AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Al final de la segunda luna. [Privado]
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Al final de la segunda luna. [Privado]
Un esfuerzo total
es una victoria completa.
es una victoria completa.
El grito apabulló a las multitudes que lo hizo centro de sus masas expectantes a los dichos que profería, estaba en medio de lo que se denominaba como el centro de París, detenía su semblante sobre la base de una escultura antigua, seguramente un héroe, un extraño, un vago a quien le dedicaron aquella efigie quizás por algo que hizo bien: Como muchos a los que no se les reconoce nada, pero en fin, no viajaba en esos momentos por su cabeza tal pensamientos abstracto de la sociedad en sí.
Exclamaba a viva voz, divulgaba entre sus compañeros desconocidos el hecho de sus dones, se regocijaba entre las caras recelosas que oían su nombre; Sonrió tanto a señores como señoritas dando un salto para quedar a la altura de los mismos, caminó sin ver rostros, hasta detenerse frente a la femina que más llamaba su atención, lanzó uno de sus pañuelos preferidos al suelo y como si se tratara de una alabanza se inclinó frente a ella, dejo tiradas sus cartas sobre la tela que las defendía del suelo, incitando a la joven a retirar la que más llamase su atención; Ajenos al acto miraban escépticos, desconfiando del gritando suspicaz que quizás comenzaba a estafarlo frente a sus narices -Agnósticos, sugiero que se retiren de mi presencia, lo que necesito aquí es gente abierta a las pericias de la vida, personas con inteligencia suficiente para creer que su destino - Desde el suelo fijo la mirada en su primera victima- Está dictado ente las tintas de mis cartas... adelante, saque su futuro- mencionó a la par que una de sus cartas era alzada del suelo.
-Pues yo creo que serás un misterio de averiguar más adelante, búscame cuando tengas la edad suficiente para estar cerca de mi- Una infante fue su última victima, cuando juegas frente al fuego, no importa cuantas llamas alcancen tu cuerpo, ya estás cerca, no puede dar paso a retroceder y dejar todo a medio camino, misma razón por la cual, su semblante no se arrugaba a quien fuese por decisión propia a sus garras; Reflexionaba ahora sobre cual sería su destino, el pertenecer a la sociedad gitana recluía en un mil por cientos sus posibilidades de seguir un camino de libertinaje completo, o quizás si se le permitiese, pero tarde a temprano, su sangre llamaría la de sus limitantes y volvería una vez más.
Una vez más, la avaricia lo haría caer contra las leyes establecidas de la ciudad, pero no lo pensó antes; Retomo aquella rutina de estafabas, no se consideraba mala persona, daba a aquellos lo que deseaban escuchar a cambio de un par de monedas que le ayudarían a saciar el hambre que aveces predominaba entre sus gustos; Pañuelo contra el suelo, las cartas tiradas y un inocente creyente escuchando flores de loto sobre su futuro, el buen pronostico de su familia y quizás y para exagerar (Así lo hacía con aquellos que parecían creer) fortunas inimaginables en sus bolsillos; Un hombre robusto de aproximadamente 55 años le miraba con atención, abrumado bajo lo que se le mencionaba, entregó al castaño un par de monedas al mismo tiempo que sujetaba con fuerzas necesarias de su muñeca; Bien, había sido atrapado una vez más. - Buen actor... ésta vez si que han logrado sorprenderme, los felicito, hacen cada día un mejor trabajo- dijo sin preocupaciones, o demostrando aquello, en cabida de cuentas, era falta de segundos para comenzar una huida.
-Vate, sí eres gitano ¿Cómo es que no lo viste venir? - Mencionó el regordete jalando al castaño con fuerzas, rehusaba el hecho de tener un poco de consideración ¿Quizás lo había estafado a él? pensaba mientras sus pies se arrastraban contra el suelo; En un movimiento repugnante para ojos terceros, logró liberarse de aquel obstáculo, se inclino para aborrecer una reverencia a su cazador emprendiendo luego un trote rápido, deteniendo sus pasos para levantar sus pertenencias y continuar.
Pensó: "Vaya que es rápido"; El hombre seguía sus pasos cual gacela huye de su felino opresor, pero no se daba por vencido, comenzó a rehuir por entre los callejones más alejados, aquellos por los que quizás nunca había estado en su vida, misma razón que lo llevaba a un encuentro inesperado, pero lo presentía, en su centro sabía que cada camino que escogía lo acercaba cada vez a un destino fijo; Retiro su vista para ver quien le seguía y detuvo sus pasos cuando se encontraba solo, el regordete "amigo suyo" ya le había perdido el paso, bufó para sus adentros, dio media vuelta a sus pasos pero antes de continuar se estrelló de frente con aquella fémina, maldijo entre dientes y de mala gana miro a la muchacha que detenía sus pasos. - Increíble...- escapó de sus labios el comentario extravagante, curioso de como estaba se acerco un par de pasos más hasta ella, no dejo que hablase; Sólo la veía, detallaba las hebras de su cabello, los gestos de su rostro hasta detenerse contra ese valle donde la pudo reconocer como antes lo lograba hacer - Milenka - Seco, casi como un lunático que se lanzaría a hacer alguna locura, rebozo su nombre arrastrando cada silaba alargando tal momento en su máxima revelación.
Josiah D'Olincourt- Gitano
- Mensajes : 97
Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
Era un día normal, común y corriente. De esos donde la tienda de telas está tranquila pero con clientes, que no recordaba a Judah y tampoco a su padre, que no extraña la vida pero que al mismo tiempo siente que algo le hace falta. ¿No es gracioso? Si, probablemente lo era, porque dicen las lenguas de los clase alta que los gitanos siempre tienen fiesta, y que su vida es una festividad, el libertinaje que todo el mundo esconde. Nada saben, malditos estirados, y por eso prefiere rieres de ellos. Sin embargo hay algo distinto, algo que llama su atención a través de las persianas, una figura masculina e imponente, el cabello distinto, ese porte masculino y salvaje; la gitana arqueó una ceja ¿qué coño hacía en un lugar tan público? ¿Acaso caricia de sentido común? Aquel lugar no sólo era vigilado, sino resguardado por la guardia real, policías en turno y personas con poco temperamento. ¡Era idiota! ¡Demasiado idiota esa criatura! Y no bastó demasiado en notar las consecuencias.
— Athenea te quedarás encargada de la tienda — Susurró saliendo con rapidez de la tienda. Corrió por calles hacía abajo haciéndose una idea de hasta dónde iría el viejo regordete, con aquella figura no tendría mucha oportunidad de tramo, por eso tres calles más abajo se cruzó hacía el este y los vio. Milenka tomó vuelo y con fuerza chocó contra el hombre, la hizo volar un poco por el aire y rodar, pero ella al poco tiempo se levantó dejando al hombre sentada (que fue lo máximo que pudo hacer). La gitana corrió y buscó con tranquilidad a aquel hombre de su comunidad.
Milenka dobló por una esquina y al girar el rostro para ver si el hombre venía, chocó contra el gitano y por poco cae pero recuperó el equilibro. Se le dibujó una sonrisa de medio lado y luego resopló. ¿Por qué dudaba que era ella? Eso le resultaba ser de cierta manera un poco ofensivo, sin embargo guardó silencio, suficiente tenía el hombre con tener que huir de un posible encarcelamiento. Lo observó de arriba hacía abajo y luego se cruzo de brazos. Aquello le resultaba divertido, porque pocas veces había notado al rudo de su amigo escapar, y es que Josiah era de esos que siempre daban frente, batalla y poco le importaba si tenía consecuencias, lo bueno de todo el caso es que en esa ocasión si lo había pensado y no se quedó a hacer un frente que claramente lo dejaría en desventaja.
— Si, si, soy yo, y gracias a mi ese viejo regordete se ha quedado atrás. Le di un buen golpe, choqué contra él mientras corría y por eso se quedó tirado, nadie lo iba a levantar así que me das las gracias — Comentó divertida y con cierto aire de altanería. Suspiró — ¿Por qué lo haces en una zona tan peligrosa? La guardia real sólo busca un pequeño pretexto para dejarnos atrás, para llevarnos a sus calabozos y en ocasiones cortarnos la cabeza, lo que hacemos según la iglesia es del demonio, sé un poco más inteligente — Le gruñe de mala gana, y es que Josiah era de las pocas personas que de verdad las consideraba amigo. La había aceptado y no la juzgaba por sus acciones. — No seas tan bruto — Terminó por decir y luego se colocó a su lado para poder verlo con mayor claridad.
