AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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This is the dream… [Doreen Caracciolo]
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This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Recuerdo del primer mensaje :
"Crown myself the prince of buzz,
can't wait until you, can't wait 'til you unsubscribe,
I'll be a lonely scribe".
-Owen Pallett, “This is the Dream of Win and Regine”
can't wait until you, can't wait 'til you unsubscribe,
I'll be a lonely scribe".
-Owen Pallett, “This is the Dream of Win and Regine”
Como cada tarde desde que estoy en París, debo plantarme en una plaza y tocar para un público sin rostro. No hay ovaciones de pie como las que un millón de veces he tenido, como las que tengo en mis sueños. Pero mi sueño no muere aunque se vea cada vez más lejano. Ahora mismo no es tiempo de sentirse débil, que lo soy, pero ahora más que nunca debo fingir fortaleza, por Antonella y por mí, por los dos, no estoy seguro de poder con la carga pero… qué otra opción tengo.
Con aire cansino dejo en el suelo el estuche abierto del violín, el único recuerdo que tengo de mi madre gitana, que por las circunstancias, es en realidad la única madre que he tenido. Suspiro y cierro los ojos, no me creería capaz de hacer esto con los ojos abiertos y comienzo a tocar. A tocar una melodía triste porque son las únicas que me sé.
Aprendí a tocar el violín con los zíngaros, y ellos me enseñaron danzas festivas y llenas de color, pero no me siento capaz de interpretarlas, no ahora al menos.
Las notas desgarran el aire y viajan montadas en el viento, yo continuo, toco como si en ello me fuera la vida, porque es de ese modo, sin la música no tendría nada a lo cual asirme a esta realidad, más me vale aférrame a esto, es lo único que tengo, y que tendré. Y que, estoy seguro, algún día traerá para mí el reconocimiento que merezco, porque soy un tonto, débil y maldito, pero lo único bueno que hay en mí es la música, lo sé bien, lo siento en las entrañas.
Después de un rato de estar tocando me doy cuenta de incluso aguanté la respiración, abro la boca y suelto el aire, abro los ojos poco a poco para acostumbrarme a la luz de la tarde, lo primero que miro, aún con mi vista atrofiada es el interior del estuche, hay algunos francos, pero no demasiados y luego alzo la vista de nuevo como tratando de buscar a los culpables de mi miseria y desgracia. Obviamente lo único que veo son transeúntes sumidos en sus propios problemas. Eso y una hermosa chica que está justo delante de mí, a unos metros de distancia que me observa con atención.
Me incomoda, no porque su mirada sea pesada, sino porque simplemente este tipo de cosas me incomodan, no se lidiar con la atención de terceros. Lo sé, lo sé, no sé qué haré si algún día me tengo que enfrentar ante un teatro repleto, supongo que superar mis miedos, qué más.
Me agacho para recoger los francos, los colocó en el bolsillo de mi pantalón y guardo con ceremoniosa calma mi violín, no sabría qué hacer si llegara a pasarle algo, no tengo dinero para comprar otro.
Es obvio que en esta esquina no me irá mejor de lo que me ha ido en estos minutos, así que lo mejor será cambiarme de ubicación, probar suerte en otro punto de la ciudad o de plano irme a casa con lo poco que he podido recolectar hoy. Mañana será otro día, que al menos eso me sirva de consuelo. Así pues, con el estuche del violín bajo el brazo, me dispongo a irme de este lugar a probar suerte en otro.
Con aire cansino dejo en el suelo el estuche abierto del violín, el único recuerdo que tengo de mi madre gitana, que por las circunstancias, es en realidad la única madre que he tenido. Suspiro y cierro los ojos, no me creería capaz de hacer esto con los ojos abiertos y comienzo a tocar. A tocar una melodía triste porque son las únicas que me sé.
Aprendí a tocar el violín con los zíngaros, y ellos me enseñaron danzas festivas y llenas de color, pero no me siento capaz de interpretarlas, no ahora al menos.
Las notas desgarran el aire y viajan montadas en el viento, yo continuo, toco como si en ello me fuera la vida, porque es de ese modo, sin la música no tendría nada a lo cual asirme a esta realidad, más me vale aférrame a esto, es lo único que tengo, y que tendré. Y que, estoy seguro, algún día traerá para mí el reconocimiento que merezco, porque soy un tonto, débil y maldito, pero lo único bueno que hay en mí es la música, lo sé bien, lo siento en las entrañas.
Después de un rato de estar tocando me doy cuenta de incluso aguanté la respiración, abro la boca y suelto el aire, abro los ojos poco a poco para acostumbrarme a la luz de la tarde, lo primero que miro, aún con mi vista atrofiada es el interior del estuche, hay algunos francos, pero no demasiados y luego alzo la vista de nuevo como tratando de buscar a los culpables de mi miseria y desgracia. Obviamente lo único que veo son transeúntes sumidos en sus propios problemas. Eso y una hermosa chica que está justo delante de mí, a unos metros de distancia que me observa con atención.
Me incomoda, no porque su mirada sea pesada, sino porque simplemente este tipo de cosas me incomodan, no se lidiar con la atención de terceros. Lo sé, lo sé, no sé qué haré si algún día me tengo que enfrentar ante un teatro repleto, supongo que superar mis miedos, qué más.
Me agacho para recoger los francos, los colocó en el bolsillo de mi pantalón y guardo con ceremoniosa calma mi violín, no sabría qué hacer si llegara a pasarle algo, no tengo dinero para comprar otro.
Es obvio que en esta esquina no me irá mejor de lo que me ha ido en estos minutos, así que lo mejor será cambiarme de ubicación, probar suerte en otro punto de la ciudad o de plano irme a casa con lo poco que he podido recolectar hoy. Mañana será otro día, que al menos eso me sirva de consuelo. Así pues, con el estuche del violín bajo el brazo, me dispongo a irme de este lugar a probar suerte en otro.
Invitado- Invitado
Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Mientras ella seguía comiendo, hubo un momento en el que yo me detuve, de todos modos yo me lleno rápidamente pues estoy acostumbrado a comidas frugales. No hablé por largo rato observando los platos de comida frente a mí, pensando en qué no debería acostumbrar a mi paladar y a mi estómago a bocadillos tan exquisitos. Casi había olvidado lo que era comer como se debía, esta condición mía, la que me hace cambiar cada luna llena, provoca que cada recuerdo se quede grabado en mi memoria con un énfasis especial, como si todo fuese igual de trascendente, por otro lado, mi corazón deseaba borrar todo aquello antes de llegar con los gitanos, antes de convertirme en Pablo Díaz-Reixa, cuando dejé de ser el niño Sant Jordi, pero eran impulsos que no le ganarían a la fuerza del lobo que ahora habitaba dentro.
