A la segunda va la vencida (Judith)

por **Basile Grushenko** Sáb Mar 31, 2012 5:46 am

Se repetía una escena que había tenido lugar hacía poco tiempo. Mismo claro del bosque, misma hora al caer la noche y misma persona, Basile, que regresaba a aquella zona con la intención de encontrar esa planta sobre cuyas propiedades mágicas había leído en muchos tratados que por lo demás se caracterizaban por ser lógicos y científicos. Aquello de la mandrágora excitaba su curiosidad científica y le hacía imposible dejar correr el tema. Quería encontrarla, o al menos asegurarse de que no existía. ¡Pero algo! No era el dinero lo que movía sus actos, aunque huelga decir que si lograba hacerse con aquel maravilloso tubérculo podría venderlo pulverizado a precio de oro. No, solo quería respuestas a sus preguntas. Cuando los sabios hablaban de algo que parecía milagroso desde hacía tantos siglos tenía que estar fundamentado en algo, aunque también era cierto que se hablaba mucho de Dios y el boticario dudaba bastante de que fuese real. En fin, aquello nada tenía que ver con experencias místicas religiosas, quería excavar y volver a casa con todas las raíces que pudiera encontrar. Dejaría todo el claro picoteado como un pajar después que una gallina lo llene de hoquedades buscando el grano entre las hebras duras y doradas.

La última vez que lo había intentado había topado con un imprevisto que no esperaba: una muchacha gitana que leía el porvenir y perseguía el canto de los búhos. Aquella noche consideraba poco probable encontrarse a nadie, pero por si acaso volvía a llevar su mosquetón en la funda del cinto, más que nada por sentir su propia seguridad aunque no supiera bien utilizarlo. La teoría era fácil pero tenía una puntería mucho más desastrosa que la de cualquier ancianita con temblor de pulso. Aquel pensamiento le hizo sonreír. Se sentó en el tocón de un árbol, miró al cielo y aguardó a que la luna fuera visible después que pasaran ante ella unas cuantas nubes inocentes, apenas jirones blancos contra el fondo oscuro de la bóveda celeste. Basile encontró un buen punto de tierra húmeda y con una navajita de bolsillo comenzó a hurgar en la tierra, sin importarle mancharse las calzas.

por **Judith Saint 'jdor** Mar Abr 03, 2012 2:14 pm

Era una noche fría, una de aquellas noches en las que ya no podía seguir aguantando más el dolor que le recorría por todo el cuerpo. Aquel dolor que tanto detestaba: Sed de sangre. Hacía dos o tres días que no había salido de caza y eso la estaba matando por dentro. No podía seguir así y no tenía más remedio que salir, quisiera o no. Se vistió con ropa delicada de color oscuro, se acomodó el pelo y cuando estuvo lista, salió en dirección al bosque.

Para ser la hora que era las calles estaban un tanto desérticas aunque para la joven tanto mejor así no se cruzaría con nadie que conociese, no tendría que responder a preguntas y tampoco la enredarían. Caminó por las tranquilas calles del pueblo hasta llegar a la plaza donde se quedó unos minutos pensativa. Por la noche a la gente no se le ocurriría adentrarse en el bosque. Como cabía esperar no había un alma por los alrededores, cosa que la joven agradeció. Permaneció allí de pie observando el cielo y la vio. Una gran esfera blanca, medio oculta a causa de las nubes. Era hermosa y aterradora a la vez. Un escalofrío le recorrió la espalda antes de que se obligara a cerrar los ojos y desviar la mirada.

Divisó algunas presas y de un momento a otro estaba sobre una de ellas, continuó bebiendo hasta saciar la sed. Cuando por fín había terminado, se limpió el resto de sangre que le había recorrido por debajo de los labios. Bastaba, por el momento había calmado la sed aunque la sangre de animal no llenaba tanto como la sangre humana, no sabía tan bien. Pero desde el primer momento que sabía su nueva condición hasta ese momento, no iba a dejar de ser "vegetariana". Así le había enseñado Thomas y eso no iba a cambiar pasara lo que pasase.

Iba a continuar su habitual paseo de siempre, contemplando aquel manto estrellado en el cielo prestándole mucha atención. Tanta atención le estaba dedicando que no se había dado cuenta de que había un obstáculo en el suelo. Tropezó con aquel obstáculo y por poco acabó estrellandose de morros.

