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Encuentro inesperado [Mared Abel & Astrea Di Angelo] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Mared Abel Jue Feb 23, 2012 8:47 pm

La temporada de lluvias había continuado, tal y como yo lo había previsto en otros de mis estudios. Las gotas de agua caían del cielo con suma fuerza, impactando los vidriales de la mansión del Papa. Había llegado hace más de media hora, y debido a la lluvia los sirvientes del jefe me permitieron quedarme en la casa mientras le esperaba. Se ofrecieron a ayudarme con la capa y el turbante que cubría mi cabeza, pero me negué, pues me sentía muchisimo más cómodo con esa vestimenta en una casa extraña, me daba un poco más de confianza, y vaya que la necesitaría para enfrentarme a Borgia... Con cuidado me acerqué a un sofa de piel que se hallaba en la sala, acomodandome sobre él mientras revizaba mis cosas. Entre mis brazos, había una muy pequeña, casi vergonzosa, cantidad de papeleo, toda reunida en una carpeta que decía "Sociedades secretas". Había pasado como un mes desde que había obtenido un permiso para poder investigar en terreno sobre aquellas "sectas", pero era muy poco lo que podía hacer en Francia, es más, estaba seguro que lo que buscaba se hallaba muy lejos, en el oriente. Lo analicé junto a algunos compañeros de Tecnología y unos cuantos bilbiotecarios, además de varios espíritus, pero la verdad es que siempre terminabamos discutiendo sobre lo verdaderamente útil que era este esfuerzo... Y era con gran verguenza que tenía que comunicarle esto al Papa.

Como si las cosas no pudieran empeorar, era la primera vez en mucho tiempo que me hallaba casi totalmente solo. Todos los espíritus que me acompañaban escaparon cuando nos acercabamos a la casa del Papa, con excepción del agnostico de Stefano. Bueno, no los culpo la verdad, ese hombre podía llegar a ser un verdadero demonio cuando las cosas no salían según sus planes... Dejé escapar un suspiro, pues no debía pensar así de mi jefe, a pesar de que no compartiera ninguna de sus ideologías, el seguía siendo mi superior. Stefano dejó escapar una risa socarrona, su figura transparente, de un hombre joven de cabello largo y vestido con una túnica blanca, realmente era algo a lo que era difícil acostumbrarse... pero al ser mi mejor amigo la verdad ya ni me molestaba. Le hubiera respondido a aquella risa con un comentario mordaz, pero debía esperar a que se retiraran los empleados. Al parecer Stefano notó que no pensaba responderle, pues empezó a mirar a su alrededor con molestia. Yo mantenía una conversación mundana con uno de los sirvientes, por lo que no podía voltear mucho hacia él... pero no pude evitar notar como veía un punto fijo en la casa. Una vez que estuvimos solos me levanté de mi asiento y me acerqué para hablarle.

- ¿Que tanto observas, Stefano? -Le murmuré- ¿Encontraste a un conocido?

- ... Digamos que sí, sígueme

Su respuesta me dejó petrificado, aún más si actitud. Ni siquiera esperó a que le respondiera, empezó a caminar a gran velocidad por el suelo, o mejor dicho a levitar por sobre él, doblando en un pasillo. Sabía que no tenía que seguirlo, yo lo sabía... pero la curiosidad era tanta que no pude resistir. Caminé tras él en silencio, esquivando a los sirvientes, que simplemente dejaron de aparecer a medida que avanzabamos en la casa... o descendíamos mejor dicho. Abrí muchisimas puertas, Stefano me guiaba como si conociera la casa de arriba a abajo. Finalmente llegué hasta una puerta más grande y gruesa que las demás, oculta tras un cuadro de Su Santidad. Stefano la atravezó con facilidad, mientras yo me ví forzado a abrirla mediante un encantamiento... me sentía como un ladrón, pero me encantaba. Descendí por un pasillo de roca extremadamente oscuro, hasta que finalmente llegamos a una especie de calabozo. Stefano permanecía sentado frente a la última celda, más ámplia que las demas. Yo me acerqué, y mis pupilas se dilataron al ver el maltratado cuerpo de una joven, que parecía permanecer en un profundo sueño. Era hermosa... No podía ser humana.


