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Vuelves a mí, porque el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Claire Quartermane Sáb Nov 19, 2011 8:34 pm

La casa se sentía demasiado vacía, las sábanas blancas que cubrían ciertos objetos no ayudaban mucho al hecho de intentar hacer menos notoria esa ausencia, Claire lo había pedido así, quería que todo se mantuviera en perfectas condiciones como siempre lo había estado. Evitaba sectores determinados de su hogar, ¿podía seguir llamándolo de ese modo si lo que habitaba en su interior ya no era una familia? El estudio de Nigel donde solía encerrarse cuando el mal humor aumentaba era el lugar más peligroso y a la vez más tentador, estaba segura que en su interior todo tendría el olor de él, ese que ya comenzaba a desaparecer de la ropa que había exigido nadie tocara más que ella, no podía, simplemente no podía entrar ahí ni siquiera si quizás la respuesta a la misma pregunta que se ha repetido por meses se encuentre adentro, ¿por qué? El sólo hecho de pasar cerca de esa puerta lograba que se derrumbara y sus rodillas volvieran a tocar el suelo, ya no lloraba y creía firmemente que se debía a que ya no le quedaban lágrimas. Ni siquiera dormía en el dormitorio que ambos compartían, ¿cómo podría hacerlo teniendo tantas cosas que le recordaban a él? La primera noche sentía el enojo por no avisarle que no llegaría, las siguientes eran una mezcla de preocupación y desesperanza, Nigel no se iría con otra sin decirle, él no le haría tanto daño, ¿entonces cómo se le llamaba a todos esos meses sin tener noticias? Había contratado personas que se dedicaron a buscarlo, pero no existía ningún rastro ni un registro concreto, pareciera como si se lo hubiera tragado la tierra, la hipótesis de un asesinato y posterior desaparición de su cuerpo se hacía cada vez más fuerte, Claire sabía que para ella no existía una vida en la que su esposo no estuviera presente, lo que tenía ahora era sólo un continuo pasar de días sin sentido.

Le recomendaron que se alejara un poco, que se fuera algunos días a la casa que tenía en el campo, esa que ella misma había comprado con el dinero de su trabajo en el burdel, incluso ese detalle le hacía recordarlo, ¿no sería él también en parte dueño de esa propiedad aún antes de que se convirtieran en pareja? Por mucho tiempo prácticamente se dedicó sólo a atenderlo a él, la excusa era que no necesitaba mayor cantidad de clientes, la realidad era que no deseaba a nadie más en su cama. No, no podía abandonar la mansión Quartermane, Nigel podría regresar en cualquier momento y no encontrarla, quería ser ella quien lo recibiera y escuchara esa historia tan trágica de cómo había tenido un accidente con el cual había permanecido en un hospital en coma por tantos meses para luego despertar y sólo desear volver a ver a su esposa. Claire lo acogería con los brazos abiertos, frunciría un poco el ceño y luego se dedicaría a limpiar cada rincón de su cuerpo con una pequeña esponja en el interior de una tina llena de agua caliente, todos los empleados correrían recibiendo al Señor, a ese que los trataba mal pero que de todas formas habían extrañado, ella escucharía sus historias y le relataría luego lo sucedido en su ausencia, ambos verían a León dormir como hacían antes de volver a su propia cama y recuperar el tiempo perdido, le recordaría que lo sigue amando sin importar la distancia física entre ellos, llenaría su cuerpo de besos y lo recibiría con la misma disposición de siempre, respirando profundo para llenarse de ese aroma tan característico de él. Dejaría para el momento en que la desnudara la sorpresa de que su figura ya no es la misma, su rostro mostraría una mezcla de preocupación, sorpresa y quizás regaño, pero luego vendría la comprensión y el reencuentro.

No es necesario tener una visión más desarrollada para notar que ha perdido tanto peso que está al borde de caer enferma, Nigel no tiene por qué saber cuantos meses estuvo sin poder levantarse de la cama, sobreviviendo sólo gracias a la buena voluntad de algunas empleadas a las que le daba pena verla abandonada por su esposo con un bebé tan pequeño. Su pelo no tenía el mismo brillo de antes y las bolsas bajo sus ojos parecían estar fijamente incrustadas ahí pero no es sólo ella quien ha cambiado, las diferencias en él pronto serán evidentes, ¿será él aún ese Nigel que ella pese a todo sigue amando? Claire aún desconoce del todo lo que sucede, sólo tiene frente a ella a alguien que luce como el amor de su vida. ¿Quién dio el grito avisando que él había llegado justo a mitad de la noche? Ella seguía despierta porque hace mucho había dejado de dormir por varias horas seguidas, ahora lograba conciliar el sueño sólo por algunos minutos varias veces al día. Quiere correr hasta él y tocarlo, golpearlo de ser necesario y castigarlo de algún modo por lo que le ha hecho pasar, pero no se mueve, sus pies parecen clavados al piso y cada uno de sus músculos decide no obedecer las órdenes que le envía el cerebro. Claire parece una estatua que no es capaz de sentir algo, su rostro sólo muestra sorpresa. El momento que tanto esperó ahora llega y todas esas opciones de cómo sería desaparecen y son reemplazadas por nada, por espera, por ansiedad, por dolor. - ¿Dónde estabas? – la pregunta apenas sale porque suena como si fueran las primeras palabras que dice en voz alta en mucho tiempo. Ocho meses y cinco días desde que no ve ese rostro, desde que no besa esos labios, desde que no mira esos ojos que ahora protege la oscuridad, 5964 horas sin poder decirle te amo al único hombre que la ha hecho sentir de ese modo alguna vez.





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Mensaje por Nigel Quartermane Vie Dic 09, 2011 1:50 am

"¿Serías capaz de amar a alguien tanto, a tal grado de renunciar a ti mismo?
Soy así, bueno y malo, mejor y peor. Ámame u olvídate de mí para siempre".


Finalmente había llegado el momento, ese sería el gran día en el que Nigel Quartermane, ahora convertido en vampiro, estaría cara a cara con la que aún era su esposa. Y a diferencia de lo que algunos pudiesen creer, no había perdido la cuenta de los días, en su cabeza estaba presente cuanto tiempo había sido el que se había atrevido (y soportado) a estar ausente, no sólo en su casa, si no también en su vida. Le había abandonado y no sólo a ella, si no también a sus hijos, de la peor manera, sin ninguna nota, ninguna razón, ningún indicio que hubiese podido darle un mínimo de esperanza a la pobre mujer que seguramente estaba deshecha. ¿Cómo había sido capaz de soportar tanta culpa durante todo este tiempo? Nigel no tenía límites y si no los había tenido alguna vez siendo humano, mucho menos ahora que se había convertido en un inmortal, en un ser oscuro, en un hijo de la noche. No era el mismo, su rostro y cuerpo seguían siendo los mismos, pero no su mente, no su forma de actuar, ahora era el doble de lo que había sido y si a eso se le suma la enorme y desbordante pasión por la muerte y sangre que ha desarrollado, es fácil sacar conclusiones. ¿Sería Claire capaz de reconocerlo?, ¿seraí capaz de seguir amando a la bestia en la que se ha convertido? La duda lo carcomía, pero su nueva personalidad le hacia imposible el hecho de sacarlo a flote.

Cualquiera que conociera su historia se atrevería a juzgarlo, satanizaría sus acciones, lo tacharía de un ser sin corazón, un hombre de lo peor, pero la verdad de todo lo había hecho justamente por ellos; no se debía a que hubiese querido alejarse de su familia a propósito por que no les amara, si no que justamente ahí radicaba todo, en que por amarlos demasiado es que se había alejado. Todo el mundo que está adentrando en el mundo del vampirismo sabe lo que la transformación conlleva, y una de las cosas más peligrosas en este mundo es un vampiro neófito, ¿cómo hubiese podido seguir viviendo si hubiese sido capaz de hacerle algún daño a cualquiera de sus seres amados?, ¡ni pensarlo!, se habría clavado él mismo una estaca en el corazón, se habría cercenado a sí mismo la cabeza. Esa era la justificación que Nigel tenía a su desaparición. Durante los más de ocho meses había permanecido en otro país, se había asegurado de no dejar pistas, por que conocía a Claire, estaba seguro de que haría lo posible por buscarlo y no podía permitirlo, ¿era la mejor decisión hacerla creer que simplemente le había abandonado?, si de eso dependía su vida, sí.

Pero durante todos estos meses el vampiro no la había pasado mal, de hecho había sido todo lo contrario, quizás ahí radicaba lo vil de sus actos, en que podía haber estado sufriendo por estar alejado de los que más amaba, pero no se había castigado a sí mismo privándose de diversión o placer. Perdió la cuenta de cuantas mujeres había metido a su cama, olvidó cuantas muertes fueron las que acarreó durante ese periodo, el más difícil (aunque también gozoso) por el cual pasa todo vampiro. Nada de eso le importaba ya, se había vuelto un ser tan carente de sentimientos que veía tales cosas como algo normal, sin importancia. Definitivamente era otro, las atrocidades que había hecho lo habían moldeado como si una pieza de barro se tratase, pero esta vez no había sido agua lo que se había utilizado, si no sangre.

Su egocentrismo multiplicado por cuatro le hizo estar seguro de que la encontraría en la mansión, que estaría esperándolo, tal vez molesta, pero también estaba seguro de que simplemente con hacer uso de un poco de ese encanto natural (que por cierto, también ahora poseía multiplicado por cuatro) que siempre había poseído sería suficiente para que ella le perdonase cualquier cosa, cualquiera, por más horrible que esta fuera. Entró en la residencia como el único dueño legítimo que era, sin preocuparse en absoluto en la reacción que todo el mundo tendría al verlo luego de tantos días y de tanta incertidumbre alrededor de su paradero. La primera en verlo fue Evangeline, la más antigua de sus criadas y a la que podía decirse que había tratado siempre de una manera "más amable" que al resto de los empleados por el simple hecho de que había convivido con él por más tiempo. La mujer se quedó perpleja al ver a su patrón entrar con aire triunfante, enfundado en un traje color negro que hacía resaltar todavía mas esa palidez espectral que ahora poseía. Nigel se detuvo en uno de los pasillos y le dirigió una mirada perversa, llena de soberbia y arrogancia.

— Quita esa cara de idiota, parece como si hubiese visto a Nigel Quartermane muerto. O mejor aún, convertido en vampiro. — Sonrío con cinismo de oreja a oreja y sus colmillos asomaron por entre sus labios, estuvo seguro de que Evangeline los había visto, pero también estaba seguro de que no significaba ningún peligro, total, si la mujer amenazaba con delatarlo sólo hacía falta un poco de fuerza en sus manos para partirle el cuello en pedazos y el asunto estaría arreglado.

Continuó su camino, durante el trayecto pudo ver como gran parte de la casa estaba cubierta por sábanas blancas, como esas veces en las que los dueños de las casas están en plena mudanza, hecho que logró extrañarlo y que no tardaría en externar apenas estuviese frente a su esposa a la que por cierto, encontró en una de las habitaciones de huéspedes gracias a su desarrollado olfato. Se atrevió a mantenerle la mirada apenas la tuvo frente a él, nunca mostró un atisbo de arrepentimiento, ni de culpa, ni de nada, su cara tenía un semblante de apacibilidad que casi podía llegar a ofender. Entró en la habitación, casi ignorándola cuando paso a su lado y en lugar de responder a su cuestionamiento se dedicó a observar como también ese sitio estaba bastante descuidado, de hecho, la misma Claire lo estaba. Notó enseguida lo delgada que estaba, lo demacrada, lo insípida que lucía a diferencia de la Claire que recordaba, llevaba puesto un vestido bastante sencillo a comparación de las prendas que él le había comprado, mismos que habían costado una barbaridad en dinero. Pero lo que más llamó su atención fue otra cosa.

— ¿Dónde está tu vientre abultado? — Durante todos esos meses había imaginado a Claire embarazada y había esperado verla a su regreso con el vientre listo y lo suficientemente maduro como para dar a luz en cuestión de días. Era una verdadera desilusión el que no fuese así, aunque tal vez tenía su explicación. — ¿Ya nació mi hijo? — Su voz al hacer aquellas preguntas no había sido tierna o desilusionada o preocupada o llena de incertidumbre o felicidad, su voz sonaba tan gélida que podía dejar petrificado a cualquiera que se le pusiese en frente, tan diferente a como se había comportado con ella esa última noche que habían pasado juntos.


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Mensaje por Claire Quartermane Mar Dic 13, 2011 12:20 pm

Claire lo escucha, lo mira, en silencio siempre, aún dudando si esa imagen es real o es otra de esas fantasías armadas en sus noches solitarias, se acerca para cubrir la distancia que él no realizó, quiere tocarlo, abrazarlo, estrecharlo entre sus brazos como si estuviera recuperándolo después de afrontar grandes peligros, ¿cómo podría ella saber alguna vez por lo que ha pasado? Aquel parece otro hombre con el rostro y una voz parecida a la de él, quizás ha sufrido enfermedades, padecimientos que su cuerpo ha debido resistir y por los que ahora no se muestra por completo, en su mente aún hay una esperanza de obtener una respuesta que se encuentre entre las tantas opciones que alguna vez manejó. Ella está al borde de un acantilado y él la mira desde arriba, tiene dos opciones, pisar sus dedos y dejarla caer o agacharse para estirar una de sus manos y ayudarla a volver a tierra firme. Ella sabe que es esa dependencia de él la que ahora la tiene de esa forma, que la Claire que él conoció habría actuado por voluntad propia, ¿cómo podría hacerlo ella si desde que dijo sí su vida ha estado condicionada a lo que él hace, decide, es? - Tu hijo ya nació y se llama León, ¿recuerdas cuando elegimos ese nombre? – Claire no habla, es el dolor quien lo hace por ella, - y si te refieres al otro ya debe haberse perdido en la tierra, tal como lo hice yo con él… lo perdí Nigel, perdí al otro hijo de tus hijos que esperaba.- Esa imagen de sangre entre sus piernas vuelve a atormentarla, ya no es de esa sangre que alegra a las putas mes a mes, ahora es decepción, sorpresa, ahora es muerte. - ¿Dónde estabas? – la pregunta se repite, - ¿dónde estabas Nigel? – y una parte de ella se pregunta si podrá volver a llamarlo amor. ¿Cómo podría dejar de hacerlo si ese sentimiento dormido ha despertado a gritos? Sus preguntas no necesitan respuesta, no le interesa saber donde estuvo pero si que ahora sea capaz de asegurar que no volverá a irse, ella es capaz de perdonarle todo, al menos eso creía y eso cree por ahora. Sus ojos aún le son ajenos, necesita acercarse para que la luz de aquellos candelabros llenos de velas sea capaz de mostrarle lo que no ha podido ver hasta ese momento, Claire tiene apenas 20 años y a ratos siente que ha vivido el doble, que cada año ha estado tan cargado de experiencias que la hacen conocer más de lo que desearía, saber más de lo que requiere, entender ciertas cosas más rápido de lo que le gustaría.

- Quise morir cuando te creí muerto, quise desaparecer para poder encontrarte.- Alza la barbilla y las piezas se juntan, ya no es una cortesana pero hay ciertas cosas que no olvida. Ese brillo rojizo en los ojos, el color de la piel y las facciones esculpidas en ese rostro que creía conocer de memoria, sólo necesitaba esperar a que él abriera la boca y le ayudara a comprobar su teoría. Una de sus manos se eleva y toca un sector de su propio cuello inconscientemente, tantas veces marcado aunque ahora no quedaran rastros, sus mejores y más salvajes clientes eran aquellos que no respiraban, esos a los que el corazón no les latía, los mismos que requerían de toda su noche, primero por tener que atenderlos antes del amanecer y luego porque la dejaban tan exhausta que no sentía ganas de tener a otro hombre en su cama. - Asesino… - su nariz se arruga brevemente y ahora puede mirarlo a los ojos, su respiración se agita al saber lo cerca que está y al no sentirse sorprendida de que aquella nueva información tenga el efecto contrario que produciría en cualquiera, ella se supone debe repudiarlo, temerle, rechazarlo sabiendo de lo que es capaz ahora, pero sólo puede mirarlo y sentir crecer en si misma el ansia de querer estar con él, cerca de él, - y no me refiero a aquellas de quienes bebiste, - Claire estaba segura que alguien como Nigel difícilmente bebería de hombres a menos que fuera realmente necesario, - me refiero a nuestros futuros hijos, esos que nunca nacerán porque decidiste a solas por toda esta familia. – ella no podría culparlo por una decisión que muchas veces también había rondado por su cabeza, apenas había conocido a esos seres de la noche, aquel dato de sus poderes y por sobre todo el hecho de que eran inmortales había deseado ser uno de ellos cuando su tiempo en el burdel terminara, ¿cómo podría saber por aquellos años que ahora tendría frente a si a su esposo transformado en uno de ellos y a un hijo de casi dos años por el cual sigue viviendo? – No fuiste capaz de decirme algo… ¿acaso temías? ¿Temías que no estuviera de acuerdo? ¿Qué te hiciera cambiar de opinión? – su tono es ironía pero parece dañarla más a ella que a él a medida que sale, es ella quien al poner en voz alta lo que su cerebro aún no es capaz de soportar se da cuenta de que solo es un personaje secundario en su propia historia. – Aún sigo siendo capaz de morir por ti Nigel, sigo siendo la misma a la que dejaste hace ocho meses, esa que se quedó cuidando de tus hijos y a la que jamás le escribiste o informaste de que al menos estabas bien… porque ya ni siquiera puedo decir vivo… - otro paso adelante y casi puede sentir esa ausencia de calor, como su aroma es distinto y como aquel frente a ella parece la cáscara de alguien a quien ama, ¿estaría aún algo del Nigel al que conoció en ese interior? Quizás todo de forma más exagerada pero está segura que esa ceja se alza del mismo modo cuando es sarcástico o la comisura de sus labios se curva de la misma manera que antes al dar una media sonrisa arrogante, - no necesito que tu corazón lata, el mío puede hacerlo por ambos. -

Claire tiene que ser una idiota, porque no existe otra palabra, debe serlo si aún siente las mariposas en el estómago al verlo, si aún su cuerpo vibra al sólo escuchar su voz, si su corazón aún parece querer salir de su garganta sólo con tenerlo cerca. Una mano en su mejilla y el pulgar roza la piel bajo su nariz, quiere que sienta su olor, quiere ver hambre en esos ojos y que la única fuente de alimento sea ella. - ¿Te irás otra vez? ¿A eso vienes? ¿Me dirás que esto es la despedida definitiva? - ¿podría realmente suceder algo así? Ella duda y la duda es tan fuerte que ni siquiera su voz es creíble, parece hielo quebrándose bajo sus pies, una capa tan delgada que no es capaz de soportar ese peso sobre sus hombros. Tiene una imagen de si misma que detesta, esa que debe constantemente luchar por definir si es capaz de ser mujer, madre y esposa, si es capaz de mantener el equilibrio entre todo eso. Claire es capaz de cerrar los ojos y recordar el último llanto de León, la última vez que tuvo que correr tras él porque debía llevarlo a la cama o cuando escuchó como ese balbuceo comenzaba a transformarse en palabras cada vez mejor armadas, pero no es capaz de tener claridad de su fuerza para no dejar todo por irse con ese hombre, porque seguirá llamándolo hombre aunque quizás no lo sea, de ese hombre por el que abandonaría todo lo que conoce para acompañarlo en lo que le pida. – Quiero saberlo de una vez amor… - esa pequeña barrera que había logrado formar para no demostrar que es débil cuando se trata de él, se cae por algunos segundos, - quiero saber si vuelves a mi lado amor… - los segundos se alargan y se transforman en minutos, ¿qué saca con intentar esconder algo tan evidente? Su mano baja pero recorre esa piel ahora tan fría, demasiado fría, como si fuera primera vez que lo acaricia porque así es, ¿cuánto pasará hasta que pueda volver a besar sus labios? ¿Cuánto tiempo más deberá aguantar antes de darle ella el calor del que ahora él carece? Se retira y la única cercanía es a través de esa mirada que se mantiene fija en sus ojos, no sonríe porque no tiene motivos para hacerlo, la inseguridad sigue pese a que las dudas ya no están, necesita escuchar sólo una frase, esa que quitará el temblor de su cuerpo, la que dejará que el aire vuelva a entrar a sus pulmones.


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Mensaje por Nigel Quartermane Miér Mar 07, 2012 10:26 pm

"Te amo, te juro que te amo, pero no logro decidirme entre
conquistar al mundo o reconquistarte a ti."


¡Preguntas, preguntas y más preguntas! Nigel recordó entonces el número uno en la lista de razones por las cuales había querido no volver; también recordó la primera en la lista de las razones por las cuales debía hacerlo y ambas cosas eran la misma: ese amor que aun latía en su pecho ya carente de vida, que parecía hacerlo latir una vez más con solo verla. Claire, su esposa. No importaba que tan delgada y demacrada luciera, seguía siendo hermosa, “la más hermosa de todas” como él le había hecho saber la última noche, como se lo había dicho innumerables veces. Quiso pedirle que se callara pero no se atrevió, suficiente daño le había hecho ya como para todavía negarle ese derecho a echarle en cara todo eso que sin duda se merecía. La había abandonado, no había otra palabra para definir lo que había hecho y ahora que se había atrevido a volver tenía que soportar todos esos reclamos, esas miradas que a ratos sentía que no podía sostenerlas. La saliva recorrió con fuerza su garganta al escuchar lo que Claire tenía que decir respecto a su embarazo y su corazón dio un vuelco al imaginar a su hijo siendo devorado por los gusanos tres metros bajo tierra. Su boca se transformó en una línea recta y sus ojos se quedaron fijos en un punto ciego, mientras en su mente venían una y mil imágenes relacionadas con esa gran pérdida. Nigel sintió que moría nuevamente, si es que algo de humanidad había quedado en su cuerpo, ese había sido el momento justo en que todo se había terminado. Ahora sí era un muerto, ahora sí. Lastimosamente el estar muerto no lo libraba de sentirse culpable; muy dentro de su ser quiso correr hacia ella, refugiarla y refugiarse entre sus brazos y decirle «lo siento». Quiso pedirle perdón por haber sido un idiota, quiso gritarle otra vez que lo sentía, que sentía todo: el haberla abandonado, el no haber hecho nada para por comunicarse, que hubieran perdido a su hijo, ese al que con alegría hubiera recibido entre sus brazos. En esos momentos los recuerdos del nacimiento de León, su primogénito –y ahora único hijo- le azotaron la memoria, el cuerpo entero. Le dolía pensar que nunca más podría gozar de un momento así con ella y recordó que esa había sido una de las principales razones por las cuales había decidido mantener su decisión de convertirse en vampiro en secreto. Todo lo que había ocurrido por culpa suya, por su egoísmo. ¿Era su culpa? El así lo creía y probablemente no se equivocaba.