— ¿Te lastimó? ¿Te hizo algo? — Con brusquedad le tomó los brazos para hacer un examen. Milenka tenia conocimientos de medicina, básicos, algunos remedios, cosas sencillas que tuvo que aprender por la forma de vida tan nómada que tenía, así que si algo ocurría ella podía interceder.
— Athenea te quedarás encargada de la tienda — Susurró saliendo con rapidez de la tienda. Corrió por calles hacía abajo haciéndose una idea de hasta dónde iría el viejo regordete, con aquella figura no tendría mucha oportunidad de tramo, por eso tres calles más abajo se cruzó hacía el este y los vio. Milenka tomó vuelo y con fuerza chocó contra el hombre, la hizo volar un poco por el aire y rodar, pero ella al poco tiempo se levantó dejando al hombre sentada (que fue lo máximo que pudo hacer). La gitana corrió y buscó con tranquilidad a aquel hombre de su comunidad.
Milenka dobló por una esquina y al girar el rostro para ver si el hombre venía, chocó contra el gitano y por poco cae pero recuperó el equilibro. Se le dibujó una sonrisa de medio lado y luego resopló. ¿Por qué dudaba que era ella? Eso le resultaba ser de cierta manera un poco ofensivo, sin embargo guardó silencio, suficiente tenía el hombre con tener que huir de un posible encarcelamiento. Lo observó de arriba hacía abajo y luego se cruzo de brazos. Aquello le resultaba divertido, porque pocas veces había notado al rudo de su amigo escapar, y es que Josiah era de esos que siempre daban frente, batalla y poco le importaba si tenía consecuencias, lo bueno de todo el caso es que en esa ocasión si lo había pensado y no se quedó a hacer un frente que claramente lo dejaría en desventaja.
— Si, si, soy yo, y gracias a mi ese viejo regordete se ha quedado atrás. Le di un buen golpe, choqué contra él mientras corría y por eso se quedó tirado, nadie lo iba a levantar así que me das las gracias — Comentó divertida y con cierto aire de altanería. Suspiró — ¿Por qué lo haces en una zona tan peligrosa? La guardia real sólo busca un pequeño pretexto para dejarnos atrás, para llevarnos a sus calabozos y en ocasiones cortarnos la cabeza, lo que hacemos según la iglesia es del demonio, sé un poco más inteligente — Le gruñe de mala gana, y es que Josiah era de las pocas personas que de verdad las consideraba amigo. La había aceptado y no la juzgaba por sus acciones. — No seas tan bruto — Terminó por decir y luego se colocó a su lado para poder verlo con mayor claridad.
— ¿Te lastimó? ¿Te hizo algo? — Con brusquedad le tomó los brazos para hacer un examen. Milenka tenia conocimientos de medicina, básicos, algunos remedios, cosas sencillas que tuvo que aprender por la forma de vida tan nómada que tenía, así que si algo ocurría ella podía interceder.
Milenka Sandoje- Gitano
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Fecha de inscripción : 01/12/2011
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Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
Era el génesis de la remembranza, verla frente a su cuerpo, su voz revoloteando por los callejones infestados de nada, de la más baja inmundicie, raro era que dos gitanos se encontraran en medio de aquello ¿No? Al menos era divertido para el gitano, caer a la más baja calaña en compañía de una de las suyas, una de sus mas importantes y respetadas. Pues, cómo bien ella lo sabía y se comentaba por las orillas del campamento, aquellas bandas mencionaban la extraña afición que el par tenía, la rara dimensión que se creaba entre ambos al estar uno frente al otro. No disimulaban sentimientos, carencias, peleas o repulsión.
Alta fidelidad, quizás en ello se podría resumir el hecho, el encuentro, pero ¿Cómo carajos podría seguir pensando si su voz no se detenía siquiera por un par de segundos a tomar aire? Sí, era testaruda, pero sus reclamos, aunque por más preocupados que sonaran para él, no eran más que un deja vú, ya lo había pasado y sabía, con certeza, que volvería a ocurrir tal encuentro como el mismo. Sonrió, tomó aire y luego exhaló enarcando una de sus cejas — ¡Hey, hey, hey..! — Chistó, no evito carcajear tras sus dichos y tomando una distancia necesaria, negó firmemente — No te eches a la espalda mi victoria, el hombre a cortos pasos corría, no me quites méritos, que correr desde el centro hasta acá, no es poco trayecto querida mía — Su voz era sarcástica, pero la diversión no abandonaba ni la más mínima silaba.
— Quizás somos el demonio y nos negamos a aceptarlo frente a la sociedad — Masculló, intentando mantener la seriedad en sus palabras, el vómito verbal no era lo suyo, por lo que sonreír no fue angustia masiva para nuevamente tomar la postura relajada de una sonrisa avasalladora — Además, ¿Dónde más podría trabajar? Milenka, joder, más que nadie sabes que lo crédulo de sus mentes me atrae... — Escondió una de sus manos en el bolsillo trasero de su rasgado pantalón, hizo un puño la misma y ya cuando la sacaba, le abrió frente a los ojos femeninos — Mira, aunque pase por los peores infiernos, aunque deba correr de mil regordetes, aunque pase por los ínfimos callejones de París, no dejaré esto — Cerró sus mano, dejando oculto ahora entre su palma el valle de monedas que había enseñado segundos antes. Y aunque ya dejara de hacer casos a sus palabras, una carcajada estalló entre el silencioso lugar — Bruto nací, y supe dejar de ser necio... lo sabes — Bromeaba con ella, sabía que pronto la sacaría de sus cabales.
Un bohemio comportamiento lo abarco, se dejo tocar por las manos entrometidas de la que ya había denominado su amiga; Mientras, detalló una vez más su rostro, se veía mucho mejor que el, su aspecto lo dejaba a luz. Frunció el ceño y mascullo negando con su cabeza —No me ha hecho nada ¿Pero que te hicieron a ti? Estás... diferente ¿Ya eres de alta sociedad? ¿Debo hacer una reverencia a la señorita? — Jugaba con ella, sí, una vez más, quizás a veces sus palabras no tenían razón, pero con solo lanzarlas, era un ataque para saber si iba por el camino correcto.
Alta fidelidad, quizás en ello se podría resumir el hecho, el encuentro, pero ¿Cómo carajos podría seguir pensando si su voz no se detenía siquiera por un par de segundos a tomar aire? Sí, era testaruda, pero sus reclamos, aunque por más preocupados que sonaran para él, no eran más que un deja vú, ya lo había pasado y sabía, con certeza, que volvería a ocurrir tal encuentro como el mismo. Sonrió, tomó aire y luego exhaló enarcando una de sus cejas — ¡Hey, hey, hey..! — Chistó, no evito carcajear tras sus dichos y tomando una distancia necesaria, negó firmemente — No te eches a la espalda mi victoria, el hombre a cortos pasos corría, no me quites méritos, que correr desde el centro hasta acá, no es poco trayecto querida mía — Su voz era sarcástica, pero la diversión no abandonaba ni la más mínima silaba.
— Quizás somos el demonio y nos negamos a aceptarlo frente a la sociedad — Masculló, intentando mantener la seriedad en sus palabras, el vómito verbal no era lo suyo, por lo que sonreír no fue angustia masiva para nuevamente tomar la postura relajada de una sonrisa avasalladora — Además, ¿Dónde más podría trabajar? Milenka, joder, más que nadie sabes que lo crédulo de sus mentes me atrae... — Escondió una de sus manos en el bolsillo trasero de su rasgado pantalón, hizo un puño la misma y ya cuando la sacaba, le abrió frente a los ojos femeninos — Mira, aunque pase por los peores infiernos, aunque deba correr de mil regordetes, aunque pase por los ínfimos callejones de París, no dejaré esto — Cerró sus mano, dejando oculto ahora entre su palma el valle de monedas que había enseñado segundos antes. Y aunque ya dejara de hacer casos a sus palabras, una carcajada estalló entre el silencioso lugar — Bruto nací, y supe dejar de ser necio... lo sabes — Bromeaba con ella, sabía que pronto la sacaría de sus cabales.
