AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
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En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
«No se puede llegar a ser alguien valioso sin antes haberlo pasado mal».
Un recipiente de latón con un poco de agua y un pedazo de pan le fueron dejados fuera de su celda, ese era todo el alimento que se le daba tanto a Ichabod como al resto de los prisioneros que había en el calabozo. En ocasiones lo comía, cuando sentía que el hambre le carcomía las entrañas, pero en ocasiones –como esta- ni siquiera se tomaba la molestia de mirarlos. No era mucho el tiempo que llevaba ahí encerrado, pero sí el suficiente para notar que estaba delgado; era visible que había perdido varios kilos ya que en los laterales de su abdomen podían notarse con más claridad parte de las costillas que se hundían levemente cada que respiraba. También se le podía notar demacrado, con la piel áspera y sucia a causa de la nula higiene del lugar y de la absoluta negación para que pudiera asesarse a si mismo; sus ojos azules estaban vidriosos y opacos, dando más la impresión de ser dos canicas inanimadas incrustadas en una calavera.
Cuando escuchó la puerta de metal cerrarse a lo lejos, signo de que el guardia se había ido, se recostó delado sobre el piso y permaneció así, con los ojos abiertos, respirando por la boca, concentrado en uno de los muchos barrotes de metal oxidado que conformaban su celda y que lo privaban de su libertad. El destino lo había alcanzado y había corrido con la misma suerte que sus padres y hermana: había sido condenado por su naturaleza, esa que él nunca había pedido poseer pero que tampoco renegaba de ella. Ichabod no hacía nada para liberarse, había aceptado su destino, la muerte a la que le habían condenado y no podía dejar de sentirse extrañado por el hecho de que estuvieran prolongando tanto ese momento. Por supuesto que él no deseaba morir, pero no les daría el gusto de suplicar para ser absuelto, no negaría su origen, sus habilidades y todo lo que había hecho, todo de lo que se le acusaba porque todo era verdad; aún podía escuchar entre sueños la voz de su madre advirtiéndole a su hermana Mirtha que no suplicara, que se comportara como una Stein y aceptara su destino cuando ambas eran quemadas frente a los ojos de un Ichabod de apenas escasa edad. Ese era el principal temor de Ichabod cada vez que cerraba los ojos: soñar con la tétrica y desgarradora escena una y otra vez. También en ocasiones soñaba con Anouk, esa muchachita a la que había rescatado de las garras de un cretino que no había hecho más que maltratarla; la preocupación de saber que había quedado nuevamente sola y desprotegida le carcomía el alma, para él no era más que una pobre chiquilla que no se merecía la vida que le había tocado vivir, y ahora que él no estaba no sabía que sería de ella.
Se resistió pero finalmente sus párpados se tornaron pesados y cayeron, hundiéndolo en la negrura de aquel sitio. Perdió el conocimiento y se hundió en el tenue sonido de la nada y la inconciencia que le regaló un poco de paz en medio de todo su tormento.
Se olvidó de todo, de absolutamente todo.
***
Un sonido abruto lo despertó media hora después. Abrió los ojos de golpe sin entender que ocurría, donde estaba o de donde había provenido ese sonido y cuando se incorporó hasta quedar sentado observó a todos lados pero sólo encontró más de ese negro que lo cubría todo. Con dificultad a causa de lo adolorido que tenía el cuerpo –gracias a los golpes recibidos de parte de los guardias- logró ponerse de pie; pisó el plato de latón con agua y el pan que había empezado a llenarse de hormigas cuando se acercó a los barrotes para intentar ver de quien se trataba. Nunca habría hecho de haber sabido que se trataba de un simple guardia, él sabía que no era así, sentía la presencia de uno de los suyos.
— ¿Quién está ahí? — Preguntó sin alzar demasiado la voz para no despertar a los demás prisioneros y causar un alboroto. Esperó pero nadie respondió a su pregunta, cosa que le hizo pensar que quizás se lo había imaginado todo, que tal vez su instinto había fallado a causa del cansancio y el hambre que tenía. Volvió a su sitio, no sin antes girarse en dos ocasiones y se recostó una vez más sobre el piso frío, deseando haber tenido algo con que calentar un poco su cuerpo.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
Habían bastado solo dos semanas para que ella supiera todo los detalles de Paris. Las personas, las familias, las actividades trascendentes, las que no importaban, pero lo que más le importaba ahora era tener bajo su mando a los mejores. Axel había mandado por ella exactamente ese tiempo atrás, necesitaba que estuviera atenta a actividades asignadas por la corona, actividades que nadie podía saber, que eran estrictamente secretas, donde vidas de por medio habrían y que en realidad no le importaban a no ser que fueran las de Charles, su primo. Se alojaba en una mansión a las afueras de la ciudad, donde sabía y estaba completamente segura que nadie llegaría a importunarla, y sobre todo nadie sospecharía sobre sus practicas relacionadas con la brujería, y sobre los experimentos que hacía tanto con humanos, como con criaturas de la noche. Una mujer que poseía una gran belleza, de inteligencia notoria, y corazón frío como una piedra. Quienes tenían la fortuna o desgracia de conocerla sabían bien que respeto era lo mínimo que debían ofrecerle, que cualquier incomodad o enojo no se tentaría en arrebatar su vida, y dependiendo del grado de fastidioso podía torturarte o darte el privilegio de matarte sin remordimientos, incluso sin parpadeo alguno. Angelique no jugaba, ella vivía la maldad, ella misma sabía que dentro de su ser se albergaban poderes (o habilidades) tan oscuras que era mejor saber manejarlas. Los hoyos negros suelen consumir lo que hay a su alrededor, quizás ella poseía uno en su pecho.
Sus ojos se movían delineando un paquete de hojas, frente a ellas se encontraba un nombre perfectamente trazado, conocía aquel apellido, no solo por lo que la gente decía, porque aquel hombre se había hecho de una fama peculiar, había conocido a su madre, incluso aquella mujer quemaba había hecho trabajos para ella. Angelique tenía más edad de la que aparentaba, la conservación de su juventud se debía a eso mismo, sus habilidades. Con delicadeza, quitó cordón que mantenía perfectamente apiladas aquellas hojas. Primero encontró un retrato del susodicho, después una pequeña reseña de su trágica vida. La joven bufó. Poco a poco se fue adentrando hasta conocer las habilidades que el hombre tenía, sus debilidades, sus hobbies, su manera de mantenerse… todo estaba escrito en aquellas hojas. La mujer no pudo negar lo atractivo del caballero, quizás disfrutaría más de él de lo que se imaginaba, sin embargo primero garantizar que tendría poder absoluto sobre él. Ichabod estaba maldito desde que la rubia había puesto su interés en él. Si se negaba a servirle tendría dos opciones, amenazarle o matarlo, pero su muerte sería la peor de las torturas, y Angelique sabía como impartirlas, además hace tiempo no lo hacía con sus propias manos, le hacía falta volver a hacerlo, no perder la practica.
El día anterior había encerrado en sus calabozos personales a un hombre que tenía las mismas características de su brujo. Lo habían amarrado y amordazado, lo necesitaba para poder liberar a aquel hombre. El llegar a la bastilla en Versalles era bastante fácil, siendo una persona de la realeza nadie dudaría de ella, y si lo hacían también tendrían problemas. ¿Quién osaba en contradecir a un miembro tan importante del país? Bajar a los calabozos fue demasiado sencillo, se había hecho una pequeña pelea en la plaza, seguidores de la bruja habían montado una pelea para distraer a los custodios, con el paso libre, la mujer fue escoltada por dos hombres, y otros dos que llevaban entre sus forcejeos a aquel chivo expiatorio, habían sembrado en los archivos otro nombre, Ichabod ya no tendría problema alguno con la justicia, a menos claro que se negara a las cosas, pero estaba segura que no se negaría. - Cállate brujo - La voz de la mujer retumbó en los calabozos con fuerza, sin importar que fuera descubierta, su cuerpo era cubierto por una túnica negra, su rostro no se podría ver por la capucha que lo cubría - Muévete - Le ordenó mientras adentraba las llaves de la celda y abría la puerta oxidada del calabozo, esta rechinó un poco pero al final se abrió por completo - Vendrás conmigo, me deberás tú vida, serás mío - Le indicó sin miramientos, sin titubear, dejaba en claro las cosas, la que mandaba era ella. Mientras sus dos custodios tomaban con fuerza de los brazos a Ichabod para se se levantara, desamarraron por completo al nuevo criminal arrojándolo con fuerza al calabozo - Disfrutas tus últimos días - Le guiño un ojo, su sonrisa orgullosa y soberbia se plasmo en su rostro mientras cerraba el calabozo con fuerza, y salía de aquel lugar, se escucharon los gritos de suplica del hombre. Música para los oídos de nuestra anfitriona.
Los fieles a la bruja estaban listos para darle una buena paliza al hombre si hacía un escándalo. - ¿Conoces a una niña pelirroja? Si, creo que la recuerdas, está en tú cabaña, deberías verla lo aterrada que está, apenas y come lo poco que le has dejado en las alacenas, y se pregunta ¿Por qué la dejaste? Sino me obedeces quizás la mate frente a ti… Y después termine contigo ¿Estás dispuesto a hacer que muera? ¿Quién es ella? ¿Tú hija? ¿Tú hermana? Ah no, está última murió quemada… - Angelique aun no se había descubierto la cara, de hecho ni siquiera se había presentado ante él. ¿Era necesario? - Tus habilidades me sirven, y las necesito para mi beneficio… - Volvió a decir mientras se acomodaba en el asiento del carruaje, a él lo habían colocado frente a ella, sin soltarle - ¿Qué deseas Ichabod? Tú madre siempre estuvo dispuesta a darme lo que deseara, seguro no piensas hacer que se sienta decepcionada. - La luz de la luna iluminó por completo aquel carruaje, cuando ya estaba a una distancia prudente, Angelique dejó caer la túnica por completo hasta exponer su bello rostro. Le sonreía como si se tratara de una niña que acababa de realizar una buena travesura. - Habla, no te quedes callado… ¡No seas tímido, no muerdo! - La voz de la bruja apenas y sonaba alterada, estaba tan tranquila, las cosas siempre le salían bien, las cosas siempre eran como ella decía, no había más.
Sus ojos se movían delineando un paquete de hojas, frente a ellas se encontraba un nombre perfectamente trazado, conocía aquel apellido, no solo por lo que la gente decía, porque aquel hombre se había hecho de una fama peculiar, había conocido a su madre, incluso aquella mujer quemaba había hecho trabajos para ella. Angelique tenía más edad de la que aparentaba, la conservación de su juventud se debía a eso mismo, sus habilidades. Con delicadeza, quitó cordón que mantenía perfectamente apiladas aquellas hojas. Primero encontró un retrato del susodicho, después una pequeña reseña de su trágica vida. La joven bufó. Poco a poco se fue adentrando hasta conocer las habilidades que el hombre tenía, sus debilidades, sus hobbies, su manera de mantenerse… todo estaba escrito en aquellas hojas. La mujer no pudo negar lo atractivo del caballero, quizás disfrutaría más de él de lo que se imaginaba, sin embargo primero garantizar que tendría poder absoluto sobre él. Ichabod estaba maldito desde que la rubia había puesto su interés en él. Si se negaba a servirle tendría dos opciones, amenazarle o matarlo, pero su muerte sería la peor de las torturas, y Angelique sabía como impartirlas, además hace tiempo no lo hacía con sus propias manos, le hacía falta volver a hacerlo, no perder la practica.