Pero no lo hizo. Nigel no corrió a los brazos de Claire, ni se disculpó, ni lloró la muerte de su hijo, no hizo absolutamente nada; en lugar de eso se mantuvo en el mismo sitio, con los pies pegados al piso, completamente incapaz de moverlos. No pudo soportar más el mirar a Claire a los ojos y los desvío cuando ella lo llamó de ese modo que le caló hasta los huesos: asesino. Por supuesto que lo era y ella no era tonta, ella lo sabía todo. Hizo uso de toda la fuerza que le quedaba en el cuerpo luego de aquella noticia, luego de aquellas palabras y se mantuvo íntegro ante la situación, lo hizo perfectamente hasta que ella se atrevió a acercarse y tocarlo. Entonces todo pareció derrumbarse por momentos. La miró a los ojos y se encontró con su reflejo, pudo ver en ese azul profundo la imagen del hombre vil en el que se había convertido, un hombre incapaz de abrazar a su mujer, de decirle cuanto la amaba; por que así era, Nigel aún la amaba, la amaba más que nunca. Cuando ella se alejó e interrumpió el contacto físico, Nigel se dio media vuelta y ahí de espaldas descubrió con pesar que el haberse convertido en un vampiro no había logrado desvanecer todos esos sentimientos propios de un humano; que seguía sintiendo todo exactamente igual; que su corazón aún estando muerto parecía encogerse ante la tristeza que le provocaba todo aquello. Tal vez era imposible pensarlo viviendo de alguien como él, pero lo cierto era que en el fondo, muy en el fondo, Nigel Quartermane estaba sufriendo. Ahí, estando libre de los ojos de Claire que lo acusaban a cada segundo, se maldijo mil veces por haber regresado, supo que hubiese sido mejor dar por perdido todo; pero también supo que de haber hecho eso se habría visto como un completo cobarde al haber sido incapaz de afrontar las consecuencias de sus actos. Su mano se cerró en un puño y después de la saliva volviera a recorrer su garganta, volvió a girarse y enfrentar la mirada dolorosa de su esposa, esa a la que le debía tantas respuestas.

— No. — La voz le salió más ronca de lo que ya normalmente era e igualmente gélida como hacia unos minutos. — No voy a volver, sólo he venido a ver a mi hijo, a León. Ya sabes lo que ha ocurrido, ¿no es así?, no hacen falta más explicaciones. Lo sabes porque sé que los conoces bien, a los de mi especie, muchas veces vi marcas en tu cuerpo, marcas que no entendía y que ahora comprendo perfectamente. — Sus pies se movieron finalmente y empezó a andar alrededor de la habitación, con pasos cortos y lentos, inseguros aunque con su voz y palabras denotara lo contrario. — No hago esto porque no quiera estar contigo, lo hago porque no es seguro. Eres una humana, eres calor, eres sangre y sangre es lo que yo necesito ahora. Estás viva y yo muerto, ¿cómo podríamos estar juntos? — Sintió que sus palabras tomaban forma de puñales y que se los clavaba sin compasión en la espalda, para después clavárselos él. Odiaba decir todo lo que estaba diciendo, pero sus palabras surgían de la lógica. Nigel amaba tanto a Claire que era incapaz de imaginarse tomándola por el cuello y succionando su sangre hasta dejarla seca en un arranque, de esos incontrolables que aún tenía en momentos. Las cosas sólo podían de ser de un modo, aunque ese modo fuera el más cruel de todos. Alzó sus manos frente a su pecho e hizo un gesto que le dejó claro a Claire que no quería que ella volviera a acercársele.

— Por favor, no hagamos más difícil esto. Sólo quiero ver a mi hijo. Pero no hubo que esperar porque curiosamente, justo en ese momento, una de las mucamas apareció. Clothilde, una de las criadas encargadas del cuidado del bebé entró a la habitación. La joven mujer llevaba a León en los brazos, envuelto en una manta blanca; los cabellos y su pequeño rostro húmedo hacían notar que acababa de recibir un baño. La muchacha sonrío al entrar en la habitación y le dirigió la mirada a su patrón, a ese que no había visto en casi un año y al que pretendía sorprender llevándole a su hijo.

— Creí que querría verlo. — La mujer sonreía, en su voz se notaba la ternura, quizás de imaginarse la reacción que tendría Nigel al ver a su único hijo después de tanto tiempo. En la cabeza de la mujer apareció una entrañable escena del padre abrazando a su hijo en un reencuentro, una familia feliz. Pero eso no ocurrió. El bebé movió sus ojos y los fijó en el hombre que lo miraba embelesado, en ese al que no recordaba y al que nunca había tenido oportunidad de llamar papá o al menos intentarlo. Y rompió en llanto. El niño pareció horrorizado, inconsolable, no lo conocía, no sabía quien era ese hombre que se le había acercado y que torpemente había abierto los brazos para pretender cargarlo olvidándose del peligro que eso supondría. La nana alzó la vista y con el ceño fruncido y preocupado miró a su patrón, empezó a mecer al infante con la intención de calmarlo y hacer que su miedo desapareciera para que su padre pudiera lograr ese esperado reencuentro. Todo fue en vano.

— Llévatelo. — Pidió Nigel a Clothilde que pareció no entender lo que su patrón le decía ya que en vez de moverse le dirigió una mirada preocupada a Claire.

— ¿Señora? — Preguntó a la mamá del niño, pero no hubo oportunidad de obtener una respuesta. Nigel empezó a gritar y el niño lloró aún con más intensidad al escucharlo.

— ¿No me has escuchado? Tu patrón soy yo, el dueño de esta casa soy yo. Dije que te lo lleves. ¡Llévatelo, maldita sea! — Le exigió colérico. Tal vez no lo aceptaría públicamente, pero en el fondo le partía el alma ver como su propio hijo lo desconocía, lo rechazaba.

Off: Perdón por la tardanza. Otra vez.


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Mensaje por Claire Quartermane Vie Mar 09, 2012 3:30 pm

“Nunca acompañada me sentí más sola, nunca tan alegre lloré tantas horas.”

Garras bajan por su columna vertebral, van convirtiendo en jirones la piel que la cubre, ya no siente dolor porque es inmune a él después de tantos meses en los que creyó que estaba rota o que quizás había algo mal en ella, de otro modo no podía explicar por qué sucedía todo eso. Frente al espejo se miró tantas veces, desnuda hasta que la luz de las ventanas desapareció dando paso a un cielo que nunca supo si estaba cargado de estrellas, lo único que miraba noche tras noche eran las maderas oscuras que trazaban formas en el techo de esa mansión que a ratos lucía como su hogar y muchas veces como una casa demasiado ajena. No sólo las criadas le recomendaban salir, dejar ese lugar e irse por un día, una semana, un par de meses al campo, respirar otro aire, pausar el ritmo y dejar que los primeros pasos de su hijo fueran entre la hierba y los primeros acompañantes fueran los animales que su madre tanto había querido tener siempre. El riesgo de perder alguna información sobre su esposo por no estar era muy grande, ella no podía simplemente desaparecer y darse por vencida, ¿había luchado él tanto tiempo por tenerla para que ella ahora le diera la espalda y arrancara frente al primer problema? Sonríe pero es quizás sinónimo de que ahora ha perdido la esperanza, ¿será Nigel aquel que pueda ayudar a encontrarla aún cuando parece jugar a las escondidas? La confusión crece y los sentimientos van en una dirección y luego otra, sólo necesita tocar sus propios brazos, notar el peso perdido y volver a recordar que esto no es un reencuentro amoroso cargado de palabras reconfortantes. - Cada vez que alguien que te conocía me hablaba de ti eras llamado por miles de calificativos, - no le interesa que sea evidente como su pecho sube y baja con tanta rapidez, - la mayoría, debo decir, eran ciertos o quizás exageraciones al conocer sólo la superficie de lo que eres… pero nadie te llamó nunca como aquello en lo que te estás convirtiendo… - un paso adelante que antes parecía imposible ahora es un gesto automático, el objeto inerte en que se ha transformado toma decisiones por si mismo, sin importarle que él le de la espalda, es quizás eso lo que necesita para poder pronunciar lo que no podría decirle de frente, - eres un cobarde Nigel… si perdiste tu vida para ser eso puedo decir que por primera vez desde que te conozco me decepcionas… - la nariz se arruga y esa mueca no logra completarse, suceda lo que suceda no es capaz de sentir algo que sea superior al amor gestado por los años. Claire puede estar furiosa, dolida, sorprendida o quizás despedazada, pero sobre todo eso maldice seguir amándolo tanto, porque querer no alcanza cuando sientes algo así, incluso el amor parece un nombre demasiado pequeño, algo inventado por quienes no han mirado esos ojos y siguen deseando pasar horas queriendo contar cuantas veces parpadea por minuto.

Hablar es siempre mucho más fácil que hacer y lo es aún más que terminar lo que se intenta. ¿Cómo puedes mantener la amenaza si el enemigo ha puesto un campamento en tu pecho? Incluso puedes sentir las llamas de la fogata pidiendo por ese combustible de fácil acceso pero corta duración. Algo se destroza y por algunos instantes cree que ha sido de manera sonora, que no sólo ella ha podido oír como se derrumba todo lo que hasta entonces había conocido, tal como si le dijeran de un momento para otro que la mañana ahora puede ser llamada tarde y que la felicidad no es más que miseria. Nigel pronuncia aquellas palabras pero ella se niega a creerle, Claire que conoció la confianza gracias a él, que entregó no sólo su cuerpo sino también cada rincón de si misma a un hombre que podría quizás decirle esas mismas frases de amor a otras, sin darse cuenta ella apenas necesitaba mirarlo para notar cuando es real aquello que dice o cuando está teñido por algún otro tipo de sensación o quizás sentimiento. Ese no parece rotundo, lo que sigue suena como un discurso muchas veces pensado y ensayado, no es algo salido desde las entrañas como cada cosa que ahora ella intenta decir, porque todo aquello que pensaba diría simplemente se ha quedado en el recuerdo como también lo está el abandono, ¿tan rápido ha perdonado? No quiere responder esa pregunta porque es probable que sólo sirva para comprobar que puede hundirse aún más pese a que no lo creía posible. Una de sus manos se estira intentando que se detenga, que no siga ese paseo que sólo hace que se maree queriendo seguirlo, los pies no se mueven pero si lo hacen sus ojos, ojos que enfocan, directo hacia él, más ansiosa de lo que alguna vez estuvo, son como insectos de alas cortadas precipitándose y conociendo la textura del suelo que los recibirá antes de tiempo. Mejillas enrojecidas, testigos de un castigo acompañado de lágrimas que intenta reprimir, mirando al verdugo que no muestra ni un ápice de compasión. - ¿Ahora te preocupa lo que es seguro para mí? ¿Ahora después de tantos meses en los que no supiste si comíamos, si nadie había entrado a la casa a robar todo dejándonos en la calle, si tu hijo o yo seguíamos vivos? Deja de decidir por toda tu familia Nigel… no vuelvas a intentar tener la última palabra porque no eres el único que tiene algo que decir sobre eso… - la voz le sale quebrada, empapada de llanto que no se detiene, siente su propia rabia al notarse débil, - ¿crees que te negaría mi sangre? ¿Crees que nunca traté con un vampiro recién convertido? Eres viejo comparado con algunos que pasaron por mi cama… - intenta hacerle sentir algo del dolor que ahora ocupa cada lugar de si misma, saca a la luz esa palabra que había querido evitar y también su propio pasado, el que parecía escondido pero renace como una última opción para hacerle daño aunque aquello sea lo que ha evitado desde siempre. – Yo era una puta y tú eras un noble y jamás te importó eso para que estuviéramos juntos… esto es lo mismo amor… lo mismo… - aunque tenía claro que estaba comparando dos situaciones absolutamente desiguales, a sus ojos era siempre mejor creer que no había diferencias. Como una cuerda tensa que a veces cede, sólo una palabra es capaz de suavizar cada parte de ella.

