Una noche en el cementerio [Libre]~

Observo desde lejos una misteriosa sombra semejante a un hombre, con curiosidad se asomó entre el mar de lapidas que le rodeaban constantemente, aquel lugar al que llamo hogar durante unos días estaba siendo invadido, normalmente no le importaba que la gente merodeara por aquellos extraños parajes haciendo cosas extrañas, moviéndose extrañamente, y diciendo extrañas cosas, profanando las tumbas de los muertos o discutiendo sus crímenes en lenguas extrajeras, intercambiando vidas por pequeños círculos a los que le decía monedas, pero este visitante de aires misteriosos simplemente abandono una flor por encima de una piedra que creció con un extraño contorno, los humanos las llamaban lapidas…

Poso su manos sobre el frio mármol de una de las piedras acercándose a la luz de la luna, colocándose de espaldas en aquel monumento a un muerto, su enmarañado cabello color plata le cubría un poco la vista pero al andar lo hacía grácilmente, saltando entre los pocos arboles del lugar y escondiéndose en las sombras, estudiando a aquello que podría ser presa o verdugo, giraga sobre las puntas de sus pies ondeando su vestido blanco mostrando algo parecido a un dulce baile que la ocultaba de los ojos ajenos.

Avanzo a paso rápido y ligero imperceptible para el oído humano, aun cuando no le importaba que la descubriesen por inercia miraba a todo objeto animado como parte de una granja de hormigas que “estudiar”, la curiosidad por la raza le llevaba a tratar de mezclarse naturalmente entre las masa de personas que se movían por aquellas tierras extrañas sin embargo sus rasgos físicos lograban que le llamasen bruja. Solo una vez lo permitió, después de eso nunca jamás se acercó a un humano por voluntad propia sin embargo durante las horas oscuras su cuerpo se movía por si sola internándose en territorios enemigos poco poblados, este enfrente de ella era el espécimen perfecto, solitario, misterioso e intrigante su rostro podría ser confundido con el de algún humano de piedra, completamente severo.

Una corriente aire empujo sus cabellos cubriéndole completamente y el olor a muerte llego instantáneo a su nariz, muy parecido al olor de Rhaegar pero tan diferente a la vez que le confundió completamente, teniendo tanta experiencia tal vez no lo sabía todo pero esperaba que si una buena parte del conocimiento universal, muy mal, últimamente fuera del circo cualquier cosa le sorprendía fácilmente, había muchas cosas que no había visto olido o saboreado del mundo fuera de la carpa, lejos de los árboles, antes jamás habría imaginado que el olor de dos asesinos pudiese diferenciarse tanto o que se sintiese incorrecto llamarle a alguien que a matado “asesino” o “desalmado”
Retrocedió rápidamente manteniéndose anónima entre la maleza y las lapidas de los muertos, una nueva presencia había estado acechando el cementerio pero no le presto tanta atención al mantenerse lejos, ahora se encontraba entre dos seres que eran una incógnita para ella.

Atriella se mantuvo en silencio observando la escena que se desarrollaba frente a sus ojos, ellos dos parecían tener un cierto entendimiento diferente al que observaba comúnmente en las personas que visitaban su cementerio, ellos no se apoyaban en el hombro del otro para llorar, no se notaba aquella confianza y familiaridad común entre las personas normales, había algo que las diferenciaba de los demás, por ello la intriga inicial se convertía en una curiosidad inmensa que logro que sus pies se moviesen sobre la hierba seca tratando de acercarse mas

Aquellos dos tampoco se gritaban ni se culpaban por nada, ese el segundo comportamiento común entre los humanos que le lloraba a las piedras, ella jamás comprendió porque dejar salir gotitas de agua de sus ojos cuando lar rocas no hacían nada de eso, eran cosas viejas que probablemente llevaban en la tierra más de lo que cualquiera hubiese pensado pero no era razón para derramar lágrimas}, negó con la cabeza, tal vez los humanos eran lo suficientemente frágiles como para llorar por la eternidad que ellos no tendrían pero el viejo del circo le demostró que los humanos también podían ser eternos

Un sonido detrás de su cabeza le alerto, se trataba de un solo pájaro que escapaba a sus espaldas puesto cuando el mirlo volaba no era una buena señal, las alas de un pájaro podían llevarlo lejos mientras pudiese mantener el vuelo sin embargo cuando sus alas perdían sus plumas caían en picada hacia la inminente muerte.

Atriella negó con la cabeza evaluando la situación mientras se alejaba poco a poco, una retirada estratégica era lo que necesitaba, aquellos dos estarían bien así pero si algo malo pasaba debería tomar partido y unirse al más fuerte de los dos, cosa que podía evitar si se alejaba. Una risa sardónica salió de su boca cuando su cuerpo cambio reacomodándose hasta volverse una hiena y emprender la huida, la curiosidad mato al gato pero ella era de una cuadrúpeda de diferente especie

Nota: