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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Boriska K. Szöcs Mar Mar 06, 2012 12:09 pm

Esa noche tenía algo de especial, lo suficiente como para notarme algo revuelta. Una pizca de excitación dentro de este cuerpo muerto mío que tenía ya es decir mucho ¿No creéis? Y sin que ningún grito me inspirase esa sensación; que era lo más habitual. Nada de nada. Nadie mejor dicho. En ese momento, dentro de mi propio carruaje, estaba completamente sola mientras me diría a mi dulce destino en aquella fría noche de invierno.

¿Cuánto hacía ya desde que había recibido sus cartas?
"Necesito algo de dinero ¿Puedes hacer algo al respecto?" Ese hombre sabía mi condición y como me 'ganaba' la vida. Aunque hacía tanto que no lo veía, sin embargo, nunca olvido a alguien interesante. Mucho menos a los hombres con los que me acuesto, han sido demasiado pocos en mi muy larga vida, también han habido demasiado pocos que acabasen contándolo... Controlarme no es algo fácil ¿Sabéis? Con la mayoría de mujeres es fácil, adoro ver sus caras después de hacerlas gritar o llorar. Despiertas. Pero ¿Qué hay de los hombres? Es pura diversión. No tienen nada que me guste además de la rabia que pueden proyectar hacia mi, mientras los torturo. ¿Sabéis lo orgullosos que son? Que han sido, son y, por desgracia, serán siempre. Por eso no me gustan para otra cosa. Y por eso se me hace demasiado difícil controlar mis impulsos asesinos. Gracias por ellos, Ana. Iban incluidos en el paquete de la inmortalidad, los falsos sentimientos y mi odiosa independencia al género humano. Dependencia secreta pero, al fin y al cabo, ¡Independencia!. Por si no lo habéis notado; la odio. Sí.

¿De qué hablaba? Ah, sí. Mi encuentro con ese ser masculino, humano y con el que pasé una noche años atrás. Aunque eso no es lo más importante. Lo más importante, es que fue de los pocos a los que dejé vivito y coleando. Como lo oís. ¿Me cayó bien? Nah, que yo recuerde, fue pura suerte para él. Estaba pasando por una 'mala racha' llena de ligera confusión y algo de enfado, además de borracha. Aún así, fue de los pocos que me duró más de una noche hasta que de la nada consiguiera esfumarse ¡Sí! Se me 'escapó'. Sin duda fue un reto bastante agradable al que no logré localizar, cabe añadir que al poco de buscarlo encontré algo más interesante y lo dejé correr. Y así pasaron las semanas, los meses, los años... ¡Cual fue mi sorpresa! Al recibir una carta suya justo una semana antes de que tuviera que salir de la mansión por repentinas obras. A veces cuando las cosas no me salen bien me gusta romper parte de mi propia casa; será mejor que no os preguntéis nada. La cuestión es que no era la primera vez que mis pies tendrían que pisar uno de los hoteles más lujosos de París. El 'Des Arenes' tenía un buen servicio de habitaciones en todos los sentidos. Y unas buenas suites, además de amplias y limpias.

Mi vestido rojo, escote palabra de honor, y largo hasta el suelo me hizo lucir estupenda cuando bajé del carruaje. Llevaba a Sólyom en uno de mis descubiertos hombros y, aunque sus afiladas uñas se me hacían ligeramente incómodas, era una costumbre demasiado 'agarrada' después de los años que ya llevábamos juntos. Mi magnífico halcón de alas plateadas y plumaje azulado que asustaba a los más enclenques con solo una mirada. Digno de mi, por supuesto. - Vuela - Susurré en húngaro antiguo, posiblemente ni gritándolo alguien se enteraría de lo que significaba ese vocablo. Demasiados humanos. Y, de esta manera, alzó el vuelo hacia la que sería nuestra suite; una de las más altas. Probablemente no llegaría hasta que la impregnara con mi olor, la única manera de encontrar el camino a casa. Dónde yo estaba. Limpié con un dedo el par de gotas de sangre que se dignaron a resbalar por mi hombro como muestra de las bien afiladas garras que tenía mi mascota. Garras que yo misma procuraba que estuviesen así, de lo contrario, solo le entorpecería a la hora de cazar. Después de lamerlas -Cabe decir que no me gusta mi propia sangre.- entré con la cabeza bien alta por las puertas giratorias del gran hotel. Siguiéndome iban el par de guardaespaldas/mayordomos; mis fieles sirvientes. Ni mucho menos viejos enclenques como los que la mayoría de 'señoritas' tenían, ellos eran perfectos para mi. Imponían presencia, sabían defenderse solos, tenían sangre de sobra para las más limitadas situaciones y, por sobre todas las cosas, absolutamente siempre acataban mis ordenes sin preguntar, objetar o interponerse. En cierto modo los amaba. O, tal vez, solo amaba su efectividad a la hora de trabajar para mi casi a tiempo completo.

En cuanto la recepcionista me vio acercarse ya pude oler su repentino miedo. Adorado miedo. Convinado con la pequeña excitación que le producía recordar nuestro encuentro me costó una vida no llevármela conmigo. Se me hacían tan irresistibles a veces... - Hola, Anne - 'Anne Marie' así se llamaba, y no os voy a mentir diciendo que no la llamé Ana más de una vez. En parte por eso se me hace más irresistible que otras mujeres que conozca. Todas las Anas pasan automáticamente a ese grupo de mi vida. - Supongo que ya estará lista mi suite - Devolví la breve afirmación de ella con una agradable sonrisa. - Sin embargo, hay algo que necesito que hagas por mi. - Metí la mano en mi pequeño bolso -Muy pequeño.- que colgaba de uno de mis brazos y saqué una carta. El sobre estaba en blanco, sin nombres ni nada que se pudiera leer al trasluz. La discreción siempre ha sido una de mis mejores cualidades. - Tengo entendido que un hombre llamado Marek trabaja aquí - Mientras me inclinaba para dejar la carta dentro del bolsillo de su falda, acaricié disimuladamente parte de su muslo. Y mis labios quedaron a escasos milímetros de su oído - Dale esto de mi parte y si quieres repetir lo de la última vez, ya sabes dónde estoy - Reí, tentada de morderla pero ocultando mis recientes largos colmillos. Las ansias no eran nada buenas para pasar desapercibida en medio de tanta gente 'normal'. - Gracias y Arrivederci - Susurré la última palabra de una manera más seductora y pícara. Como ya os he dicho, las Anas siempre serán mi debilidad.

De camino hacia arriba, sola ya que mis 'hombres' habrían llegado hacía rato con las maletas, vino a mi memoria el momento en el que había escrito lo que estaba dentro de ese sobre. Sonreí. Estaba completamente segura de que el dinero sería su perdición en mi total beneficio.

Querido Marek

Tal y como te dije, he venido a verte, ¿Te sorprende? Espero que no ya que tu mismo me lo pediste.
En cualquier caso... Tengo el trabajo que te dará ese dinero que tanto necesitas.
Si todavía no te has arrepentido, puedes preguntar a tus compañeros por la suite en la que me alojo y hacerme alguna visita.
A lo mejor te doy más detalles.
Por si acaso, trame algún regalito; no me gusta hacer favores gratis.
Con mucho cariño.
Boriska.


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Mensaje por Invitado Miér Mar 07, 2012 3:47 pm

Como era su costumbre desde que laboraba ahí, estaba escondido de sus superiores tratando de recuperarse de la resaca provocada por la noche anterior. Cada franco que caía en su bolsillo se iba directo a manos de los taberneros y así iba su vida de mal en Francia. No es que él haya creído que al llegar a aquel sitio todo iba a mejorar, simplemente ser un nómada parecía estar labrado en su naturaleza, así como la curiosidad, el alcoholismo y los versos.

Esa mañana había ido al hotel como se suponía debía ser su rutina, claro, había dormido escasas dos horas y aun conservaba aliento alcohólico. Lo mandaron a limpiar el desastre en una de las suites más grandes del hotel, no recibía muchas explicaciones nunca, pero había escuchado que el inquilino, un hijo de nobles, había tenido cierta fiestecita la noche anterior. Bufó pensando en los excesos de los ricos, y no porque le parecieran de mal gusto, sino porque él ya ni tenia acceso a ese tipo de reuniones. Le gustaba escribir, lo aleccionaron mal al darle todo aquel lujo desde el principio y tan joven. De todos modos, como genio que indiscutiblemente era, la estabilidad nunca iba a ser algo muy presente en su vida.

