Un lienzo y lo que surja (Aemon y Doreen) (+18)

Me habían aceptado en la escuela de artes, es una felicidad que pocas veces se pueden repetir en la vida, son pocos los momentos memorables como estos, mis padres no creían que fuera una carrera para sentirse orgullosos, que seguramente moriría de hambre al querer vender mis pinturas, pero tenía tantos amigos importantes en el medio que ellos me habían impulsado y apoyado para no quebrantar mis sueños. Amaba la pintura, era la única que me escuchaba, que me entendía y que plasmaba cada uno de mis sentimientos representados en un simple lienzo para muchos pero para mi un lienzo lo era todo. Llevaba ya una semana dentro de la universidad, la gente de artes era completamente buena, agradable, demasiado divertida y cálida, cosa que agradecía demasiado, mi timidez muchas veces no me dejaba hacer muchas cosas, pero ellos me hacían poder romper esos miedos, y me hacían sentir en un segundo hogar.

Las materias tenían nombres muy raros, por ejemplo. Pintura del cuerpo humano, pintura del paisaje, cosas que ni siquiera parecían muy agradables, o si lo eran pero hablar del cuerpo me ponía de nervios, tomando en cuenta que no me gustaba para nada el mío. Hace una semana se nos había dejado contratar a un joven que estuviera dispuesto a desnudarse en clase. Me sentía tan abochornada por aquellas sesiones, pero al final lo haría, tendría que pintar cada pequeña parte del hombre.

La tarde había llegado. Y con ella la clase. El tiempo había pasado tan rápido que ya estaba aquel hombre frente a mi sin nada de ropa. Sé que no debo sentirme así, que todo esto es de manera profesional, pero no puedo evitar sentir el calor en mi rostro, y seguramente el rubor estaría en mis mejillas. No lo niego, es un joven atractivo, con un buen físico, pero su rostro demuestra cansancio, como si la noche anterior hubiera ido a una fiesta y no hubiera parado en toda la noche. Es normal ¿No? Todos los hombres atractivos son invitados a grandes fiestas, tienen a mujeres hermosas y seguras a su lado. Tomé el primer pincel, el más delgado para comenzar a hacer los trazos de la silueta. Teníamos que hacer un boceto bastante rápido. Uno que rindiera frutos, y nos dejara en claro que éramos hábiles al respecto. Me concentré en la pintura, demasiado a decir verdad, tanto que el bochorno que sentía al respecto se había esfumado, ahora veía al modelo como un paisaje más, como algo digno de admirar, sin ningún problema. Su nombre me era bastante extraño, de hecho, nunca antes lo había escuchado, y lo traía en la cabeza, repitiéndolo para que no se me olvidara, pues al finalizar la clase yo debía acercarme a él para pagarle por sus servicios.

La campana que daba por finalizada la clase se hizo presenten, y el eco retumbó en el salón. Todos los estudiantes comenzamos a guardar las cosas que habíamos utilizado, cuando por fin finalicé, saqué la cartera de mi bolso, en ella había un sobre con la cantidad de dinero que se le debía a pagar. - ¿Aemon verdad? - Dije en un susurró cuando lo tenía en frente. - Muchas gracias por hacer de modelo, aquí esta la pagaba por sus servicios, le buscaremos pronto por si se necesita algo más - Sonreí un poco nerviosa, estirando la mano para poder darle el sobre de dinero.

Rápidos fueron aquellos movimientos que el joven ejerció. Estaba a su lado, envuelta en sus brazos, recibiendo unos besos inocentes, sin embargo no pude evitar sonrosarme, en la universidad siempre se me había conocido por la timidez e inseguridad tenida, muchos caballeros se acercaban, intentaban coquetear, invitarme a salir, pero por extraña razón siempre me frenaba, me limitaba a poder salir, a disfrutar de la vida, a dejarme querer por alguien, o en el mejor de los casos sentirme deseada. La sinceridad en sus ojos al hablar me hizo sentir segura. Asentí repetidas veces mientras las palabras salían de manera varonil de su boca, su tono de voz era atrayente, grave, rasposa, seductora, pocos caballeros poseían ese atractivo, uno que llamaba mi atención de una manera extraña.

Me sentí avergonzada por la manera en que le habíamos hecho sentir - Lo lamento - Susurré con mi voz cantarina, muchas personas decían que mi voz era una especie de canto celestial, que tenía un tono singular que cualquiera disfrutaría de escuchar a cada instante. - Por lo regular los modelos que vienen se comportan como si fueran estatuas, simples cosas, con el paso del tiempo todos aquí nos acostumbramos y por eso el trato - Solté una risita tímida - Hicimos mal en generalizarte - Ahora lo mínimo que podía hacer era decir mi nombre ¿No es así? - Mi nombre es Doreen - Ladeé mi rostro sin dejar de sonreír, me di la vuelta para salir del lugar, sujeté con fuerza mi bolsa, también mis carpetas.

Estaba a punto de traspasar la puerta, su voz llamó mi atención de nueva cuenta. Hice una mueca, según yo había guardado cada una de mis cosas. Siempre era estrictamente observadora, organizada, nada se me podía olvidar, mi educación se había basado en un régimen estrictamente militar, mi padre era un general reconocido, y dado que no tuvo otro hijo, yo tenía que recibir aquellas enseñanzas.

