Ya no estarás sola [Ludimila]

Es curioso cómo a veces basta una noche para unir dos destinos y también cómo eso parecía ser especialmente cierto en su caso. Pues quién iba a pensar que ese encuentro en la joyería terminaría con ella tomando como protegida a una bailarina extranjera cuya gratitud sobrepasaba cualquier expectativa que pudiera tener.

Se sentía bien. Ahora ansiaba despertar cada atardecer para ver cómo con su sola presencia la casa, otrora desolada como un sepulcro, se llenaba de vida.

Le gustaba vigilar los progresos de Ludimila en las lecciones de francés y procuraba pasar el tiempo suficiente con ella para charlar y darle la oportunidad de practicar un poco sin el temor de ser mirada severamente por los parisienses. Había encontrado un excelente profesor, lo suficientemente discreto para no hacer preguntas incómodas y todavía tenía en mente que quizá resultara acertado hacerla asistir a un conservatorio de danza o, en su defecto, conseguir una instructora que accediera a impartir lecciones en privado. También había asuntos más mundanos, pero igualmente importantes, en los que ella personalmente intervenía: aunque Aurelia no probaba bocado, insistía en compartir la cena con la joven y ayudarla a refinar sus modales que tenían algo de salvaje. Si aspiraba a sobresalir, la instrucción que recibiera tenía que ser mucho más amplia, tenía que convertirse en toda una dama, así sería un poco más fácil ser tomada en cuenta.

Recordaba las primeras noches al lado de Apolonio, cómo él también la había acogido cuando la encontró desvalida y llorosa en una oscura calleja de Roma, cómo la instruyó con suma paciencia en su nueva forma de vida y cómo la había hecho olvidarse de la soledad y el dolor que la invadían. No podía obviar las similitudes entre lo que ella hacía ahora; pero tampoco se le escapaban las diferencias: sin duda, Ludimila sentía una gran pasión por vivir y poseía una fortaleza de carácter envidiable, Aurelia simplemente había buscado la muerte. De ninguna manera ella se habría sentido capaz (en ese entonces) de abandonarlo todo por perseguir un sueño, ella lo hizo por que sus ilusiones se habían desmoronado; pero las cosas habían cambiado mucho a través del tiempo y las mujeres eran cada vez menos dependientes del poder masculino, eran cada vez más intrépidas y la rusa era una muestra de ello. La vampiresa valoraba mucho ese rasgo de su nueva pupila y esperaba que, gracias a ello, pronto las cosas comenzaran a caminar favorablemente.

Por su parte, se había dado a la tarea de visitar los diferentes teatros con el fin de sondear las posibles opciones para la chica. Se trataba de un mundo complicado que todavía no gozaba de mucha respetabilidad, por lo que entendía a la perfección las dificultades que la bailarina había tenido al intentarlo sola. Lo que la ocupaba era encontrar una compañía donde pudiera lograr sus objetivos bajo su vigilancia, pues no quería arriesgarla a nuevas humillaciones. Afortunadamente, ella contaba con habilidades que podían allanar el camino y no dudaría en usarlas.

Esa noche apareció justo cuando el tutor estaba por marcharse y lo despidió agradeciendo nuevamente su amabilidad. Cuando quedaron solas en la estancia, Aurelia tomó asiento cerca de Ludimila y le dedicó una sonrisa casi tierna. -¿Cómo va todo, querida?-.

La vida de Ludimila había dado un giro de ciento ochenta grados, literalmente.

De estar sola y desamparada en la gran urbe parisina había pasado a estar bajo el ala de Aurelia, una elegante y distinguida dama de origen romano.

Y es que la joven no podía ser más afortunada, ya que Aurelia era una amante de las artes y estaba dispuesta a proporcionarle los medios necesarios para asegurar su éxito, pero ¿que se puede esperar de un italiano? ¡Si de ahí viene el arte!.