Las escenas parecen sobreponerse una sobre otra, rápidas y sin darle la oportunidad de reclamar, negarse o quizás aceptar, Clothilde llega y el llanto de León es lo siguiente que escucha aún cuando su atención se encuentra mucho más lejos de ese salón, Nigel habla, grita, da órdenes y la cólera se va mezclando con la desesperación, sólo la inquietud de la mucama logra despertarla de ese mínimo letargo, sus brazos se estiran y recibe en ellos a su hijo, el tiempo suficiente para poder susurrar una canción en otro idioma, esa que escuchó de pequeña de boca de su madre, compartiendo por tantos años la cama con su hermana, entrelazando las piernas en las noches heladas para poder dormir. El niño se calma y Claire besa su frente antes de devolverlo a quien se lo lleva murmurando palabras que suenan a promesas. – No. – Ahora es ella quien lo dice y los motivos son radicalmente distintos, - no eres su patrón si sigues con la estúpida idea de que no volverás… por meses fui yo quien tuvo que pagar sus sueldos, es tu dinero y siempre lo será, pero no era tu rostro el que veían cada día, no era a ti a quien obligaban a comer, no eras tú el que estuvo en esta casa esperando que alguien que había jurado jamás dejarte y simplemente decidió desaparecer, volviera… - de algún modo está más cerca de él, no alza la voz porque sabe que puede escucharla perfectamente, con los dedos acaricia su brazo queriendo sentir la piel fría cubierta por tantas capas inútiles de tela, el abrazo es el paso a continuación, aún sabiendo que él puede rechazarla, que es probable que lo haga, ella se aferra a él recién notando que las lágrimas se detuvieron y también el miedo, porque después de lo que ha vivido no hay nada más que pueda causar ese terror que sentía. - Durante años mantuve los ojos cerrados sólo porque tenía miedo de encontrarme con la realidad de frente… siempre estuviste alrededor, siempre cerca aún cuando yo te pedía lo contrario… ¿cómo podría permitir que vuelvas a irte? ¿Cómo podría no querer seguir contigo incluso aunque eso cueste mi vida? – Si él no quiere enfrentarla ella lo hará por ambos, no necesita escucharlo para saber que están uno con el otro, uno dentro del otro, como siempre. - Soy tuya tal como la primera vez que logré arrancarte una sonrisa, lo seguiré siendo aún cuando tus dientes ahora cambiaron… no soy la misma que hace tantos años, no eres el mismo pero lo que amo de ti sigue ahí… no lo niegues amor, si esta era tu forma de deshacerte de mí, lo siento Nigel… pero estaré mucho más tiempo y ahora tendrás que soportar la tentación de querer matarme cada noche… es eso o conviérteme, no tienes más opciones, - Claire habla más claro que nunca, quizás antes la voz parecía tener colores deslavados, desteñidos por el tiempo, ahora sale firme como si la hubiesen metido en agua con sal para recuperar lo que había perdido. Su boca se adelanta y lo besa, une sus labios a los de él en lo que parece el comienzo de una eternidad, está ahí donde corresponde, donde quiere pasar cada momento, está entre sus brazos y exigiendo de su boca sin importarle las consecuencias, se separa y suelta el aire que ha estado reteniendo por más de ocho meses, sólo en ese instante cree ha vuelto a respirar, recién ahora vive luego de pasar el tiempo sobreviviendo.


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Mensaje por Nigel Quartermane Miér Abr 11, 2012 4:03 am

"¿Y tú qué sabes del amor? si jamás has sentido que olvidas y perdonas todo con tan sólo un beso, si jamás estando muerto te han hecho sentir tan vivo."


A Nigel le dolía ese encuentro. La mirada de la mucama, el llanto de su hijo, las palabras de Claire, la manera en la que lo miraba, como odiándolo y amándolo al mismo tiempo. ¿Era posible, que ella estuviese odiándolo justo en esos instantes, después de tantos meses de ausencia en los que le había le hecho creer que se había olvidado de ella y todas sus promesas de permanecer juntos hasta el fin de los días? Él lo había prometido, en ese altar, dentro de esa pequeña iglesia en la que se habían casado, tan sólo para darle gusto a su amada; él enfundado en un elegante traje negro, ella con un hermoso vestido blanco, simulando la pureza que no tenía dado el empleo que hasta hacia algunos meses había dejado. Ahí, frente a decenas de bancas vacías, frente a un cristo al que no veneraba y frente a un hombre con hábitos al que realmente no respetaba, había jurado amarla, amarla eternamente, pero ahora que tenía la eternidad a su favor las cosas se veían de modo diferente, no era tan sencillo como una promesa de amor.

La escuchó hablar, cada una de sus palabras con atención y pese a que en más de una ocasión estuvo a punto de interrumpirle, se contuvo. Aceptó todo, incluso que lo llamara cobarde. Sólo entonces Nigel volvió a mirarla de frente, en su rostro podía notarse un visible gesto que era difícil denominar, bien podría ser catalogado como asco, enojo o simplemente un dolor tan inmenso que le hacía sentir las dos anteriores. Nunca antes Claire lo había llamado de aquel modo, «cobarde» le había dicho, y en el fondo le dolía tanto porque sabía que ella tenía razón. Odió el momento en que ella mencionó su pasado como puta, detestó que le recordara eso que tanto había intentado ignorar todo este tiempo: todos los hombres que pasaron por su cama, antes y después de él, y desvió la mirada, incapaz de reprocharle sus palabras, dándose cuenta de que era su derecho llamarlo como quisiera, de mencionarle lo que le viniera en gana, era lo menos que podía darle en esos instantes: el derecho de despedazarlo si ella quería. Sintió su mano recorrerle el brazo por encima de la ropa pero ya no hubo escalofríos ni esa sensación de calor envolviéndolo cada vez que ella se le acercaba en el pasado. Sólo cuando Claire unió sus labios a la suyos fue capaz de darse cuenta del mundo que los separaba al notar la visible temperatura en sus cuerpos, ella caliente y él frío, no, no frío, helado, gélido, un cubo de hielo. Aún así, fue incapaz de rechazar aquel beso que en el fondo había deseado desde el día en que había partido, cerró los ojos y se entregó al momento, probó la saliva, rozó su lengua, sintió su aliento cálido sobre su rostro a causa de la cercanía y probó la humedad salada en las mejillas de su esposa. Fue como volver a la vida, como recuperar el aliento después de haber permanecido sumergido en caudalosas aguas durante mucho tiempo, incapaz de respirar, muerto.

El beso fue fugaz pero intenso, necesario. Nigel aprovecho el que Claire tuviera la necesidad de tomar aire y se alejó de ella, recapituló todo desde el inicio y se dio cuenta de que el beso había servido como anestesia ante aquella locura que a su mujer se le había ocurrido, impidiéndole reaccionar al instante.

— ¿Qué has dicho? — La incredulidad lo tomó como prisionero. La miró, con la frente contraída dibujando un par de prematuras arrugas sobre la perfecta y pálida piel que ahora poseía. — ¿Convertirte has dicho?, ¿acaso te has vuelto loca? — Sus pies se movieron de manera automática, necesitaba decirle aquello estando cerca, no había otra manera. — ¿Dices que durante este tiempo me olvide de ti y de mi hijo, que no supe si vivían o morían, que no me importo un carajo lo que les pasaba? — Su voz se elevó, ronca, decidida, intimidante. — ¿Qué sabes tú, Claire? No todo fue diversión y gozo, no todo fue mujeres y sangre, no todo fue muerte. — Ya ni siquiera se atrevería a negar que había estado con otras, como lo había hecho siempre, toda la vida; era momento de hablar sin tapujos, de decirlo todo, la situación lo ameritaba.

— Durante todos estos meses estuve al pendiente de ti y de León, contrate a alguien para que me informara y me llevara noticias, que me dijera como estaban, si vivían, si les faltaba algo. ¿De verdad creías que los dejaría por completo?, ¿de verdad crees que soy tan patán? — Por un momento pareció reflexionar sobre sí mismo. — Tal vez lo soy, pero nunca abandonaría a mi sangre. Así que deja de decir tonterías. No voy a convertirte, Claire. ¿Quién demonios va a cuidar de León?, ¿vas a dejárselo a una niñera, a una extraña para que lo alimente y se haga cargo de el hasta que pueda valerse de sí mismo porque su madre no será capaz de tolerar estar cerca de él y reprimir su deseo de asesinarlo? Eres su madre, ¡es un bebé! Te necesita más a ti que a mí, es a ti a quien busca cada vez que abre los ojos, a quien le sonríe cada vez que escucha tu voz. Un niño puede sobrevivir sin un padre pero no sin una madre. No, definitivamente no, tiene que ser una broma lo que has dicho. — Una sonrisa irónica apareció en sus labios, una amarga y ponzoñosa al darse cuenta de lo que había provocado. Por primera vez, Nigel barajó la posibilidad de haberse equivocado, deseó haberle dicho a Claire lo que había planeado esa última noche cuando aún podía hacerse algo al respecto y anheló la idea de que ella hubiera hecho todo por detenerlo. Pero lo hecho estaba hecho, no había marcha atrás, él no volvería de la muerte, no volvería a ser humano jamás, no importaba si se arrepentía ahora o mañana o dentro de veinte años cuando Claire fuera ya una anciana y su hijo un hombre de edad avanzada que simularía más ser su padre que su propio hijo.

Durante el prolongado silencio Nigel le dio la razón a Claire en momentos, sabía que la única forma en la que podría estar para siempre con ella era si se llevaba a cabo lo que ella misma acababa de proponer, pero era incapaz, la sola idea de arrebatarle la vida a esa a la que tanto amaba lo hacía sentir sucio, un monstruo. Podía matar, despedazar, ser cruel con otros pero jamás con ella, nunca con ella.

— Quiero que permanezcas aquí, con mi hijo. Esta es tu casa, la de ambos. Yo…estaré a pendiente de ustedes. — Escuchó a Claire llorar con más fuerza al decir aquellas palabras en las que seguía insistiendo en dejarlos solos. Le destrozó el alma ver a Claire llorar y saber que era su culpa. — Basta, Claire. Por favor. — Le rogó con rostro afligido pero fue en vano. — ¡Basta, basta!, ¡es suficiente! ¿Querías hacerme sentir culpable? Lo has conseguido. ¿Que no lo ves, que me duele tanto como a ti? — La tomó de las muñecas sin medir la presión, haciéndole daño, sacudiéndola insistentemente para que parara. — ¡¿Que no te das cuenta?! — Elevó la voz tanto que los empleados de la casa escucharon los gritos hasta la cocina y alarmados se miraron los unos a los otros sin saber qué hacer o imaginar que ocurriría a continuación. — ¡¿Qué quieres que haga para enmendar mis errores?! Pídeme lo que sea, lo que sea pero no eso, nunca vuelvas a pedirme eso, ¿entendiste? Nunca, nunca, nunca. — La tomó del rostro y la besó, acorralándola contra la pared, olvidándose por un segundo de todo lo que había dicho, ignorándose a sí mismo para hacerla nuevamente a ella, la razón de todo.

— Te amo, te amo demasiado y te odio por eso, me haces todo tan difícil. — Confesó.

Off: Drama mode: ON. LOL.


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Mensaje por Claire Quartermane Mar Abr 17, 2012 10:13 am

“Lo que era ruin lo extinguiste, lo que era hiriente lo curaste, lo que era débil lo hiciste fuerte.
Para mi hambre eras la taberna, en mi noche eras la linterna, tu guía siempre me gobierna.”