Cuando tomé un violín por primera vez no lo hice porque supiera que iba a tener habilidad para dicho instrumento, lo hice porque su sonido me fascinaba y más entonado en festivas melodías zíngaras, descubrir que parecía tener un talento natural fue distinto, fascinante también, pero distinto. Y aquí, tras esta plática sopesé me sueño, lo que verdaderamente me había hecho continuar desde Barcelona hasta este sitio, tuve que regresar sobre mis pasos infinidad de veces pero finalmente estaba en la capital francesa, donde algo me decía que aquí yacía mi gran oportunidad. ¿Y si lo importante era el viaje y no el destino? ¿Mi sueño era tan ingenuo e inservible? Suspiré y retiré el plato de enfrente, fue cuando ella atrapó mi mano y por un momento observé aquella unión para luego alzar el rostro con el ceño ligeramente fruncido, sin entender qué sucedía.
Asentí no muy seguro a qué estaba dando una respuesta afirmativa y cuando ella se puso de pie, yo hice lo mismo. Parecía que ahí terminaba nuestro encuentro. Ojalá, pensé, cuando me la volviera a topar ya fuese yo convertido en un violinista de renombre, pero qué iba yo a saber, seguía tocando en las plazas de parís y quizá moriría haciéndolo.
-Sí, creo que deberíamos irnos ya –me llevé instintivamente las manos a los bolsillos del pantalón roído y miré al suelo, comencé a jugar con una piedra del suelo, a moverla con la punta del pie-, gracias por la comida –sonreí aunque no alcé el rostro, así que no supe si me había visto-. Te acompaño, si quieres… -ofrecí aunque aquellas dos últimas palabras eran dudosas, quizá ya se había hartado de mi, no la culpaba.
Miré el cielo, obscurecía e hice cálculos rápidamente, solía ser cuidadosos con eso, pero nunca estaba de más reiterar que esa noche no sería luna llena. Suspiré pensando en los días que faltaban para eso.
Cuando tomé un violín por primera vez no lo hice porque supiera que iba a tener habilidad para dicho instrumento, lo hice porque su sonido me fascinaba y más entonado en festivas melodías zíngaras, descubrir que parecía tener un talento natural fue distinto, fascinante también, pero distinto. Y aquí, tras esta plática sopesé me sueño, lo que verdaderamente me había hecho continuar desde Barcelona hasta este sitio, tuve que regresar sobre mis pasos infinidad de veces pero finalmente estaba en la capital francesa, donde algo me decía que aquí yacía mi gran oportunidad. ¿Y si lo importante era el viaje y no el destino? ¿Mi sueño era tan ingenuo e inservible? Suspiré y retiré el plato de enfrente, fue cuando ella atrapó mi mano y por un momento observé aquella unión para luego alzar el rostro con el ceño ligeramente fruncido, sin entender qué sucedía.
Asentí no muy seguro a qué estaba dando una respuesta afirmativa y cuando ella se puso de pie, yo hice lo mismo. Parecía que ahí terminaba nuestro encuentro. Ojalá, pensé, cuando me la volviera a topar ya fuese yo convertido en un violinista de renombre, pero qué iba yo a saber, seguía tocando en las plazas de parís y quizá moriría haciéndolo.
-Sí, creo que deberíamos irnos ya –me llevé instintivamente las manos a los bolsillos del pantalón roído y miré al suelo, comencé a jugar con una piedra del suelo, a moverla con la punta del pie-, gracias por la comida –sonreí aunque no alcé el rostro, así que no supe si me había visto-. Te acompaño, si quieres… -ofrecí aunque aquellas dos últimas palabras eran dudosas, quizá ya se había hartado de mi, no la culpaba.
Miré el cielo, obscurecía e hice cálculos rápidamente, solía ser cuidadosos con eso, pero nunca estaba de más reiterar que esa noche no sería luna llena. Suspiré pensando en los días que faltaban para eso.
Invitado- Invitado
Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Quizás tomarme tantas confianzas podía incomodarle, intentaría frenar impulsos como el de tomar su mano para no tener problemas. Me gusta poder hacer sentir cómodo a las personas, incluso me gusta poder hacer que sientan confianza rápidamente aunque no todos lleguen a sentirlo, pero es bastante evidente que necesito un amigo verdadero con el que pueda hacer este tipo de cosas. ¿Es mucho pedir? No lo creo, pero es muy difícil obtener las cosas, menos mal no existen los imposibles.
Caminé a su lado por el lugar, cargando la basura que había recogido unos segundos antes. Llegué hasta un bote donde muchas personas dejan caer sus sobras y los platos utilizados. Ya no había demasiada gente por lo que no era necesario alzar demasiado la voz. - Me gusta Paris de noche, pero he aprendido a no volverme adicta a ella, siento que en cualquier momento algo me puede pasar - Dirigí mi vista a los juegos que estaban mucho más retirados, siempre había querido entrar a la casa de los espejos pero por extraña razón me frenaba, me daban escalofríos.
Dirigí mi mirada al frente, caminar mirando a todos lados no es la mejor de las acciones. - ¿Acompañarme? - Pregunté de manera dudosa. No, el no podía acompañarme a mi hogar, y tampoco podía pedirle que me dejará en medio del bosque, sería mejor decir una inocente mentira, ¿A quién engaño? Ninguna es inocente, todas son mentiras. - Me gustaría mejor acompañarle yo… - Sonreí de manera inocente, dejando a un lado el nerviosismo a causa de la mentira que estaba diciendo.
Después de avanzar unos cinco minutos aproximadamente, noté que ya no estábamos más en aquella zona. Sonreí aliviada. - A mi alguien me buscará donde nos encontramos, no te preocupes, yo quiero acompañarte - De nuevo otra mentira, nadie me iría a buscar, y dudaba que alguien se hubiera dado cuenta de mi escape tan rápido, lo guardias de la casa de la noche pueden ser muy eficiente en el campo de batalla pero no para mantenerme quieta en un solo lugar.
Volteé a verlo sin dejar de sonreír, esperaba que no tuviera problema alguno - Quisiera ver donde vives - Y eso si era cierto, me daba curiosidad el lugar donde pudiera pasar la noche, además que de saber podría ir a visitarle en alguna otra ocasión, si él quisiera claro. La noche comenzaba a mostrar sus complicidades con los seres de la noche, la temperatura estaba bajando demasiado, comencé a frotar los brazos para generar calor con la fricción que ocasionaba. Me quedé pensativa por unos escasos momentos - ¿Podrías contarme de tú familia? ¿Cómo era? - Me refería a las personas con las que vivía, debía vivir con alguien, es bastante joven… ¿No?
Caminé a su lado por el lugar, cargando la basura que había recogido unos segundos antes. Llegué hasta un bote donde muchas personas dejan caer sus sobras y los platos utilizados. Ya no había demasiada gente por lo que no era necesario alzar demasiado la voz. - Me gusta Paris de noche, pero he aprendido a no volverme adicta a ella, siento que en cualquier momento algo me puede pasar - Dirigí mi vista a los juegos que estaban mucho más retirados, siempre había querido entrar a la casa de los espejos pero por extraña razón me frenaba, me daban escalofríos.
Dirigí mi mirada al frente, caminar mirando a todos lados no es la mejor de las acciones. - ¿Acompañarme? - Pregunté de manera dudosa. No, el no podía acompañarme a mi hogar, y tampoco podía pedirle que me dejará en medio del bosque, sería mejor decir una inocente mentira, ¿A quién engaño? Ninguna es inocente, todas son mentiras. - Me gustaría mejor acompañarle yo… - Sonreí de manera inocente, dejando a un lado el nerviosismo a causa de la mentira que estaba diciendo.
Después de avanzar unos cinco minutos aproximadamente, noté que ya no estábamos más en aquella zona. Sonreí aliviada. - A mi alguien me buscará donde nos encontramos, no te preocupes, yo quiero acompañarte - De nuevo otra mentira, nadie me iría a buscar, y dudaba que alguien se hubiera dado cuenta de mi escape tan rápido, lo guardias de la casa de la noche pueden ser muy eficiente en el campo de batalla pero no para mantenerme quieta en un solo lugar.
Volteé a verlo sin dejar de sonreír, esperaba que no tuviera problema alguno - Quisiera ver donde vives - Y eso si era cierto, me daba curiosidad el lugar donde pudiera pasar la noche, además que de saber podría ir a visitarle en alguna otra ocasión, si él quisiera claro. La noche comenzaba a mostrar sus complicidades con los seres de la noche, la temperatura estaba bajando demasiado, comencé a frotar los brazos para generar calor con la fricción que ocasionaba. Me quedé pensativa por unos escasos momentos - ¿Podrías contarme de tú familia? ¿Cómo era? - Me refería a las personas con las que vivía, debía vivir con alguien, es bastante joven… ¿No?
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 5232
Fecha de inscripción : 01/03/2011
Edad : 34
Localización : Zona Residencia.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Caminamos uno al lado del otro, en silencio y aunque no era incómodo, quise decirle algo pero nunca he sido bueno iniciando –o continuando, como era el caso- conversaciones, aun conservaba las manos en los bolsillos, encogido en mi mismo, casi ocultando el rostro como los avestruces lo hacían, aunque yo no sabía a qué le tenía miedo. Temía a muchas cosas, pero en ese instante era diferente, me sentía bien en su compañía, era parecida a mi en algunos aspectos y muy diferente en otros tantos, en los cruciales quise creer, en los que perfilaban esta relación, si es que iba a continuar, y si no, este simple encuentro, tal vez ahí radicaba mi miedo. Las relaciones interpersonales siempre causaban ese efecto en mí ante mi incapacidad de mantenerlas. Pensando en todo aquello continué a su lado hasta que habló y giré el rostro cuando termino su frase, parpadeé un par de veces y tragué grueso, ¿a qué podía referirse? Guardé silencio nuevamente, quizá por demasiado tiempo.
-¿Algo? –Pregunté tímidamente, antes de adelantarme con conclusiones descabelladas, preferí hacer las preguntas prudentes-, ¿algo cómo qué? ¿Qué has oído sobre las noches en París? –y ahí estaba mi cruz de nuevo atormentándome, la de mi maldición, una que no pedí, una que no disfruto, una que me ancla, que marcha mis manos de sangre, mismas que deberías sólo crear melodías, no destrozar vidas. El pánico no desapareció pero logré tranquilizarme, miré al cielo, el morado casi se convertía en negro, la noche se precipitaba sobre nosotros.
-Creo que es más correcto que te acompañe yo a ti, yo corro menos peligro –dije y ni yo mismo me creí esas palabras. Mi figura no se impone, soy delgado, magro, insignificante, claro que ahora poseía habilidades que otros no tenían, pero eso Doreen no tenía por qué saber (no aún, al menos) y siempre cabía la posibilidad de toparme con algún vampiro, otro licántropo, o peor aún, algún cazador. Un escalofrío recorrió mi espalda y disimulé riendo con cierta torpeza. Pateé una piedra y sus siguientes palabras me tranquilizaron un poco. Alguien iría por ella… es decir, Doreen tenía esta imagen de niña inocente, rostro angelical y contextura delgada, realmente era un blanco fácil para las criaturas nocturnas, sin embargo, la zozobra no se apartó, sobre todo cuando dijo querer ver dónde vivo-. Verás, no es bonito, es suficiente para mi –dije, como advirtiéndole que si quería ver ese sitio, no esperara un palacio, luego pensé que esa aclaración estaba de más, bastaba con verme para saber que el dinero es una cosa que no tengo.
No terminaba de salir de una preocupación cuando sus preguntas me hundían en una nueva. Torcí las cejas en un gesto intranquilo y otra vez tardé demasiado en dar una respuesta.