Las puertas de la mansión de Aurelia, desde el primer día estuvieron abiertas para la rusa. Podía entrar cuando se le antojase, con Aurelia dentro o sin ella, más la joven se contuvo en tomarse esa libertad, ya que no quería pecar de grosera y aprovechada, aun así, las visitas eran casi diarias porque Ludimila había empezado a tomar clases de francés.

Incluso muchas de las veces Ludimila se quedaba a cenar, así Aurelia había comenzado a enseñar modales para estar en la mesa.

La rusa nunca se imagino que aquello fuera tan duro, hasta ese momento, pensaba que su forma de comer era bastante correcta, pero las normas de la clase alta le desmontaron todas sus bases.
¡cuantos cuchillos! ¿Acaso un cuchillo no podía cortar igualmente la carne que el pescado? "no se apoyan los codos en la mesa" Uff, pues vaya, era difícil no mantenerlos sobre ella.

De vez en cuando, alguna criada le lanzaba una mirada de desaprobación, pero por suerte Aurelia era más paciente y comprensiva, haciendo que la rusa ganara seguridad en sus actos.

Con el idioma también había grandes progresos. Poco a poco, la morena podía pronunciar a la perfección el acento de los franceses, eso si, era inevitable que dejara un rastro de su lengua materna. También se notaba un poco más de soltura y los verbos cada vez se conjugaban con más precisión.

El profesor estaba bastante contento con los progresos de la joven y el empeño que le ponía al asunto. Más alguna regañina le caía porque a veces se distraía en sus pensamientos, y aquellos pensamientos tenían nombres y apellidos.

La clase llego a su fin. Aquella noche Ludimila tenia muchas ganas de que concluyera, estaban tocando un tema algo aburrido que para el carácter alegre y aventurero de la joven se le hacia un autentico martirio.
Cuando el profesor abandono la sala Aurelia hizo acto de presencia, con el glamour que le caracterizaba.

-¡hola Aurelia!-le respondió esta, por supuesto en francés-todo bien, pregunta al profesor y te dirá-articulo una radiante sonrisa-¿y tú?

Esta vez, Ludimila iba vestida con un bonito vestido de color violeta, seria absurdo, pero ella siempre habia deseado llevar uno asi, que hiciera juego con el color de sus ojos. Su cabello azabache lo llevaba recogido en un moño sencillo. Todo aquello, por supuesto, había sido cortesía de Aurelia.

Lo único que le parecía extraño a la joven era que, siempre veía a Aurelia por las noches, más allá del atardecer no había rastro de ella, más, supuso que al ser una mujer de la alta burguesía, podía permitirse el lujo de levantarse a la hora que quería, o tal vez estaba muy ocupada en sus compromisos.
Lo mismo le estaba pasando a Ludimila, poco a poco se estaba acostumbrando a levantarse tarde.Pero lo de ella era algo más normalizado ya que, la vida de un artista era muy anarquica.

-Si no es molestia...¿ podría quedarme esta noche a dormir?

Se sorprendió un poco al escucharla, pues no había visto venir aquella petición; sin embargo no podía negarse cuando ella misma le había pedido a Ludimila que se sintiera como en casa. La miró con el mismo gesto sereno y amable de siempre, pensando en lo bien que le sentaba a la chica ese aire de confianza que se iba haciendo más natural conforme pasaban los días.

-Claro que puedes quedarte, querida- le respondió-, mandaré que preparen una habitación enseguida. Imagino que debes estar agotada-. La tomó del brazo con gentileza y se encaminó al comedor, segura de que tras varias horas de estudio la bailarina no despreciaría los platillos que sus cocineros preparaban con tanto esmero para complacer a la señora de la casa, completamente ignorantes de su secreto.

De pronto, una ansiedad conocida le hizo recordar que no se había alimentado antes de aparecer frente a su protegida. El tibio contacto de su brazo la hizo estremecer. Se había dado tanta prisa para verla, que dejó de lado un detalle de suma importancia: la tentación que podía suponer la presencia de un mortal ante un vampiro hambriento, más aún si se trataba de alguien con tanto fuego vital como Ludimila. Frunció el ceño, molesta. Lo mejor sería distraerse lo más posible con la conversación y salir a cazar en algún punto de la noche, tal vez cuando la joven estuviera durmiendo.

