedir cobijo y, sobretodo, ayuda para reencontrar al resto de su comitiva, pues estaba muy lejos de su destino, la capital del país galo, la cual debía de estar a unas ciento cincuenta leguas de veinte mil pies, o lo que es lo mismo, unas dos semanas de viaje sin montura. No recordaba con exactitud el lugar donde tenían planeado pasar la noche por lo complicado que le había sonado el nombre. Pese a todo, tampoco le daba demasiada importancia, pues no había rastro de vida por la zona, al menos que él pudiera ver, ni de personas ni de esas alimañas que prefería eludir encontrarse por lo difícil que le resultaría huir. No cabía duda de que aquellos lares estaban habitados por lobos y había escuchado que, además, por osos pardos, los cuales tenía que evitar a toda costa.
Al cabo de un largo rato, llegó a él el sonido del discurrir del agua. No estaba sediento, pues el clima distaba de seco, pero se desvió hacia allí sin parare a pensarlo. El agua siempre discurría en dirección descendente y él, precisamente, quería escapar de aquellos terrenos elevados y difícilmente accesibles; además, a orillas de los ríos era donde tendían a asentarse los núcleos habitados. Ese torrente no resultó tener tal caudal, sino que apenas debía tratarse de un arroyo. No se desmotivó, debería bastarle igualmente.
Prosiguió largo rato por el borde del riachuelo, alumbrado por la escasa luz nocturna que se filtraba por entre las copas de los árboles. Prosiguió hasta que algo llamó su atención y le hizo frenarse en seco. Por un instante creyó distinguir en medio de la fronda una sombra avanzar, un cuerpo antropomorfo describiendo un sendero que cruzaba, casi en perpendicular, con el que él debería de trazar después. Su corazón se había parado un instante, pero sólo para volver a latir con rapidez. ¿Sería una ilusión aquello que había contemplado? Quizás sólo fuese su deseo de encontrar auxilio el que había creado aquel espejismo. Quizás; quizás no. Sea como fuere, se dirigió a aquel lugar, aunque con cuidado, pues no sabía si, de no haber errado, se trataba de alguien afable o, por el contrario, resultaba ser alguien hostil. Antes de descubrirse, debería asegurarse.
Aferrándose a su abrigo, intentaba huir de las bajas temperaturas propias de las altas latitudes y caminaba por entre la maleza de torpe manera. No era por falta de práctica, sin embargo, pues en su tierra natal acostumbraba a perderse por los alrededores de la villa. El problema que tenía era un tobillo, concretamente el izquierdo, que amenazaba con haber sufrido un esguince o, al menos, encontrarse torcido. Por lo tanto, su única ayuda era ese improvisado bastón, una rama que no lograba paliar lo tortuoso del camino y el irregular terreno, arrancándole muecas y quejidos de dolor de vez en cuando.
Debía llegar a alguna localidad donde poder pedir cobijo y, sobretodo, ayuda para reencontrar al resto de su comitiva, pues estaba muy lejos de su destino, la capital del país galo, la cual debía de estar a unas ciento cincuenta leguas de veinte mil pies, o lo que es lo mismo, unas dos semanas de viaje sin montura. No recordaba con exactitud el lugar donde tenían planeado pasar la noche por lo complicado que le había sonado el nombre. Pese a todo, tampoco le daba demasiada importancia, pues no había rastro de vida por la zona, al menos que él pudiera ver, ni de personas ni de esas alimañas que prefería eludir encontrarse por lo difícil que le resultaría huir. No cabía duda de que aquellos lares estaban habitados por lobos y había escuchado que, además, por osos pardos, los cuales tenía que evitar a toda costa.
Al cabo de un largo rato, llegó a él el sonido del discurrir del agua. No estaba sediento, pues el clima distaba de seco, pero se desvió hacia allí sin parare a pensarlo. El agua siempre discurría en dirección descendente y él, precisamente, quería escapar de aquellos terrenos elevados y difícilmente accesibles; además, a orillas de los ríos era donde tendían a asentarse los núcleos habitados. Ese torrente no resultó tener tal caudal, sino que apenas debía tratarse de un arroyo. No se desmotivó, debería bastarle igualmente.
Prosiguió largo rato por el borde del riachuelo, alumbrado por la escasa luz nocturna que se filtraba por entre las copas de los árboles. Prosiguió hasta que algo llamó su atención y le hizo frenarse en seco. Por un instante creyó distinguir en medio de la fronda una sombra avanzar, un cuerpo antropomorfo describiendo un sendero que cruzaba, casi en perpendicular, con el que él debería de trazar después. Su corazón se había parado un instante, pero sólo para volver a latir con rapidez. ¿Sería una ilusión aquello que había contemplado? Quizás sólo fuese su deseo de encontrar auxilio el que había creado aquel espejismo. Quizás; quizás no. Sea como fuere, se dirigió a aquel lugar, aunque con cuidado, pues no sabía si, de no haber errado, se trataba de alguien afable o, por el contrario, resultaba ser alguien hostil. Antes de descubrirse, debería asegurarse.