Subió a la habitación indicada y limpió con ayuda de una mucama quien, después de un rato que Marek le estuvo viendo el escote, se fue indignada; por fortuna estaba casi ya todo listo, y aprovechó para asearse en aquel lugar, lavarse el rostro y enjuagarse la boca al menos, y luego nada, de nuevo al armario de las escobas a intentar dormir sin ser descubierto. Era astuto, jamás contradecía a uno de sus superiores por más estúpidos que le parecieran, eso le daba cierta seguridad de que, aunque se la pasara huyendo de hacer algo, le tendrían cierta consideración. Tampoco era un lame botas, había aprendido que era mejor quedarse callado en ese tipo de cosas.

Más tarde, después de haber dormido entre escobas y demás, decidió salir, para hacer acto de presencia, para que se le viera por ahí limpiando una ventana o fregando un piso, y si preguntaban, estaba ocupadísimo limpiando un desastre en cualquier sitio que o fuese muy transitado por casi nadie. Así se las apañaba, así pasaba su día.

Cuando empezaba a obscurecer decía que barrería la entrada, tarea que nunca nadie le pedí pero que tampoco nunca nadie le negaba. Salía y quitaba la nieve o las hojas secas, según fuese el caso y luego se recargaba en el mango de la pala o escoba a observar los últimos rayos del sol desaparecer tras los edificios de la urbe. En ese instante del día era otra vez Marek Bártok en toda la extensión del nombre, observando un fenómeno cotidiano, mundano y nimio una y otra vez, pensando en cómo describir los tonos dorados del atardecer sin decir “tonos dorados del atardecer”, sosegado y por un instante incluso, tranquilo. Después de un rato, claro, se preguntaba cuánto tiempo faltaría para poder irse a su casa y si de hecho iría directo al cuartucho donde vivía o por ahí a embriagarse.

Recogió todo e ingresó de nuevo al hotel, debía dejar en orden los utensilios que usaba, así que se encontraba metiendo baldes, lavando trapos y acomodando escobas en el armario cuando alguien lo tocó en el hombro. Se giró y vio a Anne Marie, la recepcionista en turno; una mujer hermosa, lo sabía, o lo veía, mejor dicho, joven, más joven que él, de esas que últimamente eran su debilidad. Le sonrió y alzó ambas cejas en espera de saber para qué lo buscaba, la recepcionista y el mozo no tenían muchos asuntos en común, así que se le hacía raro.

Ella extendió sólo un trozo de papel y se marchó sin cruzar palabras, excepto algo sobre en la habitación que estaba; Marek la siguió con la mirada, su cadencia al caminar era digna de algunas líneas, hasta que desapareció tras una esquina, entonces abrió el sobre y leyó con calma. Conforme avanzaba en esa sencilla nota, más y más la sorpresa (por sobre cualquier otra reacción) lo invadió hasta que, sin querer y al ver el remitente, soltó una carcajada, más de nervios que de otra cosa.

Dobló el papel y lo guardó en el bolsillo de su pantalón, para luego terminar de hacer lo que estaba haciendo, aunque con más premura de la que antes le estaba inyectando. Faltaban cinco minutos para que pudiera salir, supuso que a nadie le molestaría si se iba antes, además que técnicamente no saldría del Des Arenes.

Subió las escaleras hasta aquella planta, una de las últimas de alto edificio. ¿Un regalo?, pensó, qué regalo le iba a poder llevar si no tenía ni en qué caerse muerto. Aunque conocía a Boriska, mucho o poco, pero la conocía, y quizá apreciara algo más que no fuese material, no fuese una joya o una botella de buen vino. Su cuerpo, sus venas y arterias estaban repletas de aquello que un vampiro más apreciaba. La muerte era un tema que no lo aquejaba, aunque morir a manos de ese vampiro en especial, eso sí tendría connotaciones particularmente humillantes.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Miér Mar 14, 2012 10:53 am

No puedo negar que, como siempre, el hotel dejaba una buena impresión en mi. La suite, aunque no era la misma que la de la última vez, sí que tenía un decorado y una distribución muy similar. Posiblemente el decorado de unas suites tan especiales como aquellas no variaría demasiado, teniendo en cuenta que se podrían contar con la mano de las cientos de habitaciones que formaban parte del hotel. Porque cuando yo me alojaba en algún sitio, siempre daba el 'cante'; y solo cuando yo quería pasar desapercibida entonces no había nadie que pudiese reconocerme o si quiera fijarse en mi. Así quera yo. Caprichosa hasta la médula para cualquier cosa que se me antojase. Y si algo me había enseñado Ana durante nuestros muchas décadas juntas era a disfrutar de los lujos, el dinero y todo lo que tuviese que ver con la buena vida. Eso incluía a alguna que otra víctima de vez en cuando. Matar, aunque la sociedad humana lo penaba y lo consideraba un crimen, para los que eran como yo sin ningún tipo de corazón o sentimiento ni conciencia era todo un juego. Tal vez en los últimos años había perdido facultades, sobretodo al descubrir mi creciente gusto por dejar vivas a las mujeres después de torturarlas ¿Qué podía hacer? Mi etapa de matar a todo el que se juntara conmigo ya se había terminado hacia como unos cincuenta años y, desde entonces, descubría lo que era despertarse con un cuerpo vivo al lado después de una noche de sexo. ¿Qué sería lo siguiente?.

En cuanto entré por la puerta descubrí que mis muchachos estaban colocando las maletas en su correspondiente lugar; mi habitación. Ni siquiera se molestaron en voltearse o ponerse a la defensiva por ver quien entraba por la puerta, su buen olfato ya les habría indicado desde hacía rato que yo estaba cerca. Ahora que lo pensaba ¿Qué olor tendría el humano? Marek, hacía tanto tiempo desde nuestro último encuentro y habían pasado tantos 'olores' por mi vida que aun haciendo memoria no era para nada capaz de recordar. Cerré los ojos e inspiré, probando algo de suerte. Pero nada, así que sin que me quedase otra opción que esperar que no se echara hacia detrás caminé un poco por el lugar degustando las vistas que me ofrecía. Sobretodo la vista del paisaje que desde una planta tan alta se veía. Puntos de luz por toda la ciudad que, al ser de noche, iluminaban a las pequeñas hormiguitas humanas y vivientes mientras andaban ajetreados de un lado a otro. Posiblemente, no todos serían humanos. Yo misma podría haber estado allí abajo, de echo. Y, poniéndome a pensar, había tantos como yo escondidos entre la humanidad. Posiblemente no solo en París sino en todo el mundo. Una vez más, inevitablemente, se me vino a la cabeza Ana. Suspiré. De una forma u otra acababa pensando en ella y después de tanto tiempo empezaba a cansarme a decir verdad; por desgracia tenía demasiada buena memoria como para olvidarla. Y ¿De qué otra forma podría hacerlo? Pues sustituyendo ese recuerdo por los muchos otros que tenía y que había estado construyendo desde su muerte. Muerte que ni siquiera me hizo soltar más de un par de lágrimas, curiosamente.

- Ama, hemos terminado - La voz de Gaspar me distrajo en ese momento, cosa que le agradecí mentalmente. Aunque no lo supiera claro está. - Bien, en ese caso podéis marcharos. En la recepción están las llaves de vuestras respectivas habitaciones - Les informé. Aquella suite era grande, sí, y de echo daba de sobras para los tres pero pudiendo darles su intimidad y la mía propia no iba a ahorrar en gastos. Continué observando por la cristalera/ventanal de la habitación, esta vez pensativa y concentrándome específicamente en el reflejo de los chicos marchándose. Hasta que no abrieron la puerta, no recordé algo importante. - Gaspar, Tomás - Llamé su atención y cuando, todavía por la cristalera, les vi que dirigían sus ojos hacia mi me volví para corresponder a la mirada. - No creo que sea necesario recordar que quiero absoluta intimidad esta noche; nada de interrupciones ¿Está claro? - Ambos asintieron con esa expresión seria que siempre tenían y yo sonreí ligeramente traviesa; además de coqueta. - Que os divirtáis - Los despedí más irónica que divertida, porque aunque no sabía ni me interesaba su vida privada me daba la sensación de que no eran capaces de divertirse. Ahora bien, yo debía prepararme para mi tan ansiado invitado y precisamente eso fue lo que me dispuse a hacer.

Mientras el sonido de agua de la bañera me relajaba, mis manos volaron sobre una de las maletas; la que tenía algunos de mis mejores trajes de noche. Y cuando digo de noche, no me refiero para salir. Me refiero a trajes de noche algo más privados. Me explico ¿Verdad?. Un conjunto ligeramente transparente y rojo carmesí, a conjunto con mi hermoso cabello, iría perfecto para recibirle. Y más valía que ese hombre apreciase este gesto porque me vería muy pocas veces arreglándome sensualmente para alguien del sexo masculino. Caminando con la prenda hacia el baño, la dejé colgada algo despreocupadamente por 'ahí' y empecé a desnudarme. Parte por parte, como siempre, mientras me miraba fijamente al espejo. Una costumbre que tenía desde que había empezado a no envejecer; me fascinaba tanto que no podía evitar el no mirarme por doquier. El agua, fría, me recorrió todo el cuerpo de una manera escalofriante, casi solté un orgasmo y ahí el por qué me encantaba bañarme con agua helada. Como humana cogía el peligro de enfermarme y todas esas cosas pero siendo inmune, no había absolutamente nada que me permitiera disfrutar siempre que quisiera de un buen baño helado.
Ya solo quedaba esperar por mi diversión.


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Mensaje por Invitado Miér Mar 28, 2012 12:46 pm

Caminando rumbo a su destino, se sintió un recluso directo al caldaso, como si fuese a recibir una muerte temprana pagando por todos sus delitos, pero no, no, negó con la cabeza, esa mujer, recordaba apenas (probablemente haya estado borracho) prefería otros métodos de tortura, no supo si eso le serviría de consuelo, pero por ahora lo ayudaba a continuar caminando, subiendo escaleras y doblando esquinas para finalmente llegar al lugar del encuentro. Cuando decidió ir a París, no se imaginó que hasta ese sitio, tan lejos de su Cracovia natal, donde yacía toda su gloria hoy extinta, el pasado fuese a acosarlo como un mosquito que no deja dormir por las noches. Molesto, pero no mortal.

-Quizá no fui yo quien decidió llegar aquí –se dijo en voz alta amparado por el desértico pasillo-, soy un barquito de papel a la deriva, el viento me trajo hasta este lugar –llegó a esa conclusión mientras seguía avanzando. Rio a solas ante sus propios pensamientos y deslizó la yema de los dedos por la superficie porosa del papel tapiz que vestía los pasillos.

Finalmente estuvo frente a la puerta indicada, sin ningún regalo entre las manos, desde luego; se tomó un momento y antes de tocar giró sobre sus talones sólo un cuarto de un círculo completo, hacia el extremo del pasillo donde una ventana alta y angosta daba hacia una calle perpendicular a la calla donde la fachada del hotel se encontraba. Caminó hasta ese sitio a observar a los transeúntes, los carruajes, las luces de la ciudad que se extendían como un cielo nocturno en forma de alfombra. Entornó los ojos y aunque no renegaba de lo que le estaba sucediendo, incluso lo entendía, en su mente le parecía lógico estar fregando pisos mientras gente en quién sabe qué punto del mapa sostenía entre sus manos libros suyos y recitaba sus poemas, aunque fuesen tachados de incendiarios. A los jóvenes les gustaba eso, rio para sí mismo pensando en la última vez que se sintió joven.

No era tan viejo, tampoco, pero su vida hasta entonces había sido turbulenta, por decir lo menos. El punto de quiebre fue cuando Agnieszka, la que después sería su primera esposa, robó su cuaderno donde escribía y se los presentó a su padre, que resultaba ser un importante mecenas de artistas locales Stanisław Wałęsa. Ese fue el momento en el que empezó a ascender, pero también en el que comenzó a caer. Subió rápido, como una bala, y bajó del mismo modo. Le escupió al cielo, ¿cómo esperaba no terminar con el escupitajo en los ojos?

Miró por sobre su hombro cuando escuchó ruido y observó por el reflejo de la ventana a dos hombres salir de la habitación de Boriska, sonrió de lado, se preguntaría si esos pobres diablos habían servido para lo mismo que él muchos años atrás, pero si era así, ¿entonces para qué lo citaba? Es un vampiro, se dijo, y esa respuesta pareció satisfactoria para todas sus dudas. Una vez que los hombres desaparecieron se giró de nuevo y caminó el corto tramo, una mesita de pared adornaba el pasillo y ahí había un florero con lirios blancos, su inconfundible perfume lo dejó absorto un momento y luego tomó uno.

-Vaya cliché –se dijo observando la flor en una de sus manos y finalmente se atrevió a tocar la puerta, no iba a arriesgarse a querer entrar así como así, aunque solía no tener respeto por casi nada, aquella mujer infundía mucho temor y era mejor no arriesgarse, o no antes de tiempo al menos, estar ahí ya significaba un riesgo. Se acomodó el cuello de la camisa, se rascó la nuca y enderezó la espalda esperando a que lo atendieran.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Sáb Mar 31, 2012 10:06 am

Hubiese quedado muy 'bonita' la imagen de mi misma relajada en un baño cubierto por el vapor del agua; como era lo normal. Sin embargo -Y siguiendo con la costumbre de no haber nada de normal en mí.- en aquella habitación podía verse perfectamente sin un solo rastro de vapor. ¿Cómo haberlo cuando el agua era fría? Y cuando digo fría, me refiero a helada como el propio hielo que habría sin deshacer en el polo norte. Nada de templada. Yo si utilizaba agua caliente era solo para la comida que, obviamente, no podía cocerse con agua fría; como la propia palabra indicaba. Por lo demás, disfrutaba enormemente del frío tanto física como mentalmente. Sabía lo doloroso que podía ser para algunos sumergirse en agua congelada, lo que le aumentaba la diversión a ciertos momentos de mi vida. Cerré los ojos y solté un profundo suspiro placentero, mientras apoyaba la cabeza en el borde de la bañara. Alcanzando el pleno relax del momento. Y, de repente, pensé en el invitado que -A menos de haberse rajado.- tendría esa noche. Podía recordar algunas de las noches que habíamos pasado años atrás, pues no me era fácil olvidar los hombres que me habían sido placenteros en mi vida. Además, conocía mi verdadera naturaleza y mi especial gusto por la sangre. Sobre todo, durante el acto sexual. ¡No me extrañaría nada que no se presentara! Reí, divertida.

Mucho antes de escuchar el 'toc toc' de la puerta, supe que ya estaba rondando por allí. Como mínimo, en la misma planta de mi suite. Debo confesaros que no recordaba para nada su olor pero, por alguna razón, cuando llegó a mi olfato simplemente lo supe. Ya llevaba un buen rato sintiéndolo. Haciendo acopio de mi fuerza de voluntad, salí del agua en la que tan a gusto había estado sumergida; para mi consideración demasiado poco tiempo. Tal vez luego volviera, pero no sola. Me miré al espejo de sobre el lava manos, lo suficientemente ancho y grande como para contemplar la mayor parte de mi cuerpo. El agua recorría casi cada rincón y, para que negarlo, me encontraba sexy. Excitante. A pesar del frío, observé que mis pezones se mantenían erguidos y había otra parte que lentamente se iba calentando. Sonreí mirándome a mi misma con ligera vanidad ¡Era toda una diosa!.

Sin ni siquiera secar mi cuerpo -Sería un desperdicio.- coloqué la fina prenda de seda que había elegido para aquella peculiar noche. Roja, resaltando el color que prefería y mejor me caracterizaba, la tela se acomodó a cada una de mis curvas a la perfección. Aun no siendo del todo transparente, mis pezones no podían dejar de marcarse. De nuevo, sonreí frente al espejo con vanidad. Si había algo que amara en la vida era a mi misma y la manera en la que me podía mantener año tras año sin envejecer. Una cualidad humana deplorable, en mi opinión. Aunque también tuviera sus ventajas... Quitando esos pensamientos de la cabeza, sacudí las hebras mojadas de mi cabello para darle algo de volumen. Hebras habitualmente onduladas que por el agua ahora se mantenían completamente lisas. Lista. Perfecta en cuestión de minutos.

Y no fueron más de dos segundos lo que me tardé en llegar hasta la puerta, que abrí con suma lentitud. El olor del humano ya se me había metido hasta por los ojos incluso antes de, por fin, tenerlo de verdad frente a mi. Clave mis ojos en los suyos de manera automática. Mi cuerpo, en un gesto aparentemente despreocupado y ligeramente seductor, se dejó recostar sobre la puerta entreabierta. Sonreí, parpadeando y casi cogiendo aire antes de pronunciar lo primero en tantos años. - Hola, Marek. - Fue casi un susurro más estaba segura de que no habría pasado en nada desapercibido.

Lencería.
Dale un toque antiguo, por supuesto, pero para que te hagas una idea.


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Mensaje por Invitado Vie Abr 13, 2012 1:35 am

Un segundo después de tocar la puerta sintió el impulso de girar 180 grados y salir de ese sitio. ¿Tan necesitado se había vuelto como para correr como liebre a fauces el lobo? Pero algo más allá del miedo superficial lo ancló a ese sitio y le impidió moverse, por muchos riesgos que supiera que estaba corriendo, comenzaba a sentirse excitado y emocionado, el peligro era algo que movía a los humanos, él lo sabía, no era tan ingenuo. Además de que sí, estaba necesitado, no tenía en qué caerse muerto, posiblemente alguien en Cambridge o Colonia ahora mismo sostuviera uno de sus libros y estudiara su subversiva poesía, sin tener idea que el autor de todo aquello, el alguna vez coronado «el mejor poeta joven de Polonia», que de joven ya tenía muy poco (aunque su alma, según él, seguía siendo la de un adolescente hormonal que se calienta con ver un poco de piel y tontamente se cree dueño del mundo, parte de su encanto) estaba ahora caminando a lo que podía ser su última noche sobre la tierra. Rio, de nuevo rio porque qué más le quedaba, sus pocos altos y sus muchos bajos lo habían moldeado a palos hacía el camino inminente del cinismo.

Miró al suelo, en donde sus zapatos, desgastados y roídos, con suelas de puro milagro, apuntaba en dirección a la puerta, hizo el intento fútil de limpiar uno de ellos en el pantalón, pero estaban más allá de poder ser limpiados. Mirando la insignificancia de su calzado escuchó las bisagras de la puerta (pensó que alguien debía aceitarla, pero no él a menos que se lo ordenaran) y alzó el rostro para toparse aquella figura que, por su cualidad de intempestiva era imposible de borrar. Marek aguantó la respiración un segundo, recorrió aquel cuerpo de abajo para arriba hasta toparse con la faz de Boriska, abrió la boca, quiso decir algo, pero no pudo decir nada. Pensó que estaría preparado, pero se había equivocado. Nadie estaba preparado para eso, era una mujer seductora y temible a partes iguales, ¿cómo se suponía que debía sentirse? Tragó saliva y sonrió lo mejor que pudo, con su vista fija en aquella figura, la piel mojada, el cabello lánguido y rojo y pegado a su cuerpo y la delgada tela que a penas cubría la nívea piel.

-Hola, Boriska –entonces hizo una reverencia y sin verla a los ojos fue más sencillo hablar, aún recordaba lo que había sido desenvolverse en los círculos más privilegiados de la sociedad aunque él jamás había pertenecido a ellos de verdad; ahora que lo analizaba a la distancia, ahora que en verdad no tenía nada que perder y que había tocado fondo, se daba cuenta que al final, fue un títere de Wałęsa, su niño dorado al que mangoneaba y presentaba como su gran logro. «Hijo de la grandísima puta –pensó- el talento era mío, tú sólo diste la plata», aún con aquel pensamiento dándole vueltas tomó la mano de la vampira y posó un beso en ella. Si se veía ridículo o no, no le importó, aunque llegó a la conclusión de que sí, si se consideraba los harapos que vestía como para dar muestras de aquella galantería de pacotilla.

Dio un paso y no se atrevió a dar más, soltó la mano ajena y con la otra apretó la flor al punto de casi tronar el tallo, se detuvo a tiempo y la extendió. Miró la habitación como si no la conociera, se encargaba de limpiarla un día sí y el otro también.

-Sabes que ese no será el único regalo que tengo para ti esta noche –finalmente pudo armar una frase más coherente, regresó su vista a ella y le sonrió de lado-, ¿no me invitas a pasar? –aunque técnicamente ya estaba adentro-. ¿Cómo supiste que estaba aquí? –podía ser una cuestión trivial e insolente, es decir, ella era lo que era, obtener información debía ser la más sencilla de las tareas, ¿pero por qué él? ¿qué le interesaba de él? ¿Sólo quería burlarse de la desgracia en la que había caído? No la culpaba, él lo haría si los papeles estuvieran al revés.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Miér Abr 18, 2012 8:39 am

Si os soy sincera, no sabría ni cómo describiros el placer que me produjo ver la reacción del humano. Marek, en quien el tiempo había pasado factura -Como a todos los humanos.-, continuaba siendo cómo yo lo recordaba. Más joven en aquellos tiempos y puede que menos precavido pero continuaba produciéndome esa extraña sensación en mi que, desde luego, muy pocos hombres conseguían. Depender de las emociones ajenas creaba al mismo tiempo un pequeño vínculo que solo yo conocía, por supuesto, ninguno de mis amantes sabía de ello. ¿Yo, depender de alguien? ¡Nunca... Lo reconocería públicamente. Me daba vergüenza, para qué negarlo. Era hermosa. Perfectamente perfecta tanto física como psicológicamente. Y era estúpidamente dependiente de las emociones de aquellos con los que me acostaba. ¡Penoso! Demasiado. Obviamente, había aprendido a vivir con ello después de que Anna me dejara, que es cuando me había dado cuenta de lo que suponía no estar en pareja. Y de el por qué de ese cliché que a los 'chupasangres' siempre se nos relataba emparejados por necesidad en los libros. Cierta razón tenían.

Alejando esos desagradables pensamientos, me centré de nuevo en Marek quién continuaba estando exquisitamente tenso. Por mucho que intentara disimularlo con esa falsa sonrisa en sus labios ¡Me tenía respeto! Contuve una carcajada de diversión, porque en el fondo quería que continuara así. En mi faceta seductora, mostré la mejor de mis miradas coquetas. Hacía tanto tiempo desde la última vez que me comportaba así con alguien del sexo contrario que se me hizo realmente extraño. Pero no insoportable, más bien todo lo contrario. Tenía la sensación de que disfrutaría de lo que pasara en los próximos minutos, horas... - Así que.. ¿Eres de los que regalan flores? No recordaba eso - Esta vez sonreí, no burlona, sino seductora mientras acercaba la flor a mi nariz. No necesitaba esa proximidad pero fue una excusa perfecta para volver a parpadear, apartando unos segundos la vista de él hacia la flor y con la misma rapidez volviendo a mirarle. Di un paso a delante, aproximándome sin esperar que respondiera a esa retórica y obvia pregunta medio irónica. - Que mal, Marek... ¿Ya no recuerdas como funciona esto? - Con un fingido suspiro y aire aparentemente triste, apoyé un dedo en su camisa. Sin presionar, solo rozando. - Después de todo, fuiste tú quién me contacto.. - Sonreí, aproximaando de nuevo la flor a mi rostro. A la altura de mis labios, ocultando la sonrisa divertida que acababa de aparecerme. Pasé de acariciar la camisa a agarrarla con esa misma mano con el fin de inclinar su cuerpo hacia mi - Pasa, chérie - Dejando de nuevo a la vista mi rostro, di un mordisco al aire con la intención de mostrarle mis bien afilados colmillos.