- Ha pasado mucho tiempo, Shamballah... -Susurró Stefano- Afortunadamente el guardia no esta hoy...
- ... ¿Donde carajo me acabas de meter, Stefano? -Me acerqué a los barrotes de la celda, siguiendo mi entrenamiento y evitando verla directamente- ... Disculpe, señorita... ¿Esta usted bien?

Mientras hablaba, apretaba con todas mis fuerzas los documentos que había recolectado. Por alguna razón, podía sospechar que la chica y la extraña actitud de Stefano, eran piezas clave para empezar a resolver este extraño acertijo... y por otra razón, sospechaba que lo que viera no iba a agradarme del todo.


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Mensaje por Astrea Di Angelo Lun Feb 27, 2012 11:09 pm

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{De hoc mulier est mutare re}

*Soundtrack*

Lo peculiar de la Mansión Borgia no es la remodelación a que quedó afecta hace algún tiempo, menos aún la efigie que domina con su personalidad cada habitación. Lo singular de este lugar es lo que lo contornea y se localiza en las entrañas del mismo. En primera, el inmueble se encuentra equidistante de lo que algunos podrían llamar un "Poltergeist", otros "Una puerta al otro lado", unos más "El plano espiritual", por lo que hay muchas presencias de "fantasmas" que a una hora determinada comienzan su vagar por los alrededores. Los rumores concuerdan en que los también titulados espectros, son personas que tienen asuntos pendientes o que decidieron permanecer un tiempo más en este plano y sus mentes fueron absorbidas a tal grado que se perdieron en la inmensidad del mundo. Así pues, deambulan por copiosos lugares, siendo éste uno de ellos.

Demasiados sobrenaturales consideran este sitio como un parteaguas en la contundente conclusión del mito que los muertos resguardan a los vivos, siendo la premisa correcta e incuestionable. Aunque no descifran por qué muchos espíritus desde hace tres años emprendieron un largo recorrido para circundar la mansión en actitud de nato resguardo impidiendo que personas con malas intenciones la alcancen haciendo que desaparezcan en la neblina que rodea el lugar cuando es muy tarde; o bien, emerjan sin vida en zonas alejadas como el río que atraviesa gran parte del bosque en el que está ubicado este particular inmueble. O peor aún, los recuperen dementes, hablando sobre hombres que se convierten en bestias a su placer o simplemente, no pronuncien palabra alguna, entre babeos y ojos opacos, sumidos en una fantasía de la que no despiertan. ¿Son estos interpelados fantasmas los que hacen ésto? ¿Si es así, qué es lo que los impulsa?

Muchos pobladores hablan en susurros imperceptibles que la mansión estaba embrujada antes de que el Benévolo Padre la habitara. Sí, él es el único que los salva de que toda esa maldad llegue hasta el pueblo, él con su gran fuerza espiritual y el toque de Dios, logra contener a los demonios que la poblaron, que ahora braman, exigen un pago de sangre. En los días en que el Sumo Pontífice se ausenta de casa, es cuando las desgracias sobrevienen. Pocos son los que traspasan el pórtico principal y regresan a casa sanos y salvos. Esa es la causa de que los sirvientes del Líder del Vaticano no salen más que de día, porque es después de las 10 de la noche que la neblina acordona toda el área, entre borrones se vislumbran esos contornos irreales que causan estremecimientos y miedo.

Sólo un sobrenatural con gran poder, magia o experiencia puede darse cuenta de lo que está sucediendo, pero no de inmediato. Lo que ha recaído sobre el hogar del Papa no es más que una consecuencia de una acción mal ejecutada. Es resultado de una magia arcana que buscaba defender una gema valiosa, que al ser trasladada sin los adecuados cuidados, tornó su función, sus ejecutores y mandatos cubriendo los huecos que abiertos quedaron. Toda la esencia estaba dirigida a un ser que, lleno de heridas, busca recuperarse para regresar a su hogar. Un cuerpo oculto por una túnica de color azul claro que se localiza sobre una yacija de heno en una posición horizontal con una mano depositada encima de la otra, como si durmiera, siendo la protagonista de una historia jamás contada que con sólo observarla se es consciente de lo que puede significar para aquéllos que ya no están en su presencia. Los cabellos largos, ensortijados que a la oscuridad que no teme a la débil luz de las teas se antojan negros enmarcan un rostro de fino alabastro en forma de corazón que arrebata aún silente, los corazones masculinos ligándolos a su estampa.

