En tu mirada se reflejan las primeras luces del alba. (Doreen)

Los rayos del sol habían adentrado en aquel gran ventanal. El cuerpo de una hermosa joven comenzó a moverse dando vuelvas, de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda. Había pasado una mala noche, durmió poco y tuvo una que otra pesadilla, pero al final pudo dormir de manera tranquila en aquella enorme cama. Cuando sus ojos sintieron que la luz del sol pegaba de manera directa en su rostro, los presionó con fuerza, sus labios mostraron una mueca de inconformidad, no quería levantarse de la cama, pero si rutina de vida, bajo la hermandad le hacía hacerlo de manera automática. Y así lo hizo. Antes de abrir los ojos con pesadez, su melena rubia ya colgaba por sus hombros en forma de cascada. El peso de su cuerpo ya era sostenido por sus piernas, y pies. Por fin había decidido abrir los ojos, claro, después de haberse acostumbrado a la luminosidad del día. Con lentitud se acercó a la ventana. Observó el sin fin de colores que ahora había en el paisaje, la abrió para poder sentir la temperatura que hacía afuera, era fresco, pero contando que el sol estaba en todo su esplendor sería un clima y un día perfecto.

Y entonces se giró, dejando que la luz transparentará su figura bajo aquella bata blanca. Observó el gran reloj que tenía en el tocador, y no pudo evitar abrir los ojos como platos. - ¡Rocamadour! - Mencionó como si estuviera hablando con él y hubiera interrumpido la conversación para recordar aquel nombre. Su cuerpo se movió con agilidad por aquel gran cuarto hasta toparse con el cuarto de baño. Rápidamente dejó caer la ropa a un costado. El baño fue rápido, y el secar su cuerpo mientras buscaba el vestido de aquella mañana la hizo resbalar un par de veces, pues dejaba el piso mojado. Sobre su figura se encontraba ahora un vestido verde bandera. Su cabello estaba suelto y caía de fresca hasta sus hombros, sus labios tenían un color rosáceo que llamaba su atención, quizás su arregló había sido sencillo, pero de cierta manera con él se sentía expuesta, libre y sin necesidad de ponerse el mejor de los arreglos para sentirse hermosa a su lado.

Preparó y sirvió el desayuno a todos aquellos que estaban temprano en la hermandad. Dos de los integrantes se ofrecieron a limpiar la cocina en gratitud por las buenas atenciones. Mientras escuchaba las indicaciones que le daban para poder salir (porque si, ella debía pedir permiso para salir, le otorgaban vigilantes, protección para que la corona no la capturara), ella tomaba una cesta y llenaba de provisiones. Queso, frutas, carne preparada, vino, jugo, y lo acomodó perfectamente hasta cerrar la canas, cuando estuvo a punto de cargarla, un hombre se la arrebató, sin lastimarla, para hacerlo, y le sonrió confortándola. Hace mucho que había mandado esa carta, necesitaba ver a un amigo sincero, a alguien que estuviera fuera de todo esto, fuera de peligro, que amara con todo su corazón, y que sabía sería capaz de protegerla.

Doreen había llegado con una sonrisa en el rostro. Amplía, cálida, encantadora y con un aire de sensualidad natural en ella. Ahora si llevaba cargando la canasta de bocadillos pues nadie podía arruinar su salida. Cuando estuvo cerca de su amigo, dejó caer la canasta y envolvió su cuello, justo cuando estaba por besar su mejilla, aquel caballero había hecho que sus mejillas tomaran un color escarlata al sentir los labios ajenos sobre los suyos, era un beso intimo, "casto", pero cargado de valor sentimental. - Lamento llegar tarde - Susurró estirando su mano para acariciar esa mejilla suave "¡Vaya que lo había extrañado!" Se dijo la joven sin ocultar aun la felicidad que sentía al tenerlo cerca de ella. Aspiró su aroma, no había cambiado, ni un poco y eso la reconfortaba.