- Y cierra la puerta, no quiero interrupciones - Reí al apartarme y soltarle. Dejé la flor sobre la mesa redonda del centro de la sala. Era una suite bastante amplia por lo que contaba con una ante sala a la habitación con, por supuesto, un gran baño incluido. Acaricié la superficie de la oscura madera que conformaba aquella mesa con la punta de un par de mis dedos mientras la recorría dándo la vuelta; esperando a que Marek hiciera lo que le había dicho -Ordenado.-. Las malas costumbres eran difíciles de quitar, sobretodo cuando una las adoraba.. - Sé que esta linda flor no es mi único regalo - Murmuré, recalcando la misma frase que él mismo había dicho segundos atrás. - Sin embargo, para eso hay tiempo luego... Ahora dime ¿Qué ha sido de tu vida? - ¿Yo, interés por la vida de un humano? ¡Jamás! Bueno, por él, tal vez un poco. Después de todo cuando lo conocí era una joven promesa de la escritura y ahora ejercía de limpiador en un hotel. Un hotel de lujo, sí, pero un hotel al fin y al cabo. Apoyé mi mano en el respaldo de una de las sillas que se encontraban al rededor de la mesa y, de nuevo, clavé mis ojos en él. Esperaba que ya se le hubiese pasado un poco el corte o tendría que poner remedio a ello..


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Mensaje por Invitado Mar Mayo 01, 2012 11:12 pm

-No puedo regalarte joyas, eso es obvio –habló con una especie de ironía amagada y velada, pero igual, ahí, siempre ahí. Rio quedo y brevemente ante sus propias palabras. No, jamás había regalado flores, bastaba con verlo para saber que romántico y cliché era algo que definitivamente no calzaba con su persona, y luego restaba leerlo para confirmarlo y hacer conjeturas más acertadas sobre él. Su poesía no era romántica, ni bella, a veces ni siquiera rimaba, era estridente y provocativa, sexual, beoda y bucólica. Mucho de ello gracias a que en realidad jamás recibió educación formal al respecto, sólo el impulso autodidacta que siempre lo movió y que lo ayudó a pulir sus líneas. No era malo en lo que hacía, estaba consciente de ello, tampoco el mejor poeta que hubiese visto la humanidad jamás, era un poco arrogante pero no a ese extremo.

Luego nada, se quedó en el mismo sitio sin saber qué hacer o decir y miró con una especie de sorpresa el contacto que Boriska hacía con él. La recordaba bien, indomable y dominante, seductora incluso si no se lo proponía, un demonio y era por eso mismo que aquel simple gesto lo tomó desprevenido. Aguantó la respiración por el brevísimo momento que duró el contacto, arqueó una ceja y liberó el aire sólo cuando ella se separó y lo invito finalmente a pasar. La siguió de cerca, fingiendo no conocer lo que al interior de esos muros existía; lo conocía demasiado bien, quizá la única diferencia radicaba en que él lo veía tras la tormenta, cuando tenía que reparar lo que los excéntricos inquilinos con dinero (comenzaba a pensar que era requisito indispensable ser un maldito maniático para tener dinero, o viceversa, ¡pero él lo era! Y no tenía un centavo) y no así, en su esplendo inmaculado, en su extravagancia aristocrática. Miró a su alrededor, de verdad sintió que nunca había estado ahí a pesar de haber estado en ese mismo lugar cientos de veces antes.

Se echó ligeramente hacia atrás cuando ella hizo alarde de sus colmillos, se giró para disimular regresando sobre sus pasos hasta la puerta. No era tonto, sabía lo que un vampiro era capaz de hacer, se había codeado con muchos en el pasado como para ignorar ese hecho. Cerró la puerta como le fue ordenado y se dio cuenta de la mella que su nueva vida servil ya había provocado en él. Ahora hasta obedecía órdenes sin chistar, condicionado como perro de experimento médico. No era tan grave pensó y echó es pestillo para luego seguirla otra vez.

Entonces la miró con la mesa de centro de por medio y sonrió de lado un tanto más seguro sobre el piso en donde posaba sus pies, posó la yema de los dedos en aquella superficie lisa y obscura de madera.

-¿Pero qué recibiré a cambio? –disimular que sus actos eran desinteresados hubiese sido la más grande de las mentiras, ella sabía que no era de ese modo, él lo sabía, las palomas en la balaustrada del balcón lo sabían, su sonrisa se acentuó pero en sus ojos un tinte de sombra se posó.

-¿Qué es de mi vida? –repitió y rio un poco más encantador y carismático-, no estoy en mi mejor momento –dijo suspirando pero bajo ninguna circunstancia aquello sonó a querer la compasión ajena. No le daba pena, ni usaba su condición para causar lástima, sólo era realista: no estaba en su mejor momento y eso era un hecho-, friego los pisos de baños sucios, ¿cómo crees que va mi vida? –era una ironía más que evidente, pero por cómo había hablado, era difícil sentirse ofendido. Casi como un buen chiste del que te ríes sin sentirte aludido aunque lo estés.

-Supongo que la vida de un mozo de un lujoso hotel no debe ser tan interesante como la vida de alguien… como tú –esas últimas dos palabras las había elegido con especial cuidado. Caminó rodeando la mesa para acercarse y mirarla de frente –me gustaría escuchar que fechorías has cometido en todo este tiempo, eso debe ser mil veces más entretenido que mis aventuras limpiando ventanas –esta vez hablaba con complicidad. No iba a juzgas a Boriska por todas las muertes que pudo o no haber firmado con su nombre. No él.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Jue Mayo 31, 2012 11:15 am

Ya empezaba a notarlo. Esa sensación tan buena de cuando te llenas, de cuando sientes las emociones ajenas como tuyas propias. ¡Oh! Sí era buena. Sobretodo porque a Marek parecía cada vez hacerle menos efecto mi presencia, ya hasta podía hablar fluidamente mirándome a la cara. Me gustaba. Normalmente, puede que hubiese preferido una actitud más sumisa, más de terror y precaución, sin embargo, con él iba a ser un poco diferente. Aunque él nunca lo sabría. En mis labios se formó una pequeña sonrisa al escuchar la impaciencia por saber qué tipo de beneficios saldrían de todo aquello ¡Casi se me olvidaba! Increíble ¿No? No debía dejar que, a mi edad, algo tan vanal como reencontrarme con alguien me impresionara de aquella manera. Por el bien de mi ego y mi reputación. Aún así... era complicado no estarlo. En los últimos años me había dedicado a matar, torturar y una larga lista de cosas semejantes. Nada propio de una santa precisamente. Y, a lo que iba, mi enfoque la mayoría de veces habían sido los hombres. Hombres jóvenes. Hombres adultos. Hombres mayores. No importaba el tipo, solo su capacidad de sufrir. Me era inevitable entonces preguntarme ¿Por qué no me ocurría lo mismo con Marek? No negaré que una pequeña parte de mi deseaba torturarle, hacerle gritar y muchas otras cosas. Y, sin embargo, no deseaba acabar con su vida. ¿Sería cuestión de que me caía bien? Parecía tan simple.

Solté una carcajada. Una carcajada mala. ¡Que pena me daba su triste vida! Acabando como limpiador de un simple hotel... Él se merecía más ¿No creéis? Así que, después de todo, lo que tenía en mente tampoco le vendría tan mal. - Ay Marek, que gracioso eres... - Sonreí pícara, mordiéndome el labio inferior. Mis colmillos todavía se mantenían en su tamaño habitual, ya que por el momento no tenía sed de sangre. Eso vendría luego. Decir que quería escuchar mis 'fechorías', como si fueran simples hurtos o cuentos de viejas, eso sí me había divertido en demasía. Había tantas cosas que podía contarle.. La cuestión es ¿Era consciente él de lo que podía haber llegado a hacer?. Veloz como una liebre me coloqué a su lado, delante de él y, para concretar, apoyé parte de mis posaderas en el borde de la mesa sobre la que él tenía la mano. - Que preguntas haces ¿Eras tan curioso antes? - Agarré su camisa con una mano, pegando su cuerpo al mío. Una perfecta sonrisa continuaba mostrándose en mi bello rostro, por el momento. Pasé la punta de mi lengua por el borde del labio superior y no aparté mis ojos de los de él. - Mh, he sido mala. Ya me conoces ¿No? Es lo mío - Parpadeé, en un gesto inocente. Aunque yo tenía de todo menos inocencia, eso era algo completamente indiscutible.

