AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
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No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
Oh... genial *Bufó viendo como su sombrero había ido a parar a una de las ramas de los árboles, lo que había sido un juego para alejarse de uno de los hombres más pesados del universo se habia convertido en realidad. Ella había salido con algunas cortesanas mas al haber sido invitadas por un viejo rico para un picnic, ella se había aburrido desde el comienzo que se le había exigido casi desnudarse para la vista de aquellos hombres, había cobrado por adelantado seguramente era diversión pura lo que querían esos tipos pero la cortesana no se lo iba a permitir, por eso inicio el juego de "mi sombrero, mi sombrero" junto con algunas lagrimas de que era de su abuelita muerta por eso fue a por ese sombrero sin que ninguno de los hombres hiciera nada, con una sonrisa felina fue a recoger el sombrero con tan mala suerte de que éste estaba justo en aquel árbol donde ella estaba en frente.
No tuvo otra que quitarse los tacones, llevaba un vestido negro, corto como siempre bastante escotado y corto para dejar aquel tatuaje en su tobillo expuesto, a los hombres les gustaba todo de ella pero especialmente sus piernas, era sensual tener un tatuaje en aquella zona para volverlos locos y tener un extra más en su cartera. ( http://inkarttattoos.com/wp-content/uploads/2010/04/drew-barrymore-cross-ankle-tattoo.jpg ) Lejos de darse por vencida empezó a trepar al árbol, no por nada aparte de cortesana era una espia en algunas ocasiones, que aunque ultimamente estaban reducidas a papel de seducir ahora estaba probando sus dotes*¡Au! *gimio de dolor cuando su rodilla se raspó al perder un poco el equilibrio, aun asi siguió, estaba claro que desde aquella vista alguien podia ver sobre todo su ropa interior pero no le importó con una sonrisa triunfal se sentó en la rama del árbol bajando el rostro mientras empezaba a moverse con cuidado, un roce, otros, sus rodillas y muslos estaban enrojecidos pero no importaba, cuando cogió el sombrero una sonrisa apareció en sus labios.
Lentamente volvió a su posicion inicial con lentitud y despues apretando el tronco bajó, con tan mal asuerte que cuando quedaba solo dos pasos se cayó completamente al suelo con un sonido sordo* mmg *se mordió los labios acariciandose el trasero, dios eso habia dolido demasiado, sabia que una dama precisamente no se comportaria asi, con su rodilla chorreando esa sangre escandalosa a pesar de que solo seria unos cuantos arañazos y sus muslos completamente rojos, se levantó a pesar de todo y se quitó algunas hojas de la cabeza colocandose el sobrero despreocupadamente sobre su rostro* Los problemas que das *Comentó en voz alta notando ese dolor en sus piernas que prefirió ignorar*
No tuvo otra que quitarse los tacones, llevaba un vestido negro, corto como siempre bastante escotado y corto para dejar aquel tatuaje en su tobillo expuesto, a los hombres les gustaba todo de ella pero especialmente sus piernas, era sensual tener un tatuaje en aquella zona para volverlos locos y tener un extra más en su cartera. ( http://inkarttattoos.com/wp-content/uploads/2010/04/drew-barrymore-cross-ankle-tattoo.jpg ) Lejos de darse por vencida empezó a trepar al árbol, no por nada aparte de cortesana era una espia en algunas ocasiones, que aunque ultimamente estaban reducidas a papel de seducir ahora estaba probando sus dotes*¡Au! *gimio de dolor cuando su rodilla se raspó al perder un poco el equilibrio, aun asi siguió, estaba claro que desde aquella vista alguien podia ver sobre todo su ropa interior pero no le importó con una sonrisa triunfal se sentó en la rama del árbol bajando el rostro mientras empezaba a moverse con cuidado, un roce, otros, sus rodillas y muslos estaban enrojecidos pero no importaba, cuando cogió el sombrero una sonrisa apareció en sus labios.
Lentamente volvió a su posicion inicial con lentitud y despues apretando el tronco bajó, con tan mal asuerte que cuando quedaba solo dos pasos se cayó completamente al suelo con un sonido sordo* mmg *se mordió los labios acariciandose el trasero, dios eso habia dolido demasiado, sabia que una dama precisamente no se comportaria asi, con su rodilla chorreando esa sangre escandalosa a pesar de que solo seria unos cuantos arañazos y sus muslos completamente rojos, se levantó a pesar de todo y se quitó algunas hojas de la cabeza colocandose el sobrero despreocupadamente sobre su rostro* Los problemas que das *Comentó en voz alta notando ese dolor en sus piernas que prefirió ignorar*
Mar Santini- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/09/2011
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Re: No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
Aunque su velocidad había disminuido, se abría paso entre la maleza con grandes zancadas. Su respiración era todavía agitada. Exhalaciones violentas y guturales que iban acompañadas del crujir de las hojas bajo sus pies.
Lanzó una mirada rápida, cautelosa por encima de su hombro. ¡Los había dejado atrás! Los hijos de putas policías que venían persiguiéndolo, culpándolo por "alterar el orden público". Bien podían aventurarse en aquel bosque solitario, libre de testigos, y él les daría su merecido. Los obligaría a probar el sabor de la tierra húmeda, de la misma tierra hostil que muchas veces le había servido de lecho. Apostaría una buena suma de dinero a que no les gustaría, ¿verdad?
¡Maldita sea!