Cientos de heridas en su cuerpo querrían ser atendidas de forma espiritual por todos los que alguna vez la sirvieron, los que fueron mentoreados por ella, aconsejados. Quienes ahora vienen a pagar su deuda encargándose que nadie pueda hacerle daño, imposibilitados para entrar en la celda hasta que alguien con magia y la habilidad de ver a los muertos les dé ese poder. Así es, sólo un brujo podría facultarlos para no sólo vigilar desde el exterior de esas paredes que les impiden la entrada, incapaces de encadenar su esencia con un humano y con ello, traspasar los sellos de poder que se aseguran de mantener todo ente espiritual alejado del interior. El Sumo Pontífice lo hizo consciente de que su posición como Sumo Sacerdote podría significar para cualquier sobrenatural el deseo de matarlo. Ignorante de los alcances de su hacer, es justo lo que lo salva de ser atacado por los espectros indignados cuando toca a la mujer más hermosa de la tierra.

Ella descansa en ese lugar, con una expresión serena en el rostro, ignorante de lo que acontece en el mundo después de tres años desde la última vez que sus ojos lo observaron. Duerme pues entre heno, en un lugar oscuro, maloliente, indigno de su presencia, de su belleza, de su status. Afuera, la lluvia azota con violencia los cristales mientras los desdichados sirvientes miran cómo las 10 van a dar, la neblina va cayendo alrededor de la mansión precediendo a los muertos que, paso a paso, regresan a su labor rogando entre cantos sólo escuchados por los animales que se inquietan. Los perros aúllan de miedo y terror, el viento resuena con violencia al tiempo que casi arranca a los árboles de sus raíces, el frío incrementa congelando la piel y los huesos. Los muertos hablan y quieren ser escuchados. Claman por la libertad de la Shamballah, para que regrese a su hogar.

Sólo un espíritu es consciente de todo ésto, Stefano escucha a sus congéneres rogar entre cánticos y rezos para que la Líder en Tiempos de Paz se recupere, salga del letargo al que fue condenada tras el ritual de los 500 años para volver a caminar en la tierra. Su rostro, sus manos, sus descalzos pies son mudos testigos que cuentan la historia más funesta en los anales de Aghartha: La pérdida de la Shamballah. La desazón del Sanat Kumara. El dolor de los Aghartianos. Su piel muestra heridas verticales en forma de pequeños rasguños. No es más que una señal de lo que las arenas hacen cuando están fuera de control.

{Suus 'iustus signum quomodo omnia reverti **}

* Tocar a esa mujer es cambiar tu realidad
** No es más que una señal de que todo puede volver a ser como era


Última edición por Astrea Di Angelo el Sáb Jul 28, 2012 10:54 am, editado 1 vez


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Mensaje por Mared Abel Jue Mar 01, 2012 2:15 pm

Con lentitud llevé mi mano hasta uno de mis bolsillos, dejando a un lado las investigaciones y tomando unos pequenos lentes bifocales hechos con vidrio ahumado, un pequeño experimento que había diseñado hasta entonces para mi uso personal. Con ellos en los ojos, el efecto de la atracción sobrehumana que causaban los vampiros se reducía, mientras se respirara a un ritmo rápido para no caer ni en estimulos visuales o feromonas que, según había investigado, eran las principales razones por las que los vampiros podían atraer a sus víctimas hacia ellos, como una venus comemoscas que con sus colores brillantes atrae a su proxima comida. De todas maneras, esta chica en particular parecía tener algo más, incluso con ayuda de los lentes podía sentir como mi corazón se aceleraba cuando la veía demasiado directamente, como si su reminiscencia fuera tal que era imposible de ignorar por ningún medio fisico. Lo más probable es que sin ellos ya me hubiera rendido a los pies de aquel... ¿Cadaver? No, aún respiraba... podía escucharla, era casi como si durmiera profundamente, a pesar de las heridas que cubrían todo su cuerpo.