Durante ocho meses no lloró. Los llantos que se oían en ese hogar eran de un pequeño pidiendo por algo que nadie podía darle. Quizás algunos crean que a esa edad los niños no son capaces de darse cuenta de las cosas, pero León de algún modo notó cada uno de los cambios, la ausencia de su padre que ahora decía no ser necesario en su vida, ¿cómo podría saberlo si nunca estuvo ahí para intentar calmarlo cuando nada funcionaba? Sobrevivir no es lo mismo que vivir y ella lo sabe bien, su propio padre jamás estuvo presente y ella sabe que de algún modo le hizo falta. Él aún responde a sus besos, aún puede sentir la misma urgencia que ha experimentado cada vez que sus bocas se unen. Terrible y al mismo tiempo tan maravilloso, un dolor suave pero cargado de misterio, que no la abarca sólo a ella o al menos eso espera. - Te queremos a ti en esta casa, que tú estés aquí pendiente de nosotros…- no se da cuenta pero comienza a llorar, bocanadas de aire intentan entrar a sus pulmones pero siente que hasta las rodillas le fallan, no cae sólo porque sigue abrazada a él luego de ese beso que era más bien una prueba de su parte y al mismo tiempo el anhelo de intentar creer que no todo está perdido. Todo eso significa que él no volverá, que no dormirán juntos esa noche y probablemente ninguna noche más, él vino a despedirse y a terminar de matarla. Escucha su voz y los sollozos aumentan, sus mejillas parecen ríos salados recibiendo una acumulación que no cesa. No puede detenerse aunque lo intente, cada letra que sale de la garganta de Nigel sólo produce que el dolor sea peor, incluso más cuando él reconoce eso también le duele. Quiere acariciarlo, ser ahora ella quien le diga palabras de consuelo, que no todo está perdido y que pueden hacer que funcione pero es silencio todo lo que sale de su boca o quizás pequeños ruidos parecidos a gimoteos. Aún cuando es ella la que está hecha pedazos quiere por todos los medios lograr que él no vuelva a mostrar ese rostro afligido que la hace sufrir aún más. Esos gritos, tenía que estar enferma para amar esos gritos pero lo hacía, todo porque de algún modo sentía que eran rasgos de su vida que se mantenían, ¿acaso creería que el levantar la voz le devolvería los latidos a su corazón? Sus dudas quedan a un lado por segundos, el frío intenso que sentía a través de su piel se reemplaza por un calor tan fuerte que logra que las lágrimas se evaporen y los sollozos cambien por un jadeo de expectación y sorpresa. Ese es el hombre que ella recuerda como el que cambió todo en ella, esa pasión no tiene que ver con la muerte, aún cuando él ya no tenga una respiración agitada puede identificar la necesidad de tenerla, tal como ella la ha sentido desde que entró por esa habitación. Quiere gritar que lo perdona, quiere elevar su voz más de lo que él lo ha hecho sólo para que jamás dude de sus palabras, su intención nunca fue hacerlo sentir culpable, ese llanto salía producto de la impotencia por no poder hablar, no poder decirle lo que él se encarga de confesar después de ese beso que le ha devuelto el alma. Nigel no puede ser ahora un ser de la oscuridad, todo en él lo dice pero para ella será siempre quien la salvó de si misma.

La esperanza crece al interior de su pecho, ese mismo que sentía desgarrado, roto, desintegrado en tantas partes que incluso ahí dudó si pudiera alguna vez reconstruirlo. Repite las palabras que ha oído como una plegaria que no puede olvidar, sus labios se abren, apenas, sólo un poco para susurrar lo que él acaba de decir en un tono que sigue logrando que lo anterior se borre, - te amo, te amo demasiado y no te odio por eso, no puedo odiarte, jamás podría odiarte… - ¿será capaz de escucharla? Quizás antes no pero ahora que ha cambiado ella no necesita alzar la voz para que lleguen a él las palabras claras. Sus brazos quieren aferrarse a esa cintura que conoce y reconoce, sus dedos pican por poder tocar directamente su piel, levantar su camisa y meter las manos hasta sentirlo y sonreír sólo por ese contacto. Los labios aún le arden pidiendo un poco más, aún siente su sabor, que para ella no ha cambiado, mezclado con la salinidad de sus propias lágrimas, la madera dura en su espalda es sólo un detonante para el calor que continúa encendido y la llena, no completamente, aún falta para recuperar lo que tuvieron desde su primer encuentro. Es capaz de mentir, de robar, de matar, es capaz de cambiar su vida, de intentar borrar su pasado, de transformar su presente y consagrar su futuro a él, todo es por él preguntándose siempre si ese amor no raya también en la obsesión. ¿Acaso no es de ese modo que se miran? Aún ahora que las promesas de dejarla continúan, en el salón de la casa que es de ellos, tiene claro que por separado son débiles aunque él tenga más fuerza y ella pueda intentar hacer como que nada sucede. Es cuando están lejos que una parte falta, juntos son invencibles, imbatibles, invulnerables. - Quédate conmigo… - ¿realmente por un beso ella dejaría pasar ese tema que ronda insistentemente por su cabeza? – no te vayas amor, no te vayas… no me dejes… mi corazón seguirá latiendo sólo si estás a mi lado… porque si te vas, aunque yo siga viva me sentiré muerta. – Es mejor no volver a hablar sobre la conversión ahora, tiene apenas 21 años y no luce mayor que él, aún tiene el tiempo a su favor, lo dejará para más adelante cuando las aguas estén menos revueltas. No tiene la certeza si el tiempo que tienen juntos vuelve a ser infinito o él ya le ha puesto término. Es imposible. Claire sabe que si él deja esa casa otra vez ella terminará de caer en el pozo en el que está hundida. León no lo merece pero es mejor que viva con el recuerdo de una madre a la que no conoció que tener cerca a una mujer que parece el espectro de una. Su rostro se entierra entre las capas de tela donde intenta esconder su mirada que puede delatarla, se siente pequeña en sus brazos y la falta de espacio no le afecta, al contrario, le hace respirar más profundamente, aliviada tal vez aunque sepa que eso puede ser peligroso. – No me importa lo que hagas para saciar tu sed pero vuelve a casa, vuelve a nuestra cama cada amanecer… vuelve a mi lado amor, por el tiempo que nos quede juntos. – sabe que hay marcas sobre su piel cada vez más pálida, levanta las manos y rodea su cuello tal como hacía antes, sólo que ahora su cuerpo delgado ni siquiera debe sentirse contra él aún cuando sepa que todo eso es solamente algo físico.

Ya no solloza pero de vez en cuando lágrimas frías caen por sus mejillas, las muñecas le duelen por su culpa, ¿pero no ha sido así con cada parte de su cuerpo en los últimos meses? Añadir un poco más de daño simplemente no tiene relevancia. Todo pasa rápido ahora que está con él, si alguna vez pensó que toda esa felicidad que sentía desde que salió del burdel parecía extraña y que en algún momento llegaría la realidad golpeándola de frente estaba equivocada, lo hizo de a poco, una tortura lenta que no tuvo que ver con cadenas, armas o azotes. - Era una niña… - no habla, balbucea, tal como hace León todos los días, - el bebé que perdí ya estaba formado y era una niña… - Más llanto pero no es consciente de ello, es como si estuviera saliendo todo ese que tuvo acumulado por meses, ¿cuánto dolor puede soportar una mujer? – Fue un parto prematuro porque mi cuerpo no pudo sobrellevarlo, estoy demasiado débil… - se siente fallada, defectuosa, el problema es completamente suyo y si él desea culparla ella aceptará cada una de sus palabras. Habla en presente porque aunque a ratos parezca ausente tiene absoluta claridad de sus prominentes huesos, de su estómago curvado en la forma opuesta a como era sólo meses atrás, de la opacidad de su piel y ese cabello que ha dejado de ser lustroso. No comprende como él puede besarla con ella luciendo así, tampoco como ese pensamiento tan superficial puede aparecer en su cabeza aún sin tener la seguridad de que la tormenta ha pasado. – Quiero saber que nombre le habrías puesto… como llamaremos a nuestra pequeña que partió antes de que pudiéramos disfrutar de ella, - su voz acentúa el hecho de que tal como León, aquella niña fue el fruto de ambos. El agarre es más fuerte porque teme que él pueda alejarse con eso, ella lo haría, ella lo había hecho apenas se enteró de la noticia que esa sangre que caía entre sus piernas era sólo la antesala de un martirio que duraría el resto de su vida. Su corazón duele de una forma que cree puede ser audible, para todos. Cuando el médico llegó a su mansión y confirmó sus sospechas de aquel embarazo no hubo celebración o palabras de alegría, sólo sollozos secos y más preocupación, ¿qué pasaba si él volvía sólo para quitarle todo? ¿Cómo podría salir adelante con dos niños, sin trabajo y con unos ahorros que no alcanzarían hasta que ellos fueran mayores? O peor aún, ¿cómo podría vivir sabiendo que esos dos niños tenían un padre que no los quería? Los miedos fueron parte de esos meses en que se convirtió en una marioneta, la falta de sueño, comida, voz, la trasformaron en una muñeca que perdió su vitalidad como si estuviera al interior de un ático donde el polvo y el tiempo se acumulaban sobre ella. – Tengo tanto dolor que no soy capaz de seguir en pie sola… te necesito a mi lado amor, no seré capaz de vivir para León si no estás. – Lo toma del rostro y vuelve a besarlo, lo haría mil veces si pudiera, recuperando cada beso perdido o anhelado durante su separación, es capaz de darle algo fuerte y al mismo tiempo totalmente lleno de dulzura, esa que en contadas ocasiones tuvieron pero que ahora parece hacerle falta. Podía sentir el deseo y la pasión en su propio cuerpo pero se negaba a apresurar las cosas en un momento que debería ser para dejar salir el dolor y creer que pueden volver a conocerse otra vez en esos cuerpos que sólo exteriormente son distintos. Separó su cabeza y sonrió aunque sus ojos seguían brillantes por otros motivos, su corazón comenzó a latir con más fuerza, todo al interior de su mente se hizo confuso y durante lo que duró esa mirada ellos dos fueron todo lo que habitaba en el mundo. – Te extrañé tanto amor… - Y si tenerlo cerca significaba poner en peligro su vida, no podía pensar en una forma mejor de morir que no fuera en sus brazos.


OFF: Oh Gosh, I'm gonna cry (?)


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Mensaje por Nigel Quartermane Vie Jul 13, 2012 11:02 pm

"Te amo y te odio. Podría besarte mientras te golpeo."


Por un momento, ese momento posterior a ese beso desesperado, Nigel pareció más tranquilo. Ya no hubo gritos ni miradas rabiosas que eran muestra de la impotencia que sentía al escucharla pedirle que le arrebatara la vida. Por esos instantes se rindió y decidió corresponder a sus abrazos. Nigel la recibió, la acunó en su pecho como si se tratara de una pequeña en busca de consuelo; se olvidó de su loca idea de ser transformada, de los reclamos, del llanto de León rechazándolo. La sintió tan pequeña a su lado, tan delgada, tan débil, tan…encantadoramente vulnerable. Nigel no podía creer el mundo que ahora los separaba, un mundo que él mismo se había encargado de poner entre los dos. Pero, ¿se arrepentía de ello? Antes de responderse la pregunta, miró su mano, la cual abrió a espaldas de su esposa para después volverla a cerrar con fuerza hasta formar un puño. Con ese acto tan aparentemente insignificante sintió como los huesos de su mano crujían, pudo ser testigo del poder que emanaba de su ser, y después la miró a ella. Era difícil responder a esa pregunta, tan difícil que prefería hacer lo que siempre había hecho, lo que había hecho toda su vida: evadir las cosas. Tenía claro que debía decidir entre ella y su nueva naturaleza o de lo contrario afrontarse a las fatales consecuencias.

Estuvo a punto de rendirse ante ella pero su autocontrol fue digno de admirar. La escuchó hablar, cada palabra llegó nítida a sus oídos. Oírla abordar el tema de su hijo perdido fue un golpe bajo, saber por primera vez las verdaderas causas que le habían provocado el perderlo… ¡Maldita sea! Sintió que las piernas se le doblaban de puro dolor, más eso no era posible. ¿Podía a un vampiro dolerle tanto el pecho como él juraba le estaba doliendo? Quiso apartarse en ese instante, incapaz de responder a la pregunta que Claire le había hecho, donde le pedía que le diera un nombre propio a la niña que ahora yacía tres metros bajo tierra siendo devorada por los gusanos. “Lilith, le habría puesto Lilith”, pensó pero jamás lo dijo en voz alta, jamás lo haría. Claire lo besó de nuevo, pero Nigel ya no correspondió a ese beso. Sus labios permanecieron rígidos, no se abrieron para recibir los de ella. Soltó el cuerpo débil de su esposa y uso sus manos para alejarla de él cuanto antes, ignorando una vez más las súplicas que su mujer le hacía.

Se alejó de ella, cruzó la habitación y encontró refugio en el otro extremo del cuarto, justo al lado de la ventana que daba al gran jardín que en esos instantes permanecía en penumbras. No volvió a mirarla, fue incapaz, no después de aquella confesión donde quisiera o no, ella lo había culpado. No fue capaz de defenderse porque quizás podía ser un cobarde, pero no ante las circunstancias que hablaban por sí solas. No había vuelta atrás, todo era culpa suya: Claire había perdido a su hija por su culpa y ahora estaba enferma exactamente por lo mismo. Tuvo deseos de abofetearse a sí mismo o de perdirle a ella que lo hiciera. ¿Alguna vez dejaría de causar tanto daño, de herir a sus seres amados? Tenía que dejar de herirla y provocarle una muerte dolorosa poco a poco, tenía que matarla de un sólo golpe, o dejarla vivir.