-Querida, he estado contemplando la posibilidad de hacerte ingresar en un conservatorio, pero me gustaría saber qué te parece la idea-. No esperó su respuesta y continuó hablando. –Pero respóndeme después de la cena, así tendrás un poco de tiempo para meditarlo. Vamos, que estoy hambrienta, ¿tú no?-. Volvió a sonreírle y la soltó por un momento, mientras indicaba a un sirviente que estaban listas para cenar. Después siguió caminando por el pasillo, junto a su joven huésped, con paso lento, hasta que se hallaron en la amplia y profusamente iluminada habitación donde compartían los alimentos diariamente. –Tal vez tenga que salir un rato, más tarde; pero ya sabes que no debes dudar en pedir cualquier cosa que necesites-.

Realmente estaba cansada, pero más psiquicamente que fisicamente, el ritmo que estaba llevando la agotaba de sobremanera.La joven sonrió y acompaño a la anfitriona.

-Muchas gracias Aurelia-agradeció con una amplia sonrisa-oh si, tengo mucha hambre-esta se rasco la barbilla pensativa, estaba muerta de hambre y si seguía esperando sus tripas empezarían a rugir y eso no quería que sucediese por nada del mundo ¡que vergüenza! Aunque era algo natural del cuerpo humano, el caso es que, estaban entre damas.....

Los ojos violetas de Ludimila brillaron nada más escuchar la proposición de Aurelia ¡Por supuesto que si! La joven abrió la boca para responder a la italiana, más la cerro de inmediato cuando esta le dijo que mejor se lo pensara....

-Esta bien....aunque no creo que haya que pensar mucho-susurro esta solo para la mujer.

Ninguna joven rechazaría tal oportunidad, decir que no seria una locura , un suicidio. En un conservatorio podría aprender tantas cosas, saber la opinión de los profesionales....en esos instantes sintió deseos de abrazar a Aurelia, pero se contuvo.

La mujer la condujo hasta el comedor, donde ya estaba lista la mesa, tan impecable y exquisita como siempre, Ludimila siempre se maravillaba al ver esos pequeños detalles, se sentía tan afortunada.

Las damas se sentaron a la mesa, la joven observo los cubiertos y memorizo cuales debía coger, según el menú que tocase aquella noche.
Más de repente le vino a la cabeza algo con lo que había estado soñando, su nueva residencia, no sabia si Aurelia se había puesto manos a la obra para aquello, aun así, quería manifestar que clase de casa quería....

-Aurelia-pronuncio esta, rompiendo el silencio-He estado pensando sobre lo de mi nuevo hogar-esta adopto una posición serena y humilde-realmente, me gustaría que estuviera en el centro de Paris, tampoco quiero que sea muy grande...con que sea acogedora es suficiente.....

Un aroma delicioso llego hasta ahí, la cena ya estaba cerca, Ludimila se relamio inconscientemente los labios..
-¡huele muy bien!-comento con la ilusión característica de una niña pequeña.

Aurelia no se había olvidado del asunto de la vivienda, y no le resultaba molesto que ella se mostrara interesada en elegir un lugar acorde con sus propios gustos y necesidades, detalle que la vampiresa interpretaba como un signo más de la confianza que comenzaba a existir entre las dos, lo que la complacía bastante; además, también era algo bueno en el trato que pronto tendría con el resto de la gente, ante la cual tendría que mostrarse firme, como alguien que no puede ser pisoteado, aunque sin la arrogancia de quienes creen merecer las cosas por el simple hecho de haber nacido. En conclusión, aquello le parecía muy bien.

Terminó de escucharla y permaneció mirándola unos instantes mientras los sirvientes disponían los alimentos en los respectivos platos. Aurelia respiró el aroma de la comida caliente, fingiendo el apetito normal de un humano y tratando de dejar atrás por un momento su hambre nefasta; manipuló la comida como siempre, disimulando perfectamente ante los ojos de su invitada, luego le sonrió. –Melagra que lo menciones y me encargaré de que mi agente adquiera una casa tal como la has pedido; a menos, claro, que quieras acompañarlo tú misma y así poder elegir mejor… pero en ese caso, deberán prescindir de mi compañía, querida. Así que es tu decisión, y en cuanto digas la última palabra, la casa será tuya-.