Una raíz sobresaliente se interpuso en su camino y le obligó a trastabillar. Mantenía su mandíbula tensa, y sus ojos se cerraron con fuerza por ligeros segundos. Sólo entonces fue consciente de un ligero dolor que nacía en lo alto de su frente. Tanteó con sus dedos la zona y descubrió que sangraba. Sonrió.
¡Si tan sólo pudiera ver el rostro de la marica con la que se había cruzado! Apostaría otra suma de dinero a que no se encontraba chillando del gusto, de eso estaba seguro. Aún recordaba con precisión la forma en que había estrellado su rostro contra el pavimento, ya manchado por la sangre que brotaba a borbotones desde su nariz. Se lo merecía el muy cabrón. Que intentar robarle a él, Auguste Moreau, era cosa de estúpidos, sobretodo tratándose de un ser humano incauto y cobarde.
Sus pasos fueron cada vez más lentos, arrastrados. Caminaba con desenfado, como le era usual, a sabiendas de que sus pies no le guiaban hacia ningún destino. Al menos no uno próximo, no uno que él conociera y del cual pudiera prevenirse. Ojalá pudiera conocer su destino y prevenirse. La sola idea le arrancó una carcajada que rompía con el silencio mordaz. Y allí, entre el silencio mordaz ahora interrumpido y los troncos torcidos de aquel bosque, descubrió a una chica que llamó su atención.
No llamó su atención por ser chica, joder, que no estaba para tamañas tonterías. Bien podía follar cuando quisiera y con quien quisiera. No tenía problemas con ello. Pero, a juzgar por su forma de vestir, por la naturaleza de sus gestos, no parecía una visitante regular de la zona. Y él podía decirlo, maldición, que se veía obligado a cruzar aquel bosque inhóspito más de lo que le gustaría.
Siguió su camino. No se detuvo a mirarla. Cualquiera que lo conociera sabría que no se detendría a ayudarla, siquiera a asegurarse de su bienestar. Todos los seres nacen y mueren solos, ¿no es así? Por tanto, no era descabellado pensar que tendrían que arreglárselas en su vida solos. Después de todo, así lo había hecho él. Y no le había ido tan mal, ¿o sí?
Se alejó unos cuantos metros y encontró un árbol ancho. Nada extraordinario, pero sí lo suficiente como para sentarse a sus pies y apoyar la espalda, también ancha, sobre la superficie lisa y fría. Apoyó también sus antebrazos sobre las rodillas flexionadas y cerró sus ojos. Suspiró.
Por una mierda, ¿qué podía esperar de un día como aquél?
Lanzó una mirada rápida, cautelosa por encima de su hombro. ¡Los había dejado atrás! Los hijos de putas policías que venían persiguiéndolo, culpándolo por "alterar el orden público". Bien podían aventurarse en aquel bosque solitario, libre de testigos, y él les daría su merecido. Los obligaría a probar el sabor de la tierra húmeda, de la misma tierra hostil que muchas veces le había servido de lecho. Apostaría una buena suma de dinero a que no les gustaría, ¿verdad?
¡Maldita sea!
Una raíz sobresaliente se interpuso en su camino y le obligó a trastabillar. Mantenía su mandíbula tensa, y sus ojos se cerraron con fuerza por ligeros segundos. Sólo entonces fue consciente de un ligero dolor que nacía en lo alto de su frente. Tanteó con sus dedos la zona y descubrió que sangraba. Sonrió.
¡Si tan sólo pudiera ver el rostro de la marica con la que se había cruzado! Apostaría otra suma de dinero a que no se encontraba chillando del gusto, de eso estaba seguro. Aún recordaba con precisión la forma en que había estrellado su rostro contra el pavimento, ya manchado por la sangre que brotaba a borbotones desde su nariz. Se lo merecía el muy cabrón. Que intentar robarle a él, Auguste Moreau, era cosa de estúpidos, sobretodo tratándose de un ser humano incauto y cobarde.
Sus pasos fueron cada vez más lentos, arrastrados. Caminaba con desenfado, como le era usual, a sabiendas de que sus pies no le guiaban hacia ningún destino. Al menos no uno próximo, no uno que él conociera y del cual pudiera prevenirse. Ojalá pudiera conocer su destino y prevenirse. La sola idea le arrancó una carcajada que rompía con el silencio mordaz. Y allí, entre el silencio mordaz ahora interrumpido y los troncos torcidos de aquel bosque, descubrió a una chica que llamó su atención.
No llamó su atención por ser chica, joder, que no estaba para tamañas tonterías. Bien podía follar cuando quisiera y con quien quisiera. No tenía problemas con ello. Pero, a juzgar por su forma de vestir, por la naturaleza de sus gestos, no parecía una visitante regular de la zona. Y él podía decirlo, maldición, que se veía obligado a cruzar aquel bosque inhóspito más de lo que le gustaría.
Siguió su camino. No se detuvo a mirarla. Cualquiera que lo conociera sabría que no se detendría a ayudarla, siquiera a asegurarse de su bienestar. Todos los seres nacen y mueren solos, ¿no es así? Por tanto, no era descabellado pensar que tendrían que arreglárselas en su vida solos. Después de todo, así lo había hecho él. Y no le había ido tan mal, ¿o sí?
Se alejó unos cuantos metros y encontró un árbol ancho. Nada extraordinario, pero sí lo suficiente como para sentarse a sus pies y apoyar la espalda, también ancha, sobre la superficie lisa y fría. Apoyó también sus antebrazos sobre las rodillas flexionadas y cerró sus ojos. Suspiró.