Nigel fue consciente de que debía alejarse de ella cuanto antes porque de lo contrario todo estaría perdido, todo sería en vano y esa decisión de formar parte de una nueva raza, de gozar el poder a sus anchas y conquistar el mundo, todo eso se iría por el caño. Todo ese sufrimiento que le estaba ocasionando sería irrelevante, inútil. Alzó la vista y la miró desde lejos. Fue suficiente verla a los ojos para saber que sólo bastaba que ella volviera a acercarse y lo besara una vez más para hacerlo caer a sus pies como un muñeco de trapo. Supo también que bastaría una súplica de su parte y él se quedaría a su lado, preso de sus besos, de su piel, de sus ojos, de su cuerpo entero, de cada una de las células que conforman su hermoso ser. ¡Oh, cuánto la amaba! Pero no podía permitirse fracasar como vampiro.

— Por favor, detente. — Pidió al instante a pesar de que ella no se había movido un milímetro. Algo en los débiles y tristes ojos de la mujer le aseguraron que se acercaría en cualquier momento. El cuerpo de Nigel adoptó una postura recta, sutilmente a la defensiva. — No te me acerques. Claire, por favor, no me toques. No te quiero cerca de mí. — Alzó sus manos y las colocó frente a él. Su forma de hablar tomó el tono de una advertencia y a la vez de una petición que rayaba en una súplica. — Por favor, no provoques algo que no quiero hacer, no me hagas rechazarte. — Su voz recuperó la firmeza que había perdido por esos instantes, todo signo de duda se esfumó tan rápido como había aparecido. Estudió sus ojos y reconoció todo ese amor que le estaba profesando con cada una de sus palabras. No dudaba de ella, jamás lo había hecho. Claire era una de esas mujeres que no sólo expresan su amor con palabras, lo hacía con hechos; le había entregado su vida desde antes de la boda, le había sido fiel todo este tiempo, había cumplido su palabra de estar con él en las buenas y en las malas...le había dado un hijo. — Claire…sé que me amas, pero tienes que entender que las cosas han cambiado. Ya no soy el mismo Nigel. No soy humano, soy un vampiro. Necesito sangre, tú eres sangre. — Negó con la cabeza. De verdad detestaba la idea de verse a sí mismo bebiendo de ella, arrebatándole la poca vitalidad que ahora tenía. No, definitivamente no. — Las cosas tienen que cambiar, es irremediable. No volveré a dormir a tu lado, no volveré a besarte o a tocarte. No puedo hacerlo, así que por favor no insistas o terminarás logrando que de verdad me vaya para siempre. — Manipulador, siempre lo había sido. Egoísta. Estúpido.

— Pero tampoco te dejaré ir. — Añadió rápidamente mirándola a los ojos desde una distancia considerable, sumando aún más egoísmo a sus palabras. — Seguirás siendo mi esposa, la madre de mi hijo, la señora de esta casa. Seguirás siendo Claire Quartermane. — Por un instante su barbilla pareció alzarse, signo del orgullo que le provocaba que ella, su mujer, llevara su apellido, de que siguiera siendo su esposa. La barbilla volvió a su lugar cuando se percató de lo infame que se estaba escuchando. Ella no se lo merecía, debía ser un poco flexible después de tanto sufrimiento. Desvió la mirada y le habló mientras miraba por la ventana; no quería mirarla a los ojos cuando le dijera lo que estaba por decir. — Pero no voy a tenerte encerrada, puedes salir, puedes hacer lo que te plazca. Puedes… —hizo una breve pausa y pasó saliva, le costaba decir aquello. — puedes acostarte con quien te de la gana si esto no te es suficiente. Pero nunca dejarás de ser mi esposa, ¿escuchaste? Nunca. — La miró una vez más, recalcando su advertencia, abandonando la ventana, acercándose un poco, tan sólo un poco más a ella pero sin permitir una tentadora cercanía. — Y tampoco tendrás más hijos. — El rostro de Nigel era el de un hombre herido, un hombre que se hería a sí mismo con las decisiones que estaba tomando. Estaba entregando a su esposa a otro, cualquiera que quisiera aceptar la oferta. Era tan ciego. ¿Cuántas malas decisiones más debía tomar para tocar fondo y darse cuenta de lo equivocado que estaba, de advertir por primera vez que si su vida había sido tan difícil había sido a causa de él y nadie más que él?

— No voy a ser como esos idiotas que dejan libres a sus esposas para que encuentren al hombre de su vida y sean felices con otro. Sería en vano, porque el hombre de tu vida soy yo, no podrías ser feliz con ningún otro. — Por un momento, un mínimo momento, dio la impresión de que había dicho aquello para autoconvencerse, para hacer menos tortuosa la idea de que Claire de verdad pudiera dejar de sentir todo ese amor que siempre le había profesado. La tenía tan segura, pero él era tan anímicamente inestable que le resultaba imposible no pensarlo. Aún así, decidió no hacer notoria su inseguridad, optó por realizar lo verdaderamente importante en esos momentos. Alzó su mano derecha hasta su boca y con la ayuda de los afilados colmillos se provocó una herida, la sangre brotó de su muñeca.

— Bebe, te recuperarás con esto. — Alargó el brazo y se la ofreció. No era ningún secreto que la sangre de vampiro tenía propiedades curativas y milagrosas.

Off: ¿Me perdonas por haberme tardado tanto? *ojos del gato con botas*.


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Mensaje por Claire Quartermane Mar Jul 17, 2012 3:49 am

“Siguieron caminando así, juntos, como una pareja normal, y aun así ajenos a cualquier regla, indiferentes ante el momento, sin engañarse, mentirse, defraudarse...
Perfectos por ser declaradamente imperfectos.”

Puede que no respire, que no tenga la misma temperatura en su piel, que no necesite comer lo de antes, que el sol no pueda volver a tocarlo, que sus sentidos sean más intensos y cada noche descubra algo que lo llene aún más de poder. Quizás ha perdido todos los pocos rasgos de humanidad que alguna vez tuvo, que quiera lucir más distante, más calmado, más frío. Pero hay algo que no cambia, pequeños detalles que sólo ella podría identificar, el tono de voz es una nota más gélido pero tiene la misma inflexión de protección que ha tenido tantas veces. Claire lo entiende, comprende cada una de sus palabras, pero comprender no es lo mismo que compartir y aunque quiera ir hasta él y decirle que todo estará bien por un momento duda. De si misma y de esa capacidad que tiene para perdonarle lo que sea, ¿podrá ahora en el punto más difícil de todos seguir adelante? La respuesta llega simple, aparece pese a sentir como algo que ya estaba roto se rompe nuevamente dentro de ella, besarlo es poner sus labios contra una pared, contra una estatua que no reacciona, que no responde. Espera que se mueva para también hacerlo pero su cuerpo nuevamente se transforma en su peor enemigo, no le permite correr para alejarse, tampoco dar unos pasos para acercarse y abrazarlo por la espalda, apoyar la cabeza contra su hombro mientras mira por la ventana, comenzar a completar los silencios con historias de los meses pasados, ya no hay nada de eso. Tal vez todo está perdido. Un suspiro cansado sale de sus labios, ha pasado tanto en tan poco tiempo, Claire se siente agotada, algo que no tiene que ver con los minutos que lleva de pie, dejando que hable simplemente porque le gusta escucharlo, queriendo saltar a ratos a sus brazos y quedarse de ese modo hasta que toda la pesadilla termine. ¿Terminará en algún momento? Sin darse cuenta lo único que refleja el modo en que se siente es su rostro, la manera en que lo mira, de otra forma él no le devolvería la mirada así, casi sufriendo como ella también sufre. Intenta también engañarse, creer que él si sufre, aunque cada cosa salida de sus labios parece indicar lo contrario. Necesita el silencio, ese que la acompañó tantos meses, necesita cerrar los ojos y ordenar las ideas, asimilar que ya nada es como antes y que probablemente él tiene razón, en todo. ¿Desde cuándo Claire le da la razón a alguien más que no sea ella misma? -¡NO ME INTERESA TU APELLIDO! – y ahora la que grita es ella, la que se desgarra la garganta con palabras es esa mujer que parece haber despertado, - ¡no quiero tu casa, no quiero tu dinero, no quiero nada de eso! – Incluso la idea la ofende un poco, pero él no lo dice del mismo modo que tantas personas al enterarse de esa unión, tan provechosa para ella, tan desastrosa para él, al menos eso espera.

Cierra las manos en dos puños que le dejan las marcas de las uñas en la palma, pequeñas medialunas que ni siquiera nota, frustrada, molesta, no, nada de eso alcanza, Claire lo escucha y está furiosa. - ¡No quiero acostarme con otro hombre! ¿Estás escuchándote Nigel? ¿O es que acaso junto con la vida se te fue también esa inteligencia que tanto amo? – resopla, lo golpea, se acerca para llenar su pecho de pequeños puñetazos que está segura no le hacen daño, pero necesita hacerlo, es algo superior a ella, algo que de algún modo le ayuda, quizás para al fin expresar en voz alta lo que calló por tanto tiempo. - ¿Crees que quiero dejar de ser tu mujer? ¿Crees que dejé de serlo aún cuando muchos me decían que nunca volverías? – puede sentir la tensión entre ellos y esta vez no tiene que ver con esa que llenaba sus noches, con inventar pequeñas peleas para poder reconciliarse en una cama, ahora ni siquiera tiene la seguridad de que podrán compartir una de nuevo. - Eres un verdadero idiota Nigel… Soy la madre de tus hijos, eres el padre de mis hijos, esa pequeña y León son mis hijos… ¡No quiero más hijos porque tú no puedes tenerlos! ¡No quiero hijos si no serán tuyos! – pasa la mano por su cabello, algunos mechones acompañan el camino y luego caen al piso, luce cada vez peor pero no lo nota, todo lo que siente es nuevamente dolor que lo llena todo, que involucra todo. - Eres el hombre de mi vida, eres el hombre de mi muerte… eres el que me hace feliz y también ese que me está haciendo infeliz ahora. – No planea hacerlo sentir culpable, de nada, porque hace mucho ya dejó a un lado aquella idea, ahora simplemente intenta mirarlo y encontrar ahí algo a lo que aferrarse, pero todo lo que ve es un vampiro que le ofrece una muñeca de la que gotea sangre. La misma sangre que León también tiene. Golpea su mano para apartarla, la mueca de asco es su rostro es evidente y el rechazo no se debe al líquido que sale de sus venas, tampoco a esos colmillos que por primera vez ve directamente. Esos dientes la excitan, puede imaginárselos sobre la piel dejando marcas que dolerán varios días - no quiero tu lástima Nigel, no soporto la forma en que me miras, no tolero que seas tan estúpido, que intentes siquiera proponer ideas como esas… ni siquiera puedo creer que imagines que alguna vez estaré con alguien más… - lo golpea de nuevo, esta vez en el hombro y ahora sus nudillos quedan adoloridos, - desde que te vi por primera vez eres el único, si esta es la última vez que te vea seguirás siendo el único… - aquello último sale como un susurro, una expiración mezclada con palabras. Claire siente que está chocando contra una pared que debe derribar, que no será fácil pero que podrá hacerlo, - ¡TODO LO QUE QUIERO ES A TI! – el grito la desconcierta incluso a ella, - ¿Puedes entender eso? ¿Cuándo vas a aceptar que te amo? – niña caprichosa, la misma orgullosa de siempre, aún después de tantos años parece no haber cambiado ni un ápice de esa personalidad que le ha traído tantos problemas como beneficios.

-¡Mírate! Tú también eres sangre, estás ofreciendo esa sangre para que yo la beba, ¿qué derecho tienes a pedirme que no haga lo mismo? – al fin sus ojos se abren por completo. Siempre han dicho que es necesario llegar al límite para conocer sus propias capacidades, ella ahora lo está pero sigue sintiendo que algo le falta, más bien es un alguien. La decisión aparece y al mismo tiempo la confusión crece, ¿qué pasa si él la toma en serio? ¿Sería capaz de seguir adelante con eso? - Si te vas, yo también lo haré… me llevaré a León y viajaremos noche y día para que no puedas encontrarnos, jamás volverás a saber de nosotros… ¿eso es lo que quieres? ¿Quieres libertad para tu nueva vida? ¿Quieres que dejemos de ser ese estorbo que te molesta? – está jugando con fuego, dejando salir temores que había mantenido ocultos incluso de si misma. Aquello que la atormentaba en las noches, que no la dejaba conciliar el sueño, todo eso ahora se hace tan presente que desea encontrar el modo de poder alejarlo. Prefiere morir a manos de él que volver a sentirlo lejos, la vida se le escapa de las manos, esa vida que hasta conocerlo no tenía valor ni propósito comienza a ponerse cuesta arriba, cada escenario luce más complicado y simplemente se acerca aún más para agarrarlo de la ropa, cerrando los ojos para evitar el rechazo. - Si quieres amenázame, pero deja de intentar engañarte, - se aferra a él, toda esa fuerza quizás sólo proviene de la rabia, de sentir que es un testarudo idiota que no es capaz de darse cuenta que es imposible que puedan estar separados un poco más, - esta es tu casa, este es tu hogar, esta es tu familia, León, nuestra pequeña y yo lo somos… no busques más excusas, si quieres no duermas en nuestra cama hasta que puedas controlar la sed que sientes, pero… amor… - la voz se calma, los latidos de su corazón también lo hacen, - amor… entiende de una vez que te amo a ti, que no me interesa si eres humano o vampiro así como jamás me interesó si fueras el que vende pescados o el conde… eres tú todo lo que me importa, eres tú todo lo que quiero, todo lo eres tú… - Tantas cosas al mismo tiempo, negación, llanto, rabia, impotencia, se siente abrumada, superada, también cansada. Quiere rendirse pero es imposible, ¿no pueden simplemente ser como una pareja normal? Claire suelta una risa ante ese pensamiento, la normalidad jamás ha sido parte de lo que son, ni siquiera puede asociar un adjetivo como ese a alguien como Nigel, es casi una ofensa. - Crees que perdiste tu humanidad y acá estás, aún frente a mí, con los mismos ojos que esa noche en que me pediste matrimonio… sabíamos que no sería fácil, que podríamos arruinarlo todo, pero nos atrevimos, ¿qué es tan distinto ahora? Dime, de verdad quiero entender, ¿crees que no se el riesgo que corro? ¿Que no se que mi sangre puede ser tan atractiva para ti que vas a querer matarme? ¿Por qué insistes en tomarme por una muchachita estúpida? - Lo toma del cabello, sin delicadeza, obligándolo a acercarse a su boca aunque apenas se tensan sus brazos para lograrlo, - se que las cosas cambiaron, se que ya nada será como antes, se que me amas Nigel, se que todas estas ideas ridículas son porque quieres protegerme, porque si no me amaras ni siquiera habrías vuelto a explicar nada… - besarlo se siente tan simple, tan natural, casi tanto como respirar o volver a sonreír, - te conozco más de lo que crees así como también me conoces más de lo que puedo imaginar… y porque me conoces se que sabes que cada palabra que dije fue en serio… - La idea de irse, las declaraciones de amor, la lucha que comenzarán juntos. Pero también Claire sólo necesita salir a la calle, pedir un carruaje y dar unas pocas indicaciones para lograr lo que quiere, apenas unos minutos para conseguir lo que él no quiere darle. Claire sabe, Nigel ahora también lo sabe sólo con mirarla, ambos saben que si él la deja una vez más, será ella quien busque a alguien para que la convierta tarde o temprano. Si querías casarte con una mujer que agachara la cabeza y dijera sí a todas tus indicaciones, entonces elegiste mal.


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Mensaje por Nigel Quartermane Sáb Feb 16, 2013 6:33 am

"Te amaba como si reconociera en ti mi propio cuerpo, como si buscara el alma que me había abandonado, como si comprendiera con pena y alegría que me había transformado en otra persona."
—Orhan Pamuk.



La amenaza de Claire realmente lo tomó por sorpresa. Toda la reacción de Claire logró hacerlo. ¿Qué había pasado con la mujer sumisa que siempre acataba y vitoreaba todo lo que el Conde, su esposo, su fascinación, decidía hacer? Definitivamente se había desvanecido junto a la poca cordura que él había tenido alguna vez… si es que la había tenido. No quedaba duda de que ninguno de los dos era ya el mismo, casi podría catalogárseles como dos extraños, como dos locos hablando un idioma distinto, incapaces de hacerse entender, incapaces de cualquier cosa. Dos mentes corruptas por la demencia, por dos sentimientos distintos: él el de la avaricia y ella con la dolorosa idea de perderlo para siempre. Dos sentimientos completamente incompatibles, sobre todo si se toma en cuenta que dentro de los planes de él no esta ella, al menos no como ella quisiera.

Cuando ella aventó su brazo, él apenas y hizo algo al respecto; lo dejó caer, derrotado, pero no porque pensaba desistir de sus decisiones, sino porque no pensaba rogarle, no si ella no era capaz de ver lo mucho que le importaba. Permaneció de pie frente a ella y poco a poco como quien no se da cuenta del movimiento involuntario, alzó su barbilla en un gesto que dejaba claro que comprendía cómo serían las cosas de ahora en adelante con ella. Ese sencillo movimiento era el mismo que Nigel mostraba ante sus enemigos, frente a todo aquel que se oponía a sus planes; era un gesto retador y a la vez intimidante, el mismo que determinaba que él no era un hombre que se quedaba con los brazos cruzados. Y no lo haría, tampoco en esta situación. Mucho menos en esta situación. Especialmente en esta situación.

— Eres tú quien está haciéndolo, me amenazas. — Como si fuera posible, la voz le brotó aún más gélida que la que había estado utilizando anteriormente. Él estaba consciente de lo doloroso que podía ser todo eso para ella, para quien sólo se había dedicado en cuerpo y alma a hacerlo feliz durante sus escasos meses de matrimonio y todos los años en que había sido su amante, pero tal cosa no le importó. Nigel había sido siempre egoísta, pero en esta ocasión hizo alarde de ello, y con creces. Realmente se merecía un golpe, una bofetada en pleno rostro, algo que lo hiciera despertar y darse cuenta que estaba haciéndolo todo mal, malditamente mal. No se tomó la molestia de apartar a Claire cuando esta lo tomó por el cuello y le exigió esa cercanía que tanto anhelaba desde su partida, por el contrario, la aprovechó y, por un momento, pareció que él correspondería a sus besos, a su tacto. Pero no fue así. Nigel ignoró las intenciones que ella tenía y sencillamente dejó salir su ira, su frustración a la más máxima potencia.

— ¿Ideas estúpidas? ¡¿IDEAS ESTÚPIDAS, DICES? — Le gritó sin un ápice de compasión, y su voz hizo retumbar cada objeto en la habitación, la casa entera. La sujetó de los brazos y la acorraló contra la pared, pero esta vez no para que sus lenguas se reencontraran, sino para dejarle claras las cosas de una vez por todas, sin sutilezas, sin juegos de por medio. — ¿Crees que soy un imbécil por intentar proteger tu vida? — Sí, también estaba resentido, ella nunca antes lo había llamado de ese modo, y le resultaba inconcebible que empezara a hacerlo precisamente ese día, el día en que intentaba protegerla a toda costa, que le mostraba lo mucho que le importaba… a su manera, claro. — ¿Qué sabes tu, Claire? El que te hayas acostado con decenas de vampiros no significa que lo sepas todo. Tú no tienes idea de nada.

Y clavando sus ojos en ella, tan atinadamente como si se tratase de sus propios y prácticamente recién adquiridos colmillos, decidió darle una lección, mostrarse por primera vez como lo que era. Dejó de dominarse como había tenido que hacer desde el momento en que pisó la casa; ya no hizo un esfuerzo por ignorar su aroma que se tornaba delicioso, que le despertaba el apetito de una manera voraz, avasalladora. Lentamente, el rostro de Nigel, cambió; era el mismo rostro, pero al mismo tiempo era otro, el de un demonio sediento. Sus ojos se tornaron más oscuros e inexplicablemente más profundos, con ese algo maligno brotándole por los poros. Las venas de la piel de su rostro también parecieron contraerse y se fueron tensando como sogas, dándole un aspecto tan terrible como inexplicablemente atrayente. Por último, dejó sus colmillos a la intemperie y, emergiendo lentamente entre sus labios, logró que hicieran especial énfasis a su poderío. Ya no había duda de ello (si es que ella aún tenía una mínima esperanza), Nigel era un vampiro.

— ¡Mírame, mírame bien! Observa mi rostro, estos ojos, esta boca. Mira bien, Claire, y date cuenta de la realidad. No es culpa lo que siento, no me arrepiento de lo que he hecho; fue mi decisión. Es temor, temor porque efectivamente, los quiero, a mi familia. Son todo lo que tengo. ¿Crees que toleraría la idea de hacerles daño? ¡DATE CUENTA! — Por un momento le pareció que gritar no era suficiente, porque ella se empeñaba en no escucharlo o realmente se había vuelto sorda. Si Claire no era capaz de entender por las buenas, lo haría por las malas, y le daría donde más le duele, donde más le dolía a ambos. — ¿Qué pasaría si una noche despiertas y me encuentras con León en brazos y te das cuenta de que lo he asesinado, que lo he desangrado por completo? Imagínatelo, visualízalo como yo lo hago para horrorizarte al borde de la locura como a mí me ocurre. ¿Tolerarías saber que he sido el causante de la muerte de nuestros dos hijos? — La sola idea logró hacerle sentir náuseas, asco de sí mismo. Era cruel que utilizara una imagen tan horrorosa, que le recordara a Lilith, que planteara la sola idea de que se creía capaz de asesinar a León, pero era la única manera de hacerla reaccionar, de medir la gravedad de las cosas que podían suscitarse si él permanecía demasiado tiempo bajo el mismo techo. — No puedo, entiéndelo de una maldita vez.

La reacción de Claire ante esa suposición logró dejarlo medianamente satisfecho. La soltó y se alejó. Se instaló nuevamente junto a la ventana y dándole la espalda una vez más, intentó controlarse poniendo en práctica el freno que debía tener siempre a la mano cuando se tratara de su familia. Lentamente, el rostro de Nigel fue volviendo a ser el de antes. Las venas se suavizaron mostrando una vez más la piel cincelada que todo vampiro poseía y que era la principal causa de que los humanos los consideraran hermosos, sus ojos adquirieron ese tono azulado que los caracterizaba y, sus colmillos no desaparecieron, pero nuevamente se quedaron detrás de los gruesos y mezquinos labios.

— Además, tengo planes. Cosas que tú jamás entenderías. — Añadió luego de un rato, sin atreverse a mirarla y dejarle claro que, en efecto, quisiera o no ella y León representaban una especie de estorbo para él, un estorbo que amaba y que jamás apartaría de su lado porque no le daba la gana. Nigel se negaba a hacer eso a lo que todo vampiro se enfrentaba tarde o temprano, a despedirse por completo de su humanidad para dar paso a la inmortalidad. Lo quería todo al mismo tiempo, pretendía conservar a su familia, llevar una especie de doble vida en la que iría por la vida mostrándose como un ser despiadado y, luego de asesinar a sangre fría a criaturas inocentes, volvería a casa para depositar un frío beso en la frente de su hijo para darle las buenas noches. Irónico, sencillamente irónico. Le molestaba que las cosas tuvieran que ser así, le molestaba que ella no pudiera cooperar, que se opusiera a absolutamente todo. La nueva Claire empezaba a hacerlo sentir realmente enfadado. Volvió a mirarla.

