AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ayudando a una dama [Privado]
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Ayudando a una dama [Privado]
Cómo varias cosas que hacía durante la semana, cada una de ellas se iba volviendo de forma lenta en un hábito. Tocar el violín, velar por el bien de sus rosas, terminar cada un de sus lecturas, todas se volvieron una rutina que Andrea seguía al pie de la letra. Pero aún así, esas no eran las únicas cosas que durante un tiempo terminaron tornándose en algo del día a día. Desde hace un tiempo, descubrió que una dama inglesa que conoció hace un par de años atrás, estaba en las calles de París. ¿Qué hacía en las avenidas parisinas? No lo supo hasta que se las ingenió para saberlo, topándose con más de una sorpresa. La joven perdió por completo su memoria y trabajaba en el peor lugar que él pudo imaginarse alguna vez: El burdel. Allí era donde ella trabajaba para ganar el dinero de la semana por su propia cuenta, todo a pesar de que él igual le enviaba dinero para que pudiera subsistir. Habiendo decidido, desde hace mucho tiempo, velar por el bienestar de aquella muchacha, era de esperar por su parte que vigilase por su cuenta qué tal iba la joven. De esa misma forma fue como pasar en ocasiones frente al burdel se volvió casi una pequeña rutina. No era de su agrado envíar a sus propios sirvientes a verficar la situación, pues le gustaba encargase él por su propia cuenta.
Salió de su hogar en sin notificarle exactamente a los criados a donde iría, sólo indicando que no volvería hasta un poco más tarde. Nadie podría culparle por no indicar exactamente dónde iría, ¿qué dirían de él si supiesen que se dirigía cerca al burdel de París? Mejor ni pensarlo. Fue así como se vio a sí mismo de camino al conocido burdel. Estando cerca del mismo pudo escuchar y ver a la lejanía como un hombre salía del burdel, jalando abusivamente a una joven que él no tardó en reconocer. Frunció sus cejas en señal de molestia, acercándose a un paso más rápido y viendo, sin poder hacer casi nada, como humillaba frente a todos a la inglesa. ¿Qué se creía ese patán para hacer tales cosas? ¡No era nada! Si llegase a enterarse de quién era esa mujer, seguramente se arrepentiría de haberle humillado y gritado frente a media calle. Cuando hubo terminado, el horrible hombre se marchó de allí, dejando a la pobre muchacha en el suelo, cabizbaja.
Por su parte decidió ayudarla a no quedarse allí tirada. Miró a ambos lados con atención, cruzando así la calle, pasando por un lado del horrible tipo. En completo silencio, acomodó con sumo cuidado el vestido para que no estobarse mientras se ponía de cuclillas a su lado, queriendo ayudarla a levantarse del suelo.-¿Se encuentra bien?-inquirió en medio del intento de desear ayudarle, molesto ante la horrible y penosa situación a la que la joven fue expuesta.
Salió de su hogar en sin notificarle exactamente a los criados a donde iría, sólo indicando que no volvería hasta un poco más tarde. Nadie podría culparle por no indicar exactamente dónde iría, ¿qué dirían de él si supiesen que se dirigía cerca al burdel de París? Mejor ni pensarlo. Fue así como se vio a sí mismo de camino al conocido burdel. Estando cerca del mismo pudo escuchar y ver a la lejanía como un hombre salía del burdel, jalando abusivamente a una joven que él no tardó en reconocer. Frunció sus cejas en señal de molestia, acercándose a un paso más rápido y viendo, sin poder hacer casi nada, como humillaba frente a todos a la inglesa. ¿Qué se creía ese patán para hacer tales cosas? ¡No era nada! Si llegase a enterarse de quién era esa mujer, seguramente se arrepentiría de haberle humillado y gritado frente a media calle. Cuando hubo terminado, el horrible hombre se marchó de allí, dejando a la pobre muchacha en el suelo, cabizbaja.
Por su parte decidió ayudarla a no quedarse allí tirada. Miró a ambos lados con atención, cruzando así la calle, pasando por un lado del horrible tipo. En completo silencio, acomodó con sumo cuidado el vestido para que no estobarse mientras se ponía de cuclillas a su lado, queriendo ayudarla a levantarse del suelo.-¿Se encuentra bien?-inquirió en medio del intento de desear ayudarle, molesto ante la horrible y penosa situación a la que la joven fue expuesta.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/07/2011
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Desde que aquella mañana había abierto los ojos, había sabido que no sería un buen día. Mi instinto me lo decía y nunca fallaba. Abrí los ojos y mire aquella casa donde vivía gracias a aquella persona anónima que me ayudaba y no sabía porque lo hacía. Pero la verdad es que me había dado un sitio donde vivir y no tenia que vivir en el burdel. Suspire y salí de la cama me vestí con aquellos vestidos que llevábamos las cortesanas y cuando me quise dar cuenta tuve que ir corriendo al burdel para no llegar tarde a mi turno de trabajo. Entre y como ya iba vestida con aquel vestido no tuve que cambiarme y empecé mi turno de trabajo. No es que me gustara pero era lo que me daba de comer además el hecho de no recordar mi vida pasada no ayudaba en saber como había sido mi vida hasta los 16 años. Decidí olvidar aquello y centrarme en mi trabajo, olvidándome de todo y del asco que me daba tener que entregar mi cuerpo a personas que ni siquiera amaba, solo por poder sobrevivir.
Ya acabando mi turno estaba con uno de mis clientes, la verdad es que aquel hombre me había tocado otras veces y no me gustaba estar con él. Pero yo a él le gustaba y siempre estaba insinuándose conmigo para llevarme a la cama y siempre me tocaba de forma obscena. Aquel día me había engañado, me había hecho ir a una habitación donde yo pensaba que había otra persona y al tenerme allí me arrincono contra la pared y empezó a tocar mi cuerpo como si fuera de su propiedad, empezando a tocar por debajo de la ropa. Me empecé a querer alejar de él, hasta que haciendo acopio de todas mis fuerzas lo aparte de mí con fuerza y le mire con rabia. El hombre no se lo esperaba y cayó al suelo, mirándome con odio. Y antes de que yo pudiese salir por la puerta el ya se había levantado del suelo. Quise escaparme de él y camine todo lo rápido que pude por el burdel pero aquel hombre me agarro por el brazo y me dijo algo que nunca pensé: “Ahora vas a recibir lo que te mereces.” No sabía a qué se refería y hasta me daba miedo saberlo. Pero me vi arrastrada a la calle allí delante de todas las personas que pasaban, me tiro al suelo con fuerza haciendo que mi cuerpo cayese con fuerza sobre el asfalto. Haciendo que las palmas de mis manos sangraran un poco. Me empezó a gritar, humillándome en medio de la calle, tirándome del pelo en algunas ocasiones y sin dejar que me levantara. ¿Era aquello lo que me merecía por ser quien era? Era cortesana… Al fin, se harto y volvió dentro del burdel. Yo me quede en el suelo, con la cabeza agachada tirada en el suelo y con algunas lagrimas cayendo por mis suaves y morenas mejillas.
Me quede allí unos segundos, sin saber qué hacer. Nadie me ayudaría, las cortesanas éramos consideradas unas de las partes más bajas de la sociedad… La escoria de la sociedad como algunos nos llamaban. Sabía que nadie me ayudaría y menos alguien de clase alta. No éramos nada para ellos, pero me vi sorprendida por la voz de alguien. Alce la vista, me encontré con una chica unos dos años mayor que yo. Era muy hermosa y poco podía pensar que yo no era una chica si no un chico, pero me estaba ayudando. Era de clase alta a juzgar por sus vestidos y me estaba ayudando a mí. Me seque las lágrimas con el dorso de la mano para no machar mi rostro con la suciedad y la sangre que había en mis palmas.
-Usted… Usted es de clase alta… no debe ayudar a alguien como yo… No merezco su ayuda…
Si, así era. Yo no merecía que ella se preocupara por mí, me mantuve con la cabeza baja. ¿Aquella chica… sentiría compasión de mí y por eso me ayudaba? Ni siquiera yo lo sabía pero espere.
Ya acabando mi turno estaba con uno de mis clientes, la verdad es que aquel hombre me había tocado otras veces y no me gustaba estar con él. Pero yo a él le gustaba y siempre estaba insinuándose conmigo para llevarme a la cama y siempre me tocaba de forma obscena. Aquel día me había engañado, me había hecho ir a una habitación donde yo pensaba que había otra persona y al tenerme allí me arrincono contra la pared y empezó a tocar mi cuerpo como si fuera de su propiedad, empezando a tocar por debajo de la ropa. Me empecé a querer alejar de él, hasta que haciendo acopio de todas mis fuerzas lo aparte de mí con fuerza y le mire con rabia. El hombre no se lo esperaba y cayó al suelo, mirándome con odio. Y antes de que yo pudiese salir por la puerta el ya se había levantado del suelo. Quise escaparme de él y camine todo lo rápido que pude por el burdel pero aquel hombre me agarro por el brazo y me dijo algo que nunca pensé: “Ahora vas a recibir lo que te mereces.” No sabía a qué se refería y hasta me daba miedo saberlo. Pero me vi arrastrada a la calle allí delante de todas las personas que pasaban, me tiro al suelo con fuerza haciendo que mi cuerpo cayese con fuerza sobre el asfalto. Haciendo que las palmas de mis manos sangraran un poco. Me empezó a gritar, humillándome en medio de la calle, tirándome del pelo en algunas ocasiones y sin dejar que me levantara. ¿Era aquello lo que me merecía por ser quien era? Era cortesana… Al fin, se harto y volvió dentro del burdel. Yo me quede en el suelo, con la cabeza agachada tirada en el suelo y con algunas lagrimas cayendo por mis suaves y morenas mejillas.
Me quede allí unos segundos, sin saber qué hacer. Nadie me ayudaría, las cortesanas éramos consideradas unas de las partes más bajas de la sociedad… La escoria de la sociedad como algunos nos llamaban. Sabía que nadie me ayudaría y menos alguien de clase alta. No éramos nada para ellos, pero me vi sorprendida por la voz de alguien. Alce la vista, me encontré con una chica unos dos años mayor que yo. Era muy hermosa y poco podía pensar que yo no era una chica si no un chico, pero me estaba ayudando. Era de clase alta a juzgar por sus vestidos y me estaba ayudando a mí. Me seque las lágrimas con el dorso de la mano para no machar mi rostro con la suciedad y la sangre que había en mis palmas.
-Usted… Usted es de clase alta… no debe ayudar a alguien como yo… No merezco su ayuda…
Si, así era. Yo no merecía que ella se preocupara por mí, me mantuve con la cabeza baja. ¿Aquella chica… sentiría compasión de mí y por eso me ayudaba? Ni siquiera yo lo sabía pero espere.
Invitado- Invitado
Re: Ayudando a una dama [Privado]
El típico dilema de las clases sociales. Aquellos pertenecientes a la alta tenían prácticamente prohibido poder ayudar a los de la clase baja, y en caso de hacerlo, seguramente todos le mirarían mal. En su caso, eso era una opinión que poco le importaba. Él vivía su vida a su ritmo, él decidía a quién ayudar y a quién no. ¿Las personas le daban algo por él ayudar a una mujer que lo necesitaba? ¡Claro que no! Era por eso que las opiniones sobre a quién ayudaba le daban igual, pues lo decidía por sí solo y nadie le ayudaba en esos asuntos. De igual forma, las cortesanas eran consideradas lo peor de la clase baja, y considerando que la gente lo veía como una mujer, hacía las cosas un tanto más complicadas. Una mujer de sociedad ayudando a la "escoria" de París, una situación difícil sin duda. Lo irónico era que si realmente llegasen a saber quién era esa "dama" detrás del vestido, seguramente él terminaría siendo lo peor de la sociedad francesa. Ironías de la vida tal vez, pero al fin y al cabo eran cosas ciertas.