El día anterior había encerrado en sus calabozos personales a un hombre que tenía las mismas características de su brujo. Lo habían amarrado y amordazado, lo necesitaba para poder liberar a aquel hombre. El llegar a la bastilla en Versalles era bastante fácil, siendo una persona de la realeza nadie dudaría de ella, y si lo hacían también tendrían problemas. ¿Quién osaba en contradecir a un miembro tan importante del país? Bajar a los calabozos fue demasiado sencillo, se había hecho una pequeña pelea en la plaza, seguidores de la bruja habían montado una pelea para distraer a los custodios, con el paso libre, la mujer fue escoltada por dos hombres, y otros dos que llevaban entre sus forcejeos a aquel chivo expiatorio, habían sembrado en los archivos otro nombre, Ichabod ya no tendría problema alguno con la justicia, a menos claro que se negara a las cosas, pero estaba segura que no se negaría. - Cállate brujo - La voz de la mujer retumbó en los calabozos con fuerza, sin importar que fuera descubierta, su cuerpo era cubierto por una túnica negra, su rostro no se podría ver por la capucha que lo cubría - Muévete - Le ordenó mientras adentraba las llaves de la celda y abría la puerta oxidada del calabozo, esta rechinó un poco pero al final se abrió por completo - Vendrás conmigo, me deberás tú vida, serás mío - Le indicó sin miramientos, sin titubear, dejaba en claro las cosas, la que mandaba era ella. Mientras sus dos custodios tomaban con fuerza de los brazos a Ichabod para se se levantara, desamarraron por completo al nuevo criminal arrojándolo con fuerza al calabozo - Disfrutas tus últimos días - Le guiño un ojo, su sonrisa orgullosa y soberbia se plasmo en su rostro mientras cerraba el calabozo con fuerza, y salía de aquel lugar, se escucharon los gritos de suplica del hombre. Música para los oídos de nuestra anfitriona.
Los fieles a la bruja estaban listos para darle una buena paliza al hombre si hacía un escándalo. - ¿Conoces a una niña pelirroja? Si, creo que la recuerdas, está en tú cabaña, deberías verla lo aterrada que está, apenas y come lo poco que le has dejado en las alacenas, y se pregunta ¿Por qué la dejaste? Sino me obedeces quizás la mate frente a ti… Y después termine contigo ¿Estás dispuesto a hacer que muera? ¿Quién es ella? ¿Tú hija? ¿Tú hermana? Ah no, está última murió quemada… - Angelique aun no se había descubierto la cara, de hecho ni siquiera se había presentado ante él. ¿Era necesario? - Tus habilidades me sirven, y las necesito para mi beneficio… - Volvió a decir mientras se acomodaba en el asiento del carruaje, a él lo habían colocado frente a ella, sin soltarle - ¿Qué deseas Ichabod? Tú madre siempre estuvo dispuesta a darme lo que deseara, seguro no piensas hacer que se sienta decepcionada. - La luz de la luna iluminó por completo aquel carruaje, cuando ya estaba a una distancia prudente, Angelique dejó caer la túnica por completo hasta exponer su bello rostro. Le sonreía como si se tratara de una niña que acababa de realizar una buena travesura. - Habla, no te quedes callado… ¡No seas tímido, no muerdo! - La voz de la bruja apenas y sonaba alterada, estaba tan tranquila, las cosas siempre le salían bien, las cosas siempre eran como ella decía, no había más.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
Fue imposible volver a cerrar los ojos después de aquello. Ichabod se mantuvo despierto, con la vista fija en el sitio exacto donde le había parecido escuchar aquella voz y sentido esa presencia que le resultaba difícil ignorar. Ya no pudo gozar más de esa aparente paz, en segundos una ola de ruidos se dejaron escuchar. Ichabod se levantó abruptamente cuando volvió a escuchar aquella voz, esta vez más cerca; escuchó también las fuertes pisadas de dos o tres personas que parecían conducirse a tropezones pero bastaron apenas unos segundos para darse cuenta de que el único que avanzaba de esa manera era el hombre al que le obligaban a marchar hasta su celda. La luz que desprendía el fuego de la antorcha que uno de los guardias sostenía en una de sus manos fue lo único que logró hacer que el visualizara todo a la perfección: el momento en que una persona completamente cubierta con una túnica negra abría la reja oxidada de su celda, como los guardias introducían al sitio al hombre con mirada aterrada y de apariencia todavía más andrajosa y delgada que la de él. La mente de Ichabod se quedó en blanco, las cosas habían sucedido tan rápido, sin darle la mínima posibilidad de meditar lo que ocurría hasta lograr comprenderlo; pero Ichabod, que había sido siempre un hombre de gran inteligencia, ató cabos en segundos. Ignoró las palabras de aquella mujer que permanecía oculta entre sus ropas oscuras, no era necesario verle el rostro para asegurar de que no se trataba de un hombre, su voz la delataba; era una voz melodiosa pero áspera y fría, como la rosa que es bella pero que te espina y te hace sangrar.
Los dos guardias se acercaron a él al mismo tiempo, dedicándole una mirada fría, indescifrable, y probablemente se debía a que en el fondo se lamentaban de tener que liberarlo, pero era obvio que las órdenes de aquella mujer valían más que su indignación o sus deseos. Los hombres se colocaron a sus costados y los dos lo sujetaron de los brazos, obligándolo a ponerse de pie de una manera poco amable. Ichabod se resistió, le bastó sentir las manos de aquellos hombres sobre sus brazos para terminar de reaccionar por completo ante lo que estaba pasando; se retorció y se negó a cooperar, a abandonar la celda como si ya estuviera enamorado de ella, como si nadie lo esperara afuera o no tuviera algo pendiente por hacer, excepto morir en la horca como le había sido sentenciado. Pero no era que Ichabod deseara permanecer allí, era que no deseaba cumplir lo que aquella mujer le había sentenciado: deberle su vida. No le interesaba saber de quien se trataba, fuera quien fuera se negaba a complacer sus peticiones, no cuando le habían sido dadas de aquella manera, como una orden, como si no importara lo que él pensaba al respecto.
Gruñó en más de una ocasión mientras era literalmente arrastrado hacia el exterior de su celda y ejerció toda la fuerza que tenía a pesar de lo mal comido que estaba. Logró zafarse de uno de los hombres haciéndolo caer de nalgas sobre el piso húmedo del calabozo.
— Hijo de puta. — Murmuró el hombre desde el piso para después levantarse y propinarle a Ichabod un duro golpe en el rostro, tan fuerte que era seguro que más tarde se volvería morado. El rostro de Ichabod se giró hacia un lado a causa del impacto del puñetazo. El guardia sonrió complacido. — A ver si así aprendes a respetar a tus mayores. — Sentenció, pero en lugar de mantenerse sumiso Ichabod reunió una gran cantidad de saliva en su garganta y le escupió en la cara en señal del asco que le provocaba aquel hombre que no dudo en propinarle un nuevo golpe luego de aquella acción. El hombre sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiar el escupitajo de su cara y cuando Ichabod volvió a mirarlo se dio cuenta de la sangre que brotaba de su nariz dando por hecho que se la había roto. — Rápido, quiero que este bastardo esté fuera de mi vista lo antes posible o lo mataré con mis propias manos. — Aseguró a su compañero y volviendo a tomarlo del brazo juntos lo condujeron hasta la salida donde un carruaje ya aguardaba, donde la mujer de la capucha ya estaba sentada, esperando. Fue inútil que Ichabod intentara resistirse, dos hombres corpulentos y fuertes podían mas que él. Cuando menos lo esperó ya estaba sentado frente a aquella persona a quien miró con la nariz llena de sangre, su ojo azul muy abierto y el otro a medio cerrar a causa del golpe.
— No menciones a mi madre, maldita víbora.— Advirtió con voz ronca y amenazante cuando la mujer empezó a hablar de su familia, de Anouk, de todo lo que haría si él no obedecía a sus órdenes. La miró con desprecio, aún cuando ella se bajó la capucha dejando a la vista su imponente belleza. No importaba que fuera hermosa, todo lo que provocaba en él era asco. La apariencia de la mujer era absolutamente contrastante, mostraba una sonrisa tan encantadora como ponzoñosa, y su mirada, era vil, fría, completamente atemorizante para aquel que supiera de qué eran capaces los brujos cuando se lo proponían y cuando eran tan buenos en con sus habilidades. Ichabod no volvió a hablar, se limitó a mirarla casi sin pestañear, devolviéndole una mirada de desprecio. Durante el trayecto pensó en Anouk y se sintió muy mal al imaginarla en la situación que la bruja acababa de describir, deseó verla y saber que estaba bien, imploró porque no le hubiera hecho nada. Quiso hablar y dejarle claro a esa mujer que nada de lo que acababa de pedir sería cumplido, pero se limitó a seguir mudo para darle la contra, hecho que a la larga sería contraproducente tanto para él como para Anouk pues mientras más la desobedeciera más la haría molestar y eso no le convenía pero tampoco le tenía miedo. El miedo era algo que Ichabod no solía sentir, tal parecía que con el paso de los años y los terribles sucesos en su vida –especialmente en la infancia- lo habían hecho inmune, o tal vez era que sabía disimular muy bien.
Esperó con impaciencia a que el carruaje se detuviera y saber qué era exactamente lo que aquella mujer quería de él, se moría de ganas por saberlo para negarse y acabar de una vez por todas con aquello.
Los dos guardias se acercaron a él al mismo tiempo, dedicándole una mirada fría, indescifrable, y probablemente se debía a que en el fondo se lamentaban de tener que liberarlo, pero era obvio que las órdenes de aquella mujer valían más que su indignación o sus deseos. Los hombres se colocaron a sus costados y los dos lo sujetaron de los brazos, obligándolo a ponerse de pie de una manera poco amable. Ichabod se resistió, le bastó sentir las manos de aquellos hombres sobre sus brazos para terminar de reaccionar por completo ante lo que estaba pasando; se retorció y se negó a cooperar, a abandonar la celda como si ya estuviera enamorado de ella, como si nadie lo esperara afuera o no tuviera algo pendiente por hacer, excepto morir en la horca como le había sido sentenciado. Pero no era que Ichabod deseara permanecer allí, era que no deseaba cumplir lo que aquella mujer le había sentenciado: deberle su vida. No le interesaba saber de quien se trataba, fuera quien fuera se negaba a complacer sus peticiones, no cuando le habían sido dadas de aquella manera, como una orden, como si no importara lo que él pensaba al respecto.