Un bohemio comportamiento lo abarco, se dejo tocar por las manos entrometidas de la que ya había denominado su amiga; Mientras, detalló una vez más su rostro, se veía mucho mejor que el, su aspecto lo dejaba a luz. Frunció el ceño y mascullo negando con su cabeza —No me ha hecho nada ¿Pero que te hicieron a ti? Estás... diferente ¿Ya eres de alta sociedad? ¿Debo hacer una reverencia a la señorita? — Jugaba con ella, sí, una vez más, quizás a veces sus palabras no tenían razón, pero con solo lanzarlas, era un ataque para saber si iba por el camino correcto.
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
¡Maldito, cabrón! Pensaba una y otra vez la gitana cada que lo veía. Abusaba de tener una presencia imponente y que llegaba a intimidar a la gente. A la gran mayoría, al menos no a ella. Él tenía esa habilidad nata de hacerse ver como todo un fastidioso ante sus ojos. En ocasiones la joven creía que se lo hacía a propósito. ¿Y cómo no? El gitano disfrutaba de verla con el ceño fruncido, era como tener un hermano mayor disfrutando hacerle la vida imposible. Lo valora, no hay duda de eso, pero en más de una ocasión quiso darle un buen golpe para que se comportara.
— No puedes simplemente abusar de las personas, ¡eso está mal! — Le regañó acercándose. no importaba que fuera un grandulón, a la chica no le intimidaba eso. Fuera de que le resultaba un bruto, lo cierto es que lo veía como un hombre de buen corazón. Josiah sólo estaba buscando tener monedas en su bolsillo, con ellas comprar algo de alimento ¿no? Era supervivencia. Al menos no robaba (por decirlo), no mataba, simplemente buscaba hacer creer a aquellos lo que querían oír ¿No? Se cuestionaba demasiado, su vida la había hecho dura, demasiado correcta, con su pasado tenía para regalar estafas, dolor, y traición. Le importaba demasiado el gitano como para contener sus pensamientos.
— Ya te conocen, necesitas dejar de ir un tiempo por esos lados. Lo digo en serio, además, tu apariencia no es la más discreta que existe, eres muy evidente — Suspiró — Por favor, solo limita tus idas particulares a esa zona, es por tú bien, y sólo te pido unos días — Le sacó la lengua en señal infantil, cruzándose de brazos incluso, alzando el rostro para poder toparse con los ojos profundos del chico. Esa mirada que podría destrozar a cualquiera. ¿Cómo no? De ser otra persona con toparse con la mirada del hombre habría salido corriendo. Lo cierto es que Milenka se repetía demasiado aquello porque la hacía sentir afortunada, el que la cuidara y esas cosas. — Que te quede claro que saliste con vida por mi, y que debes invitarme una buena cena está noche porque arriesgué mi seguridad para salvarte — Le molestó y habló con seguridad, pero también para molestarlo, si él lo hacía con ella, ella podría hacerlo con él.
— No vengo de clase alta, no le doy nada a los de clase alta, sin embargo me gusta trabajar de forma honrada. Lo sabes bien — Le gruñó un poco — No quiero llegar a ser lo que mi padre fue, abusiva y todas esas cosas, puedes hacerlo por los dos — Le molestó de nuevo, aunque lo que más le agradaba es que él no se ofendía por ese tipo de cosas. Era duro, se aguantaba a cualquier tipo de palabra. Milenka aprendía demasiado de él, de su carácter, de mostrarse con firmeza. El chico jamás sabría lo bien que le hacía a la gitana.
— ¿Comiste algo ya? — Preguntó curiosa — Puedo llevarte a comer si deseas — Le tomó del brazo para atraerla hacía él y comenzar a caminar.
— No puedes simplemente abusar de las personas, ¡eso está mal! — Le regañó acercándose. no importaba que fuera un grandulón, a la chica no le intimidaba eso. Fuera de que le resultaba un bruto, lo cierto es que lo veía como un hombre de buen corazón. Josiah sólo estaba buscando tener monedas en su bolsillo, con ellas comprar algo de alimento ¿no? Era supervivencia. Al menos no robaba (por decirlo), no mataba, simplemente buscaba hacer creer a aquellos lo que querían oír ¿No? Se cuestionaba demasiado, su vida la había hecho dura, demasiado correcta, con su pasado tenía para regalar estafas, dolor, y traición. Le importaba demasiado el gitano como para contener sus pensamientos.
— Ya te conocen, necesitas dejar de ir un tiempo por esos lados. Lo digo en serio, además, tu apariencia no es la más discreta que existe, eres muy evidente — Suspiró — Por favor, solo limita tus idas particulares a esa zona, es por tú bien, y sólo te pido unos días — Le sacó la lengua en señal infantil, cruzándose de brazos incluso, alzando el rostro para poder toparse con los ojos profundos del chico. Esa mirada que podría destrozar a cualquiera. ¿Cómo no? De ser otra persona con toparse con la mirada del hombre habría salido corriendo. Lo cierto es que Milenka se repetía demasiado aquello porque la hacía sentir afortunada, el que la cuidara y esas cosas. — Que te quede claro que saliste con vida por mi, y que debes invitarme una buena cena está noche porque arriesgué mi seguridad para salvarte — Le molestó y habló con seguridad, pero también para molestarlo, si él lo hacía con ella, ella podría hacerlo con él.
— No vengo de clase alta, no le doy nada a los de clase alta, sin embargo me gusta trabajar de forma honrada. Lo sabes bien — Le gruñó un poco — No quiero llegar a ser lo que mi padre fue, abusiva y todas esas cosas, puedes hacerlo por los dos — Le molestó de nuevo, aunque lo que más le agradaba es que él no se ofendía por ese tipo de cosas. Era duro, se aguantaba a cualquier tipo de palabra. Milenka aprendía demasiado de él, de su carácter, de mostrarse con firmeza. El chico jamás sabría lo bien que le hacía a la gitana.
— ¿Comiste algo ya? — Preguntó curiosa — Puedo llevarte a comer si deseas — Le tomó del brazo para atraerla hacía él y comenzar a caminar.
Milenka Sandoje- Gitano
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Fecha de inscripción : 01/12/2011
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Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
Atenuaba en él ese rosto despreocupado, temperado que animaba a su compañero a tener los nervios más de punta bajo la tranquilidad innata que dejaba relucir; Oía su voz regañarle una vez más, nuevamente lo hacía y como un infante que sabía sus maldades, sonreía de costado, mostrando la blanca dentadura superior que lo acompañaba como eje de galantería; Podía ser un gitano, y a pesar de lo bohemio, sabía que debía tener rasgos para atraer desde la clase más alta, hasta la más baja; No discriminaba en hacerlo, era un caballero, así se denominaba de forma jocosa, mofándose de los galanes que se hacían tomar en enserio ¿Qué? Calma, oía sus regaños, sí, solía desviar su mente a las nubes cuando ello lo regañaba, aunque bien sabía lo que le decía, era el discurso de siempre.
Vio sus cercanía y simplemente atinó a asentir con la cabeza una y otra vez, abriendo sus ojos de par de par fingiendo sorpresa absoluta — Mujer, ya, lo sé ¿Crees que no estoy al tanto de que es un delito? Oh, sí ¡Que muera el gitano, me dijo que sería joven, hermosa y prospera! Patrañas Milenka, sabes que a ellos se les dice lo que desean oír, los hago felices, merezco un premio, no estar huyendo de regordetes qué...— Estalló en risas, una carcajada amarga, no por falsa, sino por el tono bajo gutural de su voz, se adueño de cada rincón de su entorno, sujetó en símbolo de exageración su abdomen y la miro divertido, como un chiquillo riendo — ¿Viste como corría ese hombre? Joder, no sé cómo no termino girando tras de mi — Tomó una gran bocanada de aire para calmar las abruptas interrupciones que hacia — La delincuencia jamás se acabará con hombres como él a cargo de la seguridad —
Notó cómo su amiga no daba mayor interés de lo poco gracioso, sí, se comportaba de malas formas a veces, pero sólo quería iniciar sus ataques de controladora, hace demasiado no la veía; Enarcó una de sus cejas y continuó estar atento de sus regaños — Ya me iré, tengo otros senderos que recorrer, no es que siempre este allí, pero en ocasiones creo que mis mentiras les agradan tanto qué, simplemente me siguen hasta dónde esté — Alzó una de sus manos, sí la veía preocupada y no era para menos, prácticamente y con exageración latente admitía, que Milenka era una de las pocas personas en las cuales confiaba, casi una hermana, si el pacto de sangre fuera de nacimiento. — Unos días, está bien, no iré por unas semanas para que te quedes tranquila señora — Murmuró en un susurro, entornando sus ojos al ver que le sacaba la lengua, ella no hacía gracia de sus bromas, el no hacía gracias de las suyas, era una relación de niños.