Mientras la uña de mi dedo índice jugueteaba con los primeros botones de su camisa, mi otra mano fue hasta el cinturón que sujetaba esos feos pantalones que él tenía puestos - No me gusta la ropa que llevas - Reí, divertida. - Ah, creo que me estoy desviando del tema - Sonreí, de nuevo pícara. Aparté ambas manos del cuerpo masculino, apoyándolas ahora sobre la superficie de la mesa en la que tenía ya apoyado mi perfecto trasero. - ¿Qué es lo que quieres recibir a cambio, Marek? - Mi mirada en él se tornó estratega y jugadora. Aquello era un simple negocio, como otro cualquiera, por mucho que yo estuviese vestida con una bonita prenda de lencería. Y la finalidad de un negocio, era beneficiarme. Cuanto más, mejor. Me daba un poco de pena intentar engañarle.. ¡Pero así era yo! Alguien sin alma, con sentimientos prestados. Sin escrúpulos de ningún tipo. ¿Por qué otra cosa habría aceptado su petición sino? Si él continuaba siendo tan listo como recordaba, sería consciente de ese echo. De lo contrario.. - Prometo darte lo que desees - Susurré esta última palabra con algo más de énfasis, sabía que los deseos humanos eran débiles al igual que su voluntad. Alcé esta vez mis brazos, rodeando su cuello. Aproximé mis labios hasta su oído, para que escuchara a la perfección mi propuesta. No quería que se perdiera ni un solo detalle. - Solo si te conviertes en mi esclavo - Una sonrisa se formó en mis labios al pronunciar la frase ¡Es que sonaba tan divertido! Él no pudo verla, claro.

Lamí con la punta de mi lengua su lóbulo, justo antes de apartar la cara hasta que vi sus ojos. Aunque la distancia era bastante reducida. - ¿Qué opinas? - De nuevo, me relamí como lo había echo anteriormente. De manera involuntaria. No puedo negar que me encontraba impaciente por saber cuál sería su respuesta.


Disculpa la demora! Esta vez sí me retrasé de más.


Última edición por Boriska K. Szöcs el Miér Sep 05, 2012 12:40 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Invitado Sáb Ago 18, 2012 2:48 am

¿Pero es que acaso estaba loco? Qué curiosa pregunta, lo estaba, ¡vaya que lo estaba! Un artista de su sensibilidad –misma que él se encargaba de negar- debía estar un poco loco al menos, pero Marek no estaba un poco loco, estaba muy desequilibrado, su mente evidentemente no trabajaba como la del resto, esto no quería decir algo bueno necesariamente, por ejemplo, ahí estaba entregándose a un vampiro letal como absurda inmolación porque… porque simplemente ya no tenía nada que perder y era sólo de ese modo que se sentía completamente libre. Claro que disfrutó la bonanza en Cracovia bajo el manto protector de su suegro y su mujer, respetado por aquellos intelectuales polacos aunque, el propio poeta lo sabía, muchos de ellos ni siquiera entendían que en esos versos como antorcha se encargaba de criticarlos a todos ellos, pero no fue hasta que se quedó sin nada que comprendió el abstracto concepto de libertad. Ir de aquí para allá como un velero a merced del viento, y claro, a veces venían tormentas, pero otras tantas transitares calmos.

¿Pero es que acaso estaba loco? Cómo se le ocurría haberse presentado, hablarle con esa seguridad cínica suya, estar preparado para lo que fuese, porque así era con los de su clase en general y con ella en particular. No debía, estaba consciente de ello, no debía sentir una fascinación tan arraigada por un ser tan letal, pero bastaba con verla, y con tan poca ropa, para que toda culpa se lavara como una mancha de tinta en un piso de loza. A pesar de su desventajosa situación, mantenía una posición erguida, la frente en alto, el pecho inflado; tenía todas las de perder, de qué servía ir con un semblante parecido al de un perro que mete la cola entre las patas. Su descaro ante la vida le impedía doblar las manos, lo obligaba a disfrutar incluso cuando la lógica dictaba que no lo hiciera, por ejemplo que un vampiro bebiera de él. Sonrió cuando ella lo hizo, rio cuando ella lo hizo aunque de manera más queda.

La observó acercarse, se movió en su lugar para dejarla desenvolverse, sus ojos la recorrieron sin disimulo una vez que estuvo sentada en la mesa, su piel fría y muerta, pero perfecta también, muy cerca de la mano que tenía apoyada y que en un acto reflejo simplemente retiró del lugar. Sus ojos ascendieron de nuevo, tras estar revisando aquellas largas y contorneadas piernas, cuando ella habló.

-Soy curioso –reafirmó –tengo que serlo, a parte de mozo en este lugar, soy escritor, eso es lo que hago –su expresión no cambió ni un segundo aunque en el fondo temía también, y estaba seguro que ella lo sabía, sólo le gustaba hacerse el tonto al intentar ocultarlo-. Estoy seguro que cualquier cosa que hayas hecho ha sido mucho más entretenida que lo que yo hago aquí –su voz dejó entrever el tedio que sentía, pero algo en un trabajo servil como ese calzaba bien con la imagen de perdedor que se veía reflejada en sus textos. Un hombre siempre detrás de algo que ni él mismo sabe qué es y que no puede alcanzarlo por más que trate.

Suspiró súbitamente ante el contacto y no supo dónde poner las manos, hizo el atisbo de tomarla por la cintura pero finalmente se decidió por asirse del borde la mesa. La miró con una ceja arqueada ante el comentario de su ropa pero antes de decir algo ella rectificó el camino de la conversación, aunque aquella frase resumía muy bien lo que se vaticinaba estaba por venir. A ella no le gustaba su ropa, y como su muñequito que era, lo iba a cambiar por algo más a su gusto, o quizá por nada. Después ahí estuvo finalmente, hablarían de negocios, porque eso era, ambos recibirían algo a cambio como el más básico trueque. ¿Qué deseaba? Tantas cosas y ninguna de esas sería lo que pediría. Se inclinó al frente cuando ella se acercó a su oído, los vellos de los brazos se le erizaron al sentir su aliento, su lengua, esa mujer sabía jugar su juego, no se andaba con rodeos. No contestó de inmediato y volvió a tenerla de frente a muy poca distancia.

-Esclavo… -repitió reflexivo –yo sólo deseo papel y tinta –rio ante su sencilla petición, rio con burla. Se estaba burlando de él mismo-. Deseo en realidad dejar de fregar pisos pero, llámame demente… no deseo dejar de servir –porque era ese fastidioso trabajo el que lo mantenía escribiendo como un combustible que contamina pero necesario para avanzar-. Sí, tu esclavo, creo que suena bien con mis deseos –quizá y muy probablemente ella no se esperaba que la moneda con la que quería ser retribuida fuera precisamente la divisa con la que Marek quería pagar. No tenía otra cosa, sólo su físico, y su mente, pero esa, probablemente no le interesaba… por ahora, a la vampiresa. Se acercó más y se acomodó entre las piernas ajenas, finalmente se atrevió a tomarla por la cintura aun con un dejo de respeto-, ¿qué dices tú? –regresó la pregunta.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Miér Sep 05, 2012 1:12 pm

La situación mejoraba por momentos. A pesar de que los segundos se me hacían eternos, podía oler cuál iba a ser mi tan ansiada respuesta... ¡Sí, ese hombre era un demente! Como él mismo había echo bien de llamarse. ¿Sabría lo que suponía someterse a mi siendo mi esclavo? Estaba claro que no, o por lo menos no de manera completa. Para mi hubiese sido tremendamente fácil obligarlo, solo bastaba hurgar un poquitín dentro de esa frágil cabeza humana, tocar unos cuantos "hilos", y tendría su completa sumisión sin reparo alguno. Pero resultaba tan fácil como aburrido. ¡Ya tenía de esos esclavos involuntarios! Quería escuchar su respuesta, precisamente, esa risa burlona de su propia estupidez al considerar si quiera que sería divertido.. para él. Para mi iba a serlo. Y tanto que sí. Y, lo cierto, es que me importaba muy poco si había considerado fríamente la propuesta, si de verdad estaba preparado. ¿Para qué os creéis que me puse aquella lencería que ocultaba menos de lo que mostraba? A los hombres siempre les había perdido su virilidad, ver a una mujer hermosa escondiendo su feminidad. Marek escondía muy bien ese deseo y desconcierto que le provocaba, no solo por mi hermoso cuerpo sino también por mi condición de ser sobrenatural, aún así lo tenía dónde yo quería.

Mi cuerpo se estremeció suavemente ante el roce de las manos ajenas, que había colocado sobre mi cintura mientras se abría paso entre mis piernas. ¡Vaya! Eso sí que era inesperado... Parecía estar tomando confianza a cada segundo que pasaba, confianzas que dada su respuesta le pemitiría pasar. Solo por ese día... ¡El bueno de Marek! Reí, a carcajada limpia. Sí, la situación mejoraba por momentos. De echo, ya era completamente ventajosa. Para mi. ¿Solo deseas papel y tinta? Y, además, me llevaré tu sumisión hacia mi... Una sonrisa se curvó en mis labios, al mismo tiempo que las piernas rodeaban el cuerpo del hombre, atrapándolo y aprisionándolo contra mi propio cuerpo. Reí de nuevo. Una de mis manos descendió de su nuca hasta su pecho, hasta su camisa más concretamente, agarrándola con fuerza. Obligándole a encorvarse más hacia mi. Eres un lindo demente Mi lengua recorrió la mejilla ajena en un movimiento tan burlón como sensual, notaba mis colmillos a flor de piel. Apunto para salir, aunque no fueran esos mis deseos. Por el momento.

La cercanía de ambos cuerpos llevó al roce de nuestras partes inferiores, un roce nada inesperado y completamente voluntario. En un acto sutil, mis caderas se frotaban con suaves y casi imperceptibles roces. Imperceptibles para quién no estuviera atento... No era el caso de Marek, olía su excitación mezclada con el respeto hacia mi y hacia mi demonio interior, además de lo que parecía ser un punto de diversión por la propuesta echa recientemente. Todo un cóctel, sin duda. Entonces... Firmaremos el contrato esta noche, a partir de ahora trabajas para miPor un momento, se fue toda la picardía y diversión tanto de mis palabras como de mi rostro, aunque un brillo peculiar permanecía en el iris de mis ojos. Ojos que miraban en todo momento a los del humano, reflejándose cual espejo. Sería tan fácil abrir su mente para saber qué escondía... Realmente fácil. No me costaba ni desgastaba absolutamente nada. Casi notaba que estaba a punto de hacerlo involuntariamente. ¡Sin embargo! No quise. No quería caer en la tentación de descubrir tales "secretos". ¿Tanto me costaba respetar a un humano? Bueno, a su mente... Ponerme una meta con aquel hombre tan extraño tal vez resultara interesante. ¿Cuánto aguantaría antes de ceder a la tentación de controlarle cual títere?.

Me relamí involuntariamente, demostrando un deseo del que casi no era consciente. ¿Sabes, Marek? Sería tan fácil indagar ahora en tu mente y.. controlarte.. Acaricié el perfil de su mejilla con un par de mis dedos, rozándole pero al mismo tiempo casi ni tocándole. Mordí mi labio inferior, notándose perceptiblemente el control que ejercía sobre mi propia consciencia. O lo poco que quedara de ella. Pero no lo haré... No lo necesito ¿Verdad? A ti no necesito controlarte para que sepas lo que quiero Susurré cerca de sus labios, cada vez más cerca, sin dejar de mirarlo fijamente. Oh sí, estaba segura de que él lo sabía... No era tan inocente como esa apariencia de poeta arruinado quería dar. Y a mi no me habían engañado nunca las apariencias.


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Mensaje por Invitado Jue Sep 27, 2012 1:28 am

Decir que Marek estaba entre la espada y la pared era decir muy poco, él estaba flanqueado por un arsenal entero y él solo se lo había buscado, lo cual lo hacía más inverosímil, pero cierto, pues estaba sucediendo en ese preciso instante. ¿Qué lo estaba conduciendo? Un sentido de tragedia inmanente a cualquier escritor, pero también, un deseo voraz por aventura, por emociones, por salir del tedio. Su sonrisa se notaba claramente, pero era dibujada por los pinceles del nerviosismo, la excitación, el miedo y la duda, todo aquello se arremolinaba en su interior y se reflejaba en ese gesto tonto, el de una simple sonrisa. Se quedó así un rato mientras la escuchaba hablar, no muy seguro de qué debía responderle. Si era su esclavo sumiso, quizá no debía responderle nada, tan sencillo como eso; sólo agachar la cabeza y acatar, darle la razón en todo –aunque con tantos años vividos, algo de razón debía tener en todo lo que dijera-, y sólo servir para los propósitos ajenos, cualesquiera que fueran éstos. Echó la cabeza hacia atrás y apretó más su agarre en la cintura cuando ella lo recorrió con lengua y manos. Podía decirse que ella tenía la ventaja, así era, pero Marek no había hecho absolutamente nada para arrancársela de las manos, es más, había ayudado a que ambos llegaran a ese punto.

Un leve quejido se escapó de su boca hasta entonces sellada cuando sus cuerpos rozaron, pudo sentir su intimidad pegada a la de él y eso le gustó, no iba a mentir, nunca lo hacía cuando de esos temas se trataba. Asintió y la miró a los ojos, sus orbes bien abiertas como queriendo que en ellas leyera el contrato que estaban a punto de firmar, uno tácito y volátil.

-Esta noche –repitió –me parece bien –se encogió de hombros, incluso sabiendo que si ella se lo proponía, que si ella ponía una clausula extra al contrato, sus días podían terminar esa misma noche-. Sólo recuerda mi fragilidad humana –dijo con seriedad, aunque en realidad era una broma –me quiebro como ramita, soy un mortal, no querrás romper a tu juguete nuevo tan pronto, ¿o sí? –arqueó una ceja en un acto de desvergüenza atroz, se atrevía a retar de ese modo al vampiro. Su respiración se agitó un poco, porque supo de su osadía y porque la cercanía lo seguía trastocando, ansioso de poder ir más allá pero sabiendo que quien tenía la batuta ahí era ella.

Recargó su frente en el hombro de ella, quiso besar pero no lo hizo, sólo se quedó ahí mientras ella lo rodeaba con las piernas y él la sostenía de la cintura.

-No lo haces –habló contra su piel, su cálido aliento no podía derretir el hielo de aquella tez –porque no hace falta, ¿qué hay que leer? Todo lo que necesitas saber está aquí, soy franco, no hay dobles lecturas en lo que estoy haciendo, lo que estoy pensando es lo que ves –se irguió para volver a verla a la cara y le sonrió de nuevo. A pesar de todo, encontraba condenadamente divertida toda la situación, si vivía, si moría, en realidad no marcaba diferencia alguna para él-. Sé exactamente lo que quieres –y la acercó más a su cuerpo no dejando ningún espacio entre ambos –y sé cómo satisfacer ese deseo –ahí sólo estaba blofeando, así era él en todo caso, fanfarrón por naturaleza y que ella fuese vampiro no hacía gran diferencia a otras situaciones –sólo que… necesito su permiso, ama –dijo aún con ese semblante divertido, pero absolutamente sincero.

¿Qué lo estaba conduciendo? Qué coño importaba a esas alturas.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Mar Oct 23, 2012 1:49 pm

Por todos los Diablos, casi tuve un jodido orgasmo cuando escuché a esa apetecible boca masculina dirigirse a mi con sumisión. Ama. Brr.. Toda yo tembló de forma discreta, no iba a dejar que él viera mis debilidades. Porque sí, yo tenía debilidades. Había aprendido a aceptar ese echo hacía centenares ya. Pero la estupidez no era una de ellas, por suerte, y no dejaría que otros tomaran control de mi a través de ellas tan fácilmente. Mis uñas se clavaron ligeramente en los hombros del humano, traspasando la tela de aquella fina camisa que obviamente no podría separarlo de mi. Casi jadeé. Casi. Vale, sí, me sorprendió. Tengo que decir, por una parte, que había algo de decepción en esa rendición tan fácil por parte de él. Precisamente ellos, los hombres, eran a los que más disfrutaba torturando hasta que me suplicaban y llegaban a pronunciar esas palabras. La maldita hombría no les dejaba rebajarse frente a una mujer ¡Se creían que las mujeres éramos el sexo débil! ¡Já! Por eso (Además de por mis particulares gustos) disfrutaba doblegándolos y haciéndoles ver cuán débil éramos nosotras. Aunque, tal vez, yo hubiese abandonado aquello que caracteriza a las mujeres en el momento en que me transformé. Posiblemente, cualquier de mi especie no podía ser considerado débil, hombre o mujer, daba igual el género. Marek no. Él era diferente.