Gruñó en más de una ocasión mientras era literalmente arrastrado hacia el exterior de su celda y ejerció toda la fuerza que tenía a pesar de lo mal comido que estaba. Logró zafarse de uno de los hombres haciéndolo caer de nalgas sobre el piso húmedo del calabozo.
— Hijo de puta. — Murmuró el hombre desde el piso para después levantarse y propinarle a Ichabod un duro golpe en el rostro, tan fuerte que era seguro que más tarde se volvería morado. El rostro de Ichabod se giró hacia un lado a causa del impacto del puñetazo. El guardia sonrió complacido. — A ver si así aprendes a respetar a tus mayores. — Sentenció, pero en lugar de mantenerse sumiso Ichabod reunió una gran cantidad de saliva en su garganta y le escupió en la cara en señal del asco que le provocaba aquel hombre que no dudo en propinarle un nuevo golpe luego de aquella acción. El hombre sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiar el escupitajo de su cara y cuando Ichabod volvió a mirarlo se dio cuenta de la sangre que brotaba de su nariz dando por hecho que se la había roto. — Rápido, quiero que este bastardo esté fuera de mi vista lo antes posible o lo mataré con mis propias manos. — Aseguró a su compañero y volviendo a tomarlo del brazo juntos lo condujeron hasta la salida donde un carruaje ya aguardaba, donde la mujer de la capucha ya estaba sentada, esperando. Fue inútil que Ichabod intentara resistirse, dos hombres corpulentos y fuertes podían mas que él. Cuando menos lo esperó ya estaba sentado frente a aquella persona a quien miró con la nariz llena de sangre, su ojo azul muy abierto y el otro a medio cerrar a causa del golpe.
— No menciones a mi madre, maldita víbora.— Advirtió con voz ronca y amenazante cuando la mujer empezó a hablar de su familia, de Anouk, de todo lo que haría si él no obedecía a sus órdenes. La miró con desprecio, aún cuando ella se bajó la capucha dejando a la vista su imponente belleza. No importaba que fuera hermosa, todo lo que provocaba en él era asco. La apariencia de la mujer era absolutamente contrastante, mostraba una sonrisa tan encantadora como ponzoñosa, y su mirada, era vil, fría, completamente atemorizante para aquel que supiera de qué eran capaces los brujos cuando se lo proponían y cuando eran tan buenos en con sus habilidades. Ichabod no volvió a hablar, se limitó a mirarla casi sin pestañear, devolviéndole una mirada de desprecio. Durante el trayecto pensó en Anouk y se sintió muy mal al imaginarla en la situación que la bruja acababa de describir, deseó verla y saber que estaba bien, imploró porque no le hubiera hecho nada. Quiso hablar y dejarle claro a esa mujer que nada de lo que acababa de pedir sería cumplido, pero se limitó a seguir mudo para darle la contra, hecho que a la larga sería contraproducente tanto para él como para Anouk pues mientras más la desobedeciera más la haría molestar y eso no le convenía pero tampoco le tenía miedo. El miedo era algo que Ichabod no solía sentir, tal parecía que con el paso de los años y los terribles sucesos en su vida –especialmente en la infancia- lo habían hecho inmune, o tal vez era que sabía disimular muy bien.
Esperó con impaciencia a que el carruaje se detuviera y saber qué era exactamente lo que aquella mujer quería de él, se moría de ganas por saberlo para negarse y acabar de una vez por todas con aquello.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 29/02/2012
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
La sonrisa fría y sobretodo descarada de la bruja no se borraba de su rostro cincelado, ver las expresiones que aquel hombre la complacían de una manera muy grande, de haber aceptado lo que ella ordenaba rápidamente se hubiera decepcionado, sus padres habían sido maltratados de maneras inimaginables y aun así no habían aceptado. Angelique había tomado otras medidas con ellos, su amenaza se había trasladado hasta sus hijos, incluso el desobedecerle en una misión importante había influido mucho para que terminaran muertas tanto la hermana como la madre de Ichabod. A la rubia nadie le decía que no, nadie se negaba a contradecir sus deseos, de hacerlo las consecuencias serían tan graves no solo en tu persona, primero existiría dolor a su alrededor, uno que incluso calaría hasta los huesos y al final la muerte más tortuosa a tu persona, Si alguien no se andaba con rodeos era ella, solo ella. Ver que aquel hombre ponía resistencia le hacía más divertidas las cosas, lamentablemente para él, la bruja ya había perfeccionado sus habilidades, incrementado su poder (no solo en la hechicería, también abusando de los privilegios que le daba su cargo), y sabía perfectamente como hacer de un momento a otro que accedieran a sus caprichos. Una bruja nata que aprovechaba sus habilidades antes de temerles (debido a las acusaciones y a la horca) llegaba a dejar una huella de sangre que jamás se borraría, y que quedaría el los recuerdos no solo de está generación, también de las futuras, y ese era uno de sus planes: Recibir halagos, recibir la gloria de los gritos provenientes de las masas, a la buena o a la fuerza.
Y aunque pareciera que Angelique era la peor de las calañas tenía formas a la hora de trabajar que no permitía se cruzaran. - Dale un poco de poder a un muerto de hambre, y ocurre esto - Se refería obviamente al hombre que acababa de golpear en la cara a Ichabod - Te dije que no lo lastimarás - Sin ni siquiera pensarlo más de dos segundos sacó de entre sus ropajes un arma, pequeña pero con un peso considerable, como se había mencionado antes las cosas se hacen como ella lo dice, sin romper un mínimo detalle. Su brazo se alzó con total rapidez a la altura de la frente de su trabajador, antes que pudiera suplicarle presionó el gatillo haciendo que una de las balas le atravesara la cabeza. El otro de sus trabajadores la volteo a ver horrorizado - Arrójalo fuera del carruaje - Le ordenó volviendo a guardar su arma, tomó un pequeño pañuelo blanco de una canasta que estaba a su lado y se limpió el rostro. Por unos momentos el silencio reinó, hasta que el cuerpo sin vida había sido arrojado en la oscuridad del bosque, dejó de nuevo el pañuelo ahora con tintes rojos en la cesta. El carruaje se detuvo por completo. El mentón de la bruja se alzó solo escasos centímetros, solo eso bastó para que el chofer y el hombre que se encontraba alado de este dieran un brinco fuera del carruaje - Seguramente reconoces este lugar - Una risa burlona se escapó de los labios de la rubia, se encontraban frente a una cabaña que apenas reflejaba una pequeña luz, esta solo se podía notar si tenías buena vista y ponías mucha atención. Era la cabaña de Ichabod.
Los hombres comenzaron a caminar con rapidez a la cabaña, sus rostros sonrientes dejaban en evidencia el placer que les daba su siguiente trabajo. - Observa Ichabod, observa de lo que pueden ser capaces sino me haces caso, observa como te tengo en mi poder - Aquellos hombres corpulentos azotaron con fuerza la puerta de la cabaña, estuvieron a punto de tirarla cuando una pequeña figura de cabellos rojos se asomó. El rostro de Anouk ya se veía bastante deshinchado de los golpes que había recibido cuando vivía con Hugo, sin embargo no imaginaba lo que estaba a punto de pasar. El chofer ni siquiera dijo una palabra, le propinó una fuerte cachetada haciendo que la niña cayera al suelo. Su mirada estaba aun en la marea perfectamente cortada de la entrada, se podía observar como escupía un liquido oscuro, o al menos se notaba oscuro por la noche. Anouk escupía sangre. Así como había propinado la cachetada, se adentró a la cabaña encendiendo todas las lamparas de aceite, y el otro de los hombres tomaba el cuerpo de la niña adentrándola a la casa. Se había dado instrucciones de solo darle aquel golpe para espantar al brujo, no podían hacerle más, la tendrían encerrada en un cuarto y le darían el alimento necesario pero eso Ichabod no lo sabía, no lo sabía.
La escena se había terminado, la mirada burlona, fría y mezquina de la bruja estaba centrada en Ichabod, antes de esperar alguna reacción negativa y violenta de su parte ya había desenfundado de nueva cuenta su arma, dispuesta a disparar si era necesario. Se aclaró la garganta antes de comenzar a hablar - ¿Y bien? ¿Aun te niegas a obedecer? Si te hace falta otro incentivo puedo traerla frente a ti, que sepa que por ti esta sufriendo más de lo que sufría antes - A Angelique nada se le iba de las manos, tuvo que investigar con lujo de detalle cada movimiento que el brujo hacía, incluso como aquella niña, que hacía pasar por un pequeño hermanito, había llegado hasta su vida. - Bien - Para ella al no existir un no de por medio siguió hablando - Deberás ser muy cuidadoso Ichabod, sé que eres el mejor en tu rama, incluso puedes llegar a tener tanto conocimiento como el mío, puede… - Se burlo, nadie podría tener tales conocimientos - Sin embargo yo no me mancho las manos, pero tú debes hacerlo aunque no te parezca. En Versalles hay un traidor, alguien que le está llenando la cabeza a la corte de tonterías, quiere manchar mi nombre, y también quiere que caiga la corona, debes matarlo a él, serás su amigo, serás su sirviente de ser necesario pero lo matarás con tus habilidades, harás que sufra como el peor de los asesinos, como el peor de las bestias, quiero su cabeza en una charola de plata, envuelta en las mejores sedas. - Hizo una pausa - La pondré con mi colección, tendrás los recursos para hacerte pasar como un hombre de bien, pero tú encomienda será realizada más tardar en dos semanas ¿Entendido? - Angelique endureció el rostro dejando en claro que cada una de sus palabras eran serias, y sobre todo debían llevarse al pie de la letra.
Y aunque pareciera que Angelique era la peor de las calañas tenía formas a la hora de trabajar que no permitía se cruzaran. - Dale un poco de poder a un muerto de hambre, y ocurre esto - Se refería obviamente al hombre que acababa de golpear en la cara a Ichabod - Te dije que no lo lastimarás - Sin ni siquiera pensarlo más de dos segundos sacó de entre sus ropajes un arma, pequeña pero con un peso considerable, como se había mencionado antes las cosas se hacen como ella lo dice, sin romper un mínimo detalle. Su brazo se alzó con total rapidez a la altura de la frente de su trabajador, antes que pudiera suplicarle presionó el gatillo haciendo que una de las balas le atravesara la cabeza. El otro de sus trabajadores la volteo a ver horrorizado - Arrójalo fuera del carruaje - Le ordenó volviendo a guardar su arma, tomó un pequeño pañuelo blanco de una canasta que estaba a su lado y se limpió el rostro. Por unos momentos el silencio reinó, hasta que el cuerpo sin vida había sido arrojado en la oscuridad del bosque, dejó de nuevo el pañuelo ahora con tintes rojos en la cesta. El carruaje se detuvo por completo. El mentón de la bruja se alzó solo escasos centímetros, solo eso bastó para que el chofer y el hombre que se encontraba alado de este dieran un brinco fuera del carruaje - Seguramente reconoces este lugar - Una risa burlona se escapó de los labios de la rubia, se encontraban frente a una cabaña que apenas reflejaba una pequeña luz, esta solo se podía notar si tenías buena vista y ponías mucha atención. Era la cabaña de Ichabod.
Los hombres comenzaron a caminar con rapidez a la cabaña, sus rostros sonrientes dejaban en evidencia el placer que les daba su siguiente trabajo. - Observa Ichabod, observa de lo que pueden ser capaces sino me haces caso, observa como te tengo en mi poder - Aquellos hombres corpulentos azotaron con fuerza la puerta de la cabaña, estuvieron a punto de tirarla cuando una pequeña figura de cabellos rojos se asomó. El rostro de Anouk ya se veía bastante deshinchado de los golpes que había recibido cuando vivía con Hugo, sin embargo no imaginaba lo que estaba a punto de pasar. El chofer ni siquiera dijo una palabra, le propinó una fuerte cachetada haciendo que la niña cayera al suelo. Su mirada estaba aun en la marea perfectamente cortada de la entrada, se podía observar como escupía un liquido oscuro, o al menos se notaba oscuro por la noche. Anouk escupía sangre. Así como había propinado la cachetada, se adentró a la cabaña encendiendo todas las lamparas de aceite, y el otro de los hombres tomaba el cuerpo de la niña adentrándola a la casa. Se había dado instrucciones de solo darle aquel golpe para espantar al brujo, no podían hacerle más, la tendrían encerrada en un cuarto y le darían el alimento necesario pero eso Ichabod no lo sabía, no lo sabía.
La escena se había terminado, la mirada burlona, fría y mezquina de la bruja estaba centrada en Ichabod, antes de esperar alguna reacción negativa y violenta de su parte ya había desenfundado de nueva cuenta su arma, dispuesta a disparar si era necesario. Se aclaró la garganta antes de comenzar a hablar - ¿Y bien? ¿Aun te niegas a obedecer? Si te hace falta otro incentivo puedo traerla frente a ti, que sepa que por ti esta sufriendo más de lo que sufría antes - A Angelique nada se le iba de las manos, tuvo que investigar con lujo de detalle cada movimiento que el brujo hacía, incluso como aquella niña, que hacía pasar por un pequeño hermanito, había llegado hasta su vida. - Bien - Para ella al no existir un no de por medio siguió hablando - Deberás ser muy cuidadoso Ichabod, sé que eres el mejor en tu rama, incluso puedes llegar a tener tanto conocimiento como el mío, puede… - Se burlo, nadie podría tener tales conocimientos - Sin embargo yo no me mancho las manos, pero tú debes hacerlo aunque no te parezca. En Versalles hay un traidor, alguien que le está llenando la cabeza a la corte de tonterías, quiere manchar mi nombre, y también quiere que caiga la corona, debes matarlo a él, serás su amigo, serás su sirviente de ser necesario pero lo matarás con tus habilidades, harás que sufra como el peor de los asesinos, como el peor de las bestias, quiero su cabeza en una charola de plata, envuelta en las mejores sedas. - Hizo una pausa - La pondré con mi colección, tendrás los recursos para hacerte pasar como un hombre de bien, pero tú encomienda será realizada más tardar en dos semanas ¿Entendido? - Angelique endureció el rostro dejando en claro que cada una de sus palabras eran serias, y sobre todo debían llevarse al pie de la letra.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
El trayecto fue un suplicio. Viajar con la expectativa lo estaba matando por dentro, aunque no lo hiciera evidente. Se mantuvo lo más sereno que le fue posible, pero cuando la bruja le disparó en las sienes al hombre que le servía y que viajaba justamente al lado de Ichabod, le fue imposible disimular el horror que le había provocado la poca sensibilidad que la hechicera tenía. Ichabod se quedó sordo por algunos instantes a causa del sonoro ruido que el arma había emitido al soltar el balazo. Cerró los ojos por instinto cuando la sangre y parte de los sesos del hombre le cayeron en el cuello y rostro. Sintió asco de la rubia que tenía enfrente. Esa no era una mujer, era el diablo en persona.
El otro hombre miró aterrado a su ama, pero obedeció al instante a sus órdenes, lanzando el cuerpo ya sin vida del que había sido el causante del golpe que Ichabod ahora tenía en el rostro. El brujo estaba seguro de que ese acto había sido una mera amenaza por parte de ella, no creía en absoluto que le hubiera disparado al hombre sólo por fastidio o porque le importara demasiado su bienestar; estaba convencido de que había sido su manera de advertirle que no debía jugar con ella, que debía obedecer a sus pedidos, a todo lo que se le ordenara, fuera lo que fuera. Y aún así, Ichabod no pensaba hacerlo. Podía ser catalogado como un idiota al jugar con fuego de la manera en la que pensaba hacerlo, pero su orgullo podía más que cualquier cosa, estaba dispuesto a morir con la frente en alto si era necesario, pero doblegarse y mostrarse sumiso, jamás.
Cuando el carruaje por fin se detuvo, Ichabod alzó la vista y miró por la ventanilla. Inmediatamente identificó el sitio donde se encontraban. La pregunta de la bruja estaba de más, por supuesto que sabía a donde le había llevado, su buena visión le permitió identificar la pequeña y humilde casita de madera que él mismo había construido con sus propias manos. Ichabod sintió que el alma se le iba a los pies cuando supo lo que ocurriría a continuación. No apartó la vista de los dos hombres que bajaron y se dirigieron hasta la puerta de la cabaña, con horror observó como tumbaban la puerta y tomaban a Anouk del cabello, como la golpeaban. Ichabod deseó darles su merecido, dejarles claro que no debían meterse con una mujer y menos con una inocente como ella, tuvo ganas de romperles la cara, de matarlos ahí mismo. Intentó ponerse de pie, zarandeándose dentro del carruaje, intentando liberarse de las mordazas que tenía en pies y manos. Desesperado se golpeó una y otra vez con los asientos, con las ventanas, pero todo fue en vano, los nudos eran demasiado fuertes para liberarse. Se quedó tirado en el piso, con la respiración agitada, jadeando de pura impotencia, el sudor le había dejado la cara y cuello humedos. Intentó evadir la mirada de la rubia por que detestaba la idea de verla sonreír y gozar con el daño que estaba ocasionando. La acababa de conocer y ya la odiaba con todas sus fuerzas. No entendía como podía ensañarse tanto con él, cuando jamás le había visto en toda su maldita vida.
— Basta. — Pronunció con dificultad, con la sangre ajena escurriéndole aún por la frente. Aunque estuvieran lejos, podía seguir escuchando como Anouk se resistía. No lo aguantaba. — ¡He dicho que basta! — Gritó desesperado, volviendo a sacudirse en el piso. Su rostro rozaba las piernas de la bruja que lo miraba con placer. Estaba gozando con su sufrimiento. Ella no pareció escucharlo e Ichabod supo lo que debía hacer si de verdad quería detener lo que estaba ocurriendo. Con todo el dolor de su alma, doblegó su orgullo, se mordió la lengua y habló, tuvo que hacerlo. — ¡Por favor, es sólo una niña! — Sus palabras olieron a suplica. Le dolía la idea de fallarle a Anouk, le había prometido que nunca nadie volvería a golpearla mientras él viviera, y le estaba fallando. — Es inocente, no tiene porque pagar por mis acciones. Si deseas castigar a alguien, aquí estoy. Anouk no tiene nada que ver en esto. — La miró desde el piso, donde con dificultad intentó incorporarse hasta lograr quedar sentado sobre el piso del carruaje. Miró a la rubia con odio, pero hizo un esfuerzo magnánimo por no demostrarlo, debía ser prudente, ahora más que nunca sabía que sus actos tenían consecuencias y que desafortunadamente no sería él quien las sufriera. Ignorando el arma con la que Angelique le apuntaba, volvió a mirar por la ventanilla y vio como los dos hombres tomaban a Anouk llevándola al interior de la casucha. Imaginó lo peor y tuvo que actuar con rapidez antes de que fuera tarde.
— Por favor, detenlos. ¡Hazlo! — Le exigió, pero la mujer continuó ignorando las suplicas, mostrando su maldita sonrisa. El brujo emitió un sonido gutural que provenía desde sus entrañas: era rabia, era demasiada rabia. Se dio por vencido, la dejó ganar. — ¡Haré lo que me pidas, maldita sea, pero déjala en paz! Haré todo, cada maldita cosa, mataré al hombre, te traeré su maldita cabeza. — A Ichabod le tenía sin cuidado que Angelique pudiera matarlo en ese instante con el arma que tenía en las manos, le importaba Anouk, solo ella. Probablemente de no haber estado involucrada la chiquilla, él habría continuado negándose a cooperar, aunque de ello dependiera su vida. — Haz que paren o te vas a arrepentir. Sabes que soy uno de los mejores, por eso me buscaste, sabes que puedo darte pelea pese a que presumas de ser mejor. No me provoques, bruja. Deja-a-Anouk-en-paz. — La retó, mirándola fijamente, sin una gota de intimidación a causa de la pistola.
El otro hombre miró aterrado a su ama, pero obedeció al instante a sus órdenes, lanzando el cuerpo ya sin vida del que había sido el causante del golpe que Ichabod ahora tenía en el rostro. El brujo estaba seguro de que ese acto había sido una mera amenaza por parte de ella, no creía en absoluto que le hubiera disparado al hombre sólo por fastidio o porque le importara demasiado su bienestar; estaba convencido de que había sido su manera de advertirle que no debía jugar con ella, que debía obedecer a sus pedidos, a todo lo que se le ordenara, fuera lo que fuera. Y aún así, Ichabod no pensaba hacerlo. Podía ser catalogado como un idiota al jugar con fuego de la manera en la que pensaba hacerlo, pero su orgullo podía más que cualquier cosa, estaba dispuesto a morir con la frente en alto si era necesario, pero doblegarse y mostrarse sumiso, jamás.
Cuando el carruaje por fin se detuvo, Ichabod alzó la vista y miró por la ventanilla. Inmediatamente identificó el sitio donde se encontraban. La pregunta de la bruja estaba de más, por supuesto que sabía a donde le había llevado, su buena visión le permitió identificar la pequeña y humilde casita de madera que él mismo había construido con sus propias manos. Ichabod sintió que el alma se le iba a los pies cuando supo lo que ocurriría a continuación. No apartó la vista de los dos hombres que bajaron y se dirigieron hasta la puerta de la cabaña, con horror observó como tumbaban la puerta y tomaban a Anouk del cabello, como la golpeaban. Ichabod deseó darles su merecido, dejarles claro que no debían meterse con una mujer y menos con una inocente como ella, tuvo ganas de romperles la cara, de matarlos ahí mismo. Intentó ponerse de pie, zarandeándose dentro del carruaje, intentando liberarse de las mordazas que tenía en pies y manos. Desesperado se golpeó una y otra vez con los asientos, con las ventanas, pero todo fue en vano, los nudos eran demasiado fuertes para liberarse. Se quedó tirado en el piso, con la respiración agitada, jadeando de pura impotencia, el sudor le había dejado la cara y cuello humedos. Intentó evadir la mirada de la rubia por que detestaba la idea de verla sonreír y gozar con el daño que estaba ocasionando. La acababa de conocer y ya la odiaba con todas sus fuerzas. No entendía como podía ensañarse tanto con él, cuando jamás le había visto en toda su maldita vida.