El pensamiento del resto no importó en esos momentos, y siendo tan firme como siempre, posó su seria mirada sobre la joven, casi exigiéndole con la mirada que le hiciese caso. No importaba si era de clase alta, le estaba ofreciendo su ayuda y no se retractaría por ello.
-Eso no es de importancia en éste momento.-dijo en un susurro lo suficientemente audible para que sólo ella le escuchase. En su rostro se notaba la determinación a no dejarle allí tirada, en medio de la calle y frente a aquel burdel. No permitiría que ese patán gozara de la visión de una mujer humillada en la calle. Tal vez no era del género que fingía ser, pero con el pasar de los años llegaba a tener los pensamientos como una misma mujer los podía tener. La humillación que no se te dé tu lugar como una dama, siempre llega a ofender. Era por eso que de cierta forma comprendía la situación, algo común que tuvo que enfrentar en un par de ocasiones en su natal China.
Su mirada buscó cualquier tipo de daño que hubiera sido provocado a la morena, percatándse de las pequeñas gotas carmesí que se acumularon en las palmas de sus manos. Al ser la piel tan delicada, esta se raspó al contacto con el concreto. Tras mirarla por cortos segundos, en su mente buscó la rápida solución para poder curarlas y que no se infectasen. El suelo en las calles de París podrían lucir "bonitos" pero la gente no sabía la infinidad de bacterias que podían encontrarse allí. Era por eso que siempre se debía tener cuidado cuando una persona se raspaba. Las manos eran una parte vital para la persona, por lo que no importaba cuán pequeño fuese el raspón, siempre podía doler e impedir que las tareas fuesen hechas a la perfección. Andrea más que nadie lo sabía, considerando más aún que era un violinista y para eso sus manos eran una de la cosas más importantes.
-Debería levantarse.-sugirió educadamente, ignorando los murmullos de mujeres y hombres de distintas clases sociales a sus espaldas. De esa forma, con cuidado y delicadeza, le ayudaba a levantarse del suelo. Las lágrimas habían dejado su sendero en las suaves mejillas de Elinor, como bien recordaba su nombre, dando a entender lo horrible de tal humillación. Reprobó esto internamente, frunciendo un poco el ceño en sólo pensar en eso.
Los murmullos entre las personas en la calle no tardaron en hacerse sentir. Eran mujeres y hombres de clase media y alta que pasaban cerca de allí, susurrándose cosas que poco le importaban. Como siempre, sólo sabían hablar de lo mal que lucía toda la situación. Le prestó más atención a la rubia a la que estaba ayudando. Ella era lo importante en esos momentos, no los comentarios superficiales del resto.
El pensamiento del resto no importó en esos momentos, y siendo tan firme como siempre, posó su seria mirada sobre la joven, casi exigiéndole con la mirada que le hiciese caso. No importaba si era de clase alta, le estaba ofreciendo su ayuda y no se retractaría por ello.
-Eso no es de importancia en éste momento.-dijo en un susurro lo suficientemente audible para que sólo ella le escuchase. En su rostro se notaba la determinación a no dejarle allí tirada, en medio de la calle y frente a aquel burdel. No permitiría que ese patán gozara de la visión de una mujer humillada en la calle. Tal vez no era del género que fingía ser, pero con el pasar de los años llegaba a tener los pensamientos como una misma mujer los podía tener. La humillación que no se te dé tu lugar como una dama, siempre llega a ofender. Era por eso que de cierta forma comprendía la situación, algo común que tuvo que enfrentar en un par de ocasiones en su natal China.
Su mirada buscó cualquier tipo de daño que hubiera sido provocado a la morena, percatándse de las pequeñas gotas carmesí que se acumularon en las palmas de sus manos. Al ser la piel tan delicada, esta se raspó al contacto con el concreto. Tras mirarla por cortos segundos, en su mente buscó la rápida solución para poder curarlas y que no se infectasen. El suelo en las calles de París podrían lucir "bonitos" pero la gente no sabía la infinidad de bacterias que podían encontrarse allí. Era por eso que siempre se debía tener cuidado cuando una persona se raspaba. Las manos eran una parte vital para la persona, por lo que no importaba cuán pequeño fuese el raspón, siempre podía doler e impedir que las tareas fuesen hechas a la perfección. Andrea más que nadie lo sabía, considerando más aún que era un violinista y para eso sus manos eran una de la cosas más importantes.
-Debería levantarse.-sugirió educadamente, ignorando los murmullos de mujeres y hombres de distintas clases sociales a sus espaldas. De esa forma, con cuidado y delicadeza, le ayudaba a levantarse del suelo. Las lágrimas habían dejado su sendero en las suaves mejillas de Elinor, como bien recordaba su nombre, dando a entender lo horrible de tal humillación. Reprobó esto internamente, frunciendo un poco el ceño en sólo pensar en eso.
Los murmullos entre las personas en la calle no tardaron en hacerse sentir. Eran mujeres y hombres de clase media y alta que pasaban cerca de allí, susurrándose cosas que poco le importaban. Como siempre, sólo sabían hablar de lo mal que lucía toda la situación. Le prestó más atención a la rubia a la que estaba ayudando. Ella era lo importante en esos momentos, no los comentarios superficiales del resto.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Algunas veces odiaba mi vida, el haber olvidado toda mi vida antes de los 16 años, el tener que trabar de cortesana… todo eso algunas veces me superaba y deseaba terminar con todo. No quería que aquella chica tan amable de clase alta, se viera perjudicada por mi clase social y mi oficio. No se lo merecía, no la conocía pero seguro que no se merecía que la perjudicara. Pero ella parecía estar dispuesta a ayudarme mientras yo veía que haberme secado las lagrimas no había servido de nada porque estas seguían cayendo. Desistí en el intento de limpiarme el rostro pero seguí con la vista agachada mirando al suelo.
Sentía la mirada de la joven sobre mí, pero no podía mirarla. Mi estado era lamentable, tenía las manos llena de sangre y suciedad, mi cabello estaba enmarañado y tenía mal aspecto y desconocía si tenía alguna herida en el cuerpo pero no me sorprendería. Le escuche hablarme y alce la vista hacia sus ojos. Estos casi me exigían que aceptara su ayuda. Sabía que no me dejaría allí fácilmente, personas como ella no habían. Pero en realidad quería aceptar su ayuda.
Con su ayuda conseguí levantarme del suelo donde había sido humillada, pero cuando mi cuerpo quedo de pie. Empecé a escuchar las voces de las personas que estaban cerca de nosotras. Me sentía muy cohibida, estaba acostumbrada a que dijesen cosas así de mí pero no querría arrastrar a ella conmigo. Me mire las manos, debía llegar a casa y limpiármelas y desinfectármelas sin calma o se me infectarían y a saber lo que me podría pasar. La mire y le hice una pequeña reverencia, doblando un poco las rodillas. No sé cómo se me ocurrió hacerlo pero había sido sin pensar, como si mi cuerpo supiera cómo hacerlo.
-Gracias por la ayuda y por preocuparse por mí, pero usted es de clase alta y yo… soy la escoria de la sociedad… usted no debe juntarse conmigo… debe seguir con su buen estatus… Gracias por su preocupación…
Le había dicho todo eso mirando hacia el suelo en señal de respeto, finalmente me di la vuelta y eche a andar con la cabeza gacha, dirección a mi casa. Parecía que las lágrimas ya habían dejado de salir de mis ojos, por lo que levante una mano y me las seque con cuidado, ya dejando mi rostro libre de aquellas gotas saladas que habían salido de mis ojos. Me iba alejando paso a paso, sin mirar hacia delante solo mirando el suelo. Sintiéndome observada por todos aquellos ojos acusadores de la gente de clase alta.
Sentía la mirada de la joven sobre mí, pero no podía mirarla. Mi estado era lamentable, tenía las manos llena de sangre y suciedad, mi cabello estaba enmarañado y tenía mal aspecto y desconocía si tenía alguna herida en el cuerpo pero no me sorprendería. Le escuche hablarme y alce la vista hacia sus ojos. Estos casi me exigían que aceptara su ayuda. Sabía que no me dejaría allí fácilmente, personas como ella no habían. Pero en realidad quería aceptar su ayuda.
Con su ayuda conseguí levantarme del suelo donde había sido humillada, pero cuando mi cuerpo quedo de pie. Empecé a escuchar las voces de las personas que estaban cerca de nosotras. Me sentía muy cohibida, estaba acostumbrada a que dijesen cosas así de mí pero no querría arrastrar a ella conmigo. Me mire las manos, debía llegar a casa y limpiármelas y desinfectármelas sin calma o se me infectarían y a saber lo que me podría pasar. La mire y le hice una pequeña reverencia, doblando un poco las rodillas. No sé cómo se me ocurrió hacerlo pero había sido sin pensar, como si mi cuerpo supiera cómo hacerlo.
-Gracias por la ayuda y por preocuparse por mí, pero usted es de clase alta y yo… soy la escoria de la sociedad… usted no debe juntarse conmigo… debe seguir con su buen estatus… Gracias por su preocupación…
Le había dicho todo eso mirando hacia el suelo en señal de respeto, finalmente me di la vuelta y eche a andar con la cabeza gacha, dirección a mi casa. Parecía que las lágrimas ya habían dejado de salir de mis ojos, por lo que levante una mano y me las seque con cuidado, ya dejando mi rostro libre de aquellas gotas saladas que habían salido de mis ojos. Me iba alejando paso a paso, sin mirar hacia delante solo mirando el suelo. Sintiéndome observada por todos aquellos ojos acusadores de la gente de clase alta.
Invitado- Invitado
Re: Ayudando a una dama [Privado]
Tras un par de palabras y una mirada, bastó para que la joven cortesana se levantara del suelo. Las lágrimas en el rostro de esta continuaban bajando, sin querer realmente dejar de rodar por las mejillas de la misma. Una vez la joven de pie, comenzó a buscar un pañuelo que siempre traía consigo, dispuesto a limpiar la sangre acumulada en las manos de la misma. De esa forma los raspones estarían algo limpios a lo que se lavaban y curaban. Aún así, fue un poco tarde, considerando que cuando miró hacia adelante se encontró con una imagen que pensó jamás vería. No era de su completa satisfacción tener que ver a una mujer, que en realidad era de clase alta, hablando sobre ella misma como si fuera lo peor de lo peor. Era comprensible una vez se perdía la memoria, pero él sabiendo quién era ella, le costaba asimilarlo en ocasiones.
En su pétreo rostro pudo notarse una expresión de incomodidad o mejor dicho, de poca satisfacción ante las palabras que usaba la menor. ¿Juntarse con ella? ¿La escoria? Eran las peores palabras que una persona podía usar para referirse a ella misma. Él igual sabía que era ser la "escoria", considerando que en su país natal eran los Qing quienes reinaban y su madre y él siempre debían trabajar para ganarse el dinero, a cuesta del desgaste físico. Todo eso conllevaba a ser tratado como meros peones por los emperadores, algo que en ocasiones molestaba al resto de forma considerable. Aunque ahora estuviese viviendo en otro país, a costa de otra clase social, seguía pensando que esa era la peor palabra para referirse a alguien. Pensó rápidamente en corregirla, pero Elinor realmente deseaba safase de esa situación, considerando que todos le miraban y hablaban sobre ambos.