Relamí mis labios, se habían secado sin darme yo cuenta. Me lo estás poniendo realmente fácilJadeé, esta vez, no solo con toda la intención sino porque mi cuerpo me lo estaba pidiendo. Liberar, de alguna manera, esa corriente eléctrica que había sufrido hacia unos segundos. No estaba excitada ¡Estaba al borde del orgasmo! Maldito fuera el hombre capaz de tenerme a su merced de esa manera. Era realmente divertido saber que él no era ni remotamente consciente de eso. Él me respetaba. Respetaba a mi raza y lo que yo, particularmente, era capaz de hacer. No, realmente, no tenía ni zorra idea de lo que se cocía en mi interior en un momento como ese. Si no te portas mal, no voy a tener motivos para castigarte. Sería una lástima Él se estaba divirtiendo, alejé mi extremo deseo por unos momentos y me dispuse a disfrutar yo también. Disfrutar de una manera nada sexual. Atrapándolo entre mis piernas no facilitaba la tarea, sin embargo, se sentía extremadamente bien sentir su sexo excitado sobre el mío, igual de excitado. Aunque, una vez más, él no tuviera idea. Había realmente bastantes cosas a las que Marek era ajeno y eso, me excitaba todavía más. Tener el poder y el control de la situación.

A pesar de que mis sentidos se habían visto ligeramente opacados ante tanta excitación, lograron captar un sonido familiar que me hizo volver a la realidad. Por un momento, no había habido más que Marek. Él y yo. Yo solo le veía a los ojos y no importaba lo que nos rodeara, no me había interesado nada más. El solido de un aleteo devolvió la habitación del hotel en la que nos encontrábamos a su sitio. Parpadeé. Nuestros labios estaban tan, tan juntos. Me moría por besarlos, para qué negar la evidencia. Tal vez, si era lo suficientemente listo, de eso no sería ajeno. Aún así, abrí las piernas al mismo tiempo que empujaba el cuerpo lejos de mi. Sentí entonces la ausencia. Una vez más, era testigo de lo malditamente dependiente que me volvía en ese tipo de situaciones y obviamente me fastidiaba. Una vez más, lo ignoré. Relamí de nuevo mis labios tras bajar de la mesa en un grácil saltillo. Me temo que nos han interrumpido Justo en ese preciso instante Sólyom hizo acto de presencia. Discreto como siempre, mi amado halcón voló hasta posarse sobre uno de mis hombros.

Acaricié su cabeza con la mano opuesta, sonreí y agarré el trozo de papel enrrollado que portaba en su pico.No me llevará más de unos minutos Mencioné, con la vista fija en mi mascota. La capacidad deductiva de Márek di por echo que entendería a qué me refería. Lo miré entonces a él, sin quitar la sonrisa.Espérame en la habitación, creo que conoces esto de sobras ¿No? Solté una pequeña carcajada, por supuesto, era una pregunta retórica. Caminé hasta depositar a Sólyom en una de las lámparas de lado, en la barra que la separaba de la pared concretamente, dónde él la utilizaba como apoyadero cuando acudía a aquella suite. Caminé hasta una de las habitaciones, dispuesta a atender el asunto, cuando recordé algo que me hizo parar. Oh, Marek Lo llamé, girando mi rostro. Buscando su mirada. A Sólyom le gustan los humanos, no debes preocuparte si revolotea a tu alrededor Sonreí de lado, una sonrisa que él no pudo ver porque ya estaba cerrando la puerta tras de mi.

Tal vez se me olvidó mencionar que tenía tendencia a morderlos.
Pero un fallo lo tiene cualquiera ¿No?.


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Mensaje por Invitado Vie Nov 09, 2012 12:27 am

Era inútil resistirse al efecto que una mujer como ella surtía en él, y Marek como era no sólo no se resistía, sino que se dejaba llevar, disfrutaba, gozaba de cada roce e incluso de su sumisión, estaba consciente de su posición actual como para ponerse a dar golpes ciegos legando falsa superioridad, su posición esa noche y en la vida en general. Ahora más bien se encogía de hombros y aceptaba lo que la vida le fuese presentando, para qué se preocupaba por cosas que no podía remediar. Además, eso que estaba viviendo podían ser sus últimos momentos vivo, debía aprovecharlos y no pudo pensar en un sitio mejor que sosteniendo a Boriska, entre sus piernas y cerca de sus labios. Rio nada más de manera cómplice, qué iba a decirle, su rendición sí que había sido fácil, su único propósito era no prolongar lo que de todos modos iba a suceder. Por un segundo creyó que ella también lo estaba saboreando al mismo nivel, pero quizá y muy probablemente sólo fueran ideas suyas, ideas de querer que así fuera, porque eso lo hacía más divertido, pero lo mucho o poco que conocía a la vampiresa, sabía de lo férrea que podía llegar a ser.

-Me portaré bien –sus manos se deslizaron por la cintura de esta para estrecharla con un poco más de seguridad, se sintió con libertad como para hacer tal osadía –a menos que tú me pidas lo contrario –se estaba tomando muy en serio el papel de esclavo, porque de algún retorcido modo le parecía condenadamente divertido, tal vez a sabiendas de los beneficios que obtendría a cambio, bastaba con mirarla para convencerse que valía la pena ser siervo de esa mujer, mañana se iría y no volvería a verla, o tal vez aquella sociedad, aquel contrato sellado con besos más apasionados que tiernos, y con el contacto de sus respectivas pieles, se prolongaría… tanto como ella quisiera, el poeta no tenía demasiado poder de decisión en ese asunto.

Ahí estaba e nuevo su oportunidad para besarla, sus bocas a nada de tocarse de nuevo, cerró los ojos como el triste iluso que era, poniéndose en posición como un adolescente que añora ese contacto, ignorando el hecho de que un sonido extraño había invadido la habitación, un sonido parecido el que hace un enorme trozo de papel al desdoblarse, pero más violento y fluido, no tuvo idea de qué pudo provocarlo, aunque pronto lo averiguó cuando ella rompió el contacto, esto lo hizo abrir los ojos y ahí estaba esa enorme ave posada en Boriska, bufó de descontento pero no podía hacer nada más al respecto. Miró la escena unos momentos, a pesar de todo, le pareció sumamente curiosa, por el tamaño del ave o por algo que no pudo explicarse. Asintió, incluso dijo algo inteligible y señaló por sobre su hombro y con el pulgar la puerta de la habitación en la que se metería, acto seguido lo hizo.

Ahí se sentó en la cama y miró el lugar con curiosidad como si de hecho no conociera de memoria el recinto, era simplemente que en ese instante lo veía bajo una luz diferente, era el inquilino (o invitado del mismo, vaya) y no el mozo que debía limpiar el lugar. Dio un par de brincos sobre el colchón como para sentir su densidad y textura y se quedó ahí muy obediente, aunque realmente por su mente seguía pasando como en un carrusel las preguntas de qué estaba haciendo y por qué. Alzó la mirada cuando ella llegó, pero no se movió del lugar, iba acompañada de halcón y sonrió cuando ella le dijo que gustaba de los humanos, aunque su presencia lo ponía nervioso.

-Perfecto, ¿dónde nos quedamos? –Se puso de pie y se acercó, aunque el guardián emplumado seguía ahí, lo miró y estiró una mano –vamos amigo, déjala –hizo el ademán de querer asustarlo pero éste en lugar de emprender el vuelo picoteó su dedo índice. Maldijo en polaco, «gówno» musitó mirándose el dedo herido, aunque había sido un corte pequeño, era profundo también y la sangre comenzó a escurrir, lo suficiente para manchar su mano el puño de la camisa, después de mirar la laceración se dio cuenta que esa que estaba frente a él era un vampiro, y que la sangre era más que eso, alzó el rostro y la miró con una mezcla de preocupación, dolor (dolor real, dolor físico) y curiosidad-. Dijiste que le gustaban los humanos, no que le gustaba comer humanos –bromeó y se llevó el dedo a la boca para hacer que dejara de sangrar, aunque para entonces las gotas de sangre ya estaba en gran parte de su ropa.
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