— ¿Invitarte a cenar? ¿Estas de joda Milenka? El dinero me lo gané, al hombre lo perdí yo, tú eres quien tiene una tienda con chucherías. — Bromeó.
Le guiñó un ojo entre tanto comenzaba a caminar junto con ella, escondiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalón, con la mirada fija en el camino, con un semblante serio frunció sus labios ladeando la cabeza — Acepto esa invitación, me parece mucho mejor... ¿Dónde te habías metido? Sé bien que me pierdo a menudo, pero siempre que regresaba estabas, y ahora cuando lo hice, no te encontré — Murmuró, la diversión ya no abordaba sus comentario, era cierto, la buscó.
Vio sus cercanía y simplemente atinó a asentir con la cabeza una y otra vez, abriendo sus ojos de par de par fingiendo sorpresa absoluta — Mujer, ya, lo sé ¿Crees que no estoy al tanto de que es un delito? Oh, sí ¡Que muera el gitano, me dijo que sería joven, hermosa y prospera! Patrañas Milenka, sabes que a ellos se les dice lo que desean oír, los hago felices, merezco un premio, no estar huyendo de regordetes qué...— Estalló en risas, una carcajada amarga, no por falsa, sino por el tono bajo gutural de su voz, se adueño de cada rincón de su entorno, sujetó en símbolo de exageración su abdomen y la miro divertido, como un chiquillo riendo — ¿Viste como corría ese hombre? Joder, no sé cómo no termino girando tras de mi — Tomó una gran bocanada de aire para calmar las abruptas interrupciones que hacia — La delincuencia jamás se acabará con hombres como él a cargo de la seguridad —
Notó cómo su amiga no daba mayor interés de lo poco gracioso, sí, se comportaba de malas formas a veces, pero sólo quería iniciar sus ataques de controladora, hace demasiado no la veía; Enarcó una de sus cejas y continuó estar atento de sus regaños — Ya me iré, tengo otros senderos que recorrer, no es que siempre este allí, pero en ocasiones creo que mis mentiras les agradan tanto qué, simplemente me siguen hasta dónde esté — Alzó una de sus manos, sí la veía preocupada y no era para menos, prácticamente y con exageración latente admitía, que Milenka era una de las pocas personas en las cuales confiaba, casi una hermana, si el pacto de sangre fuera de nacimiento. — Unos días, está bien, no iré por unas semanas para que te quedes tranquila señora — Murmuró en un susurro, entornando sus ojos al ver que le sacaba la lengua, ella no hacía gracia de sus bromas, el no hacía gracias de las suyas, era una relación de niños.
— ¿Invitarte a cenar? ¿Estas de joda Milenka? El dinero me lo gané, al hombre lo perdí yo, tú eres quien tiene una tienda con chucherías. — Bromeó.
Le guiñó un ojo entre tanto comenzaba a caminar junto con ella, escondiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalón, con la mirada fija en el camino, con un semblante serio frunció sus labios ladeando la cabeza — Acepto esa invitación, me parece mucho mejor... ¿Dónde te habías metido? Sé bien que me pierdo a menudo, pero siempre que regresaba estabas, y ahora cuando lo hice, no te encontré — Murmuró, la diversión ya no abordaba sus comentario, era cierto, la buscó.
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Fecha de inscripción : 20/04/2014
Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
¿Qué haría con él? Son preguntas que siempre se formulaba, una y otra vez, consecutivas, sin querer detener el ritmo de la interrogante, y es que era verdad, se preocupaba más de la cuenta por el gitano, incluso aunque no tuviera que hacerlo, y es que en sus tiempos de crisis, el había hecho hasta lo imposible por sacarle una sonrisa ¿Por qué? Ni siquiera ella lo comprendía, y a pesar de las grandes diferencias entre ambos, se respetaban, se querían, y se hacían caso cuando la cosa se tornaba seria y complicada. ¿Y cómo no? Prácticamente era lo único que tenían: al otro. Muchos gitanos les criticaban por su cercanía, pero a ellos no le importaba, con tal de estar bien, ¡al diablo el respeto!
Milenka se dio cuenta que estaba siendo muy exagerada, y eso no le importó. Nunca había tenido una familia fija, y lo poco que consideraba con tal, se le había esfumado entre los dedos como el agua cristalina. Doloroso había sido, y ahora que se sentía tan a gusto y segura con alguien, no iba a permitir que le ocurriera algo. Era como un sentimiento de pertenencia pero al mismo tiempo no lo era del todo. Ambos sabían sus lugares, su amistad, su estrecha conexión, pero no se pasaban de la raya. La única ventaja era que cuando se encontraban en los peores problemas ahí estaban para sacar del fango al otro. Suspirando llena de melancolía se pegó un poco más a él. La temperatura cálida del gitano le suavizaba el panorama. Con él se sentía bien, y sabía que jamás le ocurriría nada.
— No, no he estado — Le aseguró; confiaba sólo las palabras del macho. — Fue difícil que me aceptaran los de esta comunicar, son incluso más severos y críticos que los ricos, tú mejor que nadie los conoce — Se encogió de hombros mostrando la tristeza que eso le ocasionaba — Sin embargo tuve que hacer algo distinto para que pudieran aceptarme sin dudarlo, ¿recuerdas a Judah? Es un gitano demasiado problemático — Le miró de reojo — Resulta que estaba apedreándolo y puse las manos al fuego por él, les pedí que lo cuidaría y reformaría, de esa manera no podían echarme, y sino lo conseguía, nos echarían a los dos — Articuló con tranquilidad, aunque en su interior todo era un mar de nervios. Las cosas con Judah no mejoraban, cada día era peores, y ninguno de los dos estaba a gusto con la presencia del otro. Era todo un caos, y la joven estaba temiendo lo peor. Incluso estaba haciendo trazos sobre nuevas rutas para buscar caminos distintos, otra vida, nuevas oportunidades, distintos panoramas — La gente es cruel, pero me estoy acostumbrando — Terminó por encogerse de hombros y seguir su camino sin soltarle, pero sin querer mirarlo a los ojos.
— Cuéntame de ti, ¿Qué hiciste todo este tiempo? ¿Con quien estuviste? También te busqué, sin embargo es más complicado encontrarte, aunque eres enorme resultas un hombre escurridizo ¿cómo le haces? — Le dio con suavidad con el hombro en una de sus costillas como señal de juego y diversión. — No deberías irte tanto tiempo sin decirme donde te encuentras, me preocupo — Comentó de mala gana mientras daba pellizcos en el brazo del gitano, y le jalaba por última vez para que entraran en una pequeña cabaña que olía a comida caliente, recién cocinada.
— Pide lo que quieras — Musitó con una sonrisa fanfarrona de medio lado; debía agradecer y confesar que le estaba yendo bien en su tienda de telas, así que gastar unos cuantos francos no estaba de más.
Milenka se dio cuenta que estaba siendo muy exagerada, y eso no le importó. Nunca había tenido una familia fija, y lo poco que consideraba con tal, se le había esfumado entre los dedos como el agua cristalina. Doloroso había sido, y ahora que se sentía tan a gusto y segura con alguien, no iba a permitir que le ocurriera algo. Era como un sentimiento de pertenencia pero al mismo tiempo no lo era del todo. Ambos sabían sus lugares, su amistad, su estrecha conexión, pero no se pasaban de la raya. La única ventaja era que cuando se encontraban en los peores problemas ahí estaban para sacar del fango al otro. Suspirando llena de melancolía se pegó un poco más a él. La temperatura cálida del gitano le suavizaba el panorama. Con él se sentía bien, y sabía que jamás le ocurriría nada.