-¿Mi familia? –repetí recordando los pocos años buenos en Barcelona, cuando fui un niño de cuna de oro, que tenía todo lo que podía desear-, mi familia se quedó en Barcelona –dije y quise terminar ahí el relato, no mentía, tanto los Sant Jordi como la gente calé estaba en aquel lugar, sin embargo continué –me criaron los gitanos, y dejé la caravana allá en Cataluña, estoy solo en París, vivía con una amiga –de nuevo tener que recordar, pero ella había preguntado sin afán de lastimarme, ella no sabía las mil peripecias que había padecido hasta entonces, no ahondé en el asunto de mi familia, desde luego –pero ella se fue y me dejó la casa –continué –por eso me quedo ahí, no pago renta y no es tan horrible como pudiera imaginarse, es humilde pero no creo necesitar más –me encogí de hombros y miré al frente, atrás había quedado la feria, ahora nos adentrábamos en la ciudad de nuevo, los puestos y las luces fueron sustituidos por adoquines, caminos de tierra y casas. Avanzábamos al sitio dónde nos habíamos encontrado, el violín bajo mi brazo apuntaba directo a esa dirección, como una brújula. Carraspeé.
-¿Y tú? –Finalmente hablé de nuevo, mi voz era más contenida, el ruido había quedado atrás-, ¿con quién vives? ¿Con tu familia? ¿Pintas para vivir o tienes algún otro empleo? –quizá eran demasiadas preguntas juntas, pero ahora que había tomado valor era mejor dejarlas escapar de una buena vez.
-¿Algo? –Pregunté tímidamente, antes de adelantarme con conclusiones descabelladas, preferí hacer las preguntas prudentes-, ¿algo cómo qué? ¿Qué has oído sobre las noches en París? –y ahí estaba mi cruz de nuevo atormentándome, la de mi maldición, una que no pedí, una que no disfruto, una que me ancla, que marcha mis manos de sangre, mismas que deberías sólo crear melodías, no destrozar vidas. El pánico no desapareció pero logré tranquilizarme, miré al cielo, el morado casi se convertía en negro, la noche se precipitaba sobre nosotros.
-Creo que es más correcto que te acompañe yo a ti, yo corro menos peligro –dije y ni yo mismo me creí esas palabras. Mi figura no se impone, soy delgado, magro, insignificante, claro que ahora poseía habilidades que otros no tenían, pero eso Doreen no tenía por qué saber (no aún, al menos) y siempre cabía la posibilidad de toparme con algún vampiro, otro licántropo, o peor aún, algún cazador. Un escalofrío recorrió mi espalda y disimulé riendo con cierta torpeza. Pateé una piedra y sus siguientes palabras me tranquilizaron un poco. Alguien iría por ella… es decir, Doreen tenía esta imagen de niña inocente, rostro angelical y contextura delgada, realmente era un blanco fácil para las criaturas nocturnas, sin embargo, la zozobra no se apartó, sobre todo cuando dijo querer ver dónde vivo-. Verás, no es bonito, es suficiente para mi –dije, como advirtiéndole que si quería ver ese sitio, no esperara un palacio, luego pensé que esa aclaración estaba de más, bastaba con verme para saber que el dinero es una cosa que no tengo.
No terminaba de salir de una preocupación cuando sus preguntas me hundían en una nueva. Torcí las cejas en un gesto intranquilo y otra vez tardé demasiado en dar una respuesta.
-¿Mi familia? –repetí recordando los pocos años buenos en Barcelona, cuando fui un niño de cuna de oro, que tenía todo lo que podía desear-, mi familia se quedó en Barcelona –dije y quise terminar ahí el relato, no mentía, tanto los Sant Jordi como la gente calé estaba en aquel lugar, sin embargo continué –me criaron los gitanos, y dejé la caravana allá en Cataluña, estoy solo en París, vivía con una amiga –de nuevo tener que recordar, pero ella había preguntado sin afán de lastimarme, ella no sabía las mil peripecias que había padecido hasta entonces, no ahondé en el asunto de mi familia, desde luego –pero ella se fue y me dejó la casa –continué –por eso me quedo ahí, no pago renta y no es tan horrible como pudiera imaginarse, es humilde pero no creo necesitar más –me encogí de hombros y miré al frente, atrás había quedado la feria, ahora nos adentrábamos en la ciudad de nuevo, los puestos y las luces fueron sustituidos por adoquines, caminos de tierra y casas. Avanzábamos al sitio dónde nos habíamos encontrado, el violín bajo mi brazo apuntaba directo a esa dirección, como una brújula. Carraspeé.
-¿Y tú? –Finalmente hablé de nuevo, mi voz era más contenida, el ruido había quedado atrás-, ¿con quién vives? ¿Con tu familia? ¿Pintas para vivir o tienes algún otro empleo? –quizá eran demasiadas preguntas juntas, pero ahora que había tomado valor era mejor dejarlas escapar de una buena vez.
Invitado- Invitado
Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Lo entendía a la perfección, aquellos silencios prolongados, aquellas sonrisas tímidas, la manera en que ocultaba su cuerpo, incluso la manera en la que hablaba. Me recordaba a mi al llegar a Paris, a duras penas podía sostenerle la mirada a alguien, la situación en la que me había envuelto me había hecho quitar algunos temores, al menos ya podía hablar con otras personas, ya podía iniciar una conversación, ya podía invitar a alguien a la feria, invitarle de comer, y querer hacer una nueva amistad. Me estiré un poco para poder tomar su brazo, se lo apreté con suavidad, y le sonreí por unos instantes mirando sus ojos - Pablo… No tengas miedo de hablar, tampoco tengas miedo a contarme de ti, no me importa si tienes mucho o poco, quiero saber de ti - Lo solté con una mano para acariciar su mejilla - Te agradezco que vinieras, y se que quizás eso te haya costado mucho trabajo, confía otro poco en mi, estás a salvo - Y sabía que apenas y podía cuidarme, pero valentía no me faltaba, y podría cuidar de él tanto como se me permitiera, y claro, pudiera.
Presté atención a sus palabras, le agradecía el esfuerzo que estaba haciendo. - Las casas no tienen que tener los mejores lujos, hay algunas que los tienen y suelen ser una especie de calabozo fantasmal - Recordé las veces en que mi madre me contaba cuentos de fantasía, dónde las "malas" vivían en grandes propiedades y no llegaban a tener ni la mínima pizca de felicidad que las princesas tenían, quizás eran cuentos de fantasía, pero muchas veces eran muy parecidos a la realidad, una realidad que marca también el rico del pobre. - Seguro que ahora al menos vives con mayor tranquilidad, y nadie se mete contigo - O eso intentaba suponer, yo siempre veo el lado bueno de las cosas, o al menos siempre intento verlo, por los demás, para los demás, y en el último de los casos, para mi.