— Soy tu esposo, ¿no era eso lo que querías, que nos casáramos? Por eso aceptaste ser mi esposa. Ahora obedéceme como tal y limítate a apoyar lo que decido. Nada de lo que digas me hará cambiar de opinión, es momento de que lo sepas. Así que resígnate a la vida que nos espera, porque quizá no es la que esperabas, pero es la que voy a darte. — Un golpe más para ella, y si continuaba así, hiriéndola sin compasión, terminaría matándola de pura tristeza o rabia. Cruzó la habitación con pasos largos y firmes, pero cuanto pasó a su lado, justo antes de cruzar la puerta, se detuvo en seco y se le acercó para hablarle al oído. — Y, de verdad: no vuelvas a amenazarme. El que seas mi esposa no significa que voy a tolerarte todo. No juegues conmigo, Claire. No me obligues a hacer algo que no quiero. Siempre has sido fuerte e inteligente, sabrás como manejar todo esto. Sólo... no lo arruines, no hagas una estupidez porque me vas a conocer y puede que no te guste. — Sutilmente le devolvió la amenaza. Nigel no estaba dispuesto a perderlos, ni a ella ni a León y realmente estaba dispuesto a cumplir su palabra. Con esas crueles palabras dio por finalizado el asunto. Cruzó la puerta y sin más abandonó la habitación para dirigirse hasta la cocina donde abordó a una de las empleadas y le dio explícitas órdenes de que Claire debía alimentarse para reponerse y que ella debía asegurarse de que lo hiciera, así tuviera que obligarla o su permanencia en la casa estaría de por medio.

Finalmente abandonó la mansión, la dejo sola y sin consuelo.
Sola como estaría el resto de sus vidas.


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Mensaje por Claire Quartermane Mar Feb 19, 2013 3:19 pm

“Find what you love and let it kill you.” — Charles Bukowski.


Motivos que tiene justo al frente, excusas que en realidad son argumentos válidos para mantener hipótesis como legítimas. Aún cuando sus palabras han sonado claras, precisas, perfectamente dichas e igualmente escuchadas ella sigue creyendo que son ideas estúpidas y que él es un imbécil, aunque no por las razones que Nigel cree. Su espalda choca con fuerza contra una pared demasiado dura pero no tan dura como lo que próximamente dirá. Sacar a relucir su pasado es una estrategia sucia, una que no era necesario usar pero que ella no permitirá se convirtiera en una debilidad que pueda volver a utilizar en el futuro. Imitando su gesto, su barbilla se eleva como en el tiempo en que aquella profesión era su mayor orgullo, porque incluso ahora, cuando aquel que la conoció en un burdel se aprovecha para subestimarla y seguir tratándola como una muchacha idiota, Claire prefiere hacer oídos sordos a ese comentario y responder como lo hacía durante esos años, — no decenas, cientos… — pero lo que pretendía fuera una observación desafiante quedó interrumpida por una imagen que apenas apareció supo nunca podría olvidar. Si los gritos de antes no lograron cambiar en ella la percepción que tenía de su marido ahora parece imposible no mirarlo con ojos distintos. La esperanza de que bajo ese nuevo ser estuviera el hombre que conocía antes desaparece con la rapidez que él transforma sus propias facciones y, junto con el escalofrío que le recorre la espalda, siente también un dolor tan profundo en el centro de su pecho que sólo podría describirse como un corazón roto y que no tiene arreglo.

Claire no despega sus ojos de él, a través de esa mirada inmóvil pretende absorber cada detalle hasta hacerlo parte de si misma. Nuevamente siente repulsión, el amor incondicional queda a un lado y todo lo que desea es que la suelte, que deje de tocarla esta criatura que no conoce, que es nada mas que un demonio dentro del cuerpo de su esposo. Nigel no podría jamás hacerles daño, nunca se atrevería siquiera a plantear una opción como la que ha salido de esa boca; la diferencia ahora es que esta aberración si lo haría, este monstruo tiene la capacidad y sin dudas, la posibilidad de matarlos a los dos si así lo quisiera. Había entonces logrado su objetivo, la imagen de su pequeño con la piel grisácea y marcas sangrantes en el cuello aparece entre los brazos de ese que no es su marido. Y aunque quiso corregirle que la causante de la muerte de la pequeña es ella, prefirió mantenerse en silencio y seguir rogando que esas manos no vuelvan a aferrar alguna parte de su cuerpo. Claire cerró entonces los ojos y esperó que él notara su incomodidad o que al menos sintiera el rechazo que era incapaz de disimular.

El suspiro de alivio que escapó de sus labios hizo incluso más evidente que los pasos que dio el hecho de querer alejarse de él. Ahora que sentía la libertad de moverse tenía también la opción de volver a ignorar sus palabras, que aunque las había oído claramente, no representaban mayor diferencia de lo que ya antes pensaba, aunque por supuesto, una cosa es tener la sospecha y otra muy distinta es poseer la seguridad de lo que creía. Su cuerpo volvió a sentirse cansado, agotado y lleno de cargas que le dificultaban incluso el mantenerse de pie por mucho tiempo más. Sólo fue la mirada de Nigel, que volvía a tener el azul que compartía con su hijo, lo que la impulsó a no mostrar más debilidad y enfocar sus energías en no permitir que las rodillas le fallaran. Durante los segundos que se mantuvo en silencio esperó que las palabras que sabía vendrían fueran al menos la indicación de que todo no era mas que algo pasajero, que duraría el tiempo en que él pudiera controlar la sed por su sangre o que esos planes se los daría a conocer apenas estuviera seguro que ella efectivamente los entendería, porque claro, no quiso decirle que es tonta, sólo que no posee la suficiente información para comprender a lo que él se refiere.

Ilusiones rápidamente rotas. ¿Para esto deseó con tanto ímpetu que volviera? ¿Para estas palabras lloró hasta quedarse sin lágrimas? ¿Para esta nueva vida que él promete se aferró a su recuerdo en aquellas noches donde el suicidio parecía la mejor alternativa? Al parecer sí. Y lo quiera o no, él la conoce y sabe que acatará sus ordenes tarde o temprano, porque tal como antes lo dijo, no existe la opción de algo distinto, de una realidad donde Nigel no esté presente. ¡Una mierda entonces si la asesina! ¡Una mierda si el otro Nigel, el que no conoce, bebe de ella hasta dejarla seca! ¡Una mierda todo y una mierda es ella! Nigel ya la ha matado, ella misma se ha matado muchas veces. Mató su orgullo, mató su autoestima, mató la poca dignidad que le quedaba y mató también la opción de ser otra vez una mujer y dejar de ser un títere que vuelve a estar en las manos de su titiritero. — Sí, amo… — y aquello fue lo máximo que pudo replicar, su último gesto de rebeldía que al mismo tiempo demuestra que lo que antes era una idea vaga, de ahora en adelante es mucho más concreto. Claire no es más la esposa, no es la amante, no es la compañera. Claire ahora es la sumisa del vampiro, el objeto de la propiedad de ese dueño que ha vuelto a reclamar lo que es suyo, una cosa similar a ese piano en el que tantas veces hicieron el amor. Claire, desde aquel momento, es una puta nuevamente, la única diferencia es que ya no recibe un pago al terminar la noche ni tampoco disfruta de lo que hace.

Esperó a que él desapareciera, a que sus pasos dejaran de oírse, a estar sola de nuevo, para dejarse caer en el sofá y mantenerse con la garganta apretada y un sollozo seco que nuevamente no tiene lágrimas. Si pasaron segundos, minutos u horas no tiene idea, apenas es consciente del gesto que hace con sus manos, de los puños apretados en torno a la tela del vestido que a esta altura le resulta incluso incorrecto de usar. Está en un salón que no le pertenece, sentada sobre un mueble que no es suyo y cubierta por ropas que no pagó. ¿Cómo no se dio cuenta antes? El amor, que por cierto sigue sintiendo y quizás en mayor medida, es lo que la mantuvo ciega, inserta en un mundo de sombras que ahora desea más que nunca. Volver a un pasado que a todas luces le parece mucho mejor es lo que pide mientras deja que los empleados se asomen y nadie se atreva a preguntar lo que todos murmullan. ¿El señor volverá? Ni siquiera ella lo sabe, tiene claro que esa aberración con la cara del hombre que ama vendrá cada noche para seguir vigilando que sus amenazan no se cumplan, pero lo que duda y que probablemente dudará siempre es si Nigel regresará alguna vez. Para ella dos hombres son con los que tendrá que lidiar ahora, dos hombres, uno del presente y otro del pasado, dos que la tienen inserta en la ausencia de palabras.

Pero el motivo de su silencio no es sólo el conocer este lado nuevo de Nigel, parecido quizás a ese que antes había escuchado por boca de otros, la real razón de no articular alguna frase fue el darse cuenta de que al fin él había cruzado esa línea que era la base sólida sobre la que ella se sostenía. Nigel, por primera vez, la había tratado como a cualquier otro, había roto con sus colmillos la burbuja inútil en la que ella se mantenía siempre protegida. Y era, entonces, consciente de que no existe ya en una categoría superior al resto, ahora es una más. La esposa, como él se encargó de recordar; la mujer que no va a perder sólo por orgullo; la que seguirá siendo la madre de sus dos hijos; esa seguirá ahí pero ahora simplemente como una más. Y fue aquel sentimiento vacío de saber que la entrega total que siente hacia él no es mutua fue lo que logró que el letargo autoinducido desapareciera y de paso la misma condescendencia, que ya se comienza a convertirse en humillación, terminara en ese instante. Claro que sabe como manejar todo eso, el problema es que desde su punto de vista existen múltiples opciones y ninguna de ellas parece muy favorable. En aquel momento no se considera ni fuerte ni inteligente, mas bien todo lo contrario. Las fuerzas le fallan para gritar por la presencia de alguna de las empleadas y es sólo después de varios intentos que logra alzar la voz lo suficiente para llamar a Dorothea que es además la encargada de cuidar a León.

— Quiten las telas blancas, limpien todo profundamente… que la casa vuelva a estar como antes… — y con antes estaba claro se refería al tiempo en que Nigel la habitaba. — Avísale al resto que el señor ha regresado y que tendremos cambios que informaré en su momento. — Cambios que incluirían dormir en cuartos separados, mantener la seguridad de su hijo aunque eso signifique alejarlo de su padre y por sobre todo dejar de ser una estúpida y acatar las palabras de su esposo tal como él las ha dicho. Sin arruinarlo, sin provocarlo, sin jugar con él y obligarlo a hacer algo que no desea. ¿Y qué hay de lo que ella desea? Lo que ella desea lo tendrá, lo que ella desea es a él de vuelta en la casa, lo que ella desea es tiempo para que volver a tenerlo como lo tenía antes, lo que ella desea es ser realmente inteligente y tomar el camino correcto que la lleve hasta un final que será el mejor para todos. — ¿Tengo que volver a repetirlo? Nigel volvió y quiero que todo esté impecable, tal como lo merece… — a esta altura ya no sabe lo él que merece. Nigel sigue mereciendo su amor, su entrega incondicional, la pasión que florece con solo recordarlo, ¿pero qué hay del otro? Ese otro merece sufrir lo mismo que ella, merece ser tratado como ha sido tratada ella, merece ser relegado a una categoría inferior tal como ha ocurrido con ella.

La pregunta entonces cambia, las dudas que florecen detienen la caminata que había emprendido segundos antes para abandonar ese salón. ¿Es más fuerte el amor o el deseo de devolver el golpe? Y sin respuestas se dirige hasta lo único que le impide no seguir a su esposo y tomar una decisión en ese momento. León sigue esperándola, esperándolos, ignorante de todo lo que acaba de suceder.

“Es mi imaginación, son mis sueños vagos lo que a cada instante te traicionan.
Extenúame. Líbrame de estos sueños. Entrégame.
Adelántate para que no tenga ni siquiera el tiempo de imaginar que te soy infiel.”
Historia de O, Pauline Reage.


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