— Basta. — Pronunció con dificultad, con la sangre ajena escurriéndole aún por la frente. Aunque estuvieran lejos, podía seguir escuchando como Anouk se resistía. No lo aguantaba. — ¡He dicho que basta! — Gritó desesperado, volviendo a sacudirse en el piso. Su rostro rozaba las piernas de la bruja que lo miraba con placer. Estaba gozando con su sufrimiento. Ella no pareció escucharlo e Ichabod supo lo que debía hacer si de verdad quería detener lo que estaba ocurriendo. Con todo el dolor de su alma, doblegó su orgullo, se mordió la lengua y habló, tuvo que hacerlo. — ¡Por favor, es sólo una niña! — Sus palabras olieron a suplica. Le dolía la idea de fallarle a Anouk, le había prometido que nunca nadie volvería a golpearla mientras él viviera, y le estaba fallando. — Es inocente, no tiene porque pagar por mis acciones. Si deseas castigar a alguien, aquí estoy. Anouk no tiene nada que ver en esto. — La miró desde el piso, donde con dificultad intentó incorporarse hasta lograr quedar sentado sobre el piso del carruaje. Miró a la rubia con odio, pero hizo un esfuerzo magnánimo por no demostrarlo, debía ser prudente, ahora más que nunca sabía que sus actos tenían consecuencias y que desafortunadamente no sería él quien las sufriera. Ignorando el arma con la que Angelique le apuntaba, volvió a mirar por la ventanilla y vio como los dos hombres tomaban a Anouk llevándola al interior de la casucha. Imaginó lo peor y tuvo que actuar con rapidez antes de que fuera tarde.
— Por favor, detenlos. ¡Hazlo! — Le exigió, pero la mujer continuó ignorando las suplicas, mostrando su maldita sonrisa. El brujo emitió un sonido gutural que provenía desde sus entrañas: era rabia, era demasiada rabia. Se dio por vencido, la dejó ganar. — ¡Haré lo que me pidas, maldita sea, pero déjala en paz! Haré todo, cada maldita cosa, mataré al hombre, te traeré su maldita cabeza. — A Ichabod le tenía sin cuidado que Angelique pudiera matarlo en ese instante con el arma que tenía en las manos, le importaba Anouk, solo ella. Probablemente de no haber estado involucrada la chiquilla, él habría continuado negándose a cooperar, aunque de ello dependiera su vida. — Haz que paren o te vas a arrepentir. Sabes que soy uno de los mejores, por eso me buscaste, sabes que puedo darte pelea pese a que presumas de ser mejor. No me provoques, bruja. Deja-a-Anouk-en-paz. — La retó, mirándola fijamente, sin una gota de intimidación a causa de la pistola.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
El arma no dejaba de apuntar la cabeza del brujo. Ella estaba complacida, bastante contenta por la situación, incluso extasiada, pero aquello era bastante normal. Ichabod se encontraba frente a una mujer de temer, no era como aquellos que simplemente amenazaban, ella disfrutaba haciendo daño, torturando, maltratando, incluso matando a las personas, le gustaba el color rojo de la sangre manchar sus manos blancas, incluso disfrutaba aspirando el aroma que provenía de ese liquido. Era una bruja, bastante "humana" en comparación a otras criaturas, sólo por que bombeaba sangre por sus venas, por su necesidad de respirar, al descanso y alimento, por lo demás, se convencía que era la reencarnación del diablo en la tierra, y buscaría la forma de volverse inmortal, después de dejar descendencia claro, porque el legado de las brujas Delacroix debería seguir por siempre. El sonido de la voz proveniente del brujo le era bastante atrayente. Guardó silencio, dejando que suplicará que implorará, negó repetidas veces, giró su rostro, y observó por la ventanilla del carruaje - Parece que mis trabajadores se divierten. - Sonrió de manera torcida - Seria una mala jefa sino los dejará hacerlo de vez en cuando ¿No lo crees? No te aflijas, sabrán tratarla, la pequeña de alguna manera tenía que perder la virginidad ¿No lo crees? Que mejor que ahora, después puede ayudarte a salir de ese cuchitril, como cortesana podría sacar buena cantidad de monedas, no hay muchas pelirrojas - Se volteo a verlo de reojo, sabía bien que aquellas palabras lo harían enojar más, si se podía claro. Ella no había dado instrucciones al respecto, pero el brujo no lo sabía, y no tendría que saberlo.
Bajó el arma, la guardó entre el vestido y su capucha. Si Ichabod se atrevía a hacerle algo tendría grandes consecuencias, y es que ella le había dado su ubicación y propósito a alguien más, a alguien que la amaba pese a ser una despiadada bruja, y él la vengaría, además que no tenía miedo al dolor, al daño o a la muerte, nadie sabía sus puntos débiles, y de descubrirlos, terminarían muertos. Arqueó una ceja al escucharlo, suspiró, una sonrisa burlona se dibujo en su rostro - No, no te confundas, no tienes derecho a amenazarme, ¿Quieres amenazarme? Vamos, intentado, hazlo de nuevo, y no te dejaré a la pequeña, me la llevaré a casa, la tendré bajo mi poder, y seré yo quien la vuelva prostituta, haré que la destrocen varios hombres en la cama, le haría bien, tiene cara de espanto - No sería mala idea en realidad, la bruja desde hace mucho tiempo tenía ganas de crear un centro clandestino de esa rama, pero con tendencias sadomasoquistas, nada ridículo como los comunes y corrientes. - Vamos, repite que me voy a arrepentir, hazlo brujo, para que te horrorices más… - Se burló de nueva cuenta. - ¿No lo has entendido verdad? La que manda soy yo, debes de portarte bien, tengo que aprender a amaestrarte - Se relamió los labios - Tú padre lo hizo desde que mis ojos se cruzaron con los suyos, y tenían un gran pene… Lo disfrutaba, me servía mucho, y tú madre lo presenciaba ¿Quieres hacer lo mismo o tengo que obligarte? - La verdad era que, muchas veces había descubierto al padre de Ichabod mirándola de manera libidinosa, pero nunca había pasado a mayores, Angelique estaba envuelta en una maldición, y tenía un nombre tatuado en su cuerpo, pero al igual que la mentira que le había hecho sobre lo que sus trabajadores hacían con Anouk, le volvía a mentir con el tema de su padre, a fin de cuentas él no lo sabía, y sacaba provecho al respecto.
La bruja era así, utilizaba su verdad, la verdad absoluta de las cosas, y estás dos las mezclaba, las volvía mentiras que se volvían la verdad en los demás. ¿Quién podría decir lo contrario? Además, por más dolor que sintiera Ichabod, su padre estaba muerto, y no podría decir la verdad desde la tumba, él se quedaría con la idea errónea de su progenitor. - ¿Me darás también placer, Ichabod? - Se pecho se había inflado por completo, se sentía orgullosa de ser así, se sentía bien de dominar en forma violenta demostrando su poder. La mujer se movió en el carruaje, le aburría estar fuera de la acción, le aburría no torturarlo un poco más. Abrió la pequeña puerta del carruaje, y sus piernas se deslizaron, piso las pequeñas escaleras, y por fin estaba fuera, estirando su cuerpo. - Ven acá maldita sea, no estés sufriendo dentro del carruaje, ven a ver como sufre tu pequeña de cabellos rojos - No estaba para perder el tiempo, de hecho, estaba por cambiarle la jugada de las cosas, debía asegurarse de que aunque le dejara a la pequeña, debía tener en claro que podía volver por ella, aunque la escondiera en el fin del mundo, tenía grandes criaturas de otras especies bajo su poder también que podrían encontrarlos sin problema alguno. Se giró al verlo tirado sentado en el carruaje - Sino te apresuras, soy capaz de entrar a esa casa y salir solo con la cabeza de la niña en la mano ¡Apresúrate! - Le ordenó.
Angelique se sentía en el mejor de los momentos. Aprovechaba de la belleza, la habilidad, su puesto de realeza, sus conocidos, su familia, todo lo aprovechaba de ella misma para ir sembrando dolor, angustia, tristeza y miedo, todo a su beneficio. Resultaba que todo salía para bien. - Bien, te pondré a prueba brujo, veré que tan capaz eres con tal de obtener de vuelta a tú niña… - Sonrió al verlo a su lado, y se puso a caminar hacía la casita - Primero me prepararás los brebajes más tóxicos y nocivos que puedan existir en esta tierra, lo probaremos con todo tipo de animales, humanos, cambiantes, licántropos, también buscarás una forma de torturar vampiros, sé que la hallarás, no me desilusiones - Se detenía solo para verlo avanzar a su lado. Se le había desamarrado simplemente las piernas, las manos las mantenía sujetas. - Será el primer trabajo, es sencillo, pero si lo haces sin chistar podrás verla, podrás tocarla si eso deseas, después de eso te llevaré con esa persona a la que quiero sin vida - La mujer había parado frente a la puerta de la cabaña, se escuchaba el llanto, los sollozos de la pequeña Anouk, seguramente le habrían dado un par de golpes más, pobrecita, su hermoso rostro sería maltratado - Puedo entrar y decirle que tú eres el culpable, que tú los mandaste y hacerme la inocente, te odiará, y cargaras con ese odio, y sobretodo cargarás con lo que la convertiré gracias a ti ¿Estás dispuesto brujo? Sé que tienes corazón, lo acabo de comprobar, a diferencia tuya yo no tengo corazón en estás cosas, y se que mueres por abrazarla y decirle que todo está bien, accede sin chistar y te la dejo… - Estiró la mano hasta la perilla de esa puerta, girando con lentitud, esperando a que le diera alguna respuesta para saber como proceder.
