AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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This is the dream… [Doreen Caracciolo]
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This is the dream… [Doreen Caracciolo]
"Crown myself the prince of buzz,
can't wait until you, can't wait 'til you unsubscribe,
I'll be a lonely scribe".
-Owen Pallett, “This is the Dream of Win and Regine”
can't wait until you, can't wait 'til you unsubscribe,
I'll be a lonely scribe".
-Owen Pallett, “This is the Dream of Win and Regine”
Como cada tarde desde que estoy en París, debo plantarme en una plaza y tocar para un público sin rostro. No hay ovaciones de pie como las que un millón de veces he tenido, como las que tengo en mis sueños. Pero mi sueño no muere aunque se vea cada vez más lejano. Ahora mismo no es tiempo de sentirse débil, que lo soy, pero ahora más que nunca debo fingir fortaleza, por Antonella y por mí, por los dos, no estoy seguro de poder con la carga pero… qué otra opción tengo.
Con aire cansino dejo en el suelo el estuche abierto del violín, el único recuerdo que tengo de mi madre gitana, que por las circunstancias, es en realidad la única madre que he tenido. Suspiro y cierro los ojos, no me creería capaz de hacer esto con los ojos abiertos y comienzo a tocar. A tocar una melodía triste porque son las únicas que me sé.
Aprendí a tocar el violín con los zíngaros, y ellos me enseñaron danzas festivas y llenas de color, pero no me siento capaz de interpretarlas, no ahora al menos.
Las notas desgarran el aire y viajan montadas en el viento, yo continuo, toco como si en ello me fuera la vida, porque es de ese modo, sin la música no tendría nada a lo cual asirme a esta realidad, más me vale aférrame a esto, es lo único que tengo, y que tendré. Y que, estoy seguro, algún día traerá para mí el reconocimiento que merezco, porque soy un tonto, débil y maldito, pero lo único bueno que hay en mí es la música, lo sé bien, lo siento en las entrañas.
Después de un rato de estar tocando me doy cuenta de incluso aguanté la respiración, abro la boca y suelto el aire, abro los ojos poco a poco para acostumbrarme a la luz de la tarde, lo primero que miro, aún con mi vista atrofiada es el interior del estuche, hay algunos francos, pero no demasiados y luego alzo la vista de nuevo como tratando de buscar a los culpables de mi miseria y desgracia. Obviamente lo único que veo son transeúntes sumidos en sus propios problemas. Eso y una hermosa chica que está justo delante de mí, a unos metros de distancia que me observa con atención.
Me incomoda, no porque su mirada sea pesada, sino porque simplemente este tipo de cosas me incomodan, no se lidiar con la atención de terceros. Lo sé, lo sé, no sé qué haré si algún día me tengo que enfrentar ante un teatro repleto, supongo que superar mis miedos, qué más.
Me agacho para recoger los francos, los colocó en el bolsillo de mi pantalón y guardo con ceremoniosa calma mi violín, no sabría qué hacer si llegara a pasarle algo, no tengo dinero para comprar otro.
Es obvio que en esta esquina no me irá mejor de lo que me ha ido en estos minutos, así que lo mejor será cambiarme de ubicación, probar suerte en otro punto de la ciudad o de plano irme a casa con lo poco que he podido recolectar hoy. Mañana será otro día, que al menos eso me sirva de consuelo. Así pues, con el estuche del violín bajo el brazo, me dispongo a irme de este lugar a probar suerte en otro.
Con aire cansino dejo en el suelo el estuche abierto del violín, el único recuerdo que tengo de mi madre gitana, que por las circunstancias, es en realidad la única madre que he tenido. Suspiro y cierro los ojos, no me creería capaz de hacer esto con los ojos abiertos y comienzo a tocar. A tocar una melodía triste porque son las únicas que me sé.
Aprendí a tocar el violín con los zíngaros, y ellos me enseñaron danzas festivas y llenas de color, pero no me siento capaz de interpretarlas, no ahora al menos.
Las notas desgarran el aire y viajan montadas en el viento, yo continuo, toco como si en ello me fuera la vida, porque es de ese modo, sin la música no tendría nada a lo cual asirme a esta realidad, más me vale aférrame a esto, es lo único que tengo, y que tendré. Y que, estoy seguro, algún día traerá para mí el reconocimiento que merezco, porque soy un tonto, débil y maldito, pero lo único bueno que hay en mí es la música, lo sé bien, lo siento en las entrañas.
Después de un rato de estar tocando me doy cuenta de incluso aguanté la respiración, abro la boca y suelto el aire, abro los ojos poco a poco para acostumbrarme a la luz de la tarde, lo primero que miro, aún con mi vista atrofiada es el interior del estuche, hay algunos francos, pero no demasiados y luego alzo la vista de nuevo como tratando de buscar a los culpables de mi miseria y desgracia. Obviamente lo único que veo son transeúntes sumidos en sus propios problemas. Eso y una hermosa chica que está justo delante de mí, a unos metros de distancia que me observa con atención.
Me incomoda, no porque su mirada sea pesada, sino porque simplemente este tipo de cosas me incomodan, no se lidiar con la atención de terceros. Lo sé, lo sé, no sé qué haré si algún día me tengo que enfrentar ante un teatro repleto, supongo que superar mis miedos, qué más.
Me agacho para recoger los francos, los colocó en el bolsillo de mi pantalón y guardo con ceremoniosa calma mi violín, no sabría qué hacer si llegara a pasarle algo, no tengo dinero para comprar otro.
Es obvio que en esta esquina no me irá mejor de lo que me ha ido en estos minutos, así que lo mejor será cambiarme de ubicación, probar suerte en otro punto de la ciudad o de plano irme a casa con lo poco que he podido recolectar hoy. Mañana será otro día, que al menos eso me sirva de consuelo. Así pues, con el estuche del violín bajo el brazo, me dispongo a irme de este lugar a probar suerte en otro.
Invitado- Invitado
Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Estaba cansada, completamente harta, hastiada, triste. Hace mucho tiempo esos sentimientos tan negativos no habían inundado mi cuerpo, pero soy ser humano tengo derecho a poder sentir, a dejar de sonreír de vez en cuanto, de descansar. Estaba demasiado preocupada por Darcy ¿Cómo la estaría pasando? Seguramente muy mal estando en la Bastilla y por lo que había escuchado aquellos gemelos verdugos suyos eran demasiado duros. Todas las noches me tenía que encerrar en el cuarto para poder soltar aquellos sentimientos encontrados, por un lado me ponía a tener, alguna que otra topa de frío para aquellos fieles al lugar, en otras ocasiones disfrutaba pintando algo pero nunca había llorado par ano angustiar a Sybelle o para hacerle una carga extra a Milo. Aquella tarde aunque fuera lo más peligroso saldría de la casa de la noche, escapará buscando aquella libertad que había buscando cuando escapé de aquella casa de mis padres hace unos nueve meses atrás.
Cuando muchos terminaron de comer, me dispuse a lavar los trastes. Me asomé por la ventana de la cocina de manera "natural" los grandulones que me habían puesto para protegerme y vigilarme aun seguían dentro de la casa y no había rastro alguno de alguien fuera de casa que pudiera detenerme en mi escapada. Tomé unos francos de mi bote de ahorros de la cocina, la capa negra adornó mi cuerpo, al mismo tiempo coloqué la capucha sobre mi rostro y de la puerta trasera salí corriendo adentrándome al bosque. Sabía que no tardarían mucho en darse cuenta que mi presencia no se encontraba en casa, que seguramente los pondría en riesgo y que seguramente tendría un regaño seguro de Milo preocupado y con su cara de suplica para que no volviera a hacerlo pero necesitaba salir, necesitaba aire, necesitaba volver a ser yo.
Para mi suerte la seguridad parisina no estaba rondando la calle, eso me parecía bastante raro. Primero la idea de ir a visitar a Darcy se me cruzo por la cabeza pero después la pensé bien y camine por las calles de la ciudad con naturalidad, como si no fuera una persona fugitiva. En un callejón oscuro pude esconderme para dejar caer las lagrimas que mucho tiempo atrás había estado guardando, lo necesitaba y aquí nadie juzgaría mi temor por lo que estaba viviendo, por mis seres queridos, por mi futuro. Todo se estaba despedazando pero yo estaba consiente de ellos desde el día en que acepte en la casa de Darcy. El tiempo había pasado no se si lento o rápido cuando las lagrimas pararon pude observar como el cielo comenzaba a tomar ese tono rojizo indicando el crepúsculo del día. Suspiré y me armé de valor para salir a las calles, para seguir avanzando hasta que una hermosa melodía llamo mi atención y como si fuera la melodía para encantar a una hermosa serpiente me sentía atrapada en esta siguiendo el trayecto del sonido hasta encontrar al dueño de tan hermosa pieza. Sonreí sentándome en una fuerte frente a él. Observando la manera tan hermosa con la que tomaba el instrumento, poco a poco los sonidos subían y bajaban dependiendo las notas, dependiendo del la pasión impuesta a ratos. Me sentí encandilada, poco a poco me levanté y avance hasta posarme frente a él sin dejar de sonreírle hasta que por fin se detuvo y no pude hacer más que aplaudir con gente acompañando mis aplausos de manera gustosa.
La música que había deleitado mis oídos hace unos momentos había devuelto el brillo en mi mirada, sentí pena cuando empezó a guardar su instrumento - Señor, por favor, no se detenga - Pedí casi en todo de suplica, casi queriendo darle todos mis ahorros para que me tocará una pieza más y aliviara con su don la realidad tan dolorosa que estaba teniendo en la actualidad. Deje caer la capucha dejando a la vista mi cabello rubio, peinado, con unos rulos encantadores, mi rostro seguramente estaba hinchado de tanto llorar pero le sonreía de manera sincera, suplicante - Por favor una pieza para mi - Pedí de manera casi desesperada, deseando disfrutar del momento, deseando alargarlo para no volver por aquel camino en medio del bosque, en medio del suspenso, del miedo, de la incertidumbre por haber sido descubiertos en alta traición a la corona.
Cuando muchos terminaron de comer, me dispuse a lavar los trastes. Me asomé por la ventana de la cocina de manera "natural" los grandulones que me habían puesto para protegerme y vigilarme aun seguían dentro de la casa y no había rastro alguno de alguien fuera de casa que pudiera detenerme en mi escapada. Tomé unos francos de mi bote de ahorros de la cocina, la capa negra adornó mi cuerpo, al mismo tiempo coloqué la capucha sobre mi rostro y de la puerta trasera salí corriendo adentrándome al bosque. Sabía que no tardarían mucho en darse cuenta que mi presencia no se encontraba en casa, que seguramente los pondría en riesgo y que seguramente tendría un regaño seguro de Milo preocupado y con su cara de suplica para que no volviera a hacerlo pero necesitaba salir, necesitaba aire, necesitaba volver a ser yo.
Para mi suerte la seguridad parisina no estaba rondando la calle, eso me parecía bastante raro. Primero la idea de ir a visitar a Darcy se me cruzo por la cabeza pero después la pensé bien y camine por las calles de la ciudad con naturalidad, como si no fuera una persona fugitiva. En un callejón oscuro pude esconderme para dejar caer las lagrimas que mucho tiempo atrás había estado guardando, lo necesitaba y aquí nadie juzgaría mi temor por lo que estaba viviendo, por mis seres queridos, por mi futuro. Todo se estaba despedazando pero yo estaba consiente de ellos desde el día en que acepte en la casa de Darcy. El tiempo había pasado no se si lento o rápido cuando las lagrimas pararon pude observar como el cielo comenzaba a tomar ese tono rojizo indicando el crepúsculo del día. Suspiré y me armé de valor para salir a las calles, para seguir avanzando hasta que una hermosa melodía llamo mi atención y como si fuera la melodía para encantar a una hermosa serpiente me sentía atrapada en esta siguiendo el trayecto del sonido hasta encontrar al dueño de tan hermosa pieza. Sonreí sentándome en una fuerte frente a él. Observando la manera tan hermosa con la que tomaba el instrumento, poco a poco los sonidos subían y bajaban dependiendo las notas, dependiendo del la pasión impuesta a ratos. Me sentí encandilada, poco a poco me levanté y avance hasta posarme frente a él sin dejar de sonreírle hasta que por fin se detuvo y no pude hacer más que aplaudir con gente acompañando mis aplausos de manera gustosa.
La música que había deleitado mis oídos hace unos momentos había devuelto el brillo en mi mirada, sentí pena cuando empezó a guardar su instrumento - Señor, por favor, no se detenga - Pedí casi en todo de suplica, casi queriendo darle todos mis ahorros para que me tocará una pieza más y aliviara con su don la realidad tan dolorosa que estaba teniendo en la actualidad. Deje caer la capucha dejando a la vista mi cabello rubio, peinado, con unos rulos encantadores, mi rostro seguramente estaba hinchado de tanto llorar pero le sonreía de manera sincera, suplicante - Por favor una pieza para mi - Pedí de manera casi desesperada, deseando disfrutar del momento, deseando alargarlo para no volver por aquel camino en medio del bosque, en medio del suspenso, del miedo, de la incertidumbre por haber sido descubiertos en alta traición a la corona.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Justo cuando creo que la suerte me dará la espalda, escucho peticiones como la que acabo de escuchar, agachado como estaba, tratando de poner en su sitio mi violín, alcé la mirada y la mujer que me observaba era la dueña de aquellas palabras, la miré sin entender en primera instancia y luego recorrí con los ojos mis manos y el instrumento que aún reposaba en ellas, entonces comprendí. La volví a mirar ahora que me dejaba ver su rostro, cualquiera no hubiese notado sus rasgos debido a la distancia, pero yo no era cualquiera, esa maldición que me impide seguir, la luna que rige mi vida como a la marea, ahora me daba una ventaja, pude verla como si tan sólo un ápice nos separara, y de un rostro claramente hermoso, pude notar, sobre todas las cosas sus ojos, que brillaban como si acabaran de haber estado inundados por las lágrimas, conozco bien ese gesto porque lo he visto muchas veces en mi aunque mirarme al espejo me irrita, y porque últimamente lo he visto en Antonella más de lo que debería. Ella es la fuerte de los dos y que esté tan mal me hace pensar que es nuestro fin, porque yo soy incapaz de defendernos.
Asiento torpemente, del único modo en el que sé hacer las cosas y evito que el violín toque finalmente la tela desgastada del estuche, lo vuelvo a empuñar y hago una reverencia sonriendo. No sé por qué si esta esquina ha demostrado ser especialmente mezquina con los francos, por qué toco ante su sencilla petición, debería irme ya, a otro sitio o a mi casa, esa que comparto con Nell, pero en cambio, acomodo el instrumento bajo mi barbilla y tomo el arco para volver a dejar escapar notas ante la sencilla fricción de las cuerdas.
Ahí estoy de nuevo, tocando como si fuera lo último que haré en la vida. Porque será lo último que haré en la vida, de una cosa estoy seguro, voy a morir con un violín en las manos, no puedo pensar que sea de otro modo. Una pieza triste porque son las únicas que conozco, esas y las danzas de los bohemios que rara vez toco por los recuerdo que se arrebujan en mi cabeza tan sólo las primeras notas salen de mis dedos. Hoy no, hoy sólo piezas de tonos añil.
Termino una vez más y le sonrío haciendo una reverencia.
-Espero haya sido de su agrado –le digo con sinceridad, si me quedé ahí fue por ella, porque me lo pidió, por sus ojos gritaron lo que sus palabras susurraron apenas. Porque algo en ella me recordó el harapo que era yo en ese instante, asustado, débil, acongojado por lo que sucedía, con ella, con mi amiga, y conmigo también. No esperé que dejara dinero, para ella era gratis, me iba a tomar esa libertad, ese lujo considerando que no tengo un centavo y que no debería regalar así como así el único talento que tengo.