Felipe de Castilla- Licántropo/Realeza
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Re: Bruma y barro (Felipe de Castilla y Mendoza / Antoline S. Beethoven)
Y así es como viene los peligros
Las aventuras, cuando menos
Te lo esperas.
Aunque en realidad no sé si estas montañas, a donde mis pies me trajearon son parte de parís ¿son o no son? La verdad no me interesaba ¿o sí? Mis pensamientos me traicionaba cada vez más, necesito algo nuevo, necesito que me pase algo sumamente interesante para no sentirme así, como si no tuviera vida propia, porque así me siento al salir de mi casa simplemente hago lo mismo, matar gente, succionar su sangre y tirar el cadáver sabrá dios donde; esto no es vida para mí, esto…esto no quiero hacer todos, todos los días y hasta que alguien me clave una estaca en el corazón-Bien, ahora me creo que estoy un poco estúpido por tantos pensamientos, preguntas que yo mismo me hago y no me respondo-Hable bajito, de todos modos nadie podría escuchar ¿verdad? Necesito un verdadero cambio en mi vida, tal vez me vaya una temporada a Italia y vaya al consejo y ver que me pone hacer, porque la verdad esto me está colmando la paciencia parís es tan aburrido para mí ya, llevo mil años por estos rumbos, no salgo, y es raro que vaya a Italia, y las cosas que me pone hacer o me manda el consejo son papeles, papeles, y más papeles. Yo no le veo lo divertido tener un cargo importante, simplemente los hipócritas te besan los pies por ser un Barón, Duque, conde, simplemente son como perritos falderos, aunque eso en realidad me gusta, ver a las personas arrodillarse ante mí pero…solo por ser alguien de la realza, creo, sí, creo que me ir una temporada a Italia, no la conozco del todo porque la última vez que fui, solo fue por el título para que me nombraran duque y después regrese sin más acá.Las aventuras, cuando menos
Te lo esperas.
Y seguía pensando puras tonterías; me detuve un poco y me recargue en el tronco del árbol, a lo lejos, muy lejos diría yo, se miraba algunas montañas, me gustaría ir alguna vez a lo alto, a la punta y gritar sin fin de cosas, descargarme y después bajar con más calma ¿y porque no lo hago? Buena pregunta, me deslice por aquel tronco, no me importaba que mi ropa se ensuciara con esto; mi trasero cayo en el tierra y flexione mis piernas abrazándolas fuerte y escondiendo mi rostro, y cerrando mis ojos. No tarde mucho en subir mi mirada al cielo, oscuro como mi corazón, oscuro como el color negro, oscuro para hacer maldades y matar personas, eso hacia los vampiros, los cazadores, inquisidores, los cambiaformas, todo mundo mataba sin razón, yo, yo mato para sobrevivir, porque si dejara alguien vivo de seguro me acusarían con la inquisición o cazador y para que quiero mas enemigos, mi cabeza la quieren, pagan buen dinero por cortarme pero “huyo” aunque los mato antes de eso claro. En ese momento escuche mucho ruido, mis ojos se empezaron a mover rápidamente, me levante como si algo me pinchara el trasero, sacudí mi ropa y empecé a caminar hacia el ruido, aunque se escuchó muy retirado de donde yo estaba. Mis pies se movieron rápido, queriendo ubicar el accidente, mi nariz se movió oliendo, parecía un perro haciendo eso, menee un poco la cabeza y llego sangre a mis fosas nasales, dirigiéndome a ese lugar.
Seguía caminando con mis manos metidas en las bolsas de mi chaqueta, mi ceja ligeramente alzada, hasta que me pare en seco al notar un hombre acercarse donde estaba y como si fuera mi enemigo me esconde atrás del tronco más grande y grueso que había, esperando que no me haya visto-¿Qué pasaría?-Pensé, y saque un poco mi cabeza viéndolo alcanzar, estaba lastimado, todo el cuerpo, la sangre salía de su cuerpo y eso me volvió un poco desquiciado por aquella sangre, joven y excitante para mí. Necesitaba ayuda y sabia controlarme muy bien, así, que salí de mi escondite y me acerque a el-¿tuvo un accidente?-Mi pregunta salió como si nada, aunque era obvio su yo mismo sabía que lo era-¿Quiere que le ayude?-Pregunte nuevamente, acercándome más, esperando que el joven no me tuviera miedo.