Me quedé pensativa, y ya que estábamos siendo bastante sinceros, podía seguir con ello - Mi familia - Guardé silencio por unos momentos, di un suspiro largo, de esos que muestran la tristeza que continuación dirán. - Yo no vivo con mis padres, ellos viven en un pueblo llamado Toulouse, es un lugar pequeño, o bueno en comparación con Paris. - Y podía ser pequeño, pero era muy bonito - Hace un año y medio escape de casa, no podía seguir ahí, yo quería enamorarme y mis padres simplemente querían poder, dinero, ya sabes que nosotras debemos ajustarnos a lo que nos dicen. - Me aclaré de nueva cuenta la garganta - No sé como tuve el valor para abandonar mi hogar, y llegué a Paris, al poco tiempo una señora me recibió en su casa, me trata como a una hija para mi buena suerte, y también en ocasiones vivo cuido de unos amigos - No iba a explicarle todo el tema de la revolución, sería algo bastante peligroso, y debía ser discreta por más confianza que le tuviera - Les voy a preparar alimento, y pasamos una buena tarde, en realidad no trabajo - No sabía como explicarle que mi trabajo en la revolución me daba lo necesario para seguir de pie, para tener alimento, y sobre todo un techo - Ellos se volvieron mi familia, y me han cuidado de muchas, y también me cuidan de este tipo de salidas - Le sonreí de manera amplia, seguramente me estarían buscando, y seguramente me darían un gran regaño por salir de la casa de la noche.
Me quedé completamente en silencio, esperando que dijera algo, pero tal parecía que yo debía seguir con las preguntas, no me molestó en realidad, me sentía cómoda, por primera vez el no ser la tímida no se sentía tan mal. Volví a presionar su mano para alentarlo a que dijera algo - ¿Y por qué se fue tú amiga? - Pregunté curiosa. ¿Quién sería la amiga de Pablo? ¿Había llegado con ella desde España? - ¿Cómo se llama? ¿Regresará pronto? - Seguimos avanzando por aquellas calles, el cielo estaba completamente estrellado, y la luna, aunque no estaba en su mayor esplendor, se veía hermosa, grande, y nos acompañaba iluminando nuestro camino, como si estuviera guiando el sendero a donde debíamos dirigirnos.
Me encontraba con un nómada, con un hombre que no se detenía por nada del mundo a estar en un lugar - ¿Piensas ir a un lugar distinto? Es decir, moverte de ciudad. ¿O acaso Paris es tú destino final? - Era cierto que bastante curiosa si soy, pero nunca antes había hecho tantas preguntas. De hecho era la primera vez que yo era la que buscaba permanecer con alguien, y seguir una platica. Me había topado con demasiados hombres, muchos de ellos con ese ego completamente inflado, con hombres que creen que todo lo pueden, que por ser el "sexo predominante" "el sexo fuerte", nosotras no podíamos más que obedecerles, alguien humilde, y ameno siempre venía bien, y no quería que este encuentro terminara en un recuerdo fugaz, quería que volviera a ocurrir, que quizás no fuera en la feria pero tal vez en un escenario donde podría escucharle. Quizás el podría soñar lo mismo, bien dicen que soñar no cuesta nada.
Presté atención a sus palabras, le agradecía el esfuerzo que estaba haciendo. - Las casas no tienen que tener los mejores lujos, hay algunas que los tienen y suelen ser una especie de calabozo fantasmal - Recordé las veces en que mi madre me contaba cuentos de fantasía, dónde las "malas" vivían en grandes propiedades y no llegaban a tener ni la mínima pizca de felicidad que las princesas tenían, quizás eran cuentos de fantasía, pero muchas veces eran muy parecidos a la realidad, una realidad que marca también el rico del pobre. - Seguro que ahora al menos vives con mayor tranquilidad, y nadie se mete contigo - O eso intentaba suponer, yo siempre veo el lado bueno de las cosas, o al menos siempre intento verlo, por los demás, para los demás, y en el último de los casos, para mi.
Me quedé pensativa, y ya que estábamos siendo bastante sinceros, podía seguir con ello - Mi familia - Guardé silencio por unos momentos, di un suspiro largo, de esos que muestran la tristeza que continuación dirán. - Yo no vivo con mis padres, ellos viven en un pueblo llamado Toulouse, es un lugar pequeño, o bueno en comparación con Paris. - Y podía ser pequeño, pero era muy bonito - Hace un año y medio escape de casa, no podía seguir ahí, yo quería enamorarme y mis padres simplemente querían poder, dinero, ya sabes que nosotras debemos ajustarnos a lo que nos dicen. - Me aclaré de nueva cuenta la garganta - No sé como tuve el valor para abandonar mi hogar, y llegué a Paris, al poco tiempo una señora me recibió en su casa, me trata como a una hija para mi buena suerte, y también en ocasiones vivo cuido de unos amigos - No iba a explicarle todo el tema de la revolución, sería algo bastante peligroso, y debía ser discreta por más confianza que le tuviera - Les voy a preparar alimento, y pasamos una buena tarde, en realidad no trabajo - No sabía como explicarle que mi trabajo en la revolución me daba lo necesario para seguir de pie, para tener alimento, y sobre todo un techo - Ellos se volvieron mi familia, y me han cuidado de muchas, y también me cuidan de este tipo de salidas - Le sonreí de manera amplia, seguramente me estarían buscando, y seguramente me darían un gran regaño por salir de la casa de la noche.
Me quedé completamente en silencio, esperando que dijera algo, pero tal parecía que yo debía seguir con las preguntas, no me molestó en realidad, me sentía cómoda, por primera vez el no ser la tímida no se sentía tan mal. Volví a presionar su mano para alentarlo a que dijera algo - ¿Y por qué se fue tú amiga? - Pregunté curiosa. ¿Quién sería la amiga de Pablo? ¿Había llegado con ella desde España? - ¿Cómo se llama? ¿Regresará pronto? - Seguimos avanzando por aquellas calles, el cielo estaba completamente estrellado, y la luna, aunque no estaba en su mayor esplendor, se veía hermosa, grande, y nos acompañaba iluminando nuestro camino, como si estuviera guiando el sendero a donde debíamos dirigirnos.