Por una mierda, ¿qué podía esperar de un día como aquél?
Auguste Moreau- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/03/2012
Re: No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
Hm *Achinó los orbes cuando dió la vuelta, no sabía de donde sacaba el presentimiento de que le habian descubierto o que alguien le estaba mirando después de todo no habia venido sola a ese bosque, lo primero que hizo fue mirar todo lo que le rodeaba pero con mucha suavidad para no alertar de que sabia de que alguien le estaba mirando aunque sería una idiotez hacer lo que estaba haciendo nadie sabia que además de cortesana podía causar la muerte a alguna que otra persona, como si fuera una muchacha débil rió* Se que me estas viendo, sal por favor * Al ver como única respuesta la hojarasca moverse causó en ella la misma sensación de incomodidad pero también un murmullo de sus labios.
Odiaba que su cuerpo estuviera tenso, dispuesto para la pelea cuando nadie aparecía delante de sus narices, a lo mejor solo era un "voyeur" o algo por ese estilo de los que le acompañaban habia gente muy rara debia de ser eso, se serenó sujetando de nuevo su sombrero que quería escaparse de nuevo* Deberia quemarte *comentó con una expresión agria apretando el sombrero de las narices contra su cuerpo, asi no se marcharía de nuevo, dió unos pasos más encontrando un pequeño lago, se arrodillo limpiándose la herida descubriendo que era solo una ridicula herida.
Agradecía que de día no había vampiros por esos lugares o tendría que preocuparse de varias cosas, después se levantó, estaba cansada, habia corrido por el bosque por el sombrero y sus piernas dolían, antes se habia tenido que quitar dos o tres astillas que habia tenido clavadas, ahora le pasaba factura en todo el cuerpo pero no le importaba ahora mismo no iba a hacer ninguna rabieta colérica por estar dolida, marchó de nuevo por donde había venido mucho más tranquila que antes, parecia que aquello que habia previsto solo era un mirón.
Se fijó en las maravillas del bosque con una sonrisa en los labios suspirando calmada, le gustaba la naturaleza casi siempre se habia criado en lugares como éste pero los usaba de refugio para que no le encontrase nadie, cuando su padre se habia marchado ella le habia buscado por todos los sitios donde podia hasta que se habia perdido la esperanza y los árboles del bosque eran uno de los pocos que acudían le ofrecian algún tipo de consuelo, suspiró entonces paseando los dedos en la tela del vestido caminando distraidamente* ¡Au! *De nuevo se quejo habia tropezado con una piedra cayendo justo al lado de un hombre que estaba recostado en el bosque.
Le miró con lo que la gente juzgaria descaro y al no conocerle se levantó y se quitó el polvo, era alguien atractivo demasiado como para ser alguien que acompañaba a un viejo rico a lucrarse con losmuslos de las jovencitas* Perdon por molestar* Sin más empezó a caminar hacia otro lado, por dios se habia caido delante de alguien, ahora su día estaba completo, si lo hubiera hecho delante del viejo no le importaba pero delante de otra persona era algo que afectaba visiblemente a su orgullo, resopló, consiguiendo que algunos mechones rozasen su rostro divertidos sin obedecer siquiera aquellas ordenes de los soplidos que resultaban futiles para que su cabello pelirrojo se pusiera en orden.
Estaba caótico, lleno de mechones rizados y otros que se enredaban por el cuello y la nuca de la cortesana, se peinó con los dedos una vez más aunque no con demasiada endereza, pensandolo bien,no tenia ganas de volver asi pues miró de reojo al hombre y se acomodo lejos de él en otro árbol ya que se habia caído ahora poco le importaba el orgullo y esas cosas, se quedo con los brazos cruzados contemplando el movimiento de las hojas*[/color]
Odiaba que su cuerpo estuviera tenso, dispuesto para la pelea cuando nadie aparecía delante de sus narices, a lo mejor solo era un "voyeur" o algo por ese estilo de los que le acompañaban habia gente muy rara debia de ser eso, se serenó sujetando de nuevo su sombrero que quería escaparse de nuevo* Deberia quemarte *comentó con una expresión agria apretando el sombrero de las narices contra su cuerpo, asi no se marcharía de nuevo, dió unos pasos más encontrando un pequeño lago, se arrodillo limpiándose la herida descubriendo que era solo una ridicula herida.
Agradecía que de día no había vampiros por esos lugares o tendría que preocuparse de varias cosas, después se levantó, estaba cansada, habia corrido por el bosque por el sombrero y sus piernas dolían, antes se habia tenido que quitar dos o tres astillas que habia tenido clavadas, ahora le pasaba factura en todo el cuerpo pero no le importaba ahora mismo no iba a hacer ninguna rabieta colérica por estar dolida, marchó de nuevo por donde había venido mucho más tranquila que antes, parecia que aquello que habia previsto solo era un mirón.
Se fijó en las maravillas del bosque con una sonrisa en los labios suspirando calmada, le gustaba la naturaleza casi siempre se habia criado en lugares como éste pero los usaba de refugio para que no le encontrase nadie, cuando su padre se habia marchado ella le habia buscado por todos los sitios donde podia hasta que se habia perdido la esperanza y los árboles del bosque eran uno de los pocos que acudían le ofrecian algún tipo de consuelo, suspiró entonces paseando los dedos en la tela del vestido caminando distraidamente* ¡Au! *De nuevo se quejo habia tropezado con una piedra cayendo justo al lado de un hombre que estaba recostado en el bosque.