Sus rubios cabellos se movieron con cierta fuerza cuando se separó de su amigo - He traído alimento, podemos pasarlo en algún claro, sabes que la única condición que me dejarán salir es estar en un lugar apartado… - Tomó una gran bocana de aire, y después la soltó a mono de suspiro - Conozco uno, donde hay un lago, y podemos tender una manta y disfrutar de la compañía - No importaba lo que fuera que hicieran, si Rock quería dormir, ella sería feliz contemplándolo pues el simple hecho de sentirlo a su lado le sería suficiente… Por ahora. La joven deslizó la yema de sus dedos por el brazo de su amigo hasta toparse con sus dedos, entrelazó los suyos con los ajenos, y se agachó para sostener la canasta con la mano libre. Tiró de él para comenzar a caminar, el tiempo era reducido, el tiempo era oro estando a su lado.

Aquel cabello caía sobre sus hombros, brillaba con más fuerza a causa de aquellos rayos cómplices del sol. Su cuerpo se movía con suavidad, y aunque ella lo negará, tenía una sensualidad natural. Lo miró de reojo, por extraña razón aquella presencia la ponía nerviosa, pero no ese nervio enfermizo, más bien su cuerpo se erizaba con cada roce cálido de la piel ajena, su estomago se revolvía, se mordía el labio, apretaba los puños, y a veces sentía mareos, ganas de vomitar, Rocamadour ejercía ciertas cosas en ella, que no podía la joven descifrar con claridad, no se torturaba en hacerlo, sabía bien que había un sentimiento especial hacía él, pero si lo decía en voz alta, quizás se haría más real, o incluso doloroso. Estiró su mano con delicadeza, de una manera lenta pero con seguridad. Encontró entonces la mano ajena, era bastante la diferencia entre aquellas temperaturas, aquellos tonos de piel, y la suavidad, enredó sus dedos en los ajenos, siguió caminando ahora sujetando aquella mano, la estatura del licántropo era otra cosa que destacaba, aparte de su atrayente cuerpo, la rubia se veía tan pequeña, pero eso no importaba, lo jaló un poco para poder no solo sentir su mano unida a él, también su cuerpo, casi como un abrazo. Ella sonreía encantada, su sonrisa era tan amplia y sincera, tan hermosa y atrayente, tan sensual y codiciada… Y sólo era para él.

Se acomodó ya en la manta a su lado, sintió mareos al sentirlo tan cerca, pero se aseguró de no desaprovechar el tiempo juntos. - Si todo fuera de esta manera, seguramente no te soltaría, me dormiría en tus brazos - Las palabras le habían salido del corazón, de una manera tan natural que era imposible dudar de ella, pero al notar la sinceridad, y el atrevimiento que había cometido, desvió la mirada, separó un poco el cuerpo y se sonrojó. - Yo también te extrañaba, necesitaba sentirte - Volvió a confesar, esta vez se mordió con fuerza el labio, intentando callar, de tragarse todo lo que necesitaba decirle, porque no quería arruinar el momento, la salida, y su amistad, o al menos eso era lo que ella sentía.

Decidió colocarse de rodillas frente a él, girando el cuerpo, jaló para ellos la canasta, sus dedos cortaron con maestría una uva, quizás hasta los alimentos agradecían la delicadeza que ella ejercía para tocar cada cosa. Su mano no llegó a sus labios, más bien llegaron hasta los carnosos del lobo, la fruta recorrió con delicadeza lo largo de ellos, aquel acto era intimido, un tanto sugerente, pero Doreen no se limitaba con él, de hecho se sorprendía de lo liberal que era a su lado. De forma burlona, ejerció cierta fuerza para meter la uva en aquella boca. A ella no le pareció del todo el comentario, incluso alejó su mano de él y su cuerpo se hizo ligeramente hacía atrás - Me cuidan o puedo morir - Confesó, pues de ser capturada, de sentenciarla por alta traición, probablemente le cortarían la cabeza - Si quieres que muera puedo estar sin custodia alguna - Lo miró con enojo a los ojos, con firmeza.

Recordó entonces porque sabía que las cosas con él no funcionarían, desde que lo había conocido le había conocido ciertas "mañas", o más bien todas aquellas personas que le había conocido, y evidente eran sus celos, por más que los ocultara, dentro de ella sabía que él no se detendría solo a estar con ella, quizás esa era una que otra de las razones por las cuales no decía nada, y sus ilusiones se rompían, o quizás siempre lo habían estado. - ¿Y tú sigues con… tus cosas? - La rabia la invadió, pero pronto se arrepintió de sus palabras - Lo lamento, no debo meterme en eso, no tengo derecho - Se volvió a poner de rodillas, pero esta vez se acomodó lejos de él, quizás ella le hacía más daño de lo que él pudiera hacerle, Doreen se sentía una especie de veneno, de mal o maldición, que todo aquello que tocaba lo lastimaba, quizás era mejor no salir, no volver a verlo, para ella era un privilegio su presencia. Un bálsamo poderoso para sus heridas internas.