En realidad era una lástima tener que limitarse a vivir sólo por las noches y perderse de todas esas actividades que se le antojaban tan deseables en compañía de la joven, cuyo entusiasmo la había motivado a abandonar su distanciamiento de los seres mortales; pero ni siquiera los vampiros tan viejos como ella podían resistir largos períodos jugando a ser eremitas: la eternidad sin compañía puede resultar desconsoladoramente anodina.

-¡Oh!, y cuando ya estés bien instalada en tu nuevo hogar debemos recordar ofrecer una buena fiesta para darte a conocer en los círculos adecuados. ¿Qué te parece la idea?-.

Por unos instantes Ludimila dejo de prestar atención a la conversación cuando los sirvientes se dispusieron a servir la comida.
Aquello olía realmente bien y la joven rusa se moría de hambre, más, disimulo su entusiasmo para no perder los modales y su compostura...tal vez eso era lo que más le costaba y a la vez, molestaba, así que simplemente, se dispuso a manipular el plato como la señorita que era.

Sin embargo, al escuchar que la mujer no podría acompañarla a elegir vivienda, la rusa no pudo evitar gesticular una mueca de decepción, cosa que enseguida corrigió suspirando levemente.

-De acuerdo-respondió esta con pesar, llevando por unos segundos sus ojos al plato, pero enseguida regreso su mirada violacea a su interlocutora-optare por ir con el agente..asi me aseguro de que todo esta bien...

Y cuanto más lo pensaba, más se intrigaba ¿Por que solo podía ver a Aurelia por la noche? ¿Tan ocupada estaba por el día para no atender a la joven? hasta ahora, todo se había solucionado con su agente, pero el trato no era el mismo, ya que aquel hombre que lo acompañaba cuando la dama no podía, simplemente hacia su trabajo, Ludimila no podía confiarse tanto como lo hacia cuando Aurelia estaba a su lado y de una forma u otra eso le frustraba. Añadiendo además que, sus reuniones se prolongaban hasta altas horas de la mañana y la joven acababa muy cansada.

Pero al final, Ludimila siempre se consolaba pensando que, como artista, ese debía ser su ritmo de vida y que, debía irse acostumbrando.

No obstante, una vez más aquellos pensamientos se diluyeron cuando oyó mencionar a la italiana la palabra fiesta. La rusa levanto su rostro, adornado con una sonrisa.

-Fi..¿fiesta?-repitio algo incredula-¿en mi honor?-dejo los cubiertos y llevo las manos a sus mejillas, ruborizadas por la ilusión del momento-pero...¿no sera demasiado exagerado?

Aurelia rió dulcemente ante tanta modestia, aunque no se le escapó el destello de dicha en el rostro de la muchacha. –Ninguna exageración, querida; es algo que tendrá que hacerse algún día, pero no te asustes, ni siquiera has elegido tu casa-. Era delicioso constatar que después de todo el contacto con sus lujos no estaba echando a perder a la pequeña bailarina; sin embargo, tarde o temprano tendría que habituarse a ese otro mundo plagado de oropeles y adulaciones, debía aprender a salir airosa del contacto con la frivolidad si no quería perder su esencia… y ella quería mostrarle cada aspecto de esa vida a la que aspiraba con tanta vehemencia. –Ya habrá tiempo de planearlo todo con la debida calma. Ahora debes comer y reponer tus fuerzas- le dirigió una mirada que rayaba en lo maternal y la dejó terminar el contenido del plato.