Le miró con lo que la gente juzgaria descaro y al no conocerle se levantó y se quitó el polvo, era alguien atractivo demasiado como para ser alguien que acompañaba a un viejo rico a lucrarse con losmuslos de las jovencitas* Perdon por molestar* Sin más empezó a caminar hacia otro lado, por dios se habia caido delante de alguien, ahora su día estaba completo, si lo hubiera hecho delante del viejo no le importaba pero delante de otra persona era algo que afectaba visiblemente a su orgullo, resopló, consiguiendo que algunos mechones rozasen su rostro divertidos sin obedecer siquiera aquellas ordenes de los soplidos que resultaban futiles para que su cabello pelirrojo se pusiera en orden.
Estaba caótico, lleno de mechones rizados y otros que se enredaban por el cuello y la nuca de la cortesana, se peinó con los dedos una vez más aunque no con demasiada endereza, pensandolo bien,no tenia ganas de volver asi pues miró de reojo al hombre y se acomodo lejos de él en otro árbol ya que se habia caído ahora poco le importaba el orgullo y esas cosas, se quedo con los brazos cruzados contemplando el movimiento de las hojas*[/color]
Mar Santini- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/09/2011
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Re: No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
Con sus ojos cerrados, Auguste podía sentir los rayos del sol sobre sus párpados. Eran rayos delgados y trémulos, filtrados por las hojas de las altas y tupidas cúpulas de los árboles que componían aquel bosque. La sensación era placentera, muy a pesar del ardor que el calor despertaba en las magulladuras que coronaban su frente y entrecejo.
Sin saber cómo, se sorprendía aletargado. La brisa cálida, moviéndose a través de susurros débiles que llegaban a sus oídos y luego se esfumaban. Fantasmas que se apresuraban a hablarle en un lenguaje ininteligible, un lenguaje inofensivo. No como otros, por cierto, que solían permanecer a su lado invisibles, intangibles y dolorosos.
Auguste experimentaba alguna clase de armonía, alguna clase, y qué intrépido estaba siendo al pensarlo, de paz. ¿Hace cuánto tiempo que no se sentía así? ¿Y cómo es que tras semejante persecución había logrado conseguir sentirse de esa manera? ¡A saber! En cualquier caso, no sonreía con felicidad o celebraba en silencio. Sabía por descontado que esos momentos eran breves, efímeros y saboteados al final por él mismo. Porque su mente inquieta y rencorosa estaba allí, dentro de su cabeza, con esa misión: nunca olvidar el pasado.
Sus ojos volvieron a abrirse. Volvió a encontrarse con el paisaje de aquel bosque que de pronto descubrió perturbado. El silencio habitual era de nuevo interrumpido y, antes de que pudiera advertirlo, la figura de una chica se precipitaba con violencia casi sobre él.
¿¡Qué demonios!?
La observó allí, a su lado. La notó incrédula, como incapaz de aceptarse a sí misma frente a él en aquellas circunstancias. Todos nos caemos, maldita sea. ¿Cuál era la puta vergüenza? ¿Por qué le miraba de esa forma, con esas mejillas enrojecidas con furia, como pidiendo clemencia?
Y la pedían. Pronto lo confirmó. Una voz que otros llamarían dulce embriagó sus oídos con disculpas que a él se le antojaron estúpidas. ¡No lo había tocado, joder! A lo mucho pudo haberle incomodado la vista, perturbado su paz, su momento único de armonía, pero no había razón para la vergüenza.
Se mantuvo en silencio, no atinó siquiera a insultarla, como le habría gustado hacerlo. Sólo esperó a que se largara de una buena vez.
Vergüenza. Ridícula vergüenza, ¡puta vergüenza!
Sonrió para sí mientras imaginaba motivos que podría darle para que se sintiera avergonzada. Para que viniera a mirarle con aquellos ojos estupefactos y, maldita sea, hermosos. Sin embargo, no se atrevió a hacer nada. Y más que atreverse, no había impulso o motivación que comandara tal cosa. Sólo el morbo, quizá, de descubrir su reacciones en circunstancias sometidas al control de Auguste.
Se levantó con pesadez, entrecerrando uno de sus párpados por el dolor que exigía cada movimiento. Un dolor que aunque entonces era punzante, al día siguiente sería sólo un recuerdo vago. ¡Algún beneficio habría de sacar a su raza maldita! Mientras tanto, se contentaba con deshacerse del pútrido e insalubre olor a sangre.
Sus siguientes pasos le guiaron al lago cercano, y a orillas de él se deshizo de sus descuidadas prendas. Desnudo, se zambulló en el agua hasta entonces impasible, y un montón de anillos se extendieron por toda la extensión de la superficie.
Sin saber cómo, se sorprendía aletargado. La brisa cálida, moviéndose a través de susurros débiles que llegaban a sus oídos y luego se esfumaban. Fantasmas que se apresuraban a hablarle en un lenguaje ininteligible, un lenguaje inofensivo. No como otros, por cierto, que solían permanecer a su lado invisibles, intangibles y dolorosos.
Auguste experimentaba alguna clase de armonía, alguna clase, y qué intrépido estaba siendo al pensarlo, de paz. ¿Hace cuánto tiempo que no se sentía así? ¿Y cómo es que tras semejante persecución había logrado conseguir sentirse de esa manera? ¡A saber! En cualquier caso, no sonreía con felicidad o celebraba en silencio. Sabía por descontado que esos momentos eran breves, efímeros y saboteados al final por él mismo. Porque su mente inquieta y rencorosa estaba allí, dentro de su cabeza, con esa misión: nunca olvidar el pasado.