Me encontraba con un nómada, con un hombre que no se detenía por nada del mundo a estar en un lugar - ¿Piensas ir a un lugar distinto? Es decir, moverte de ciudad. ¿O acaso Paris es tú destino final? - Era cierto que bastante curiosa si soy, pero nunca antes había hecho tantas preguntas. De hecho era la primera vez que yo era la que buscaba permanecer con alguien, y seguir una platica. Me había topado con demasiados hombres, muchos de ellos con ese ego completamente inflado, con hombres que creen que todo lo pueden, que por ser el "sexo predominante" "el sexo fuerte", nosotras no podíamos más que obedecerles, alguien humilde, y ameno siempre venía bien, y no quería que este encuentro terminara en un recuerdo fugaz, quería que volviera a ocurrir, que quizás no fuera en la feria pero tal vez en un escenario donde podría escucharle. Quizás el podría soñar lo mismo, bien dicen que soñar no cuesta nada.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Avanzamos y no hice más que asentir a lo que me decía. Reprimí una risa porque podía parecer que me burlaba, cuando no era así, o tal vez sí, pero de mi mismo, decía que le contara pero ojalá ella hubiese sabido de antemano que no era tan sencillo para mí, no que desconfiara de ella, había demostrado ser de fiar, sino porque yo no era así, de hablar de mi a la menor provocación, por una cantidad de razones muy grandes que iban desde mi propia e inherente inseguridad hasta el temor real y palpable de mi maldición. La miré de reojo, ella qué culpa tenía de todos mis demonios, era mejor no azorarla con ellos, eso, y porque en verdad no quería hablar de mi, nunca me he sentido cómodo en esa posición. El panorama mejoró cuando ella empezó a contar su historia, sentí un alivio enorme, que un peso asfixiante era quitado de mi pecho y escuché con atención mirando al cielo, sin detener la caminata. La luna ascendía, pero aún no reinaba sobre la noche, se veía roja aún y me percaté de su cuarto creciente a punto de convertirse en luna llena, eso me provocó un dolor en el corazón, una punzada como si me enterraran una larga aguja, fina pero puntiaguda, evidentemente no dije nada, sin contexto no entendería mi pavor a las fases de la luna.
Lo que me decía me sonaba vagamente familiar, y no porque yo hubiese pasado por eso, me abandonaron muy pequeño como para eso, sino porque, de no haber sido mordido, ese hubiese sido mi destino. Mis padres –los biológicos, quiero decir- me hubiesen obligado a contraer nupcias con alguna chica de la alta sociedad de Barcelona porque eso convenía a la familia Sant Jordi, pero nada de eso sucedió, fui mordido, abandonado y ahora vagaba en busca de una oportunidad que ni yo mismo tenía la certeza de qué. Oportunidad de qué. No le dije nada porque en realidad no sabía qué decirle. Luego giré el rostro y le sonreí con sinceridad cuando me explicó lo que hacía; había corrido con suerte y me alegraba por ella, de verdad que lo hacía.
Las preguntas que siguieron después me tomaron desprevenido, no había hablado sobre Nella desde que se había ido, no la culpaba por haber querido huir de París después de lo que le pasó. Pateé de nuevo una piedra, mis manos se mantenían en los bolsillos y simplemente me encogí de hombros.
-No, a ella la conocí aquí, no sé como hicimos clic –reí, quizá había influido que ambos éramos licántropos –no creo que regrese pronto –miré a las estrellas, deseando que se encontrara bien, volví a bajar el rostro y observé a Doreen, sobre mi faz una sonrisa tímida –se llama… -me rehusé a hablar de ella en pasado, como si ya no existiera –Antonella, yo le decía Nell o Nella, tuvo problemas aquí –no iba a entrar en detalles –y tomó la determinación de irse, yo la incité de hecho, era lo mejor para ella, lo más sano –dije convencido. Lejos y con el tiempo, Nella iba a lograr sanar sus heridas. Suspiré largamente.
Seguimos avanzando y volvió a atacarme con preguntas, no es que me molestara, pero jamás había hablado tanto y tan latamente con nadie y eso era raro, por eso tardaba tanto en responder, quería hacerlo son franqueza, pero tampoco quería entrar en muchos detalles.
-París siempre fue mi meta –dije finalmente –algo… no sé qué –reí y sacudí la cabeza –pero algo, me dijo que este era el sitio donde debía estar, quizá fue una tonta ilusión, llevo aquí ya varios meses y no ha cambiado nada –miré al suelo, a nuestros pasos –pero al menos logré llegar –mi voz sonó más entusiasta esta vez –quiero decir, con la escasez de dinero el viaje fue complicado, tuve que regresar a Barcelona muchas veces porque era más fácil, volver a estar con mi familia gitana, ahorrar de nuevo y emprender el viaje una vez más, no fue práctico, ni sencillo pero… -alcé la vista –estoy aquí –a eso se resumía todo, al menos el primer paso ya lo había dado.
-¿No quieres regresar a tu pueblo de origen? –quizá no extrañaba a sus padres, pero tal vez tendría hermanos, algún amor de juventud, yo qué sé, algo que la motivara a regresar. Por ejemplo yo, tenía la tumba de Ola, la gitana que me recogió, allá en Cataluña, y debía, con imperiosa imposición, ir a visitarla tan sólo tuviera oportunidad (y dinero, claro), ese era un motivo que yo, personalmente tenía para regresar a España.
Lo que me decía me sonaba vagamente familiar, y no porque yo hubiese pasado por eso, me abandonaron muy pequeño como para eso, sino porque, de no haber sido mordido, ese hubiese sido mi destino. Mis padres –los biológicos, quiero decir- me hubiesen obligado a contraer nupcias con alguna chica de la alta sociedad de Barcelona porque eso convenía a la familia Sant Jordi, pero nada de eso sucedió, fui mordido, abandonado y ahora vagaba en busca de una oportunidad que ni yo mismo tenía la certeza de qué. Oportunidad de qué. No le dije nada porque en realidad no sabía qué decirle. Luego giré el rostro y le sonreí con sinceridad cuando me explicó lo que hacía; había corrido con suerte y me alegraba por ella, de verdad que lo hacía.
Las preguntas que siguieron después me tomaron desprevenido, no había hablado sobre Nella desde que se había ido, no la culpaba por haber querido huir de París después de lo que le pasó. Pateé de nuevo una piedra, mis manos se mantenían en los bolsillos y simplemente me encogí de hombros.