Di algunos pasos hacia adelante, temeroso, forzando la puerta del calabozo con suma facilidad e ingresando poco a poco a aquella habitación, mirando todo a mi alrededor. No era capaz de verlos, pero sentía las presencias de cientos de seres a mi alrededor, que observaban espectantes cada uno de mis movimientos. Stefano me hacía señas para que continuara pero con precaución; ya decía yo que él sabía más de lo que decía. Shamballah... se refirió a ella como Shamballah ¿Tendrá algún significado aquello? ¿Se relacionará acaso con todo el asunto de aquella organización sobrenatural que poco a poco aparecía ante mis ojos? Aunque más que organización, parecía una sociedad, casi un culto... La chica, la chica tenía que saber algo de esto. Yo lo sabía, lo podía sentir en cada una de las fibras de mi cuerpo. Tenía que hacerla despertar de ese sueño... aunque, cual caja de Pandora, estaba seguro de que una vez despierta, la chica daría paso a una cadena de acontecimientos que sería ya imposible de detener. Hay cosas en este mundo que nosotros los mortales no debemos saber, científicos y religiosos por igual estamos de acuerdo en ello. Pero esa curiosidad, compañera y eterna enemiga de mi propio bienestar, me impedía retroceder.

Con lentitud acerqué mi mano hacia la chica, respirando profundamente y moviendome poco a poco, hasta tocar con lentitud su brazo y moverla lentamente, en un intento por despertarla. Odiaba el suspenso, la tensión y la incertidumbre de lo que podría llegar a pasar, pero... No podía hacer nada al respecto. Si algo había de pasar, que pasara. Ya no importaba nada. Si mi destino era morir allí, a manos de una vampira de aspecto tan singular, que pasara. Si mi destino era sobrevivir para luego ser asesinado por el papa en un arranque de ira, que pasara. Después de todo, no soy más que un ser humano, condenado por su propio deseo de saber absolutamente todo.


- ... Despierta, por favor.


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Mensaje por Astrea Di Angelo Dom Mar 11, 2012 12:19 pm

Encuentro inesperado [Mared Abel & Astrea Di Angelo] 212bns0
{A tactus, est porta ad memorias}
--Un roce, es la puerta a los recuerdos--


*Soundtrack*

La figura reposa sobre la cama elaborada con heno, las sábanas envuelven toda esa hierba en sus tonos beige, la túnica descansa cubriendo un cuerpo femenino que se vislumbra perfecto, incita a pensamientos impropios sobre recorrerlo con las manos o bien, con los labios en un movimiento mucho más íntimo y menos galante. Dormida, parece un ángel ¿Será igual despierta? Sus manos una sobre la otra, tienen un tono tan blanquecino que no hay duda de su raza: una vampiresa y por las sensaciones que su personalidad provoca, una muy antigua. ¿Qué hace ahí? ¿Por qué no despierta? Incógnitas sin respuesta al día de hoy. A pesar de sus heridas, se le ve tan "sana" que no hay duda de que de un momento a otro despertará. Aunque quizá eso resulte ser contraproducente para el mago. Es decir, ¿Qué vampiro no despierta hambriento?

Ningún músculo da una apariencia de moverse en el instante en que se acerca a ella y la roza. Sólo el que puede ver la magnitud de los actos del mago es su acompañante, pues encima de sus cabezas una rendija empieza a abrirse, lento primero como si una aguja rasgara el papel y luego, diez larguísimas uñas negras se dan paso entrelazándose los dedos bien extendidos, para que ambas manos tomen el pliegue que han abierto y lento, vayan jalándolo hasta formar un círculo oscuro, como la nada que se antoja terrorífico. ¿Qué saldrá de ahí? ¿Quién está del otro lado?

Y mientras... Mared vuela...