Sus ojos volvieron a abrirse. Volvió a encontrarse con el paisaje de aquel bosque que de pronto descubrió perturbado. El silencio habitual era de nuevo interrumpido y, antes de que pudiera advertirlo, la figura de una chica se precipitaba con violencia casi sobre él.
¿¡Qué demonios!?
La observó allí, a su lado. La notó incrédula, como incapaz de aceptarse a sí misma frente a él en aquellas circunstancias. Todos nos caemos, maldita sea. ¿Cuál era la puta vergüenza? ¿Por qué le miraba de esa forma, con esas mejillas enrojecidas con furia, como pidiendo clemencia?
Y la pedían. Pronto lo confirmó. Una voz que otros llamarían dulce embriagó sus oídos con disculpas que a él se le antojaron estúpidas. ¡No lo había tocado, joder! A lo mucho pudo haberle incomodado la vista, perturbado su paz, su momento único de armonía, pero no había razón para la vergüenza.
Se mantuvo en silencio, no atinó siquiera a insultarla, como le habría gustado hacerlo. Sólo esperó a que se largara de una buena vez.
Vergüenza. Ridícula vergüenza, ¡puta vergüenza!
Sonrió para sí mientras imaginaba motivos que podría darle para que se sintiera avergonzada. Para que viniera a mirarle con aquellos ojos estupefactos y, maldita sea, hermosos. Sin embargo, no se atrevió a hacer nada. Y más que atreverse, no había impulso o motivación que comandara tal cosa. Sólo el morbo, quizá, de descubrir su reacciones en circunstancias sometidas al control de Auguste.
Se levantó con pesadez, entrecerrando uno de sus párpados por el dolor que exigía cada movimiento. Un dolor que aunque entonces era punzante, al día siguiente sería sólo un recuerdo vago. ¡Algún beneficio habría de sacar a su raza maldita! Mientras tanto, se contentaba con deshacerse del pútrido e insalubre olor a sangre.
Sus siguientes pasos le guiaron al lago cercano, y a orillas de él se deshizo de sus descuidadas prendas. Desnudo, se zambulló en el agua hasta entonces impasible, y un montón de anillos se extendieron por toda la extensión de la superficie.
Auguste Moreau- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/03/2012
Re: No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
-No, no había empezado con buen pie ni siquiera lo había intentado era el primer hombre que la rechazaba incluso una mirada le habia rechazado, pero también era el primer hombre con quien se sentía tan idiota, no porque hubiera una atracción distinta a la física sino porque sin saberlo ese era el unico varón que la había presenciado en su debilidad, cuando se había caído por ejemplo para ella era una falta bastante grave que nunca se atrevía a cometer una mujer siempre debía de derrochar perfección por donde pasaba, ser capaz de pasar con sus tacones hasta por los lugares más recónditos.
Ella en cambio se había quedado en el tronco cerrando los ojos, ojala que todo fuera un sueño que ella solo se hubiera dormido ni siquiera se hubiera marchado con el cliente y aquellas chicas étc pero no era cierto, ella estaba allá oliendo a naturaleza mezclada con algunas perlas de sudor que se extendían por su rostro, su piel pálida parecía brillar mientras las sombras le acariciaban con ternura maternal.
El frescor que sentía, en aquellos momentos fué como una especie de consuelo que le hizo sonreir de medio labio, no le importaba ya que aquel chico se hubiera marchado, seguro que la presencia de la cortesana no le era para nada grata, se retuvo de levantarse correr hacia ese hombre solo para gritarle "ni que tu presencia me hiciera feliz" con toda la agriedad posible, ¿como era posible que existiese personas tan groseras?
Pero él no era como ella, tenía ese punto salvaje que aún no alcanzaba a reconocer a pesar de que ya intuía haberlo conocido antes, aquella sensación que antes le había envuelto ya que pocos eran los hombres que se internaban como si estuvieran en su casa en los bosques, que mar supiera solo algunos gitanos que conocía lo hacían incluso ellos le habían mostrado algunos pasadizos por el bosque pero a ese hombre no parecía haberlo visto en el campamento gitano* Oh no, no, no *repitió de nuevo como una canción.
A lo lejos distinguió a una de las chicas correr hacia ella, al principio pensó que era un juego "piensa en alguna excusa" se levantó dirigiénose hacia ella con paso lento, bien era conocido que las chicas de esa profesión hablaban de mas por unos cuantos francos pero esta vez fue distinto, estaba completamente ensangrentada * ¡ Que paso ! * gritó acercandose a ella tomándole por los brazos, la mujer tembló señalando hacia atrás, no tardó mucho en saber a que se refería* Fuck * maldijo, habia sido una cacería de putas, esos hombres seguramente eran asesinos o vendedores de esclavos, examinó rapidamente el cuerpo de la muchacha, había recibido unas puñaladas por la espalda y los costados.
Había gente que se entretenía de ese modo capturando a las prostitutas llevándolas lejos de su lugar de trabajo con cantidades casi exageradas de dinero, la muchacha no tardó mucho en morir, al escuchar ruidos en el bosque empezó a correr, gimió, una flecha pasó rozándole pero atinó a un árbol, otra, otra, otra más, hasta que una de ellas rozó su brazo haciéndole una herida. Se mordió los labios para no gritar mientras se palpaba el hombro notando la calidez de la sangre que caía por su brazo.