Bajó el arma, la guardó entre el vestido y su capucha. Si Ichabod se atrevía a hacerle algo tendría grandes consecuencias, y es que ella le había dado su ubicación y propósito a alguien más, a alguien que la amaba pese a ser una despiadada bruja, y él la vengaría, además que no tenía miedo al dolor, al daño o a la muerte, nadie sabía sus puntos débiles, y de descubrirlos, terminarían muertos. Arqueó una ceja al escucharlo, suspiró, una sonrisa burlona se dibujo en su rostro - No, no te confundas, no tienes derecho a amenazarme, ¿Quieres amenazarme? Vamos, intentado, hazlo de nuevo, y no te dejaré a la pequeña, me la llevaré a casa, la tendré bajo mi poder, y seré yo quien la vuelva prostituta, haré que la destrocen varios hombres en la cama, le haría bien, tiene cara de espanto - No sería mala idea en realidad, la bruja desde hace mucho tiempo tenía ganas de crear un centro clandestino de esa rama, pero con tendencias sadomasoquistas, nada ridículo como los comunes y corrientes. - Vamos, repite que me voy a arrepentir, hazlo brujo, para que te horrorices más… - Se burló de nueva cuenta. - ¿No lo has entendido verdad? La que manda soy yo, debes de portarte bien, tengo que aprender a amaestrarte - Se relamió los labios - Tú padre lo hizo desde que mis ojos se cruzaron con los suyos, y tenían un gran pene… Lo disfrutaba, me servía mucho, y tú madre lo presenciaba ¿Quieres hacer lo mismo o tengo que obligarte? - La verdad era que, muchas veces había descubierto al padre de Ichabod mirándola de manera libidinosa, pero nunca había pasado a mayores, Angelique estaba envuelta en una maldición, y tenía un nombre tatuado en su cuerpo, pero al igual que la mentira que le había hecho sobre lo que sus trabajadores hacían con Anouk, le volvía a mentir con el tema de su padre, a fin de cuentas él no lo sabía, y sacaba provecho al respecto.
La bruja era así, utilizaba su verdad, la verdad absoluta de las cosas, y estás dos las mezclaba, las volvía mentiras que se volvían la verdad en los demás. ¿Quién podría decir lo contrario? Además, por más dolor que sintiera Ichabod, su padre estaba muerto, y no podría decir la verdad desde la tumba, él se quedaría con la idea errónea de su progenitor. - ¿Me darás también placer, Ichabod? - Se pecho se había inflado por completo, se sentía orgullosa de ser así, se sentía bien de dominar en forma violenta demostrando su poder. La mujer se movió en el carruaje, le aburría estar fuera de la acción, le aburría no torturarlo un poco más. Abrió la pequeña puerta del carruaje, y sus piernas se deslizaron, piso las pequeñas escaleras, y por fin estaba fuera, estirando su cuerpo. - Ven acá maldita sea, no estés sufriendo dentro del carruaje, ven a ver como sufre tu pequeña de cabellos rojos - No estaba para perder el tiempo, de hecho, estaba por cambiarle la jugada de las cosas, debía asegurarse de que aunque le dejara a la pequeña, debía tener en claro que podía volver por ella, aunque la escondiera en el fin del mundo, tenía grandes criaturas de otras especies bajo su poder también que podrían encontrarlos sin problema alguno. Se giró al verlo tirado sentado en el carruaje - Sino te apresuras, soy capaz de entrar a esa casa y salir solo con la cabeza de la niña en la mano ¡Apresúrate! - Le ordenó.
Angelique se sentía en el mejor de los momentos. Aprovechaba de la belleza, la habilidad, su puesto de realeza, sus conocidos, su familia, todo lo aprovechaba de ella misma para ir sembrando dolor, angustia, tristeza y miedo, todo a su beneficio. Resultaba que todo salía para bien. - Bien, te pondré a prueba brujo, veré que tan capaz eres con tal de obtener de vuelta a tú niña… - Sonrió al verlo a su lado, y se puso a caminar hacía la casita - Primero me prepararás los brebajes más tóxicos y nocivos que puedan existir en esta tierra, lo probaremos con todo tipo de animales, humanos, cambiantes, licántropos, también buscarás una forma de torturar vampiros, sé que la hallarás, no me desilusiones - Se detenía solo para verlo avanzar a su lado. Se le había desamarrado simplemente las piernas, las manos las mantenía sujetas. - Será el primer trabajo, es sencillo, pero si lo haces sin chistar podrás verla, podrás tocarla si eso deseas, después de eso te llevaré con esa persona a la que quiero sin vida - La mujer había parado frente a la puerta de la cabaña, se escuchaba el llanto, los sollozos de la pequeña Anouk, seguramente le habrían dado un par de golpes más, pobrecita, su hermoso rostro sería maltratado - Puedo entrar y decirle que tú eres el culpable, que tú los mandaste y hacerme la inocente, te odiará, y cargaras con ese odio, y sobretodo cargarás con lo que la convertiré gracias a ti ¿Estás dispuesto brujo? Sé que tienes corazón, lo acabo de comprobar, a diferencia tuya yo no tengo corazón en estás cosas, y se que mueres por abrazarla y decirle que todo está bien, accede sin chistar y te la dejo… - Estiró la mano hasta la perilla de esa puerta, girando con lentitud, esperando a que le diera alguna respuesta para saber como proceder.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
La bruja le seguía apuntando directamente a la cabeza, obligando a Ichabod a mantenerse sumiso muy a su pesar. El hechicero se mordió la lengua en más de una ocasión; le hacía sentir realmente impotente estar amenazado y no poder defenderse, y peor aún, no poder defenderla a ella, a Anouk. Escuchó con claridad los gritos y sollozos de la chiquilla dentro de la casa y le perforaron los oídos. Cada grito era similar a una estaca que se le clavaba en el corazón, bastaba ver su rostro lleno de frustración y a punto de estallar en ira en cualquier momento, para darse cuenta de lo mucho que la niña le importaba, que le hacía sufrir su sufrimiento.
Entonces desvió la vista de la rubia y optó por posar sus ojos en el borde de la ventana del carruaje. Prefería no mirarla, no presenciar esa sonrisa maldita y burlona porque sabía que seguir haciéndolo era tentar a su suerte y jugar con la vida de Anouk. Intentó relajarse, aunque le fuera casi imposible con esas imágenes en su cabeza, en las que casi podía presenciar cómo los miserables ayudantes de Angelique se divertían a costas de su niña, cómo la tomaban por la fuerza, cada uno de ellos. Cerró los ojos cuando no pudo más, y por un segundo estuvo al borde de echarse a llorar de pura rabia y pura frustración. Afortunadamente, Ichabod era un hombre fuerte, durante años se le había sometido a la tortura, a toda clase de calamidades, que era imposible que no pudiera soportar una más. También era un hombre inteligente que sabía de antemano que si quería ganar la batalla, debía guardar la compostura, cuidar sus pasos, hacerle creer a su contrincante que lo tenía en sus manos, que haría todo lo que ella quisiera y, luego, cuando menos se lo esperara, y cuando hubiera bajado la guardia, dar el gran golpe y derribarla sin darle la posibilidad de retomar el control. Eso sería lo que haría, sólo debía esperar. Esperar. Esperar.
Se obligó a sí mismo a no levantar la vista y mirar a la perra que tenía enfrente cuando ella mencionó a su padre, insinuando que él y ella habían sido amantes y que juntos se habían burlado de su madre. Era mentira, tenía que serlo, no creía capaz de algo semejante al que le había dado la vida, había jurado amor eterno a su madre y se había desvivido por proteger a su familia a toda costa. Sabía que esa víbora sólo quería hacerlo dudar, martirizarlo más de lo que ya estaba logrando hacerlo sentir. Ichabod calló, no defendió a su padre ni le expresó el asco que le causaba por atreverse a intentar manchar su nombre con una porquería tan insulsa como lo eran sus métodos; tampoco le dijo que sentía nauseas sólo de pensar en la posibilidad de acostarse con ella, que le parecía la criatura más despreciable y menos deseable sobre la faz de la tierra, que prefería cortarse el pene antes de siquiera pensar en introducirlo dentro de ella.
Cuando ella le desató los pies y le ordenó bajar del carruaje, obedeció una vez más. Pero entonces, haciendo caso omiso a lo que la bruja seguía diciendo, a las atrocidades que deseaba someterlo, bloqueó todo eso en su cabeza y se en silencio absoluto se concentró en lo que haría a continuación. Actuó como si nada ocurriese, como si se hubiera dado por vencido y le estuviera dando la absoluta victoria a Angelique, pero nadie sabía lo que se avecinaba. Con los ojos cerrados, Ichabod comenzó a murmurar unas palabras que eran difíciles de deducir, unas que parecían ser parte de otro idioma. Las pronunció incontables veces, una y otra vez, hasta que por fin dieron resultado. Uno a uno comenzaron a llegar lobos de todos los colores y tamaños. Los animales se reunieron alrededor de la cabaña y los rodearon sin que pudieran tener escapatoria alguna. Algunos de los animales aullaron fuertemente, otros mostraron sus dientes amenazantes mientras chorreaba baba de sus hocicos. La manada estaba furiosa y estaba dispuesta a defender a muerte a quien los había llamado. Bastó una mínima señal de Ichabod para que empezaran a atacar, tanto a la bruja como a sus ayudantes, que para ese entonces ya habían comenzado a salir al encuentro de su ama.
Los lobos corrieron hasta sus presas, se lanzaron con furia contra los hombres y contra Angelique. Mordieron sus brazos, sus piernas, desgarraron parte de sus ropas y la sangre manchó todos los alrededores. Ichabod, por su parte, dejó bien claro por qué lo apodaban “El señor de los lobos”, gracias a esa sorpréndete habilidad que había desarrollado con el tiempo. Aprovechó el momento del ataque de los animales y corrió hasta la cabaña, aún atado de manos, cruzó la puerta y la azotó detrás de él para luego cerrarla con candado. Luego se lanzó contra el closet que con sus propias manos había construido, uno de los muebles más grandes que tenía en su vivienda, y comenzó a empujarlo, arrastrándolo hasta la entrada y colocándolo junto a la puerta para impedir –o al menos intentarlo- que esta fuera derribada. Una vez lo hizo, buscó a Anouk y la encontró junto a la cama. Fue hasta donde la niña y rápidamente se aseguró de que estuviera bien. Ella únicamente había sido golpeada en la cara, aunque tal hecho no había logrado hacerlo sentir menos enojado. Se dirigió esta vez hasta uno de los cajones de la improvisada cocina y del fondo del mueble sacó un revolver que había estado escondiendo para alguna ocasión especial y, en definitiva, este era el momento preciso para usarlo. Fue hasta una de las ventanas y, a través del cristal, intentó espiar. Afuera todo seguía igual. Los hombres seguían luchando contra los lobos y Angelique… ¡¿Dónde estaba Angelique?!
— ¡Aléjate de la puerta y de las ventanas! — Le gritó a Anouk desde su posición. La muchacha se había levantado de la cama y estaba peligrosamente cerca de donde no debía estar. La muchacha no obedeció, se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar ante la situación tan estresante. — ¡Obedece, Anouk! — Volvió a gritar Ichabod, que no podía quitarle los ojos de encima. Al ver que ella no le hacía caso, no tuvo más remedio que correr hacia su posición y protegerla. — No es el tiempo indicado para hacer preguntas, sólo haz caso a lo que te digo. — Replicó cuando ella intentó saber qué era lo que estaba ocurriendo y por qué estaban haciéndoles eso los hombres que la habían atacado. La muchacha lo miró destrozada, con la carita húmeda a causa de las lágrimas que habían vuelto a brotar. A Ichabod le partió el alma y la abrazó en un intento de consolarla. — Ven aquí, quédate aquí conmigo, mientras estés a mi lado nada te pasará. — Prometió, pero lo cierto es que nadie sabía lo que pasaría a continuación, si los lobos serían suficiente arma para derrotar, al menos por ese día, a la despiadada bruja y a sus secuaces.
