La demencia es la única que carece de miedos | Libre.

Uno de mis lugares favoritos de Francia era justamente el pantano.
Hábitat de alimañas. Hábitat de inocentes animales incomprendidos. Hábitat de seres rechazados.
Pero ahora bien, ¿por qué tenerle tanto miedo a un ser con corazón?
¡Oh! El miedo...
El miedo es la razón más usada para justificar cosas sin sentido. Tan sólo una excusa. La gente tiene miedo. ¿De qué? De sufrir y de morir. Y allí se le da comienzo a la cobardía. Por el miedo. Tanta gente encerrada, alejada de la vida por el miedo. ¿Qué era el miedo? ¿Acaso las personas de allí afuera sabían exactamente la definición de esa palabra? ¿Alguno había sentido miedo real?
¡Oh! El miedo...
La cuna de tantos dolores, tantas confusiones, tantas problemáticas. La cuna de la gente más débil, la cuna de los seres más sufridos.
Por el miedo el mundo tiene un prototipo. Por el miedo a ser. Por el miedo a elegir. Por el miedo a vivir.
¿Y cuántos quedaban afuera por eso? ¿Cuántos?
Excusa llena de miedo...
Mi padre podría haber tenido miedo a los que otros dirían, miedo a no conseguir lo que más deseaba. Por el miedo nunca fue capaz de nombrarme.
Anna podría haber tenido miedo a perder el respeto por ser la mujer que criaba a la hija de una pobre mujer víctima de un affaire con un aristócrata.
Ambos podrían haber tenido miedo a morir carbonizados entre las joyas y los minerales más costosos en su casa.
¿Y qué hay del miedo de no tener a quien recurrir en los momentos más dolorosos? ¿Y qué hay del miedo de estar abandonada, sola en el medio de un bosque, a la vera del destino? ¿Y qué hay de esa persona que siente el dolor de ver a las personas que alguna vez la quisieron, muertas, todas, en un baño de sangre y olvido?
¿Rencorosa yo?
Es probable. Sí. Es probable de que mereciera miles de nombres, fríos nombres, que tan sólo terminan condenándome a una existencia eterna y maldita. Pero tenía mis motivos.
¿Era yo la culpable de lo que me pasaba? ¿Era yo la culpable de mi aspecto? ¿De mi forma de vida? ¿De mi dolor?
Claro que no.
El miedo era el culpable. O tal vez no. O tal vez caigo en lo que todos caen: en justificar absolutamente todo con esa estúpida palabra. El miedo: definición de débiles.
Yo había superado eso. Y me había convertido en un ser superior. Y me reía de esa transformación. Prefería mil veces ser el insecto más pequeñito y más vulnerable a ser lo que hoy era.
Pero no había opción y debía acostumbrarme a ello. Ser lo que era, sin miedo a nada.
Ser vampiro. Alimentarme de personas y sólo amar a los discriminados como yo. A las alimañas.

Era divertido cuando le daba una pisca de sadismo a mi vida. No siempre se trataba de sexo. Podía hacer otras cosas.
Y era entonces cuando me encontraba a orillas del pantano, alimentando a los cocodrilos con los restos de mi última víctima... Después de todo ellos merecían alimentarse antes de que un asqueroso hombre siguiera con vida.

¿Demente?
Oh! La demencia es la única que carece de miedos.