Corriendo, corriendo vió de lejos la figura de aquel muchacho* mierda mierda * se repitió, iba a alejarse hacia un camino seguro donde seguramente habría civilización pero si lo veían allá, sería una presa fácil, corrió hacia donde estaba él, agitada* Tienes.. que esconder...esconderte *Resopló bajo su respiración, la sangre manaba por su brazo, mirando hacia atrás pendiente de los sonidos del bosque, ellos le dirían cuando esos cabrones estaban cerca*
Ella en cambio se había quedado en el tronco cerrando los ojos, ojala que todo fuera un sueño que ella solo se hubiera dormido ni siquiera se hubiera marchado con el cliente y aquellas chicas étc pero no era cierto, ella estaba allá oliendo a naturaleza mezclada con algunas perlas de sudor que se extendían por su rostro, su piel pálida parecía brillar mientras las sombras le acariciaban con ternura maternal.
El frescor que sentía, en aquellos momentos fué como una especie de consuelo que le hizo sonreir de medio labio, no le importaba ya que aquel chico se hubiera marchado, seguro que la presencia de la cortesana no le era para nada grata, se retuvo de levantarse correr hacia ese hombre solo para gritarle "ni que tu presencia me hiciera feliz" con toda la agriedad posible, ¿como era posible que existiese personas tan groseras?
Pero él no era como ella, tenía ese punto salvaje que aún no alcanzaba a reconocer a pesar de que ya intuía haberlo conocido antes, aquella sensación que antes le había envuelto ya que pocos eran los hombres que se internaban como si estuvieran en su casa en los bosques, que mar supiera solo algunos gitanos que conocía lo hacían incluso ellos le habían mostrado algunos pasadizos por el bosque pero a ese hombre no parecía haberlo visto en el campamento gitano* Oh no, no, no *repitió de nuevo como una canción.
A lo lejos distinguió a una de las chicas correr hacia ella, al principio pensó que era un juego "piensa en alguna excusa" se levantó dirigiénose hacia ella con paso lento, bien era conocido que las chicas de esa profesión hablaban de mas por unos cuantos francos pero esta vez fue distinto, estaba completamente ensangrentada * ¡ Que paso ! * gritó acercandose a ella tomándole por los brazos, la mujer tembló señalando hacia atrás, no tardó mucho en saber a que se refería* Fuck * maldijo, habia sido una cacería de putas, esos hombres seguramente eran asesinos o vendedores de esclavos, examinó rapidamente el cuerpo de la muchacha, había recibido unas puñaladas por la espalda y los costados.
Había gente que se entretenía de ese modo capturando a las prostitutas llevándolas lejos de su lugar de trabajo con cantidades casi exageradas de dinero, la muchacha no tardó mucho en morir, al escuchar ruidos en el bosque empezó a correr, gimió, una flecha pasó rozándole pero atinó a un árbol, otra, otra, otra más, hasta que una de ellas rozó su brazo haciéndole una herida. Se mordió los labios para no gritar mientras se palpaba el hombro notando la calidez de la sangre que caía por su brazo.
Corriendo, corriendo vió de lejos la figura de aquel muchacho* mierda mierda * se repitió, iba a alejarse hacia un camino seguro donde seguramente habría civilización pero si lo veían allá, sería una presa fácil, corrió hacia donde estaba él, agitada* Tienes.. que esconder...esconderte *Resopló bajo su respiración, la sangre manaba por su brazo, mirando hacia atrás pendiente de los sonidos del bosque, ellos le dirían cuando esos cabrones estaban cerca*
Mar Santini- Humano Clase Alta
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Re: No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
Bajo el agua, Auguste encontraba una súbita paz. Una calma especial y efímera que perduraba cuanto estuviera dispuesto a soportar sin oxígeno, que no era mucho. Aunque poseía un cuerpo vigoroso, la sensación de asfixia lograba desquiciarlo ni bien comenzaba a percibirla. De modo que no tardó en volver a la superficie, inhalando con brusquedad.
Tal era el precio de la paz, pensaba. Acercarte al silencio, a la calma, implicaba dejar atrás la vida. La posibilidad de rechazarla para alcanzar una paz eterna estaba allí. Siempre lo estuvo.
¡Él no era ningún suicida, joder! Nada se le antojaba más estúpido, de maricas. Tantísimo había soportado y allí estaba, tan vivo como maldito. ¡Vivo al fin!
Sus oídos aguzados distinguieron algunos gritos no muy lejanos. Su entrecejo se frunció. ¿Qué podría ser aquello, allí, en la soledad del bosque? Recordó a la chica que se había tropezado frente a él. ¿Se encontraría en algún peligro? Auguste se debatía entre posibilidades, y entre esas incluía su posible intervención. Quizás debería acercarse, asegurarse de que no se trataba de nada grave, o bien podría hacer oídos sordos a la situación, ignorándola.
¡Maldición!
Mascullando con molestia, abandonó la regeneradora tranquilidad del agua. Afuera, se apresuró en ponerse los pantalones, aunque sin cerrarlos, al igual que su camisa desabotonada. Cuando alzó la vista, se encontró con la chica que creía en peligro corriendo hacia él, pálida y herida, balbuceando algún tipo de advertencia.
¿Esconderse? Auguste casi rió ante la sugerencia. Y no es que se creyera a sí mismo inmortal, no, pero sí se sabía incapaz de imaginar algún peligro tal que le obligara a escabullirse como animal que corre por su vida. De cualquier manera, la chica lucía bastante agitada. Y obedeciendo algún instinto protector que luego le sorprendería, se dijo que debía asegurarla en algún lugar más lejano, en el corazón del bosque.