Entonces desvió la vista de la rubia y optó por posar sus ojos en el borde de la ventana del carruaje. Prefería no mirarla, no presenciar esa sonrisa maldita y burlona porque sabía que seguir haciéndolo era tentar a su suerte y jugar con la vida de Anouk. Intentó relajarse, aunque le fuera casi imposible con esas imágenes en su cabeza, en las que casi podía presenciar cómo los miserables ayudantes de Angelique se divertían a costas de su niña, cómo la tomaban por la fuerza, cada uno de ellos. Cerró los ojos cuando no pudo más, y por un segundo estuvo al borde de echarse a llorar de pura rabia y pura frustración. Afortunadamente, Ichabod era un hombre fuerte, durante años se le había sometido a la tortura, a toda clase de calamidades, que era imposible que no pudiera soportar una más. También era un hombre inteligente que sabía de antemano que si quería ganar la batalla, debía guardar la compostura, cuidar sus pasos, hacerle creer a su contrincante que lo tenía en sus manos, que haría todo lo que ella quisiera y, luego, cuando menos se lo esperara, y cuando hubiera bajado la guardia, dar el gran golpe y derribarla sin darle la posibilidad de retomar el control. Eso sería lo que haría, sólo debía esperar. Esperar. Esperar.
Se obligó a sí mismo a no levantar la vista y mirar a la perra que tenía enfrente cuando ella mencionó a su padre, insinuando que él y ella habían sido amantes y que juntos se habían burlado de su madre. Era mentira, tenía que serlo, no creía capaz de algo semejante al que le había dado la vida, había jurado amor eterno a su madre y se había desvivido por proteger a su familia a toda costa. Sabía que esa víbora sólo quería hacerlo dudar, martirizarlo más de lo que ya estaba logrando hacerlo sentir. Ichabod calló, no defendió a su padre ni le expresó el asco que le causaba por atreverse a intentar manchar su nombre con una porquería tan insulsa como lo eran sus métodos; tampoco le dijo que sentía nauseas sólo de pensar en la posibilidad de acostarse con ella, que le parecía la criatura más despreciable y menos deseable sobre la faz de la tierra, que prefería cortarse el pene antes de siquiera pensar en introducirlo dentro de ella.
Cuando ella le desató los pies y le ordenó bajar del carruaje, obedeció una vez más. Pero entonces, haciendo caso omiso a lo que la bruja seguía diciendo, a las atrocidades que deseaba someterlo, bloqueó todo eso en su cabeza y se en silencio absoluto se concentró en lo que haría a continuación. Actuó como si nada ocurriese, como si se hubiera dado por vencido y le estuviera dando la absoluta victoria a Angelique, pero nadie sabía lo que se avecinaba. Con los ojos cerrados, Ichabod comenzó a murmurar unas palabras que eran difíciles de deducir, unas que parecían ser parte de otro idioma. Las pronunció incontables veces, una y otra vez, hasta que por fin dieron resultado. Uno a uno comenzaron a llegar lobos de todos los colores y tamaños. Los animales se reunieron alrededor de la cabaña y los rodearon sin que pudieran tener escapatoria alguna. Algunos de los animales aullaron fuertemente, otros mostraron sus dientes amenazantes mientras chorreaba baba de sus hocicos. La manada estaba furiosa y estaba dispuesta a defender a muerte a quien los había llamado. Bastó una mínima señal de Ichabod para que empezaran a atacar, tanto a la bruja como a sus ayudantes, que para ese entonces ya habían comenzado a salir al encuentro de su ama.
Los lobos corrieron hasta sus presas, se lanzaron con furia contra los hombres y contra Angelique. Mordieron sus brazos, sus piernas, desgarraron parte de sus ropas y la sangre manchó todos los alrededores. Ichabod, por su parte, dejó bien claro por qué lo apodaban “El señor de los lobos”, gracias a esa sorpréndete habilidad que había desarrollado con el tiempo. Aprovechó el momento del ataque de los animales y corrió hasta la cabaña, aún atado de manos, cruzó la puerta y la azotó detrás de él para luego cerrarla con candado. Luego se lanzó contra el closet que con sus propias manos había construido, uno de los muebles más grandes que tenía en su vivienda, y comenzó a empujarlo, arrastrándolo hasta la entrada y colocándolo junto a la puerta para impedir –o al menos intentarlo- que esta fuera derribada. Una vez lo hizo, buscó a Anouk y la encontró junto a la cama. Fue hasta donde la niña y rápidamente se aseguró de que estuviera bien. Ella únicamente había sido golpeada en la cara, aunque tal hecho no había logrado hacerlo sentir menos enojado. Se dirigió esta vez hasta uno de los cajones de la improvisada cocina y del fondo del mueble sacó un revolver que había estado escondiendo para alguna ocasión especial y, en definitiva, este era el momento preciso para usarlo. Fue hasta una de las ventanas y, a través del cristal, intentó espiar. Afuera todo seguía igual. Los hombres seguían luchando contra los lobos y Angelique… ¡¿Dónde estaba Angelique?!
— ¡Aléjate de la puerta y de las ventanas! — Le gritó a Anouk desde su posición. La muchacha se había levantado de la cama y estaba peligrosamente cerca de donde no debía estar. La muchacha no obedeció, se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar ante la situación tan estresante. — ¡Obedece, Anouk! — Volvió a gritar Ichabod, que no podía quitarle los ojos de encima. Al ver que ella no le hacía caso, no tuvo más remedio que correr hacia su posición y protegerla. — No es el tiempo indicado para hacer preguntas, sólo haz caso a lo que te digo. — Replicó cuando ella intentó saber qué era lo que estaba ocurriendo y por qué estaban haciéndoles eso los hombres que la habían atacado. La muchacha lo miró destrozada, con la carita húmeda a causa de las lágrimas que habían vuelto a brotar. A Ichabod le partió el alma y la abrazó en un intento de consolarla. — Ven aquí, quédate aquí conmigo, mientras estés a mi lado nada te pasará. — Prometió, pero lo cierto es que nadie sabía lo que pasaría a continuación, si los lobos serían suficiente arma para derrotar, al menos por ese día, a la despiadada bruja y a sus secuaces.
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
A esas alturas de la noche, después de haber sacado de forma exitosa al brujo de su destino fatal, de intercambiar un par de palabras, de estar en silencio mientras las miradas encerraban ira, y burla, sólo había una cosa que ella creía podría estar pasando: Su victoria total contra Ichabod. Por supuesto que se encontraba en un gravísimo error, lo primero que ella había aprendido, que parecía había olvidado esa noche, se trataba de no subestimar absolutamente a nadie, ni siquiera a un pequeño, pues sin saber demasiado de sus compañeros de momento, no podría tener una idea en concreta de como se desarrollaban en todo. A ella no sólo le falto información escrita en pergaminos para poder estudiar y memorizar, también se había quedado corta cuando envió a uno de sus sirvientes más allegados y leales (quizás por el miedo), a estudiar al hombre. El que había pasado horas, días y semanas enteras haciendo una bitácora del ahora sometido simplemente le había dicho que se trataba de un hombre maduro, de muy buen ver, pacifico, solitario, reservado, muy callado. Que vivía con una pequeña que ni siquiera tenía la mitad de su edad con cabellos color rojos, que parecía le tenía un gran aprecio, que se había enfocado en hacerle pasar como un varón para poder ir a pescar juntos, pero que por supuesto, la idea había salido catastrófica, haciendo que el ataque de ira se representara en la figura masculina a base de golpes hacía un adversario. Todo se había resumido a estupideces que no le servían en ese momento, tragarse sus palabras después de sentenciarlas con tanta firmeza siempre había sido una molestia para Angelique, pues odiaba quedar mal, en vergüenza con quienes debían servirle.
Alguien debía pagar por aquellos errores tan grandes, no, ella no lo haría, pero su furia se vería en cada cuerpo que trabajaba para ella, que claro estuvieran involucrados en esa situación, Ichabod sería el ultimo de los platicos a servir en un festín de castigos, él sería el postre, quien endulzaría los recuerdos de cada trabajo perfecto que ejercía Angelique, de su limpio historial, de los ceros en la lista de fallas. Porque ese encuentro había pasado desapercibido a aquellos lobos ¡Pero que tontos todos! Los lobos, si, si, su apodo no era simplemente por su manera de vivir en una cabaña en el bosque, era un mero simbolismo de la capacidad que tenía aquel brujo. Claro, todos habían olvidado que era uno de los hechiceros que más erizaban la piel de la condesa, por su atractivo, pero más por el riesgo que representaba ¿Qué parte de brujo poderoso habían olvidado? Todo, desde principio a fin; se le había perdido de vista cuando los lobos comenzaron a atacar; Los sirvientes de la bruja se pusieron alrededor de ella, incluso el chofer para que no dejaran a su ama ser atacada, si salían con vida de esa, aparte de ser perdonados, serían recompensados, y sus familias de paso. Los lobos no podrían tocarla, al menos no demasiado por una razón, cuando ella pronunciara dos palabras, dos de sus amigos más fieles se encargarían de aturdir a quienes se acercara. Se trataba de dos demonios que iban con ella a cualquier lado, quienes la ayudaban a cambio de almas, no había gran ciencia, Juan de la Cruz le había enseñado a invocarlos, y claro, usarlos a su favor.
A lo lejos se podía apreciar los gritos de Ichabod, ya estaba con la niña, con aquella hermosa pelirroja de mirada perdida, ella caminaba en dirección al carruaje, se iba a poner en resguardo mientras el encanto pasara desapercibido. Ya dentro del carruaje, la mujer observó que su vestido de seda fina estaba rasgado, que podía notarse sangre, ella estaba segura que no era de aquellos lacayos, era suya, los lobos si habían podido atacarla, habían hecho de las suyas en una de sus piernas, en su abdomen, y por último en uno de sus brazos, se notaban las heridas, quizás la emoción y la adrenalina del momento habían hecho que no percibiera para nada el dolor, o el liquido correr por su cuerpo, al menos hasta ese momento claro. Suspiró con profundidad, la rubia muchas veces pretendía que no se trataba de una humana, podría ser una bruja, pero su cuerpo era igual al de cualquier humano, no se recuperaba con rapidez. Se inclinó un poco hacía adelante, cortó parte de las telas con una navaja que sacó de una cara metálica que se encontraba debajo del asiento, ahí había todo tipo de remedios curativos, un par de armas de bolsillos, y algunos libros con maldiciones, nada fuera de lo normal, simplemente lo que ella podría necesitar en caso de emergía. Después de dejar ver parte de la palidez de sus piernas, sacó un frasco con un liquido verdoso, con la ayuda de sus dedos comenzó a colocar un poco en cada una de sus heridas, el ardor era insoportable, pero no quedaba de otra más que aplicarlo.