En un breve momento estuve cerca de él de nuevo. Arqueé la ceja con delicadeza sin dejar de verle. - ¿Qué es? - No veía nada que estuviera fuera de lugar, de hecho me sabía de memoria cada detalle de ese salón de clases. Caminé un par de pasos por el salón, una sonrisa ciertamente cómplice se apareció en mi rostro, llegué hasta el gran ventanal del fondo. Me encantaba la vista de ese lugar - ¿Acaso te quedarás aquí? - Pregunté sin dejar de ver por la ventana. La ciudad se veía de manera genuina en aquel lugar, me preguntaba ¿Cómo se vería de noche? Suspiré un par de veces, me giré para poder verle de nuevo - ¿Piensas quedarte aquí? Si es así, eres afortunado - De pronto, mi estomago hizo un estruendo grande en aquel salón. Llevé una mano a este presionándolo, me llene de colores el rostro - Lo lamento - ¿Por qué tenía que arruinar las cosas cuando estaba con alguien - Debería marchar, mi apetito es grande como escuchó - Sonreí con timidez volviendo a acercarme, estirando la mano para que me diera lo que había olvidado.

Me quedé perpleja al observar como dejaba de nuevo las monedas que le había dado en la mano, no entendía bien como alguien era capaz de devolver dinero que necesitaba, además según yo había contado varias veces el dinero para que no me faltara ni una moneda - ¿Hoy ha ganado bien verdad? - Sonreí bastante divertida y me guardé las monedas. Observé la manzana bastante apenada - No se preocupe puede comerla usted, yo llegaré a cocinar algo a mi departamento - Vivía en un pequeño apartamento a dos cuadras de ese lugar, no es que me fuera a pasar algo malo.

Lo observé cuando me hizo aquella invitación, me fue bastante inevitable no poder observar el cuerpo desnudo y bien formado del caballero, poco a poco mi rostro se ruborizó, y sentí como empezaba a hiperventilar a causa de su desnudez, tragué un poco de saliva y remoje mis labios con la lengua - Debería vestirse por favor, es incomodo verlo así - Y más que incomodo, mi cuerpo comenzaba a reaccionar de una manera extraña, poco tiempo llevaba desde que había terminado con mi última pareja, me había centrado en los estudios, en las artes, no me había dado la oportunidad de poder salir con alguien o intentar divertirme con un hombre. ¿Estaba mal que lo hiciera?

Ante tal invitación se me ocurrió una idea que quizás nos vendría bien a los dos - ¿Qué le parece si lo invito a cenar algo a mi departamento, y terminando venimos a apreciar la ciudad en este lugar? - Me quedé mirándolo con completa sinceridad. - Cocino bien, lo prometo, pero debes ir vestido que nos encerrarán en la cárcel si sales desnudo - Me encogí de hombros repetidas veces desviando la mirada. - ¿Te animas entonces? - Volví a insistir, quizás a ninguno de los dos nos vendría mal la compañía del otro.

Hace tiempo atrás, quizás dos años, había decidido unirme a la iglesia, si quizás algo bastante raro, pero dadas mis inseguridades, seguramente quedaba bien en ese lugar. Ver esa desnudes me recuerda lo que iba a ser, ¿Por qué? La gente de la iglesia se niega completamente a ver con natural este tipo de arte, y entonces recuerdo porque no acepté entrar, mi pasión estaba tras la pintura, la forma en que se hacen las esculturas, todo eso me hizo negarme. Ver al hombre me pone nerviosa, me eriza la piel, se encuentra desnudo y luego vestido y su imagen me parecía erótica, como esas esculturas de sobre dioses griegos, me recuerdan tantas historias, y me muerdo el labio inferior, con cierto nerviosismo y coquetería.

Salgo del lugar, él me había dado el paso, y era raro, pocos hombres son tan caballerosos en estos días, hay que saber aprovechar cuando nos los topamos, así que me pondré a hacer al menos platica, un amigo no me viene mal, ya que aquellos con los que convivo no me bajan de extraña. Quizás lo soy, quizás, no lo niego. O quizás simplemente es timidez. Esa que me ha salvado de mil cosas distintas, de problemas, de incluso ataques, pues por lo regular la paso en casa escondida, refugiándome del mundo.

- ¿Le gusta está cuidad? Hace poco me vine a vivir aquí, es bastante colorida, de hecho me parece graciosa en ocasiones, muy contradictoria, así como ahora, sin conocerlo lo llevaré a comer algo - Salimos del edificio, y comencé a caminar a la par de él enseñando por dónde debíamos pasar y caminar sin problema alguno. No era la ciudad más segura pero al menos sabía que lugares eran buenos para no tener peligros. - ¿Siempre hace de modelo? Es la primera vez que lo veo - Y era cierto, tenía ya mis cuatro años en la carrera, estaba casi por salir, y era la primera vez en que veía a ese hombre, por lo regular los modelos eran bastante ¿Cómo decirlo? Desnutridos, y él poseía un atractivo que pocas veces había visto, que incluso me hizo guardar la respiración.