Encierrame en un lienzo [Doreen Caracciolo]

Ella había cometido un gran error, en una de las peleas que tuvo con Darcy, donde casi sale sin vida, se había escapado del fuerte, tentando más aún a la muerte, invitando a Thanatos a su morada. Doreen era así, en un arranque de tristeza era capaz de huir, sin medir que no sólo se ponía en riesgo ella, también ponía en riesgo a todos los revolucionarios. Para buena suerte de ellos, y de ella, muchos sabían que la galería de arte era su refugio, la rubia siempre se las ingeniaba para adentrarse en su recinto, sin ser vista, sin que nadie quisiera capturarla o causarle alguna especie de daño.

Aquella noche había tenido un encuentro bastante raro. Un hombre se adentró por la puerta principal, sin importarle si era o no vigilada la galería de arte. ¿Ellos que podían saber? Nada en realidad, no tenían idea de lo que acontecía con la vida de Doreen, de la información tan valiosa que ella representaba, pues sabía tantos movimientos de la hermandad. Las ventajas de tener un rostro angelical, y un alma bondadosa, es que en realidad cualquier puede creer cualquier detalle suyo. ¿Quién la cuestionaría? ¿Quién le negaría algo a ella? Probablemente nadie.

Doreen tuvo que fingir que todo estaba en orden, y al ver el interés rebosante del hombre por sus obras, decidió no negarse a su petición. Incluso, sin decirle nada, le regalaría el cuadro final, a fin de cuentas, hace tanto tiempo no había elaborado algo, y necesitaba poder plasmar sus sentimientos en una obra de arte. Le daría lo mejor que había hecho en mucho tiempo. Entonces confirmó la cita, y espero a que llegara la fecha indicada.

La rubia volvió a escapar, se había puesto las ropas masculinas de un revolucionario, gracias a ello había podido escapar de la casa de la noche por segunda vez, y sin problema alguno. Al llegar a la galería, encendió grandes velas de parafina para dejar todo alumbrado. Se decidió arriesgar, y re abrió sus puertas como si se tratara de un día normal, sin sentir la necesidad de esconderse. Para no levantar verdaderas sospechas, se fue a cambiar las ropas masculinas, se colocó un traje femenino, que resaltaba su hermosa figura, y recogió sus cabellos en forma de una pequeña cebolla para que no cayera ni un pelo y arruinara su visión.

Escuchó una especie de llamado. Y dedujo de quien se trataba. Doreen salió enseguida a su encuentro. - Buen día señorita - Susurró caminando hasta la pequeña repisa - Conocí a su hermano, es un caballero muy agradable, ya me había contado sobre usted. ¿Cuál es su nombre? - Preguntó con suma inocencia, recordando las facciones masculinas en ella, sin duda eran tan parecidos. ¿Y cómo no? Se tratan de gemelos.

Le hizo una reverencia breve y correcta. Como cualquier persona al seguir el protocolo. Se adelantó, y de manera atrevida, tomó la mano de la chica, conduciéndola por el local. - ¿Qué es lo que deseaba? Es decir, ¿Qué desea que retrate de usted, señorita? - Mientras avanzaban por la galería, Doreen se encargó de mostrarle varios tipos de cuadros. Los paisajes, las imágenes que tenía en su cabeza, los rostros de sus amistades, y también de conocidos, incluso alguno que otro integrante de la realeza. Le sonreía de manera cálida, deseando que de verdad disfrutara del espectáculo, deseando que de verdad sintiera deseos de ser retratada - ¿Acaso es parisina? - Le sorprendía que una persona de ese país, no supiera los sucesos políticos del momento, pero quizás aquello era una gran ventaja.

Con una sola mirada, una mirada verdaderamente profunda, Doreen aprendía a conocer un poco de las personas, ese era el don de los artistas, la manera en que aprender a mirar las cosas, a los demás, porqué no es una simple mirada también es la proyección de los sentimientos, la proyección del alma. La rubia no sólo era una artista, también tenía sentimientos profundos, hermosos, únicos, que pocas personas mantenían con vida en estos tiempos, a pesar de todo lo vivido. La joven observó aquel par de ojos, tenían un brillo especial, algo que hacía destacar a Sofie del resto de las personas que había visto, cómo si tuviera algo que ocultaba, o algo que mostrar al mundo y no lo había hecho, sonrió de manera amplía, quizás podría descubrirlo en una de sus pinturas.

No sólo miró aquellos ojos, también observó a detalle ese hermoso rostro, no sintió envidia por aquella belleza etérea, más bien sintió admiración, quiso tocar la piel de sus mejillas, descifrar si era tan suave y agradable como se veía. No es que sintiera una especie de atracción sexual, no, para nada, Doreen tenía en claro lo que le gustaba, lo que le atraía, pero era completamente consiente, apreciaba y reconocía la belleza en los demás. La chica sonrió con timidez, con el rubor en sus mejillas al darse cuenta de la manera tan descarada con que la veía - Discúlpeme, pocas veces veo facciones tan delicadas, ni siquiera el mejor de los artistas podría captarla en todo su esplendor - Los labios de Doreen permanecían estirados, con esa sonrisa bondadosa que siempre tenía. La sonrisa del amor, de la bondad, así era ella.

- Por favor, sígame - Pidió con suavidad. Doreen en ocasiones olvidaba la situación en la que estaba viviendo, olvidaba que Paris estaba en medio de una revolución, olvidaba que ella era parte de, olvidaba también que su cabeza tenía un precio, y que de ser descubierta, podrían torturarla hasta que hablará algo, y sabía que por más dolor que la hicieran pasar, no diría nada, por amor a aquellas personas. Muchas personas la catalogaban de débil, de delicada, y era cierto, lo era, porque la hermosura de su cuerpo, de sus movimientos, y facciones no podían ser perturbadas, pero ese amor inmenso que tenía la hacía ser tan firme como un guerrero en medio de una batalla, por eso debía darse prisa. - La pondré en medio de la sala, para tenerla en un buen ángulo - Le sonrió, la verdad no sólo el ángulo, la verdad era que de estar hasta el fondo de la galería, cualquier guardia que pasará no podría verlas.

Llevó un banquillo, uno alto, y dejó que se sentara. Acomodándola con delicadeza. Hizo que su postura fuera correcta, firme, y estilizada, las piernas se pegaban, juntando rodilla con rodilla, y ambas manos descansaban en cada una, aquella era la pose que el protocolo marcaba para las señoritas dignas de la sociedad. Doreen quería captar eso, pero también la esencia que albergaba la mujer, como dos personas en una, era cierto que los gemelos, como el nombre lo dice, eran idénticos, sin embargo, aquellos de tener el cabello igual, serían una especie de copia hecha a mano.

La rubia se disculpó, necesitaba ir por cada una de las cosas que emplearía esa noche. Sus pinturas, sus pinceles, su carrete, trapos para limpiar sus manos, en fin, todo el paquete correcto para hacer su labor de manera correcta. - ¿Empezamos entonces? - Tenía algo en mente, algo que deseaba le gustará a la señorita que tenía frente a ella. - Si necesita moverse, no se preocupe, puedo guardar cada detalle y corregir sus posturas - Se encogió de hombro, colocando todo enfrente de ella, dejando todo de manera estratégica para que la pudiera ver a la perfección. - ¿Por qué no vino su hermano? Es un joven verdaderamente agradable, me sentí muy cómoda con su presencia, espero poder volver a verle, o compartir una cena juntos ¿Le molestaría eso? - Ladeo el rostro, sacó el primero de los pinceles, ese con el que formaba los contornos de la figura, y le sonrió, esperando a que empezará a hablar.

Una artista, una persona que debía retratar perfectamente con un pincel, tenía que ser en demasiada, una persona observadora, necesitaba poner captar cada pequeño detalle de las expresiones ajenas, y no sólo eso, también la forma en que se movían ya que con eso, les daba una idea de como se mueven su día a día, quizás estos son pequeños detalles para cualquier, pero no para ella, incluso la forma en que su cabello se ondea debe ser sumamente analizado, estudiado, y plasmado. La joven en ocasiones se sentía como una verdadera cotilla pero tomando en cuenta que era parte de su trabajo, omitía esos pensamientos por su propio bien, de nada le servía ser tímida en ese tipo de situaciones, debía de guardar la compostura, y mirar de manera igualitaria al cliente, para darles un buen sabor de boca sobre las cosas que plasmaba, y claro, sobre ellos mismos también.

Analizando las expresiones de su acompañante, algunas cosas en realidad no le cuadraban, por ejemplo, en las expresiones de su rostro, algunas veces, cuando arrugaba las facciones, se podían notar expresiones verdaderamente endurecidas, como si estuviera molesta, tan tensas como la de cualquier caballero, aquello era raro, porqué no había visto un rostro con tales rasgos, pero dado que conocía en realidad pocas personas a su alrededor, quizás eso haya sido el detalle, además que se vería de mal gusto preguntarle del porqué de sus expresiones a su nueva conocida, y otras veces porqué sus facciones eran tan suaves como la mismísima princesa de Francia, y eso ya era mucho que decir. Recordó aquellos tiempos dónde frecuentaba a esa figura, y suspiró con total nostalgia pues tiempos buenos se habían quedado en el pasado.

- Debe ser un verdadero honor para usted tener a un hermano que está dispuesto a servir a su país, pocas personas lo hacen, y de hacerlas algunas son obligadas, ya sabe que no cualquier está dispuesto a poner su pellejo por una corona que no es muy dulce y agradecida con sus trabajadores - Era una charla normal, cualquier podría tener momentos de molestia con la corona, ella tenía muchos porqué le había tocado ver a un sin fin de pequeños morir de hambre en las calles, mientras que los grandes se codeaban entre los otros grandes, y gastaban grandes fortunas que podían ser invertidas en alimentos, otros pocos se morían en la espera de esos sueños, porqué eran falsas ilusiones, no había más. Dejó de pensar en lo malo, no era el momento para eso. Le sonrió de manera tímida.

- No se mueva por un momento por favor - Le sugirió, teniendo el pincel al aire, con un poco de pintura negra. Se ríe un poco al notar lo tranquila que estaba la mujer, de hecho le daba demasiada confianza estar con ella. Tragó saliva sin poder apartar sus ojos de los ajenos, y entonces volvió a hacer ese exhaustivo recorrido por su rostro, volvió a analizar las facciones y la forma cuadrada de su cara, la curvatura de su cuello, la forma que tenían sus hombros, todo en ella para tener una idea de como comenzar a trazar. Se aguantó la respiración en los últimos detalles, y cuando terminó la primera revisión de la muchacha, hizo una pequeña reverencia y volvió su mirada al lienzo blanco, bastante satisfecha de lo que había captado.

Las manos de la rubia comenzaron a moverse, primero delineando un circulo a la altura de su rostro, tenía casi el mismo tamaño, después el contorno, se dio cuenta que su pulso no se había dañado a pesar del tiempo que llevaba sin hacer ninguna obra - Dígame señorita ¿A qué se dedica? ¿Qué hace por las tardes? - Lo más apropiado era poder hacer una platica amena, así las dos se conocían y no tenían por qué sentirse aburridas o algo por el estilo, ante todo comodidad, y quizás después al conocerse un poco más, podrían hacerse grandes amigas.