Alcé ambas cejas, lo prudente a continuación era guardar el violín y seguir mi camino, pero no, me quedé ahí parado con pasmo esperando su reacción o lo que fuera, esperando que de hecho mi interpretación le haya gustado. Puedo ser asustadizo y todo lo que se quiera, pero nadie puede negarme lo que por derecho es mío, nadie puede decir algo sobre la música que interpreto, que es en lo único que sé que soy bueno. Apreté el instrumento inconscientemente me planté muy derecho como un soldadito de plomo, el más viejo del baúl de los juguetes.
Asiento torpemente, del único modo en el que sé hacer las cosas y evito que el violín toque finalmente la tela desgastada del estuche, lo vuelvo a empuñar y hago una reverencia sonriendo. No sé por qué si esta esquina ha demostrado ser especialmente mezquina con los francos, por qué toco ante su sencilla petición, debería irme ya, a otro sitio o a mi casa, esa que comparto con Nell, pero en cambio, acomodo el instrumento bajo mi barbilla y tomo el arco para volver a dejar escapar notas ante la sencilla fricción de las cuerdas.
Ahí estoy de nuevo, tocando como si fuera lo último que haré en la vida. Porque será lo último que haré en la vida, de una cosa estoy seguro, voy a morir con un violín en las manos, no puedo pensar que sea de otro modo. Una pieza triste porque son las únicas que conozco, esas y las danzas de los bohemios que rara vez toco por los recuerdo que se arrebujan en mi cabeza tan sólo las primeras notas salen de mis dedos. Hoy no, hoy sólo piezas de tonos añil.
Termino una vez más y le sonrío haciendo una reverencia.
-Espero haya sido de su agrado –le digo con sinceridad, si me quedé ahí fue por ella, porque me lo pidió, por sus ojos gritaron lo que sus palabras susurraron apenas. Porque algo en ella me recordó el harapo que era yo en ese instante, asustado, débil, acongojado por lo que sucedía, con ella, con mi amiga, y conmigo también. No esperé que dejara dinero, para ella era gratis, me iba a tomar esa libertad, ese lujo considerando que no tengo un centavo y que no debería regalar así como así el único talento que tengo.
Alcé ambas cejas, lo prudente a continuación era guardar el violín y seguir mi camino, pero no, me quedé ahí parado con pasmo esperando su reacción o lo que fuera, esperando que de hecho mi interpretación le haya gustado. Puedo ser asustadizo y todo lo que se quiera, pero nadie puede negarme lo que por derecho es mío, nadie puede decir algo sobre la música que interpreto, que es en lo único que sé que soy bueno. Apreté el instrumento inconscientemente me planté muy derecho como un soldadito de plomo, el más viejo del baúl de los juguetes.
Invitado- Invitado
Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Por pequeños momentos dude en que fuera a hacer caso a mi petición. Sin embargo lo tenía frente a mi tocando aquella bella melodía. Sonreí para él, incluso para mi disfrutando de cada nota que provenía de su hermoso aparato musical la atención que le ponía el poder sentir aquello que estaba tocando hizo que varias lagrimas más corrieran por mi rostro emocionada. Era bastante raro pues nunca me había identificado con una melodía tan perfectamente. Era como si entendiera a la perfección mmi estado. La música estaba vaciando mi ser de aquel sentimiento gris que pocas veces inundaba mi cuerpo, porque a pesar de todo el infierno que estaba viviendo en la tierra en estos momentos en mi vida, siempre sonreía a la vida con la esperanza de que al día siguiente la energía vital del sol me llenara de felicidad. Si, aunque tuviera el dolor más grande en el cuerpo sonreía para aquellos que necesitaban de calidez, de armonía, de paz. Siempre he sabido que una simple sonrisa puede iluminar la vida de alguien más si la sabes emplear en el momento correcto. Su música me estaba dando esa sonrisa que yo le daba a los demás. Y sin que se diera cuenta mi corazón se estaba llenando de energía, de alegría, y sobre todo de ese amor que siempre daba a aquellos que se encontraban a mi alrededor. La pieza finalizó y con ella una sonrisa en mi rostro se mostró. No dejaba de contemplar sus apagados ojos. ¿Qué le ocurría?
No había notado que varias personas se habían acumulado detrás de él deleitándose de su melodía hasta que empecé a aplaudir y estos me hicieron un pequeño coro con las palmas. Sonreí de manera aun más abierta cuando noté que dejaban francos de manera considerable. Abrí mi pequeño bolso para dejar algunos que tenía, a pesar de querer darle todo no me era posible, lamentablemente. - Estupenda la manera en que llega a tocar caballero, hizo que sintiera en sus notas plasmado todo lo que sentía - Tomé las puntas de mi vestido para hacer una reverencia ligera inclinando el cuerpo suavemente.
Lo observé con curiosidad, la verdad es que su rostro no se me hacía para nada conocido. Detalle con los ojos las facciones de su rostro, poco a poco desvíe la mirada hasta situarme en aquel hermoso violín - Nunca antes lo había visto… ¿Es de aquí? - No sabía si era correcto o no entablar conversación con alguien desconocido sabiendo los problemas que se avecinaban primero que nada por tener el valor de salir de la casa de la noche a escondidas. Según Milo muchos verdugos de la corte se infiltraban entre las personas haciéndose pasar por civiles normales para poder detener a aquellos que se escondían de la ley que los reyes imponían y aunque yo tenía una pinta inocente era buscada por traición… Debía tener cuidado sin embargo era como una especie de imán para el peligro lo cual me traía a este momento hablando con un desconocido con el riesgo de ser capturada, con el riesgo de complicar las cosas.
Su mirada seguía sobre mi, aquello no es que fuera incomodo, en realidad era una sensación bastante rara pues teniendo en cuenta que yo había llegado a él cuando este estaba por irse. - ¿Alguna vez ha intentando tocar en la plaza central de la ciudad? Le aseguro que sacará en el día una buena cantidad de dinero. A partir de las siete de la noche esa clase predominante de la ciudad baja a poder tener un paseo tranquilo, parejas de nuevos enamorados, hombres que necesitan un espacio, mujeres que disfrutan de su libertad por las noches, todos con ropa elegante, con accesorios pomposos que seguramente con tal de humillar al de alado dejará una buena cantidad de dinero por su enorme talento, quien sabe igual alguien puede contratarlo para una de sus pomposas fiestas y comenzar a crear una fama que le de lo necesario para no tener que salir a exponerse - Mi rostro se puso colorado, la verdad no sabía de donde había sacado aquello, era verdad todo lo que le decía pero me había pasado de atrevida y en ningún momento quería que malinterpretada mis palabras. - Disculpe que me haya metido más de la cuenta… - Carraspeé en realidad me daba miedo la noche sabiendo todo lo que traía consigo - Pero las leyendas dicen que la noche es peligrosa, más por estos lugares tan poco transitados, tan temidos por nosotros mismos por los crímenes de otros como nosotros… Pero dicen que la noche trae consigo peligros que ni con diez hombres puedes defenderte y vivir para contarlo - Me tapé la boca bastante alterada ¿Qué me estaba pasando? Negué varias veces con la cabeza - Oh disculpe por favor - Tomé mi vestido para reverenciar en vez de darle ayuda esta arruinando el momento era mejor seguir mi camino a la realidad.
No había notado que varias personas se habían acumulado detrás de él deleitándose de su melodía hasta que empecé a aplaudir y estos me hicieron un pequeño coro con las palmas. Sonreí de manera aun más abierta cuando noté que dejaban francos de manera considerable. Abrí mi pequeño bolso para dejar algunos que tenía, a pesar de querer darle todo no me era posible, lamentablemente. - Estupenda la manera en que llega a tocar caballero, hizo que sintiera en sus notas plasmado todo lo que sentía - Tomé las puntas de mi vestido para hacer una reverencia ligera inclinando el cuerpo suavemente.
Lo observé con curiosidad, la verdad es que su rostro no se me hacía para nada conocido. Detalle con los ojos las facciones de su rostro, poco a poco desvíe la mirada hasta situarme en aquel hermoso violín - Nunca antes lo había visto… ¿Es de aquí? - No sabía si era correcto o no entablar conversación con alguien desconocido sabiendo los problemas que se avecinaban primero que nada por tener el valor de salir de la casa de la noche a escondidas. Según Milo muchos verdugos de la corte se infiltraban entre las personas haciéndose pasar por civiles normales para poder detener a aquellos que se escondían de la ley que los reyes imponían y aunque yo tenía una pinta inocente era buscada por traición… Debía tener cuidado sin embargo era como una especie de imán para el peligro lo cual me traía a este momento hablando con un desconocido con el riesgo de ser capturada, con el riesgo de complicar las cosas.
Su mirada seguía sobre mi, aquello no es que fuera incomodo, en realidad era una sensación bastante rara pues teniendo en cuenta que yo había llegado a él cuando este estaba por irse. - ¿Alguna vez ha intentando tocar en la plaza central de la ciudad? Le aseguro que sacará en el día una buena cantidad de dinero. A partir de las siete de la noche esa clase predominante de la ciudad baja a poder tener un paseo tranquilo, parejas de nuevos enamorados, hombres que necesitan un espacio, mujeres que disfrutan de su libertad por las noches, todos con ropa elegante, con accesorios pomposos que seguramente con tal de humillar al de alado dejará una buena cantidad de dinero por su enorme talento, quien sabe igual alguien puede contratarlo para una de sus pomposas fiestas y comenzar a crear una fama que le de lo necesario para no tener que salir a exponerse - Mi rostro se puso colorado, la verdad no sabía de donde había sacado aquello, era verdad todo lo que le decía pero me había pasado de atrevida y en ningún momento quería que malinterpretada mis palabras. - Disculpe que me haya metido más de la cuenta… - Carraspeé en realidad me daba miedo la noche sabiendo todo lo que traía consigo - Pero las leyendas dicen que la noche es peligrosa, más por estos lugares tan poco transitados, tan temidos por nosotros mismos por los crímenes de otros como nosotros… Pero dicen que la noche trae consigo peligros que ni con diez hombres puedes defenderte y vivir para contarlo - Me tapé la boca bastante alterada ¿Qué me estaba pasando? Negué varias veces con la cabeza - Oh disculpe por favor - Tomé mi vestido para reverenciar en vez de darle ayuda esta arruinando el momento era mejor seguir mi camino a la realidad.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro al ver su expresión, no que disfrutara la tristeza en sus ojos, sino porque todo su gesto me decía que quedaba satisfecha con mi trabajo, sus palabras posteriores lo confirmaron, reí avergonzado después llevándome una mano a la nuca, riendo como un verdadero tonto, no sabía qué decir, pero no hizo falta, como si un fantasma me tocara el hombro, así me giré al escuchar la pequeña pero significativa ovación y luego sólo observé como los francos caían uno tras otro en el estuche del violín. Alcé la mirada y parpadeé un par de veces agradecido con la chica, si ella había hecho algo o no, no sabía, pero algo en mi interior me decía que ella me había traído la buena suerte. Eso claro, si creyera en tal cosa.
Abrí la boca pero la cerré tan pronto me di cuenta de ello, no sabía qué decirle y agradecí que ella siguiera hablando, así me evitaba la pena de hacerlo a mí. Tal parece que la única que logra hacerme hablar, ¡incluso regañarla!, es Nell. Su pregunta fue inesperada pero era pie para una conversación, y por alguna extraña razón, quería entablar una conversación con ella.
-Yo… -tartamudeé, no es que eso fuera algo nuevo en mi-, yo soy de España –finalmente salió una frase completa –de Barcelona –aclaré aunque algo me decía que no hacía falta, a ella qué le importaba el lugar exacto, sólo faltaba que me pusiera a platicarle de todos mis viajes con los gitanos, mi vida no es tan interesante. Sacudí la cabeza, no quería aburrirla, me distraje con el violín en mis manos a propósito, me agaché para tomar el estuche y guardarlo-, ¿y tú? –traté de que mi tono fuera casual, despreocupado, pero no me salió, yo era todo menos casual y despreocupado, pronuncié aquella pregunta con la vista fija en mi instrumento y la tela desgastada del interior del estuche de cuero liso por el uso y el tiempo.
-Lo he hecho –finalmente alcé la mirada pero no la observé a los ojos, eso no se me da –sí, sí he ido algunas tardes, pero no quiero aburrir a la gente con mi presencia, por eso busco otros sitios, cualquier esquina o plaza –suspiré, hilar tantas palabras para mí era un esfuerzo sobrehumano. Sin mirarla volví a sonreír por sus palabras, por su descripción detallada de los transeúntes de esta ciudad, asentí de tal modo que los mechones de cabello me golpearon los ojos un par de veces como viejo pastor inglés-. No, no –negué con la cabeza y las manos, ahora libres pues el violín estaba ya en su estuche-, te agradezco el consejo, y la atención… y los francos –reí nervioso, si ella estaba roja, yo lo estaba al doble.
-Sí, a veces por la noche algunas calles parecen más peligrosas, no vivo en la zona más bonita de la ciudad y lo sé bien, pero sé defenderme solo –no le iba a aclarar que como licántropo podía golpear más fuerte que un hombre promedio, pero también cabía la posibilidad de que fuera atacado por otro como yo, o un vampiro. Me dio escalofrío de sólo pensarlo, seguro no podría librar una batalla de esa índole. Mi madre gitana me decía que tenía puños de bebé, manos muy delicadas y delgadas, alargadas sólo por practicar violín como si fuese lo único que importaba en la vida. Porque era lo único que importaba en mi vida.
La miré a los ojos, finalmente me atreví a hacerlo y sonreí, estiré una mano y osé tocarla, tan tímidamente que parecía hecha de fuego y que yo pudiera quemarme, la tomé del antebrazo y apreté con gentileza.
-No te disculpes, por favor –le pedí sin borrar aquella sonrisa triste (porque no podía ser de otro modo), tímida pero a la vez amable-, no has hecho nada malo –la solté y me encogí de hombros, coloqué el estuche del violín bajo mi brazo derecho y estiré la mano –me llamo Pablo –el apellido no importaba, era el triste apellido de una gitana que me había acogido a falta de unos padres con escrúpulos-, ¿y tú? –recordaba que eso hacía la gente educada, preguntaba la identidad del otro.
Abrí la boca pero la cerré tan pronto me di cuenta de ello, no sabía qué decirle y agradecí que ella siguiera hablando, así me evitaba la pena de hacerlo a mí. Tal parece que la única que logra hacerme hablar, ¡incluso regañarla!, es Nell. Su pregunta fue inesperada pero era pie para una conversación, y por alguna extraña razón, quería entablar una conversación con ella.
-Yo… -tartamudeé, no es que eso fuera algo nuevo en mi-, yo soy de España –finalmente salió una frase completa –de Barcelona –aclaré aunque algo me decía que no hacía falta, a ella qué le importaba el lugar exacto, sólo faltaba que me pusiera a platicarle de todos mis viajes con los gitanos, mi vida no es tan interesante. Sacudí la cabeza, no quería aburrirla, me distraje con el violín en mis manos a propósito, me agaché para tomar el estuche y guardarlo-, ¿y tú? –traté de que mi tono fuera casual, despreocupado, pero no me salió, yo era todo menos casual y despreocupado, pronuncié aquella pregunta con la vista fija en mi instrumento y la tela desgastada del interior del estuche de cuero liso por el uso y el tiempo.
-Lo he hecho –finalmente alcé la mirada pero no la observé a los ojos, eso no se me da –sí, sí he ido algunas tardes, pero no quiero aburrir a la gente con mi presencia, por eso busco otros sitios, cualquier esquina o plaza –suspiré, hilar tantas palabras para mí era un esfuerzo sobrehumano. Sin mirarla volví a sonreír por sus palabras, por su descripción detallada de los transeúntes de esta ciudad, asentí de tal modo que los mechones de cabello me golpearon los ojos un par de veces como viejo pastor inglés-. No, no –negué con la cabeza y las manos, ahora libres pues el violín estaba ya en su estuche-, te agradezco el consejo, y la atención… y los francos –reí nervioso, si ella estaba roja, yo lo estaba al doble.