Suspiró con desgano, tomando aún el pañuelo entre sus manos. No le dio tiempo a hablarle, ni decirle que no fue nada, por lo que siendo tan terco como él siempre lo fue, comenzó a caminar detrás de la joven, a paso firme. Le importaba un comino lo que el resto de las clases sociales podrían decirle. Ellos no le daban nada a él a cambio y era por eso que le importaba poco.Con mucha suavidad, colocó una de sus manos sobre el hombro de la rubia, buscando detenerla. El área donde logró detenerla no había mucha gente que supiese sobre el incidente anterior, un punto sin duda a favor de ambos.
-Eso no era necesario.-musitó casi con un tono de reprimenda, mas siendo aún así uno tranquilo. Teniendo en su mano en pañuelo, la llevó hasta una de las manos heridas de esta, haciendo que lo tomara y se limpiase las manos.-No debe agradecer por la ayuda y tampoco referirse a usted con tales palabras. Le ayudé independientemente de su clase social.-explicó los motivos por los cuales decidió cruzar la calle y tenderle una mano en la embarazosa situación. Esperó unos segundos antes de volver a hablarle.-Permítame ayudarle, ¿quiere?-pidió con un tono de voz más suave, sin sonar tan serio como era usual y mucho menos desear que eso sonase como una orden.
Deseaba poder ayudar a Elinor ahora que ésta necesitaba su ayuda, por lo que esperaba una respuesta afirmativa a lo que estaba pidiendo en esos momentos.Era algo que sonaba sencillo, pero que muchas servían como objetivo para que la joven diese una respuesta negativa. Las clases sociales, el hecho de que Andrea para ella fuese un desconocido, etc. A pesar de eso, esperaba con ansias la tan deseada respuesta afirmativa y así, ayudarle y esta vez la ayuda sería de cara a cara, no de forma anónima como lo fue por mucho tiempo.
En su pétreo rostro pudo notarse una expresión de incomodidad o mejor dicho, de poca satisfacción ante las palabras que usaba la menor. ¿Juntarse con ella? ¿La escoria? Eran las peores palabras que una persona podía usar para referirse a ella misma. Él igual sabía que era ser la "escoria", considerando que en su país natal eran los Qing quienes reinaban y su madre y él siempre debían trabajar para ganarse el dinero, a cuesta del desgaste físico. Todo eso conllevaba a ser tratado como meros peones por los emperadores, algo que en ocasiones molestaba al resto de forma considerable. Aunque ahora estuviese viviendo en otro país, a costa de otra clase social, seguía pensando que esa era la peor palabra para referirse a alguien. Pensó rápidamente en corregirla, pero Elinor realmente deseaba safase de esa situación, considerando que todos le miraban y hablaban sobre ambos.
Suspiró con desgano, tomando aún el pañuelo entre sus manos. No le dio tiempo a hablarle, ni decirle que no fue nada, por lo que siendo tan terco como él siempre lo fue, comenzó a caminar detrás de la joven, a paso firme. Le importaba un comino lo que el resto de las clases sociales podrían decirle. Ellos no le daban nada a él a cambio y era por eso que le importaba poco.Con mucha suavidad, colocó una de sus manos sobre el hombro de la rubia, buscando detenerla. El área donde logró detenerla no había mucha gente que supiese sobre el incidente anterior, un punto sin duda a favor de ambos.
-Eso no era necesario.-musitó casi con un tono de reprimenda, mas siendo aún así uno tranquilo. Teniendo en su mano en pañuelo, la llevó hasta una de las manos heridas de esta, haciendo que lo tomara y se limpiase las manos.-No debe agradecer por la ayuda y tampoco referirse a usted con tales palabras. Le ayudé independientemente de su clase social.-explicó los motivos por los cuales decidió cruzar la calle y tenderle una mano en la embarazosa situación. Esperó unos segundos antes de volver a hablarle.-Permítame ayudarle, ¿quiere?-pidió con un tono de voz más suave, sin sonar tan serio como era usual y mucho menos desear que eso sonase como una orden.
Deseaba poder ayudar a Elinor ahora que ésta necesitaba su ayuda, por lo que esperaba una respuesta afirmativa a lo que estaba pidiendo en esos momentos.Era algo que sonaba sencillo, pero que muchas servían como objetivo para que la joven diese una respuesta negativa. Las clases sociales, el hecho de que Andrea para ella fuese un desconocido, etc. A pesar de eso, esperaba con ansias la tan deseada respuesta afirmativa y así, ayudarle y esta vez la ayuda sería de cara a cara, no de forma anónima como lo fue por mucho tiempo.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Cuando había ya andado unas calles, quizás unas cinco lejos del burdel creí que la chica se habría ido. Creía que no la volvería a ver, había sido muy amable ayudándome. Pero todo lo que había dicho era verdad, era lo peor de la sociedad. Vendía mi cuerpo a los hombres… no era merecedora de su ayuda. Cerré los ojos unos momentos mientras caminaba volviéndolos a abrir para no caerme, me miraba las manos si al menos llevase algo para limpiarme la sangre… después no tendría tantos problemas en casa. Al menos, me había alejado de aquella calle donde la gente hablaba sobre mí sin conocerme… y me sentía mejor sin tener que sentir aquella vergüenza por toda aquella gente. Se notaba que… tenían la vida solucionada… bueno, los humanos éramos así… hablábamos de los demás cuando nosotros lo teníamos todo y los demás no… pero yo… no haría nunca algo así… no me gustaba reírme de la desgracia de los demás. Pero en aquel momento, sentí una mano en mi hombro y aunque fue con suavidad me asuste y me gire con prisa. Sintiendo un dolor punzante en mi pierna derecha… lo sabía, me había hecho una herida. Suponía que pronto la sangre vería a través de mi vestido. Un vestido a la basura…
La persona que me había hecho parar, era aquella chica que me había ayudado en medio de la calle. Baje la vista un poco avergonzada… parecía que me reprimía pero a la vez estaba tranquila. Note la tela en mis raspones y al pasármelo por una mano suavemente hice un gesto de dolor. Por lo que me lo tome con calma, además aquella chica parecía no querer dejarme ir hasta que aceptase su ayuda. Era tozuda como yo, pero había algo en ella que me tenia confusa pero no sabía que era. Levante la vista cuando me dijo que me había ayudado sin importar como era. Eso era una buena persona. Sus últimas palabras me hicieron ver que no aceptaría un no por respuesta… y yo deseaba que me ayudara… bueno, podía dejar que me ayudara.
-No va a aceptar un no por respuesta, ¿verdad?
Dije con una pequeña sonrisa, aunque en ella se veía la dulzura y la inocencia que siempre me había caracterizado delante de los demás. Siempre había sido igual. Aunque no recordaba nada anterior a los 16 años sabia que eso siempre me había acompañado porque lo hacía sin pensar. Pero lo que más pena me daba es que llevaba tres años así sin saber nada de lo que me había pasado en la vida, si tenia familia o no… nada. Y eso era lo que más miedo me daba y saber que quizás jamás pudiese recordar nada. Mi temor más grande era ese.
Le mire a los ojos, ella seguramente ya habría visto por mis ojos que eran muy expresivos que aceptaba su ayuda. Porque sabía que si no me seguiría todo el rato y además parecía buena persona y si n se había preocupado por la clase social al ayudarme entonces no le importaría el que nos hiciéramos amigas… quien sabe podíamos llegar a serlo. Además también quería saber que era aquello que me llamaba la atención de ella.
La persona que me había hecho parar, era aquella chica que me había ayudado en medio de la calle. Baje la vista un poco avergonzada… parecía que me reprimía pero a la vez estaba tranquila. Note la tela en mis raspones y al pasármelo por una mano suavemente hice un gesto de dolor. Por lo que me lo tome con calma, además aquella chica parecía no querer dejarme ir hasta que aceptase su ayuda. Era tozuda como yo, pero había algo en ella que me tenia confusa pero no sabía que era. Levante la vista cuando me dijo que me había ayudado sin importar como era. Eso era una buena persona. Sus últimas palabras me hicieron ver que no aceptaría un no por respuesta… y yo deseaba que me ayudara… bueno, podía dejar que me ayudara.
-No va a aceptar un no por respuesta, ¿verdad?
Dije con una pequeña sonrisa, aunque en ella se veía la dulzura y la inocencia que siempre me había caracterizado delante de los demás. Siempre había sido igual. Aunque no recordaba nada anterior a los 16 años sabia que eso siempre me había acompañado porque lo hacía sin pensar. Pero lo que más pena me daba es que llevaba tres años así sin saber nada de lo que me había pasado en la vida, si tenia familia o no… nada. Y eso era lo que más miedo me daba y saber que quizás jamás pudiese recordar nada. Mi temor más grande era ese.
Le mire a los ojos, ella seguramente ya habría visto por mis ojos que eran muy expresivos que aceptaba su ayuda. Porque sabía que si no me seguiría todo el rato y además parecía buena persona y si n se había preocupado por la clase social al ayudarme entonces no le importaría el que nos hiciéramos amigas… quien sabe podíamos llegar a serlo. Además también quería saber que era aquello que me llamaba la atención de ella.
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Le gustaba que la joven captase de forma tan rápida cuales eran sus intenciones en ese momento, puesto que lo menos que deseaba en ese momento era humillarla, más bien deseaba sacarla de esa humillación en la que había sido sometida por un hombre que era de todo menos respetuoso. Acomodó suavemente detrás de su oreja un mechón de su rubio cabello, observándole fijamente y con determinación.
-En efecto, no lo aceptaré.-respondió con un tono decidido, alegrándose levemente por el hecho de que la muchacha hubiese decidido aceptar esa ayuda que él deseaba ofrecerle.
La sensación de satisfacción no pudo evitar ser sentida cuando, tras insistir en más de una ocasión, la joven inglesa vio que en realidad sólo deseaba ayudarle y que por supuesto, no dejaría de insistir hasta que dijese que sí. Era tan terco como una mismísima mula si realmente se lo proponía, por lo que en esos momentos era demasiado lógico que no dejaría de insistir hasta recibir la respuesta anseada. Sonrió muy para sus adentros, pues en su rostro, usualmente carente de otra expresión que no fuese la seriedad, no se curvearon los labios para formar aunque fuese una sencilla sonrisa. No fue necesario ningún tipo de palabras que pudiesen confirmar que aceptaba su ayuda, los expresivos ojos de la Carstairs lo decían absolutamente todo. Había aceptado la ayuda y le permitiría poder ayudar.
Sus ojos marrones fueron analizando con cuidado en busca de que no hubiese ningún tipo de herida en el cuerpo de la muchacha. Hizo casi una apenas imperceptible mueca de desagrado al ver que en el desgatado vestido, un ligero rastro de líquido carmesí comenzaba a brotar. Eso le demostraba que sin duda, Elinor podría haber crecido y ser ahora toda una mujer, pero seguía teniendo esa fragilidad que las caracterízaba. Eso le recordaba perfectamente cuando su abuelo, en ocasiones, decía que las mujeres podían llegar a ser como de cristal, lo que las hacía delicadas. Internamente divagó por unos pocos segundos, pensando en un tipo de poción que pudiese crear y usar para que las heridas sanasen más rápido, pero decidió no hacerlo. Su estado como brujo y usuario de magia no era algo que él le revelara a cualquier persona, pero quizás y sólo quizás, pudiese hacer una poción para poder curarla un poquito más rápido de lo usual y hacerlo sólo pasar por un "ungüento de la abuela".
-Parece que no sólo sus manos han sido heridas.-indicó posando esa característica mirada suya sobre la ropa manchada de color escarlata.-Podría ayudarle con sus heridas como es debido, y por cierto,-hizo una pequeña pausa.-Disculpe mi espantosa falta de educación por ayudarle y no haberme presentado.-se reprendió automáticamente a sí mismo. Era muy obvio que si ayudabas a alguien, esa persona al menos debería saber quién eras, ¿cierto?.-Soy Andrea Fiore, es todo un gusto conocerle.-educadamente hizo una ligera reverencia, más bien por una costumbre de su país natal que otra cosa. Era tonto preguntar lo siguiente, ya que era una respuesta que él conocía, pero deseaba poder integrarse en la vida de la joven sin que ella supiese exactamente quién era él.-¿Con quién tengo el placer de hablar?-inquirió como era debido.