-No, a ella la conocí aquí, no sé como hicimos clic –reí, quizá había influido que ambos éramos licántropos –no creo que regrese pronto –miré a las estrellas, deseando que se encontrara bien, volví a bajar el rostro y observé a Doreen, sobre mi faz una sonrisa tímida –se llama… -me rehusé a hablar de ella en pasado, como si ya no existiera –Antonella, yo le decía Nell o Nella, tuvo problemas aquí –no iba a entrar en detalles –y tomó la determinación de irse, yo la incité de hecho, era lo mejor para ella, lo más sano –dije convencido. Lejos y con el tiempo, Nella iba a lograr sanar sus heridas. Suspiré largamente.
Seguimos avanzando y volvió a atacarme con preguntas, no es que me molestara, pero jamás había hablado tanto y tan latamente con nadie y eso era raro, por eso tardaba tanto en responder, quería hacerlo son franqueza, pero tampoco quería entrar en muchos detalles.
-París siempre fue mi meta –dije finalmente –algo… no sé qué –reí y sacudí la cabeza –pero algo, me dijo que este era el sitio donde debía estar, quizá fue una tonta ilusión, llevo aquí ya varios meses y no ha cambiado nada –miré al suelo, a nuestros pasos –pero al menos logré llegar –mi voz sonó más entusiasta esta vez –quiero decir, con la escasez de dinero el viaje fue complicado, tuve que regresar a Barcelona muchas veces porque era más fácil, volver a estar con mi familia gitana, ahorrar de nuevo y emprender el viaje una vez más, no fue práctico, ni sencillo pero… -alcé la vista –estoy aquí –a eso se resumía todo, al menos el primer paso ya lo había dado.
-¿No quieres regresar a tu pueblo de origen? –quizá no extrañaba a sus padres, pero tal vez tendría hermanos, algún amor de juventud, yo qué sé, algo que la motivara a regresar. Por ejemplo yo, tenía la tumba de Ola, la gitana que me recogió, allá en Cataluña, y debía, con imperiosa imposición, ir a visitarla tan sólo tuviera oportunidad (y dinero, claro), ese era un motivo que yo, personalmente tenía para regresar a España.
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Nunca había conocido a una persona tan reservada, que guardara tantos silencios, y que fueran tan prolongados. Todos aquellos a los que había conocido desde que me salí de casa, habían entablado grandes conversaciones conmigo, de hecho, yo siempre había sido la que permanecía callada. Aunque no lo crean soy de ese tipo de personas, que prefiere escuchar lo que los demás tengan que decir, que siempre les deja ser, sentir y expresarse antes de decir cosas, o expresar todo lo que tengo dentro, muchos no se dan cuenta, ¿Quién lo haría? Por lo regular estamos buscando quien nos escuche, alguien que éste ahí para decirnos si estamos bien o mal, o simplemente para darnos un abrazo al finalizar una oración. Pablo me volteaba las cosas, y se sentía tan gracioso, tan distinto, tan diferente, comenzaba a incomodarme, y lo más sensato para mi sería marcharme.
Me quedé pensando en su amiga. Había tenido conocidos que tenían que pasar por lo mismo, amigos no, pero varios conocidos que por grandes problemas tenían que marchar, en muchas ocasiones, por más que desees arreglar los problemas, estoy se vuelven más grandes, más dañinos, a tal grado que es mejor huir que permanecer donde todo puede destruirte.
Nunca había tenido la oportunidad de conocer el mundo de los gitanos, lo poco que conocía venía de las enseñanzas de los libros, y muchas veces las cosas eran meras fantasías que los autores nos dejaban ver, no verdaderamente la cultura de aquellos hombres felices. Si, así les decía yo, por la cantidad de colores, fiestas, y costumbres que tenían, pero también por la unión y conexión que tenían entre ellos. Seguramente algo especial vieron en Pablo para dejar que entrará de manera tan transparente a ese lugar. ¿Y quién no lo notaría? Con ese talento tan especial en la música. Quizás si lo escuchaba todos los días podría relajar no sólo mi cuerpo, también mi alma y mi corazón.
¿Extrañar mi lugar de origen? No, creo que no, o en realidad nunca me he puesto a pensar en ello. Regresar me ocasionaría demasiados problemas, primero que nada mis padres seguramente me encerrarían en el ático, donde no pudiera salir, donde nadie me escuchará e hiciera cada una de las cosas que ellos quisieran, segundo me traería problemas con mi hermano, porque seguramente él querría quitarme de ese horrible lugar, y tercero, sería completamente infeliz, si le sumamos el hecho evidente: contraer nupcias con alguien impuesto. No le tomo mucho a quedarme sola, sin embargo, le temo más a tener la bendición de Dios con un hombre que no amo, y no me ama. - Estoy bien aquí, me gusta la vida que tengo, en muchas ocasiones es brusca y trágica, pero prefiero esto a no pensar o sentir nada - Me encogí de hombros. El camino era agradable, quizás porque ambos nos estábamos soltando de manera tranquila. - ¿Dónde podré encontrarte? - Pregunté con bastante interés, buscando su mirada.
Me quedé pensando en su amiga. Había tenido conocidos que tenían que pasar por lo mismo, amigos no, pero varios conocidos que por grandes problemas tenían que marchar, en muchas ocasiones, por más que desees arreglar los problemas, estoy se vuelven más grandes, más dañinos, a tal grado que es mejor huir que permanecer donde todo puede destruirte.
Nunca había tenido la oportunidad de conocer el mundo de los gitanos, lo poco que conocía venía de las enseñanzas de los libros, y muchas veces las cosas eran meras fantasías que los autores nos dejaban ver, no verdaderamente la cultura de aquellos hombres felices. Si, así les decía yo, por la cantidad de colores, fiestas, y costumbres que tenían, pero también por la unión y conexión que tenían entre ellos. Seguramente algo especial vieron en Pablo para dejar que entrará de manera tan transparente a ese lugar. ¿Y quién no lo notaría? Con ese talento tan especial en la música. Quizás si lo escuchaba todos los días podría relajar no sólo mi cuerpo, también mi alma y mi corazón.