- ¡Lo que me faltaba!- Maldecía mientras intentaba averiguar que era con lo que se había tropezado. Subió la mirada hasta encontrarse con que era una persona, la cual olió su aroma. Sabía deliciosamente y el dolor ardía por cada parte de su cuerpo, por lo que era evidente que era un humano. - Perdóneme, no prestaba atención por donde caminaba. Debe de pensar que soy una torpe..- Le decía con una leve sonrisa dibujada en su rostro. - Mademoiselle Saint 'jdor, Judith Saint 'jdor. Para servirle en lo que necesite monsieur..- Le dijo mientras hacía una reverencia.

por **Basile Grushenko** Vie Abr 06, 2012 3:52 pm

Basile seguía tan atareado con su labor que no oyó ni vio nada. Tampoco era de extrañar teniendo en cuenta que sus sentidos no estaban especialmente desarrollados para distinguir cosas en la oscuridad como sí podrían estarlo los de un lince, oso o cualquier otra fiera salvaje. El boticario sencillamente cavaba con sumo cuidado ayudándose de la pequeña navaja y sobre todo de las yemas de sus dedos. Tan absorto se encontraba en este trabajo que prácticamente se dio cuenta de que había allí otra presencia cuando la tuvo encima. Sin saber bien qué había pasado su primera reacción fue cubrirse la cabeza y la segunda saltar hacia atrás, poniéndose en pie y echándose a un lado para que la luz de la luna le permitiera vislumbrar con claridad las facciones de su supuesto atacante, que resultó ser una jovencita. ¿Otra? Aquello tenía que ser una maldita broma. ¿O es que todas las mujeres de Francia salían a pasear por los bosques de noche?

- Un poco, mademoiselle, pero una torpe encantadora.

Extendió el brazo para que ella le permitiera besar el dorso de su mano. Cantaba a la vista que no era una moza de taberna cualquiera sino que se trataba de una dama de alcurnia, o al menos como tal se comportaba.

- Basile Grushenko, soy boticario, me gusta venir a buscar plantas. - Se adelantó con una explicación antes de que ella preguntase nada. - ¿Qué hace una mujer como usted en un sitio como éste y tan tarde? ¿No teme al peligro?

Ya tenía curiosidad por oír su historia, si era la mitad de interesante que Talena la añadiría con gusto a su agenda de conocidos.

por **Judith Saint 'jdor** Vie Mayo 04, 2012 6:14 pm

Se rió divertida cuando él le dijo que era una torpe encantadora, haciéndole ver que su pequeño defecto no era para tanto y podía hasta resultar gracioso. Alargó su brazo para que él lo cogiera y delicadamente dejara un beso en ella, sonrió bajando la mirada como si de un momento a otro se fuera a sonrojar.

- Merci, muy amable monsieur. Estaba tan distraída mirando el gran manto estrellado, que no me fijaba por donde caminaba.- Le dijo mientras que retiraba el brazo después de besarle la mano.- Discúlpeme, nuevamente.- Le dijo sonriéndo.

Escuchó lo que le contó acerca de él y le dedicó una sonrisa de oreja a oreja. Boticario, un oficio bonito o al menos eso pensaba Judith. A ella también le gustaban las plantas, cuidarlas y darles todo lo que necesitaban para que día a día siguieran creciendo. Se le daba bien pero ella no había nacido con aquel don, simplemente le gustaban y cualquier día que se le pasara por la cabeza, se haría cargo de unas cuantas.

- Un placer conocerle, monsieur. Un oficio muy bonito, ¡sí señor!- Le dijo riendo divertida. - A mi también me gustan las plantas, pero es como un hobbie más o menos..- Al menos ella lo clasificaba como tal.

Se puso pensativa durante unos segundos, eligiendo la respuesta correcta que le iba a contestar al joven muchacho. Dudo otros segundos.. ¿Peligro? Se supone que el único peligro en ese momento era ella y los demás seres sobrenaturales que habitaban por aquellos sitios. Se rió levemente llevando una de sus manos a sus labios, como si se le fuera a escapar algo de ellos.

- Me gusta pasear, disfrutar de la suave brisa moviendo mi pelo al compás del movimiento de los árboles. También me gusta contemplar las estrellas, al igual que me gusta mirar la luna llena blanca y pura.- Le decía mientras lo miraba fijamente con aquellos ojos color ámbar, los entrecerró un poco. Esperaba que no se hubiera dado cuenta el muchacho, del color de éstos. No quería desvelarle su condición, al menos no por el momento. - Simplemente me gusta la tranquilidad, la paz. Me hace sentir bien..- Negó con la cabeza ante la última pregunta de él. - No le temo a nada, o al menos eso creo..-

Se agachó un poco, subiendose los bajos del vestido y sacando del liguero que llevaba una navaja. Se acomodó el vestido como pudo y sin decir ninguna palabra, se arrodilló al lado de Basile. Con cuidado alargó su brazo hasta coger con delicadeza una de las muñecas de él. - ¿Me permite ayudarle, monsieur? Veo que necesita algo de ayuda. Si quiere, claro.- Le dijo haciendole ver que podía contar con su ayuda.

Empezó a cavar ayudándose de la navaja y mientras que lo hacía, de vez en cuando miraba de reojo o incluso se quedaba mirándo fijamente al boticario.

- Y digame monsieur..- Indagó una de las veces, como señal de que quería saber más acerca de él. - Usted, ¿tampoco le tiene miedo al peligro? Cuentan las malas lenguas que nos acechan muchos peligros y no es bueno andar sin ir preparado. Sólo por si acaso se diera el caso de que pasara algo.. ¿no cree usted lo mismo?-

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