Le alegraba pensar que quizás, quién sabe, podría convertirse en una amiga (era muy obvio que así se referiría la joven en caso de pasar eso) para la inglesa, mas había pasado mucho tiempo desde la última vez que él intercambió unas pequeñitas palabras con ella. ¿Qué tal sería ahora? No lo sabía, pero lo mejor era darle tiempo al tiempo y ver así todo lo que verdaderamente podría pasar.
-En efecto, no lo aceptaré.-respondió con un tono decidido, alegrándose levemente por el hecho de que la muchacha hubiese decidido aceptar esa ayuda que él deseaba ofrecerle.
La sensación de satisfacción no pudo evitar ser sentida cuando, tras insistir en más de una ocasión, la joven inglesa vio que en realidad sólo deseaba ayudarle y que por supuesto, no dejaría de insistir hasta que dijese que sí. Era tan terco como una mismísima mula si realmente se lo proponía, por lo que en esos momentos era demasiado lógico que no dejaría de insistir hasta recibir la respuesta anseada. Sonrió muy para sus adentros, pues en su rostro, usualmente carente de otra expresión que no fuese la seriedad, no se curvearon los labios para formar aunque fuese una sencilla sonrisa. No fue necesario ningún tipo de palabras que pudiesen confirmar que aceptaba su ayuda, los expresivos ojos de la Carstairs lo decían absolutamente todo. Había aceptado la ayuda y le permitiría poder ayudar.
Sus ojos marrones fueron analizando con cuidado en busca de que no hubiese ningún tipo de herida en el cuerpo de la muchacha. Hizo casi una apenas imperceptible mueca de desagrado al ver que en el desgatado vestido, un ligero rastro de líquido carmesí comenzaba a brotar. Eso le demostraba que sin duda, Elinor podría haber crecido y ser ahora toda una mujer, pero seguía teniendo esa fragilidad que las caracterízaba. Eso le recordaba perfectamente cuando su abuelo, en ocasiones, decía que las mujeres podían llegar a ser como de cristal, lo que las hacía delicadas. Internamente divagó por unos pocos segundos, pensando en un tipo de poción que pudiese crear y usar para que las heridas sanasen más rápido, pero decidió no hacerlo. Su estado como brujo y usuario de magia no era algo que él le revelara a cualquier persona, pero quizás y sólo quizás, pudiese hacer una poción para poder curarla un poquito más rápido de lo usual y hacerlo sólo pasar por un "ungüento de la abuela".
-Parece que no sólo sus manos han sido heridas.-indicó posando esa característica mirada suya sobre la ropa manchada de color escarlata.-Podría ayudarle con sus heridas como es debido, y por cierto,-hizo una pequeña pausa.-Disculpe mi espantosa falta de educación por ayudarle y no haberme presentado.-se reprendió automáticamente a sí mismo. Era muy obvio que si ayudabas a alguien, esa persona al menos debería saber quién eras, ¿cierto?.-Soy Andrea Fiore, es todo un gusto conocerle.-educadamente hizo una ligera reverencia, más bien por una costumbre de su país natal que otra cosa. Era tonto preguntar lo siguiente, ya que era una respuesta que él conocía, pero deseaba poder integrarse en la vida de la joven sin que ella supiese exactamente quién era él.-¿Con quién tengo el placer de hablar?-inquirió como era debido.
Le alegraba pensar que quizás, quién sabe, podría convertirse en una amiga (era muy obvio que así se referiría la joven en caso de pasar eso) para la inglesa, mas había pasado mucho tiempo desde la última vez que él intercambió unas pequeñitas palabras con ella. ¿Qué tal sería ahora? No lo sabía, pero lo mejor era darle tiempo al tiempo y ver así todo lo que verdaderamente podría pasar.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Sabía que me iba a responder y evidentemente me lo dijo, asentí suavemente y seguí limpiándome las manos, viendo que una de ellas tenía una herida más profunda y cogí el pañuelo poniéndomelo a modo de venda hasta llegar a casa que me lo podría curar mejor. Primero, tenía que aceptar que había tenido miedo de que ella también quisiese humillarme como había hecho aquel hombre pero había entendido que no. Ella era buena persona no como aquel hombre. Sabía que mis ojos decían mucho más que mis labios por eso le mire y ella pareció entender completamente mis ojos. Me dolía la pierna pero no le hacía mucho caso, temía que fuera peor de lo que me imaginaba.
Pero sentía como los ojos de ella miraban todo mi cuerpo, note como los ojos se paraban en mi pierna herida y mire hacia allí por encima del vestido empezaba a salir la sangre. Eso me hizo suspirar bajando la cabeza, una herida más en mi cuerpo. Tenía tantas que casi había perdido la cuenta de todas. Pero siempre había sido muy frágil, con casi nada me hacía daño y todo me dañaba pero las mujeres, no todas pero si la mayoría, éramos frágiles y se nos podía dañar fácilmente tanto psicológicamente como físicamente. Levante la mirada hacia ella cuando empezó a hablar. Andrea, era un nombre precioso. Cuando me pregunto el nombre hice de nuevo una leve reverencia por respeto a su clase social.
-Mi nombre es Elinor Clarissa Carstairs, es un honor conocerla señorita Fiore.
Mi educación y mis experiencias en el burdel me habían hecho hacer que nunca llamaría por su nombre a una persona hasta que ella misma me lo dijera. Haciendo eso en el burdel me había ganado más de una paliza de algún cliente. Además siendo yo de las clases bajas y ella de la alta, mi educación hacia que la tratara de usted y la llamara por el apellido. Cuando vi que la mancha de sangre crecía en mi vestido bufe porque tendría que tirar aquel vestido y mire a Andrea.
-¿Gustaría de acompañarme a mi hogar? Allí podre cambiarme de vestido y será más cómodo para ambas y para usted si quiere ayudarme con mis heridas. Es muy buena persona, gracias de nuevo.
No sabía cuántas veces le había dado ya las gracias pero lo repetiría las veces que hiciera falta y repetiría las veces que hiciera falta que era la mejor persona que había conocido en todo, o mejor dicho lo poco, que recordaba de mi vida. Lo primero que me había llamado la atención había sido en que no había parecido molestarle en que yo fuera de clase baja. Me alegraba que no fuera una de esas personas que se dejaban llevar por las clases. Pero había tenido la sensación de que me trataba como si ya me conociera, y eso me hacía pensar mucho además de que había el detalle de que algo en ella me atraía y eso se me hacía muy extraño. ¿Qué era lo que escondía Andrea Fiore y que me llamaba tanto la atención?
Pero sentía como los ojos de ella miraban todo mi cuerpo, note como los ojos se paraban en mi pierna herida y mire hacia allí por encima del vestido empezaba a salir la sangre. Eso me hizo suspirar bajando la cabeza, una herida más en mi cuerpo. Tenía tantas que casi había perdido la cuenta de todas. Pero siempre había sido muy frágil, con casi nada me hacía daño y todo me dañaba pero las mujeres, no todas pero si la mayoría, éramos frágiles y se nos podía dañar fácilmente tanto psicológicamente como físicamente. Levante la mirada hacia ella cuando empezó a hablar. Andrea, era un nombre precioso. Cuando me pregunto el nombre hice de nuevo una leve reverencia por respeto a su clase social.
-Mi nombre es Elinor Clarissa Carstairs, es un honor conocerla señorita Fiore.
Mi educación y mis experiencias en el burdel me habían hecho hacer que nunca llamaría por su nombre a una persona hasta que ella misma me lo dijera. Haciendo eso en el burdel me había ganado más de una paliza de algún cliente. Además siendo yo de las clases bajas y ella de la alta, mi educación hacia que la tratara de usted y la llamara por el apellido. Cuando vi que la mancha de sangre crecía en mi vestido bufe porque tendría que tirar aquel vestido y mire a Andrea.
-¿Gustaría de acompañarme a mi hogar? Allí podre cambiarme de vestido y será más cómodo para ambas y para usted si quiere ayudarme con mis heridas. Es muy buena persona, gracias de nuevo.
No sabía cuántas veces le había dado ya las gracias pero lo repetiría las veces que hiciera falta y repetiría las veces que hiciera falta que era la mejor persona que había conocido en todo, o mejor dicho lo poco, que recordaba de mi vida. Lo primero que me había llamado la atención había sido en que no había parecido molestarle en que yo fuera de clase baja. Me alegraba que no fuera una de esas personas que se dejaban llevar por las clases. Pero había tenido la sensación de que me trataba como si ya me conociera, y eso me hacía pensar mucho además de que había el detalle de que algo en ella me atraía y eso se me hacía muy extraño. ¿Qué era lo que escondía Andrea Fiore y que me llamaba tanto la atención?
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Elinor Clarissa Carstairs, justo como recordaba el nombre completo de la joven. Su apellido era conocido, o al menos así lo era para varias familias de clase alta inglesas y entre ellas las de sus abuelos, que prácticamente tenían cierto lazo con el resto de las familias ricas de la ciudad y ahora, ese peso se recargaba en él, por así decirlo. Era un cargo que debía aceptar y lo haría con gusto, deseando así poder representar muy bien a aquella familia que lo aceptó a pesar de haberse criado en Asia. Fácilmente sus abuelos podían rechazarlo y calificarlo como una humillación para la familia. En cambio, estos decidieron llevarlo a la capital del Imperio Británico, enseñarle sus costumbres, el idioma y educarlo como era correctamente debido. En sí, les debía mucho a la familia de sus padres y eso era algo que nunca sacaba de su mente.
Analizó por encima la ropa, en busca de otra mancha y al no encontrar otra, decidió alejar sus frías pupilas de dichas vestimentas. Dicho sea, pensaba que podía haber otro raspón repartido por el frágil y delgado cuerpo de la rubia. Fue así como decidió sin dudarlo lo que haría en esos momentos. Intentaría poder formar un "ungüento de la abuela" para curar de forma mucho más rápido las heridas y no doliesen por tanto tiempo. En realidad, era una poción pero lógicamente Elinor no sabría sobre que eso era una poción para curar la herida. De paso, vería si podría regalarle un vestido nuevo y mucho más bonito (aunque el que llevaba era lindo), así quizás hasta la ayudaría con su trabajo (a pesar de que no le gustaba ese trabajo para ella).
La invitación le tomó, de cierta forma, como un improvisto. No creía que le invitase así para ir a su hogar, aunque decidió verlo como algo muy bueno que algo como muy malo. Podría saber como era la casa que fue comprada con el dinero de su familia para Elinor, qué tal era su calidad de vida y si tenía todo lo necesario para subsistir. ¡Bingo! Era como matar dos pájaros de un tiro. Sabría como ella se encontraba y de paso, como vivía y como se desempañaba en su propio hogar. Celebró esto internamente, viéndole con la mirada despectiva (claro, sin mala intención, era más costumbre que otra cosa) y luego, asintiendo suavemente.
-Si no es ninguna molestia para usted, me gustaría ir a su hogar a ayudarle.-respondió suavemente, preguntándose en su mente qué tal estaría la casa. ¿Estaría en muy buen estado? ¿Qué tal el estado de la misma? Muchas preguntas comenzaron a pasar por su ente a la cual calmó con maestría. Esperaría pacientemente a que le mostrasen el camino hacia el hogar de la Carstairs y así saciar de forma cuidadosa la curiosidad que le invadía en esos momentos.