¿Extrañar mi lugar de origen? No, creo que no, o en realidad nunca me he puesto a pensar en ello. Regresar me ocasionaría demasiados problemas, primero que nada mis padres seguramente me encerrarían en el ático, donde no pudiera salir, donde nadie me escuchará e hiciera cada una de las cosas que ellos quisieran, segundo me traería problemas con mi hermano, porque seguramente él querría quitarme de ese horrible lugar, y tercero, sería completamente infeliz, si le sumamos el hecho evidente: contraer nupcias con alguien impuesto. No le tomo mucho a quedarme sola, sin embargo, le temo más a tener la bendición de Dios con un hombre que no amo, y no me ama. - Estoy bien aquí, me gusta la vida que tengo, en muchas ocasiones es brusca y trágica, pero prefiero esto a no pensar o sentir nada - Me encogí de hombros. El camino era agradable, quizás porque ambos nos estábamos soltando de manera tranquila. - ¿Dónde podré encontrarte? - Pregunté con bastante interés, buscando su mirada.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: This is the dream… [Doreen Caracciolo]
Entonces ahí estuvo, mi castigadora noctámbula, coronando una noche de un día peculiar. “Peculiar”, eso había sido, ni en mis más locos sueños hubiese imaginado que salir a tocar como lo hacía todos los días terminaría de este modo, visita al circo incluida, comida que hace mucho no probaba también, pero lo más valioso había resultado Doreen, su compañía, su charla, su oído tan dispuesto para lo que yo tuviera que decir. Era una pena que no tuviera gran cosa qué decir. La luna reinaba ya, palatina sobre París y nosotros, nuestro caminar, nos adentraba más a la ciudad que horas atrás habíamos dejado como un recuerdo que no sirve, que no deja volar. Hubo silencio… silencio siempre, porque yo no era un mago de la conversación y porque la mayoría de la gente siempre se cansaba ante mis nulas respuestas –no lo entendían, no era grosería, simplemente yo era así-, quizá Doreen se había cansado ya también. No me enojaba, la comprendía, los comprendía a todos, casi estuve a punto de decirle que yo se lo había tratado de advertir, que mi compañía no era la mejor. Casi.
Pero su voz me sacó de la caminata silente, como la de las procesiones en Sevilla durante Semana Santa, la urbe gala por alguna razón se encontraba más apaciguada de lo normal, nunca faltaba el borracho haciendo escándalo, el caballo chocando sus cascos herrados contra el suelo, o los seres marcados, como yo, haciendo de las suyas en las calles obscuras. Pero esta noche, extrañamente, una tregua se había fraguado alrededor suyo y alrededor mío, una que nos dejaba avanzar como Moisés y los judíos lo hicieron a través del Mar Rojo partido en dos para huir de Egipto. La miré y sonreí con semblante apocado. Asentí y suspiré fijando mi vista en el cielo, feliz por su respuesta. Ella estaba bien, eso era lo importante y detuve mis pasos sin avisar.
-Me puedes encontrar en cualquier esquina tocando, prefiero las calles del centro porque son más transitadas –expliqué y me encogí de hombros, la miraba ahora a ella y no al cielo –será para mí muy grato volver a verte –confesé sincero aunque mi voz dubitativa diera a entender otra cosa. Di un par de pasos y la tomé por ambas manos no sin antes colocar el violín en el suelo y entre mis pies, estratégicamente protegido de cualquier cosa-. Gracias por esta tarde, nunca nadie me había regalado algo tan valioso… -pausé, pero fue breve –y no me refiero a los juegos y la comida, hablo del placer de conocerte –dentro del pobre diablo que era aún habitaba el niño dorado de orillas del río Llobregat, y fue ese educado caballero el que había hablado, aunque sus palabras, a través del harapo que yo era, en ningún momento fueron falaces, eran reales como las estrellas allá arriba y el circo allá atrás.
-Creo que es momento de separar caminos antes de que se haga más tarde –la idea popular era que entre más entrada la noche los peligros eran más constantes y amenazantes –espero de verdad que me visites algún día en las esquinas donde toco, no harán falta francos, con tu presencia me daré por bien recompensado –solté sus manos, tomé el violín, di media vuelta y emprendí la marcha en dirección a mi casa, pensando en la rubia, pensando en Nella, pensando en Barcelona, en los gitanos y en Ola, la mujer que me adoptó, pensando en si mi sueño de verdad era tan estúpido y pensando, apretando mi violín como un naufrago se ase a una tabla para no ahogarse, en que la música era lo que verdaderamente tenía.
Pero su voz me sacó de la caminata silente, como la de las procesiones en Sevilla durante Semana Santa, la urbe gala por alguna razón se encontraba más apaciguada de lo normal, nunca faltaba el borracho haciendo escándalo, el caballo chocando sus cascos herrados contra el suelo, o los seres marcados, como yo, haciendo de las suyas en las calles obscuras. Pero esta noche, extrañamente, una tregua se había fraguado alrededor suyo y alrededor mío, una que nos dejaba avanzar como Moisés y los judíos lo hicieron a través del Mar Rojo partido en dos para huir de Egipto. La miré y sonreí con semblante apocado. Asentí y suspiré fijando mi vista en el cielo, feliz por su respuesta. Ella estaba bien, eso era lo importante y detuve mis pasos sin avisar.
-Me puedes encontrar en cualquier esquina tocando, prefiero las calles del centro porque son más transitadas –expliqué y me encogí de hombros, la miraba ahora a ella y no al cielo –será para mí muy grato volver a verte –confesé sincero aunque mi voz dubitativa diera a entender otra cosa. Di un par de pasos y la tomé por ambas manos no sin antes colocar el violín en el suelo y entre mis pies, estratégicamente protegido de cualquier cosa-. Gracias por esta tarde, nunca nadie me había regalado algo tan valioso… -pausé, pero fue breve –y no me refiero a los juegos y la comida, hablo del placer de conocerte –dentro del pobre diablo que era aún habitaba el niño dorado de orillas del río Llobregat, y fue ese educado caballero el que había hablado, aunque sus palabras, a través del harapo que yo era, en ningún momento fueron falaces, eran reales como las estrellas allá arriba y el circo allá atrás.
-Creo que es momento de separar caminos antes de que se haga más tarde –la idea popular era que entre más entrada la noche los peligros eran más constantes y amenazantes –espero de verdad que me visites algún día en las esquinas donde toco, no harán falta francos, con tu presencia me daré por bien recompensado –solté sus manos, tomé el violín, di media vuelta y emprendí la marcha en dirección a mi casa, pensando en la rubia, pensando en Nella, pensando en Barcelona, en los gitanos y en Ola, la mujer que me adoptó, pensando en si mi sueño de verdad era tan estúpido y pensando, apretando mi violín como un naufrago se ase a una tabla para no ahogarse, en que la música era lo que verdaderamente tenía.
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