Mientras tanto, la inmortal no dejaba de pensar que en el fondo quizá ella era la más necesitada de asumirse como protectora, como maestra, pues en el pasado no lo había hecho, ni siquiera con sus dos vástagos sobrenaturales y la prueba era que tras siglos de existencia, de recorrer el mundo, todavía estaba sola. Se preguntaba cuánto resistiría esa pequeña farsa, cuánto tiempo tardaría Ludimila en pedirle explicaciones, en reprocharle que la hubiera arrastrado a su vida sólo para abandonarla en decenas de manos desconocidas que actuaban en su nombre. Pensaba que tal vez lo mejor fuera mantener su distancia, no involucrarse demasiado y comportarse solamente como la excéntrica dama solitaria que no tiene mejores cosas que hacer con su dinero aparte de patrocinar a una joven venida de lejos con la esperanza de cubrir su nombre con un poco de gloria. Pero estaba consciente de que no podía dar marcha atrás, la rusa se había ganado su afecto casi inesperadamente, había derramado lágrimas de agradecimiento, la había hecho sentir más que un inútil fantasma errabundo… en el caso más desesperado tal vez terminara ofreciéndole la inmortalidad; pero aquella idea era tan apresurada como cruel, finalmente lo que menos quería era cometer una injusticia movida únicamente por su egoísmo.

Luego de un rato de permanecer en silencio, sumida en sus pensamientos, volvió a mirar a su invitada. Se percató de algo en lo que no había reparado antes, cierto aire soñador, que no dejaba de notarse por más que la conversación se centrara en asuntos prácticos. Era un resplandor inconfundible que la iluminaba aun cuando parecía decididamente melancólica. Aurelia no era ninguna ingenua (tantos años de existencia no eran en vano), había experimentado aquello por lo menos un centenar de veces y sabía lo que era, por lo que no pudo reprimir una nueva sonrisa, un gesto cómplice, antes de lanzar su pregunta. – Querida, espero que no tomes a mal mi interés, ¿pero es que no vas a contarme quién está ocupando tus pensamientos y provocando tus suspiros?- y con eso definitivamente descartaba distanciarse.

Ludimila asintió pasivamente. Confiaba de lleno en Aurelia y que ella tenia la razón en todo. Por algo se había convertido en su benefactora y era una dama distinguida y respetada.

Aun así, Ludimila no sabia todo lo que le deparaba, fuese bien a mal, era imposible para ella imaginárselo, ya que no estaba acostumbrada a ese estilo de vida que Aurelia le estaba brindando, pero en esos precisos instantes a ella poco le importaba, unicamente disfrutaba de aquello. Era sumamente feliz y desde luego se notaba en su rostro, en el tono de su voz, por fin podría conseguir su sueño, o al menos de una forma digna y decente.

Pero había algo más, un factor muy importante que hacia que la joven viese absolutamente de color de rosa y Aurelia se había dado cuenta de ello.

Aquello se llamaba amor.

Ludimila levanto la vista y encontró la mirada de Aurelia. La mujer esbozaba una suave sonrisa, dejando ver su interés. Dejo el tenedor y tartamudeo un poco, recordando de nuevo su pregunta "¿pero es que no vas a contarme quién está ocupando tus pensamientos y provocando tus suspiros?".

-¿Yo?-pregunto la joven de forma inocente, mientras colocaba el dedo indice en su pecho, señalandose. Noto un ligero rubor subiendo a sus mejillas y una ardiente sensación en sus entrañas. Aquella pregunta inesperada le tomo por sorpresa y estaba sintiendo de manera pasajera los efectos de la vergüenza.

Suspiro. Pero ¿por qué había de sentirse así? Era Aurelia, su salvadora y su dama querida, casi como su hermana mayor, de ninguna manera se trataba de la horrible casera de la pensión. A ella si que se lo podía contar y tal vez darle algún consejo.

-De acuerdo- sonrió tímidamente la muchacha- hay alguien, pero lo he visto solo dos veces, aun así creo que me vuelve loca-confeso titubeando la rusa, mientras se limpiaba las manos-Es bibliotecario y austriaco, un hombre muy listo y me da la sensación de que, es un poco más mayor que yo.....aunque por encima de todo es un buen hombre...-la sonrisa de Ludimila se ensancho y sus ojos brillaban con intensidad. Ya tenia ganas de verle de nuevo....-se llama Adso....um, se me ha olvidado su apellido.