Lento, abres los ojos mirando hacia el piso, uno de mármol azul oscuro con un recubrimiento de -lo sabes- arena para que dé ese acabado brillante como estrellas del cielo. Uno que tú pediste en su oportunidad para que te recordara a la superficie. Estás de pie y sientes el cuerpo libre, tanto como descubres que estás sólo cubierta por una larga túnica en color azul claro que se abrocha a tu nuca por un prendedor dejando tus hombros y brazos al descubierto, sujetándose a tu cintura estrecha para caer en forma de cascada hasta el piso donde se arrastra. Sí, eres una mujer, no un hombre y ante ti, tus manos de dedos largos y uñas crecidas te entregan su imagen. Las membranas que recubren la pulpa de tu piel pintadas en plateado y en el dedo anular izquierdo -un olvido imperdonable, tienes que quitártelas- tus sortijas de casada, la primera cuando contrajiste matrimonio por primera vez, de auricalcum con un diamante azul; y la segunda, tras tus nupcias cuando vampiresa, de oro blanco con incrustaciones en jade, rubí, zafiro y ónix. Sonríes al tiempo que te desprendes de ambas caminando con paso tranquilo, sintiendo la superficie del mármol bajo tus pies. Una sensación maravillosa, por eso es que en noches de luna llena te permites el desliz de olvidarte de los zapatos para emerger a la superficie sólo para sentir la fuerza de la tierra en estrecha relación con tu piel.

Un joyero de ónix es el que protegerá tus sortijas, ambas símbolos de tu relación con Valerius, tu adorado esposo. Acaricias la superficie del objeto con un sentimiento que no logras vislumbrar, algo muy raro en tí. Te alejas del mueble para regresar al centro de la habitación. Tu cabello aún suelto se mueve sinuoso contra tu espalda recordándote que tienes que atarlo. Quizá un moño alto sea suficiente. La habitación está decorada a tu gusto, aunque permitiste algunas libertades a Valerius como el colocar su espada y escudo sobre uno de los muros o bien, sus ropas dobladas en un mueble en lugar de estar colgadas en perchas como tus túnicas. La enorme cama con dosel en tonos azules profundos y claros es la que domina toda la habitación. Un lugar donde lo mismo has descansado contra los fuertes brazos de tu esposo, que hecho el amor con intensidad y pasión. Te abrazas la cintura dudando entre ir o no. Sabes que el ritual es necesario para la conservación de todo lo que has peleado y protegido durante siglos.

Sin embargo, tienes un horrible presentimiento que no tiene nada que ver con que tu esposo esté fuera de la ciudad, que haya salido a la superficie para disfrutar de sus 365 días aprendiendo como cada 77 años. No, ésto es producto de tu propia habilidad que ahora no sabes si es una maldición: una visión que te atosiga desde hace mucho. Logras verla de nuevo en tu mente, ese privilegiado cerebro al que no se le escapa nada y tras repetirla tantas veces, puedes notar todos los detalles:


Estás de pie, intentando evitar que algo se te salga de las manos, pero no sabes qué es. Cuando menos lo esperas, notas con desesperación la forma en que la construcción en la que te encuentras está cimbrándose, destruyéndose y sabes que los rayos del sol te alcanzarán. No te preocupa eso, si no aquéllo de lo que estás consciente se perderá, algo tan importante que no sabes qué es, pero que te carcome las entrañas, creando un fuego en tu corazón que nada lo apagará si no es tu misma convicción de salir avante. Pones todo tu empeño, entonas el único cántico que tu padre te prohibió hace ya más de 3,500 años. Palabras de poder, toda tu vitalidad vertida en ello, tu mente sólo recuerda a una persona, unos ojos azules, una sonrisa varonil y luego...


Y luego nada, sabes que algo muy tétrico está en el fondo de todo ésto. Entornas los ojos en tanto un grupo de mujeres aparece y tras una reverencia, te desnuda de tus prendas para sumergirte en una tina de agua caliente con flores de lis, acuáticas, amapola y punta de clavel. Tus aromas favoritos mientras tallan tu cuerpo. Vuelves a recordar el ritual, paso por paso, las posiciones, los lugares entre cada uno de los participantes, te aseguras de que todo esté en tu mente bien fresco conforme el último simulacro. Cuando vuelves a abrir tus ojos, estás de pie, brujas pintan en tu cuerpo las runas de poder que canalizarán la magia para que puedas llevar a cabo el ritual en compañía de todos. Tú eres una de las que lo empiezan y terminan. No te quedas atrás y le dejas el destino de la ciudad a los demás. No. Tú participas y corres el mismo riesgo de muerte de todos, quizá aún más. Porque ellos son humanos y tú, en el instante que el templo que cubre tu cuerpo caiga, entonces caerás calcinada al simple roce del sol.