— No, no he estado — Le aseguró; confiaba sólo las palabras del macho. — Fue difícil que me aceptaran los de esta comunicar, son incluso más severos y críticos que los ricos, tú mejor que nadie los conoce — Se encogió de hombros mostrando la tristeza que eso le ocasionaba — Sin embargo tuve que hacer algo distinto para que pudieran aceptarme sin dudarlo, ¿recuerdas a Judah? Es un gitano demasiado problemático — Le miró de reojo — Resulta que estaba apedreándolo y puse las manos al fuego por él, les pedí que lo cuidaría y reformaría, de esa manera no podían echarme, y sino lo conseguía, nos echarían a los dos — Articuló con tranquilidad, aunque en su interior todo era un mar de nervios. Las cosas con Judah no mejoraban, cada día era peores, y ninguno de los dos estaba a gusto con la presencia del otro. Era todo un caos, y la joven estaba temiendo lo peor. Incluso estaba haciendo trazos sobre nuevas rutas para buscar caminos distintos, otra vida, nuevas oportunidades, distintos panoramas — La gente es cruel, pero me estoy acostumbrando — Terminó por encogerse de hombros y seguir su camino sin soltarle, pero sin querer mirarlo a los ojos.
— Cuéntame de ti, ¿Qué hiciste todo este tiempo? ¿Con quien estuviste? También te busqué, sin embargo es más complicado encontrarte, aunque eres enorme resultas un hombre escurridizo ¿cómo le haces? — Le dio con suavidad con el hombro en una de sus costillas como señal de juego y diversión. — No deberías irte tanto tiempo sin decirme donde te encuentras, me preocupo — Comentó de mala gana mientras daba pellizcos en el brazo del gitano, y le jalaba por última vez para que entraran en una pequeña cabaña que olía a comida caliente, recién cocinada.
— Pide lo que quieras — Musitó con una sonrisa fanfarrona de medio lado; debía agradecer y confesar que le estaba yendo bien en su tienda de telas, así que gastar unos cuantos francos no estaba de más.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
"Sin exagerar, ahora mismo me podría poner fuera de esta tienda a cobrar mis servicios de vidente a todo aquel adinerado que salga por estas puertas con algo de cambio entre sus bolsillos" Pensó, con seriedad, pues hacía valer sus pensamientos, tanto así como una ley de reglas estrictas que no se daría el lujo ni el atrevimiento de pasar a llevar, pero algo lo hizo alzar la vista del suelo, aquel sitio que tenía contemplado para sus telas deshechas y sus cartas lanzadas a cada lado de esta prenda. Miro a su compañera, que murmuraba un par de palabras a las cuales aún no le daba sentido por completo. No. Ella no lo dejaría posarse a las afueras de su tienda, ya podía oír esa vocecilla vociferando lo idiota y peligrosa que le parecería tal idea.
Pero pensó: A dos cuadras hay otra tienda, con una anciana, de seguro la señora lo dejaría ponerse ahí a cambio de un par de favores manuales. No los haría con el mayor de los gustos, pero el dinero era dinero y el gitano debía alimentarse de algo más que no fueran placeres que lo dejaban exhausto luego de cada encuentro.
Sus ojos parecían serpientes a punto de clavar sus colmillos venenosos contra la piel de su cuerpo, dio un paso hacía atrás, relacionando animales era bueno y aquella castaña era de armas tomar cuando el ceño se le fruncía y la seriedad acompañaba sus palabras; No evito carcajearse bajo los instintos de maternidad que depositaba sobre él. A pesar de poder arreglárselas muy bien, más que bien solo, siempre que se encontraba con una mano amiga, se quitaba un peso (Delgado, muy liviano) de encima. y más si se trataba de ella esa ayuda, sí que se sentía alivianado en ese momento. Un encuentro caótico siempre lo llevaba a ella, esa no fue la excepción de la regla y aunque la comunidad los intentaba mantener siempre alejados, dando malas y falsas direcciones de sus encuentros, hacían lo necesario, sin mayor esfuerzo para dar con el otro en días menos esperados.
— Por ser mártir de alguien más estás dónde estás, se te ve bien de todas formas, pero sé que no es de tu linaje amarrarte a algo, menos a alguien... — La vio directo a los ojos, sus labios se fruncieron casi confundiéndose con la espesa barba que adornaba su propio rostro, su entrecejo se frunció y luego un suspiro desganado loa congojo, tomando una distancia prudente para alzar sus hombros y dejar colgando sus brazos como un titiritero que suelta a sus muñecos en libertad de acción — Estás desperdiciando buenos momentos, no eres idiota, sé que lo sabes, ¿Acostumbrarse a que sean crueles? ¿Enserio? ¿Tú? Milenka, enserio ¿Quien eres? — Cuestionó en un tono burlesco, sus dichos traerían represarías, por lo que luego de haber hablado, dio un par de palmabas cínicas contra su hombro, para luego rodear el mismo en una mala imitación de un abrazo marcando con agilidad sus labios contra su sien, en un roce de estos murmuro con una sonrisa siempre detallando sus facciones — Cada vez más tonta — Era un gesto de cariño, la confianza iba marcada casi como un tatuaje permanente en lo que le decía.
Y luego de eso, comenzó a caminar en círculos, dando largos pero muy lentos pasos tras soltarla, sus manos se escondieron en los bolsillos de sus pantalones y dando patadas a un par de piedras alzo sus hombros dando poca importancia a lo que sería su respuesta — ¿Que hice todo este tiempo? Supongo que lo mismo — Sentenció y era sincero — Recorrer, ganar dinero, conocer gente, mujeres, señoritas, niñas... — La quedó viendo — Niñas, no. — Le guiñó uno de sus ojos y luego alzo sus brazos para dejarlos tras su cabeza, marcando en ese movimiento sus biceps que a escasas se veían bajo las roñozas ropas; Era un gitano corpulento, no como los demás. — Y yo no me voy, siempre recorro los mismos lugares, sólo que en esos lugares nunca te encontré y al volver, jamás esperé verte... si no te encontré una vez, ¿Que me aseguraba que la segunda o tercera vez sí? Lo hice un tiempo, pero al paciencia es un lujo que no tengo —
La siguió a los interiores de ese lugar y negó luego de sentir ese olor tan hogareño — No, vamos a otro lugar, conozco algo mejor —
Pero pensó: A dos cuadras hay otra tienda, con una anciana, de seguro la señora lo dejaría ponerse ahí a cambio de un par de favores manuales. No los haría con el mayor de los gustos, pero el dinero era dinero y el gitano debía alimentarse de algo más que no fueran placeres que lo dejaban exhausto luego de cada encuentro.
Sus ojos parecían serpientes a punto de clavar sus colmillos venenosos contra la piel de su cuerpo, dio un paso hacía atrás, relacionando animales era bueno y aquella castaña era de armas tomar cuando el ceño se le fruncía y la seriedad acompañaba sus palabras; No evito carcajearse bajo los instintos de maternidad que depositaba sobre él. A pesar de poder arreglárselas muy bien, más que bien solo, siempre que se encontraba con una mano amiga, se quitaba un peso (Delgado, muy liviano) de encima. y más si se trataba de ella esa ayuda, sí que se sentía alivianado en ese momento. Un encuentro caótico siempre lo llevaba a ella, esa no fue la excepción de la regla y aunque la comunidad los intentaba mantener siempre alejados, dando malas y falsas direcciones de sus encuentros, hacían lo necesario, sin mayor esfuerzo para dar con el otro en días menos esperados.
— Por ser mártir de alguien más estás dónde estás, se te ve bien de todas formas, pero sé que no es de tu linaje amarrarte a algo, menos a alguien... — La vio directo a los ojos, sus labios se fruncieron casi confundiéndose con la espesa barba que adornaba su propio rostro, su entrecejo se frunció y luego un suspiro desganado loa congojo, tomando una distancia prudente para alzar sus hombros y dejar colgando sus brazos como un titiritero que suelta a sus muñecos en libertad de acción — Estás desperdiciando buenos momentos, no eres idiota, sé que lo sabes, ¿Acostumbrarse a que sean crueles? ¿Enserio? ¿Tú? Milenka, enserio ¿Quien eres? — Cuestionó en un tono burlesco, sus dichos traerían represarías, por lo que luego de haber hablado, dio un par de palmabas cínicas contra su hombro, para luego rodear el mismo en una mala imitación de un abrazo marcando con agilidad sus labios contra su sien, en un roce de estos murmuro con una sonrisa siempre detallando sus facciones — Cada vez más tonta — Era un gesto de cariño, la confianza iba marcada casi como un tatuaje permanente en lo que le decía.