Analizó por encima la ropa, en busca de otra mancha y al no encontrar otra, decidió alejar sus frías pupilas de dichas vestimentas. Dicho sea, pensaba que podía haber otro raspón repartido por el frágil y delgado cuerpo de la rubia. Fue así como decidió sin dudarlo lo que haría en esos momentos. Intentaría poder formar un "ungüento de la abuela" para curar de forma mucho más rápido las heridas y no doliesen por tanto tiempo. En realidad, era una poción pero lógicamente Elinor no sabría sobre que eso era una poción para curar la herida. De paso, vería si podría regalarle un vestido nuevo y mucho más bonito (aunque el que llevaba era lindo), así quizás hasta la ayudaría con su trabajo (a pesar de que no le gustaba ese trabajo para ella).
La invitación le tomó, de cierta forma, como un improvisto. No creía que le invitase así para ir a su hogar, aunque decidió verlo como algo muy bueno que algo como muy malo. Podría saber como era la casa que fue comprada con el dinero de su familia para Elinor, qué tal era su calidad de vida y si tenía todo lo necesario para subsistir. ¡Bingo! Era como matar dos pájaros de un tiro. Sabría como ella se encontraba y de paso, como vivía y como se desempañaba en su propio hogar. Celebró esto internamente, viéndole con la mirada despectiva (claro, sin mala intención, era más costumbre que otra cosa) y luego, asintiendo suavemente.
-Si no es ninguna molestia para usted, me gustaría ir a su hogar a ayudarle.-respondió suavemente, preguntándose en su mente qué tal estaría la casa. ¿Estaría en muy buen estado? ¿Qué tal el estado de la misma? Muchas preguntas comenzaron a pasar por su ente a la cual calmó con maestría. Esperaría pacientemente a que le mostrasen el camino hacia el hogar de la Carstairs y así saciar de forma cuidadosa la curiosidad que le invadía en esos momentos.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Mi apellido siempre me había parecido más adecuado para alguien de clase alta que de alguien como yo. Sonaba muy sofisticado, no entendía como podía llamarme yo así. Pero como no recordaba nada de mi pasado, ni de quien había sido familia pues la verdad es que no lo podía saber. Y la pregunta que me hacia muchas veces era… ¿conseguiría recordar algo y saber al menos quien era en realidad? Eso era lo que más deseaba lo que pensaba cada día al despertarme, el poder saber de una vez quien era en realidad. Nunca se lo había dicho a nadie, pero deseaba saber mi pasado para saber si de verdad debía o no estar en el burdel si era mi destino o no lo era.
Sabía que no tenía ninguna herida más porque el cuerpo no me dolía más que la pierna, el único dolor era aquella herida en la pierna y quizás la herida de mi mano que había tapado con el pañuelo. Me sentía muy agradecida que una persona como Andrea me estuviera ayudando, la verdad es que las personas como ella pues no solían preocuparse por nosotros, los de las clases bajas. Sonreí cuando me dijo que si quería ir a casa. La verdad es que me había sorprendido mucho aquella carta que me llego diciéndome que alguien me había comprado una casa pero que por el momento no se iba a dejar ver y que era la misma persona que me enviaba dinero. Pero aunque no sabía quién era le agradecía muchísimo aquello.
-Entonces síganme por favor.
Dije haciendo una pequeña reverencia de nuevo, eche a andar con calma hacia casa para que me pudiera seguir y para que evidentemente mi herida de la pierna no se resintiera. Cualquiera diría que era de clase alta por mis movimientos, la verdad es que me movía con elegancia como lo hacían ellas. Pero había pasado tres años igual y la verdad es que yo no le daba ya importancia. Lo atribuía a que era mujer y que por eso tenía esos movimientos tan gráciles y elegantes. Aunque sabía que no era muy normal ya que algunas de mis compañeras que también eran mis compañeras no tenían esa elegancia.
Pasemos por algunas calles sin prestar atención a las demás personas que había a nuestro alrededor. Mi hogar estaba en un lugar donde se podía estar tranquilo. Llegue a la casa, era una preciosa casa de dos pisos. Saque la llave que llevaba colgada de mi cuello, la cual siempre dejaba en la habitación que compartía con mi mejor amiga en el burdel (que es donde guardábamos todas nuestras cosas y donde ella dormía y donde yo también lo había hecho antes de que me entregaran la casa) y luego me la colgaba del cuello hasta que llegaba a casa. Abrí la puerta dejando pasar a Andrea y cerrando después de que ella pasara. La casa estaba perfectamente limpia, implacable. Todo estaba decorado con mimo, aunque con mi sueldo no podía hacer mucho pero estaba contenta.
-¿Le apetece un café o un te señorita Fiore?
Pregunte amablemente, siempre lo ofrecía aunque la única que había entrado en aquella casa era mi mejor amiga y nadie más por eso no estaba muy acostumbrada pero sabía que debía invitarle a un té o un café.
Sabía que no tenía ninguna herida más porque el cuerpo no me dolía más que la pierna, el único dolor era aquella herida en la pierna y quizás la herida de mi mano que había tapado con el pañuelo. Me sentía muy agradecida que una persona como Andrea me estuviera ayudando, la verdad es que las personas como ella pues no solían preocuparse por nosotros, los de las clases bajas. Sonreí cuando me dijo que si quería ir a casa. La verdad es que me había sorprendido mucho aquella carta que me llego diciéndome que alguien me había comprado una casa pero que por el momento no se iba a dejar ver y que era la misma persona que me enviaba dinero. Pero aunque no sabía quién era le agradecía muchísimo aquello.
-Entonces síganme por favor.
Dije haciendo una pequeña reverencia de nuevo, eche a andar con calma hacia casa para que me pudiera seguir y para que evidentemente mi herida de la pierna no se resintiera. Cualquiera diría que era de clase alta por mis movimientos, la verdad es que me movía con elegancia como lo hacían ellas. Pero había pasado tres años igual y la verdad es que yo no le daba ya importancia. Lo atribuía a que era mujer y que por eso tenía esos movimientos tan gráciles y elegantes. Aunque sabía que no era muy normal ya que algunas de mis compañeras que también eran mis compañeras no tenían esa elegancia.
Pasemos por algunas calles sin prestar atención a las demás personas que había a nuestro alrededor. Mi hogar estaba en un lugar donde se podía estar tranquilo. Llegue a la casa, era una preciosa casa de dos pisos. Saque la llave que llevaba colgada de mi cuello, la cual siempre dejaba en la habitación que compartía con mi mejor amiga en el burdel (que es donde guardábamos todas nuestras cosas y donde ella dormía y donde yo también lo había hecho antes de que me entregaran la casa) y luego me la colgaba del cuello hasta que llegaba a casa. Abrí la puerta dejando pasar a Andrea y cerrando después de que ella pasara. La casa estaba perfectamente limpia, implacable. Todo estaba decorado con mimo, aunque con mi sueldo no podía hacer mucho pero estaba contenta.
-¿Le apetece un café o un te señorita Fiore?
Pregunte amablemente, siempre lo ofrecía aunque la única que había entrado en aquella casa era mi mejor amiga y nadie más por eso no estaba muy acostumbrada pero sabía que debía invitarle a un té o un café.
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Dicho y hecho, el camino hacia el hogar de la inglesa no tardó en ser mostrado. Muy en su interior debía admitir que la idea de poder visitar aquella casa que él mismo, con su propio dinero le compró, era emocionante y le hacía sentir ansioso. Sabía cómo era el hogar porque él mismo lo escogió, pero lo que más le llamaba la atención era saber cómo Elinor se desenvolvía en él. Si estaba cómoda, si le parecía bonito, todas esas cosas eran las que realmente provocaban que quisiese ir al lugar y averiguarlas pregunta tras pregunta, respuesta tras respuesta. Así que sin dudarlo, comenzó a caminar a un lado de la joven, que antes de emprender su camino dio una leve reverencia como se supone que era debido. Él por su parte, acomodó por manía uno de sus negros guantes, caminando y siguiéndole cada paso que daba.
A medida que el camino de la casa continuaba era fácil distinguir como el paisaje iba cambiando poco a poco, y como distintas clases de personas les miraban. Quizás algunas pensaran que Andrea iba a acusar con alguien a la muchacha o que era alguien desesperada por hablar con alguien, al punto de mezclarse con la “gentuza” de París. Si tan sólo esas personas supiesen que la “gentuza” de París podría llegar a ser mucho más decente que los mismos que se consideraban todas unas personas dignas de admirar. Sin duda, eso era algo que el dinero y la clase social conseguía, pura imagen y personas superficiales. Pudo sin embargo percatarse de la recatada forma de caminar de la rubia. Era delicado, suave y refinado, como el que una dama de la alta sociedad debía tener. Eso de cierta forma le hizo alegrar, ya que si bien Elinor había perdido la memoria aún no lograba despegarse de ese suave andar de la clase que la identificó alguna vez.
Finalmente, tras una algo larga caminata, parecieron llegar al hogar de la Carstairs. Le fue imposible no mirar por aunque sea un segundo la estructura del hogar, casi como si estuviese analizando qué tan bien lucía desde la última vez que la vio. No podía quejarse, seguía estando tan igual como él la recordaba, lo que sin duda era bastante bueno. Si la imagen del exterior fue buena, ni imaginar cómo fue la del interior. ¡Perfecto! Quizás no tenía todo el mobiliario del mundo, pero estaba perfectamente ordenada, pulcra y sobre todo, limpia. Eso era justo lo que esperaría él de una mujer como Elinor y a su vez le alegraba mucho, todo eso a pesar de que no se podía ver en su serio rostro.
— Permítame decirle, señorita Carstairs, que tiene un hogar muy bonito.—no pudo evitar alabar el hecho de que estuviese tan bien recogido. Sabía que quizás la joven pensaría que sólo eran cosas suyas y de la clase alta, o que el hogar de Andrea podía ser mejor, pero él lo decía como lo sentía. —No crea que es un mero halago.—recalcó seriamente. Este semblante desapareció cuando le ofreció de forma tan amable un té o un café. Él podría ser todo un amante del té, gracias a las buenas raíces chinas que poseía tan bien arraigadas, pero sabía reconocer cuando alguien no debía esforzarse tanto en preparar esa deliciosa y adictiva bebida, o al menos así lo era para sí. Negó suavemente. —No es necesario, pero gracias por el ofrecimiento.—rechazó la oferta de modo educado, todo por el bien de la dama frente a sí.
Esperaba, muy en el fondo, que Elinor no tomase eso como una ofensa y más bien lo viese como un acto en el que no quería perjudicar en absoluto a la muchacha. ¿Preparar té en ese estado? ¡Jamás! Lo mejor era primero curar esas heridas y luego, si era posible, tomar el té con calma, teniendo en mente la satisfacción y tranquilidad de que tales heridas ya habían sido correctamente tratadas.
A medida que el camino de la casa continuaba era fácil distinguir como el paisaje iba cambiando poco a poco, y como distintas clases de personas les miraban. Quizás algunas pensaran que Andrea iba a acusar con alguien a la muchacha o que era alguien desesperada por hablar con alguien, al punto de mezclarse con la “gentuza” de París. Si tan sólo esas personas supiesen que la “gentuza” de París podría llegar a ser mucho más decente que los mismos que se consideraban todas unas personas dignas de admirar. Sin duda, eso era algo que el dinero y la clase social conseguía, pura imagen y personas superficiales. Pudo sin embargo percatarse de la recatada forma de caminar de la rubia. Era delicado, suave y refinado, como el que una dama de la alta sociedad debía tener. Eso de cierta forma le hizo alegrar, ya que si bien Elinor había perdido la memoria aún no lograba despegarse de ese suave andar de la clase que la identificó alguna vez.