-Sí, a veces por la noche algunas calles parecen más peligrosas, no vivo en la zona más bonita de la ciudad y lo sé bien, pero sé defenderme solo –no le iba a aclarar que como licántropo podía golpear más fuerte que un hombre promedio, pero también cabía la posibilidad de que fuera atacado por otro como yo, o un vampiro. Me dio escalofrío de sólo pensarlo, seguro no podría librar una batalla de esa índole. Mi madre gitana me decía que tenía puños de bebé, manos muy delicadas y delgadas, alargadas sólo por practicar violín como si fuese lo único que importaba en la vida. Porque era lo único que importaba en mi vida.
La miré a los ojos, finalmente me atreví a hacerlo y sonreí, estiré una mano y osé tocarla, tan tímidamente que parecía hecha de fuego y que yo pudiera quemarme, la tomé del antebrazo y apreté con gentileza.
-No te disculpes, por favor –le pedí sin borrar aquella sonrisa triste (porque no podía ser de otro modo), tímida pero a la vez amable-, no has hecho nada malo –la solté y me encogí de hombros, coloqué el estuche del violín bajo mi brazo derecho y estiré la mano –me llamo Pablo –el apellido no importaba, era el triste apellido de una gitana que me había acogido a falta de unos padres con escrúpulos-, ¿y tú? –recordaba que eso hacía la gente educada, preguntaba la identidad del otro.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
La tristeza se había ido a otro plano, lo cierto es que la piel se me empezó a poner chinita cuando los francos caían y hacían música contra el estuche del violín, sonreír bastante emocionada, habían apreciado la música del joven, les había entrado a su corazón tanto como a mi liberando mi alma de esa carga que estaba buscando vaciar de hace mucho tiempo atrás. Daba gracias infinitamente a su arte porque incluso mi propio arte no me llenaba del todo como en ese momento me sentía de llena. De pronto la gente se empezó a alejar dándonos una especie de intimidad bastante extraña. Sonreí ampliamente para él y preste atención a sus próximas palabras.
Mis ojos se abrieron por completo cuando este me dijo su procedencia. Me sentí bastante emocionada - Vaya, y esta aquí… que emocionante seguramente han de ser sus viajes, es muy afortunado - La voz me había salido completamente llena de inocencia. Desde que había escapado de casa había deseado viajar, conocer a algunos gitanos que me llevaran con ellos, eso era un deseo que siempre había tenido y que al llegar a Paris se había estancado por haberme enamorado tontamente pero que estaba segura que cuando terminara todo lo de la revolución lo retomaría sin importar que me quedará sola. No me consideraba alguien que estuviera solo en un lugar porque si, en un principio me había sentido completa en Paris sin embargo conforme pasaban los días quería salir huyendo sin mirar atrás, tal vez antes de que todos se dieran cuenta estaría lejos de aquí.
Poco a poco empezaba a hablar lo cual hacía que una sonrisa se asomará por mi rostro - Soy de un pueblo cercano - La verdad es que no quería decir su nombre, decirlo me hacía recordar hace unos ocho meses atrás cuando mi padre me tenía encerrada en el sótano por querer aprender un poco más de la vida, por querer tomar un libro y no hacer cosas para el hogar, cuando me dejaba días sin comer para que entendiera que mi única función sería ser vendida como esposa a alguno de sus conocidos comerciantes ricos y así él pudiera subir de categoría ante los ojos de la sociedad, no quería recordarlo porque eso implicaba recordar a mi madre y recordarla es saber que la había dejado con un gran vació dentro del pecho por mi partida, no quería recordarlo porque mi hermano estaría añorando encontrarme con bien, porque si se enteraba que su hermana era parte de algo peligroso que era buscada para llevar a la bastilla se estaría arrepintiendo de haberme ayudado a escapar, no quería recordarlo porque me hacía falta mi familia y a pesar de padecer males con ellos los amaba y a estas alturas la amaba.
Él no estaba para verme mal, no estaba para cargar tristezas que se notaba, por sus ojos, ya tenía de sobra, además era una desconocida entrometida que le había casi suplicado por un poco más de música. - Doreen - Sonreí, me gustaba mi nombre, era bastante raro pero me gustaba - Yo vivo en una zona… Una zona invisible - ¿Cómo explicarle que mi hogar era todo y nada a la vez? Es decir, nadie que no estuviera específicamente en la revolución podría entrar ya que los brujos hacían un buen trabajo para esconderla de todos aquellos que quisieran ir por nosotros.
Su compañía era bastante agradable a decir verdad no quería que ese encuentro se frenara por lo que mordí mi labio inferior y tomando todo el valor del mundo me atreví a preguntar lo siguiente - ¿Le gustaría acompañarme a cenar algo? - Tenía lo suficiente para pagar no solo por los dos también para algún postre o caminar y subirnos a algún juego de la feria que estaba en la ciudad, Milo era bastante considerado al dejarme dinero, cosa que también Darcy había dejado en claro que no me faltará nada. - ¿Qué dice? - Pregunté temerosa de su rechazo.
Mis ojos se abrieron por completo cuando este me dijo su procedencia. Me sentí bastante emocionada - Vaya, y esta aquí… que emocionante seguramente han de ser sus viajes, es muy afortunado - La voz me había salido completamente llena de inocencia. Desde que había escapado de casa había deseado viajar, conocer a algunos gitanos que me llevaran con ellos, eso era un deseo que siempre había tenido y que al llegar a Paris se había estancado por haberme enamorado tontamente pero que estaba segura que cuando terminara todo lo de la revolución lo retomaría sin importar que me quedará sola. No me consideraba alguien que estuviera solo en un lugar porque si, en un principio me había sentido completa en Paris sin embargo conforme pasaban los días quería salir huyendo sin mirar atrás, tal vez antes de que todos se dieran cuenta estaría lejos de aquí.
Poco a poco empezaba a hablar lo cual hacía que una sonrisa se asomará por mi rostro - Soy de un pueblo cercano - La verdad es que no quería decir su nombre, decirlo me hacía recordar hace unos ocho meses atrás cuando mi padre me tenía encerrada en el sótano por querer aprender un poco más de la vida, por querer tomar un libro y no hacer cosas para el hogar, cuando me dejaba días sin comer para que entendiera que mi única función sería ser vendida como esposa a alguno de sus conocidos comerciantes ricos y así él pudiera subir de categoría ante los ojos de la sociedad, no quería recordarlo porque eso implicaba recordar a mi madre y recordarla es saber que la había dejado con un gran vació dentro del pecho por mi partida, no quería recordarlo porque mi hermano estaría añorando encontrarme con bien, porque si se enteraba que su hermana era parte de algo peligroso que era buscada para llevar a la bastilla se estaría arrepintiendo de haberme ayudado a escapar, no quería recordarlo porque me hacía falta mi familia y a pesar de padecer males con ellos los amaba y a estas alturas la amaba.
Él no estaba para verme mal, no estaba para cargar tristezas que se notaba, por sus ojos, ya tenía de sobra, además era una desconocida entrometida que le había casi suplicado por un poco más de música. - Doreen - Sonreí, me gustaba mi nombre, era bastante raro pero me gustaba - Yo vivo en una zona… Una zona invisible - ¿Cómo explicarle que mi hogar era todo y nada a la vez? Es decir, nadie que no estuviera específicamente en la revolución podría entrar ya que los brujos hacían un buen trabajo para esconderla de todos aquellos que quisieran ir por nosotros.
Su compañía era bastante agradable a decir verdad no quería que ese encuentro se frenara por lo que mordí mi labio inferior y tomando todo el valor del mundo me atreví a preguntar lo siguiente - ¿Le gustaría acompañarme a cenar algo? - Tenía lo suficiente para pagar no solo por los dos también para algún postre o caminar y subirnos a algún juego de la feria que estaba en la ciudad, Milo era bastante considerado al dejarme dinero, cosa que también Darcy había dejado en claro que no me faltará nada. - ¿Qué dice? - Pregunté temerosa de su rechazo.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
De pronto me sentí perdido, extraño, como un animal acorralado, no sabía qué debía hacer después, qué decir, dejarla ahí hubiese sido una enorme grosería, pero tampoco sabía nada sobre mí, sólo mi nombre y que era un pobre músico callejero. Sin embargo su sola presencia lograba calmar mis ansias, tranquilizarme, como si ella pudiera emanar algún poder mágico sobre mí para sosegarme. Eso provocó que me quedara en aquel mismo exacto lugar, demasiado consciente de mi cuerpo, del cuero del estuche del violín sobre las yemas de mis dedos, mis pies clavados al suelo como si echaran raíces, mi cara de pasmo, porque tal parece que no poseo otra expresión, y luego los músculos de las comisuras de mis labios arqueándose para dibujar una sonrisa.
-Sí –asentí agachando la mirada pero sin dejar de verla y sin dejar de sonreír con ese gesto torpe que me acompañaba –he viajado bastante para llegar aquí –y la falta de dinero y medios había provocado que me tardara más de lo que debí tardarme en llegar a París, pero finalmente ahí estaba, aún en el anonimato, pero con la firme creencia que al doblar una esquina mi suerte cambiaría.
-Doreen –asentí repitiendo su nombre, nunca lo había escuchado, nunca había visto a alguien pronunciar un nombre igual y por ello se quedaría en mi memoria, por su peculiaridad y su sonoridad casi musical y porque aunque desee olvidar cosas de mi archivo personal, no puedo arrancarlas, están ahí fundidas para siempre. Todo, pero lo que más deseo arrancar de tajo es todo lo que duele y no puede. Agradezco también tener esta capacidad, pues así cosas como el nombre de Doreen nunca se irán de los bosques de mi mente-, es un bello nombre –luego atiné a apuntar aunque era más un mero formalismo, seguro ella estaba al tanto de eso, sacudí la cabeza sin darle importancia a lo siguiente que me dijo. No la culpaba por no querer revelarme dónde vivía, yo no era más que un muerto de hambre, seguro tenía miedo que pudiera hacerle algo, aunque su expresión no me lo decía de ese modo.
Su expresión, de algún modo, se asemejaba a la que seguramente yo tenía (no lo sabía, pues me niego a mirarme a los espejos), algo profundamente triste reinando en sus ojos. Siempre he creído que hay algo de eso en todos nosotros, pero que en algunos es más evidente. He notado que es en aquello que se dedican al arte, en cualquiera de sus expresiones, en los que se nota más, no sé por qué. ¿Ella tal vez sería artista?, no lo sabía, lo único que me lo indicaba a media luz era eso, su mirada similar a la mía. Similar mas no igual, porque cada uno tiene sus propias penas, diferentes a las del resto.
Alcé el rostro sin disimular mi sorpresa ante su invitación, parpadeé un par de veces y no contesté por algunos segundos, mudo de la impresión, quizá tardé demasiado en responderle, nunca lo sabré, luego reí como si se tratara de una broma. Debía tratarse de una broma.
-¿Está segura? –dije tranquilizando mi respiración, mi corazón acelerado como las noches en las que soy lobo, y estoy solo en el bosque –es decir, ¿cómo sabe que no abusaré de su confianza? –no iba a abusar de su confianza, eso era seguro, pero la gente al ver mi ropa y a qué me dedicaba daba la media vuelta sin importarles nada, seguros que los atacaría con tal de obtener algunos francos. Que ella, que Doreen confiara en mí iba más allá del acto mismo, era saber que aún había personas así, personas esencialmente buenas, y lo digo de ese modo porque al final de cuentas todos tenemos algo de obscuridad.
-Sí –asentí agachando la mirada pero sin dejar de verla y sin dejar de sonreír con ese gesto torpe que me acompañaba –he viajado bastante para llegar aquí –y la falta de dinero y medios había provocado que me tardara más de lo que debí tardarme en llegar a París, pero finalmente ahí estaba, aún en el anonimato, pero con la firme creencia que al doblar una esquina mi suerte cambiaría.
-Doreen –asentí repitiendo su nombre, nunca lo había escuchado, nunca había visto a alguien pronunciar un nombre igual y por ello se quedaría en mi memoria, por su peculiaridad y su sonoridad casi musical y porque aunque desee olvidar cosas de mi archivo personal, no puedo arrancarlas, están ahí fundidas para siempre. Todo, pero lo que más deseo arrancar de tajo es todo lo que duele y no puede. Agradezco también tener esta capacidad, pues así cosas como el nombre de Doreen nunca se irán de los bosques de mi mente-, es un bello nombre –luego atiné a apuntar aunque era más un mero formalismo, seguro ella estaba al tanto de eso, sacudí la cabeza sin darle importancia a lo siguiente que me dijo. No la culpaba por no querer revelarme dónde vivía, yo no era más que un muerto de hambre, seguro tenía miedo que pudiera hacerle algo, aunque su expresión no me lo decía de ese modo.
Su expresión, de algún modo, se asemejaba a la que seguramente yo tenía (no lo sabía, pues me niego a mirarme a los espejos), algo profundamente triste reinando en sus ojos. Siempre he creído que hay algo de eso en todos nosotros, pero que en algunos es más evidente. He notado que es en aquello que se dedican al arte, en cualquiera de sus expresiones, en los que se nota más, no sé por qué. ¿Ella tal vez sería artista?, no lo sabía, lo único que me lo indicaba a media luz era eso, su mirada similar a la mía. Similar mas no igual, porque cada uno tiene sus propias penas, diferentes a las del resto.
Alcé el rostro sin disimular mi sorpresa ante su invitación, parpadeé un par de veces y no contesté por algunos segundos, mudo de la impresión, quizá tardé demasiado en responderle, nunca lo sabré, luego reí como si se tratara de una broma. Debía tratarse de una broma.
-¿Está segura? –dije tranquilizando mi respiración, mi corazón acelerado como las noches en las que soy lobo, y estoy solo en el bosque –es decir, ¿cómo sabe que no abusaré de su confianza? –no iba a abusar de su confianza, eso era seguro, pero la gente al ver mi ropa y a qué me dedicaba daba la media vuelta sin importarles nada, seguros que los atacaría con tal de obtener algunos francos. Que ella, que Doreen confiara en mí iba más allá del acto mismo, era saber que aún había personas así, personas esencialmente buenas, y lo digo de ese modo porque al final de cuentas todos tenemos algo de obscuridad.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Sabia bien que después de vivir tanto tiempo encerrada en la casa de mis padres no había aprendido casi nada, ni de cultura, de ni música, ni de como aprender a caminar por las calles de la vida. Desde que había llegado a la mansión Trudeau había escuchado comentarios como "Doreen es una chica muy pura, Doreen es muy buena, Esa rubia es demasiado hermosa y angelical para ser verdad" no sabía si en realidad eso era cien por ciento bueno o debía llegar a tener cierta malicia. Otro comentario que me había marcado demasiado era "esa carita de ángel debe tener dobles intenciones, una maldad que todos nos negamos a ver" sin embargo por más que analizaba las cosas, por más que había sufrido dolores de gente de mi alrededor tanto cercana como lejana aun creía en los demás, aun tenía esa tonta idea que por más malo que fuera alguien o por más mala que fuera una acción todos teníamos algo bueno. Pero tal vez porque yo aun vivía en esa burbuja color de rosa y que muchos intentaban romper, para ser honesta la burbuja se estaba desgarrando pero nadie podría hacer que yo dejará de ser así. ¿Qué hay de malo con amar? ¿Qué hay de malo con soñar? ¿Qué hay de malo en creer? Quizás Pablo debía aprender a confiar un poco, tal vez podría enseñarle y tal vez él podría aprender un poco de mi, a confiar en las personas, solo un poco y tal vez encontraríamos una balanza perfecta.