Su mirada se movió con brusquedad, buscando un refugio, algo que pudiera distraerla y no perderse en aquellos ojos que adoraba. Observó el agua del lago que estaba casi a un metro de ellos, París tiene tantos prados naturales, con mantos acuíferos de ensueño, quizás no conocía el mar, pero si moría pronto, habría apreciado aquella belleza - ¿Nadaremos? - Intentó cambiar la platica, incluso el ambiente tenso - Es decir, más tarde, durante el día - Debía quedarse más con él, pues de ser el último encuentro, debía aprovecharlo como sino existiera el mañana.

Los ojos de Doreen se abrieron con fuerza, la respuesta que había imaginado no había llegado, no sabía si sentir rabia por no escuchar a Rocamadour decirle que prefería sus amoríos a ella, o sentirse bien al darse cuenta que seguía siendo importante para su vida. Se sintió aliviada cuando cambiaron el tema. Bajó la mirada, escondiendo su rostro en el pecho del caballero, no dejándole ver la sonrisa que se le había aparecido en el rostro al escuchar que era su cordura. Eso era bueno no? Sin poder alzar la mirada por la pena que sentía decidió ceder un poco, dejando a un lado esos estúpidos celos que estaba sintiendo - Yo también te quiero, te quiero tanto, de tantas maneras que no lo imaginas Rock… - La voz de la chica sonaba nostálgica, pero firme y sincera, y esa nostalgia solo provenía de todo su ser al saber que nunca sería suyo, que quizás ella era la única que sentía algo diferente a una simple amistad, y que ella solo era su amiga, quizás era cierto cuando le decía "hermanita", quizás solo la miraba de esa manera.

Decidió entonces que era momento de dejar a un lado lo malo, que necesitaba disfrutar de este encuentro como si se tratara de el último respiro que tuviera en la vida. Alzó la mirada encontrando esa mirada llena de brillo que la había vuelto loca desde un principio. Alzó una de sus manos hasta aquel rostro masculino. Le cerró los ojos con la yema de los dedos, con una delicadeza nunca antes vista en ella, lo tocaba con devoción, con necesidad, incluso con pertenencia y posesión. Sus rodillas volvieron a recibir el poco peso del cuerpo de la joven, un cuerpo perfectamente trabajado, pequeño pero con curvas, todo firme y proporcionado, Doreen era una belleza francesa indiscutible, que robaba alientos y deseos de muchos caballeros, era una lastima que ella no lo creyera. Se acercó a él sosteniendo el rostro ahora entre ambas manos, y entonces deposito un beso cálido en cada uno de sus ojos, queriendo robar ese brillo especial que sabía tenía él cuando estaban juntos. Era un acto intimo, cómplice, especial.

Aquellos que de verdad la conocían sabían que eran algunas de sus manías para guardar cada detalle de alguna persona amada en su memoria, Quizás después pintaría un cuadro de él para poder tenerlo en su baúl de objetos especiales, quizás las noches donde no pudiera tocarlo u olerlos lo sacaría de aquella caja y lo contemplaría hasta que sus ojos no pudiera más. Sus pensamientos se esfumaron al escuchar sus palabras - No me meteré desnuda - Y soltó aquel rostro pero no dejó de verlo, sonriendo con timidez, sintiendo que todo el calor de su cuerpo se había ido a sus mejillas mostrando un encantado rubor, ese que aparecía cuando estaba en aprietos, enojada o completamente intimidada. Aunque debemos dejar en claro, este sonrojo era más por una imagen mental que había aparecido en su cabeza; Ella abraza a él bajo el agua, disfrutando del calor del cuerpo de su amigo, besándolo con necesidad y deseo. Pronto sacudió su cabeza eliminando tal pensamiento, quizás él no lo deseaba como ella lo hacía. - Me quedaré en interiores, así el corsé y el faldón no me hacen caer al fondo del agua y me ahogue - Se burló un poco de su futura desgracia.