Finalmente, tras una algo larga caminata, parecieron llegar al hogar de la Carstairs. Le fue imposible no mirar por aunque sea un segundo la estructura del hogar, casi como si estuviese analizando qué tan bien lucía desde la última vez que la vio. No podía quejarse, seguía estando tan igual como él la recordaba, lo que sin duda era bastante bueno. Si la imagen del exterior fue buena, ni imaginar cómo fue la del interior. ¡Perfecto! Quizás no tenía todo el mobiliario del mundo, pero estaba perfectamente ordenada, pulcra y sobre todo, limpia. Eso era justo lo que esperaría él de una mujer como Elinor y a su vez le alegraba mucho, todo eso a pesar de que no se podía ver en su serio rostro.
— Permítame decirle, señorita Carstairs, que tiene un hogar muy bonito.—no pudo evitar alabar el hecho de que estuviese tan bien recogido. Sabía que quizás la joven pensaría que sólo eran cosas suyas y de la clase alta, o que el hogar de Andrea podía ser mejor, pero él lo decía como lo sentía. —No crea que es un mero halago.—recalcó seriamente. Este semblante desapareció cuando le ofreció de forma tan amable un té o un café. Él podría ser todo un amante del té, gracias a las buenas raíces chinas que poseía tan bien arraigadas, pero sabía reconocer cuando alguien no debía esforzarse tanto en preparar esa deliciosa y adictiva bebida, o al menos así lo era para sí. Negó suavemente. —No es necesario, pero gracias por el ofrecimiento.—rechazó la oferta de modo educado, todo por el bien de la dama frente a sí.
Esperaba, muy en el fondo, que Elinor no tomase eso como una ofensa y más bien lo viese como un acto en el que no quería perjudicar en absoluto a la muchacha. ¿Preparar té en ese estado? ¡Jamás! Lo mejor era primero curar esas heridas y luego, si era posible, tomar el té con calma, teniendo en mente la satisfacción y tranquilidad de que tales heridas ya habían sido correctamente tratadas.
- Spoiler:
- Perdona la horrible tardanza, pero no tuve luz durante varios días de esta semana ;-;
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Me daba un poco de vergüenza que ella estuviera viendo mi casa porque como era de esperar, no sería ni una cuarta parte de la casa que tendría ella pero había sido tan buena conmigo que no me sentía mal estando a su lado. Pero algo de vergüenza sí que me daba pero no dejaba que eso se demostrase en mi semblante, podía ver como miraba la casa desde que habíamos llegado. La verdad es que en eso no tenía vergüenza porque otra cosa no, pero limpia y ordenada lo era hasta la saciedad. Siempre decía que una mujer tenía que ser limpia y ordenada, era algo que recordaba pero que no sabía por qué. ¿Quizás de mi antigua vida? Bueno, ¿quien decía que no? Cuando me hizo aquel halago sobre mi casa sonreí pero sabía que la suya seria cien veces mejor aunque ella dijese que no.
-Oh, no es nada señorita Fiore. Seguro que su hogar es cien veces mejor. Pero esta casa es lo mejor que me podría haber pasado… alguien me la mando y gracias a él o ella no tengo que vivir en el burdel.
Dije haciendo ver que no sabía si mi “salvador” era hombre o mujer. Pero la verdad es que ese pequeño detalle no me importaba. La forma tan educada que tuvo de rechazar el té o el café me hizo que no me subiera mal. Pude sentir como su mirada se iba a la herida de mi pierna y entonces supe que lo hacía por eso. Sabía que no quería que hiciera nada sin antes mirarme la herida de la pierna.
Así que con una sonrisa en mi rostro, me senté a su lado. No sabía qué hacer mis manos cogieron los bajos de mi vestido y lo subieron un poco como la herida estaba al final de la pierna pronto quedo a la luz… mi mano mas herida aun estaba cubierta por el pañuelo. Pero no sabía que quería hacer Andrea con mi herida así que le mire poniéndome un mechón detrás de mi oreja para después mirarle a los ojos.
-Se que no dejara que haga nada hasta que no me cure la herida de la pierna… ¿verdad?
Dije con una sonrisa mirándole, lo sabía. Lo sabía leer en sus ojos y sabía que ella no aceptaría nada hasta que no me curara la herida. Por eso me había sentado y dejaría que me curara pero después me cambiaria de vestido, me curaría la mano y haría un té para las dos. No quería que estuviera sin tomarse nada.
OFF: No pasa nada entiendo que no pudieras responder ^^
-Oh, no es nada señorita Fiore. Seguro que su hogar es cien veces mejor. Pero esta casa es lo mejor que me podría haber pasado… alguien me la mando y gracias a él o ella no tengo que vivir en el burdel.
Dije haciendo ver que no sabía si mi “salvador” era hombre o mujer. Pero la verdad es que ese pequeño detalle no me importaba. La forma tan educada que tuvo de rechazar el té o el café me hizo que no me subiera mal. Pude sentir como su mirada se iba a la herida de mi pierna y entonces supe que lo hacía por eso. Sabía que no quería que hiciera nada sin antes mirarme la herida de la pierna.
Así que con una sonrisa en mi rostro, me senté a su lado. No sabía qué hacer mis manos cogieron los bajos de mi vestido y lo subieron un poco como la herida estaba al final de la pierna pronto quedo a la luz… mi mano mas herida aun estaba cubierta por el pañuelo. Pero no sabía que quería hacer Andrea con mi herida así que le mire poniéndome un mechón detrás de mi oreja para después mirarle a los ojos.
-Se que no dejara que haga nada hasta que no me cure la herida de la pierna… ¿verdad?
Dije con una sonrisa mirándole, lo sabía. Lo sabía leer en sus ojos y sabía que ella no aceptaría nada hasta que no me curara la herida. Por eso me había sentado y dejaría que me curara pero después me cambiaria de vestido, me curaría la mano y haría un té para las dos. No quería que estuviera sin tomarse nada.
OFF: No pasa nada entiendo que no pudieras responder ^^
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
“Alguien me la mandó.” No sabía cómo responder a eso en un principio, tal vez porque no había planeando en sí como hacerlo. Era obvio que él era ese “alguien”, pero tampoco era un tonto que se delataría a sí mismo diciendo que él es ese alguien. Prefería el beneficio de la duda para la joven, por lo que se abstuvo completamente de delatarse como la persona anónima que le enviaba dinero y todo lo que notase que Elinor necesitaba. Sólo puso una ligera cara de sorpresa, asintiendo al final, colocando una de sus manos sobre la otra, analizando el hogar de la Carstairs por última vez, de forma detenida y cuidadosa.
– Esa persona realmente ha sido generosa con usted. –fue lo último que dijo, pensando internamente si alguna vez la rubia tuvo curiosidad por saber quién era ese “alguien”. Él la hubiese tenido, como innato curioso que era, pero cada persona siempre tenía un nivel de curiosidad y suponía que en algún momento dado, Elinor fue víctima de ella, pero al parecer ya no tanto como en un principio.
La joven captaba muy rápido las razones por las que negó tomar el té, casi como si no tuviesen que hablar para entenderse mutuamente. Eso era del completo agrado de Andrea, pues era una persona que evitaba malgastar palabras en cosas que se podían comprender tan simplemente, como lo era con una mirada o un jueguito simple de palabras. Se hizo a un lado para que se sentase con más facilidad en el sofá, mirando con los orbes marrones como subía el vestido, dejando ver por completo la herida. No era demasiado grande, pero la sangre salía aún un poco sobre ésta. Menos mal, no se formó por completo un coágulo, así se le facilitaría poder limpiar la herida y desinfectarla.
Se encaminó al lado de esta, haciendo ademán de acercar sus manos y luego alejándolas. Buscó algo con la mirada, mejor dicho, unos objetos en sí.
— ¿Tiene algún paño limpio que pueda utilizar? Algo de agua tampoco vendría mal. —pidió tranquilamente, pensando en que se había quedado corto de pañuelos y claro, no traía agua consigo. De haber estado en su casa, podría haber mentido con que iría a por un paño y en realidad traer uno que le ayudase a sanar más rápido, pero bueno, esa no era la casa de Andrea Fiore, era la casa de Elinor Carstairs.
Esperó con paciencia que se le fuera brindado al menos esos objetos que pedía, y que lógicamente, serían de mucha ayuda para poder al menos eliminar el ligero exceso de sangre de la herida y quizás un poco de jabón a falta de un desinfectante. Luego de todo el proceso que andaba analizando en su mente e imaginándolo como si de una película se tratase, ambos podrían ir a tomar un buen té y así poder hablar de otra cosa que no fuese desinfectar la herida o que tuviesen que ver directamente con los sucesos anteriores. La idea le agradaba, lo que le inspiraba a terminar de curar la herida y así, poder saber un poco más sobre la joven rubia y ver qué cosas podría descubrir que no sabía antes.
– Esa persona realmente ha sido generosa con usted. –fue lo último que dijo, pensando internamente si alguna vez la rubia tuvo curiosidad por saber quién era ese “alguien”. Él la hubiese tenido, como innato curioso que era, pero cada persona siempre tenía un nivel de curiosidad y suponía que en algún momento dado, Elinor fue víctima de ella, pero al parecer ya no tanto como en un principio.
La joven captaba muy rápido las razones por las que negó tomar el té, casi como si no tuviesen que hablar para entenderse mutuamente. Eso era del completo agrado de Andrea, pues era una persona que evitaba malgastar palabras en cosas que se podían comprender tan simplemente, como lo era con una mirada o un jueguito simple de palabras. Se hizo a un lado para que se sentase con más facilidad en el sofá, mirando con los orbes marrones como subía el vestido, dejando ver por completo la herida. No era demasiado grande, pero la sangre salía aún un poco sobre ésta. Menos mal, no se formó por completo un coágulo, así se le facilitaría poder limpiar la herida y desinfectarla.
Se encaminó al lado de esta, haciendo ademán de acercar sus manos y luego alejándolas. Buscó algo con la mirada, mejor dicho, unos objetos en sí.
— ¿Tiene algún paño limpio que pueda utilizar? Algo de agua tampoco vendría mal. —pidió tranquilamente, pensando en que se había quedado corto de pañuelos y claro, no traía agua consigo. De haber estado en su casa, podría haber mentido con que iría a por un paño y en realidad traer uno que le ayudase a sanar más rápido, pero bueno, esa no era la casa de Andrea Fiore, era la casa de Elinor Carstairs.
Esperó con paciencia que se le fuera brindado al menos esos objetos que pedía, y que lógicamente, serían de mucha ayuda para poder al menos eliminar el ligero exceso de sangre de la herida y quizás un poco de jabón a falta de un desinfectante. Luego de todo el proceso que andaba analizando en su mente e imaginándolo como si de una película se tratase, ambos podrían ir a tomar un buen té y así poder hablar de otra cosa que no fuese desinfectar la herida o que tuviesen que ver directamente con los sucesos anteriores. La idea le agradaba, lo que le inspiraba a terminar de curar la herida y así, poder saber un poco más sobre la joven rubia y ver qué cosas podría descubrir que no sabía antes.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
La verdad es que me gustaría conocer a esa persona que me ayudaba tanto pero también me alegraba de poder contar con alguien, aunque no supiera quién era. Sonreí cuando escuche sus palabras, internamente le estaba eternamente agradecida a ese anónimo por ayudarme tanto. De verdad se lo agradecía y se lo agradecería toda mi vida. Me senté a su lado y le mire a los ojos.
-La verdad es que si, siempre he tenido la curiosidad de saber quién es, siempre he tenido esa curiosidad dentro de mí. Saber quién es esa persona que se molesta en ayudar a alguien como yo.