Asentí repetidas veces, bastante sonriente con su primera pregunta pero pronto mi rostro se ensombreció - ¿Por qué razón querías abusar de mi? ¿No es evidente? Ambos necesitamos un poco de compañía aunque sea desconocida - Me encogí de hombros - además - Sonreí intentando bromear - Hoy he sido tu objeto de buena suerte para juntar francos… ¡Si quieres abusar de mi confianza entonces me puedo ir! - Alce un poco el tono de voz pero mi sonrisa no se había despegado para nada de mi rostro.
Caminé hasta estar completamente cerca de él, incluso nuestros brazos habían chocado por unos momentos. Estiré mi mano para tomar la suya con cuidado, le di un ligero jalón para que comenzáramos a caminar - Toma con fuerza el violín con los francos no queremos perderlos - Giré mi rostro para verlo con ternura por encima del hombro y seguí caminando - Si escucha algo extraño y le pido que corra por favor hágalo que será por su bien ¿Si? - Mis ojos se mostraron completamente suplicantes mientras avanzaba. Mi cabeza estaba en juego si los guardias descubrían mi rostro entonces tendría problemas encima de mi y si lo veían a mi lado también tendría problemas por ser "cómplice". Sin embargo al avanzar por las calles podía notar el vació de estas, ni un alma se encontraba al paso y mucho menos policía alguno. Todo estaba libre de cualquier problema político. Sonreí tranquila y solté el aire que se quedaba y no me dejaba respirar bien de los nervios.
En mi mente no sacaba la idea de intentar hacerlo sonreír con naturalidad. ¿Por qué siempre tenía la necesidad de ver el bien de los demás en vez del mío? No lo sabía pero eso no era algo malo ¿O si? Suspira mientras mi cabeza se iluminaba. Sabía donde era el lugar adecuado. Cambie de dirección metiéndome a una calle estrecha así cortaríamos camino. Después de caminar aproximadamente unos diez minutos muchos colores empezaron a llamar nuestra atención. La feria de la ciudad seguramente tenía una media hora de haber abierto las puertas al publico en general. La comida que ofrecían en ese lugar era deliciosa, siempre grasosa, nada saludable pero sin duda valdría la pena - ¿Qué tal unas crepas, donas y luego unos juegos? - Sonreí con ternura mientras aumentaba el paso todo sin soltar su mano. Pagué los tickets de entrada en la taquilla y entramos sin problema alguno tomando un mapa para ubicar cada lugar que se marcaba, este nos los había dado un payaso en la entrada - ¿Qué se te antoja comer? - Pregunté observando la lista de puestos que había en el lugar.
Asentí repetidas veces, bastante sonriente con su primera pregunta pero pronto mi rostro se ensombreció - ¿Por qué razón querías abusar de mi? ¿No es evidente? Ambos necesitamos un poco de compañía aunque sea desconocida - Me encogí de hombros - además - Sonreí intentando bromear - Hoy he sido tu objeto de buena suerte para juntar francos… ¡Si quieres abusar de mi confianza entonces me puedo ir! - Alce un poco el tono de voz pero mi sonrisa no se había despegado para nada de mi rostro.
Caminé hasta estar completamente cerca de él, incluso nuestros brazos habían chocado por unos momentos. Estiré mi mano para tomar la suya con cuidado, le di un ligero jalón para que comenzáramos a caminar - Toma con fuerza el violín con los francos no queremos perderlos - Giré mi rostro para verlo con ternura por encima del hombro y seguí caminando - Si escucha algo extraño y le pido que corra por favor hágalo que será por su bien ¿Si? - Mis ojos se mostraron completamente suplicantes mientras avanzaba. Mi cabeza estaba en juego si los guardias descubrían mi rostro entonces tendría problemas encima de mi y si lo veían a mi lado también tendría problemas por ser "cómplice". Sin embargo al avanzar por las calles podía notar el vació de estas, ni un alma se encontraba al paso y mucho menos policía alguno. Todo estaba libre de cualquier problema político. Sonreí tranquila y solté el aire que se quedaba y no me dejaba respirar bien de los nervios.
En mi mente no sacaba la idea de intentar hacerlo sonreír con naturalidad. ¿Por qué siempre tenía la necesidad de ver el bien de los demás en vez del mío? No lo sabía pero eso no era algo malo ¿O si? Suspira mientras mi cabeza se iluminaba. Sabía donde era el lugar adecuado. Cambie de dirección metiéndome a una calle estrecha así cortaríamos camino. Después de caminar aproximadamente unos diez minutos muchos colores empezaron a llamar nuestra atención. La feria de la ciudad seguramente tenía una media hora de haber abierto las puertas al publico en general. La comida que ofrecían en ese lugar era deliciosa, siempre grasosa, nada saludable pero sin duda valdría la pena - ¿Qué tal unas crepas, donas y luego unos juegos? - Sonreí con ternura mientras aumentaba el paso todo sin soltar su mano. Pagué los tickets de entrada en la taquilla y entramos sin problema alguno tomando un mapa para ubicar cada lugar que se marcaba, este nos los había dado un payaso en la entrada - ¿Qué se te antoja comer? - Pregunté observando la lista de puestos que había en el lugar.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
No estaba seguro de entender qué pasaba. De la nada esta bella chica se había acercado a mí, me había incitado a tocar más y esto había provocado que por fin el dinero cayera en una cascada dorada a al estuche de mi violín, luego estuvimos solos y ella ofreció, por voluntad propia, su compañía, por más que lo repasaba no lo comprendía, si se lo contaba a Nell no me iba a creer, ambos pasábamos por la vida solitarios, sólo nos teníamos mutuamente; cada uno tenía sus motivos, pero ese era un punto de convergencia. No podía culpar a la gente, siempre ando mal vestido, con la mirada gacha y el violín abrazado como si significara mi vida (porque eso significaba de hecho), no era la persona más indicada para buscar un consejo o una plática amena si quiera, a veces no entiendo como Antonella me aguanta.
Asentí ante sus palabras, tuve que estar de acuerdo, definitivamente necesitaba compañía y por lo que ella aseguraba, también la requería, no agregué más porque no sabía qué más podía aportar al diálogo, a menudo me sucede eso, por eso callo la mayoría de las veces, luego negué efusivamente cuando amenazó con irse, no podía dejarla irse, era de las pocas personas que se atrevían a estar conmigo sin mirarme con repulsión. Cuando menos me di cuenta su mano tomaba la mía, mis mejillas se encendieron en ese instante, agradecí que ella estuviera demasiado concentrada en caminar y no se percatara de mi vergonzosa reacción. Como ella bien dijo, afiancé el violín bajo mi brazo y sin muchas opciones la seguí, primero amenazando con tropezar causa del repentino movimiento y luego adaptando mis pasos a los suyos, haciéndolos más uniformes.
No entendí a qué se refería con eso de correr, ¿acaso huía de algo?, pensándolo bien, de ese modo se explicaba el por qué cuando la vi una capucha cubría su rostro, pero no le di mayor importancia.
-S-s-sí –tartamudeé una respuesta apenas audible cuando ambos nos deslizamos por una calle estrecha, mi olfato y mi oído delataron el sitio al que nos dirigíamos antes incluso de poder verlo; las risas, el aroma a caramelo, el sonido del metal mecanizado, y el perfume que desprendía la multitud, todo se confirmó cuando frente a mí el colorido de la feria, una sonrisa se dibujó en mi rostro sin que yo me diera cuenta y la seguí, ella pagó sin que yo pudiera refutar, con lo que yo había ganado esa tarde, gracias a ella, hubiera podido costear mi boleto al menos pero ya no importaba.
-¿Comer?, no lo sé –dije no muy seguro, sin embargo mi estómago, al escuchar la palabra “comida” gruñó sin pedir permiso, me llevé una mano al abdomen-, lo siento –me disculpé, ese día había ingerido un desayuno frugal y desde esa hora no había vuelto a probar alimento, en ese instante podía comer lo que fuera-. Elige tú, yo sé adaptarme –concluí, no tendría el descaro de que, a parte de que ella me estaba regalando esa tarde, ponerme exigente con la comida.
Aguardé a su siguiente movimiento, una mano sosteniendo el codo del otro brazo, la cabeza agachada, los mechones desiguales cayendo sobre mis ojos, mi ropa desgastada, sin merecer de todo aquello.
Asentí ante sus palabras, tuve que estar de acuerdo, definitivamente necesitaba compañía y por lo que ella aseguraba, también la requería, no agregué más porque no sabía qué más podía aportar al diálogo, a menudo me sucede eso, por eso callo la mayoría de las veces, luego negué efusivamente cuando amenazó con irse, no podía dejarla irse, era de las pocas personas que se atrevían a estar conmigo sin mirarme con repulsión. Cuando menos me di cuenta su mano tomaba la mía, mis mejillas se encendieron en ese instante, agradecí que ella estuviera demasiado concentrada en caminar y no se percatara de mi vergonzosa reacción. Como ella bien dijo, afiancé el violín bajo mi brazo y sin muchas opciones la seguí, primero amenazando con tropezar causa del repentino movimiento y luego adaptando mis pasos a los suyos, haciéndolos más uniformes.
No entendí a qué se refería con eso de correr, ¿acaso huía de algo?, pensándolo bien, de ese modo se explicaba el por qué cuando la vi una capucha cubría su rostro, pero no le di mayor importancia.
-S-s-sí –tartamudeé una respuesta apenas audible cuando ambos nos deslizamos por una calle estrecha, mi olfato y mi oído delataron el sitio al que nos dirigíamos antes incluso de poder verlo; las risas, el aroma a caramelo, el sonido del metal mecanizado, y el perfume que desprendía la multitud, todo se confirmó cuando frente a mí el colorido de la feria, una sonrisa se dibujó en mi rostro sin que yo me diera cuenta y la seguí, ella pagó sin que yo pudiera refutar, con lo que yo había ganado esa tarde, gracias a ella, hubiera podido costear mi boleto al menos pero ya no importaba.
-¿Comer?, no lo sé –dije no muy seguro, sin embargo mi estómago, al escuchar la palabra “comida” gruñó sin pedir permiso, me llevé una mano al abdomen-, lo siento –me disculpé, ese día había ingerido un desayuno frugal y desde esa hora no había vuelto a probar alimento, en ese instante podía comer lo que fuera-. Elige tú, yo sé adaptarme –concluí, no tendría el descaro de que, a parte de que ella me estaba regalando esa tarde, ponerme exigente con la comida.
Aguardé a su siguiente movimiento, una mano sosteniendo el codo del otro brazo, la cabeza agachada, los mechones desiguales cayendo sobre mis ojos, mi ropa desgastada, sin merecer de todo aquello.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Observaba aquel papel, aquel mapa que me habían dado al entrar intentando descifrar donde se encontraban cada uno de las cosas. Los juegos por ejemplo era evidente donde poder encontrarlo con solo alzar la mirada, sin embargo los puestos de comida estaban tan dispersos que para poder descifrar a que dirección ir estaba un poco complicado, sumando claro a la cantidad de gente que había aquel día. Poco tiempo había pasado en el que me había sumergido en aquel folleto cuando escuché algo como que crujir. Miré a mi alrededor un poco preocupada hasta poder toparme con su mirada, baje la mía hasta encontrar su mano sobre su estomago, sin evitarlo comencé a reír de manera cómplice, al mismo tiempo enredé el papel guardándolo entre unos bordes del vestido, en la parte de la cintura. - Siempre me he considerado una persona bastante tímida, estos días han sido totalmente desesperantes por eso he tomado el valor de salir del lugar donde vivo, buscar un poco de compañía normal, sentir lo que es el aire correr por las mejillas sin miedo a que algo malo me pase, sin embargo te veo de la misma manera que yo, como si fueras un espejo de mi persona, mostrando timidez, debilidad y siento la necesidad de abrazarte… Se lo que se siente no poder tener tanta valentía como los demás para poder socializar - Antes de seguir hablando estiré mi mano para tomar la suya, un gesto bastante inocente, no tenía dobles intenciones eso quería dejárselo en claro, solo quería que disfrutara, tanto o más de como yo lo necesitaba. Poco a poco comencé a avanzar pues era evidente que estábamos a medio paso y sino nos movíamos rápidamente alguien nos movería.
La temperatura de su piel me hizo recordar tiempos pasados, anteriores, cuando el haber llegado a París había sido la mejor alternativa de mi vida, cuando había sido la mejor opción que había tomado. Cuando las sonrisas salían de manera natural y dentro de mi todo estaba completo no en piezas. De nuevo esa sensación de querer abrazarlo. Mi hermano… Cuanto lo extrañaba.- ¿Desde que edad aprendiste a tocar el violín?- Una pregunta bastante ¿Buena? ¿Acertada? No lo sabia sin embargo debía empezar con algo para una conversación donde ambos estuviéramos bastante interesados. La música siempre me había parecido un arte bastante complejo, muchos creen poder hacerla sin embargo pocos la ven desde su interior, pocas personas la ven como un estilo de vida, pocos tienen ese don para volverlo no solo un sonido sino también un sentimiento y lo poco que había escuchado de él así era, incluso mis huesos habían temblado al escucharlo de la emoción.
Sin poder evitarlo llevé mi vista a sus manos, ellas para mi dicen mucho, la forma, el tamaño, el grosor, la manera en que las mueves, pues una persona aunque no lo noté refleja muchos sentimientos en ellas, incluso a la hora de moverlas para aplaudir. Las suyas eran delgadas, los dedos largos y delicados pero sin duda se notaba esa masculinidad de los rasgos masculinos. Sonreí más para mi que para él, notaba tanto su timidez que era mejor ser un poco más prudente en las cosas que decía o hacía. Sin embargo no dejaría de ser yo. - Me gustan mucho las banderillas, mi mamá me enseñaba a hacerlas ¿Sabes lo que son? Es salchicha con una especie de masa esponjosa que le da un sabor bastante salado y dulce… Son deliciosas - Ladeé el rostro para observarlo - También hay papas frías, a la francesa - Sonreí por el nombre irónico - Pizza, mucha de muchos tamaños y sabores, dulces, manzanas son caramelo… Carne… Por favor dime… ¿Que se te antoja a ti… - Nos detuvimos frente a un puesto de dardos, donde había un circulo grande que se dividía en diferentes colores si atinabas al menos a tres al centro te ganabas lo que querías de la carpa, sino, podías volver a intentarlo - Dime… ¿Que se te antoja? - Volví a insistir, yo lo había invitado pero no por eso debía decidir todo lo que se haría esa noche, debía darle espacio, intentar que perdiera el miedo de cierta manera. Solté sus manos y sin querer di un paso hacía atrás, quizás también estaba robando parte de su espacio vital. La gente seguía su rumbo, uno que otro chocaba de manera suave con nuestros cuerpos a su paso sin embargo era una escena extraña donde todo se perdía en el tiempo y espacio y solo podía observarlo detenidamente a él.
Un sonido fastidioso hizo que cerrará los ojos y llevará las manos a mis oídos, giré mi rostro rápidamente buscando la procedencia. La rueda de la fortuna comenzaba a hacer su trayecto, era lenta en un principio pero bastante hermosa y firme, las personas no dejaban de sonreír al dar las vueltas. - ¿Subimos primero o comemos? - No volteé a verlo, mi atención se había perdido en aquella gran rueda, la última vez que había subido en una tal vez tendría unos catorce años y todo fue porque mi padre me obligaba a salir con el hijo de un comerciante que compraba grandes toneladas de telas que el proporcionaba, me había negado pero el berrinche del muchacho había sido grande, ahora tenía la oportunidad de subir y apreciar esa hermosa ciudad sin problema y con una compañía que aunque era un misterio no podía negar que era bastante grata.