Sin mediar alguna palabra, la tomó entre sus brazos con ligera brusquedad e inició una carrera vertiginosa.
No pensaba, por supuesto, la naturaleza de sus acciones. De hacerlo, temía soltar a aquella chica y abandonarla a su suerte. Con el tiempo había aprendido a creer que su propia naturaleza dictaba la persecución de su propio bienestar y satisfacción, excluyendo a los implicados y destruyendo a los obstáculos. De modo que en situaciones como aquella optaba por no hacerlo. ¡No pensar, maldita sea!
Sus pasos eran ágiles, más bien como largas zancadas. Se movía con una habilidad sin igual que dejaba en evidencia la condición de su raza. Pero aquello no importaba, no cuando se trataba de escapar a algún peligro inminente. Al cabo de poco tiempo, comprobó con el alcance de su oído y olfato que el peligro había quedado atrás.
Con la misma rudeza con la que la tomó en un principio, dejó a la chica sobre la superficie de un tronco, señalando en el proceso la línea sangrante que marcaba su hombro. Silencioso, Auguste rasgó la tela de su camisa desabotonada e improvisó un tosco vendaje que cerró con fuerza sobre la herida.
- Estarás bien - aseguró con su voz profunda, gutural. No había razón lógica a la que obedecieran sus acciones. ¡No pensar! Intentaba tranquilizarla, quizás.
Tal era el precio de la paz, pensaba. Acercarte al silencio, a la calma, implicaba dejar atrás la vida. La posibilidad de rechazarla para alcanzar una paz eterna estaba allí. Siempre lo estuvo.
¡Él no era ningún suicida, joder! Nada se le antojaba más estúpido, de maricas. Tantísimo había soportado y allí estaba, tan vivo como maldito. ¡Vivo al fin!
Sus oídos aguzados distinguieron algunos gritos no muy lejanos. Su entrecejo se frunció. ¿Qué podría ser aquello, allí, en la soledad del bosque? Recordó a la chica que se había tropezado frente a él. ¿Se encontraría en algún peligro? Auguste se debatía entre posibilidades, y entre esas incluía su posible intervención. Quizás debería acercarse, asegurarse de que no se trataba de nada grave, o bien podría hacer oídos sordos a la situación, ignorándola.
¡Maldición!
Mascullando con molestia, abandonó la regeneradora tranquilidad del agua. Afuera, se apresuró en ponerse los pantalones, aunque sin cerrarlos, al igual que su camisa desabotonada. Cuando alzó la vista, se encontró con la chica que creía en peligro corriendo hacia él, pálida y herida, balbuceando algún tipo de advertencia.
¿Esconderse? Auguste casi rió ante la sugerencia. Y no es que se creyera a sí mismo inmortal, no, pero sí se sabía incapaz de imaginar algún peligro tal que le obligara a escabullirse como animal que corre por su vida. De cualquier manera, la chica lucía bastante agitada. Y obedeciendo algún instinto protector que luego le sorprendería, se dijo que debía asegurarla en algún lugar más lejano, en el corazón del bosque.
Sin mediar alguna palabra, la tomó entre sus brazos con ligera brusquedad e inició una carrera vertiginosa.
No pensaba, por supuesto, la naturaleza de sus acciones. De hacerlo, temía soltar a aquella chica y abandonarla a su suerte. Con el tiempo había aprendido a creer que su propia naturaleza dictaba la persecución de su propio bienestar y satisfacción, excluyendo a los implicados y destruyendo a los obstáculos. De modo que en situaciones como aquella optaba por no hacerlo. ¡No pensar, maldita sea!
Sus pasos eran ágiles, más bien como largas zancadas. Se movía con una habilidad sin igual que dejaba en evidencia la condición de su raza. Pero aquello no importaba, no cuando se trataba de escapar a algún peligro inminente. Al cabo de poco tiempo, comprobó con el alcance de su oído y olfato que el peligro había quedado atrás.
Con la misma rudeza con la que la tomó en un principio, dejó a la chica sobre la superficie de un tronco, señalando en el proceso la línea sangrante que marcaba su hombro. Silencioso, Auguste rasgó la tela de su camisa desabotonada e improvisó un tosco vendaje que cerró con fuerza sobre la herida.
- Estarás bien - aseguró con su voz profunda, gutural. No había razón lógica a la que obedecieran sus acciones. ¡No pensar! Intentaba tranquilizarla, quizás.
Auguste Moreau- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 02/03/2012
Re: No, no soy una dama ¿algun problema? [Privado]
*Cuando el hombre se acercó pensó exasperada que tendría que darle alguna explicación porque no todos los días mientras estabas disfrutando de tu momento de paz te venía una loca a decirte que debías de tener cuidado o esconderse, más que una loca era una mujer que estaba algo desesperada porque iban a hacer una cacería de personas y no es que le agradase mucho que hubiese más muertos de los que debía de haber.
Abrió los ojos sorprendida en cuando le tomó entre sus brazos con aquella facilidad, incluso podía sentir aún la frialdad del agua en la que se había zambullido, ahora parecia ser ella la que quería pedirle explicaciones pero no salía nada, ni un "sueltame", miró hacia atrás, todo estaba demasiado quieto eso era lo que más le preocupaba.