Doreen se había acomodado entre las piernas de Rock, dejando que este la abrazará por la espalda, ella acariciaba sus brazos con suavidad, y en ocasiones doblaba su rostro para besar el brazo que envolvía su cuerpo. - Te necesito conmigo, para mi.. - Dijo de manera inconsciente, sin darse cuenta que su pensamiento se había hecho presente y sobre todo en voz alta. Estaba perdida en un universo diferente a esas alturas ya no existía nadie más que ellos.

Sin darse cuenta de lo que había dicho aún se puso de piel. Estirando sus manos hacía abajo, invitándolo a hacer lo mismo. - Hora de nadar - Indicó sonrojada. Después caminó por aquel árbol, escondiéndose detrás de él. Al estar escondida tomó varias bocanas de aire para tranquilizar su cuerpo, para relajarse. Sus manos se dirigieron al borde del corsé, lentamente quitaron los nudos y comenzó a quitárselo con suavidad, hasta quedar con el faldón y unos corpiños que estaba segura en el agua dejarían poco a la imaginación. Dejó el faldón a un lado al igual que el corsé - Cierra los ojos - Indicó cuando volvía al lugar dejando su ropa sobre la manta. Odiaba su cuerpo, odiaba sentirse tan horrible, por lo que sin esperar a que Rock volviera a abrir los ojos, se lanzó en un clavado escondiendo sus formas bajo el agua. - Ya puedes ver - Indicó retirándose el agua que escurría de su rostro.

Movió sus manos para poder apartar sus dorados cabellos de su rostro. La joven le sonreía sin apartar el sonrojo de su rostro desde el agua. No recordaba cuando había sido la última vez que se sentía tan bien, pero sobre todo completamente segura. Le daba miedo mostrar su cuerpo, un cuerpo que aunque robaba el aliento para ella solo era portador de desgracias, lo odiaba. Se llevó una de sus manos a su cintura para cubrir esas marcas que tenía en la cintura, en el lado izquierdo. Pataleaba suavemente para mantenerse a flote, sonrió al sentir las gotas que salpicaban su cuerpo y rostro cuando su amigo se metió al agua. Su rostro se hundió en el transparente liquido hasta encontrar el cuerpo ajeno, sintió los dedos cálidos del licántropo sobre sus piernas y suspiró. - Rock… - Susurró muy apenas, casi en susurró, de manera incluso solo para ella, aquel delicado tacto la hacía perder la razón, aunque muchas veces no lo demostrara.

El cuerpo esbelto de la joven se dejó ir hasta abajo para poder estar a la altura de su amigo, dentro del agua abría sus grandes ojos para poder contemplar ese rostro. Le sonrió y algunas burbujas salieron de entre sus labios a causa del aire retenido. Estiró una de sus manos para poder tocar el rostro masculino de su acompañante, lo acarició con sumo cuidado, sus dedos se colocaron en en sus parlador para cerrarle por completo el rostro, se acercó dejando un beso suave en su mentón, y evitando que las cosas fueran más lejos su cuerpo se dejó caer hacía atrás, giró como si se tratara de una sirena y comenzó a nadar, adentrándose en lo más profundo del agua.

Salió tomando varias bocanas de aire, tranquilizó su respiración para no hacerle el encuentro más sencillo de lo que era. Sonrió para si misma borrando todo rastro de agua que pudiera molestarle. - Encuéntrame Rock… Encuéntrame y te doy un premio - Sin pensarlo su voz había salido con cierta lascivia, ella misma se reprendió al notar aquella manera en la que había retado al juego a su amigo, aunque en el fondo sabía que era lo que deseaba.

Doreen comenzó a sentir que el calor de su corazón se expandía por su cuerpo, los encuentros que había tenido con Rocamadour anteriormente se habían limitado a simples caricias, miradas cómplices y palabras que delataban los sentimientos del otro. La joven había intentado ignorar sus palabras por que creía que ella era la única que sentía por él, con el tiempo su corazón le decía que de verdad la quería. Observó la roca en la que estaba escondida y pudo notar que podía subir a la punta, comenzó a trepar por ella, procurando no hacer ruido, la ventaja que tenía al ser tan ligera le ayudaba por completo para no hacer nada de ruido. Cuando estuvo en la punta observó a Rocamadour y no pudo evitar sonreír con cierta complicidad. Cuando pudo tener equilibrio sobre la roca - ¿Está buscando algo? - Susurró con una sonrisa juguetona en su rostro y se dejó caer en el agua, para caer sobre él y poder tenerlo cerca, poder abrazarlo por fin bajo esa fría y cómplice agua.