La temperatura de su piel me hizo recordar tiempos pasados, anteriores, cuando el haber llegado a París había sido la mejor alternativa de mi vida, cuando había sido la mejor opción que había tomado. Cuando las sonrisas salían de manera natural y dentro de mi todo estaba completo no en piezas. De nuevo esa sensación de querer abrazarlo. Mi hermano… Cuanto lo extrañaba.- ¿Desde que edad aprendiste a tocar el violín?- Una pregunta bastante ¿Buena? ¿Acertada? No lo sabia sin embargo debía empezar con algo para una conversación donde ambos estuviéramos bastante interesados. La música siempre me había parecido un arte bastante complejo, muchos creen poder hacerla sin embargo pocos la ven desde su interior, pocas personas la ven como un estilo de vida, pocos tienen ese don para volverlo no solo un sonido sino también un sentimiento y lo poco que había escuchado de él así era, incluso mis huesos habían temblado al escucharlo de la emoción.
Sin poder evitarlo llevé mi vista a sus manos, ellas para mi dicen mucho, la forma, el tamaño, el grosor, la manera en que las mueves, pues una persona aunque no lo noté refleja muchos sentimientos en ellas, incluso a la hora de moverlas para aplaudir. Las suyas eran delgadas, los dedos largos y delicados pero sin duda se notaba esa masculinidad de los rasgos masculinos. Sonreí más para mi que para él, notaba tanto su timidez que era mejor ser un poco más prudente en las cosas que decía o hacía. Sin embargo no dejaría de ser yo. - Me gustan mucho las banderillas, mi mamá me enseñaba a hacerlas ¿Sabes lo que son? Es salchicha con una especie de masa esponjosa que le da un sabor bastante salado y dulce… Son deliciosas - Ladeé el rostro para observarlo - También hay papas frías, a la francesa - Sonreí por el nombre irónico - Pizza, mucha de muchos tamaños y sabores, dulces, manzanas son caramelo… Carne… Por favor dime… ¿Que se te antoja a ti… - Nos detuvimos frente a un puesto de dardos, donde había un circulo grande que se dividía en diferentes colores si atinabas al menos a tres al centro te ganabas lo que querías de la carpa, sino, podías volver a intentarlo - Dime… ¿Que se te antoja? - Volví a insistir, yo lo había invitado pero no por eso debía decidir todo lo que se haría esa noche, debía darle espacio, intentar que perdiera el miedo de cierta manera. Solté sus manos y sin querer di un paso hacía atrás, quizás también estaba robando parte de su espacio vital. La gente seguía su rumbo, uno que otro chocaba de manera suave con nuestros cuerpos a su paso sin embargo era una escena extraña donde todo se perdía en el tiempo y espacio y solo podía observarlo detenidamente a él.
Un sonido fastidioso hizo que cerrará los ojos y llevará las manos a mis oídos, giré mi rostro rápidamente buscando la procedencia. La rueda de la fortuna comenzaba a hacer su trayecto, era lenta en un principio pero bastante hermosa y firme, las personas no dejaban de sonreír al dar las vueltas. - ¿Subimos primero o comemos? - No volteé a verlo, mi atención se había perdido en aquella gran rueda, la última vez que había subido en una tal vez tendría unos catorce años y todo fue porque mi padre me obligaba a salir con el hijo de un comerciante que compraba grandes toneladas de telas que el proporcionaba, me había negado pero el berrinche del muchacho había sido grande, ahora tenía la oportunidad de subir y apreciar esa hermosa ciudad sin problema y con una compañía que aunque era un misterio no podía negar que era bastante grata.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
¿Había dicho “normal”?, pero si yo era todo menos normal, cómo podía calzarme tal adjetivo si los ciclos lunares provocaban una transformación tan terrible en mí, sin embargo, desde luego guardé silencio, no le iba a confesar mi condición así nada más, no iba a arriesgar una potencial amistad, que tanta falta me hacía, por mi imprudencia de aclarar que la normalidad no era algo que fuese conmigo. Eso que había dicho… iba tanto conmigo, yo tenía una barrera autoimpuesta que no me permitía entablar una conversación, sentía que todos podía escudriñar en mi alma y saber de mis delitos. Quería contestarle algo pero no supe qué y sólo guardé silencio, alguien cocó contra mi hombro y no se detuvo para disculparse, no reparó en mi porque yo nunca llamo la atención en realidad, y me di cuenta que estábamos en el paso de la gente, justo iba a decirle que nos moviéramos cuando me tomó de la mano para avanzar. Tragué saliva y me sonrojé, pude sentirlo en mis mejillas y agradecí que estuviera distraída.
Su pregunta sonó lógica, la recibía a menudo, carraspeé pues seguíamos avanzando, traté de mantener el paso y no tropezar, si yo lo hacía ella me seguiría al suelo y no quería tal cosa.
-Eh… -traté de formular una respuesta en mi mente, pero recordar los años de mi infancia fue recordar cuando mis padres me abandonaron a mi suerte, y de no haber sido por aquella gitana, hubiese muerto, ¿tanto fue su desprecio y temor por un hijo licántropo que les importó tan poco lo que pudiera pasarme?, mi muerte pudo haber sido lenta, muriendo un día a la vez de inanición, o rápida y violenta, destrozado por una jauría de lobos, a ellos, a los Sant Jordi no le importó, para ellos estoy muerto. Para mí, incluso, Pablo Sant Jordi está muerto-. Desde los 7 años más o menos -dije, en cuanto llegué con los gitanos quedé fascinado por el sonido que el violín producía y éstos no dudaron en enseñarme de inmediato. La práctica era importante, pero todos coincidían en algo, lo mío era un talento natural, yo mismo podía sentirlo, sentía la música recorrer mis venas como mi propia sangre.
Luego nos detuvimos y la miré un poco desencajado, comenzó a hablarme de toda la comida deliciosa que podíamos degustar en aquel lugar, mi estómago gruñó al sólo pensar en comida, ya no importaba de qué tipo, todo sonaba delicioso pero me sentí demasiado intimidado como para decidir.
-Podemos subir primero –dije, era bien chivo expiatorio para no tener que responder de inmediato la pregunta sobre la comida; muchos de esos platillos los había probado cuando mi suerte no era esta, pero eso había sido tanto tiempo que no recordaba cómo eran la mayoría, todo sonaba delicioso a mis oídos y me daba pena admitirlo, era un muerto de hambre, pero no tenía por qué hacerlo tan evidente.
Me encaminé hasta el juego, mientras dábamos vueltas ahí podía pensar finalmente que era lo que quería, o convencerla de ser ella quien eligiera, se lo había dicho, yo sabía adaptarme y no me iba a poner exigente, después de todo ella me estaba invitando. Me detuve porque había una larga fila para acceder al juego, luego me giré para verla a ella.
-No creo que seas tímida –le dije, retomando las palabras que ella había utilizado para describirse –o al menos no lo has sido esta vez, si tú no hubiese dado el primer paso, yo jamás lo hubiera hecho –suspiré y miré al frente –gracias –le dije con completa sinceridad y regresé mi vista a ella –no sé qué viste en mí –reí –pero te agradezco todo esto, normalmente me preocupo por qué voy a comer y casi no me doy el tiempo de divertirme.
Su pregunta sonó lógica, la recibía a menudo, carraspeé pues seguíamos avanzando, traté de mantener el paso y no tropezar, si yo lo hacía ella me seguiría al suelo y no quería tal cosa.
-Eh… -traté de formular una respuesta en mi mente, pero recordar los años de mi infancia fue recordar cuando mis padres me abandonaron a mi suerte, y de no haber sido por aquella gitana, hubiese muerto, ¿tanto fue su desprecio y temor por un hijo licántropo que les importó tan poco lo que pudiera pasarme?, mi muerte pudo haber sido lenta, muriendo un día a la vez de inanición, o rápida y violenta, destrozado por una jauría de lobos, a ellos, a los Sant Jordi no le importó, para ellos estoy muerto. Para mí, incluso, Pablo Sant Jordi está muerto-. Desde los 7 años más o menos -dije, en cuanto llegué con los gitanos quedé fascinado por el sonido que el violín producía y éstos no dudaron en enseñarme de inmediato. La práctica era importante, pero todos coincidían en algo, lo mío era un talento natural, yo mismo podía sentirlo, sentía la música recorrer mis venas como mi propia sangre.
Luego nos detuvimos y la miré un poco desencajado, comenzó a hablarme de toda la comida deliciosa que podíamos degustar en aquel lugar, mi estómago gruñó al sólo pensar en comida, ya no importaba de qué tipo, todo sonaba delicioso pero me sentí demasiado intimidado como para decidir.
-Podemos subir primero –dije, era bien chivo expiatorio para no tener que responder de inmediato la pregunta sobre la comida; muchos de esos platillos los había probado cuando mi suerte no era esta, pero eso había sido tanto tiempo que no recordaba cómo eran la mayoría, todo sonaba delicioso a mis oídos y me daba pena admitirlo, era un muerto de hambre, pero no tenía por qué hacerlo tan evidente.
Me encaminé hasta el juego, mientras dábamos vueltas ahí podía pensar finalmente que era lo que quería, o convencerla de ser ella quien eligiera, se lo había dicho, yo sabía adaptarme y no me iba a poner exigente, después de todo ella me estaba invitando. Me detuve porque había una larga fila para acceder al juego, luego me giré para verla a ella.
-No creo que seas tímida –le dije, retomando las palabras que ella había utilizado para describirse –o al menos no lo has sido esta vez, si tú no hubiese dado el primer paso, yo jamás lo hubiera hecho –suspiré y miré al frente –gracias –le dije con completa sinceridad y regresé mi vista a ella –no sé qué viste en mí –reí –pero te agradezco todo esto, normalmente me preocupo por qué voy a comer y casi no me doy el tiempo de divertirme.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
No recuerdo bien en realidad, pero hace un tiempo en uno de los libros de mi padre, había encontrado una lectura muy interesante sobre como nos relacionamos con las personas. Existen algunas personas que llegan a nuestras vidas para darle un poco de color y aventura, personas que ni siquiera en sueños éramos capaces de pensar que podíamos conocer, y mucho menos poder llegarlos a querer tanto, otro tipo de personas son aquellas que se vuelven un complemento a tú vida, por ejemplo, yo soy totalmente dulce y por eso quizás había encontrado en Milo ese balance pues su frialdad hacía una mezcla un tanto extraña. Y por último, las personas que son nuestro verdadero espejo, son esas que si eres tímido ese lo es, si eres enojon esa persona lo será de la misma manera, y es entonces cuando me doy cuenta que Pablo es una persona que se asemeja a mi, un espejo total, sus ojos me lo dicen de mil maneras, sus expresiones, sus movimientos, incluso ese tono de voz tan frenado que no lo deja poder desenvolverse con aquellos que pasan a su alrededor.
La fila era algo larga pero debido a la dimensión del juego y de la cantidad de asientos que había en ella, no esperaríamos mucho y eso sería una ventaja grande para poder tener más cosas que hacer aquella noche. Observé con atención el frente de nosotros. La cantidad de sonrisas, de personas que dialogaban, que se abrazaban y entonces, me dieron muchas ganas de hacer lo mismo con Pablo sin embargo me avergoncé, me ruboricé y me contuve, me estaba pasando de confianzuda y esa no era la enseñanza que me habían dado. Nuestras manos no se habían soltado y era reconfortante, una porque quizás sí se sentía a gusto y en confianza, y dos porque el calor de su mano me estaba manteniendo a una temperatura estable, pues la noche estaba dejando que el frío cayera. Un hombre movía una palanca que se notaba bastante pesada, aquel hombre estaba manchado de grasa, por lo visto era quien manejaba la maquinaria de aquel juego. Como si de Hercules se tratará, movió aquel gran objeto con facilidad haciendo que el aparado comenzara a dejar de moverse.
Había sido nuestro turno al andar. Deje un franco en las manos del caballero para que nos dejará pasar a ambos. Aquel hombre torció la sonrisa viéndonos de manera intercalada, resople de manera discreta, y jale al músico con cuidado de no lastimarlo para que se subiera conmigo. Aquello estaba demasiado alto para mi, tenía una altura no muy accesible para este tipo de cosas. Sentí las manos del hombre engrasado sobre mi cintura acomodándome en el asiento. Mis ojos se alzaron por completo en manera sorpresiva, bastante tímida desvíe la mirada para que mi acompañante no se diera cuenta de lo abochornada que estaba. - ¿Te… Te gustan las alturas? - Susurré esperando a que se subiera y acomodando la tela que se utilizaba para la seguridad de quienes viajaban en aquel juego. Volví a estirar la mano para sentir el calor de Pablo, para no sentirme sola, y para extrañamente sentirme segura.
Un chillido de la maquina acompañado de un gran tirón, nos indico que estaba por empezar a hacer de su magia todo un momento para recordar. Inevitablemente me prensé que Pablo bastante miedosa, debo ser sincera me dan miedo las alturas. Lo tenía fuertemente agarrado - Espero que se vea bonita la ciudad desde aquí, nunca antes lo había hecho - Temblaba de manera "discreta", pero conforme la rueda se movía pude notar de manera clara como Paris se encontraba frente a nosotros, haciéndose cada vez más pequeña conforme íbamos subiendo.
La fila era algo larga pero debido a la dimensión del juego y de la cantidad de asientos que había en ella, no esperaríamos mucho y eso sería una ventaja grande para poder tener más cosas que hacer aquella noche. Observé con atención el frente de nosotros. La cantidad de sonrisas, de personas que dialogaban, que se abrazaban y entonces, me dieron muchas ganas de hacer lo mismo con Pablo sin embargo me avergoncé, me ruboricé y me contuve, me estaba pasando de confianzuda y esa no era la enseñanza que me habían dado. Nuestras manos no se habían soltado y era reconfortante, una porque quizás sí se sentía a gusto y en confianza, y dos porque el calor de su mano me estaba manteniendo a una temperatura estable, pues la noche estaba dejando que el frío cayera. Un hombre movía una palanca que se notaba bastante pesada, aquel hombre estaba manchado de grasa, por lo visto era quien manejaba la maquinaria de aquel juego. Como si de Hercules se tratará, movió aquel gran objeto con facilidad haciendo que el aparado comenzara a dejar de moverse.
Había sido nuestro turno al andar. Deje un franco en las manos del caballero para que nos dejará pasar a ambos. Aquel hombre torció la sonrisa viéndonos de manera intercalada, resople de manera discreta, y jale al músico con cuidado de no lastimarlo para que se subiera conmigo. Aquello estaba demasiado alto para mi, tenía una altura no muy accesible para este tipo de cosas. Sentí las manos del hombre engrasado sobre mi cintura acomodándome en el asiento. Mis ojos se alzaron por completo en manera sorpresiva, bastante tímida desvíe la mirada para que mi acompañante no se diera cuenta de lo abochornada que estaba. - ¿Te… Te gustan las alturas? - Susurré esperando a que se subiera y acomodando la tela que se utilizaba para la seguridad de quienes viajaban en aquel juego. Volví a estirar la mano para sentir el calor de Pablo, para no sentirme sola, y para extrañamente sentirme segura.
Un chillido de la maquina acompañado de un gran tirón, nos indico que estaba por empezar a hacer de su magia todo un momento para recordar. Inevitablemente me prensé que Pablo bastante miedosa, debo ser sincera me dan miedo las alturas. Lo tenía fuertemente agarrado - Espero que se vea bonita la ciudad desde aquí, nunca antes lo había hecho - Temblaba de manera "discreta", pero conforme la rueda se movía pude notar de manera clara como Paris se encontraba frente a nosotros, haciéndose cada vez más pequeña conforme íbamos subiendo.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Todo me parecía tan nuevo y fascinante, era raro, no era mi primera vez en un sitio como ese, pero no sé, tal vez era la compañía. Sí, debía ser que esta tarde veía todo a través de sus ojos y eso era lo que verdaderamente lo convertía en una experiencia encantadora. Siempre maldigo la vida que me tocó vivir, pero he encontrado a lo largo de mi viaje gente que me hace un poco menos miserable. Si volveré a ver a esas personas o no, es realmente intrascendente.
