Conociendo París [Gäel]

por **Evangeline Collingwood** Vie Jul 02, 2010 10:51 pm

Las calles de parís eran bastante diferentes a las Londinenses. Primero que nada, la mayoría de ellas estaba infestadas de tiendas de perfumería o ropa de alta costura. No por nada, París, era la capital de la moda y el buen gusto. La gente era completamente diferente y hasta el olor de viento me era completamente extraño. Jamás, en toda mi vida, se me había venido a la mente acabar en París, y menos tomando en cuenta que mi infancia había sido completamente pobre; con unos padres que cosechaban verduras y trataban de venderlas en los mercados a precios que la sociedad pudiese comprar, los ingresos económicos sólamente me permitían soñar en comprar alguna golosina barata cada un año.Verme en medio de las calles de París, con un vestido de sedas y telas coloridas, era como un sueño realizado que nunca pude soñar realmente. Esa era una de las pocas cosas buenas que había sacado de mi difunto marido.
Me quedé viendo una tienda de perfumes llamada "Le rois du monde" cuando, me comencé a sentir cansada, mis pies me mataban con las botas que llevaba y lo mejor en ese momento era comenzar a buscar algún lugar para sentarme. Miré hacia ambos lados y cerca de una tienda de dulces estaba una silla comunitaria. "Bien, pues, ahí será" pensé.
Me moví directamente hacia la silla y acomodé mi vestido para sentarme.
-¡Qué día!- Me dije a mi misma mientras sacaba de mi pequeña bolsa de mano, un abanico. Lo abrí comencé a abanicarme.

por Invitado Sáb Jul 03, 2010 11:18 am

Hacia relativamente poco tiempo que descubrí la belleza de pasear durante el día, cuando el sol esta todavía iluminando. Antes vivía de noche, pero ahora no se me estaba permitido por razones obvias. Por eso, en la época del mes que perdía mis noches, salía durante el día para pasear y descubrir nuevas cosas. Era totalmente diferente de las noches, no estaban las ofertas de amor por horas, ni las tentaciones que aparecían ni bien la luna estaba en el firmamento. No me atraía tanto, pero me intrigaba. Durante estos paseos diurnos, había tenido el placer de conocer algunas mujeres interesantes. Conquistas sencillas, pero de todas formas deliciosas. Damas refinadas con esposos aburridos que buscaban un momento de atención, niñas inocentes que creían en los halagos mas sencillos, todo era perfecto para mi. Después de todo, ¿qué es una mujer si no un objeto de placer para los hombres?

Específicamente hoy, había decidido reabastecer mi dotación de dulces, era una especie de costumbre comer uno luego de... divertirme, y también se los obsequiaba a las jóvenes. Es increíble lo fácil que caen con una palabra amable y una golosina. Parecían infantes. Me disponía a ingresar a la tienda de dulces de la zona cuando vi a una hermosa joven sentada un poco mas allá. Parecida agotada. Se hacia viento con un hermoso abanico, haciendo que algunos mechones oscuros volaran alejándose de su sonrojado rostro. La piel era delicada como porcelana, y sus movimientos eran suaves. Cambie de planes, en vez de ingresar al negocio, me acomode el cabello y la ropa, y me acerque a paso lento a la distinguida damisela.

-¿Esta ocupado este asiento, Madmoiselle? Espero no importunarla con mi presencia, pero es que no podía dejar de observarla, por me decidí a acercarme para decirle que con su sola aparición ha iluminado mi mañana- utilice una de mis frases características, generalmente tenia éxito con ella.

por **Evangeline Collingwood** Sáb Jul 03, 2010 11:43 am

Me quité un mechón de la cara que me hacía cosquillas, eso me molestaba, y me percaté que aún llevaba puestos los guantes blancos. También eran un poco molestos. Me los quité y los guardé. A veces, toda esta... pompa de la alta sociedad, me dejaba adolorida. Primero que nada, estaba el corsé, que entre más apretado estuviera y mas flaca pareciera, mejor; luego, estaba el fondo del vestido... de varilla de metal. Era una tortura, pero para encajar se necesitaba, así que tenía que aguantarme.
Mi osciosidad comenzaba a notarse en mi, pues varios momentos me quedé viendo el decorado de mi abanico. Para cuando me di cuenta, un hombre estaba pidiéndome el asiento junto a mi.
Escuché con diversión cada palabra que decía, porque eran las que cualquier don juan utilizaba para engatuzar mujeres. Esas palabras eran las que, por un estúpido momento, había conquistado mi joven corazón cuando Basil me pretendía. Y eran sólo eso: palabras.
Sonreí por pura cortesía y con un ademán de mi mano, le indiqué que el asiento estaba libre.
-El asiento es suyo, Monseigneur. En lo absoluto me perturba ni me incomoda su presencia, al contrario, es casi dulce.-sonreí y miré al joven-Lo que me pregunto, es ¿Son esas las palabras que le dice a todas las mujeres? He de confesar que son bonitos cumplidos, pero conmigo no van a servirle. Probablemente, y sería muy acertado decir, que caigan como enamoradas jovencitas como esa, que parece que no han salido de su casa en mucho tiempo.- comenté señalando discretamente a una joven debutante que miraba ensimismada un vestido de corte italiano.

por Invitado Sáb Jul 03, 2010 4:16 pm

Sonreí. Esta chica no iba a ser fácil, pero me gustaban los desafíos. Me senté a su lado y observe la jovencita que me señalaba. Una niñita rubia, de las que había abundancia por todo Paris. Habían aparecido de la nada, de un día para el otro, y ahora pateabas una piedra y salían un puñado de ellas. No me gustaban, eran insípidas y sin sentido. Claro que había excepciones.