Dije demostrando ante ella que el grado de mi curiosidad era mucho, pero llevaba mucho tiempo sin conocer a esa persona no creía yo que por esperar más me fuera a morir. Parecía que Andrea y yo nos entendíamos con solo mirarnos, por lo visto teníamos bastante facilidad en leer los ojos del otro. Cuando me pidió el agua y los pañuelos me levante y fui a la cocina, cogí unos dos pañuelos que siempre tenia allí por si me cortaba o me quemaba cocinando y llene un recipiente de agua templada, tampoco quería que Andrea se quemara o se helara con el agua. Por eso la puse en la temperatura perfecta. Lo cogí todo y lo lleve al salón donde Andrea me esperaba. Lo puse encima de la mesa pequeña que quedaba delante de las dos para que ella tuviera fácil acceso y subí de nuevo el vestido dejando a la vista la herida. No sabía porque pero también había cogido un poco de jabón por si a ella le iba mejor.
Parecía que Andrea sabia como cuidar una herida como aquella, a ver yo también sabia curar heridas pero todas las heridas con las que yo acababa eran heridas de arma blanca o demasiado profundas y siempre acababa mal. Siempre acababa teniendo que pedir ayuda a los demás, algo que siempre lo hacía como único recurso. Bueno, lo utilizaba como único recurso cuando estaba fuera de burdel porque cuando estaba dentro lo hacía sin miedo porque todas las chicas que trabajábamos allí o casi todas al menos nos conocíamos y nos teníamos cariño. Sonreí cuando vi como se manejaba curándome la herida.
-Veo que usted no es como las demás personas de clase alta, usted ayuda a los demás sin importar quiénes son y lo que son y si tiene que mancharse las manos curando alguna herida lo hace. Es digna de alabanza.
Dije con una sonrisa, era verdad. Pocas personas de clase alta hacían lo que ella, los demás nos despreciaban etc. etc. estaba tan acostumbrada que casi ya no le daba importancia. Porque era buscarle tres pies al gato, siempre había excepciones por supuesto como con Andrea pero la mayoría eran siempre iguales.
-La verdad es que si, siempre he tenido la curiosidad de saber quién es, siempre he tenido esa curiosidad dentro de mí. Saber quién es esa persona que se molesta en ayudar a alguien como yo.
Dije demostrando ante ella que el grado de mi curiosidad era mucho, pero llevaba mucho tiempo sin conocer a esa persona no creía yo que por esperar más me fuera a morir. Parecía que Andrea y yo nos entendíamos con solo mirarnos, por lo visto teníamos bastante facilidad en leer los ojos del otro. Cuando me pidió el agua y los pañuelos me levante y fui a la cocina, cogí unos dos pañuelos que siempre tenia allí por si me cortaba o me quemaba cocinando y llene un recipiente de agua templada, tampoco quería que Andrea se quemara o se helara con el agua. Por eso la puse en la temperatura perfecta. Lo cogí todo y lo lleve al salón donde Andrea me esperaba. Lo puse encima de la mesa pequeña que quedaba delante de las dos para que ella tuviera fácil acceso y subí de nuevo el vestido dejando a la vista la herida. No sabía porque pero también había cogido un poco de jabón por si a ella le iba mejor.
Parecía que Andrea sabia como cuidar una herida como aquella, a ver yo también sabia curar heridas pero todas las heridas con las que yo acababa eran heridas de arma blanca o demasiado profundas y siempre acababa mal. Siempre acababa teniendo que pedir ayuda a los demás, algo que siempre lo hacía como único recurso. Bueno, lo utilizaba como único recurso cuando estaba fuera de burdel porque cuando estaba dentro lo hacía sin miedo porque todas las chicas que trabajábamos allí o casi todas al menos nos conocíamos y nos teníamos cariño. Sonreí cuando vi como se manejaba curándome la herida.
-Veo que usted no es como las demás personas de clase alta, usted ayuda a los demás sin importar quiénes son y lo que son y si tiene que mancharse las manos curando alguna herida lo hace. Es digna de alabanza.
Dije con una sonrisa, era verdad. Pocas personas de clase alta hacían lo que ella, los demás nos despreciaban etc. etc. estaba tan acostumbrada que casi ya no le daba importancia. Porque era buscarle tres pies al gato, siempre había excepciones por supuesto como con Andrea pero la mayoría eran siempre iguales.
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
La curiosidad siempre ha sido algo innato en el ser humano y la menor no era la excepción a la regla. Sentía curiosidad por saber quién le tendía esa mano que necesitaba en los peores momentos y que misteriosamente, parecía llegarle como un regalo divino o celestial. Lo gracioso de toda la situación era que esa persona que siempre le ayudaba, le daba dinero e incluso, le compró esa modesta pero muy linda casa, era la que estaba ahora frente a sí, curando la herida en su pierna. Eran giros que daba la vida de forma muy curiosa y particular, pero sin importar si eran más de cincuenta giros, no pensaba delatarse tan fácilmente frente a la señorita Carstairs. Ahora era su oportunidad de poder acercarse mejor, saber todo lo que la joven pudo haber cambiado durante ese tiempo que no le vio en Inglaterra y muchas preguntas que rodeaban su mente sin dejarle descansar. Él por su parte, sólo asintió suavemente, como si entendiese al pie de la letra todo lo que esa persona había ayudado a Elinor, cosa que era cierta.
—No pierda las esperanzas, algún día seguro le verá.—animó a la cortesana con una voz suave, tranquila. Se hizo a un lado con suavidad para facilitarle el camino a la cocina, permaneciendo en la sala y esperando con infinita paciencia la llegada de la rubia.
En la espera no tan larga perdió la mirada entre los muebles, no sin antes asomarse un par de veces hacia el camino a la cocina con curiosidad, preguntándose qué tanto haría en la cocina. Escuchaba el agua caer al recipiente y los pasos resonar contra el suelo, significando que Elinor se movía por dicho lugar. La espera no fue tan necesaria y tras sólo esperar uno que otro minuto, la delineada figura de la inglesa se hizo notar, acercándose justo con lo que le pedía y curiosamente con algo de jabón. ¡Era como si le leyera la mente! Es más, podría decir que ya la rubia tenía experiencias curando esas heridas pero sin importar eso, ese día el que curaría las heridas sería él y no ella. No, no habría excepción a eso.—Gracias.—agradeció educado una vez tuvo lo pedido en manos.
Con sus blancas manos tomó el envase con el agua temblada (que había sido colocado en una mesa), colocándolo sobre su regazo para facilitarle el acceso al agua y así hacer la tarea con más rapidez. Con la diestra tomó el pañuelo blanquecino y lo remojó, limpiando primero el área y eliminando así todo coagulo que pudiese formarse durante el trayecto y toda suciedad que pudiese infectar la herida. Limpió el paño antes de limpiar mejor la herida y al final, utilizó el jabón para hacer toda la desinfección una completa. Todo lo hacía con delicadeza, como si al mínimo toque Elinor fuese a romperse. Tan concentrado estaba en aquello que no le interesó que pudiera ensuciar sus manos o peor aún, que callese agua o jabón sobre su vestido negro. Él sólo continuó con la tarea hasta que la suave voz ajena le hizo reaccionar.
—Son palabras muy bellas de su parte, señorita Carstairs. –dijo en primera instancia.—Seguramente no seré como el resto pero estoy segura que no sería la única que le ayudaría si le viese así. Es una persona, independientemente de su clase social. —explicaba terminando de limpiar la herida con sumo cuidado.—Espero que no haya dolido.—finalizó así la tarea, colocando el paño en una de las esquinas del envase antes de colocarlo de nuevo sobre la mesa donde estuvo en un principio.
—No pierda las esperanzas, algún día seguro le verá.—animó a la cortesana con una voz suave, tranquila. Se hizo a un lado con suavidad para facilitarle el camino a la cocina, permaneciendo en la sala y esperando con infinita paciencia la llegada de la rubia.
En la espera no tan larga perdió la mirada entre los muebles, no sin antes asomarse un par de veces hacia el camino a la cocina con curiosidad, preguntándose qué tanto haría en la cocina. Escuchaba el agua caer al recipiente y los pasos resonar contra el suelo, significando que Elinor se movía por dicho lugar. La espera no fue tan necesaria y tras sólo esperar uno que otro minuto, la delineada figura de la inglesa se hizo notar, acercándose justo con lo que le pedía y curiosamente con algo de jabón. ¡Era como si le leyera la mente! Es más, podría decir que ya la rubia tenía experiencias curando esas heridas pero sin importar eso, ese día el que curaría las heridas sería él y no ella. No, no habría excepción a eso.—Gracias.—agradeció educado una vez tuvo lo pedido en manos.
Con sus blancas manos tomó el envase con el agua temblada (que había sido colocado en una mesa), colocándolo sobre su regazo para facilitarle el acceso al agua y así hacer la tarea con más rapidez. Con la diestra tomó el pañuelo blanquecino y lo remojó, limpiando primero el área y eliminando así todo coagulo que pudiese formarse durante el trayecto y toda suciedad que pudiese infectar la herida. Limpió el paño antes de limpiar mejor la herida y al final, utilizó el jabón para hacer toda la desinfección una completa. Todo lo hacía con delicadeza, como si al mínimo toque Elinor fuese a romperse. Tan concentrado estaba en aquello que no le interesó que pudiera ensuciar sus manos o peor aún, que callese agua o jabón sobre su vestido negro. Él sólo continuó con la tarea hasta que la suave voz ajena le hizo reaccionar.
—Son palabras muy bellas de su parte, señorita Carstairs. –dijo en primera instancia.—Seguramente no seré como el resto pero estoy segura que no sería la única que le ayudaría si le viese así. Es una persona, independientemente de su clase social. —explicaba terminando de limpiar la herida con sumo cuidado.—Espero que no haya dolido.—finalizó así la tarea, colocando el paño en una de las esquinas del envase antes de colocarlo de nuevo sobre la mesa donde estuvo en un principio.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Siempre había sido muy curiosa al menos de los años que recordaba en mi vida, mi amiga Lisse y yo siempre nos metíamos por los sitios más insospechados pero siempre salíamos bien. Pero a las dos nos gustaba muchos curiosear y la curiosidad era una de nuestras virtudes y a la vez uno de nuestros defectos. Ya que como todo en la vida eso tenía una parte buena y otra mala y tanto yo como Lisse alguna vez habíamos tenido una reprimenda de la madame por inmiscuirnos demasiado en los asuntos de los clientes o una reprimenda y una paliza de parte del cliente por meternos donde no nos llamaban. Al oír las palabras de Andrea sonreí. Ya que eso esperaba poder conocerle algún día y darle las gracias personalmente.
Mientras estaba en la cocina pensaba en que algo extraño me pasaba cuando estaba con Andrea, aunque era una mujer es como si me sintiera atraída por ella. Como si ella fuese un hombre ¿era eso normal? Sabía que aunque le hubiera pedido que me dejara curarme yo sola las heridas ella habría insistido en hacerlo ella así que le dejaba hacer lo que ella quería. Además me caía muy bien y solo sonreí cuando me dio las gracias por traerle las cosas. Hubo algunos momentos en que al tocar cierta zona de la herida me escoció pero no hice señales de ello ya que estaba completamente acostumbrada a eso. Por desgracia muchas zonas de mi cuerpo estaban marcadas por heridas… y cicatrices.
Mientras ella me curaba la herida, yo estaba de espaldas a ella por el hecho de que la herida estaba por la parte de detrás de mi pierna. Mientras ella me curaba la herida y hablaba yo sonreía y me recogí el pelo en un moño sin pensar en que ella vería la cicatriz de 5 centímetros de mi nuca que estaba abierta el día que perdí la memoria y que sin que yo supiera estaba relacionada con mi pérdida de memoria.