Y luego de eso, comenzó a caminar en círculos, dando largos pero muy lentos pasos tras soltarla, sus manos se escondieron en los bolsillos de sus pantalones y dando patadas a un par de piedras alzo sus hombros dando poca importancia a lo que sería su respuesta — ¿Que hice todo este tiempo? Supongo que lo mismo — Sentenció y era sincero — Recorrer, ganar dinero, conocer gente, mujeres, señoritas, niñas... — La quedó viendo — Niñas, no. — Le guiñó uno de sus ojos y luego alzo sus brazos para dejarlos tras su cabeza, marcando en ese movimiento sus biceps que a escasas se veían bajo las roñozas ropas; Era un gitano corpulento, no como los demás. — Y yo no me voy, siempre recorro los mismos lugares, sólo que en esos lugares nunca te encontré y al volver, jamás esperé verte... si no te encontré una vez, ¿Que me aseguraba que la segunda o tercera vez sí? Lo hice un tiempo, pero al paciencia es un lujo que no tengo —
La siguió a los interiores de ese lugar y negó luego de sentir ese olor tan hogareño — No, vamos a otro lugar, conozco algo mejor —
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
Miles de preguntas aparecían en su mente cuando se encontraba frente a él. La sensación resultaba extraña, era cómo tener calidez en medio de un crudo invierno, cómo beber agua cuando se tenía más sed a mitad del desierto. Con él sentía sensaciones extrañas que la consumían poco a poco. No sólo eso, también deseaba más de él, No se sentía satisfecha con sólo verlo. Estaba consciente que tenían una solida y hermosa amistad, eso no podía negarlo, pero cuando se encontraban cerca sentía la gran necesidad de poder exigir más, exigirlo suyo, por ese momento, porque no podía para siempre. ¿El lo entendería? ¿Lo comprendía? ¿Sentía igual? Y no es que tuviera dobles intenciones con su amigo, para nada, pero en ocasiones la hacía dudar, la hacía querer caer ante sus ojos, sus brazos, e incluso sobre su cuerpo. Mantenía aquel secreto en silencio, le daba miedo que el se enojara por sus propias curiosidades. No deseaba perderlo, y sabía que el hombre era feliz en medio de tanta libertad. Nadie le cortaría las alas, y le gustaba verlo volar. ¿Estaría volviéndose loca? Quizás.
Sin embargo todo tenía una verdadera razón. Ningún hombre la había tratado de esa forma. A todos los creía unos patanes, pero a él no, incluso sabiendo de que pie cojeaba. Con Josiah se sentía capaz de romper miedos y salir adelante. A él no lo podía poner en el mismo costal que el resto porque sería injusto. Con él se sentía protegida, y aunque él fuera un bruto torpe, también se sentía querida, importante, por algo siempre se buscaban, se hablaba, se contaban y se abrazaban. Él era especial, su único hombre especial, porque ni siquiera Judah que vivía bajo su custodia había declarado tregua a su lado. Se sentía confundida y por esa razón simplemente suspiró, no llegó a sentarse en la modesta silla del local al que lo llevaba, lo siguió de cerca, con la sonrisa amplia y el anhelo de una noche prolongada.
— No vayas tan rápido — Le reclamó desde atrás apresurando el paso para intentar alcanzarlo. Las zancadas de su amigo eran impresionantes, igual no se sorprendía demasiado tomando en cuenta su gran estatura, simplemente le sonrió y después de mucho intentarlo le alcanzó.
— El día que muera y mi cadáver éste sobre el suelo, seguramente no lo verías y pasarías sobre mi — Se encogió de hombros, lentamente se abrió paso entre una concurrencia que los miró de mala manera. Poco caso les hizo, ya se había acostumbrado al desprecio de aquellos se sentían superiores a los de su "raza". Le tomó del brazo porque estaba por tropezar y luego frunció el ceño — Si yo me vuelvo más tonta, entonces tú serás un idiota — Le sacó la lengua divertida. Se aferró un poco más a él — Prométeme que siempre volverás a mi — Le miró de reojo. ¿Qué era él? Quizás a quien sólo podría llamar familia.
— Después de cenar deberíamos ir a la fiesta de hoy — Era extraño, desde que había llegado a esa comunidad de gitanos, la joven no había asistido a una de las fiestas, pero quizás los tiempos cambiaban, se sentiría más segura, más integrada, parte de la familia — Baila conmigo, hagamos alguna danza para el universo ¡Por favor! — Le pidió emocionada sin soltarlo. Se plantó frente a él — Quiero hacer muchas cosas, demasiadas, y quiero que las hagas conmigo, quizás en nuestra próxima despedida nuestros caminos no vuelvan a cruzarse — La simple idea le dolía, sin embargo debían ser realistas, ambos andaban de un lado a otro, ninguno dejaba marcas porque no les gustaban marcar con huellas el trayecto que hacían. Él era parte de su vida, pero cómo había llegado, podría irse. Debían aprovecharse.
Se dejó guiar al lugar. Prefería el silencio antes de las respuestas.
Sin embargo todo tenía una verdadera razón. Ningún hombre la había tratado de esa forma. A todos los creía unos patanes, pero a él no, incluso sabiendo de que pie cojeaba. Con Josiah se sentía capaz de romper miedos y salir adelante. A él no lo podía poner en el mismo costal que el resto porque sería injusto. Con él se sentía protegida, y aunque él fuera un bruto torpe, también se sentía querida, importante, por algo siempre se buscaban, se hablaba, se contaban y se abrazaban. Él era especial, su único hombre especial, porque ni siquiera Judah que vivía bajo su custodia había declarado tregua a su lado. Se sentía confundida y por esa razón simplemente suspiró, no llegó a sentarse en la modesta silla del local al que lo llevaba, lo siguió de cerca, con la sonrisa amplia y el anhelo de una noche prolongada.
— No vayas tan rápido — Le reclamó desde atrás apresurando el paso para intentar alcanzarlo. Las zancadas de su amigo eran impresionantes, igual no se sorprendía demasiado tomando en cuenta su gran estatura, simplemente le sonrió y después de mucho intentarlo le alcanzó.
— El día que muera y mi cadáver éste sobre el suelo, seguramente no lo verías y pasarías sobre mi — Se encogió de hombros, lentamente se abrió paso entre una concurrencia que los miró de mala manera. Poco caso les hizo, ya se había acostumbrado al desprecio de aquellos se sentían superiores a los de su "raza". Le tomó del brazo porque estaba por tropezar y luego frunció el ceño — Si yo me vuelvo más tonta, entonces tú serás un idiota — Le sacó la lengua divertida. Se aferró un poco más a él — Prométeme que siempre volverás a mi — Le miró de reojo. ¿Qué era él? Quizás a quien sólo podría llamar familia.
— Después de cenar deberíamos ir a la fiesta de hoy — Era extraño, desde que había llegado a esa comunidad de gitanos, la joven no había asistido a una de las fiestas, pero quizás los tiempos cambiaban, se sentiría más segura, más integrada, parte de la familia — Baila conmigo, hagamos alguna danza para el universo ¡Por favor! — Le pidió emocionada sin soltarlo. Se plantó frente a él — Quiero hacer muchas cosas, demasiadas, y quiero que las hagas conmigo, quizás en nuestra próxima despedida nuestros caminos no vuelvan a cruzarse — La simple idea le dolía, sin embargo debían ser realistas, ambos andaban de un lado a otro, ninguno dejaba marcas porque no les gustaban marcar con huellas el trayecto que hacían. Él era parte de su vida, pero cómo había llegado, podría irse. Debían aprovecharse.
Se dejó guiar al lugar. Prefería el silencio antes de las respuestas.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
Era una compañía invaluable, y dado que sus amigos eran contando con los dedos de una de sus manos, reconocía que tenerla ahora a su lado daba cierta satisfacción a su alma. Aunque su sano juicio no actuaba acorde a tan delicados pensamientos, más bien lo hacían caer en el seno de lo absurdo, dónde sus expresiones eran las de siempre y la confianza se dejaba depositar en palabras experimentadas, con las cuales esperaba saldar la ayuda que Milenka siempre quería darle pero que él nunca lograba contribuir como sí.
