Un encuentro al final de la botella ~Privado~

La joven cazadora dejó atrás el hostal en cuanto la redonda luna hizo acto de presencia, pertrechándose con sus armas y planeando metódicamente aquella noche de caza, dirigiendo sus pasos hacia el último punto de referencia que tenía acerca de los crímenes cometidos por aquel demonio de la noche cuyo rastro la había llevado hasta París.

El viaje desde Inglaterra había sido complicado, duro en algunas ocasiones en las que hasta había estado a punto de darse por vencida al perder durante unos días el rastro del inmortal, pero ella no era de las que se dejaban vencer por una simple bestia, y tras recuperar las fuerzas que habían llegado a hacer mella en ella por la soledad y las dificultades que por ser mujer aparecían a cada paso, fijó su rumbo hacia la capital francesa al llegar a sus oídos la terrible noticia de la aparición de varios cuerpos de doncellas desangrados. Aquella era la señal que la joven tanto había buscado, y que por fin parecía facilitarle el encuentro con aquel dichoso ser al que debía matar.

Se dirigió sin más dilación hacia una conocida taberna situada en el centro de París, lugar cercano al lugar de hallazgo de las jóvenes muertas, y donde sin duda pensaba que podría obtener algún tipo de información que le fuese de ayuda. Normalmente los taberneros se parecían mucho a los sacerdotes, se enteraban de todo lo que pasaba en su ciudad.

Abrió la puerta del local de madera noble y envejecida después de comprobar que el nombre que tenía apuntado en el papel que sostenía en la mano coincidía con el de la taberna. Un fuerte olor a humanidad y a alcohol inundó sus fosas nasales, dejándola por un instante paralizada en el umbral de la puerta; tiempo suficiente para que recorriese con la mirada a los clientes que allí se encontraban, y decidiese tomar la decisión de sentarse en un solitario taburete junto a la barra. No le interesaba entablar conversación con nadie, ni hacer amistades; no estaba allí para socializar, su único objetivo era obtener información del tabernero y marcharse a buscar a su enemigo más acérrimo.

Sintió como la mayoría de las miradas de los clientes varones seguían sus pasos conducidos hacia la barra, hecho que tampoco le preocupó en demasía, pues estaba más que acostumbrada a la reacción del sexo opuesto al ver sus extraños ropajes, siendo estos muy distintos de los del resto de damas de la sociedad.
Se sentó con calma, y apoyando sus antebrazos sobre la barra buscó al tabernero con la mirada para llamar su atención.

- Un whisky doble, monseiur.- solicitó de forma cortés, analizando cada uno de los gestos de aquel hombre que sería su fuente de información, y que al parecer, le sorprendía su llegada tanto como al resto de clientes. En momentos así, era un incordio ser mujer, pero sobre todo, era un incordio no poder darle una buena tunda a todos aquellos cavernícolas que seguían viendo diferencias entre hombres y mujeres.