-Es una niña muy pequeña, no es mi estilo.- le dije, aunque eso no era totalmente cierto. Mas de una vez había tenido la suerte de iniciar a una de ellas en los placeres carnales. Por desgracia para esas jóvenes, ellas habían quedado deshonradas y luego rechazadas por sus pares. Una noche conmigo bien valía eso. Pero no podía decirle esto a la bella joven que tenia a mi lado. No si quería que ella lo dejase entrar. –La frase no habrá funcionado con usted, pero al menos logre que me dirigiera la palabra. Lo considero un éxito, en cierto modo. Me llamo Gaël Renard. Es un gusto, Madmoiselle...?-deje la pregunta en el aire, esperando su nombre, mientras tomaba su mano izquierda, que estaba libre de abanicos, y le daba un beso como era costumbre.

por **Evangeline Collingwood** Sáb Jul 03, 2010 8:35 pm

Sonreí por la cara que el joven hizo cuando miró a la joven rubia que yo le había dicho momentos antes. Se notaba que él tenía experiencia en lo que a las mujeres se trataba, y no simplemente porque era estúpidamente guapo, sino, porque la manera de caminar, hablar y los gestos que hacía, eran propios de un joven de la aristocracia. Y vaya que los conocía.
-Niña pequeña... bueno, a lo mucho llego a calcularle unos dieciseis. No veo por qué sea joven para ti, a menos que tu tengas cuarenta y estoy segura que no los tienes.-el calor ya se me había quitado, por lo que preferí guardarlo.
Tenía razón el joven, lo que había dicho me había provocado hablarle. Era listo.
-Mademoiselle Evangeline Collingwood, un placer,Monseigneur Gäel Renard...- el tono de mi voz comenzó a bajar sus decibeles cuando, con bastante ternura, miré como tomaba un gesto muy romántico: besarme la mano. Hacía mucho que nadie lo hacía.

por Invitado Mar Jul 06, 2010 10:59 am

-El placer es mío, Madmoiselle Collinwood- Note que tanto el nombre como el apellido no eran franceses.

Supe al instante que el movimiento del beso en la mano había sido correcto por las mejillas sonrojadas de Evangeline. Eso era un punto a mi favor, y sonreí con suficiencia. Desvié la mirada a la niña, que de hecho conocía. Tenia 15 años, y era la hija de un importante Lord de Paris. Terriblemente engreída, pero ya no era casta. Un par de amigos se habían encargado de ello, y todavía era desconocido para el padre de la señorita. Cuando se supiera, seria la vergüenza de la ciudad.

-Sigue siendo demasiado niña para mi, prefiero las mujeres que al menos puedan vestirse solas. Esa mujercita no debe saber atarse ni los cordones de sus lujosas botas.- hice un gesto despectivo hacia la jovencita, que giro a mirarme y se alejo levantando la barbilla. – ¿De donde proviene su nombre, lady Collinwood? No recuerdo haberlo escuchado antes- intento mostrar todo el interés posible.

por **Evangeline Collingwood** Miér Ago 04, 2010 7:22 pm

Mostré debilidad ante los gestos del joven Gäel, cosa que me dejaba vulnerable y eso era peligroso para mi. No quería tener ciertos encuentros más allá del interés físico y sexual porque estaba segura que sufriría lo mismo que en mi matrimonio ya disuelto por la misteriosa muerte de mi esposo. Tenía pavor a enamorarme, no me quería ver en la penosa necesidad de acabar con la vida de un hombre más.
Traté de mantener la compostura y la seriedad con el joven, así disfrazaría que mis sentimientos hacia el género masculino seguían siendo tan a flor de piel como los de una adolescente y más si se trataba de un hombre de la belleza de Gäel.

Escuché atenta que las preferencias, en cuanto a mujeres se trataba, de Gäel eran de féminas maduras, no niñetas como la que estábamos apreciando momentos antes. Reí un poco y seguí escuchándole.
-Posiblemente no pueda, pero debe de ser un deleite para los Lords que están en pos de su virginal cara. Con gran seguridad podría decirte que esa debutante de quince años es de las más solicitadas, no como una mujer de mi calibre... vieja para casarse.- dije mirando con una sonrisa amplia a la niña. Era vieja, ¿por qué no admitirlo? Los hombres de la alcurnia no querían mujeres de veintitantos. No, a esa edad ya tendrían unos cuantos años de casadas e hijos. Lo que los Lords, Duques, Barones y Condes deseaban eran niñas, nínfulas de quince o a lo mucho dieciocho que tuvieran todo nuevo. Educadas y hermosas, jóvenes para tener hijos sanos y fuertes sin perder la figura o la hermosura. Yo ya era de las viudas que necesitaban hacer méritos para tener un buen marido. Suerte que no estaba necesitada de uno.

Gäel preguntó por la procedencia de mi apellido. tenía razón, no era Francesa, era Inglesa y las circunstancias de luto en las que me encontraba me habían obligado uhír de Londres para finalmente instalarme en París.
-Si lo hubiera escuchado antes, podría decirle con certeza que habría viajado hace tiempo a Londres. No soy de aquí... bueno, no lo era hasta hace poco. Decidí mudarme de Londres a París por razones personales.- expliqué mirando a Gäel a los ojos. Si me pedía las razones, mentiría.

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