Miré primero a la gente, sus expresiones, por un momento me sentí parte de ellos aunque no lo era en realidad, estaba bien jugar a ser normal por un rato, había olvidado lo que eso era. Luego miré el juego que nos esperaba, sus luces eran hipnóticas, era como si ellas pudieran cantar, crear música con su juego, era eso o que yo ya veía música en todos lados y estaba alucinando. Y finalmente bajé la mirada para encontrar su rostro, entorné los ojos, no entendía por qué me quería con ella, yo no tenía mucho que ofrecerle, ni siquiera una plática interesante.
Avancé cuando ella lo hizo, me sujetaba del violín como si este me impidiera salir volando o desaparecer, era lo púnico que me recordaba que era un intruso viviendo la ilusión de una tarde (y que más me valía disfrutarla, pues no todos los días se presentaban estas oportunidades), no presté mucha atención en ese momento, lo único que me importaba era asegurarme de sentarme bien y poner el violín a salvo. Cuando finalmente estuve en mi sitio, volteé a un lado y ella estaba en su lugar también. Sonreí y ambos nos movimos sorprendidos cuando el armatoste comenzó su trayecto. Entonces me percaté que me había hecho una pregunta y que el movimiento del juego me había distraído, sólo me encogí de hombros por toda respuesta.
Reí un poco al notar su actitud y mis manos de vez en cuando se deslizaban para comprobar que el violín seguía en su lugar, no había sido buena idea subirme con él, pero ¿qué se suponía que hiciera con él?. Recordé a Lou, con quien también compartí una tarde en los juegos, aunque aquella vez nos habíamos colado sin pagar, se sentía bien estar aquí sin temor a que un guardia te saque de la camisa y te aviente a la calle.
-Sí, sí –dije rápido cuando llegamos a una altura considerable-, mira, se ve genial –señalé la lejanía, allá donde la ciudad ya comenzaba a iluminarse con sus luces de oro y plata, esperando que de ese modo ella perdiera un poco el miedo y disfrutara más de este recorrido-. No, no me dan miedo las alturas –finalmente respondí a su pregunta original, a penas me percataba de ellos, le temía a muchas cosas, al fracaso, a estar solo, a la luna, a todo, o casi todo, pero las alturas no estaban en esa lista. Bueno, al menos podía disfrutar de una cosa.
Me incliné al frente embebido por la vista, sobrecogido por la magnitud de París, y una pregunta se clavó en mi cabeza, como bala que llega a la siente y atraviesa el cráneo, ¿estaría allá afuera la persona que finalmente me ayudara a salir del anonimato?
Miré primero a la gente, sus expresiones, por un momento me sentí parte de ellos aunque no lo era en realidad, estaba bien jugar a ser normal por un rato, había olvidado lo que eso era. Luego miré el juego que nos esperaba, sus luces eran hipnóticas, era como si ellas pudieran cantar, crear música con su juego, era eso o que yo ya veía música en todos lados y estaba alucinando. Y finalmente bajé la mirada para encontrar su rostro, entorné los ojos, no entendía por qué me quería con ella, yo no tenía mucho que ofrecerle, ni siquiera una plática interesante.
Avancé cuando ella lo hizo, me sujetaba del violín como si este me impidiera salir volando o desaparecer, era lo púnico que me recordaba que era un intruso viviendo la ilusión de una tarde (y que más me valía disfrutarla, pues no todos los días se presentaban estas oportunidades), no presté mucha atención en ese momento, lo único que me importaba era asegurarme de sentarme bien y poner el violín a salvo. Cuando finalmente estuve en mi sitio, volteé a un lado y ella estaba en su lugar también. Sonreí y ambos nos movimos sorprendidos cuando el armatoste comenzó su trayecto. Entonces me percaté que me había hecho una pregunta y que el movimiento del juego me había distraído, sólo me encogí de hombros por toda respuesta.
Reí un poco al notar su actitud y mis manos de vez en cuando se deslizaban para comprobar que el violín seguía en su lugar, no había sido buena idea subirme con él, pero ¿qué se suponía que hiciera con él?. Recordé a Lou, con quien también compartí una tarde en los juegos, aunque aquella vez nos habíamos colado sin pagar, se sentía bien estar aquí sin temor a que un guardia te saque de la camisa y te aviente a la calle.
-Sí, sí –dije rápido cuando llegamos a una altura considerable-, mira, se ve genial –señalé la lejanía, allá donde la ciudad ya comenzaba a iluminarse con sus luces de oro y plata, esperando que de ese modo ella perdiera un poco el miedo y disfrutara más de este recorrido-. No, no me dan miedo las alturas –finalmente respondí a su pregunta original, a penas me percataba de ellos, le temía a muchas cosas, al fracaso, a estar solo, a la luna, a todo, o casi todo, pero las alturas no estaban en esa lista. Bueno, al menos podía disfrutar de una cosa.
Me incliné al frente embebido por la vista, sobrecogido por la magnitud de París, y una pregunta se clavó en mi cabeza, como bala que llega a la siente y atraviesa el cráneo, ¿estaría allá afuera la persona que finalmente me ayudara a salir del anonimato?
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Paris, hermosa ciudad donde las velas iluminaban hasta el lugar más pequeño de las calles. La rueda se detuvo por un largo tiempo en la parte más alta. Se podía escuchar el eco de las risas que acompañaban los rostros de aquellos seres que venían a pasar un buen rato. Algunos como yo, se encontraban totalmente maravillados por el esplendor de la ciudad en la parte alta del juego. Casi podía sentir como clavaba las uñas en mi compañero, pero poco a poco tomé confianza y aflojé el agarré. Tenía razón, se veía tan estupendo que por un momento el miedo había desaparecido mi miedo a las alturas, quizás solo eran sugestiones mías, probablemente no había tal miedo, todo lo estaba inventando. Pero si lo inventas puedes controlarlo ¿No es así? Quizás intente controlar miedos en otras situaciones. Giré mi rostro para poder ver la expresión de mi acompañante, se notaba lo bien que estaba pasando ese momento. Sonreí encantada. Pocas veces habían sido los encuentros buenos, en donde nadie quería alimentarse de nada, o incluso lastimarlo, tener a un alma tan pura y buena, sin duda era totalmente gratificante, era como poder aspirar el aire puro de las montañas, y no los olores pestilentes de la ciudad.
Solo fue un pequeño momento el que el miedo desapareció, pues la manera en que Pablo había inclinado el cuerpo tambaleo el asiento, casi grito, pero antes de irnos de frente lo jalé - ¡El violín! - En vez de gritar por caer, no pude evitar sentir más preocupación por su instrumento, a fin de cuentas yo lo había llevado hasta ese lugar, gracias a su violín había llamado mi atención, nos habíamos acercado, gracias a ese instrumento, él podía hacer magia, abrazar corazones tristes como los míos, hacer que el mundo tenga otras tonalidades. Pero no paso a mayores, el hermoso y pequeño instrumento se había quedado con vida a lado de nosotros como sabiendo que si se movía un poco nadie más volvía a sacar hermosas notas de él. Ante aquel pequeño incidente, la rueda siguió su movimiento. Tomé su mano con suavidad - Parece que el señor de la palanca es un egoísta y no nos dejará más tiempo observando la ciudad - Intenté bromear un poco, las alturas en ese momento no me preocupaban, ahora lo que estaba clamando mi atención era mi estomago, que si bien había aguantado, ahora no dejaba de hacer sonidos extraños, y no, no era precisamente un sonido armonioso, no eran bellas notas, solo era el sonido del reclamo por falta de alimento.
Breves minutos pasaron cuando ya nos estaban quitando el seguro de los asientos. Me sujete un poco de la mano del dueño del juego, de un brinco delicado toque el suelo, espere a que mi acompañante siguiera a mi lado. Y ambos bajamos con cuidado las pequeñas escaleras hasta volvernos a adentrar al mar de personas. Al menos se notaban ya alguno que otro puesto que una hora antes no se podía apreciar, quizás personas ya habían abandonado el lugar. No importaba, la noche es joven, lo mejor era aprovechar, así encontraríamos algunas mesas para sentarnos y así, poder comer algo con tranquilidad. - Ahora si que podemos comer algo - Alcé la voz lo más que pude, pues la música, los presentadores, las risas, la gente. Todo impedía que se hablara con total tranquilidad. Estaba completamente feliz por no tener que hacer el alimento esa noche - ¿Se te antoja pasta? - La verdad es que ese era mi antojo. Como una pequeña niña, lo jalé divertida hasta aquel puesto donde un hombre regordete nos sonreía con entusiasmo y total amabilidad. Pedí un plato pequeño de pasta, lo cual sabía no me llenaría para nada pero al menos un poco de todo no estaría mal, así no me quedaría con antojo de nada. Pagué la cantidad que era, volteé a ver a Pablo sonriente - Escoge, es tu turno, sino lo haces te haré comer de todo - Una sonrisa traviesa se dibujo de manera clara en mis labios.
Toda esta situación me recordaba a las tarde de feria donde, muy a regañadientes, mis padres me dejaban salir con mi hermano. ¡Cuanto lo extrañaba! La noche para nada esta pintando para ser una cualquiera, hace mucho no me divertía. Claro que estaba un poco con el temor de ser descubierta, pero por lo visto los policías reales no estaban dispuestos a perder su tiempo en un lugar como estos. Lo que quedaba de la noche sería disfrutar con una buena compañía, el primer juego ya había sido tocado por nosotros, la comida era necesaria para llenarnos de energías y así, poder seguir la noche - ¿Entonces? - Pregunté bastante inquieta. ¿Y si no tenía hambre y yo le estaba insistiendo demasiado? Tal vez sería la ultima insistencia, tampoco es que me guste fastidiar a las personas.
Solo fue un pequeño momento el que el miedo desapareció, pues la manera en que Pablo había inclinado el cuerpo tambaleo el asiento, casi grito, pero antes de irnos de frente lo jalé - ¡El violín! - En vez de gritar por caer, no pude evitar sentir más preocupación por su instrumento, a fin de cuentas yo lo había llevado hasta ese lugar, gracias a su violín había llamado mi atención, nos habíamos acercado, gracias a ese instrumento, él podía hacer magia, abrazar corazones tristes como los míos, hacer que el mundo tenga otras tonalidades. Pero no paso a mayores, el hermoso y pequeño instrumento se había quedado con vida a lado de nosotros como sabiendo que si se movía un poco nadie más volvía a sacar hermosas notas de él. Ante aquel pequeño incidente, la rueda siguió su movimiento. Tomé su mano con suavidad - Parece que el señor de la palanca es un egoísta y no nos dejará más tiempo observando la ciudad - Intenté bromear un poco, las alturas en ese momento no me preocupaban, ahora lo que estaba clamando mi atención era mi estomago, que si bien había aguantado, ahora no dejaba de hacer sonidos extraños, y no, no era precisamente un sonido armonioso, no eran bellas notas, solo era el sonido del reclamo por falta de alimento.
Breves minutos pasaron cuando ya nos estaban quitando el seguro de los asientos. Me sujete un poco de la mano del dueño del juego, de un brinco delicado toque el suelo, espere a que mi acompañante siguiera a mi lado. Y ambos bajamos con cuidado las pequeñas escaleras hasta volvernos a adentrar al mar de personas. Al menos se notaban ya alguno que otro puesto que una hora antes no se podía apreciar, quizás personas ya habían abandonado el lugar. No importaba, la noche es joven, lo mejor era aprovechar, así encontraríamos algunas mesas para sentarnos y así, poder comer algo con tranquilidad. - Ahora si que podemos comer algo - Alcé la voz lo más que pude, pues la música, los presentadores, las risas, la gente. Todo impedía que se hablara con total tranquilidad. Estaba completamente feliz por no tener que hacer el alimento esa noche - ¿Se te antoja pasta? - La verdad es que ese era mi antojo. Como una pequeña niña, lo jalé divertida hasta aquel puesto donde un hombre regordete nos sonreía con entusiasmo y total amabilidad. Pedí un plato pequeño de pasta, lo cual sabía no me llenaría para nada pero al menos un poco de todo no estaría mal, así no me quedaría con antojo de nada. Pagué la cantidad que era, volteé a ver a Pablo sonriente - Escoge, es tu turno, sino lo haces te haré comer de todo - Una sonrisa traviesa se dibujo de manera clara en mis labios.
Toda esta situación me recordaba a las tarde de feria donde, muy a regañadientes, mis padres me dejaban salir con mi hermano. ¡Cuanto lo extrañaba! La noche para nada esta pintando para ser una cualquiera, hace mucho no me divertía. Claro que estaba un poco con el temor de ser descubierta, pero por lo visto los policías reales no estaban dispuestos a perder su tiempo en un lugar como estos. Lo que quedaba de la noche sería disfrutar con una buena compañía, el primer juego ya había sido tocado por nosotros, la comida era necesaria para llenarnos de energías y así, poder seguir la noche - ¿Entonces? - Pregunté bastante inquieta. ¿Y si no tenía hambre y yo le estaba insistiendo demasiado? Tal vez sería la ultima insistencia, tampoco es que me guste fastidiar a las personas.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
El aire, el sonido, maximizado por los dones de esta maldición que yo no pedí, el colorido, la compañía, todo, por un segundo traidor, se convirtió en un sitio perfecto para ser y estar. Qué iba a tener de perfecta mi vida si doy tumbos aquí y allá sin encontrar mi lugar, sin terminar de pertenecer, renegando de todo y de todos, pero quién puede culparme. Aspiré los aromas que se elevaban desde tierra firme, comida, perfumes, incluso el Sena, y cerré los ojos; no los pude mantener así demasiado tiempo, mi acompañante llamó mi atención, me giré a verla alarmado, imaginando mi violín, cubierto por aquel estuche de cuero, cayendo sin remedio, culpándome desde ya por perder de un modo tan negligente el único recuerdo de mi madre, mi madre gitana, la única que he tenido.
Al voltear a verla y luego el violín entre mis piernas supe que todo había sido causa de su propio miedo. No imaginé que una chica con las agallas como para invitarme a este paseo tuviera miedo a las alturas, pero eso parecía. Luego de acomodar mis pensamientos, suspiré aliviado y comencé a reír.
-No pasa nada –dije con un remanente de risa al tiempo que volvíamos a movernos, tomé el violín, tampoco quería que aquello que en un momento visualicé (mi violín cayendo al vacío, estrellándose contra el suelo, astillándose y quedando inservible) se volviera realidad y me eché para atrás sin dejar de mirarla divertido. Luego asentí nada más a escasos metros de volver a estar en el suelo. Había sido divertido, supuse que después de aquel pequeño paseo por las alturas, ella querría irse a su casa y yo, bueno, a la mía también.
Bajé y esperé que ella lo hiciera también, fui a decir algo, pero como siempre, las palabras no parecieron estar de mi lado y simplemente hice una sonora inflexión. Cuando quise hacer algo más, decirle lo agradecido que estaba o despedirme, ella ya iba con intempestivo ardor caminando entre la gente y no tuve otra opción más que seguirla y luego imitarla, sonreír con torpeza como era mi costumbre.