El caritativo gitano sólo se detuvo a detallar facciones femeninas, pero al decir aquello lo repasaba en su mente en cada hilo de recuerdo, ya que aquella mujer caminaba a sus espaldas, minutos después de dejar tan hogareño lugar para pasar a comer en un sitio que tenía mente. Espacio dónde solía ir a beber en compañía de su banda, de su manada, ese punto de encuentro dónde la distracción era colosal y el placer se transformaba en gustos exquisitos acompañados de un trozo musical de cualquier canción desconocida, líricas sin letras coherentes, sonetos de desafinados bohemios nocturnos que daban su arte como insólitos regalos a los oyentes del recinto.
Dio pie a sus palabras y caminando cada vez más despacio a través de las aceras logró verla a su costado, diminuta belleza de ojos perdidos, nuevamente enarcó una de sus cejas y sin oír ni media palabra de lo que decía simplemente la veía, en lo habitual de ella, charlar de cualquier cosa, recriminar a él signos de sus gestos, de su andar, de su comportamiento. Una pequeña cascarrabias ¿Cómo podría haber estado tanto tiempo lejos de aquella efigie? Misterioso era el destino que los unía en ese momento, mientras se creía un forastero más por las calles, un paisano más, un ajeno a su vida, o así lo pensaba el gitano, pues cada vez que la viera, se quedaría a su lado el tiempo necesario, el tiempo que durara, ya qué la paciencia se acababa y hacía lo que mejor sabía hacer, escapar, desaparecer.
— Bailaría sobre él seguramente... — Bromeó, en un tono tan serio que hasta el dudó de que ella entendiera el signo de su comentario. Fue entonces, que al terminar sus dichos el diminuto brazo de la joven atravesó el propio para evitar dar contra el suelo en un traspié bastante torpe; Frunció sus labios, reprimió una carcajada. La quedó viendo y negó con la cabeza de lado a lado — Si soy una idiota, deberías renombrarte cómo despistada... ¿Te das cuenta que yo no te hubiera recogido del suelo si hubieses caído? — Una vez más jugaba con su mente, haciéndola oír sus pesadez a pesar de tener entendido que ella conocía lo que escondía cada dicho. Parecía abismante, algo abrumador la proeza con la cuál cada paso, cada movimiento ya era recalculado por su compañera y viceversa. Daba miedo, claro que sí. Lo mantenía expectante de cada acontecimiento futuro. Con ella esperaba sorpresas y aceptaba conforme el deseo que nacía en él por seguir en su compañía, esperando ser sorprendido hasta por una pequeña risilla que aflorara de sus labios.
Pocas veces se mantenía tanto tiempo al lado de una mujer, parecía que con ella todo era diferente, rompía fronteras en su compañía y parecía ocurrente que en medio de tan dramático pensamiento ésta le pidiera una promesa que ni el mismo estaba seguro de poder cumplir. Algo más tarde, después de haber caminado cinco o siente pasos más, carraspeo su garganta y negó en seco con un movimiento de su cabeza — No creo en las promesas, mujer — Sentenció, sus facciones estaban rígidas y el paso andante era un poco más rápido, estaban cerca y deseaba dejar ese tipo de charlas en el pasado mientras se caminaba.
¿Se le permitía tener tanto en mente como para lanzar ideas tras ideas? Una vez más la comparaba a una serpiente de armas tomar, sólo enviaba información al gitano sin darle tiempo de procesar una idea para ya estar en plano de otro momento ¿Y que había de malo en él aquella tarde? Era irritante sobrellevarla, pero el gusto de oírla hacía cada espantoso momento un privilegio.
Y allí, a su lado, en pleno frente de sus comentarios comenzó a reír casi con la esperanza de tumbarse en el suelo; Esa emoción que dejaba a flor de piel lo hacía casi caer en un vaso de miel. — Mujer... — Se detuvo cuando su cuerpo obstruía paso alguno. Luego extendió sus manos, pasó el dorso de su diestra por el borde de su rostro y luego bajó por la línea que extendía su brazo, deteniendo su palma contra la suya, estrechando su mano, sus dedos. Inició un giro en su anatomía, imitando un baile elegante que sólo duró lo que duraba ese traspié de su cuerpo, de esa diminuta esencia — Te haré bailar cómo nunca antes lo habías hecho — Sentenció, alzando su rostro para señalar las puertas que los iban a recibir. Habían llegado a ese refugio, dónde en su totalidad, eran gitanos camuflados los que se liberaban de ataduras.
El gitano no soltó la mano de su amiga, y en coordinación de sus andanzas, la hizo entrar agarrada a su cuerpo.
El caritativo gitano sólo se detuvo a detallar facciones femeninas, pero al decir aquello lo repasaba en su mente en cada hilo de recuerdo, ya que aquella mujer caminaba a sus espaldas, minutos después de dejar tan hogareño lugar para pasar a comer en un sitio que tenía mente. Espacio dónde solía ir a beber en compañía de su banda, de su manada, ese punto de encuentro dónde la distracción era colosal y el placer se transformaba en gustos exquisitos acompañados de un trozo musical de cualquier canción desconocida, líricas sin letras coherentes, sonetos de desafinados bohemios nocturnos que daban su arte como insólitos regalos a los oyentes del recinto.
Dio pie a sus palabras y caminando cada vez más despacio a través de las aceras logró verla a su costado, diminuta belleza de ojos perdidos, nuevamente enarcó una de sus cejas y sin oír ni media palabra de lo que decía simplemente la veía, en lo habitual de ella, charlar de cualquier cosa, recriminar a él signos de sus gestos, de su andar, de su comportamiento. Una pequeña cascarrabias ¿Cómo podría haber estado tanto tiempo lejos de aquella efigie? Misterioso era el destino que los unía en ese momento, mientras se creía un forastero más por las calles, un paisano más, un ajeno a su vida, o así lo pensaba el gitano, pues cada vez que la viera, se quedaría a su lado el tiempo necesario, el tiempo que durara, ya qué la paciencia se acababa y hacía lo que mejor sabía hacer, escapar, desaparecer.
— Bailaría sobre él seguramente... — Bromeó, en un tono tan serio que hasta el dudó de que ella entendiera el signo de su comentario. Fue entonces, que al terminar sus dichos el diminuto brazo de la joven atravesó el propio para evitar dar contra el suelo en un traspié bastante torpe; Frunció sus labios, reprimió una carcajada. La quedó viendo y negó con la cabeza de lado a lado — Si soy una idiota, deberías renombrarte cómo despistada... ¿Te das cuenta que yo no te hubiera recogido del suelo si hubieses caído? — Una vez más jugaba con su mente, haciéndola oír sus pesadez a pesar de tener entendido que ella conocía lo que escondía cada dicho. Parecía abismante, algo abrumador la proeza con la cuál cada paso, cada movimiento ya era recalculado por su compañera y viceversa. Daba miedo, claro que sí. Lo mantenía expectante de cada acontecimiento futuro. Con ella esperaba sorpresas y aceptaba conforme el deseo que nacía en él por seguir en su compañía, esperando ser sorprendido hasta por una pequeña risilla que aflorara de sus labios.
Pocas veces se mantenía tanto tiempo al lado de una mujer, parecía que con ella todo era diferente, rompía fronteras en su compañía y parecía ocurrente que en medio de tan dramático pensamiento ésta le pidiera una promesa que ni el mismo estaba seguro de poder cumplir. Algo más tarde, después de haber caminado cinco o siente pasos más, carraspeo su garganta y negó en seco con un movimiento de su cabeza — No creo en las promesas, mujer — Sentenció, sus facciones estaban rígidas y el paso andante era un poco más rápido, estaban cerca y deseaba dejar ese tipo de charlas en el pasado mientras se caminaba.
¿Se le permitía tener tanto en mente como para lanzar ideas tras ideas? Una vez más la comparaba a una serpiente de armas tomar, sólo enviaba información al gitano sin darle tiempo de procesar una idea para ya estar en plano de otro momento ¿Y que había de malo en él aquella tarde? Era irritante sobrellevarla, pero el gusto de oírla hacía cada espantoso momento un privilegio.