Aurelia la miró con las cejas levantadas y sonriendo ampliamente. Ya había dejado de fingir que comía y pidió a un sirviente que retirara los platos.

-Ya veo- dijo-, es imposible no notar ese resplandor en todo tu ser. Casi podría decir que eres una chica diferente a la que encontré aquella tarde en la joyería-.

Trajeron el postre y el café. Aurelia jugueteó un momento con la cucharilla de plata, mientras ponía toda su atención en Ludimila.

-¿Hace mucho que lo conociste?- sentía auténtica curiosidad por el hombre que había capturado el corazón de la chica. Le pareció extraño no haberse percatado antes, pero eso se explicaba sencillamente si se tenía en cuenta que en realidad no pasaban tanto tiempo juntas y muchas de las veces que lo hacían la joven se hallaba demasiado agotada para mostrarse entusiasta a pesar de su natural tendencia hacia ese estado de ánimo. De cualquier modo pensó que sería buena idea echarle un vistazo al individuo en cuestión… discretamente, por supuesto: tal vez una fugaz visita esa misma noche.

-Adso es un nombre interesante y estoy segura que todo él debe serlo- se llevó la mano al mentón en actitud pensativa. –Se me acaba de ocurrir que incluso podríamos invitarlo a la fiesta, ¿qué dices?- se rió suavemente, pero divertida en verdad por adelantar planes tan segura de sí misma, creyendo que la bailarina podría llegar a sentirse algo intimidada. –Cuando se haya concretado el asunto de la casa, claro está. Oh, querida, a veces siento que me dejo llevar demasiado por toda esta euforia-.

Pero además de la curiosidad, la vampiresa se sentía obligada a proteger a la joven de cualquier amenaza y prevenirla de que – por más adorable que le pareciera verla enamorada- en ningún momento debería dejar que nada la distrajera de su carrera. Y así se lo dijo antes de cuestionarla un poco más sobre Adso.

-Ahora, si no te parece demasiada intrusión de mi parte, háblame un poco más de él-. No quería que Ludimila la creyera una controladora, sino que terminara de sentirse lo suficientemente cómoda con ella para compartir sus secretos. Aurelia la quería y necesitaba también sentirse querida por su protegida.

La joven se ruborizo levemente ¡que cosas decía Aurelia! Desde luego, el amor era más valioso que mil diamantes.

Si antes le parecía exagerado hacer una fiesta en su honor, la sola idea de que Adso pudiese ser partifice de ese evento le producía una vergüenza incontrolable.

-N..No creo...¡él es muy aburrido!-se apresuro a decir-Quiero decir....que prefiere encerrarse a los libros, él es muy tímido para esas cosas, no habla mucho, la verdad-suspiro, recordando con lujo de detalles la primera vez que lo vio, con esa facha de hombre temible y sus atuendos soberbios- Bueno...no lo conozco de mucho pero...¡pero lo suficiente para saber que le quiero!-la joven se emociono, golpeando levemente la mesa-¡ah ya recuerdo! Se apellida De Melk, es austriaco...¿Te dije que era austriaco?-la joven era una mezcla entre nervios, excitación y una gran sonrisa en la cara.

-¡Y es tan guapo!-la joven se llevo las manos a la cara riéndose levemente, como lo haria una niña pequeña despues de cometer una travesura-estará mal que una señorita como yo diga esto pero...me tengo que aguantar las ganas de lanzarme encima suyo y llenarle de besos-siguió riéndose levemente, esperando con cierto temor alguna reprimenda por parte de su protectora.

-No sabría más que decirte, se porta muy bien conmigo y no le importo para nada mi profesión, además de que es muy paciente y siempre tiene palabras para mi que me calman el corazón...-El postre ya había llegado, aquella noche tocaba flan, la joven comenzó a desmenuzar la pieza distraidamente-¿Que te parece mi querida Aurelia?