-Yo… yo… no sé –sí, tenía hambre, no iba a negarlo, pero me parecía que si aceptaba estaría abusando de su bondad y vaya, no quería darle esa impresión; era obvio que mis recursos eran limitados, pero nunca había sido alguien que gustara de aprovecharse de la buena voluntad de la gente. Mi madre y los gitanos, por fortuna, me habían enseñado a valerme por mi mismo, algunos incluso me habían enseñado a robar, pero no robar un banco o una joyería, sino robar una hogaza de pan para comer. Pero ella sí parecía tener hambre y decisión como para hacer algo al respecto. Estuvimos frente aquel hombre y ella pidió un plato de pasta.
Hacía años, no miento, que no comía pasta, miré el platillo y luego a la chica, varias veces alternadamente como no entendiendo de pronto la conexión, para luego simplemente agachar la cabeza.
-Lo mismo está bien –con voz queda, no muy seguro que el sujeto que atendía me hubiese escuchado, tampoco quería que me estuviera rogando, luego una sonrisa pequeña y tímida, venida de ningún lado, se dibujó en mi rostro. Era extraño, es decir, encontrarme a alguien como ella, pero reconfortante, decidí disfrutar de aquella joven, y de mi, por un momento, qué más daba, mañana regresaría a la realidad, mi realidad, en la que soy un simple músico callejero esperando una gran oportunidad.
Al voltear a verla y luego el violín entre mis piernas supe que todo había sido causa de su propio miedo. No imaginé que una chica con las agallas como para invitarme a este paseo tuviera miedo a las alturas, pero eso parecía. Luego de acomodar mis pensamientos, suspiré aliviado y comencé a reír.
-No pasa nada –dije con un remanente de risa al tiempo que volvíamos a movernos, tomé el violín, tampoco quería que aquello que en un momento visualicé (mi violín cayendo al vacío, estrellándose contra el suelo, astillándose y quedando inservible) se volviera realidad y me eché para atrás sin dejar de mirarla divertido. Luego asentí nada más a escasos metros de volver a estar en el suelo. Había sido divertido, supuse que después de aquel pequeño paseo por las alturas, ella querría irse a su casa y yo, bueno, a la mía también.
Bajé y esperé que ella lo hiciera también, fui a decir algo, pero como siempre, las palabras no parecieron estar de mi lado y simplemente hice una sonora inflexión. Cuando quise hacer algo más, decirle lo agradecido que estaba o despedirme, ella ya iba con intempestivo ardor caminando entre la gente y no tuve otra opción más que seguirla y luego imitarla, sonreír con torpeza como era mi costumbre.
-Yo… yo… no sé –sí, tenía hambre, no iba a negarlo, pero me parecía que si aceptaba estaría abusando de su bondad y vaya, no quería darle esa impresión; era obvio que mis recursos eran limitados, pero nunca había sido alguien que gustara de aprovecharse de la buena voluntad de la gente. Mi madre y los gitanos, por fortuna, me habían enseñado a valerme por mi mismo, algunos incluso me habían enseñado a robar, pero no robar un banco o una joyería, sino robar una hogaza de pan para comer. Pero ella sí parecía tener hambre y decisión como para hacer algo al respecto. Estuvimos frente aquel hombre y ella pidió un plato de pasta.
Hacía años, no miento, que no comía pasta, miré el platillo y luego a la chica, varias veces alternadamente como no entendiendo de pronto la conexión, para luego simplemente agachar la cabeza.
-Lo mismo está bien –con voz queda, no muy seguro que el sujeto que atendía me hubiese escuchado, tampoco quería que me estuviera rogando, luego una sonrisa pequeña y tímida, venida de ningún lado, se dibujó en mi rostro. Era extraño, es decir, encontrarme a alguien como ella, pero reconfortante, decidí disfrutar de aquella joven, y de mi, por un momento, qué más daba, mañana regresaría a la realidad, mi realidad, en la que soy un simple músico callejero esperando una gran oportunidad.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Casi dejo abierta mi boca cuando pude notar que su timidez no era broma, nunca antes había conocido a alguien que pudiera ser tan tímido como yo, y ahora que veía a alguien más me parecía extraño. Quizás Milo por eso se desesperaba de verme tan reprimida, y buscaba la manera de que encontrará mi seguridad.
Dejé a un lado el plato de pasta que tenía en las manos, di un paso corto, pues la distancia que nos dividía no era demasiada. Mis manos se movieron para poder tomar su rostro, con cuidado hice que lo alzará, su mirada se topó con la mía, y entonces le sonreí con ternura, colocándome de puntitas para poder así, alargar también mi cuello y poder besar su mejilla - Haz a un lado tu timidez Pablo, no pienso negarte nada, yo me ofrecí, me acompañaste aun sin conocerme, te lo debo… - Lo solté suavemente, sin dejar de sonreír, no estaba haciendo nada malo, tampoco coqueteándole, más bien intentaba que tomará un poco de confianza para que disfrutara de la noche, aunque, no sabía si ya lo estaba haciendo o no, no quería ser fastidiosa.
Saqué un franco más para pagar el plato de pasta de Pablo. ¿El dinero era un inconveniente? Nunca he sido una joven que posea una gran cantidad de dinero para derrochar, de hecho, hubo un tiempo en que mi familia tuvo tantos problemas, que apenas podíamos hacer una comida al día, fueron tiempos difíciles pero que me dieron demasiadas enseñanzas, por ejemplo con el dinero, que va y viene y eso no lo puedes evitar, por eso cuando lo tengas no seas egoísta con el, utilizado para hacerte feliz pero también para hacer felices a los demás, es cierto que es algo tan vano que no debería comprar la felicidad, pero es un mal necesario, que te hace poder capturar momentos buenos como este, donde encuentras a alguien y utilizando unas cuentas monedas, puedes borrar una mueca de su rostro.
No me gustaba comer sola, y menos cuando la otra persona se notaba el hambre que podía tener, no es que conociera mucho a Pablo, pero hay cosas que se pueden notar fácilmente. - Acompáñame por favor - Le pedí siguiendo una pequeña fila de no más de dos personas, como no solo había una persona atendiendo la fila no duró más de un minuto, y entonces nuestro turno de poder comprar llego. - Quiero una crepa salda y una dulce por favor - Le pedí a la joven que me entregó una especie de canasta. Me dijo que en la mesa que estuviéramos me llevarían el pedido, por lo que seguí avanzando para poder encontrar un lugar donde sentarme con él.
La suerte estaba de nuestro lado, cuando me acercaba a una mesa, unos jóvenes se levantaron ya terminando de comer, me la ofrecieron y rápidamente tome asiento para que nadie no los quitara. Solté una risita cómplice. Un hombre llevaba una charola con vasos de agua, refresco y demás cosas, tomé los necesarios. Dos de ellos para que pudiéramos pasar al final nuestros alimentos - Te haré pedir ya no más comida de tanto que te daré - Dije mirando sus ojos de manera "inocente". Me llevé el primer bocado de pasta a la boca, estaba completamente deliciosa. - Adelante Pablo por favor, no me dejes comer sola - Un puchero se asomó en mis labios, uno fingido. - ¿No te gustaría tocar aquí? Ante tantas personas? - Pregunté observando detenidamente un escenario que se encontraba al final de las mesas de comida. Estaba vació, solitario, sin animar a la vida que rondaba por el parque parisino.
Dejé a un lado el plato de pasta que tenía en las manos, di un paso corto, pues la distancia que nos dividía no era demasiada. Mis manos se movieron para poder tomar su rostro, con cuidado hice que lo alzará, su mirada se topó con la mía, y entonces le sonreí con ternura, colocándome de puntitas para poder así, alargar también mi cuello y poder besar su mejilla - Haz a un lado tu timidez Pablo, no pienso negarte nada, yo me ofrecí, me acompañaste aun sin conocerme, te lo debo… - Lo solté suavemente, sin dejar de sonreír, no estaba haciendo nada malo, tampoco coqueteándole, más bien intentaba que tomará un poco de confianza para que disfrutara de la noche, aunque, no sabía si ya lo estaba haciendo o no, no quería ser fastidiosa.
Saqué un franco más para pagar el plato de pasta de Pablo. ¿El dinero era un inconveniente? Nunca he sido una joven que posea una gran cantidad de dinero para derrochar, de hecho, hubo un tiempo en que mi familia tuvo tantos problemas, que apenas podíamos hacer una comida al día, fueron tiempos difíciles pero que me dieron demasiadas enseñanzas, por ejemplo con el dinero, que va y viene y eso no lo puedes evitar, por eso cuando lo tengas no seas egoísta con el, utilizado para hacerte feliz pero también para hacer felices a los demás, es cierto que es algo tan vano que no debería comprar la felicidad, pero es un mal necesario, que te hace poder capturar momentos buenos como este, donde encuentras a alguien y utilizando unas cuentas monedas, puedes borrar una mueca de su rostro.
No me gustaba comer sola, y menos cuando la otra persona se notaba el hambre que podía tener, no es que conociera mucho a Pablo, pero hay cosas que se pueden notar fácilmente. - Acompáñame por favor - Le pedí siguiendo una pequeña fila de no más de dos personas, como no solo había una persona atendiendo la fila no duró más de un minuto, y entonces nuestro turno de poder comprar llego. - Quiero una crepa salda y una dulce por favor - Le pedí a la joven que me entregó una especie de canasta. Me dijo que en la mesa que estuviéramos me llevarían el pedido, por lo que seguí avanzando para poder encontrar un lugar donde sentarme con él.
La suerte estaba de nuestro lado, cuando me acercaba a una mesa, unos jóvenes se levantaron ya terminando de comer, me la ofrecieron y rápidamente tome asiento para que nadie no los quitara. Solté una risita cómplice. Un hombre llevaba una charola con vasos de agua, refresco y demás cosas, tomé los necesarios. Dos de ellos para que pudiéramos pasar al final nuestros alimentos - Te haré pedir ya no más comida de tanto que te daré - Dije mirando sus ojos de manera "inocente". Me llevé el primer bocado de pasta a la boca, estaba completamente deliciosa. - Adelante Pablo por favor, no me dejes comer sola - Un puchero se asomó en mis labios, uno fingido. - ¿No te gustaría tocar aquí? Ante tantas personas? - Pregunté observando detenidamente un escenario que se encontraba al final de las mesas de comida. Estaba vació, solitario, sin animar a la vida que rondaba por el parque parisino.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Sus manos en mi rostro me tomaron por sorpresa. Abrí bien los ojos para verla, sorprendido, asustado, algo acobardado, nada fuera de lo común y asentí con nerviosismo, sacudiendo la cabeza en un movimiento frenético. Sí, sin palabras, aunque parecía una chica tranquila y todo eso, en ese instante me atemorizó un poco. Éramos parecidos hasta cierto punto, pero actitudes como esa me hacían ver que yo seguía en el escalafón más bajo de la escalera social.
Pobre y con una terrible incapacidad por decir algo, por alzar la voz, o si quiera para pedir un favor. No se me podía tachar de orgulloso, no lo era, sólo torpe y socialmente incómodo.
La observé hacer todas las transacciones necesarias, siempre atrás de ella, asomándome por encima de su hombro, jamás he sido demasiado alto. Aunque ella parecía igual de retraída que yo, tenía al menos la capacidad de hablar con otras personas, yo ni eso. La admiré mientras la seguía observando desenvolverse, en primer lugar, fue ella la que me habló y me condujo aquí, sin temor a que yo fuera un loco que pudiera hacerle algo. En su inocencia había un dejo de sabiduría, una que no se adquiere, una que es intrínseca.
Le sonreí al escucharla hablar observando el vaso con un agua que olía frutal frente a mí y la miré tomar el primer bocado. Fue como si de pronto se me olvidara la mecánica de comer hasta que ella me reprendió y la imité, me llevé un pedazo de comida a la boca y los sabores se derritieron en mi paladar, como si los colores me dejaran ciego, o los sonidos terminaran por ensordecerme. Sonreí para mi mismo, al salir de casa no me imaginé que todo esto iba a sucederme. Alcé la mirada para verla, sólo la mirada, mi cabeza agachada aun comiendo como si me fuesen a arrebatar el plato en cualquier momento.
Alcé ambas cejas ante el comentario inesperado y entones levanté el cuello y miré el escenario vacío, aunque se notaba que durante otras horas brillaba con algún artista, un mimo, tal vez una pequeña orquesta circense. Negué con la cabeza y volví a agacharme.
-Las calles son mi escenario –guardé silencio, quise llevarme de nuevo comida a la boca pero me detuve-, pronto, espero, lo san grandes teatros en toda Europa –confesé con voz pequeña, no debí de haber dicho nada, me acusaría de delirios de grandeza. Pero aunque yo mismo me encargarme de sabotearme cuando todo parecía ir bien, sabía que lo único que en verdad tenía era la música. Podía hacerlo bien, sólo necesitaba un gran momento de quiebre.
-No me hagas caso –mi voz fue de un volumen más aceptable ahora y di otro bocado a la comida-, seguramente moriré en el olvido –y moriré a los no sé cuántos años, con esta horrible maldición que traga años con la voracidad que los gusanos carcomen cadáveres. Reí taimado, como si lo que hubiese dicho fuera una broma. No lo era.
Pobre y con una terrible incapacidad por decir algo, por alzar la voz, o si quiera para pedir un favor. No se me podía tachar de orgulloso, no lo era, sólo torpe y socialmente incómodo.
La observé hacer todas las transacciones necesarias, siempre atrás de ella, asomándome por encima de su hombro, jamás he sido demasiado alto. Aunque ella parecía igual de retraída que yo, tenía al menos la capacidad de hablar con otras personas, yo ni eso. La admiré mientras la seguía observando desenvolverse, en primer lugar, fue ella la que me habló y me condujo aquí, sin temor a que yo fuera un loco que pudiera hacerle algo. En su inocencia había un dejo de sabiduría, una que no se adquiere, una que es intrínseca.
Le sonreí al escucharla hablar observando el vaso con un agua que olía frutal frente a mí y la miré tomar el primer bocado. Fue como si de pronto se me olvidara la mecánica de comer hasta que ella me reprendió y la imité, me llevé un pedazo de comida a la boca y los sabores se derritieron en mi paladar, como si los colores me dejaran ciego, o los sonidos terminaran por ensordecerme. Sonreí para mi mismo, al salir de casa no me imaginé que todo esto iba a sucederme. Alcé la mirada para verla, sólo la mirada, mi cabeza agachada aun comiendo como si me fuesen a arrebatar el plato en cualquier momento.
Alcé ambas cejas ante el comentario inesperado y entones levanté el cuello y miré el escenario vacío, aunque se notaba que durante otras horas brillaba con algún artista, un mimo, tal vez una pequeña orquesta circense. Negué con la cabeza y volví a agacharme.
-Las calles son mi escenario –guardé silencio, quise llevarme de nuevo comida a la boca pero me detuve-, pronto, espero, lo san grandes teatros en toda Europa –confesé con voz pequeña, no debí de haber dicho nada, me acusaría de delirios de grandeza. Pero aunque yo mismo me encargarme de sabotearme cuando todo parecía ir bien, sabía que lo único que en verdad tenía era la música. Podía hacerlo bien, sólo necesitaba un gran momento de quiebre.
-No me hagas caso –mi voz fue de un volumen más aceptable ahora y di otro bocado a la comida-, seguramente moriré en el olvido –y moriré a los no sé cuántos años, con esta horrible maldición que traga años con la voracidad que los gusanos carcomen cadáveres. Reí taimado, como si lo que hubiese dicho fuera una broma. No lo era.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Un solo escenario. ¿No es así como vas empezando? Es cierto, las calles pueden ser el principio de una carrera fantástica, pero si siempre vas pensando en las calles ¿Cuando será el momento de ver hacía arriba? Un parque de diversiones con un gran campo, con un bonito escenario, con gente que estaba dispuesta a ver un espectáculo ¿No era acaso un verdadero regalo? Una gran oportunidad.