- Ichabod, pero que tonterías acabas de hacer - Dijo en un tono de burla. Una caballa en medio del bosque, a las afueras del pueblo, que puntos tan buenos a su favor. Está vez se bajó del otro lado del carruaje, avanzó unos dos metros para poderse perder entre los arboles y la maleza. Con tranquilidad avanzaba, sin prisa, y pisaba con firmeza, llevaba una pistola en mano, la ventaja de Angelique es que Anouk jamás la había visto, no sabía de ella, solo de los matones, seguramente estaba solo pensando en ellos, y no en el mal mayor. Cuando se encontró en la parte trasera de la cabaña, lanzó algunos balazos contra dos ventanales amplios que estaban en esa zona, con claridad podría entrar por esa zona. Estaba segura que los disparos podrían alarmar al brujo, pero poco le importaba, un poco de destrozos, un recordatorio. Fue entonces cuando el demonio hizo un poco "magia" infernal, la voz de la rubia no saldría de forma común, para nada, no se arriesgaría a que la niña la identificara en el próximo encuentro - ¡Ichabod, Ichabod, tienes tres días para presentarte a las orillas del lago, ese a donde vas a pescar, cuando la luz del sol ni siquiera haya iluminado la ciudad, por estás noches puedes dormir en paz, pero eso si, sabré si quieres escapar de la ciudad, no te conviene ver de nuevo a la niña en riesgo, es más, a la otra su cabeza estará entre mis manos - Una sonrisa demoniaca inundó la estancia, la parte completa de la casa se miró al espejo sonriendo, suspiró, debía esperar una respuesta, o quizás un nuevo ataque, a lo lejos veía como sus maltrechos lacayos estaban acercándose.
Alguien debía pagar por aquellos errores tan grandes, no, ella no lo haría, pero su furia se vería en cada cuerpo que trabajaba para ella, que claro estuvieran involucrados en esa situación, Ichabod sería el ultimo de los platicos a servir en un festín de castigos, él sería el postre, quien endulzaría los recuerdos de cada trabajo perfecto que ejercía Angelique, de su limpio historial, de los ceros en la lista de fallas. Porque ese encuentro había pasado desapercibido a aquellos lobos ¡Pero que tontos todos! Los lobos, si, si, su apodo no era simplemente por su manera de vivir en una cabaña en el bosque, era un mero simbolismo de la capacidad que tenía aquel brujo. Claro, todos habían olvidado que era uno de los hechiceros que más erizaban la piel de la condesa, por su atractivo, pero más por el riesgo que representaba ¿Qué parte de brujo poderoso habían olvidado? Todo, desde principio a fin; se le había perdido de vista cuando los lobos comenzaron a atacar; Los sirvientes de la bruja se pusieron alrededor de ella, incluso el chofer para que no dejaran a su ama ser atacada, si salían con vida de esa, aparte de ser perdonados, serían recompensados, y sus familias de paso. Los lobos no podrían tocarla, al menos no demasiado por una razón, cuando ella pronunciara dos palabras, dos de sus amigos más fieles se encargarían de aturdir a quienes se acercara. Se trataba de dos demonios que iban con ella a cualquier lado, quienes la ayudaban a cambio de almas, no había gran ciencia, Juan de la Cruz le había enseñado a invocarlos, y claro, usarlos a su favor.
A lo lejos se podía apreciar los gritos de Ichabod, ya estaba con la niña, con aquella hermosa pelirroja de mirada perdida, ella caminaba en dirección al carruaje, se iba a poner en resguardo mientras el encanto pasara desapercibido. Ya dentro del carruaje, la mujer observó que su vestido de seda fina estaba rasgado, que podía notarse sangre, ella estaba segura que no era de aquellos lacayos, era suya, los lobos si habían podido atacarla, habían hecho de las suyas en una de sus piernas, en su abdomen, y por último en uno de sus brazos, se notaban las heridas, quizás la emoción y la adrenalina del momento habían hecho que no percibiera para nada el dolor, o el liquido correr por su cuerpo, al menos hasta ese momento claro. Suspiró con profundidad, la rubia muchas veces pretendía que no se trataba de una humana, podría ser una bruja, pero su cuerpo era igual al de cualquier humano, no se recuperaba con rapidez. Se inclinó un poco hacía adelante, cortó parte de las telas con una navaja que sacó de una cara metálica que se encontraba debajo del asiento, ahí había todo tipo de remedios curativos, un par de armas de bolsillos, y algunos libros con maldiciones, nada fuera de lo normal, simplemente lo que ella podría necesitar en caso de emergía. Después de dejar ver parte de la palidez de sus piernas, sacó un frasco con un liquido verdoso, con la ayuda de sus dedos comenzó a colocar un poco en cada una de sus heridas, el ardor era insoportable, pero no quedaba de otra más que aplicarlo.
- Ichabod, pero que tonterías acabas de hacer - Dijo en un tono de burla. Una caballa en medio del bosque, a las afueras del pueblo, que puntos tan buenos a su favor. Está vez se bajó del otro lado del carruaje, avanzó unos dos metros para poderse perder entre los arboles y la maleza. Con tranquilidad avanzaba, sin prisa, y pisaba con firmeza, llevaba una pistola en mano, la ventaja de Angelique es que Anouk jamás la había visto, no sabía de ella, solo de los matones, seguramente estaba solo pensando en ellos, y no en el mal mayor. Cuando se encontró en la parte trasera de la cabaña, lanzó algunos balazos contra dos ventanales amplios que estaban en esa zona, con claridad podría entrar por esa zona. Estaba segura que los disparos podrían alarmar al brujo, pero poco le importaba, un poco de destrozos, un recordatorio. Fue entonces cuando el demonio hizo un poco "magia" infernal, la voz de la rubia no saldría de forma común, para nada, no se arriesgaría a que la niña la identificara en el próximo encuentro - ¡Ichabod, Ichabod, tienes tres días para presentarte a las orillas del lago, ese a donde vas a pescar, cuando la luz del sol ni siquiera haya iluminado la ciudad, por estás noches puedes dormir en paz, pero eso si, sabré si quieres escapar de la ciudad, no te conviene ver de nuevo a la niña en riesgo, es más, a la otra su cabeza estará entre mis manos - Una sonrisa demoniaca inundó la estancia, la parte completa de la casa se miró al espejo sonriendo, suspiró, debía esperar una respuesta, o quizás un nuevo ataque, a lo lejos veía como sus maltrechos lacayos estaban acercándose.
Angelique Delacroix- Hechicero Clase Alta
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Re: En ocasiones no es necesario invocar al diablo, él solo viene a ti. [Privado]
El hechicero no se movió. Permaneció al lado de Anouk, con sus largos brazos fuertes rodeando el pequeño y frágil cuerpo de la niña que temblaba junto a su cuerpo como una hoja. La cercanía entre ellos le permitió sentir y escuchar su corazón latiendo con fuerza. Estaba asustada, quizá tanto como él. Pero, ¿era normal que un hombre como él temiera a una mujer? No, ella no era solo una mujer, era una bruja y en el mundo de la hechicería es sensato temer a otros con la misma profesión porque es difícil determinar a simple vista el nivel de poder que posee cada uno. Angelique Delacroix ya había dado una pequeña muestra del negro corazón que poseía por lo que era bastante acertado creerla capaz de todo.
Ichabod no sentía miedo por él, sino por Anouk. Sabía que si lo asesinaban ella quedaría nuevamente desvalida, al alcance de cualquier alma oscura que quisiera poseerla y destrozarla. No podía permitírselo. Por eso no respondió a las amenazas de Angelique. Se quedó en su sitio y dejó que los bandidos que yacían a las afueras de su cabaña, escudriñando cada rincón del bosque y sus alrededores, lo creyeran el más cobarde de los hombres.
Escuchó cómo lo sentenciaba a una muerte segura si no acudía el día indicado a la cita y entonces supo que era todo lo que a ella le interesaba. Si quería vivir, todo lo que debía hacer era obedecer a los mandatos de la bruja, mismos que no podían ser nada sencillo ni bueno si pretendía que alguien más los hiciera por ella. Pero, ¿por qué él? ¿Habían llegado a ella los rumores sobre el talento de Ichabod, donde se aseguraba que era uno de los mejores hechiceros no sólo en Francia, sino que incluso en sus alrededores? Era eso o no había encontrado a otro lo suficientemente tonto para aceptar el trato. ¿Y qué obtendría él a cambio? No le interesa el dinero, tampoco la fama; si al final él aceptaba realizar el trabajo y ella le asegurara que una vez terminado no volvería a cruzarse en su camino, sería suficiente pago para él.
—No la escuches. No va a pasar nada, ella sólo quiere asustarnos. Todo va a estar bien… —intentó calmar a Anouk que pareció alterarse aún más al escuchar los gritos de la rubia en el exterior.
Abrazó a la niña más fuerte y ambos suspiraron aliviados cuando escucharon las herraduras de los caballos al ponerse en marcha.
El carruaje se alejaba, pero Ichabod… él sabía que tarde o temprano volvería.
Ichabod no sentía miedo por él, sino por Anouk. Sabía que si lo asesinaban ella quedaría nuevamente desvalida, al alcance de cualquier alma oscura que quisiera poseerla y destrozarla. No podía permitírselo. Por eso no respondió a las amenazas de Angelique. Se quedó en su sitio y dejó que los bandidos que yacían a las afueras de su cabaña, escudriñando cada rincón del bosque y sus alrededores, lo creyeran el más cobarde de los hombres.
Escuchó cómo lo sentenciaba a una muerte segura si no acudía el día indicado a la cita y entonces supo que era todo lo que a ella le interesaba. Si quería vivir, todo lo que debía hacer era obedecer a los mandatos de la bruja, mismos que no podían ser nada sencillo ni bueno si pretendía que alguien más los hiciera por ella. Pero, ¿por qué él? ¿Habían llegado a ella los rumores sobre el talento de Ichabod, donde se aseguraba que era uno de los mejores hechiceros no sólo en Francia, sino que incluso en sus alrededores? Era eso o no había encontrado a otro lo suficientemente tonto para aceptar el trato. ¿Y qué obtendría él a cambio? No le interesa el dinero, tampoco la fama; si al final él aceptaba realizar el trabajo y ella le asegurara que una vez terminado no volvería a cruzarse en su camino, sería suficiente pago para él.
—No la escuches. No va a pasar nada, ella sólo quiere asustarnos. Todo va a estar bien… —intentó calmar a Anouk que pareció alterarse aún más al escuchar los gritos de la rubia en el exterior.
Abrazó a la niña más fuerte y ambos suspiraron aliviados cuando escucharon las herraduras de los caballos al ponerse en marcha.
El carruaje se alejaba, pero Ichabod… él sabía que tarde o temprano volvería.
TEMA FINALIZADO
Ichabod Craven- Hechicero Clase Media
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