Ahora no te preocupas de ello, pero sí solicitas a la bruja que acaba de hacer la última runa, que la repita. Un solo error hará que la magia no se desplace correctamente por su cuerpo creando inclusive, una hecatombe. Este ritual es tan peligroso que por eso necesita a 20 brujos y a un líder que los dirija a todos. Ese es tu papel. Cierras los ojos de nuevo, en un nuevo repaso mientras que todo tu cuerpo es lleno de esas marcas y luego, cubierto por una larga túnica plateada que llega hasta el piso, envolviendo tu cuello, permitiendo que todos los talismanes pintados en la piel tengan el acceso a la superficie y por lo tanto, elevar su poder en el momento preciso. Tus pies son enfundados por las zapatillas griegas que tanto te gustan, con ese alto tacón producto de tu encaprichamiento con la altura del Sanat Kumara. El cabello es sujeto en un alto moño al estilo romano, con algunos listones que rodean la cabeza. No llevas joyas, el ritual no las necesita y es todo lo contrario. Debes ir libre, con lo menos para que la magia viaje armoniosa. La puerta de tu habitación es abierta y aún volteas a ver -no sabes por qué- por última vez la recámara que compartes con el Sanat Kumara.

Le necesitas a tu lado, pero sabes que él deseaba salir a la superficie, por eso le dejaste ir aunque en tu corazón se quedó clavada una daga producto de tus dudas con respecto a lo que el día de hoy se acerca. Caminas por los pasillos iluminados por las teas, señal de que aún es de noche en la ciudad y a pesar de eso, cuando tu figura se vislumbra en uno de los balcones, de reojo observas a todos los pobladores con velas en las manos, rogando al mismo tiempo porque el ritual que los mantiene a salvo, vuelva a practicarse de forma correcta. Algunos te gritan palabras de aliento, otros sólo bajan la cabeza, pero muchos, sobre todo los vampiros que han pasado por este trago de preocupación varias veces, entonan una canción que te estremece de pies a cabeza porque te recuerda a la que alguna vez en tu primer hogar se interpretara. Cierras los ojos con fuerza recordando por qué haces el mágico encantamiento.

Entendiendo que sin él, todo por lo que han luchado, toda esta gente, estaría en mortal peligro. Eres la Líder en Tiempos de Paz y como tal, debes darles la fuerza; así que eso haces. Sonríes a todos los que te rodean quienes al verte confiada, respiran aliviados con esperanza. Las puertas se abren para dar lugar a la larga escalerilla iluminada con antorchas que te llevará a la superficie. No sabes por qué, pero volteas a ver esa magnificencia, la perfección de la ciudad por la que Valerius y tú han peleado. Tus ojos se llenan de esos muros argentados, de los rostros ansiosos y sonríes para regresar la mirada hacia la escalinata, subiendo peldaño a peldaño, sin prisa, pero tampoco con pausa.

Tus pies no se cansan, hasta que ante tí tienes la hermosa puerta que señala el fin de tu ciudad y el inicio de la superficie. Los jardines seguramente, los de la Jequesa que tanto cuida buscando congraciarse contigo. Sonríes al pensar que no necesita que le ofrende su parterre, con su propia fidelidad es más que suficiente, pero aún así lo agradeces. Nunca has visto uno tan hermoso como éste. Ni siquiera el "Dominion Lord", tu lugar favorito para enseñarle a los Aghartianos tiene tantas variedades de flores como éste de la joven Jequesa. Tu mano se postra contra la superficie de la puerta, dispuesta a abrirla cuando un grito te hace sobresaltar.

Cuando volteas, ves a uno de tus antiguos Minoicos... Ves a Stefano frente a tí. Tu antiguo consejero. ¿Qué hace él aquí?



Fuera, Stefano ve esa franja abriéndose y no sólo eso, si no que lo más preocupante es que Mared parece inmerso en un trance. El frío se condensa haciendo que el joven castañee los dientes a pesar de que su mente está en otro lugar. Alrededor de la casa, algunos espíritus hacen acto de presencia, sin que puedan penetrar el interior del lugar en pos de, lo que consideran, es suyo. Necesitan a la Shamballah en Agharta. Les urge que regrese.

{Ancora vedere, imparare e stare zitta}
-- Sigue viendo, aprende y calla --

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