Creyó que se hundiría hasta el fondo del lago. Que su cuerpo volvería a sentir el frío al chocar con él agua, pero eso no paso. Había tomado aire a lo tonto, incluso su rostro se veía demasiado gracioso al aguantar el mismo, sus mejillas se habían inflado demasiado, y sus ojos se cerraron con fuerza, pero cuando el impacto estuvo cerca, ella sintió como unas manos sostenían con firmeza su figura. Dejó salir el aire de golpe, y abrió uno de sus ojos para observar el rostro aperlado de su amigo. Se limito a sonreírle, y estiró su manos para abrazarlo con fuerza del cuello - Oh, mi héroe - Susurró con entusiasmo, escondiendo su rostro en la curvatura de su cuello.

El silencio se había convertido de nueva cuenta en el mejor amigo de esos dos. Sólo se podía apreciar el movimiento del agua a su alrededor. La joven dejó de patalear, su cuerpo se había aferrado a la figura masculina, sabía que no pasaría nada, que él no la soltaría, que él no la dejaría hundirse de nuevo. Cerró los ojos con fuerza, y sacó un poco más de fuerza para aferrarse a él. El sentir su respiración cerca de su rostro la tensó, pero intentó disimular lo más que podía. Aquel sonido erótico de su voz, la hizo temblar sin poder contenerse entre sus brazos, la rubia se limitó a soltar una gran bocana de aire contra su cuello, y así lo hizo repetidas veces para aclarar su mente, su cuerpo, y sobretodo su corazón.

Después de otro pequeño silencio. Suspiró con fuerza - No lo sé, tenemos mucho tiempo, podemos hacer lo que quieras. ¿Qué deseas hacer? - Y es que su mente en ese momento estaba en blanco, estaba tan nerviosa, no llegaba a la conclusión correcta de lo que podían hacer. - Lo único que quiero hacer es estar así toda la tarde - Confesó, al no estarlo viendo, y estar tan protegida en sus brazos, Doreen tenía la suficiente fuerza y valor para poder confesar ese tipo de cosas, además, con él no tenía secretos, muy en el fondo, ambos sabían que ellos no sólo tenían una simple amistad, que había más que ofrecer, más que tomar, pero que quizás eran mejor los silencios para no salir lastimados, eso era lamentable, pero muy cierto.

Movió su rostro a regañadientes, incluso de manera demasiado lenta. Primero recargó la frente con la ajena, y luego la mejilla. Sonrió sin abrir los ojos, disfrutaba de aquel olor, de aquella humedad pero sobre todo de la cercanía. Una de las manos que aferraban a Doreen al cuello del Licántropo se deslizó, pasando por el pecho bien definido de Rocamadour. Se sintió atrevida, y sus mejillas se encendieron con fuerza, mostrando un tono de rubor carmín bastante curioso. Abrió los ojos, observando como sus uñas y sus dedos se querían fusionar con el pecho de su amigo. Se mordió el labio inferior y por fin volteo a verlo. Su respiración se había agitado, era evidente todo el deseo que ambos sentía, tanto como el sentir aquel cuerpo masculino temblar en ocasiones al tenerla tan cerca.

La chica acercó su rostro un poco más. Sus labios se rozaron pero aun mantenían distancia - Rocamadour… - Susurró con emoción, con cierta excitación. La pintora sabía que de seguir así, de esa manera, podrían ocurrir demasiadas cosas, lo malo es que no sabía si era correcto, y temía hacer un paso en falso y perderlo - ¿Tienes hambre? - Susurró intentando volver a tomar la pose tranquila y tímida de siempre, para su mala suerte su cuerpo no quería dejar de sentir las caricias. Aquellas manos grandes y cálidas se amoldaban con perfección al hermoso cuerpo de la joven. Sin poder evitarlo, la chica soltó una especie de jadeo placentero, y sus labios se deslizaron hasta aquel mentón, evitando besarlo, porque de hacerlo, no pararía.