-Pero señorita Fiore, mucha gente se deja llevar por las clases sociales y a nosotras sobre todo, nos desprecian por ser de la clase que somos y por el trabajo que hacemos para sobrevivir. Porque ellos no entiende que muchas de nosotras si trabajamos en ese sitio no es por gusto si no porque necesitábamos tener algo que llevarnos a la boca. Por eso digo que es digna de alabaza.
Cuando me dijo que había acabado note que la herida ya no me molestaba al andar ni siquiera me dolía. Pero ahora sí que quería hacer té o café para las dos así que me puse de pie y cogí otra vez el recipiente y el paño que ahora estaban rojos por la sangre que había en mi herida y le mire a ella.
-Muchas gracias por curarme, ya no me duele, ni me molesta. Pero ahora me gustaría poder invitarla a un café o un té. ¿Qué le apetece más?
La verdad es que yo como buena inglesa prefería el té pero también quería saber que prefería ella y así poder complacer a esa chica que se había portado tan bien conmigo y porque sin saber la razón me sentía atraída por ella.
Mientras estaba en la cocina pensaba en que algo extraño me pasaba cuando estaba con Andrea, aunque era una mujer es como si me sintiera atraída por ella. Como si ella fuese un hombre ¿era eso normal? Sabía que aunque le hubiera pedido que me dejara curarme yo sola las heridas ella habría insistido en hacerlo ella así que le dejaba hacer lo que ella quería. Además me caía muy bien y solo sonreí cuando me dio las gracias por traerle las cosas. Hubo algunos momentos en que al tocar cierta zona de la herida me escoció pero no hice señales de ello ya que estaba completamente acostumbrada a eso. Por desgracia muchas zonas de mi cuerpo estaban marcadas por heridas… y cicatrices.
Mientras ella me curaba la herida, yo estaba de espaldas a ella por el hecho de que la herida estaba por la parte de detrás de mi pierna. Mientras ella me curaba la herida y hablaba yo sonreía y me recogí el pelo en un moño sin pensar en que ella vería la cicatriz de 5 centímetros de mi nuca que estaba abierta el día que perdí la memoria y que sin que yo supiera estaba relacionada con mi pérdida de memoria.
-Pero señorita Fiore, mucha gente se deja llevar por las clases sociales y a nosotras sobre todo, nos desprecian por ser de la clase que somos y por el trabajo que hacemos para sobrevivir. Porque ellos no entiende que muchas de nosotras si trabajamos en ese sitio no es por gusto si no porque necesitábamos tener algo que llevarnos a la boca. Por eso digo que es digna de alabaza.
Cuando me dijo que había acabado note que la herida ya no me molestaba al andar ni siquiera me dolía. Pero ahora sí que quería hacer té o café para las dos así que me puse de pie y cogí otra vez el recipiente y el paño que ahora estaban rojos por la sangre que había en mi herida y le mire a ella.
-Muchas gracias por curarme, ya no me duele, ni me molesta. Pero ahora me gustaría poder invitarla a un café o un té. ¿Qué le apetece más?
La verdad es que yo como buena inglesa prefería el té pero también quería saber que prefería ella y así poder complacer a esa chica que se había portado tan bien conmigo y porque sin saber la razón me sentía atraída por ella.
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Durante la desifección de aquella herida fue tan despistado o tal vez, tan lento, como para no fijarse en la herida en la nívea piel del cuello de la muchacha a la que ayudaba. Mas bien, no porque fuese distraído o lento, sino que su vista sólo se mantuvo posada en la herida que curaba y en par de cicatrices de las que se dio cuenta, y a pesar de eso, no dijo nada y decidió no hacerlo. En esos momentos prefería no hacer demasiadas preguntas sobre por qué tenía esas heridas. Sólo fue capaz de ver la cicatriz en el cuello cuando terminó con todo y levantó el rostro para toparse con tal imagen. No fue la cicatriz más grata que pudo encontrar y supuso, teniendo prácticamente un talento innato para ello, que esa herida fue la responsable de que Elinor perdiese todo rastro de recuerdos a su vida antes de convertirse en una cortesana. Era un suceso triste, sin caber ni una duda de ello. Lo peor que a una persona le podría pasar sería perder todo rastro de memoria y era inclusive, aterrador. El sólo pensar que por un mal golpe o enfermedad podría perder la memoria, se aterraba. Sus recuerdos eran lo más valioso que pudiese tener, lo que le forjó para ser quién era.
La historia de cómo Elinor trabajaba con cortesana era entendible, siendo que era lo único que podía ayudarla a alimentarse y comprar aunque fuese un poco de ropa. ¿Quién dijo que ser cortesano era gozado por todos? En lo absoluto, era el peor trabajo que una persona pudiese tener. Arruinaba tu imagen y los pervertidos se aprovechaban de las mujeres para pegarles, usarlas como si fueran viles objetos para satisfacer el placer carnal. Odiaba a esas personas así, personas que no pensaban que esos cortesanos y cortesanas eran personas con sentimientos y a muchos de ellos, asco les daba ejercer esa pocisión en la sociedad. Lo peor era que las personas de clases más altas tampoco comprendían la situación y aunque él nunca en su vida ejerció como cortesano, sabía lo horrible que era ser juzgado por el resto y en carne propia. Tiempo no le dio para contestar a la joven, tan pronto colocó todo en su lugar, dejando los paños teñidos de escarlata en aquel lugar, la joven insistió con la invitación a un café o un té.
De nuevo, esa vena asiática que bien marcada poseía en sus gustos volvió a resaltar, haciéndole tomar la decisión casi de forma automática. Como si de una vocesita en la cabeza se tratase, chillaba para pedir un poco de té. ¡Té! Era la mejor bebida de todas, suave, deliciosa y de exquisito aroma, a diferencia del café, que parecía apestar en ocasiones. Antes de seleccionar la deliciosa bebida, decidió mostrar su rostro igual que siempre, serio y aún así, con ese aire de elegancia que le caracterizaba.
—No agradezca por ello, no ha sido nada.—dicho esto, pudo hacer conocer la opción que había escogido.—Pienso que un té sería lo mejor.—asintió suavemente, contento por la idea de poder tomar el té con Elinor y poder tener una amena charla con esta, de forma cómoda y agradable. Era una buena idea, ahora que lo pensaba.
La historia de cómo Elinor trabajaba con cortesana era entendible, siendo que era lo único que podía ayudarla a alimentarse y comprar aunque fuese un poco de ropa. ¿Quién dijo que ser cortesano era gozado por todos? En lo absoluto, era el peor trabajo que una persona pudiese tener. Arruinaba tu imagen y los pervertidos se aprovechaban de las mujeres para pegarles, usarlas como si fueran viles objetos para satisfacer el placer carnal. Odiaba a esas personas así, personas que no pensaban que esos cortesanos y cortesanas eran personas con sentimientos y a muchos de ellos, asco les daba ejercer esa pocisión en la sociedad. Lo peor era que las personas de clases más altas tampoco comprendían la situación y aunque él nunca en su vida ejerció como cortesano, sabía lo horrible que era ser juzgado por el resto y en carne propia. Tiempo no le dio para contestar a la joven, tan pronto colocó todo en su lugar, dejando los paños teñidos de escarlata en aquel lugar, la joven insistió con la invitación a un café o un té.
De nuevo, esa vena asiática que bien marcada poseía en sus gustos volvió a resaltar, haciéndole tomar la decisión casi de forma automática. Como si de una vocesita en la cabeza se tratase, chillaba para pedir un poco de té. ¡Té! Era la mejor bebida de todas, suave, deliciosa y de exquisito aroma, a diferencia del café, que parecía apestar en ocasiones. Antes de seleccionar la deliciosa bebida, decidió mostrar su rostro igual que siempre, serio y aún así, con ese aire de elegancia que le caracterizaba.
—No agradezca por ello, no ha sido nada.—dicho esto, pudo hacer conocer la opción que había escogido.—Pienso que un té sería lo mejor.—asintió suavemente, contento por la idea de poder tomar el té con Elinor y poder tener una amena charla con esta, de forma cómoda y agradable. Era una buena idea, ahora que lo pensaba.
Andrea Fiore- Hechicero Clase Alta
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Re: Ayudando a una dama [Privado]
Sabía que ella me había visto mis heridas en las piernas ya cicatrizadas, las cicatrices no se veían casi pero la verdad es que me molestaba haber tenido que salir con heridas por culpa de los clientes que tenía que aguantar aun cuando no tenía ganas. Mientras ella me curaba yo pensaba en como seria poder ser como ella, de clase alta… el poder vivir una vida diferente… Pero no dije nada cuando ella me acabo de curar. Sonreí ampliamente cuando me digo lo del té, parecía que a ambos nos gustaba lo mismo. Así que disculpándome fui a la cocina, la verdad es que estaba bien equipada. Fuera quien fuera la persona que anónimamente me ayudaba, me estaba haciendo un gran favor y además me proporcionaba una casa en la que vivir. Lo cual siempre se agradecía. Estaba acostumbrada a tomar té, yo me tomaba uno cada día y cuando venia Lisse a casa siempre estábamos tomando uno.
Mientras el agua se calentaba pensé en Andrea, no sabía lo que me pasaba con ella… me estaba sintiendo atraída. Pero es que me pasaba igual que cuando estaba con un hombre, la sentía como si ella fuese un hombre. Pero eso era imposible, ella era una mujer como yo o como Lisse. Pero aquella atracción estaba ahí aunque no diría nada, no era… buena idea, decir algo como eso. Por eso yo prefería no decir nada. Estaba tan metida en mis cavilaciones que me di cuenta justo a tiempo de que el agua estaba lista.
Sabía que había hecho una buena amiga, Andrea era de esas chicas que pasara lo que pasara siempre estaba a tu lado. Eso lo sabía, lo podía leer en su rostro. Y eso me gustaba, pocas personas de clase alta. Eran como ella. Acabe de preparar el té, lo puse en dos tazas y las lleve al salón donde me esperaba Andrea con unas cuantas pastas.
-Aquí tiene señorita Fiore. Espero que le guste.
Dije con una sonrisa dejando mi taza delante de mí en la mesa y cogiendo una de las pastas. No sabía cómo empezar a hablar así que preferí que fuera ella. A veces yo no sabía cómo empezar las conversaciones se podía decir que un mini defecto mío.
Mientras el agua se calentaba pensé en Andrea, no sabía lo que me pasaba con ella… me estaba sintiendo atraída. Pero es que me pasaba igual que cuando estaba con un hombre, la sentía como si ella fuese un hombre. Pero eso era imposible, ella era una mujer como yo o como Lisse. Pero aquella atracción estaba ahí aunque no diría nada, no era… buena idea, decir algo como eso. Por eso yo prefería no decir nada. Estaba tan metida en mis cavilaciones que me di cuenta justo a tiempo de que el agua estaba lista.
Sabía que había hecho una buena amiga, Andrea era de esas chicas que pasara lo que pasara siempre estaba a tu lado. Eso lo sabía, lo podía leer en su rostro. Y eso me gustaba, pocas personas de clase alta. Eran como ella. Acabe de preparar el té, lo puse en dos tazas y las lleve al salón donde me esperaba Andrea con unas cuantas pastas.
-Aquí tiene señorita Fiore. Espero que le guste.
Dije con una sonrisa dejando mi taza delante de mí en la mesa y cogiendo una de las pastas. No sabía cómo empezar a hablar así que preferí que fuera ella. A veces yo no sabía cómo empezar las conversaciones se podía decir que un mini defecto mío.
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