Ahí parada, observando el escenario imaginé a Pablo con su violín, siendo ovacionado por todas estás personas que esperamos que la magia ocurra. Sonreí más que nada por los sueños que tengo despierta, por los deseos de triunfo, por que siempre veo algo bueno, un buen futuro en los demás. ¿Qué sería en realidad de mi futuro? ¿Sería bueno? Supongo que no todo el tiempo tendré que estarme escondiendo, supongo que en algún punto de mi vida podré ser libre, o podrán terminar con mi vida, todo por haber creído en esta libertad, por la igualdad.
Volví a dar otro bocado. Imaginando algo bueno después de tantas cosas malas. Mi galería de arte, que fuera grande, que fuera transitada, que fuera famosa, y que mucha gente quisiera tener un cuadro hecho por mi, que me dejarán volver a abrirla, que no estuviera cubierta por pedazos de madera, y no tener que ocultarme nunca más de nadie. Quizás esa sensación sería la misma que Pablo tendría al tocar en todos esos lugares.
Ambos seríamos solicitados por el mundo de la alta alcurnia, nadie más nos humillaría, no tendríamos miedo del mañana. Me giré a verlo sonriendo - El día que seas tan solicitado, ¿me recordarás? - Pregunté totalmente emocionada. El tendría un traje elegante, con telas finas, y seguramente tendría aun ese violín, bien cuidado, siendo su cómplice por mucho tiempo más. - Y me invitarás a comer ¿Verdad? - Otro bocado más, vaya que estaba hambrienta, y era bastante placentero comer un alimento no hecho precisamente por mi, un día para poder consentirme no estaba mal.
Pedí un par de cosas más, sin embargo, un par de niños se ofrecieron para llevarlo a nuestro lugar. Accedí no por querer abusar de los niños. Más bien era una buena lección para ellos, el trabajo por más sencillo que fuera, era trabajo, merecía recompensas, pagas, cuando enseñas a los niños a trabajar se vuelven personas buenas ¿No es así?
La mesa nos estaba esperando, solo era una vacía entre tantas que estaban repletas de personas. Corrí para tomarla, me senté y casi me iba de lado por la velocidad. Sonreí con torpeza, sabía que de nuevo me había ruborizado, así que volteé a ver a Pablo avergonzada por mi actitud. - Cuando no tengo algunos problemas encima, te buscaré por todo Paris, y entonces te enseñaré una pintura, o mejor aun, pintaré algo para ti - Volví a sonreír acabándome lo que ya había estado comiendo de hacer rato.
Los pequeños llegaron con una pequeña charola de cosas para que ambos pudiéramos picotear. Sonreí sacando una moneda para cada uno. - Si te sirve de consuelo, no te olvidaré… Bueno el tiempo que viva - Sonreí observando aquella tarima aun vacía.
Ahí parada, observando el escenario imaginé a Pablo con su violín, siendo ovacionado por todas estás personas que esperamos que la magia ocurra. Sonreí más que nada por los sueños que tengo despierta, por los deseos de triunfo, por que siempre veo algo bueno, un buen futuro en los demás. ¿Qué sería en realidad de mi futuro? ¿Sería bueno? Supongo que no todo el tiempo tendré que estarme escondiendo, supongo que en algún punto de mi vida podré ser libre, o podrán terminar con mi vida, todo por haber creído en esta libertad, por la igualdad.
Volví a dar otro bocado. Imaginando algo bueno después de tantas cosas malas. Mi galería de arte, que fuera grande, que fuera transitada, que fuera famosa, y que mucha gente quisiera tener un cuadro hecho por mi, que me dejarán volver a abrirla, que no estuviera cubierta por pedazos de madera, y no tener que ocultarme nunca más de nadie. Quizás esa sensación sería la misma que Pablo tendría al tocar en todos esos lugares.
Ambos seríamos solicitados por el mundo de la alta alcurnia, nadie más nos humillaría, no tendríamos miedo del mañana. Me giré a verlo sonriendo - El día que seas tan solicitado, ¿me recordarás? - Pregunté totalmente emocionada. El tendría un traje elegante, con telas finas, y seguramente tendría aun ese violín, bien cuidado, siendo su cómplice por mucho tiempo más. - Y me invitarás a comer ¿Verdad? - Otro bocado más, vaya que estaba hambrienta, y era bastante placentero comer un alimento no hecho precisamente por mi, un día para poder consentirme no estaba mal.
Pedí un par de cosas más, sin embargo, un par de niños se ofrecieron para llevarlo a nuestro lugar. Accedí no por querer abusar de los niños. Más bien era una buena lección para ellos, el trabajo por más sencillo que fuera, era trabajo, merecía recompensas, pagas, cuando enseñas a los niños a trabajar se vuelven personas buenas ¿No es así?
La mesa nos estaba esperando, solo era una vacía entre tantas que estaban repletas de personas. Corrí para tomarla, me senté y casi me iba de lado por la velocidad. Sonreí con torpeza, sabía que de nuevo me había ruborizado, así que volteé a ver a Pablo avergonzada por mi actitud. - Cuando no tengo algunos problemas encima, te buscaré por todo Paris, y entonces te enseñaré una pintura, o mejor aun, pintaré algo para ti - Volví a sonreír acabándome lo que ya había estado comiendo de hacer rato.
Los pequeños llegaron con una pequeña charola de cosas para que ambos pudiéramos picotear. Sonreí sacando una moneda para cada uno. - Si te sirve de consuelo, no te olvidaré… Bueno el tiempo que viva - Sonreí observando aquella tarima aun vacía.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
¿Qué habría pensado de mi ante mis torpes, torpes palabras?, que estaba loco, seguramente, que aspiraba a demasiado quizá. Estaba consciente que cuando se trataba de tocar el violín tenía algo que algunos llamarían un don. Algo que me venía natural y que del mismo modo me salía, sin esfuerzo, sin trabajar, ni pensarlo si quiera. Siempre he creído que ese que toca, que ese que se planta ante una multitud con el violín, ese es el verdadero Pablo, el verdadero yo, sólo en ese instante logro estar completo.
Sus palabras, sin embargo, me tomaron por sorpresa, alcé el rostro para verla atónito, parpadeé un par de veces no muy seguro de si lo que había escuchado era verdad, tragué el bocado que me había llevado a la boca y reí, así de la nada, así como si fuese absurdo hacerlo porque de hecho lo era. Luego ahí estaba de nuevo, otra pregunta sobre un supuesto imaginario en donde yo por fin tocaba en los teatros más importantes del mundo, a penas asentí cuando ella pareció ver algo entre la muchedumbre y se echó a correr, la seguí con la mirada y entendí que luchaba por un lugar entre tantas mesas ocupadas, la seguí y tomé lugar frente a ella.
-Claro que me acordaré de ti –le dije, mitad broma mitad verdad; quería decir, nada me aseguraba que de hecho algún día sería famoso, pero en el supuesto que sí, claro que no la olvidaría-, y te invitaré un gran banquete –hilar tantas palabras me provocó una fatiga momentánea, suspiré pesadamente y relajé la espalda, pues la había mantenido erguida mientras hablaba.
¿Problemas?, ¿había dicho problemas?, traté de imaginar qué clase de problemas podía tener una chica como ella, sí, era tímida como yo, pero mucho más desenvuelta, era muy bonita, eso también, y no se veía pobre, como yo, no pude adivinar de qué tipo de problemas podía estar hablando. La curiosidad encendió una antorcha en mi interior, pero las ataduras que siempre me detienen me impidieron preguntar, investigar, indagar. No era mi papel hacerlo, debían ser cosas personales y como tales debían mantenerse. Me eché otro bocado para así obligarme a callar con la avalancha de preguntas que se formaron en mi cabeza.
-Me podrás encontrar en las calles –miré a un lado, en dirección al escenario vacío y sonreí de lado-, no te preocupes, en caso de que sea famoso te mandaré buscar para que estés en mi primer concierto importante –la miré –suena descabellado, pero es una promesa –le sonreí, mi voz sonó más segura de lo usual y asentí –sería genial, yo podría tocar algo para ti y tú podrías pintar algo para mi –como un intercambio de lo que teníamos.
-No te culparía si me olvidas –confesé luego –soy un tipo olvidable –dije, pero en mi voz no había zozobra o enojo, lo decía como lo que era, la cosa más evidente del mundo-, que tú me digas algo así es suficiente, yo tampoco te olvidaré –concluí para seguir comiendo. Pensando en nuestra plática, en caer en el olvido, colectivo o en el de una sola persona como ella, en mi habilidad y qué tan valiosa era y en que aún existían personas a las que les interesaban otras personas, como Doreen, creí que ya no existían.
Sus palabras, sin embargo, me tomaron por sorpresa, alcé el rostro para verla atónito, parpadeé un par de veces no muy seguro de si lo que había escuchado era verdad, tragué el bocado que me había llevado a la boca y reí, así de la nada, así como si fuese absurdo hacerlo porque de hecho lo era. Luego ahí estaba de nuevo, otra pregunta sobre un supuesto imaginario en donde yo por fin tocaba en los teatros más importantes del mundo, a penas asentí cuando ella pareció ver algo entre la muchedumbre y se echó a correr, la seguí con la mirada y entendí que luchaba por un lugar entre tantas mesas ocupadas, la seguí y tomé lugar frente a ella.
-Claro que me acordaré de ti –le dije, mitad broma mitad verdad; quería decir, nada me aseguraba que de hecho algún día sería famoso, pero en el supuesto que sí, claro que no la olvidaría-, y te invitaré un gran banquete –hilar tantas palabras me provocó una fatiga momentánea, suspiré pesadamente y relajé la espalda, pues la había mantenido erguida mientras hablaba.
¿Problemas?, ¿había dicho problemas?, traté de imaginar qué clase de problemas podía tener una chica como ella, sí, era tímida como yo, pero mucho más desenvuelta, era muy bonita, eso también, y no se veía pobre, como yo, no pude adivinar de qué tipo de problemas podía estar hablando. La curiosidad encendió una antorcha en mi interior, pero las ataduras que siempre me detienen me impidieron preguntar, investigar, indagar. No era mi papel hacerlo, debían ser cosas personales y como tales debían mantenerse. Me eché otro bocado para así obligarme a callar con la avalancha de preguntas que se formaron en mi cabeza.
-Me podrás encontrar en las calles –miré a un lado, en dirección al escenario vacío y sonreí de lado-, no te preocupes, en caso de que sea famoso te mandaré buscar para que estés en mi primer concierto importante –la miré –suena descabellado, pero es una promesa –le sonreí, mi voz sonó más segura de lo usual y asentí –sería genial, yo podría tocar algo para ti y tú podrías pintar algo para mi –como un intercambio de lo que teníamos.
-No te culparía si me olvidas –confesé luego –soy un tipo olvidable –dije, pero en mi voz no había zozobra o enojo, lo decía como lo que era, la cosa más evidente del mundo-, que tú me digas algo así es suficiente, yo tampoco te olvidaré –concluí para seguir comiendo. Pensando en nuestra plática, en caer en el olvido, colectivo o en el de una sola persona como ella, en mi habilidad y qué tan valiosa era y en que aún existían personas a las que les interesaban otras personas, como Doreen, creí que ya no existían.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Haberme escapado de la casa de la noche no había sido una mala idea. Había ya corrido bastantes riesgos incluso al entrarme a esa pelea, pelea que se había vuelto mía en un principio, y que ahora ya no me sentía parte de la causa. Suele pasar ¿No es así? Que antes te sientes importante, o eres importante para alguien o algo y de un momento a otro ya no. Así es la vida, nadie es indispensable. Tomé una gran bocana de aire, me sentía bastante cómoda, bastante a gusto, pensar que la noche siempre tiene que llegar a un amanecer es frustraste. ¿Y si siempre fuera de noche? Podría escaparme sin que nadie lo notara, lamentablemente no pasaba nada así, y tenía que terminar el encuentro.
Asentí al escuchar cada una de sus palabras, al parecer Pablo era una clase de espejo personal. Había leído algunos libros que hablaban sobre los espejos personales, estoy te dejaban en claro como algunas personas o la mayor parte de las personas tiene algo tuyo, o incluso te recordaran a alguien importante en tú vida, este reflejo llega para que aprendas de él, o para que reconozcas algunas maneras de ser tuyas que no harías en otras situaciones. Pablo era mi espejo en cuanto a timidez, inseguridad, y negatividad en su propia persona. Estiré mi mano para tomar la suya y apretar un poco queriendo confortarlo.
Esta noche había comido demasiado, de hecho hace mucho tiempo no lo hacía, incluso no me consentida como debía. Ya por fin había terminado, sentía como estaba por romper el corsé por la presión que mi estomago ejercía a causa de la gran cantidad de comida que había ingerido. Empujé mi plato hacía el centro - Estoy repleta - Musité con firmeza llevando mi mano libre a mi estomago, lo acaricié varias veces como queriendo aliviar lo llena que me sentía.
Miré a mi alrededor, las grandes cantidades de personas ya habían bajado sorpresivamente, nos había cuanto tiempo habíamos estado ahí, quizás más de lo que había sentido, y si digo quizás es porque cuando pasamos un tiempo muy cómodo el tiempo pasa volando, no podemos medirlo, simplemente pasa volando.
Solté su mano para poder ponerme de pie. Sonreí apenada pues apenas podía sentir mi cuerpo, estaba concentrada en lo llena que me sentía, alcé la mirada por unos momentos, el cielo estaba tan despejado, suspiré de nueva cuenta un poco melancólica. - Creo que debo marchar antes que sea un poco más peligroso volver a casa - Hice una mueca notoria, dejando en claro que me molestaba eso de tener que despedirme. Me encogí de hombros - Tú deberías también volver a casa, las calles parisinas pueden ser peligrosas, y no querría que te pasara algo - Sincera era, pues seguramente lo volvería a buscar para pasar una noche como esa.
Asentí al escuchar cada una de sus palabras, al parecer Pablo era una clase de espejo personal. Había leído algunos libros que hablaban sobre los espejos personales, estoy te dejaban en claro como algunas personas o la mayor parte de las personas tiene algo tuyo, o incluso te recordaran a alguien importante en tú vida, este reflejo llega para que aprendas de él, o para que reconozcas algunas maneras de ser tuyas que no harías en otras situaciones. Pablo era mi espejo en cuanto a timidez, inseguridad, y negatividad en su propia persona. Estiré mi mano para tomar la suya y apretar un poco queriendo confortarlo.
Esta noche había comido demasiado, de hecho hace mucho tiempo no lo hacía, incluso no me consentida como debía. Ya por fin había terminado, sentía como estaba por romper el corsé por la presión que mi estomago ejercía a causa de la gran cantidad de comida que había ingerido. Empujé mi plato hacía el centro - Estoy repleta - Musité con firmeza llevando mi mano libre a mi estomago, lo acaricié varias veces como queriendo aliviar lo llena que me sentía.
Miré a mi alrededor, las grandes cantidades de personas ya habían bajado sorpresivamente, nos había cuanto tiempo habíamos estado ahí, quizás más de lo que había sentido, y si digo quizás es porque cuando pasamos un tiempo muy cómodo el tiempo pasa volando, no podemos medirlo, simplemente pasa volando.
Solté su mano para poder ponerme de pie. Sonreí apenada pues apenas podía sentir mi cuerpo, estaba concentrada en lo llena que me sentía, alcé la mirada por unos momentos, el cielo estaba tan despejado, suspiré de nueva cuenta un poco melancólica. - Creo que debo marchar antes que sea un poco más peligroso volver a casa - Hice una mueca notoria, dejando en claro que me molestaba eso de tener que despedirme. Me encogí de hombros - Tú deberías también volver a casa, las calles parisinas pueden ser peligrosas, y no querría que te pasara algo - Sincera era, pues seguramente lo volvería a buscar para pasar una noche como esa.
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