"No, no por favor, no te separes, quédate aquí, quédate a mi lado, acaríciame". La chica cerró los ojos con fuerza, con frustración cuando Rocamadour por fin se había separado. Pegó su cabeza en la roca, y se refugió ahí, incluso quiso esconderse bajo las aguas, hacer que el lago la tragará, su cuerpo temblaba de deseo por él, estaba ardiendo, de una manera que poco conocía en ella, incluso se sentía deseada, hermosa, y atractiva, como pocas veces. Se mordió con fuerza el labio inferior, jadeó con suavidad, y tomó varias bocanas de aire para intentar calmar el hambre de su cuerpo hacía él. Soltó una risita incomoda, y se volteó a verlo. Asintió repetidas veces cuando le indicó que si deseaba comer.

- Entonces te daré algo de comida - Le susurró suavemente, mientras su cuerpo temblaba ahora de manera más tenue. Tomó su mano, y cuando salió a la superficie su lobuno amigo, ella alzó las manos para que la ayudará a salir. El agua comenzó a caer por su delicada y hermosa figura. No sintió pena en está ocasión, a pesar de que su cuerpo se había erizado, le importó poco su la veía completamente empapada, en el agua estaban juntos, sintiendo el calor emanar de su piel ¿Qué más importaba? - ¿Una ninfa terrestre? No creo poder ser algo tan hermoso, no lo creo porque como sirena no puedo seducir al invasor de las aguas - Se ruborizó, y entonces se dio cuenta de lo descarada que estaba siendo.

Doreen había visualizado la canasta con los alimentos que había llevado aquel día. Se hincó en la manta del suelo, y comenzó a sacar primero las frutas, y luego los panes, el queso, y pequeñas vasijas dónde había dejado carne cocida, poco a poco la dejó de manera ordenada, y al final sacó el vino y un poco de agua fresca. Tomó un plato y sirvió una gran porción de todo hasta dejarlo en las manos de su amigo, y ella no deseó en ese momento alimentarse, simplemente deseaba cerrar los ojos y pasar ese trago amargo de hace unos momentos. De hecho lo hizo. Se recostó en la manta que habían puesto, miro el cielo despejado, y luego cerró los ojos, esperando a que el comiera, y entonces escuchó sus palabras.

- Pensé que te entretenían bastante bien en París, todos esos amigos de los que me hablas, y dices eso… - Soltó una risa amarga. - ¿Acaso no lo ves? No puedo estar mucho tiempo sin verte, y esa noticia no es grata - Se recargó en sus hombros, volteando a verlo, suspirando un poco. - ¿Quieres dejarme? ¿Por eso te vas? ¿Te molesto mucho? - Volvía a ser la misma, con esa inseguridad latente todo el tiempo, quiso abrazarlo, pedirle que se quedara, que no se marchara, pero ya la había rechazado momentos atrás en el agua, eso le había dejado en claro lo poco importante que quizás podría ser para él - ¿Quieres que vaya? - Sus ojos se abrieron con sorpresa, y tragó saliva, pero esta vez cambio de posición, se sentó en posición de flor de loto frente a él.

- Desearía poder ir contigo Rock - Susurró, desvió la mirada, y su cuerpo tembló a causa del frío que comenzaba a sentir. - Pero no puedo estar mucho tiempo cerca de ti aunque te extrañe - Se mordió el labio inferior con fuerza - Deseo que me acaricies - Su voz se entrecortó por lo que estaba diciendo - Si supieras todo lo que deseo sentir contigo - Se puso de pie, la luz del sol se adentraba en sus prendas húmedas, y dejaba ver su silueta de forma bastante deseable - Pero me daría mucho miedo volver a sentirme rechazada por ti, y también que al lugar a dónde podríamos ir juntos me dejes una noche por ir a buscar algo que conmigo no buscas, o no deseas tener - Su cuerpo avanzó un poco, intentando estar lo más lejos posible de la mira del licántropo, se sentía desnuda, y no precisamente físicamente, más bien del alma. Carraspeó, se sentó en la orilla del lago metiendo las piernas - Te deseo un buen viaje, seguro lo disfrutarás, amigo mío - Ni siquiera volteo a verlo, ¡Claro que le deseaba el bien! pero había desnudado su alma, y había dicho cosas que nunca, ni en sus sueños más íntimos había hecho.