Y allí, a su lado, en pleno frente de sus comentarios comenzó a reír casi con la esperanza de tumbarse en el suelo; Esa emoción que dejaba a flor de piel lo hacía casi caer en un vaso de miel. — Mujer... — Se detuvo cuando su cuerpo obstruía paso alguno. Luego extendió sus manos, pasó el dorso de su diestra por el borde de su rostro y luego bajó por la línea que extendía su brazo, deteniendo su palma contra la suya, estrechando su mano, sus dedos. Inició un giro en su anatomía, imitando un baile elegante que sólo duró lo que duraba ese traspié de su cuerpo, de esa diminuta esencia — Te haré bailar cómo nunca antes lo habías hecho — Sentenció, alzando su rostro para señalar las puertas que los iban a recibir. Habían llegado a ese refugio, dónde en su totalidad, eran gitanos camuflados los que se liberaban de ataduras.
El gitano no soltó la mano de su amiga, y en coordinación de sus andanzas, la hizo entrar agarrada a su cuerpo.
Josiah D'Olincourt- Gitano
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Re: Al final de la segunda luna. [Privado]
¿Por qué no podía prometerle algo? La negación le dolió, le hizo temblar de principio y a fin y temió lo peor. ¿Y si él no volvía más a su lado después de aquel encuentro? Negó repetidas veces, estaba sufriendo antes de que ocurriera, ¿Y cómo no lo haría? En la vida poco tenía, o nada tal vez, sin embargo en medio de tantas situaciones precarias ahí se encontraba él. Se trataba de su sol personal, de esa luz que iluminaba su vida para darle energía, para guiarle sus pasos, su camino. ¡Que bien le hacía! Porque no sólo le daba iluminación, sino también le ofrecía calidez en cada abrazo. No sólo era su sol, también era su luna, esa que adoraba por las noches y su tenue luz iluminaba su rostro en medio de tanta oscuridad. ¿Por qué le costaba tanto trabajo a él prometerle? No lo comprendía, ella lo haría sin pensarlo, quiso llorar, su pecho subió y bajo apresado por la pena de una promesa que ni siquiera fue realizada, sin embargo disimuló, lo hizo de forma profesional, sin siquiera mostrar aquella luz extinguiéndose de sus ojos. ¿Él sabría lo importante que era para ella? Lo dudaba en realidad.
Milena estuvo a punto de abrir la boca y mover los labios para expresar un poco de su sentir, sin embargo esa caricia la hizo silenciar de nuevo. Tragó saliva y fue poco disimulada esta vez. Incluso cerró los ojos gozando del contacto y sonrió cuando sus dedos se entrelazaban. Josiah era esa mezcla de acciones, palabras y pensamientos que no concordaban del todo, pero que disfrutaba yéndolo descifrando. Negó un par de veces y apretó un poco más los dedos ajenos con los propios para avanzar así. Dejó de prestar atención a los detalles y se enfocó en él. ¿Por qué apreciaba tanto su compañía? Sin duda su amistad no era como la de cualquiera, o quizás no se trataba de una simple amistad. ¡A saber!
— Yo si creo en las promesas — Dijo por fin. No tendrían que tocar más el tema sino querían, además se encontraban entrando a un lugar nuevo, una zona que ella jamás había visto, o quizás lo pasó desapercibido. Al entrar se dio cuenta que era demasiado distraída, los detalles y los colores del lugar, sumado a las personas y sus facciones la hicieron sentir en terreno seguro, cerca de casa. De nuevo las acciones de él la llegaron a abofetear. ¿Estaba intentando confundirla? ¿Volverla loca? Por primera vez ella se sonrojó. — ¿Aquí me harás bailar? — Le molestó, porque ya estaba lo suficientemente incomoda cómo para seguir con esa cercanía que le nublaba los pensamientos. Le soltó la mano ya dentro del lugar. Se caminó y al mismo tiempo paseó su mirada por cada pequeño detalle del lugar. Se sentía maravillada por todo lo que veía. Al final decidió sentarse en una mesa casi al fondo, y lo esperó a que se acomodara.
— Confieso que me sorprende tú elección — Sonrió ligeramente aún haciendo su análisis del lugar sin querer perder ningún detalle. Era una joven observadora. ¿Y cómo no lo sería? Su madre también lo era, además para poder hacer aquellos trabajos con las telas era necesario ser observador, detallista, increíblemente quisquilloso — Debo ser honesta contigo — Terminó por decir intentando no decir la noticia de golpe, pero ¿De qué otra manera la podría decir? — Es muy probable que me vaya de París — No mentía, aunque la noticia le dolía a ella. ¿Y sino lo volvía a ver? Eso no lo quería permitir, lo necesitaba en su vida, a su lado, incluso con sus ausencias, con sus silencios, con su falta de calidez. — Tengo que buscar respuestas de algunas partes de mi vida que no recuerdo, y ni siquiera sé porque no recuerdo — Se río con torpeza, pero también con tristeza — Permanecerás… ¿Acá? — Preguntó casi con miedo — Podría venirte a buscar después sí que lo estarás — Suspiró y desvió la mirada a un joven que se acercaba con ellos.
Colocó frente a ellos unos tarros grandes con algo que parecía cerveza pero que en realidad no lo era.
— Parece que este lugar es más extraño y asombroso de lo que creía ¿Cómo lo descubriste? — Arqueó una ceja. Él tendría una historia nueva que contarle, o quizás más de una, y ella estaría ansiosa por escucharlo, emocionarse con él, disfrutar y vivir con él a base de palabras que se podían imaginar.
Milena estuvo a punto de abrir la boca y mover los labios para expresar un poco de su sentir, sin embargo esa caricia la hizo silenciar de nuevo. Tragó saliva y fue poco disimulada esta vez. Incluso cerró los ojos gozando del contacto y sonrió cuando sus dedos se entrelazaban. Josiah era esa mezcla de acciones, palabras y pensamientos que no concordaban del todo, pero que disfrutaba yéndolo descifrando. Negó un par de veces y apretó un poco más los dedos ajenos con los propios para avanzar así. Dejó de prestar atención a los detalles y se enfocó en él. ¿Por qué apreciaba tanto su compañía? Sin duda su amistad no era como la de cualquiera, o quizás no se trataba de una simple amistad. ¡A saber!
— Yo si creo en las promesas — Dijo por fin. No tendrían que tocar más el tema sino querían, además se encontraban entrando a un lugar nuevo, una zona que ella jamás había visto, o quizás lo pasó desapercibido. Al entrar se dio cuenta que era demasiado distraída, los detalles y los colores del lugar, sumado a las personas y sus facciones la hicieron sentir en terreno seguro, cerca de casa. De nuevo las acciones de él la llegaron a abofetear. ¿Estaba intentando confundirla? ¿Volverla loca? Por primera vez ella se sonrojó. — ¿Aquí me harás bailar? — Le molestó, porque ya estaba lo suficientemente incomoda cómo para seguir con esa cercanía que le nublaba los pensamientos. Le soltó la mano ya dentro del lugar. Se caminó y al mismo tiempo paseó su mirada por cada pequeño detalle del lugar. Se sentía maravillada por todo lo que veía. Al final decidió sentarse en una mesa casi al fondo, y lo esperó a que se acomodara.
— Confieso que me sorprende tú elección — Sonrió ligeramente aún haciendo su análisis del lugar sin querer perder ningún detalle. Era una joven observadora. ¿Y cómo no lo sería? Su madre también lo era, además para poder hacer aquellos trabajos con las telas era necesario ser observador, detallista, increíblemente quisquilloso — Debo ser honesta contigo — Terminó por decir intentando no decir la noticia de golpe, pero ¿De qué otra manera la podría decir? — Es muy probable que me vaya de París — No mentía, aunque la noticia le dolía a ella. ¿Y sino lo volvía a ver? Eso no lo quería permitir, lo necesitaba en su vida, a su lado, incluso con sus ausencias, con sus silencios, con su falta de calidez. — Tengo que buscar respuestas de algunas partes de mi vida que no recuerdo, y ni siquiera sé porque no recuerdo — Se río con torpeza, pero también con tristeza — Permanecerás… ¿Acá? — Preguntó casi con miedo — Podría venirte a buscar después sí que lo estarás — Suspiró y desvió la mirada a un joven que se acercaba con ellos.
Colocó frente a ellos unos tarros grandes con algo que parecía cerveza pero que en realidad no lo era.
— Parece que este lugar es más extraño y asombroso de lo que creía ¿Cómo lo descubriste? — Arqueó una ceja. Él tendría una historia nueva que contarle, o quizás más de una, y ella estaría ansiosa por escucharlo, emocionarse con él, disfrutar y vivir con él a base de palabras que se podían imaginar.
Milenka Sandoje- Gitano
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