Se aferró al hombre cuando empezó a caminar de ese modo tan rápido, como si ella solo fuese una pluma que se había encontrado por el camino y no le pesaba en nada, fue uno de los pensamientos que rondaron por su cabeza inclusive le hizo sonreir un poco hasta que daba aquellas zancadas que meneaba todo su cuerpo, le apretaba con fuerza arrepintiéndose momentos despues.
Ya en la superficie del tronco ni se quejó por lo poco caballeroso que habia sido, de todos modos ahora no tenia tiempo de preocuparse por los modales que se empleaba, estaban a punto de morir a manos de unos energúmenos, por eso incluso sorprendiéndole a ella misma se dejó hacer mirando fijamente sus ojos.
Le dedicó una suave sonrisa extendiendo sus manos colocándolas en las mejillas de ese hombre mirando fijamente los ojos, le intentaba decir que de un modo u de otro no tenía que preocuparse por ella, que se preocupase de él, si ella tenia que morir, lo haría* Gracias por haberme salvado, deben de estar buscándome... bueno buscándonos, pero veo que tu no tienes problema alguno para desenvolverte en este sitio, yo solo sería un peso muerto para ti.
*Era una espía si, pero también era torpe cuando se trataba de correr, más con aquestos tacones, con la vestimenta que llevaba, todo le impedia formarse como queria incluso desenvolverse le sería dificil con todas las señales que iría dejando, la sangre por ejemplo cuando una rama le arañase, si un poco de tela se quedaba en un árbol, sus zancadas debido a los tacones que llevaba y si iba descalza los rastros de sangre que dejaría también serían visibles.
No escuchaba nada más que los sonidos del bosque, en parte eso le tranquilizaba porque había andado un buen tramo hasta llegar a ese punto para que los cazadores perdiesen su pista, suspiró volviendo su rostro hacia otro lado siempre pendiente de su alrededor, sus cabellos pelirrojos acariciaban su rostro masajeando además su mejilla*
Le debo una explicación *Suspiró* esos que no siguen son cazadores de mujeres, les gusta cazar cortesanas a veces muertas para poder vender los órganos que se necesiten o simplemente los cabellos, los ojos.. quien sabe lo que se hace con las chicas que mueren, mientras las otras son vendidas como esclavas.
*La gente creía que la solicitud de esclavos había descendido, era cierto pero muchas csas de ricos se mantenían con la solicitud de los esclavos, tenian esclavos por todos lados incluso hacían sus negocios turbulentos en las áreas donde los esclavos son ante todo los más codiciados, en especial las mujeres*
Abrió los ojos sorprendida en cuando le tomó entre sus brazos con aquella facilidad, incluso podía sentir aún la frialdad del agua en la que se había zambullido, ahora parecia ser ella la que quería pedirle explicaciones pero no salía nada, ni un "sueltame", miró hacia atrás, todo estaba demasiado quieto eso era lo que más le preocupaba.
Se aferró al hombre cuando empezó a caminar de ese modo tan rápido, como si ella solo fuese una pluma que se había encontrado por el camino y no le pesaba en nada, fue uno de los pensamientos que rondaron por su cabeza inclusive le hizo sonreir un poco hasta que daba aquellas zancadas que meneaba todo su cuerpo, le apretaba con fuerza arrepintiéndose momentos despues.
Ya en la superficie del tronco ni se quejó por lo poco caballeroso que habia sido, de todos modos ahora no tenia tiempo de preocuparse por los modales que se empleaba, estaban a punto de morir a manos de unos energúmenos, por eso incluso sorprendiéndole a ella misma se dejó hacer mirando fijamente sus ojos.
Le dedicó una suave sonrisa extendiendo sus manos colocándolas en las mejillas de ese hombre mirando fijamente los ojos, le intentaba decir que de un modo u de otro no tenía que preocuparse por ella, que se preocupase de él, si ella tenia que morir, lo haría* Gracias por haberme salvado, deben de estar buscándome... bueno buscándonos, pero veo que tu no tienes problema alguno para desenvolverte en este sitio, yo solo sería un peso muerto para ti.
*Era una espía si, pero también era torpe cuando se trataba de correr, más con aquestos tacones, con la vestimenta que llevaba, todo le impedia formarse como queria incluso desenvolverse le sería dificil con todas las señales que iría dejando, la sangre por ejemplo cuando una rama le arañase, si un poco de tela se quedaba en un árbol, sus zancadas debido a los tacones que llevaba y si iba descalza los rastros de sangre que dejaría también serían visibles.
No escuchaba nada más que los sonidos del bosque, en parte eso le tranquilizaba porque había andado un buen tramo hasta llegar a ese punto para que los cazadores perdiesen su pista, suspiró volviendo su rostro hacia otro lado siempre pendiente de su alrededor, sus cabellos pelirrojos acariciaban su rostro masajeando además su mejilla*
Le debo una explicación *Suspiró* esos que no siguen son cazadores de mujeres, les gusta cazar cortesanas a veces muertas para poder vender los órganos que se necesiten o simplemente los cabellos, los ojos.. quien sabe lo que se hace con las chicas que mueren, mientras las otras son vendidas como esclavas.
*La gente creía que la solicitud de esclavos había descendido, era cierto pero muchas csas de ricos se mantenían con la solicitud de los esclavos, tenian esclavos por todos lados incluso hacían sus negocios turbulentos en las áreas donde los esclavos son ante todo los más codiciados, en especial las mujeres*
Mar Santini- Humano Clase Alta
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