Ahmet Arlovskaya- Vampiro Clase Alta
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Re: Bruma y barro (Felipe de Castilla y Mendoza / Antoline S. Beethoven)
SPese a que sus pupilas ya debían de haberse adaptado a la lobreguez que se hacía con el dominio del lugar, él seguía sin ser capaz de distinguir con fidelidad y seguridad lo que acaecía en el mismo, no al menos con la precisión que hubiera resultado de reinar el sol en el paraje. Sus pasos eran lentos, tanto por la aflicción de su pierna como por el mareo que le invadía, prueba evidente de que, si en algún momento había pretendido pasar por alto la contusión en su cabeza, debía desechar su falta de preocupación y se revisado por un médico. El único inconveniente era que no creía que hubiese ninguno en leguas a la redonda.
Según fue avanzando, aquella figura que había aparecido y desaparecido, volvió a hacer acto de presencia, evidenciando que, efectivamente, no había errado al creer finita su soledad. No podía adivinar si aquello era algo positivo o negativo. ¿Quién era él? Se sabía necesitado de ayuda, pero no podía encontrar una razón para que nadie honrado estuviese en aquellos parajes a tales e indecentes horas de la noche. Sólo se le ocurrían dos razones: o se hallaba tan perdido como él o, precisamente, no era alguien que se pudiera considerar como noble. Desorientado y algo desesperado, tampoco tenía muchas opciones, por lo que, queriendo evitar prorrogar su extravío, continuó avanzando, al menos, hasta que la sombra se percató en él y llegara a hablar:
- Sí, caí por un barranco horas atrás. – explicó, sin pretender exponer en un primer instante que no conocía camino alguno que le llevara hacia algún pueblo cercano, aunque, por otro lado, resultaba casi obvio que se trataba así, pues dudaba que hubiera muchos transeúntes de su posición que visitaran la región, algo que se evidenciaba en los ropajes, ahora harapientos, que portaba. ¿Pero no llevaba aquel también vestimenta similar? El príncipe dudó un instante, evaluando la situación incluso después de haber ya tomado una decisión, dudando en cómo debía proceder sin la resolución que hubiera caracterizado a alguien de su cargo - ¿Sabe cómo podría llegar a la villa más próxima? Necesito resguardo y descanso. – por no hablar de un plato de comida caliente; sus tripas comenzaban a gruñir.
Había escogido confiar en él, aunque tampoco era tan necio como para exponer toda su situación ni su identidad, así como para hacer gala de una altanería que sólo hubiera desarrollado de haber nacido y sido criado en la corte real, algo que, por una parte agradecía, pero que, indudablemente, llegaría a acarrearle serios problemas en un futuro que, con seguridad, quedaba más cerca de lo que él podía pensar. Si sería esa noche o en los meses venideros sólo era decisión del destino; o quizás también de aquel hombre que decía pretender ayudarle.
Según fue avanzando, aquella figura que había aparecido y desaparecido, volvió a hacer acto de presencia, evidenciando que, efectivamente, no había errado al creer finita su soledad. No podía adivinar si aquello era algo positivo o negativo. ¿Quién era él? Se sabía necesitado de ayuda, pero no podía encontrar una razón para que nadie honrado estuviese en aquellos parajes a tales e indecentes horas de la noche. Sólo se le ocurrían dos razones: o se hallaba tan perdido como él o, precisamente, no era alguien que se pudiera considerar como noble. Desorientado y algo desesperado, tampoco tenía muchas opciones, por lo que, queriendo evitar prorrogar su extravío, continuó avanzando, al menos, hasta que la sombra se percató en él y llegara a hablar:
- Sí, caí por un barranco horas atrás. – explicó, sin pretender exponer en un primer instante que no conocía camino alguno que le llevara hacia algún pueblo cercano, aunque, por otro lado, resultaba casi obvio que se trataba así, pues dudaba que hubiera muchos transeúntes de su posición que visitaran la región, algo que se evidenciaba en los ropajes, ahora harapientos, que portaba. ¿Pero no llevaba aquel también vestimenta similar? El príncipe dudó un instante, evaluando la situación incluso después de haber ya tomado una decisión, dudando en cómo debía proceder sin la resolución que hubiera caracterizado a alguien de su cargo - ¿Sabe cómo podría llegar a la villa más próxima? Necesito resguardo y descanso. – por no hablar de un plato de comida caliente; sus tripas comenzaban a gruñir.
Había escogido confiar en él, aunque tampoco era tan necio como para exponer toda su situación ni su identidad, así como para hacer gala de una altanería que sólo hubiera desarrollado de haber nacido y sido criado en la corte real, algo que, por una parte agradecía, pero que, indudablemente, llegaría a acarrearle serios problemas en un futuro que, con seguridad, quedaba más cerca de lo que él podía pensar. Si sería esa noche o en los meses venideros sólo era decisión del destino; o quizás también de aquel hombre que decía pretender ayudarle.
Felipe de Castilla- Licántropo/Realeza
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